De Emigrantes y sus Secretos

Anuncio
Ezio Gayoso
1
DE EMIGRANTES Y SUS SECRETOS
Esta es una historia más de un inmigrante, es mi historia y la de mis descendientes.
Tres generaciones que se cruzan. Tres tiempos, un solo tiempo, ahora.
Mi padre, Gumersindo Gayoso, nació en Galicia en 1906 y emigró a Argentina en
1922. Sólo tenía 16 años. Su madre, Dolores, había emigrado un tiempo antes,
dejando a su hijo al cuidado de su hermana Balbina y su esposo Camilo Vázquez.
Cuando su madre lo llamó desde Argentina él dejó a sus “padres adoptivos” y viajó
solo en el vapor Antonio Delfino, que zarpó el 28 de octubre de 1922 desde La
Coruña. Nunca más cruzó el océano y dejó tras de sí su pasado y sus recuerdos
sepultados. Sus hijos nunca supimos nada de su vida anterior, de la lejana Galicia y de
su otra familia, también nuestra. Tan poco se habló en casa de esto, que ni se nos
ocurría preguntar…
Pero el azar seguía tejiendo la historia, y casi de casualidad mi hermana descubrió
que el apellido de nuestro padre era el materno. En ese entonces no le di demasiada
importancia, pero con el correr del tiempo sentí la necesidad de investigar, la urgencia
de conocer no solamente los orígenes sino conectarme con posibles parientes de
quienes no teníamos datos… A excepción de los documentos de mi padre y una foto
suya con un señor de grandes bigotes, ambos muy bien vestidos, posiblemente su tío
Camilo. Estos documentos llegaron a mí luego de la muerte de mis padres, pues ellos
los tenían celosamente guardados, unos cuantos papeles y algunas fotos. Los 6
hermanos de mi padre dijeron no saber nada o quizás no querían decir nada. Lleno de
curiosidad recurrí a la TV de Galicia, pero tampoco pudieron ayudarme. Entre los
recuerdos encontrados estaban la libreta de inmigrante, una autorización firmada por
su tío Camilo para emigrar y el pasaje del viaje. Entre las fotos, la del señor de bigotes,
que me quitaba el sueño. De este modo conocimos el lugar de nacimiento: Santa
Eulalia de Pradeda, municipio de Guntín. Conseguí el acta de nacimiento y pude
obtener la doble ciudadanía, que extendí a mis tres hijos y nieto.
Hasta ese momento desconocíamos por completo la posible existencia de familiares
en Galicia. Tiempo después mi segunda hija, Marina, igual que mi padre, cruza el
océano, esta vez en avión, los tiempos son otros. Y también como mi padre, deja sus
tierras y se radica en otra, emigra al país de su abuelo, elige vivir en Barcelona.
Tal vez por estas coincidencias, Marina sintió curiosidad por nuestros orígenes y me
pidió una copia de todos los papeles y de la foto. Junto con su novio, Albert, haría un
viaje y trataría de averiguar lo que se pudiese. La aventura comenzó con muy pocas
expectativas, Santa Eulalia de Pradeda no figuraba en los mapas, sólo sabíamos que
estaba cerca de Lugo.
Ezio Gayoso
2
A continuación transcribo una parte del relato que nos enviara mi hija desde las tierras
de su abuelo:
La sangre bulle.
…..Seguimos por la carretera con rumbos más occidentales. Las rías del Cantábrico.
Fragmentos de frases, de leyendas familiares resuenan en mí, escucho su eco. Por fin
nos acercamos a Galicia. Objetivo: Pradeda, tierra que vio nacer a mi abuelo y
también lo vio abandonarla 16 años después, para no volver nunca más. Soy lo más
cercano a él que regresa, luego de 83 años, sin mayor información que Pradeda.
…..Carretera. Comunidad Autónoma de Galicia, provincia de Lugo. Ni bien cruzamos
la frontera nos dan la bienvenida unas gordas gotas de lluvia. Esto es Galicia. Yo
también saludo.
El camino es verde, muy verde, pero la noche se acerca y todo se torna gris. La lluvia
alimenta la nostalgia. Pienso si Gumersindo habrá pasado alguna vez por acá.
Me dejo llevar por las curvas de la carretera. Cruzamos Lugo y ya es de noche, pero
llegaremos a Guntín, el pueblo donde Dolores registró a Gumersindo al nacer. Vamos
para allá. Pradeda no figura en ningún mapa, pero la intuimos cerca. La
documentación es poca: un par de fotocopias con algunos nombres más ancestrales
que él, el acta de nacimiento, los papeles de su emigración, una foto con su tío Camilo
antes de irse, y dos postales recibidas ya en Argentina: una del ’39 de unos primos, y
otra del ’46 de un amigo, Daniel, con su hijo chiquito.
