revista literaria (México, DF) Año II, núm. 3, enero de 1947

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LAS ÍAPANAS
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AÑO I I
+ A'o. 3 +
iJ /
Por José Ma. Gallegos Rocafull
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PRECIO 50 Cts.
ENERO D E 1 47
EN TORNO A LA MISION
DE LOS INTELECTUALES m
ANTO Tomás de Aquino, que era un
perspicaz observador de la naturaleza,
campara en un pasaje célebre de sus obras
al hombre con los demás animales para
meter palpablemente por los ojos la clara
verdad de que el hombre es superior a to­
dos ellos porque está dotado de “ una ra­
zón con la que puede prepararse lo que
necesita con la ayuda de sus manos” . Ni
sólo la razón, ni sólo las manos; sino aque­
lla y estas en estrecha colaboración armó­
nica. En su tiempo aun no se habia diso­
ciado del todo este lote indivisible, en el
que radica la superioridad humana. Los
más nobles guerreros necesitaban muscu­
losos brazos para manejar sus armas. Los
monjes más ilustrados alternaban el testudio
con los trabajos manuales. De otra parte,
los menestrales más humildes suplían su
falta de ciencia con una fe, que los igua­
laba a los sabios en el conocimiento de los
misterios de la vida y de la muerte.
Pero andando el tiempo, los hombres se
fueron repartiendo de manera cada vez más
exclusiva la doble herencia que les legó
la naturaleza. A lgún día habrá que acabar
para siempre con esta monstruosa aberra­
ción a que hemos llegado de que haya quie­
nes vivan tan solo o con sus manos o con
la cabeza. Porque el que haya y tenga
que haber trabajadores manuales y traba­
jadores intelectuales, no quiere decir que
aquellos tengan que vivir ajenos a la cul­
tura o que estos no sepan qué hacer de
sus manos. Unos y otros, por haber ex­
tremado su división, llevándola del campo
profesional al humano, andan ahora muti­
lados. Y todo cuanto se cimiente sobre
esa multiplicación ha de ser radicalmente
falso por contrario a la verdad y a la na­
turaleza.
Así, las relaciones entre los intelectuales
y los que no lo son. Debieran de ser tan
íntimas y bien trabadas cómo las que hay
entre órganos distintos de un mismo cuer­
po; y son tan difíciles y mal acopladas
como si unos y otros vivieran en mundos
opuestos o, al menos totalmente distintos.
Por los dos lados. Porque si es verdad to­
do eso de la traición de los hombres de
letras o del estéril aislamiento de los inte­
lectuales, también es cierto que tan pron­
to se los desprecia como se les exige mucho
más de lo que pueden dar de sí. Hay
el recelo, el desdén, el odio al intelectual.
Tan arbitrarios e injustificados en ocasiones
como esa boba beatería con que muchos se
pasman ante los que lo son o dicen serlo.
Mientras todo hombre no esté habituado
a servirse tanto de sus manos como de su
cabeza, subsistirá el equívoco. Y no habrá
mejor manera de disiparlo o atenuarlo que
restablecer por decisión de la conciencia e
imperio de la voluntad la solidaridad que
de manera tan espontánea y firme impone
la naturaleza en el cuerpo humano. Lo de
menos es establecer el valor o la transcen­
dencia de la función de unos y de otros.
Lo fundamental es reconocer que las dos
son igualmente necesarias y que, aparte
y por encima del provecho o del gusto que
proporcionen a los que las ejercen, son
eminentemente sociales. “ No sólo de pan
vive el hombre” . Tan de la sociedad es el
producto elaborado por las manos de los
unos, como las ideas y sentimientos que
bullen en el corazón o en la cabeza de
los otros. Y es traición o deslealtad o ego­
ísmo considerarlos como estrictamente per­
sonales y no ordenarlos al servicio de to­
da la comunidad.
No aludo ni de cerca ni de lejos a una
ordenación dirigida e impuesta desde fuera
por poderes estatales o de otra clase, que
sería irremediablemente la más odiosa de
la tiranías. Hablo de una conducta que,
JACA. Actas del Concilio de
Jaca.
Serranilla
de Bores
A llá do la Lama,
Púsome en amores.
o çu ela
II
aun siendo voluntaria y libre, la sugiere
con tanta fuerza la naturaleza propia de
su función que a ella han sido fieles los
intelectuales de todos los tiempos. Nadie
puede ser intérprete de los dioses, como
Platón dice en él Jon que lo son los poetas,
sin arder por los cuatro costados. Y nadie
arde en espíritu sin quemar a los que se
le acerquen. N i nadie roba al Padre sus
rayos para guardarlos para si. Hoderlin,
más que ningún otro, ha expresado esta
atormentada conciencia, que todo auténti­
co poeta tiene de su misión de esta manera:
Derecho es nuestro, de los poetas, de nos­
otros los poetas,
bajo las tormentas de Dios afincarnos, des­
nuda la cabeza;
para así, con nuestras manos, con nuestras
propias manos,
robar al Padre sus rayos,
robárnoslo a E l, a E l mismo,
y envuelto en cantos,
entregarlo al pueblo cual celeste regalo.
E l intelectual lo es en la medida en que
se acerca al poeta. Y para que cumpla su
misión es menester que pretenda robarle
al Padre sus rayos y entregárselos al pue- •
blo. No es un robo, creo yo, sino una dádi­
va. E l Padre deja que se los quite para
que todo un pueblo viva y sueñe. De en­
tre muchos hombres escoge a uno para
que en su alma se reflejen sus rayos y
tengan los demás alguna idea de su pro­
pio espíritu. L a única manera de descu­
brir al hombre su propia grandeza es
obligándole a que se supere a si mismo.
La misión propia del intelectual es “ hacer
al hombre igual a Dios” .
L a afirmación es de Séneca, quien asig­
na al sabio o filósofo la misma tarea que
Hoderlm al poeta: la de “ fundamentar lo
permanente” . Nada de vistosa pirotècnia
intelectual. Mucho menos, nada de apara­
tosa sofistiquería para seducir al pueblo.
Abrumadora conciencia de la propia res­
ponsabilidad. Acucioso afán de dar a los
demás lo que la filosofía promete. “ ¿Qué
tengo yo que ver con estos juegos? escribe
indignado. No hay lugar para chanzas. Los
desgraciados te reclaman. Has prometido
socorrer a los náufragos, a los presos, a los
enfermos, a los necesitados, a los que ten­
dieron el cuello al hacha levantada. ¿Por
dónde te escapas? ¿Qué haces? Ese con
quien estás jugando, teme. Ayúdale y des­
ata el lazo en que se va a ahorcar. Todos
los que perdieron su vida o la han de
perder te tienden las manos de todas par­
tes, imploran algún auxilio, ponen en tí
su esperanza y su ayuda” .
E l clamor es más angustioso en tiempos
de crisis, como estos en que vivimos, entre
un mundo que se hunde y otro que aun no
ha aparecido. Ahora ya no hay que sem­
brar la inquietud. A todos nos roe el co­
razón, como un cáncer. Lo que necesita­
mos es que se abran en nuestras almas
ventanas a la fe y a la esperanza.. Bus­
camos desesperadamente que nos iluminen
los rayos del Padre. ¿Nos negarán este
{Sigue en la pág. 13)
Cuydé que olvidado
Amor me tenía,
Como quien s’avía
Grand tiempo dexado
De tales dolores,
Que más que la llama
Queman amadores.
III
Mas vi la fermosa
de buen continente,
La cara plagíente,
Fresca como rosa,
De tales colores,
Qual nunca vi dama
N in otra, señores.
IV
Por lo qual-. “ Señora,
{Le dixe) en verdat
La vuestra beldat
Saldrá desdi agora
Dentre estos alcores,
Pues meresçe fama
De grandes loores” .
V
Dixo: “ Cavallero,
Tiratvos a fuera,
Dexat la vaquera
Passar al Otero-.
Ca dos labradores
M e piden de Frama,
Entrambos pastores” .
VI
“ —Señora, pastor
Seré si queredes,
Mandarme podedles
Como a servidor-.
Mayores dulçores
Será a mí la brama
Que oyr ruiseñores.”
V il
A sy concluymos
En nuestro proçesso
Sin façer excesso,
E nos avenimos.
E fueron las flores
De cabe Espinama
Los encobridores.
M
arq ues
de
S a n t il l a n a
E n e ste n ú m ero , o rig in a le s de:
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futltu****-; «a- cam )wk <j
RA FA EL A LTA M IRA .—ANSELMO CARRETERO.
JU A N JOSE DOMENCHINA. — M ARIA ENCISO.
A. FOLCH PI.—JOSE M. GALLEGOS ROCAFULL.
BEN JA M IN JA R N ES.—JULIO LUELMO.—M AR­
G A RITA NELKEN. — ISA BEL DE PALÈNCIA.
A. RODRIGUEZ LU N A .—M. RU IZ FUNES.—P E ­
DRO SALIN AS. — R. XIRAU.
ONDARROA - VIZCA YA
P R O Y E C C IO N DE E S P A Ñ A
Por Ramón Xirau
Buscar la esencia de los pueblos, así como de los individuos, lleva, forzosamente;
a un estado de ensimismamiento, de dejadez, de despersonalización. Muchos falsos pro­
blemas se crean con la reflexión mal dirigida que puede alcanzar, en el limite, niveles
patológicos.
Demasiado se ha hablado en tomo al “ problema” español. Hacer de nosotros mis­
mos un “ problema” es reducimos al pasado y cerrar los ojos al porvenir. Una de las
primeras cosas que tiene que hacer el español es, pues, abrir, de par en par, las ventanas
del futuro. La generación del 98, poderosa y apasionada, sintió la necesidad de la crítica,
por otra parte ya tradicional en nuestra historia. La actitud era sana. Sin embargo, con­
ducía, irremediablemente, a un estado caótico por lo que toca a la conciencia nacional de
los españoles.
E l sentido de un pueblo no está en su pasado: no es ser, sino deber ser; sólo en el
proyectarse entregándose a una idea clara y noble, está su razón de existir.
En la historia española, repetidas veces encontramos este lanzarse de lo más vivo
de las naciones que constituyen a España. En plena Edad Media, los Catalanes, en una
primera tentativa, se lanzan hacia Oriente, para ayudar a la Cristiandad contra los T ur­
cos. Portugal, más tarde, se proyecta hacia el Africa, después hacia América. Castilla,
Andalucía, Extremadura, se entregan al descubrimiento y a la misión en América. Tres
naciones de España que miran, en tres momentos de su historia, hacia el futuro, haciendo
de su idea un proyecto encamado en la realidad.
En la decadencia española, una de estas tres naciones pretende llevar las riendas
del estado, conducir a las demás. Nace entonces el centralismo cegato y cerril. Y ello
ocurre porque ya ninguna de las tres tiene un proyecto definido que sea capaz de apasio­
nar a las naciones españolas todas, a las Españas.
Nace, pues, como era de prever, un movimiento escéptico que puede llevar a un
estado de pura indiferencia, o a un impulso de descorazonada pasión. Es la España de
fines del siglo X IX . Por una parte, una masa inerte, fofa, adormilada; por otra, unas
cuantas personas, nobles y apasionadas, que claman en el desierto.
Para salir de este callejón, es necesario abandonar todo escepticismo. Partiendo de
la experiencia pasada hay que construir el futuro. H ay que hacer, de nuevo, el proyecto
de nuestra España: la España generosa de todos nosotros, los Portugueses, los Catalanes.
Los Castellanos, sin permitir que una sola de las naciones españolas usurpe los derechos
de todas las demás. Ninguna de las Españas tiene que dominar por encima de las otras.
Como dice M aragall “ . . . el conjunt del poble peninsular no arriba a congriar-se, perqué
ima mar no sap res de l’altre, ni l’Africa del Pirineu, ni el centre més que de si mateix
i cada poble és atret pel seu cantó. . . I, tanmateix, és una sola terra penjada damunt de
les mars” . (Joan M aragall.— Articles.— 23-1-1946).
Abandonar todo escepticismo, decimos. Lo cual no significa, claro que hayamos de
abandonamos a un impulso ireflexivo de optimismo que podría ser aun más peligroso.
Estamos en plena lucha. Mientras en tierras peninsulares, sobre un fondo de tra­
gedia, se aparenta una “ paz” de aguas encharcadas, existe una España que ha sabido
abrirse al mundo y hacer de si misma un nuevo proyecto, un ideal templado en el dolor:
España de lucha y tensión.
LOS CUSIOOS
IV
c e n t e n a r io
de
Ce r v a n t e s
EDITORIAL
N estos días se cumple el octavo aniversario de nuestra salida de
España. E l español que sigue siendo desterrado en verdad, el que
ha vivido estos años como en vilo, siente que la vieja pregunta de
a saran
los años, se mustiarán las lu­
cada día, ¡de tantos días!, le quema ya los labios, que se atropella en ellos
chas políticas que hoy nos traen al
y brota a cada momento, en cada lugar, con algo de cantinela desesperada.
retortero, lo propio habrá de ocurrirle
m las glorias taurinas que llenan tantas
¿Cuándo? ¿Cuándo? ¿Cuándo?. . .
bocas en las tertulias españolas de aquí y
Son ocho años de preguntar y preguntarnos, día a día, y cada vez
de alia. Pero. lo que es a Eugenio M on­
tes, el “ filósofo” gaznápiro y pluvioso del
más dramáticamente; ocho años de esperar el milagro, la dádiva, sobre­
franquismo, nadie, ni siquiera el treme­
natural o de otros hombres, sin advertir que sólo es bueno aquello que se
bundo acuerdo de la ONU, podrá arreba­
tarle la inmortalidad.
gana esforzadamente, con alma y sangre y pensamiento.
Bien está preguntar, pero, no solamente cuando. Hay que preguntar
¿Los motivos de ese ascenso? N o con­
se
por
qué ha sido posible la tragedia, cuales son sus orígenes, —sus causas
sisten, precisamente, en los folletones — o
charcas de letras-— que en ya lejanas épo­
inmediatas, sus raíces históricas— y cuantos y cuales los errores de todos
cas le publicaban en “ E l Sol” , cuando
y cada uno de nosotros, para que siga aún cebándose en España.
‘E 1 primer tropiezo”’ : MORENO CARBONERO
éste iba de capa caída. Tampoco debe atri­
No vale achacar todas nuestras desdichas al complot internacional
buirse el milagro a la mediación de los pniteres celestiales o a la servicial campaña al
r .
________ ,
,
n
■
.
T
,
.
,
que
sin
duda existe, y menos
arrimo de las fuerzas regresivas de nuestra
umple el cuarto Benjamín James, Leonardo Martin
. aún a fatalidades., que no han existido nunca.
Patria, puesto que abundan los arrieros de centenario del nacimiento de Don Echevarría, Ernestina de Ghampour- ^ encinos enemigos encarnizados, pero también amigos verdaderos; era
la traición y forman una lista que, entre Miguel de Cervantes. A partir del
cin y Juan D. García Bacca. en nosotros la razón, el derecho, la legitim idad más pura, es aún, frente a
numero y asco, nunca se acaba
de contar,
próximo número, "LAS ESPANAS"
“LAS ESPANAS" sugiere la inte- la sinrazón y al vandalismo que im peran en España; podíamos exigir al
publicará una serie de trabajos de- gración de un comité de intelectua- mundo como primeros combatientes contra toda la canalla internacional
(P or causas ocultas, entonces? ¿Por ab dicados a
comentar sus obras, a les con representación de todas las semi-abatida en la pasada guerra; se han producido situaciones internacionanegaciones que sólo la Historia nos reve
evocar la España de su tiempo y entidades españolas residentes en les propicias a nuestra causa, y , sin embargo, España sigue deshaciéndose,
lora?
los principales momentos de su vida. México, encargado de organizar
Cuenta ya con originales de Jo- una serie de actos que, siendo de sigue agonizando sin que se vea término a su terrible morir de cada día.
L a cosa es de lo más sencillo. Eugenio
Conviene buscar la razón de esta verdad incuestionable, y con deseo
Montes engendró la frase pintiparada en
el momento propicio y la soltó, como si
de verdad. Hay que preguntarse porqué, antes que cuando, pero ahinca­
fuera un pajarico preso y sentimental.
damente, sin miedo a que se hunda cuanto está erguido sobre puntales
E nrique iy, Madame Rolland, Leónidas,
de mentira, que en esa búsqueda afanosa, está sin duda el embrión de todas
F elip e ii. Nerón, más célebres por chis­
pazos de ingenio para uso de escolares
las respuestas. Porque además del cuando obsesionante, están el cómo y el
que por su rastro benéfico de gobernantes,
para qué; el cómo volver y el para qué volver.
se remuerden de envidia en sus tumbas.
Es hora ya, hora inaplazable, de revisarlo todo: conceptos, posiciones,
programas y conductas; ¡todo! Es hora de romper con el capitulador, con
L a estupenda desfachatez de Eugenio
Montes asimila experiencias de seguro éxi
la momia, con el burócrata político; es hora de lanzar todas las escorias,
to, hace un retruécano con la memorable
de amputar cuanto, sin decirlo, ha renunciado a España; es hora en fin,
expresión del Cardenal Cisneros y conquis­
ta así un lugar de segunda fila en el Olim­
de reagrupar todo lo que m ilita apasionadamente en la causa de la libertad,
po. Alguien le atribuirá cinismo, exage­
de la independencia y del renacimiento de la Patria.
ración, poca vergüenza para hablar en cris­
tiano, pero a é l con sus reputadas traga­
Hay que empezar de nuevo sobre el cimiento vivo de quienes luchan
deras, ¿qué le importa?
en España. Con ellos y por ellos, con nuestro pueblo, este soñar que nos
mantiene se hará realidad palpable y verdadera.
‘Don Quijote y Sancho saliendo de la venta” :
Es un bellaco que conoce “ su” galería.
S e traslada a Lisboa y en la Exposición
H ay que desterrar esa pregunta enfermiza, ese cuando angustioso,
MORENO CARBONERO
del Libro Español (!) que a llí se ha cele­
tan lleno de vacío; y sustituirlo por una afirmación rotunda, hecha carne
brado. exclama, refiriéndose al Quijote y sé M. Gallegos Rocafull, Manuel Al- ya, homenaje a la más alta figura
en nosotros: ¿Cuándo? ¡Cuándo lo ganemos! Cuando sepamos quererlo de
mientras
tolaguire, José Herrera Petere, José de las letras españolas, sirva al misFranco:
verdad, cuando hayamos barrido dentro y fuera de nosotros todos los obs­
Renau, Antonio Del Toro y Concha mo tiempo para afirmar nuestra fé
táculos, -—odios, prejuicios, intereses— y sólo haya un afán y un pensa­
Méndez.
Hasta
el
momento
ha
pedien
la
España
eterna
y
verdadera.
A
“ Estos son nuestros poderes y. esta nues­
tra obra” .
do colaboración a Luis Nicolau D' este fin' Pide la cooperación de miento, España, nuestra España, la popular eterna y verdadera, la del Padre
cuantas publicaciones editan los Vitoria y el guerrillero que en esta hora está ofreciéndole su sangre.
E
U N M ODESTO P L U R A L
P
Oliwer. José Bergamín, Pedro Sali­
desterrados en México, y por su
Y en el modesto plural su mente inclu­
nas, Agustín
Millares,
José Moreno
y e a los asesinos y traficantes, al régimen
‘_
. _
,
parte, dará cabida en sus columnas
dictatorial que lo alimenta, a la pandilla
Antonio Rodríguez Luna, Juan a cuantas sugerencias e iniciativas
En el sumario, “ La misión del arte” , grupo de admiradores suyos organizó va­
de vividores que responden a los nombres Jo s é Domenchina- Juan Gil Albert,
de Ortega y Gasset, Pérez de A yala, Edgar Pedro Bosch Gimpera, Ramón Ga- tiendan a dar mayor amplitud y re­ por Félix Montiel; “ Rasgos políticos dé rios programas radiofónicos como homena­
sonancia a este propósito.
N eville, Pemán, Guerrero, Jardiel Poncela,
Quevedo” , escrito por José M aría Semprún je al eminente concertista. Según se nos
P ila r M illán Astray, etc.
y Gurrea; “ Los intelectuales y la defensa ha informado, tienen el propósito de que
de M adrid” , colaboración de Arturo Se­ se reedite en inglés — y simultáneamente
También, en una celdilla zumbona del
rrano
Plaja; “ Análisis del Indice de en castellano y catalán— la biografía, del
cerebro mangante, Eugenio Montes dedica
Cultura Española” , de Jorge Semprún; maestro debida a la escritora norteamerica­
un justo recuerdo a los laboristas ingleses, a
los que no es lícito: descomectar de tales
“ Miradas sin prejuicios sobre la Unión So­ na L. Littlehase. Por último se piensa en
poderes y de semejante obra...
viética” , por Corpus Barga. Por último, la publicación de una miscelánea en la que
Oscar Espié escribe de “ Música en el des­ figuren artistas y escritores de prestigio
Como don M iguel de Cervantes no pro­
tierro” y Guillermo Zúñiga trata de “ La mundial que se adhieran al homenaje.
testará, se pellizca a mansalva la actuali­
libertad, clima indispensable para el cine” .
dad del centenario. Y ande yo caliente y
ríase la gente, dirá Eugenio Montes, pro­
L A G EN ERA CIO N L IT E R A R IA DE
P R IM E R A N IV E R SA R IO
ducto superlativo de estupidez, zafiedad y
1936
cuquería.
Ha cumplido su primer año de vida “ La
Nostra Revista” , publicación mensual ca­
“ La generación española de 1936” es el
talana que viene desarrollando importante titulo del estudio del Sr. Homero Serís
labor cultural.
— del Centro de Estudios Hispánicos de la
LO S D IST IN G U ID O S PRO FESO RES
“ La Nostra Rbvista” , por su formato y Universidad de Syracuse— cuyo texto ori­
Alonso Quijano el Bueno en su lecho de muerte’
contenido, honra a nuestra emigración y ginal en castellano acaba de publicarse.
Los “ distinguidos” profesores del Con­
C. VAZQUEZ
significa un esfuerzo de sus editores y co­
E l autor tiene en preparación un “ M a­
servatorio del Liceo barcelonés han unido
laboradores que nos complacemos en des­ nual de Bibliografía de la literatura espa­
su homenaje a la memoria de don M anuel
tacar.
de F alla y de Marquina, en un acto que,
ñola e hispanoamericana” .
m juzgar por la reseña periodística que nos
POEM A IN ED IT O DE
llega, debió resultar de un cursi arre­
“ ESTU D IO S D E FONO LO GIA
E S T A M P A S D E DON Q U IJO TE
batador.
M IG U E L H E R N A N D E Z
de cincuenta óleos, gouaches, acuarelas;,
monotipos y dibujos a tinta china, en que
ESPAÑ O LA"
Del 19 de diciembre al 2 de enero, y
En nuestro próximo número, se publica­
E n honor a la brevedad, a la economía
predominan los temas de inspiración norará el poema que Miguel Hernández escri­
de su precioso esfuerzo, los “ distinguidos” en el vestíbulo del Cine Magerit, sq ha fricana
E l Centro de Estudios Hispánicos de la
profesores mezclaron tan dispares figuras, celebrado la Exposición de pinturas y dibió en la cárcel antes de morir y que
Universidad de Syracuse ha editado un li­
con una oreja puesta en Dios y la otra j,ujos de Augusto Fernández. La parte
está dedideado a su mujer. Consta de tres bro del Sr. Tomás Navarro intitulado
DECORADOS
— asnal— en Franco. ¡Sentido r e v e r e n c ia l__. . .
...
.
.
partes: “ E L H IJO DE L A L U Z ” , “ E L “ Estudios de Fonologia Española” .
del Poder, diríase de este impúdico berra- pnnopa ' veinticuatro estampas He don
Han sido m uy elogiadas las decoraciones
H IJO D E L A SOM BRA” y “ E L H IJO D E
jar de categoría y relumbrones!
Quijote de la Mancha, en que se glosan
La primera parte trata de las “ Unida­
las aventuras del héroe cervantino en ïa pinladas por nuestro compañero de Re­ L A L U Z Y D E L A SOM BRA” . Se trata des fonológicas” y la segunda de los fone­
dacción Carlos M arichal para la ópera de
de una composición con una fuerza y una mas en textos de poesía y prosa: en el
¡Categoría ética y artística, categoría primera parte de la novela.
Milhaud “ L e pauvre matelot” , represen­
emoción tan formidables que puede consi­ Cantar del Mío Cid, en los versos de Berceo
humana en fin.
Destacamos la que lleva por título:
tada en el Palacio de Bellas Artes de Méderarse, ‘ sin duda alguna, como la mejor y de Juan Ruiz, en la Crónica general de
“ ..... Aquella noche llegaron a la mitad de
F alla, el compositor, de viva emoción las entrañas de Sierra Morena” .
de todas las del malogrado poeta.
Alfonso X el Sabio, en el Conde Lucanor
popular, que dolido por el crimen falangis“ IN D E P E N D E N C IA ”
del Príncipe don Juan Manuel, en el Ro­
tu arrostra en la ancianidad el exilio; FaN A Lr
H O M E N A JE A PA BLO C A SA L S
mancero, en Don Quijote y L a Gitanilla,
lia, el español de verdad, de recia condiUn grupo de esforzados compatriotas edi­
Hemos recibido el número de noviemen Lope de Vega, en Antonio Machado,
ción, de noble silencio.
E
l
pasado
día
30
de
diciembre,
en
oca­
ta en Orán la revista “ Nao . al servicio bre de “ Independencia” , 1 ista de cultura
sión de cumplir 70 años Pablo Casals, un etc.
de la cultura y con un neto carácter es- española editada en París.
1-equina
del que u le r a m o s p r e e
^0j £ n su primer número, además de
ndo, piadosamente, olvidarnos— ni catatan y
. „
por e l azar del nacimiento, ni castellano reproducir poemas de Gongora y de Garpor el verso ramploncillo, M arquina, en- cía Lorca; textos de clásicos y modernos,
viada vergonzonte del generalísim o en publica los siguientes trabajos: ‘‘E l cabaAmérica, Presidente de la Socie
“ llero de la mala estrella-Cervantes” , por
tares para perseguir y despojar — en amor
.
.,
. , , .
mismo antiguos discípulos del gran com­
y compaña con Moreno Torraba— a los es- José M ana Puyol; Misión social del ar"LAS ESPAÑAS". Editorial Séneca y la
positor español desaparecido, actual­
critores nuestros desterrados.
te” , por Chicharro Gamo; “ Teseo en CnosSociedad de Profesores Músicos editora
sos” , por Orlando Pelayo y “ Ciudades esmente
residentes en México.
de la revista "Nuestra Música", han ini­
Este hecho procaz denota la impunidad pañolas” , sección en la que Juan de A l­
Oportunamente daremos a conocer fe­
ciado gestiones para organizar un acto
ton que en el turbio mundo académico que beniz recuerda a Zaragoza.
empollan los falangistas se hacen mangas
cha del acto y composición del progra­
en homenaje a Don Manuel de Falla.
y capirotes de los valores.
EXPO SICIO N
NOTICIAS
DEL
MES
H O M E N A JE
M arquina al lado de Falla e s . . . una
mosca en la miel.
En la Galería Colline, de Orán, ha pregentado 0rlando Pelayo una Exposición
A
DON M A N U E L DE F A L L A
Se proyecta que intervengan en el
ma.
LA ULTIMA V I C T O R I A
DE DOM Q U I J O T E
por Pedro Salinas
Q
U ED A N los magnos héroes estampa­ digioso paralelismo entre don Quijote y el
dos para siempre con la postuma vir­ Senador.
tud de seguir sumando a las victorias que
En ella, venía ya inclusa esta segunda,
se ganaron en vida otras y otras más,
que ahora se pasa a desarrollar. Es seña
logradas por los campos de los siglos, des­ distintiva de todos los actos del hidalgo la
pués de su tránsito. T al suerte la de don altura de su manadero y origen. Todo lo
Quijote. Ente de razón, dechado de la que él emprenda viene, como las más
más admirable sinrazón, nunca existió y puras linfas, de las eminencias del ser
siempre está vivo. De contagioso y pega­ humano, de las cimas, casi linderas con lo
dizo que es, el quijotismo parece morbo. celeste, de su terrena condición. Le mue­
Nadie presuma de inmune a esa nobilísi­ ven los estímulos más nobles, ellos, y sólo
ma dolencia; así la padecen individuos co­ ellos. Quédese para el inocente Sancho lo
mo pueblos, sujetos trastornados o imperios de encandilarse con el remusgo de lu ­
salidos de quicio. La pujanza de ese mal cros y ganancias que, por lo demás, nun­
excelso acaba de alcanzar tamaño triunfo, ca llegarán, a no ser en forma Barataría.
que, a falta de otra mejor, acude mi plu­ Cuando el hidalgo apunta con su lanzón.
ma, a celebrarlo como amerita, a los cua­ y aguija a su rocín, es porque le hierve
tro vientos.
en el pecho el afán del bien del prójimo, y
Ha sido ahora la señalada victima un el calor se le sube a la mano y le precipi­
senador, hijo ilustre de un país al que, sea ta a la hazaña, por arriscada que sea. P a­
a tuertas o a derechas, suele tenerse por rejamente, el aquijotado senador, empuña
escasamente propenso al padecimiento qui­ su estilográfica y espolea a su Underwood,
jotesco, los Estados Unidos de América; su únicamente porque la justicia haga su obra
nombre), sintemacionalmente famoso (es la aherrojada Hispania se deshaga de sus
M r. Thomas T. Connally, es de nación hierros y la democracia se cumpla, augus­
tejana. y está encargado de llevar la voz tamente, una vez más sobre la superficie
cantante en nombre de su Gobierno, en esa de este planeta.
insigne Asamblea, por lo que se ve y oye,
¿Y no es cosa de ver, vistos ya estos
deliberante, y parlante, y por lo que se
dice — aunque ni se ve ni se oye— ac­ dos sorprendentes parecidos, un tercero que
tuante también, de las Naciones Unidas. se nos presenta con deslumbradora evidencia ?
