Timidez en infancia y adolescencia; Monjas Casares

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INDICE
Página
• ¿Qué es y que significa ser tímido en la infancia y la adolescencia? 2
• ¿Por qué se es tímido en la infancia y que repercusiones tiene? 5
• Evaluación de la timidez en la infancia y la adolescencia 8
• Tratamiento y prevención de la timidez en la infancia y la adolescencia 11
• Sugerencias, recomendaciones y consideraciones finales 14
Opinión personal 16
• ¿Qué es y qué significa ser tímido en la infancia y la adolescencia?
Hasta el momento, la timidez ha sido un fenómeno poco estudiado, sin embargo hoy día están proliferando
estudios (con mayor o menor rigor científico) sobre el tema. Un motivo que puede explicar esta escasez de
estudios puede ser que la timidez no ha sido considerada siempre como un problema, los padres suelen asumir
que sus hijos han nacido así y los profesores suelen prestar más atención a las conductas externalizadas que a
las internalizadas, son mucho mas llamativos los niños problemáticos y alborotadores que los niños tímidos,
quienes en muchas ocasiones son considerados buenos alumnos.
Interactuar en la infancia es algo muy importante para el desarrollo, de tal modo que pueden presentarse
posteriores déficits afectivos y emocionales ante la falta de interacciones. Los niños tímidos presentan un
menor número de interacciones y unos niveles de bienestar subjetivo inferior en tales interacciones, además la
timidez aparece relacionada con otra serie de trastornos en la edad adulta como por ejemplo la fobia social.
A continuación vamos a exponer un concepto de timidez teniendo en cuenta que es un fenómeno que en
mayor o menor medida todos hemos experimentado y tendremos en cuenta que variables como la edad, el
sexo o el entorno cultural ejercen su influencia en ella.
La autora resalta cuatro facetas importantes en la timidez:
Baja sociabilidad. Es una falta de motivación a la aproximación social. Puede que el sujeto no sienta la
necesidad de interactuar con otras personas y no por ello experimentar malestar.
Baja aceptación social. Puede ser manifestada en forma de aislamiento o en forma de rechazo directo. Los
niños tímidos es frecuente que no se integren igual que el resto de los niños (aislamiento) y que a largo plazo
produzca un rechazo por parte de sus compañeros.
La timidez propiamente dicha:
Tomada literalmente del libro, entendemos por niños tímidos, Aquellos niños y niñas con un patrón de
conducta caracterizado por déficit y/o inadecuación de relaciones interpersonales y una tendencia estable y
fuerte de escape o evitación del contacto social con otras personas en diversas situaciones sociales
Podemos distinguir entre timidez temperamental, considerada innata a partir de investigaciones hechas con
recién nacidos y su comportamiento con extraños, y timidez socioevaluativa, que es la que aparece en los
contextos familiares. Es una timidez algo preocupante pues es precisamente en el entorno familiar donde las
personas se suelen encontrar mas desenvueltas.
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Matizamos ña definición anterior diciendo que un niño puede presentar timidez en unos contextos y no en
otros, que no abordamos la timidez con ansiedad clínica y que no llega a ser gravemente incapacitante.
Inhibición interpersonal. Relacionado con el concepto de asertividad, se entiende que son personas que no
siempre defienden sus ideas, con baja autoestima y pobre autoconcepto.
Para realizar un diagnóstico de timidez, debemos primero descartar otro tipo de alteraciones con síntomas
similares como por ejemplo con la fobia social, en la que las conductas de evitación interfieren en sus
actividades cotidianas y con una ansiedad clínicamente significativa. La depresión infantil puede darse
simultáneamente o confundirse con la timidez.
Para una mejor aproximación al concepto de timidez, describiremos sus principales conductas centrándonos
en el área motora, cognitiva y emocional.
Área motora.
Presentan una carencia en habilidades sociales, para expresarse y dialogar (bajo tono de voz y monótono,
escaso lenguaje no verbal). La distancia interpersonal es elevada, llevando frecuentemente a estar solos,
incluso puede que eviten las reuniones sociales o que escapen de ellas.
Área cognitiva.
En el ámbito cognitivo la timidez se manifiesta por pensamientos negativos sobre sí mismos y sobre los
demás y distorsiones en la percepción de las situaciones, crean expectativas de fracaso anticipando malos
resultados en sus interacciones. Tienden a focalizar la atención y a atribuir las consecuencias negativas a sí
mismos. La falta de empatía que resulta de la autofocalización tampoco colabora en las interacciones con
otras personas. Por último tampoco poseen recursos suficientes para superar esas dificultades, su autolenguaje
y sus auntoinstrucciones son negativas e inadecuadas y carecen de técnicas en resolución de problemas
interpersonales.
