A mis padres, mis abuelos, mis hermanos, mis amigos… Y a ti, que

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Doloroso amor
A mis padres, mis abuelos, mis
hermanos, mis amigos…
Y a ti, que siempre creíste en mí.
JCJN.
Primera parte
Doloroso amor
Prólogo
Desde muy pequeña Han Ji Rae siempre había sabido que su madre era la amante
secreta de su padre quien ya estaba casado desde mucho antes de que ella naciera, por ende, técnicamente su vida era un total secreto lleno de una molesta
frustración a falta de libertad. Tenía el apellido de su madre, vivían no muy bien
en una vieja casa en el centro de la cuidad, debía cuidar de todo aquello que decía
para que nadie jamás supiera que su padre era nada más ni nada menos que Kang
Hee, el famosísimo presidente de una de las empresas de juguetería más reconocidas del país. Además, el hecho de tener que lidiar con el hecho de que su padre
casi nunca podía visitarla por cuestiones de todo tipo, tratar de verlo era todo un
desafío que se daba pocas veces al año.
Lastimosamente, había vivido toda su niñez de esa manera, hasta que de repente
un día de otoño, cuando cruzaba los trece años, la esposa de su padre murió
de una terrible enfermedad. Aquella tarde en que la enterraron en una hermosa
pradera en lo más profundo del cementerio, todos vestidos de negro bajo la lluvia
lloraban sin cesar, mientras en su garganta se formaba un gran nudo al ver como
familiares, amigos, e incluso Kang Hee, sufrían por su muerte. Nunca la había
conocido, sin embargo, sentía la pena como cada uno de los que allí se hallaban,
a excepción de su madre quien era la única que se mantenía seria ante la escena,
como si no le importara, como si su corazón fuera indiferente ante el dolor de
las personas. Han Neul Seok, era una mujer insensible en pocas palabras. Jamás
derramaría una lágrima por alguien que consideraba su más grande rival.
En ese ambiente tan pesaroso, pudo verlo por primera vez. Nunca había podido
conocerlo de la manera correcta, ni siquiera podía decirle que era su hermana
menor, pero lo conocía perfectamente por todas las fotos que Kang Hee le había
mostrado de él, por prevención, le había ordenado aquella vez que, si algún día lo
veía, se alejara en lo posible de su presencia, porque de lo contrario sería un grave
problema para la vida de todos. Kang Ha Rum era su nombre, tan perfecto como
su refinada apariencia, incluso sus lágrimas eran casi una belleza a la vista, una
que la había atrapado en lo más profundo desde que lo había visto. Sus fotos no
eran nada comparado con tenerlo allí frente a sus ojos. Él no podía ser definido
en palabras, porque su belleza era tal que ninguna de las cosas que lo describieran
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Doloroso amor
alcanzarían a llegarle a los talones.
Cuando finalizo todo, Ha Rum se mantenía en el mismo lugar de pie viendo
como echaban sin piedad tierra a aquel profundo hueco donde se hallaba su madre en un elegante ataúd repleto de flores. Al ver que sus padres se habían alejado a hablar con las demás personas allí presentes, solo se hallaban en ese lugar
él con su traje negro completamente empapado, y ella con un hermoso vestido
cubierto por un gabán que la protegía del frio, haciendo juego con la sombrilla
que la alejaba de mojarse en aquella que parecía más una tormenta cayendo con
violencia que otra cosa. Sin poderse controlar se acercó a él con cierta torpeza en
sus pazos, mientras lo observaba más detalladamente, su cabello castaño oscuro
se agitaba con el leve viento que soplaba, sus ojos color café se notaban demasiado tristes, incluso verlo apretar los labios para no gritar del dolor en su pecho la
hacía sentir lamentable. Su tez era tan clara como la de ella, su nariz era recta, sus
pestañas largas, sus cejas pobladas como un campo, sus labios rosáceos y finos,
su cuerpo era delgado, sin embargo, se notaba que a la edad de dieciséis años
estaba proporcionado de la mejor manera. Para los ojos de cualquiera parecía un
modelo de revista, menos un chico normal. Era el ángel más hermoso que se le
había escapado a Dios del cielo.
“Lo siento…” susurro Ji Rae sin saber que más decir posando su paraguas sobre
ambos. El levanto su mirada del suelo bastante confuso era la primera que veía
a esa chica en toda su vida. Si hubiera sabido que ella era su hermana, quizás su
expresión hubiera sido completamente diferente. “Sé que ahora no estás bien, ni
nadie lo estaría, pero…” sus ojos se cruzaron con los de ella por leves segundos.
“Algún día todo ese dolor se borrará.”
“Gracias…” sonrió con dulzura, limpiándose las lágrimas que amenazaban con
desbordarse por sus mejillas con el dorso de su mano. Aquellas palabras cargadas
de consuelo, le dieron un poco de ánimo. Esa chica se veía un poco más joven
que él, tenía el cabello por la barbilla totalmente liso de un color castaño claro,
sus ojos eran como grandes zafiros de color amarillo que lo dejaron anonadado en cuanto se fusionaron con los suyos creando un color demasiado intenso,
su nariz era pequeña al igual que su estatura, sus labios rojizos formaban una
gratificante sonrisa que le aceleraba el corazón, su piel era blanca como la cal, y
sus mejillas estaban teñidas de carmesí por el frio. Ella era preciosa. Como una
escultura hecha en porcelana, una Diosa.
