TRIBUNAL PRIMERO DE SENTENCIA: Santa Ana, a las doce horas

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0201-36-2003
TRIBUNAL PRIMERO DE SENTENCIA: Santa Ana, a las ocho horas diez minutos del
veinticinco de junio del dos mil tres.
El presente proceso penal, clasificado bajo el número 48-2003, seguido en contra del
imputado CÉSAR ERNESTO MAGAÑA RAMÍREZ, de treinta y tres años de edad,
acompañado, hojalatero, de nacionalidad salvadoreño, originario y vecino de esta ciudad,
residente en la casa número cuarenta block “K” sector dos mil de la colonia IVU, nacido el once
de junio de mil novecientos sesenta y nueve, hijo de Armando Ramírez y Paz Marina Magaña,
portador de su documento único de identidad número cero un millón doscientos mil cuatrocientos
noventa y uno guión tres; se ha tramitado por el delito de POSESIÓN Y TENENCIA, tipificado
en el art. 37 de la Ley Reguladora de las Actividades Relativas a las Drogas (LRARD), cometido
en contra de la SALUD PÚBLICA; hecho descubierto aproximadamente a las doce horas
cincuenta minutos del treinta de diciembre del año recién finalizado, en la colonia IVU de esta
ciudad.
El Tribunal de Sentencia está integrado por los Honorables Jueces: Wilson Edgardo
Sagastume Galán, Alejandro Guevara Fuentes y Víctor Hugo Polanco Calderón, quienes
conocieron colegiadamente en la vista pública, presidiendo en ella el primero de los jueces
mencionados; figurando como representante del Fiscal General de la República, la licenciada
Yanira Portillo Velásquez; y, como Defensor Particular del procesado, el de igual título Manuel
Francisco Martínez. Siendo ponente el honorable Juez Sagastume Galán.
La representación fiscal acusó al imputado por medio de escrito agregado de fs. 14 a
18, en el que están incluidos los hechos que fueron objeto del debate, y que en lo medular dice:
""(...) El día treinta de diciembre del dos mil dos, a eso de las once horas con cincuenta minutos,
(…) el agente Miguel Angel Bernardino Rugamas recibió una llamada telefónica en la cual una
persona (...) le comunicó que un sujeto (...) trasladaría (...) droga (...) en un pick up color azul
placas cuatrocientos treinta y cuatro mil quinientos catorce (...) a su casa de habitación (...)
debido a tal información procedieron a verificar el lugar y la dirección (...) a eso de las doce
horas con cincuenta minutos observaron la pick up (...) logrando alcanzarlo al final de la
dieciséis calle poniente (...) pidiéndole al ocupante que bajara del vehículo (...) al cual
identificaron como CESAR ERNESTO MAGAÑA RAMÍREZ (...) al registrar el vehículo atrás del
asiento del conductor bajo un bafle grande, se encontraba una bolsa plástica de color negro que
al revisar su contenido era (...) hierba seca (…) La infracción penal (…) se debe calificar
provisionalmente como COMERCIO, TRAFICO Y ALMACENAMIENTO ILICITO, tipificado
y sancionado por el Art. 36 de la Ley Reguladora de las Actividades Relativas a las Drogas, ya
que durante la requisa efectuada al vehículo en el cual se transportaba el incoado, (...) se
trasladaba juntamente con la droga oculta la cual según la información recibida traía desde la
Frontera San Cristóbal (...)"".
