Ir o no al aula, ¿será esa la cuestión?

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Ir o no al aula, ¿será esa la cuestión?
Javier
18 de Julio del 2013 18:33:22 CDT
Dueñas
•
Nuestro diario despidió el mes de junio publicando el reportaje ¿Un estudiante
con «clase»?*, mirada a un tema que suscitó no pocas intervenciones durante
los debates del 8vo. Congreso de la FEU: la posibilidad de flexibilizar más el
actual régimen de asistencia con que cuenta la Educación Superior en nuestro
país.
Las opiniones vertidas en el reportaje y las que aportaron los lectores apuntan
a que, en el fondo, lo que está en discusión no es si debemos adoptar o no lo
que se ha denominado sistema de asistencia libre, sino qué calidad tiene el
proceso docente-educativo en nuestras universidades y cuánta más puede y
debe alcanzar para que ese sector, orgullo de la Revolución, siga entregando a
la sociedad graduados con un altísimo compromiso social y elevada
competencia. A continuación va una síntesis de ese debate.
¿Se debe o no?
El tema resultó muy cercano a José A. Ramón, quien defendió la asistencia
libre en su época de estudiante universitario. «Ahora, como profesor, sigo
pensando que la asistencia a clases debe ser libre. Claro, siempre habrá
actividades de asistencia obligatoria como seminarios, evaluaciones, prácticas
de laboratorio o laborales…».
Considera que esa flexibilización ha de complementarse con evaluaciones más
exigentes, textos electrónicos para estudiar, mejor acceso a Internet así como
facilidades para que los estudiantes puedan matricular asignaturas no
directamente relacionadas con sus carreras. Todo esto —piensa— redundaría
en graduados con calidad muy superior. «Siempre habrá quien desee
“barquear”: ese suspenderá y no se graduará», concluye.
Aunque insistió en la necesidad del rigor, el lector identificado como FPLA
reaccionó con asombro ante el reportaje, «pues hay cosas que no debemos
cambiar…». En este aspecto él entiende que se ha producido lo que calificó
como involución. «Hay que ir a las aulas; ahí se toma el primer aprendizaje, y
luego quedan el estudio individual, consultar la bibliografía… Estudié en la
Cujae entre el 80 y el 85 y las clases eran añoradas: íbamos todos los días y
aun así en ocasiones no te empatabas con la bola, de modo que no me
imagino con aquel rigor no asistir al aula…».
Un internauta identificado como PK, «profesor hace años» de acuerdo con sus
palabras, estima que los estudiantes deben asistir como mínimo al 50 por
ciento de las clases —el resto podría ser voluntario— y que «aumentar la
motivación y el rigor es la vía para que asistan más».
Cátedras vivas
Con más de 30 años como profesor, Víctor cree que «la
responsabilidad de que un estudiante vaya a clases la
tiene el profesor. Si este imparte clases de calidad
extrema, nadie va a faltar, pero si es un repetidor de
lecturas, costará trabajo que los jóvenes asistan… Los
que un día iniciamos la especialidad de Información Científico-Técnica y
Bibliotecología en la Universidad de La Habana, recordamos que un profesor
todavía activo, Radamés, impartía unas clases tan estelares de Historia de la
Cultura, que estudiantes de otras especialidades se “colaban” en ellas para
oírlo».
«El intercambio en el aula con los profesores es fundamental para el desarrollo
de los futuros profesionales, pero a veces la falta de preparación de aquellos
«Cuando un
docente se prepara para brindar su conferencia y
motiva a los estudiantes, entonces se genera debate e
intercambio, pero lo contrario solo suscita decepción y
pone en duda el reglamento de asistencia».
desmotiva», comentó el internauta identificado como @lbus.
«Soy profesor de asignaturas de ciencia de la computación y mis estudiantes
también debaten sobre la obligatoriedad de asistir al aula —dijo Fernando
Artigas— pero, paradójicamente, veo que quienes más defienden el criterio de
la asistencia libre son los de menor aprovechamiento… Ante esta situación,
siempre me pregunto qué papel desempeña en el aula un estudiante
desmotivado por su especialidad. Sin embargo, sí me parece relevante el papel
que toca al profesor en la motivación de los alumnos, aunque sobre este
aspecto inciden numerosos factores y no todos dependen del docente…».
«Comparto la idea de la asistencia libre a clases… Cuando el profesor va bien
preparado al aula, llega a los estudiantes y estos asisten sin que nadie les
exija», opinó Maikelm, quien llamó la atención sobre el impacto negativo que
puede tener un esquema de la actividad docente que calificó como «rígido» en
la creatividad de los docentes.
«Si un profesor se categoriza, se supone que esté más preparado y pueda
hacer en su conferencia lo que entienda necesario para llegar al estudiante,
pero sabemos que no siempre es así…».
Este lector también reparó en que el profesor no tiene todas las respuestas
para un asunto tan esencial como el interés del estudiante en la carrera que
eligió. «Hay problemas más profundos, como la desmotivación, el conformismo,
la irresponsabilidad y otros desafíos que nos toca a todos —estudiantes,
familia, profesores, etc.— tratar de resolver», concluyó.
Del lado del pupitre
Andrés, profesor de la Colina hace más de 20 años, no cree que la asistencia
obligatoria marque la diferencia en este asunto. «Ciertamente, deberían
analizarse los problemas de la calidad de las clases, así como la total falta
de dedicación al estudio de algunos alumnos, entre otros temas».
