Sobre el camino en el inmaterialismo de Berkeley Eduardo Iván

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Sobre el camino en el inmaterialismo de Berkeley
Eduardo Iván Castillo Salazar
Facultad de Filosofía y Letras (UANL)
Resumen
En este trabajo se habla sobre la postura berkeleyana ante el materialismo, y con ello, de su
ontología. El objetivo es especificar cuál es la base de su inmaterialismo, para poder determinar
aún más cuál era su posición, ya que parte del empirismo y el sensualismo para determinar el valor
objetivo del conocimiento, así como hacer la crítica de nuestras ideas. Sobre este último punto se
tratará como una pieza clave en la comprensión de nuestro autor, en lo relativo a la sensibilidad y
el carácter de las ideas que podemos obtener.
Palabras clave
Espíritu, Inmaterialidad, Empirismo, Idealismo, Ontológico.
Introducción
La importancia de hablar de Berkeley no es poca, dada la originalidad de su postura, que, a mi
parecer, es parte valiosa en el desarrollo de la historia de la filosofía, y, de tal manera que con él
puede iniciar un capítulo que podría ser contado a parte, si se quiere. Claro que Berkeley no partió
de la nada, pues ya tenemos sus críticas a Locke, y el deseo de librar el escepticismo, que son
aspectos muy claros en su obra A treatise concerning the principles of human knowledge, de 1710.
Mi esfuerzo, en este trabajo, apunta más a resaltar los aspectos con que Berkeley justifica el
inmaterialismo, y con ello hacer notar brevemente cómo esto habrá influido en la filosofía posterior,
porque, claro, no podemos dejar de tomar en cuenta los aspectos que de él reaparecen claros en
Hume (que a su vez, despierta de su “sueño dogmático” a Kant). Cuestiones sobre el lenguaje, la
relatividad, pueden darnos a pensar, ya directa o indirectamente, el valor del irlandés Berkeley en
escuelas filosóficas o concepciones posteriores en las ciencias.
Sobre los principios del conocimiento humano
a) Sobre las cualidades primarias y secundarias
Una de los principales argumentos, en la postura de Berkeley, es que, si las cualidades
secundarias, como color, gusto, temperatura, etc. son sólo cualidades que dependen del sujeto
que percibe los objetos, no es menos cierto que en la realidad las cualidades primarias como
extensión, profundidad o solidez, no son algo que constituya de por sí algo independiente de la
subjetividad, sino que dependen de la percepción de los sujetos, para tener de ellas alguna
realidad. Con esto, principalmente, Berkeley prepara el camino para la negación del conocimiento
objetivo de la materia, esto es, como algo que existe en absoluto con independencia de un sujeto
que le perciba… se opone a Locke, en la opinión de que “nuestras ideas acerca de las cualidades
primarias, por ejemplo, las que se refieren a la extensión, a la solidez, a la forma y a la dimensión,
se asemejan a las cosas que existen en el mundo material”. 1 Tal cosa, como la materia, no puede
concebirse independiente de nosotros en su extensión y solidez, ni estas fuera de su relación con
las cualidades secundarias 2 y esto, porque en realidad, la diferencia entre cualidades primarias y
secundarias, para él, es errónea.
Berkeley afirma que las cualidades primarias están siempre unidas a las secundarias, y esto es
algo que se desprende de la concepción de las ideas abstractas, y que no son algo posible para él,
cuando dice: “reconozco en mí la aptitud de abstraer en cierto sentido, como sucede al considerar
determinadas partes o cualidades separadas de otras con las cuales coexisten en algún objeto […]
no admito […] que pueda abstraer una de otra, o concebir separadamente aquellas cualidades que
es imposible puedan existir aisladas; ni tampoco que pueda formarme ideas generales por
abstracción de las particulares, en la forma antes expresada”. 3 Para él, no hay algo que podamos
pensar que esté libre de las cualidades secundarias, como un hombre, ya de uno u otro color, de
tal o cual estatura. Y como unas y otras cualidades siempre se acompañan cuando percibimos un
objeto, tal división no es algo dado sino por la imaginación, pues, de cualquier manera, lo que
pensamos no son sino nuestras ideas, y estas dependen de lo percibido, donde cualidades
primarias y secundarias siempre están juntas. Pero esto lo hablaremos más adelante.