Que no se venga ningún m al pensado con Hombre de acción es don Quijote, no se
la malicia de que yo me invento el aludido empereza en cogitaciones ni se entretiene
triunfo quijotesco, no; le sirve de diploma en vaniloquios. En cuanto le da el tufo
probatorio el texto de la proposición que de cualquier tropelía o malfecho, allá se
el senador presentó a las N . U . sobre el va con toda su alma, a arremeter con to­
caso de España. V er y creer. Léalo el más do su cuerpo — que desdichadamente no es
descreído, y se irán alzando ante su asom­ gran cosa— al malhechor. A sí el senador
brada atención, de allí, de entre los ren­ tejano apenas viene en conocimiento de
glones del senador tejano, las mismísimas que un facineroso maltrata a una nación
cualidades y atributos que distinguen las ac­ de cierta cuenta, después de todo, y aun­
ciones famosas sembradas por don Quijote que muy venida a menos, en la historia
en el mundo, de venta en venta y de en­ del mundo, no se enfrasca en cavilaciones
crucijada en encrucijada. E l hálito remotí­ y se arroja a la acción; convoca a la es­
simo del manchego, no por distante menos criba de servicio, dicta enérgicas sentencias,
poderoso, insufla el escrito del senador te- corrige, pule y remata una proposición.
ieno, que es, ni más ni menos, una maravi­ Lleva de la mano amorosamente a la cria­
llosa quijotada, como me tomaré la liber­ tura al seno de la Asamblea, la presenta,
enuncia shs méritos y gracias y la pro­
tad de mostrar.
Lo primero con que damos, en esta ex­ clama como el mejor despacho para sacar
posición de semejanzas, es con la simili­ a España de su esclavitud moral y política.
tud de propósito. Asi en el caballero de la El que en esa proposición, que es ya en
Mancha como en el legislador de Tejas, sí una acción corajuda (ya dijo Lutero
es socorrer al que sufre fuerza y dolo, aquello que había de hacer bueno Karl
sacar de su apuro al apurado, franquear M arx, mucho más tarde, de que todo gran
al esclavizado y oprimido; si bien en esta escrito es una gran acción), el que con
particular ocasión lo propio seria dedir esa propuesta, digo, se aconseja a la Asam­
des-franquearlo, puesto que el despótico blea con empeñosa argumentación que se
sojuzgador de España, sin duda para des­ guarde m uy mucho de toda acción que no
pistar, íesponde por el nombre de Fran­ sea una abstención, no empece a la ver­
co. E l designio del senador, y de su pro­ dad irrebatible que defender la in-acción
posición, está bien aparente: acudir a la es un modo de acción, que propugnar la
desvalida España a la que dejaron en su no intervención es trágica forma de fatal
desvalimiento los Judas y Judillas del Co­ intervención, por lo menos para la victi­
mité de No Intervención, allá por la dé­ ma doliente; sí, tan esforzado y quijotesco
cada pasada, y — en eso está la gracia, y puede ser el estorbar que se haga, como el
el toque, hasta el ángel de la original pro­ hacer, puesto que el estorbo o impedimento
puesta— aplicándola el mismo tratamiento de la acción son asimismo gran acción.
de no intervenir, que tan a maravilla la No se me venga pues con requilorios ni
ha sentado, restaurar a la desdichada en teologías a decirme capciosamente que
su libertad y su salud civil. ¿Cabe fin más puesto que el senador recomienda que no
generoso? Quijotesco, puro quijotesco; el se haga nada con el satrapilla, no es hom­
lance consabido del caballero que ampara bre de acción. Otra vez se apareja con el
a la doncella, desasido de la más mínima Hidalgo, ahora, en esa indomable volun­
idea de granjeria o provecho propio. Ya tad de hacer de don Quijote, de cumplir
hemos echado mano, dialécticamente ha­ las demandas de la justicia con actos, y
blando. de la primera prueba de ese pro­ no con arengas o papelones.
Pasemos al siguiente parentesco. Se ad­
vierte al fijam os en las armas y arreos
que emplean los dos comparados, para
sus pugnas. Las de don Quijote son de sobra
conocidas: de sus bisabuelos dice el cronis­
ta que eran, y que estaban arrumbadas
y mohosas. De la flaqueza de su rocín,
el que conforme a su mote ha pasado por
delante a todas las hermanas caballerías,
¿qué va decirse? Y luego en el curso de
sus herocidades la oploteca de don Quijote
enriquece, más bien se corona,, con aquella
inmortal bacía de barbero, que es entre to­
dos los trastes del menester barberil el
más ilustre, porque con el humilde motivo
suyo se plantea nada menos que el pro­
blema de la realidad y es para unos mera
bacía, para E l y para nosotros yelmo de
Mabrino, y para los cautos, baci-yelmo.
¡Cortas y flojas armas para tan largas
empresas, por mucho que la temple y esti­
re la volutad heróica! Ellas forman parte
de ese angustioso tema, que late en la
novela, la distancia entre lo ambicioso del
fin y lo inope de los recursos que le sir­
ven. E l senador dice a las N. U. que lo
deseable sería que Franco rinda sus pode­
res a un gobierno provisional. ¿H a y cosa
más simple? Y pensar que no habíamos
caído aun en el busilis? Pero, apenas se
nos amengua el entusiasmo que despertó lo
certero de la solución, nos preguntamos:
¿ Y quién se encarga de decir a Franco
lo que el senador dice que quiere que se
le diga? O quizá debe confiarse que la
mera emersión de esas palabras en el re­
cinto de Lake Succes, sacuda el tímpano y
PICASSO. Guernica - 1937
{Pasa a la pág. 15)
Castilla, en
anorama
por Anselmo Carretero Jiménez
“ Nadie es más que nadie” reza
un adagio de Castilla. ¡Expresión
perfecta de modestia y de orgullo !' Sí, “ nadie es más que na­
die?’. , . , porque —y éste es el
más hondo sentido de la frqse__,
por. mucho que valga un hombre’
nunca tendrá valor más alto que
el valor de ser hombre.
{Antonio Alachado: “ Los m ilicianos de 1936” )
A España, una, católica e imperial, es
antiespañola y extranjera; de godos;
Austrias, Borbones y falangistas. La
española, y desde luego la de los viejos cas­
tellanos, es democrática.
Porque nada más anticastellano que la
idea imperial y unitaria de España, la in­
tolerancia religiosa y el dominio de unos
hombres sobre otros, sea por medio de pri­
vilegios aristocráticos o mediante el abusó
de la propiedad.
Hace mil años nace Castilla en Can­
tabria, entre el mar y el Ebro, en la anti­
gua Montaña de Burgos, hoy (desde la di­
visión de España en provincias, al estilo
francés, en 1833) provincia de Santander
o L a Montaña por antonomasia. Y no
porque los cántabros (y vascones), pací­
fic,08 montañeses, que le dieron vida po­
lítica tuvieran el designio de fundar la Es­
paña una y grande de Franco, como éste
dijo en 1943, con motivo de las fiestas del
hnlenario, y como desde hace siglos quiere
hacernos creer a los españoles — y en gran
parte lo ha conseguido— la España ofi­
cial de la monarquía; sino todo lo contrario.
Castilla proclama su independencia por
un movimiento separatista triunfante, por­
que los castellanos no están conformes con
la España imperial de los reyes astur- leo­
neses; que, descendientes de los godos de
Covadonga, tratan de reconquistar — y és­
ta es la palabra exacta— España, y restau­
rar el imperio visigodo de Toledo, para ex­
plotar a los españoles, propiamente dichos
en beneficio de las oligarquías godas do­
minantes: monarquia, iglesia y ejército.
Los castellanos, dice la tradición y
confirma la historia, no aceptan las le­
yes imperiales que quieren imponerles
los reyes neogáticos de León (León, A s­
turias y Galicia), proclaman la indepen­
d a de Castilla, eligen a sus famosos jueces
para que juzguen con arreglo, a las costum­
bres locales, recogen cuantos ejemplares
encuentran del código romano-visigótico lla­
mado Fuero de los jueces de León o Fuero
juzgo y los queman públicamente en hogue­
ra simbólica.
No fué, pues, Castilla, sino León, el
primer foco de la idea unitaria después
de la ruina de la España goda, dice don
Ramón Ménéndéz Pidal. E l título impe­
rial tiene su sentido en España: es el tí­
tulo solemne del, rey de León, continuador
de los reyes godos. Es+a sunremacía del
reino astur leonés — añade el sabio galle­
go— es un hecho no tenido en cuenta y que
importa hacer notar.
v
» •
L
spanas
Aquellos primitivos castellanos son ob­ Castilla hallan ya formadas y que, 9egún
jeto de mofa en la corte de León porque, Costa, tienen origen celtibérico; son las
en lugar del bable leonés más culto y la­ comunidades de Castilla que, juntamente
tino — hoy casi totalmente perdido— , ha­ con sus hermanas de Aragón,no tienen
blan su propio romance castellano, duro igual en el mundo de aquellos tiempos.
y tosco para los oídos de los cortesanos leo­ Estas comunidades o universidades son en
neses. Nada, pues, más ajeno a la esencia la actualidad desconocidas para la mayoría
castellana y contrario al espíritu toleran­ de los españoles, incluso para muchos cas­
te de Castilla que el privar a cualquier tellanos, a pesar de que. con las merin­
pueblo de España del derecho a hablar su dades montañesas, ocupaban casi totalmen­
propia lengua, tan española como la cas­ te el territorio de la vieja Castilla, como
tellana, aunque no haya alcanzado la am­ se deduce de la simple enumeración de
plitud literaria y geográfica de ésta.
unas cuantas: la de Nájera, las de M i­
Protegidos por montes y castillos pue­ randa, Belorado, Burgos y Roa; las de
den los castellanos defender su indepen­ Soria. Gormaz. Ayllón y Almazán; las
dencia y consolidarla. E l nuevo Estado, de Sepúlveda. Cuéllar, Coca. Pedraza y
desde las fuentes cantábricas del Ebró— la Segovia; las de Arévalo y A vila; la peque­
Castilla montañesa y cantábrica— se ex­ ña comunidad de Madrid — cuando Madrid
tiende, a través de las numerosas sierras era un pueblecito castellano— ; las de
de las actuales provincias de Burgos, Lo­ Guadalajara y Atienza-Jadraque; la de
groño y Soria, hasta las numantinas del Cuenca.
Duero — la Castilla serrana y celtibérica—
Son repúblicas dentro del reino de Cas­
y más al Sur. por Segòvia y Guadalajara, tilla, en las que los habitantes de la ciudad
hasta las serranías de A vila y Cuenca.
y del campo — Comunidad de Ciudad y
En toda la tierra castellana se des­ Tierra—- gozan de todas las garantías per­
arrollan vigorosas en la Edad media las sonales contra posibles abusos de los reyes,
instituciones populares. Los habitantes de los magnates o la Iglesia; se gobiernan
Castilla, donde “ nadie es más que nadie” democráticamente y disfrutan de la pro­
(¡qué bien comenta este adagio nuestro piedad colectiva de los medios de produc­
Machado!), están protegidos contra el des­ ción: tierras con bosques y pastos, aguas,
potismo por sus “ buenos fueros” , que los minas, molinos, etc. Las más importantes
reyes castellanos, para ser tales reyes, de­ por su extensión eran las de Soria. Segovia,
ben acatar. Y es tanto el celo con que en Cuenca y A vila. Comunidad prepotente
la vieja Castilla se guardan las libertades de Castilla — dice el historiador aragonés
forales que la palabra “ desafuero” es to­ Vicente de la Fuente— era la de Segovia,
davía, en lenguaje llano, sinónima de acto con vasto y bien organizado territorio, cu­
injusto o arbitrario, contrario a la razón yo concejo podía poner en campaña 5.000
y a las buenas costumbres. La propia jura peones y 400 caballeros que tenian que
de Santa Gadea tiene todo el aspecto de seguir eL pendón concejil. Famosa por su
un juramento foral, probablemente con al­ legislación, la de Sepúlveda, cuyo fuero
guna cláusula, especial en este caso, refe­ se extiende por el Aragón comunero.
rente a la no culpabilidad del re y en la
Verdaderas repúblicas — no simples aso­
muerte de su hermano.
ciaciones de municipios, como a veces se
Es tan notoria la naturaleza popular dice — , con todas las características de
y democrática del Estado castellano, y és­ una república cabal aunque federada:
ta goza de tanto prestigio por ello, que los
Un territorio extenso que gobiernan,
vascos, recelosos del carácter feudal de la con funciones m uy superiores a las pura­
monarquia navarra, influenciada por el mente municipales, sin intervención de
feudalismo francés, se incorporan volunta­ ningún poder señorial; con fuero y juris­
riamente a Castilla — cuando es indepen­ dicción única; autoridad sobre los muni­
diente de León — y dentro de ella— ver­ cipios del territorio; eiercicio democrático
dadera confederación vasco — castellana—■ del poder por emanación del pueblo; ca­
conviven durante siglos en plena cordia­ pital permanente y derecho de los ciuda­
lidad. Castilla no tiene que hacer nada danos a la posesión y uso comunal de las
especial para recibir en el reino a los vas­ fuentes de producción; ejército, pendón y
cos: los reyes deben respetar sus institu­ capitanes propios. Aqui es oportuno des­
ciones democráticas; ni más ni menos como tacar el hecho, que contrasta con las fre­
tienen qué respetar las de los castellanos, cuentes discordias entre señores feudales,
m uy semejantes a aquellas. Por otra par­ de que jamás las comunidades recurrieron
te, así como el Sur del reino de León se a las armas para resolver pleitos entre
repuebla con colonos gallegos, asturianos y ellas.
Este tema de las comunidades, caste­
mozárabes, el Sur de Castilla se repuebla
sobre todo con vascones, por lo que entre llanas y aragonesas, es m uy interesante y,
castellanos y vascos existe además espe­ como dice Costa, está aún por estudiar.
cial afinidad étnica, que oportunamente Nuestros historiadores y cronistas antiguos,
ocupados en cantar las hazañas de los gran­
señala Menéndez Pidal,
En la Montaña y la Rioja tienen su des personajes y las glorias de los reyes,
asiento las merindades. Desde la Riója tanto más alabados, cuanto más enérgicos
hasta Cuenca y A vila se encuentran otras y hábiles eran en aumentar el poder real
instituciones semejantes, pero más vigo­ y ensanchar los dominios de la corona, darosas, desarrolladlas y perfectas, castizamen­
te castellanas, que los condes y reyes de
MANUEL ANDUJAR. —"Llanura"— reza rotunda y elegante. Pienso también
Libro de Coro. Córdoba
Catedral.
RAMON MENENDEZ PIDAL. — La
EPOPEYA CASTELLANA A TRAVES
DE LA LITERATURA ESPAÑOLA.
Espasa Calpe Argentina. Buenoa
Aires 194G.
Siempre se acude a un libro de Menéndez pidal no solamente en busca del dato
exacto o del resultado de la investigación
cuidadosa que pedimos a todo erudito, sino
a leer en prosa justa, castellana, enjuta
pero bella, un canto a España. Como si
el autor se sintiera español hasta en su fi­
bra más íntima, estuviese orgulloso de
serlo y, a pesar de ocultar ese orgullo,
por una insospechada rendija se escapase
un humillo denunciador del incienso que
arde en su interior.
Los siete ensayos que componen la obra
“ L a Epopeya Castellana a través de la
Literatura Española” fueron escritos para
oídos extranjeros, de un país que no tie­
ne leyenda heroica ni tradición literaria
ninguna, y quizá esta circunstancia agu­
dizó en el autor el intimo orgullo de sen­
tirse español, de pertenecer a un pueblo
que supo pervivir en el arte a pesar del
tiempo, de las modas literarias y de las
influencias extranjerizantes.
E l vivo amor a España que transpare­
ce en todos los capítulos de esta obra no
sirve de lastre para el investigador: es es­
puela para que el erudite, objetivamente,
compare la epopeya castellana con las de
otros países. La compare y, estudiando la
posibilidad de su origen extranjero — quizá
francés, tal vez germánico— vaya luego
estudiando como lo que echa raíces en
España se hace uno con ella y en ella da
fruto y flor. Menéndez Pidal presenta
esas flores y esos frutos sencillamente, sin
vacuas alabanzas, porque ni el Poema del
Cid, ni el Romancero, ni el Teatro Clásico
las necesitan y porque “ los temas tradi­
cionales dan una fundamental nota de
continuidad en la literatura española, un
aspecto de unidad y de individualidad siem­
pre renovado y renovable” — como dice el
autor.
Además del estudio minucioso de los
orígenes de la epopeya castellana, del
concienzudo estudio del Poema del Cid
en todos sus aspectos; del estudio crítico
— sesudo y magníficamente documentado—acerca del Romancero, su origen y su im ­
portancia histórica^ del estudio del tea­
tro clásico en relación con la epopeya cas­
tellana y la “ Conclusión” veraz, hay algo
en esta obra de Menéndez Pidal. Algo
vivo y caliente que se abre paso a través
de la bien tejida urdimbre de la erudición
y la crítica: España misma.
V er como el pueblo — el “ genio del pue­
blo” , como dice el autor— poetiza la his­
toria, glorifica la lealtad y la hidalguía
castellanas, forja su lengua poética en el
crisol de su sobriedad y su realismo, se
mueve en el laberinto de los sucesos actua­
les, se envuelve en las pasiones políticas
siempre hirvientes en España y nutre de
ellas su poesía, es lo mejor del libro. Es­
to y la clara visión que lleva a Menénrez Pidal a observaciones no sólo de índo­
le literaria, sino histórica y social, el llegar
a la conclusión de que “ ..... el sentimien­
to popular o colectivo caracteriza una gran
parte, la más significativa, de la literatu­
ra española” hacen de “ L a Epopeya Cas­
tellana a través de la Literatura Españo­
la ” uno de las mejores obras — en el sen­
tido humano— de este autor.
Paulita BROOK.
que “ Llanura” constituye un nuevo ban­
(Novela).
derín de fe y españolidad en la marcha
penetrante de la actual literatura española
En torno a Valdepeñas. -— Infantes,
áacia las entrañas del pueblo y de la pa­
Alhambra, Moral de Calatrava— los cam­
tria.
pos manchegos comienzan a resquebrajarse,
José Herrera P E T E R E
supremo grito antes de caer sobre Andahincharse y subirse hacia los cielos en un AGUSTÍ BARTRA.—"Marsias" (Poe­
lucia por las torrenteras de Sierra Morena.
mas), — Col·lecció Lletres.—
Pero ¡qué modo de hervir sin perder un
México, D. F. 1946.
ápice de agria austeridad, sin prometer
Ya
nos
dimos de manos a boca con un
nada, sin fantasear, no dejándose ganar por
lo fácil y pintoresco! Se form aj^m asas, poeta. Hasta hoy, en la emigración sólo
pedregales.:.; sin embargo los ocres y conocíamos a los indiscutibles, siempre los
amarillos permanecen aunque un tanto pa­ mismos y algunos venidos a menos. Los
lidecidos y difusos por el calino resplandor nuevos, un poco cerrados por banda y un
de los declives blancos que se adivinan a mucho presuntuosos, nos han ofrecido bo­
lo lejos. E l sol relampaguea en lo alto ma­ nitos ejercicios de retórica y, los mejores
tando todos los contrastes, y cuando acaso una colección de metáforas destilando sen­
se nubla, los llanos se tornan negros como timientos elementales y ..... repetidos.
Luego de leer esta maravillosa evocael mar, mientras los escasos chopos y hasta
los postes del telégrafo se agigantan como cación del flautero de Frigia desollado por
figuraciones y símbolos ante los encendi­ Apolo, decimos que ha nacido un gran
dos ojos de los habitantes de la comarca. poeta catalán. Marsias será el personaje,
pero Eebo es Agustí Bartra, que a pro­
Este es el escenario de una perfilada no­ pósito de la tragedia mitológica, continúa
vela, hasta el recorte; de una fuerte nove­ de manera delicadísima sus cantos a los
la que se va y se viene sin dar siquiera árboles, sus himnos a los elementos, su
los buenos días, pero que nos gana y nos oda a la naturaleza. Por tanto; su poesía
atrae y nos conquista a golpes, a canta­ a la alegría de vivir que es una afirmación
zos maestros de lirismo indeciblel y de que subterráneamente palpita en su obra
humanidad sin comentarios: “ Llanura” .
intencionada y de obligación humana, ya
Llanura, si; España. Campos de tierra y un bordoneo melancólico.
piedras huérfanos de arbolado y un pue­
blo agazapado en ellos como una araña
peluda tragándose la luz con sus ocho ojos
abiertos y resplandecientes. Orondos los
caciques — la única adiposa frondosidad
del páramo— matan y roban los bienes
comunales. La ira campea con carácter
permanente; la envidia se afina hasta con­
vertirse en cuchillo, en luz; la desespera­
ción se hace torva, silenciosa y sólo se
manifiesta de repente y acompañada de
astucia y de brutalidad. Pero no se crea
que esta “ llanura” de Manuel Andújar es
pesimista a lo barojiano ni literariamente
descriptiva y frívola a lo Azorin. No, el
autor no ignora — y juvenilmente no ocul­
ta— que la tierra está abrasada de noble­
za, de rectitud moral, de pasión huma­
na, universalista, española; de votos de
-pobreza, de juramentos de lucha justicie­
ra en suma, columna dé fuego, norte en
los habitantes desiertos de nuestra patria.
Manuel Andújar, es, a mi juicio, uno de
los más consumados prosistas de la gene­
ración literaria española de la guerra. Yo
admiro su estilo recortado, duro, preciso,
hecho de quiebros y sugerencias, en que
el hallazgo de la palabra y del ángulo
suple la larga descripción. Es una prosa
adobada en piedra de narrar — substanti­
vos y verbos—> con adjetivaciones líricas
contundentes y audaces. Pero no hay en
él formalismo sino pasión y sentido. Tam ­
bién es Manuel Andújar sobria y elegante­
mente certero como retratista; la figura
central de doña Gabriela, la del cacique y
la del envidioso del pueblo, entre otras, es­
tán trazadas a breves y enérgicos golpes de
hacha, reveladora y transformadora de la
imaginación en carne. Y esto no se con­
sigue sólo con el dominio de la forma.
E l paisaje, las costumbres y el ambien­
te en general se palpan; se siente uno
transportado por la llanura; en tartana,
entre las callejas bordeadas de tapias, so­
bando a una moza, apedreando al ayunta­
miento, moralmente iluminado a la orilla
de las charcas.
No, no es “ Llanura” una “ novela con­
tada” , y esto me gusta. Sin embargo pien­
so que quizás, a veces, la narración se in­
terrumpe demasiado en un exceso de luz
y sombra, de claro oscuro. Las transacio­
nes, el paso de unos personajes a otros,
tan bruscas, tan frecuentes que en cierto
modo desorientan al lector, privando al
relato de una mayor emoción que sin es­
to hubiera alcanzado más plenamente.
También me parece innecesario el uso en
ciertos pasajes del estilo epistolar — Be­
nito, el pretendiente de doña Gabriela.
Pero estas objeciones de menor cuantía, no
llegan a ensombrecer el cuerpo armónico,
brillante y tenso de esta historia, como ya
he dicho, bruñida y cincelada.
Entre “ Cristal Herido” — su penúltimo
libro— y “ Llanura” , noto en Manuel A n­
dújar un largo progreso, fruto de su en­
tusiasmo y de su vocación de buena ley.
Creo que Andújar está llegando a ser, es
un buen novelista a la española, es decir:
a lo anti-Ortega y Gasset, poético y mo­
ral, humano, cargado de precisión y de
fluidez de sobriedad, de ética y de lige­
Obras de Góngora: Madrid
Biblioteca Nacional.
Contrasta con los poetas de la España
franquista — y algunos de la nuestra—
que andan perdidos en una noche obs­
cura del alma, sin esperanzas de un ama­
necer. (E l amanecer será republicano y
va a aflojar, sin duda alguna, las cuer­
das de ciertas arpas, conscientes o incons­
cientes) .
Que no lo olviden los poetas: el tema
de la muerte ha pasado a ser ya un lugar
común de parania irritable, y a nadie ha­
ce llorar. Además niega el refrán útil
hoy de que al mal tiempo, buena cara.
¡Si de verdad hay ganas de morir, acabad
de una vez y dejad los versos! Que es muy
difícil superar lo que nuestra historia de
la poesía española tiene concienzudamen­
te clasificado. (Alguna vez sabremos que
no siempre el suicidio de poetas ha sido
romántico, sino imperativo intelectual re­
sultante de que en las dictaduras de cual­
quier color se logran poemas oportunos
como “ E l millón” , pero de imposible con­
tinuidad. Y antes de la claudicación, el
balazo en la sién, cual Mayakowski, o el
histerismo político, como Marinetti).
Con Bartra, el idioma catalán tiene so­
noridades insospechadas. “ Marsias” es un
poema viril y tierno a la par. Es decir:
humano. De la ronca voz de tronco de
árbol, a la fina delgadez de una cuerda
de violín pulsada a la perfección.
“L A S ESP A Ñ A S” une su voz
a la protesta de la emigra­
ción republicana contra los
asesinatos que c o m e t e el
franquism o para aferrarse
desesperadamente al Poder.
Terror alentado por la con­
ducta cómplice de aquellos
Gobiernos más atentas a la
defensa de vergonzosos in­
tereses, que al mantenimien­
to de ¡ps principios demo­
cráticos de que se titulan
campeones.
E l dolor del destierro, que tan bien ha
intervenido para forjar la poesía penin­
sular, no se impuso con tintes de triste­
za demagógica en Bartra. Más bien le
dió tonos alegres y fondo bucólico a su
espléndida poesía.
Desde “ E l árbol de fuego” a “ Marsias”
hay una línea recta, una unidad casi ri­
gurosa en el tema: la naturaleza mezcla­
da al paralelismo bíblico y al asunto mito­
lógico. Como a Carner, a quien a nues­
tro juicio supera, la Mitología y la Biblia
le entusiasman, para, así conseguir el poe­
ma largo sin evadirse del más diáfano li­
rismo. Si Carner relata y glosa en “ Nabi” ,
es pobre en inquietud por las preocupa­
ciones fundamentales de su épocá. En
cambio, Agustí Bartra se sale de sí mis­
mo soltando el chorro de su voz — Marsias
acaba en río en virtud del llanto incesan­
te y desgarrado de sátiros y ninfas— igual
que otro poeta español del destierro: Pe­
dro Garfias. No surge la comparación por
semejanzas líricas, sino precisamente por
la postura que ambos ocupen de juglares,
sin amaneramiento intelectual, en la poé­
tica del momento.
Sobrepasa “ Marsias” — ¡tan poema es!—
la comprensión del idioma en que está es­
crito. L a imagen es luminosa hasta arrebo­
lar la idea total. Y es que la intensidad
poemática supera, en cada verso, a los pro­
pios medios de expresión. Pero existe sin­
cronismo de pensamiento y palabra: como
quería Mallarmé, podemos despojar a este
poema de su dicción y quedaría la poesía
intacta:
“ E l desti trobà l’arbre!”
Marsias només sentía
Ejecutoria de Felipe II. Santia­
go - Catedral.
No ha podido darse a estos versos más
musicalidad, más delicadeza descriptiva,
más concisión, ni mayor lirismo dentro de
la severidad y pureza del metro en que
han sido escritos.
No pocas veces, también, sorprende al
lector la justeza de lo que podríamos de­
nominar intuición filosófica del poeta, co­
mo cuando dice:
Quizá la luz de España es demasiado fuer­
te
por llanuras sin árboles como un dogma
se vierte;
las cumbres azulean con violencias de
muerte,
tal vez este paisaje definan nuestra suerte.
H ERRERA P E T E R E divide las primera
parte de su RIM ADO en ocho rapsodias
que corresponden a los siguientes enun­
ciados, todos ellos de verdadero sabor clá­
sico: AVISO SOBRE E S P A Ñ A — D E L
M IT IN EN L A P L A Z A N U E V A Y D E
LO QUE SUCEDIO LU EGO — COMO
FLORECIO
A Q U ELLA
P R IM A V E R A
E N M AD RID — RELA TO D E LO QUE
ACONTECIO E L 14 D E A B R IL — ODA
A L A L U Z V IO L E N T A — D E LO QUE
SUCEDIO A L E S T U D IA N T E M A R C E­
LO— L IM IT E S DE M A D R ID y finalmen­
te E L AMOR E N L A B A R R A N C A .
com per damunt del bosc pujava el vent
gegant” .
