CAPÍTULO VEINTINUEVE EL ESTADO INTERMEDIO

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CAPÍTULO VEINTINUEVE
EL ESTADO INTERMEDIO
En referencia a la enseñanza de la Biblia sobre las “últimas
cosas,” es usualmente hecha una distinción entre el fin del mundo como
tal (escatología general) y el destino de los individuos (escatología
personal). El objeto de este capítulo cae dentro de la última categoría.
El asunto específico es este: ¿Exactamente qué es lo que le pasa a los
seres humanos después que ellos experimentan la muerte física? Sabemos
que al final habrá una resurrección de la muerte, un juicio final, y una
eternidad ya sea en el cielo o en el infierno. ¿Pero qué acerca del
estado intermedio entre el momento de la muerte de un individuo y el
momento de la resurrección? Esta es la pregunta del “estado intermedio.”
En respuesta a ello dividiremos los materiales en dos secciones
principales: la realidad del estado intermedio, y la naturaleza de él. En
otras palabras, ¿hay tal estado intermedio? Si es así, ¿a qué es similar?
I. LA REALIDAD DEL ESTADO INTERMEDIO
Un verdadero estado intermedio involucra la existencia después de
la muerte de la persona individual, que está consciente de su condición,
de lo que lo rodea, y del paso del tiempo. Para los creyentes involucra
un conocimiento del hecho que su salvación no está aun completa, y una
anticipación de su consumación aun futura. ¿La muerte física nos conduce
a un estado tal? Aunque algunos lo niegan, en mi juicio la Biblia enseña
que este estado intermedio es una realidad.
A. La Negación de un Estado Intermedio
Antes de observar los datos bíblicos que afirman la existencia
intermedia del individuo, explicaremos el por qué muchos lo niegan y las
alternativas que ellos sugieren.
I. El Punto de Vista de la Extinción/Regeneración
La razón más obvia del por qué unos rechazan la existencia
intermedia es que ellos niegan la realidad del alma o del espíritu como
una entidad que puede existir separada del cuerpo. Puesto que no existen
tales entidades (dicen ellos), y puesto que la condición total del
individuo es una función del cuerpo físico, cuando el cuerpo muere la
persona deja sencillamente de existir. Cooper (107-108) llama a esto el
punto de vista de la extinción/regeneración. Esto es, cuando el cuerpo
muere la persona es aniquilada en su totalidad y se vuelve inexistente.
Entonces más tarde, en el tiempo de la resurrección de todas las
personas, Dios simplemente regenerará a cada persona en la forma corporal
final. Entonces hay un periodo intermedio entre la muerte y la
resurrección, pero no un estado intermedio para los individuos.
Este es generalmente el punto de vista de aquellos grupos o cultos
que tienen un punto de vista del hombre de los monismos materialistas, en
este caso, los que niegan los que niegan la existencia de un alma o
espíritu. Un ejemplo es los Testigos de Jehová que siempre han
argumentado que el hombre no tiene “alma inmortal,” una entidad
espiritual que sobrevive a la muerte (“Let God Be True,” 66-75). Aunque
ellos algunas veces hablan del estado entre la muerte y la resurrección
como un “sueño de muerte” (ibid., 275), no es un sueño verdadero puesto
que ningún aspecto del hombre continua existiendo en el asunto de tal
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sueño. (Ver sus publicaciones, What Do the Scriptures Say About “Survival
After Death”?)
Los Adventistas del Séptimo Día tienen un punto de vista similar,
resumido así: “El alma no tienen existencia consciente apartada del
cuerpo. No hay texto que indique que el alma que el alma sobrevive al
cuerpo como una entidad consciente” (Seventh-day Adventists Believe, 83).
Cuando ellos describen el estado de la muerte como “un sueño” y como “un
estado de inconsciencia” (ibid., 352-353), esto es malentendido puesto
que tanto el dormir como la inconsciencia implican la existencia de un
ser o entidad metafísica que continua existiendo después que el cuerpo
muere. Pero esto es la misma cosa que niegan los Adventistas. Aun el
espíritu que regresa a Dios (Ecl 12:7) es solo “la chispa de vida” o “el
principio de vida” compartido por igual por los seres humanos y los
animales, dicen ellos (ibid., 353).
Un autor de la restauración que sostiene ese punto de vista es
Curtis Dickinson. Como un monista materialista él niega la existencia de
un alma separable del espíritu (Inmortality, 7-10). Entonces “la muerte
no es algo que pase solo en el cuerpo, dejando el ‘tú real’ mientras aun
vive. El estado de la muerte aplica a la totalidad del hombre” (ibid.,
10). La única “vida después de la muerte” es la concedida por medio de la
resurrección del cuerpo (“Gateway,” 1-2).
El filosofo cristiano Bruce Reichenbach sostiene un punto de vista
similar. La Biblia, dice él, enseña un monismo antropología,” con
“ninguna existencia interior continua en si misma o alma” (180-181). En
tal punto de vista monista nada “sobrevive a la muerte” (97); nada sobre
el individuo existe “en tiempo objetivo entre la muerte de alguien y su
regeneración” – un término que él prefiere a la resurrección (176, 181).
Esto es, “la persona humana individual” no existe durante este
intermedio. Él deja de existir en su muerte, y empieza a existir de nuevo
en su regeneración” (182). “En el intermedio no hay consciencia, porque
no hay individuos que sean conscientes” (185). Reichenbach distingue con
rectitud este punto de vista del alma que duerme.
Un ejemplo final es John Hick, que dice que el punto de vista del
hombre que prevalece en muchos círculos es “que él es una unidad psicofísica indisoluble” (en este caso, monista), donde “no hay lugar para la
noción de un alma en distinción del cuerpo; y si no hay alma en
distinción del cuerpo, allí no puede haber duda de la supervivencia del
alma a la muerte del cuerpo.” En tal punto de vista de la vida después de
la muerte viene solo por medio de la resurrección del cuerpo (Death,
278). Esto, dice Hick, es el punto de vista de Pablo: una persona llega a
extinguirse en la muerte, pero Dios por su poder “lo resucita, o lo
reconstituye o lo regenera” (278-279).
Este punto de vista de extinción/regeneración debe ser rechazada
completamente, puesto que está basado en un punto de vista falso
(monismo) de la naturaleza humana. Como hemos visto en el capítulo seis,
el hombre es una dualidad de cuerpo y alma/espíritu. Lo último no
sobrevive en existencia consciente, sin cuerpo después de la muerte, como
será visto más adelante. El libro de Cooper, Body, Soul, and Life
Everlasting, es una refutación minuciosa de este punto de vista falso.
2. El Punto de Vista del Alma Dormida
Una segunda forma de la negación de un estado intermedio es el
punto de vista conocido como el alma dormida. De acuerdo a esta idea, el
alma sobrevive a la muerte y continua existiendo en el intermedio entre
la muerte y la resurrección, pero existe en un estado de inconsciencia o
dormida. Entonces no tiene percepción de su condición, de lo que le
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rodea, o del paso del tiempo. En la propia percepción subjetiva del
individuo el pasa directamente de la muerte al momento de la
resurrección.
El concepto del alma dormida fue adoptado por muchos en la
Reformación Radical del siglo dieciséis (incluyendo a Carlstadt,
Westerburg, y a muchos Anabaptistas) como una forma de actuar en contra
de la doctrina Católica del purgatorio (Williams, 24, 104-106). Algunas
veces llamado psicopaniquismo, este punto de vista etiquetado con más
precisión con psicosomnolencia, o “el dormir inconsciente del alma...al
pendiente de la resurrección” (ibid., 582-583).
Martin Luther expresó en ocasiones su apoyo a este punto de vista.
Mientras que aceptaba el concepto dualista de la muerte como la
separación del alma y del cuerpo, y la existencia incorpórea continua del
alma hasta el regreso de Cristo, él “entiende por lo general la condición
entre la muerte y la resurrección como un sueño profundo y sin
sobresaltos con nuestra consciencia y sentimientos.” Con algunas
excepciones, en el Día Final “Cristo despertará al hombre...del sueño de
la muerte y solo entonces le dará bienaventuranzas.” Debido a esta
intervención en el sueño, el individuo no experimenta un estado
intermedio sino que él mismo experimenta como llega el fin del mundo en
el momento de la muerte (Althaus, 414-416).
Un ejemplo moderno del alma dormida es Oscar Cullmann, quien dice
que después de la muerte “el hombre interior...continua viviendo con
Cristo en el estado transformado, en la condición de sueño.” Este estado
de sueño da a la muerte un “tiempo de consciencia” diferente, acortando
entonces el periodo intermedio para ellos (“Inmortality,” 44-45).
Desde una perspectiva positiva es bueno que el punto de vista del
alma dormida no niega el punto de vista bíblico (dualista) del hombre,
como lo hace el punto de vista anterior. También, intenta tomar con
seriedad muchas referencias de la Biblia a la muerte como un tipo de
sueño. En el AT “él durmió con sus padres” era una forma común de decir
“él murió” (por ejemplo, 1 Rey 2:10; 11:43; 15:24; ver Hechos 13:36).