b) En contra de la abstracción
Con términos de Kant, cuando decimos “hombre”, en ese concepto, tenemos la idea que nos viene
a la cabeza y que carece de las cualidades secundarias en su necesidad, o sea, el a priori. Sin
embargo, lo que nos da la experiencia, o sea un hombre alto, bajo, moreno o blanco, encorvado,
etc, lo a posteriori, está determinado en nuestro pensamiento cuando tratamos sobre el concepto
“hombre”. Así, Berkeley “pone en tela de juicio la teoría según la cual la mente humana tendría la
capacidad de abstraer, y niega el valor de las ideas abstractas. […] toda idea no es más que una
sensación individual”,4 y en realidad, no hay una idea como la del hombre que no sea compuesta,
pues, todo lo que pensamos como cosas (manzana, piedra, etc.), no son sino conjuntos de ideas.5
“Toda sensación es singular, no abstracta […] Las ideas abstractas son meras ilusiones; e
ilusiones peligrosas, ya que inducen a ontologizar, a crear substancias o substratos más allá de
1
Belaval. Ibidem. Pág. 245
Berkeley, George. Principios del conocimiento humano. Sarpe. España, 1985. Pág. 71
3
Ibidem. Pág. 39
4
Reale. Pág. 456
5
Berkeley. Pág. 63
2
nuestras sensaciones”,6 apunta Reale en su Historia, sobre el error a que conduce la idea de la
abstracción, esto es, que una y otra cualidad de un objeto pueden darse independientemente, ya
en nuestro intelecto, ya en la realidad misma.
En el Tratado pretende especificar el uso de la inteligencia, pues, si la abstracción no es algo
posible, esto no sucede con la generalización, pues para él “la universalidad no consiste […] en
una realidad absoluta y positiva o concepto puro de la cosa, sino en la relación que ésta guarda
con las demás particulares”,7 en el sentido de que “llamamos <<general>> a una idea particular
cuando la tomamos y la utilizamos para representar a todas aquellas ideas que se le parecen, y
únicamente en este caso […] no es en absoluto una idea abstracta”. 8 Así, podría pensarse, se opta
por una vía inductiva (generalización) más que por una separación lógica que hiciera el
pensamiento (cualidades primarias-secundarias; abstracción), y esto es claro desde el momento en
que toda idea no es sino algo que obtenemos de las impresiones de los sentidos.
c) El argumento ontológico
De esos dos puntos, tenemos que “los argumentos derivados de la relatividad de nuestras ideas
acerca de las cualidades secundarias se aplican igualmente a nuestras ideas a cerca de las
cualidades primarias”,9 porque, toda cualidad, en tanto que sensible, no puede ser fuera del
espíritu, “sostiene que la concepción misma de la existencia de una cosa que no sea concebida ni
pensada, está en contradicción consigo misma”,10 y es esto el argumento ontológico que todos
conocemos: Esse est percipi aut percipere.11
12
Esto aplica de igual manera a la noción de materia,
como veremos más adelante su importancia, ya que dicha noción encierra la misma contradicción,
pues, siendo la substancia que se encuentra a la base de todas las demás cualidades que no
existen fuera de la percepción, hablar de ella como independiente del espíritu es algo absurdo. 13
En este tipo de argumento podemos tomar el papel del sujeto (o espíritu) como el punto
determinante del valor de todo conocimiento posible. El hombre se haría la medida de todas las
cosas, claro, si no fuera Dios en quien se dan, de por sí, todas las cosas existentes. Sin embargo,
la ciencia, en tanto que actividad del hombre, sería la medida del conocimiento, cosa que no se
aparta aún de la concepción aristotélica de ciencia como medida del conocimiento del hombre, 14 a
la vez que “la ciencia se dice relativa a su objeto […] toda ciencia es un objeto de conocimiento;