Los versos a la muerte del héroe son
de un azul purísimo y de sentimiento se­
reno. Parece que se hubiera dormido:
“ ..... E l cel era un gran acte
de puresa i de llum ..... ”
Y cuando desciende al torbellino del
mundo, el aire que es una obsesión del
poeta, se torna nube y las ramas de los
árboles brazos triunfales o rebeldes. Las
cosas de esta vida, entonces, opacan a las
P E T E R E ha logrado transcribirnos cuan­
del más allá y son cantadas con emoción to llegó a comprender por su propio do­
y ternura:
lor y con los ojos bien abiertos, y junto
“ L ’arbre posà a son front un silenci de a ello, junto a esa visión clara y real que
temple nos presenta, de la más pura raigambre
on el vent féu la tomba, immensa, de son española, puede percibirse la fuerza vi­
crit..... ” brante de su sentir y la diginidad y deli­
cadeza del verdadero poeta. No es menos
Y el coro “ Final” — tema propicio siem­
de admirar la firme seguridad con que
pre a rayar en el retoricismo—- lo resuel­
mantiene el ritmo, sin que podamos ob­
ve en metáforas limpias y ágiles, hacien­ servar en él aquel cansancio por la vana
do hablar a los elementos en sus tonos tarea de las palabras de que nos habla
adecuados y, algunas veces onomatopéyi- Cemuda, porque en H ER R E R A P E T E R E
cos. Dicen las estrellas:
antes al contrario, las palabras se han he­
cho vida fundidas con su emoción, tan sin­
..... Com branques de mirades
cera y tan franca que es sin duda, la ca­
damunt teu oscil·lem: llàgrimes a la testa,
racterística más acentuada de la innegable
habitem el teu cos d’espigues escampades” .
personalidad del autor del RIM AD O D E
No conocemos a Agustí Bartra, pero si M ADRID.
vale aconsejar le pediremos que no aban­
done el camino emprendido de poesía y
MARIANO GRANADOS. — "Trán­
verdad.
sito". — Ediciones Castilla. —
Isidoro Enriquez C A L L E JA .
México 1944.
JOSE HERRERA PETERE. — "Rima­
Mariano Granados reúne en este libro,
do de Madrid". Primera Parte.—
sus horas más íntimas, más suyas y que son
México, 1946.
horas más intimas, más suyas y que son
— Tendría interés, seguir con cierto de­
tenimiento la producción poética de JO ­
SE H ER R ER A P E T ER E, para poderse ex­
plicar sus preferencias hacia modos y for­
mas tan puramente clásicos y populares
como son aquellos sus romances “ G U E­
R RA V IV A ” o la epopeya “ ACERO DE
M A D R ID ” (Premio Nacional de Litera­
tura) y este canto suyo “ sobre la guerra
patria” que ha titulado RIM A D O D E
M A D R ID y que al igual del de nuestro
“ desengañado y melancólico” canciller P E ­
RO LO PEZ D E A Y A L A , está escrito en el
viejo y severo metro de la cuaderna vía
o alejandrino de 16 sílabas tan caracterís­
tica y netamente popular y español, pro­
pio del mester de juglaría fuente de toda
la lírica castellana.
No obstante, sólo cabe tratar de hacer
un breve resumen de esta primera parte
del RIM ADO D E M A D RID en el que
P E T E R E evoca, haciendo suyo, aquel es­
pléndido Madrid que durante más de tres
años fué luz y llama y en donde
L a vida fué una muerte, una diaria haza­
ña,
a modo de coloquio entre el poeta y la
lejana tierra.
Granados nos canta siempre a España,
como si en ella estuviera prendido y en
la frescura de su canto, bañado en dolor
y melancolía, no pocas veces, se encuen­
tran el éxtasis, la embriaguez o el atur­
dimiento cristalino' de los sentidos, aque­
llo que Platón dice ser sinónimo de poe­
sía.
En TRA N SITO ha recogido un crecido
número de canciones y poemas que el au­
tor encuadra en los temas siguientes: T I E ­
RRA S B A JA S — CANCIO NES D EL A L ­
TO DUERO— HOGAR— D ESTIERRO —
U N ALTO E N E L CA M IN O — CON­
FESIO N ES— REM A N SO S— CANCIO­
N ES— M ELA N C O LIA — P A Z Y DO­
LOR, además del canto a España de una
gran musicalidad y que recuerda en la
forma el modo de M anuel Machado.
Finalmente diremos que la fundamen­
tal característica de los poemas que ha
escrito Mariano Granados, es la agilidad
en la versificación, libre de toda afecta­
ción artificial y un arrebato lírico ani­
contra una losa fría, implacable y extra- mado por la más sincera emoción.
María Dolores A R A N A .
LAS
Enero de 1947
paña
en
eí
R ecu erd o -
G o n c u A la d e
Alm ería, (Auclad A rábigo-A iidaluza
Por
María
Enciso
E l hombre almeriense es jovial y bondadoso; so­
ÍE C IR Alm eria, es como pronunciar las palabras
mar y aire claro de otro modo distinto, tanta ñador, mira la vida con despreocupación, quizás por­
es la influencia de la luz mediterránea en su vida y que en su tierra todo es fácil y risueño. Le basta una
casa con paredes claras, un modesto condumio, y el
en su paisaje.
perfume del aire que no sabe como llega de todas par­
Viniendo de Levante, al llegar al puerto, dejando tes. Tiene el sentido fatalista de la vida, es siempre
atrás el cabo de Gata, la ciudad se aparece enseguida, en el fondo árabe, algo poeta, con un particular modo
toda blanca. A un lado, la Vega y el desembarcadero de pensar. No le inquietan ambiciones; aunque alme­
de mineral; al otro, las pajizas montañas coronadas de rienses hayan sido muchas figuras de primer orden en
cal, y al fondo, en un altozano, dominándola, el ba­ la vida española, el término medio se conforma con
luarte moro de la Alcazaba y la torre erguida de su vivir en su tierra y un mediano pasar. Hasta el cam­
campana de la Vela.
pesino es soñador, y le gusta recogerse al caer el sol,
Una pincelada de cal es la ciudad quieta y pro­ y echar su copa con los amigos, pulsando la guitarra,
vinciana en donde nunca ocurre nada. Sus calles y y al viento una canción.
plazas, la de Careaga, rosales y azulejos, la de los 01Adelante por las carreteras, cegados por el polvo,
. mos, árboles centenarios y bancos de hierro, son como las chumberas a un lado y otro del camino, alguna
el sello distintivo de una ciudad plácida, silenciosa, en carreta de bueyes se cruza lentamente con un moderno
automóvil que la deja muy atrás. De vez en cuando
«onde los dias transcurren deliciosamente iguales.
La plaza de la catedral con su mole de piedra tapias encaladas por las que asoman árboles frutales.
Más lejos, las paredes blancas de los cortijos, con sus
berroqueña, tienen en sus esquinas un viento perenne
que la envuelve con su misterio. Por ellas pasan los porches y sus parrales alineados. Más lejos aún, la
¡Almeriense y morenillo!’”
Y las verbenas de la feria y las procesiones tra­
dicionales, la de la Virgen del Mar, y las de la Se­
mana Santa andaluza que llegan pregonando la tibia
primavera. Toda la ciudad se enriquece el verano, por­
que “ la faena” está en su apogeo. “ La faena” es la re­
colección de la uva, principal riqueza almeriense, con
el esparto y los minerales, riqueza en la que participa
la ciudad entera. Año de mala faena, invierno trágico
de escasez, casi la ruina de la ciudad, económicamente
hablando.
£1 invierno cambia totalmente su aspecto. Con los
primeros frios otoñales, las gentes se recogen en sus
casas, se hacen tertulias al anochecer, los cafés quitan
las mesas de sus terrazas, las calles, ríos desbordantes
de alegría, se vuelven grises y silenciosas, aunque el
clima sea extremadamente benigno. Llegan los vientos
de poniente, y apenas algún barco arriba a sus playas.
Pero la vida sigue su ritmo, la gente ciudadana se
agrupa a la orilla del mar, en el parque, las mañanas
de sol. Siempre es la quieta ciudad provinciana en que
soñamos cuando la vemos lejos e inaccesible, en donde
la vida tiene otro sentido, porque allí todo ayuda a v i­
vir. E l aire tibio en pleno invierno, los productos ex­
celentes de su tierra, por todas parles el verdor de los
olivos y la etérea visión de los parrales, los árboles y la
vega esplendorosa, sus lentas inalterables costumbres,
que son en el recuerdo, un remanso para el diario vivir.
Vega almeriense tiene reminiscencias de la
huerta murciana, y el colorido brillante de los campos
andaluces. Cerca está Granada, agua cristalina, nieve
y verdor, también M álaga, señorial. Ciudad sin preten­
siones, vive Alm ería su plácida existencia, en una si­
tuación geográfica de privilegio. Los pueblos de la sie­
rra, Viator, Huércal. Benahadux, Gador, Fiñana, en las
estribaciones de la sierra más andaluza de España, la
Sierra Nevada, la tierra del jamón serrano, de nombres
árabes, pueblos dormidos y blancos, llenos de luz. Casas
enjabelgadas, muebles de madera blanca, asientos de
anea, jarros de cerámica en las mesas, y flores de albahaca. Olor a limpieza, aromas de sierra y de vida
pura.
Roquetas, Aguadulce, pueblos a orillas del mar,
pueblecitos de pescadores, en donde los días, aunque
iguales transcurren sin sentir.
No es Almería la ciudad andaluza de estirpe aris­
tocrática como Sevilla, ni la gitana cimbreña que es
Granada, ni la sultana Córdoba, pero sí es una andalucísima ciudad que se durmió en la leyenda mora, y
tarda en despertar. Como todas las ciudades mediterrá­
neas es soñadora y alegre, recuerda su historia, y mira
al porvenir, tiene rincones amables en donde el pasar
de las horas es una delicia, bajo las palmeras al viento,
frente al mar luminoso, y el perfume de los azahares
silvestres, sensaciones espirituales que llevamos cla­
vadas como un dardo en el alma peregrina que aún no
sabe hasta donde vagará.
S A fL o ñ a i,”
La inexistencia de premios de literatura
que puedan servir de estímulo a los escritores
españoles y propiciar el descubrimiento de
nuevos valores para las letras españolas,
mueve a “LAS ESPAÑAS" a establecer tres
Concursos —Teatro Breve, Poesía y Cuento—
que, independientemente de su modesta cuan­
tía, han de tener, estamos seguros, un alto
valor simbólico, al poner de relieve la capaci­
dad creadora de la “España peregrina", y
nuestra fraternidad entrañable con nuestros
hermanos de América.
PREMIO ANTONIO MACHADO
$ 500.00 m. n.
Al mejor Poema de asunto, metro y exten­
sión libres.
PREMIO GARCIA LORCA
$ 500.00 m. n.
A la mejor pieza de Teatro Breve que no
exceda de cincuenta cuartillas a doble es­
pacio.
BASES DEL CONCURSO
1*.—Podrán concursar todos los escritores do
habla española sin distinción de n acio ­
nalidad.
Cuando amanece, la ciudad se llena de voces; pre­
gones que despiertan las calles en las primeras horas
de la mañana; pescado, almejas, dulces, los humeantes
churros, los borriquillos que vienen de los cortijos cer­
canos, cargados de verduras y frutas los ánsares. Más
entrada la mañana, las gentes pasan sin prisa a sus
quehaceres diarios. En Alm ería no existe la prisa, todo,
hasta el andar, está a tono con la placidez del am­
biente.
'‘Tengo una mañuela nueva
con cuatro jacas castañas;
y el novio más salaíllo
que calienta el sol de España
“ £aó
línea ininterrumpida de las montañas, muchas de ellas
con entrañas de cal, marco necesario y característico a
todo paisaje andaluz.
Adelante por las carreteras, parándose en las ven­
tas que se encuentran al azar, gusta el chorizo y las
longanizas, con el pan deliciosamente blanco y el vini­
llo de la región, el campesino almeriense que camina
al trote del borriquillo que lleva de una lado a otro
los frutos de la tiera.
E l trote se funde a lo lejos, con el fandanguillo o
con cualquier otra expresión del cante hondo, que al­
guien deja prendido en una esquina. H ay un perfume
P R E M I O S j
en el anochecer, que llega en el viento no sabemos de
donde, y el lento repicar de la campana de la Vela,
PREMIO PEREZ GALDOS
baja de la Alcazaba, arrulla la ciudad, y se expande
por los campos cercanos.
$ 500.00 m. n.
Y si es verdad que el paisaje “ es un estado de al­
ma” , con los ojos del espíritu y tamizado por el re­
Al mejor Cuento que tenga una extensión
cuerdo, miramos el hermoso paisaje de Almería, la mínima de cuatro cuartillas y máxima de diez
ciudad arábigo-andaluza, tal como lo llevamos dentro,
con su tibia claridad, por todos los caminos del mundo. a doble espacio.
coches muy fin de siglo, las berlinas, con sus caballos
somnolientos, coches en los que un viaje es plácido e
interminable, hasta para acercarse a los pueblos más
próximos. No lejos de allí, la calle de la Reina, piso
de guijarros puntiagudos, rejas hasta el suelo. Rejas
florecidas guardadas con celosías de madera, detrás de
ellas, mujeres que sueñan, con el alma secular árabe
prendida en los ojos, costumbres y tradiciones fam ilia­
res, y la blanda molicie de una vida en la que todo lo
que ha de suceder se sabe ya. Como casi todas las ca­
lles almerienses va a parar al mar, no sin antes pasar
par un laberinto de palmeras y flores andaluzas, a lo
largo del puerto. E l parque de Cervantes lo abarca de
punta a punta. Desde la Avenida principal, el Boulevard, hasta la Pescadería en donde pequeños restauranes prodigan el olor de los mariscos. Un parque a la
orilla del mar, lleno de plantas olorosas, de azulejos, de
chiquillos y de gentes que toman el sol, y en donde se
mezclan abigarradamente el colorido y el aroma de las
flores, jazmines, rosas, nardos, con el penetrante olor
del mar.
En verano, la vida en la ciudad es una perenne
fiesta. Como en casi toda la costa, los baños de mar
son su principal diversión en esa época. Alegría en el
aire y en el añil clarísimo del cielo, alegría en las
caras de las gentes, en el bullicio desacostumbrado de
sus calles, y en las canciones de las noches tibias, que
llenan las calles solitarias alumbradas por faroles de
hierro prendidos en sus esquinas. El fandanguillo se
oye cerca y lejos, como un eco clavado en la entraña
fluida del aire. E l de la tierra:
Página 5
E S P A Ñ A S
2?.—El plazo para la presentación de traba­
jos es el de seis meses a contar desde la
publicación de este CONCURSO en "LAS
ESPAÑAS".
POESIA EN EL DESTIERRO
PRECIADA Y LOS CARBONEROS ( i )
Y
i4 vienen los carboneros,
tordos de carbonear.
Portan, en grandes serones
y capachos, un caudal
tan negramente acuñado
que les ensucia el andar.
Llevan al cinto y al hombro,
bien soldada, la mitad
de su hacienda-, los trebejos
del oficio. En mulos van.
Lejos de las mondas calvas
que dejaron, un feraz
monte bajo les da sombra
verde y viento forestal.
Como vienen ahornagados,
lo encienden todo al pasar
con lumbre negra, cenizas
de rescoldo y alquitrán.
Atajan por unas trochas
borriqueras. En un caz
se quitan el luto en polvo,
incrustado y vegetal,
de una carne como esparto
y una piel de cordobán.
[Ya en cueros, siguen vestidos.
J cuando el agua, lustral,
los deshollina del todo
desnudos del todo están).
Hombres de huelgo encendido,
su lengua es llama voraz.
Humo vidriado, los ojos,
de dureza mineral,
con aristas de diamante
negro rayan al mirar.
Tienen la enjundia de yesca
y el alma de pedernal
mordido. Marchan ardiendo
por donde quieran que van.
Huella de hollín, el rescoldo
de su carne en sombra da
una sombra embetunada
como pez de peguntar.
Sudan resinas calientes.
De su destajo infernal
traen una voz en pavesas,
ardida, para no hablar.
Afónicamente emitan
silabas de sombra, ya
socarradas. No pronuncian,
giuñen al carraspear.
Se les emborrona y tizna
de agüelos el ademán.
A solas, por un silencio
lardo, se acercan en haz,
alejándose en su sombra
de muchos en soledad.
Fragantes tufos de leña
verde y a medio quemar
les preceden como heraldos
de su taciturnidad.
Fue tan duro el carboneo,
que, molidos de bregar
entre hielo y lumbre, vienen
arrastrándose a compás.
Hacharon y redujeron
a tizos un encinar,
un hayedo tenebroso,
un lloroso saucedal
y, corno carbón de arranque,
las raíces de un pinar.
Aliviándose la carga
rota y movediza, va
la recua soltando un lastre
de carbonilla al bajar.
Y el sol en rescoldo, puesto
con celajes de alquitrán,
se apaga en la carbonera
sin vientos de un roquedal.
Preciada viene con ellos.
Preciada conoce ya
el frío al rojo y la fiebre
sorda, el destemple infernal
de un enero en brasas — cuando
se opone el carbonear
con humos de lumbre negra
al cierzo blanco y glacial,
y la carne estremecida
rezuma hielo al sudar.
En sus ojos, escocidos
de viento y humo, el brillar
de la esclerótica en blanco
lo cubre una opacidad
azulosa, que es el telo
de la quema. En el mirar
de Preciada y a no hay chispas
de burla y malignidad.
Va en lágrimas. Monte abajo,
y luz entre sombras va,
sola entre todos, con todos,
camino de la ciudad.
Dibujo de A. Rodríguez Luna
(i) Del libro en prensa Preciada la Pisa Bien (Romance y patraña de una vida
española).
3°.—El Jurado calificador estará compuesto
por escritores de habla española, de dis­
tintas nacionalidades.
4a.—Eli Jurado se tomará tres meses para juz­
gar las obras presentadas a partir de la
fecha en que se cierre la adm&ión de
originales.
5°.—Los originales han de presentarse con un
lema. Y en sobre aparte lacrado deberá
mandarse nombre y dirección del autor
y el lema a que corresponde.
6a.—“LAS ESPAÑAS" se reserva el derecho
para publicar aquellas obras que, no h a­
biendo sido premiadas, reúnan méritos
suficientes para ello.
7°.—No entrarán en el CONCURSO ninguno
de los redactores de “LAS ESPAÑAS".
Colaboradores
de "Las Españas”
Rafael Altamira — Manuel
Altolaguirre — Manuela Ba­
llester — Pedro Bosch Gimpera
— Agustín Bartra — José Ber­
gantín — Anselmo Carretero—
Honorato de Castro — Ernes­
tina de Champourcin — Anto­
nio del Toro — Juan José Domenchina — María Enciso —
Alberto Folch y Pi — José M.
Gallegos Rocafull — Juan D.
García Bacca. — Ramón Ga­
ya — Juan Gil Albert — Car­
los Giménez — Mariano Gra­
nados — Rodolfo Halffter — Jo­
sé Herrera Petere — Benjamín
Jamés — Vicente Lascuráin —
Julio Luelmo — Leonardo Mar­
tín Echevarría — Paulino Ma­
sip — Concha Méndez — Jo­
ne Moreno Villa — Margarita
Nelken — Alvaro Pascual Leo­
ne — Isabel de Palència —
José Puche — Juan Rejano —
José Renau — Juan Renau —
Antonio Rodríguez Luna — Ma­
riano Ruíz Funes — Pedro Sa­
linas — José Luis Sánchez Trin­
cado — Adolfo Sánchez Váz­
quez — Luis Santullano — Ra­
món J. Sender — Antonio Suárez Guillén — Adolfo Vázquez
Humasqué — Ramón Xirau.
Valorización del descubrimiento de
la Conquista y de la Colonización
Transoceánica
E l ciclo renacentista que separa las eda­
Por Ju lio Luelmo
des media y moderna de la Historia Hutnana. es un proceso de capitalización de
las experiencias acumuladas por el hombre
a lo largo de los siglos, que hizo crisis presentar títulos, que resistan a una de­
en aquel momento preciso, con la explosión puración severa, el propio Colón almiranque modificó y amplió los contornos del de Castilla.
Universo, vigentes hasta entonces.
Pero la valorización de la personalidad
múltiple de quienes, como Cortés v Pizarro,
Vasco de Gama, Colón y M agallanes;
abrieran las entrañas misteriosas de Con­
Nicolás Copérnico y Galileo; Keplqr y tinentes desconocidos, que alardearon, con
Newton, dieron nueva forma, respectiva­ ventajas de tahúr, de la superioridad de su
mente, al mapa geográfico del Globo T e­ cultura para vencer la resistencia de los
rrestre, a la imagen unitaria del firma­ pueblos nativos, exhibieron apetitos codi­
mento, y al esquema de las fuerzas físicas ciosos ve insaciables y establecieron las
que se agitan en las entrañas telúricas de bases del Gobierno de los países descubier­
nuestro Mundo. Y la trinidad artística tos por ellos, inspiradas en el molde feudal
del Renacimiento italiano, y Erasmo, Loke, de la metrópoli que patrocinó su empresa,
Vives, Moro y Bacon, ampliaron las di­ choca, sin duda, con objeciones poderosas.
mensiones del arte y el pensamiento, hasta Todas estas son las resultantes de un plan­
entonces encadenada por la Teologia.
teamiento desorbitado del problema, que
En cada una de las corrientes de aquel trata de proyectar las figuras de aquel es­
movimiento revolucionario, colaboraron le­ cenario, histórico, en la realidad política
giones de pioneros que brillaron con luz militante de nuestro tiempo, con el torvo
propia en sus respectivas constelaciones cul­ designio de suplir las dimensiones mengua­
turales, en cuyo centro las individualida­ das y de vigorizar las degeneradas persodes citadas quedaron inmortalizadas como sonificaciones de las supervivencias agoni­
zantes de aquella época histórica, con los
figuras estelares.
valores singulares que fueron engendrados
Sólo situado en éste marco histórico y nacieron en la fase de plenitud de ella,
Universal y vistos con la prespectiva que y que conservan la talla de sus propias di­
ofrece el nivel alcanzado en aquel enton­ mensiones heroicas, en tanto permanecen
ces por cada uno de los países europeos que en el olimpo desde donde, sin mengua de
descubrieron, conquistaron y colonizaron, su propia gloria, contemplan el ascenso a
podemos llegar a una valoración objetiva la región de los inmortales, que ellos ha­
de la personalidad de los exploradores, bitan. de nuevas generaciones de héroes,
conquistadores y colonizadores de los Con­ que, después de ellos y como ellos mismos,
tinentes entonces incorporados al patri­ alcanzaron las cumbres de la excelcitud,
monio de la humanidad civilizada.
porque incrementaron el acervo que enri­
Así planteada la cuestión, parece indu­ quece la condición de la especie humana.
Quienes profanan la obra civilizadora de
dable que computadas las vicisitudes con­
tradictorias que representan las aportacio­ aquellas figuras geniales, haciendo de ellas
nes positivas de los descubrimientos, y los bandera defensiva de los decadentes siste­
episodios inhumanamente dantescos de san­ mas fascistas de hoy, prostituyen la verdad
gre y de codicia, cuya cadena fue substan­ histórica mediante un fraude monstruoso e
cialmente el instrumento de la conquista y incivil.
de la colonización, quienes en una u otra
Trasladada la cuestión a los términos con­
calidad personificaron aquellos y éstas, que­ cretos en que ella ha quedado últimamen­
daron consagrados por derecho propio en te planteada en México, es notorio que en
el panteón en que la Historia rinde honor el marco de las fuerzas que tienen la
a los héroes de la civilización. En este responsabilidad de defender e impulsar la
plano de las realidades históricas, serenas y revolución mexicana que se inició en 1910,
objetivas, las taras cruentas de aquella em­ no cabe la exaltación del Capitón y enco­
presa. son el precio que el género humano mendero Hernando Cortés, por razones aná­
pagó por ella y que debe cargarse a la logas a las que impiden a los partidos polí­
cuenta de las limitaciones de los hombres ticos republicanos españoles glorificar al
que hasta hoy no han encontrado la senda Emperador Bonaparte invasor de España en
de su propio progreso, sino a través de los 1808. Y por razones análogas de defensa
vallek obscuros de convulsiones catastró­ de la obra revolucionaria que las fuerzas
ficas.
progresistas de México tienen la misión de
La validez de este juicio, es admitida sin propiciar, es correcto el comportamiento
serias resistencias para catalogar a los des­ de estas cuando exaltan la figura de Cuacubridores en el álbum de las individua­ uhtémoc, símbolo de la independencia de
lidades señeras. Pero para ser incluido en los pueblos nativos, cuyo valor representati­
ésta categoría inmaculada, apenas podrá vo conserva toda su fuerza a pesar dek re­
(Viene de la Pág. 3)
Castilla
traso de las culturas de Anáhuac en rela­
ción con el desarrollo alcanzado por la
metrópoli europea que auspició la conquis­
ta, y a pesar de las características imperia­
les de la Tribu Azteca, que conquistó y
subyugó la mayor parte de las demás tribus
Nahuas. Por motivos políticos similares, los
españoles progresistas de hoy hacemos
nuestras las tradiciones heroicas de quienes
defendieron nuestra independencia en 1808,
sin tomar en consideración la significa­
ción reaccionaria de los directores del le­
vantamiento, ni registrar en el activo de
aquel capítulo de nuestra Historia nacional
los valores positivos de la revolución fran­
cesa que Napoleón representaba y cuya
llama fecunda encendió efectivamente al
intervenir en nuestro propio país. Todo
ello no niega los títulos legítimos que. en
la escala de los valores universales, dan la
estatura del capitán español y del empera­
dor de los franceses.
Pero quienes en México o en España,
exhuman los despojos del descubridor y con­
quistador de la Nueva España, o la bande­
ra del Imperio de Carlos V., para respal­
dar la imposible tarea política en la que
ellos andan afanosamente empeñados en
nombre de fuerzas políticas históricamen­
te caducadas, de restaurar las bases políticas
de la sociedad y del Estado que hizo posi­
ble las empresas del descubrimiento, profa­
nan el contenido creador de aquel sistema
y de sus individualidades representativas.
Porque los valores creados por el hecho
mismo del descubrimiento y de la colo­
nización, son patrimonio de toda la H u­
manidad civilizada, pero la bandera del
progreso representada por ellos pierde el
título de su legitimidad, si quienes ahora
exhuman su memoria, lo hacen con la fi­
nalidad de deslumbrar a quienes se inter­
fieren en el camino que conduce a la satis­
facción de apetencias inmediatas de tipo
subalterno, y si para lograr éste objetivo
se proponen desconocer la legitimidad de
las conquistas logradas desde entonces por
la especie humana y si tratan de obstruir
el esfuerzo permanente de superación que
justifica la existencia de la humanidad
En este plano de dimensiones universa­
les en el tiempo y en el espacio, la exhu­
mación de los restos de Cortés, convertida
en tarea polémica recientemente en M éxi­
co, es un episodio respetable si no tras­
ciende sus contornos típicamente cultura­
les; pero si en la intención de sus patro­
cinadores alienta la idea de hacer de ella
bandería politica. se convierte en atentado
a la memoria del descubridor y de su épo­
ca. Porque nuestro mundo contemporáneo
no dispone de espacios incógnitos propicios
para empresas descubridoras de tipo rena­
centista, ni puede ofrecer a los capitanes
y encomenderos de entonces, otra cosa que
CACERES
el silencio respetuoso que circunda el re­ gieron. Pero cuando el poderlo de la Fa­
cinto de sus tumbas.
lange empezó a rodar por la pendiente de
La responsabilidad derivada de una pro­ su derrota presagiada por el exterminio de
fanación de tipo análogo y de proyecciones los poderosos ejércitos nazi-fascistas que lo
negativas infinitamente mayores, resume engendraron y establecieron, la solemni­
todas las responsabilidades que minaron dad de aquel mausoleo que de las glorias
desde su origen la vida del régimen fran­ imperiales españolas había sido quebran­
quista. La falange creyó en la realidad de tado desde aquel día en los umbrales de
lo que nunca fué sino delirio morboso de éste fueron traspasados por el anacrónico
los jerarcas falangistas que soñaron con la cortejo macabro que desfiló por los campos
empresa estúpida de dar forma viva a los y ciudades españolas exhibiendo la figura
contornos del Imperio que cohesionó los simbólica del primero entre los jerarcas de
espacios terrestres descubiertos por Colón; la Falange. Porque para emular las gran­
y su esfuerzo en tal sentido quedó limitado dezas y las debilidades de aquellos caudia gesticular en la farsa inspirada por la los imperiales, los jerarcas y caudillos de
aventura hitleriana en verdad igualmen­ la España franquista, no conquistaron otros
te útopica, pero mas próxima a la realidad blasones heráldicos, que aquellos a que se
que la utopía falangista.
hicieron acreedores en sus viajes a la A le­
Cuando el régimen franquista inició su mania nazi y a la Italia fascista, cuando
aventura, no quedaba de aquel Imperio otra en los meses que precedieron a la guerra
realidad viva que la belleza monumental española, prepararon y organizaron la cons­
en cuyos sótanos abovedados se conserva piración contra la independencia y el de­
el recuerdo de quienes lo fundaron y ri­ coro de nuestro pais.
estatua en vida. Esta resistencia a elevar
a nadie por encima de los demás ciudada­
nos se observa claramente en la Comunidad
de la Ciudad y Tierra de Segovia, donde
los acuerdos o decretos no eran promul­
godos, y el linaje, y la nobleza tan “ cres- gados por ninguna autoridad o persona,
cida” a que alude Jorge Manrique en sus sino que la costumbre era, sencillamente,
bellísimas y famosas coplas — el mismo que un notario y dos vecinos como testi­
poeta nacido de noble familia en los an­ gos dieran fe de que el Consejo había
tiguos Campos góticos— . Incluso la caba­ tomado tales acuerdos.
llería, que en todo el mundo medieval es
esencialmente aristocrática, tiene en Casti­
lla carácter popular: caballero era. senci­
“ L A S E S P A Ñ A S ” no se debe
llamente, el que tenia caballo, aunque no
a ninguna capilla literaria, ni es­
fuera noble por linaje.
tá obligada con ninguno de los
L a epopeya, tan propensa en todas par­
sectores que componen la em igra­
tes a exaltar las cualidades aristocráticas
ción política española. Es una re­
de los héroes, presenta también en Casti­
vista literaria absolutamente in­
lla profundo sentido democrático. Mientras
dependiente, que aspira a ser un
en las literaturas medievales francesas y
instrumento más en la reconquista
germánicas los héroes son principes o
y reconstrucción de España, en la
caballeros de alta alcurnia, autores de fan­
difusión de nuestra cultura, en el
tásticas hazañas, el héroe máximo de la
conocimiento y exaltación de nues­
epopeya castellana es un simple infanzón
tros valores.
que, en nombre del pueblo castellano, to­
Todos los pueblos de España,
ma juramento al rey antes de darle la co­
todas las Españas. son para noso­
rona; y es bien significativo del carácter
tros igualmente entrañables. Con­
castellano — dice Menéndez Pidal— este
sideremos voz tan española la de
rango social de su héroe y la burla que de
Maragall o la de Rosalía de Castro,
la alta nobleza se hace en el poema del
la de M iguel de Elzo o Domingo
Cid. Nuestro héroe representa, según pala­
de Aguirre, como la de Fernando
bras de Costa reproducidas en el primer nú­
Villalón, la de Federico, la de Gal­
mero de L A S E SP A Ñ A S, la lucha políti­
dós o la de Antonio Machado.
ca contra los reyes, la lucha nacional con­
Y si en esta integración ideal
tra el imperio.
de España incluimos a Portugal,
es, considerándolo sin sombra de
Es igualmente tradicional en los cas­
intención imperialista, uno de los
tellanos, y en general en todos los espa­
ñoles, la repugnancia a encumbrar y adu­
más ricos matices del genio es­
lar caudillos. Muestra de ello es que
pañol o ibérico.
siempre se ha considerado del peor gusto
en nuestra patria levantar a alguien una
en el Panorama de las Españas
ban de lado las cosas que afectaban a la
vida del hombre común, del pueblo cas­
tellano, cuya historia, es decir, la verda­
dera historia de Castilla, está en gran tamente, lo mismo que la rusa “ soviet” ;
concejil es. pues, equivalente a “ soviético” .
parte por escribir.
