SENTENCIA DE 11 DE ENERO DE 2007 (Pleno)

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SENTENCIA DE 11 DE ENERO DE 2007 (Pleno) *
OBJETO Nulidad de la donación de inmuebles oculta bajo escritura pública de
compraventa simulada.
PARTES Juan Francisco (demandante y recurrente en casación) contra Carlos
Ramón, Ana y Nieves.
PONENTE Excmo. Sr. D. Antonio Gullón Ballesteros.
FALLO Ha lugar el recurso.
DISPOSICIONES LEGALES APLICADAS
Arts. 622, 633, 1261, 1274, 1275, 1276 CC.
MªAngeles Parra
DOCTRINA
Esta Sala considera que la nulidad de la escritura pública de compraventa impide
que se considere válida la donación de inmuebles que se dice encubría. Aunque se
probase que hubo «animus donandi» del donante y aceptación por el donatario del
desplazamiento patrimonial, lo evidente es que esos dos consentimientos no
constan en la escritura pública sino en los autos del pleito seguido sobre la
simulación.
El art. 633 cuando hace forma sustancial de la donación de inmuebles la escritura
pública no se refiere a cualquier escritura, sino a una específica en la que deben
expresarse aquellos consentimientos, y ello es totalmente diferente de que se
extraigan de los restos de una nulidad de la escritura de compraventa como
resultado de una valoración de la prueba efectuada por el órgano judicial. En
consecuencia, una escritura pública de compraventa totalmente simulada no cumple
los requisitos del art. 633, pues el negocio disimulado de donación que se descubra
no reúne para su validez y eficacia aquellos.
Esta tesis no puede ser sustituida por la de la validez cuando la donación se califica
como remuneratoria. El art. 633 no hace ninguna excepción de lo que preceptúa
para ninguna donación, además de que la remuneratoria no tiene ningún régimen
especial, es el móvil remuneratorio el que guía el «animus donandi» del donante
nada más; móvil indiferente jurídicamente para el Derecho, que no causa, del
negocio jurídico.
La no aplicación de la forma sustancial a la donación remuneratoria no puede
basarse en su tratamiento legal por la normativa de los contratos en la que impera el
principio de la libertad de forma. El art. 622 sólo ordena que las remuneratorias se
sometan a las normas de la donación en lo que «excedan del valor del gravamen
impuesto", es decir, aquella normativa de los contratos regirá hasta la concurrencia
del gravamen. El precepto es absolutamente inaplicable a la donación
*
Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto "Validez y eficacia de normas y actos",
Entidad financiadora: MCYT DER2008-01169 (2008-2011). Investigador responsable: Jesús Delgado
Echeverría.
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remuneratoria, en cuanto que por definición (art. 619) no se impone ningún
gravamen al donante, sino que se remuneran servicios ya prestados que no
constituyan deudas exigibles. Ciertamente que la doctrina científica ha discutido
sobre el alcance de las incompresibles palabras del legislador respecto a las
remuneratorias, pero las diferentes posiciones que se propugnan no pasan de
consideraciones doctrinales en modo alguno unánimes. En el terreno de la
aplicación del derecho, no es posible la conjugación de los arts. 619 y 622, en otras
palabras, no cabe confundir una donación remuneratoria con una donación modal.
Es en ésta en la que efectivamente puede imponerse un gravamen al donatario,
pero no en la remuneratoria.
El criterio favorable a la validez de la donación disimulada propicia por sí mismo
fraude a los acreedores y legitimarios del donante, en cuanto les impone la carga de
litigar para que se descubra la simulación, a fin de que se revele el negocio
disimulado, y una vez conseguido, combatirlo si perjudica a sus derechos (acción
rescisoria) o para que sean respetados (acción de reducción de donaciones por
inoficiosidad).
HECHOS
El 19 de febrero de febrero de 1989 dos familias amigas comen juntas. Tras la
comida, los hijos adolescentes salen a jugar con sus escopetas de aire comprimido.
Uno de ellos es alcanzado en el ojo por un disparo del otro. Tras diligencias penales
previas, los padres del lesionado, en su calidad de representantes legales,
interponen demanda de responsabilidad civil contra los padres del compañero de
juegos de su hijo dictándose finalmente, tras los oportunos recursos, una sentencia
de la Sala Primera del Tribunal Supremo de fecha 30 de junio de 1995. El resultado
de todas estas actuaciones fue una condena a indemnizar dos millones y medio de
pesetas en concepto de daño moral más los gastos farmacéuticos y los derivados
de la intervención quirúrgica a la que iba a ser sometido el lesionado para colocarle
una prótesis.
El accidente tuvo lugar en febrero de 1989 y el 14 de abril de ese mismo año los
padres demandados otorgaron una escritura de compraventa a favor de su hija
Nieves por la que le vendían tres fincas de su propiedad.
En 1997 los padres del menor lesionado presentan querella por presunto delito de
alzamiento de bienes, abriéndose diligencias previas que fueron sobreseídas
libremente.
Es entonces cuando, ya mayor de edad, y con el propósito de hacer efectiva la
indemnización concedida por sentencia firme, el lesionado inicia las actuaciones
que dan lugar a la sentencia objeto de este comentario. Interpone demanda en la
vía civil contra los padres y la hija solicitando la declaración de nulidad radical por
simulación del contrato de compraventa formalizado en la escritura pública de 14 de
abril de 1989 con la consiguiente restitución de las prestaciones y, subsidiariamente,
que se declarase rescindido tal contrato por haberse realizado en fraude de
acreedores, y se declarase la complicidad en el fraude de la hija, con la restitución
de las prestaciones. En cualquier caso se solicitaba la cancelación de las
inscripciones registrales.
El Juzgado de Primera Instancia nº 1 de Molina de Segura desestimó la demanda
por sentencia de 18 de enero de 1999. Consideró que, si bien la compraventa fue
simulada, ocultaba una donación remuneratoria, cuyo motivo fue el de favorecer a
Nieves en recompensa por el sacrificio que suponía aportar su sueldo para el
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sostenimiento de la familia. Por lo que respecta a la acción rescisoria ejercitada
subsidiariamente, se desestimó por haber transcurrido el plazo de cuatro años
desde que se dispuso de las fincas en favor de aquélla, fijando como dies a quo la
fecha del otorgamiento de la escritura pública (14 de abril de 1.989).
La sentencia fue apelada por el actor y confirmada por la Audiencia por sentencia
de 26 de octubre de 1999, excepto en el particular relativo a costas, que no impuso
a ninguna de las partes en ambas instancias. Compartió la Audiencia el criterio de la
sentencia apelada de que la compraventa simulaba una donación remuneratoria,
válida y lícita. Igualmente lo hizo en cuanto a la caducidad de la acción rescisoria
pues el plazo debía computarse desde la fecha de la escritura (abril de 1.989) o
incluso desde su inscripción en el Registro de la Propiedad (junio de 1.989), sin que
pudiese diferirse a la fecha en que recayó sentencia en el anterior litigio civil "pues
el principio de seguridad jurídica —dice el fundamento jurídico cuarto, según cita la
sentencia del Tribunal Supremo— impide que pueda quedar sometido el inicio del
cómputo a otras circunstancias externas al propio contrato que se pretenda revocar;
como recoge la sentencia apelada dicha interpretación del día inicial concuerda
también con lo dispuesto en el artículo 37 de la Ley Hipotecaria".
Contra la sentencia de la Audiencia interpone recurso de casación el actor Juan
Francisco por los motivos siguientes:
— El primero, al amparo del art. 1692.3º LEC 1881, por considerar infringido el art.
248.4º LOPJ.
— El motivo segundo, formulado al amparo del art. 1.692.4º LEC 1881, por
infracción de lo arts. 1261.3, 1275, 1276 y los arts. 618 al 655 CC.
— El motivo tercero, al amparo del art. 1692.4º LEC 1881, por infracción de los arts.
1111, 1290 y siguientes y los arts. 1969 y 1971 CC.
— El motivo cuarto, amparado en el art. 1692.4º LEC 1881, por infracción de la
doctrina jurisprudencial que declara la nulidad de la donación de inmuebles hecha
bajo la forma de compraventa simulada.
— El motivo quinto, formulado al amparo del art. 1692.4º LEC 1881, por infracción
de las normas del ordenamiento jurídico y jurisprudencia que se cita.
Se desestiman expresamente los dos primeros motivos del recurso. Sin entrar a
conocer de los motivos tercero y quinto se estima el motivo cuarto, y con él el
recurso de casación, casando y anulando la sentencia dictada en grado de
apelación por la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Murcia con fecha
26 de octubre de 1999, y con revocación de la sentencia del Juzgado de 1ª
Instancia nº 1 de Molina de Segura de fecha 18 de enero de 1999, el Tribunal
Supremo declara que es nula por simulación absoluta la escritura pública de
compraventa de 14 de abril de 1989, otorgada por los demandados Carlos Ramón y
Ana en favor de su hija Nieves, condenando a dicha demandada al reintegro de las
fincas al patrimonio de sus padres, y ordenando la cancelación de las inscripciones
registrales que, en favor de Nieves, haya causado la referida escritura pública de
compraventa. Sin condena en las costas de la primera instancia, apelación y de
casación a ninguna de las partes.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRELIMINAR.— Don Juan Francisco demandó por las reglas del juicio declarativo
de menor cuantía a don Carlos Ramón, a su esposa doña Ana, y a la hija de ambos,
doña Nieves. Solicitaba el actor que la sentencia declarase la nulidad radical por
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simulación del contrato de compraventa formalizado en escritura pública de 14 de
abril de 1.989, por la que el matrimonio demandado vendía a su hija las fincas
registrales NUM003, NUM001 y NUM002, descritas en el hecho segundo de la
demanda, con la consiguiente restitución de las prestaciones. Subsidiariamente, que
se declarase rescindido el susodicho contrato de compraventa, por haberse
realizado en fraude de acreedores, ya se entienda que la transmisión lo ha sido a
titulo oneroso o a título lucrativo, y se declarase asimismo la complicidad en el
fraude por parte de doña Nieves, con la restitución de las prestaciones. En
cualquiera de los dos casos, que se declarase (sic) la cancelación de las
inscripciones correspondientes practicadas en el Registro de la Propiedad.