Ambos se sonrieron de una manera diferente, era una expresión cargada de cariño fusionado con un amor a primera vista que sería imposible de que de alguna
forma llegara a dar frutos. Ya que nadie imagino, ni siquiera por la cabeza de Ha
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Doloroso amor
Rum y Ji Rae paso algún día que volverían a verse de nuevo para un acontecimiento totalmente distinto mucho tiempo después.
Se encontraban en una elegante estancia apartada de todo el mundo en ese restaurante, de por medio entre los hermanos había una amplia mesa, llena de comida, ambos llevaban las mejores prendas que sus padres habían elegido, junto
a cada uno de ellos estaban sus padres conversando animadamente. Una cena
familiar era todo lo que Ji Rae hubiera deseado, no obstante, su hermano mayor
no había probado bocado en ningún momento, se mantenía ajeno mirando hacia
la amplia ventana que dejaba ver la ciudad en esa noche, la cual parecía más una
pintura que la realidad. En la mirada vacía de Ha Rum, ella podía ver cuánto la
odiaba, cuanto la despreciaba por el simple hecho de estar en ese justo momento
sentada allí, aun cuando ella sentía una punzada en su corazón cargado de tristeza, trataba de ocultarlo con una sonrisa. Tenía lo que siempre había querido,
ellos llegarían algún día a ser grandes amigos, y recuperarían todo el tiempo que
habían perdido al estar separados. No obstante, los pensamientos de ambos eran
distintos para el futuro.
“Ji Rae, quiero presentarte a tu hermano” dijo Kang Hee con una sonrisa cuando
acabaron la cena. Ella le dedico una mirada repleta de felicidad, mientras que
Ha Rum detestaba cada palabra que salía de la boca de su padre, sentía sus oídos
sangrar, quería salir corriendo de ese lugar. “Ha Rum, ella es tu hermana menor”
Ji Rae extendió su mano inconscientemente sobre la mesa. El voltio a mirar a otro
lado soltando un bufido. Para los dieciocho años que el chico estaba próximo a
cumplir, no era demasiado maduro. Pero existen cosas que no se pueden aceptar
de un día para otro, ni mucho menos perdonar.
“Ha Rum, puedes llamarme madre” dijo Han Neul Seok quien desbordaba de la
dicha junto su hija sentada como toda una dama.
“¿Por qué haría algo así?” inquirió el chico estupefacto. Sabía que su padre tenía
una amante, quien era esa sensual mujer frente a sus ojos, pero lo que nunca
había llegado a enterarse hasta ese día era que la tal Ji Rae era nada menos que su
media hermana, una bastarda. ¡Fabuloso!
“Vamos a casarnos”
Ji Rae le sonrió emocionada, sin embargo, todo aquello se desplomo en cuestión
de segundos, justo cuando los ojos de Ha Rum se llenaron de ira. Esas palabras
resonaban en su cabeza un y otra vez, mientras que su hermana se afligía de apoco al ver que estaba recibiendo algo que nunca creyó que llegaría a recibir.
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Doloroso amor
Capítulo 1
Debido a que eran un nuevo hogar Kang Hee se había tomado la libertad de
vender la mansión en donde había vivido con su hijo y su ex esposa durante
casi veinte años, para comprar una hermosa casa a las afueras de la ciudad. No
era tan grande como había pensado Ha Rum que seria, ya que su padre era un
loco por el gusto a las cosas más exageradas y extravagantes, no obstante, era lo
suficiente para vivir los cuatro. Era un lugar solitario, que se escondía después de
un camino de piedra bastante extenso repleto de árboles que se agitaban con el
fuerte viento dejando caer sus hojas lentamente hasta el suelo, al final del camino
los recibió una fuente de mármol gigantesca que los dejo boqui abiertos por el espléndido modelado de los cuatro niños que botaban chorros de agua por su boca.
El carro en el que iban, Kang Hee lo parqueo de manera ágil en frente de la casa
la cual la rodeaban hermosos campos de flores que llenaban de exquisitos aromas
dulces cada rincón del lugar. Todos se bajaron a explorar cada rincón de la casa,
tres de ellos estaban demasiado emocionados, menos Ha Rum por supuesto, el
chico se mantenía ajeno y distante. Caminaba con mala cara mientras observaba
los alrededores, a lo lejos un tanto escondida había una pequeña casita que de
seguro seria el garaje que también contendría pronto el montón de cachivaches
innecesarios que toda familia guardaba, junto a la gran casa vio un camino de
baldosas naranjas unas distanciadas de otras que llevaban a la parte trasera de la
casa donde estaría quizás la piscina, para hacer las reuniones de parrillada y esas
cosas estúpidas. Respiro profundamente al cruzar la puerta de madera abierta de
par en par que lo llevo a la sala de estar vacía, con una vieja chimenea en el fondo
para los días de invierno, escuchaba los pasos apresurados de todos subiendo y
bajando escaleras, yendo de cuarto en cuarto, eligiendo el que querían, comentaban sobre las cosas que pegarían en cada lugar cuando fuera el momento de la
mudanza.
Resguardo sus heladas manos en los bolsillos de su suéter rojo, camino sin rumbo por el primer piso, hasta que dio a parar en la cocina, todo estaba un poco
sucio, pero parecía bastante nuevo como para que otras personas ya hubieran
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Doloroso amor
vivido allí, parecía a su vista como si Kang Hee hubiera mandado a construir ese
lugar mucho tiempo atrás justo para ese instante. Soltó un bufido, era tan ridículo lo que sucedía en su vida. Puso sus ojos en blanco, y pudo vislumbrar por un
segundo la puerta que estaba entre abierta a su lado derecho, se acercó un poco
confuso por su descubrimiento, le propino una suave patada para que se abriera
por completo, regalándole la vista de unas escaleras que llevaban al sótano.
