DICTAMEN ( Expediente 124/2005)

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DICTAMEN
132 / 2005
Materia sometida a dictamen: Reclamación en materia de responsabilidad patrimonial de
la Administración derivada de los daños causados por un menor, tutelado por la Diputación
General de Aragón, a un vehículo propiedad del reclamante.
ANTECEDENTES
Primero.- Con escrito de fecha 21 de septiembre de 2004, registrado de entrada en la
Administración de la Comunidad Autónoma el día 4 de octubre siguiente, I.I., actuando en
representación acreditada de “Mutua Madrileña Automovilística, Sociedad de Seguros a
prima Fija”, formuló ante el Departamento de Servicios Sociales y Familia una reclamación
de responsabilidad patrimonial por daños causados por un menor, tutelado por la
Diputación General de Aragón, a un vehículo propiedad de uno de sus asegurados, J.S..
En el escrito de reclamación se indica que el día 7 de febrero de 2003 J.S. dejó
aparcado en la calle Fray Luis Amigó de Zaragoza el vehículo de su propiedad, marca Opel,
modelo …, matrícula …, de donde le fue sustraído, y posteriormente localizado por la
Policía Local en una calle del Barrio de Miralbueno. El vehículo presentaba un fuerte golpe
en la parte delantera, hallándose tres personas en su interior, habiéndose procedido, según
le comunicó la Policía Local al Sr. S., a la detención del presunto autor de la sustracción.
Como consecuencia de los hechos, “se incoó el expediente nº 131/03 ante el Juzgado
de Menores de Zaragoza, (....) frente al menor J.. Asimismo se abrió la oportuna pieza de
responsabilidad civil por los perjuicios causados”.
Por tener concertada el Sr. S. una póliza de seguro a todo riesgo o de riesgos
combinados, la Mutua Madrileña Automovilista abonó al asegurado el importe de la
reparación del vehículo.
También se dice en el escrito que por haber resultado responsable de los hechos el
menor J., que estaba bajo tutela de la Administración de la Comunidad Autónoma en un
Centro para menores, ante ésta se formula la reclamación de responsabilidad patrimonial,
aduciendo culpa in vigilando de la Administración, con base en lo dispuesto en los artículos
139 y siguientes de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las
Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, y en el Reglamento
de los procedimientos de las Administraciones Públicas en materia de responsabilidad
patrimonial, aprobado por el Real Decreto 429/1993, de 26 de marzo, estando legitimada la
Mutua de referencia para ejercitar tal derecho en virtud de lo dispuesto en el artículo 43 de
la Ley de Contrato de Seguro.
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Al escrito de reclamación, se adjuntaron los siguientes documentos (remitidos a la
Comisión Jurídica en fotocopias simples, al igual que los restantes documentos del
expediente enviado): 1).- Declaración ante la Policía Nacional del propietario del vehículo
en el atestado nº 207; 2).- Declaración del accidente por el asegurado a la entidad
aseguradora;.- 3) Notificación del Auto del Juzgado de Menores de Zaragoza, de fecha 11
de marzo de 2003, disponiendo la apertura de la pieza separada de responsabilidad civil,
cuya tramitación quedaba en suspenso hasta que recayera resolución definitiva en la causa
criminal o se paralizara por motivo que impidiera su continuación; 4).- Auto del mismo
Juzgado e idéntica fecha disponiendo la incoación del Expediente de Reforma y apertura de
la pieza separada de responsabilidad; y 5).- Poder general para pleitos y especial para
otras facultades, otorgado por el representante de Mutua Madrileña Automovilística a favor,
entre otros, de I.I.
Segundo.- Con fecha 13 de octubre de 2004, la Consejera de Servicios Sociales y
Familia admitió a trámite la reclamación de responsabilidad patrimonial formulada por I.I. y
nombró Instructora del procedimiento.
Tercero.- Efectuado requerimiento por la Instructora a la representante de la entidad
aseguradora para que determinara la cuantía de la reclamación, ésta en escrito de fecha 25
de noviembre, con entrada el Registro del día 29 siguiente, señaló la cantidad de 1.824 €., y
adjuntó el presupuesto de reparación de la entidad aseguradora, en el que figura el valor
venal del vehículo; cheque nominal expedido por la Mutua Madrileña, por importe de 1824
€. en concepto de siniestro total; volante de reparación y factura y comunicación al
asegurado de la remisión del indicado cheque.
Cuarto.- La apertura del periodo de prueba se acordó por la Instructora con fecha 7
de diciembre de 2004, y comunicada a la representante de la Mutua Madrileña, ésta
propuso la práctica de prueba documental, y testifical –escrito de 30 de diciembre de 2004admitida de formal total por la Instructora el 24 de febrero de 2005.
Como consecuencia de tal admisión, se ha unido al expediente administrativo (folio
53) la comparecencia, fechada el día 8 de febrero de 2003, en el atestado 207 de los
policías de servicio, que presentaron como detenido a J. y manifestaron que localizaron el
vehículo, coincidente con el sustraído, ocupado por cuatro personas extremadamente
jóvenes en la madrugada del día 20 de agosto de 2003 (sic), que efectuaron indicaciones
para que parase y que, al no atender, tuvieron que perseguirlo hasta que se produjo un
choque con un muro en la calle Acacias. También se ha unido la comparecencia en el
mismo atestado del Sr. S. y el escrito de remisión a la Fiscalía de Menores.
A su vez, como actuación probatoria, se ha aportado el Expediente de Reforma del
Juzgado de Menores de Zaragoza nº 131/2003, en el que figura una primera valoración de
los daños, un informe pericial de 28 de febrero de 2003, y otro posterior, de 6 de junio de
2003 (folio 113) en el que se valoró el vehículo en 1.434 €; una reproducción de la última
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hoja de un informe del “Coordinador del caso” del IASS, donde se señala que el menor se
fugó del Centro donde reside (sin identificarlo) el día 22 de enero de 2003 y que ingresó el
día 8 de febrero de 2003 en la Sección Semiabierta de la Residencia “San Jorge” de
Zaragoza, de la que se fugó el día 21 del mismo mes, y el Auto de por el Juzgado de
Menores de apertura del Expediente de Reforma y de la pieza separada de responsabilidad
civil.
