Buenas noches, amigos, buenas noches campilleros, buenas noches forasteros, con todo mi cariñ ño, conejeros con tomate y sin tomate, buenas noches a la junta de festejos, a los miembros de la corporació ón municipal, buenas noches señ ñor alcalde, buenas noches a todos. Es para míí un verdadero honor y un enorme privilegio estar en este momento aquíí con todos vosotros y poder celebrar y compartir con todos los presentes y los no presentes, aunque siempre perennes en mi memoria, el pistoletazo de salida de una nueva feria, la feria de 2012. Seguramente muchos de vosotros estaré éis sorprendidos de verme aquíí dirigié éndome a todos en el pregó ón de la feria; yo os puedo asegurar que el má ás sorprendido, sin duda, soy yo. Siempre habíía imaginado al pregonero de la feria en la distancia, a alguien lejos, muy lejos de mi persona, a alguien con renombre, con mú últiples virtudes, hazañ ñas y proezas, en dos palabras: a otro , alguien vinculado a nuestro pueblo, rico en personas, personajes y grandes personalidades con tales atributos; pero jamá ás me imaginé é a míí, sentado delante de unos cuantos folios en blanco, con la enorme responsabilidad de dirigirle las primeras palabras de nuestra feria, mi feria, al pueblo que me vio crecer. ¡Menudo compromiso y menuda responsabilidad!... Pero qué é precioso privilegio. Yo, que confieso haber visto y escuchado medio pregó ón en mi vida, y digo medio en el má ás estricto sentido de la palabra, quizá ás siempre estuve entretenido o distraíído por ahíí en ese preciso instante pregonero, en otros menesteres de mucho menos rigor y pomposidad, como muchos, muchos de los que ahora deambulan por el edificio San Pedro o por el real de la feria a estas horas. Por todo ello, y ante la tarea encomendada y la confianza depositada en míí, no puedo sino tener palabras de agradecimiento al "iluminado" o "iluminada" del instante, a aquel momento de "iluminació ón" entrecomillada en el que, en un rincó ón cualquiera, en una tertulia cualquiera de nuestras calles, plazas o terrazas y en una chispa de lucidez, ese Pepe, Pepillo, Juan, Juanillo, Isabel, Anita…o Antonio Segura, quiero decir, seguramente, se acordó ó de míí como el pregonero para la feria que está á por venir. ¡Maldita y bendita la chispa!, pero bendito su corazó ón. Mi má ás sincero agradecimiento por la confianza depositada en mi persona, mi agradecimiento por tamañ ño detalle. A partir de ese instante, la noticia llega a míí. Meses atrá ás durante la sobremesa de una comida de compañ ñeros de trabajo suena mi mó óvil, nú úmero desconocido, “soy el alcalde de Campillos””, dice la voz. ¿Perdó ón… …? ¿Alvar Torres?... ¡Anda ya, con las bromitas!, le dije, ... o cualquier barbaridad que no ha lugar reproducir fielmente en estos momentos; pero en cuestió ón de segundos y a medida que la conversació ón fluíía, pude percibir esa musiquilla, tonillo inconfundible campillero, quizá ás, “malamentemente”” imitable, pero que delata a cualquier hijo de Campillos… …; y el ofrecimiento ya estaba hecho. De broma, ni mijita, como por aquíí solemos decir. No era el ofrecimiento a Mister Campillos o a Mister Los Ruedos como antañ ño; ni siquiera a Mister Turismo… …: mi gozo inicial, en un pozo...! Se trataba, y se trata, de estar aquíí con todos vosotros para dar paso a la nueva feria de nuestro pueblo. Como podé éis imaginar, tras colgar el telé éfono, me quedé é de piedra, inmó óvil, perplejo e incré édulo ante una propuesta, reconocimiento y responsabilidad sin precedentes en mi normal transcurrir de los díías. Estas son las premisas del posterior nombramiento oficial como pregonero de la Feria 2012, que está á a punto de comenzar, si es que no lo ha hecho