SISTEMAS DE INNOVACION Y PAISES EN DESARROLLO

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SISTEMAS DE INNOVACION Y PAISES EN DESARROLLO
Rodrigo Arocena y Judith Sutz1
Universidad de la República
URUGUAY
Indice
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Resumen de un planteo
Más allá de la monoeconomía
El enfoque de los Sistemas de Innovación
Una mirada desde el Sur
La relevancia de las interacciones
Acerca de la innovación realmente existente en América Latina
El subdesarrollo y la divisoria del aprendizaje
Espacios interactivos de aprendizaje e inserción neoperiférica
Aprendizaje y desigualdad
Actitud ante el cambio y capital social
Sobre la construcción de Sistemas de Innovación en países subdesarrollados
Desarrollo Humano Auto Sustentable
Epílogo: los pequeños países periféricos
Resumen de un planteo
¿Cuáles son los países en desarrollo? Su heterogeneidad desafía una caracterización
pero, hoy como ayer, es posible definirlos por oposición. Cuando la transición de las
sociedades agrarias a las sociedades industriales enmarcaba el acontecer histórico mundial,
los países “en desarrollo” fueron los que no ingresaron en la senda de la industrialización, lo
cual los ubicó en posiciones poco favorables ante la expansión del Occidente industrializado,
configurándolos así como países subdesarrollados más que “en desarrollo”. Cuando, al
presente, vivimos la transición a la sociedad del conocimiento, en los países desarrollados la
economía se basa sólidamente en la ciencia, la tecnología, la innovación y la educación
avanzada, mientras que países “en desarrollo” son los otros, los que no logran hacer de la
generación, transmisión y uso del conocimiento un vector fundamental de crecimiento
económico y progreso social.
En la edad de oro del desarrollo - las décadas que siguieron a la II Guerra Mundial -,
grandes esperanzas fueron suscitadas por distintas estrategias para la industrialización y el
avance de los países subdesarrollados. Las propuestas prevalecientes se contraponían a partir
de una suposición compartida, la existencia de un “primer motor” del desarrollo, hipótesis
1
Versión revisada y ampliada de un trabajo preparado para el Seminario Internacional de SUDESCA,
“Estrategias para el Desarrollo Sostenible en Centro América”, El Salvador, mayo del 2001. Los autores
agradecen los comentarios de los participantes en el Seminario y la invitación a escribir este trabajo para las
publicaciones de SUDESCA. El texto presentado articula contribuciones anteriores de los autores que éstos
tuvieron oportunidad de presentar y discutir con colegas convocados por los colectivos DRUID, SUDESCA,
Instituto de Economía Industrial de la Universidad Federal de Río de Janeiro y Australian Expert Group in
Industry Studies.
simplificadora que permite verlas como enfoques “monistas”, o modelos propiamente dichos.
La decepción respecto al desarrollo, que se hizo tan fuerte en casi todo el Tercer Mundo
durante la década de 1980, vino de la mano con la esterilizante disyuntiva entre Estado y
mercado; al fracaso de los modelos “estadocéntricos” siguió un nuevo fracaso de los modelos
“mercadocéntricos”, mientras que se registraban algunos procesos de crecimiento exitoso que
no parecían responder a ninguno de esos modelos. En las ciencias sociales latinoamericanas,
las dudas desplazaron a las certezas (Sonntag, 1988). A partir de la década de 1990, las
interrogantes han pasado a dominar la problemática del desarrollo a escala internacional.
Este trabajo apunta a justificar, de manera harto sintética y sin ninguna pretensión de
originalidad, una afirmación que creemos central: la teoría de los Sistemas Nacionales de
Innovación, SNIs (Lundvall, 1985, 1988, 1992; Freeman, 1987; Nelson, 1993; Edquist, 1997)
ofrece una perspectiva útil para renovar los análisis de la problemática del Desarrollo en tanto
transformación social integral. En semejante perspectiva, algunas de las contribuciones
clásicas del pensamiento sobre el Desarrollo cobran nueva vigencia.
La teoría de los SNIs: (i) ofrece una perspectiva que toma en cuenta múltiples actores
sociales, lo que permite superar la contraposición esquemática entre Estado y mercado; (ii)
destaca la importancia de una variedad de aspectos, no sólo económicos sino también
políticos, institucionales y culturales; (iii) lleva la atención hacia ciertos procesos concretos de
interacción entre actores y organizaciones, ofreciendo un marco general para su estudio. Esos
tres rasgos dan lugar a otro, decisivo: (iv) potencialmente, la teoría de los SNIs ilumina el
estudio de los rasgos característicos de la innovación en los países subdesarrollados,
contribuyendo así a revitalizar el pensamiento sobre el Desarrollo, cuyo cometido definitorio
era el análisis global e interdisciplinario de las especificidades de la “condición periférica”.
En esto último hacía hincapié la concepción latinoamericana clásica acerca del
Desarrollo, que tomó cuerpo entre las décadas de 1950 y 1970, para luego batirse en retirada
durante la gran crisis de los años 1980. A partir de la crisis pareció esfumarse otro rasgo
central de aquella concepción latinoamericana, la idea del Desarrollo como transformación
social integral. Ahora bien, tal idea no está lejos de la noción del Desarrollo como expansión
de las libertades, en la formulación tan actual como vigorosa de Amartya Sen (2000). La misma
tiene como columna vertebral el protagonismo de la gente: ver a “los individuos como agentes
antes que como pacientes” (Sen, 2000: 173). La prioridad asignada a la expansión de las
libertades inspira una visión “activista” del Desarrollo: “Basándonos en la distinción medieval
entre ‘el paciente’ y ‘el agente’, esta interpretación de la economía y del proceso de desarrollo
basada en la libertad es una teoría que se apoya en gran medida en el concepto de agente”
(Idem: 28).
Por esta vía, la teoría de los SNIs confluye con la visión de Sen para repensar, desde
una perspectiva de actores, la cuestión del Desarrollo en tanto búsquedas múltiples para
mejorar globalmente las condiciones de vida de la gente, en las condiciones específicas del
“Sur” y de las muy variadas realidades que lo componen.
Más allá de la monoeconomía
A comienzos de la década de 1980, Albert Hirschman escribió un ensayo famoso
acerca de la evolución de la teoría del desarrollo, poniendo de manifiesto ciertas causas
centrales de su acelerado auge y de su aún más acelerada decadencia:
“la economía del desarrollo surgió como la punta de lanza de un esfuerzo que habría de lograr una
emancipación general del atraso. Para que tal esfuerzo cumpla su promesa, el desafío planteado por la política
mala deberá enfrentarse, en lugar de eludirse. Ahora está fuera de duda que esto no puede hacerse sólo por la
ciencia económica. Por esta razón no puede frenarse por completo la declinación de la economía del
desarrollo: nuestra subdisciplina había alcanzado su considerable prestigio y atractivo gracias a la idea implícita
de que podría derrotar al dragón del atraso virtualmente sola, o por lo menos que su contribución a esta tarea
era decisiva. Ahora sabemos que no es así; quizás nos consuele pensar que hemos ganado en madurez lo que
hemos perdido en entusiasmo.” (Hirschman, 1984: p. 38)
El ensayo citado inicia un volumen cuyo objetivo es “traspasar” las fronteras
disciplinarias, yendo “de la economía a la política y más allá”. Nuestra afirmación básica
puede ahora reformularse diciendo que la teoría de los SNIs es, precisamente, la herramienta
conceptual idónea para esa operación de “traspasamiento”.