Tras las correspondientes actuaciones judiciales, que constan en el Expediente de
Reforma, el Juzgado de Menores dictó la Sentencia nº 71/2004, de 4 de marzo de 2004,
cuyo fallo fue el siguiente: “Que procede acordar la medida de 60 horas de servicio a la
comunidad respecto del menor J. por la comisión de un delito de Robo y hurto de uso de
vehículos INSPECCION CENTRAL DE GUARDIA y dado que mostró su conformidad con
dicha medida, procede, una vez notificada esta resolución, su inmediata ejecución, al haber
adquirido firmeza”. La medida se impuso, según consta en el fundamento jurídico segundo
de la Sentencia, de conformidad con el articulo 7.1 de la LORRPM, “ya que la misma, de
marcado carácter educativo y resocializador, es de todo punto necesaria, a la vista de los
informes del Equipo Técnico de Apoyo de este Juzgado y del responsable de la Entidad
pública en materia de Reforma y Protección de la Diputación de Aragón (sic)”, y como
“respuesta proporcionada al delito cometido, de acuerdo con la doctrina establecida por la
S. TC, Sala 1ª, 16/1998, de 17 de marzo, reflejada en el artículo 8.2 de la LORRPM”.
Al folio 146 del expediente administrativo figura un informe del Director de la
Residencia “San Jorge”, fechado el día 2 de marzo de 2005, en el que consta la finalización
“de la medida de internamiento indicada por el Juzgado de Menores nº 1 de Zaragoza, con
el expediente de reforma 757/01, con fecha 12 de septiembre de 2002, siendo puesto en
libertad, reingresando en este Centro con fecha 8 de febrero de 2003, conducido por la
policía y en cumplimiento de orden indicada por el de Menores nº 1 de Zaragoza en el
expediente 1054/01”.
En los folios 150 a 157 del expediente administrativo consta el informe de situación
del menor, y en los folios 171 a 175 del mismo expediente figuran dos Resoluciones de la
Directora Provincial de Zaragoza del IASS, de fecha 30 de julio de 2001, declarando al
menor en situación legal de desamparo, con asunción en su condición de entidad pública
de protección de menores su tutela ex lege, y disponiendo que la guarda del menor se
ejerza por el Director del Centro San Jorge. También consta al folio 1350 del expediente
administrativo que el menor se encontraba ausente de la Residencia Juan de Lanuza,
“desde el pasado 31/01/03 procediéndose a darle de baja con esta fecha (4 de febrero de
2003) ya que existe orden de fiscalía de que en caso de su localización sea trasladado a la
residencia San Jorge”, y con la misma fecha –31 de enero de 2003- un mandamiento por el
Juzgado de Menores acordando el internamiento del menor en la Sección Semiabierta en el
Centro San Jorge por el plazo de dos meses, ”de donde no podrá salir sin la autorización
expresa de este Organo Judicial”.
Quinto.- Concedido trámite de audiencia a la reclamante, compareció la Sra. I. y
solicitó, y obtuvo, copia de varios de los documentos que obran en el expediente, y A.L. en
representación de Mutua Madrileña Automovilística que dice tiene acreditada en el
expediente de responsabilidad patrimonial 4/04 ante el Departamento de Servicios Sociales
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y Familia, formuló alegaciones y, entre ellas, que “el menor se encontraba el día de los
hechos bajo la tutela de Administración demanda (sic) en un centro para Menores”, que
“nos entramos ante un claro supuesto de <<culpa in vigilando>> por parte de la
Administración demandada (sic)”, sin más precisiones al respecto, y que la entidad
aseguradora al haber abonado al asegurado el importe de los daños causados por el menor
ha sufrido una lesión en su patrimonio de 1.824 €, de la que deberá ser indemnizada, más
los intereses legales.
Sexto.- En comparecencia ante el Juzgado el día 2 de marzo de 2004, J.S. en calidad
de perjudicado en el Expediente de Reforma 131/2003, Pieza de Responsabilidad Civil nº
107/03 (folio 138 del expediente administrativo), renunció a cualquier indemnización que
pudiera corresponderle “ya que le ha pagado su Cía. Aseguradora, Mutua Madrileña”, y en
la ya citada Sentencia del Juzgado de Menores nº 71/2004, de 4 de marzo de 2004 (vid.
antecedente cuarto de este Dictamen), en su fallo también se dice: “respecto a la pieza
separada de responsabilidad Civil, se archiva por pago de la Mutua Madrileña al dueño del
vehículo”.
Séptimo.- Con su escrito de 11 de julio de 2005, que ha tenido entrada en el Registro
de la Comisión Jurídica Asesora el 13 siguiente, la Consejera de Servicios Sociales y
Familia, ha solicitado el preceptivo informe a este órgano consultivo, adjuntando, dado el
tamaño del expediente, los documentos que ha estimado adecuados para la emisión de
este Dictamen y poniendo a disposición de la Comisión Jurídica Asesora los restantes (a
este conjunto documental se denomina en el Dictamen “expediente” o “expediente
administrativo” para facilitar su elaboración y comprensión y diferenciarlo del Expediente de
Reforma). Asimismo, la citada Consejera ha unido a su escrito la propuesta de resolución,
fechada el día 6 de julio de 2005 y suscrita por la Instructora del procedimiento.
En esta propuesta se recogen los antecedentes en nueve apartados y se efectúan las
consideraciones jurídicas en dos “fundamentos de derecho”. En el primero de ellos se alude
a la normativa aplicable a los supuestos del ejercicio del derecho a reclamar
indemnizaciones por responsabilidad patrimonial de las Administraciones Públicas, y en el
segundo se examina los requisitos legalmente exigidos para que pueda estimarse
procedente asumir tal responsabilidad por la Administración ante la que se ejercite el
derecho, en ese caso ante la Administración de la Comunidad Autónoma de Aragón, que
pasan a constituir cinco subapartados de este fundamento (existe un error ordinal de
numeración): 1.- Legitimación; 2.- Efectiva realización del daño o perjuicio evaluable
económicamente en relación con una persona o grupo de personas; 3.- Que el daño o
lesión sufrido por el reclamante sea consecuencia del funcionamiento normal o anormal de
los servicios públicos, en una relación directa e inmediata de causa a efecto; 4.- Que el
daño no se hubiera producido por fuerza mayor, y 5.- Que no haya prescrito el derecho a
reclamar.
Pues bien, en la propuesta de resolución se reconoce legitimación a la Mutua
Madrileña Automovilística por aplicación de lo establecido en el articulo 43 de la Ley
5/1980, de 8 octubre, de Contrato de Seguro, constando la conformidad del perjudicado
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para el ejercicio de los derechos y acciones correspondientes al siniestro, por haber
abonado la aseguradora el importe de los daños.
En cuanto a la realidad del daño, se considera probado en el procedimiento por el
atestado 207 de la Policía, por la Sentencia del Juzgado de Menores nº 1 de Zaragoza, de
4 de marzo de 2004, y por la prueba testifical de J.S. con valoración de los daños en 1.824
€.
