DIABETES MELLITUS FELINA: TIPOS Y TRATAMIENTO La diabetes mellitus es una enfermedad cada vez más frecuente en el gato. No todos los gatos tienen el mismo tipo de diabetes y es conveniente conocer los diferentes tipos porque el tratamiento y la evolución pueden ser distintos, especialmente la posibilidad de remisión. La diabetes tipo I o Insulino- dependiente se produce por una destrucción, probablemente autoinmune, de las células β pancreáticas, se caracteriza por la incapacidad de producir insulina y es irreversible. La diabetes tipo II se caracteriza por hiperglucemia y resistencia a la insulina, pero todavía existe cierta capacidad de secreción de insulina. Este tipo de diabetes es la más frecuente en el gato y, su frecuencia va en aumento, al igual que en el hombre, debido a que los hábitos de vida están cambiando: la vida sedentaria y la alimentación rica en hidratos de carbono, favorecen la aparición de obesidad, que es el factor más importante para su desarrollo. Aunque puede ser dependiente o no de insulina, se recomienda tratar con insulina dieta lo antes posible para conseguir su remisión; ya que en la mayoría de los casos es reversible si se diagnostica precozmente y es tratada correctamente. La diabetes tipo III o secundaria aparece como consecuencia de diversos factores como enfermedades (p.e. pancreatitis, hiperadrenocorticismo o acromegalia) o administración de medicamentos (p.e. glucocorticoides o progestágenos) y puede ser reversible después de la corrección del factor desencadenante. Suelen ser insulino- dependientes. Por otro lado, y según la presentación clínica, la diabetes se considera no complicada o complicada en función de su gravedad. En la forma no complicada, los gatos presentan síntomas de diabetes, hiperglucemia, glucosuria, incluso cuerpos cetónicos en la orina, pero no están descompensados (no están deshidratados, pueden comer, no presentan vómitos, diarrea…) y, generalmente, pueden ser tratados en su domicilio. En la forma complicada, los gatos están descompensados; están deshidratados, tienen poco apetito o anorexia, vómitos y presentan cuerpos cetónicos en orina, todo ello indicativo de que se ha desarrollado una cetoacidosis diabética que debe ser manejada en el hospital, con un tratamiento de urgencia a base de fluidoterapia, reposición de electrolitos e insulina regular. El diagnóstico de la diabetes mellitus se basa en la presencia de hiperglucemia persistente y glucosuria con síntomas clásicos de diabetes (poliuria, polidipsia y pérdida de peso). Ocasionalmente, puede resultar difícil, en gatos con hiperglucemia de estrés (por enfermedades concurrentes). Si observamos hiperglucemia en un gato que no presenta síntomas de diabetes, la determinación de los niveles de fructosamina y un seguimiento de la glucosuria nos ayudarán al diagnóstico. Un aspecto importante de la enfermedad es el diagnóstico precoz en gatos con diabetes tipo II, en los que la sintomatología no es muy severa y que puede pasar inadvertida. En estos casos, el diagnóstico precoz y el tratamiento con insulina y dieta aumenta las posibilidades de remisión. Los objetivos del tratamiento de la diabetes no complicada son hacer desaparecer los síntomas, evitar las complicaciones a largo plazo (cetoacidosis, neuropatía periférica), controlar los factores de riesgo (obesidad, infecciones crónicas) y evitar la aparición de hipoglucemia. Un objetivo adicional, exclusivo en gatos recientemente diagnosticados y con diabetes tipo II, es la remisión de la enfermedad (la reversión del gato enfermo a un estado no-insulino-dependiente). Para conseguir estos objetivos, hay varios aspectos claves: la administración de una dieta adecuada, ejercicio, la administración de insulina, el control de procesos concurrentes y la monitorización de la enfermedad. Para conseguir los objetivos es imprescindible una buena comunicación y colaboración con el propietario. Dieta y Ejercicio. En el gato diabético tipo II, el ejercicio juega un papel fundamental, podemos aumentar el nivel de actividad dividiendo su comida diaria en pequeñas cantidades y colocándolas en distintas partes de la casa. Se ha demostrado que los gatos que viven exclusivamente dentro de casa y sin la compañía de más gatos, llevan una vida menos activa y están predispuestos a la obesidad y a la diabetes. Con la dieta pretendemos alcanzar y mantener un peso corporal idóneo y minimizar la hiperglucemia postprandial. En general, las dietas indicadas para perros diabéticos (ricas en fibra y bajas en grasa) son útiles también en el gato diabético, a no ser que esté muy delgado. En estos casos, se debe usar inicialmente dietas con contenido calórico más alto y con menos fibra. Sin embargo, se ha demostrado que la dieta más adecuada para el gato diabético es una dieta baja en hidratos de carbono