En vista de la anterior acusación el Juez Segundo de Instrucción de este distrito
judicial, mediante resolución de fs. 24 a 28, modificó la calificación provisional del delito de
comercio, tráfico y almacenamiento ilícito al de POSESIÓN Y TENENCIA y ordenó la apertura
a juicio por este ilícito; por lo que las partes esgrimieron sus respectivos alegatos en el debate
correspondiente a la Audiencia Pública que comenzó a las nueve horas del veinte del presente
mes; debiéndose aclarar que los procedimientos practicados durante esta Audiencia han sido
llevados a cabo en estricto apego a las prescripciones y términos de ley; y,
CONSIDERANDO: I.- Habiéndose abstenido el imputado de rendir su
declaración sobre los hechos y no habiéndose presentado incidentes que se hayan diferido para
resolver en esta sentencia; los Infrascritos resolvieron por unanimidad de votos todos los puntos
sometidos a su conocimiento, contemplados en el inciso segundo del art. 356 CPP; y, siendo
colegiadamente este Tribunal el competente para el juzgamiento del caso en examen y ante la
procedencia de la acción penal, se inmedió la prueba ofertada por las partes que a continuación se
detalla: a) prueba testimonial: Consistente en las declaraciones de Miguel Ángel Bernardino
Rugamas y Fidela Antonia Vásquez Cordero, esta última ofrecida por la representación de la
defensa; b) prueba documental: Conformada por el acta contentiva de la aprehensión y la
requisa personal hecha al imputado, agregada de fs. 6 a 7; y, c) prueba pericial: La que fue
incorporada por medio de su lectura y que está compuesta por el informe del resultado de la
experticia físico-química practicada a la sustancia decomisada, presentada como prueba
anticipada, la que se encuentra a fs. 13. Dejase constancia que por común acuerdo de las partes y
con la anuencia de este Tribunal, se prescindió de las declaraciones de los testigos Noé Guillermo
Guirola, Óscar Antonio Retana, Mario Eliseo Palma, José Dagoberto Carmona, Yanira Elizabeth
Amaya y José Miguel Abarca Rodríguez; los primeros cuatro por ser sobreabundantes y los otros
dos por no contar con un documento idóneo de identificación, ni existir la forma legal de suplirlo.
CONSIDERANDO: II.- Al realizar un análisis ponderado y objetivo al acervo de
probanzas mencionadas, ajustado a las reglas de la sana crítica; este Tribunal estima que es
merecedora de absoluta credibilidad el acta contentiva del procedimiento de aprehensión del
enjuiciado, en razón de cumplir con los requisitos formales y legales en su redacción, y porque se
refiere a actos que le están permitidos a la institución policial; y, además, porque la declaración
en la vista pública de uno de los agentes capturadores confirma los datos expresados en la misma.
En este documento en lo pertinente se lee, que en la oficina de Investigaciones de la División
Antinarcóticos de la Policía Nacional Civil de esta ciudad, aproximadamente a las once horas
cincuenta minutos del treinta de diciembre del dos mil dos, el agente Bernardino recibió una
llamada telefónica anónima, en la que le manifestaron que un sujeto de nombre César, fornido,
piel morena, pelo negro recortado, trasladaría droga ese mismo día, entre las doce y catorce
horas, en un pick up de color azul, placas particulares cuatrocientos treinta y cuatro mil
quinientos catorce, manifestándole como punto de referencia la iglesia católica de la colonia
IVU. Que los agentes policiales procedieron a verificar el lugar y aproximadamente a las doce
horas cincuenta minutos observaron el referido vehículo al cual le dieron alcance al final de la
calle "dieciséis poniente" (sic.). Que después de identificarse como agentes policiales pidieron al
ocupante que bajara del auto para realizarle un registro, identificando al sujeto como César
Ernesto Magaña Ramírez, a quien no le encontraron ninguna sustancia ilícita en su cuerpo. Que
al registrar el pick up, tras el asiento del conductor, bajo un bafle grande encontraron una bolsa
plástica de color negro, en cuyo interior había hierba seca, a la que el agente Bernardino le
realizó "prueba de campo" obteniendo un resultado positivo a marihuana.