Daniel 12:2 describe a la muerte como “los que duermen en el polvo de la
tierra” (ver Mt 27:52). Cuando Lázaro murió Jesús dijo, “Nuestro amigo
Lázaro duerme” (Juan 11:11). Cuando Esteban fue apedreado hasta morir “él
durmió” (Hechos 7:60). Pablo habla de la muerte como un estado de sueño
(1 Cor 11:30; 15:6,18,20,51; 1 Tes 4:13-15; 5:10).
A pesar de este lenguaje bíblico, el problema más grande con el
punto de vista del alma dormida es que la Biblia describe también la
muerte como estar en un estado de consciencia, como será visto más
adelante (por ejemplo, Lucas 16:19; Fil 1:23; Apoc 6:9-10). En vista de
esta última enseñanza parece mejor considerar la referencia a la muerte
como un estado de sueño como el ser un forma eufemista, figurada para
referirse a un evento desagradable. Es una figura apropiada, ya que desde
la perspectiva que tiene la vida del cuerpo de una persona muerta tiene
la apariencia de un ser dormido. Es también teológicamente apropiado
llamar a la muerte un sueño, puesto que es solo temporal, una
anticipación de un “despertar” en la resurrección; y puesto que desde la
perspectiva de Dios él es capaz de levantarse de nuevo de la muerte a la
vida nosotros podríamos levantarnos como la niña dormida (ver Marcos
5:35-42; Juan 11:11-14,43-44).
3. El Punto de Vista de la Resurrección Instantánea
Un tercer punto de vista que niega un estado intermedio es el
concepto de la resurrección instantánea, o el punto de vista que tan
pronto como una persona muere él recibe su cuerpo de resurrección final.
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En otras palabras, hay un periodo de tiempo en la que alguien existe en
un estado intermedio o incorpóreo. Hasta la muerte uno existe en el
cuerpo de carne actual, pero en el punto de la muerte es vestido con su
nuevo cuerpo.
Algunos que sostienen este punto de vista podrían creer en la
existencia del alma como una entidad espiritual separable (en este caso,
la antropología dualista); ellos justamente creen que el alma es siempre
incorpórea. Otros que sostienen este punto de vista tienen un concepto
monista de la naturaleza humana. El punto de vista de la resurrección
instantánea los capacita a negar la existencia de un alma separable y al
mismo tiempo afirmar que la continuidad de la existencia personal no es
interrumpida por la muerte. Ejemplos de esto último son Murray Harris
(140) y W.D. Davies (317-318).
Algunos que sostienen este punto de vista y entonces niega el
estado intermedio o la condición de la existencia humana, no niegan en
realidad un periodo intermedio entre la muerte y la segunda venida de
Cristo. Ellos simplemente dicen que los individuos no existen en el
estado “desnudo” durante ese tiempo. Sus pensamientos están usualmente
basados en una interpretación particular de 2 Corintios 5:1-10. Un
ejemplo es Harris, quien dice que en este texto Pablo enseña “que entre
la destrucción de esta morada terrestre (cuerpo) y la provisión de una
morada celestial (cuerpo) no habría un “intervalo falta de morada” (9899). Harris aun usa la expresión “estado intermedio,” pero él se está
refiriendo al periodo intermedio entre la muerte del individuo y el
regreso de Cristo, en vez de un estado de separación del cuerpo durante
este periodo (133-142).
A mi juicio esta versión de la resurrección instantánea debe ser
rechazada como imperfectamente exegética y teológica. Un problema
principal es su falta de exégesis de 2 Cor 5:1-10, un pasaje que será
discutido en la siguiente sección. Otro problema es que este punto de
vista dice que aunque no obstante que los creyentes reciben sus nuevos
cuerpos en el momento de la muerte, ellos deben aun esperar por el futuro
regreso de Cristo. Sin embargo, el NT conecta consistentemente la
resurrección corporal de los creyentes y de los no creyentes con la
segunda venida de Cristo. Erickson (Theology, 1188) señala que la
separación de la recepción de nuestros nuevos cuerpos desde el futuro
retorno de Cristo contradice textos tales como Juan 5:25-29; Fil 3:20-21;
y 1 Tes 4:16-17. Cooper dice que 1 Tes 4:13-18 enseña que “los creyentes
serán levantados al mismo tiempo – en la segunda venida,” y él sugiere
que los que sostienen el punto de vista de la resurrección inmediata
deben simplemente rechazar este texto como una enseñanza errónea (137).
Él señala también que 1 Corintios 15 (en este caso, los vers 22-23,51-52)
conecta la resurrección de todos con el retorno de Cristo (139). En Fil
3:20-21 la segunda venida de Cristo y nuestra transformación corporal
“comparte el mismo futuro”; lo mismo es verdad en Rom 8:18-23 (153).
Una segunda versión de esta resurrección instantánea busca evitar
el problema precisamente discutido al apelar a una diferencia cualitativa
entre el tiempo y la eternidad. Los que sostienen esta versión del punto
de vista no niegan solo un estado intermedio sino también un periodo
intermedio de tiempo entre una muerte individual y los eventos del
retorno de Cristo fin del tiempo, la resurrección general, y el juicio
final. Cuando uno muere, él sencillamente “va a dormir” en su antiguo
cuerpo e inmediatamente “despierta” en su nuevo cuerpo en el Día Final.
La supuesta distinción entre el tiempo y la eternidad (dicen ellos) hace
que pase entonces. Hasta el punto de la muerte existimos en el área del
tiempo y espacio creado, pero cuando morimos “entramos a la eternidad” y
entonces ya no somos más esclavos del tiempo. Como lo pone Norman
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Anderson, “Cuando morimos pasamos de un espacio de tiempo continuo a un
área donde el tiempo es fundido en la eternidad, así que podría no ser
cierto que los que mueren en Cristo estén de inmediato con él, en sus
cuerpos de resurrección, en el Advenimiento – lo que, mientras que aun es
futuro para aquellos de nosotros que aun estemos vivos en ese tiempo, ¿es
para ellos ya una realidad presente?” (33).
En defensa de la posibilidad de este punto de vista Emil Brunner
dice que no necesitamos distinguir entre el día de nuestra muerte, que
existe en el tiempo, y el día del retorno de Cristo, que existe en la
eternidad.
Aquí en la tierra hay un antes y un después y los intervalos de tiempo que abarcan
siglos o aun milenios. Pero por otra parte, en el mundo de la resurrección, en la
eternidad, no hay muchas divisiones de tiempo, de este tiempo que es perecedero. La
fecha de la muerte difiere para cada hombre, porque el día de la muerte pertenece a
este mundo. Nuestro día de resurrección es el mismo para todos y no obstante no está
separado del día de la muerte por intervalos de siglos – porque estos intervalos de
tiempo están aquí, no allí en la presencia de Dios, donde “mil años son como un
día.” (Hope, 152).
Debido a esta diferencia entre “lo terrenal temporal y lo eterno
celestial,” entrar en la presencia de Cristo ”no es en el momento
inmediato después de la muerte. Porque en el mundo eterno no hay
siguiente momento. En la muerte el mundo del espacio y el tiempo
desaparecen” (Hope, 153). “Tal vez los eventos que yacen a una distancia
el uno del otro en el tiempo no están separados desde el punto de vista
de la eternidad, sino simultáneos en el eternal Ahora” (Brunner,
Dogmatic, III:393).
En su exposición de 2 Cor 5:1-10 William Baker sugiere un punto de
vista similar. “La ausencia de un estado intermedio” entre la muerte y la
resurrección es entendible si podemos ver más allá de “las restricciones
del tiempo de la existencia humana,” dice él. “Si Dios mismo está fuera
del tiempo, sin restricciones por parte de él (2 Ped 3:8). Justo como él
está arriba y más allá del universo mismo, ¿por qué las personas después
de la muerte permanecerían necesariamente restringidos por él?” (201).
Podemos excluir la necesidad de “un intervalo de espera o un estado
intermedio de algún tipo” entre la muerte y el juicio, debido a que “los
factores de tiempo pierden su relevancia en la muerte” (218).i
Este acercamiento total del estado intermedio debe ser rechazado
porque la distinción supuesta entre el tiempo y la eternidad sobre la que
descansa simplemente no existe. Primero que nada, aun si hubiera tal
distinción entre el Dios eterno y el tiempo creado, esto no tendría
efecto sobre nosotros cuando morimos. Esto es así porque cuando morimos
no “entramos a la eternidad,” en este caso, no entramos en la dimensión
divina (eterna), sino en la dimensión de los espíritus creados, la
creación invisible en la que habitan los ángeles naturalmente. Este es el
“cielo” atestiguado por Juan en el libro de Apocalipsis mientras la
cámara del trono de Dios, en el que la presencia de Dios existe como una
theophany espiritual permanente (ver cap 5), y donde el Cristo levantado
existe ahora en su cuerpo humano glorificado. Este es el dominio en donde
entrar nuestros espíritus en el momento de la muerte (Apoc 6:9-10; 15:14; 20:4). No es un dominio “eterno,” sino que es solo apenas una parte de
la creación temporal como lo es el universo espacio-tiempo en el que
vivimos antes de la muerte. En ese “cielo” estaremos aun completamente
atados por las limitaciones del tiempo. Es imposible por él ser
diferentes de los seres creados de cualquier tipo. Pensar diferente es
eliminar la distinción entre el Creador y la criatura y divinizar al
hombre.