Área emocional.
Las emociones negativas que experimenta son muchas y variadas: pena, tristeza, indecisión, soledad,
culpabilidad, etc. Lo que le producen unas respuestas psicofisiológicas como palpitaciones, sudoración,
enrojecimiento, etc. Su autoestima está muy devaluada por el desfase encontrado entre su ideal de persona y
lo que en realidad es, tienen sentimientos de inferioridad y de culpa entre otros. Los miedos están
generalizados a todas aquellas situaciones en las que el sujeto pueda ser evaluado por los demás (preguntar en
clase, bailar en una fiesta), y a ser rechazado por éstos.
• ¿Por qué se es tímido en la infancia y qué repercusiones tiene?
En primer lugar hay que señalar la dificultad que entraña distinguir el origen de la timidez sin que se produzca
un solapamiento con otro tipo de conductas alteradas como la ansiedad o la fobia social. Diferentes teorías
enmarcadas en un modelo concreto de la psicología tratan de explicar cómo es el origen y el mantenimiento
de las conductas de timidez, vemos las más importantes:
Psicobiológicas. Se centran en el concepto de temperamento que es de carácter innato. Por su temperamento
se considera que hay niños fáciles, difíciles y lentos de nacimiento. Son los niños lentos aquellos que por su
comportamiento tienen una mayor predisposición a presentar posteriormente problemas de timidez. Asendorpf
afirma que partiendo de la predisposición temperamental hereditaria, estas variables interactúan con el entorno
configurando un estilo de comportamiento determinado.
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Evolutivas y psicosociales. La autora señala lo indiscutible que resulta que para la evolución de los niños son
necesidades básicas (aparte de la biológicas y las cognitivas), las necesidades afectivas que comprenderían
una seguridad emocional, estabilidad en el ambiente familiar, apoyo social fuera del ámbito familiar y una
intimidad corporal, referida a la necesidad de contacto físico como besos, abrazos y caricias.
La teoría del apego de Bowlby afirma que las relaciones tempranas de un sujeto en la infancia desarrollan un
modelo interno respecto a uno mismo y a los demás, de tal forma que un apego seguro, una buena relación
cálida con los padres propiciará que entre los profesores y otros desconocidos exista a priori una actitud
positiva.
Las relaciones con los iguales sobre todo en la adolescencia son básicas para desarrollar las habilidades
sociales, para crear el autoconcepto. Los amigos y el grupo de iguales enseñan a negociar, compartir y a
resolver conflictos entre otras cosas, también son un marco afectivo muy importante.
Del aprendizaje. Por medio de los distintos mecanismos de aprendizaje el niño puede aprender a ser tímido y
a mantener dichas conductas.
El condicionamiento clásico afirma que se asocian diferentes estímulos (una reunión social) a una
determinada respuesta, en este caso emocional (ansiedad).
El condicionamiento operante explica el comportamiento en función de las consecuencias que tengan
determinados actos. Puede que se obtengan resultados positivos permaneciendo callados, o escapando de una
situación ansiosa.
Finalmente pueden aprender también de la conducta de los otros (aprendizaje vicario), viendo por ejemplo a
sus padres que presentan conductas de retraimiento social.
Interactivas. Concluimos con las teorías afirmando que ninguna de ellas es capaz por sí sola de explicar la
génesis y el mantenimiento de las conductas de timidez. Las teorías interactivas señalan factores de riesgo
para la timidez y factores de protección en su contra.
Entre los factores de riesgo encontramos: Un temperamento inhibido (biológica), un apego inseguro−ansioso,
(evolutiva), estilo parental socialmente incompetente (aprendizaje), acontecimientos vitales estresantes,
distorsiones cognitivas, etc.
Entre los factores de protección encontramos un temperamento expresivo, un apego seguro, redes de apoyo
social, bienestar emocional, etc.
Evolución y consecuencias de la timidez.
Los niños tímidos por su forma de comportarse corren en riesgo más que otros niños de sufrir maltrato
infantil, maltrato entre iguales, bajo rendimiento escolar y conductas desajustadas en la adolescencia.
En cuanto al maltrato infantil no se sabe ciertamente si son víctimas de maltrato por su timidez o el maltrato
previo les lleva al retraimiento. La intimidación por parte de los compañeros hacia estos niños puede tener
como consecuencia una mayor ansiedad en el contexto escolar y, por consiguiente, un menor rendimiento
académico. Las conductas desajustadas en la adolescencia relacionadas con la timidez serían por poner un
ejemplo, conductas antisociales, y problemas con el alcohol y otro tipo de sustancias.