En lo concerniente al informe del resultado de la pericia físico-química practicada a
la sustancia decomisada, ha de decirse que éste se hizo mediante el mecanismo procesal del
anticipo de prueba, fue autorizado por el Juez Instructor, montándose para dicho efecto la
audiencia y la logística correspondiente; mecanismo que excepcionalmente está permitido por
nuestra legislación en situaciones como en el caso que nos ocupa, en que diferir esta práctica para
la Vista Pública pudiera significar su falta de eficiencia como medio probatorio, y por ser
contradictorio con los principios de celeridad, economía procesal, continuidad y concentración,
propios de esta clase de audiencias. Además, de la lectura del acta agregada a fs. 11, se colige que
se cumplió con los requisitos legales y de forma, y que los principios rectores de la Vista Pública
fueron respetados por el autorizante y puestos en práctica por los participantes. En este informe
en lo pertinente se lee que entre el diecisiete y dieciocho de febrero del año en curso, el
licenciado Noé Guillermo Guirola, Técnico Analista de Sustancias Controladas de la División
Policía Técnica y Científica de la Policía Nacional Civil, realizó las pruebas físico y químicas a
la hierba seca incautada para determinar el tipo de sustancia controlada; que el peso neto del
material periciado es de doscientos veintiséis punto diecinueve gramos; y que por los resultados
positivos obtenidos concluye que el material vegetal es marihuana, conocida científicamente
como Cannabis sativa L. Leyéndose también en el aludido informe, que cada gramo del material
analizado puede llegar a tener un valor comercial de diez colones, obteniéndose un total de dos
mil doscientos sesenta y un colones con cincuenta centavos.
Ambos documentos que han sido mencionados se complementan entre sí y son
coherentes con el resto de probanzas desfiladas ante los Suscritos, por lo que son de validez plena
y merecedores de entera fe.
En relación con los testigos examinados en esta audiencia, ha de expresarse que éstos
manifestaron no tener ningún vínculo de parentesco con el imputado; y, no habiendo prueba
alguna que les contradiga, así ha de presumirse. Todos fueron sometidos al interrogatorio que
ordena el art. 348 del cuerpo legal precitado, manteniendo los Suscritos el celo adecuado en lo
pertinente al método, técnica y calidad de interrogatorio utilizado por las partes; cumpliéndose
así, inobjetablemente, con el principio de la contradicción. Hemos de ser enfáticos en el hecho
que los testigos en todo momento fueron inmediatizados por los infrascritos Jueces.
Sobre la base de lo antes expresado es que ha de dársele credibilidad a lo afirmado
por los testigos examinados, por cuanto los elementos de prueba que se han obtenido con sus
deposiciones resultaron ser coherentes entre sí, puesto que declararon sobre hechos de su
conocimiento y fueron unánimes en lo relativo a circunstancias de tiempo, lugar, distancias,
también sobre circunstancias anteriores y concomitantes al hecho. Por todo ello es posible
afirmar que estos testigos no adolecen de discrepancias o contradicciones relevantes en cuanto a
lo principal ni en lo relacionado con el núcleo histórico que ha sido acusado; y, al contrastar sus
dichos con las probanzas documentales no se advierten diferencias que sean dignas de resaltar,
muy al contrario, hay complemento entre lo relatado por ellos y el contenido de la prueba
documental; por ende, al no excluirse mutuamente y ser concordantes con las probanzas escritas,
ha de deducirse la veracidad de sus juicios.
El testigo Miguel Ángel Bernardino Rugamas, en su declaración básicamente
confirmó lo que contiene el acta de registro del vehículo, requisa del procesado y su aprehensión,
por lo que para evitar repeticiones superfluas hemos de omitir su deposición; sin embargo, al
contenido de la aludida acta el testigo Bernardino Rugamas agregó: que él fue quien recibió la
llamada anónima que les alertó sobre la actividad ilícita; asimismo, que él se encargó de hacer el
registro del automóvil y del procesado; también fue quien le practicó la prueba de campo a la
sustancia encontrada.
La señora Fidela Antonia Vásquez Cordero en su declaración dijo que reside en la
final del la dieciséis calle poniente casa número cuarenta y dos de la colonia IVU, cuarta etapa, y
que es vecina del imputado, que a éste tiene aproximadamente tres años de conocerlo, que es
hojalatero y que tiene su taller en la calle de su casa. Que el treinta de diciembre del año recién
finalizado, a eso de las doce horas treinta minutos, vio cuando venía este señor en su pick up azul,
marca TOYOTA y que lo venían persiguiendo; que un policía se metió dos veces a ese vehículo
para registrarlo; que en el primer registro no le encontraron nada, y que fue hasta que le hicieron
el segundo registro que sacaron una bolsa; y que todo esto lo vio desde una distancia de dos
metros aproximadamente.