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En segundo lugar, el concepto de eternidad presupuesta por esta
versión del punto de vista de la resurrección instantánea no existe
incluso en Dios mismo. La noción de eternidad o simultaneidad encuentra
un teísmo clásico no tiene absolutamente bases en la Biblia (ver págs.
74-76; ver GC, 259-263; GRe, 484-486). Dios mismo existe eterna y
conscientemente a lo largo de una línea de tiempo en donde, el ahora, y
el después son reales en su consciencia y experiencia. Así aun si la
muerte iba a entrar en la misma dimensión divina (lo cual no es), no
entraría en una esfera eterna donde todos los eventos están comprimidos a
un “eterno Ahora.”ii
En esta sección hemos explicado y rechazado tres intentos para
negar la existencia de un estado intermedio entre la muerte y la
resurrección: el punto de vista de la extinción/regeneración, el punto de
vista del alma dormida, y el punto de vista de la resurrección
instantánea. Cada una de estas posiciones tiene sus propios problemas, y
todos ellos son inconsistentes con los datos que serán discutidos
enseguida.
B. La Afirmación Bíblica de un Estado Intermedio
La razón principal por la que la mayoría de los cristianos a través
de las épocas han sostenido un concepto de un estado intermedio entre la
muerte y la resurrección es que la Biblia contiene testimonio abundante
para sostener tal concepto. En esta sección examinaremos un número de
textos que afirman dos puntos básicos: primero, que el individuo continua
existiendo en un estado de consciencia personal después de la muerte; y
segundo, que ellos existen en este estado como almas sin cuerpos.
En 1 Sam 28:11-19 Dios permitió que el profeta Samuel hablara al
rey Saúl no obstante que Saúl había muerto (vers 3). El hecho que él
conversó con Saúl implica su existencia consciente continua. Su
apariencia visual (la adivina lo describió como “un hombre anciano...
cubierto con un manto,” vers 14) no refleja necesariamente el estado de
su existencia en este punto, porque está era con probabilidad una forma
dada a él por Dios para esta única ocasión.
La apariencia de Moisés y de Elías en el evento de la
transfiguración de Cristo (Mt 17:3) es similar. Ellos conversaron con
Jesús, mostrando su existencia consciente continua. La forma visible
vista por Pedro, Santiago, y Juan de nuevo no correspondería
necesariamente a su condición en el “lado contrario,” ni sugieren que
ellos ya habían recibido sus nuevos cuerpos glorificados (contra Baker,
201). Los espíritus angelicales sin cuerpo tienen formas visibles (Apoc
4:4-8; 8:2; 22:8), sugiriendo que sus propias almas en sí mismas tienen
formas a la imagen de nuestros cuerpos. Que Moisés y Elías aparecieron
“en gloria” (Luc 9:31) significa que ellos estaban reflejando la gloria
del Cristo transfigurado (Mt 17:2; Mr 9:2-3; Luc 9:29,32) no que ellos
tuvieran cuerpos glorificados. (Ver Cooper, Body, 122-124.)
En Mt 10:28 Jesús exhorta, “Y no temáis a los que matan el cuerpo,
más el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede matar el
alma y el cuerpo en el infierno.” Esto no habla directamente de un estado
intermedio, pero muestra con claridad que el alma está separada del
cuerpo y que continua existiendo aparte del cuerpo después de la muerte
física.
Lucas 16:19-31 habla de la historia del rico y Lázaro, ambos
murieron y continuaron en una existencia consciente en lo que es
obviamente un estado intermedio (Cooper, 124-125). Descartar la
importancia de este pasaje como “una parábola, una historia personal”
(Baker, 201) falla en el asunto. Ciertamente todas las parábolas de Jesús
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son ficticias en que ellas no se refieren a algunos individuos
específicos o a eventos históricos, pero cada parábola refleja una
situación realista (por ejemplo, una fiesta de bodas, una oveja perdida,
sembrar y cosechar), no un mundo de fantasía. Aun si Lázaro y el rico
fueran personas no reales, las circunstancias descritas en la historia
deben reflejar la realidad de la vida después de la muerte; de otra forma
Jesús nos ha confundido (contra Cooper, 126). Entonces por lo menos Jesús
está confirmando el hecho de que la muerte existe en un estado intermedio
de consciencia. La referencia a las partes corporales (ojos, dedos,
lengua – vers 23-24) no implican la posesión actual de cuerpos, dado que
(como es anotado antes) aun nuestros espíritus tienen una forma similar a
nuestros cuerpos.
Lucas 23:42-43 registra la oración del ladrón, “Y dijo a Jesús:
Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De
cierto te digo que hoy (viernes) estarás conmigo en el paraíso.” Este
texto sugiere tanto la conciencia como la separación del cuerpo después
de la muerte. El mismo concepto de Paraíso implica un estado de bendición
(Hoekema, Bible, 103), ¿pero puede ser una bendición si no es
experimentado conscientemente? También, que Jesús prometió al ladrón que
él estaría con Jesús ese mismo día implica la existencia consciente
excluyendo el alma dormida, “¿cuál sería el punto de decir estas palabras
si el ladrón después de morir estuviera totalmente inconsciente de estar
con Cristo en el Paraíso?” (ibid.)
La promesa de Jesús al ladrón muestra también que la existencia del
Paraíso es un estado separado del cuerpo. Esto es sugerido por el hecho
que Cristo mismo en el Paraíso estaría en un estado separado del cuerpo,
puesto que su resurrección no ocurriría hasta el domingo. Por lo tanto el
ladrón también estaría en una condición de separación del cuerpo en el
Paraíso.
Poco tiempo después de su promesa al ladrón y justo antes que él
muriera, Jesús “clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo
mi espíritu” (Lucas 23:46). En Hechos 7:59 Esteban hace una acentuación
similar mientras él estaba siendo apedreado hasta morir: “Señor Jesús,
recibe mi espíritu.” Estos textos muestran que el espíritu continua
existiendo después de la muerte del cuerpo. En vista de la promesa que
Jesús había hecho al mismo ladrón, en Lucas 23:46 él debe haber dado a
entender que su propio espíritu estaría ahora existiendo en un estado de
consciencia en comunión con el Padre, al igual que el ladrón estaría en
comunión con él. El hecho de que tanto Jesús como Esteban se refieran
solo a su espíritu sugiere que sus espíritus estarían existiendo en este
estado de comunión aparte de sus cuerpos.
En Fil 1:21-24 Pablo declara que él es feliz de “quedar en la
carne” para el bien del servicio a Cristo en esta vida; pero hasta el
grado de que sus propios deseos personales son afectados, él preferiría
mucho “partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor.” Como él lo
resume, “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (vers
21). La conexión gramatical cercana entre partir y estar con Cristo
muestra “que en el momento de partir o morir, que en ese mismo momento él
estará con Cristo,” no dormido o inexistente (Hoekema, Bible, 103-104).
“¿Por qué cómo podría el alma dormida o inexistente estar “mucho mejor”
que en el estado presente, en la que él tiene consciencia, aunque
imperfecta, en comunión con Cristo?” (ibid., 104).
Un texto muy importante para entender el estado intermedio es 1 Tes
4:13-18. Aquí Pablo dice que los cristianos que viven no deben estar
tristes por los cristianos que “están dormidos,” porque cuando Jesús
regrese “Dios traerá con Jesús a los que durmieron en Él.” En ese tiempo,
“los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que
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vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados junto con ellos en
las nubes para recibir al Señor en el aire para recibir al Señor.” Este
texto muestra dos cosas significativas sobre el estado intermedio. En
primer lugar, los cristianos muertos están ahora en la presencia de
Cristo, puesto que en su segunda venida él traerá Dios con Jesús (vers
14). Esto simplemente confirma la conclusión ya obtenida de Lucas 23:4243; Hechos 7:59; y Fil 1:21-24. (Ya hemos visto que la descripción de la
muerte como dormir no implica un estado de inconsciencia.) En segundo
lugar, cuando los cristianos mueren y entran a la presencia de Cristo,
ellos permanecen en un estado desencarnado hasta la segunda venida, lo
cual es un evento posterior. El versículo 15 establece con claridad que
el tiempo del retorno de Cristo es el tiempo cuando “los muertos en
Cristo resucitarán,” en este caso, recibirán la resurrección de sus
cuerpos. Este texto entonces descarta el punto de vista de la
resurrección instantánea.