El enfoque de Hirschman permite aclarar algo de lo dicho antes. Señala el autor que la
economía del desarrollo se configuró a partir de dos ingredientes económicos básicos:
“el rechazo de la pretensión de la monoeconomía y la afirmación de la pretensión del beneficio mutuo . Entiendo
por el rechazo de la monoeconomía la idea de que los países subdesarrollados se apartan como un grupo debido a varias características económicas específicas comunes a todos ellos - de los países industriales
avanzados, de modo que el análisis económico tradicional, que se ha concentrado en los países industriales,
deberá reformularse en sentidos importantes cuando se ocupe de los países subdesarrollados. La pretensión del
beneficio mutuo es la afirmación de que las relaciones existentes entre estos dos grupos de países podrían
adoptar formas tales que se produjeran beneficios para ambos” (Hirschman, 1984: p. 13).
La economía ortodoxa reivindica la “monoeconomía”, a partir de la afirmación de que
“la economía es un conjunto de teoremas simples, pero ‘poderosos’ y de validez universal: sólo hay una ciencia
económica (‘así como sólo hay una física’)” (Idem: p. 14).
La decadencia de la teoría del desarrollo, entendida como una “subdisciplina” de la
economía, no dio lugar al “traspasamiento” de fronteras disciplinarias reclamado por
Hirschman sino, al contrario, a la afirmación de la monoeconomía. Ello aconteció en el marco
de la denominada contrarrevolución en las ideas y las prácticas en torno al desarrollo (Toye,
1987), la cual, en América Latina particularmente, desplazó de los primeros planos políticos y
académicos a una familia de concepciones “estadocéntricas” - cuya elaboración reflejaba una
alta cuota de originalidad -, sustituyéndolas por un enfoque “mercadocéntrico”, resumido en lo
que hace a las recomendaciones por las versiones original y revisada que John Williamson
(1990, 1997) ha ofrecido del “consenso de Washington”. Aunque los últimos informes del
Banco Mundial ya no endosen sin reservas tales concepciones, ellas siguen ocupando lugares
de privilegio en gran parte de las academias y los centros donde se adoptan las decisiones.
Pero los resultados de las estrategias dominantes no han sido alentadores.
En la década de los ’90, el crecimiento económico en América Latina fue mayor que
durante la “década perdida” de los ’80, pero irregular, globalmente insuficiente y bastante por
debajo del período 1950-1980; en el continente hay hoy más pobres que nunca y el porcentaje
de la población por debajo de la línea de pobreza es apenas inferior al registrado al fin de la
década perdida; la sustentabilidad social y ambiental está gravemente comprometida (CEPAL,
2000). Se ha hecho pues más urgente construir alternativas a la “monoeconomía” predominante,
a partir de la revitalización de los análisis específicos de la condición periférica y del
“traspasamiento” de las fronteras disciplinarias. Necesitamos (Sen, 2000: 25-26)
“investigar el proceso de desarrollo en términos globales que integra las consideraciones económicas, las
sociales y las políticas. Este tipo de enfoque amplio permite apreciar simultáneamente el vital papel que
desempeñan en el proceso de desarrollo muchas y diferentes instituciones, entre las cuales se encuentran los
mercados y las organizaciones relacionadas con ellos, los gobiernos y las autoridades locales, los partidos
políticos y otras instituciones ciudadanas, los sistemas de educación y las oportunidades de diálogo y debate
públicos (incluido el papel de todos los medios de comunicación).
Este tipo de enfoque también nos permite reconocer el papel de los valores sociales y de las
costumbres vigentes, que pueden influir en las libertades de que disfrutan los individuos y que tienen razones
para valorar. Las normas compartidas pueden influir en algunos aspectos sociales como la equidad de los
sexos, los tipos de cuidado de los hijos, el tamaño de la familia y las pautas de fecundidad, el tratamiento del
medio ambiente y muchas otras instituciones y resultados. Los valores y las costumbres sociales vigentes
también afectan a la presencia o a la ausencia de corrupción y al papel que desempeña la confianza en las
relaciones económicas, sociales o políticas. En el ejercicio de la libertad influyen los valores, pero en los
valores influyen, a su vez, los debates públicos y las interrelaciones sociales, en los cuales influyen las
libertades de participación.”
El enfoque de los Sistemas de Innovación
Johnson y Lundvall (2000) sostienen que, cuando ya no se considera que exista una
“mejor práctica” o un único factor clave en materia de estrategias de desarrollo, el concepto de
Sistemas de Innovación (SIs) es útil como herramienta analítica y como guía para la
elaboración de políticas. En este contexto, subrayan un punto de mucha importancia: se ha
llegado a reconocer que el papel del conocimiento y los problemas de la producción y
transferencia de conocimientos han sido subestimados en la teoría de los SNI. En particular, no
se le ha prestado debida atención dentro de dicha teoría a las transformaciones que están
ocurriendo en las universidades, lugar central, más allá de que no único, en los procesos de
producción de conocimiento. Este es un aspecto en que el contraste universalidad/especificidad
se pone claramente de manifiesto. Las universidades son instituciones marcadamente
“universales” y están siendo sometidas actualmente a procesos de cambio surgidos de
presiones extra-académicas reconocibles en todas partes. Sin embargo, cómo cambian, cómo
interactúan con el resto de los actores sociales y, finalmente, cuán eficientes resultan como
“actores de innovación” depende fuertemente de elementos históricos propios de cada contexto
y también de la configuración general del SNI en el que están insertas (Marceau, 1997,
Arocena&Sutz, 2001a).
Conviene agregar que también ha resultado subestimada toda la cuestión de la
generación endógena de conocimientos en los países subdesarrollados, pese a la existencia de
notables contribuciones como la de Sabato y Mackenzie (1982), cuyas formulaciones
conservan gran actualidad. En los países subdesarrollados, la falta de capacidades propias
para la innovación significa que no se puede encontrar soluciones adecuadas a gran parte de
los propios problemas, dados que los mismos presentan características altamente específicas.
La comprobada interdependencia entre los distintos tipos de capital - productivo,
natural, intelectual, social - es, para Johnson y Lundvall una razón mayor para reivindicar un
enfoque sistémico e interdisciplinario, capaz de afrontar las problemáticas polifacéticas del
conocimiento y la sustentabilidad ambiental. Dichos autores recuerdan que el principal motivo
para pensar en términos de Sistemas de Innovación ha sido la comprobación de que la
innovación es un proceso interactivo, cuyos resultados dependen de las relaciones entre
diferentes empresas, organizaciones y sectores, así como de comportamientos institucionales
profundamente arraigados en cada historia regional o nacional. Su argumentación muestra cómo
el concepto de los SIs sugiere una perspectiva interdisciplinaria, que toma en cuenta las
interacciones entre múltiples actores sociales y la diversidad de factores que las moldean.
Esa visión “centrada en los actores” proviene directamente, en el contexto de la teoría
de los Sistemas Nacionales de Innovación, de la aproximación a la teoría desde las relaciones
usuario - productor (Lundvall, 1988), con su acento en el papel relevante y frecuentemente
descuidado de los “usuarios finales”. Se afirma específicamente que los empresarios
individuales y los laboratorios de investigación y desarrollo de las grandes empresas han sido
los actores clásicos de los estudios de innovación, con los investigadores y los hacedores de
políticas desempeñando eventualmente papeles secundarios, mientras que el enfoque “usuario productor” ilumina las contribuciones potenciales a los procesos de innovación de otros
actores, como los trabajadores, los consumidores y el sector público en su conjunto (op. cit.:
365).