CONSIDERANDO: III.- Sobre la base de la certeza de la prueba incorporada a la
Vista Pública, puede afirmarse que los hechos que los que suscriben esta sentencia tienen por
acreditados, mantienen una íntima relación con la hipótesis fáctica de la pretensión acusatoria; y,
esos hechos consisten en los que a continuación se detallan:
Con el testimonio del agente policial Miguel Ángel Bernardino Rugamas y de la
señora Fidela Antonia Vásquez Cordero, en relación con el contenido del acta de la aprehensión y
la requisa personal hecha al imputado se ha establecido, que por haber recibido una llamada
telefónica anónima el treinta de diciembre del año próximo pasado, unos agentes de la División
Antinarcóticos de la Policía Nacional Civil procedieron a verificar el lugar que les habían
señalado y aproximadamente a las doce horas cincuenta minutos observaron el vehículo que les
habían descrito el cual era un pick up de color azul, placas particulares cuatrocientos treinta y
cuatro mil quinientos catorce; que le dieron alcance al final de la dieciséis calle poniente, en el
sector de la colonia IVU. Que después de identificarse como agentes policiales registraron al
conductor y lo identificaron como César Ernesto Magaña Ramírez. Que al registrar por segunda
vez el pick up, tras el asiento del conductor, dentro de un bafle grande encontraron una bolsa
plástica de color negro, en cuyo interior había hierba seca, a la que al realizarle la "prueba de
campo" resultó positiva a marihuana.
Con el informe del resultado de la experticia practicada a la sustancia decomisada se
ha comprobado, que un Técnico Analista de Sustancias Controladas de la División Policía
Técnica y Científica de la Policía Nacional Civil, realizó las pruebas físico y químicas a la hierba
seca incautada; que el peso neto del material periciado es de doscientos veintiséis punto
diecinueve gramos; que el material vegetal es marihuana, conocida científicamente como
Cannabis sativa L.; y, que con esa cantidad de droga puede llegar a obtenerse un total de dos mil
doscientos sesenta y un colones con cincuenta centavos.
CONSIDERANDO: IV.- Con fundamento en lo que se ha expuesto y tomando en
cuenta todos los hechos que se han establecido a partir de los elementos de prueba obtenidos de
los medios correspondientes y que se han relacionado con anterioridad, este Tribunal mediante un
proceso mental razonado y acorde con las reglas del criterio humano que le han guiado para la
valoración de las distintas probanzas, ha arribado a la siguiente conclusión:
Si el imputado tenía escondido en un bafle ubicado en la parte posterior del asiento
del vehículo que conducía, una bolsa plástica de color negro, la que contenía hierba seca,
lógicamente dentro de su ámbito de control; además, si esa hierba al ser sometida a los
respectivos análisis físico y químico dio un resultado positivo a marihuana, no demostrando éste
encontrarse autorizado para su posesión y/o tenencia; entonces ha de concluirse que resulta lógico
atribuirle al procesado la posesión de esa cantidad de droga.
CONSIDERANDO: V.- Los hechos que se han logrado establecer con las probanzas
desfiladas guardan íntima relación con la hipótesis acusatoria fiscal; asimismo, la conclusión que
a partir de éstos se ha determinado y que se ha expuesto “ut supra”, se adecuan semánticamente a
la descripción material de la acción prohibida por el legislador bajo el epígrafe de posesión y
tenencia; y, al realizar un ejercicio mental y subsumir la conducta exteriorizada por el encausado
en el tipo penal especial referido, resulta que su comportamiento es evidentemente típico –tal y
como se demostrará posteriormente- y se adapta a lo que nuestro legislador conceptúa como el
presupuesto de una sanción.