En Heb 12:22 se nos dice que todo cristiano es un habitante y un
ciudadano del Monte de Sion, la ciudad del Dios viviente, la Jerusalén
celestial (ver Fil 3:20). La ciudadanía completa de este dominio
espiritual incluye “millares de ángeles,” más todos los miembros de la
“congregación de los primogénitos,” más “Dios, el Juez de todos,” y a
“Jesús el Mediador del nuevo pacto” (Heb 12:22-24). Lo más significativo
para nuestro propósito actual, el circulo de comunión en el que participa
todo cristiano incluye “los espíritus de los justos hechos perfectos”
(vers 23). Esta frase confirma la realidad de un estado intermedio. “los
justos” se refiere a todos los santos, en el AT y en el NT. “Hechos
perfectos” se refiere a su total santificación, donde es garantizada solo
en la muerte; entonces la frase describe a los santos que ya han muerto.
Que ellos son referidos solo como espíritus es una prueba clara de que
después de la muerte ellos existen en un estado desencarnado, como
espíritus desnudos esperando la resurrección de sus cuerpos. Que los
espíritus justos son parte de la ciudadanía total de la Jerusalén
celestial, conectada junto con los ángeles, la iglesia sobre la tierra,
Dios el Padre, y Jesucristo, implica que ellos están existiendo total y
completamente consciente, y en comunión completa con todos los otros.
Otro texto es 1 Ped 3:18-20, que dice que después de que Jesús fue
puesto a la muerte fue “vivificado en espíritu; en el cual también fue y
predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo
desobedecieron.” Este es un pasaje notoriamente difícil, pero parece
confirmar un estado intermedio en dos formas. En primer lugar, habla de
Jesús (en su naturaleza humana), como estando “vivificado en espíritu” en
el breve tiempo entre su muerte y resurrección. Su espíritu humano fue
separado de su cuerpo (ver Lucas 23:46) y fue capaz tanto de tener
comunión con los santos muertos en el Paraíso (Luc 23:42-43) y para
anunciar su victoria sobre el pecado y la muerte al perdido en el Hades.
En segundo lugar, “los espíritus encarcelados” probablemente se refieren
a los impíos muertos; y la frase muestra que en la muerte ellos existen
solo como espíritus (sin cuerpo), y que ellos están conscientes ya que
ellos son la audiencia para la proclamación de Cristo.
Que los espíritus de los muertos en pecado están ahora “en prisión”
podría ser explicado por 2 Ped 2:9, que dice que “sabe el Señor librar de
tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados
en el día del juicio.” La frase “para [eis, para, hasta] el día del
juicio” muestra que Pablo está refiriéndose al injusto en su estado de
muerte porque él dice que su condición persiste todo el tiempo hasta el
día del juicio. Que ellos están conscientes es visto por el hecho que
ellos están experimentando castigo. Este castigo debe ser una experiencia
intermedia puesto que precede al día del juicio (Hoekema, Bible, 102). Lo
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que Pedro dice aquí es consistente con la descripción de Jesús de la
condición del rico en el Hades (Lucas 16:19-31).
Una de las referencias más claras al estado intermedio es Apoc 6:910. Aquí dice Juan que él “vio bajo el altar las almas de los que habían
sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que
tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y
verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la
tierra?” Los descritos aquí son ciertamente espíritus desencarnados que
están totalmente conscientes y que están experimentando el paso del
tiempo en anticipación al día final. Que estas son las almas de los
muertos son establecidos específicamente (vers 9,11). Que ellos son solo
almas y no personas encarnadas es claro de la especificación de Juan de
que ellos son las almas de las personas que habían sido martirizadas. Él
no está diciendo que ellos son simplemente algunas personas sino en vez
de esto las almas de aquellas personas. Que ellos están conscientes en el
flujo del tiempo con el día del juicio estando aun en el futuro es visto
en su pregunta, “¿Hasta cuándo?”
Algunos dicen que la descripción del estado intermedio de la muerte
no es real, sino que es solo una visión simbólica presentada a la mente
de Juan. Esta objeción falla en hacer la distinción apropiada en el libro
de Apocalipsis entre la realidad de la misma cámara del trono celestial
(en este caso, los caps 4,5) y las revelaciones simbólicas hechas
conocidas a Juan mientras él estaba allí. Las almas y el altar bajo el
cual ellas descansaban son parte de lo anterior. Otras referencias al
altar muestran que este es el caso: 8:3,5; 9:13; 14:18; 16:7. El altar es
real, y las almas son reales (ver Apoc 20:4).
En referencia al estado intermedio el texto más significativo es 2
Cor 5:1-10. Un asunto principal al que Pablo parece estar dirigiéndose
aquí es una ansiedad sobre la muerte que guía a algunos a desear
continuar en esta existencia terrenal presente tanto como sea posible.
Para hacer la perspectiva de la muerte menos amenazante, Pablo hace dos
puntos principales. En primer lugar, en los versículos 1-5, él nos
asegura como cristianos que aunque no obstante nuestro cuerpo terrenal
debe morir, con seguridad será reemplazado por un cuerpo eterno,
celestial. Él hace este punto al combinar las figuras de vivir en una
casa o tienda, y vestuario desgastado. En el presente estamos vestidos
con un tipo inferior de casa o morada, pero después de la muerte seremos
vestidos con una que es mucho mejor. En segundo lugar, en los versículos
6-8, Pablo alivia nuestro temor a la muerte al asegurarnos que las
circunstancias a las que entraremos son entonces mucho mejor que las que
prevalecen mientras existimos en nuestro cuerpo actual. Específicamente,
“entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor.”
Hablando por si mismo Pablo declara que el preferiría mejor “estar
ausentes del cuerpo, y presentes al Señor.” Este es el mismo sentimiento
en Fil 1:21-23. Aquí como allí, él sugiere que en el estado intermedio
estaremos muy prevenidos de nuestra condición y lo que nos rodean.
De acuerdo a algunos, sin embargo, este es el mismo asunto envuelto
en la exégesis de este texto; en este caso, ¿se enseña realmente la
existencia de un estado intermedio, o de hecho lo niega? Algunos toman el
último punto de vista, al interpretar el texto en términos de una
resurrección instantánea. El asunto específico es si el cuerpo nuevo,
después de la muerte (casa, morada) es recibido de inmediato en el
momento de la muerte, o si hay un retraso y entonces un periodo de tiempo
durante el cual existimos en un estado intermedio, desencarnado, un
estado de “desnudez.”
A mi juicio Pablo está afirmando lo último. Él dice que sabemos que
nos espera una casa nueva y mejor después de la muerte. De hecho,
9
anhelamos por ella, debido a que sabemos que dejaremos esta casa actual
detrás de la muerte, y no deseamos estar sin casa, o desnudos (vers 1-3).
De hecho, “los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia;
porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos” (vers 4). Ahora,
en este punto, debemos hacer esta pregunta: Si el punto de vista de la
resurrección instantánea es correcto, ¿por qué Pablo dice, “Gemimos,
deseando ser revestidos”? Si el nuevo cuerpo debe ser recibido de
inmediato, si no hay estado de “desnudez,” entonces no hay razón para
gemir; ¡no hay carga para ser nacido! Pero Pablo dice: “Gemimos, deseando
ser revestidos.”La única razón o justificación para gemir es que Pablo
sabía que este “ser revestido” podría no acontecer de inmediato; él sabía
que él ciertamente tendría que permanecer en un estado intermedio de
desnudez.
No obstante podemos aun enfrentar la muerte con regocijo y con
confianza, porque sabemos que eventualmente recibiremos el nuevo cuerpo
(vers 5), aun no obstante intervendrá un estado separado del cuerpo.
También, si comparamos simplemente nuestro estado actual de existencia
corporal con el estado intermedio esperado de falta corporal temporal,
¡lo último es aun preferible debido a que en él veremos al Señor (vers 7)
y estaremos en su presencia (vers 8)!
En conclusión este texto es bastante consistente con los otros
escudriñados antes. Todos ellos combinados para enseñar que el hombre
interior, el alma/espíritu, el asiento de la personalidad, sobrevive a la
muerte del cuerpo y continúa existiendo en un estado de consciencia y en
un estado de anticipación y de expectación del futuro día de juicio. Esto
es ciertamente un estado intermedio.
II. LA NATURALEZA DEL ESTADO INTERMEDIO
En la primera sección de este capítulo hemos buscado principalmente
establecer el hecho de un estado intermedio por un breve examen de la
mayoría de los pasajes bíblicos relevantes. Al hacerlo así hemos
encontrado ya numerosos detalles sobre la condición del alma como existe
en el periodo intermedio entre la muerte y la resurrección. Nuestro
propósito aquí es sistematizar este dato y dirigir ciertas preguntas y
asuntos relacionados.
A. La Condición del Alma
¿A qué será semejante la existencia en el estado intermedio? Cuando
morimos, al caer dormidos a este mundo y despertando en el siguiente,
¿qué experimentaremos? Mientras ciertos aspectos de nuestra condición
dependerá ya sea si somos salvos o perdidos, algunas características de
la vida intermedia serás compartidas por todos los que murieron.