ya. Quisiera, por tanto y antes de comenzar mi paseo por las calles y vivencias de mi pueblo, Campillos, dar gracias de nuevo a todos y a cada uno de los que han confiado y apostado por mi persona para pregonar las fiestas de mi pueblo, y como no podíía ser menos, a todos los amigos aquíí presentes que hacen que este acto se convierta en todo un lujo a mi alcance y un enorme orgullo para desmentir el viejo tó ópico de que nadie es profeta en su tierra… …. Yo no me considero profeta, y no lo soy, pero síí de mi pueblo y por ello, estaré é eternamente agradecido. ¿Quié én os lo iba a decir?, “quién jo lo iba a desí, cohone”! La feria de Campillos tradicionalmente termina con los fuegos artificiales, y es precisamente en ese instante, siempre para míí má ágico momento, en el que quisiera empezar a relatar mi pregó ón, imaginá ándome sentado en una silla de tijeras de las que, gracias a Dios, recortan poco, de las que se encuentran apiladas o perdidas entre las mesas de la caseta oficial. Desde esa silla tomada prestada hasta que los fuegos terminen, que me permitirá á con los ojos bien abiertos presenciar en trono de lujo y en medio de la calle, entre la Casa de la Cultura y el Ayuntamiento, el maravilloso castillo de fuegos que cada añ ño anuncia el final de otra feria. Hoy en lugar de abrir los ojos como platos, para no perderme detalle, los cerraré é y cada destello imaginario en el cielo me transportará á a mis raííces campilleras, que quisiera compartir con todos vosotros. Cuando yo nacíí, mi madre, a diferencia de la de Miguel Gila, sí estaba allí, pero lejos, muy lejos de Campillos: me habíía llevado a nacer a Colonia, y no precisamente a la Colonia de Santa Ana; esa Colonia estaba en Alemania, lejos, lejos, ¡pero lejos! La cosa no daba demasiado indicio o trazos de que la població ón de Campillos fuese a aumentar en tres su nú úmero de paisanos, pero en cuestió ón de meses, mediado ya el añ ño 1966 o quizá ás principios del 67, ni yo mismo podíía intuir ni imaginar el regalo que mis padres me teníían preparado; entre otros detalles, porque era demasiado pequeñ ño para comprender y agradecer mi destino y todo lo bueno que él me teníía preparado, ¡todo un regalazo!: ¡un pueblo, Campillos!, regalo, hoy en díía anhelado por todo aquel que nunca tuvo la suerte de tener su propio pueblo como incluso publicitan hoy por los medios. Campillos, pueblo de mi padre, Paco, mi tíía Patro, tita Maríía, mi abuelo Currito, la buena de Catalina, Iné és, Juan, mi hermana Blanca y, má ás tarde mi hermana Myriam, me estaba esperando en la Cruz Blanca y alrededores para ver crecer e intentar meter en “verea”” aquel pimpollo que ahora os habla. Mil gracias a todos por el empeñ ño en tan difíícil tarea. A bordo de un precioso Ford Taunus-“Bañera”-P-3 blanco, con las marchas en el volante, cargado hasta las trancas, Harriet Bitter pone pies en polvorosa con su marido Paco y sus dos primeros hijos con destino a Campillos. Varios díías de viaje por esas carreteras de Dios para llegar al ansiado destino: mi pueblo, Campillos. Hartos de viaje y “deseandito de llegar,”” nos alertó ó de que está ábamos llegando al pueblo una extrañ ña, digamos diferente fragancia, que durante añ ños fue claro indicio y manifiesta señ ñal de que nos acercá ábamos a Campillos. Deben “segg los ceggditos”” aclaró ó mi madre, con su acento alemá án, para restar importancia a los perfumados olores de los “arreores”” campilleros. La fusió ón de mi Colonia natal y la nueva fragancia de mi pueblo, Campillos, se acababa de producir. A lo lejos se vislumbraban numerosas casas que se extendíían por la amplia llanura, en la distancia, blancas y muy “encaladitas”” y la torre de la iglesia en lontananza, vigilante