Por lo que respecta a la relación de causalidad, que la reclamante la fundamenta en la
concurrencia de culpa in vigilando de la Administración que tenía la tutela del menor, en la
propuesta se aduce que esta culpa es “un elemento extraño a la responsabilidad objetiva
de la Administración no cabe alegarla como causa de imputación”, ya que la tutela del
menor por la Administración “comporta una serie de deberes hacia el menor, (....) pero no
comporta actuaciones de tipo represivo o restrictivo”, por ello la utilización de alguno de los
medios de contención para impedir actos de fuga, según la normativa que se cita,
procederá “sólo cuando no exista otra manera menos gravosa para conseguir la finalidad
perseguida, proporcionales al fin pretendido, por el tiempo necesario, sin que supongan una
sanción encubierta”.
Y de los hechos que constan en el expediente administrativo se desprende que el
menor “se encontraba en ignorado paradero desde el día 31 de enero de 2003 (sic), fecha
en la que se había ausentado voluntariamente y sin la debida autorización del Centro ‘Juan
de Lanuza’ –Centro de protección y régimen abierto- donde residía por tener encomendada
su guarda en virtud de la medida de acogimiento residencial, adoptada por la Dirección
Provincial del Instituto Aragonés de Servicios Sociales, de fecha 15 de enero de 2003”,
habiéndose procedido a darle de baja en este Centro el día 31 de enero de 2003 por existir
orden de la Fiscalía para su localización e ingreso en la Residencia San Jorge. Por tanto,
se dice en la propuesta de resolución, “desde el 31 de enero de 2003, no sólo se
desconocen los factores concurrentes en la comisión del hecho delictivo del que derivaron
los daños (....) sino que evidentemente existe una total desconexión entre el funcionamiento
del servicio y la causa determinante del daño únicamente imputable a los autores del
mismo”.
Se añade en la propuesta, que no se está ante un supuesto de fuerza mayor y que el
derecho a reclamar no ha prescrito porque el plazo de un año “para presentar la
reclamación se entiende interrumpido por la incoación del procedimiento penal el día 3 de
marzo de 2003 hasta que recae sentencia definitiva el día 4 de marzo de 2004”.
Como consecuencia de los hechos y fundamentos de derecho expuestos en la
propuesta de resolución, ésta se emite en sentido desfavorable al reconocimiento de
Responsabilidad patrimonial por la Administración de la Comunidad Autónoma instado por
I.I. en representación de Mutua Madrileña Automovilística.
CONSIDERACIONES JURIDICAS
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I
El Dictamen solicitado se encuentra dentro del ámbito competencial objetivo que
legalmente tiene atribuido la Comisión Jurídica Asesora del Gobierno de Aragón, y según el
artículo 56.1.c) del Texto Refundido de la Ley del Presidente y del Gobierno de Aragón (en
lo sucesivo LPGA), aprobado por el Decreto Legislativo 1/2001, de 3 de julio, esta Comisión
habrá de emitir Dictamen preceptivo en los procedimientos que se instruyan sobre
“reclamaciones de indemnización por daños y perjuicios” cuando el importe de la
indemnización reclamada exceda de 1.000 € (art. 24 de la Ley 26/2001, de 28 de
diciembre), precepto que ha de ponerse en relación con el artículo 12.1 del Reglamento de
los Procedimientos de las Administraciones Públicas en materia de Responsabilidad
Patrimonial, aprobado por el R.D. 429/1993, de 26 de marzo.
Por corresponder a la solicitud el tratamiento procedimental de una reclamación de
indemnización por daños y perjuicios derivados de los daños producidos en un vehículo
robado por un menor tutelado por la Administración de la Comunidad Autónoma,
habiéndose subrogado la entidad aseguradora, representada por la Sra. I. en los derechos
del propietario del vehículo, corresponde la emisión del Dictamen a la Comisión
Permanente, en virtud de lo dispuesto en el artículo 64.1, en relación con el artículo 63.1,
de la LPGA.
II
Esta Comisión a la vista del expediente remitido, en el que constan parte de las
actuaciones habidas en la instrucción del procedimiento, estima procedente señalar que,
siguiendo el procedimiento general regulado en el Capítulo II del Reglamento de los
Procedimientos de las Administraciones Públicas en materia de Responsabilidad
Patrimonial, existe en esta ocasión un acto de admisión de la solicitud y ordenación de la
instrucción del procedimiento, algo infrecuente, y nombramiento de Instructora. Por lo
demás, las actuaciones habidas, según resulta del expediente, se consideran correctas. E
incluso la propuesta de resolución aparece fechada y suscrita por la Instructora, extremos
éstos también infrecuentes en su cumplimentación.
Igualmente se destaca, la numeración de los documentos enviados, cuyas hojas
aparecen foliadas, y la incorporación de un índice inicial de documentos, algo menos
infrecuente pero en modo alguno generalizado.
A su vez, también esta Comisión, precisamente a la vista del expediente remitido, ha
de pronunciarse acerca de si procede o no estimar la reclamación de indemnización
efectuada por I.I., en representación de “Mutua Madrileña Automovilística, Sociedad de
Seguros a Prima Fija”, motivada por los daños producidos por un menor tutelado,
acogimiento residencial, por la Administración de la Comunidad Autónoma, en el vehículo
perteneciente J.S. asegurado de la mencionada Mutua.
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Por mandato del artículo 12.2 del texto reglamentario, aprobado por el R.D. 429/1993,
anteriormente mencionado, se ha de concretar específicamente en este Dictamen, si
procede entrar a considerar las cuestiones de fondo, no sin antes efectuar unas
consideraciones previas sobre el carácter de la responsabilidad patrimonial de las
Administraciones Públicas, los requisitos legalmente exigidos para su reconocimiento y, de
forma especial, la existencia o no de relación de causalidad entre la actuación de la
Administración y los daños alegados, así como la antijuridicidad de éstos.
III
Esta Comisión Jurídica viene significando en sus Dictámenes que en el Derecho
español vigente y en relación con la institución de la responsabilidad patrimonial de la
Administración, el artículo 106.2 de la Constitución atribuye a los particulares el derecho a
ser indemnizados de toda lesión que sufran en cualquiera de sus bienes y derechos, salvo
en los casos de fuerza mayor, siempre que la lesión sea consecuencia del funcionamiento
normal o anormal de los servicios públicos, y se cumplan los demás requisitos dispuestos
en el Ordenamiento Jurídico, constituido a estos efectos por los artículos 139 y ss. de la Ley
de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo
Común (en lo sucesivo LPAC) y las normas con ellos concordantes, así como las que los
desarrollen, lo que constituye una garantía fundamental de la seguridad jurídica, con
entronque, como ha significado la Sentencia del Tribunal Supremo de 24 de febrero de
2004, en el valor de la justicia, pilar del Estado social y democrático de Derecho.