Se basaba la demanda en que el actor, cuando era menor, sufrió la privación total
de la visión del ojo izquierdo, con disminución de tamaño del mismo, al haber sido
alcanzado por el disparo de una escopeta de aire comprimido, efectuado por el
también menor Paulino, hijo del matrimonio demandado, en el mes de febrero de
1.989. Tras diligencias penales previas, los padres del actor, en su carácter de
representantes legales, interpusieron demanda contra don Carlos Ramón y doña
Ana, padres del menor Paulino, que dieron lugar al declarativo de menor cuantía
18/90, seguido en el Juzgado de 1ª Instancia nº 3 de Molina de Segura, en el que
recayó sentencia por la que condenaba a los demandados a indemnizar al menor
Juan Francisco de los daños y perjuicios sufridos por éste, cuya cuantía se fijaría en
ejecución de sentencia. La misma, de fecha 2 de mayo de 1.991, fue revocada
parcialmente en grado de apelación por la de la Audiencia de 20 de diciembre de
1.991, condenando a los demandados a indemnizar al menor lesionado en
2.500.000 ptas por daño moral, previa apreciación de concurrencia de culpas, a las
que se sumarían aquellas cantidades correspondientes a gastos médico—
farmacéuticos y de la operación quirúrgica a que sea sometido el lesionado para
implantación de una prótesis, cantidades estas últimas que se determinarían en
ejecución de sentencia. La sentencia de la Audiencia fue confirmada por esta Sala,
en la suya de 30 de junio de 1.995, al desestimar el recurso de casación interpuesto
por el padre de don Juan Francisco.
Por considerar fraudulenta la enajenación de las fincas llevada a cabo por don
Carlos Ramón y su esposa, don Salvador, padre de Salvador, interpuso contra ellos
querella criminal por presunto delito de alzamiento de bienes, que dio lugar a las
Diligencias Previas 432/97, seguidas en el Juzgado de Instrucción nº 2 de Molina de
Segura, que fueron sobreseídas libremente.
Los demandados en el presente procedimiento civil solicitaron la desestimación de
la demanda por prescripción de las acciones de nulidad y rescisoria ejercitadas, o,
en el caso de que se entrase en el fondo del asunto, por "tener plena validez y
eficacia la transmisión llevada a cabo en escritura pública de 14 de abril de 1.989
(considerándose ésta como de compraventa o donación remuneratoria)".
El Juzgado de 1ª Instancia desestimó la demanda, absolviendo a los demandados
de sus pretensiones. Consideró que, si bien la compraventa fue simulada, ocultaba
una donación remuneratoria, cuyo motivo fue el de favorecer a doña Nieves en
recompensa por el sacrificio que suponía aportar su sueldo para el sostenimiento de
la familia. Por lo que respecta a la acción rescisoria ejercitada subsidiariamente, se
desestimó por haber transcurrido el plazo de cuatro años desde que se dispuso de
las fincas en favor de aquélla, fijando como dies a quo la fecha del otorgamiento de
la escritura pública (14 de abril de 1.989).
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La anterior sentencia fue apelada por el actor, y fue confirmada por la Audiencia,
excepto en el particular relativo a costas, que no impuso a ninguna de las partes en
ambas instancias. Compartió la Audiencia el criterio de la sentencia apelada de que
la compraventa simulaba una donación remuneratoria, válida y lícita. Igualmente lo
hizo en cuanto a la caducidad de la acción rescisoria pues el plazo debía
computarse desde la fecha de la escritura (abril de 1.989) o incluso desde su
inscripción en el Registro de la Propiedad (junio de 1.989), sin que pudiese diferirse
a la fecha en que recayó sentencia en el anterior litigio civil "pues el principio de
seguridad jurídica —dice el fundamento jurídico cuarto— impide que pueda quedar
sometido el inicio del cómputo a otras circunstancias externas al propio contrato que
se pretenda revocar; como recoge la sentencia apelada dicha interpretación del día
inicial concuerda también con lo dispuesto en el artículo 37 de la Ley Hipotecaria".
Contra la sentencia de la Audiencia ha interpuesto recurso de casación el actor don
Juan Francisco.
PRIMERO.— El motivo primero, al amparo del art. 1.692.3º LEC de 1.881, acusa
quebrantamiento de las normas reguladoras de la sentencia por infracción del art.
248.3º LOPJ ya que en la sentencia recurrida no consta ningún párrafo numerado y
separado que se pronuncie acerca de los hechos que se considerasen probados.
Para estudiar si se han o no infringido las normas reguladoras de la sentencia o
cualquier otra norma del ordenamiento jurídico, es preciso, dice el recurrente, que el
Tribunal se pronuncie sobre el objeto del proceso, que es el de la validez o no del
negocio concertado entre los demandados.
El motivo se desestima porque es constante y reiterada doctrina de esta Sala la de
que en las sentencias civiles no existe obligación de expresar los hechos que se
consideren probados (sentencia de 16 de enero de 2.002 y las que cita); basta que
los mismos resulten aportados con suficiencia como conclusiones fácticas decisivas
a través de los fundamentos jurídicos de la resolución (sentencia de 8 de julio de
2.002 y las que cita). Por otra parte, basta la mera lectura de la sentencia recurrida
para apercibirse que el tema central que estudia y resuelve es precisamente el de la
calificación del negocio jurídico realizado por los demandados.
SEGUNDO.— El motivo segundo, al amparo del art. 1.692.4º LEC de 1.881, acusa
infracción de los siguientes artículos del CC: 1.261.3, 1.275, 1.276, 618 a 655,
ambos inclusive. En su fundamentación, el recurrente resume las declaraciones de
los demandados en las diligencias previas de carácter penal que se siguieron con
anterioridad a la demanda origen de este pleito, concluyendo que no hubo
compraventa por falta de precio entre los esposos demandados y su hija, por lo que
hubo una simulación y en consecuencia la expresión de una falsa causa. A
continuación el recurrente combate la ratio de las sentencias de instancia, que
sostienen que aquella simulación era relativa, pues ocultaba un negocio de
donación remuneratoria. Mantiene, en contra, que tal supuesto negocio tendría una
causa ilícita, pues no hubo voluntad de donar sino de perjudicarle provocando la
insolvencia de los demandados, y por no reunir el requisito de forma exigido en el
artículo 633 CC. Además, afirma que la donación de los únicos bienes que poseía el
matrimonio demandado sería nula por contravenir el art. 634 CC e inoficiosa según
el art. 636 del mismo cuerpo legal.
Hasta aquí las argumentaciones esenciales del recurso, que coinciden con la
sentencia recurrida en
que la misma estimó completamente simulada la escritura de compraventa por falta
de precio, y discrepan en la existencia y validez del negocio disimulado. Dice la
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susodicha sentencia: "En consecuencia debemos concluir con que en realidad ha
existido una donación remuneratoria con una causa válida y lícita. La circunstancia
de que la misma tuviera lugar a los dos meses de que el hijo y hermano de los
demandados alcanzara con un perdigón el ojo del hijo del actor no es suficiente
para poder presumir que el Sr. Carlos Ramón intentaba perjudicar al hoy actor pues
debe tenerse en cuenta que la familia de ambos hijos era muy amiga y que el
disparo se produjo cuando ambos menores llevaban una escopeta cada uno y
habían salido a jugar después de haber comido juntos. Tal circunstancia bien pudo
llevar al convencimiento al Sr. Carlos Ramón de que su amigo nunca le iba a
reclamar cantidad alguna por el accidente; ello es así por cuanto no consta que el
actor le hiciera reclamación alguna (aunque fuera verbal) antes de la celebración del
contrato pues incluso dejó transcurrir 20 meses para interponer la demanda; por
otro lado tampoco era clara la responsabilidad del Sr. Carlos Ramón cuando tanto la
Audiencia como el Tribunal Supremo apreciaron la existencia de concurrencia de
culpas en el Sr. Carlos Ramón y en el actor por la falta de vigilancia de ambos
menores al no adoptar las medidas para que no pudieran llevarse cada uno una
escopeta".
El motivo se desestima porque no se han infringido los arts. 1.275 y 1.276 CC, ya
que, según acabamos de exponer, la compraventa ocultaba una donación
remuneratoria. Que existiese o no, no puede juzgarse dado el defectuoso
planteamiento procesal que hace imposible conocer cuál o cuáles son los concretos
y específicos preceptos infringidos, pues cita como tales TODOS los relativos a la
donación, pero no es misión de esta Sala subsanar aquel defecto analizando la
completa regulación de la donación para comprobar si la sentencia recurrida la
infringió o no (sentencias de 20 de junio de 2.002 y 17 de noviembre de 2.006).
TERCERO.— Una coherencia entre el recurso de casación que se examina, con la
sentencia recurrida y con las peticiones de la «súplica" de la demanda, obliga al
análisis del motivo cuarto en lugar del tercero, pues aquél se refiere a la nulidad
absoluta del negocio, en la tesis que se postula, mientras que el último se relaciona
solamente con la rescisión de dicho negocio. La petición principal de la demanda
fue la declaración de nulidad y la subsidiaria la de su rescisión. Además, el motivo
segundo abordaba la nulidad, a la que se vuelve en el cuarto.
Dicho motivo, al amparo del art. 1.692.4º LEC de 1.881, acusa infracción de la
doctrina jurisprudencial contenida en las sentencias que cita, de forma parcial, que
declaran la nulidad de la donación de inmuebles hecha bajo una compraventa
totalmente simulada. Termina la fundamentación del motivo negando que el negocio
jurídico encubra un móvil lícito y protegible. Dice el recurrente: "Efectivamente en la
época de la supuesta transmisión la adquirente contaba apenas con 18 años de
edad, trabajando a media jornada en una fábrica de pieles. En el supuesto
hipotético que esta hubiese aportado todo o parte de su precario salario para
sufragar gastos domésticos o familiares, tal cantidad es insignificante en relación a
los tres bienes inmuebles transmitidos".