y expectante. En la misma entrada, la gasolinera, dos calles má ás allá á, torcer a la izquierda y llegar hasta el final de la calle "La Sangre"... Mi primer gran viaje no habíía hecho má ás que empezar. Será án la Cruz Blanca y su cá álida gente el escenario que marque mi destino campillero. La Cruz Blanca y sus arterias, todo un mundo de posibilidades a tu alcance. En la calle Alta, la ferreteríía de Currito, de Patrocinio, el estanco de Miguel, el bar Luna, donde cada díía esperaba la entrada de mi abuelo a una distancia prudencial, nada má ás cerrar la ferreteríía, para aparecer a su lado como de la nada y esperar a que de sus labios surgiera la frase esperada: "¿ ¿Quieres una chivita...?" Lo estaba deseando, vino dulce con Casera, bien fresquito, en aquellas botellas de cristal de gaseosa “La Casera”” con su tapó ón de porcelana, goma y alambre. Delicioso refresco, hoy quizá ás prohibido al paladar de cualquier niñ ño, y acompañ ñado de las mejores patatas fritas caseras del universo, o esa porra campillera (permíítaseme decir, sin parangó ón alguno con la de Antequera), siempre servido con el cariñ ño, que le hace a uno sentirse como uno más de la familia. Dos pasos má ás allá á, la tienda de Anita “La Barbera””, onza de chocolate a peseta y polos de coco y de casera de naranja, y de limó ón, y cola, de aquellos de palillo de dientes, curiosamente paladeados por la mayoríía de nosotros a la hora de cierre -¡¡hay que tener poca vergü üenza!- al medio díía, cuando tocaba descansar..., Un par de golpes a la puerta...: "¡¡Espachaaaa!", y la buena de Anita cogíía las bandejas heladas, fiel a nuestra petició ón. Un poco má ás allá á, en la esquina, la, para míí, má ás que entrañ ñable y querida pareja de incansables bailarines en el baile de todas las ferias campilleras, Benito y Dolores, infatigables ante las orquestas de nuestras ferias. Torciendo, a la “revolviura”” de la calle Guzmá ánez, “jumane”” para todos nosotros, la tienda de Lucíía...: Las mejores morcillas y chorizos de la tierra; y un poco má ás arriba, “La Currita”” y sus exquisitas y masosas ruedas de churros, engarzadas en largos juncos del arroyo El Rincó ón. De la Cruz Blanca parten otras tres calles, la calle Molinos, donde está á la casa de la Tita Patro, mi morada durante añ ños, hasta que por fin mi casa en la calle “La Sangre”” se pudo reconstruir y adecuar para poder vivir en ella. Al final de la calle, dos tiendas má ás, la de Rosario Molina y Dolores “La Gonzalita””. Será án esta calle y la calle de El Carmen, junto con La Cruz Blanca los escenarios de mis primeras amistades, de los juegos y los encuentros de mi niñ ñez. Windows, wifi, USB, pen drive, play station, sms, móvil, video consola..., eran palabras que estaban por llegar, aú ún lejanas en el tiempo, palabras del futuro, imposibles e impensables en aquel momento. Nuestro lenguaje y nuestros juegos callejeros, mucho má ás primitivos y sencillos… …. "sépule", "gorrióngorriona”, "churro media manga mangotero””, o “singue”” o el “jincote””; y para ellas..., el elá ástico, “la chafla”” o el “pasimisi pasimisa”… ”… Y, para terminar en pelea segura… …, el peor de los tacos… …, ”camahi””, y ¡a los palos vamos! Para que al barrio no le faltara ni un perejil, otra tienda en la misma plaza, la tienda de Carmen “La Avilesa””, allíí aú ún con una perra gorda ya casi en desuso, introducida en la bola de cristal de los caramelos, se sacaba, tirando de la palanquita, una bola de caramelo bien gorda. En la misma plaza tambié én habíía dos quioscos. Aunque es posible que muchos de vosotros só ólo recordé éis uno, el quiosco verde de Miguel, que casi sin querer fomentó ó la lectura por todo el pueblo con su iniciativa