E l poder del rey era en Castilla lim i­ No designa el territorio sobre el cual tiene
tadísimo, verdadero poder federal, pues se­ jurisdicción una institución pública, como
gún el Fuero viejo se reduce a las siguien­ con imprecisión se emplea frecuentemente,
sino el órgano que la gobierna. La tra­
tes facultades y tributos:
dición democrática de Castilla, política y
La facultad de hacer justicia (en su­
administrativa, es la del gobierno de los
prema alzada y siempre con arreglo a
concejos.
fuero); y la de dirigir la guerra (como
Los concejos castellanos se elegían de­
capitán general, pues las tropas comune­ mocráticamente. En Segovia los vecinos se
ras van mandadas por sus propios capi­ reunían por grupos en los atrios de las
tanes, nombrados por el concejo de la iglesias, característicos de esta parte de
comunidad, y siguen el pendón concejil); Castilla, que son exteriores para desempe­
el tributo de la moneda; el de la fonsade- ñar su función civil. Tenían derecho a
ra (pagos y servicios para la gu erra); y voto todos los vecinos con casa puesta, sin
él de los yantares reales, es decir el man­ distinciones, pues en Castilla, como dicen
tenimiento del rey (al cual debe contribuir el refrán y los fueros, nadie es más que
todo territorio de la federación cuando se nadie, y el de Supúlveda recalca que “ ni
encuentra en é l).
por riqueza, ni por linaje, ni por creen­
E l rey no tiene autoridad directa sobre cia” . No se puede decir más en menos pa­
la comunidad, ni sobre los municipios, que labras, ni con más precisión, ni con mayor
dependen de ella; ni sobre los ciudadanos, llaneza.
Esta declaración se adelanta en muchos
que obedecen a los concejos por ellos ele­
gidos, ni es dueño de la tierra que es pro­ siglos a la francesa de los Derechos del
hombre, que proclama a los ciudadanos
piedad comunal.
iguales ante la ley, pero deja a los pobres
Es característico de Castilla el espí­
bajo el yugo de los ricos; pues, como de
ritu democrático, evidente en su forma de
cia nuestro socarrón arcipreste, “ el que
gobierno, y que se manifiesta en todo lo
non ha dineros, non es de si señor” . Y aquí
castellano, incluso en la epopeya.
volvemos a recordar a Machado, el an­
E l gobierno tradicional de Castilla es daluz enamorado de Castilla, cuando dice
sumamente democrático. Se ejerce en to­ que ésta es un pueblo de señores — seño­
rtas las instituciones: comunidades, muni­ res de si mismos, aclara— , que siempre
cipios, hermandades, etc., por medio de ha despreciado al señorito. E l fuero caste­
juntas o concejos de carácter popular. La llano no admite diferencias por riquezas, y
palabra castellana concejo significa, exac- para que esto no sea una mera declara-
Segovia: Callejón de Gascos
ción, los medios de producción son propie­
dad comunal. Han de pasar mil años para
que esto mismo se proclame en otro país
de Europa.
En la tierra comunera no hay diferen­
cias por linajes. En la vieja Castilla no
existe prácticamente la nobleza. Las no­
blezas más antiguas y poderosas de España
eran la catalana, la aragonesa y, sobre to­
das, la leonesa. Esta es la sangre de los
LOS F U G IT IV O S
De Sancho Panza, ya no queda rastro
en el paisaje. Y lentamente se va hundien­
do en un repliegue la enjuta .figura del
Huésped manchego, hasta sólo quedar vi­
sible su lanza, que no tarda en hundirse
también para volver a asomar unos instan­
tes en la última loma, y borrarse, al fin,
en la linea definitivamente postrera de
aquella llanura en pleno desperezo matinal.
Hasta donde alcanzan los ojos de Altisidora, todo sp desvanece en aquel ondulante
mar gris, parcamente moteado de verde,
apenas iluminado por las tímidas avanzadas
del sol. Todo desaparece como desaparece
un velero cuyo palo mayor se resistiera a
perderse en la bruma de la mañana.
Pero Altisidora sigue de codos en el al­
féizar durante mucho tiempo; tal vez una,
tal vez dos horas, fijos los ojos en la loma
ya más dorada de sol. limpia de toda fi­
gura. de todo cuanto no fuese guijarros y
aliagas. Excepto algunas ovejas desperdi­
gadas. perseguidas por un mastín. ¿En qué
pensará Altisidora, la “ desenvuelta” don­
cella. apagada ya en su boca la risa, arria­
dos todos los gallardetes de su retozona
alegria? Tal vez en esos últimos dias cuyo
eje. en el castillo, fué el Caballero de los
Peones. Piensa en sus propias burlas que
tal sabor amargo le han dejado en el alma.
Porque ella ¿no se burló — ¡qué aturdi­
damente!— de una gran bondad, de la no­
ble entereza de un hidalgo cuya locura
mística los encopetados duques, como sus
zafios aduladores y esbirros, no supieron
comprender? Altisidora comienza ahora a
adivinar. Aquel Caballero ¿no era. además,
un paladín de la más acendrada poesia?...
Porque él supo crear de la nada un mito,
una mujer fascinadora: Dulcinea del To­
boso.
Ahora, el Caballero huyó nuevamente
hacia un mundo lleno hasta los bordes de
aventuras, hacia lo inesperado. “ ¡Quién
pudiera haber huido con él!” La idea co­
mienza por revolotear en tomo a la vehe­
mente Altisidora. A l principio, la asustó.
Quisiera alejarla de su vista...
Pero, ¡qué pronto la acoge su voluntad,
la mima, la acaricia! ¡Lo inesperado! ¡L a
aventura! En la plácida vida del castillo, el
Caballero es por unos días blanco de todas
las burlas; pero también el eje de un mun­
do anormal, inaudito, asombroso. ¡Qué
gozo continuar en ese mundo en que Clavileño —como las alfombras mágicas—
puede transportamos a esas fantásticas re­
giones donde cualquier aldeana se con­
vierte en princesa y cualquier pedrusco se
deshace en rubíes!
Altisidora se da entonces cuenta de lo
que para ella significa este romper los rit­
mos de un monótono programa de vida en
que ella misma — como los demás servido­
res del palacio— quedan reducidos a oscu­
ras piedras de mosaicos, a lo más, de un
ajedrez en donde sólo juegan los duques.
¡Qué delicia, la de aquellos días en que
ella, Altisidora, llega a tener vida propia,
aunque embozada por arreos escénicos!
Ella ya olvidaba que su farsa ha sido im­
pulsada por la frivolidad de unos podero­
sos. ¡La continuaba personalmente tan gus­
tosa!
Era ya equella como una fábula aparte
en que Altisidora va adquiriendo relieves
de heroína. ¿Cómo, en efecto, jalonar el
terreno de la verdad y de la burla, fijar
sus verdaderos límites a aquel amor pues­
to en verso por la ‘“ desenvuelta” Altisi­
dora?
Si la locura del enjuto Caballero pudo
llegar a prender en Sancho — y en toda
su pintoresca fam ilia— ¿por qué no había
de contagiar a Altisidora? Pensemos, por
otra parte, que la vida caballeresca de las
novelas en boga está quizá más cerca de
E l C u e n to
d e l Mes
■
/ a c / a r» i n i /a
le s e n u u e
LLcl
íil
tisidora
Por Benjamín Jarnés
la mente de esta doncella que la vida an­ de los altos alcázares del ensueño. La don­
gosta de los duques. No es el enamorado cella vuelve la espalda al campo y tropie­
de Dulcinea un ser único en el gremio de za con los ojos socarrones, inquisitivos, de
los altos varones capaces de encandilar a su ama; quien pregunta:
— ¿Desde en'onces. estás ahí asomada?
Altisidora. aunque él capaz es de vencer
¿Qué buscas en el paisaje? ¿Te has enamo­
a todos por su más rica savia humana.
Puede ahora vencerlos por su real pre­ rado de algún lindo pastor?
— Buscaba una figura, que se me ha bo­
sencia. Porque él está allí, cabalgando
por los montes de Aragón, mientras de rlado.
-—No será la de ese mentecato, que tan­
los otros apenas se conoce su condición de
entes quiméricos. Y si Don Quijote está to nos ha divertido.
Altisidora se encrespa; centellean sus
loco, en nada difiere su locura de la aplau­
dida locura de Amadís. tan sugestiva. Tal ojos, sus manos recorren aturdidamente el
vez. en ambos paisajes ilusorios, sólo faltan espacio, en busca de un camino hacia las
verdaderas princesas, auténticas doncellas mejillas de la duquesa. Con voz trémula,
que acertasen a sentir aquella emoción responde:
caballeresca, como en el paisaje lírico del
Dante sólo faltaba una mujer capaz de
mantenerse en una rara temperatura “ teo­
logal” , por decirlo así. Dante halló esa
mujer. Pero Cervantes — más fértil— la
inventó. Nunca existió Dulcinea en el
tiempo, tampoco en el espacio. Beatriz exis­
tió en la Edad Media y en Florencia.
Pero siempre habrá un lugarejo en el
mundo — El Toboso— donde se pueda ver
y palpar la casa de Dulcinea, mucho más
real y verdadera que todos los palacios du­
cales de Aragón... Ahora la ve Altisidora,
mucho más claramente que Sancho; ahora
ve Altisidora a Dulcinea mucho menos za­
fia que Sancho fingió verla.
Sale ahora del Toboso al encuentro de
Altisidora... ¿Es la fiebre de Altisidora la
que atrae a Dulcinea, o es la inmortal
campesina la que acude, sonriente, a que­
brantar los sueños de la “ desenvuelta” don
celia?
I,a inmortal aldeana quiere vengarse: vie­
ne acaso a hacerle pagar a Altisidora sus
retozonas burlas. La siente Altisidora en
pleno corazón... ¿No hubiera ella hecho lo
mismo? L e arde la frente pensando en la
inexorable rival. ¡Qué gozo, qué peregrina
aventurera, penetrar en El Toboso y cono­
— Pero, ¿quien lia dicho que es Don
cer. una por una, todas las posibles Aldonzas! Por qué una de ellas — tal vez en un Quijote un mentecato? ¿Eran necios sus
mesón— sirvió a Cervantes algún rojo versos, su aguda charla de sobremesa,
vaso de vino en cuya espuma se forjó la sus consejos al rollizo Sancho, que yo pude
verdadera imagen de la encumbrada Dul- oír escondida tras un tapiz? ¿Quién puede
ciena. ¡Cómo Altisidora hubiera copiado llamar mentecato al sereno contradictor
sus gestos, sus palabras, sus andares, para del capellán?
— Apasionadamente le defiendes— inte­
hacer de ellos ante Don Quijote una irre­
rrumpe, sorprendida, la duquesa— . Cual­
sistible ostentación!
Porque bien se ven que al Caballero no le quiera diria que por él estás ardiendo.
— Vos misma me pusisteis junto al fuego.
satisfacen — ¿por qué?— las doncellas ara­
gonesas. ¡Tan empapado está de los zumos ¿Qué os asombra si. al fin. me sentí ar­
de Argam asilla y Esquivias! Como si no al der? Amo a Don Quijote, como él ama a
canzase a ver otras mujeres sino aquellas Dulcinea. .. Eso es todo. Tal vez porque
que puedan traerle el perfume de los raci­ él me rechazó... No sé.
— ¡Qué locura!
mos — rubios, morados— de la Mancha.
— ¡Como todo gran amor!— dice A lti­
¿Es que Altisidora leyó la primera parte
del gran Libro, y todo su afán es ser de los sidora— ¡Como el gran amor que él sien­
más bullentes personajes de la segunda? te hacia esa labriegà del Toboso!
— Tú ¿qué sabes?
Sin duda. Los exégetas del “ Quijote” tie­
— Lo sé. Comenzó a sentirlo, ya hace
nen m uy olvidada a Altisidora. E lla no
tiempo,
antes de su primera salida. Ella
envidia a Dorotea, a Luscinda, a Marcela...
A quien seguramente envidia es a Dulci­ es. tal vez, un codiciable, un lozano cuerpo
nea. Las demás pueden salir de cualquier virgen donde apenas brilla una chispita de
piarte: Dulcinea sólo pudo salir del cora­ alma; pero él ha sabido soplar allí hasta
zón del Caballero. Por eso Altisidora sue­ encender una hoguera dentro de sí mismo
ña ser la rival ¡el gran adversario! de la ya que no en Dulcinea. Ella, no los libros
doncellica tobosina. ¡Oh! Si lograse tal pro­ de Caballerías empujaron hacia la soledad
pósito, alcanzaría una gloria sólo compara­ a Don Quijote. No podía vivir sin ella y
ble a la misma gloria de Beatriz, de H ele­ se lanzó a olvidarla; pero no pudo. Ella
le seguía, le sigue, le seguirá siempre. Y
na de Troya...
No sabemos si Altisidora llega ya a amar él defiende a la dulce sombra amada como
a Don Alonso Quijano; pero, desde luego, a su único tesoro. ¡Si yo pudiese arrancar­
ama a Don Miguel de Cervantes. ¿O es ia de su mente! Pero Don Quijote es un
Altisidora, el mismo espíritu de Cervantes? perfecto caballero. Don Quijote o Don
Tal vez Don Miguel haya querido arran­ Alonso Quijano, da lo mismo. Por nada del
carse de una costilla de sí mismo una m u­ mundo, su nobleza podrá traicionar a la
jer que sirva de contrapartida a la princesa que adora. Ni con el pensamiento...
— ¡Bah! — interrumpe con zumba la du­
del Tol)oso. Y esta mujer bien podria lla ­
quesa—
Todo es pura quimera. Se trata de
marse “ Ironía” , aunque él la llame “ A lti­
un lunático. ¿Quién hace caso de un lu­
sidora” .
Porque ¿no es Altisidora justamente lo nático?
-—En primer término, todos los conta­
contrario de la gran heroína? Aunque — por
una vez— una y otra han de quedar a giados de su locura. Si, tal vez él, Don
merced de la misma burla contra Sancho: Alonso Quijano, llegó a conocer a Dulcinea
la resurrección de Altisidora y el desencan­ y la contemplación de tanta vulgaridad le
to de Dulcinea quedan encomendados al enloqueció de dolor. Y, luego, quiso dedi­
gran libro ¿no adquiere la misma tras­ car toda su vida a reconstruir su sueño,
cendencia, el mismo relieve emotivo que la lejos de ella, a cultivar su alta quimera,
a transformarla. ¿Pensaba Don Quijote
heroina de toda la obra?
restituir, al fin, a Aldonza Lorenzo una
F.L Q U IJO TISM O
belleza que nunca tuvo? En todo caso, se
Lina voz — la de la duquesa— hace bajar aferró a su recuerdo con tal ahínco — ¡Ím­
a Altisidora, aún de codos en el alféizar, petu asombroso!— que la imagen lenta­
mente embellecida acabó con él, con su
razón. Y ya vivirá siempre con él. con
su gloria.
— ¿Es que le envidias esa gloria, acaso?
Siempre fuiste muy novelera. ¿Qué tin­
glados son esos que fabricas en el aire?
— Nada invento. Tengo fe en un hom­
bre... Creo mucho más en la locura amo­
rosa de Don Quijote que en su locura
aventurera. Tal vez su desequilibrio es ese
del hombre maduro que va a despedirse
de la juventud sin haber gozado de ella.
Que, antes de marchar, comete alguno de
esos que vos llamáis disparates... Pero eso
no es locura, eso no es disparate... ¡Eso es
un gran dolor! Claro es que a las gentes
felices les es imposible comprenderlo. Ni
lo pueden comprender los mentecatos. Y
sólo un mentecato — o un felón-— puede
burlarse de un gran dolor, tal como el
dolor de Don Quijote.
— Tú sabes demasiado para lo que debe
saber una doncella honesta. El duque te
mima demasiado, pero yo te prohibiré leer
libros insensatos, para no tener que sufrir
tu quijotismo.
La palabra recién nacida queda aletean­
do risueñamente en el aire. “ ¡Quijotis­
mo!” ¡De cualquier montón de-escoria pue­
de salir un diamante! ¡Qué encantadoras
cuatro sílabas! Se ve que hasta los igno­
rantes, aun los necios, son capaces de re­
galar inconscientemente al mundo una
nueva forma de vida al tratar de destruir
ésta en sus raíces. “ ¡Quijotismo!” Ahora
ya sabe Altisidora cómo se llama esa vi­
vaz sustancia — recién inventada—- que
debe inyectar en su propia vida: quijotismo.
La sal del quijotismo.
Hubiera abrazado a la duquesa por se­
mejante hallazgo, pero se contiene al ver
entrar al duque — seguido del huraño ca­
pellán— atraído por la discusión. Dice
el duque afable:
— ¿Qué nueva diablura hiciste. Altisido­
ra?
— Ninguna, señor, Don Quijote me de­
jó rendida, cansada de bromas para mucho
tiempo. Creo que voy a dejar de reir por
muchos meses, por muchos años, segura­
mente.
E L OTRO C A B A LLER O
La duquesa quiere intervenir, pero el
duque la contiene suavemente, imponién­
dole silencio.
— Dejemos hablar a Altisidora, la perla
de esta casa.
— Gracias, señor... Digo que las burlas
amargas de que hice objeto a Don Quijote,
me quitan el sosiego. No sé cómo arrepentirme de tanta “ desenvoltura” .
— Oh! Puedes volver a la seriedad... Pre­
cisamente estos días espero la visita de
un caballero de veras, del marqués del
Ebro a quien habrá que agasajar... Trae
un escudero tan valiente como ingenioso...
Te lo recomiendo, Altisidora.
— ¿Queréis que les prepare alguna nue­
va farsa?
— ¿Como farsa? Se trata de un caballero
de veras. ¿Piensas que es un loco, tal co­
mo ese infeliz manchego? — dice malhu­
morado el capellán— A quien responde
enérgicamente Altisidora:
— ¡Quizá sólo se trate de un tonto, que
es mucho peor! Además, padre, no os ha­
blaba precisamente a vos: estaba hablando
con mi señor el duque, que se dignaba
escucharme.
— Es el más linajudo procer de Aragón,
hija mía — añade el duque sonriendo— .
Su abuelo acompañó a nuestro Don Fer­
nando a tierras de Granada, donde peleó
como un león.
— Poco importan los hijos y los nietos
de los héroes, mientras ellos mismos no
lo sean — comenta Altisidora.
— No tuvo ocasión de revelar al mundo
la fortaleza de su brazo y el temple de
su ánimo. Es joven y nunca entró en
batalla. Pero no hay espadachín que no
le tema. Y, con las mujeres, es pura miel
— dice el duque, intencionadamente.
— Habrá, entonces, que prepararle bur­
las más crueles, más duras que las que
padeció Don Quijote. Vos sabéis que sólo
én la burla puede revelarse un hombre.
Es la prueba divina del ingenio, la más
difícil de resistir y de vencer... Por haber­
las resistido y superado, es tan grande
Don 'Quijote.
Los duques se miran estupefactos. A lti­
sidora. previo un gracioso mohín, se retira
del aposento. El capellán no puede conte­
nerse y dice al duque:
— Señor. Don Quijote es peligroso... Si
le trajeseis de nuevo, contagiaría a todos
su demencia.
— Pues k> traeré, si me es posible — re­
plica el duque— . Nunca gocé de unos
días tan sabrosos.
L A PRO M ESA D U C A L
¿Qué clase de mujer eres tú, Altisidora.
“ espiritillo fantástico” , que vives siempre
entre la burla y la emoción poética, entre
el ingenio pronto y la gravedad reflexiva?
¿Perteneces de veras a tu siglo? ¿Te pa­
reces en algo a la mujer española de tu
siglo, como no sea a Teresa de A vila que
sabe encontrar al Señor entre los puche­
ros tan graciosamente como lo encuentra
en el Sagrario? ¡Tal vez — repito— no
se dieron cuenta los exégetas cervantinos
de tus dotes, oh, peregrina doncella tan
parecida a M iguel de Cervantes como una
hija favorita se parece al padre que la
engendró!
Altisidora, eres sin duda el mismo Cer­
vantes. Te has enamorado de Don Alon­
so Quijano con la misma ternura que de
él se enamoró el solitario de Esquivias.
Tú, Altisidora, conocías ya a Don Quijote
como héroe de un libro del cual sueñas
formar parte. ¡Qué emoción la tuya, al
saludar a tan ilustre protagonista de nove­
la! F.ra el único entre todos ellos que se
te ha permitido conocer... ¿Cómo ibas a
dejarlo escapar sin internarte en su vida
pintoresca, ya que no pudiste penetrar en
su intimidad, según buscabas?
¿Cómo no iba Altisidora a sentirse atraí­
da por el genial espíritu en marcha? Pero
este explicable enamoramiento ha de aco­
modarse a las mismas formas pintorescas
que determinan el resto de la vida excep­
cional del Caballero. H ay que llegar en
sus burlas fiesta la extrema de una decla­
ración amorosa no en verso, sino en prosa...
¿Cuándo hallaría ocasión de realizar su
propósito? El duque a quien hace confi­
dente de sus cuitas, la calma diciéndole,
como al capellán:
— Yo lo traeré, si me es posible. Nun­
ca gocé de unos días tan sabrosos.
Altisidora se somete dócilmente a los
caprichos ducales con tal de volver a ver
al Caballero. H ay algo en ella — ¡impe­
tuosa emulación!— que le empuja a ser
la encantadora rival de un* quimera, de
la rolliza doncel lúea del Toboso, hecha
Laura, Beatriz, Julieta... Aquella noche,
de nuevo acodada en el alféizar, clava
los ojos en el mismo punto por donde vió
desaparecer al Caballero. La luna — soli­
cita siempre — se apresura a desprender­
se de su negro albornoz de nubes para ilu­
minar aquella loma en que se hundió la
lanza inmortal, redentora de cautivos y
alentadora de viudas.
Altisidora, sin temor al relente, conti­
núa mirando, recorriendo con los ojos aquel
camino hasta que — ¡por fin!— asoma el
extremo de aquel signo de admiración que
pasmó a los siglos, la punta de aquella
lanza que lentamente asciende hasta dar
paso al yelmo inolvidable, al rostro en
sombra del Caballero, a sus hombros en­
jutos. a su erguido tronco, a su sesudo
Rocinante que sin prisa alguna desanda el
camino emprendido aquella misma maña­
na.
EN TORNO A LA
META VELAZQUEIÑA
tPor Margarita Nelkrn
na: Luis de Vargas (1502-1568),
pintor de intensa religiosidad; Juan
de las Roelas, “ el clérigo Roelas”
(1558-16 25); Pablo de Céspedes
(1538-1608), que se ilustró como
pintor en la misma Roma, que además de pintor era arqueólogo, erudito, y poeta destacadísimo, y cuya
influencia hízose sentir principalmente de un modo espiritual: por la
irradiación de su múltiple persona-
Felipe n,• Alonso Sánchez Coel’b,
(AMÓ*1 59°) y Juan Pantoja de la
Cruz (1551-1609), que nos han dejado, ambos, soberbias efigies de la
corte del hijo de Carlos v; y, en fin,
Domenico Teotocopuli, “ El Greco” ,
8ue>
incorporarse al ambiente to­
^c^an°j habia de hallar el trampolín
clue
Pej niitiera elevarse a una de
las cumbres más altas de la pintura,
' (lue(bA a tla\és de los siglos, co-
lidad, que hace de él un arquetipo m° la eXPresÍón
completa de
jdel, arte
, renacentista.
.
cuanto entraña, no sólo el espíritu
r
Y, ya próximo a Velázquez, o de *U ambiente’ sir‘° el sentido más
contemporáneo suyos y habiendo 1 ecóndito y peienne de Toledo, del
. r,
. cual su nombre es inseparable,
influido mas o menos directamente
^
Luis Tristán v(1586-1630)
en sus primeros pasos: su suegro,
3
0 > estudia
Francisco Pacheco,
(1571-16 54),
pintor y escultor cuyo estilo empe- ,
. .
,
nadamente ascético dio lugar a la
c
. . inspirada
■
■ j por uno
famosa
cuarteta,
de sus Cristos:
VEIA ZQ U EZ: Retrato de una niña - 1618.
e” 7'° led° C° n el GreC°
a su vez’
contlibll} e directamente a la foimación de Velázquez.
Diego
es la
0 de Silva Velázquez
H
coronación de las dos fases de la Pin­
tura española. En él se funden las
“ ¿Quién os puso asi, Señor,
cualidades de cuantos pintores, al
“ Tan desabrido y tan seco?
formar la Escuela de Sevilla y la Es­
“ Vos me diréis, que el amor,
“ Mas yo digo que Pacheco” . cuela de Madrid, parecen haber te­
nido por misión el lograr ese grado
Alonso Cano (1601-1667), pintor
,
, .
... , , ,
de perfección técnica, y de equiliy escultor —único perfil de dulzura . .
..
.
brío espiritual, único en la historia
en una Escuela que miraba antes del arte¡ y pQr d cual un lienzo de
tas trazadas por los mecenas, por al­
to que se hallen. El realismo del arte
español, al presentar una imagen
inexorablemente verídica de caras y
miserias, afirma, por encima de las
barreras impuestas a la libre expan­
sión de la inteligencia y la sensibi­
lidad, los fueros inquebrantables del
genio creador.
No ha habido regia de etiqueta,
ni prohibición inquisitorial, lo sufi­
cientemente rígidas, como para im­
pedir que un Velázquez dejase, del
rey, de sus válidos y de sus mendi­
gos, la imagen más demoledora. No
hubo guardainfante lo bastante lujo­
so como para disimular, a la pene­
tración del pintor, la pobreza de la
sangre de los Austrias. Velázquez,
pintor de reyes y grandes señores,
ha pintado con igual fervor, e igual
imparcialidad, los enanos y bufones
de la corte, e igual fervor, e igual
atención pone en dar la calidad de
la coraza y el chambergo empluma­
do, o el brocado de un traje, que los
sucios harapos de un ser al margen
de la sociedad. Para el único desnu­
do que, en la tétrica España, cuyo
centro era ya el pudridero escurialense, clama los derechos, refirma­
dos por el Renacimiento, de la ar­
monía física —la Venus de Lon­
dres— Velázquez busca a una es­
pléndida moza del pueblo. Para
aquella de sus obras en que alr igual
que en las Meninas, la atmósfera,
no sólo envuelve a los personajes,
sino realmente circula entre ellos,
busca el interior de un taller, en que
las obreras, dentro de la magnifi­
cencia de la luz debida a su pintor,
muestran, al espectador capaz de so­
hacia adentro que hacia fu e r a - y Velázquez da siempre la impresión
nínsula de Juan Van Eyck, y la ita­ Francisco de Herrera, o “ Herrera el ,
•
1 un punto
, final,
r ,
’
de una cima,
o de
liana de otra incrementada por la Viejo” , (así llamado para distinguir- ~
,
,
,
’ ' x
D
De algo que no se puede sóbre­
llegada de Valencia de varios pintores le de su hijo, el pintor que había
psssr.
italianos, fusionanse en un realismo de compartir con Velázquez la progu genio completa cuant0 le ha
inspirador de nuevos estilos recrea­ de procedencia y acento inconfundi­ tección de Felipe iv,) cuyo natura- precedido y cuanto le siga tendrá,
dos en sus propias fuentes. (Expan­ bles. Si bien un Luis Dalmau, a lismo a duras penas supo resistii al forzosamente, que .'resultar incomsión de Castilla en el Nuevo Mundo). quien puede considerarse el primero hechizo de Italia.
pleto, sea cual fuere su valor. Dato
La característica más señalada del en fecha de los grandes pintores re­ Formación de la Escuela de Ma- digno de subrayarse: esa meta coinArte español es el individualismo. nacentistas españoles, y otros cata­ drid: Juan Fernández de Navarrete, c’be con
inicio de la decadencia
En país alguno regístranse, en tan lanes miran demasiado hacia Flan- “ El Mudo” (1526-1579), que sobre- nacional. Cuando España va a dejar
breve tiempo y espacio, tantos nom­ des, un Rartolomé Bermejo acusa ya sale entre los pintores decoradores de ser, ante el mundo, el símbolo de
bres de artistas de primerísima cate­ el dramatismo que será el distintivo
goria, cada uno netamente diferen­ de la escultura renacentista caste­
ciado de los demás. En ningún lugar llana y un Antonio del Rincón, en
el Arte, expresión colectiva de una sus retratos honradamente construi­
época, dió, como en la España de los dos, proseguirá el ascenso del rea­
siglos xvi y xvii, impresión de sobre­ lismo castellano frente a la crecien­
ponerse al medio, a la vez que de te influencia de los italianos, la cual
culminará con la formación, por Le­
brotar de él.