CUARTO.— Dada la desestimación del motivo segundo de este recurso, la Sala ha
de partir para juzgar sobre el cuarto de la declaración de la sentencia recurrida;
existencia de una donación remuneratoria con causa válida y lícita, oculta bajo una
escritura pública la venta totalmente simulada.
La cuestión de si es válida la donación efectuada de este modo encubierto ha sido
tratada en numerosas ocasiones por esta Sala con criterios discrepantes. El
recurrente sólo recoge algunas de las sentencias favorables a su tesis de la nulidad.
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Lo niegan las sentencias de 3 de marzo de 1.932, 22 de febrero de 1.940, 20 de
octubre de 1.961, 1 de diciembre de 1.964, 14 de mayo de 1.966, 1 de octubre de
1.991, 6 de abril de 2.000 y 16 de julio de 2.004. Son resoluciones cuya ratio
decidendi es el criterio negativo a que la donación de inmuebles pueda ser
disimulada, no meros obiter dicta que no obedecen al establecimiento de criterios
para la resolución del caso litigioso, no constituyendo por tanto doctrina
jurisprudencial. La contenida en las sentencias citadas tienen unas líneas muy
semejantes, que nacen de la de 3 de marzo de 1.932; la escritura pública de
compraventa no vale para cumplir el requisito del art. 633 CC, pues no es escritura
pública de donación, en la que deben expresarse tanto la voluntad de donar como la
aceptación del donatario. La primera no prueba la existencia de la donación del
modo y forma que exige el art. 633 (S. 3 de marzo de 1.932); la escritura pública se
otorgó para amparar un contrato nulo, sin que en la misma constase el «animus
donandi», las cargas impuestas al donatario, ni la aceptación de éste (sentencia de
1 de diciembre de 1.964); y que la aceptación del donatario no existe pues dio su
consentimiento para un contrato de compra (sentencia 1 de octubre de 1.991).
Frente a estas sentencias pueden situarse otras en las que se mantiene la posición
contraria, esto es, la validez de la donación de inmuebles disimulada. Son las de 29
de enero de 1.945, 16 de enero de 1.956, 15 de enero de 1.959, 31 de mayo de
1.982, 19 de noviembre de 1.987, 9 de mayo de 1.988, 19 de noviembre de 1.992,
21 de enero de 1.993, 20 de julio de 1.993, 14 de marzo de 1.995 y 2 de noviembre
de 1.999. Al igual que las mencionadas en el párrafo anterior, la validez de la
donación encubierta es ratio del fallo. El argumento básico de esta posición es el de
que si bajo el negocio simulado existe el disimulado, la forma de aquél será la
propia de este último, y si es la exigida por la ley para el tipo de negocio al que
pertenece, cumple con el requisito formal correspondiente; que el Notario cuando
autorizó la escritura pública estaba en verdad autorizando un contrato de donación
(sentencias de 9 de mayo de 1.988 y 30 de septiembre de 1.995).
Un tercer criterio es el de que, ante las posiciones enfrentadas sobre la cuestión, ha
de resolverse ateniéndose a las circunstancias del caso (sentencias de 19 de
noviembre de 1.987, 23 de septiembre de 1.989, 22 de enero de 1.991, 30 de
diciembre de 1.999, 18 de marzo de 2.002 y 7 de octubre de 2.004).
Esta Sala considera que la nulidad de la escritura pública de compraventa impide
que se considere válida la donación de inmuebles que se dice encubría. Aunque se
probase que hubo «animus donandi» del donante y aceptación por el donatario del
desplazamiento patrimonial, lo evidente es que esos dos consentimientos no
constan en la escritura pública sino en los autos del pleito seguido sobre la
simulación.
El art. 633 CC, cuando hace forma sustancial de la donación de inmuebles la
escritura pública no se refiere a cualquier escritura, sino a una específica en la que
deben expresarse aquellos consentimientos, y ello es totalmente diferente de que se
extraigan de los restos de una nulidad de la escritura de compraventa como
resultado de una valoración de la prueba efectuada por el órgano judicial. En
consecuencia, una escritura pública de compraventa totalmente simulada no cumple
los requisitos del art. 633, pues el negocio disimulado de donación que se descubra
no reúne para su validez y eficacia aquellos.
Esta tesis no puede ser sustituida por la de la validez cuando la donación se califica
como remuneratoria. El art. 633 no hace ninguna excepción de lo que preceptúa
para ninguna donación, además de que la remuneratoria no tiene ningún régimen
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especial, es el móvil remuneratorio el que guía el «animus donandi» del donante
nada más; móvil indiferente jurídicamente para el Derecho, que no causa, del
negocio jurídico.
La no aplicación de la forma sustancial a la donación remuneratoria no puede
basarse en su tratamiento legal por la normativa de los contratos en la que impera el
principio de la libertad de forma. El art. 622 sólo ordena que las remuneratorias se
sometan a las normas de la donación en lo que «excedan del valor del gravamen
impuesto", es decir, aquella normativa de los contratos regirá hasta la concurrencia
del gravamen. El precepto es absolutamente inaplicable a la donación
remuneratoria, en cuanto que por definición (art. 619) no se impone ningún
gravamen al donante, sino que se remuneran servicios ya prestados que no
constituyan deudas exigibles. Ciertamente que la doctrina científica ha discutido
sobre el alcance de las incompresibles palabras del legislador respecto a las
remuneratorias, pero las diferentes posiciones que se propugnan no pasan de
consideraciones doctrinales en modo alguno unánimes. En el terreno de la
aplicación del derecho, no es posible la conjugación de los arts. 619 y 622, en otras
palabras, no cabe confundir una donación remuneratoria con una donación modal.
Es en ésta en la que efectivamente puede imponerse un gravamen al donatario,
pero no en la remuneratoria.
Finalmente, hay que decir que el criterio favorable a la validez de la donación
disimulada propicia por sí mismo fraude a los acreedores y legitimarios del donante,
en cuanto les impone la carga de litigar para que se descubra la simulación, a fin de
que se revele el negocio disimulado, y una vez conseguido, combatirlo si perjudica a
sus derechos (acción rescisoria) o para que sean respetados (acción de reducción
de donaciones por inoficiosidad).
Por todo ello se estima el motivo.
QUINTO.— La estimación del motivo cuarto del recurso hace inútil el examen de los
referentes a la pretensión subsidiaria de la demanda (tercero y quinto), pues obliga
a acoger la principal, casando y anulando la sentencia recurrida, con revocación de
la de primera instancia que aquélla confirmó.
En cuanto a las costas de primera instancia y de la apelación no procede
imponerlas a ninguna parte, dada la naturaleza sumamente controvertida en la
propia jurisprudencia de la cuestión litigiosa. Tampoco procede hacerlo respecto de
las de este recurso por disposición legal (art. 1.715.2 LEC de 1.881).
Por lo expuesto, en nombre del Rey y por la autoridad conferida por el pueblo
español
FALLAMOS
Que debemos declarar y declaramos HABER LUGAR al recurso de casación
interpuesto por don Juan Francisco, representado por la Procuradora de los
Tribunales doña María del Angel Sanz Amaro contra la sentencia dictada en grado
de apelación por la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Murcia con
fecha 26 de octubre de 1.999, la cual casamos y anulamos, y con revocación de la
sentencia del Juzgado de 1ª Instancia nº 1 de Molina de Segura de fecha 18 de
enero de 1.999, debemos estimar y estimamos que es nula por simulación absoluta
la escritura pública de compraventa de 14 de abril de 1.989, otorgada por los
demandados don Carlos Ramón y doña Ana en favor de su hija doña Nieves,
condenando a dicha demandada al reintegro de las fincas a que se refiere al
patrimonio de sus padres, y ordenando la cancelación de las inscripciones
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registrales que, en favor de doña Nieves, haya causado la referida escritura pública
de compraventa. Sin condena en las costas de la primera instancia, apelación y las
de este recurso de casación a ninguna de las partes. Con devolución del depósito
constituido. Comuníquese esta resolución a la mencionada Audiencia con
devolución de los autos y rollo que remitió.
VOTO PARTICULAR
Con el mayor respeto para el criterio mayoritario plasmado en la Sentencia, formuló
el siguiente voto particular discrepante:
PRIMERO.— En primer lugar entiendo que el supuesto enjuiciado constituye una
clara manifestación de simulación absoluta, pues la escritura pública denominada
de compraventa de 14 de abril de 1.989 respondió únicamente al propósito de poner
los bienes inmuebles de los padres (incluida la vivienda familiar) a nombre de una
hija mayor de edad, con el fin de sustraer el patrimonio familiar a la posible
responsabilidad civil derivada del hecho ocurrido el 19 de febrero de 1.989 en el que
intervino un hijo del matrimonio menor de edad, el cual, al accionar una escopeta de
perdigones perteneciente a su padre, impactó en un ojo de un amigo también menor
con el que se hallaba jugando, a consecuencia de cuyo accidente el herido perdió la
visión del ojo afectado.
Creo que debieron estimarse los motivos del recurso de casación primero —es
patente la absoluta falta de motivación de la resolución recurrida acerca de la
simulación absoluta postulada en la demanda, pues limita su contenido a la validez
de la donación remuneratoria— y segundo —por infracción de los arts. 1.261.3º,
1.274, 1.275 y 1.276 CC por expresión de causa falsa, y no existir otra causa
verdadera y lícita—; sin que obste para la apreciación de la simulación contractual
que nos hallemos ante un Recurso de casación pues no hay cuestión sobre los
indicios —que integra la «questio facti"—, sino sobre su significación jurídica, es
decir, la entidad para revelar la actuación simulatoria fraudulenta (por todas, S. 7 de
diciembre de 2.006, núm. 1.283), y sin que proceda reducir la apreciación del fraude
de acreedores al campo de la acción rescisoria, en cuanto ésta opera en el ámbito
de los contratos válidos (art. 1.290 CC), la actuación fraudulenta puede
manifestarse mediante un contrato carente de validez.