Bertelsen y Muller (2001) resumen de manera precisa uno de los rasgos básicos del
enfoque de los sistemas de innovación, su carácter interdisciplinario, que combina, en una
perspectiva histórica, un enfoque estructural con uno orientado hacia los actores. Desde nuestro
puesto de vista, eso es lo que los estudios sobre el desarrollo necesitan. Tales estudios y la
teoría de los SIs tienen en común algunos problemas relevantes.2
Tales observaciones están estrechamente conectadas con una de las principales
conclusiones ofrecidas por Johnson y Lundvall (2000), cuando señalan que el carácter holístico
de la teoría de los SIs, así como su énfasis en las formas de aprender haciendo, usando e
interactuando, permiten aplicarla a la situación de los países en desarrollo, pero que para ello
es preciso adaptar y extender la teoría.
Una mirada desde el Sur
Cuando se analiza la teoría de los SNIs desde la perspectiva del subdesarrollo, las
siguientes observaciones parecen relevantes (Arocena & Sutz, 2000a).
(i)
“Sistema Nacional de Innovación” es un concepto “ex post”, vale decir, ha sido
construido, en el Norte, a partir de comprobaciones empíricas. En cambio, en el Sur se
trata más bien de un concepto “ex ante”, en el sentido de que el comportamiento socioeconómico asociado con la innovación a nivel nacional tiene, en los hechos, un carácter
escasamente sistémico. Esto no quiere decir que la innovación esté ausente. En América
Latina, un gran problema es que las fortalezas innovativas a nivel micro, que realmente
existen, permanecen a menudo aisladas y encapsuladas, lo que limita grandemente su
contribución a la competitividad de las economías nacionales.
(ii)
La noción de Sistema Nacional de Innovación conlleva un sesgo normativo . Esta
afirmación no supone postular la posibilidad de un diseño óptimo para SNIs, lo cual
implicaría la eliminación de la diversidad, una de las características principales del
enfoque. Pero descartar el “sistema ideal” no significa que el concepto no tenga
relación con lo que es “bueno” o “malo”. Por ejemplo, las carencias en materia de
capacitación de usuarios y productores figuran entre las causas profundas de las
innovaciones insatisfactorias o de la lenta adopción de innovaciones, en particular
cuando se trata de la modernización de industrias maduras como la textil o la
vestimenta, según lo destaca Lundvall, quien se refiere de manera aprobadora a la
forma en que el MITI (Ministerio de Comercio Internacional e Industria de Japón)
dirigió sus esfuerzos a la modernización de dichos sectores “como una manera de
compensar por los débiles canales de información entre productores e industrias de
base científica, y para romper la inercia incorporada en las relaciones tradicionales
2
En un comentario a la versión anterior de este trabajo, Björn Johnson (comunicación privada, nuestra
traducción) señaló que: “Muchos de los factores que capacitan a la gente para saber aprender y para ser
participantes potenciales en procesos interactivos de innovación son también partes constitutivas del
desarrollo e instrumentos para el mismo.”
entre usuarios y productores” (Lundvall, 1985: 37, énfasis en el original). Un Sistema
Nacional de Innovación que tome en cuenta las asimetrías de conocimiento entre
usuarios y productores será probablemente más efectivo en la promoción de
innovaciones útiles que un sistema que no le preste atención a ese tipo de problemas:
parecería así que el concepto de SNIs incluye un sesgo normativo. Esto es importante
desde una perspectiva latinoamericana: para evitar copiar o simplemente seguir la
última moda en materia de políticas, hace falta identificar algunos puntos de referencia,
algo así como una guía normativa que al menos en parte será claramente específica.
(iii) Sistema Nacional de Innovación es un concepto "relacional"; prácticamente toda la
literatura sobre el tema enfatiza la importancia mayor de las conexiones entre diferentes
tipos de actores colectivos. Ahora bien, dado que en América Latina es tarea
relativamente común la creación de organizaciones dirigidas a fomentar la innovación,
pero poco frecuente que esas organizaciones operen realmente como puentes entre
actores, vale la pena subrayar la naturaleza relacional del concepto SNIs. Retornaremos
a esta cuestión en la próxima sección.
(iv) Los SNIs son objeto de políticas. Esto no quiere decir que la configuración total del
sistema pueda ser diseñada a voluntad; tampoco quiere decir que cualquier política o
medida de política que se diseñe pueda ser implementada exitosamente. Sin desmedro
de ello, reconocer que el concepto SNIs es un concepto político, y que la realidad que
describe puede ser objeto de esfuerzos políticos deliberados para cambiarla, con una
esperanza razonable de lograr lo que se busca, no es asunto trivial, especialmente en
América Latina, donde ciencia, tecnología e innovación no han ocupado una posición
muy alta en la agenda política.
(v)
Los SNI describen situaciones sociales en las que está presente el conflicto. Este se
plantea en dos dimensiones: una al interior del sistema nacional de innovación y otra a
nivel más general o macrosocial. Los conflictos "internos" tienen que ver,
fundamentalmente, con competencias institucionales y, también, con problemas
interinstitucionales. Por ejemplo: ¿Qué pesos relativos tienen el sector empresarial, el
poder político y la academia en la definición de las agendas investigación? ¿Hasta qué
punto se tienen en cuenta los impactos sobre las capacidades nacionales de innovación
en las decisiones que se toman en ministerios, empresas públicas y otras órbitas del
Estado? Los conflictos "externos", a su vez, se plantean en varios escenarios. Uno de
ellos, particularmente importante, se da a nivel de la educación; otro tiene que ver con
el grado de participación de los trabajadores en las transformaciones tecnológicas a
nivel de empresa. Los SNI no son socialmente neutros: sus configuraciones afectan de
forma desigual a diferentes grupos sociales, brindando mejores oportunidades a algunos
y amenazando a otros, lo que subraya que el conflicto constituye una de sus
dimensiones.
Resumiendo, cuando el concepto SNIs es mirado desde el Sur, pensando en la
problemática del desarrollo, resultan esenciales cuatro aspectos del mismo: (i) se originó en
los países centrales como un concepto ex post mientras que en la periferia es un concepto ex
ante; (ii)) tiene peso normativo; (iii) es "relacional", (iv) puede ser objeto de políticas y (v)
describe situaciones en que está presente el conflicto.
La relevancia de las interacciones
El pensamiento latinoamericano en torno a la problemática “ciencia - tecnología desarrollo - dependencia” comenzó a prestar atención hace ya algún tiempo al “problema de
las interacciones”, encarando preguntas como las siguientes: “¿Cuándo, por qué y cómo se crea
demanda de ciencia por una sociedad dada en un momento histórico determinado? ¿Qué
factores internos y externos determinan la oferta de ciencia? ¿Cómo circulan los flujos de la
oferta y la demanda por los distintos circuitos socioeconómicos? ¿A quién sirven los
resultados de la investigación científico-tecnológica? ¿Cómo reaccionarán los distintos actores
frente a la presión de las demandas externas? ¿Cómo y porqué se alienan la estructura
productiva y la infraestructura científico-tecnológica? ¿Qué papel le cabe al Estado, en
particular en los países en desarrollo?” (Sabato editor, 1975, 129). Para analizar tales
cuestiones y como guía para la construcción de un "círculo virtuoso" capaz de poner a la
ciencia y la tecnología al servicio del desarrollo, Jorge Sabato propuso en 1968 “como modelo
de interacciones un triángulo cuyos vértices estarían ocupados, respectivamente, por la
infraestructura científico-tecnológica, la estructura productiva y el gobierno, definidos como
los protagonistas fundamentales de dichas interacciones.” (Idem, 130)
Ese modelo, conocido como “el triángulo de Sabato”, fue descrito en Sabato y Botana
(1968) y reproducido de manera abreviada como capítulo 10 de Sabato editor (1975). Allí se
destaca, en particular, la importancia de las relaciones entre los protagonistas señalados. De
hecho, el triángulo existe sólo si esas conexiones existen.
