Tipos de Modernismo en España

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MODERNISMO.
El modernismo es un estilo que se dio a finales del siglo XIX y continuó en el siglo XX. Muchos autores creen
que el modernismo más puro pervivió hasta 1926, el año de la muerte de Gaudí. Otros, como don José Camón
Aznar opinan, simplemente, que el modernismo como estilo no existe, sino que es el "canto del cisne" del
romanticismo del siglo XIX.
Podemos afirmar rotundamente que no es así. El romanticismo era interiorizarse en sí mismo, en la oscuridad
morbosa, una inadaptación al mundo. Sin embargo, el modernismo era todo lo contrario: anhela la evasión, la
transformación de cada elemento perdiendo los límites de las formas que impone la arquitectura tradicional y
haciendo del modernismo un conjunto de todas las artes. Todo esto, y mucho más es el modernismo, puesto
que crearon un lenguaje nuevo, difundiendo sus inquietudes e ideas a través de imágenes: revistas, carteles; o
de conferencias y libros. Podemos ver por tanto, que esta nueva corriente no tiene nada de "soledad" o de
introspección.
A pesar de todo, no podemos creer que es un estilo uniforme pues, así como en cada país recibe un nombre
(Art Nouveau, en Francia y Bélgica; Modern Style, en Inglaterra; Seccesion−stil para el foco vienés; etc),
también en cada país está influído por las características autóctonas de la zona y las aportaciones de cada
autor, algo que enriquecerá y dará tintes de genialidad a numerosas obras modernistas.
En el caso español podemos clasificar cinco tipos de modernismo:
− Modernismo experimental. El más creativo, partió de un historicismo, reinterpretándolo. Sería el caso de los
inicios del modernismo en el foco catalán. Café−restaurante para la Exposición Universal de Barcelona de
1888, de Domenech i Montaner o la Casa Vicens de Gaudí, con una reinterpretación magnífica del
neomozárabe.
− Modernismo integral. Transformación completa y total de todas y cada una de las partes que componen un
edificio (estructura nueva, fachada libre, cimientos revolucionarios y azoteas trabajadas con el mismo cuidado
que el resto. El Palau de la Música catalana, de Domenech i Montaner y las casas Batlló y Milà, de Gaudí.
− Modernismo ocasional. Practicado por arquitectos cuya trayectoria era más eclecticista o historicista y que
constituyen un alto excepcional en su carrera. Sería el caso de Eduardo Reynalds, con su Casa Pérez
Villaamil.
− Modernismo epitelial. Utilizado por multitud de autores y disemminado por toda la geografía española, se
nos revela en forma de pequeños detalles que hallamos en una fachada o en un interior, trabajados de forma
artesanal o mostrando un conato de ruptura que empieza y acaba con ellos mismos.
− Modernismo pervivencial. Numerosos autores afirman que el modernismo integral terminó con la muerte de
Gaudí en 1926, por eso el que se prolonga más allá de esta fecha, recibe este nombre. Jujol, ayudante de
Gaudí, con su remodelación de la vieja masía Casa Negre, terminada en 1930, es un perfecto ejemplo.
En el caso concreto de Madrid, no encontraremos ninguna obra de modernismo integral, como pueden
hallarse en Barcelona sino que hallaremos detalles modernistas. José grases Riera es uno de esos arquitectos
que utilizarán esporadicamente el modernismo.
José Grases Riera.
Nació en Barcelona en 1850, donde también se formó y tituló en el año 1878, siendo compañero de estudios
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de Gaudí. Su trayectoria profesional se desarrolla, sin embargo, mayoritariamente en Madrid, construyendo
tres obras muy representativas de la ciudad:
− Edificio "La Equitativa", realizado entre 1882 y 1891 para la sociedad de seguros norteamericana y que
luego, tras la reforma de Joaquín Saldaña de 1920, sería Banco español de Crédito.
− Teatro Lírico, incendiado y luego reconstruido, donde se aprecia el tema del elefante y claroscuros que le
dan un aire barroco.