El tipo penal de la posesión y tenencia, prescrito en el art. 37 de la LRARD, se
conceptualiza como el mero tener o poseer como dueño, cantidad de droga, entendiéndose ésta
como toda sustancia mineral, vegetal o animal, que se utiliza en la industria o en la medicina y
que posee efectos estimulantes, depresores o narcóticos o, como establece la Organización
Mundial de la Salud (OMS), a cualquier sustancia que introducida en un organismo vivo puede
modificar una o varias de sus funciones; aunque sabemos que a efectos penales, el concepto de
droga engloba también las sustancias estupefacientes y psicotrópicas, naturales o sintéticas, cuyo
consumo reiterado provoca la dependencia física u orgánica, así como el deseo irrefrenable de
seguir consumiéndolas en mayores dosis a fin de evitar el síndrome de abstinencia. El tipo en
mención exige también que dicha droga debe poseerse o tenerse injustificadamente, es decir, sin
autorización legal o de autoridad competente, en cantidades presumiblemente destinadas al
comercio. Por ello es que la referida figura penal precisa para su materialización de los siguientes
elementos: Que se compruebe la existencia de sustancias prohibidas a que se refiere el tenor
literal de su texto; que se tenga o posea el poder de disposición de esas sustancias; que exista la
conciencia o voluntariedad sobre ese hecho; que la droga que posea o tenga en cantidades que a
juicio prudencial del juzgador se estimen presumiblemente comerciales; y, que no exista
autorización para su posesión y/o tenencia.
Para realizar una adecuada valoración sobre la tipicidad del caso en examen es
valedero apuntar, que los delitos contra la salud pública –al que pertenece el de posesión y
tenencia-, constituyen infracciones de peligro abstracto por ser de riesgo general y comunitario,
siendo delitos de carácter eminentemente formal y de mera actividad, de los que no se requiere
para su consumación un resultado lesivo y concreto; puesto que para estimarlo materializado y
perfecto basta con la comprobación de haberse realizado la acción típica prohibida por el
legislador, tornándose innecesario verificar la existencia de un resultado; razón por la cual no
cabe en estos hechos punibles plantearnos la cuestión de la imputación objetiva o del simple nexo
causal. En consecuencia, ha de concluirse que la posesión y tenencia es uno de los delitos
clásicos de consumación anticipada, de modo que la misma se produce con absoluta
independencia de cualquier resultado posterior.
De la somera lectura al título del art. 37 de la LRARD, pareciera que “posesión” y
“tenencia” son palabras sustancialmente similares, por estar separadas únicamente por la
copulativa “y”; empero, del contenido de esa disposición legal así como de su contexto semántico
y jurídico, se desprende que son dos términos de significado distinto y que implican conductas
diferentes para que se materialicen; no obstante, aclarase que la tenencia es la regla general y se
encuentra invívita en la posesión; por ende, bastará con la comprobación de esta última para tener
por acreditada aquélla.
“Poseer” significa tener algo dentro del radio de acción de disponibilidad activa,
voluntaria y consciente; por ende, para la materialización de la acción típica y simultánea
configuración del delito de posesión y tenencia, será necesario llegar al convencimiento de que la
droga es posesión de alguien, bastando para ello con que a ese alguien se le sorprenda con la
droga dentro de su ámbito de acción y disponibilidad. El convencimiento sobre la posesión de la
droga secuestrada por parte del imputado nos lo proporciona el agente policial Miguel Ángel
Bernardino Rugamas, quien con los elementos de prueba obtenidos de su testimonio, reforzado
con lo dicho por la testigo Fidela Antonia Vásquez Cordero, y con el contenido del acta de
aprehensión y decomiso de la hierba seca acreditan la conducta típica de “posesión” evidenciada
por el imputado.