“Quiero que este sea mi cuarto” Anuncio al oír los pasos de alguien aproximándose.
“Pero Ha Rum…” susurro Neul Seok dedicándole una mirada cargada de preocupación.
“Hijo…” farfullo Hee rascándose la cabeza sin saber que decir. “Ese lugar parece
de película de terror”
“No me importa lo quiero” demando el chico.
“¡Oppa!” Grito Ji Rae a lo lejos.
Sus padres voltearon a mirar a la chica quien venía corriendo a toda velocidad
asía ellos, su cabello mucho más largo desde la última vez que la había visto se
agitaba acariciando sus rosáceas mejillas. Ha Rum le hizo mala cara cuando se
detuvo emocionada frente a él.
“Tienes que ver esto” sonrió Ji Rae tomándolo de la mano para llevarlo consigo
“vamos, vamos”
“Suéltame” rugió el soltándose bruscamente de su agarre “Y no me llames Oppa”
“Vamos, hay una piscina” aplaudió ella evitando que su felicidad se marchara por
la actitud de su hermano mayor.
“¿Acaso nunca has visto una que te pone tan feliz?” preguntó el apático “¿Acaso
mi padre jamás les dio tanta plata como para visitar una piscina comunitaria?
¿Tan lamentable era su situación que nunca te bañaste con mucha agua en un
poso?”
El chico se cruzó de brazos frente a su pecho, mirándola de pies a cabeza como si
su hermana fuese alguna clase de asquerosa rata. Ji Rae se mantuvo en silencio,
conteniendo las ganas de llorar, las ganas de golpearlo, las ganas de botar todo lo
que tanto había deseado. Sin embargo, respiro profundamente y le sonrió sin una
pizca de rencor, sacándole a Ha Rum una sonrisa llena de fastidio.
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Doloroso amor
“Ji Rae…” mascullo su padre.
“Está bien…” se rio la chica. “No te preocupes, papá. Ha Rum no tiene la culpa, a
veces las personas en la adolescencia se comportan así, no es nada grave”
Pocos días después de ese incidente, fue la tan anhelada boda en una de las salas
más hermosas de un hotel. Han Neul Seok estaba preciosa, con el largo vestido
blanco ceñido a su cuerpo marcando su figura, todos habían ido a felicitarla sus
familiares, sus viejos amigos, y la familia de Kang Hee también, aunque estos
últimos de muy mala gana, estaban repartidos por familias en las mesas elegantemente decoradas las cuales habían sido organizadas de una manera estratégica
para hacer una calle de honor con un tapete blanco por donde Neul Seok caminaba sin borrar su sonrisa de su rostro cubierto por un sedoso velo, que Hee quito
para plantarle un beso cuando los declararon marido y mujer.
La ceremonia acabo sin contra tiempos. Aun cuando Ha Rum tenía grandiosos
planes de arruinar ese momento sagrado, decidió mantenerse en su lugar hasta
que aquello acabara, era mejor si destruía ese matrimonio feliz cuando tuviera la
oportunidad, haría todo lo que estuviera en su mano para hacer a esa mujer tan
infeliz que se lamentaría de haber tomado la decisión de decir sí. La recepción
transcurrió de maravilla, fotos por aquí y por halla, risas, comentarios positivos
negativos, halagos, chismes, todo lo común de una reunión llena de tantas personas, la partida del ponqué gigante, el ramo en manos de otra mujer después de
ser lanzado, la estruendosa música, la deliciosa comida y para finalizar el baile.
Ji Rae con un delicado vestido rosa, se encontraba junto a un amargado Ha Rum
en un elegante traje de etiqueta que lo hacía ver más apuesto de lo que era, ella estaba acompañándolo en silencio. Trataba sin éxito de suavizar su expresión fiera
con comentarios que lo único que obtenían como respuesta eran un cruel bufido
de irritación. El lugar estaba tan animado, que esperaba que él disfrutara de ello,
por ende, le ofreció una copa llena de vino intacta que estaba sobre la mesa desde
hacía un buen rato.
“¿Quieres un poco?”
“Gracias” Sonrió él dulcemente al tomar la copa, se llevó el cristal a la boca para
probar el líquido bajo la mirada maravillada de Ji Rae, ya que había logrado su
objetivo. Ha Run de inmediato se puso en pie en silencio, su hermana lo miro
extrañada por el repentino acto. El chico la miro con menosprecio antes de derramarle encima a la pobre todo el líquido. Dejándola muda de la impresión de
ver sus ropas manchadas. “Pero, ¿no es mejor que la suciedad se quede con lo que
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está ya podrido?”
“Claro… Tienes Razón…” asintió ella antes de limpiarse el rostro con sus manos
“Perdóname, Oppa”
“Te digo que no me digas Oppa” rugió halando el mantel color hueso, trayéndose
consigo todas las cosas de la mesa, gracias al cielo el ruido de la música era tan
alto que nadie se había percatado de lo que estaba sucediendo, lo que Ji Rae menos quería era dañarles la felicidad a la pareja recién casada. El montón de vasos
y platos hechos añicos estaban a los pies de Ji Rae, quien no borraba su expresión
de espanto. Tenía demasiadas cortaduras en las piernas y la sangre se derramaba
lentamente. “Yo no soy nada tuyo. Y me importa un bledo lo que digan las leyes,
los nombres, jamás te veré como alguien de mi familia. Para mi deberías estar
muerta”
“Tienes… Razón…” sonrió ella tristemente volviendo sus manos puños fuertemente apretados. Ha Rum estaba en el derecho de no quererla, de tratarla mal,
de despreciarla, porque era de sangre ilegitima. Por ello podía soportar todo eso,
aun cuando la desgarraba por dentro. “Perdóname”
“¡¿Crees que mereces perdón?!” escupió Ha Rum sorprendido de sus palabras
“¡Eres una desgraciada! ¡Una estúpida bastarda!”