Ese trabajo pionero y espléndido se ocupa también de las interacciones dentro de cada
“vértice”, y de las que vinculan al “triángulo” en su conjunto con el exterior. Semejante énfasis
en lo relacional aparece, en el enfoque de Sabato, como una orientación para las políticas
científicas y tecnológicas, y asimismo como una herramienta para el estudio de los diversos
procesos concretos de innovación.
Acerca de la innovación realmente existente en América Latina
Si bien en América Latina resulta difícil afirmar la existencia de SNIs propiamente
dichos, la innovación - formal, informal y aún intersticial - es parte de la realidad del
continente. La comparación de una serie de encuestas nacionales (Arocena & Sutz, 2000a)
permite llegar a las siguientes conclusiones.
(i)
El gasto nacional en innovación es bastante bajo: en casi todos los países, la inversión
en I+D está por debajo del umbral del 1% del PBI, que la UNESCO consideraba como
un mínimo imprescindible tres décadas atrás.
(ii)
Las empresas innovadoras se caracterizan por realizar actividades internas de I+D, por
lo cual el análisis de cómo se realizan esas actividades deviene elemento central en el
estudio de la innovación realmente existente.
(iii) La innovación industrial es altamente informal; en particular, aún si una proporción
importante de las empresas industriales realizan tanto innovación de producto como de
proceso, las actividades de I+D no están clara ni formalmente articuladas con la
estrategia empresarial.
(iv) Sin desmedro de lo antedicho, la innovación en las empresas no necesariamente
presenta un bajo nivel de complejidad; se comprueba, por ejemplo, que la proporción
de profesionales que trabajan en I+D es consistentemente más elevada que en otras
actividades de la empresa.
(v)
Las firmas innovadoras tienen comparativamente un alto número de técnicos
calificados; su cantidad y sus retribuciones son, junto al tamaño, los únicos indicadores
correlacionados con el nivel de innovatividad que las encuestas destacan.
(vi)
Las empresas necesitan personal capacitado para ser capaces de innovar,
comprobación que en sí misma puede no sorprender, pero que surge con notable nitidez
del examen de los hechos.
(vii) La falta de personal calificado en empresas pequeñas y medianas no se ve compensada
con apoyos externos. Ciertos estudios sugieren que, en ese conjunto, las empresas que
establecen relaciones con universidades e institutos de investigación y asesoramiento
tecnológico son las que cuentan con personal altamente calificado y vinculado con sus
colegas en la academia: aún para saber qué preguntar y cómo hacerlo, algún nivel de
entrenamiento es necesario. Es más que posible pues que las pequeñas y medianas
empresas cuya demanda de apoyo tecnológico detectan las encuestas, no sean
precisamente aquellas con más necesidad de compensar su debilidad técnica a través
de ayuda externa.
(viii) Las ideas para la innovación así como la implementación de innovaciones son
consideradas por las empresas básicamente como un asunto interno.
(ix)
Respecto al relacionamiento externo de las empresas en materia de innovación, las
organizaciones menos importantes son las universidades y los centros de investigación,
que forman parte de la institucionalidad nacional, mientras que frecuentemente la
innovación en las empresas nacionales se basa en vínculos con empresas extranjeras..
(x)
Si incluimos la adquisición a otras empresas de bienes de capital para la innovación
como una "relación externa", ésta resulta ser la más fuerte para todos los países. Esto es
también válido en relación al futuro: aumentar la inversión en maquinaria y equipo fue
por lejos la respuesta más frecuente a la pregunta acerca de planes futuros para la
innovación. En todos los casos, la maquinaria y el equipo para la innovación eran
mayoritariamente extranjeros.
Recapitulando: baja inversión en I+D, baja utilización de instituciones de
conocimientos locales, alta dependencia de ciencia y tecnología incorporada proveniente del
extranjero
Completa el panorama la sustantiva importancia de la inversión directa extranjera por
parte de corporaciones multinacionales.
La última observación se vincula estrechamente con la hipótesis de que los SNIs
latinoamericanos están moldeados por una inserción en la economía internacional que se
especializa en la producción basada en recursos naturales, con valor agregado tecnológico
relativamente escaso y mayormente importado. Varios de los aspectos previamente
considerados se relacionan con esta especialización internacional que fomenta la emergencia
de lo que podríamos llamar sistemas de innovación "neoperiféricos". Sobre esta cuestión
volveremos tras hacer una breve referencia a las formas actuales de las relaciones entre
“centros” y “periferias”.
El subdesarrollo y la divisoria del aprendizaje
Diversas tendencias están configurando una “economía globalisante del aprendizaje”
(Lundvall & Borrás, 1997). Sin embargo, no asistimos a una convergencia generalizada de los
procesos socioeconómicos, de las pautas de crecimiento o de los niveles de vida. Como lo han
señalado muy diversos estudios, la evolución contemporánea del mundo incluye el
mantenimiento y aún el acentuamiento de varias manifestaciones de la heterogeneidad.
En rigor, más que la contraposición de tendencias “convergentes” y “divergentes”,
experimentamos la diferenciación social y geográfica de las consecuencias de un proceso
“globalizante”, que impacta a todos los seres humanos, pero de maneras muy distintas.
Desde el punto de vista del desarrollo, son sugestivas las similitudes con el proceso
desencadenado por la Revolución Industrial. Todo el planeta se vio afectado por la
industrialización; en las naciones que iniciaron su tránsito hacia la sociedad industrial, ciertos
rasgos comunes se fueron afirmando, entre los cuales la emergencia de nuevas divisorias
sociales; en el resto del mundo, ciertas similitudes se derivaron de la expansión de las nuevas
técnicas y las nuevas relaciones de producción, pero sobre todo de la subordinación a los
“centros” de la nueva economía motorizada por la indus trialización; en las “periferias”, donde
se mantuvo la primacía absoluta de las actividades económicas primarias, aparecieron también
nuevas diferenciaciones. Pero la divisoria fundamental, que comenzó a agrandarse a comienzos
del siglo XIX - como lo mostraron los estudios fundamentales de Paul Bairoch -, la constituyó
la “brecha” entre las capacidades productivas de los “centros” y las “periferias”. Estas últimas
nunca fueron homogéneas, pero la divisoria entre desarrollo y subdesarrollo no ha sido por
ello menos real.
En un mundo rápidamente cambiante, el carácter más o menos “central” o “periférico”
de una nación o región no permanece estático. Pero lo más relevante en términos generales es
la transformación de los factores que constituyen la brecha entre centros y periferias: lo que
aquí nos interesa subrayar es que al presente lo decisivo ha pasado a ser la “divisoria del
aprendizaje” (Arocena y Sutz; 2000b).
Dicen Lundvall y Johnson (1994: 26, nuestra traducción):
“vemos a las economías capitalistas del Primer Mundo contemporáneo no sólo como economías basadas en el
conocimiento sino también como ‘economías del aprendizaje’ [learning economies ]. En cierto modo, todas las
economías son economías del aprendizaje, en el sentido de que la vida económica siempre constituye una base
para ciertos procesos de aprendizaje interactivo, que dan lugar a la producción e introducción de nuevo
conocimiento. Pero en la economía moderna del aprendizaje, el cambio técnico y organizacional ha devenido
crecientemente endógeno. Los procesos de aprendizaje han sido institucionalizados y circuitos de
retroalimentación para la acumulación de conocimientos han sido incorporados de modo que la economía en
su conjunto, incluyendo tanto la esfera de la producción como la del consumo, ‘aprende haciendo’ y ‘aprende
usando’.”