Resulta indubitable la comprobación de que la hierba seca incautada es
correspondiente a la droga conocida como marihuana; así como lógico efecto es concluir que, a
juicio de los suscritos juzgadores -tal como lo exige uno de los elementos normativos del tipo
objetivo-, la cantidad de esa droga encontrada en poder del encartado es presumiblemente
comercial. La anterior conclusión es fácilmente asequible en vista de que el justiciable no es un
consumidor consuetudinario de droga ni existen indicios que lo hagan presumir. Además ha de
decirse, que el procesado no admitió que su posesión era para fines de autoconsumo y aunque su
argumento defensivo se hubiese encaminado por esa vía, tal argucia sería evidentemente falsa e
ilógica, pues según la experiencia común, con la cantidad de droga incautada pueden
manufacturarse alrededor de cuatrocientos cincuenta cigarrillos de marihuana, lo que significaría
que el enjuiciado debería de fumar diez cigarrillos diarios durante más de un mes y medio, lo cual
es virtualmente imposible, mucho más si tomamos en cuenta que no hay ni indicios de que éste
sea una consumidor consuetudinario. Por ello es que puede afirmarse fácilmente que tal cantidad
de droga decomisada sea presumiblemente comerciable, por cuanto dicha actividad por regla
general es de carácter lucrativa. Sin embargo es menester aclarar, que todo lo expuesto no
demuestra fehacientemente el fin comercial que el imputado tenía con la posesión de la droga,
pero sí lo hace presumir, lo cual no es suficiente para sancionar a su poseedor por el delito de
comercio, tráfico y almacenamiento ilícito.
Por último hay que resaltar, que no existen ni siquiera indicios de que el enjuiciado
haya estado autorizado por la ley para poseer o tener cualquier cantidad de droga. Lo anterior se
deduce fácilmente, por la forma y lugar en que tenía escondida la droga, por el oficio en que éste
se desempeña y por no existir manifestación alguna en contra de esa aseveración.
Por lo anterior expuesto se sintetiza que los requisitos de materialización del
elemento objetivo del tipo en cuestión han quedado establecidos con los hechos que este Tribunal
estima acreditados y que se han redactado en el considerando III de ésta. Asimismo, ha de
expresarse que las acciones típicas de poseer o tener requieren tanto del conocimiento como de la
voluntad de poseerla o tenerla, mucho más en este caso en especial en el cual la cantidad de droga
venía de forma clandestina, dentro de un bafle, es decir en un lugar de difícil acceso, con lo cual
es imposible argumentar ignorancia o error en la posesión de la misma, constituyéndose así los
elementos cognoscitivo y volitivo del dolo, cuyas características esencialmente configuran el
elemento subjetivo del delito y, por ende, complementan al tipo penal que nos ocupa;
concluyéndose, la comprobación de la conducta típica del enjuiciado. No existiendo ni siquiera
indicios de que éste haya estado amparado por alguna causal de justificación para la
exteriorización del comportamiento jurídicamente relevante, ha de decirse que la conducta del
imputado además de ser típica es antijurídica. Esta aseveración se refuerza si, retomando a
Muñoz Conde, traemos a colación que la conciencia que toda persona tiene del carácter nocivo
para la salud de esta sustancia, así como la prohibición o restricción de cualquier actividad ilegal
alrededor de la misma, constituye el elemento subjetivo del tipo penal y elimina toda posibilidad
de invocar el error, sea éste de tipo o de prohibición, como causal excluyente o modificativa de la
responsabilidad penal en los delitos relacionados con esta droga.
En nuestro Derecho Penal solamente se reputa como responsable a aquél que pudo
motivarse de una manera distinta a como lo hizo; en otras palabras, esto significa que el autor del
delito que nos ocupa es culpable porque en vista de su edad, capacidad intelectual, lugar en el que
llevaba la droga, forma de ocultarla de la simple vista y, aunque exiguo grado de cultura,
considerase suficiente para que pudiera no cometer el ilícito porque sabía del significado y
consecuencias de su comportamiento y tuvo, además, el control de la situación, los medios
adecuados, el tiempo suficiente y la posibilidad de comportarse de acuerdo con las normas del
ordenamiento jurídico. En razón de hechos como el que se juzga es que se afirma que quien
teniendo la capacidad de motivación no lo hace, ni por la prohibición de la norma ni por la
posible consecuencia jurídica, y pudiendo obrar conforme a Derecho no lo hizo, debe ser objeto
de reproche penal; declarándosele culpable y haciéndose acreedor a la sanción correspondiente al
delito de mérito.