de intercambio y alquiler de novelillas del Oeste de “Estefaníía””, y con su carrillo ambulante, paraííso para cualquier niñ ño que se acercara... En un metro cuadrado, todo un arsenal de chucheríías: chicles dunking, cheiw, bazoka, chicles rosas “Niña””, chicles negros “Cosmos””, pictolines, caramelos de nata, duros, blandos, chupa chups, piruletas y regaliz, que para nosotros siempre fue, y sigue siendo, la “insa colorá" y la “insa negra”” dura y blanda, té érmino este ignorado o desconocido má ás allá á de los alrededores de Campillos. Yo aú ún me sorprendo al pedir por inercia una “insa”” fuera del pueblo y notar la mirada levantada del quiosquero de turno, como si le estuviera hablando en japoné és... Y no, no lo es, es campillero puro y duro. En verano, preludio siempre de la feria, abríía su portaló ón en frente del quiosco verde de Miguel el quiosco blanco de los polos y helados, única “sucursal”” del hoy má ás que añ ñorado Quiosco Bernabeu de nuestro pueblo. Allíí estaba “La Paca”” pasando las peores calores para ofrecernos aquellos deliciosos polos de naranja, limó ón y fresa, a duro la pieza..., tres centimillos de euro de los de ahora. Por la calle paseaba tambié én su pregonando… …. carro de los helados, Luna, clamando "¡¡helaooooooo...! ¡helaoooooo...!"; y y otros carros, pero estos, tirados por mulas: el carro del yeso, el de los escombros, el de las bebidas y el de las bombonas… …, pocos coches circulaban. Al caer la tarde las calles se llenaban de niñ ños, un baló ón y partidos de fú útbol callejeros, interminables, aporreando las cocheras convertidas en improvisadas porteríías, para desgracia de sus propietarios con una paciencia sin líímites. Un gol y otro gol en el cocheró ón del mosto de Rííos, en la cochera de Diego Gallardo o de Antonio "El Ditero"; esa, de chapa gris, era donde los goles má ás sonaban; y las fachadas, una y otra vez desconchadas por la falta de acierto de cara al gol… …Partidos de seis, diez, veinte y hasta treinta zagales que só ólo deteníían el partido por causas mayores, cuando se acercaba un coche cada media hora, quedá ándose todos inmó óviles para reanudar el juego nada má ás pasar el coche, como si de una foto fija se tratara, o cuando pasaba el autobú ús de la estació ón de Rííos, en el que todos nos “recolgábamos””de su escalerilla de equipaje desde el final de la calle Molinos hasta la Cruz Blanca, quizá ás añ ñorando y anhelando los cacharritos de feria que estaban por llegar. Partidos, como digo, interminables, hasta que, ya casi sin luz, y con la campanilla de las ánimas con su tilíín tilíín recorriendo las oscuras calles campilleras, el último niñ ño fuese reclamado desde su casa, siempre requerido con un gran grito de prolongado tono e intensidad; o bien cuando se oíía en la distancia el ruidillo inconfundible de los “mobylettes”” de los municipales, y habíía que salir corriendo y embarcar el baló ón en algú ún patio para evitar que el baló ón acabase pinchado y desapareciera para siempre. Y es que tambié én habíía que estar prevenido por si el “peligroso Lute”” habíía vuelto a fugarse y merodeaba por el pueblo. Hora de irse a casa; "¡tira ya pa la casa!””, nos decíían. Eso era Campillos para los niñ ños que allíí vivííamos. Asíí pasaba el verano, con algú ún que otro díía de refrescante visita a la piscina “Los Ruedos””, echando alguna pesetilla, alguna vez que otra, a la alcancíía para estar bien pertrechaditos para la feria que se acercaba poco a poco en el lento y caluroso agosto. Por último, la calle Santa Ana, la calle que conduce a la iglesia y al parque, o sea, a allí abajo, como todos decimos -aquí abajo, donde ahora nos encontramos...