La idiosincrasia española no podía, vante, de una Escuela preocupada,
como la francesa de los Valois y de ante todo, del esplendor colorista.
Versalles, dejarse dominar por las Hasta que, por fin, en el grupo de
aportaciones de fuera. El sentimiento pintores que integran la impropia­
trágico de la vida y de la religión, mente llamada Escuela Sevillana,
inherente al carácter nacional, tiene ya que más justo puede llamársela la
su más cumplida expresión en los Escuela Andaluza, el Siglo de Oro
“ Pasos” policromados, en los Cristos de las Letras Españolas impónese
yacentes, y en las Vírgenes traspasa­ también como siglo áureo de la Es­
das de cuchillos de Valladolid. Con cuela Española de Pintura.
Su genio por antonomasia es Ve­
la trasposición cortesana, la expresión
más genuina conviértese en pictóri­ lázquez, cuya obra sin par prepá­
ca, por la necesidad de fijar, en las rase a un tiempo con dos corrientes,
que en ella habrán de fusionarse: la
más diversas actividades, las efigies
de los maestros iniciadores de la Es­
de príncipes y privados.
Lia pintura renacentista española, cuela de Madrid, y la de los pintores
tiene sus fuentes naturales en las ta­ de Córdoba y Sevilla. En ambos
blas y pinturas murales anejas al es­ lados, el florecimiento pictórico pro­
tilo gótico. (Arte catalán y arago­ dúcese con extraordinaria abundan­
VELAZQUEZ: La Venus del Espejo.
nés). Mas, ya a fines del siglo xiv y cia y sobresalientes personalidades.
Si tomamos como artistas repre­ de El Escorial (de quien dirá Lope un sol que no se ponía, es cuando breponerse a aquella, (y no es fá
principios del xv, estas presentan
sentativos
tan sólo a los más desta­ que “ sus cuadros hablaban por él” ); surgen las figuras señeras de su arte, cil) su mísero exterior.
unos cuantos nombres de artistas, que
Velázquez era demasiado de su
procuran dar un acento personal a cados, pueden definirse de éste mo­ Luis de Morales, “ El Divino” , (1509 Ello indica claramente que éste, a la
tiempo
para soñar siquiera en rebe­
par que síntesis de un ambiente,
las innovaciones de las técnicas fla­ do los procesos de formación de estas -1586), cuyo misticismo sirvió de
dos Escuelas, que comprenden al­ contrapeso al italianismo del prime­ significa una reacción contra el mis­ larse contra el medio en que trabaja­
menca e italiana.
mo. El artista del Siglo de Oro es, en ba; mas su genio ha hecho, de cada
En el segundo tercio del siglo xiv, gunos de los nombres más preclaros ro; Gaspar Becerra (1520-1570),
creador del tipo, tan hispano, de la España, una explosión de savia po­ .pincelada suya, una afirmación de
la influencia flamenca de una parte, de la pintura.
rebelión.
Formación de la Escuela Sevilla - “ Soledad” , y pintor de cámara de pular, que se sobrepone a las pauintensificada por la estancia en la pe­
L
A (ontextura política de España
en el Renacimiento imprime a
su arte el doble sello de tributario de
Italia y de Flandes, y de —a su vez
EL T R A J E R E G I O M A L
DE E S P A ñ A
usarlos! En cada región se precia la
por
N TRE los múltiples aspectos
mujer de hallar un modo especial
Isabel de Palència
que contri buyen a dotar a Es­
de anudarse el pañuelo. El color de
paña de una fuerte personalidad se res, sino de metal como se lleva en este revela además el estado civil de
destaca, por su forma originalísima, Valencia.
cada una. Si es viuda, casada o sol­
cariada y rica el del indumento que
En cuanto al mantón interpreta­ tera.
se utiliza en las distintas regiones. ción española—más que nada por la
En las dos Castillas y el alto AraPuede decirse que no hay, en el forma airosa de llevarlo—es de ori- gón el indumento tiene como carac
mundo, país alguno que pueda com­ gen Romano. Siendo prenda casi uni- terística especial la riqueza de los
pararse a España en este terreno. versal se la considera Española por bordados y las alhajas que hacen jueTrajes^ muy bellos han sido, y siguen los cambios que en su confección y go al conjunto. De entre los más besiendo utilizados por las poblaciones uso han sido introducidos en el país, líos vestidos está el de la salmanticampesinas en la Europa Oriental y Entre los modelos más conocidos es- na. La famosa “ charra” lleva falda
en varias de las Repúblicas Ibero lán: el de alfombra, típico abrigo de capa de rico paño azul cobalto,
Americanas.
de la mujer del pueblo en el centro generalmente con franjas de tercioTambién en Francia, Holanda y y norte de España, el de crespón ne- pelo color guinda y enorme profulos países Escandinavos se conserva gro y liso, prenda de lujo de la me- sión de bordados hechos con hilo de
la costumbre de utilizar los bonitos distilla madrileña que se ciñe con él oro o plata. Delantal de seda, tamtrajes y tocados de antaño en cier­ convirtiendo su grácil y menudo bién bordado. Chaqueta de terciopetas comarcas. Rusia se enorgullece cuerpo en una Tanagra. El Fernán- 10 negro con botones de filigrana en
asimismo de favorecer el uso de ves­ dino de malla negra con bordados de ]a bocamanga. Manteleta de encaje
timentas características de las dis­ color que es tal vez el más señorial blanco bordado con lentejuelas,
tintas nacionalidades de la Unión, de todos y el popularísimo de la Chi- Dengue estrecho adornado como la
pero en ninguna parte pueden ha­ na q de Manila que todo el mundo falda. Mantilla de terciopelo bordallarse modelos tan distintos, tan be conoce .
da con azabache y forrada de raso
líos y tan ricos como en España.
Nadie puede negar que todas estas blanco. Cinta de seda de distintos co­
Ello puede ser motivo de satisfac­ prendas de indumento son bellas y lores sujetando el peinado de castación y de orgullo para nosotros ya tienen cierto carácter pero no por fía y como remate veinticuatro horque el indumento es uno de los ca­ ello hay derecho a desconocer lo que quillas, aretes y collar de filigrana
nales a través de los cuales puede es aún más auténtico y expresivo del de oro. Hay lugares como Alberca
hallar expresión más firme y varia­ gusto del pueblo español.
en donde las joyas que pasan de mada el sentimiento estético del pueblo.
Fuera desde luego inútil el inten- dres a hijas, cubren todo el delantero
En las prendas de vestir halla el tar dentro de los menguados límites del traje desde el cuello hasta el bor­
hombre ancho campo para interpre­ de un artículo la descripción deta- de de la falda.
tar su sentido de la línea y del co­ liada de las variantes del traje reEn toda esta región la mujer prolor. No es el único de que dispone. gional de España. Contentémonos cura ocultar lo más posible las líneas
También en la Cerámica puede dar pues con indicar algunas de las ca- de su cuerpo.
juego a sus afanes instintivos de be­
i acterísticas de los que más se destaOtro trej« preciovo es el í e Segolleza, pero el indumento 'suele ser
can por su originalidad, su riqueza via. Falda amplia de brochado en vimateria más propicia y de mayores
vos colores. Corpino ajustado de te”
posibilidades. Es un elemento más y su color.
Para
facilitar
esta
tarea
dividamos
ciopelo negro. Delantal bordado. Pa
vivo y más flexible que el barro, la
al
país
en
cuatro
zonas
teniendo
ñoleta de encaje blanco. Una manmadera o el vidrio. Sobre todo tiene
la ventaja adicional de contribuir a siempre presente que, en cada una tilla de finísimo, encaje negro y sola mayor perfección física del ser hu­ de ellas, hay infinidad de modelos bre ésta la magnífica montera de
IBIZA (Baleares)
mano^ De realzar su natural hermo­ que siguen una misma norma, pero terciopelo negro rematada con borsura y marcar más el tipo especial con diferencias que aumentan la be- las de seda de varios colores. Las al- tellano, es el de la mujer de Lagar- de mangas amplísimas y alto cuello
bajas son más discretas en cuanto
que, como miembro de alguna de lleza del tipo clásico de la región.
La falda muy corta plegado a lo “ Medicis” . Sobre manLos trajes de la zona septentrional a número que, las de la “ charra” tera, (Toledo).
las distintas razas del país, le corres­
i
i
r, •
,
r
ga de paño
v en, ,la cabeza
1 . , bordado
. ,
Galicia, Asturias y las Vascongadas pero más finas, Predominando las y plegada de finísima lana con fran- 6
ponde por derecho.
.
. .
.
una manteleta de paño blanco que
se
caracterizan
por
cierta
altiva
sende
oro
con
esmeraldas
o
perlas,
jas de encaje de oro y plata recuer- cu]jre ja cara, casi p0r completo y va
No obstante existir esta riqueza
Un traje delicioso, también cas- da un poco las de algunas danzan- rematac|a5 sobre la frente, con una
indumentaria son raras las personas cillez. Lo predominante en ellos es,
que conocen su infinita variedad.
borla. Lo más curioso del traje son
E h C U ESTA DE LAS ESP A ñ A S”
No sólo los extranjeros sino los mis­
las joyas y relicarios antiquisimos
mos españoles ignoran cuán diversas
que cubren por completo la parte
y numerosas son las formas que en
del traje.
orno cree U J . que debe o rga n izarse la E sp a ñ a del futuro? delantera
el país ha ido adoptando el indu­
A diferencia de Castilla el traje de
mento clásico a través de los tiem­
Andalucía tiene por objeto delinear
Al terminar la guerra en todos los países
pos y lo profundo de las raíces que
Don Mariano Thiiz[Funes, contesta:
el cuerpo, perfilar la figura. Lo mis­
sojuzgados por el Eje se aspiró a implantar un
dieron origen a su formación.
mo el traje de la mujer que el del
Para mucha gente el atuendo Es­
O M O democráticamente acuerde ella
régimen democrático con más o menos éxito y
hombre hacen resaltar las curvas. En
pañol se reduce a la mantilla de
misma, f al es la opinión de un partida­ muchos de ellos reanudaron la vigencia de sus
cambio, |Son menos aparatosos que
blanco o negro encaje, la de madro­
otros en cuanto a joyas.
rio de la soberanía popular, como yo. Sin eminstituciones. España fué excluida del generoso
ños y el pañolón de Manila.
En la región Levantina obsérvase
bargo debe de considerarse una situación de intento y para no ser menos debe recuperar la
Siendo muy bellas todas estas pren­
enseguida
en el atuendo una tenden­
tránsito, que la justicia impone para que España de sus legítimos poderes, abatidos temporalmen­
das la suposición es equivocada e in­
cia a los tonos delicados y a la seda.
no ocupe una condición inferior a la de otros
justa ya que en ninguna de ellas po­
te por el triunfo de una invasión extranjera, ser­
El traje de la Valenciana de bro­
dría trazarse la senda de nuestra his­
países de L uropa que fueron después de ella vida por brotes nacionales de traición. Dicho de
chado riquísimo suele ser de color
toria como sucede con otros aspec­
muy claro estampado con frutas o
beligerantes en la guerra universal.
otro modo hay que reanudar la actuación de la
tos del patrio indumento.
flores. El delantalito como el camiso­
La
guerra
comenzó
en
España,
becbo
his­
República
y
de
sus
instituciones.
Ellas
se
en­
La mantilla de encaje es relativa
lín y la pañoleta es de tul bordado
tórico evidentísimo, que cuenta ya con el asenso cargarán luego de hacer las consultas que pro­
mente moderna. Data de los tiempos
con lentejuelas. Un lazo de raso ata
del Maestro Don Francisco de Goya.
cedan y de decidir si las instituciones que na­
universal. La República española fué vencida
el cabello y otro igual sujeta la gran
En cambio la severa prenda de ter­
por el Eje; otro becbo.
cieron de la democracia directa en 19 3 1, en vis­
joya de piedras finas que pende del
ciopelo o paño que también se usa
cuello .Una peina pequeña de oro re­
En E.spaña se instituyó un gobierno de ta de las transformaciones sufridas en el país
para cubrir la cabeza es mucho más
mata
el peinado.
quislings;
el
de
Lraneo.
Ese
gobierno
se
encon­
por el ensañamiento secular de los tiranos y ex­
antigua y tiene más carácter. Lo que
La
catalana también usa sedas ri­
tró
con
una
guerra
universal
y
asumió
primero
perimentadas en el mundo por una guerra uni­
si puede vanagloriarse de un pasado
cas para su indumento. Joyas finí­
la posición de no beligerante y, luego la de neu­
remotísimo es la peina que sostiene
versal, aconsejan esas consultas a la opinión,
simas penden de sus orejas medio
al tocado. Fué por lo visto traída a
tral. Nunca actuó de neutral y siempre como be­
que tanto preocupan ahora a unas potencias que
ocultas por el delicioso rostrillo que,
España por los Fenicios varias cen­
ligerante del Eje, no con las armas pero si con
en las Islas Baleares, va además su­
inventaron durante una guerra fratricida el dog­
turias antes de la era Cristiana; pe­
jeto por amplio sombrero de tercio­
otros
medios
de
guerra.
ma
criminógeno
de
la
no
intervención.
ro no confeccionada de concha, co­
pelo negro.
mo ahora se gasta en muchos luga(Pasa a la pág. 15)
la viveza del color. La falda azul o
ñas orientales. Una camisola de lino
roja de paño, bordeada con franjas
profusamente bordada con hilo ro­
de terciopelo. El dengue gallego que
jo o negro va sujeta al cuerpo por
se destaca sobre la blanca camisola.
un corselete de seda con bordados de
El pañuelo rameado cubriendo las
oro. La pañoleta es de encaje blanco.
trenzas de color de trigo. Las gar­
La cabeza va tocada con un pañue­
gantillas de azabache o filigrana v
lo de seda de color suave. Albaricoel calzado negro si se va de fiesta o
que o azul celeste. Las medias suelen
romería y' de madera para el traba­
ser de lana roja muy bordadas co­
jo; sobre todo en época de lluvia. El
mo también los zapatos.
hombre en estas provincias ha es­
Dejando a un lado otros modelos
tablecido diferencias más marcadas.
de Castilla para cuya descripción
El negro traje de paño, chaleco rojo
faltaríanos espacio y tiempo pasemos
y montera del gallego son completa­
al Alto Aragón para anotar uno de
mente distintos al indumento del aslos trajes más curiosos y antiguos de
tur y más aun al del vasco. Este al­
España que siguen las mujeres lle­
terna el severo traje oscuro con el
vando como se hacía hace cinco cen­
que va a la Iglesia y la larga capa
turias. Se trata del indumento fe­
de invierno con el traje blanco, al­
menino, del Valle de Ansó, consis­
pargata y boina con los que juega a
tente en una falda de paño plegada
la pelota.
,y sujeta a los hombros por unos bor­
Pero dentro de estos modelos
dados. Debajo de esta prenda, llé­
¡cuanta variedad en la forma de
Lagarterana.
vase una camisola de rico lino,
Segovia.
E
¿Ce
C
V o c e s,
Ecos,
Por
José Ramón Arana
S o m b r a s
fin, todos sus órganos de vida colectiva,
pero no logia acabar con él.
E l hombre español ha ido metiéndose
dentes y avisados de aquella época, M aria­ carne adentro, en ese refugio, masaltable
na, Quevedo, Gracián, y algunos otros, se para golillas y cuadrilleros de “ La Santa
enteraron a tiempo de los peligros y daños Hermandad” , donde su vida sigue, amino­
que amenazaban a España” . Y más ade­ rada, empobrecida, pero incorruptible, es­
lante: “ Lo que les sugestionaba y unía a petando siempre una segura primavera en
CABO de leer una antología poética todos en brioso y bizarro entusiasmo gene­ que volver a la luz y al viento de su Es­
recién llegada de España. Es. una es­ ral era la tan poderosa y popular tradi­ paña.
pecie de pudridero, de fosa común, donde ción de su poesía épico-lírica, eran sus ro­
Visto desde arriba, desde donde no es
conmueren voces y ecos, con una cauda o mances, los que brotaban y florecieron en posible sentir su enterrado latido, parece
coletazo de sombras, remedo de otras som­ la transición desde la reconquista continen­ muerto, como sus campos y ciudades.
bras.
tal a la conquista de ultramar, o de la
De esta aparente muerte suya, vendrá
Del “ antologo” es mejor no hablar. Se Edad Media al Siglo de Oro” .
la decadencia del arte y de la literatura,
ha limitado al acarreo, a traer carretadas
En primer lugar, la confusión de Vossler petrificados, en academicismos y retóricas
de versos y apilarlos como ataúdes. ->—sin tiene origen en identificar tácitamente la a lo laigo del siglo X V III. No hay alien­
olvidar sus “ poesías” completas— ; pero al decadencia de España, como Estado, con to. no hay espontaneidad; no hay fuego,
cabo, poco importa su obra y poco importa una presunta decadencia del pueblo espa­ ni sangre, ni nada verdadero. Gramática
él. Importa, la última oarte de su libro, ñol. “ Lo que- les sugestionaba y unía a y Preceptiva a todo pasto: erudición, re­
que dice compuesta a su pesar. Y nos im­ todos en brioso y bizarro entusiasmo ge­ medo simiesco; algo así como mascarilla
porta como documento, como ventana neral” . no era solamente “ la tan podero­ fúnebre copiando y recopiando la materia
abierta sobre el paisaje humano más re­ sa y popular tradición de su poesía épi­ sin ánima, la sombra turbia de lo que
ciente. incógnito para nosotros, arranca­ co-lírica” . sino en primer término, su en fuera vida.
dos de ella y siempre en ella y por ella lanzamiento en el pueblo — consciente o
En las postrimerías de este siglo, surge
con los ojos llenos de sed.
inadvertido, que tanto importa— en su — no a la vida, sino a la plenitud de su
Entrar en esa parte es tener ante los pueblo, vivo y desbordante de fe.
ser—-, la figura de Goya. Es como un vol­
ojos un docu-rento mucho más veraz, más
No podia. pues, haber duda o desaliento cán que anuncia el fuego recóndito; un
directo, más trágico que cuantos nos lle­ en ellos, no lo hay, siquiera, en los que
borbotón de luces y sombras, de entrañas
gan atiborrados de cifras y palabras. Ve­ llama espíritus críticos, porque el desa­ torturadas, de alaridos y sangres: es vida
mos al hombre, al “ joven” hombre recién liento se compadece mal con la acción. pura, elemental, áspera y fuerte, recatando
llegado a la vida, tiritando en medio de Se critica apoyándose en algo que creemos
su sólida ternura íntima bajo las formas
la muerte, o en lindero de la muerte; de sólido y vivo, noble y verdadero. Su apo­ abrasadas, picudas, retorcidas, que brotan
una muerte vacía como un cero tremendo, yo era el pueblo, él era quien les “ suges­
de aquel cráter tremendo. Goya parece
y la sangre en él. helada y corroída de tionaba y unia” y no esa extrambótica, si un gigante solitario en aquella desolación
tristeza. Tenemos entre las manos el pul­ hermosa teoria, de lavas v volcanes que
espantosa, pero pronto ha de verse que no
so de la España que va a ser. que será inde­ acaba en el socorrido portillo “ quijotesco” .
hay tal soledad. Es el primer chorro de forman la llamada generación del noventa lo que no se busca, y cómo ha de buscarse
fectiblemente, si cuanto queda y cuanto na­
Nada tiene de común la crítica con la pueblo saliendo a superficie, la primera
y ocho, dan la visión más acabada, más aquello en cuya existencia no se cree?
ce viro, aquí y allá, dentro y fuera de maledicencia cobarde de quienes buscan es­
Durante muchos años vive el pueblo es­
España, permanece disperso, sin una fe cabullirse por la puerta falsa. Quien cri­ bocanada de vida comprimida triturando exacta, de la España que asiste al hundi­
común que abrase y funda todos estos hie­ tica poniéndolo todo en el envite. (Queve­ mentiras y fantasmas. Luego vendrá el miento definitivo del “ Estado Imperial” , pañol entre dos corrientes de “ patriotismo”
desbordamiento. Vendrán “ Empecinados” y y que siente, al mismo tiempo, en sus en­ igualmente nocivo, igualmente envenena­
los amargos toda esta melancolía radical, do) no está desalentado, no duda. Puede,
de carne enferma, y en ocasiones agusa­ eso sí, sentir amargura y rabia, indigna­ Minas, Cerezos. Lasys. Chapalangarros; trañas, un renacimiento de lo popular, de dor, como nacidas que son de una incom­
todos aquellos ríos de sangre vigorosa y lo eternamente joven, fuerte, revolucio prensión idéntica de España, siquiera las
ción. asco; pero siempre es hombre de fe.
nada y cobarde.
intenciones últimas difieran hasta parecer
Es el resultado de la monstruosa tiranía hombre que espera y cree en las ideas y limpia que expulsan al francés y que lu­ nario.
chan luego a lo largo de casi todo un si­
En aquella Esgaña todo es confusión y corrientes antagónicas.
que impera en España, se dirá; pero no en los hombres.
glo por un anhelo secular de libertad y descontento, amargura y escepticismo, y,
El “ patriotismo” cerril se llena la boca
es la verdad, o al menos, no es toda la
Por otra parte, Vossler no incluye entre
al mismo tiempo, afirmación, rabia, deses­ de Otumbás y Lepantos, de San Quintines
verdad. Como el franquismo no es causa, los espíritus críticos de aquel tiempo a de justicia.
(Este levantamiento, o renacimiento, po­ peración española; desesperación que es y Pavías, de /nisticos y capitanes. Todo lo
s no efecto de un largo proceso histórico Miguel de Cervantes, y . sin embargo, es
pular, tiene características de una signifi­ esperanza apasionada, ansia incontenible de nuestro es grande. Victorias y derrotas se
que culmina en él, que en él tiene remate, el Quiote la critica más aguda, más hon­
esta poesía que tenemos ante los oíos es damente humane nue se hava escrito en cación profunda. No sólo se produce al creer y de crear creyendo, aún a costa mezclan en borbotones de gloria, y el ru­
fián. y el tirano, el mentecato y el granu­
punto final de otro proceso que corre nuestro idioma. U n modo de critica que margen del poder central, sino a pesar de deshacerse y de abrasarse.
Después, años después, se dará otra pa­ ja. campan por las páginas falsificadas de
paralelamente, pero que arranca de un no parte de la moral religiosa o política de de él. E l pueblo se organiza instintiva­
mente,
de
acuerdo
con
su
manera
de
en­
radoja,
en
cierto
modo
semejante
a
la
que
manadero común. Algo así como un rio un individuo, sino de los estratos más pro
historia como nobles figuras de la “ ra­
tender España; en Juntas regionales pri­ señala Vossler, pero a la inversa: es decir, su
za” .
que se abriera en dos brazos a poco de fundos del alma de todo un pueblo, de su
mero que recuerdan la antigua geografia un renacimiento político cada vez más
nacido, para juntarse a orilla de su muerte. concepción de la vida, de su ambición de
E l otro “ patriotismo” , el “ ilustrado” , se
política peninsular, v" que van integrán­ extenso y más sólido, sin consecuencias
No hay relación estricta entre la deca­ ser, afirmando su sobrehumana voluntad
acomoda en el extremo opuesto. Todo en
dencia o el auge de un régimen político por encima de todo sufrimiento, de toda dose federalmente hasta constituir la Ju n ­ literarias ni artísticas.
ta Suprema).
La nueva promoción vive una época de España es decaído y triste; todo es entre
__cuando éste no es expresión exacta del flaqueza, hasta de la misma muerte.
De esta presencia popular brotan las progreso, y. sin embargo, tiene el alma nosotros atraso, crueldad, miseria: nues­
alma v de la vitalidad de su pueblo
y
Los escritores del Siglo de Oro, son, se­ primeras voces auténticas que suenan en
ocupándose de si misma, vuelta hacia aden­ tra historia, desde los tiempos de Cisnela producción, no sólo literaria y artís­ guirán siendo, -por responder fielmente a
España desde el Siglo de Oro. Larra es una tro, en contradicción con el alma de su ros. una serie de hogueras inquisitoria­
tica. sino del pensamiento humano en sus esa grandeza. No fueron glorioso apéndi­
cantárida, o mejor aún. un pequeño bis­ pueblp. Esta vive hacia afuera; se desbor­ les, de latrocinios y vergüenzas que es
más altas expresiones. Esto ya lo regis­ ce de nada pretérito o que empezara a
menester enterrar.
tra Vossler en su estudio de la literatura extinguirse, sino expresión exacta de lo turí que va sajando podredumbres. De da y arde llena de sueños, rezuma vida,
Los primeros toman el opio de su men­
Francia
tiene
el
acento,
pero
su
amargu­
cree,
se
siente
grande
y
fuerte
y
creadora.
del Siglo de Oro español, pero lo registra que es aún bajo la aniquiladora superes­
tira para acallarse la conciencia, y se lo
ra. su desesperación, su acidez y su apa­
¿Cómo
explicar
esta
contradicción?
Es­
sólo. H ay un poco — o un mucho— de tructura de la Casa de Austria.
dan al pueblo para que no se sienta la
sionamiento son absolutamente esDañoles.
estupefaccióp en él cuando señala que Es­
Aquella monstruosa ortopedia hace cru­ Luego vendrán Becquer, Balmes. Espron- paña se siente, pero no se sabe. Se siente carne aniquilada: los segundos se arrancan
viva,
pero
ha
olvidado
como
es;
ha
olvida­
paña sostuvo su papel literario y artísti­ jir ya toda la fábri' - de la grandeza es­ ceda. y en seguida Rosalia. Curros. Costa,
la raíz creyendo arrancarse una pústula, y
co dos siglos continuados que pueden y pañola. pero el pueblo sigue teniendo fe Giner. Menéndez Pelayc, “ Clarín” . Galdós. do. — le han hecho olvidar— su acento, se convierten en portavoces sin sueldo de
su manera, su carácter más hondo. Le han
deben llamarse de oro. y uno sólo su pre­ en si mismo, continúa creyendo en la ra­
la “ leyenda negra” .
Tres cuartos de siglos luchando sin tregua
dominio político. Es una proporción muy zón y en la justicia, tiene un ideal nacio­ y sin fruto dejan al pueblo arruinado puesto un traje qué- no es suyo, acaso,
Los primeros quieren cerrar la casa a
“ para que no acierte la mano con la he­ piedra y lodo, estancar la vida, modificar­
rara. — dice— peculiar y característica de nal. que es lo que le une y entusiasma
y exangüe. Se extiende el escepticis­ rida ..... Sus políticos viven de ideas pres­
España” . Y luego se pregunta: ¿Cómo ex­ antes y más que “ la tradición de su poe­
mo, el asco por una situación falsifica­ tadas. de conceptos importados, gastados ya. la: los otros salirse de ella, o sacarla de
plicar tanta extensión del florecimiento sía épico-lírica” , como quiere Vossler.
dora de todo lo nacional, pero el pueblo en decadencia más allá del Pirineo. Otro si, por un montoncillo de viejas quinca­
artístico ultra el poder político?
Todas las grandes figuras del Siglo de
llas extranjeras.
A continuación nos dará una respuesta Oro tienen conciencia más o menos clara no se borra, no desaparece como en el siglo tanto puede decirse de sus intelectuales.
A sí se explica esa generación que lle­
X
V
III.
De
cuando
en
cuando
da
un
cole­
Hay,
sin
embargo,
tres
hombres
que
per
que en vez de esclarecer enturbia, una res­ de los “ peligros y daños que amenazaban
ga inmediatamente después de la del no­
puesta metafísico-poética donde se advier­ a España” , y esto es tan verdad, que basta tazo como aquel de la Asamblea de Zara ciben esta terrible y trágica verdad. — Cos­ venta y ocho, y, que, tan cerca en, el
te que Vossler no ha entendido nada. Se asomarse a sus obras para advertir las dos goza, de donde nace la Liga de Contribu­ ta primero, luego Ganivet y Unamuno— tiempo de la que le antecede, se diria se­
yentes y luego la Unión Nacional. En los pero ninguno la señala categóricamente
le ve detenido en la epidermis de aquello vertientes que se acusan en el alma es­
parada por todo un siglo de acelerada de­
que comenta, valorando, eso si, magistral pañola cada vez que su vida normal es centros industríales empieza a surgir una como problema fundamental de España, cadencia.
clase social más dinámica, más firme, con como causa de vida o muerte, de ser c
mente sus calidades estéticas, pero sin lle­ reprimida, o que se intenta torcerla y des­
Y a no hay en ella ni nervio ni amargu­
gar al fondo humano, al nervio y a la san­ figurarla. La abstención, el encastillamien- un nuevo concepto de la vida y de la re­ r.o ser; como razón capital de nuestra de­
cadencia y de dos siglos de ruinas y desas­ ra, ni desasosiego ni rabia, sino un tras­
to interior en busca de la libertad subje lación entre los hombres.
gre que encierra la palabra.
