Enseñanzas bíblicas para Discípulos en Crecimiento. Lección 8

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Enseñanzas bíblicas para Discípulos en Crecimiento.
Lección 8
TEMA: EL CARÁCTER DE LOS CREYENTES COMPROMETIDOS CON LA VISION
– PARTE 8.
TITULO: EJERCIENDO CONFORME AL DISEÑO DE DIOS
TEXTO BASE: EXODO 25:8 - 9
INTRODUCCION: Nuestro Dios es Dios de diseños específicos. La Biblia lo señala como “el
gran arquitecto del universo, el jefe de los edificadores”. Como todo buen arquitecto, el Señor
nuestro Dios desea que su obra (la iglesia) se haga conforme a sus diseños.
Un buen diseño da prestigio al arquitecto; pero lo bueno del diseño se hace notar cuando la obra
esta terminada y puesta en servicio.
En este compartir, veremos el diseño de Dios para su iglesia esperando que podamos ser
conscientes de que debemos permanecer en esa manera diseñada por Dios, y no de cualquier otra
diseñada por el hombre.
Analicemos el pasaje leído:
Dios le dijo a Moisés que le construyeran el tabernáculo, el santuario y que entonces EL (Dios)
habitaría en medio de ellos; es decir, Dios establece el lugar donde desea morar entre los
hombres. Los hombres no le dicen a Dios donde y como debe venir a ellos, sino que es Dios
mismo quien escoge.
Dios le advierte a Moisés que el lugar será y se hará conforme a lo que El le muestre; es decir,
conforme a su diseño, el cual, le fue bien especificado a Moisés, para el templo y para sus
utensilios.
Esto tenía que ver con aquel tabernáculo o tienda en la que Dios moraría entre ellos en medio del
desierto; pero, cuál es diseño de Dios, para su iglesia hecha en Jesucristo?
Hoy día, Dios no nos ha dado instrucciones de la forma de diseñar y construir un templo;
sencillamente porque decidió cambiar de lugar para habitar en medio de nosotros.
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Leamos Hechos 7:47-48. La palabra nos aclara que Dios no habita en templos hechos de
manos humanas, sino que habita en templos que el mismo construye. Nuevas criaturas
hechas por la obra redentora y restauradora de Jesucristo.
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Mateo 18:20 nos dice que el habita allí donde dos o tres se reúnen en su nombre. La
congregación de los santos y no la casa donde se congregan, es el lugar que Dios ha
escogido para habitar en medio de nosotros, su pueblo.
1 Corintios 6:19-20 nos aclara que somos templo del Espíritu Santo. Pero habitará Dios en un
templo en ruinas, contaminado y manchado? Claro que no! Es necesario que el
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nuevo templo (nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo) sean restaurados y que la obra de
restauración se haga visible a los ojos de los que nos miran, nos escuchan, nos ven actuar.
¿Cómo será entonces el estilo de vida de este nuevo templo o morada de Dios? Vamos al diseño
de Dios!
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Desde el principio Dios estableció que su pueblo fuera una comunidad de sacerdotes.
Éxodo 19:6. Dios le está hablando a todo Israel, no solo a los levitas. EL había
determinado en el comienzo de la conformación de su pueblo, que TODOS fueran un
reino de SACERDOTES.
La palabra SACERDOTE dicen los diccionarios que significa: “Hombre consagrado a
Dios, ungido y ordenado para celebrar oficios divinos”. Esto es en lo que pensaba Dios
cuando se hacía un pueblo.
Y gente SANTA. Dios deseaba gente hecha conforme a EL, a su semejanza de santidad
divina. (Levítico 19:2)
Pero aquel pueblo desechó el diseño de Dios, haciéndose pagano y contaminándose con la
abominación de hacerse ídolos. Allí desecharon la santidad, quisieron ser pueblo de Dios a su
manera y compararon a Dios con un becerro de oro, su propio ídolo.
Los levitas asumieron el sacerdocio por muchos años, aún hasta el tiempo en que Jesucristo vino
a la tierra; porqué ellos?
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Éxodo 32: 26-29 Los levitas fueron los únicos que prefirieron a Jehová y mediante el acto
de lealtad de sacrificar a espada aún a sus parientes con tal de agradar a Dios, fueron
consagrados a Jehová.
El sacerdocio exige consagración, capacidad de renuncia y firmeza para permanecer en los
diseños de Dios.
Las once tribus restantes quedaron excluidas del privilegio de una vida sacerdotal y esta
situación permaneció hasta la llegada del Cristo.
Gloria a Dios por Jesucristo que con su obra redentora volvió las cosas como al principio; es
decir, conforme al diseño de Dios.
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1 pedro 2:9 Nuevamente hechos REAL SACERDOCIO y GENTE SANTA.
Así es amados hermanos, hoy la iglesia de Jesucristo es un reino de SACERDOTES y GENTE
SANTA. Eso es lo que tú y yo somos, ese es el diseño de Dios y así es como debemos
permanecer. Si alguno tiene otra manera de vivir, está contra el diseño de Dios. No podemos
vivir pisoteando nuestras vestiduras sacerdotales, menos cuando sabemos que nuestro Gran
Sumo sacerdote es Jesús el Señor.
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Hebreos 4:14 nos atestigua de esto y nos exhorta a permanecer en esta fe (en Jesucristo)
que profesamos; es decir, que vivamos ejerciendo el mismo sacerdocio de Jesús:
consagrados, piadosos, serviciales, santos, compasivos, radicales, vestidos de acciones
justas y frutos que reflejen real arrepentimiento; como verdaderos ministros del nuevo
pacto, ministros de la reconciliación de Dios con los hombres.
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No podemos desprendernos de esa vestidura sacerdotal en los momentos que no estamos
en el templo.
Algunos creyentes creen que al salir del templo de reunión, dejan allí su vestido sacerdotal, de tal
manera que si hablan, lo hacen conforme al mundo y no se escuchan las palabras de Dios en su
boca. Si aconsejan, lo hacen basados en el decir de otros o con razonamiento humano, con lógica
o “malicia indígena”. Si hay un enfermo, le formulan medicamentos de uso común (de
automedicación) o agüitas de yerbas, antes que orar imponiendo manos. No se les escucha
anunciar el evangelio de cristo, a pesar de que reconocen la necesidad de las personas que le
rodean. Es como si trataran de pasar y permanecer desapercibidos, anónimos.
Tú y yo, no podemos ser así. Tú y yo somos el cuerpo de Cristo; es decir, su boca para bendecir
y anunciar su evangelio, sus manos para ministrar sanidad, sus pies para ir a todo lugar donde
hay necesidad de su presencia, su templo para ministrar su poder, sus herramientas para atar al
hombre fuerte y reprender las obras del diablo.
Tú y yo, somos lo más visible de Dios en el mundo. Vive en esa convicción y ministra como lo
que eres: un sacerdote del Señor, un soldado del ejército de Dios.
No te olvides de orar en la dirección del cumplimiento de esta palabra en nuestras vidas. Amén.
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