Vuelvo a la carretera. Se encienden las primeras luces. La noche nos gana y tapa el
paisaje de mi abuelo. Llueve. Guntín está a sólo 15km. Por las dudas miramos cada
cartel de cada pueblo que cruzamos, buscando alguna pista, deseando que pase algo.
Y de pronto, algo pasa. Un cartel chiquito, pero lo vemos los dos: Campo de fútbol de
Pradeda. ¡Acá! Buscamos un ser humano que nos diga si por ahí está Pradeda, ya
que no se ven casi casas. “Preguntemos en el lugar más cercano”, me dice Albert.
Una estación de servicio a pocos metros. Entramos y nos atiende un hombre. Le
preguntamos por Pradeda. Primer obstáculo: ahí mismo es Pradeda, pero Pradeda no
es pueblo. Es un conjunto parroquial compuesto por 10 pueblos. “¿De qué pueblo era
tu abuelo?”, me pregunta el de la gasolinera. Empiezo a descubrir todo lo que no sé.
Le digo el apellido, Gayoso. Me dice que es un nombre muy común en Galicia, que
hay muchos y me empieza a nombrar todos los Gayoso que conoce en Pradeda. Dice
que su bisabuela era Gayoso. Pero parece muy difícil encontrar datos más certeros.
Nos dice que más que en Guntín, nos conviene preguntarle al cura, que hay que ver
los registros de los bautizos, ahí puede haber algo más. Pero ya es noche cerrada,
habrá que esperar al día siguiente. Le preguntamos por algún lugar para dormir por
Ezio Gayoso
3
ahí mismo, en Pradeda. Nos dice que él tiene habitaciones. Seguimos nuestra charla
de Gayosos con el dueño de la gasolinera. Entre él y algunos parroquianos que se
aproximan, casi nos convencen para ir a preguntarle al Gayoso más viejo que queda
vivo por la zona, un vecino que vive muy cerca de ahí. Me agarra un rapto de valentía
y acepto ir a visitar al Grañón Gayoso. Se me ocurre llevarle las fotos y de pura
casualidad pienso mostrárselas antes al dueño de la gasolinera y al par de
parroquianos que siguen aportando datos y confusiones, todo al mismo tiempo. Las
voy a buscar al coche.
Y de repente la sangre hierve. El gasolinero mira la primera foto que le paso,
Gumersindo con Camilo y señala a Camilo. “¡Este es mi bisabuelo!”. Piedra libre. La
llama a su mujer, que viene desde algún fondo y coincide con él en que se parece al
de la foto que ellos tienen. Me dice Camilo Vázquez, y yo sigo descubriendo mi
ignorancia. No sabía el nombre, ni sabía que no era un Gayoso, que era tío político.
Por lo tanto no puedo responderle, pero él parece convencido. Es su bisabuelo. Me
pregunta el nombre del abuelo. Gumersindo. Le suena. La llama inmediatamente a su
madre por teléfono. Yo estoy de una pieza. No me lo puedo creer. Es ahí, ahí mismo.
Debajo de la baldosa que estoy pisando. Este mismo pedazo de tierra que está aquí
debajo. Y esta misma noche. No me lo puedo creer. Albert se ríe. Es una suerte que
esté a mi lado, para compartir el asombro, que es tan grande que casi no entra en mi
cuerpo. También el gasolinero que llama a su madre por teléfono, pese a tener un
cuerpo considerablemente más grande que el mío, tiene un asombro que tampoco le
entra. Me reconozco en su asombro. Es la sangre que bulle. Confirmado. Camilo
Vázquez es el tío de Gumersindo y el bisabuelo del gasolinero. Nos ponemos
inmediatamente a tejer lazos. El gasolinero se llama Paco y es mi primo tercero. Paco
empieza a recordar voces lejanas, él también escucha ecos y fragmentos de leyendas.
Recuerda a su abuela, que también recordaba. Recordaba un primo muy querido y
recordaba una partida. Recordaba la tristeza de su padre Camilo. Recordaba al primo
joven que se marchó para Argentina y no volvió. Recordaba un único recuerdo, una
foto muy cara, como lo eran las fotos en el ’22, un ritual necesario antes de la partida,
algo debía permanecer. Y así fue. Y por esa foto de ayer, hoy estas certezas.
Gumersindo. También su nombre se recuerda.
Necesito llamarlos por teléfono, a ustedes digo, a Argentina. Sólo el relato podrá
pasarse. Mmmm. Me gusta. Me siento el punto de unión entre dos tiempos. Soy el
barco mismo. El transatlántico.
Mientras, Paco da vueltas con curiosidad y no deja de decir que es un milagro. Le
paso el teléfono. Todavía no hemos tejido del todo la historia, que está apenas
hilvanada.