y alta en proteínas. Los gatos se consideran carnívoros obligados y están más adaptados a metabolizar dietas ricas en proteínas. Las dietas ricas en hidratos de carbono pueden exacerbar la hiperglucemia y la pérdida de masa muscular, mientras que las dietas bajas en hidratos de carbono y ricas en proteína, ayudan a prevenir la hiperglucemia y mantienen la masa muscular. Los beneficios de estas dietas son más evidentes en gatos con diabetes incipiente, en los que se conserva la capacidad de secreción de insulina y su uso, aumenta la probabilidad de remisión de la diabetes hasta un 30-50% de los gatos. En gatos con diabetes de larga duración, es menos probable lograr la remisión, aún así, estas dietas favorecen la regulación de la diabetes. Al cambiar a esta dieta a gatos que ya están recibiendo insulina, se recomienda reducir la dosis de la misma un 25-50%. Las dietas bajas en hidratos de carbono y ricas en proteína se recomiendan también en gatos diabéticos con un peso normal o bajo, ya que en función de la ingesta, pueden favorecer la pérdida o el aumento de peso. Actualmente se recomienda el uso de dietas ricas en fibra sólo en gatos diabéticos que presentan enfermedades concurrentes que responden a la fibra como el estreñimiento o en aquellos en los que esté contraindicada una dieta alta en proteínas como gatos con insuficiencia renal Hipoglucemiantes orales. Los hipoglucemiantes orales (p.e. sulfonilureas) estimulan la secreción pancreática de insulina y algunos gatos con diabetes mellitus no complicada, en los que sospechamos diabetes tipo II (obesidad y ausencia de cuerpos cetónicos), pueden ser controlados puntualmente con dieta e hipoglucemiantes orales, aunque su uso no se recomienda a largo plazo, ya que pueden favorecer la formación de un depósito amiloide en el páncreas. En general, no se recomienda su uso, a no ser en casos en los que el propietario rechace el tratamiento con insulina y esté considerando la eutanasia. La sulfonilurea más utilizada en el gato es la glipizida y siempre debe administrarse con una dieta adecuada. Se administra a 0,25-0,5 mg/kg, hasta un máximo de 5 mg cada 12 horas. Pueden aparecer vómitos y anorexia, hipoglucemia e ictericia. Si el gato no responde a la glipizida en unas semanas o si desarrolla cetoacidosis o efectos secundarios, hay que retirar el medicamento y comenzar a tratar con insulina. Insulina. Existen diferentes tipos de insulinas en función de la duración de la acción y del origen (humano, bovino, porcino). La insulina regular es la de acción más rápida, corta y más potente, se utiliza para la diabetes felina complicada (cetoacidosis) y se puede usar intramuscular o intravenosa. Las insulinas de acción intermedia (NPH) tienen una acción más larga, si bien esta duración es variable (4-14 horas). Las insulinas de acción lenta (Lenta, PZI) y ultralenta (glargina) son las de elección en el gato, ya que su duración tras su administración subcutánea es más prolongada. En función de la especie de origen, la insulina más similar a la del gato es la bovina, ya que la humana y la porcina difieren en más aminoácidos. En la mayoría de los países disponemos de insulina NPH y lenta de origen humano y de insulina lenta de origen porcino (Caninsulin®, Intervet). En otros países, se comercializa insulina PZI de origen bovino o de origen humano, que han demostrado su gran eficacia en el manejo de la diabetes felina no complicada; sin embargo, no se comercializan en algunos países. Desde hace unos años, en muchos países disponemos de insulinas análogas a la insulina humana de acción prolongada (glargina y detemir), diseñadas con el objetivo de lograr una absorción prolongada y predecible. Generalmente, se recomienda comenzar el tratamiento de la diabetes no complicada felina con una dieta baja en hidratos y alta en proteínas y con una dosis baja de insulina lenta (Caninsulin®) o insulina glargina (lantus®) 1 UI/gato cada 12 horas en gatos de <4 kg y 1,5-2 UI/12h en gatos de >4 kg; o bien comenzar con 0,2 - 0,5 UI/kg/12h. Se debe comenzar con una dosis de insulina conservadora y progresivamente ir adaptando la dosis según las necesidades, con el fin de evitar la aparición de hipoglucemia. En gatos con diabetes reciente, el cambio de dieta también puede favorecer la remisión de la diabetes, por lo que es muy importante hacer un buen seguimiento del tratamiento y que el propietario participe activamente. Debemos enseñarle el correcto manejo de la insulina, la técnica de inyección subcutánea, la lectura de las tiras de glucosa y cuerpos cetónicos en orina y la identificación y tratamiento de los episodios de hipoglucemia. Es conveniente recordar que la insulina Caninsulin se comercializa en 40 u/ml, mientras que las insulinas humanas son todas de 100 u/ml por lo que debemos evitar confusiones