SEGUNDO.— En segundo lugar, discrepo de la Sentencia en cuanto declara la
nulidad de la donación remuneratoria disimulada en escritura pública de
compraventa con base en que entiende que no se cumple el requisito de constancia
formal de la aceptación de la donación exigida en el art. 633 CC. El tema no es
pacífico en la doctrina, y no lo ha sido en la jurisprudencia de esta Sala, dentro de la
que caben citar numerosas Sentencias contradictorias. La razón de mi discrepancia
es que comparto la tesis de la interpretación flexible del art. 633 CC en el sentido de
que la verdadera voluntad y finalidad perseguida por los contratantes es la de
otorgarse una donación, y que la tesis literalista adolece de un excesivo rigor formal.
Este criterio flexible es el que empezó a predominar en la jurisprudencia a partir de
1.980 en la perspectiva de la donación remuneratoria, tanto por las razones que la
determinan como por la facilidad probatoria del ««animus donandi», y luego se
extendió también a la donación pura, y que, por otra parte, permite, sin quebrantar
ningún dogma legal, dar una respuesta satisfactoria a comportamientos sociales,
que, por los motivos subjetivos legítimos que sean, no quieren que su voluntad real
sea conocida por terceros.
Este criterio es mantenido entre otras muchas Sentencias en las de 7 de marzo de
1.980; 31 de mayo de 1.982; 19 de noviembre de 1.987; 9 de mayo de 1.988; 23 de
-9-
septiembre de 1.989; 29 de noviembre de 1.989; 22 de enero de 1.991; 21 de
enero, 29 de marzo, 20 de julio y 13 de diciembre de 1.993; 6 de octubre de 1.994;
14 de marzo de 1.995; 28 de mayo de 1.996; 30 de noviembre de 1.998; 2 de
noviembre y 14 de diciembre de 1.999, y con posterioridad prácticamente sin
vacilaciones por las Sentencias de 1 de febrero y 18 de octubre de 2.002, 13 de
febrero de 2.003 y 7 de octubre de 2.004, sin que supongan criterio diferente las
Sentencias señaladas en la Sentencia de que se discrepa de 6 de abril de 2.000 y
16 de julio de 2.004 porque se refieren —entiendo— a supuestos no asimilables
con el que se enjuicia.
Por lo tanto, el criterio mayoritario de que discrepo no supone optar por una de
varias líneas jurisprudenciales, sino que, a mi modesto entender, cambia la
jurisprudencia más reciente de la Sala, e implanta un criterio que estimo se había
superado; resultando especialmente revelador de que el criterio flexible
jurisprudencial se había consolidado un somero examen de la mayoría de las
Sentencias de las Audiencias Provinciales.
TERCERO.— Por último, y no obstante lo que se expuso anteriormente, la principal
razón a que obedece este voto particular no es tanto la discrepancia en relación con
un tema técnico y polémico, respecto del que caben posturas disímiles, y que
responden a distintas formas de afrontar una interpretación de la norma legal —
literalista, o flexible—, sino la inoportunidad del cambio jurisprudencial. La doctrina
jurisprudencial se forma con una vocación de estabilidad y permanencia por
exigirlas la certeza del derecho, y consiguientemente la seguridad jurídica, lo que no
significa que deba enquistarse, pues debe responder a la evolución y desarrollo
jurídico en atención a las circunstancias de los tiempos. El cambio jurisprudencial,
especialmente cuando incide de modo intenso en el mundo de las relaciones
jurídicas, requiere una especial ponderación de su necesidad, bien porque hay una
razón nueva que lo justifica, bien porque concurren circunstancias relativas a la
realidad jurídica—social que lo exigen, o aconsejan. Entiendo que, en el caso, el
cambio es inoportuno porque no hay ninguna razón nueva, ya que el posible
perjuicio para derechos legitimarios, aparte de ser tanto más factible con el contrato
de compraventa, tiene adecuada respuesta en la nulidad del negocio disimulado
(SS. 1 de abril de 2.000, 28 de febrero y 23 de octubre de 2.002 y 29 de septiembre
de 2.005), y el argumento interpretativo literalista fue el que determinó durante años
la contradicción jurisprudencial y parecía superado (un sólo voto particular, en el
año 1.995), y, sobre todo, porque el cambio va a producir una importante afectación
social, porque puede dar lugar a la inestabilidad de situaciones jurídicas creadas al
amparo de nuestra jurisprudencia, que es tanto más perturbador en lo que atañe a
las donaciones remuneratorias. Es éste el aspecto que más me preocupa, porque la
"norma jurisprudencial", a diferencia de una modificación legal, no es, para tal
doctrina, irretroactiva. Y ahí radica la trascendencia del cambio que se efectúa,
porque el criterio mayoritario plasmado en la Sentencia de que discrepo, como
Sentencia de la Sala 1ª en pleno o general, constituye «per se" Jurisprudencia.
CUARTO.— Por lo expuesto, debe casarse la Sentencia recurrida, revocarse la del
Juzgado, y estimarse la demanda declarando nulo por simulación absoluta el
contrato otorgado en escritura pública de 14 de abril de 1.989, con imposición a los
demandados de las costas causadas en la primera instancia, y sin especial
declaración respecto de las de la apelación y casación.
Este es el voto particular que formula el Magistrado Dn. Jesús Eugenio Corbal
Fernández, y al que se adhieren el Magistrado Dn. Xavier O'Callaghan Muñoz, D.
Vicente Luis Montés Penedés y D. José Antonio Seijas Quintana.— Rubricado:
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Eugenio Corbal Fernández.— Xavier O'Callaghan Muñoz.— Vicente Luis Montés
Penedés.— José Antonio Seijas Quintana.
COMENTARIO
1. La Sentencia es del Pleno, pero tiene un voto particular firmado por cuatro
magistrados.
Aunque basta para formar Sala con tres magistrados, el art. 197 de la LOPJ
contempla la posibilidad de que puedan ser llamados para formar Sala todos los
magistrados que la componen cuando el Presidente o la mayoría de aquellos lo
estime necesario para la Administración de Justicia. La posibilidad de una
convocatoria de Sala General permite debatir y unificar criterios en cuestiones que
provocan discrepancias entre los magistrados, y puede servir para evitar
jurisprudencia contradictoria. En el presente caso se constituye el Pleno de la Sala
Primera para conocer jurisdiccionalmente de un caso concreto en el que se plantea
un problema sobre el que existe jurisprudencia contradictoria: el de la validez de la
donación de inmueble encubierta por una escritura de venta.
Se trata de una ocasión perdida de poner fin al que, a la vista del abundante
número de resoluciones jurisprudenciales dictadas en los últimos años, parece ser
el principal problema que plantea la donación. Es ponente de la sentencia que da
origen a este comentario el magistrado Antonio Gullón Ballesteros, y la firman,
además, los magistrados Juan Antonio Xiol Ríos, Román García Varela, Francisco
Marín Castán, José Ramón Ferrándiz Gabriel, Encarnación Roca Trías y Antonio
Salas Carceller. Formula voto particular el magistrado Jesús Eugenio Corbal
Fernández, al que se adhieren los magistrados Xavier O'Callaghan Muñoz, Vicente
Luis Montés Penedés y José Antonio Seijas Quintana. Lejos de alcanzar un acuerdo
la Sentencia consagra la división, y evidencia la imposibilidad, por el momento, de
contar con una jurisprudencia que unifique criterios acerca de la validez de la
donación de inmueble disimulada bajo la forma de escritura de compraventa.
La sentencia de 11 de enero de 2007 expone resumidamente los criterios
discrepantes seguidos en distintas ocasiones por la Sala Primera y adopta el que
considera preferible. El voto particular sostiene, por el contrario, que la sentencia se
aparta de la jurisprudencia más reciente de la Sala e implanta un criterio superado.
Existe una opinión con arreglo a la cual, fuera de los casos en los que se trata de
defraudar a terceros, debe mantenerse la validez de la donación disimulada, por ser
esa la voluntad de los otorgantes y no mediar fraude para los derechos de los
acreedores o los legitimarios. La exigencia rigurosa de escritura pública para la
donación de inmuebles del art. 633 CC no se opondría a ello y, tras apreciar
simulación, se entiende que debe prevaler el negocio realmente querido (art. 1276
CC) y se considera cumplido el requisito de forma aunque la escritura sea de
compraventa y no propiamente de donación. En este sentido, en el voto particular
de la sentencia se dice: "La razón de mi discrepancia es que comparto la tesis de la
interpretación flexible del art. 633 CC en el sentido de que la verdadera voluntad y
finalidad perseguida por los contratantes es la de otorgarse una donación, y que la
tesis literalista adolece de un excesivo rigor formal. Este criterio flexible es el que
empezó a predominar en la jurisprudencia a partir de 1980 en la perspectiva de la
donación remuneratoria, tanto por las razones que la determinan como por la
facilidad probatoria del «animus donandi», y luego se extendió también a la
donación pura, y que, por otra parte, permite, sin quebrantar ningún dogma legal,
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dar una respuesta satisfactoria a comportamientos sociales, que, por los motivos
subjetivos legítimos que sean, no quieren que su voluntad real sea conocida por
terceros".
Para la opinión mayoritaria que firma la sentencia, por el contrario, la donación
disimulada en escritura pública de compraventa es nula porque no se cumple el
requisito de constancia formal del «animus donandi» del donante y de la aceptación
de la donación por el donatario exigida en el art. 633 CC.
Parece que la tesis que queda más devaluada (y de la que se hace eco la
manualística civilista como si fuera la doctrina jurisprudencial mayoritaria) es la que
predica que, aunque como regla general debe negarse que la escritura de venta sea
la forma adecuada para cumplir el requisito de forma que el art. 633 exige para la
donación de inmuebles, debe admitirse una excepción, la de la donación
remuneratoria. La sentencia, por un lado, expresamente rechaza esta tesis ("el art.