Como recientemente ha puesto de relieve el Tribunal Supremo en su Sentencia de 9
de noviembre de 2004 (f.d. tercero), lo que han reiterado las de 10 de febrero y 15 de abril
de 2005, “a los fines del artículo 106. 2 de la Constitución, la jurisprudencia (sentencias de
5 de junio de 1989 y 22 de marzo de 1995) ha homologado como servicio público toda
actuación, gestión o actividad o tareas propias de la función administrativa que se ejerce,
incluso por omisión o pasividad con resultado lesivo”.
A su vez, el legislador ordinario, al ejercitar la potestad de configuración de la
responsabilidad patrimonial de las Administraciones Públicas que la Constitución le
encomienda, extrae las debidas consecuencias de los principios que el concepto de
responsabilidad comporta. Así es como se ciñe la obligación de soportar el daño a la
existencia de algún elemento que extraiga del ámbito de los deberes del perjudicado dicha
carga. Con ello se integra el elemento de antijuridicidad que debe acompañar a cualquier
daño para que su producción genere por parte de aquel sujeto al que puede imputarse
causalmente la obligación de resarcirlo.
Esta Comisión de forma constante viene señalando los requisitos para una
declaración de responsabilidad patrimonial de la Administración, según consolidada
formulación doctrinal y jurisprudencial del régimen establecido por el Derecho positivo sobre
la materia (Vid. las Sentencias del Tribunal Supremo de 3 de octubre de 2000 –f.d. cuarto-;
25 de junio de 2002 -f.d. cuarto-; 22 de octubre de 2004 –f.d. tercero- y 9 de noviembre de
2004 –f.d. tercero-). Las recientes Sentencias del Tribunal Supremo de 10 de febrero y 15
de abril de 2005 –ff. de d. segundo y cuarto, respectivamente-, antes citadas, recogiendo la
jurisprudencia anterior, que citan, han sintetizado tales requisitos de la forma siguiente:
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a) La efectiva realidad del daño o perjuicio, evaluable económicamente e
individualizado con relación a una persona o grupo de personas.
b) Que el daño o lesión patrimonial sufrida por el reclamante sea consecuencia del
funcionamiento normal o anormal –es indiferente la calificación– de los servicios públicos
en una relación directa e inmediata y exclusiva de causa a efecto, sin intervención de
elementos extraños que pudieran influir, alterando, el nexo causal.
c) Ausencia de fuerza mayor.
d) Que el reclamante no tenga el deber jurídico de soportar el daño cabalmente por su
propia conducta.
IV
Al no cuestionase la legitimación de la Mutua Madrileña Automovilística para ejercitar
el derecho a reclamar, ha de examinarse si este derecho se ha ejercitado dentro del plazo
establecido legalmente.
Sobre este extremo conviene recordar que, como ha quedado recogido en los
antecedentes de este Dictamen, los daños en el vehículo robado se produjeron en la
madrugada del día 8 de febrero de 2003, hecho declarado probado por la Sentencia del
Jugado de Menores núm 1 de Zaragoza, de fecha 4 de marzo de 2004, y la reclamación de
responsabilidad patrimonial fue presentada el día 4 de octubre de 2004, pero al haber
quedado interrumpido el plazo de una año establecido en el artículo 142.5 de la LPAC para
ejercitar el derecho a reclamar por la iniciación del Expediente de Reforma en el Juzgado
de Menores el día 11 de marzo de 2003 por Auto de la misma fecha (folio 116) la
reclamación no puede tacharse de extemporánea, doctrina constante y pacíficamente
sustentada por la jurisprudencia del Tribunal Supremo de la que es un claro ejemplo la
Sentencia de 13 de octubre de 2004, por haber sustentado en su fundamento de derecho
segundo:
Como esta Sala viene declarando reiteradamente, el momento a partir del cuál se
produce el «dies a quo» del plazo anual, de conformidad con lo dispuesto en el art.
1969 del Código Civil, viene determinado «cuando no haya disposición especial que
otra cosa determine por el día en que la acción pueda ser ejercitada», de acuerdo con
la teoría de la «actio nata». De ahí que para que se inicie el plazo de prescripción sea
preciso que se conozca el alcance y la trascendencia e importancia de los daños que
puedan ser objeto de reclamación.
El cómputo se inicia cuando se conocen los efectos lesivos en el patrimonio del
reclamante, momento en el que existe ya la posibilidad de valorar su alcance y
extensión, a la vista del principio antes enunciado de la «actio nata», lo que a efectos
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de una posible exigencia de responsabilidad implica el cómputo del término para la
prescripción a partir del momento en que el perjudicado tuvo conocimiento del daño
que sufrió, plazo prescriptorio de la acción que determina que ésta se inicia al tener
cabal conocimiento del daño.
Así en Sentencia de 23 de enero de 2001 esta Sala declaró que «el cómputo del plazo
para el ejercicio de la responsabilidad patrimonial no puede ejercitarse sino desde el
momento en que ello resulta posible por conocerse en sus dimensiones fácticas y
jurídicas el alcance de los perjuicios producidos –que tiene su origen en la aceptación
por este Tribunal (sentencias de la Sala Tercera de 19 septiembre 1989, 4 julio 1990 y
21 enero 1991) del principio de «actio nata» (nacimiento de la acción) para determinar
el origen del cómputo del plazo para ejercitarla, según el cual la acción sólo puede
comenzar cuando ello es posible y esta coyuntura se perfecciona cuando se unen los
dos elementos del concepto de lesión, es decir, el daño y la comprobación de su
ilegitimidad–, de tal suerte que la pendencia de un proceso penal encaminado a la
fijación de los hechos o del alcance de la responsabilidad subsidiaria de la
Administración comporta dicha eficacia interruptiva del plazo de prescripción de un
año establecido por el artículo 142.5 de la Ley de Procedimiento Administrativo
Común ».
Por tanto, es obvio que la acción para la reclamación no había prescrito cuando se
ejercitó el derecho a reclamar, porque si en el plazo legalmente establecido con carácter
general no cupiera interrupción por la causa señalada, la consecuencia sería que no podría
ejercitarse en plazo el derecho ya que no hubiera sido posible al no conocerse, de forma
probada, el autor del hecho penalizado que, a su vez, fue causante de los daños en el
vehículo.