1. La Ausencia de Cuerpo
La principal característica común es la ausencia de cuerpo; en este
caso, nuestras almas o espíritus existirán sin un cuerpo físico para ser
usado como un medio de expresión. Este no es un estado natural para el
ser humano, puesto que fuimos creados para ser una combinación eterna,
harmónica de cuerpo y espíritu. La muerte del cuerpo físico y su
separación del alma son las consecuencias del pecado. Pero aun y cuando
la ausencia de cuerpo es un estado no natural del ser humano, no es una
imposibilidad. Todos los atributos de la personalidad como tales son
inherentes en el alma. Entonces aun en el estado de ausencia de cuerpo
retenemos completa nuestra personalidad y la misma identidad personal que
10
teníamos que teníamos antes de morir. Debemos recordar que los ángeles
son por naturaleza espíritus sin cuerpo, y que ellos son personas en
todos los aspectos.
El hecho de que estaremos sin cuerpo en el estado intermedio es
consistente con el hecho de que el “cielo” al que somos trasladados en la
muerte no es nuestro destino final sino que es el reino de los espíritus
angelicales invisible, la creación espiritual. Por su simple naturaleza
este no es un medio ambiente normal para la existencia corporal. En vez
de eso, es un reino donde la existencia incorpórea es natural (la
resurrección corporal de Cristo siendo una excepción). La resurrección de
nuestros cuerpos será apropiada para nuestra morada final, el cielo nuevo
y la tierra nueva (Apoc 21:1), que no existe aun. Esto hace sentido a ser
incorpóreos en tanto que estamos en el universo espiritual, y para
posponer la recepción de nuestros nuevos cuerpos hasta nuestra morada
final que ha sido preparada.
Aunque en el estado intermedio existiremos como espíritus
incorpóreos, esto no significa que estaremos sin forma ni sustancia. Las
esencias espirituales (en este caso, los ángeles) son invisibles e
indetectables por nuestros sentidos físicos; pero en su propio reino (el
universo invisible) ellos son sustancias con forma y consistencia. Así
como los seres angelicales tienen forma específica, así nuestros propios
espíritus incorpóreos tienen o tendrán formas que probablemente como un
principio reflejarán las formas de nuestros cuerpos celestiales (ver 1
Sam 28:11-19; Mt 17:3; Lucas 16:19-31). No seremos solo campos de energía
amorfa o mentes desencarnadas sin espacio capaces solo se experiencias y
actividades mentales (contra Habermas y Moreland, 117-119). Como seres de
sustancia espiritual existiremos en espacio espiritual y seremos capaces
de interactuar con todas las cosas que existan en ese lugar.
Debemos recordar que este estado de ausencia de carne es un estado
intermedio; es solo temporal. Como almas incorpóreas será natural para
nosotros existir en este intermedio en el universo espiritual; pero la
ausencia de cuerpo misma no es natural para nosotros como seres humanos.
En el regreso de Cristo serán dados nuevos cuerpos apropiados a nuestras
almas para el nuevo cielo y la nueva tierra, y será completamente
restaurada en su totalidad. Pero no recibimos estos nuevos cuerpos hasta
ese tiempo, y así no debemos pensar de nuestros amigos muertos y amados
que ya están existiendo en sus nuevos cuerpos.iii
2. Consciencia
Una segunda característica del estado intermedio compartido por
todos es la consciencia. La descripción de la muerte es un tipo de sueño
que aplica a la relación de la persona muerta a su vida física anterior.
A aquellos de nosotros que existimos aun vivimos en un cuerpo mortal que
tiene la apariencia de un ser dormido, y aquel que ha muerto no está
ahora durmiendo en este mundo. Pero en su estado sin cuerpo corporal en
el universo espiritual, el alma de la persona que perece está
completamente viva y totalmente consciente de lo que la rodea.
La mayoría de los textos que describen la condición intermedia,
como es discutido antes, describe a sus participantes como estando en un
estado de consciencia. Samuel (1 Sam 28:11-19), Moisés y Elías (Mt 17:3),
el rico en el Hades (Lucas 16:19-31), y las almas de los mártires bajo el
altar celestial (Apoc 6:9-11) son todos descritos como hablando y
conversando con otros. La promesa de Jesús al ladrón de que él “estaría”
con Cristo (Lucas 23:42-43), y el deseo de Pablo de morir y estar
“presentes al Señor” (2 Cor 5:8) o “estar con Cristo” (Fil 1:23), hacen
sentido solo si hay una percepción consciente de estar en la presencia de
11
Cristo. “Los espíritus de los justos hechos perfectos” (Heb 12:23) forman
una parte de un circulo más grande de aquellos con los que todo cristiano
está en comunión; los otros en este círculo (los ángeles, la iglesia, el
Padre, Jesús – Heb 12:22-24) son todos seres personales, conscientes. Los
“espíritus encarcelados” (1 Ped 3:19) oyen a Jesús hablarles
conscientemente. Entonces el testimonio bíblico que soporta el hecho de
que estaremos conscientes en el estado intermedio es bastante abrumador.
Otra cosa de la que estaremos conscientes es el paso del tiempo.
Samuel habló a Saúl de un evento que pasaría el día siguiente (1 Sam
28:19). La muerte de Jesús estaba aun en el futuro para Moisés y para
Elías (Lucas 9:31). El rico en el Hades contemplaba un posible evento
futuro, en este caso, que sus cinco hermanos podrían ser también
condenados al Hades cuando ellos murieran – lo que aun no había pasado
(Luc 16:27-31). 2 Ped 2:9 implica que el impío murió sabiendo que el día
del juicio está aun en el futuro. En Apoc 6:9-11 las almas de los
mártires deseaban saber cuánto tiempo más pasaría antes que sus almas
fueran vengadas. Como notamos antes, la existencia de las criaturas nunca
es eterna, ya sea que esté en la creación visible o en la creación
invisible. Entonces a menos que estemos vivos en el tiempo de retorno de
Cristo, podemos esperar un periodo de espera para el día final por
llegar.
3. Tormento o Gozo
La ausencia de cuerpo y la consciencia como tales son
experimentadas por todos en el estado intermedio, pero el contenido de la
consciencia depende sobre si uno es salvo o perdido. Los textos
discutidos antes establecen con bastante claridad que algunos estarán en
tormento mientras que otros estarán en el gozo. Las referencias a lo
anterior son pocas pero concluyentes. El rico en el Hades “alzó sus ojos,
estando en tormentos,” declarando “estoy atormentado en esta llama” (Luc
16:23-24). Sin ser específico 2 Ped 2:9 describe al perdido como siendo
reservados “para ser castigados.” Este sufrimiento es actual y sin
disminución (Luc 16:24-25); no obstante no debe ser igualado con el
estado final del mismo infierno; puesto que el día de juicio está aun en
el futuro (2 Ped 2:9). Es simplemente una anticipación del infierno, un
preludio al castigo eterno, pero a pesar de todo aterrorizante por sí
mismo.
El gozo intermedio de los redimidos, por otra parte, es
deliciosamente deseable. No es aun la perfección, en especial puesto que
es un tiempo de “desnudez” (2 Cor 5:1-5), o un tiempo cuando el alma
existe de forma no natural sin un cuerpo. No obstante comparado con
nuestra existencia presente debe ser mucho más preferido (2 Cor 5:8; Fil
1:21-23). Al describir este estado anterior a su resurrección, Jesús
habló de él como “el seno de Abraham” (Lucas 16:22), el cual para los
judíos habría representado la cúspide de la consolación y del
contentamiento. En esta era Mesiánica la gloria del estado intermedio
para los cristianos es que ellos están con Cristo, en su misma presencia,
en comunión íntima con él. Desde nuestra perspectiva actual tal vez no
podemos visualizar en nuestras mentes todo lo que conlleva esto, pero
sabemos que debe ser mucho más delicioso que cualquier cosa que podamos
imaginar.
Aunque los cristianos entrar a un estado de gozo después de la
muerte, no debemos pensar que esto significa que no tenemos nada más que
mirar hacia adelante. Debemos recordar que el estado intermedio es aun un
estado incompleto en el que estamos sin cuerpo. Como dice Hoekema, “Este
estado de existencia es provisional, temporal, e incompleto. Debido a que
12
el hombre no es totalmente hombre apartado del cuerpo, la esperanza
escatológica central de las Escrituras con respecto al hombre no es solo
la existencia continua del ‘alma’ (como en el pensamiento griego) sino la
resurrección del cuerpo” (Bible, 95). Entonces aun en nuestro gozo
intermedio estaremos existiendo aun con la esperanza y la anticipación
del día final cuando recibiremos nuestros nuevos cuerpos y se nos
permitirá entrar en nuestra casa final donde estaremos también “con
Cristo” (1 Tes 4:17).