y no usar jeringas U100 para calcular unidades U40 de caninsulin. La insulina Glargina (Lantus®), tras ser inyectada por vía subcutánea provoca unos microprecipitados que dan lugar a una absorción lenta y relativamente continua, por lo que no se debe diluir ya que se alteraría la velocidad de absorción. En gatos normales, su duración de acción es de unas 23 horas; sin embargo, se obtiene un mejor efecto utilizando 0,25 UI/kg/12 horas que empleando 0,5 UI/kg/24 horas. En un estudio de diferentes tipos de insulina con un seguimiento de 4 meses, se obtuvo remisión de la diabetes en los 8 gatos tratados con insulina glargina, mientras que los gatos tratados con otras insulinas tuvieron un menor índice de remisión (2/8 en gatos tratados con insulina lenta y 3/8 de los gatos tratados con insulina PZI). En los últimos 3 años diversos estudios indican que con esta insulina y con una dieta baja en hidratos de carbono, se consiguen los mayores porcentajes de remisión de la enfermedad. Una vez pautado el tratamiento, debemos revisar a los gatos diabéticos, al principio, semanalmente, posteriormente cada mes, hasta conseguir la remisión, o bien, obtener la estabilización del paciente (peso corporal, ración de comida, dosis de insulina estables). El propietario debe evaluar la respuesta clínica (poliuria y polidipsia y actividad) y medir los niveles de glucosuria y cuerpos cetónicos en orina, inicialmente, una vez al día. El veterinario ajustará la dosis de insulina en función de la glucosuria y de la respuesta clínica. Una determinada dosis debe permanecer entre 3 y 4 días antes de considerar que es inadecuada. Si comenzamos el tratamiento con una dosis baja de insulina 0,2 UI/kg, en la mayoría de las ocasiones debemos incrementar esta dosis, un 10-25% de la dosis anterior. En muchos gatos finalmente se alcanza un control adecuado con una dosis de 0,5-1,0 U/kg de insulina (caninsulin o glargina). En esas revisiones iniciales, se debe realizar al menos una curva de glucemia para conocer la eficacia, la duración del efecto y si la dosis de insulina es la adecuada o no. En las revisiones, especialmente las realizadas mensualmente, se debe determinar los niveles de fructosamina. Si en las sucesivas revisiones los síntomas persisten, los niveles de glucemia están elevados > 250 mg/dl en cualquier momento del día ó son > 150 mg/dl entre las 6-8 h después de la insulina (nadir), los niveles de fructosamina están elevados (> 450 mmol/L) y hay glucosuria persistente, y, especialmente si estamos empleando ya dosis altas de insulina (> 0,7-1 UI/kg), todo ello es indicativo de mal control de la enfermedad. Ante un mal control de la enfermedad, debemos siempre revisar de nuevo al paciente (en busca de enfermedades concurrentes que provoquen resistencia a la insulina), la dieta, los horarios, la insulina y su administración y, si finalmente no encontramos la causa, debemos hacer una curva de glucosa. Las curvas de glucemia en el gato se pueden realizar en casa o en el hospital. En la actualidad, se recomiendan en casa, ya que el animal está menos estresado y son más fiables. Existen disponibles monitores continuos de glucosa, que se colocan debajo de la piel y es de gran utilidad para la realización de curvas de glucosa. Los resultados de la curva de glucosa pueden verse afectados por el estrés y la inapetencia. Aunque estos problemas pueden ser minimizados con un buen manejo, debemos interpretar con precaución estas curvas de glucosa porque existe una gran variabilidad en los resultados de las curvas realizadas dos días consecutivos en el mismo animal y en las mismas condiciones. La curva de glucosa se realiza determinando la glucemia cada 2 horas durante 12 horas manteniendo el régimen habitual de alimentación e inyecciones de insulina. Si en algún momento la glucemia es < 100 mg/dl, se debe determinar la glucemia cada hora. Los niveles de glucemia deben permanecer entre 100 y 250 mg/dl al menos un 80-90% del intervalo entre 2 inyecciones de insulina. El nadir de glucosa (nivel más bajo de glucemia) indica si la dosis de insulina es adecuada, y debe estar entre 110 y 145 mg/dl. Si el nadir está por debajo de 110 mg/dl, hay riesgo de provocar una hiperglucemia de rebote (efecto Somogyi) secundario a la hipoglucemia. El efecto Somogyi provoca posteriormente una hiperglucemia severa, que puede confundirse con una dosis de insulina baja o con resistencia a la insulina, si no observamos anteriormente la hipoglucemia. En este caso la dosis de insulina debe reducirse. Si el nadir de glucosa está >145 mg/dl, puede tratarse de dosis insuficiente o de resistencia a la insulina. Si estamos con una dosis baja (< 0,5 UI/kg) debemos incrementar la dosis de insulina. Si la dosis es elevada (> 1 UI/kg por dosis), generalmente hablamos de resistencia a la insulina, ya