A este estado de cosas responde la gene­ tres.
plantado sueño, un soñar que se sueña
Vossler se para a contemplar la flor, y tiva, y la enfurecida acción, la critica im­
Porque no se trata de abrir o cerrar puer­ más alia de la vida, por cielos tan puros,
se m aravilla y estremece ante tanta y tan placable. ese blando martilleo de la iro­ ración del noventa y ocho. H ay en ella
toda la gama del espíritu nacional rn tas, sino de cavar hondo; y no en sole­ que el pulmón del hombre se ahoga asfi­
nía popular, que descarna y pulveriza a
aauella hora. Desde la serena confianza dad. no cada uno por su cuenta, sino xiado de nadas, de “ liricos” vacíos, de pa­
los tiranos.
dé Antonio Machado en lo que siente ger­ colectivamente, que es la sola manera de labras bellísimas sin una sola gota de zu­
Junto a los que se evaden por la chime­ minar, hasta el gruñido de la España de­ encontrar, no la verdad abstracta, cargada mos humanos, frías, pulidas, laminadas
nea de la mística, están los que luchan. crépita, — podrida antes de llegar a madu­ siempre de hermosas “ impurezas” líricas, hasta auedar sin eco ni recuerdo de la
Y es justamente en la obra dramática de rez— que va dejando como un reguero sino nuestra sencilla humana verdad.
sangre en que tomaron vida.
Lope y de Calderón donde se advierte el de yelos y crujidos a lo largo de las novelas
En este olvido, o ignorancia, de lo es­
Todo son ángeles y almohadas, oros y
espíritu popular, no adormecido nj petri­ de Baroja. En medio está Unamunn Es pañol. está la clave de nuestro drama po­ violetas, “ misterios” dulcísimos, plumas, y
ficado en lava resfriada, sino vivo, ardien­ un gigante semisolitario. un gigante ciego, lítico, la razón de que nuestro pueblo ha­ una Muerte de nube y porcelana donde
te, batallando por la justicia y por su dig­ escarbando con los dedos del alma entre ya hecho más esfuerzos y haya derramado reclinar la cabeza en el transporte “ lirico” ,
nidad.
cascotes y pedruscos. por encontrar la de, más sangre que ningún otro para no co­ para alzarla luego lánguidamente, mintién­
“ FJ Comendador de Ocaña” . “ Fuente su pueblo. Estas son las tres figuras más sechar más que derrotas.
dose y mintiendo pena y fatiga de este
Ovejuna” , “ El Alcalde de Zalamea” , no significativas.
Se ha dicho del pueblo español que sa­ vivir entre los hombres.
son cenizas voladoras, sino soluciones al
\zorin. hermano en cobardía de Baro­ be lo que no quiere, pero que ignora lo que
Esta generación, excepcionalmente do­
problema fundamental que tiene plantea­ ja, pero más cobarde, menos representativo quiere, y es verdad. Y lo ignora porque tada, tan rica, en abstracto, de valores
do entonces nuestro pueblo. Soluciones re­ de una clase social, sin Ímpetu y sin fuego se ignora, porque se siente, pero no se poéticos, no responde al pulso de su pue­
volucionarias, es decir, populares, y por para elevarse sobre ellas, se evade por la sabe.
blo. Es un eco soberbio, igual y aún su­
ello, tan sencillas como es levantar um ventana lírica que da sobre el pasado. Sus
En los últimos ciento cincuenta años de perior en calidades estéticas a la misma
horca para cada conculcado!' de la ley.
pueblos, sus hombres, son de una exacti su historia se le ve juntarse una y otra voz que lo produce, pero eco al fin. o
No hay decadencia popular aún, sino as­ tud formal que asombra, pero están al vez y avanzar en oleadas contra algo que quizás mejor, reflejo de la decadencia fran­
fixia progresiva, yugulación sistemática de margen de la vida, vacios de ella, como en aborrece, pero nunca por algo, nunca im ­ cesa, con ciertas vetas o hilillos m uy télo español. Los Anstrias reprimen a san­ un encanto que no ha de acabar nunca. pulsado por una idea afirmativa, de am­ núes, muy escondidos, de la podredumbre
gre y fuego; rompen, cercenan, dilapidan; La lima del tiempo pierde su dramatismo, plitud nacional. Y no es que carezca de alemana.
abren las venas de España en una serie de apenas existe fuera de su irremediable ansia y de capacidad creadora, es. que los
Siendo como es, la - expresión más aca­
guerras catastróficas; pisotean y deshon­ tristeza personal, de su sentirse pasar mien­ algos que tiene ante los ojos le son ex­ bada de nuestra decadencia, la máxima
ran la obra gigantesca de nuestro pueblo tras todo permanece inmutable. Y es que traños. los siente defectuosamente traduci­ depresión no está en sus límites, sino en
en América, lo aíslan del mundo europeo Azorin no siente, no cree sino en su pe­ dos; ni siquiera acoplados a su peculiar un grupo de hombres, (hay alguna excep­
justamente cuando inicia su carrera glorio­ queña vida, en su diminuto sufrir, y asi manera; a la realidad humana, geográfi­ ción: León Felipe. Moreno V illa ..... ) que
sa la ciencia experimental.
sus hombres son como figuras de linterna ca e histórica que es España.
no encajan cronológicamente en el noven­
De esta contradicción tremenda entre mágica vistas cuando la infancia. Su hom­
Para crear es menester creer, y ni po­ ta y ocho, pero que llegan a la vida lite­
Gobierno y pueblo, surge esa aparente pa­ bre del balcón es una sombra que reempla­ líticos ni intelectuales, — salvo las excepcio­ raria y artística m uy cercanos a él. Sus
radoja que señala Vossler, pero que no za otra sombra, y otra y otra, por los siglos nes señaladas— creen entonces en su pue­ figuras más representativas son. Ortega y
acierta, siendo tan sencillo, a desentrañar. de los siglos, porque sus ojos no penetran blo. M iran lo que fué España, y compa­ Gasset y Juan Ramón Jiménez.
Y este recóndito vivir bajo costras de más allá del traje y la postura, no ven el ran con lo que es. con lo que le han for­
La nueva generación, — exceptuando a
muerte, este insospechado renacer en los hervor íntimo que ha de explotar un dia zado a ser. — o a dejar de ser— y de esta Sender, y más tarde a Rafael Alberti y a
linderos de la nada, se irá repitiendo des­ en cataratas de vida acumulada.
comparación fría, de este mirarla desde Pedro Garfias— gira en torno a estos hom­
de entonces, causando estupefacción en quie­
bres; y no tanto por su manera de expre­
Valle Inclán es un eco siempre o casi fuera, nace su pesimismo.
nes pretenden medir a España con el sebo­ siempre. A l principio un eco D’AnunziaAl pueblo se le entiende desde dentro, sarse, como por hacer de lo estético un
so metro de su lógica.
110, (Sonatas, Comedias Bárbaras, etc.) des­ desde su entraña, que es donde está lo fin en sí, teóricamente al menos, porque
Asi ocurre, — por no señalar sino las pués hay en sus obras un débil reflejo que hay en él de eterno, y no desde el en verdad es medio, pretexto para gozarse
vigorosa hermosura, pero de la raíz, de fechas culminantes—- en 1808 y en nuestra galdosiano, casi perdido en barroquismos cómodo balconcillo doctoral, a donde no en la contemplación de presuntas bellezas
de tierra caliente. (“ Los Cruzados de la llegan las salpicaduras de su sangre, y recónditas, metidas en los hondones del
la savia, de la tierra misma, de nuestra última guerra civil y de intervención.
Aquella serie nefasta de Carlos y Feli­ Causa” , “ E l Resplandor de la Hoguera” , desde donde no se ve sino el confuso y di­ alma — del alma individual— por extraño
historia, nada sabe, nada intenta saber, y
se pone a “ soñar” ante la puerta del “ mis­ pes, acabará con la riqueza, con el pres­ “ La Corte de los M ilagros” , “ Viva mi Due­ minuto panorama de unos segundos de su designio y caprichosa merced de la volun­
tigio, con el poder político de España; re­ ño” . etc.) y al fin, un eco genial de los historia.
tad divina.
terio” .....
Tanta soberbia, tan inconfesable narciDe ese desconcierto suyo, brotan párra­ duce al mínimo los focos de saber que hi “ Caprichos” de Goya, en los Esperpentos
Esta falta de fe por desconocimiento lle­
fos como el siguiente: “ No se encuentra cieron posible el renacimiento cultural de y en las mejores estampas de “ Tirano va a buscar fuera de España el “ remedio” .sismo, nacen de una concepción falsa del
sombra de duda o desaliento político, ni en Europa; liquida su industria; arranca del Banderas” .
que sólo en ella puede encontrarse; en­ propio ser. E l desubstanciamiento humano,
la obra dramática de Lope ni en la de pueblo la fe en su propio destino, pulveri­
Maezlu. Cajal. Eugenio D’Ors. toda aque­ contrándola, encontrándonos, volviendo a (la deshumanización del arte, el arte por
{Pasa a la pág. 11)
Calderón. Sólo los espíritus críticos, pru- za sus impulsos, persigue y destroza, al lla serie de figuras grandes y medianas que nuestro ser. ¿Pero cómo ha de encontrarse
“ En todas las épocas de retroceso o d i­
solución, las almas se ocupan de ellas mis­
mas. y en todas las épocas de progreso se
ocupan del mundo exterior
En todo es­
fuerzo serio y sólido hay un movimiento
del alma hacia el mundo” .
GO ETH E.
À
" H U E L L A ”
EL INSTITUTO LUIS VIVES
En los primeros días de Enero se han
cumplido siete años de labores en el Ins­
tituto Luis Vives, Colegio Español de M é­
xico, una de las obras de la emigración
española que más profunda huella ha de
dejar. Muchos eran los Colegios que los
gobiernos extranjeros mantenían en M é­
xico, sin embargo, nunca habia existido
un colegio español. Fue necesaria la pre­
sencia de los desterrados para que España
cumpliese en tierras americanas con una
obligación que por tantos años habían ol­
vidado los sucesivos gobiernos, tanto mo­
nárquicos como republicanos.
Tomó el Instituto el nombre del gran
humanista valenciano Juan Luis Vives,
una de las primeras y la más grande fi­
gura de la España Peregrina: Su creación
fue resultado de los esfuerzos de un grupo
de distinguidos profesores españoles. Han
pasado siete años y ni un sólo día ha de­
jado el Instituto de cumplir con su obra
docente fundamentalmente española. En
sus aulas, han impartido ante un número
creciente de alumnos, desde 265, en 1940,
hasta 900 en el pasado curso de 1946. sus
enseñanzas los más distinguidos profesores
emigrados junto a maestros mexicanos.
En el Instituto han convivido españoles
y mexicanos junto a numerosos grupos de
jóvenes de distintas nacionalidades euro­
peas y americanas, no habiéndose limitado
esta convivencia a las horas de clase sino
que juntos también han hecho excursiones,
visitado fábricas y museos, así como juntos
han convivido en los campamentos que el
Instituto ha establecido en Cuernivaca, Tenancingo, Tepozotlán y otros lugares du­
rante los períodos de vacaciones.
Como ya ocurría en la mayoría de nues­
tras instituciones de primera y segunda
enseñanza ha establecido el Instituto la
coeducación en todos los grados de ense­
ñanza, sin que por este motivo se haya
tropezado con dificultades de ninguna Ín­
dole y habiendo conseguido por el contra­
rio los mejores resultados.
(Viene de la pág. 10)
el arte) trae por consecuencia la suplan­
tación del sentido religioso de la vida.
— profundo, verdadero— por supersticiones
pueriles, y un “ vivir” en búcaro, un lán­
guido estar de rosa cortada, lejos del viento
y de ese hondo, áspero y dulce, resuello,
de la tierra.
Son, Ortega y Gasset y Juan Ramón J i ­
ménez, hombres de m uy distinta condición,
de muy diferente calidad humana, pero
que coinciden en un momento histórico
en una misma posición ante la vida. La
diferencia esencial se hará patente al evo­
lucionar — en planos extrictamente mora­
les— Juan Ramón Jiménez cuando sus
ojos topan con la insopechada grandeza de
su pueblo.
Y es, que, mientras Ortega responde a
una clase social, y la interpreta, y la sirve
a su manera — torciendo, deformando lo
popular español, es decir, la conciencia y
el impulso revolucionario de España— ;
mientras el “ filósofo” es el último gran
deformador de nuestra Patria, el poeta es
una víctima más. uno de los muchos es­
pañoles que andan buscándose fuera de sí
cuando más creen estar en su adentros.
Y es que los adentros están debajo de la
carne, tras el alma, allí donde ésta mete
su raiz y chupa y se nutre de substancia
de siglos.
Esta generación desustanciada de espa­
ñolidad, deformada hasta el tuétano, no es
como es por desamor a España ni por des­
dén hacia su pueblo; simplemente los ig­
nora. H a crecido en un fanal de ideas que
la aislan de las fuentes puras, verdaderas,
donde podia templarse el alma.
N i siquiera el “ choque” con los clásicos
mueve en ella inquietud. En aquellas pá­
ginas de tanta y tan intensa vida, se ador­
mece sobre el pulmón de la palabra; sabo­
rea el ingenio, la belleza palpable para el
oido y la pupila, pero su fuego íntimo,
su enjundia, su esqueleto, quedan inad­
vertidos en aquella hora delirante de ca­
lidades estéticas.
Y es que las cosas guardan su secreto
cuando no se les interroga con agonía, con
ansia de ilegarles hondo; cuando no somos
capaces de hacernos suyos por hacerlas
nuestras; cuando se siente y se piensa en
expectador, y el diario padecer, el heroís­
mo, la alegria, la muerte misma de los
hombres, se mira y se entiende como “ ma­
terial” poético para el “ elegido” , que lo
“ depura” y estiliza hasta convertirlo en
“ belleza” .
Los clásicos no le conturban el alma.
Quedan en modelos de buen decir, en “ aca­
demia” , en mina fabulosa de donde ir sa­
cando furtivamente giros, imágenes, cris­
talinos de ingenio, todo lo que, sin car­
ne detrás, para en barroca filigrana.
Otro tanto le ocurre con el pueblo. En
ocasiones se acerca hasta rozarle la piel,
y de ahi ese aromilla popular, esa gracio­
sa reholera que nace, tiembla y desapa­
Muchos han sido los hijos de españoles
que han estudiado en el Instituto gracias
a las becas que diversas organizaciones de
ayuda a la emigración han tenido estable­
cidas desde el primer día asi como tam­
bién por las que el propio Instituto ha
concedido generosamente.
Los sucesivos directores de la Institución
con la colaboración del patronato que for­
man los señores Silva Herzog. Isidro Fabela, Pedro Carrasco. Agustín Millares,.
José Puche, Enrique Rioja y Felipe Teixi­
dor y de los profesores del Instituto, se
han esforzado por conservar y mantener
el carácter profundamente español del Ins­
tituto y siempre han mantenido sus puer­
tas abiertas para cualquier manifestación
estrictamente cultural de carácter español.
Además de las enseñanzas correspondientes
a los cursos de primaria, secundaria, prepa­
ratoria y comercio, han tenido lugar en
el Instituto conferencias y aún cursos so­
bre temas de nuestra cultura, de nuestra
geografia y de nuestra historia. También
han tenido lugar en el Instituto cursos
de capacitación para jóvenes obreros de
la factoría Vulcano. e igualmente han te­
nido lugar en el Instituto, siguiendo las
indicaciones de la Secretaría de Educación,
cursos para analfabetos.
I.a Biblioteca que organizaron los alum­
nos con la ayuda y colaboración de sus
profesores cuenta ya con un fondo nume­
roso de libros seleccionados, fundamental­
mente, entre las más importantes obras
de la cultura española habiéndose conse­
guido que aumente cada dia el número de
jóvenes lectores.
No han olvidado los alumnos y profe­
sores la ayuda a nuestros compatriotas que
están en Francia, con el fin de recaudar
fondos han organizado algunos actos entre
los que destacan dos conciertos *que tuvie­
ron lugar en el Anfiteatro Bolívar de la
Universidad y los que estuvieron a cargo
de los hermanos Helguera. alumnos del
V O C E S
rece rematada en tirabuzón gongorino; de
ahí los tornasoles y abalorios, y esa pena
sonámbula, hermana de otras tristezas me­
tafísicas que, del pueblo no tiene sino el
ritmo con que se canta, el tono de me­
dia “ soleá” , tan extremecedor. tan hondo,
con tanta calidad de sangre.
Es un coqueteo estéril, un quedarse en el
dintel de la efusión amorosa por sobra de
sensualidad y falta de pasión verdadera.
Sin embargo, este zigzaguear en su torno
no es un simple capricho; es necesidad de
oxígeno, de sales, de “latido bronco, luego
de tanto revoloteo más allá de las nubes,
por un cielo de espejos infinitos que re­
producen, hasta el tedio, .su adolecida y vi­
gorosa figura; es, intuición oscura, vago
presentimiento de que la verdad está allí,
allí el eterno manadero de vida y de belleza.
Galdós es aún “ el garbancero” : Unamuno sigue solitario como un pequeño huracán
que brama tras los muros y del que! no
nos llega sino su música tremenda: Anto­
nio Machado, también en soledad, va sa­
cando su verso claro y profundo, su pala­
bra enjuta, serena, con temperatura de car­
ne soleada bajo el temblorcillo de los cho­
pos. Tres acentos distintos y una sólo
verdad; la que estalla y se hace visible pa­
ra todos entre torbellinos de metralla y
de sangre.
Entonces, costras, búcaros, fanales, sal­
tan hechos astillas, todo incendiado y remo­
vido, arrastrado todo por esa gran riada
que el pueblo saca de sus venas, mientras
va contándonos, casi sin palabras, su sen
cilla humana verdad.
En aquellos días en que el mundo parer-' muerto y sólo España viva, va descu­
briéndose, descubriéndonos, v hasta en los
oT
o s de más muerte hay resplandores de
su llam a; y todo se crispa, y yergue, y
reverdece; todo respira a pleno pulmón,
embriagado de aquella juventud recién na­
cida que sale a chorros de la tierra.
Manuel Altolaguirre lo dirá más tarde:
“ ¿Quién no ha despertado con el llanto de
España?”
Aquella generación, despierta, yo no se
si con el llanto de España, o al encontrar­
se a sí misma cuando se encuentra con
su pueblo. Quizás haya habido en ella dos
maneras de despertar. Porque mientras
unos al abrir los ojos se sumergen en aquel
mar de vida recién descubierto, otros se
tumban en la- orilla misma, junto a su
espuma, a m irar su flaqueza, su pulmón
podrido para el gran aire, y dicen que sí.
que van a seguir; y quieren hacerlo, pero
es tarde ya. porque el mal les ha calado
hondo y se les desfallece el alma.
Todos, o casi todos, los que la compo­
nen son fieles a su pueblo. Con él están
en las horas en que el hombre más sen­
cillo se tutea con la gloria y anda en re­
quiebros con la muerte; le siguen por las
carreteras acribilladas, se hacen voz suya,
Instituto y los señores Emilio Osta y Luz
Carrillo Jaime.
E l Director del Instituto señor Landa
así como el resto de los profesores se es­
fuerzan por mantener unidos r. la Institu­
ción a aquellos alumnos que han pasado
por sus aulas y que hoy están en la Uni­
versidad o han terminado sus estudios uni­
versitarios. Con este fin en las fijestaj;
de final de curso son invitados de honor
todos aquellos que han cursado sus estu­
dios preparatorios en el Centro.
Creemos nosotros que esta labor de con­
vivencia y educación entre jóvenes espa­
ñoles y mexicanos puede y debe de ser no
momentánea y circunstancial sino verda-»
deramente transcendente y ejemplar en la
vida y relaciones de españoles y mexicanos.
“Las E s p a ñ a s ”
Revista literaria
Registrado como artículo de se­
gunda clase en la Administración
de Correos de México, D. F„ el
7 de Noviembre de 1946
Redacción y Administración
Av. Yucatán 34-A
Manuel Andújar, José Ramón
Arana y José Puche Planas.
ECOS
TODO
UN
Hay en la emigración un tipo de
hombre muy ocupado.
Lee con gafas de aumento los pe­
riódicos, fija con astronómica exactud términos a la caida de Franco,
contempla arrobadamente su maleta.
Cada mañana piensa que le llegó
la hora de partir — ¡la barca de
oro!— y entorna los ojos, se relame
de lengua al imaginar que en el
puerto, o en la estación del ferroca­
rril, le aguarda —provista de ban­
deras tricolores, banda de música y
pergamino en ristre— una muche­
dumbre alborozada, arcádica. A él,
sólo a él, centro del mundo, corazón
de España, el más notable en su
ciudad, aldea o comarca.
Es el que se entera, a través: de
más conductos que escamas tiene'
Mister Bevin, de las manifestaciones
confidenciales de un primo en cuarto
grado del Sr. Ministro, y ellas —las
autorizadas palabras, se compren­
de— le inflan el confiado pecho de
rosado oxígeno.
Se trata —¿quién no le conoce
aunque se diluya en una porción de
rostros, parpadeos, apellidos y títu­
los?— del personaje imponderable
que roza cabizbajo las esquinas
cuando una noticia o rumor de mal
S O M BB R A S
apasionada y áspera, improvisadamente
“ fusilera” , en la que queda aún, en oca­
siones. como un humillo de nostalgia por
la “ belleza pura” de otro tiempo.....
Quienes gozaban paz de muerte, paz de
mentira, se encuentran con la guerra en las
entrañas: con esa guerra que nos hace­
mos al hacernos, según Don M iguel: y se
encarnizan en ella cada día más, ahora
soñándose y soñando sueño de vida, (sue­
ño ya sin almohada, sin aquella almohada
de Cemuda, — “ La almohada nos abre—
los espacios risueños” — donde sólo hay le­
targo) que empuja fuera de España por
llevarla dentro; que desgarra al hombre
de su tierra por sentirse suyo, suyo y
fundido en ella como nunca, que abre nue­
vos espacios, no risueños, duros, amargos
de destierro y de insalvable soledad.
Salen con su pueblo a la gran aventu­
ra, — la más descomunal e inaudita que
pueda soñarse— y salen desnudos, con só­
lo la canción entre sus manos. León Feli­
pe lo ha dicho certera, desgarradamente:
“ Tu te quedas con todo
y me dejas desnudo y errante por el
mundo.....
mas yo te de'o mudo . . . ¡Mudo!
¿Y cómo vas a recoger el trigo
y a alimentar el fuego
si yo me llevo la canción?”
Ahora, con esta antología ante los ojos,
vemos que el poeta decía verdad. Muerto,
asesinada aquella gran voz de España que
fué Miguel Hernández, allí ninguna que­
da, ninguna ha surgido con acento pro­
pio, con hondura, con sangre, con verdad
de hombre enfurecido. A llí no hay más
que ecos de ecos, sombras de sombras cho­
rreando lágrimas, bisbiseando responsos y
elegías en una media luz de sucia ceniza.
Al doblar la primera página de las de­
dicadas a esta generación, llega como un
vaho de muerte. Se diría traspasado un
dintel de catacumba, dejada atrás una fron­
tera, la del hombre, para adentrarse en un
submundo de fantasmas.
Pero escuchemos al ‘antologo” . Para él
no existe entre 1939 y 1946 “ sino tanteos,
vaguedades, fórmulas duras, influencias ine­
xorables, cerebralismo, hipertrofias angus­
tiosas, falta de musicalidad impresionista;
y más que una sensibilidad lírica desnu­
da. una desnudez lírica insensibilizada” .
M al se compadecen las “ hipertrofias an­
gustiosas” con la “ desnudez lírica insesibilizada” , pero allá él. Pudo expresar su
juicio más sencillamente, con una sola pa­
labra, ¡nada!,, pero siente terror ante la
cifra de si mismo. *
Por otra parte, en toda esa retahila de
palabras no hay sombra de inquietud por
¡o que tiene ante los ojos. ¡Y es una gene­
ración que llega con la muerte dentro, o
agobiada de muerte; un mensaje terrible,
— Sólo presencia, mudo— de una España
que nace sin ni siquiera aliento para de­
cirnos su espantosa agonía!
No se pregunta el por qué de esa nada
poética luego de una guerra en que -el
resorte más íntimo del hombre era esen­
cialmente poético; ni la razón de ese cero
que intenta evadirse de si mismo y no lo
consigue nunca: que se derrumba indefec­
tiblemente en llanto sordo, como un mon­
tón de carne deshuesada.
Y. sin embargo, hay un misterio en
que en esos estados de alma no cuajen en
palabras desgarradoras, broncas, intensas
como alaridos; en que se les sienta mo­
verse en chapoteos de pantano bajo un
idioma creado para el monólogo por los
“ espacios risueños” , cuando el monólogo
era posible, y parecía posible estar fuera
del hombre.
Porque no es la ausencia total, cuando
cuaja la muerte. Envuelta en esa nada
poética, en ese cero humano, hay un gru­
mo de sangre que quiere huir, que se
asoma por momentos al ventanal que
da sobre la vida, y que sientiéndola im­
posible, desfallece y se hunde otra vez en
el vacío.
¿Qué está pasando en España? ¿A qué
responde esta generación sin vértebras, sin
nervio, donde resuena, como en una gran
oquedad, todo lo que gime y se deshace, y
ni siquiera un rumor de nuestra furia,
un eco de blasfemia, de grito, que denun­
cien vida sublevada?
Decíamos antes, que para algunos la ex­
plicación es sencilla: el régimen de Fran­
co, el terror, el hambre que imperan en
TIPO
agüero le retrasan el momento di­
choso en que ha de realizarse su es­
tático y personalísimo ensueño.
No admite par en furia polémica
o indiferencia magnífica si los pe­
simistas pretenden echarle “ jarros de
agua fría” . Si recaban su ayuda pa­
ra cualquier tarea española que no
se pague de rabicortas impaciencias,
su desdén es mayúsculo. En el caso
de que le vayan con la intención de
examinar las razones de nuestra de­
rrota, escurre el bulto, que la tran­
quilidad para algo sirve. ¡Y está tan
a gusto en el pasado, en la zalea de
los tópicos, en la mantequilla de la
infabilidad!
¿Que España ha sufrido un cam­
bio, que la distancia, los azares y
el tiempo abren una separación que
es urgente considerar y estudiar?
¿Que no todo el monte es orégano?
¿Que “ lo del 14 de abril se cae a
pedazos? ¿Que son muchos y difíci­
les los problemas? ¡Bah, ganas locas
de quebrarse los cascos!
Hay en la emigración, evidente­
mente, un tipo de hombre muy ocu­
pado. Tocante a los que en nada,
o casi nada, creen, esa es otra gaita
y otro cantar.
España; pero, a nuestro juicio, eso no es
todo. H ay algo más; algo más hondo y
mas terrible aún. Franco no es una cala­
midad llovida del cielo. Surge de España
misma, de una veta podrida que hay en
ella y que envenena desde hace siglos
nuestra historia.
Este foco de muerte, no está estricta­
mente circunscrito a una clase social de­
terminada, no dimana, únicamente, de una
mentalidad de clase en pugna ya con nues­
tro tiempo, sino, también, y en muchos
casos antes, de una concepción inhumana
— o deshumanizada— de la vida. Este con­
cebirla fuera del hombre, — y la de él como
destierro camino de la muerte, en soledad
arrodillada y pedigüeña de otra vitfc— vie­
ne arrastrándose desde los tiempos de fu ­
ror teológico, cuando el dios vivo y amoro­
so, ¡tan cercano!, se hace remoto, inabarca­
ble, terrible de venganzas.
La salvación no está ya en el amor, está
en el odio; no está en la agonía del alma
por descubrirse descubriéndolo, sino en la
sumisión en el abandono de sí en una idea
abstracta
En ese dios que no es hijo y padre del
hombre, que se confunde con el Estado, que
fulmina sin misericordia y en cuyo nombre
se persigue, se achicharra, se descuartiza,
no cree nadie con verdad de alma; ni los
que están seguros de creer.
Sólo se llega a su presencia a fuerza
de aborrecer el goce y la alegría de sen­
tirse vivo, viendo en la carne causa de
pecado, fuente de polvo y gusanera, engaño
y muerte irremediable. H ay que apartar­
se del hombre que se es, y odiar el pro­
pio cuerpo: hay que desasirse de todo, es
menester hundirse en un terror apocalíp­
tico que seca y descoyunta el alma, hay
que inhumanizarse o deshumanizarse, en
suma.
Pero sólo ama el que se ama, serena y
verdaderamente y nada existe fuera de la
comprensión amorosa: Ni Dios, ni los hom­
bres. ni la propia vida.
De ahi nace ese ateísmo tan profundo,
o mejor aún. esa falta de sentido religio­
so de la vida, ese insospechado no xreer
ni en Dios ni en los hombres, ese no en­
contrar razón al propio ser, ese cínico “ ma­
terialismo” entrapaiado en relicarios y su­
persticiones que tiende a la quietud, al
estatismo azoriniano. a parar la vida por
no pasar, a matarla con ilusión de que el
presente se haga horrible eternidad momi­
ficada.
V ivir no es estar, es ser, y no se es sino
creando, creándose, es decir, crevendo. La
creencia nace del conocimiento, del amoro­
so conocer que nos conmueve y nos con­
funde, que nos impulsa a desbordarnos,
que nos salva de la espantosa soledad en la
nada.
“ Lleva quien deja y vive el que ha vi­
vido” , dice Antonio Machado en la muerte
de Don Francisco Giner, y pensando en
(Pasa a la pág. 15)
L O S IN S U P E R A B L E S V IN O S
CAM P A N A S
EMBOTELLADOS
REG S.
REG S.
REG S.
PROP.
S. S . A. 20359 A
S. S . A. 20356 A
S. S . A. 20358 A
FM
REPRESENTANTE:
DE
ORIGEN
EN S U S T IP O S
CLARETE CARIÑENA
T I N T O C A R I Ñ E N A
F IN O T IN T O C A M P A N A S
C E S A R U RM E N E TA - G U A D IA N A 2 7 - T E L . E R I C . 2 8 - 5 8 - 9 9 - M EX ICO , D. F.