6
Reale. Pág. 457
Berkeley. Op. Cit. Pág. 47
8
Reale. Pág. 457
9
Belaval. Op. Cit. Pág. 245
10
Belaval. Ibidem. Pág. 246
11
Berkeley. Pág. 65
12
Ibidem. Pág. 67
13
Berkeley. Pág. 70
14
Aristóteles. Metafísica. Porrúa. México, 2011. Pág. 208
7
pero no todo objeto de conocimiento es una ciencia: la ciencia es, desde un punto de vista, medida
por su objeto”.15
Por ello mismo, partiendo desde una postura subjetiva, si se quiere llamar así, Berkeley llega a
afirmar el desarrollo del conocimiento o la ciencia, por un método eminentemente empírico, en
tanto que no acepta las ideas abstractas como válidas para ampliar nuestros conocimientos,16
pues, aunque el conocimiento se base en nociones universales, éstas no se forman por
abstracción, según su manera de entender esta noción, totalmente distinta y a parte de la
generalización. “No hay ninguna distinción entre cualidades secundarias y primarias. Tanto unas
como otras están siempre en la mente”.17 Veremos, entonces, que “el inmaterialismo de Berkeley
es una ontología que sólo admite dos especies de existencia, la de las ideas que son pasivas y
dependientes y la de los espíritus que son activos, siendo Dios el espíritu supremamente activo […]
son los espíritus activos los que sirven de soporte a las ideas sin nada material más allá”. 18 Pero
esto no lo podemos tomar sólo así, para no crear la idea de que Berkeley propone un sistema
meramente espiritual, sin una causa de dónde provienen aquellos objetos que conocería el
espíritu. Si, bien, ya hemos mencionado algo de ello, hay que destacar aún ese punto.
También es bueno tomar en cuenta la crítica a Berkeley y que encontramos en Unamuno, sólo
para reflexionar un poco más sobre este hecho, y se deja aquí, sólo de pasada, ya que el objetivo
de este trabajo no es sino presentar las ideas de Berkeley. La crítica se hace en estos términos:
“La unidad de la conciencia no es para la psicología científica –la única racional– sino una unidad
fenoménica. Nadie puede decir que sea una unidad sustancial. Es más aún, nadie puede decir que
sea una sustancia. Porque la noción de sustancia es una categoría no fenoménica. Es el número y
entra, en rigor, en lo inconocible. Es decir, según se le aplique. Pero en su aplicación trascendente
es algo en realidad inconocible y en rigor irracional. Es el concepto mismo de sustancia lo que una
razón desprevenida reduce a un uso que está muy lejos de aquella su aplicación pragmática […] Y
no salva esta aplicación el tomarla idealísticamente, según el principio berkeleyano de que ser es
ser percibido, esse est percipi. Decir que todo es idea o decir que todo es espíritu, es lo mismo que
decir que todo es materia o que todo es fuerza, pues si siendo todo bien o todo espíritu, este
diamante es idea o espíritu, lo mismo que mi conciencia; no se ve por qué no ha de persistir
eternamente el diamante, si mi conciencia, por ser idea o espíritu, persiste siempre”. 19
d) El empirismo de Berkeley
15
Belaval. Ibidem. Pág. 217
Berkeley. Pág. 47
17
Reale. Pág. 459
18
Belaval, Yvon, et. al. Racionalismo, Empirismo, Ilustración. Siglo XXI. México, 1982. Pág. 244
19
Unamuno, Miguel de. Del sentimiento trágico de la vida. Pág. 88
16
Berkeley utiliza el método deductivo para desarrollar sus tesis, porque “es demasiado aventurado
el suponer que, partiendo de principios ciertos y mediante deducciones perfectamente lógicas,
hayamos de llegar a conclusiones falsas”,20 dado que se erraría más por un mal uso de las
facultades intelectuales, y no por ellas mismas. Habría que tenerse la precaución de investigar las
cosas, partiendo de supuestos firmes, idea que nos remonta a Descartes. Tal supuesto, parece