No tuvo que pensarlo dos veces para tomarla de los cabellos húmedos para sacudirla violentamente haciéndola gritar de dolor. Ji Rae no supo que hacer en
ese momento, ni menos cuando Ha Rum, le propino una cachetada que la tiro
al suelo. Causando que se incrustara los cristales rotos en gran parte del cuerpo.
Para la desgracia de la nueva familia, aquella fiesta término de la peor manera
posible, Ha Rum fue reprendido por su padre y tuvo un severo castigo, mientras
que Ji Rae se la pasó en el hospital totalmente adolorida por un tiempo.
Debido a este incidente tan inesperado para los invitados, e incluso alarmante
para sus padres, estos decidieron posponer la luna de miel por unos días, cuando
ya se hubieron acomodado por completo a la nueva casa, a la nueva escuela y
sobre todo a la nueva familia que tendrían que ser de ahora en adelante.
Era una cálida mañana de agosto, su primer día de clases. Neul Seok los había
despertado a ambos desde muy temprano, ya que debían alcanzaran a alistarse
correctamente para la ocasión. Era muy importante no llegar tarde en la bienvenida del instituto más cuando eran estudiantes nuevos. Sus padres habían deci-
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Doloroso amor
dido que lo más adecuado para sus hijos era que estudiasen en la misma escuela
para ayudarse entre ellos, debido a la localización de su casa, la cual era bastante
lejos, habían optado por inscribirlos en un reconocido instituto campestre, que
se hallaba a solo unos kilómetros, podían ir en bicicleta o en bus dependiendo
de su preferencia.
Kang Hee disfrutaba de un delicioso desayuno junto a su amada esposa en el
comedor mientras esperaban a sus hijos. Una de las cosas que más le habían
enamorado de Neul Seok era su forma de cocinar, aquella mujer con sus manos
podía convertir un platillo en la adicción más grande de una persona, dejaba a
cualquiera con ganas de más. Estaban tan dichosos de poder estar juntos bajo el
mismo techo, que el amor que sentían por el otro el cual mucho tiempo había
sido secreto, se lo demostraban con cariñitos a toda hora del día, mensajitos ridículos, abrazos desprevenidos, besos antes de ir al trabajo, cenas románticas y
largas noches de pareja cuando los niños dormían. Ese día no era distinto a otros,
ambos se daban un poco de comida con cara de enamorados, si Ha Rum no se
hubiese tardado arreglándose quizás habría vomitado sobre la deliciosa comida
al verlos.
La primera en sentarse en la mesa fue Ji Rae, quien se notaba alegre por comenzar de cero una vida en la que ya no tendría que ocultar su identidad y podía hacer amigos libremente. Llevaba puesto el uniforme del instituto Eun Ji, el cual sin
lugar a dudas le sentaba de maravilla, era un conjunto compuesto por una falda
bastante corta de color azul, junto con una camiseta polo de tela blanca manga
corta para evitar el calor, y sobre esta un suéter gris que hacia juego con el listón
rojo que se debía llevar todo el tiempo alrededor del cuello de la camisa. Ji Rae
definitivamente se veía para cualquiera como una preciosa muñeca que daban
ganas de proteger y abrazar eternamente. La chica dio los buenos días y empezó
a comer tranquilamente, pocos segundos después llego, Ha Rum desde el sótano
con cara de pocos amigos.
Llevaba puesto un uniforme idéntico al de su hermana, a excepción de que él
tenía que usar pantalones, y una corbata, luciendo bastante maduro para su edad.
Ji Rae no había podido despegarle la mirada desde que había puesto un pie en la
estancia, se veía demasiado atractivo, podía apostar que todas las chicas caerían
rendidas a sus pies al verlo. Él ni corto, ni perezoso, tiro su mochila en el suelo
sobresaltando a todos los presentes, se sentó en la única silla libre y se apresuró a
comer con los peores modales que se le podían salir, bajo la mirada estupefacta
de todos. No se molestó en dar los buenos días, ni tampoco en tratar de mantener
una conversación con alguno, cada cosa que decían o hacían simplemente las
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Doloroso amor
ignoraba para no sufrir de algún dolor de cabeza innecesario.
“Ha Rum…” lo llamo Hee cuando él se había puesto en pie dispuesto a marcharse cuanto antes. “¿Por qué no vas con tu hermana?” le pidió amablemente.
Ha Rum puso su pesada mochila tras su espalda y miro a su hermana de soslayo,
se notaba en su mirada que no tenía ni un poco de ganas de soportar el maldito
camino pegado a esa mocosa estúpida, sin embargo analizo las posibilidades de
tomar ventaja de ese hecho y termino diciendo:
“Claro, Ji Rae…” asintió dibujando una hipócrita sonrisa en sus labios “¿quieres
ir conmigo?”
“¿No hay problema?” pregunto ella tímidamente.