J
COMENTARIOS ACERCA DEL LENGUAJE
Pero, hombre ¿qué le ocurre a
Ud? ¿un médico enfrascado en el
diccionario de la Academia? ¿a qué
viene eso?
por
-—Estoy intentando una cosa muy damos en que existe un mínimo de
difícil, quizá imposible: escribir en pulcritud y corrección, obligado paA. Folch P í
castellano sin faltas de ortografía, ra todo hombre medianamente culto,
—Es Ud. un humorista o un exa- es difícil de lograr con el dicciona- nidad entre los médicos de diversos
países de lengua castellana que en­
gerado.
rio en la mano.
tre un médico, un zapatero y un
—No señor: escribir sin faltas reLos pleonasmos, las faltas de sincomerciante de la misma ciudad,
sulta imposible. Hay que tener de- taxis, algún que otro barbarismo,
pongamos por caso. Creo que todos
lante el diccionario —precisamente etc., se suprimen con cuidado y
tenemos la obligación de facilitarnos
el de la Academia, y precisamente práctica pero la ortografía y la termútuamente la tarea para esa cola­
en su última edición—. Así es posi- minología justas, esas no admiten
boración creadora. En el caso con­
ble hacer muy pocas faltas. Pero medias tintas ni matices: se necesi- creto de la medicina, todos los mé­
alguna escapa, pues en el propio dic- tan palabras determinadas y escri- dicos que escribimos en castellano
cionario oficial existen contradicció- tas en debida forma,
tenemos las mismas dificultades, e
nes y equivocaciones flagrantes que
Desde otro punto de vista tenemos idéntica falta de ayuda de la Acadeuno debe corregir con buen sentido, también la obligación de esmerarnos
¿Y por qué se preocupa Ud de en lograr escribir correctamente,
estas cosas nimiedades? Lo que Ud., Si existen Españas —y eso no es un
y con Ud. los técnicos de cualquier tópico literario, basta vivir en Amérama, deben escribir puede expresar- rica para darse cuenta de ello—,
La crisis planteada por el
se con un léxico reducido, en el que existen las que podemos llamar “ no
Gobierno del Dr. Giral, que
no caben dudas ni errores.
geográficas” si se me permite la exse produce, acaso, en el mo­
—Está Ud. equivocado: de eso me presión. Las Españas de eje vertimento m á s crítico desde
quejo. Las dudas son muy frecuen- cal —Argentina, Mexicana, Castenuestra salida de España,
tes, y el diccionario oficial o no las llana vieja, etc.— no son las únicas,
reviste, indudablemente, ex­
resuelve o da consejosabsurdos.
Si imaginamos capas de gentes de
traordinaria gravedad.
Yo ya sé que muchose ha escrito habla española nos veremos obliga La solución de esta crisis
ridiculizando -el diccionario de la dos a admitir un hecho: probabled e b e inspirarse exclusiva­
academia, y poco me costaría copiar mente cada día serán mayores las
mente en las necesidades de
de aquí y de allí algunos casos con- afinidades entre los hombres de leEspaña y de la República. Es
cretos para convencerle a Ud. Pero tras de Santo Domingo y de Salahora ya de eliminar todo
eso no sería discreto, pues hablaría manca, pongamos por caso, o las de
i n t e r é s inconfesable, toda
por boca de ganso. Me limito al ca- los médicos de Buenos Aires, Méconsideración mezquina, to­
so, bien modesto, del químico del xico y Lima y Madrid. Las facilida intromisión extranjera.
ingeniero, del médico, del técnico, dades de comunicación y la identiLa única forma digna de
en una palabra; y sostengo que se dad de idioma, amén de otros muchos
volver
a España, de acabar
halla ante enormes dificultades pa- factores, crean una técnica de lengua
con
los
gérmenes de la gue­
ra escribir correctamente. No se tra- española, un estrecho paralelismo
rra civil, es recuperando ple­
ta de veleidades de literato; creo que —si no una identidad— de concepnamente la soberanía nacio­
en eso de escribir la calidad es in- ciones en éste y en otros muchos
nal, logro imposible con fór­
nata y se afina y perfecciona con el campos. Y pensando con espíritu
mulas capituladoras, que son
estudio y la práctica.- Pero ‘si que- abierto, sin incomprensiones o parsiempre de funestos resulta­
____ __________________________ ticularismos suicidas, ante la unifor­
dos, c o m o resalta nuestra
midad creciente del mundo sajón y
Historia.
el plasmar del mundo eslavo, el
Es hora ya ele responsabi­
pensamiento y la formación técnica
lidad.
de lengua castellana deberán cobrar
{Viene de la pág. i)
cada día mayor uniformidad e inte­
celestial regalo los que los tienen o dicen gración si todos deseamos que las
tenerlos? Fué nada menos que Platón
Españas sobrevivan a la crisis hu­
quien, temeroso de las perturbaciones que
—Se la tiene Ud. jurada a la Aca­
mana que se inicia.
la inspiración demoníaca de los poetas po­
demia.
—Pero,
hombre,
de
la
ortografía
día traer al orden constituido según ra-,
—Precisamente. Porque su labor,
zón, aconsejó que se les excluyera de la a la geopolítica ¡se va Ud. por los
que debiera ser muv provechosa
cerros
de
Ubeda!
administración de la república. Desde en­
—No, déjeme terminar. Deciamos para todos, siembra confusión y crea
tonces quedó consagrada su función reno­
dificultades.
vadora de conquistadores del porvenir. Su que existían estas Españas del pen—Pero, hombre, es un secreto, a
trabajo, “ de entre todos el más inocente” , samiento, dilatadas geográficamente,
es el más necesario. Sobre su palabra se dignas del esfuerzo de todos, sin voces que el diccionario de la Aca­
ha de edificar el porvenir. Por eso se mezquindades ni egoísmos miopes demia es el peor, y nadie hace caso
procura, con halagos o con violencias, que Existe, o existirá pronto, mayor afi­ de él.
E n T o rn o _
no la digan. Y por eso son tantos los que __________
caen en la lucha, anonadándose con su vi­
da sus obras.
No esperamos ningún Mesías. E l que
había de venir, ya vino y de él proviene,
aun en los incrédulos, el hambre y la sed
de justicia que nos atormenta. Nuestra
anhelante expectación es de un mundo que
nos satisfaga por completo. Lo hemos de
construir con nuestras propias manos. Pe­
ro necesitamos para hacerlo que nos re­
galen al mismo Padre, envuelto en can­
tos. O mejor, en su misma inefable des­
nudez. Que venga a nosotros su reino, el
que ya como una semilla llevamos en el
corazón, pidiendo, como el embrión ya
formado, salir a la luz.
Y a la espera del alumbramiento, que
nos conforte el estimulante ejemplo de los
de arriba. Séneca también nos dejó dicho
que “ la filosofia no está en las palabras,
sino en las obras” . Mas concretamente, en
la lucha por la libertad. En tiempos no
menos difíciles que los nuestros, pide al
sabio que contra la fortuna y contra el
poder pelee por la libertad. La ruina, la
cárcel o el destierro no han de callar su
voz. “ M ira detrás de ti cuántas amplísi­
mas regiones y cuántos pueblos te están
abiertos Nunca se te cerrará una parte
tan grande que no te quede otra mayor
aún..... Si la fortuna te separa de los pri­
meros puestos de la república, permanece
firme y ayuda con tus voces; si alguien
te aprieta la garganta, permanece en pié
y ayuda con tu silencio. Nunca es inútil
el trabajo de un buen ciudadano; está apro­
vechando con que se le oiga y se le vea,
con el rostro y con el gesto, con su obstina­
ción callada y hasta con sus mismos pa-
ANTIMONIO
O(//£■£>O
H IERRO
—-¿Pues, señor, donde vamos a
parar? Esta falta de responsabilidad
es enorme, y a los ojos de un obser­
vador imparcial resultaría incom­
prensible. Si Ud. está desterrado por
consecuente, por respeto a sus ideas
y por amor a esa España que quie­
re mantener, ¿cómo no se indigna
por qué quienes debieran “ lim­
piar, fijar y dar esplendor” parece
se complacen en crear equívocos?
•—¿Que es un secreto a voces?— peor
que peor. ¿O es que se ha acabado
ya la capacidad de protestar?
—Pero, vamos a ver, dígame Ud.
casos concretos de confusión y difi­
cultad; verá Ud. como son de fácil
solución.
—Repito que no quiero copiar lo
que dicen los gramáticos; creo que
el diccionario se ha escrito princi­
palmente para todos aquellos que
deseamos hablar o escribir discreta­
mente, no para los estilistas. El dic­
cionario debe ayudar a resolver du­
das, a fijar criterios que presten
uniformidad y lógica a la terminolo­
gía; si quiere Ud. algunos ejemplos
concretos —entre mil— en los cuales
el de la Academia hace todo lo con­
trario, vea los siguientes:
Por lo que se refiere a los acen­
tos: el diccionario de la Academia
dice “ laringoscopía” , con acento:
¿por qué dice radioscopia, sin él?
¿Cómo hemos de escribir, cistoscopia o cistoscopía?
Por lo que se refiere a las letras:
si quedamos en que la K es extraña
al español, me parece muy hien
que digamos “ quiste” . Pero, enton­
ces, ¿por qué kilogramo?
Hemos simplificado la ortografía,
y escribimos fosfatos y sulfatas con
f, y no debemos preocuparnos de
pH. Eso está muy bien; en el lengua­
je corriente los médicos hemos es­
pañolizado muchas voces haciéndo­
las acabar en a, mucho más española
que otras terminaciones griegas t»
latinas: ¿por qué, pues, si decimos
profilaxia la Academia nos obliga
a decir “ profilaxis” y “ anafilaxis” ?
Aunque tengan etimología distin­
ta dijimos que esa etimología ya no
excluía la simplicidad ¿por qué si
escribimos “ digerir” hemos de escri­
bir “ injerir” ? Ya sé que insistirá
Ud. en que el origen de los dos vo-
B il b a o
CARBON
ESTAÑO
wiKtsoa
CARDONA^
BARCELONA
ESTAÑ O
LIG N ITO
sa l a m a n c a
^ Ter u e l
ToLEDO
N A R A N JA S ,
N lE R CURIO
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PLOMO 4 pfAAftQYA
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3BRE
PLO M O
L · s e v il la
CARTA b E N A $
huelva
T N A R .S ÍS
R IO T IN T O
ALMBR.I,
I OTRA Pf IA5
R A Z O N ES
Sólo le pedimos a los intelectuales que
cumplan su misión. La que ellos mismos
se han atribuido.
A1EULLAVN.
WlNASDELRIF
H IER R O MAGNETICO
VALENCIA
cabios es distinto. Pero lo cierto es
que hace años que prácticamente
todos los libros llevan el ingerir con
g. ¿No podría acabarse con la difi­
cultad? Y en el mismo orden de
ideas, ¿por qué se pelean los gra­
máticos acerca de sustancia y subs­
tancia, Setiembre y Septiembre y no
nos dicen concretamente que lo es­
cribamos en la forma más simple?
Si empleamos algunas palabras
con el sentido que les da la Acade­
mia, haremos reír: el cardiógrafo
(aparato para registrar la contrac­
ción cardíaca) es “ el médico espe­
cializado en enfermedades del cora­
zón ; en cambio, no está la palabra
cardiólogo. Y, ya que hablamos de
palabras, faltan muchas de uso co­
rriente desde hace ío, 20, 30 o más
años: difásico no existe; está bifási­
co, pero una cosa no tiene nada que
ver con otra. Interferir no existe.
Si ya admitimos drenaje, no está
dren (u análoga). (Con todo el
respeto para Cajal, masaje y amasa­
miento no son lo mismo: este últi­
mo es una forma particular de ma­
saje). Sudar, sudor no bastan para
hablar de sudoración (u análogo).
Una persona que tose mucho, ¿es
un tosedor o no?
El lenguaje técnico, en creación
constante, es el que más necesita de
la férula de la Academia; cada tra­
ductor, cada comentarista, cada con­
ferenciante establecen un término
nuevo —más o menos feliz— ¿Cómo
elegir? ¿Cuál preferir? ¿Por qué la
confusión que nos ha hecho pasar
de Cirujía a Cirugía para volver a
Cirujía y, en la actualidad, a Ciru­
gía? ¿Zinc o cinc? ¿Yodo o iodo?
—Pero, hombre, es un secreto a
ra, con tal que se le entienda.
—Pues entonces, hagamos como
en Inglaterra, donde la libertad es
absoluta. Pero convengamos que pa­
ra nuestra ‘ ‘latinidad’ ’, nuestras
Universidades “ Literarias” y nuestro
abolengo humanista, resulta pere­
grino que los libros técnicos escritos
en francés tengan uniformidad, y
no los castellanos. Tiempo hemos
tenido para cuajar la ortografía, creo
y°.
—Y el factor individual, ¿donde
lo deja Ud? la anarquía bereber,
etc., etc.?
—Evidente: bien está que docto­
res vayan por ahí escribiendo con
una ortografía y una sintaxis abso­
lutamente personal e intransferible...
pero no debe olvidarse que la genia­
lidad cabe en quien puede permitír­
sela, no en todos. En muchos, mu­
chísimos casos 1 a sintaxis y l a
ortografía “personales” tienen otra
explicación: simple y llanamente, el
autor hizo en un tiempo su buena
falta de ortografía; después... sostenella y no enmendalla. Es curioso,
por ejemplo, comprobar c u a n t a s
personas cultas de la vieja España
residentes en América andan 'por
esos mundos escribiendo lo que ’ en
México llaman “ pocho” , sin el me­
nor respeto al idioma, es decir, una
jerga mal traducida del mal inglés.
¿Ud. cree que si estuviésemos en
España el señor X y el señor. Y se
atreverían a escribir como lo h a­
cen?
—¿Que quiere Ud?... es el destie­
rro...
-—-No, está Ud. equivocado. En la
España de Franco y de la Hispani­
dad nunca se ha escrito tan mal el
castellano técnico. ¿Cuál no sería la
indignación de Cajal si leyese las
publicaciones formadas por presti­
gios de ambos lados del Atlántico?
—Cuando regresemos a España se­
rá cuestión de enmendar eso.
—Alto, amigo: que en ese diccio­
nario no han colaborado únicamen­
te franquistas o falangistas; el pro­
blema no es de hoy ni de ayer. Lo
grave es la falta de sentido de res­
ponsabilidad, que achacamos a otros
países. Uno se pregunta cómo no
salen voces autorizadas que recla­
men eso tan sencillo: un dicciona­
rio en el que existan las palabras
técnicas de uso corriente, aunque
sea a costa de sacrificar repeticio­
nes y términos muertos y enterra­
dos. Un diccionario para todas las
Españas.
Ediciones Peuser
..... ....------------------"
I f t S R 0 M A N 0 V ^ os Presenía, W Gerhardi, en los Romanov, una ga1j U L» n V lli n Al U ? lería de estadistas, improvisados en ocasiones, pintores­
Autócratas de todas las ca? en algunas, geniales o terribles en otras, pues que
tocaron los extremos de imbecilidad y los de la demen­
Rusias
cia sanguinaria.
Por
Con sólo los trazos esenciales, logra revivir, no única­
WILLIAM GERHARDI mente a esa sugestiva dinastía rusa, el cuadro de la
Europa contemporánea de aquélla.
OTRAS
PERSONALIDADES
QUE HE CONOCIDO
—De B ergso n a Mark
Twain... de Clemenceau a
Mussoiini— 1900 - 1943
Por
“ Otras Personalidades que he Conocido’’, es una intere­
sante galería de celebridades famosas todas, dignas de
admiración y cariño unas, de penosas evocaciones otras,
pero todas admirables y que vistas a través de la plu­
ma del magnífico escritor galo, constituirán una fuente
valiosa para el estudio intelectual, psicológico e histó­
rico de la descomposición del mundo actual.
GEORGES MICHEL
LA ROSA NEGRA
Por
THOMAS B. COSTAIN
C l i c r n n p IliV FN TIID
rilLiUU
J U »L Ii U
Por
ENID BAGNOLD
E l ESPLENDOR
DE ROMA
Por
EDITH HAMILTON
¡UN PRESENTE EXQUISITO...!
De LOMA BONITA, O axaca, nos llega el presente ju­
“ MICROCINE
CELESTIAL”
en el que se proyecta el
libro de la tierra.
Por
LO LA PITA MARTINEZ
Esta interesante novela histórica, se desarrolla en la
Inglaterra posterior a Las Cruzadas hasta el Oriente
de Kublai Khan. Es la historia de un joven noble in­
glés que se abre camino hasta el centro mismo del
fabuloso imperio mogol y vuelve a su patria, donde se
le advierte que deberá elegir entre una heredera ingle­
sa y una muchacha oriental.
Libro cuya adaptación cinematográfica es interpretada
po,- M ikey Roonev en el personaje de Velvet, joVen
que ama los caballos, a los que sabe conducir con sin­
gular destreza y cifra en ellos sus ilusionas infantiles
en que ya despunta la adolescencia. E l peón de su pa­
dre que conoce el ambiente del “ turf” alienta tácita­
mente el propósito de Velvet: intervenir en las carreras
más imporantes del país con su “ Tobiano” . Todo lo
cual perm ite vaticinar un seguro éxito de librería.
La autora nos lleva tras las bambalinas del majestuoso
drama de la historia, salvando sin esfuerzo el abismo,
ni ancho ni profundo, que se abre entre el mundo nues­
tro tan vertiginoso y cambiable, y el pasado romano
de 2oo años antes de Jesucristo.
Acerca de este libro de Lola Pita M artínez, fruto sin
duda el más sazonado de su labor literaria, cabe repetir
lo que ya dijera alguien que ha sabido interpretarlo
can justeza: “ Notable poder de síntesis; plumazos hu­
morísticos que aclaran de un golpe toda una época. V i­
sión originalísim a del largo drama humano” .
goso, reconfortante y NATURAL de las riquísimas PINAS
CAYENA, únicas de aquella tierra feraz y prodigiosa.
Triunfador en el extranjero, el JUGO DE PINA "D EL
LOS MELENDY
DE SEATTLE
ISTMO", viene a ofrecer a México el prestigio conquis­
Por
tado al competir con las m arcas hawaianas, -an tes las
EDNA FERBER
m ejores-, y lograr la preferencia mundial.
OSCURO FLUYE
EL RIO
Regale a su paladar saboreando el exquisito.
Por
Jugo de Pina "Del Istmo”
Empacado por la
EMPACADORA
DE
LOMA
BONITA,
S.
A
de frutos seleccionados de sus propias plantaciones de
Loma Bonita, Oax.
JOHN MACDONALD
CURSO OE ECONOMIA
POLITICA Y SOCIAL
Por
LUIS ROQUE GONDRA
Es ésta una de las novelas de Edna Ferber, en la que
con más nitidez se advierte la sutil agudeza de la cri­
tica, la viveza pictórica de la descripción y , sobre todo,
la presentación sinceramente humana y suavemente
idealizada de los personajes.
E l escenario es Seattle, el puerto más septentrional de
los Estados Unidos sobre la costa del Pacífico, punto de
convergencia y puerto de salida hacia las campos de
oro del Klondike.
En “ Oscuro flu ye el Río” , John Macdonald, muestra
el c u p so de tres vidas, el curso íntimo, que enraiza en
lo subconsciente y aflora al exterior en violencias de
pasiones encontradas.
Es el drama de estas vidas enlazadas, es la tragedia
inexplicable que provoca el confuso y oscuro flu ir del
río de la vida.
Este curso, síntesis de las lecciones profesadas por el
autor en la Facultad de Ciencias Económicas de Bue­
nos Aireg desde 19 2 1, es una obra enteramente nueva
por su contenido y su forma. Comprende, además,
temas fundamentales, apenas esbozados, en trabajos an
tenores, como la “ Convulsión totalitaria” , materia de
su tercera parte.
D ISTRIBUIDORES
1
\
Reg. S. S. A.
Oficinas en México, D. F.
No. 2 3 0 9 9 "A "
Edificio Cobo. Tacüba, 37-408'
EYCLUSIVOS:
.
Almendros y Yila Editores, S. A.
Amazonas No. 7
México, D. F.
Tel. Eric. 11-20-31
LA ULTIMA VICTORIA
DE DON QUIJOTE
{Viene de la Pag. 3)
sin tocarlo siquiera, tan sólo con respirar
su aliento, ya estamos dolientes de la fa­
mosa dolencia. Quién sabe si el senador
se las hubiera tenido que haber con los
problemas de otros países, menos enfer­
mos, si ho habría escapado a este violento,
peligroso ataque de quijotismo. Pero nues­
tra suerte quiso que cayera en sus manos
la cuestión de España, y cátate como al
soplo sutilísimo de lo quijotil el discípulo de
Samuel Smilés, el escolar del pragmatis­
mo, se rendió a nuestro campo.
¿Qué si esa proposición se aprueba Fran­
co seguirá de mandón eñ España?
Y qué?
¿Qué la morisma montada, continuará
caracoleando en torno al caudillo, jineta
en cabalios dé albos, según se cuenta, co­
mo aquel en que Santiago — patrón aun
de España, me parece— embestía contra
idéntica momma. dizque hace muchos si_
glos? y qué repito
Qué algunos millones de personas
se
pasarán algunos años más 0 en las cárce.
les „ en la miseria. „ muchísimos más en
la eternidad> _ la celestial
o la infernal,
según les toque— , por obra del franquis­
mo Y qué? tengo que volver a decir.
¿Qué en la Europa occidental, ya pobla­
da de naciones libres, quedará el manchón
de una, afrentosamente mancipada? Que
cuando los aires atlánticos están a colmo,
en esta banda de encendidas palabras en
defensa de la democracia, y en la otra, de
las protestas de liberalismo que salen, sin
pudor, de las sindicadas bocas de los laboristas, se oigan los suspiros y la quejumbre
de la España sojuzgada por los milites, aun.
y aun, y aun? Y qué, y qué, y qué? me
harto ya de secundar.
Póngase en un platillo de la balanza ese
maleficio, de que España y sus hijos —de
aprobarse la propuesta del senador— si­
gan como están y peor, y que las demo­
cracias continuen — so capa de condenarle
con los dichos ayudando con los hechos al
dictador ese que aun colea entre dos mares,
resto vergonzante de la procela que se lievó entre sus trombas, a los profundos, a los
tiburones mayores de la tiranía europea.
Enhorabuena. Pero que se coloque en çl
otro platillo, este singular y novísimo be­
neficio: el gran héroe español ha ganado
nueva victoria ,y de las gordas, al conquis­
tar a la religión activa del quijotismo, o
séase al ejercicio heroico de la acción inú­
til, a un ilustre senador norteamericano.
Si allí España agoniza entre indecentes je­
remiadas y tártuferías laboristas, aquí don
Quijote, su hijo preclaro, triunfa, y se im­
pone, en los mismos cuarteles de su pre­
sunto enemigo, a pocas leguas de la mura­
lla, la de W all Street, donde se afinca el
materialismo capitalista y dinerario más in-
LA “ D E S E N V U E L T A ” A L T I S I D O R A
(Viene de la pág. 7)
Y — iqué sorpresa!— no viene con él
Sancho. Altisidora lo busca al lado del
Caballero, pero no lo encuentra; no en­
cuentra a ratos al mismo Caballero que
va sumiéndose en los mismos repliegues
del terreno recorrido hasta llegar a la ex­
planada del castillo desde donde escucha
meditabundo, los versos de la “ desenvuel­
ta” doncella...
— Señora...
— Os consumís inútilmente. ¿No temeis
que vuestro amor desfallezca, que acabe
de morir, falto de estimulo? ¿De qué se
nutren vuestros ojos sino de la ’ nada, de
qué vuestros oídos sino de murmullos de
arroyo o del viento, de qué vuestros brazos sino de fantasmas inasibles? ¡No os
podéis nutrir, señor, con sólo centelleo de
estrellas!
ánimo del tirano del Pardo, y acarreen en
el acto" su deposición graciosa del poder, sin
más necesidad de mensaje económico di­
lecto o recadito personal y- diplomático al
oído? Y aun si se enviara mensajería de
esos votos senatoriales y asambleísticos,
¿quién es el zahori que nos asegure que el
— Ducinea es inmortal, su lumbre clara
mensaje hará otra cosa que entrarle por
Por fin, melancólico, apesadumbrado an­ también lo es, como lo será mi amor.
un odio y salirle por el otro ál regocija­
te el dolor de Altisidora, Don Quijote alza
— Amor es irse muriendo deliciosamen­
do dictador? Admira la fe, la confianza,
la voz — qué entonces resuena como una te. Am ar y vivir son una y la misma cosa.
que el senador pone en este arma de la
campanita de cristal en los oídos de ella— E l amor es una muerte que en nada es
persuasión a distancia. Quizá es, que aun­
y 1^, dice:
comparable á vida alguna cristalina, como
que no estimamos cabalmente los poderes
— Perdonadme, mi señora, si fui tan es­ la de los minerales, como la de los astros.
de la suasoria, y nuestra ligereza nos lleva
quivo con vuestras tiernas miradas y pa­ V ivir es pura angustia compartida. Pero
a matanzas y desastres, que como los ocu­
labras. Quise volver yo solo a decíroslo, vos no la compartís. Nadie responde a
rridos en la guerra con H itler y Mussoüni
porque Sancho, siempre tan fiel como tos­ vuestros suspiros. Yo respondería con flo­
acaso hubieran sido de evitar, con invitar­
co, no os mira — ¡perdonadle!— con buenos res, con trinos, con besos.
les a tiempo, tal cual se hace ahora con
ojos. Perdonadme a mí también, repito,
-Yo prefiero otra angustia, otro vivir,
Franco a que se apearan, por su pie, de
Vos sabéis que no me pertenece el cora­ otra aventura: la de quien persigue lo
sus sendas dictaduras. Pero sin volvelr
zón. Vos sabéis hacia quién van todos inasequible... Porque lo que podemos con­
aguas atrás, y regresando a nuestro argumis pensamientos.
seguir ¿no se nos deshace entre las ma­
mento, no ofrece duda que sólo dos seres
tan igualmente arrebatados por su fe en
La luna ha seguido los pasos del Ca­ nos?
— Deshacerse entre las vuestras, señor,
el ideal como don Quijote y el senador,
ballero. Ahora encamina toda su luz hacia
la cual fe les hace perder contacto con las
el alféizar donde tirita de fiebre y de frío, sería mi felicidad, ¡aunque también fuese
realidades de los dictadores y sus fierras,
Altisidora. Altisidora a cuyos pies el Ca­ mi muerte! ¿Qué me decís, noble Caballépueden esperar que con arnés y panoplia
ballero recoge temblando una lluvia de ro?
como las suyas se pueda venir a cabo del
Nadie, sabe qué pudo ocurrir entonces.
ardiéntes miradas de la dama.
enemigo. En el orden de la baciedad, o
-Y a sé que el corazón lo teneis en lia- No se oye respuesta alguna de Don Quisea de lo pertinente a las bacías, no se
mas por una sombra encantada. Pero de­ jote, ni Altisidora se atreve a formular
puede negar que la bacía dialéctica del se­
cidme... ¿Cómo podéis preferirla a esta más preguntas a quien tal vez sólo es una
nador se equipara y aun sobrepuja a la
mujer de carne y hueso que por vos arde sombra, un juego de la luna.
que don Quijote le ganó al raparbarbas
y por vos desfallece? Si yo fuese dueña
E L A R R IER O
del pardo asno que por su mala estrella
de ese corazón, sabria conservarlo siemse topó con el gran hazañero en un ca­
Un arriero que por allí pasó, al ama­
Pre vlv0- en ascuas diariamente alentadas
mino manchego.
con mi mismo pulso y con mi mismo ardor. necer, sorprendió a Altisidora de bruces
Hétenos ya en el final de las parejuras
Que, al fin. ya al borde del desfalleci­ en el alféizar, entumecida, yerta. Una al­
entre uno y otro personaje. Las aventuras
ta fiebre la estaba consumiendo.
miento. se atreve a contestar:
de don Quijote dan siempre en lo que sa­
bemos: en el malogro de lo que se propo­
nían. La maldad que procuran corregir o
perdura, o se hincha, como en su primera
aventura del mozo azotado. M al andaban
gigante de piedra calcinada deshaciéndose
las cosas antes de que terciaran en la de­
{Viene de la pág. ít )
al sol en polvo amarillento.
manda el caballero andante o el senador
Acaso esta generación responda a que
de Dn. Francisco Giner, y pensando; en
sedente, en su curul, pero en cuanto ellos
la otra, en esa muerte incrustada en el ese morbo ha crecido, se ha desbordado
intervienen, se ponen peor. Puesto que
cuerpo vivo de España, compone el “ Lian- sobre España y tapa cuanto hay de vivo en
como ya se probó hace meses el generalete
to de las Virtudes y Coplas por la Muerte ella. Acaso es mal más hondo, y respon­
de a desaliento nacional, a un infinito
se sentirá más afirmado en su dictadura
de Dn. Guido” .
cansancio a mirarse las venas vacías, y en
en cuanto las N. U. anuncien urbi et orbi
las manos, a cuenta de su sangre, un vien­
“ El acá
que lo que se proponen hacer con él es
to de palabras.
y el allá
no hacer nada, y que no piensan pasar
caballero,
Es menester aventarlas, palpados la car­
de la bacia, esto es del tartufesco palabreo,
se ve en tu rostro marchito,
ne, el alma nuestra, nuestro ser, hasta
consignado en actas en varios idiomas, y
lo infinito;
creer para crear de nuevo, hasta que todo
cero, cero” .
enterrado en sus correspondientes archivos.
se incendie y se levante en pasión de vida,
Total, que los ideales fraternos del sena­
España crea mientras cree. Cuando le hecho sueño y fuego de eternidad humana
arrancan la fe se paraliza, y es como un y verdadera. .
dor y el manchego, sus bríos iguales, sus
símiles voluntades, no sirven para nada.