ser, el de que “nuestro conocimiento es un conocimiento de ideas y no de hechos”,21 o sea, de todo
aquello que se ha obtenido de las impresiones de los sentidos, como se ha mencionado ya
anteriormente. No nos queda más que obviar el empirismo de nuestro autor, donde el Espíritu,
como sujeto, determina lo cognoscible en aquello que es percibido, siendo la sensación el principio
del conocimiento, en tanto que aquello que se capta permite llegar a la idea de las cosas. Esta
actitud tiene su raíz, como se dijo, en la postura de Descartes, y está planteada en los mismos
términos que “aunque las ideas que recibo de los sentidos, no dependen de mi voluntad, no
concluía por esto que procedían de cosas diferentes de mí”.22
Para redondear estos puntos, podemos tomar en cuenta las palabras que quedaron en el libro ya
citado antes de Reale y Antiseri. Pues, si bien los límites de mi pensamiento son los límites de mi
mundo (ideas), siempre “es necesario ceñirse a las sensaciones. Este es el imperativo básico de la
gnoseología de Berkeley. pero si nos ceñimos a tal imperativo, sus primeras consecuencias
inmediatas son de verdadera importancia: a) «El tiempo es una sensación y por lo tanto sólo está
en la mente»; en efecto, «¿por qué el tiempo durante el sufrimiento es más largo que el tiempo
durante el placer?››; b) «La extensión es una sensación y por lo tanto no está fuera de la mente››;
«se comprueba que en la materia no existen las ideas primarias, del mismo modo que se
comprueba que en la materia no existen las ideas secundarias››; «es una contradicción el que la
extensión exista en una cosa no pensante», en el sentido de que para poder hablar de extensión
siempre es necesario experimentar que algo se extiende o es extendido; c) lo mismo se aplica al
movimiento: «no es concebible el movimiento como algo distinto de la cosa movida››”.23
Al menos, podemos tomar estas cuestiones en cuenta en relación al posterior desarrollo de la
filosofía, ya en Hume, que a su vez ha servido de base a Kant, el cual, obviamente ha tomado en
consideración la cuestión de la subjetividad y la relatividad del espacio para el desarrollo de su
estética trascendental. Por otra parte, también se puede pensar la influencia que ha tenido, ya
directamente, o a través de Hume, quizá, en el posterior empirismo lógico y el análisis del leguaje.
e) En contra del ateísmo
20
Berkeley. Pág. 32-33
Reale. Pág. 456
22
Descartes, René. Meditaciones metafísicas. Porrúa. México, 2012. Pág. 95
23
Reale. Pág. 452
21
Para finalizar, no está de más el hacer mención de aquello que llevó a Berkeley a crear su postura,
que tiene como base la defensa de la existencia de Dios, o, como se interpreta mejor, contra el
ateísmo. Entonces, Reale nos presenta, en su libro antes citado, la razón porque Berkeley se había
propuesto defender el inmaterialismo: (en los Comentarios filosóficos) “En la nota 290 de la Libreta
B, Berkeley escribe: <<El gran peligro está en hacer que la extensión exista fuera de la mente. Ya
que, si existe fuera de la mente, hay que aceptarla como infinita, inmutable, eterna, etc. Lo cual
implicará que Dios sea extenso (cosa que juzgo peligrosa), o que exista un ser eterno, inmutable,
infinito, increado, junto a Dios>> Es muy cierto que Newton no había asociado para nada el
inmaterialismo a su concepción mecanicista del mundo, pero J.Toland –al contrario que Newton–
ponía en tela de juicio de que fuese necesario remontarse a Dios como causa de la gravitación y
concebía la materia como activa por sí misma. Desde este modo Toland excluía <<de todos los
fenómenos del movimiento la necesidad de una intervención divina>> (P. Casini). Berkeley pensó
que tales conclusiones se hallaban implícitas en la premisa según la cual existe una materia fuera
