LA SEGURIDAD EN EUROPA Y AMERICA LATINA: REFLEXIONES

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LA SEGURIDAD EN EUROPA Y AMERICA LATINA: REFLEXIONES PARA
COLOMBIA
Rubén Sánchez David∗
Capítulo publicado en Cardona, Labatut, Lavaux, Sánchez,
Encrucijadas de la seguridad en Europa y las Américas,
CEPI-Universidad del Rosario, Agosto de 2004
Desde principios de la década de los 80 se han desarrollado esfuerzos
importantes por esclarecer el concepto de seguridad. En su sentido más amplio, la
noción de seguridad se refiere a aquella situación en la que un Estado se percibe libre
de amenazas militares, de coerción económica y/o presión política para continuar su
propio camino1. En otros términos, el problema de la seguridad remite al
“mantenimiento de la independencia la identidad, la integridad y el bienestar de las
sociedades estatales y en última instancia de los seres humanos”2.
En la posguerra fría, la percepción de la amenaza se ha ampliado y la agenda de
seguridad de la mayoría de los países ha experimentado cambios sustanciales. Con la
desaparición del bloque socialista se perdió el núcleo alrededor del cual se construyó y
desarrolló el esquema de la seguridad nacional y se intensificó la discusión para
responder a las realidades de un mundo más integrado, a las amenazas que desbordan
las fronteras de los estados nacionales y a las nuevas hipótesis de conflicto. A pesar de
que los aspectos militares siguen siendo importantes para enfrentar nuevas amenazas
bélicas, en la medida en que la agenda de seguridad se amplía, el peso relativo de lo
militar disminuye y cobran importancia los aspectos económicos y políticos de la
seguridad. Se han incorporado como variables que inciden en la formulación de la
agenda temas como la democracia, el libre mercado, los derechos humanos y el
desarrollo sostenible. De otro lado, la consideración de nuevas amenazas de carácter
global como el terrorismo y el crimen organizado, así como los aspectos económicos,
tienen un alcance tanto internacional como interno y junto a la variedad de temas
∗
Profesor Titular, Facultades de Ciencia Política y Gobierno y Relaciones Internacionales, Universidad del Rosario.
La definición de seguridad de las Naciones Unidas es la siguiente: “Es la situación en la que un Estado se
considera resguardado contra agresiones militares, presiones políticas o coerciones económicas y significativas,
obteniendo con ello libertad de acción para proseguir con su propio desarrollo y progreso”.
2
Del Arenal Moyúa, Celestino, “La relación de cooperación en materia de seguridad entre la Unión Europea y
América Latina”, en Palomares Lerma, Gustavo (Ed.), Política de Seguridad de la Unión Europea: Realidades y
Retos para el Siglo XXI, Valencia, Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado, 2002, p. 175.
1
incorporados a la nueva agenda también se incrementa el número de actores
involucrados en su instrumentación, con resultados a veces contradictorios.
Los cambios operados en la noción de seguridad se reflejan en distintos
informes que fueron elaborados por las Comisiones Brandt (1981), Palme (1982) y
Bruntland (1988) que se refieren a la seguridad interdependiente, compartida, global o
común, así como en las agendas de seguridad de la mayoría de países. En la práctica, sin
embargo, dicha noción es difícil de aprehender tanto en su significado como en cuanto a
su carácter cambiante porque se vincula a referentes concretos propios de la situación
particular de cada país, de tal manera que, como lo anota Mónica Serrano,”las
diferencias en las condiciones de seguridad que rodean tanto a los países
industrializados como a los países en vías de desarrollo alteran el contenido de la
misma en uno y otro caso”3.
De hecho, el lugar que ocupan los países en el sistema internacional altera las
condiciones de seguridad de los mismos; es así como las condiciones de dependencia
que subyacen en la inserción de los países periféricos en el sistema mundial generan
situaciones que merman o impiden su autonomía de los mismos y, por lo tanto, la
posibilidad de que puedan trazar su propio derrotero. Además, diversos factores que hoy
son simples datos en los países industrializados – la cohesión interna, la autonomía del
Estado, la subordinación del estamento militar al poder civil – no solamente están
ausentes en mayor o menor medida, sino que tienen importantes implicaciones en la
seguridad de los países en vías de desarrollo. Ante esta situación, algunos estudiosos
del tema de seguridad y defensa, como el ex vicepresidente de Gobierno y ex ministro
de Defensa de España, Narcís Serra, han afirmado que “podría pensarse en un esquema
de círculos concéntricos: los países centrales con democracia consolidada, mayor nivel
de renta, mayor estabilidad y por lo tanto seguridad y, a medida que nos alejamos de
ese centro, (países donde) disminuyen esas tres dimensiones: tanto consolidación
democrática como nivel de renta, como seguridad”4. Con base en esta afirmación puede
pensarse que una de las condiciones que alteran las condiciones de seguridad a las que
se refiere Mónica Serrano es el mayor o menor grado de fortaleza de las instituciones,
por lo tanto, de afianzamiento de los regímenes políticos, de cohesión social y de
gobernabilidad,
en
la
medida
en
que
aquellas
estructuran
el
modo
de
3
Serrano, Mónica, “Orden Público y Seguridad Nacional en las Américas”, en Foro Internacional, México, El
Colegio de México, vol. 38 (1), No. 151, enero-.marzo 1998, pp. 5-19.
4
Serra, Narcís, “La seguridad europea en el siglo XXI”, en Revista CIDOB d’Affers Internacionals, Barcelona,
Fundació CIDOB, No. 49, mayo 2000, p. 13.
interrelacionamiento de los actores estratégicos, la solución de sus conflictos conforme
a un sistema de reglas y de procedimientos formales dentro del cual formulan tanto sus
expectativas y estrategias como el desempeño socioeconómico.
El presente artículo destaca a grandes rasgos los principales retos de la
seguridad en Europa y América Latina en el marco de sus contextos particulares con el
propósito de extraer enseñanzas de interés para la seguridad tal como es percibida en
Colombia, en un contexto en el que la actual estrategia de la administración Bush en
materia de política exterior ha reformulado la jerarquía de las prioridades de la
seguridad, acentuado el unilateralismo, consolidado coaliciones flexibles y considerado
al terrorismo internacional como la principal amenaza al sistema internacional. Como es
evidente, la orientación que le ha impreso el gobierno de la primera potencia mundial a
su política exterior genera resistencias en aquellas naciones que tradicionalmente se han
apoyado en el multilateralismo para incrementar sus posibilidades de influencia en el
sistema internacional a la vez que amenaza la posición de los Estados débiles.