En ciertas sociedades, una proporción considerable de la población y una gran cantidad
de organizaciones están involucradas, de manera más o menos permanente, en actividades que
demandan conocimientos tanto formales como tácitos, requieren educación avanzada y ofrecen
ocasiones de incrementar sistemáticamente las capacitaciones adquiridas, a través de diversos
procesos de interacción, sobre todo los que apuntan a la innovación entendida como solución
de problemas. Estas son las “sociedades de aprendizaje”; su conjunto constituye el mundo
desarrollado de nuestra época, el “Norte”. Su caracterización demuestra por sí misma que su
emergencia es un proceso que sólo tiene lugar en una parte del globo, esencialmente los países
de la “tríada” Europa Occidental - Estados Unidos - Japón y unos pocos más. En esos países,
la generación, transmisión y utilización del conocimiento avanzado desempeña un papel
central, a través de procesos en los que se refuerzan mutuamente la creación de capacidades y
las oportunidades para usarlas de manera innovadora.
Eso es precisamente lo que no sucede en el resto del planeta, donde la mayoría de las
naciones se ven profundamente impactadas por el nuevo papel del conocimiento, pero no están
evolucionando hacia sociedades de aprendizaje, por lo cual, sin desmedro de las diferencias y
desniveles de todo tipo que pueden registrarse entre ellas, constituyen el mundo
subdesarrollado del presente, el “Sur”.
La divisoria que separa esos dos tipos de sociedades - las que se van conformando
como “sociedades de aprendizaje” y las otras - puede ser calibrada mediante distintos
indicadores. Por ejemplo, considerando a la vez, la matrícula terciaria (la proporción de la
población entre 18 y 24 años que accede a una enseñanza de tipo universitario) y el nivel de
inversión en I+D (como porcentaje del PIB), se obtiene una elocuente “proxy” a la noción
“disponibilidad de capacidades y oportunidades de usarlas creativamente”; la ubicación de los
distintos países en un diagrama según las cifras correspondientes permite visualizar la
“divisoria del aprendizaje”.
Importa subrayar que la noción es distinta, y a nuestro entender mucho más relevante,
que la tan comentada “divisoria digital”. Al respecto, vale la pena citar una formulación
reciente de Manuel Castells3:
“El tercer punto del análisis que les estoy presentando es el relativo a la divisoria digital, es decir, la idea de
que Internet está creando un mundo dividido entre los que tienen y los que no tienen Internet. ¿Qué sabemos de
esto? Por un lado, es cierto que hay una gran diferencia de conectividad y observamos que aquellas personas
que no tienen acceso a Internet tienen una debilidad cada vez más considerable en el mercado de trabajo.
Observamos también que los territorios no conectados a Internet pierden competitividad económica
internacional y, por consiguiente, son bolsas crecientes de pobreza incapaces de sumarse al nuevo modelo de
desarrollo. Pero, por otro lado, lo que también observamos es un desarrollo considerable de la conectividad.
Insisto, las tasas de crecimiento de Internet en todas partes son altísimas, y lo que hoy día se llama la divisoria
digital, digital divide en Estados Unidos, que es, fundamentalmente, la falta de conectividad en nuestro tipo de
sociedades, distinto del Tercer Mundo, está dejando de ser un problema. […] Por tanto, la conectividad como
elemento de divisoria social está disminuyendo rapidísimamente. Pero lo que sí se observa en aquellas
personas, sobre todo estudiantes, niños, que están conectadas, es que aparece un segundo elemento de división
social mucho más importante que la conectividad técnica, y es la capacidad educativa y cultural de utilizar
Internet. Una vez que toda la información está en la red, […] el conocimiento codificado, pero no el
conocimiento que se necesita para lo que se quiere hacer, de lo que se trata es de saber dónde está la
información, cómo buscarla, cómo procesarla, cómo transformarla en conocimiento específico […]. Esa
capacidad de aprender a aprender, esa capacidad de saber qué hacer con lo que se aprende, esa capacidad es
socialmente desigual y está ligada al origen social, al origen familiar, al nivel cultural, al nivel de educación. Es
ahí donde está, empíricamente hablando, la divisoria digital en estos momentos.”
En suma, lo que importa son las capacidades de aprender a aprender, que surgen tanto
de la educación como del involucramiento en actividades que demandan y generan, a la vez,
capacitaciones avanzadas. Por consiguiente, desde el punto de vista de la diferenciación social
y regional, lo que cuenta es la divisoria del aprendizaje.
Espacios interactivos de aprendizaje e inserción neoperiférica
La concepción sistémica de la innovación y el énfasis en los aprendizajes por
interacción llevan naturalmente a proponer el concepto de “espacios interactivos de
aprendizaje” (Arocena & Sutz, 2000b), para denotar las situaciones más o menos estables en
las cuales ciertos actores encuentran oportunidades para fortalecer sus capacidades de
aprendizaje, mientras interactúan en la búsqueda de soluciones a un problema dado. Pueden
involucrar a organizaciones y personas muy variadas, y surgir en muy diversos ámbitos. Entre
los ejemplos figuran los tan numerosos casos concretos de cooperación sostenida entre
productores e investigadores, en el curso de la cual cambian las perspectivas de unos y otros,
3
Lección inaugural del programa de doctorado sobre la sociedad de la
información y el conocimiento, Universidad Abierta de Cataluña.
se expanden sus capacidades, y en especial aprenden a colaborar entre sí y a menudo con otros
actores, instituciones educativas, organismos públicos, ONGs, etc. 4
Distintos tipos de crecimiento económico tienen consecuencias muy diferentes en lo que
se refiere a la generación de tales espacios. Recíprocamente, la relevancia de estos últimos
ejerce una considerable influencia sobre el tipo de crecimiento y, en especial, sobre la medida
en que se basa en el conocimiento y es impulsado por la innovación. Como “hecho estilizado”,
podemos decir que los países desarrollados y los grupos sociales mejor integrados en las
dinámicas contemporáneas son ricos en “espacios interactivos de aprendizaje”, mientras que lo
contrario sucede en los países subdesarrollados y entre los grupos sociales desfavorecidos, lo
que constituye una de las facetas más gravitantes de las divisorias del aprendizaje.
En América Latina, es débil la presencia de “espacios interactivos de aprendizaje” y,
más aún, ciertas facetas del tipo de crecimiento económico prevaleciente tienden a inhibir o
incluso destruir algunos de tales “espacios”. Al respecto, son relevantes los siguientes aspectos
del cambio estructural que ha venido experimentando el continente (Katz, 1999): (i) la
tendencia a la sustitución de equipo producido localmente por bienes de capital importado, con
el consiguiente retroceso de la producción nacional de tales bienes; (ii) el debilitamiento de
los esfuerzos de ingeniería “intramuros” para extender el ciclo de vida de los equipos y, más
en general, de los departamentos de ingeniería de numerosas empresas industriales; (iii) el
desmantelamiento de los laboratorios de I+D de las empresas públicas que frecuentemente
acompaña a su privatización. Katz sugiere que probablemente estemos asistiendo a la
emergencia de un estilo de desarrollo tecnológico menos “domésticamente intensivo” que el de
la fase de Industrialización por Sustitución de Importaciones.