“Claro que no…” aseguro el mientras le guiñaba sexymente un ojo, Ji Rae sintió
como sus mejillas se teñían de rojo con esa actitud tan distinta de su hermano.
“¿Por qué habría alguno?”
“Nos vamos” murmuro ella antes de ponerse de pie de un salto, para salir disparada a coger su mochila del sofá donde la había dejado tirada la noche anterior.
“¡Que les vaya bien!” le desearon sus padres al mismo tiempo.
Los dos jóvenes adolescentes se dirigieron en silencio a la casita alejada donde
Hee había guardado las bicicletas junto con miles de cosa más, tal y como Ha
Rum había predicho. Cada uno tomo la suya sin decir nada, ambos caminaron
el uno al lado del otro mientras llegaban al inicio del camino de piedra, el cual
estaba repleto de hojas amarrillas y naranjas que caían de los árboles, formando
un exclusivo contraste hipnotizador. Ha Rum se subió a su bicicleta color negro,
y comenzó a andar lentamente, como si estuviese esperando que Ji Rae lo alcanzase, ella de inmediato siguió sus pasos hasta que pudo estar junto a él.
“Ha Rum… ¡Gracias por acompañarme!” grito Ji Rae demasiado feliz, sin embargo esto no duro ni un segundo antes de que Ha Rum sonriera con malicia, definitivamente tenía un plan demasiado cruel para hacerle daño y no sé arrepentiría
de llevarlo a cabo.
“Hagamos una carrera”
“¡Esta bien!” acepto ella demasiado confiada.
Ji Rae pedaleaba con todas su fuerzas para tomar ventaja, no obstante Ha Rum
era más grande e ir a una velocidad precipitada era algo demasiado sencillo para
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su físico escultural. Lograron llegar hasta la autopista totalmente vacía en cuestión de minutos, ambos intentaban de adelantar al otro; ya que iban a la par. Indiscutiblemente de lo mal que Ha Rum había sido con ella en la fiesta, y sus crueles palabras que la habían lastimado en muchas ocasiones, aquel momento que
compartían como dos hermanos normales, ella lo estaba disfrutando al máximo,
su hermano mayor podía llegar a ser demasiado genial cuando se lo proponía,
y eso la hizo soltar una gran risotada por lo increíble que era, parecía un sueño
hecho realidad. O eso el chico le había hecho creer desde el principio, que serían
amigos de ahora en adelante, pero las cosas que ambos tenían en la mente eran
opuestas a las del otro.
Ha Rum soltó un bufido, detestaba sobre manera ver su alegría desbordándose
por los poros. Él quería que sintiera lo mismo que durante tanto tiempo había
sufrido, quería venganza. Por ende, sin piedad alguna le propino una fuerte patada a la rueda trasera de la bicicleta de su hermana, esta de inmediato lo miro
asustada, aquello no podía estar pasando. Debía ser una cruel broma.
Todo sucedió como en cámara lenta para sus ojos, primero, perdió el equilibrio,
después, gracias a la velocidad a la que iba, la bicicleta dio un extraño giro acompañado de un chirriante ruido, y finalmente, ella quedo tirada en medio de la
dura carretera, demasiado adolorida como para poderse levantar por su cuenta.
Sus ojos se centraron en el despejado cielo azul por unos segundos, antes de que
su vista se opacara con el rostro satisfecho de Ha Rum, quien se había detenido
junto a ella.
“oh, Ji Rae… ¿Estás bien?” pregunto fingiendo preocupación.
Ella lo observo con recelo, su espalda dolía de forma inimaginable, al respirar
sentía una punzada de dolor en las costillas, quizás se había lastimado gravemente, aunque allí no basto todo, pudo notar por el olor intenso a oxido, que debía
tener alguna herida por donde estaba sangrado, sin embargo no se molestó en
moverse, hasta que Ha Rum le extendió una de sus manos para ayudarla a parar,
crédula como ninguna otra la tomo sin dudarlo, pero fue solo otra trampa más de
su sádico hermano mayor. Justo cuando tomo impulso para levantarse, Ha Rum
la soltó y esta cayo de nuevo golpeándose la cabeza contra el pavimento.
“Gracias…” farfullo ella de forma irónica.
“Mira, Ji Rae, seré sincero contigo. No es correcto mentir entre hermanos, ¿cierto?” susurro Ha Rum dedicándole una mirada llena de desprecio. “No me agradas, y tratar de llevarnos bien, siento que es un desperdicio de mi tiempo…así
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que hagamos como si el otro no existiera… ¿Ok?”
Ella se rio mientras dejaba escapar unas lágrimas traviesas, había sido demasiado
ingenua, una completa tonta al creer en alguien que no la quería ni un poco. Ha
Rum al ver que Ji Rae no se dignaría a darle una respuesta, se marchó dejándola
allí tirada, esperanzado de que las cosas hubieran quedado bastante claras para
la chica.
Se quedó en el mismo lugar durante un largo rato, hasta que recordó que por allí
pasaban carros y podría sufrir un accidente peor si no se levantaba de inmediato.
Tuvo que poner un gran esfuerzo de su parte para mantenerse en pie a causa del
fuerte dolor que sentía de pies a cabeza. Debido a que no se sentía en las mejores
condiciones, tuvo que llegar a la escuela a pie. Para su mala suerte bastante tarde
como para que el profesor Song quien vigilaba la asistencia, y se encargaba de la
clase de deporte, no notase su falta de puntualidad además de las graves heridas
que llevaba consigo por todo el camino.