− Monumento a Alfonso XII, realizado tras ganar el disputado concurso de 1901. La linea apaisada de la
columnata que forma una especie de plaza o escenario, se ve compensada con la fuerza vertical del soporte
sobre el que sitúa la escultura del rey.
Tras realizar esta obra, recibió Grases Riera el encargo de construir una casa−banca particular para Javier
González Longoria, siguiendo unas indicaciones del banquero que, habiendo viajado por Europa, deseaba un
edificio del entonces llamado estilo moderno, aún cuando el arquitecto seguía un estilo totalmente distinto, el
eclecticismo.
El proyecto del palacio es de 1902, comenzando las obras al año siguiente y terminándolo en el mismo, en un
alarde de rapidez.
PALACIO LONGORIA.
Grases Riera recibió el encargo de construir el palacio tras ganar el concurso para el Monumento a Alfonso XII
en el Retiro, dándole Javier González Longoria instrucciones acerca del estilo que deseaba para un edificio
que sería banco y, a la vez, residencia familiar. Debía ser un edificio del estilo que había visto en sus viajes
por Europa: Art Nouveau.
Sobre un solar de esquina sensiblemente cuadrado, Grases concibió dos cuerpos rectangulares rematados en
los extremos en dos torreones paralelepípedos, ensamblados mediante un torreón circular en la esquina (que
puede recordar a los torreones del Gran Hotel de Palma de Mallorca, de Domenech i Montaner) y organizados
en torno a un patio−jardín interior.
Las soluciones estructurales y tipológicas son típicas de un arquitecto firmemente apoyado en la tradición y de
la trayectoria de Grases, ya que siendo ésta una obra considerada como modernista al verla superficialmente,
se puede apreciar, al estudiarla que el modernismo no es otro que los detalles que se puedad encontrar en
algunos detalles. Por ello, no podemos calificar la obra como modernista, sino historicista, basada en en el
baroco y rococó, sobre todo, con un modernismo epitelial en detalles que iremos señalando.
Los materiales utilizados, según la memoria de construcción "es la fachada exterior en piedra de granito y de
almorquí, fábrica de ladrillo, exteriormente con nervios a la catalana con arena de mármol, imitación piedra.
El segundo piso con mansarda...".
En alzado, Grases concibió un edificio de formas sinuosas y naturalistas que hubo de retranquear para que el
edificio crease su propia atmósfera, que de otra manera habría quedado anulada al estar entre calles estrechas
de edificios totalmente anodinos. Así, la reja de forja,magníficamente trabajada, se sitúa sobre un muro de
pequeño tamaño y actúa como un filtro visual, adelantando lo que se va a contemplar dentro, y dotando al
palacio de un pequeño patio perimetral que le da el oxígeno que exige.
Esta fachada, calificada por numerosos autores como modernista, para otros no está tan claro, ya que Grases
no transgrede las normas para dotar al edificio de una decoración a través de la funcionalidad y los materiales,
sino que sobre la estructura (de tipología clásica), dispone una capa ondulante y sinuosa que discurre sobre
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todo el edificio. Por ejemplo, los ritmos de los huecos son tradicionales, no los altera como haría un
modernista para conseguir mejor luz, o cualquier interés que persiguiera para perfeccionar la obra. Eso sí,
Grases adorna los vanos, de manera que parecen dulces derretidos, aunque no consigue disimular la rígida
estructura sobre la que dispone la fachada. Los motivos que usa son, quizá, demasiado naturalistas para
considerarse modernistas, ya que las guirnaldas se reconocen, las flores se representan tal como son, las hojas
son la mayoría hojas de acanto, hiedra y hojas y sarmientos de la vid. En fin, no se metamorfosean los
motivos, no hay sensación de cambio, crecimiento, etc. Las columnas, aunque ya no están compuestas de
basa, fusta y capitel, están representadas mediante árboles, sobre todo las que dan al patio−jardín interior: son
palmeras perfectamente reconocibles cuyas hojas parece que soportan los balcones y que se traducen al
interior, simulando soportar, en este caso, el techo.