que ese paciente requiere dosis muy altas. Esto ocurre por diversas causas: por enfermedades/trastornos concurrentes: obesidad, infecciones (orales, urinarias), administración de progestágenos y/o glucocorticoides, hiperadrenocorticismo, insuficiencia renal, pancreatitis, cardiopatías, hepatopatías, neoplasias, acromegalia (exceso de hormona de crecimiento), hipertiroidismo y, finalmente, la existencia de anticuerpos anti-insulina. El hiperadrenocorticismo, es menos frecuente que en el perro y suele provocar en la mayoría de los casos diabetes mellitus insulino-resistente. Una causa poco frecuente pero que ocasiona una resistencia severa a la insulina en el gato es la acromegalia, que afecta principalmente a gatos machos geriátricos y provoca un aumento del tamaño corporal, sobre todo de la cabeza y de extremidades. Puede aumentar el número de pliegues de piel y es frecuente el estridor laríngeo. Radiológicamente se puede detectar organomegalia (corazón, riñones, etc) y artrosis. La acromegalia en el gato está provocada por un aumento de la producción de hormona de crecimiento, por un tumor hipofisario y su diagnóstico se confirma demostrando unos niveles plasmáticos de GH, o de IGF-I elevados (>1000 ng/ml). Para confirmar la neoplasia hipofisaria es necesario hacer una resonancia magnética. Como el tratamiento definitivo es la hipofisectomía o la radioterapia hipofisaria, la mayoría de los casos no se tratan de forma eficaz y, requieren dosis elevadas de insulina (> 15 UI/12horas/gato). Se ha descrito el tratamiento médico con ocreotide (sandostatin®), un análogo sintético de la somatostatina, que disminuye la síntesis de hormona de crecimiento, aunque su eficacia en gatos acromegálicos es reducida y es un medicamento caro. Aunque la prevalencia de esta enfermedad está aumentando en los últimos años, la mortalidad ha disminuido de más de un 40% a menos de un 10% en los últimos 20 años, lo que demuestra que la diabetes mellitus felina puede ser tratada satisfactoriamente llevando a cabo una terapia precoz y adecuada. Marshall RD, Rand JS, Morton JM. Treatment of newly diagnosed diabetic cats with glargine insulin improves glycaemic control and results in higher probability of remission than protamine zinc and lente insulins. J Feline Med Surg. 2009 Aug;11(8):683-91. Epub 2009 Jun 18. Michiels L, Petrie G, Thollot IG, et al. Treatment of 46 cats with porcine lente insulin a prospective, multicentre study. J Fel Med Surg 2008 10:439-451. 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Las causas de este aumento de la enfermedad son diversas: desde un mejor conocimiento de la enfermedad y de su confirmación diagnóstica; una mayor descripción de los casos; un incremento en la esperanza de vida de los gatos, debido a las mejores condiciones de salud que hacen que la población de gatos geriátricos haya aumentado, hasta un verdadero incremento en la prevalencia de la enfermedad. A pesar de todos estos factores, es poco probable que la enfermedad pasara desapercibida antes de la década de los 80, por lo que, probablemente, la gran frecuencia de la enfermedad en la actualidad se deba a un verdadero incremento en la prevalencia. En USA, se ha descrito que la prevalencia del hipertiroidismo entre los años 1978-82 era de 0,61 casos de 1000 pacientes, mientras que entre 1993-1997 fue de 29,6 casos de 1000 pacientes. Otro hecho sorprendente es la diferente frecuencia de la enfermedad según el área geográfica; en países como USA, Gran Bretaña, Holanda, Alemania o Canadá, la prevalencia es muy elevada (11-25%), mientras que en otros como España, Japón o Escandinavia, aunque está aumentando, la prevalencia es inferior (1,5% en España, 8,9% en Japón). Etiología y factores de riesgo La etiología de esta enfermedad es compleja y multifactorial. En el 98% de los casos, está provocada por una hiperplasia funcional adenomatosa de la glándula tiroides, bilateral (70%) o unilateral (30%) y sólo en un 2% es debida a un tumor maligno de la glándula. Histológica y clínicamente, la enfermedad es parecida al bocio nodular tóxico del hombre. Sin embargo, la afectación de ambos lóbulos, podría indicar que la enfermedad está causada por un agente etiológico “circulante”, al igual que la enfermedad de Graves del hombre (la causa más frecuente de hipertiroidismo). No obstante, aunque se han encontrado anticuerpos (estimulantes del tiroides) en gatos hipertiroideos, su importancia y relación con la enfermedad no están claras, y se considera que en el gato, la enfermedad no es como la enfermedad de Graves, sino que el problema se sitúa en la glándula tiroides por la existencia de células hipertiroideas que funcionan autónomamente y originan un crecimiento sin control, parecido a lo que sucede en el bocio nodular tóxico humano. Un factor de riesgo en el bocio