A todo lo anterior ha de agregarse, que la representación de la defensa no ha logrado
aportar probanzas encaminadas a establecer alguna causal de inimputabilidad del inculpado;
asimismo, no hay siquiera indicios de que en la conducta de éste haya mediado un error sobre la
desaprobación jurídico penal, ni que en su obrar haya sido imposible exigirle un comportamiento
distinto al que exteriorizó.
CONSIDERANDO: VI.- Hemos de estar conscientes que la actividad probatoria
ejercida por la representación fiscal, en cuanto a establecer clara, directa, expresa, terminante y
taxativamente, la identidad -léase sujeto del cual se predica algo- entre la persona que fue
aprehendida y la que ahora se juzga, ha sido deficiente, en vista que no fue capaz de conseguir
por parte del testigo de cargo un señalamiento o un nexo directo e inequívoco -sin ser sugestivosobre esta persona y su predicamento o predicado; sin embargo, no hemos de soslayar que como
producto de los elementos de prueba que se han extraído de los variados medios de prueba
examinados, existen una serie de indicios que concatenados nos llevan a la respuesta unívoca de
establecer que la persona que fue capturada el día de los hechos, es la misma que fue transportada
a la División Antinarcóticos de la Policía Nacional Civil; que es la misma que ha acudido a las
distintas audiencias judiciales, que es la misma que ahora se está juzgando y que, por ende,
corresponde al sujeto activo del caso "sub lite".
Por ende, si la conducta del imputado es típica; y, deduciéndose además de los hechos
que este Tribunal tiene por comprobados, que éste tuvo en sus manos el dominio del hecho a
través de la conducta evidenciada y el hallazgo de la cantidad de droga que llevaba dentro del
vehículo que conducía o sea dentro de su ámbito de control, entonces es sencillo concluir la
reunión en éste de los requisitos necesarios para el autor directo; en consecuencia, conforme a lo
dispuesto en el art. 33 CP, el procesado es responsable penalmente como autor directo del delito
de posesión y tenencia, comprendido en el art. 37 de la LRARD; que lo sanciona con una pena
principal que oscila entre tres a seis años de prisión.
Para la fijación de la sanción en este caso, los Suscritos han de tomar en cuenta lo
previsto por los arts. 62, 63 y 64 del Código Penal, en tal sentido es preciso, pertinente y legal
traer a colación las siguientes valoraciones: que con el delito en cuestión, no obstante ser
consumado, el imputado no ha ocasionado daño alguno y no se dio un peligro efectivo pues estos
delitos se clasifican como de peligro abstracto, y también hasta antes de que la droga le fuera
incautada por los agentes policiales, todavía no había salido de su ámbito de control. De los datos
generales consignados por el enjuiciado en su interrogatorio de identificación es posible deducir
que es una persona normal no constando en autos peritaje alguno que diga lo contrario, y que por
su mayoría de edad y una experiencia acumulada a lo largo de su historial, se colige que conoce
ampliamente la diferencia entre lo lícito y lo ilícito, y además, le permite ponderar los efectos
negativos de su antijurídico actuar. Tratándose de una persona que se dedica a un oficio cuya
práctica conlleva una remuneración, no puede decirse que su condición económica haya sido tan
precaria como para inclinarle a delinquir; empero, no se descarta que ese haya sido el móvil;
asimismo, es fácil aducir que por la situación antes apuntada el ámbito social de éste no sea
reducido y las condiciones de cultura son aceptables pues, aunque sus estudios formales sean casi
pocos, su oficio así lo requiere. Estando ante la presencia de una persona que con el
cometimiento de este hecho da inicio a su biografía delincuencial; y, no habiendo circunstancias
atenuantes ni agravantes que apreciar; en consecuencia, los infrascritos Jueces estiman que la
medida de la pena principal a imponerse al imputado es la de tres años de prisión por el delito de
posesión y tenencia.