633 no hace ninguna excepción de lo que preceptúa para ninguna donación,
además de que la remuneratoria no tiene ningún régimen especial, es el móvil
remuneratorio el que guía el «animus donandi» del donante nada más"), y en el voto
particular se advierte que, si bien la interpretación flexible del art. 633 se inició en
casos en los que era remuneratoria la donación encubierta por compraventa
simulada, lo determinante no es si la donación es remuneratoria, sino el criterio más
general de que la escritura de compraventa basta a efectos formales. Es cierto que
la doctrina que sostiene la validez de la donación tuvo su origen y se ha aplicado
sobre todo en el caso de las donaciones remuneratorias (Ss. 7 marzo 1980, 31
mayo 1982, 13 octubre 1992, 21 enero 1993, 14 marzo 1995). Tradicionalmente
esta tesis ha tenido su apoyo en la idea de que, como el art. 622 CC se remite para
las donaciones remuneratorias a las reglas de los contratos, cuando el servicio que
se remunera vale tanto o más que lo donado la donación remuneratoria está libre de
la falta de forma solemne de la donación pura. En los últimos tiempos, puesto que lo
cierto es que el art. 633 CC exige la forma para todo tipo de donación de inmuebles
y, sobre todo, que es extremadamente difícil determinar el valor del servicio que se
remunera, los defensores de esta tesis insisten en que la validez de la donación
remuneratoria de un inmueble disimulada bajo la forma de una compraventa
simulada resulta, sobre todo, de que siendo la donación remuneratoria queda
acreditado mucho más fácilmente el animus donandi, y por aplicación del art. 1.276
CC debe prevalecer la voluntad real de las partes. En este sentido apunta el voto
particular de la sentencia de 11 de enero de 2007 ("por la facilidad probatoria del
«animus donandi») y, más rotundamente el voto particular de O'Callaghan a la
sentencia de 26 de febrero de 2007, a la que me refiero a continuación.
Pueden hacerse, inicialmente, algunas observaciones. En primer lugar, la
constatación de que queda consagrada una indeseable incertidumbre que dará
lugar a sentencias contradictorias sobre asuntos similares en función no sólo de las
circunstancias sino también de quién sea el ponente. Las razones prácticas por las
que las personas otorgan simuladamente una compraventa son variadas. Pueden
pretender únicamente defraudar a los acreedores: el "poner los bienes a nombre de
los hijos", sin desear realmente una donación ni desprenderse de los bienes.
Pueden perseguir favorecer a uno de los hijos o descendientes, o incluso a un
tercero, bien para defraudar a legitimarios bien, sencillamente, para conseguir lo
que el ordenamiento permite lograr por otras vías. Así, por ejemplo, sobre todo
cuando no hay legitimarios, el vendedor-donante puede nombrar heredero al
comprador-donatario libremente y sin ningún tipo de restricciones cuantitativas ni
cualitativas y, sin embargo, prefiere dejar abierta la puerta para que sus hermanos,
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herederos legales, o incluso los herederos voluntarios (para los que la jurisprudencia
discute la legitimación) impugnen la compraventa simulada. Para cada uno de estas
hipótesis (simulación absoluta, simulación relativa, fraude de acreedores, fraude a la
legítima, incumplimiento de forma de donación en todos los casos) es difícil
aventurar las posibilidades de éxito de una impugnación de la donación simulada
así como aconsejar la argumentación jurídica preferible que podría utilizarse para
lograrlo.
Ello porque, detrás de este problema práctico, existe una profunda divergencia
sobre un buen número de cuestiones teóricas. Al margen de otras consideraciones
es curioso observar cómo en la sentencia que da origen a este comentario aparecen
divididas las opiniones de los cuatro catedráticos de Derecho civil que son
magistrados del Supremo, dos de ellos con el sentir mayoritario (Antonio Gullón,
Encarna Roca) y dos con la opinión minoritaria recogida en el voto particular (Xavier
O'Callaghan, Vicente Montés). En el fondo, existen posiciones bien diversas en el
tratamiento teórico-práctico que debe otorgarse a los problemas que suscita la
simulación, la función que cumple la forma y las consecuencias de su
inobservancia, la trascendencia de que los particulares sigan los cauces previstos
en el ordenamiento para conseguir sus fines, y lo que le importa a la sociedad que
no lo hagan, tanto cuando hay personas especialmente perjudicadas en derechos
reconocidos y protegidos por el ordenamiento (acreedores, legitimarios) como
cuando no las hay y, o bien reclaman terceros con expectativas hereditarias que no
se ven cumplidas (hermanos, sobrinos, herederos voluntarios favorecidos por un
testamento que no se cambió pero que por las donaciones realizadas se ven
privados de recibir una parte sustancial del patrimonio que perteneció al causante)
o, simplemente, hay un interés general en que se paguen los impuestos con arreglo
al negocio jurídico que las partes realmente han querido celebrar.
2. Otras sentencias del Tribunal Supremo de este mismo año 2007.
En el momento de redactar este comentario la Sala Primera del Tribunal Supremo
ha dictado dos sentencias en las que se plantea el problema de la validez de la
donación de inmuebles disimulada en una escritura de compraventa. Veamos cómo
se ha abordado la cuestión.
A.— La sentencia de 26 de febrero de 2007. Ponente: Antonio Gullón
Ballesteros. Voto particular de Xavier O'Callaghan Muñoz.
En el caso de la sentencia de 26 de febrero de 2007 al causante-donante, que no
tiene legitimarios, le hereda abintestato un hermano. Es este el que demanda al
chofer de su hermano, solicitando la nulidad de las escrituras de venta que el
causante otorgó a su favor sin que mediara precio.
Antonio Gullón, ponente de la sentencia de 11 de enero de 2007 lo es también de
esta de 26 de febrero. En esta segunda ocasión, y con los mismos argumentos
recogidos en la sentencia de 11 de enero, se estima el recurso de casación y se
declara la nulidad de una escritura de venta que ocultaba la donación de un
inmueble. Se reitera que una escritura pública de compraventa totalmente simulada
no cumple los requisitos del art. 633, pues el negocio disimulado de donación que
se descubra no reúne para su validez y eficacia aquellos. Se añade que esta
doctrina no admite excepción en el caso de las donaciones remuneratorias, porque
el art. 633 no hace ninguna excepción de lo que preceptúa para ninguna donación,
además de que la remuneratoria no tiene ningún régimen especial, y es el móvil
remuneratorio el que guía el «animus donandi» del donante nada más, móvil que se
considera indiferente jurídicamente para el Derecho.
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Xavier O'Callaghan (que se adhirió al voto particular redactado por Jesús Corbal a la
sentencia de 11 de enero de 2007) formula en esta ocasión un voto particular que,
no siendo demasiado extenso, merece la pena transcribir, por la claridad con la que
recoge una de las formas de abordar el problema:
"Primero. En consonancia con el voto particular formulado frente a la sentencia 11
de enero del presente año sobre tema análogo, expreso mi discrepancia partiendo
de una cuestión jurídica esencial: el artículo 633 del Código Civil impone la forma ad
solemnitatem de la escritura pública en la donación de bienes inmuebles, lo cual es
incuestionable. Si se celebra un contrato de compraventa y no hay precio, se dará la
simulación absoluta del mismo, por falta de causa y se deberá declarar la
inexistencia del contrato por falta de elemento esencial. Si ocurre lo mismo, pero
aparece la realidad del «animus donandi», la simulación será relativa: la
compraventa en escritura pública simula una donación, cuya donación disimulada
es válida, pues concurren sus elementos: consentimiento (transmisión y
aceptación), objeto (el mismo), causa (de liberalidad, disimulada) y forma: hay
escritura pública, que exige aquella norma; escritura pública, forma esencial que se
cumple, aunque sea como compraventa, pero esto es precisamente lo que
configura la simulación relativa.
Lo anterior lo mantengo en todo caso de compraventa simulada y donación, válida
como tal, disimulada. En la donación pura no siempre se acredita el «animus
donandi». Es evidente y demostrable en la donación remuneratoria, no porque las
remuneratorias se rijan por las normas generales de los contratos ya que no es
cierta la extraña disposición del artículo 622 y en ello estoy de acuerdo con la
sentencia de la que discrepo (fundamento primero, párrafo séptimo).
Segundo. Ciertamente, se ha dado una fluctuación jurisprudencial en este tema,
que pone en entredicho, aparte otras objeciones, la fuerza vinculante de la misma.
Pero también es cierto que la jurisprudencia de los últimos años se había
pronunciado decididamente a favor de la interpretación flexible del artículo 633 y la
validez de la donación encubierta bajo compraventa simulada, siempre, claro es,
que fuera en escritura pública y no fuera con fraude de derechos de legitimarios o
acreedores; criterio que era seguido por Jueces y Audiencias por mor de lo
dispuesto en el artículo 1.6 del Código Civil y que había aceptado la práctica forense
(han llegado asuntos a casación en que se plantean otros temas, pero se parte de
la validez de la donación bajo compraventa simulada en escritura pública) y la
realidad social (era una práctica constante, sin que tengan alcance en derecho los
móviles subjetivos).
Tercero. El presente caso es especialmente sangrante. Una persona culta y
conocedora del derecho, tras una larga conversación con el notario, celebra en
escritura pública una compraventa simulada con el comprador que acepta, como
verdadero donatario, como clara donación remuneratoria, como se expresa en la
demanda y se recoge en la sentencia (fundamento de derecho preliminar). La
donación favorece a persona que había tenido larga relación con el donante y en la
sentencia se acoge el pedimento de nulidad que hace el hermano del causante
(éste carecía de legitimarios) con el que ninguna relación de cariño le unía. Desde
luego, las sentencias de instancia habían mantenido la validez, con cita de
numerosas sentencias de esta Sala".
B.— La sentencia de 20 de junio de 2007. Ponente: Encarnación Roca Trías.
El pleito lo inicia la hija de una señora que otorgó, disimuladas bajo la forma de
compraventas, varias donaciones de inmuebles a favor de nietos, y otorgó
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testamento nombrando herederas a dos de sus hijas, distintas de la demandante. El
Juzgado estima la demanda y declara la nulidad de pleno derecho por ser
totalmente simulados los contratos de compraventa. La Audiencia, tras considerar
probado que existían donaciones encubiertas, desestimó la demanda que solicitaba
la declaración de nulidad, por entender que la donación es válida, sin perjuicio de la
inoficiosidad. La sentencia del Tribunal Supremo de 20 de junio de 2007 estima el
recurso de casación contra la sentencia de la Audiencia por entender que las
donaciones efectuadas por la causante de la demandante-recurrente deben ser
declaradas nulas por estar efectuadas en fraude de los derechos legitimarios de la
demandante.