Tide está convencido de que la asistencia a clases es importante, por los
conocimientos que puede transmitir el profesor y el dinamismo que al
aprendizaje puede aportar el educando, pero invitó a considerar que la
revolución tecnológica imprimió al proceso docente-educativo otra dinámica.
«Internet antes estaba en pañales (…), por lo que los métodos de estudio y la
docencia tenían otras características. Pero con el advenimiento de las nuevas
tecnologías, tal vez se pudiera aflojar algo las exigencias con la asistencia…
Todo dependerá del joven, de su interés y dedicación al estudio…».
Robert llamó la atención sobre la calidad de los profesores, las alternativas que
emplean ante la falta de textos y su orientación hacia nuevos contenidos y no a
transmitir los mismos, sobre todo porque ahora se dispone de nuevos canales
para adquirir conocimientos, lo cual obliga a los docentes a ir siempre un paso
adelante.
Agregó que «la asistencia no garantiza por sí misma el acceso al conocimiento.
El estudiante debe dedicar un número mayor de horas a autoprepararse, pero
el profesor resulta insustituible en determinadas materias y formas de impartir
la enseñanza por tratarse de la guía fundamental para el aprendizaje.
«También debe diferenciarse entre las asignaturas básicas específicas y el
resto para establecer rango de asistencia, considerar la cantidad de horas de
los programas y otros elementos…», añadió.
Sobre esta cuestión se pronunció Pablo Suárez, para quien la flexibilización ha
de tener en cuenta las particularidades de cada carrera. «Mientras que en las
de salud y de Ciencias Naturales es obligatorio el contacto del alumno con los
profesores, en las de Ciencias Sociales y Humanidades el lugar por excelencia
del alumno muchas veces está en las bibliotecas, archivos... No todos los
perfiles pueden ser cortados con la misma tijera…».
Desterrar el paternalismo
Otro profesor universitario, Kariel, es proclive a la asistencia libre pues «en el
nivel superior cada cual es responsable de lo que hace y como tal se le exigirá
luego… En cuanto a la preparación de los profesores, la mayoría de mis
colegas busca prepararse y lo hace como puede, pero hay que considerar las
condiciones de los centros de enseñanza superior y las particularidades de
cada uno de ellos…
«Mientras tratemos a los estudiantes universitarios como niños, como tal se
comportarán. Por otra parte, los valores se inculcan desde pequeños, no en la
Universidad. Nuestros héroes y próceres llegaron a la adultez con un sentido
de madurez tal que les permitió llevar a cabo grandes hazañas… Acudir
diariamente a la Universidad no genera valores y conocimiento de modo
automático».
En desacuerdo con asumir una postura que tachó de paternalista se manifestó
Celia, quien cree que el concepto de asistencia libre permitirá que se gradúen
«quienes de verdad tienen interés y vocación, y los profesores se dedicarán a
los que van a rendir frutos de verdad… Veremos además que en las
conferencias se demostrará cuál docente tiene calidad y cuál no…».
Ella piensa que la Universidad debe aportar lo general —«es imposible abarcar
(todo) el conocimiento científico»— y buena parte debe descansar en el
autoestudio, aunque repara en que la implementación de ese cambio supone
más organización del curso y las evaluaciones, definir claramente las
responsabilidades de docentes y educandos, garantizar más acceso a Internet
y mayor rigor evaluativo.
También Robert consideró que «ver la universidad como la primaria es un
error», pues la enseñanza presencial no es la única forma de enseñanza
probada, en alusión a la universidad por encuentros.
Invitó, por último, a ver la desmotivación de ciertos estudiantes como un
problema que va más allá de que hayan matriculado una especialidad superior
«solo por complacer a la familia», o de que haya profesores que no transmitan
adecuadamente sus conocimientos.
Mirar todas las ópticas
Una arista de este dilema de asistir o no a clases se ha movido por el lado de si
se necesita para aprobar, o más justamente pudiera decirse: para aprender. En
este caso, en una primera aproximación, el asunto se ha centrado en el
profesor y la calidad de sus clases, opinó Diego de Jesús Alamino Ortega,
docente de la Universidad de Ciencias Pedagógicas de Matanzas.
«Desde otra óptica se puede valorar que no todas las asignaturas tienen las
mismas características, ni todos los estudiantes tienen iguales potencialidades.
Hay quienes necesitan de una orientación más directa del docente. Existe
también en la teoría y práctica educativa la enseñanza a distancia y
semipresencial, admitida en otros tipos de curso, y ya aparecen formas
incipientes de cursos que, sin obviar al profesor, se sustentan en la tecnología.
«Cursar una carrera en la Universidad no debe solamente circunscribirse a la
asistencia a clases: se hace necesario lograr que el estudiante haga comunión
con la carrera que cursa y que no se convierta el tránsito por la Universidad en
una simple formalidad…
«Cuando en la Universidad el estudiante cuenta con una biblioteca que
sustenta sus aspiraciones, computadoras para estudiar a través de los
materiales digitalizados, con Internet para buscar en otras fuentes,
talleres, aulas especializadas, laboratorios, en los que puede desarrollar
habilidades más allá del horario estrictamente académico; cuando se
realizan actividades extensionistas en conjunción con la FEU, que
cumplen con la variedad de expectativas intelectuales, recreativas y hasta
económicas de los universitarios, puede ser que el estudiante no solo
asista a clases sino que no quiera apartarse de la Universidad. El
ambiente universitario puede ser único e irrepetible cuando esta
(institución) acoge a los estudiantes para que en ella se sientan como lo
que debe ser una segunda casa, una “fragua de espíritus”»
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