Una implicación de el hecho que el estado intermedio será ya sea de
tormento o de gozo es que sabremos tan rápido como muramos si somos
salvos o perdidos. No tendremos que esperar por el día del juicio para
darnos cuenta donde pasaremos la eternidad. Cuál, entonces, es el
propósito del juicio final. Está pregunta será contestada en el capítulo
31.
B. El Sitio de la Muerte
Nuestra siguiente pregunta tiene que ver con el sitio de los que
existen en el estado intermedio. ¿Dónde están ellos? ¿Exactamente a dónde
iremos cuando muramos? ¿Puede ser contestada tal pregunta? ¿Qué dice la
Biblia?.
Empezamos con una mirada al concepto bíblico del Seol o Hades. Seol
es la palabra hebrea que se menciona aproximadamente 65 veces en el AT;
Hades es la palabra griega equivalente. En la LXX Hades es usado para
traducir Seol en todos los casos menos en tres ocasiones. En el NT Hades
es usado solo diez veces (once para los que aceptan el texto Occidental
de 1 Cor 15:55, en este caso, la KJV). ¿Qué significan estas palabras? El
punto principal es que ellas están siempre conectadas con la muerte;
Seol/Hades es el estado de la muerte, el lugar de la muerte, el reino de
la muerte. Para esta conexión cercana ver Sal 18:5; Prov 5:5; Isa 28:15;
Apoc 1:18; 6:8; 20:13-14.iv
En el AT Seol es comúnmente descrito como un lugar debajo de la
superficie terrestre en el que entran los muertos: “El Seol abajo se
espantó de ti; despertó muertos que en tu venida saliesen a recibirte
(Isa 14:9). Es comparado con la idea de una sima o abismo cavado en las
profundidades de la tierra o en el fondo del mar (Ezeq 28:8). Cooper
dice, “Es la ‘Sima,’ alcanzada al ir dentro de la tierra, usualmente a
través del sepulcro. Es la gran cámara subterránea en la que todos los
sepulcros se funden eventualmente” (54). David alabó a Dios por liberarlo
entonces de la muerte: “Oh Jehová, hiciste subir mi alma del Seol; Me
diste vida, para que no descendiese a la sepultura” (Sal 30:3; ver Sal
28:1; 88:1-7; Isa 14:15; 38:18; Ezeq 26:19-21; Amós 9:2). En Núm 16:30-33
Datán, Abiram y sus casas “descendieron vivos al Seol” cuando la tierra
se abrió y se los tragó.
¿Debemos concluir de tal enseñanza que Seol/Hades, el lugar de la
muerte, está localizado literalmente en algún lugar debajo de la
superficie terrestre, en las entrañas de la tierra? No necesariamente. El
punto clave es que en las culturas bíblicas (como en la mayoría de las
culturas) el lenguaje de la altura y de la profundidad es usado para
comunicar los conceptos cualitativos del bien y del mal, de lo superior y
de lo inferior, de lo positivo y lo negativo, de lo honorable y lo vil,
de lo deseable y lo indeseable. En este sentido Dios y el cielo son
siempre descritos como “levantado” o “arriba,” no en un sentido del
espacio literal sino figuradamente para indicar un valor, un rango, un
respeto superior (GC, 217-222). En una forma similar la muerte y el lugar
de la muerte son descritos como estando “abajo” en las “profundidades más
bajas,” en lo más opuesto del cielo (por ejemplo, Deut 32:22; Job 11:8;
13
Prov 9:18; 15:24; Isa 14:13-15; Ezeq 26:20; Amós 9:2; Mt 11:23). La
conclusión principal para ser concluido de tal lenguaje es que el
Seol/Hades, el lugar de la muerte, y la misma muerte son lo negativo y lo
indeseable, destinado a dar pavor y a tenerle miedo, una amenaza, un
enemigo.
Merrill (6) resume la luz negativa en la que el Seol es descrito
entonces:
Como una personificación, el Seol es un enemigo temible. Con ligaduras (2 Sam 22:6 =
Sal 18:4 [5]) él arrastra a sus víctimas hacia abajo (Job 24:19) a su misma boca
(Sal 141:7). Es un déspota cruel (Cantar de los Cantares 8:6) capaz de llevarnos
fuera para sus propósitos viles a causa de su irresistible poder (Sal 89:48 [49]).
Jonás, aunque estaba en el vientre del pez, metafóricamente se vio a sí mismo en el
vientre del Seol (Jonas 2:2 [3]).
Esta cualidad negativa es reforzada por las referencias a las
puertas o rejas del Seol/Hades, por lo que es descrito como un tipo de
prisión esperando atraparnos (Job 17:16 [ESV]; Isa 38:10,18; Mt 16:18;
ver Sal 9:13). Pero de nuevo, tal lenguaje es principalmente figurado o
simbólico de lo horrible de la muerte en todos sus aspectos.
¿Qué, entonces, nos dicen estas palabras sobre el lugar de las
almas de la muerte? Aquí debemos notar que los términos son algunas veces
usados en el sentido general, y algunas veces en el sentido específico.
En relación a lo anterior, El entendimiento de Berkhof está abierto en el
objetivo: “Las palabras Seol y Hades no siempre denotan una localización
en las Escrituras, pero son con frecuencia usadas en un sentido abstracto
para designar el estado de la muerte, el estado de la separación del
cuerpo y del alma,” y en ocasiones el poder de la muerte sobre el peligro
de la muerte (685). En este sentido Seol/Hades pueden referirse
simplemente a los eventos inevitables de la muerte (por ejemplo, Gén
37:35; 42:38; 1 Sam 2:6; Prov 3:15-16) o puede ser personificada como un
enemigo a ser temido (por ejemplo, Isa 5:14; 28:15,18; Mt 16:18). De este
uso general de Seol/Hades Hoekema dice: “Cuando pensamos del Seol en esta
forma, debemos recordar que tanto los piadosos como los impíos descienden
al Seol en la muerte, ya que ambos entran al reino de la muerte” (Bible,
96).
Hay ocasiones, sin embargo, cuando los términos Seol y Hades
parecen ser usados en un sentido más específico, indicando lugares
específicos en los que entra el que muere. Un entendimiento apropiado de
Seol/Hades como lugar del que muere en este sentido requiere que
aceptemos el punto de vista bíblico, dualista del hombre como una
combinación de cuerpo y espíritu. Cuando nos acercamos al asunto con este
entendimiento, se vuelve obvio que en ocasiones Seol y Hades son usados
para referirse al sepulcro, que arrastra a los cuerpos de los que mueren,
justos e malvados por igual.
Sobre la cuestión de si Seol/Hades siempre se refieren al sepulcro,
hay dos extremos. Uno es que estas palabras siempre se refieren al
sepulcro. Este es el punto de vista de muchos que ven al hombre solo como
cuerpo, como los Testigos de Jehová (por ejemplo, “Let Gob Be True,” 8893). Ver también Seventh-day Adventists Believe, que dicen que el Seol y
el Hades “generalmente se refieren al sepulcro donde el que muere – tanto
el justo como el pecador – espera, en un estado de inconsciencia, la
resurrección” (369). Dickinson dice del Seol, “Era un término bastante
común para los hebreos, refiriéndose simplemente al sepulcro” (“Gates,”
1). El otro extremo es que el Seol/Hades nunca se refiere al sepulcro. Un
ejemplo es Robert Morey, que dice que “Seol no puede significar el
sepulcro” (75) ni Hades (82-83).
14
Ambos extremos están equivocados. Por un lado (contra Morey), en
algunos textos Seol/Hades significa claramente el sepulcro. En su sentido
de “el lugar del que muere,” Seol/Hades es el lugar debajo de la
superficie de la tierra donde es enterrado el cuerpo muerto. Como tal,
tanto los justos como los pecadores entran al Seol/Hades, el enemigo que
captura y devora a todos los miembros de la raza de Adán. En esta manera
aun para los justos la muerte parece ser el vencedor, ya que el sepulcro
nos arrastra a todos y regresa nuestros cuerpos de regreso a la tierra
(ver Sal 89:48;v 116:3; 141:7; Isa 38:10). En este sentido Seol/Hades es
algunas veces usada como algo horrible y temible, algo de lo que en algún
tiempo seremos liberados y redimidos (Sal 49:14-15; 86:13; Ose 13:14).
Como tal es equivalente a Abadón, o destrucción (Job 17:13-14; 26:6; Prov
15:11; 27:20), puesto que en el sepulcro el cuerpo es disuelto. Esta es
la luz en la que Sal 16:10 debe ser entendido; “Porque no dejarás mi alma
en el Seol, Ni permitirás que tu santo vea corrupción.”vi En Hechos
2:27,31 Pedro cita esto como una profecía de la resurrección del cuerpo
de Jesús de la tumba, por lo cual “él ni fue abandonado en el Hades, ni
su carne vio corrupción.” Esto se refiere solo al cuerpo de Cristo
enterrado y levantado dela sepultura (Seol/Hades), no al estado de la
actividad de su espíritu entre su muerte y resurrección.