El Tribunal Supremo en esta sentencia entiende que, al no tener en cuenta los
indicios que concurren, relacionados con la intención defraudatoria de la causante y
vendedora, que pretendió perjudicar los derechos de la hija legitimaria con las
ventas simuladas que efectuó a favor de sus nietos y de la esposa de uno de ellos,
la sentencia recurrida no aplicó correctamente el artículo 1275 CC en el sentido
interpretado "de forma relativamente unánime" por la Sala Primera.
Según la sentencia de 20 de junio de 2007, declarada la simulación del contrato de
compraventa por esconder auténticas donaciones, debe examinarse si la causa de
éstas era o no lícita y todos los indicios llevan a la conclusión de que se efectuaron
para defraudar los derechos de la legitimaria, por lo que deben declararse nulas las
donaciones disimuladas.
La demandante recurrente no plantea en este pleito que la escritura de venta no es
escritura de donación a los efectos del art. 633 CC. Dice la sentencia del Tribunal
Supremo que la sentencia recurrida utiliza un argumento adicional para desestimar
la demanda de nulidad, el de que la donación efectuada es válida a pesar de que lo
documentado en la escritura pública fue una compraventa, que la propia Sala
sentenciadora considera simulada, por haberse realizado una donación. Afirma la
sentencia del Tribunal Supremo que, aunque esta razón no puede ser utilizada para
la resolución de este recurso por no haberse planteado en los motivos ni haber sido
objeto de estudio y discusión en el pleito, lo cierto es que las donaciones efectuadas
por la causante deberían ser consideradas nulas por defecto de forma, porque «la
sentencia de esta Sala de 11 enero 2007, confirmada por la de 26 febrero del
mismo año, sienta la doctrina de que "la nulidad de la escritura pública de
compraventa impide que se considere válida la donación de inmuebles que se dice
encubría"». No en vano la ponente de la sentencia de 20 de junio de 2007 firmó con
la mayoría la sentencia de 11 de enero de 2007.
3. La sentencia de 11 de enero de 2007 y el voto particular discrepante.
Es interesante observar que tanto la sentencia como el voto particular que se
formula consideran procedente la casación de la sentencia de instancia, pero por
motivos diversos. Detrás de cada una de estas opiniones hay un planteamiento
teórico diferente, tanto por lo que se refiere a la forma en que se puede revisar en
casación la existencia de simulación como por lo que se refiere a la validez de la
donación de inmuebles disimulada bajo la forma de una compraventa.
La sentencia rechaza los motivos del recurso que pretendían que se declarara la
nulidad de la venta por simulación absoluta y estima el motivo que solicitaba la
declaración de nulidad de la donación encubierta por no concurrir el requisito de
validez de forma del art. 633 CC entendida en el sentido de que no basta escritura
pública, sino que para la validez de la donación es necesaria una escritura pública
de donación en la que conste el «animus donandi». El fallo, sin embargo, podría
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inducir a error sobre los razonamientos que contiene la sentencia, pues pega un
salto lógico y declara que "es nula por simulación absoluta la escritura pública de
compraventa". En realidad, lo que se está diciendo, a la vista de los expresado en
los fundamentos jurídicos, es que la compraventa es simulada porque no hay precio
y por tanto es nula, y que la escritura de compraventa no reúne los requisitos de
validez de la donación.
El voto particular entiende que, en el caso, existió simulación absoluta, pues solo se
pretendió poner los bienes a nombre de la hija para sustraer los bienes de los
padres a la posible responsabilidad civil derivada de la actuación del hijo en el
accidente de escopeta. En realidad, añado yo, los padres no querían donar nada a
la hija, sino sólo crear una apariencia de negocio, y no hay ninguna otra voluntad
contractual. El voto particular discrepa de la sentencia en cuanto declara la nulidad
de la donación remuneratoria disimulada bajo la forma de compraventa. En palabras
del magistrado discrepante porque "comparto la tesis de la interpretación flexible del
art. 633 CC en el sentido de que la verdadera voluntad y finalidad perseguida por
los contratantes es la de otorgarse una donación, y que la tesis literalista adolece de
un excesivo rigor formal".
La sentencia no impone las costas de la primera y de la segunda instancia a
ninguna de las partes, atendiendo a la "naturaleza sumamente controvertida en la
propia jurisprudencia de la cuestión litigiosa". El voto particular, en cambio, entiende
que las costas de la primera instancia debieron imponerse a los demandados.
El resultado, en el caso que da pie a esta sentencia, es el mismo, el de la
declaración de la nulidad de la escritura otorgada por los demandados, con la
consiguiente restitución de las fincas a los padres y la cancelación de las
inscripciones registrales a favor de la hija, lo que permitirá al demandante (por
cierto, dieciocho años después del accidente) cobrar la indemnización. Declarada la
nulidad, tanto si se sigue el camino de la sentencia como el del voto particular, ya no
es necesario entrar a analizar si se dan los presupuestos de la acción rescisoria por
fraude de acreedores. Podría parecer intrascendente entonces la vía por la que se
llega a este resultado y admitir que, si se aprecia simulación absoluta, no es preciso
mantener la rigidez del criterio formalista adoptado por la sentencia. Pero en
realidad no es así. De una parte porque no siempre puede apreciarse simulación
absoluta en las ventas simuladas y, en ocasiones, el vendedor-donante realmente
quiere hacer una atribución gratuita al comprador-donatario. De otra porque,
existiendo remedios específicos para los actos que defraudan los derechos de los
acreedores (rescisión por fraude) y de los legitimarios (acciones de reducción) no es
seguro que la aplicación del art. 1275 CC y la declaración de la nulidad del contrato
sea la solución que unitariamente deba imponerse en todos los supuestos.
Una última observación. El art. 643 CC establece la responsabilidad del donatario
respecto de las deudas de donante cuando la donación se haya hecho en fraude de
acreedores. En particular, se presumirá siempre hecha la donación en fraude de
acreedores cuando al hacerla no se haya reservado el donante bienes bastantes
para pagar las deudas anteriores a ella. Es discutido si se trata de una aplicación de
la acción pauliana o de una acción que permite a los acreedores dirigirse
directamente contra el donatario sobre todos sus bienes. Parece preferible entender
que se trata de una responsabilidad del donatario con los bienes recibidos del
donante y, al menos, por las deudas que a este le fueran exigibles en el momento
de realizar la donación. Lo cierto es, sin embargo que, en la práctica, las donaciones
fraudulentas suelen disimularse bajo la forma de una compraventa y, habitualmente,
son casos de simulación absoluta, en el sentido de que el único propósito que
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anima a las partes es el de sustraer los bienes a la acción de los acreedores. Ello
explica que los acreedores defraudados ejerzan la acción de simulación y no
acudan a lo dispuesto en el art. 643 CC que, en principio, podría parecer el cauce
más idóneo para satisfacer sus intereses.
A.— La simulación en el recurso de casación.
En el caso que da pie a la sentencia de 11 de enero de 2007 se trata de una
compraventa simulada en la que no hay precio. Este hecho queda acreditado y así
lo reconocen las dos sentencias de instancia. Estas entienden, además, que la
simulación era relativa, pues ocultaba un negocio de donación remuneratoria. La
sentencia recurrida concluye que en realidad hubo una donación remuneratoria con
una causa válida y lícita y que no se puede presumir fraude: "La circunstancia de
que la misma tuviera lugar a los dos meses de que el hijo y hermano de los
demandados alcanzara con un perdigón el ojo del hijo del actor no es suficiente
para poder presumir que el Sr. Carlos Ramón intentaba perjudicar al hoy actor pues
debe tenerse en cuenta que la familia de ambos hijos era muy amiga y que el
disparo se produjo cuando ambos menores llevaban una escopeta cada uno y
habían salido a jugar después de haber comido juntos. Tal circunstancia bien pudo
llevar al convencimiento al Sr. Carlos Ramón de que su amigo nunca le iba a
reclamar cantidad alguna por el accidente; ello es así por cuanto no consta que el
actor le hiciera reclamación alguna (aunque fuera verbal) antes de la celebración del
contrato pues incluso dejó transcurrir 20 meses para interponer la demanda; por
otro lado tampoco era clara la responsabilidad del Sr. Carlos Ramón cuando tanto la
Audiencia como el Tribunal Supremo apreciaron la existencia de concurrencia de
culpas en el Sr. Carlos Ramón y en el actor por la falta de vigilancia de ambos
menores al no adoptar las medidas para que no pudieran llevarse cada uno una
escopeta".
El primer motivo del recurso de casación denuncia, al amparo del derogado art.
1692.3º LEC quebrantamiento de las normas reguladoras de la sentencia por
infracción del art. 248.3º ya que en la sentencia recurrida no consta ningún párrafo
numerado y separado que se pronuncie acerca de los hechos que se considerasen
probados. El motivo segundo, al amparo del art. 1692.4º LEC acusa infracción de
los siguientes artículos del Código civil: 1261.3, 1275, 1276, 618 a 655. En
definitiva, lo que sostiene el recurrente es que el negocio celebrado por los
demandados tendría una causa ilícita, pues no hubo voluntad de donar sino de
perjudicarle provocando la insolvencia de los demandados. Además, se afirma que
la donación de los únicos bienes que poseía el matrimonio demandado sería nula
por contravenir el art. 634 CC, e inoficiosa según el art. 636 del mismo cuerpo legal.
El Tribunal Supremo rechaza el primer motivo con invocación de la doctrina
jurisprudencial que niega que en materia civil sea preciso que las sentencias
contengan formalmente una enumeración separada de los hechos probados. En
efecto, se ha impuesto la opinión que restringe el alcance de lo dispuesto en el art.
209 LEC 2000 que, copiando del art. 248.3 LOPJ, podría entenderse en el sentido
de hacer irregular la sentencia que carezca de enumeración expresa de los hechos
probados y, por el contrario, se considera que basta con que a través de los
fundamentos jurídicos de la sentencia se narren los hechos, sin ninguna formalidad.