nodular tóxico del hombre son las mutaciones del gen del receptor de TSH o de las proteínas G (asociadas al receptor deTSH). En el hipertiroidismo felino, se ha descrito la presencia de 11 mutaciones diferentes en el gen del receptor de TSH; en un estudio, 28 de 50 gatos hipertiroideos tenían, al menos, una mutación mis-sense de este gen. Además, en gatos hipertiroideos se ha encontrado una expresión alterada de las proteínas G y mutaciones en el gen codificador de la proteína G. Por otro lado, se han encontrado diversos factores ambientales asociados a la aparición de la enfermedad, aunque ninguno de ellos por sí sólo tiene un papel dominante. Por ejemplo, se ha indicado un mayor riesgo de la enfermedad con diversos factores como: la edad avanzada, vivir dentro de casa, hembras mayor riesgo que machos, convivir con otros gatos (en otro estudio este factor se asocia a menor riesgo), enfermedad periodontal crónica, uso de antiparasitarios externos y pesticidas, uso de arena y el consumo de ciertas variedades de comida húmeda (sabores como pescado, hígado y mollejas) y el consumo de comida en latas en general, y no ser de raza pura. De todos estos factores, los que frecuentemente se identifican como asociados a un mayor riesgo en la mayoría de los estudios son la edad avanzada y el consumo de una dieta compuesta en más del 50% por alimento enlatado húmedo, especialmente de latas recubiertas de plástico y de fácil apertura (poptop). Un menor riesgo de la enfermedad se describe en la raza Siamés, en comparación con el común europeo. Esta relación entre la dieta y la presencia de la enfermedad, hace pensar en la posible relación entre el contenido en yodo de la dieta o la presencia de sustancias bociógenas (ptalatos, ésteres difenil-polibrominados) y la aparición de la enfermedad. Sin embargo, no se ha podido demostrar una relación causa-efecto entre estos factores y la aparición de la enfermedad. Diagnóstico clínico Es una enfermedad de gatos geriátricos (entre 4 y 22 años; edad media 13 años), el 95% de los casos tiene una edad superior a los nueve años. No existe una clara predisposición racial o sexual, aunque algunos estudios indican mayor riesgo en gatos mestizos. El cuadro clínico depende del estadio en que se encuentre la enfermedad en el diagnóstico. Actualmente, se diagnostica con mayor frecuencia en los estadios iniciales, por lo que los signos clínicos son más leves que los descritos hace años. La pérdida de peso es el síntoma más frecuente del cuadro clínico, apareciendo aproximadamente en el 90% de los casos. Otros síntomas comunes, con una frecuencia entre el 25 y el 50%, son: polifagia, poliuria/polidipsia, hiperactividad y vómito. El resto de la sintomatología de la tirotoxicosis es menos frecuente e incluye: diarrea, disminución o pérdida del apetito, debilidad muscular, polipnea, aumento del volumen fecal, letargia y búsqueda de zonas de temperatura fresca. El desarrollo del cuadro clínico es progresivo, por lo que inicialmente, el propietario no reacciona ante el problema. Sin embargo, a medida que avanza la enfermedad, los síntomas se hacen más evidentes y empiezan a desarrollarse complicaciones de la enfermedad, especialmente cuando aparece cardiopatía hipertrófica. Algunos gatos hipertiroideos (aprox. 10%), se presentan con depresión severa, letargia, menor apetito, cuadro denominado “hipertiroidismo apático”, muchas veces provocado por una cardiopatía severa. El hallazgo más importante de la exploración clínica es el aumento de tamaño de la glándula tiroidea, bilateral (en el 70% de los casos) o unilateral (en el 30%); en más del 80% de los gatos hipertiroideos se pueden detectar una o ambas glándulas tiroideas. La palpación del cuello, junto con la determinación de tiroxina plasmática, son las herramientas más útiles para la detección precoz de la enfermedad. Sin embargo, a veces no se palpa en nódulo tiroideo, por ej. Porque el gato esté muy tenso y no permita una buena palpación, porque el nódulo sea de pequeño tamaño, porque el nódulo se haya desplazado ventralmente y esté situado en la base del cuello, o incluso esté intratorácico. Otros hallazgos frecuentes (40 y el 65%), en el examen físico, son emaciación, mal pelaje, soplo cardíaco y taquicardia. También se puede observar (< 15%), ritmo de galope, hiperquinesia, agresividad, alteraciones del pelaje, onicogriposis, alopecia, fallo cardíaco congestivo o flexión ventral del cuello. Algunos gatos con hipertiroidismo (10-15%) tienen hipertensión arterial sistémica (considerando hipertensión, una presión arterial sistémica > 160 mmHg con evidencia de retinopatía, o > 170 en 2 determinaciones consecutivas). Esta hipertensión puede provocar alteraciones oculares (hemorragias en cámara anterior, posterior, retina; edema retiniano, desprendimiento de retina). En