La seguridad en Europa
En Europa, el fin de la Guerra Fría ha eliminado en un futuro previsible las
amenazas territoriales a la seguridad regional provenientes de conflictos “clásicos” entre
Estados. En cambio, tal como lo demostraron de forma trágica los conflictos en los
Balcanes a lo largo de los años 90, han surgido nuevas y más difusas amenazas,
derivadas básicamente de conflictos intraestatales.
Frente a los hechos que se gestan en el Viejo Continente, “las políticas de
seguridad europeas se orientan hacia el fortalecimiento de las capacidades militares y
civiles en la prevención de conflictos y la gestión de crisis, al mismo tiempo que se
busca conseguir una mayor estabilidad a través de la incorporación de todos los Estados
europeos en un sistema de cooperación e integración, ya sea mediante la adhesión
directa de la UE5, o bien mediante varias formas de asociación”6.
La guerra de Kosovo en 1999 creó una sensación de urgencia y empujó a los
europeos a tomar una serie de decisiones orientadas a traducir su peso económico en
influencia militar a partir de una
mayor cooperación europea en cuestiones de
seguridad y defensa. La creación de una estructura militar propia para enfrentarse a las
5
Tverad, Jesper, “La Agenda de Seguridad en las Relaciones Europa-América Latina”, en Bodemer, Klaus et. al., El
Triángulo Atlántico: América Latina, Europa y los Estados Unidos en el Sistema Internacional Cambiante, Aachen,
Asociación Alemana de Investigación sobre América Latina (ADLAF) - Konrad Adenauer Stifftung , 2002, p. 116.
crisis internacionales que afecten a sus intereses, aunque no necesariamente a los de los
norteamericanos, se erigió en prioridad. Sin embargo, además de la defensa militar, el
concepto de seguridad elaborado por la UE incluye medidas relativas a las economías
nacionales, la defensa civil, la asistencia social, las comunicaciones, el medio ambiente
y el orden civil. Tanto en el plano teórico como en el político, la seguridad se plantea en
términos multidimensionales y complejos tomando en cuenta las capacidades de los
Estados para dar respuesta a los retos que surgen en un mundo cambiante e
interdependiente.
Sin duda, los estamentos militares europeos no han potenciado plenamente su
capacidad para proyectar y sostener su potencial bélico y persisten las duplicidades
entre las fuerzas armadas de la región y entre éstas y los cuarteles generales de la
OTAN. Pero es claro, también, que se resignan estrategias de seguridad individuales en
beneficio de la seguridad colectiva. El concepto tradicional de soberanía cede el paso al
de co-soberanía y paulatinamente los Estados miembros de la UE ceden derechos que se
consideraban indelegables en los órganos comunitarios. Ejemplos de este proceso que
involucra una transformación de los conceptos de soberanía y ciudadanía son la
institucionalización de una política exterior y de seguridad común (PESC) en el marco
del tratado de Maastricht – aunque permanezca en el ámbito de las competencias de los
gobiernos - y la constitución de la brigada francogermana creada poco después, si bien
esta última ha sido puesta bajo el mando de la OTAN para las misiones que respondan a
lo establecido en el artículo 5º del Tratado. En suma, se resignan estrategias de
seguridad individuales en beneficio de la seguridad colectiva aunque los Estados
miembros sigan siendo competentes en todo lo que concierna a la defensa de su
territorio.
Poco a poco se abre paso en Europa, como en el resto del mundo, el concepto de
seguridad humana que enfatiza la seguridad de las personas y no de las naciones7 y que
está estrechamente relacionada con las nociones de desarrollo sostenido y capital social.
Desde este punto de vista, la seguridad humana y el desarrollo humano son dos caras de
7
El concepto de “seguridad humana” se asocia, en general, al Informe Sobre Desarrollo Humano del PNUD de 1994,
el cual señala que ésta se refiere a dos aspectos principales: seguridad frente a amenazas crónicas como el hambre, la
enfermedad y la represión, y protección de alteraciones súbitas y perjudiciales de las pautas de la vida cotidiana
relacionadas con el hogar, el empleo o la comunidad. El documento define a la seguridad humana como la suma de
siete dimensiones de la seguridad: económica, alimentaria, sanitaria, medioambiental, personal, comunitaria y
política. La pérdida de seguridad humana puede deberse a un proceso lento y silencioso o a una emergencia abrupta.
La responsabilidad puede incumbir a seres humanos, por malas opciones normativas, a las fuerzas de la naturaleza o a
una combinación de ambas cuando la degradación ambiental provoca un desastre natural seguido de una tragedia
humana.
la misma moneda y la seguridad ciudadana está en la base de ambas. Esta última se
refiere a la necesidad de que el ciudadano se sienta libre de amenazas contra su
seguridad personal, es decir, contra los derechos humanos relacionados con la vida e
integridad física, psíquica y moral de las personas, así como con el goce de sus bienes.
En la nueva y compleja realidad internacional del mundo contemporáneo, los
intereses de los Estados se han diversificado dando lugar a agendas múltiples que
requieren mecanismos que garanticen relaciones más cooperativas y solidarias entre las
naciones. En la actualidad no solamente se trata de evitar los conflictos internacionales
y las tensiones bélicas, sino también de encarar nuevos riesgos. Con este propósito, la
UE busca incrementar la cooperación internacional frente a temas cruciales como la
promoción de la democracia y los derechos humanos, el fortalecimiento de la paz, la
preservación de los recursos naturales, la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo
internacional. Para estos fines se privilegia la diplomacia preventiva y el desarrollo de
medidas de confianza mutua que facilitan el proceso acumulativo de transparencia y la
generación de acuerdos de seguridad que enfatizan los aspectos cooperativos entre las
naciones. Las medidas de confianza mutua no son instrumentos sino una técnica que
genera canales de comunicación y de compromiso que incrementan los niveles de
confianza al hacer más previsibles los cursos de acción de los actores involucrados.