-, la calle que nos llevará á a la feria. En la calle Santa Ana, la última tienda de ultramarinos de mi recuerdo, la tienda de la má ás que entrañ ñable, Dolores “La Tebana”” donde cada mañ ñana compraba la leche a granel y los molletes para el desayuno y el colegio, y cuarto y mitad de chopped a rodajas soplado por detrá ás de la lata. ¡Campilleros y forasteros! ¡La Feria va a comenzar! Es la hora para míí de bajar la calle Santa Ana y decir "buenas noches" a todos los sentados a la fresca de sus casas, toparme con la primera turroneríía de la esquina de la calle San Benito, llegar hasta el quiosco Bernabeu, encontrarme con mis amigos, repostar allíí y continuar, camino con ellos, hacia el alumbrado que se vislumbra a la entrada del parque, pararme un segundo, sacar un par de pesetas y probar suerte lanzando la peseta al aire para que caiga encima de la tableta de turró ón y llevarme la tabletita; continuar y comprar un par de chumbos a duro; má ás adelante, probar suerte con las escopetillas de plomo y, si no la hay, hacer un poquito de fulleríía para derribar el palillo con el cañó ñón ás adelante, tirar las latas con ñó y obtener el premio...; má las pelotas de trapo, aunque siempre quedará á una viva… …, mala suerte...; y en la prolongació ón del parque, los cacharritos…¿ …¿Qué á venido este añ ño?... Está á ”El Balance””, …¿ é habrá siempre viene; "La Ola" tambié én ha venido este añ ño... ¡Mira, mira! Ha venido "El Látigo" y "El Saltamontes"…… …….y los …… "coches tope", "coches de choque" para los que nos visitan, está án al fondo. Lejos quedan ya los caballitos movidos barra a barra y a mano, y tambié én las barquillas... Hay diversió ón para rato, habrá á que dosificar el pecunio de la alcancíía… …, no sabemos si llegará á para ver a la mujer oveja o el hombre má ás pequeñ ño del mundo. Esas primeras ferias casi siempre iré é acompañ ñado de mis padres mis hermanas y mi tíía; ferias siempre de calor e ilusió ón, cuando los cacharritos abríían durante el díía; ferias en los que comenzaban a aparecer los carruseles elé éctricos, y cualquier agasajo era la ilusió ón má ás enorme: Una manzana bañ ñada en caramelo, un algodó ón de azú úcar, un trozo de coco o una bolsita de chufas, una vueltecita -y si nos portá ábamos bien, dos- en los cacharritos no demasiado variados, pero suficientes para volver a casa derrotados con una enorme sonrisa y deseando que el díía siguiente llegara pronto para terminar comprando el último díía el capricho ansiado durante toda la feria, una escopeta de émbolo con cachas de plá ástico marró ón y cañó ñón ñó negro que disparaba un corcho para poder atontar las avispas de mi patio, y revivirlas posteriormente enterradas en tierra y expuestas al sol, como si fué ésemos magos o resucitadores de insectos. Pero el tiempo corre que se las pela y llegará án las grandes ferias de Campillos, con numerosas casetas: la de Jesú ús Nazareno, la del Cristo, la del Entierro, la Pollinica, incluso la ño nos atrevimos a instalar para caseta de la “Tajá”, que un añ vivir la feria por dentro y por fuera, y hacernos ricos, ricos en experiencia ferial para el resto de nuestros díías. Todas engalanadas y listas para refrescar los gaznates de los sedientos feriantes y deleitar con su variadíísima gastronomíía, los paladares má ás exigentes. Pero dos de ellas eran casetas monumentales, dos casetas con dos bailes que se vestíían de gala añ ño a añ ño con las actuaciones estelares de los mejores artistas del momento: la Caseta Oficial y la piscina Los Ruedos. Campillos, en su feria, siempre atrae a cientos de personas de toda la comarca y mucho má ás allá á. El recuerdo de aquellas inolvidables actuaciones me alcanza desde Tequila, los Pecos, José é Luis Perales, el Dú