de la mente. Creyó entonces que éste era el auténtico baluarte del ateísmo, baluarte que había
que echar por tierra mediante la contraposición de la doctrina opuesta, el inmaterialismo,
mostrando la superioridad y la validez de éste. Según el inmaterialismo, <<la existencia es percipi
o percipere>>, y <<todas las cosas son entia rationis, id est solum habent ese in intellectu>>. Esse
est percipi y <<el gran argumento para probar que la extensión no puede darse en una substancia
no pensante es que ésta no puede concebirse como algo distinto de las cualidades tangibles o
visibles, o careciendo de éstas>>. Tal principio, en opinión de Berkeley, es demostrado por una
gran cantidad de argumentos ad absurdum, en el sentido, por ejemplo, de que no es posible
concebir un olor sin que haya sido experimentado por alguien”.24
Unamuno, hace referencia y crítica sobre el deseo de Berkeley por salvar la creencia en la
inmortalidad: “Desde las primeras palabras del Prefacio de su Tratado referente a los principios del
conocimiento humano (A Treatise concerning the Principles of human Knowledge), nos dice que
este tratado parece útil, especialmente para los tocados de escepticismo o que necesitan una
demostración de la existencia e inmaterialidad de Dios y de la inmortalidad natural del alma. En el
capítulo CXL establece que tenemos una idea o más bien noción del espíritu, conociendo otros
espíritus por medio de los nuestros, de lo cual afirma redondamente, en el párrafo siguiente, que
se sigue la natural inmortalidad del alma. Y aquí entra en una serie de confusiones basadas en la
ambigüedad que al término noción da. Y es después de haber establecido casi como per saltum la
inmortalidad del alma porque esta no es pasiva, como los cuerpos, cuando pasa en el capítulo
CXLVII a decirnos que la existencia de Dios es más evidente que la del hombre. ¡Y decir que hay
quien, a pesar de esto, duda de ella!”.25 Recordando que éste trabajo no pretende hacer la crítica a
las ideas de Berkeley, esto último se deja para la reflexión, como la otra cita de Unamuno, pues,
24
25
Reale, Giovani. Historia del pensamiento filosófico y científico. Págs. 450-451
Unamuno. Págs. 88-89
nos da puntos importantes para hacer una lectura más completa de aquel en dos puntos
importantes: 1) que todo es idea, 2) que todo lo que existe sea el Espíritu y lo que se da en él.
Conclusiones
Al tratar a Berkeley, podríamos hablar de un espiritualismo ontológico. Con esto me refiero a que
todo aquello que absolutamente es sólo puede serlo en el espíritu, cuando es percibido. Sin
embargo, esto no significa que lo no percibido en un momento, deje de ser en ese momento.
Ciertamente, las cosas que existen fuera de nosotros siguen siendo, pues, siempre que el espíritu
haya corroborado, a través de la percepción, su absoluta existencia.
Esto nos da que no tratamos un espiritualismo alógico, o sea, sin más razón que la de la
percepción del espíritu, que lo sería todo, sin saber a qué se debe la dicha percepción. Se trata de
una postura gnoseológica que propone los sentidos como la principal fuente de conocimiento de lo
existente, pues, tal espiritualismo no está en contra de que todo lo que ha llegado al intelecto ha
pasado antes por los sentidos.
Bibliografía
Belaval, Yvon, et. al. Racionalismo, Empirismo, Ilustración. Siglo XXI. México, 1982.
Berkeley, George. Principios del conocimiento humano. Sarpe. España, 1985.
Reale, Giovani. Historia del pensamiento filosófico y científico. Herder. España, 1995.
Unamuno, Miguel de. Del sentimiento trágico de la vida. Editorial Planeta. España, 1993.
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