Constituyen un proceso continuo de negociación en el que el diálogo y la propia
actividad negociadora son casi tan importantes como los resultados obtenidos. Un
ejemplo de estas actividades tendientes a hacer más transparentes las conductas de los
Estados son las Conferencias Interparlamentarias sobre Seguridad y Cooperación o los
foros mediterráneos que celebran periódicamente los países europeos.
La experiencia ha demostrado a los europeos que la labor de gestión de crisis y
de mantenimiento de la paz exige, junto al despliegue de efectivos militares, la
participación de capacidades civiles para asegurar la consolidación de la paz. En este
sentido, el Consejo Europeo de Feira (junio de 2000) identificó cuatro áreas prioritarias:
policía, fortalecimiento del Estado de Derecho, administración civil y protección civil.
Para cumplir con estos objetivos, la UE cuenta con expertos y personal calificado.
Así mismo, partiendo del convencimiento de que la política europea de
seguridad y defensa (PESD) también debe aportar una contribución específica a la lucha
contra el terrorismo, la UE ha dado pasos decisivos en cuestiones como la cooperación
en materia de inteligencia, la evaluación común de las amenazas planteadas por el
terrorismo, la confección de un catálogo de medios y capacidades militares disponibles
para proteger a las poblaciones civiles de posibles ataques indiscriminados. En este
orden de ideas, el informe del Alto Representante Una Europa segura en un mundo
mejor de diciembre de 2003 establece tres objetivos estratégicos: contrarrestar las
nuevas amenazas mediante la acción preventiva, contribuir a la estabilidad y buen
gobierno en un ámbito regional: Balcanes, este de Europa (Ucrania, Moldavia y
Bielorrusia), sur del Cáucaso, Oriente Próximo y área mediterránea; además, prestar
apoyo a un orden internacional basado en el multilateralismo, organizaciones
internacionales, refuerzo a las Naciones Unidas y apoyo a la Corte Penal Internacional.
Para alcanzar estos objetivos, el documento se pronuncia por una política exterior
europea más activa, más coherente y mejor dotada de medios y capacidades, con
mayores recursos para la defensa y mayor eficiencia en su uso8.
No obstante, a pesar de los avances realizados en la última década en la
construcción de un nuevo concepto de seguridad, Europa no ha conseguido encontrar
una solución satisfactoria a sus problemas. Aunque la UE es un ejemplo para el mundo
en el campo de la seguridad preventiva, a diferencia de la OTAN, carece entre sus
miembros de uno que sea lo suficientemente poderoso para ejecutar las tareas
fundamentales de dirección en situaciones de crisis. Ciertamente, a lo largo de los años
el eje franco-germano ha asumido un cierto liderazgo, pero en el plano político dicho
eje ha perdido parte de su atractivo y en el ámbito de la seguridad y la defensa Alemania
sigue siendo un protagonista relativamente débil. En cuanto a la posibilidad de crear un
directorio de naciones que asuma ese liderazgo, como algunos han propuesto, parece
totalmente inviable: no solamente por el probable resentimiento de los países que
quedaren marginados, sino por la política que ha asumido Gran Bretaña con respecto a
ciertos temas de vital importancia para Europa como el de Irak, más próxima de los
intereses norteamericanos que de los de Francia o Alemania. A corto plazo, una
cuestión que estará en el centro del debate europeo en torno a los temas de defensa y
seguridad será el de las posiciones de los países europeos a favor de una dimensión de
defensa estrictamente europea o más proclives a las relaciones con los Estados Unidos,
en el marco de una sutil dialéctica determinada por el proceso de globalización que ha
creado nuevos riesgos, amenazas y situaciones de crisis. Tal como lo afirma Narcís
Serra, “el Reino Unido tiene que estar, porque es esencial para mantener el diálogo
trasatlántico. ¿Qué interés puede tener el Reino Unido en los esquemas posibles de
8
Casajuana, Carles, “La política europea de seguridad y defensa”, en Política Exterior, Madrid, Vol. XVIII, No. 97,
enero-febrero 2004.
defensa europea? Creo que está muy claro: el Reino Unido es tan consciente como
cualquiera de nosotros que su peso en los Estados Unidos depende de su peso en
Europa. Por lo tanto, no hay contradicción entre la implicación del Reino Unido en los
esquemas posibles de defensa europea y sus relaciones con los Estados Unidos”9 El
verdadero problema radicaría en “la falta de voluntad política para avanzar en la
integración de los esfuerzos defensivos europeos (y en la) voluntad política para trazar
una posición de Europa en el mundo”10.
A pesar de los avances realizados en materia de cooperación en el campo de la
seguridad, la UE no tiene bien definidos los intereses europeos ante la mayor parte de
los conflictos externos y la PESC no es todavía una política única sino una política
común que se superpone a las políticas nacionales. Aunque la Unión dispone de sus
propios medios y estructuras, la OTAN sigue siendo la única organización capaz de
asegurar la defensa de Europa y en ella los Estados Unidos conservan una especie de
veto. En consecuencia, la seguridad de Europa mantiene de alguna manera un cierto
nivel de dependencia con respecto a los Estados Unidos lo cual causa incomodidad en
algunos países de la UE, particularmente en Francia que quiere una capacidad autónoma
de la UE, pero esta situación no es en nada comparable a la que caracteriza la seguridad
de los países latinoamericanos, vinculada a la concepción norteamericana de la
seguridad hemisférica en condiciones de abierta subordinación.
Las dimensiones de la seguridad latinoamericana
Desde hace varios años, América Latina, al igual que los países de la UE, está
inmersa en un proceso de redefinición de los conceptos y mecanismos institucionales
relacionados con su seguridad y tal como ha acontecido en otras partes del mundo, los
términos del debate se han enriquecido en los últimos años. El fin de la Guerra Fría, el
desplome de la Unión Soviética, la globalización de la economía y de las
comunicaciones así como los avances de la integración regional y los cambios que se
han producido en el sistema internacional a partir de la década de los ochenta han
creado condiciones que llevan a redefinir los contornos y las doctrinas tradicionales en
materia de defensa y seguridad. Se involucran nuevos factores que inciden en el
desarrollo potencial de conflictos asociados al debilitamiento de los estados; decrecen
las tensiones motivadas por las disputas fronterizas y las reclamaciones territoriales y se
9
Serra, Narcís, op. cit., p. 15.
Id.
10
incrementan los conflictos de carácter socioeconómico vinculados a los procesos de
polarización y exclusión social que se han profundizado a raíz de la aplicación de
programas de ajuste estructural inspirados en el llamado “consenso de Washington”.
