Quinta Época No. Registro: 306826 Instancia: Primera Sala Tesis

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Quinta Época
No. Registro: 306826
Instancia: Primera Sala
Tesis Aislada
Fuente: Semanario Judicial de la Federación
LXXIX
Materia(s): Penal
Tesis:
Página: 458
ARQUEOLOGIA, BIENES RELATIVOS A LA.
La Ley sobre Monumentos Arqueológicos, de 11 de mayo de 1897, declara que
son propiedad de la nación, todos los monumentos arqueológicos existentes en
el territorio mexicano, prohibiendo la explotación, remoción y restauración de
ellos, sin licencia expresa del Ejecutivo de la Unión, y para los afectos de esa
ley, se reputan monumentos arqueológicos, las ruinas de ciudades, las casas
grandes o habitaciones troglodíticas, las fortificaciones, los palacios, templos,
pirámides, rocas esculpidas o con inscripciones, y, en general, los edificios que,
bajo cualquier aspecto, sean interesantes para el estudio de la civilización e
historia de los antiguos pobladores de México. En otro de sus artículos,
considera delito, la destrucción o deterioro de esos monumentos, y todos sus
preceptos hasta el quinto, se refieren a inmuebles, el artículo 6o, menciona los
muebles y dispone que las antigüedades mexicanas, códigos, ídolos, amuletos
y demás objetos o cosas muebles, que el Ejecutivo Federal estime como
interesantes para el estudio dicho, no podrán ser exportados sin autorización
legal, y sanciona con una multa al que infrinja tal disposición, sin perjuicio de la
responsabilidad penal en que pudiera incurrir. El artículo 8o. establece que las
antigüedades mexicanas adquiridas por el Ejecutivo, se depositarán en el
museo nacional. De la redacción de esos preceptos, es forzoso concluir que el
legislador declaró propiedad nacional los monumentos arqueológicos
inmuebles que enumera, y con respecto de los muebles, prohibió su
exportación sin autorización legal, sancionándola en la forma ya dicha; de
modo que es indudable que la ley reconoció que pueden ser objeto de
propiedad privada, las antigüedades muebles, supuesto que limitó su uso y
tenencia al territorio nacional y ordenó que las antigüedades adquiridas por el
Ejecutivo serían depositadas en el museo nacional. Esta facultad otorgada al
Ejecutivo de la Unión para adquirir antigüedades, implica que dichos muebles
son susceptibles de aprobación por personas distintas del Estado, lo que
confirma la redacción de la Ley de Protección y Conservación de Monumentos
y Bellezas Naturales, de 31 de enero de 1930, que autoriza al Gobierno
Federal para expropiar los bienes arqueológicos muebles e inmuebles,
mediante indemnización, y faculta a los particulares para enajenarlos
libremente; con la sola obligación de dar aviso a la Secretaría de Educación
Pública, para que el Gobierno Federal pueda ejercer el derecho del tanto,
extendiendo la prohibición a exportar a aquellas cosas muebles de propiedad
privada, aun cuando no hubieran sido declarados monumentos arqueológicos
si su conservación en el país fuera de interés público por su valor artístico;
arqueológico o histórico; y la Ley de 27 de diciembre de 1933, que derogó la de
30 de enero de 1930, considera que las cosas muebles de origen arqueológico
son monumentos y ordena el registro de la propiedad arqueológica particular,
en los términos de su artículo 9o; de modo que si la ley reconoce la posibilidad
de que los particulares sean propietarios y puedan adquirir objetos muebles de
origen arqueológico, con las únicas limitaciones que establece la misma ley; es
claro que existe derecho en favor de los particulares; de apropiarse las reliquias
históricas muebles, y que no puede estimarse ya existentes y de acuerdo con
la ley de mayo de 1897, el derecho de propiedad originaria de la nación; de
todos los monumentos arqueológicos; solo por la restricción relativa a
exportarlos, que precisamente esta restricción indica que la posesión y
tenencia de esos objetos por particulares, dentro del territorio nacional; ha sido
permitida por el poder público. Por otra parte, el Código Civil de 1884;
consideraba al propietario de un terreno como dueño de su superficie y de lo
que estaba de bajo de ella, por lo que podía usarlo y hacer en él todas las
obras, plantaciones o excavaciones que quisiera. Conforme al mismo código, el
tesoro oculto pertenecía al descubridor en sitios de su propiedad, con la sola
restricción establecida en el artículo 761, y si tal código era aplicable en el
momento de verificarse el hallazgo de reliquias arqueológicas, no puede
considerarse que eran ajenas, con relación al dueño del terreno.
Amparo penal directo 4764/42. Thompson Edward Herbert, sucesión de. 10 de
enero de 1944. Unanimidad de cuatro votos. Ausente: Fernando de la Fuente.
La publicación no menciona el nombre del ponente.
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