Aduce la reclamante que su legitimación deriva de la subrogación que la Ley del
Seguro Privado reconoce a la entidad aseguradora que abone el importe de los daños
asegurados, compensación que ha quedado probada en el expediente a efectos de la
aplicación del artículo 43 de la citada Ley, según el cual “el asegurador, una vez pagada la
indemnización, podrá ejercitar los derechos y las acciones que por razón del siniestro
correspondieran al asegurado frente a las personas responsables del mismo”, de manera
que la aseguradora pudo subrogarse en los derechos y acciones de su asegurado, el Sr. S.,
mostrándose parte en la pieza separada de responsabilidad civil abierta por el Juzgado de
Menores en el Auto de 11 de marzo de 2003, Expediente de Reforma 131/2003. Sin
embargo, en comparecencia ante el Juzgado el día 2 de marzo de 2004 (folio 136 del
expediente), el Sr. S. manifestó que si bien figuraba como perjudicado en el citado
Expediente de Reforma, Pieza de Responsabilidad Civil 107/2003, renunciaba a cualquier
indemnización que pudiera corresponderle “ya que le ha pagado su Cía. Aseguradora
Mutua Madrileña”, lo que dio lugar a que el fallo de la Sentencia, reiteradamente citada, de
4 de marzo de 2004, del Juzgado de Menores dispusiera el archivo de la Pieza (sobre la
subrogación regulada en el citado artículo 43, su relación con el artículo 780 del Código de
Comercio, y la prescripción de acciones vid. Sentencia de la Sala de lo Civil del Tribunal
Supremo de 25 de mayo de 1999).
Y es precisamente es en la Sentencia del Juzgado de Menores donde se declaran
como hechos probados que “el día 8/2/2003, a las 2,45 horas, por (sic) descubierto por la
policía local el menor conduciendo un Opel Astra mat. ......, por la calle Ibón de Plan
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de Zaragoza, acompañado de otros jóvenes no identificados (...), y en su fundamento
jurídico se afirma que “los hechos probados constituyen un delito de Robo y hurto de uso de
vehículos previsto en el artículo 244-1 y 2 del Código Penal del cual aparece como
responsable en concepto de autor, artículo 28 del mismo Código, el menores (sic) J.(....)”.
Por todo ello, si el asegurado pudo ejercer la acción indemnizatoria, esta misma
acción pudo ejercerla, por subrogación, la aseguradora, y al haber renunciado a ella el
asegurado, ahora la aseguradora pretende obtener la compensación del pago efectuado al
Sr. S. por la vía de la responsabilidad patrimonial de la Administración, alegando como
único fundamento a tal fin la culpa in vigilando de ésta, tanto en el escrito de reclamación
como en el de alegaciones en el trámite de audiencia.
Por un supuesto que guarda un considerable grado de analogía con el que ahora se
dictamina, esta Comisión emitió su Dictamen 37/2001, de 6 de febrero. En este caso el
perjudicado, que había sido parte en el proceso penal, ejercitando las acciones penal y civil,
agotadas éstas imponiendo el órgano juzgador determinadas penas y una indemnización,
en forma conjunta y solidaria, a los responsables de los hechos, calificados como causa
determinante del daño, ejercitó también el derecho a reclamar una indemnización por
responsabilidad patrimonial a la Administración al estar dos de los autores sometidos a su
tutela, lo que motivó que en la Consideración Jurídica III del Dictamen se dijera que “no
parece razonable admitir que, al margen de todo ello, pueda pretender (el reclamante y
antes acusador particular) la reparación del mismo efecto lesivo por parte de la
Administración de la Comunidad Autónoma de Aragón, que no fue parte ni, en
consecuencia, condenada en el referido proceso penal, en concepto de responsable civil
subsidiaria”.
Ahora bien, en el caso que ahora es objeto de este Dictamen, como acaba de
señalarse, hubo imposición de una “medida “de las establecidas en el artículo 7.1 de la Ley
Orgánica 5/2000, de 12 enero, que Regula la Responsabilidad Penal de los Menores, y no
hubo pronunciamiento sobre la responsabilidad civil subsidiaria exclusivamente por la
aludida renuncia del perjudicado. Aquí reside la diferencia entre uno y otro caso, pero en
cuanto a los efectos la distinción deriva únicamente de una razón subjetiva: la actuación del
perjudicado, algo ajeno a la Administración.
En relación con lo dicho, no sería adecuada en este caso la cita hecha del artículo 43
de la Ley del Contrato de Seguro si no se añadiera el segundo párrafo del mismo artículo,
pues dispone este párrafo: “El asegurador no podrá ejercitar en perjuicio del asegurado los
derechos en que se haya subrogado. El asegurado será responsable de los perjuicios que,
con sus actos u omisiones, pueda causar al asegurador en sus derechos a subrogarse”.
Volviendo al texto del Dictamen 37/2001, finaliza el de su Consideración Jurídica III
diciendo: “No obstante lo anterior, a mayor abundamiento y dada la insuficiente
coordinación de los regímenes de responsabilidad patrimonial en los órdenes judiciales
penal y contencioso-administrativo que en la actualidad tiene establecido el ordenamiento
jurídico, procede continuar el razonamiento en relación a la exigibilidad de responsabilidad
patrimonial de la Administración bajo cuya tutela se encontraban los citados menores que
participaron activamente, junto con otras dos personas, una de ellas mayor de edad, en los
hechos delictivos”. Y asumiendo este criterio también se estima procedente continuar en el
análisis jurídico acerca de la procedencia de estimar o rechazar la solicitud de
10
indemnización por responsabilidad patrimonial de la Administración de la Comunidad
Autónoma, bajo cuya tutela estaba el menor, efectuada por la representante de la entidad
aseguradora, Mutua Madrileña Automovilística.
V
En la Consideración Jurídica IV del Dictamen de esta Comisión 37/2001, al analizar el
nexo de causalidad entre el funcionamiento de los servicios de prevención, asistencia y
protección de menores de la Administración Autónoma y el resultado lesivo señaló que
“aunque en el momento de los hechos, los coautores de los mismos, estuvieran sometidos
a la tutela de la citada Administración Pública, tal circunstancia no puede producir, por sí
sólo, una automática imputación de responsabilidad, que pueda derivarse de su conducta,
en un sentido más amplio, sin atender a las circunstancias concurrentes en el caso”, y en el
considerado en este Dictamen (37/2001), en la comisión de los delitos dolosos cometidos
concurrieron “conductas de personas concretas que interfirieron en el curso normal de los
acontecimientos y constituyen la verdadera causa directa, inmediata y suficiente de los
daños en cuestión, y que interrumpen el aludido nexo causal, impidiendo la imputabilidad
del resultado lesivo a la Administración de la Comunidad Autónoma de Aragón”,
efectuándose, seguidamente, citas de las Sentencias del Tribunal Supremo de 28 de
octubre y 28 de noviembre de 1998, a las que tantas veces se han referido otras
posteriormente. La primera de estas Sentencias reitera la doctrina que vincula la
responsabilidad de la Administración a la existencia de nexo causal directo e inmediato
entre el acto a ella imputable y la lesión resarcible, precisando que el nexo “ha de ser
exclusivo sin interferencias extrañas procedentes de tercero o del lesionado”, y la segunda
acoge la tesis de la “causalidad adecuada”.