No pudo zafarse del castigo después de clases por parte de su nuevo profesor,
pero al menos pudo quedarse en la enfermería gran parte del tiempo, para descansar después de que la agradable enfermera la hubiese examinado y curado de
cada una de las zonas lastimadas. Aunque hasta ese momento todo fue casi bueno, ya que en el instante en que se adentró en su salón de clases todo el mundo
la había visto de manera espantosa, como si le tuviesen miedo. La hacían sentir
como alguna clase de bicho raro, e incluso pudo escuchar ciertos comentarios
mientras caminaba al puesto que le había asignado, la titular de la clase de 3-8 de
secundaria, la profesora Park.
“Dicen que esa chica tiene una maldición, por ello hoy llego hasta ahora” susurraba una voz femenina a su compañera de asiento.
“Dicen que la violaron por eso estaba llena de sangre cuando el profesor Song la
encontró” especulo una voz masculina.
“Es emo y llego con cortadas, ¿lo puedes creer?”
“Trato de suicidarse”
“Que triste” suspiro alguien con lastima.
Se sentó sin dirigirle una mirada a absolutamente nadie, aunque todos la miraban a escondidas aunque eran demasiado obvios, ese día sus compañeros de
clase solo abrían sus bocas para salir con alguna cosa disparatada sobre ella que
era ajeno a la realidad. Cubrió sus oídos para no escuchar cosas innecesarias, era
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inútil matarse la cabeza por lo que pensaran o dejaran de pensar los demás, no
vivía para ellos de todas formas.
Para su sorpresa el día termino antes de lo pensado, y de una forma que su cabeza
jamás pudo prever, no había logrado tener algún amigo, o hablar si quiera con
el conserje del instituto, estaba totalmente sola, y tratar de borrar la imagen que
todos se habían metido sobre ella parecía todo un desafío imposible de lograr.
Debido a su extraña situación el profesor Song a quien había buscado a la sala
de maestros para recibir su castigo, le había perdonado por ese día su tardanza,
así que pudo regresar a su salón a recoger sus cosas para irse a casa a descansar.
Cuando salió al pasillo repleto de estudiantes charlando animadamente, se percatado que su salón estaba junto al de los chicos de ultimo años, entre esos Ha
Rum quien se aproximaba a ella con un aura de grandeza, juntos a dos chicos más
que parecían ser sus amigos. A simple vista se veían como dioses griegos, eran sin
duda los chicos más bellos que hubiera visto en sus quince años de vida. Empezando por su seductor hermano mayor de corazón frio. Pasando por el chico a su
lado derecho, quien era igual de alto, con la tez un poco bronceada, de cabellos
negros totalmente despelucados dándole un toque a su rostro de chico rebelde,
sus ojos eran grises como las nubes en medio de una tormenta, su sonrisa podía
flechar a cualquier chica que lo mirase de inmediato, mientras que el chico que
estaba a su lado izquierdo, se veía como el más inteligente de los tres, tenía unos
lentes azules pegados al rostro, y tras de estos sus ojos negros se sentían demandantes, junto con su boca convertida en una fina línea inexpresiva, sus cabellos
eran de un tono café oscuro un poco largo pero delicadamente peinado, parecía
el chico que podría ser el presidente del consejo estudiantil, pero sin parecer por
completo un nerd. Juntos formaban una ecuación que daba como resultado el
“trio del suspiro”, como escuchaba a la distancia que todas las chicas los nombraban con cierta emoción.
“¡Ha Rum!” grito Ji Rae liberando una dulce sonrisa. Aquella era su oportunidad de conseguir amigas, si su hermano al menos la saludaba todas tratarían de
acercase a ella aunque fuese con intenciones de conocer a Ha Rum, más que a
ella misma.
Él le hizo señas disimuladamente de que se acercara, de inmediato ella se lanzó
rápida como alma que lleva el diablo a su encuentro, sin embargo cuando estaba
a punto de llegar a donde se hallaba él paso de largo, empujándola bruscamente
con su hombro, provocando que ella se estrellara contra los casilleros que estaban
pegados a la pared causando un ruido ensordecedor, cayó al suelo de rodillas
completamente avergonzada. Todos quienes estaban en ese lugar solo por el trio
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Doloroso amor
del suspiro se burlaban de ella, y se carcajeaban a todo pulmón. Se sentía diminuta con cada segundo que transcurría, sus ojos se nublaban por las lágrimas
que amenazaban con salir, pero antes de que pudiera echarse a llorar allí mismo,
uno de los que acompañaban a Ha Rum detuvo su camino, y se acercó a ella con
sincera preocupación.
“Oye… ¿Estas bien?”
“Si” respondió con la voz quebrada mientras intentaba ponerse de pie, el chico de
cabellos negros como el carbón la ayudo a mantener el equilibrio poniendo uno
de sus brazos alrededor de sus pequeños hombros.
“Ten más cuidado”
“Gracias” dijo ella un poco más aliviada de que en esa escuela existieran bondadosas personas como él.
“¡Ey! ¡Dong Hwa!” lo llamo Ha Rum hecho una furia.
Así que su nombre es Dong Hwa… pensó Ji Rae en lo más profundo de su mente,
prometiéndose que algún día le agradecería su gentileza, al verlo marcharse con
su sádico hermano quien lo último que hizo fue mirarla por encima del hombro
antes de darse la vuelta con sus amigos pisándole los talones. Era demasiado rápido para decir que ya tenía amigos pero al menos había logrado cruzar más de
dos palabras con ese chico, eso era un avance, ¿no?