Ezio Gayoso
4
Inmediatamente y por estas extrañas cosas de la genética, en un simple instante nos
transformamos de extraños que éramos en familia. Y nos invitan a cenar. Aquí
comienza el viraje gastronómico del viaje, cosa para nada poco importante por estas
tierras. Yo, para variar, tengo muy poca hambre, pero está claro desde el primer
momento que hay que comer. Seguimos muy emocionados, intentando montar un
rompecabezas imposible. Pero algunas fichas sí que encajan. Paco habla realmente
mucho. Es evangelista. Y la idea del milagro lo apasiona. No para de hablar. El
cansancio me vence. Nos vamos a la cama, dormimos en Pradeda.
Nos levantamos, desayunamos allí y seguimos hablando con Paco, que se ha afeitado
y se ha vestido con camisa y saco para que le saquemos fotos. Ya nos ha organizado
una serie de visitas familiares. El rumor Gayoso corre por Pradeda. La sangre que
vuelve. Salimos de ronda.
Vamos primero a la casa de los consuegros de Paco. Nos atiende Lourdes,
descendientes de Camilo, de sangre Vázquez (no Gayoso). Ahí comprendo que la
mayoría de la gente por acá ha perdido a alguien que partió hace tiempo a Argentina o
a Cuba. Todas las familias tienen relatos del que se fue y se perdió el rastro. Del que
no se supo más. Del que se extrañó y se lo tragaron la distancia y el tiempo. Casi
todos tienen emigrados en su sangre. Por eso soy bienvenida por todos. Lourdes y su
marido nos dan de comer. Paco nos había preparado almuerzo, así que intentamos
solo picar, pero se vuelve imposible. Todo es casero y muy rico: chorizos, jamones,
quesos, carne, leche, pan y vinos. Nos muestran sus vacas y sus cerdos. Tengo la
sensación que algo se ha detenido en Galicia hace un siglo atrás. Y todo debe ser tan
parecido!!! Así mismo vivía Gumersindo. Saboreo sus sabores tanto como puedo. Me
lleno a explotar solamente con la picada. “Nosotros no damos de probar sino de
comer”, nos dicen. Huimos mientras nos persiguen con el último queso.
Sigue la ronda. Ahora la casa donde suponen nació Gumersindo. Tejen teorías al
respecto. Y me señalan una a un lado de la carretera, que sigue perteneciendo a algún
pariente. Todas las casas siguen perteneciendo. Todo es como hace 100 años. Veo la
casa. Sacamos fotos, por supuesto. Tal vez aquí comenzó todo. Tal vez aquí dio sus
primeros pasos. Tal vez fue esta la primera puerta que cruzó.
La ronda nos lleva al cementerio, que está dentro mismo del terreno de la Iglesia. En
la puerta de la Iglesia hay una placa de un cura muerto en 1910. Imagino que fue él
quien lo bautizó y sigo construyendo la película que tiene que durar 16 años. Vemos
las lápidas de Camilo Vázquez y Balbina Gayoso, la hermana de Dolores. Vemos
también la de Amadora Vázquez Gayoso, hija de ambos y abuela de Paco. Prima
hermana de Gumersindo.
Ezio Gayoso
5
Seguimos por la casa de Isaura y Celestino, padres de Paco. Cuentan que al principio
se escribían seguido. Cenamos con Isaura menor, la hija de Paco, y su marido. Nos
llevaron a pasear por Lugo.
A la mañana siguiente huimos antes que nos obligaran a seguir comiendo. Paco nos
persiguió y nos entregó un pan que nos mandó Lourdes y una
bolsa repleta de
chorizos, que aceptamos gratamente. Albert incluso con alegría.
Gumersindo estuvo más presente para mí en estos días que en todos estos años. Es
casi como ver a través de sus ojos. Voy como un fantasma tras sus pasos. Trato de
seguir su sombra. Tengo exactamente el doble de la edad que tenía él cuando se fue.
Mejor, así puedo ser mis ojos y los suyos. Y mi viaje, extrañamente, es de regreso. De
algún modo es él quien vuelve…
De más está decir que ustedes están invitados por la nueva/vieja familia gallega, serán
bien recibidos y bien alimentados, no lo duden! Traigan algún regalo, porque no los
dejarán pagar absolutamente nada.
Este es el resumen del relato de mi hija. El haber encontrado esta parte de la familia
de mi padre fue muy movilizante para mí, porque sentí que se cerraba una historia que
no conocía. Creo que en parte todos participamos un poco, desde mi abuela Dolores a
mis hijos. Una historia de inmigrantes, de un viaje de ida y de vuelta, de la búsqueda, y
del azar, de una familia que se desarma y se vuelve a armar, como un
rompecabezas… mi historia. Marina fue la “investigadora principal”. Guiada por la poca
información que pude suministrarle y por su curiosidad, movida por su empuje y la
suerte favorable, logró encontrar las raíces. Tiempo después la suerte siguió soplando
y la suerte de poder viajar con mi señora y conocer personalmente a toda la familia
gallega. Ahora queremos que Paco venga a visitarnos… Nosotros siempre los
esperaremos en nuestra casa, mientras tanto el teléfono mantiene el contacto.
Descargar