Mientras Europa debe hacer frente a nuevas amenazas surgidas de conflictos
intraestatales, en América Latina los principales retos a su seguridad provienen de
problemas derivados de su situación económica, social e institucional que se
manifiestan a través de las migraciones ilegales, el aumento de la criminalidad y la
violencia - estrechamente vinculadas al narcotráfico - a agentes armados al margen de
la ley y al crimen organizado, en un contexto que limita la soberanía de los países de la
región cuyas políticas gubernamentales están controladas directamente por el BID, el
Banco Mundial y otras organizaciones crediticias internacionales. Ello no quiere decir
que no persistan problemas provenientes del legado colonial y de la preguerra fría.
Según Francisco Rojas Arevena, co-director del Programa Paz y Seguridad en las
Américas en FLACSO-Chile, “en el ámbito latinoamericano las principales amenazas
tradicionales siguen manteniendo su acento en aspectos previos a la guerra fría,
vinculados a los temas de la soberanía sobre el territorio nacional. Ellas agravan los
efectos de las nuevas e intensifican riesgos en espacios de alta sensibilidad”11.
Los estados involucrados en litigios y situaciones vinculadas en el ámbito
soberano territorial son los siguientes:
Recuadro 1
América Latina: Litigios y situaciones vinculadas en el ámbito soberano territorial
Estados involucrados
Tipo de conflicto
México-Guatemala
Chiapas: efectos del desborde del conflicto del Estado de
Chiapas en México. Las características y homogeneidad
de la población con la guatemalteca pueden transformarse
en una situación de riesgo interestatal.
Guatemala-Belice
Ausencia de reconocimiento guatemalteco de la
delimitación fronteriza. Reivindicación territorial por parte
de Guatemala. Amplias zonas fronterizas no delimitadas.
Honduras- El Salvador
Frontera resuelta y aceptada por las autoridades políticas
sobre la base del fallo de la Corte Interamericana de
Justicia. Sanciones no resueltas sobre propiedad de la
tierra. Tensiones por explotación de recursos. Tensiones
por presión migratoria.
11
Rojas Aravena, Francisco, “América Latina: alternativas y mecanismos de prevención en situaciones vinculadas a
la soberanía territorial”, en Paz y Seguridad en las Américas, No.14, disponible en el sitio web del Foro Internacional
Democracia y Cooperación, www.eurosur.org.
Nicaragua-Colombia
Reivindicación territorial nicaragüense sobre las islas San
Andrés y Providencia.
Colombia-Venezuela
Ausencia de limitación marítima en el Golfo de
Venezuela. Conflicto en áreas fronterizas por acción de la
guerrilla colombiana.
Venezuela-Guyana
Reivindicación venezolana sobre provincia de Esequibo
Bolivia-Chile
Reivindicación boliviana sobre su enclaustramiento y
necesidad de salida al Pacífico.
Argentina-Gran Bretaña
Disputas por las islas Malvinas, Georgias y Sandwich Sur
Chile-Perú
Perfeccionamiento del cumplimiento de las materias
pendientes del Tratado de 1929.
Ecuador-Perú
Ausencia de delimitación en 78 kilómetros de la frontera
en la zona de la Cordillera del Cóndor.
Estados Unidos-Cuba
La situación de
arrendamiento.
Antártica
Las reivindicaciones territoriales en este continente han
sido congeladas.
Guantánamo
y
su
contrato
de
Fuente: Rojas Aravena, Francisco, op. cit.
Aunque la persistencia de conflictos fronterizos entorpece la posibilidad de una
colaboración estrecha entre estados, en los últimos tiempos ha proliferado una extensa
literatura sobre diferentes concepciones de seguridad y defensa, el desarrollo de una
seguridad cooperativa y la implementación de medidas de confianza mutua porque, en
términos generales, la seguridad hemisférica y la preservación de la paz en el continente
son temas que han adquirido especial prioridad para la comunidad de naciones de las
Américas.
Como en el resto del mundo, en el hemisferio los términos del análisis de la
seguridad regional, subregional e, incluso, nacional, cambiaron radicalmente con el fin
de la guerra fría y el impacto de la globalización. En América Latina, la desaparición de
las dictaduras militares y la acelerada integración económica – no exenta de tropiezos
causados por la inestabilidad económica e institucional de la subregión – han
configurado un nuevo contexto que modifica las necesidades de seguridad de la región
y llevado a examinar las instituciones y procesos de su seguridad generando un debate
alrededor del fortalecimiento del sistema interamericano de seguridad hemisférica. Es
así como se estudia la manera de revitalizar la Carta de la OEA, el tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) y el tratado Americano de Soluciones
Pacíficas o Pacto de Bogotá.
Durante las dos últimas décadas se ha desarrollado un intenso debate sobre la
conceptualización de seguridad en el marco regional. Inicialmente el debate giró en
torno a la seguridad cooperativa y democrática concebida en la etapa de
redemocratización y consolidación democrática de la década de los ochenta. Dicha
concepción de la seguridad ponía en tela de juicio las concepciones geopolíticas
vigentes hasta el momento y enfatizaba la búsqueda de reducción de posibilidades de
conflictos internacionales mediante la acción preventiva fundamentada en la
transparencia de las políticas de defensa, la cooperación para enfrentar problemas
comunes de seguridad, el desarrollo de la cooperación bilateral y el impulso a medidas
de confianza mutua. El objetivo último de la seguridad cooperativa, cuyo concepto es
muy cercano a la idea de las Naciones Unidas de “diplomacia preventiva” en tanto
combina la tendencia a la cooperación internacional con las realidades impuestas a las
políticas de defensa, es conformar comunidades de seguridad en las que se obtenga un
sentido de comunidad y de institucionalidad lo suficientemente fuerte para asegurar
expectativas confiables.