la mayoría de los gatos hipertiroideos, la hipertensión no es muy severa, a no ser que exista fallo renal concurrente. Sin embargo, entre un 20-25% de gatos hipertiroideos normotensos inicialmente, desarrollan hipertensión después del tratamiento del hipertiroidismo; por lo que es recomendable determinar la presión arterial antes y durante el tratamiento, especialmente en gatos con fallo renal concurrente. Pruebas analíticas ante la sospecha de hipertiroidismo Es necesario en todos los casos realizar un hemograma y bioquímica sanguínea, así como un urianálisis. Suele haber policitemia en el 50% y leucocitosis entre un 20 a 40% de los casos. Un 50- 85% de los gatos con hipertiroidismo tienen elevaciones de las concentraciones séricas de alanina aminotransferasa, lactato deshidrogenasa, fosfatasa alcalina y aspartato aminotransferasa. Entre un 20 y un 40% de los gatos hipertiroideos tienen insuficiencia renal concurrente. La enfermedad renal crónica es un proceso frecuente en gatos de edad avanzada y, aunque suele aparecer asociada al hipertiroidismo, no parece estar causado directamente por el estado hipertiroideo. Aunque la densidad urinaria se puede situar desde 1.006 hasta 1.060, su determinación es útil para distinguir uremia pre-renal de enfermedad renal primaria, así como para detectar enfermedades concurrentes como diabetes mellitus o infección del tracto urinario. Otras pruebas: Ante la sospecha de fallo renal concurrente, es imprescindible determinar el cociente proteína/creatinina para determinar y cuantificar la proteinuria. Un cultivo de orina o la determinación de ácidos biliares son necesarios si se sospecha de infección urinaria o hepatopatía concurrente. Pruebas de diagnóstico por imagen En los gatos hipertiroideos, suele ser necesaria la evaluación radiológica del tórax, especialmente si hay signos de cardiopatía (soplo, taquicardia). En los estudios más reciente, se observa cardiomegalia de grado variable en un 30 a 50% de los gatos hipertiroideos. Los hallazgos radiológicos asociados con el fallo cardíaco congestivo (edema de pulmón, derrame pleural, derrame pericárdico) son menos frecuentes (<10%). La evaluación ecográfica del tiroides es una herramienta diagnóstica de gran utilidad, aunque otras técnicas como la escintigrafía con pertecnato, permiten valorar mejor la funcionalidad de la glándula. La ecografía cardíaca es necesaria sólo en aquellos gatos con fallo cardíaco secundario al hipertiroidismo. Pruebas hormonales para confirmar la enfermedad Para confirmar la enfermedad es necesario determinar los niveles de hormonas tiroideas. El primer paso consiste en la determinación de los niveles de T4 total; que suele ser diagnóstica en la mayoría de los casos. Sin embargo, cuando en un gato con síntomas de hipertiroidismo y/o nódulo tiroideo, los niveles de T4T son normales, es necesario hacer otras pruebas: T3 total, T4 libre por diálisis de equilibrio, niveles de TSH o realizar pruebas de supresión o estimulación. Concentración de T4 total. Un nivel de T4 total por encima del rango normal en un gato con sintomatología compatible con hipertiroidismo, confirma el diagnóstico de la enfermedad. Esta prueba es suficiente para el diagnóstico en más del 90% de los casos y es muy específica (prácticamente no ocurren valores falsos positivos en gatos eutiroideos enfermos). Sin embargo, entre un 2-10% de los gatos hipertiroideos, los valores de T4 total permanecen dentro del rango normal (hipertiroidismo “oculto”); por la fluctuación de las hormonas tiroideas dentro y fuera del rango normal en los gatos con hipertiroidismo felino leve o bien por el descenso de las hormonas tiroideas por enfermedades concurrentes. Concentración de T3 total. Solamente entre un 70 a un 75% de los gatos hipertiroideos tienen concentraciones altas de T3T, por lo que la determinación de T3T para el diagnóstico de hipertiroidismo felino no ofrece prácticamente ninguna ventaja sobre la determinación única de T4 total. Test de supresión con T3 Consiste en la determinación de la concentración sérica de T4 antes y tras la administración oral de liotironina sódica sintética durante tres días. Las concentraciones de T4T post- supresión diferencian entre gatos con hipertiroidismo leve (T4T elevada) y gatos sanos o enfermos (T4T suprimida). Además, en esta prueba se pueden determinar las concentraciones de T3T para comprobar que el gato haya tomado la medicación (administración correcta). La prueba es eficaz para diagnosticar hipertiroidismo oculto y no resulta muy costosa, sin embargo, requiere varios días para su realización, varios traslados al veterinario, y su eficacia depende de la administración oral de la medicación por lo que se utiliza poco. T4 libre por el método de diálisis La prueba más sensible para el diagnóstico del hipertiroidismo