Por otra parte (como los monistas) en algunos textos donde
Seol/Hades se refiere a un lugar específico, no se refiere al sepulcro
como el receptor del cuerpo sino al lugar en el que los espíritus de
(algunos de ellos) los que mueren son tomados, donde ellos existirán en
su estado intermedio (sin cuerpo, inconsciente) hasta el regreso de
Cristo. Puesto que Seol/Hades es el lugar del que muere, solo las almas
de los impíos son puestas en el Seol/Hades en el sentido del lugar de
espera para las almas desencarnadas (ver Job 24:19; Sal 9:17; 31:17;
55:15; Prov 9:18; 23:14; Isa 14:13-15; Mt 11:23). Las almas de los justos
no entran en el Seol/Hades, puesto que sus almas no están en el estado de
muerte espiritual sino que se las ha dado vida por medio del poder de la
resurrección de Dios (Ef 2:5-6; Col 2:12-13). Entonces no debemos pensar
deSeol/Hades como siendo ocupado por las almas de los justos y de los
impíos del mismo modo (Sal 49:14-15; 86:13; Prov 15:24).
Como el lugar en donde moran los impíos hasta el juicio, Seol/Hades
es visto como un enemigo o secuestrador en todo su terror. En la historia
de Jesús del rico y Lázaro, solo el rico (personificando al impío en
general) se dice que está en tormento en el Hades” (Lucas 16:23).
En ambos significados específicos, (1) el sepulcro es el receptor
de los cuerpos de todos los hombres, y (2) el lugar de morada intermedia
para las almas impías, Seol/Hades es el enemigo de la humanidad, una
fuerza corrupta conquistada por la obra redentora del Cristo crucificado
y levantado (Apoc 1:18) y de la que encontramos refugio en la iglesia (Mt
16:18). Al final será finalmente destruido en el lago de fuego (Apoc
20:14).
¿Dónde, entonces, van las almas de los justos cuando son separadas
del cuerpo en la muerte? Su destino nunca es llamado Seol o Hades. Ellos
son descritos como estando en el seno de Abraham (Lucas 6:23), en el
Paraíso (Luc 23:43), “presentes al Señor” (2 Cor 5:8), y bajo el altar
celestial (Apoc 6:9). Podría referirse a esto simplemente como el Paraíso
(ver 2 Cor 12:4), que no debe ser considerado solo como una sección del
Hades.vii Las almas justas han sido “hechas perfectas” (Heb 12:23), y que
incluye a seres hechos totalmente vivos en un sentido espiritual. Ellos
ya no tienen más el mal olor y el castigo de la muerte espiritual sobre
ellos, y entonces no son ciudadanos apropiados del Hades. Los justos
están “en el Hades” solo en el sentido que sus cuerpos están en el
sepulcro.
15
Algunos construyen gráficas para describir visualmente el estado
intermedio como relacionado a lo que le precede y a lo que le sigue. Aquí
está mi gráfica sugerida, que refleja el dualismo cuerpo/alma de los
seres humanos.
EL ESTADO INTERMEDIO
Vida Terrenal
Existencia Eterna
Muerte
Resurrección
L
o
s
S
a
l
v
o
s
PARAISO
HADES1
L
o
s
P
e
r
d
i
d
o
s
C
i
.e
l
.o
HADES2
I
n
f
i
e
r
n
o
= Alma
Hades1 = el sepulcro, que recibe
Los cuerpos de todos los muertos
= Cuerpo
Hades2 = la morada intermedia de
Las almas de los perdidos
muertos espiritualmente
Aun no hemos contestado la pregunta de la localización del paraíso
y del Seol/Hades, en el sentido de la morada de los espíritus de los
muertos. ¿Sabemos en dónde están ellos? La Biblia no se dirige a esto en
ningún detalle, pero de lo que dice del estado intermedio podemos
delinear las siguientes conclusiones tentativas. En primer lugar, ni el
paraíso ni el Seol/Hades está localizado en nuestro universo físico,
visible. Jeremías erróneamente interpreta el NT cuando dice que enseña
“que el Hades yace en el centro de la tierra” (148). De hecho, Seol/Hades
en el sentido del sepulcro está localizado en la tierra, pero este no es
el caso para el Hades como la morada de las almas de los muertos impíos.
¿Dónde, entonces, están localizados el Seol/Hades (en el sentido
final) el paraíso? La respuesta parece ser que ellos están en el universo
invisible (Col 1:16), la parte de la creación de Dios designada
específicamente para los seres espirituales, en este caso, los ángeles.
No sabemos nada de la “geografía” de este universo espiritual. Como un
tipo de mundo metafísicamente diferente, es una dimensión distinta que se
16
entrecruza con el nuestro pero es invisible e inaccesible para nosotros.
No es parte de nuestro espacio físico, sino que tiene su propio tipo de
espacio espiritual, ocupado por cosas espirituales, incluyendo las
esencias espirituales de ángeles. Un aspecto o parte de este universo
espiritual es la cámara del trono de Dios, a la que Juan fue transportado
para las revelaciones totalmente maravillosas (Apoc 4:1-3). Esta sección
de la cámara del trono del universo invisible llamado “cielo” (Apoc 4:2),
debido a que es donde la presencia de Dios es manifestada a los ángeles.
Esto no es lo mismo como la esencia pura de Dios, la misma dimensión
divina, en el que ningún ser creado puede entrar o experimentar. Ni es el
“cielo” donde los justos pasarán la eternidad. Eso será el cielo nuevo y
la tierra nueva, en este caso, el nuevo universo, provisto para nosotros
después del día del juicio (Apoc 21:1).
Yo concluyo que lo que llamamos paraíso, en este caso, el lugar en
donde existen los muertos justos en su estado intermedio, es equivalente
a o al menos adyacente a la sección de su cámara del trono celestial del
universo invisible. Esta conclusión está basada en dos hechos. En primer
lugar, Juan vio las almas de por lo menos algunos de los muertos justos
bajo el altar de este cielo (Apoc 6:9). En segundo lugar, cuando morimos
nuestras almas estarán en la presencia de Cristo (2 Cor 5:8; Fil 1:23), y
Cristo mismo en su existencia humana glorificada está ahora en esta
cámara del trono celestial (Hech 7:55; Apoc 3:21; 5:6,13). Cuando
morimos, nuestras almas despertarán en ese lugar bendecido.
¿Pero dónde está el Seol/Hades, el lugar en el que las almas de los
impíos son guiadas al morir? Basados en lo anterior, infiero que esto
también es una parte del universo invisible, una región distante o
inferior lejos de la presencia de Dios y del Cristo glorificado, tal vez
adyacente al lugar llamado Tartaro ocupado por algunos ángeles caídos (2
Ped 2:4). Es un lugar de tinieblas (Job 17:13, de tristeza, y de
sufrimiento, sin luz y sin esperanza.
Debemos recordar que tanto el paraíso como el Seol/Hades, como
parte del universo visible presente, son temporales; ellos son el estado
intermedio de las almas humanas, no su estado final. En esto yo estoy en
desacuerdo con Erickson, quien dice que “es probable que estos son los
mismos lugares a los que los creyentes y los incrédulos irán después del
gran juicio” (Theology, 1189). En los capítulos 32 y 33 explicaremos el
por qué este no es el caso.
III. PREGUNTAS Y CALIFICACIONES
Concluimos este capítulo dirigiéndonos a unas cuantas preguntas
relacionadas. En primer lugar, ¿es la doctrina de un estado intermedio de
alguna manera aumentar rápidamente con el falso concepto de un “alma
inmortal” encontrado en muchos sistemas paganos? Si es así, ¿esto no
debilita y niega la importancia de la resurrección del cuerpo? Este tipo
de reto es usualmente oído de los que niegan la existencia del alma como
tal, y que usualmente niega también la realidad del castigo eterno en el
infierno. En respuesta, es verdad que el concepto pagano de un alma
inmortal es una idea falsa. Asume que el alma es inherente e
inmutablemente inmoral, que debe sobrevivir a la muerte del cuerpo debido
a que es por naturaleza indestructible. Los que sostienen tal punto de
vista usualmente descuentan la importancia del cuerpo y observan
favorablemente sobre la muerte como el tiempo cuando el alma inmortal
gana la liberación de su estorbo. La idea de que el alma liberada siendo
más tarde resucitada (regresada al cuerpo) es interpretado como un paso
hacia atrás.
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Este escenario total es, de hecho, pagano en el fondo y debe ser
rechazado en seguida. El punto aquí, no obstante, es que este punto de
vista no tiene absolutamente nada que ver con el concepto bíblico del
estado intermedio. Los que intentan ligarlos juntos fallan totalmente el
punto, y se vuelven peligrosamente cercanos a calumniar o dar falso
testimonio. Como vimos en el capítulo sobre la naturaleza del hombre, las
almas son entidades creadas y entonces están sujetas a la aniquilación o
a la no existencia. Que ellas sobreviven a la muerte y existen sin
cuerpos en un estado intermedio es simplemente un asunto de decisión y
decreto de Dios. Su existencia continua no está en forma dependiente del
concepto ajeno de una alma inmortalmente inherente.