Otra cosa es que, desde luego, esta forma de proceder de los tribunales civiles
puede dificultar el control de la calificación jurídica del contrato porque, al no separar
formalmente los hechos probados de su valoración no pueden fácilmente atacarse
ni la interpretación de la declaración de voluntad negocial ni la valoración de los
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indicios que permitan apreciar si ha existido simulación, o si el propósito de las
partes era el de perjudicar a terceros.
El Tribunal Supremo rechaza el segundo motivo con invocación de la doctrina
jurisprudencial que considera irregularmente formulado el recurso de casación que
invoca de manera indiscriminada todos los preceptos relativos a una materia (en el
caso, la regulación de la donación), sin especificar cuáles son los concretos
preceptos infringidos.
Por el contrario, el voto particular entiende que debieron estimarse los dos primeros
motivos del recurso de casación. El primero por ser patente la falta de motivación de
la resolución recurrida acerca de la simulación absoluta postulada en la demanda,
pues limita su contenido a la validez de la donación remuneratoria. El segundo, por
infracción de los arts. 1261.3º, 1274, 1275 y 1276 CC, por expresión de causa falsa,
y no existir otra causa verdadera y lícita, entendiendo que no obsta para la
apreciación de la simulación contractual que nos hallemos ante un recurso de
casación pues "no hay cuestión sobre los indicios -que integra la «questio facti»-,
sino sobre su significación jurídica, es decir, la entidad para revelar la actuación
simulatoria fraudulenta, sin que proceda reducir la apreciación del fraude de
acreedores al campo de la acción rescisoria, en cuanto ésta opera en el ámbito de
los contratos válidos (art. 1.290 CC), la actuación fraudulenta puede manifestarse
mediante un contrato carente de validez".
Detrás de uno y otro planteamiento está, en el fondo, el problema de la revisión en
casación de la simulación. Existe una jurisprudencia que entiende que es una
cuestión de hecho, sólo impugnable en casación por el medio impugnatorio
adecuado para ello (error en la valoración de la prueba, con invocación de la norma
valorativa de prueba infringida), lo que ha permitido al Tribunal Supremo cuando ha
querido revisar (o mantener) en casación la valoración del tribunal a quo con el
argumento de que era contraria (o ajustada) al raciocinio lógico, a las reglas del
criterio humano. Pero también se ha defendido que el control de la calificación
jurídica de los hechos probados es revisable en casación (sin necesidad, en la
actualidad, de acudir el recurso extraordinario por infracción procesal del art.
469.1.2 LEC) en la medida en que un error en la calificación de los hechos
comporta infracción de una norma, tanto si se entiende que son las normas de
interpretación de los contratos como si se entiende que la consecuencia de una
defectuosa calificación jurídica es la aplicación de una norma a una situación para la
que no está prevista.
Desde luego que en el ámbito civil, a diferencia de lo que sucede en el penal, no es
exigible, como requisito cuyo incumplimiento lleve aparejado la nulidad de la
sentencia, la expresa y formal relación de los hechos probados. A la dificultad de
deslindar un puro elemento fáctico de uno jurídico puede añadirse el argumento de
la falta de necesidad de tal exigencia por la propia naturaleza y finalidad del proceso
civil. Pero lo cierto es que la heterogeneidad con que la jurisprudencia civil trata los
problemas de simulación y la revisión en casación tanto de la calificación como de la
valoración de los indicios que permiten apreciar si hay simulación viene favorecida
por la forma en la que los jueces civiles redactan las sentencias, por la flexibilidad
con la que se considera cumplida la referencia a los hechos probados y por la falta
de separación de lo que son hechos probados de lo que es calificación.
Solo por poner ejemplos cercanos en el tiempo a los hechos que dan lugar a la
sentencia de 11 de enero de 2007 me referiré a la ya citada de 20 de junio de 2007
y a la de 29 de julio de 2005, a su vez citada por la anterior.
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En la sentencia de 20 de junio de 2007, como ya he dicho, se casa la de la
Audiencia y se confirma la del Juzgado, después de decir en su Fundamento de
Derecho primero: "El Juzgado de 1ª Instancia nº 3 de Avilés estimó la demanda.
Consideró que a pesar de la falta de prueba, debía resolverse en favor de la
existencia de la nulidad por indicios, entre los que se encontraba: a) la falta de
prueba del estado de necesidad de la vendedora; b) que los inmuebles en cuestión
se habían vendido a parientes cercanos; c) el precio vil que figura como entregado y
no pagado efectivamente; d) no constaba la realidad de las obras, por lo que no se
había acreditado que se hubieran realizado actos de dominio. Apelada dicha
sentencia, la de la sección 5ª de la Audiencia provincial de Asturias revocó la
apelada porque aun coincidiendo con la sentencia revocada en la escasez de los
datos probatorios, analizándolos, llegaba a conclusiones distintas, aunque entendió
que había simulación relativa, que se trataba de donaciones encubiertas, sin
perjuicio de la inoficiosidad. Revocó la sentencia". El Supremo estima el recurso que
denunciaba, al amparo del art. 1692.4 LEC infracción de los arts. 1275 y 1276 CC.
A diferencia de lo que hace la sentencia de 11 de enero de 2007 no se invocan en
esta otra sentencia de 20 de junio de 2007 ninguno de los argumentos sobre el
carácter formal del recurso de casación, ni la conocida doctrina de que debe
mantenerse en casación el criterio del Tribunal de instancia salvo cuando
notoriamente falte un enlace preciso y directo entre el hecho demostrado y el que se
trata de deducir.
La sentencia de 29 de julio de 2005, en cambio, desestima el recurso contra la
sentencia que estimó las demandas y declaró la inexistencia por simulación
absoluta de la compraventa y de la donación disimulada por ilicitud de la causa. Se
rechaza el motivo del recurso que denunciaba infracción de los artículos 1281.2 en
relación con el artículo 1282 CC porque "hay que estar a la apreciación realizada
por la Sala de instancia, que sólo sería revisable en casación si se llegara con ella a
un resultado ilógico o absurdo, como tantas veces ha dicho esta Sala". Se rechazan
los motivos del recurso que denunciaban infracción del art. 1214 CC en relación con
los arts. 1261.3, 1275 y 636 CC porque se recuerda que es doctrina que la prueba
de la existencia y validez del negocio disimulado corresponde a la parte a quien
interesa.
En el caso que da pie a la sentencia de 11 de enero de 2007, la sentencia de la
Audiencia recurrida, aunque no contuviera de manera separada los hechos
probados, consideró como tales tanto la inexistencia de compraventa —no hubo
precio— como la existencia de una donación remuneratoria. El Tribunal Supremo,
por su parte, da por buena la afirmación de la sentencia recurrida de que existió una
donación remuneratoria —"existiese o no, no puede juzgarse dado el defectuoso
planteamiento procesal" del recurso de casación—, y rechaza la infracción de los
arts. 1275 y 1276 CC. Seguramente porque, en el fondo, todo este problema le
resultaba indiferente para lo que realmente quería decir el ponente. Que la donación
era nula por falta de forma, porque la escritura no era de donación sino de
compraventa. Aunque luego en la redacción del fallo le traicionara al ponente la
realidad de los hechos del caso concreto: que había simulación absoluta, porque los
padres y la hija no quisieron realmente celebrar ningún negocio, sino sólo ocultar
bienes frente a la acción de responsabilidad civil lo que en el caso, como dice el
voto particular, me parece evidente. Por eso en el fallo de la sentencia, como he
advertido antes, termina declarándose que es «nula por simulación absoluta la
escritura pública de compraventa".
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B.— Nulidad de la donación de inmuebles hecha bajo la forma de escritura de
compraventa
a) La sentencia de 11 de enero de 2007
Partiendo de la declaración de la sentencia recurrida, que considera probada la
existencia de una donación remuneratoria con causa válida y lícita, oculta bajo una
escritura pública de venta simulada, la sentencia estima el motivo cuarto del recurso
de casación que, al amparo del art. 1692.4º LEC, acusaba infracción de la doctrina
jurisprudencial que declara la nulidad de la donación de inmuebles hecha bajo una
compraventa simulada.
Tras advertir que el recurrente sólo recoge algunas de las sentencias favorables a
su tesis de la nulidad, la sentencia recuerda que la cuestión de si es válida la
donación efectuada de este modo encubierto ha sido tratada en numerosas
ocasiones por la Sala con criterios discrepantes. De manera resumida y
sistematizada, cita, agrupadas en torno a tres opiniones, numerosas sentencias del
Tribunal Supremo sobre la materia. Termina concluyendo que el art. 633, cuando
hace forma sustancial de la donación de inmuebles la escritura pública no se refiere
a cualquier escritura, sino a una específica en la que deben expresarse el «animus
donandi» del donante y la aceptación por el donatario del desplazamiento
patrimonial. No reitero aquí los argumentos que utiliza la sentencia, por ser ya
habituales en la doctrina y jurisprudencia que mantienen esta postura, y me remito a
la lectura del fundamento cuarto de la misma.
b) El voto particular
Por el contrario, en el voto particular se considera preferible una interpretación
flexible del art. 633 CC que "permite, sin quebrantar ningún dogma legal, dar una
respuesta satisfactoria a comportamientos sociales, que, por los motivos subjetivos
legítimos que sean, no quieren que su voluntad real sea conocida por terceros" y, de
esta forma, sostiene que se debe mantener la validez de la donación disimulada
bajo la forma de escritura de venta.
El voto particular afirma que, la razón del mismo, es poner de relieve la
inoportunidad de lo que considera un cambio jurisprudencial sin que exista razón
para ello. Señala que el argumento literalista había quedado superado y hace
referencia a que en los últimos años solo se ha pronunciado un voto particular en
una sentencia de 1995. Concluye expresando su preocupación: "porque el cambio
va a producir una importante afectación social, porque puede dar lugar a la
inestabilidad de situaciones jurídicas creadas al amparo de nuestra jurisprudencia,
que es tanto más perturbador en lo que atañe a las donaciones remuneratorias. Es
éste el aspecto que más me preocupa, porque la «norma jurisprudencial», a
diferencia de una modificación legal, no es, para tal doctrina, irretroactiva. Y ahí
radica la trascendencia del cambio que se efectúa, porque el criterio mayoritario
plasmado en la Sentencia de que discrepo, como Sentencia de la Sala 1ª en pleno o
general, constituye «per se» Jurisprudencia".