felino es la determinación de T4 libre por el método de diálisis. El método de diálisis de equilibrio es considerado como el más válido y es especialmente útil en gatos hipertiroideos con enfermedades concurrentes en los que la concentración de T4 total permanece en el límite normal-alto. No obstante, la determinación de T4 libre no debe usarse como único criterio diagnóstico, ya que algunos gatos eutiroideos con enfermedades concurrentes pueden presentar concentraciones altas de T4 libre. La presencia de unos niveles de T4 libre elevados y de T4T en la mitad superior del rango normal se considera compatible con hipertiroidismo TSH endógena La determinación de los niveles plasmáticos de TSH (empleando el test canino) ha demostrado ser útil para confirmar hipertiroidismo en el gato; en los gatos hipertiroideos, incluso los casos subclínicos u “ocultos”, los niveles de TSH son bajos o indetectable (< 0,03 ng/ml (valores normales de TSH en gatos geriátricos: 0,03-0,15 ng/ml). Tratamiento Existen 3 opciones terapéuticas en esta enfermedad: tratamiento médico (medicamentos antitiroideos), tiroidectomía quirúrgica y yodo radioactivo (I131); aunque recientemente ha emergido una alternativa terapéutica, el tratamiento dietético. Sin duda, la ablación tiroidea con iodo radioactivo es el tratamiento más eficaz, curativo y popular en muchos países, aunque en España, no está disponible. La elección del tratamiento depende de varios factores, la edad del gato, la presencia de alteraciones cardiovasculares asociadas al hipertiroidismo, patologías concurrentes (pe.: insuficiencia renal) y la disponibilidad de medicina nuclear. Cuando el cuadro clínico es muy leve o inexistente, o si el gato tiene enfermedades concurrentes avanzadas (p.e.: enfermedad renal severa, IRIS III, IV), el tratamiento del hipertiroidismo se puede posponer temporalmente hasta instaurar tratamiento para el fallo renal; ya que el descenso de los niveles de tiroxina puede empeorar el estado de un gato con insuficiencia renal, puesto que un relativo hipertiroidismo es beneficioso ya que aumenta la filtración glomerular. No obstante, si se decide tratar, es preferible emplear tratamiento médico, ya que es reversible, al igual que en animales de edad muy avanzada o en los que el riesgo anestésico es alto. Tratamiento médico Los medicamentos antitiroideos son útiles a corto plazo como preparación para la tiroidectomía y a largo plazo como único tratamiento. Disminuyen las concentraciones de hormonas tiroideas mediante el bloqueo de la síntesis de estas hormonas, no destruyendo el tejido tiroideo hiperfuncional. Metimazol. El metimazol (Tirodril, Tapazole) reduce la síntesis de hormonas tiroideas de forma reversible y es el tratamiento médico de elección. Su administración es oral, aunque se puede preparar en gel para su administración tópica. La administración tópica tiene la ventaja de ser menos tóxica; aunque la eficacia es menor. Se realiza mediante la administración en el interior de los pabellones auriculares de un gel PLO (organogel), con una concentración de 5 mg en 0,5 ml de gel. La dosis inicial de metimazol (vía tópica y oral) es de 2,5 mg cada 12 horas. También se puede usar carbimazol (NeoCarbimazole), que es metabolizado a metimazol (5 mg de carbimazol corresponden a 3 mg de metimazol) a dosis inicial de 5 mg cada 12 h. Se ha descrito una preparación de carbimazol oral para ser administrada una vez al día (Vidalta ®, Shering Plough), a dosis inicial de 15 mg/24h. El objetivo del tratamiento consiste en mantener los niveles de T4 en el rango bajo-normal (en la mitad inferior del rango normal). A las 2 ó 3 semanas se debe comprobar que la concentración de T4 se encuentra en el rango deseado, incrementando la dosis en 2,5-5 mg cada 2 ó 3 semanas hasta conseguirlo; algunos gatos requieren 20 mg de metizamol o 25 - 30 mg de carbimazol para controlar el hipertiroidismo. La mayoría de los efectos secundarios ocurren durante los 3 primeros meses de tratamiento, por tanto la monitorización, incluyendo examen físico, concentración de T4, hemograma y recuento plaquetario es muy importante durante este período. A largo plazo, debemos utilizar la dosis mínima efectiva para mantener los niveles de de T4 entre 1 y 2,5 µg/dl (13-30 nmol/L); en la mayoría de los casos, esta dosis es de 7,5 a 10 mg/día. En un 15% de casos se observan efectos secundarios leves y transitorios como vómitos, diarrea y letargia. Otros problemas más graves incluyen agranulocitosis, trombocitopenia, hemorragias, hepatopatías y reacciones cutáneas faciales y aparecen en menos del 3% de los gatos tratados. Otras alternativas médicas indicadas en gatos hipertiroideos con arritmias severas son los bloqueantes beta-adrenérgicos propranolol (2,5- 5 mg/8h) y atenonol (6,2-12,5 mg/12-24h). Tratamiento dietético