En el mismo sentido apunto un estudio (Alcorta y Peres, 1998) del comportamiento
innovativo de los países de Latino América y el Caribe (LAC) mediante el “Indice de
especialización tecnológica”, que mide para cada país la relación entre las exportaciones de
alto y bajo contenido tecnológico. Los autores mencionados afirman que, en los países de LAC
México exceptuado, dicho índice ha permanecido sin mayores variaciones entre 1977 y 1995,
siendo similar al que presentaba el grupo constituido por China, Malasia, Tailandia e Indonesia
al comienzo del período mencionado, grupo que había sextuplicado ese índice al final del
mismo período. Ese mismo estudio incluye afirmaciones como las siguientes (Alcorta y Peres,
1998: 876-878). Los principales esfuerzos en materia tecnológica de los países de LAC, que a
fines de los años ’70, apuntaba a productos de alta tecnología, a mediados de los ’90 - excepto
México - mostraban un predominio de productos de nivel intermedio. Salvo las zonas
mexicanas de procesamiento de exportaciones y las industrias de automóviles e ingeniería
mecánica, estos países de tienen poco para mostrar en términos de mejora tecnológica y
competitividad internacional en alta tecnología; su patrón de especialización comercial se
basa, una vez más, en los productos primarios y los bienes manufacturados de bajo contenido
tecnológico.
El tipo de conclusiones reseñadas, y varias otras del mismo tenor, surgen en particular
de una amplia investigación sobre los Sistemas Locales de Innovación en el MERCOSUR (al
respecto, ver Cassiolato y Lastres, 2000). En la misma se destaca la gravitación, en las
dinámicas económicas prevalecientes, de la producción intensiva en recursos naturales,
commodities en particular, y en general de los bienes y servicios con escasa incorporación de
valor intelectual endógenamente generado. Dicho estudio ofrece, además, varios ejemplos que
4
Björn Johnson (comunicación privada, previamente mencionada) afirma que: “Un sistema nacional de
innovación y construcción de capacidades incluye como mínimo
(1) ’capacidades de aprendizaje’ individuales y grupales
(2) ‘espacios de aprendizaje’
(3) ‘esfuerzos de aprendizaje’ o utilización de ‘potenciales de aprendizaje’.”
ilustran la tendencia a reorientar “hacia afuera” la demanda tecnológica, como los de diversas
empresas brasileñas de alta tecnología que, al ser compradas por transnacionales, dejan de
lado las actividades más complejas y sofisticadas que venían desplegando. Es claro que todo
ello no colabora a la expansión de los “espacios interactivos de aprendizaje”.
Mortimer y Peres (2001: 47) afirman que “hubo un importante proceso de
transnacionalización en la región y las empresas transnacionales se convirtieron en los agentes
económicos dominantes de los años noventa.” Los autores discuten cómo distintas condiciones
han impulsado dos estilos de inserción. Uno es el de México y la cuenca del Caribe; se
caracteriza por las exportaciones de manufacturas ensambladas para el mercado de Estados
Unidos, cuya rentabilidad tiene mucho que ver con los grandes diferenciales de salarios; son
producidas por empresas transnacionales, cuyas actividades de mayor valor agregado siguen
radicadas fuera de la región; se han logrado notorios avances en la competitividad
internacional, pero sin que ese dinamismo se extienda al resto de la economía. El otro estilo de
inserción internacional lo ejemplifica América del Sur, donde predomina la producción y
elaboración de recursos naturales, de los que está ricamente dotada, por lo general mediante el
uso de tecnología madura. En el continente en su conjunto, se ha incrementado la
heterogeneidad estructural y la polarización de las actividades productivas; ha aumentado el
comercio exterior, pero numerosas cadenas productivas endógenas han resultado
desarticuladas y el incremento de las exportaciones no dio lugar a un desarrollo económico
motorizado por el sector exportador. (Idem: 56-57)
Por su parte, Cimoli y Katz (2001) analizan cómo las reformas estructurales han
modificado las pautas de especialización productiva y de inserción internacional del
continente, en las que han perdido importancia las industrias intensivas en conocimiento.
Destacan los mismos autores que esas pautas nuevas de especialización productiva muestran un
sesgo contrario al empleo de gente muy capacitada y de la realización de actividades de
Investigación y Desarrollo, con lo cual ha devenido común en América Latina el desempleo
estructural de personas altamente calificadas. A nuestro juicio, ello constituye un factor mayor
de ahondamiento de las divisorias del aprendizaje.
En líneas muy generales, se puede decir pues que los tipos de crecimiento
prevalecientes en América Latina se basan en el uso intensivo y a menudo depredador de los
recursos naturales y/o en las actividades de ensamble (maquila), así como en los bajos
salarios y en la debilidad de la regulación social y ambiental; en la mayor parte de los casos, el
conocimiento, la innovación y los aprendizajes avanzados desempeñan un papel marginal. Se
configuran así formas de inserción en la economía internacional que cabe calificar de
“neoperiféricas”.
En tal contexto, los Sistemas de Innovación tienen un aspecto bastante más fragmentado
que sistémico, muestran una baja densidad de los relacionamientos innovativos nacionales, y
dependen esencialmente de la innovación venida desde afuera.
Aprendizaje y desigualdad
Johnson y Lundvall (2000) sostienen que la polarización constituye una tendencia
inherente a la “economía del aprendizaje”. En los últimos tiempos se ha acentuado la
desigualdad, tanto entre personas altamente calificadas y personas escasamente calificados
como entre países ricos y países pobres. Los documentos de las organizaciones internacionales
van coincidiendo en torno a tales afirmaciones.
Ello significa que las divisorias del aprendizaje tienden a ahondarse. Seguramente, el
proceso no tiene nada de ineluctable. Freeman (2000) argumenta que el agravamiento de las
desigualdades es característico de las etapas iniciales de un nuevo paradigma técnicoeconómico, mientras que tendencias opuestas surgen en las etapas de madurez del paradigma en
cuestión.
Por otra parte, Castells (1999: 107) focaliza la atención sobre los efectos de exclusión
económica y social de lo que denomina el capitalismo informacional global, concluyendo que:
Así, en general, el ascenso del capitalismo informacional global se caracteriza por el desarrollo y subdesarrollo
económicos simultáneos y la exclusión e inclusión sociales, en un proceso reflejado en líneas generales en las estadísticas
comparativas. Existe polarización en la distribución de la riqueza a escala global, una evolución diferencial de la desigualdad
de la renta en el interior de los países y un aumento sustancial de la pobreza y la miseria en el mundo en general y en la
mayoría de los países, tanto desarrollados como en vías de desarrollo.
En el mismo libro, un poco más adelante, Castells (1999: 162, itálica en el original, como
antes) indica:
Este amplio y multiforme proceso de exclusión social lleva a la formación de lo que denomino, tomándome la
libertad de utilizar una metáfora cósmica, los agujeros negros del capitalismo informacional. Son las regiones de
la sociedad de las que, hablando estadísticamente, es imposible escapar al dolor y la destrucción infligidos
sobre la condición humana de quienes, de un modo u otro, entran en esos paisajes sociales.
En cualquier caso, la cada vez más estrecha ligazón entre desigualdad y capacitación
constituye un tema central de nuestro tiempo. Por supuesto, siempre los diferenciales de
conocimiento han incidido en la estratificación social, y ésta, hoy como ayer, no depende de un
solo factor. Pero la creciente gravitación de los procesos de aprendizaje en la distribución del
poder social, y de los beneficios consiguientes, refuerza la tendencia a que la desigualdad
genere desigualdad. En efecto, cada día tiene mayor peso en el progreso individual y colectivo
la capacidad de seguir aprendiendo, durante toda la vida activa y a nivel avanzado, la
posibilidad de lo cual depende grandemente del acceso a una educación terciaria de calidad y
a ocupaciones vinculadas con espacios interactivos de aprendizaje. Quienes logran acceder a
ambas posiciones tienen serias posibilidades de mejorar sistemáticamente su situación, y
quienes queden al margen de esas posiciones, afrontarán probablemente dificultades muy
serias.