Respecto a las consecuencias negativas a largo plazo que se encuentran relacionadas con la timidez son la
fobia social, y la depresión entre otros como puede ser el trastorno de personalidad por evitación.
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Estudios longitudinales como el de Rubin o el de Asendorpf ponen de manifiesto la continuidad de la timidez
en la infancia y la adolescencia, siendo además un factor de riesgo para otra serie de trastornos de tipo
socioemocional en el futuro.
3. Evaluación de la timidez en la infancia y la adolescencia.
Consideramos la evaluación como el proceso por el cual podemos identificar si una niño o un adolescente
presenta un problema de timidez, para poder intervenir sobre él. Luego tendremos que evaluar los resultados
de nuestra intervención por lo que nuestra concepción de evaluación es la de un proceso a realizar antes,
durante y después de la intervención.
En niños y adolescentes los problemas en la evaluación son mayores pues muchos de los síntomas son
internos, más difíciles de detectar en estas edades.
Si tratásemos con adultos tendríamos que medir:
• Manifestaciones psicofisiológicas.
• Conductas manifiestas.
Usaríamos también instrumentos especializados como los autoinformes para medir variables internas y
padecimientos subjetivos.
En niños la evaluación se realiza principalmente preguntando a la gente de alrededor ( a los iguales y a los
adultos), por observación directa y por autoinformes de diversos tipos. Tratamos de tomar información de
diversas fuentes con el propósito de tener una evaluación más fiable y comprensiva del niño o adolescente.
Cuando realizamos la detección en colegios y en otros centros en los que no hay una queja previa, es
conveniente comenzar con preguntas de amplio espectro y luego ir profundizando en sujetos y aspectos que
sean más relevantes en nuestra tarea. A este procedimiento se le denomina comúnmente la técnica del
embudo.
A continuación comentaremos los principales técnicas evaluativas centrándonos en la fuente de la
información como criterio distintivo.
Grupo de iguales.
Son técnicas en las que o bien los niños tienen que seleccionar a un compañero con una cualidad determinada
o tienen que puntuar a todos los compañeros en relación a una cualidad. Es importante preguntar el porqué y
tener nominaciones negativas para discriminar con mayor seguridad.
Valoraciones de los adultos.
Este tipo de valoraciones las realizan todo tipo de adultos que conviven habitualmente con los niños, ya sean
sus padres, sus abuelos, los profesores, etc. Son convenientes porque son los adultos los que pueden comparar
las conductas del niño con la de los demás.
Habitualmente se utilizan escalas de apreciación que pueden utilizarse tanto para identificar comportamientos
inadaptados como para evaluar la eficacia de un tratamiento.
Unos como el BAS se centran en medir la socialización, y sirven para profesores y padres. hay específicos
para los padres como la escala de inhibición de Asendorpf, y específica de profesorado para el
comportamiento social.
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Resaltamos el CHIS, de la autora del libro, en el que se evalúan las competencias en habilidades sociales de
los niños, centrándose en los aspectos positivos y no en los negativos.
Observación directa.
Es la técnica de recogida de información preferida por el conductismo, ya que se valoran conductas
observables e incluso medibles ya son en situaciones naturales como de laboratorio.
Las situaciones naturales presentan la ventaja de producirse de manera espontánea, con gran validez externa y
es más ecológica. Por el contrario presenta la dificultad de necesitar observadores experimentados que sepan
codificar correctamente y discriminar adecuadamente. Hay registros que sirven para codificar los
comportamientos, como la escala de Observación de juego de Rubin o la de observación de la interacción
social (COIS).
En las observaciones artificiales las situaciones son provocadas, presentan una mayor validez interna. Son
buenas para discriminar si las carencias del niño o del adolescente se deben a una falta de recursos en su
repertorio o un déficit en la ejecución de tales conductas.
Autoinformación.
A pesar de las criticas que reciben, por considerar que los niños no pueden evaluar su propia conducta, se
aconseja su utilización. Se utilizan sobre todo entrevistas, autoinformes y autorregistros.
Las entrevistas son algo más complejas que con adultos y con el agravante de que el sujeto presenta timidez.
Hay diferentes variables como la edad, las habilidades verbales o la capacidad de introspección que pueden
ayudar en la entrevista.