El voto particular advierte que en los últimos años se ha mantenido una
jurisprudencia flexible y "el argumento interpretativo literalista fue el que determinó
durante años la contradicción jurisprudencial y parecía superado (un sólo voto
particular, en el año 1995)". Esta referencia al voto particular debe entenderse
hecha al voto que, precisamente, redactó Antonio Gullón, el ponente de la sentencia
de 11 de enero de 2007, a la sentencia de 14 de marzo de 1995. En aquella
ocasión, el Tribunal Supremo confirmó la sentencia que entendió que, si bien el
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contrato de compraventa era simulado, encubría una donación remuneratoria
plenamente válida de una tía al sobrino con el que convivió durante años. De esta
forma se rechazaban las pretensiones del marido demandante, que veinte años
antes fue nombrado heredero universal por su mujer, quien no llegó a revocar el
testamento. Gullón redactó un voto particular a la sentencia en el que discrepaba de
la "ratio decidendi" de la sentencia mayoritaria, opinando que, de acuerdo con otra
línea jurisprudencial de la Sala, la donación de inmueble disimulada bajo
compraventa no cumple el requisito formal del art. 633 CC. Otra cosa es que
compartía el fallo desestimatorio, con apoyo en la doctrina que niega legitimación al
actor, como heredero universal de la donante, para impugnar la donación (vid. el
interesante comentario de C. Asúa a esta sentencia en el número 38 de estos
Cuadernos).
c) La incertidumbre continuará en el futuro
Entiendo la preocupación expresada en el voto particular. La reflexión, sin embargo,
más que centrarse en la necesidad de preferir jurisprudencialmente una
determinada línea de interpretación, debe advertir la inconveniencia de que la
decisión de problemas que se plantean de manera reiterada en el tiempo queden en
manos de los tribunales. Cualquier solución legal expresa y clara, en cuanto
confiere seguridad jurídica, sería la mejor. Pero todo ello pasa por una reforma del
Derecho de obligaciones que por el momento no se vislumbra entre nosotros.
Es conocido que, para la generalidad de los civilistas, y desde luego para los
tribunales civiles, es irrelevante que los particulares utilicen negocios simulados, por
supuesto con el asesoramiento de profesionales a los que el sistema les
encomienda la función, en su doble calidad de funcionario público y profesional del
Derecho, de "asesorar a quienes reclaman su ministerio y aconsejarles los medios
jurídicos más adecuados pera el logro de los fines lícitos que se propongan
alcanzar" (art. 1 Rn.). Aunque no fuera precisamente este el caso de fraude que la
ley pretendiera atajar, supondrá una dificultad para su celebración futura la
exigencia —introducida en la Ley del notariado y en la Ley hipotecaria por la Ley de
medidas de prevención del fraude fiscal de 29 de noviembre de 2006— de que las
escrituras que transmitan a título oneroso el dominio de inmuebles identifiquen los
medios de pago empleados por las partes. En cualquier caso es evidente que
cuando únicamente se han visto defraudados los intereses generales el problema
nunca se plateará como un pleito civil y aun en el hipotético caso de que lo hiciera
se enfrentaría al control de la exigencia procesal del interés. Si, para reforzar su
posición, el demandante invoca el fraude fiscal, probablemente se encontrará con la
indiferencia del juez civil (así, en el caso de la sentencia de 1 de febrero de 2002,
ponente Jesús Corbal Fernández: hermanos nombrados herederos testamentarios
que impugnan donación remuneratoria encubierta por una venta hecha por la
causante-vendedora-donante a favor del hijo del matrimonio que la cuidaba;
alegado el posible fraude fiscal cometido por los demandados el Supremo recuerda
la jurisprudencia conforme a la cual las hipotéticas infracciones fiscales no afectan a
los derechos sustantivos civiles).
En un paso más de cercanía jurídico-privada, cuando no sólo se defraudan
intereses generales, sino expectativas de personas privadas identificadas empiezan
las divergencias. La cuestión es si debe prevalecer la voluntad de quien quiere
favorecer a título gratuito a un tercero pero, para lograrlo, en lugar de nombrarlo su
heredero, otorgarle un legado, o favorecerle con una donación, otorga a su favor
una compraventa que disimula una donación. No es raro que, como en el caso
anterior, quien así actúa lo haga asesorado por un profesional: "tras larga
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conversación con el notario", en palabras del voto particular de O' Callaghan a la
sentencia de 26 de febrero de 2007, a la que me he referido ya.
Mantener la validez de la donación en este caso frente a la impugnación del
hermano, heredero legal, se basa sobre todo, contra la letra del art. 633 CC, en
razones de equidad, en una interpretación sentimental del Derecho, y lleva a
respetar la voluntad de quien directamente decidió no hacer lo que la ley le permite
por los cauces previstos para ello (aunque seguramente con mayor coste fiscal).
Por el contrario, no respetar la voluntad del causante, cuando quiso donar pero, por
su fallecimiento, ya no puede reiterar la donación, puede parecer un rigor formalista
excesivo. Es, sin embargo, más coherente con la propia firmeza jurisprudencial que,
aquí sin fisuras, exige la escritura pública para la donación de inmuebles (por todas,
con cita de jurisprudencia, la sentencia de 14 de diciembre de 1999, referida a un
caso en el que la venta simulada se hizo en documento privado y la compradoradonataria pretende su elevación a público). ¿O es que merece más protección quien
defrauda o utiliza vericuetos asesorado por un notario? Es evidente que no porque
se otorgue escritura pública el contrato tiene una mayor veracidad, pues la mayoría
de los casos de simulación se realizan en documento público.
El rigor formalista, desde luego, supone una mayor seguridad jurídica y es más
coherente con la exigencia de forma prevista tanto para garantizar la formación de
una voluntad meditada (defender al donante de sus impulsos generosos) como para
proteger los intereses de terceros. La exigencia de forma facilita el ejercicio de las
acciones de reducción y de rescisión por fraude, al permitir acreditar la existencia de
donación y la porción reducible o el cálculo de la disminución de patrimonio
realizada fraudulentamente. Pero también puede propiciar, en su caso, la aplicación
de todas las causas de revocación de donaciones que establece la ley. Si se admite
la diversidad de funciones que está llamada a cumplir, la exigencia de la forma de
escritura de donación para la donación de inmuebles no debería depender caso por
caso de si se ha hecho para defraudar a legitimarios o a acreedores. La primera
sentencia en la que unánimemente se identifica el origen de la doctrina
jurisprudencial que niega la validez de la donación encubierta bajo forma de
compraventa es la de 3 de marzo de 1932 que, en el caso, entendió que no valía la
donación porque no constaban los términos de la aceptación y, en particular, se
discutía entre donante y donatario si la donación era modal o pura. Problemas
semejantes de incumplimiento de cargas podrían suscitarse también después de la
muerte del donante, pues como es sabido, tanto el beneficiario de la carga como los
herederos del donante están legitimados para hacer valer las consecuencias que se
derivan de su incumplimiento. Todo ello se dificulta si la escritura no es de
donación.
Finalmente, cuando el propósito de la simulación es defraudar derechos de
terceros, la posición de estos no siempre será la misma si se defiende la validez de
la donación pese a la falta de forma de donación, pues se les impone la doble carga
de ejercitar la acción de simulación y, además, con mucha incertidumbre sobre su
resultado, la de ilicitud de la donación por causa ilícita (defraudar a los terceros, art.
1275 CC) o las de reducción de donaciones o rescisoria, según los casos.
El voto particular de la sentencia de 11 de enero de 2007 considera aplicable al
caso el art. 1275 CC y llega al resultado de la nulidad de la donación disimulada por
no existir una causa verdadera y lícita, sino solo el ánimo del fraude de acreedores.
De manera parecida, en la sentencia de 20 de junio de 2007, a la que me he
referido antes, se entiende que, declarada la simulación del contrato de
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compraventa por esconder auténticas donaciones, debe examinarse si la causa de
éstas era o no lícita y todos los indicios llevan a la conclusión de que en el caso se
efectuaron para defraudar los derechos de la legitimaria, por lo que deben
declararse nulas las donaciones disimuladas.
Es cierto que existe una jurisprudencia que, haciendo un uso muy amplio del art.
1275, lo aplica a los contratos que tienen la finalidad de perjudicar a terceros. En
particular, la acción específica prevista en el Código para los casos en los que la
donación perjudica la legítima es la de reducción de donaciones. La sentencia de 20
de junio de 2007 no solo aplica la nulidad del art. 1275 sino que llega a negar
incluso, lo que parece excesivo, que la acción de reducción sea la procedente
cuando, como en el caso, las donaciones tienen "causa ilícita", por haberse
otorgado con "intención defraudatoria", para perjudicar a un legitimario.
Aparte de la dificultad de la prueba indiciaria, y de la falta de uniformidad que el
control de los indicios de simulación ofrece en casación, no estoy segura de que
siempre que se haga una donación disimulada bajo la forma de una compraventa
deba apreciarse el indicio fraudulento, o si no sería mejor tener en cuenta otros
datos, como la inexistencia de otros bienes suficientes en el patrimonio para pagar
la legítima. En casos como el de la sentencia de 20 de junio de 2007 es posible que
la donante, más que perjudicar a la demandante, o junto a ello, lo que quisiera es
beneficiar a los demandados por lo que, quizás, no sea razonable, por el solo dato
de la simulación, aplicar de manera indiscriminada el art. 1275 y puede tener más
sentido aplicar la acción de reducción por inoficiosidad. Porque no termina de
quedar claro en esta jurisprudencia en la que se mezclan la simulación, la causa
ilícita y la lesión de la legítima si se consideraría también aplicable el art. 1275 CC
en los casos en los que abiertamente se hubiera realizado una donación.
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