En segundo lugar, ¿hay una diferencia entre el estado intermedio de
los santos que murieron antes de la resurrección de Cristo, y el estado
intermedio de todos los santos después de su resurrección? Algunos lo
piensan así. Este es un concepto conocido como el limbus patrem, el
“limbo de los patriarcas.” En esta frase los “patriarcas” son los santos
del AT, y el “limbo” es el estado de la muerte (Seol) blando, neutral en
el que ellos existían, como en un tipo de prisión o de redil mantenido,
antes de la obra redentora de Cristo. La teoría es que ellos no podrían
ser totalmente salvos hasta que su redención real fuera históricamente
cumplida por medio de la muerte y la resurrección de Cristo. La
predicación de Cristo a los espíritus en prisión (1 Ped 3:19), es tomada
para ser su anuncio que su larga espera ha terminado ahora, y que ellos
podrían reunirse con él y con el Padre en el paraíso. Efesios 4:8 es
tomado para ser la entrada triunfal de estos santos del AT una vez
cautivos al cielo con el Cristo levantado en su ascensión.
A mi juicio este concepto total es falso. Los santos del AT estaban
totalmente justificados, totalmente perdonado, de hecho, Abraham es usado
en el AT como un modelo para alguien justificado por la fe (Rom 4; Gál
3). No hay razón para asumir que las almas de los santos del AT tenían
que esperar para entrar a la presencia del Padre en la cámara del trono
del universo invisible. La obra redentora asegurada de Cristo estaba
siendo aplicada ya (ver 2 Rey 2:11; Mt 17:3; Lucas 16:25). Los “espíritus
en prisión” en 1 Ped 3:19 son las almas de los muertos impíos, no de los
muertos justos. La “hueste de los cautivos” descrita simbólicamente
arrastrados detrás de Cristo en su ascensión (Ef 4:8) no son cautivos
liberados, sino cautivos liberados de nuevo, Satanás y sus huestes de
demonios así esclavizadas por las cadenas del evangelio. Ellos son el
botín de la victoria del Rey.
Una tercera pregunta es si los incrédulos tienen una oportunidad de
aceptar la gracia de Dios después que ellos murieron. Cuando Cristo
predicó a los espíritus de los muertos impíos durante el tiempo entre su
muerte y resurrección (1 Ped 3:19), era darles a ellos una oportunidad de
creer en su muerte enmendada y ser salvos? No hay razón para asumir que
esto es así. La palabra usada para la predicación de Cristo no es
evangelizo, “predicar el evangelio, evangelizar,” sino simplemente
kerysso, “anunciar, proclamar.” Hebreos 9:27 es bastante decisivo: “Y de
la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez ,
y después de esto el juicio.” En otras palabras, no hay nada después de
que muramos que pueda cambiar el resultado de nuestro juicio. Como dice 2
Cor 5:10, nuestra recompensa final estará basada en lo que hemos hecho en
este cuerpo, durante nuestra vidas física.
En cuarto lugar, ¿hay algún contacto entre los espíritus de los que
han muerto, y los que están aun en la tierra? En dos ocasiones
registradas en las Escrituras esto parece haber pasado: el espíritu de
Samuel que habló con el rey Saúl (1 Sam 28:15-19), y los espíritus de
Moisés y de Elías que hablaron con Cristo (Mt 17:3). Pero ambos eventos
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son con claridad excepciones milagrosas. En la historia de Jesús del rico
en el Hades, Abraham reúsa enérgicamente la petición del hombre rico para
enviar un mensajero desde la muerte para advertir a sus hermanos sobre la
agonía del Hades (Lucas 16:17-31). Lo más importante, la Palabra de Dios
prohíbe decididamente todo intento para contactar los espíritus de los
muertos. Tales intentos son llamados espiritismo, que es condenado
incondicionalmente en Lev 19:31; 20:6,27; Deut 18:9-12 como algo
aborrecido por Dios. Los que piensan que ellos están en contacto con los
espíritus de los muertos están siendo engañados ya sea por un “médium”
falso, o por espíritus demoniacos pretendiendo ser espíritus humanos que
partieron.
En quinto lugar, ¿cómo la enseñanza bíblica sobre el estado
intermedio guarda relación con la doctrina católica romana del
purgatorio? Debemos notar en primer lugar que en el catolicismo el
purgatorio no tiene nada que ver con el Hades. Solo los espíritus de los
perdidos van al Hades, y solo los espíritus de los salvos van al
purgatorio. Todos los que están en el purgatorio eventualmente estarán en
el cielo. Es un paso hacia el cielo, no hacia el infierno. Es un
instrumento de salvación, no de condenación. La idea es simplemente esta,
que muchos si no es que la mayoría de las personas salvas cuando mueran
aun y cuando tengan aun resto de pecado que tienen que ser pagadas con
trabajo o purgados de sus sistemas. Esto podría incluir algunos vestigios
de pecado, o aun algunos castigos temporales por pecados menores que no
fueron completamente perdonados en esta vida. Por lo tanto la necesidad
de un periodo adecuado de sufrimiento redentor para ser soportado antes
que alguien es digno del cielo.
La doctrina debe ser rechazada como inconsistente con la enseñanza
bíblica sobre el estado intermedio. El principal texto católico de prueba
para el purgatorio no está ni aun en la Biblia canónica; está en el libro
apócrifo de 2 Macabeos (12:42-45).viii Toda Escritura canónica que describe
el estado de los creyentes en la vida venidera los describe como
experimentando gozo y felicidad en la misma presencia de Dios o de
Cristo. No hay ningún texto que sugiera algún tipo de distinción entre
los santos salvos en el otro lado de la muerte. Todos son descritos como
“los espíritus de los justos hechos perfectos” (Heb 12:23).
Lo más importante, no obstante, la doctrina del purgatorio debe ser
rechazada debido a que contradice la doctrina bíblica de la gracia, en
especial la doctrina del perdón total por medio de la sangre redentora de
Cristo. En Jesús, todo el castigo por todos los pecados es perdonado;
“ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Rom 8:1).
La doctrina del purgatorio está basada en la idea de que algo que hacemos
puede cancelar algo del castigo en que incurrimos por medio de nuestros
pecados. Nada podría estar más alejado de la verdad.
NOTAS SOBRE EL CAPÍTULO VEINTINUEVE
i
Otro ejemplo de este punto de vista es Davies, 317-318. Para ejemplos adicionales ver Berkouwer, Return,
38-46. Él dice, “En muchos círculos teológicos hay una simpatía considerable por esta noción de la ‘abolición’
del tiempo” (41).
ii
Ver Berkouwer, Return (38-46) para una crítica excelente de la falsa noción de la “escatología eterna” (44).
iii
Un boletín de la iglesia incluía esta declaración en la noticia de la muerte de un miembro incapacitado: “Lo
extrañaremos [a él] en nuestros servicios pero nos regocijaremos de que él tiene ahora un cuerpo nuevo
perfecto en todos los aspectos.” Esto es incorrecto. No obstante su espíritu sin cuerpo actual no refleja su
incapacidad temporal, él no tendrá su cuerpo perfecto hasta el día de la resurrección.
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iv
La KJV traduce Seol como “infierno” 31 veces, y Hades como “infierno” en todos los pasajes menos uno.
Esto es seriamente engañoso, puesto que la palabra en inglés “infierno” casi siempre conecta el castigo
eterno del impío solo después del juicio final. Sin embargo, Seol y Hades son usados solo después del juicio
final. Sin embargo, Seol y Hades son usados solo del estado intermedio, nunca para el estado final. No
podemos sacar inferencias sobre el uso posterior de ellas.
v
En Sal 89:48 es importante ver que en la frase “su vida,” la palabra “vida” está siendo usada en el sentido
de “persona, individuo.” La palabra nephesh es con frecuencia usada en este sentido en los Salmos.
vi
De nuevo, es importante tomar “alma” aquí en el sentido de “persona, individuo, personalidad”; por
ejemplo, “mi alma” significa “yo, yo mismo.” Ver Sal 30:3; 86:13. Las dos clausulas en Sal 16:10 son entonces
equivalente, siendo un ejemplo del paralelismo hebreo.
vii
Contra Morey, 86. Cuando el Hades de los espíritus que murieron es dividido en dos secciones, uno para
los justos y uno para los impíos, algunos se refieren a la última sección como el Tártaro, una palabra solo
encontrada en 2 Ped 2:4. No hay razón, sin embargo, para conectar este término, estado, o lugar con las
almas de los seres humanos. En 2 Ped 2:4 es aplicado sólo a los ángeles. Es posible que se refiera a un lugar
comparable al Hades, pero sus habitantes son (algunos) ángeles caídos, no hombres caídos.
viii
Para una discusión del alegato sobre el purgatorio soportado por las Escrituras canónicas, ver Grudem,
Theology, 818-819.
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