Con base en los razonamientos antes expresados y tomando en cuenta que el delito
que se ha juzgado corresponde a los de peligro abstracto, por lo que no se ha materializado una
lesividad a un bien jurídico; asimismo, trayendo a colación que el sujeto pasivo es inexistente,
imposibilitándose la ponderación proporcional entre el daño ocasionado y la retribución
sancionatoria penal; asimismo, no debemos soslayar que el principio de necesidad orienta la
función utilitarista de la sanción penal, que busca no solo la readaptación social del individuo que
ha delinquido, sino también proyectar sus efectos al ámbito del proceso penal; en consecuencia,
los infrascritos juzgadores estiman que, con base en los principios de necesidad, lesividad y
proporcionalidad, no es menester que la pena impuesta al enjuiciado deba de cumplirse dentro de
un recinto penitenciario, puesto que sería contraproducente a los objetivos de resocialización y/o
de prevención especial; mucho más si tomamos en cuenta que teniendo éste un taller de
hojalatería y personas que laboran para él, le es asequible el aprovisionamiento de la cantidad de
droga que se le encontró -en el supuesto que se tratara de un consumidor de marihuana-, por lo
que la cantidad de esa sustancia que podría comercializarse sería mínima y el peligro para la
sociedad -aún siendo abstracto- se entendería casi nulo; por tanto, para el presente caso ha de
hacerse el reemplazo de la pena de prisión antes impuesta, que le corresponde al acusado, por
ciento cuarenta y cuatro jornadas semanales de trabajos de utilidad pública, en razón de ocho
horas por cada jornada semanal, de acuerdo a las reglas prescritas por el art. 75 del cuerpo legal
precitado y en concordancia con lo dispuesto por el art. 55 ídem; por considerar que esa es la
pena principal en proporción directa a la gravedad del hecho.
CONSIDERANDO: VII.- Abstiénese este Tribunal de pronunciarse en cuanto a la
responsabilidad civil en vista que la representación fiscal no ejerció la acción correspondiente.
No hay especial condenación en las costas procesales puesto que éstas se han cubierto con fondos
del Estado, por estar representada la fiscalía por el Ministerio Público y haber cargado con los
gastos de la defensa el procesado.
En cuanto a los objetos que fueron puestos a nuestra disposición por el Juez
Instructor, ha de dárseles el destino que a continuación se detalla: La droga marihuana y los
objetos de embalaje de la misma, quedan siempre en la situación que se encuentran en este
Tribunal para su posterior destrucción, tal como lo regula el art. 67 de la LRARD; el vehículo, la
tarjeta de circulación, el teléfono celular y la cantidad de siete dólares, en su debida oportunidad
deberán de devolvérsele al señor César Ernesto Magaña Ramírez, por prescribirlo así los arts. 184
y 444 CPP.
POR TANTO, sobre la base de las razones expuestas, disposiciones legales citadas y
de conformidad a lo que ordenan los arts. 12 Cn.; 357 al 361 CPP; y, art. 37 de la Ley Reguladora
de las Actividades Relativas a las Drogas, este Tribunal a nombre de la República de El Salvador
FALLA: CONDÉNASE al imputado CÉSAR ERNESTO MAGAÑA RAMÍREZ, quien es de
los datos generales de identificación indicados en el preámbulo de la presente, por el delito de
POSESIÓN Y TENENCIA cometido en perjuicio de la Salud Pública, a cumplir la pena
principal de CIENTO CUARENTA Y CUATRO JORNADAS SEMANALES DE
TRABAJO DE UTILIDAD PÚBLICA, de la manera indicada en la parte final del
considerando VI de ésta; las que empezará a cumplir al quedar firme esta sentencia; y por no
encontrarse restringida su libertad ambulatoria por medida cautelar alguna, permanezca en la
libertad en que se encuentra. Désele el destino señalado en el considerando VII de ésta a los
objetos que fueron puestos a nuestra disposición por el Juez Instructor. Mediante lectura integral,
notifíquese esta sentencia.
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