La cuestión merece atención muy especial en América Latina, donde las pautas
prevalecientes de la evolución socioeconómica han estado históricamente signadas por la alta
desigualdad (Emmerij, 1997; Thorp, 1998). Ello conspira contra el afianzamiento de redes de
cooperación, de normas compartidas y de relaciones de confianza. Volvemos así a
encontrarnos con el tema del “capital social”, cuya importancia destacan Johnson y Lundvall
desde el enfoque de los SNIs.
Actitud ante el cambio y capital social
La revalorización de algunas ideas centrales de los pioneros de la teoría del desarrollo
es, desde nuestro punto de vista, uno de los aportes potenciales de las teoría de los SNIs. El
énfasis de esta última en la innovación como fenómeno distribuido e interactivo pone en un
primer plano la necesidad de aprovechar mejor capacidades múltiples, tal como lo hace una
obra clásica, publicada originalmente en 1958, en la cual se sostiene:
“el desarrollo no depende tanto de saber encontrar las combinaciones óptimas de recursos y factores de
producción dados como de conseguir, para propósitos de desarrollo, aquellos recursos y capacidades que se
encuentran ocultos, diseminados o mal utilizados” (Hirschman, 1981, p. 17).
El problema de la actitud ante el cambio, forma parte de las cuestiones finamente estudiadas
por Hirschman:
“Nuestro diagnóstico es, simplemente, que los países no aprovechan su potencial de desarrollo debido a que,
por razones relacionadas principalmente con su imagen del cambio, encuentran difícil tomar el número
adecuado de decisiones para desarrollarse y hacerlo con la rapidez necesaria” (Idem: p. 36).
En esta perspectiva, entendemos que la caracterización de los Sistemas Nacionales de
Innovación debe incluir el estudio de las actitudes colectivas; se constata que el uso de
herramientas tan difundidas como las encuestas de opinión ofrece una muy rica información
acerca de las relaciones entre imágenes del cambio y de la innovación, por un lado y, por otro,
niveles educativos y socioeconómicos, edad, inserción laboral, etc. (Arocena & Sutz, 2000a).
La consideración de elementos semejantes sugiere algo esencial para todo enfoque
sistémico con énfasis en lo institucional: sistemas institucionales formalmente similares o aún
idénticos pueden evidenciar comportamientos muy distintos. Ello constituye una comprobación
recurrente en los estudios del Desarrollo, en los cuales una y otra vez se constata que las
“instituciones importadas” tienen un desempeño muy inferior al registrado en los países de
origen.
Lo apuntado recién constituye el eje del celebrado estudio de Putnam (1993) sobre la
incidencia fundamental de las distintas tradiciones cívicas italianas en el desempeño diferente
de los gobiernos regionales. Ese estudio focaliza la atención en el “capital social”, noción que
se refiere a ciertos aspectos de la organización social, como los niveles de confianza, las
normas realmente vigentes y las redes de interacción, que pueden elevar la eficiencia al
facilitar la coordinación del acciona r colectivo y, en especial, la cooperación espontánea
(Putnam, 1993: 167). Notemos, de pasada, que los “espacios interactivos de aprendizaje” son
redes que constituyen una parte significativa del capital social.
Los “stocks” de capital social - dice el autor mencionado - como la confianza, las
normas y las redes, tienden a ser acumulativos y a reforzarse a sí mismos. Así, círculos
virtuosos dan lugar a equilibrios sociales con altos niveles de cooperación, confianza,
reciprocidad, involucramiento cívico y bienestar colectivo. Estos rasgos definen la comunidad
cívica. A la inversa, la ausencia de tales rasgos en la comunidad “no cívica” también se
refuerza a sí misma. (Putnam, 1993: 177)
El enfoque es sugerente y muy atrayente, aunque presenta varios problemas. Aquí sólo
queremos señalar que ofrece nueva evidencia acerca de cómo la desigualdad se refuerza a sí
misma en sociedades desiguales.
Al respecto, nos referimos a lo que surge de un estudio acerca de la distribución del
capital social en Chile. El mismo prestó particular atención a los niveles de asociatividad de
los distintos estratos sociales, pues, como lo subraya el propio estudio de Putnam, la
asociatividad impulsa la expansión del capital social. A partir de los resultados de ese estudio,
se afirma:
“la distribución del capital social tiende a acentuar las desigualdades sociales. Son las personas con
mayor nivel de ingresos y educación quienes exhiben una mayor acumulación. En cambio, un menor nivel de
educación e ingresos está asociado a una menor confianza social y un menor sentimiento de reciprocidad. De
ello se desprende una conclusión relevante para las estrategias de desarrollo: la acumulación de capital social
puede agravar las desigualdades existentes.” (Lechner, 2000)
Esta última afirmación confirma más bien que cuestiona los hallazgos de Putnam, que
muestran cómo las desigualdades regionales en materia de capital social, hondamente
enraizadas en la historia de Italia, tienden a reforzar las desigualdades en materia de
desarrollo. Pero la conclusión es todavía más relevante en el mundo del subdesarrollo, donde
la dualización de las sociedades rara vez está ausente y donde en una misma región suelen
registrarse condiciones de vida extremadamente desparejas, como se ve a lo largo y a lo ancho
de América Latina. De hecho, una larga serie de estudios acerca de la distribución geográfica
de las capacidades de innovación en Italia muestra que la “comunidad cívica” de Putnam es
“innovativamente rica”, mientras que la “comunidad no cívica” es “innovativamente pobre”. El
estudio chileno sugiere que, en sociedades duales, una distribución muy asimétrica del capital
social tiene consecuencias mayores para la distribución de las capacidades de innovación.
También por esta vía llegamos a ver que las complejas relaciones entre (in)equidad e
innovación constituyen un nodo problemático central de la cuestión del desarrollo,
especialmente en América Latina (Arocena & Sutz, 2001b).
Sobre la construcción de Sistemas de Innovación en países subdesarrollados
Sigamos avanzando en la revalorización, a la luz del enfoque de los SNIs, de algunos de
los puntos de vista más fermentales de la teoría del desarrollo. Entre ellos se destaca la noción
de eslabonamientos o enlaces hacia adelante y hacia atrás, introducida por Hirschman a
partir de su profundo conocimiento de la situación latinoamericana.
“Los enlaces constituyen gran parte de la experiencia del desarrollo por una razón que ya ha sido señalada: el
desarrollo es esencialmente el indicador de la forma en que una cosa conduce a otra, y los enlaces son ese
indicador desde un punto de vista específico. Los enlaces se centran en ciertas características inherentes a las
actividades productivas que ya están en proceso en cierto momento. Dadas sus características estas actividades
empujan - o más modestamente: invitan - a algunos operadores a asumir nuevas actividades.” (Hirschman,
1984: p. 102)
Desde la perspectiva que adoptamos aquí, corresponde subrayar que los enlaces
constituyen verdaderos inductores de innovación:
“Existe un enlace siempre que una actividad origina presiones económicas o de otra clase que conducen a la
realización de una actividad nueva.” (Hirschman, 1984: p. 103)
Ejemplos de enlaces son los “circuitos innovativos” (Arocena & Sutz, 2000a), definidos como
procesos en los cuales problemas productivos relevantes son resueltos por el encuentro entre
actores urgidos por un cierto problema y otros actores con conocimientos vinculados - equipos
universitarios, laboratorios públicos, empresas de alta tecnología -, dando lugar así al trabajo
conjunto en cuestiones vinculadas, en una suerte de espiral virtuosa o creciente. Los “espacios
interactivos de aprendizaje” son situaciones - o redes estables - que favorecen la emergencia
de “circuitos innovativos”; a la inversa, estos círculos virtuosos contribuyen a la consolidación
de aquellos espacios de aprendizaje, y frecuentemente pavimentan la ruta hacia la creación de
nuevos espacios de tal índole.