De hecho, los avances logrados en la solución pacífica de las controversias de
naturaleza territorial en el continente, como lo fueron los acuerdos entre El Salvador y
Honduras sobre el Golfo de Fonseca, y entre Argentina y Chile sobre el Canal del
Beagle, son una ratificación palpable de las posibilidades que ofrece la seguridad
cooperativa para desactivar los litigios históricos que perduran entre algunos países del
hemisferio. Sin embargo, estas medidas no son aplicables a las nuevas amenazas contra
la seguridad hemisférica como el terrorismo y el crimen organizado que poseen una
dimensión que desborda los espacios nacionales. Para tratar estos temas existen varios
foros orientados a promover la cooperación interamericana en materia de seguridad,
tales como el de las reuniones de Ministros de Defensa, el Centro de Estudios
Hemisféricos de Defensa de la Universidad de la Defensa Nacional, con sede en
Washington y el Woodrow Wilson Center que patrocina un programa de investigación
sobre la seguridad hemisférica. Pero, sin lugar a dudas, el foro con mayores
posibilidades de incidir en la reforma del sistema interamericano de seguridad es la
Comisión de Seguridad Hemisférica (CSH) creado por la Organización de Estados
Americanos (OEA), el único organismo multilateral del continente que incluye a todos
los países del hemisferio12.
En la región existe un consenso en torno a la necesidad de redefinir las
instituciones y los conceptos que conforman el subsistema de seguridad interamericano
que ha operado desde hace casi cincuenta años. Tal como lo expresaran los mandatarios
de las Américas en la Cumbre de Miami, los nuevos retos a la seguridad del hemisferio
exigen una vigorosa acción colectiva decidida a enfrentarlos, así como nuevos enfoques
sobre el orden público y las instituciones militares y de policía. Después de seguir el
ejemplo de Europa en materia de integración económica y de avanzar en el tema de la
seguridad regional, los países latinoamericanos se lanzan ahora a avanzar en el terreno
de las medidas de confianza mutua. El tema ocupó un lugar destacado en las Reuniones
Ministeriales de Defensa de las Américas, tanto en Williamsburg (1995) como en
Bariloche (1996), Cartagena (1998) y Manaos (2000); la Organización de Estados
Americanos también se ha interesado en el tema como lo atestiguan las resoluciones
adoptadas en Santiago de Chile en 195 y El Salvador en 1998.
El diseño de medidas de confianza pasa por una reconceptualización de las
amenazas y riesgos que ponen en peligro la seguridad de cada país. En este sentido, los
países latinoamericanos han hecho énfasis en la necesidad de reafirmar y ratificar los
compromisos hemisféricos y regionales de solución pacífica de las controversias, así
como en la cooperación para desactivar conflictos fronterizos.
Con la adopción de medidas de confianza, los países latinoamericanos buscan
avanzar progresivamente desde la prevención de riesgos hasta un proceso de
cooperación que incremente la interdependencia mediante la creación de relaciones
cuya densidad evite que un conflicto particular adquiera una envergadura tal que ponga
en peligro el conjunto de la relación13. No obstante, tal como lo señalara el Secretario
General de la OEA, César Gaviria, en la I Conferencia Regional de dicha organización
sobre Medidas de Confianza Mutua y Seguridad en 1995, la emergencia de una nueva
agenda de seguridad evidencia una alta heterogeneidad entre las distintas regiones del
hemisferio14. Así, mientras hay acuerdo en torno al hecho de que es necesario
considerar nuevas dimensiones de la seguridad que son importantes para la paz y la
12
Soriano, Juan Pablo, “Acuerdos y Desacuerdos sobre la Redefinición del Concepto de las Instituciones de
Seguridad Interamericana”, disponible en el sitio web National Defense University, www3.ndu.edu.
13
Rojas Aravena, Francisco, “Las medidas de confianza mutua y de seguridad regional en América Latina:
evaluación y perspectivas”, en Klaus Bodemer et. al., op. cit., p. 88.
14
Gaviria, César, “Discurso I Conferencia Regional sobre Medidas de Confianza Mutua”, en Fuerzas Armadas y
Sociedad, vol. 10, No. 4, Santiago de Chile, FLACSO-Chile, 1995.
estabilidad del continente, dimensiones que conducen a reconsiderar la definición de los
conceptos e instituciones de seguridad interamericana, así como a consolidar las
instituciones democráticas y de integración económica, existe una brecha profunda entre
los Estados Unidos y el resto de países del hemisferio americano. En efecto, el gobierno
estadounidense se opone a la idea defendida por el resto de países de que el nuevo
concepto de seguridad hemisférica deba incluir consideraciones políticas y sociales.
Igualmente, aunque existe consenso respecto a la disminución de los riesgos de
naturaleza militar, Brasil se mantiene firme en su convicción acerca de la importancia
de mantener un alto nivel de poderío militar que le permita disuadir posibles agresiones
y obtener un lugar importante en el concierto internacional. Y aunque hay conciencia
respecto a que para enfrentar las amenazas transnacionales se requiere mayor
cooperación, a algunos gobiernos les preocupa que este incremento de cooperación
hemisférica – en el que insisten los Estados Unidos después de los hechos luctuosos del
11 de septiembre con base en su lucha global contra el terrorismo - pueda esconder la
intención de vulneración de su soberanía en tanto disminuya el control de las
autoridades civiles sobre sus fuerzas militares. México y Brasil, en particular,
consideran que la interoperatividad que piden los Estados Unidos puede traducirse en la
imposición de las doctrinas militares estadounidenses sobre sus respectivas fuerzas
armadas15. Estos temores se acrecientan ante el unilateralismo exhibido por la
administración Bush y su doctrina de prevención de conflictos vía acciones preventivas
tal como la expresara el actual Secretario de Defensa de los Estados Unidos, Donald
Rumsfeld, en uno de sus artículos en Foreign Affairs16.
El proceso de democratización y consolidación democrática en Centroamérica
también dio lugar al desarrollo del concepto de seguridad democrática sustentada en la
supremacía y el fortalecimiento del poder civil, la seguridad de las personas, la
superación de la pobreza, la promoción del desarrollo sostenible, la protección del
medio ambiente, la erradicación de la corrupción y la impunidad. La noción de
seguridad democrática, que combina tanto la perspectiva de la seguridad ciudadana
como la de los Estados, ha sido criticada porque enfrenta serios problemas en el
momento de su implementación práctica en términos de políticas específicas17.
15
Soriano, Juan Pablo, op.cit.
Rumsfeld, Donald, “Transforming the Military”, en Foreign Affairs, mayo-junio 2002, pp. 20-32
17
Jácome, Francine, Avances y limitaciones del Tratado Marco de Seguridad Democrática en Centroamérica:
recomendaciones para su revisión y reforma, Caracas, CRIES, 2003.