La aplicación de la doctrina legal expuesta al caso considerado condujo a esta
Comisión Jurídica a estimar “que no concurre en él el referido requisito del nexo causal;
porque el hecho de que los menores se fugaran o hubieran salido del Centro con la debida
autorización, no permitía prever en el curso normal de los acontecimientos, todo lo ocurrido
después, e incluso cabe afirmar que estos sucesos posteriores constituyen interferencias
extrañas, procedentes de los menores y de personas extrañas, que impiden admitir la
pretendida imputación de resultados”.
Al mismo tiempo, ha de reiterarse que la reclamación que es objeto de este Dictamen
se fundamenta en la culpa in vigilando de la Administración en la atención al menor
tutelado, pretendiendo que sirva de base para la atribución de una conducta que facilitó la
posterior comisión del delito por el menor y tres personas más, al parecer también menores
de edad, no identificadas por haber huido en la persecución policial, pero el simple hecho
del abandono de la Residencia “Juan de Lanuza” en el que estaba acogido el menor no es
causa suficiente para imputar a la Administración de culpa in vigilando, incluso sin
considerar, de momento, el régimen de los menores acogidos en esta, y otras, Residencias.
Pues bien, ante la comisión de delitos por personas mayores de edad internadas en
Centros Penitenciarios, los órganos del orden jurisdiccional contencioso-administrativo han
puesto de manifiesto el criterio aplicable ante peticiones de responsabilidad patrimonial de
la Administración Pública. Así sucedió con ocasión de un secuestro por un grupo terrorista
11
de una persona, en el que se invocó un funcionamiento anormal de la Administración por la
fuga de un internado en un Centro Penitenciario, al que se atribuye por las reclamantes un
papel importante en el hecho delictivo, habiendo sustentado la Audiencia Nacional en el
tercero de los fundamentos de Derecho de su Sentencia de 23 de julio de 2002, al enjuiciar
la procedencia de estimar la reclamación:
El artículo 106.2 de la Constitución Española establece que <<los particulares, en los
términos establecidos por la Ley, tendrán derecho a ser indemnizados por toda lesión
que sufran es sus bienes y derechos salvo en los casos de fuerza mayor, siempre que
la lesión sea consecuencia del funcionamiento de los servicios públicos>>. Del mismo
modo el artículo 139.1 de la Ley 30/1992, de Régimen Jurídico de las
Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común establece
idéntico derecho, dentro del sistema de responsabilidad de todas las administraciones
públicas. La responsabilidad patrimonial de la Administración, ha sido configurada en
nuestro sistema legal y jurisprudencialmente, como de naturaleza objetiva, de modo
que cualquier consecuencia dañosa derivada del funcionamiento de los servicios
públicos, debe ser en principio indemnizada, porque como dice en múltiples
resoluciones el Tribunal Supremo << de otro modo se produciría un sacrificio
individual a favor de una actividad de interés público que debe ser soportada por la
comunidad>>.
No obstante, también ha declarado de forma reiterada el Tribunal Supremo (por todas,
la sentencia de 5 de junio de 1998) que no es acorde con el referido principio de
responsabilidad patrimonial objetiva su generalización mas allá del principio de
causalidad, aun de forma mediata, indirecta o concurrente, de manera que, para que
existe aquélla, es imprescindible la existencia de nexo causal entre la actuación de la
Administración y el resultado lesivo o dañoso producido, y que la socialización de
riesgos que justifica la responsabilidad objetiva de la Administración cuando actúa al
servicio de intereses generales no permite extender dicha responsabilidad hasta cubrir
cualquier evento, lo que, en otras palabras, significa que la prestación por la
Administración de un determinado servicio público y la titularidad por parte de aquélla
de la infraestructura material para su prestación no implica que el vigente sistema de
responsabilidad patrimonial objetiva de las Administraciones Públicas convierta a
éstas en aseguradoras universales de todos los riesgos con el fin de prevenir
cualquier eventualidad desfavorable o dañosa para los administrados que pueda
producirse con independencia del actuar administrativo, porque de lo contrario se
transformaría aquél en sistema providencialista no contemplado en nuestro
ordenamiento jurídico.
Posteriormente, la misma Sentencia puso de manifiesto en el fundamento de derecho
quinto el siguiente criterio:
Sobre el fondo de la pretensión hecha valer en la presente <<litis>>, y partiendo de
que el evento dañoso es consecuencia directa de una acción terrorista, es sabido que
una línea jurisprudencial tradicional (Sentencias de 10 de marzo de 1969 y 14 de
diciembre de 1974) sostuvo que, en principio, la interferencia de un tercero excluía la
responsabilidad administrativa, pero ulteriormente (v. Gr. Sentencias de 23 de mayo y
28 de junio de 1983) se abrió una tendencia a la admisión de un concurso causal
entre el hecho de tercero y la actuación administrativa, de forma que la conducta del
12
tercero no exonera a la Administración cuando ésta ha infringido un deber de
vigilancia sobre la actividad del productor del daño, llegando a afirmar, en concreto,
que el hecho de un tercero, consistente en un atentado terrorista, no implica una
negligencia en la función de policía y vigilancia que justifique la responsabilidad
administrativa (Sentencia de 15 de noviembre de 1985), salvo que se acredite que se
produjo una cierta pasividad o conducta omisiva de las fuerzas de seguridad
(Sentencia de 31 de enero de 1996).
A su vez, es en el fundamento de derecho sexto de esta Sentencia donde se recogen
las diversas teorías sobre la causalidad, que la Sala juzgadora, al igual que ahora esta
Comisión, estimó adecuado incorporar, y lo hizo en los siguientes términos:
Así las cosas, conviene traer a colación, siquiera brevemente, las teorías existentes
sobre la causalidad. En un primer momento, en interpretación de la Ley de
Expropiación Forzosa, la jurisprudencia manejó la restrictiva <<teoría de la causalidad
exclusiva>>, que suponía que para que la Administración respondiera del daño
causado éste debería ser producido por la sola intervención de aquélla. En momento
posterior, la doctrina legal empezó a hacer uso de la <<teoría de la equivalencia de
las condiciones>>, que supone que si en cualquier supuesto de daño concurren varias
causas, de tal suerte que no se hubiese producido de faltar una sola, todas ellas han
de considerarse de igual relevancia, por lo que la obligación de indemnizar puede
imponerse a cualquiera de ellas y, por ende, también a la Administración.