“¿No crees que te ves patética en tu primer día de clases? Tratas de llamar la atención en exceso, bruja…” comento una hermosa chica frente a ella.
“Lo siento” se excusó.
“Por este ves, podemos dejárselo pasar, ¿verdad, chicas?”
Todas asintieron.
Sin ser más pudo irse a casa tranquila. No entendía por completo como en un día
su hermano ya había ganado tanta popularidad, sabía que era demasiado lindo,
pero con su difícil personalidad, creía que sería un poco más complicado que
para ella el relacionarse con otros, a menos de que… Usará algunos encantos
masculinos cargados de caballerosidad, si, esa era la respuesta afirmativa. Suspiro, ella no podía usar ningún encanto que atrapara, porque no tenía algo como
eso.
Al llegar a casa las cosas parecían bastante normales, así que pudo pasar una
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Doloroso amor
tarde en calma viendo novelas cursis en el televisor de la sala, no obstante en la
cena los dos hermanos se enteraron de que sus padres se irían de luna de miel al
día siguiente, por ende estarían solos por una semana más o menos, y tendrían
que lidiar el uno con el otro, algo que se notaba que sería como la tercera guerra
mundial.
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Doloroso amor
Capítulo 2
Debido al incidente del día anterior, en el cual había salido gravemente herida
por la grandiosa ocurrencia de su hermano mayor, Ji Rae decidió irse primero a
la escuela dejando preparado sobre la mesa el desayuno de toda la familia, ya que
se había despertado demasiado temprano y todos aun andaban bajo las sabanas
profundamente dormidos, brindándole la oportunidad a la chica de marcharse
sin problemas de por medio.
Cuando Ha Rum salió de su habitación listo para marcharse a la escuela, Kang
Hee y Han Neul Seok estaban sacando las maletas para su estúpido viaje de pareja, se despidió de sus padres con una amplia sonrisa malévola desde el marco de
la puerta, ya que su querida madrastra se llevaría una terrible sorpresa de muerte
cuando abriera su equipaje. Respiro profundamente sintiendo como la dicha corría por sus venas, según lo que le había dicho su padre el desayuno lo había preparado su hermana, así que lo primero que hizo fue ignorar por completo aquel
plato de comida sobre la mesa, para dirigirse a la nevera a sacar una manzana y
tomar un poco de jugo de la botella.
Se encamino a la escuela en su bicicleta al terminar de devorarse esa dulce manzana en pocos bocados, absorto por la paz que sentía al estar solo. Al llegar se
detuvo sonriente frente al edificio principal, donde se hallaba el anclaje de bicicletas, y de inmediato al bajarse, todas las chicas se acercaron a saludarlo unas un
poco tímidas y otras más coquetas de lo que pudiese imaginar, no había pasado
ni un día desde su llegada al instituto, sin embargo, parecía como si ya todo el
mundo estuviera cayendo a sus pies. Saludo a todas las personas que se molestaban en darle los buenos días en el pasillo, aunque eso no era tan divertido como
la gente impopular pudiese creer, aquello era una tortura sin fin, que se repetía
día tras día hasta que se cansaran de él, aunque de todos modos ya estaba acostumbrado a que su belleza siempre fuera de admirar y fuese el centro de atención,
pero no dejaba de ser agotador ser buena persona.
Estar en una escuela nueva no era del todo tan malo, ya que podía hacer muchos
más contactos de los que tenía para un futuro próximo cuando tuviera en sus
manos la empresa de su padre, entre esos estaban dos de sus viejos amigos de la
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primaria a quienes recordaba perfectamente, mas habían perdido contacto con
el tiempo, el primero era Kim Dong Hwa, único hijo de una empresa tecnológica
y el segundo era Lee Gun Yoo, hijo mayor de una empresa de arquitectura. Dong
Hwa era de esos chicos que ocultaban todo con una sonrisa, y se tornaban alegres para que todo el mundo los quisiera, mientras que Gun Yoo era mucho más
centrado, y serio, era una persona que analizaba todo antes de hablar. Y por ello
le agradaba un tanto más que Dong Hwa.
“Oh, llego el príncipe del instituto” se rio Dong Hwa a carcajadas cuando se sentó
en el puesto que compartía con él.
“Calla, eres muy ruidoso tan temprano en la mañana” gruño Ha Rum.
“Pero si todas las chicas están encantadas contigo, ¿no deberías aprovechar?”
“Paso”
“Es un idiota, ¿no crees, Gun Yoo?” cuestiono su compañero buscando un poco
de apoyo para fastidiarlo.
“Creo que te confundes de persona” contesto sin apartar su mirada del libro de
matemáticas que estaba leyendo.
“¡Gun Yoo!”
“Oh, no armes pataleta, sabes que el chico siempre tiene la razón.” Murmuro Ha
Rum con una sonrisa burlona “¿vas a cuestionar su sabiduría?”
“No” suspiro resignado mientras se cruzaba de brazos.
El día transcurrió de forma lenta llegándose a tornar muy aburrido, clases, elección del presidente de la clase de último año, tareas para hacer en casa, trabajos
con fecha de entrega asignada, lo mismo de siempre. Sin embargo, Ha Rum se
sentía un tanto extraño ya que en todo el día la bastarda no lo había molestado,
aunque eso era bastante bueno en parte, pero necesitaba con urgencia ver su rostro destruido en dolor, se estaba convirtiendo en su mayor adicción, verla llorar
porque de alguna manera lo hacía sentir superior.