También, entre toda esta decoración, no se nos pueden pasar por alto las cabezas, sobre todo de mujer, que se
hallan entre las guirnaldas. Decoradas con flores, con frutas en el peinado, aparecen con el mismo tocado que
luce la Dama de Elche, con dos rodetes a ambos lados de la cabeza y dirigiendo la mirada hacia abajo.
Entre todo este floripondio, tan exuberante, Grases nos deja gran parte del muro limpio, sin revestimiento, que
contribuye a realzar la voluptuosidad del conjunto.
Algo que generalmente pasa desapercibido es el recubrimiento de la mansarda, realizado en azulejería de
diversos colores que brilla a la luz del sol. Este revestimiento, que recuerda tanto a los que usan los
modernistas (sobre todo los del área catalana, como Jujol, que trabajó con Gaudí y es autor de casi todo el
trencadis que aparece en sus obras) se encuentra entre las ventanas de la mansarda, ocupando un espacio que
en planta baja y en la primera Grases deja libre y con el muro visto, dejando la decoración alrededor de los
huecos y traduciendo al exterior el número de plantas.
Sin embargo, sí nos encontramos con conatos de ruptura (por tanto modernismo) en los balcones exteriores,
que están forzados, sustituyendo a las balaustradas que serían las típicas y tópicas. También en el torreón
circular rompe los esquemas Grases al no situar la cúpula sobre él que hubiesen usado muchos de los
arquitectos contemporáneos, potenciando así el muro sobre las cubiertas, o los elementos sustentantes sobre
los elementos sostenidos y situando aquí las entradas al palacio.
Podemos ver que, aunque analizados los detalles individualmente no sean precisamente modernistas, en su
visión de conjunto el arquitecto ofrece un modernismo de gran calidad, aún cuando sólo sea este ejemplo un
punto y aparte en la trayectoria eclectica del autor y el modernismo sólo sea epitelial.
Otro elemento significativo y, junto con la fachada, el único que no ha sido radicalmente alterado, es la
escalera. Escalera que la primera impresión que da es la de ser tipo imperio, y que sí que se tramsformó,
dotándola de un espíritu modernista en gran medida. Dándole los lítes del círculo, se realizó un magnífico
trabajo metamorfoseando las colunmas, que ya no eran tales, sino algo orgánico que fluía hacia arriba.
También impresiona el trato dado a la barandilla, con una sinfonía de curvas y contracurvas, similar a lo que
hacía Víctor Horta al valorar tanto lo positivo como lo negativo, aunque aquí queda desvirtuado por el motivo
con que se decora, demasiado organicista y naturalista (girasoles).
Los elementos que sustentan la escalera, a los que ya no podemos llamar columnas, son también los elementos
que sujetan la preciosa cubierta vítrea que, si bien es de gran belleza, es de motivo mas bien naturalista, ya
que explicita el tema de un sol, alrededor del cual, en los términos más alejados del vitral, nacen unas plantas,
representandose así el Sol como dador de vida. Esta cubierta dota de una misteriosa luz cenital toda la
escalera, así como el primer piso, siendo un dato curioso el de que todas las piezas de la vidriera son
originales, habiendo sobrevivido casi un siglo.
El edificio ha sufrido una gran restauración en 1991, que duró dos años, a manos de Santiago Fajardo y María
Ángeles Hernández Rubio, arquitectos autores del proyecto de rehabilitación, que afectó tanto al exterior
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como a las dependencias internas del palacio, pretendiendo abrir al público su archivo musical y su biblioteca,
cosa que no ha llegado a realizarse, puesto que necesitas ser una personalidad para poder acceder a tales
estancias. El proyecto inicial de rehabilitación señalaba la cifra de 335 millones de pesetas, aunque finalmente
se calcula que su coste aumentó en un diez por ciento.
Esta reconstrucción afectó sobre todo al patio−jardín, que ahora es un espacio para recepciones y reuniones, y
a las habitaciones. Unas fueron recuperadas para su uso y disfrute y reconstruídas según el original. La
vidriera ha sido reforzada con una malla de alambre que previene las posibles caídas de cristales, posibilitando
así la recuperación del cristal y restaurándolo en lo posible
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