Existe una tercera teoría, la de la <<causalidad adecuada>>, y con arreglo a ella el
órgano jurisdiccional selecciona entre todas las causas la que sea idónea para
generar el daño, debiendo indemnizar la Administración cuando su proceder adquiere
una relevancia especial entre todo el haz de causas. Por último, merece también ser
aludida la <<teoría de la imputación objetiva>>, en cuya virtud responderá quien haya
propiciado la situación de riesgo o peligro en la que se origina el supuesto dañoso.
Sobre esta base teórica, la Sentencia concluyó que no se había producido el nexo
causal requerido, porque orillada la <<teoría de la causalidad exclusiva>>, abandonada por
la dogmática y la jurisprudencia, ninguna de las otras teorías pueden servir para atribuir la
responsabilidad a los poderes públicos en la producción del daño.
En otro supuesto, centrado en dilucidar la existencia de nexo causal entre la evasión
de un interno que causó lesiones con arma de fuego al recurrente en vía contenciosa o bien
si ese nexo causal quedó roto por la conducta de aquél, el Tribunal Supremo en su
Sentencia de 25 de mayo de 2000, después de señalar también que la teoría de la
causalidad exclusiva estaba abandonada, y de referirse a la conducta omisiva de las
fuerzas de seguridad en el atentado terrorista de Hipercor en Barcelona, objeto de su
Sentencia de 31 de enero de 1996, citada en la de la Audiencia Nacional que ha sido
parcialmente reproducida con anterioridad, en el último párrafo del fundamento de derecho
tercero dijo:
En el caso de autos aun cuando no quepa olvidar que el hecho causante del resultado
dañoso se produjo fuera de la esfera física de actuación de la Administración
Penitenciaria, no lo es menos que tiene especial relevancia el que la propia
Administración haya admitido una negligencia grave en su actuar, negligencia que
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resulta determinante, no olvidemos que ha sido calificada de falta grave por la
Administración la conducta del funcionario encargado de la vigilancia, de que se diera
el presupuesto fáctico básico para que el recurrente en vía contenciosa fuera víctima
de la grave agresión que le perpetró el interno, evadido de la prisión de Alicante,
Antonio C., pues sin la conducta negligente determinante del anormal funcionamiento
de la Administración Penitenciaria tal evasión no se hubiera producido y, por
consecuencia, tampoco la agresión que originó los daños susceptibles de
indemnización. Por tanto en el caso de autos no cabe sino apreciar una concurrencia
de causas determinantes de una moderación en el «quantum» indemnizatorio con
cargo a la Administración en la forma que lo hace la sentencia recurrida y ello hace
que el motivo deba ser rechazado con expresa condena en costas al recurrente
conforme al artículo 102.3 de la Ley Jurisdiccional.
VI
Cuando acaba de exponerse en la precedente Consideración Jurídica, ha de ser
puesto en relación con los hechos, es decir con la situación del menor, que fue uno de los
causantes de los daños producidos al vehículo perteneciente al Sr. S.
Pues bien, en primer lugar ha de recordarse:
1. que los hechos se produjeron en la madrugada del día 8 de febrero de 2003;
2. que el menor había sido declarado en situación de “desamparo” por
resolución de la Directora Provincial en Zaragoza del Instituto Aragonés de
Servicios Sociales (IASS), de 30 de julio de 2001 (folios 171 a 173 del
expediente), y asumió “en su condición de entidad pública de protección de
menores la tutela ex lege de dicho menor”;
3. que por resolución de la misma fecha, y de la mencionada Directora, se
atribuyó el ejercicio de la guarda del menor al Director del Centro San Jorge
(folios 174 y 175);
4. que el menor fue internado en este Centro como consecuencia del Expediente
de Reforma 757/2001 y puesto en libertad al día 12 de septiembre de 2002
(folio 146 del expediente);
5. que con fecha 10 de septiembre de 2002 se acordó como medida de
protección su guarda mediante acogimiento residencial (folio 161 del
expediente);
6. que la misma Dirección Provincial, por resolución de 27 de febrero de 2003,
dispuso el cese del acogimiento familiar, permanente y remunerado, del
14
menor por la familia J./S., previo acuerdo del Consejo Aragonés de
Adopción, y con efectos de 15 de enero de 2003 (folios 164 y 165).
7. que la Dirección Provincial del IASS, por resolución de 15 de enero de 2003
(folios 161 y 162), dispuso la que la guarda del menor, derivada de la tutela ex
lege se ejerciera mediante acogimiento residencial por el Director de la
Residencia “Juan de Lanuza”;
8. que el menor se ausentó del Centro “Juan de Lanuza” el día 31 de enero de
2003 (folio 1350), por lo que no permanecía ingresado el día 7 de febrero de
2003, “debido a que estaba de baja” (folio 1349);
9. que reingresó el menor en el Centro San Jorge el día 8 de febrero de 2003, en
la Sección Semiabierta, en cumplimiento de la medida de dos meses impuesta
en el Expediente 1054/2001.
Por otra parte, algunos estos hechos han de ser puestos en relación con la
legislación aplicable a los menores y los principios que la informan: Leyes Orgánicas
1/1996, de 15 de enero, de Protección Jurídica del Menor, de modificación parcial del
Código Civil y de la Ley de Enjuiciamiento Civil, y 5/2000, de 12 de enero, que Regula la
Responsabilidad Penal de los Menores, y Ley de las Cortes de Aragón 12/2001, de 2 de
julio, de la Infancia y la Adolescencia, entre otras normas. De la lectura de las exposiciones
de motivos de las Leyes citadas se desprende la preocupación de los legisladores para que
los menores sean atendidos y protegidos y, en su caso, reeducados para su integración
social.
La citada Ley autonómica determina los principios de actuación de los poderes
públicos, que han de garantizar el respeto a los derechos de los menores y adecuar a este
respeto sus actuaciones (art. 3), e impone que su interpretación, “así como la de sus
normas de desarrollo y demás disposiciones legales relativas a la infancia y la adolescencia
debe realizarse teniendo en cuenta el interés superior del menor y de conformidad con los
tratados internacionales ratificados por el Estado español y, especialmente, de acuerdo con
la Convención sobre los Derechos del Niño, de Naciones Unidas, de 20 de noviembre de
1989” (art.4).