Cuando se acabó la jornada, salió al pasillo con sus amigos esperanzado con ver
algo interesante antes de partir a casa, y para su deleite personal, allí estaba ella
en medio del pasillo rodeada por todas sus compañeras de clase quienes no dejaban de reír. Se acercó lentamente tratando de no hacer mucho ruido para que
sus locas fanáticas no hicieran un alboroto insoportable, entonces la vio, con su
uniforme de deportes repleto de un polvo blanco que parecía harina, toda de pies
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a cabeza llena de aquella cosa, como si fuesen a preparar un ponqué de Ji Rae.
“¿Ahora estás jugando a ser un fantasma?” comento tan alto para que todas lo
escucharan.
Todos rompieron a reír tal y como esperaba, Ji Rae lo miro de forma fiera, por
primera vez comenzaba a desear que aquel ser que también compartía su sangre,
jamás debió haber pisado la tierra, pero en cuestión de segundos calmo su ira,
respiro profundamente, desterrando esa idea que solo podía estar metida en la
cabeza de alguien como Ha Rum.
Camino en silencio lejos de ese lugar, estaba exhausta, su día había sido de una
manera peculiarmente asfixiante, cuando no era su desquiciado hermano mayor
haciéndole la vida un infierno, era su salón de clase quienes lo remplazaban con
gusto. Empezando la mañana con su puesto el cual se lo habían rayado en el
primer receso, teniendo como castigo el limpiarlo durante varias horas hasta que
quedara como nuevo, pensando que eso que ya era suficiente le habían tendido
una trampa todos los de su salón para tirarle harina entre todos en medio del salón de clases, el cual para su mala suerte había tenido que limpiar sola. Las cosas
se estaban sobrepasando, y no estaba segura de sí llegaría a soportarlo.
Al llegar a casa, se puso a hacer los deberes después de quitarse toda la harina
de encima, arreglo un poco la casa para que no se acumulara el polvo, hasta que
tuvo que hacer la cena, y se percató de que el desayuno de Ha Rum, seguía en el
mismo lugar en el que lo había dejado, así que tuvo que botarlo sin más remedio,
preparo un montón de platillos delicioso que había aprendido viendo a su madre
cuando era pequeña, los cuales había organizado perfectamente en la mesa y
entonces satisfecha con el resultado lo llamo:
“¡Oppa, a cenar!”
Este como si lo hubiese poseído un demonio, subió las escaleras a toda prisa
haciendo demasiado estruendo a su paso, camino decidido hacia la mesa, donde
ambos se sentaron en silencio. Ji Rae le sonrió con cariño, esperanzada en que lo
que había hecho para él le gustara.
“¿Damos las gracias?”
“E-está bien…” tartamudeo nerviosa.
“Gracias Dios por esta deliciosa comida, que lastimosamente nadie se comerá,
así que perdónanos.”
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Ella lo miro confundida, no estaba muy segura de a que se referían esas palabras,
hasta que el chico se puso en pie. No comería con ella, todo su trabajo había sido
inútil por completo, respiro llenando por completo sus pulmones, y justo cuando iba a soltar todo ese aire contenido, su hermano mayor totalmente decidido
cogió manotadas de comida de los platos, para lanzárselas a ella en la cara. Pego
un chillido de dolor al sentir la carne hirviendo estrellándose en sus mejillas, las
verduras acomodándose en su cabello, el arroz sobre sus ropas, y cada una de las
cosas desperdiciadas en un juego estúpido de Ha Rum.
“¡Detente! ¡Ha Rum! ¡Detente!” gritaba cubriéndose el rostro con sus manos.
“¿Me tratas de dar órdenes?” rugió él ofendido.
Ji Rae se levantó de la silla dispuesta a escapar, sin embargo todo fue en vano ya
que el insatisfecho comenzó a lanzarle los platos y lo único que pudo hacer fue
llorar desesperadamente mientras esa tortura finalizaba. La escuela era una pesadilla donde todos la odiaban y la casa no era distinto. Escuchaba como a un lado
y al otro de su inerte cuerpo se rompían los platos quizás provocándole algunas
cortadas que dolerían por días, pero desaparecerían si era paciente, así como esa
situación tan agobiante, estaba convencida de que las cosas mejorarían pronto.
Aunque era inevitable no pasar las noches llorando, ante lo que vivía.
Al día siguiente si el cielo estaba cubierto por densas nubes grises, en su vida era
un torbellino de cosas malas lo único que había desde que abría sus ojos, llegar
al salón de clases fue lo primero, debido a que había olvidado algo dejo sus cosas
en su puesto para ir a sacar unos libros que necesitaría de su casillero, cundo
regreso, fue inexplicable su sorpresa al ver su celular destruido en dos pedazos,
su maquillaje regado por el suelo, su uniforme destruido en diminutos pedazos
como si con tijera lo hubieran cortado, e incluso sus pobres libros despedazados.
“De verdad debe tener una maldición…”
“Ji Rae… La maldita…” musito la misma chica que el día anterior le había dicho
bruja. “Pobre… maldita”
Trataba sin éxito de darse ánimos a sí misma en su cabeza, aquello era solo pasajero se acabaría tan pronto que ni se daría cuenta, podía soportarlo, podía hacerlo, ella no era tan débil como parecía. Se arrodillo en el frio suelo para recoger el
desastre antes de que la profesora Park llegara a dar su clase de ética, al finalizar
se sentó en su puesto a atender a clase, y allí duro todo el resto del día, sin comer,
sin despegar sus labios, sin hacer absolutamente nada.
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