Recientemente se ha demostrado que la administración de una dieta con una cantidad de yodo muy reducida (0,47 ppm, en materia seca) a gatos hipertiroideos, daba lugar a la normalización de los niveles de T4T a las 9 semanas en el 80%; y que reduciendo aún más el contenido en yodo de la dieta (0,17 ppm, en materia seca) se conseguía un estado eutiroideo en todos los casos. Estos mismos autores han demostrado que una dieta con un contenido en yodo de 0,32 ppm o inferior es un tratamiento eficaz y económico en gatos con hipertiroidismo. Se trata de una alternativa terapéutica ya disponible en Europa, segura y eficaz, que resulta ideal en gatos sin enfermedades concurrentes o con enfermedades leves y compensadas. Solamente requiere el cumplimiento estricto de la dieta y la realización de revisiones periódicas, en las que se evalúan, entre otros parámetros, los niveles de T4 y la función renal. Tratamiento quirúrgico La tiroidectomía es un tratamiento efectivo para el hipertiroidismo felino, incluso en gatos geriátricos pero con buen estado clínico y funcionalidad cardiovascular. Es recomendable administrar metimazol 2 a 3 semanas antes de la intervención así como propanolol 2,5-5 mg/kg cada 8 horas, en los gatos en los que la medicación antitiroidea no es suficiente para normalizar el ritmo cardíaco. En gatos con sólo un lóbulo afectado (30%), la tiroidectomía unilateral es curativa y no provoca riesgo de hipoparatiroidismo yatrogénico. Sin embargo, en hipertiroidismo bilateral, la tiroidectomía ha de ser bilateral, y, para mantener la homeostasis del calcio es necesario al menos conservar una de las cuatro glándulas paratiroides. La escintigrafía tiroidea es útil para determinar si está afectada una o ambas glándulas tiroideas, ya que el 15% de las glándulas tiroideas hiperfuncionales presentan un aspecto macroscópico normal. Existen varias técnicas operatorias: la extra capsular original (en la que se extirpa la cápsula y la glándula tiroidea, dejando la glándula paratiroidea y el aporte sanguíneo intacto); la modificada (igual que la anterior pero con electrocauterio); la intracapsular original (en la que no se extirpa la cápsula, sólo la glándula) y la modificada (en la que se extirpa casi toda la cápsula y sólo se deja la zona capsular adherida a la glándula paratiroidea). La técnica extracapsular original suele provocar hipocalcemia postoperatoria mientras que la intracapsular original, provoca un mayor número de recurrencias de hipertiroidismo. En la actualidad se recomiendan las técnicas intra- o extracapsulares modificadas. Si se realiza una tiroidectomía bilateral, se debe evaluar la presencia de temblores, contracciones involuntarias de los miembros y convulsiones, durante 14 días tras la intervención; e instaurarse un tratamiento con vitamina D y calcio. El hipoparatiroidismo suele ser transitorio y el tratamiento se puede interrumpir tras varias semanas o meses. Asimismo, se debe administrar hormonas tiroideas (levotiroxina 0,1-0,2 mg) 1 ó 2 días tras la tiroidectomía bilateral, que se puede interrumpir varios meses después de la intervención, ya que el tejido tiroideo adherido a las glándulas paratiroides suele ser suficiente para mantener el eutiroidismo. Se debe determinar la concentración de T4 cada 6-12 meses para monitorizar la recidiva del hipertiroidismo. Yodo radiactivo El tratamiento con yodo radioactivo carece de efectos secundarios, es efectivo y no requiere anestesia. Un único tratamiento de yodo radioactivo subcutáneo es suficiente para alcanzar un estado de eutiroidismo en la mayoría de los gatos hipertiroideos. La dosis utilizada varía entre 2 y 6 mCi en función del tamaño de la glándula tiroidea a la palpación, de la gravedad de los signos clínicos y de la concentración de T4. Con este tratamiento se consigue disminuir las concentraciones de T4 hasta los límites normales y en algunos casos por debajo del rango de referencia en el 98% de los gatos. El hipotiroidismo clínico ocurre en aproximadamente el 2% estos gatos y el 2,5% tienen recidivas de hipertiroidismo. El principal inconveniente de este tratamiento es su limitada disponibilidad. Pronóstico El pronóstico depende del estado en el que se diagnostique la enfermedad, es decir de la presencia de cardiopatía hipertrófica y de hipertensión arterial sistémica. Cuando la función cardiovascular no está afectada, el pronóstico es bueno. Otro factor asociado a un mal pronóstico es la presencia de fallo renal concurrente, aunque un estudio señala que la supervivencia de gatos hipertiroideos con y sin fallo renal concurrente es similar. Bibliografía Edinboro CH, Scott-Moncrieff JC, Glickman LT. Feline hyperthyroidism: potential relationship with iodine supplement requirements of commercial cat foods. 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