16
Los hechos demuestran que ante los cambios que se han producido en el
escenario mundial, la cooperación es un imperativo para enfrentar eficazmente las
amenazas de carácter transnacional. América Latina ha tendido lazos de cooperación
con Europa que han dado lugar a una tupida red de acuerdos bautizados como de cuarta
generación y que persiguen la creación de zonas de libre comercio sin dejar de lado el
diálogo político y la cooperación en diversos ámbitos; sin embargo, dichos acuerdos
apenas van más allá del plano declarativo en el campo de la seguridad. Como referente
de dichos acuerdos se puede tomar el Documento Básico sobre las Relaciones de la
Unión Europea con América Latina y el Caribe, aprobado por el Consejo de la Unión
Europea y firmado en Luxemburgo el 31 de octubre de 1994. En dicho documento se
plantea entre otras consideraciones:
a. La importancia de actuar conjuntamente en el marco de la política exterior
para propiciar una nueva colaboración entre ambas regiones destinadas a mantener la
paz, asegurar el respeto de los derechos humanos, incrementar los intercambios
económicos equilibrados, fomentar el desarrollo sostenible, combatir la pobreza y
estrechar los lazos científicos y culturales.
b. Apoyar los esfuerzos realizados en América Latina para consolidar la
democracia representativa y el Estado de Derecho, modernizar las instituciones y
mejorar la moral pública, abrir e integrar las economías y promover la justicia social.
c. Asegurar el control de las Fuerzas Armadas por la autoridad civil
constitucional como factor fundamental para la estabilidad interna en los Estados, su
participación en la cooperación internacional y la consolidación de la paz.
d. Intensificar la cooperación en la lucha contra el terrorismo, el tráfico de drogas y
delitos afines.
Tal como lo anota Manuel González Peña, “A pesar de la claridad de las
definiciones…, la colaboración en (el ámbito de la seguridad) se mantiene a un muy
bajo perfil y, prácticamente reducida a acuerdos bilaterales, no correspondiéndose en
absoluto con la creciente presencia europea en los campos económico, comercial,
cultural y político. Esto es así porque se extrapola el ámbito latinoamericano el papel
que en nuestras sociedades han asumido las Fuerzas Armadas, en el convencimiento de
que son democracias consolidadas y de que el riesgo de que se produzca una ruptura
ilegal con el orden constitucional en algunos de aquellos países es remoto”18. Para
18
González Peña, Manuel, La evolución del diálogo en materia de seguridad entre la Unión Europea y América
Latina, en Palomares, Gustavo, Lerma (Ed.), op. cit. p.229.
apoyar su argumento, González Peña destaca cómo en la década de los 90, según datos
del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, varios países latinoamericanos
incrementaron “espectacularmente” sus gastos de defensa. Fue así como “Los
incrementos fueron superiores al cien por ciento en Colombia (ciento cuarenta y nueve
por ciento) y Brasil (ciento veinte por ciento). En un segundo pelotón se situaron
Guatemala (setenta y uno por ciento), Perú (sesenta y cinco por ciento), Argentina
(cincuenta y cinco por ciento) y Ecuador (treinta y ocho por ciento). Durante el mismo
período los miembros de la Unión Europea mantuvieron el mismo gasto e incluso se
produjeron algunas reducciones”19.
Los datos mencionados adquieren relevancia cuando se analiza la relación entre
gastos de defensa y el gasto público total. Es así como “La mayoría de los gobiernos
dedican más del seis por ciento de su gasto público total a defensa, destacándose
Argentina y Haití por encima del veinte por ciento; Colombia, Chile y Ecuador en torno
al diecisiete por ciento; y un amplio grupo entre el ocho y el diez por ciento. En Europa
en 1995 sólo Grecia superó el diez por ciento y Francia y Gran Bretaña se situaban
entre el seis y el siete por ciento”20.
De hecho, el continente americano no posee una agenda de seguridad lo
suficientemente refinada y capaz de remplazar a las orientaciones que se impusieron
durante la Guerra Fría y todavía se está lejos de haber llegado a un consenso sobre los
objetivos, políticas e instrumentos para la cooperación multilateral. Además, no puede
perderse de vista que si bien la arquitectura institucional es muy importante, es la
voluntad política la que define el énfasis en cada caso, y por el momento ésta parece
flaquear en ocasiones y ceder ante temores de vieja data o ante el curso que toma el
devenir político, económico y social de la región, afectada por el debilitamiento del
poder estatal en algunos países. Esta situación es producto de actividades criminales
vinculadas al narcotráfico y el lavado de dinero, las migraciones originadas por la
pobreza o la violencia y las actividades de grupos rebeldes que extienden sus
actividades allende las fronteras nacionales. En este escenario de conflictos cruzados y
protagonizado por actores al margen de la ley, Colombia es motivo de preocupación
para sus vecinos.
19
20
Id.
Id.
Colombia ¿una amenaza para la región?
La situación de Colombia ha sido descrita por muchos analistas como un caso de
ausencia de poder monopólico de Estado. A esta circunstancia se suman los factores
desestructurantes de las actividades relacionadas con la producción de drogas ilícitas
que ha afectado a todas las fuerzas vivas de la nación y envilecido a los grupos rebeldes
que por años se han opuesto al poder político vigente.
América Latina, y particularmente sus vecinos, siguen con mucha atención los
acontecimientos en Colombia. Especial preocupación producen los efectos de la
agudización del conflicto armado que divide a los colombianos desde hace décadas y
que lejos de encontrar una solución, parece extenderse a todo el territorio nacional,
impulsado por los dineros del narcotráfico.