------------------------------------------(Diario tan juicioso y discreto en sus opi­
niones directivas como el Baltimore Sun,
d
W
•
U)
1
lo presiente: “ En resumen la proposición
norteamericana respectiva a la España de
.
~
Franco no es de esperar que logre absolutamente nada” ) M e recelo que el diarista gente deI univers0> según dicen los que lo
de Baltimore se quede corto, y que sirva sa^en‘ ^ on Quijote ha emigrado y se re­
{V iene de la pág. 9)
para algo: para empeoramiento del mal y encarna en procer figura senatorial,
m ayor lesión de la víctima.
Quedan allí en España el cura — singuA l señalar estas contadas prendas
Cierto que aun si fuera así todavía podría ^ar eufeniístico y colectivo, por supuesto— ,
plantearse una duda: grave es ese daño cd bachiller leguleyito, burócrata falangisdel enorme
acervo indumentario. de
_
material y físico de un país que la pro- ta’ Jan gu as y los yangüeses, Ginesillo de
España solo se na pretendido avivar
posición — a despecho de su óptimo deseo—- P asamonte primer estraperlista de nuestra
la curiosidad de los lectores y enpuede ayudar a que perviva, sí; pero ¿es historia. A h. y el bueno de Sancho con Lo­
stud
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m aá ss d
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cr aa nu zz aa rr la
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gran cosa si se compara con la hermosura pe’ Tocho y Juan Tocho, y su Teresa y su
de la acción propuesta, nada menos que Teresica, el pueblo español. E l bueno del
tenido de un aspecto del arte popula
íe merece
m e r e c e sser
e r con
ocid o een
n su
desanimar el criminal de su crimen por pueblo — Sancho, que clama por su amo.
larr m
que
conocido
su
pura persuasión, por arte de palabras, re­ No le entra en la sufrida sesera cómo su
amplitud
por
todos
y
muy
particununciando a torpes amenazas y repulsivas dueño— en traza y gestos de senador nor­
lamiente por los que deseen estudiar
r
y
.
violencias, como las que aconsejan los en­ teamericano— ayuda, él, tan noble, a sus
las influencias raciales que han con­
ganchados, aun, en las filas del materialis­ verdugos. Y es que el bueno de Sancho aun
tribuido a formar la personalidad es­
mo y el culto a la práctica? Esta conver- no ha aprendido que el quijotismo es todo
sión del senador a la acción puramente) Parad° J a> enormidad y absurdo, todo espa
pañola. El asunto es del más vivo in­
Aventura de los Molinos.
ideal, dando de lado, los cursos intimidato- p<d'
terés.
ríos y el uso de los ingenios de guerrai,
señala una pauta al mundo y a los hom­
bres. Lo que nuestro orbe ha menester
{Viene de la pág. 1)
hoy día, acaso sea, más bien, altos ejemplos
¿Cómo habrá de hacerse fecundo este proyecto de la Nueva España?. Lo dice Unamorales que naciones libres. Y si los em­
peños del hidalgo y del senador desembocan muno: “ . . . ¿Tropezáis con uno que miente?, gritadle a la cara: ¡mentira!, y ¡adelante!
en la mismísima nada, en cambio dejan ¿¿¿Tropezáis con uno que roba?, gritadle ¡ladrón y ¡adelante!... ¡adelante! ¡adelanté
atrás, guión resplandeciente, el modelo de siempre!” “ . . .¿Qué a dónde vais? L a estrella os lo dirá” . . ,
No hacer pues, de la vida, un problema, sino vivirla. No reducir la vida de un
una altísima intención, de un fin de pura
hermosura, en cuya persecución — y eso pueblo de carne y hueso a un m era regionalismo esquelético. Porque un pueblo es un or­
es lo que algunos papanatas aun no entien­ ganismo. Y en un organismo todas las partes tienen su función. Ninguna puede impo­
den— se usan todos los medios posibles, nerse a las demás: la unidad está en la armonía, en el carácter funcional de sus miembros.
He ahí pues la primera meta a alcanzar. Cualquier organismo al disgregarse de­
menos los indicados precisamente para al­
crece, degenera, muere. Para evitar la muerte, lo único que puede salvarlo es la armonía
canzarlo.
¡M ilagrosa la pujanza del contagio de de las partes. Solamente así podrá salirse de la crisis mortal que lo amenaza:.
“ Oh! Portugal, dem-nos les mans,
esa pandemia quijotil nacida en un villo­
Por ialta de espacio nos ha sido
posa-hi les teves.'oh Castella!
rrio manchego, que cruza al Atlántico y se
Espanya, Espanya, aixis ets hella
imposible publicar nuestra página
apodera de un senador en las orillas del
els pobles lliures son els grans”
Hudson! De poder explicarse un milagro
" J O V E N E S ESCRITORES". En eí
{Joan M aragall).
convendrá aqui pensar, adestrados por la
Solamente en una concepción parecida podrá España realizarse en su destino Uni­ próximo número reanudaremos su
sabiduría de Perogrullo que el caso de
España tratado en las N.- U. se refiere a versal. La pasión de nuestro pueblo se encauzará de este modo en la ruta trazada por el
publicación con originales de Vi­
la nación España. Y que está lo quijotes­ ideal. L a violencia se hará energía, el libertinaje, libertad. “ L a passió que emboira la
llum
de
l’ànima
és
destructora.
La
serenitat
sense
flama
és
estéril.
^
co tan entrañado en lo español, tan llega­
cente González. J. Espinosa. Alber­
L a vida és una serenitat ardent, una passió serena. “ (Joan M aragall, Articles— .
dos lo uno y lo otro a ser lo mismo, que
to Gironella y Fernández Pascual.
13-2-1906.
apenas nos toquemos con algo hispánico,
F’ué atendida por las gentes del castillo
que nada supieron nunca de la misteriosa
vuelta del Caballero. Altisidora no recuperú el conocimiento en tres dias con sus
noches, durante los cuales
y la duquesa. Sancho y el marqués del
Ebro. que se dedicó a desilusionar, a de­
fraudar con su real presencia a todas las
gentes del castillo, excepto al capellán.
Que desacreditó la “ realidad”
PROYECCION DE ESPAÑA
caballeres­
ca hasta el punto de recordar ya todos
con
veneración
— desde
entonces—-
al
“ ideal” Don Quijote..
Una escena con el capellán, cuentan
que fué en extremo borrascosa.
Así se
explican todos el que Altisidora arrojase
al ceñudo clérigo una taza de manzanilla
casi hirviendo, cuando él se acercó a ofre­
cerle los auxilios espirituales... Tres días
de alta fiebre que adelgazaron, ahilaron,
“ idealizaron” a Altisidora. Es entonces
cuando el duque, más jovial que nunca,
so acerca al lecho, diciendo:
*
~ 1Bien te has contagiado de “ quijotisnlü” ' Tan Pálida estás y
eníuta co"><>
nuestio loco, Don Alonso Quijano. Para que
te cures, quiero darte una sorpresa. Vamos
a traer aqui de nuevo a Don Quijote. Tú
lo recibirás muerta... Y él te resucitará.
Y se alejó riendo, Altisidora salta del
lecho, alborozada.
V O C E S , E C O S , SO M B R A S
AYUDE A “LAS ESPAÑAS4*
■ lo contó des­
pués— asistió a las más disparatada^ es­
cenas, en las que intervenían el capellán
Dibujos de Carlos Morichal
CUATRO
ELEGIAS
(Viene de la Pág. 16)
Mucho o poco, representáis una parte
considerable, quizá más dura y fecunda
que sus anteriores por ser hija de mayor
experiencia, de mi visión personal de las
cosas del mundo y del juicio de los hechos
humanos. Por escasa que sea vuestra apor­
tación, alguna ha de tener, ya que para
esto nacieron. Pensando en su utilidad
para otros os trabajé y puse en forma
aprovechable. Sois el fruto de un esfuerzo
honrado y persistente que quiso aumentar
*4 conocimiento de Una parte de la realiVuestra pérdida no puede serme objetivamente indiferente, porque aun si fue­
se verdad que, en ciertos órdenes del sa­
ber, lo que no se descubre o se crea, o
descubierto y creado se anula u olvida,
otros hombres lo descubrirán o crearán el
día de mañana, por otra parte es dudoso,
que los asuntos que han interesado a un
autor
no siendo de los más comunes y
universales— , vuelvan a interesar a otros
en el mismo sentido; porque cada espíritu
trae a la vida sus peculiares emociones y
Jzll 1 raie Keéional daf
de España
pu" tos de vistaAunque
tod°meloquedaria
que ?cab<
de decir
no
ftuese
exacto,
la > pena
inmensa de haber trabajo en balde; el dolor/ de
f]o° quC)
llegartocante
a trasmitir
a losproblemas
demás hombres
a ciertos
que a
todos interesan, ha pensado uño de ellos.
f se ,dí)lo1r f a humano y no egoista; procede del deseo de servir a otros y no de la
esperanza vanidosa de alcanzar un aplauso
o un beneficio material. A m i edad, que
ya es la de poner los pies en el estribo,
como dijo Cervantes al terminar su última
obra, esas pobres ilusiones terrenas poseen
fuerza escaza y • no forman parte de los
anhelos que preocupan al final de la vida.
Y por eso he llamado E legia a estas con­
fesiones de cosas muy íntimas de mi es­
píritu.
L
Coloquio entre don Quijote y
Sancho.
CUATRO
Acl aracion Preliminar
ELEGIAS
Por
çosa que no fuese el cariño que te pedía
y que crei poseer. Todo lo demás lo daba
por supérfluo, y no necesitaba preguntarlo.
J —J ST A S elegías estuvieron algún tiempo
Me bastaba con el embeleso de contemplar
en conexión con una segunda parte de mis y buscaban a cada momento nuevas for­ tus ojos, tus labios, tu sonrisa, el suave
Cartas de Hombres. Es por pura conse mas de hacerse presentes y de obligar a color de tu cara, tu frente lisa y llena de
cuencia de la unidad de sustancia que liga los tuyos. Pues aun fuiste mayor obse- sinceridad y confianza. Tampoco tú creías
amabas formas literarias. Una y otra ex­ sión mía, presencia espiritual más viva y que fuese necesario decirme tu vida intepresan hechos espirituales de una misma constante, después de roto aquel lazo. M i rior para que la felicidad que buscábamos
generación y proceden de testimonios que, añoranza de tí fué la mayor poesia de mi pudiese cumplirse. M i única inquietud
unas veces por la observación de vidas vida desde entonces; constituyó el rincón respecto de tí fué, entonces, que no me
ajenas y otras veces por las confidencias más intimo de mi alma que, en las horas quisieses bastante.
De ese modo, cuando nos separó lo que
y copia de documentos epistolares, fui ob­ de soledad y abstracción de los afanes diateniendo a través de los años y que mi me­ ríos, me sonreía con el recuerdo de los llamamos “ la vida” , porque no sabemos
moria lia podido reconstruir. Hasta la días felices. Y en esas evocaciones siem- como llamarlo más adecuadamente, tal es
Elegía de Selma Lagerlof tiene el mismo pre te veía como eras cuando nuestras su complejidad y su misterio, me quedé
origen; con la sola diferencia de que el ilusiones caminaban por el mismo sende- sin saber nada de lo profundo de tu espi­
hecho a que se refiere es conocido del ro de contentamiento mutuo, de compene- ritu. Y entonces, precisamente, fué cuantración y de proyectos para el porvenir.
do empezó mi curiosidad por tu alfha. que
mundo entero
Nunca pensé en cómo te habrían' qui- nunca había de satisfacer. ¿Cómo eras tú
En cuanto a la razón de que por qué he
preferido, en los asuntos que luego verá el zá, cambiado los años, ni aceptaba para en todo lo demás de tu espíritu que no fuelector, el tono elegiaco al epistolar, hállase tí esa dolorosa experiencia que en los de- ra el amor? ¿Qué te interesaba del vasto
en un movimiento puramente literario que, más veía a cada momento. ¡Siempre la mundo que nos rodea y de los hondos pro­
un buen día, sin que yo lo buscase, me hizo misma imágen! ¡La perenne en mi memo- blemas de humanidad; qué ideal de vida
volver, por uno de esos saltos que los psicó­ ria y en mis ojos! Y a su lado también te agitaba y te hacía pensar en el porvenir
logos conocen perfectamente, a la forma de me veia yo como era en los dias felices, como un tiempo en que se debe alcanzar
¡No supe escrudiñar esas honpoesia en prosa que se usaba hace muchos sin que turbase esas imágenes la respuesta algo?
años, cuando vo comencé a escribir, y que, burlona del espejo que reflejaba la mía de duras de tu alma; desaproveché los mode hecho, utilicé en el primero o uno de mucho después. ¿Puedo pensar que te ocu- mentos oportunos de entrar en ellas, de
los primeros cuentos que me admitió y rrió a ti lo mismo? ¿Puedo hacerme la conocerlas, para entrelazar mis ensueños
publicó, allá por 1882 o 1883, una revista ilusión de que si la muerte se acercó a ti y mis planes con los tuyos; mis esperanzas
literaria madrilejña m uy leída entonces. con paso tardo, dejándote tiempo y lucidez y ambiciones con las que, tal vez, tú senExcuso decir que por nada del mundo reim­ para repasar lo mejor de tu vida en tran- tías germinar en ti; o de despertarlas,
prim iría ahora aouel cuento, obra de ado­ ce de cesar — como dicen que ocurre a los iluminarlas y prestarles mi ayuda si era
lescencia más que de juventud, que sólo que mueren suavemente o se dan cuenta preciso! ¿Llegaste tu acaso a presumir o
merece el perdón y el olvido. * Pero sin bastante de su fin próximo— , uno de tus adivinar las mias? ¿Supiste de alguna de
duda, quedó en mi subconciencia; y ahora últimos pensamientos fué para mi, y que ellas a través de la intuición que da el
ha retoñado imponiéndome una breve des­ en él pusiste toda la melancolía propia amor? Pero — ¡pobre de mi! yo no te hablé
viación de la forma epistolaria escocida, de quien sospecha que un error le hizo nunca de ellas. Nunca te dije de mí, más
reflexivamente, para las Cartas de Hom­ cambiar bruscamente el buen rumbo de su que mi amor, y y no pensé que en ti huvida por un camino en que jamás hallarían biese, seguramente, otras riquezas espiribres.
satisfacción las primeras y más mtensas tuales que hubieran hecho de nosotros, de
aspiraciones de su espíritu? No puedo creer ser compartidas, algo más que amanteslo contrario. No
es posible que hasta tal compañeros y cruzados de una misma peE L E G IA POR Q U IEN M U RIO L E JO S Y punto mi imagen y mi recuerdo se hubie- regrinación hacia el logro de una ideal
sen borrado en tu alma. Te siguieron siem- de vida. Y si tú no poseias entonces esa
EN SILEN CIO
pre y fueron siempre, como para mí, la ilu- ansia ideal ¿por qué no te la infundí yo
Hoy llega la noticia de tu muerte, dulce sión acariciada por la esperanza de verse para unirme más a ti, para hacerte más
compañero de mi juventud. Viene mezcla cumplida.
mía, para entrelazar nuestras almas en tal
Quiero creerlo asi. En todo caso, estoy forma y con talfuerza que aun lo que
da en otras muchas, como algo de escasa
importancia, sin comentario alguno. ¡"Y seguro de que si mi muerte viene como a no me dieses por amor me lo dieras por
es nada menos que la brutal destrucción ti deseo que haya llegado, la sonrisa, ve- pensamiento y por creencia?
de toda mi alegría de mozo! Peor aun lada para los demás pero bien visible y
,T , , .
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No lo hice, y otros que yo supieron de
que la destrucción que nada deja, tu muer­ clara
mentalmente para mi, de tu rostro y
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1 1 tu vida espiritual lo que yo ignoré, cuan
te crea en mi vida el hoyo de un inmenso uc
de nuestros aafectos en la 1primavera
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me or * pude
saberlo J solo a ’ traves
CA STILLO D E G U A D A L E T S — Alicante
vacío al que desde hoy tendré que m irar vida, volverá a iluminarme y pondrá una ,
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de
ellos,
algunos
fulgores brillaron, más
sin poder nunca dejar de verlo, y que aureola de felicidad en serena espera del
tarde, a mis ojos; pero eran demasiado
me acompañará hasta la muerte.
momento inefable y reposado de dejar este
externos, me decian poco, las faltaba su de tus cuentos, insensible al dolor ajeno sonalidad propia, perfectamente distinta de
mundo.
Sólo
entonces,
cuando
lo
deje,
ce­
Pero no, no puedo creer en la tuya..
expresión directa: tu gesto, el chispear de que no quiso ni siquiera escuchar; sino la del autor. Es ya, entonces, una cosa
U na cosa sucedida hace tantos años y que sará tu presencia de acompañarme, pues­ tu mirada, el movimiento de tus labios,
que fuiste como el hombre justo y piadoso más en el mundo cuya vida y sustantiviahora me dicen, no puede ser verdad. De to que mi vida habrá terminado tam­ la animación del semblante todo a im pul­
que siente desgarrársele el alma ante la dad son tan suyas, que si se le arranca la
ocurrir, yo la hubiera sabido a su hora bién.
so de la vibración intema. ¡Y entonces, crueldad que contra los otros se comete.
portada o se corta el lugar en que figura
aunque nadie me la dijese, por un presen­
ya era imposible que yo llamase a la puer­
L a Historia y tu particular experiencia el nombre del que lo escribió, el libro con­
II
timiento estremecedor de todo mi ser. No
ta de tu espíritu y que tú-me oyeses y la de muchos años, te enseñaron que, en tinúa siendo algo que existe por si mismo:
puede haber pasado todo ese tiempo sin
entreabrieras para que mi mirada inquisi­ medio de los crímenes, los pecados y las espíritu vaciado en palabras que no impor­
E L E G IA D E L A M U JE R
que nada viniera a darme la sensación de
tiva penetrase en tu alma!
flaquezas humanas, hay y hubo siempre ta saber o ignorar de donde vinieron; que
DESCONOCIDA
que tú me faltabas; de que rompías, sin con­
Así, tú que fuiste lo más preciado de mi almas buenas y momentos de redención hablan sin que nadie las pronuncie y a
tar conmigo, el lazo sentimental que nos
No te he conocido y no te puedo cono­ juventud primera, te convertiste en una para muchos culpables; y para que hubiese todos los demás espíritus que tienen ni si­
unió siempre a través de la distancia, ape­
desconocida en lo que más me importa
sar de nuestro recíproco silencio; no obs­ cer ya. La esperanza de que el ocaso de ahora conocer de los humanos. Quedó tu cada día más de aquéllas y de éstos, cantas­ quiera piden lo que el amor propio del au­
tante los supuestos agravios que nos sepa­ nuestras vidas nos reunirá de nuevo y que imagen física grabada en mi memoria y te la felicidad de su hallazgo entre los más tor desea casi siempre de ellas: eso que
raban y el empeño loco con que insistíamos entonces, con todo el saber de nuestra ex­ tu recuerdo sentimental que no se ha humildes y faltos de esperanza, y el elogio llaman “ gloria” ilusión puramente huma­
de su modestia. Tuya es la frase admira­ na que se esfuma en cuanto desaparece el
periencia y con toda ia indulgencia de
en creerlos fundados.
nuestra madurez podríamos mostramos uno desvanecido un momento. Pero detras de ble que compendia el ideal de la vida y de­ individuo que la apeteció. Lo que después
¡Qué pequeños y vanos me parecen aho­ a otro plenamente, no ha podido cumplirse, aquella y de esta, no hay más que el va- vuelve la razón a los locos: “ Habia pues queda, ya no es, ni capaz, ni ansioso de
ra esos pretextos! Los tuyos respecto de mi, puesto que el misterio y lo imprevisto en C1°en el mundo alguien que lo amase:” (1) gloria. Sólo desea aportar, a la masa co­
a decir verdad; porque los mios se me que se mueve la vida humana, te ha he­
Y esa es una de las hondas amarguras Tuya fué la adivinación de que el amor mún de las creaciones, lo que lleva en si
desvanecieron bien pronto, dejando el cam­ cho morir antes que yo: una vez más, de mi vida.
de las madres es tan puro, que puede cu­ y ofrecerlo a todos liberalmente, como con­
po libre a lo amable de nuestro afecto. la eterna lección que a nuestra fatuidad
brir al niño ajeno que sufre inmerecida­ tribución anónima de inteligencia y senti­
¿Acaso te pasó a tí lo mismo? ¿Llegaste de poder proveerlo todo racionalmente, nos
mente; y que este mismo amor le resca­ miento que buscan a sus congéneres y se
al perdón por la fuerza del sentimiento da el cruce de las vidas, que tiene su ra­
tará al suyo (2). Con la sencilla y emocio­ suman a la obra total.
que no pudiste borrar de tu alma? Quiero zón distinta de la nuestra y nos burla de
nante elocuencia de tu pluma, has luchado
II I
Pero esa emancipación que os incorpora­
creerlo, puesto que, sin buscarlo, yo logré continuo.
contra la mentira; has predicado la ab­ rá al mundo de los seres visibles para to­
ese alivio de mi pena, y que te incorporé
negación
y
el
sacrificio
de
la
propia
fama
E
L
E
G
IA
A
S
E
L
M
A
LA
G
ER
LO
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Hace mucho tiempo que perdimos la
dos los hombres, exige todavía la asistencia
de nuevo a mi vida espiritual como algo ocasión de conocernos y, sobre todo, de co­
en aras de la liberación de un alma queri­ de la mano vigilante y amorosa de quien
inseparable de ella y tan puro, tan exento nocerte yo a tí; única, _porque
de llegar
_
Como la de tantos humanos, tu vida ha da pronta a caer en el sacrilegio de un os creó. De su pulcritud penden la robus­
de mezquindades tan sincero y tan avasa­ después que los años hubieran pulido por sido, durante algún tiempo, penosa y De­ juramento en falso (3). Has sabido mostrar
tez mayor o menor de vuestro cuerpo y la
llador. que superó en fuerza a todo lo que fuera y penetrado por dentro con sus agu- na de angustia, hasta que el mundo apren- la dulzura que halla, en el perdón de las
lealtad de vuestro espíritu respecto del
senti antes.
jas implacables y la sabiduría de conformi- dió a conocerte y amarte. En algunos li- ofensas, el mismo que perdona. Has rea­ pensamiento más íntimo de vuestro padre.
Tú sabes cuán grande extensión de mi dad que enseñan, nos hubiéramos mani- bros tuyos recuerdas ese pasado duro, pero lizado el milagro de hacerte creer a ti
vida ocupabas; cómo en todo momento, festado y comprendido de otro modo que en no exento de esperanza en tu ascensión misma que el mundo iba rápidamente Eos últimos momentos de vuwtro tránsito
mientras vivimos el uno cerca del otro, la juventud: pero cuando ya la construc- continua. Y estoy seguro de que, cada vez camino de conseguir todas las virtudes de rosa ideal antes de ser formulada, a ex­
m i pensamiento y mi anhelo te rodeaban ción de una intimidad espiritual es tal que el amargor de tus sufrimientos y du- que cantabas y, la paz y la justicia reina presión concreta que pugnó por rendir
exactamente la intención y forma con que
vez imposible.
das te subia a los labios para prorrumpir rían en todos los pueblos bien pronto. El fuisteis concebidos, son los más delicados
mismo
premio
Nobel
que
te
descubrió
a
Los jóvenes, bien lo veo ahora, sólo se en quejas, supiste recordar que millones
y deciden de vuestro porvenir. En ellos
comprenden a sí mismos, si es que llegan de hermanos tuyos, menos favorecidos que los ojos de millones de hombres, ignoran­ sentiréis las más sustanciales exhortacio­
a comprenderse los que son fríos y rígidos, tú, acabaron y acaban sus dias sin nada tes de ti hasta entonces, remachó en tu nes de quien está pronto a dejaros volar
Absorvidos en su propia afirmación y en que les desquite, sin haber conseguido la corazón, como en tantos otros hizo antes, por vuestra propia cuenta y que, por ello,
la elaboración diaria de la persona que en sonrisa del triunfo más modesto; ya que la dulce esperanza de que fuiste poeta y acentúan más y más la presión de sus re­
ellos se anuncia, todavía imprecisa, no de la condición terrestre se sigue que po- tribuno.
comendaciones y pulimentos que han de
Y de pronto, el cruel e inesperado des­ producir la verdadera y definitiva inter­
hallan tiempo ni ponen interés en cono- eos hombres sean los que alcanzan a reacer a los demás. E l amor que en ellos es lizar sus anhelos, y que tú fuiste de los engaño que agravó el egoísmo glacial de pretación de lo que, por medio de voso­
tan fácil y quizá les ofrece entonces lo privilegiados. Pero, a la vez, también su- quienes más debieron oponerse a él (el tros, quiso decir a quien os lean
mejor que contiene, en forma que ya no piste ver que en el alma de muchos des­ egoísmo de que parece haber sido profecía
Y eso es, precisamente, el motivo del pri­
volverán a experimentar; el amor, digo, dichados luce a menudo un rayo de sol tu cuento de L a niebla) vino a quebrar mer dolor que me inquieta respecto de
no es todavia en ellos comprensión y pe- que les compensa de todo lo sufrido; y juntamente tu lira y tu corazón. ¿Para qué vosotros. Surge del temor de que esa pos­
netración de las almas. Les basta con lo cantaste la delicia de esos hallazgos en la seguir viviendo si todo lo que amaste que­ trera asistencia mia. de la que habréis de
daba vencido, y a ti te era ya imposible salir tales como yo quise que fuerais, no
externo que encanta los ojos y enciende vida de los humildes.
la sentimentalidad; y no necesitan de otra
Grande ha sido la tuya y coronada de que la inspiración y la fe en la humani­ me sea posible ejercerla, y que salgáis al
cosa para ser feüces.
gloria; pero tu obra más grande, tu gesto dad continuasen guiando tu cerebro y tu mundo antes de completar la obra de ex­
En su primera juventud, el hombre es más noble, ha sido tu muerte. Tal vez la pluma?
presión espiritual soñada por mí y cuyas
ordinario — y no sólo los vulgares, sino Historia, que no debe mentir, descubrirá
Has muerto asi; y con ello has dado la deficiencias sólo se advierten y pueden co­
aún muchos de los hombres de mérito— que
muerte fué normal, porque la hora última y más alta lección de toda tu vida: rregirse en el último coloquio que separan
espíritu que no vibra, respecto de la mu- <je pararse el reloj de tu existencia había la de que hay cosas e ideas que bien va­ el diálogo del espíritu con el verbo, de la
jer, más que sensoriamente. Todo lo de- SOnado. o por cualquier otro motivo vulgar len la pérdida de la existencia y la hacen
buscada realidad exterior que, una vez pro­
más de su vida queda por fuera de la reía- y cornente..... Pero yo prefiero, y amo, amable y aún deseada.
ducida, ya no cabe variar. Si yo os falto
ción amorosa. E l joven no habla de esa creer qUe la voz del pueblo ha sido esta
en este supremo momento ¿quién os acon­
otra parte de su existencia espiritual; la vez m¿s exacta verdad que la que pudieIV
sejará cuando todavía un consejo del pa­
mujer no pregunta, porque tampoco es eso ran <]ecir Jos médicos, y que tu muerte
dre puede servir para evitar un defecto o
to que le atrae en el amado; y ambos se ven f u¿ júja del dolor inmenso e insoportable
en una deliciosa superficialidad hecha de que te produjo el martirio de un pueblo E L E G IA D E LOS LIBRO S IN ED IT O S corregir un vacío, y quien velará porque
la imprenta no os haga decir cosas que
miradas, de sonrisas, de palabras de amor, hermano en cuya frente escribió la violenPoco tiempo nos queda de vivir juntos, no dice vuestra forma original? ¿Qué gra­
de oraciones y encantos, y , siempre en lo cia implacable el inri más injusto e impío,
y empiezo a veros con melancolía. M elan­ do de amor y de autoridad animará la obra
sentimental, de penas, de anhelos doloro- Así vino a ser tu muerte la consagración
colía por mí que os engendré, y también
sos, de temores y de alegrías pueriles. Así. más poderosa de tu vida, con el sacrificio por vosotros; porque, cuando el libro está del comadrón que asiste fríamente al par­
por lo menos, creo que éramos entonces espontáneo de lo que más ama nuestra acabado y sale a luz pública, sube de je­ to y no puede escuchar ya la voz de quien
todos.
medrosa naturaleza y más defiende con su rarquía, puesto que adquiere una perso- engendró al hijo?
Nosotros, es decir, tú y yo, fuimos jóve- instinto de conservación. Ese sacrificio se­
E l segundo dolor que por vosotros siento
nes, quizá más que todos ellos; ” asi pasa- Hó tu horror de la violencia, de la impie­
es el de que el trabajo de que sois fruto
mos juntos años y años sin que otra inti- dad, del odio, de la injusticia, del egoísmo
no aproveche al mundo para quien lo hi­
1 ) El Castillo Viejo (Cuento de Selma Lagerlof, ce. A esa zozobra se une otra más llena
midad se produjese entre ambos. Yo no y de la indiferencia para el prójimo; y
como las dos citas siguientes)
sentí nunca la curiosidad, a veces dolorosa juntamente, tu culto de la paz, de la cade angustia y desaliento.
2 ) E l Pequeño Froll.
entre hombre y mujer, de saber cómo eras cia y de la ayuda al débil y al desgracia(Pasa a la pág. íg j
3 ) La Muchacha del Pantano Grande.
ELC H E: Crepúsculo.
tú en lo interior de tu alma ni en ninguna do. No fuiste, como el pacifista de uno
P
Rafael de Altamira
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