Los autoinformes aunque presentan limitaciones, y siempre que se tengan en cuenta, también es aconsejable
su uso. Hay autoinformes que evalúan la socialización en sentido amplio (escala de soledad de Asher, el
BAS−3), otros más centrados en aspectos concretos como la asertividad (CABS), la ansiedad (ISRA , STAI).
Finalmente otros se centran en los aspectos más cognitivos de la timidez como puede ser el autoconcepto
(escala de Piers y Harris), las atribuciones (CASQ) o las estrategias cognitivas (AECS).
Autorregistros. Deben ser muy sencillos para que los niños y adolescentes puedan rellenarlos sin dificultad,
deben evaluarse conductas concretas de fácil observación. Otro tipo de autorregistros, como el termómetro
emocional, los sujetos evalúan sus emociones en una escala en diferentes situaciones.
4. Tratamiento y prevención de la timidez en la infancia y la adolescencia.
Las técnicas propuestas son una línea general más que un paquete estructurado de tratamiento y prevención.
Estas técnicas son ejecutadas por varias personas entre psicólogos, profesores, familiares, etc. Se centran en el
ámbito propiamente psicológico y no en otros como podría ser el farmacológico aunque se haya demostrado
su efectividad en determinados aspectos de la timidez.
Aspectos generales del tratamiento:
• Enseñanza de habilidades y conductas de forma directa.
• Comportamiento en diferentes niveles (cognitivo, motor, etc.) mediante diversas técnicas y no un
único procedimiento.
• Orientado tanto al tratamiento como a la prevención.
• Interdisciplinar con otros profesionales y coordinado.
• Unido de forma constante al proceso evaluativo.
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• En un ambiente estimulante y afectivo.
• Respetuoso con la capacidad de decisión y privacidad de los más pequeños.
Los objetivos a los que irán dirigidos las técnicas específicas serán básicamente tres:
1. Conseguir unas mejores habilidades sociales que aporten recursos y seguridad al joven, 2. Con un
pensamiento más ajustado a la realidad y optimista y 3. En un estado de relajación optimo para las
interacciones.
El contexto en el que deben trabajarse estas técnicas puede variar mucho de un caso a otro aunque sí pueden
darse varias orientaciones al respecto, como utilizar sesiones individuales o de grupo teniendo en cuenta la
gravedad del caso. Cuidar que los escenarios sean diversos para una mejor generalización de los resultados, en
un ambiente cálido en el que el niño se sienta seguro, sin censuras ni ataduras donde pueda desempeñar un rol
distinto al que estaba acostumbrado en su entorno.
A continuación exponemos las técnicas del paquete de tratamiento cognitivo−conductual propuesto por la
autora:
• Modelado. Basado en el aprendizaje de conductas por medio de la observación de modelos válidos y
atrayentes para el sujeto como pueden ser los hermanos y adultos significativos.
• Práctica. El objetivo principal es ensayar las capacidades aprendidas ya sea en el entorno natural, en una
dramatización o incluso en imaginación.
• Feedback y reforzamiento. Es muy importante que tras la práctica de esas habilidades (que en muchas
ocasiones pueden suponer un gran esfuerzo por parte de los sujetos) obtengan una recompensa, también
puede aprovecharse para hacer una crítica constructiva de los fallos cometidos, siempre en sentido positivo
y aportando sugerencias.
• Instrucción verbal, diálogo y discusión. Mediante el diálogo y la discusión se aclaran situaciones, modos de
actuación, se guía y orienta a los jóvenes y se les incita a que actúen por sí mismos.
• Entrenamiento en autoinstrucciones. Se trata de corregir el sesgo cognitivo que tienen en su mayoría y que
les lleva a anticipar malos resultados. Con las autoinstrucciones positivas, pueden hacerse una autoguía
positiva que les ayude a enfrentarse a la situación y posteriormente a evaluarse y reforzarse.
• Solución de problemas cognitivo−sociales. Supone realizar un análisis sistemático del problema, buscando
diferentes soluciones, elegir la más apropiada anticipando consecuencias y ponerla en práctica.
• Exposición. Es uno de los procedimientos utilizados para habituar al sujeto a las situaciones que le
producen ansiedad. Es importante impedir el refuerzo negativo y realizar al principio exposiciones que no
generen excesiva ansiedad, para que nuestro sujeto obtenga refuerzos sucesivos que aumenten su
autoconfianza.
• Relajación. En sus distintas modalidades (método de Jacobson, de Shultz, etc.) es necesario tener en cuenta
la situación concreta del menor ya que muchas veces los métodos de relajación de los adultos no son los
apropiados para ellos. Si se necesita, se utilizará, masajes, movimientos suaves y la imaginación para relajar
al pequeño.