Durante la administración del presidente Pastrana, el Gobierno concibió y puso
en práctica – con asesoría norteamericana – el Plan Colombia. Dicho plan, continuado
por la actual administración del presidente Uribe y presentado como una forma de
fortalecer la democracia, mejorar la participación ciudadana, alcanzar la paz, luchar
efectivamente contra el narcotráfico, modernizar y ampliar el acceso a la justicia,
proteger los derechos humanos y realizar programas sociales, llevó, en realidad, a
fortalecer el poder militar en un Estado que sigue creyendo en la democracia. De hecho,
los 1.3 billones de dólares aportados por el gobierno norteamericano se destinaron
principalmente a la ayuda militar; esta suma contrasta con los 330 millones de euros que
ha aportado la Unión Europea al plan para ser invertidos en obras sociales. Concebido
inicialmente como un Plan Marshall, el Plan Colombia se convirtió en un instrumento
de lucha contra el narcotráfico y se extendió al ámbito regional dando lugar a la llamada
Iniciativa Regional Andina, lo que ha alterado las relaciones de Colombia con sus
países vecinos, preocupados por los efectos ambientales de las fumigaciones de las
plantaciones de coca, los enfrentamientos en las zonas fronterizas entre el ejército y la
policía con grupos armados al margen de la ley y los desplazamientos migratorios y de
refugiados causados por las autodefensas campesinas y las guerrillas así como por el
tráfico de armas, el contrabando y el lavado de dinero, actividades ligadas al
financiamiento de los actores del conflicto colombiano. De hecho, en Ecuador se han
presentado pequeñas acciones guerrilleras aparentemente relacionadas con la presencia
de las FARC en la frontera y en Perú, Bolivia y Panamá se han profundizado las
políticas de represión al narcotráfico.
El Plan Colombia despierta en la mayoría de los países de América Latina,
desde un gran escepticismo hasta un rechazo abierto. Según la profesora Rut Diamint de
la Universidad Torcuato Di Tella de Buenos Aires, “…el Plan Colombia por el
momento presenta más complicaciones que soluciones, pues puede ser el disparador de
numerosos conflictos, como el que se anuncia en el área ambiental, a partir de las
consecuencias que tiene una fumigación masiva sobre los cultivos de amapolas en
plantaciones propias sobre los países vecinos; o el que se percibe en el precario
equilibrio institucional, que se producirá por el efecto de utilizar militares para
combatir un problema policial, sin definir dónde se pone la línea que divide la
contrainsurgencia de la lucha contra la droga”21. El mismo manto de desconfianza
cubre a la Iniciativa Regional Andina, en realidad un plan del gobierno estadounidense
para contrarrestar los efectos del Plan Colombia en Ecuador, Perú, Bolivia, Brasil y
Venezuela y parte de su estrategia global de su lucha integral contra el terrorismo que
rediseña las políticas de seguridad y securitiza temas desvinculados de la defensa
nacional, en la medida en que narcotiza la agenda.
La percepción de los países latinoamericanos sobre la evolución del conflicto
armado en Colombia y la posibilidad de que sea tomado por los Estados Unidos como
pretexto para incrementar su presencia en la región amazónica genera grandes
inquietudes tanto en Venezuela como en Brasil. Del mismo modo, el aumento de las
fuerzas armadas durante el gobierno del presidente Pastrana, que pasaron de 117 mil
efectivos a 140 mil, la expansión de la capacidad militar del ejército colombiano y el
fortalecimiento de la presencia de soldados profesionales que paso de 23 mil a 55 mil22
despierta resquemores en Venezuela, temerosa de un desequilibrio militar en la región.
El gobierno del Presidente Uribe es consciente del carácter multidimensional de
la seguridad en las circunstancias actuales pero se ha identificado con la concepción
norteamericana que privilegia la “guerra contra el terrorismo” a la que debe supeditarse
la seguridad hemisférica - lo que elimina toda distinción entre grupos guerrilleros,
paramilitares, narcotraficantes y simples terroristas – y limita los alcances de la
seguridad humana. La concepción del gobierno se expresa en lo que ha denominado
“seguridad democrática” y que dista mucho del concepto acuñado por los países
centroamericanos y caribeños, abiertamente contrapuesto al de seguridad nacional. Para
21
Diamint, Rut, Democracia y Seguridad en América Latina, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 2001, p.
149.
22
Hirst, Mónica, “Seguridad regional en las Américas”, en Grabendorff, Wolf (Ed.), La Seguridad Regional en las
Américas, Bogotá, Fescol, 2003, p. 69.
estos países, la seguridad democrática se relaciona con la constitución de Zonas de Paz
en las que la población en su conjunto tendría el derecho a disponer de sus riquezas y de
sus recursos naturales, y los Estados a participar activamente en la integración regional
y la cooperación con el propósito de proteger el medio ambiente y los recursos
naturales, así como a cooperar en la explotación de los recursos del mar que demanda
el uso de modernas tecnologías no accesibles a un país individualmente, pero que
podrían ser explotados mediante la adopción de mecanismos de cooperación técnica y
financiera.
Para el gobierno de Colombia, por el contrario, la seguridad democrática debe
buscar ante todo restablecer el Estado de derecho en todo el territorio nacional mediante
el fortalecimiento de la autoridad, el imperio de la ley y la participación activa de los
ciudadanos en los asuntos de la comunidad. En este sentido ha considerado
indispensable fortalecer el aparato militar, promover la creación de “zonas de guerra”,
endurecer las penas para los delitos relacionados con la confrontación armada, pagar
recompensas a informantes y reclutar soldados campesinos. En esencia – tal como ha
sido concebida por el gobierno colombiano – la seguridad democrática tiene como
objetivo primordial enfrentar las amenazas que se ciernen sobre las instituciones y la
sociedad provenientes de “los violentos”, es decir, de los actores armados al margen de
la ley y no riñe con la concepción tradicional de seguridad23. Las autoridades
colombianas piensan que si el Estado de derecho rige plenamente y el ciudadano se
siente protegido, se fortalecerá la participación de la comunidad en los asuntos públicos,
se detendrá el deterioro social del país y se fortalecerá la seguridad sin la cual, como lo
destaca el Plan de Desarrollo, “no hay prosperidad, no hay sosiego y puede no haber
futuro…solamente si se brinda seguridad y se avanza en el propósito de cerrar la
brecha fiscal se podrá recuperar la confianza y la senda del crecimiento económico”.24
En la práctica, la seguridad democrática tal como la concibe el gobierno Uribe, está
destinada a crear las condiciones sociopolíticas para fomentar la inversión privada y el
crecimiento económico sin los cuales no es posible avanzar en la ruta del bienestar y el
fortalecimiento institucional. Sin embargo, otra es la apreciación que tienen al respecto
las organizaciones no gubernamentales de derechos humanos y los países vecinos de
23
En la reunión de la Comisión de Seguridad Hemisférica de la Organización de Estados Americanos celebrada el 5
de noviembre de 2002, Humberto de La Calle, representante de Colombia, manifestó: “la seguridad convencional
tiene una importancia no sólo histórica sino actual y la misma, antes de ser desplazada por las llamadas nuevas
amenazas, mantiene su plena vigencia”.