El estudio de los SNIs se verá enriquecido por el análisis de tales “circuitos”, de cómo
y por qué aparecen y se multiplican o se frustran. La capacidad de aprovecharlos es una
medida del desarrollo, en el sentido de Hirschman, en tanto proceso donde “una cosa conduce
a otra” o, si se prefiere, donde la atención a necesidades y problemas enlaza actividades
previamente desconectadas, generando combinaciones y actividades nuevas.
En los circuitos innovativos suelen intervenir los “sastres tecnológicos”, vale decir, los
equipos o empresas capaces de estructurar una solución, intensiva en conocimiento, “a la
medida” del problema concreto, de su escala y de los recursos disponibles. Este tipo de
soluciones, particularmente cuando se trata de problemas planteados en pequeños países
periféricos, no suele estar disponible en el mercado tecnológico internacional. Por
consiguiente, tales problemas pueden inducir innovaciones y procesos de aprendizaje con
fuerte contenido nacional.
La estrategia para el desarrollo a partir de la promoción de los enlaces confluye con la
que proponen Johnson y Lundvall (2000, nuestra traducción):
Una estrategia de desarrollo basada en un enfoque de sistemas de innovación empezaría por analizar todas las
partes de la economía que contribuyen a la construcción de competencias y a la innovación. Se focalizaría en
los eslabonamientos y sinergias entre las partes que conforman el sistema como un todo y, especialmente,
trataría de identificar los puntos nodales y los eslabonamientos que estimulan los aprendizajes cruciales.
Trataría también de identificar los eslabonamientos e interacciones faltantes, las interacciones que por
diferentes razones no tienen lugar, reduciendo como consecuencia el rendimiento innovativo de la economía.
Se dibuja así una estrategia, para la construcción de Sistemas de Innovación en países
subdesarrollados, que parte del análisis de las especificidades de los procesos de aprendizaje
y de lo que realmente ocurre a ese nivel. Desde nuestro punto de vista, la estrategia se basa en
una perspectiva de actores, enfatizando la importancia de los vínculos e interacciones que
existen o faltan; por ende, los resultados de políticas concretas dependerán crucialmente de la
atención prestada a los intereses, necesidades y posibilidades de los distintos actores
potencialmente involucrados en los procesos de innovación. La estrategia se basa también en
una perspectiva “desde abajo” (bottom-up). En efecto, el punto de partida son los enlaces,
sinergias o circuitos innovativos que se detectan en la realidad, concebidos como lecciones
que surgen del espesor de la sociedad, acerca de cómo afrontar la problemática de la
innovación en el contexto no demasiado propicio del subdesarrollo. Merecen pues el cuidado
con que un jardinero se ocupa de las flores de su jardín. Habida cuenta de que los “espacios
interactivos de aprendizaje” pueden ser concebidos como las “células” del tejido innovativo,
su multiplicación e interconexión va creando “desde abajo” los Sistemas de Innovación. Por
consiguiente, detectar, proteger e interconectar esos espacios germinales constituye un capítulo
central para políticas de innovación “tipo jardinería” en los ámbitos del subdesarrollo.
Desarrollo Humano Auto Sustentable
¿Cómo se plantea la cuestión del Desarrollo en los albores del siglo XXI?
Lo primero que corresponde enfatizar es, una vez más, la dimensión ética de la
cuestión. Lo que importa es contribuir a mejorar la calidad de la vida humana, entendida en
sentido integral, como lo hace Amartya Sen al proponer como meta la expansión de las
libertades. Este enfoque lo recoge la noción, ampliamente difundida, de Desarrollo Humano.
Durante las décadas finales del siglo XX se fe elaborando la noción, a esta altura bien
conocida asimismo, de Desarrollo Sustentable. Ella destaca la dimensión ambiental de la
cuestión, apuntando a evitar que las acciones del presente perjudiquen las posibilidades del
desarrollo en el futuro.
El punto de vista ambiental conduce a una profunda reconsideración de los estilos de
crecimiento económico y de sus eventuales límites. Desde ese punto de vista, los materiales y
la energía imponen restricciones, mientras que el conocimiento constituye un factor habilitante,
que no se “gasta” sino que más bien se incrementa mediante su empleo en la producción. El
aprendizaje, tecnológico e institucional, tanto en lo productivo como en el consumo, puede dar
lugar a estilos de crecimiento mucho más sustentables que los al presente predominantes.
(Johnson, 1998: 94, 99, 100)
En semejante contexto, Segura-Bonilla (2000: 1, 80, 87) propone una comb inación de
dos enfoques, el de la Economía Ecológica y el de los Sistemas de Innovación, examina cuándo
estos últimos pueden ser considerados sustentables, y relaciona el tema con las “ecoinnovaciones”. Señala, en particular, que el primero de los dos enfoques mencionados enfatiza
la necesidad de aprender tanto de la economía como de las ciencias naturales. Ello vincula
directamente al tema con los enfoques interactivos del campo “Ciencia, Tecnología y
Sociedad.”
Se ha hecho habitual pues hablar de Desarrollo Humano Sustentable. Creemos que
todavía es necesario llamar la atención sobre una dimensión adicional: la auto-sustentabilidad
del Desarrollo, vale decir, la capacidad de construir en el presente las bases del desarrollo del
mañana. Esta dimensión está obviamente ligada con el aspecto instrumental, en el que Sen tanto
insiste, de las libertades como herramientas para el desarrollo. Claro es, también, que las
posibilidades del futuro dependerán grandemente de lo que se haga hoy para expandir las
capacidades para aprender e innovar.
Recapitulemos: la teoría de los Sistemas Nacionales de Innovación es, potencialmente,
una gran herramienta conceptual para avanzar por los caminos del Desarrollo Humano Auto
Sustentable, lo que América Latina tanto necesita.
Epílogo: los pequeños países periféricos
Un temprano y rico exponente de la teoría de los SNIs lo ofrecen varios de los trabajos
de un volumen colectivo dedicado a la problemática de los países pequeños ante la revolución
tecnológica (Freeman & Lundvall editores, 1988). Allí se pone de manifiesto que, entre tantas
desventajas, las ventajas potenciales de los países pequeños podrían radicar en la fluidez de
las relaciones entre actores distintos y en la flexibilidad de sus estructuras organizacionales.
Semejante conclusión surge del estudio de países “centrales”, pero apunta en la misma
dirección que un estudio pionero y prácticamente olvidado de Real de Azúa (1977), focalizado
en los pequeños países periféricos.
Para quienes esto escribimos, por razone s que no requieren explicitación, semejante
temática resulta fundamental, y a ella le hemos dedicado algunos trabajos a partir del estudio
del fermental volumen colectivo recién mencionado.
Queremos pues concluir estas líneas señalando que el enfoque de los SNIs parece
particularmente apropiado para encarar la problemática del desarrollo en países pequeños,
donde el entramado institucional tiene notable relevancia y donde pueden ser especialmente
fecundas las políticas sistémicas para la innovación, que son ante todo instrumentos de
articulación.
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