La misma Ley regula en su Título III la protección social y jurídica del menor,
concretando las medidas de protección y los principios de actuación (arts. 46 y 47) y es la
Sección 5ª del Capítulo III de esta Título la que está referida a la “guarda mediante
acogimiento residencial”, situación en la que se encontraba el menor desde 15 de enero de
2003, y no cabe imputar a la Administración una culpa in vigilando, máxime teniendo en
cuenta la actuación a desarrollar y los principios que la informan, a los que se alude en la
propuesta de resolución, en nada semejantes a los de un Centro Penitenciario.
Por otra parte y por todo lo expuesto, no puede sustentarse la existencia de un nexo
causal entre la participación del menor en el robo y hurto de uso del vehículo y en los daños
producidos por el accidente ocasionado al huir de la persecución policial, y la actuación de
la Administración ejerciente de su tutela y subsiguiente guarda ejercida mediante
acogimiento en la Residencia “Juan de Lanuza”, por no existir una concurrencia de
responsabilidades, ni una causalidad adecuada atribuible a la Administración, ni,
15
finalmente, puede imputarse a ésta haber propiciado una situación de riesgo o peligro que
generara el hecho que ha dado lugar a la reclamación.
Por su relación con los criterios expresados, puede concluirse esta Consideración
Jurídica con una mención a la Sentencia del Tribunal Supremo de 16 de diciembre de 1997,
de interés por la referencia que en ella se hace a los riesgos que la sociedad objetivamente
debe asumir, pero también de las condiciones requeridas para esta asunción. Pues bien,
ante la concesión de un permiso a un recluso en un Centro Penitenciario, que se reveló
como “gravemente inadecuado”, máxime teniendo en cuenta que la Audiencia que le
condenó sentó como hecho probado la comunicación con otra persona recabando
instrumentos para la comisión de hechos delictivos, la Sentencia, desde el punto de vista
objetivo, estimó el permiso como improcedente en lo que influyeron los informes
correspondientes. Es en el fundamento de derecho octavo donde, atendiendo a lo dicho en
el anterior y que en síntesis ha quedado recogido, donde se dice:
Finalmente, la obligación de soportar individualmente el daño sufrido no puede
imputarse a los perjudicados por el luctuoso suceso acaecido a un familiar cercano,
pues los riesgos que la sociedad objetivamente debe asumir en la concesión de
permisos penitenciarios, porque así lo impone la función de resocialización propia de
la pena que establece la Constitución y los compromisos internacionales asumidos
por España, no es adecuado, con arreglo a la conciencia social, que sean soportados
de manera individual por aquéllos en quienes se concretan los resultados dañosos de
los inevitables fracasos penitenciarios, sino que deben ser compartidos en virtud de
un principio de solidaridad por el conjunto de la sociedad que sufraga el presupuesto
público.
Debe notarse que, con ello, no se reprocha la existencia de fracasos en la concesión
de los permisos, que tienen carácter inevitable en una política penitenciaria adecuada
a los postulados constitucionales, ni mucho menos se afirma que el fracaso de un
permiso es producto por su mera existencia de una actuación profesionalmente o
funcionarialmente inadecuada por parte de los encargados de administrar la difícil
política penitenciaria, sino solamente que el riesgo que la sociedad conscientemente
asume para intentar lograr la resocialización de los penados -o, cuando menos, para
evitar que su aislamiento social repercuta negativamente en su personalidad- debe
ser soportado por el conjunto de los ciudadanos.
A ello no obsta, como supone el Abogado del Estado, que el moderno derecho arbitre,
cada vez con mayor profusión y eficacia, mecanismos de resarcimiento para las
víctimas de delitos violentos. Esta Sala ha dicho ya en más de una ocasión
(Sentencias de 12 marzo 1991 y 20 mayo 1996) que los mecanismos específicos de
resarcimiento no sólo no son ajenos a la responsabilidad patrimonial de la
Administración, sino que incluso, en caso de contemplar conceptos diversos o ser
insuficientes, son compatibles con las normas generales sobre responsabilidad
patrimonial y, por otra parte, existe una relación que no ha pasado inadvertida a la
doctrina española entre los mecanismos de solidaridad social y los de reparto de
riesgos que la responsabilidad objetiva de la Administración comporta. Finalmente,
debemos subrayar que, como ha quedado razonado en párrafos anteriores, la
obligación de la sociedad de asumir los daños derivados del fracaso de los permisos
penitenciarios y la consiguiente responsabilidad patrimonial de la Administración sólo
16
se produce cuando es posible demostrar, como en el caso enjuiciado ha ocurrido, que
la comisión de los hechos dañosos tenía relación con una peligrosidad del penado
anterior a la salida del establecimiento penitenciario que objetivamente pudo ser
apreciada y no lo fue por las autoridades penitenciarias.
Sin embargo, entre el supuesto enjuiciado en esta Sentencia y el que se dictamina
existen, como ha quedado evidenciado, diferencias esenciales, al tratarse de un menor en
acogimiento residencial, no sujeto en el momento en que abandonó la Residencia Juan de
Lanuza ni en el de la producción del daño al vehículo a medida alguna de las susceptibles
de ser impuestas a los menores (art. 7 de la L.O. 5/2000), ni se ha demostrado que la
comisión de los hechos tenía relación con una peligrosidad del menor que objetivamente
pudiera se apreciada, y aunque así hubiera sido la situación del menor en situación de
desamparo y con acogimiento residencial en un Centro de Protección de Menores (arts. 59
y 66 y ss. de la Ley autonómica 12/2001, de 2 de julio), lo que ratifica el criterio sustentado
acerca de la inimputablidad a la Administración de la Comunidad Autónoma de
responsabilidad patrimonial por ser totalmente ajena en la prestación del servicio de
acogimiento residencial en uno de sus Centros a la comisión de hechos que fuera de tales
Centros puedan cometer quienes estén acogidos en ellos.
Por cuanto antecede, la Comisión Permanente de la Comisión Jurídica Asesora del
Gobierno de Aragón emite el siguiente DICTAMEN:
“Por las razones vertidas en el cuerpo de este Dictamen, y de conformidad con la
propuesta de resolución, no procede estimar la solicitud de indemnización formulada por
I.I., en representación de Mutua Madrileña Automovilística, Sociedad de Seguros a Prima
Fija, por los daños causados al vehículo propiedad de J.S., marca Opel, modelo …,
matrícula …, en cuyo robo participó el menor J. tutelado por la Administración de la
Comunidad Autónoma y acogido en la Residencia “Juan de Lanuza”.
En Zaragoza, a veinte de septiembre de dos mil cinco.
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