24
Plan Nacional de Desarrollo. Hacia un Estado Comunitario, Departamento Nacional de Planeación, República de
Colombia, 2002-2006.
Colombia, preocupados por la transferencia de poderes judiciales al ejército y el
desconocimiento voluntario de las normas del derecho internacional humanitario.
Según la Plataforma Colombiana de Derechos Humanos, Democracia y
Desarrollo, una red conformada por ochenta organizaciones sociales y no
gubernamentales de todo el país que trabaja por la promoción, defensa y garantía de los
derechos humanos, las medidas tomadas por el gobierno en el marco de su modelos de
Estado Comunitario y Seguridad Democrática “afectan gravemente el disfrute de los
derechos civiles, políticos, económicos, sociales culturales y ambientales de la
población”25.
Indudablemente, el principal motivo de inquietud entre los analistas
latinoamericanos acerca de la situación en Colombia lo genera la desconfianza respecto
de la aptitud de los poderes civiles para el ejercicio del poder en tanto el combate al
narcotráfico como a las guerrillas superpone la actividad militar a la policial y a la de
los grupos paramilitares a la vez que permite una mayor presencia de tropas
norteamericanas en la región. A ello se suma el temor por un traslado de la producción
de drogas ilícitas a raíz de la erradicación de los cultivos de coca y amapola en las
actuales zonas de producción, por la instalación de laboratorios en zonas limítrofes y
por el incremento del lavado de dinero proveniente de actividades ilícitas. Téngase en
cuenta, sin embargo, que, a pesar de que Colombia representa un desafío muy complejo
para la seguridad regional, no se observa ningún esfuerzo político a favor de una
iniciativa latinoamericana similar a la iniciativa de Contadora que contribuyó de manera
decisiva a la paz en América Central. Por el contrario, lo que se ha dado es un proceso
de fortalecimiento de la presencia de tropas en las fronteras para evitar el paso de los
actores armados y los narcotraficantes de un país a otro, lo que ha llevado a incidentes
fronterizos que los respectivos gobiernos tienden a minimizar26.
En suma, la seguridad es un valor fundante de la sociedad y su concepción se
expresa de diferentes maneras en función de los cambios que experimentan tanto la
misma sociedad como los propios Estados. En la actualidad la agenda de seguridad
incluye temas de carácter muy amplio, y aunque gana terreno en el mundo la noción de
seguridad humana, basada en la plena vigencia de los derechos individuales- no en el
25
Plataforma Colombiana de Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo, El Embrujo Autoritario. Primer año de
gobierno de Alvaro Uribe Vélez, Bogotá, 2003.
26
En realidad, algunos esfuerzos se han desarrollado en dirección de una coordinación diplomática que contribuya a
contener el impacto del conflicto armado colombiano y en este sentido los ministros de Relaciones Exteriores y de
Defensa de los países andino firmaron en junio de 2002 la “Carta Andina para la Paz y la Seguridad” pero dicha
iniciativa no ha pasado el estadio de las buenas intenciones.
poder militar - y el desarrollo sostenido, la tendencia de los Estados Unidos a enfatizar
la lucha contra el terrorismo global, a llevar a cabo acciones militares preventivas y a
robustecer sus organismos de inteligencia genera fuertes tensiones con sus aliados y en
el mundo. Esta situación afecta particularmente a América Latina, motivo por el cual la
seguridad de la región, entendida desde los parámetros emergentes, es ambigua y
confusa. En efecto, si bien el desarrollo económico es el fundamento necesario para
generar las condiciones materiales que permitan enfrentar los problemas de seguridad,
la equidad y la legitimidad de las instituciones políticas son también requisitos básicos
para la obtención de la paz social y el afianzamiento de los regímenes democráticos. Si
el objetivo perseguido es construir democracias efectivas y sólidas que abran amplios
espacios de participación ciudadana y consoliden las estructuras sociales, la
recuperación de la democracia no se ha traducido en fuente de satisfacción de
importantes necesidades sociales de vastos sectores de la región que permanecen al
margen de las oportunidades que ofrece el mundo moderno.
Aunque no es fácil establecer cuándo distintas formas de violencia llegan a ser
vistas como problemas de seguridad regional, es claro que en América Latina, en
general, y en Colombia, en particular, las nuevas amenazas de carácter global
(terrorismo, crimen organizado, narcotráfico, migraciones sin control, tráfico de armas y
daños al medio ambiente) no permiten un deslinde claro entre lo militar y lo policivo,
por un lado, y lo social y lo económico, por el otro. Lo novedoso, en este caso, es el
hecho de que estas amenazas tienen un alcance tanto internacional como interno lo cual
afecta las decisiones soberanas de los Estados más débiles y facilita la imposición de
esquemas políticos generadores de cambios sociales a veces contradictorios. Asimismo,
desde la perspectiva del carácter multidimensional de la seguridad, es necesario
incorporar en la agenda temas adicionales a las tradicionales cuestiones militares y de
defensa, entre ellos los conflictos económicos, políticos y sociales. En pocas palabras,
romper con la visión estatista y militarista y crear un espacio que involucre a otros
actores políticos. En este orden de ideas, los conceptos de seguridad cooperativa y de
seguridad democrática amplían el espectro de temas vinculados a la seguridad y
plantean la necesidad de visiones más integrales particularmente con relación a las
políticas de desarrollo. Sin embargo, en el contexto de unipolarismo estratégico de los
Estados Unidos y de creciente desigualdad de poder entre países de la región no es
posible concebir a corto plazo la posibilidad de una respuesta concertada a los retos
inmediatos. Aún en caso de ser posible dicha eventualidad, cabe preguntarse qué tipo de
acción concertada debiera esbozarse habida cuenta de la inestabilidad de los sistemas
políticos latinoamericanos y de las dificultades de los actores sociales para generar
acuerdos y consensos en sociedades fragmentadas y excluyentes donde el Estado
enfrenta enormes dificultades para hacer valer la ley y en las que la violencia no es
necesariamente disfuncional para ciertas concepciones de estabilidad. Es el caso de
Colombia, donde el poder y la autoridad del Estado dependen con frecuencia de élites
políticas locales cuyo poder está asociado a su habilidad para emplear la violencia
física.
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