• Tareas. Para realizar en el contexto natural, afianzar las habilidades conseguidas y generalizarlas en el
entorno. A cortas edades deben ser muy concretas y al repertorio conductual que el sujeto posee.
• Terapia racional emotivo−conductual. Es preciso que los niños y los adolescentes sepan que sus
pensamientos influyen en sus sentimientos, por lo tanto es importante detectar y controlar los pensamientos
distorsionados (aunque sean automáticos), y sustituirlos por otros alternativos.
• Desensibilización sistemática. Basado en la técnica iniciada por Wolpe, se aportan respuestas contrarias a la
de la ansiedad que padecen los tímidos y se expone al sujeto a los agentes ansiógenos de forma progresiva.
Finalmente el texto presenta algunos ejemplos de actividades complementarias que pueden ayudar, como
puede ser la biblioterapia, actividades de expresión y otras de carácter lúdico.
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5. Sugerencias, recomendaciones y consideraciones finales.
Este capítulo realiza una serie de recomendaciones, primero centrado en los diferentes ámbitos (clínico,
escolar y familiar), luego realiza una serie de recomendaciones generales, realiza unas sugerencias a chavales
tímidos y termina con unas reflexiones y exhortaciones finales.
En el ámbito clínico recomienda realizar un tipo de tratamiento en un entorno lo más natural posible donde
puedan participar las personas de dicho entorno y en un ambiente físico variado , saliendo un poco de la
habitual consulta. También dedica un comentario a la prevención y al asesoramiento que los psicólogos
podemos realizar en diferentes ámbitos.
En el ámbito escolar recomienda formar y sensibilizar al profesorado con el fin de lograr una mejor detección
precoz del problema y un tratamiento más efectivo.
En el ámbito familiar, recomienda que la timidez sea considerada un trastorno de cierta importancia y que el
entorno familiar se analice y participe en la recuperación del niño o adolescente de la misma forma que lo
hacen en otras situaciones.
Como recomendaciones generales podemos extraer las siguientes.
• Tener hacia el niño una actitud empática.
• No realizar reproches ni falsas expectativas ni emitir juicios negativos cuando realice conductas de
timidez y sí premiar cada uno de los progresos que realice por sí mismo sin compararlo con otras
personas.
• Facilitarle las salidas y las interacciones y proporcionarle un entorno en el que poder avanzar poco a
poco sin sobreprotección ni dejadez.
En los consejos para chicos y chicas tímidos, la autora anima a los jóvenes a superar su estado explicando lo
mucho que se gana y la necesidad de pedir ayuda. También informa sobre diferentes formas de solicitar dicha
ayuda.
Finalmente concluye con unas reflexiones sobre los conocimientos que se poseen actualmente y expone la
necesidad de:
• Profundizar en la investigación de ámbito nacional con una epidemiología y unos instrumentos de
medida adaptados a nuestras necesidades particulares, así como comparar diferentes tratamientos para
conseguir una mayor efectividad.
• Concienciar a la sociedad del malestar que padecen los tímidos y de la necesidad de tratar su
problema, así como de prevenir su aparición.
Opinión personal.
En líneas generales la lectura del libro de la Dra. Monjas Casares me ha resultado muy provechosa e
interesante. El problema de la timidez lo observamos muy frecuentemente todas aquellas personas que
tenemos un trato habitual y cercano con niños.
La autora realiza una muy buena conceptualización de la timidez, tanto en su génesis, como en los factores
que la mantienen teniendo en cuenta las diferentes corrientes explicativas de la psicología actual.
Tiene la ventaja de un estilo claro y directo, ameno en su lectura por su lenguaje sencillo y rico en ejemplos
coloquiales, sin abandonar por ello el rigor y el estudio que esta obra requiere. Quizá debería excluir del
comentario anterior el capitulo dedicado a la evaluación en la que la abundancia de instrumentos puede
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impedir una lectura fluida.
Particularmente me gusta que no sólo exponga y explique sino que también incite a la acción no solo de los
profesionales (a los que anima a investigar y a trabajar) sino a chicos y chicas tímidas directamente. No soy
partidario de la mera exposición sino que admiro la capacidad de motivar que tiene la autora.
Como crítica podría decir que tanto en la explicación desde los diferentes modelos como en el tratamiento el
libro profundiza poco y es poco concluyente. Aún así entiendo que la extensión y el motivo de la obra no
permitían una mayor exhaustividad.
La timidez en la infancia y la adolescencia Salvador Martínez Saura
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