úo Diná ámico, los Hermanos Calatrava, Triana, Azul Y Negro, La Rubi, La Mode, el Lebrijano, hasta Mecano… …..y muchos, muchíísimos má ás, imposible citarlos a todos. Dos actuaciones diarias simultá áneas a la misma hora, ¡ y a menos de un kiló ómetro de distancia! Terrible dilema que con frecuencia habíía que solventar cada noche era elegir uno u otro espectá áculo, intercambiar abonos con algú ún conocido, o bien optar por entrar por la puerta de atrá ás -ahora que el tiempo ha pasado se puede confesar-, saltar la valla de la parte de atrá ás del antiguo colegio Manzano Jimé énez, ayuntamiento en el que nos encontramos ahora, localizar la ventana del cristal roto, y entrar a ver la actuació ón de Miguel Rííos, con la sorpresa de toparnos con él en pleno calentamiento, en los improvisados camerinos corriendo por los pasillos con los suelos de tablones y gritando “banzayyy”” como un descosido de un lado a otro a punto de salir al escenario. Actuaciones de tanto nivel como la de Mecano, que habíía que ver a toda costa, síí o síí, y si te pillaba en Antequera con solo quinientas pesetas, te lo gastabas casi todo en un taxi que te llevara a Bobadilla; y si al llegar allíí ya no habíía tren para Campillos, habíía que coger campo a travé és, por las lindes, sin remedio, corriendo en la oscuridad entre ladridos de perros para llegar a la feria de Campillos a tiempo del ansiado concierto, aunque no te quedara ni un duro en el bolsillo. Acabadas las actuaciones, muchos (quizá ás los má ás mayores) permanecíían en el baile relajaditos con unas avellanitas, pero el real de la feria se volvíía a llenar, y llegar a las casetas era cuestió ón de tiempo, el tiempo que cada cual dedicase a pararse a saludar a unos y otros... Campillos en feria es una gran familia, es el encuentro con todos los seres queridos que quizá á no ves en todo el añ ño, es el gran momento de encuentro, cordialidad y generosidad campillera. Pero las noches de las ferias campilleras no acababan nunca. El campillero tiene que estar en todos los sitios, jamá ás se pierde nada, y la feria se prolongaba má ás allá á del amanecer todas las noches, en el Azabache, Albatros, Primero 28, y en el inolvidable Canela en Rama, horas y horas que nunca querííamos que terminasen pasá ábamos allíí bailando la mejor mú úsica de nuestras vidas hasta que el cuerpo y el bolsillo aguantaran. Campilleros, familiares y amigos que en estos díías nos visitá áis, esa era otra feria, pero la nueva feria de Campillos ha llegado por fin, os toca a vosotros vivirla y disfrutarla a tope. Tras un largo añ ño, 3318 palabras, para los amigos de la estadíística, y má ás de 20 minutos en vuestra compañí ñía, y -por las ñí casualidades del destino- a espaldas de lo que ayer fueron las viejas aulas del colegio Manzano Jimé énez -donde mi madre Harriet, curso tras curso, se empeñ ñaba en enseñ ñar inglé és a muchos, muchos campilleros- y hoy es el majestuoso ayuntamiento de Campillos, he podido compartir con todos vosotros algunas de mis maravillosas experiencias en este pueblo sin igual. Solo me queda desearos la mejor feria de vuestras vidas. La feria sois vosotros, disfrutad de los vuestros y de todo lo bueno que nuestro pueblo nos ofrece, apartemos los malos momentos que atravesamos y dejé émonos llevar, y ¡a disfrutar, que son cuatro díías! Como decíía el viejo profesor Tierno Galvá án, ¡“el é ¡“ que no esté colocado que se coloque, y al loro””! Quizá ás ahora, má ás que nunca, y emulando aquellos discursos semanasanteros de Cantano, me atrevo a decir ¡Campilleros, ahíí tené éis vuestra Feria!, ¡Feria de Campillos, ahíí tienes a tu pueblo! Muchíísimas gracias a todos. ¡VIVA LA FERIA DE CAMPILLOS! Alvar Torres Bitter, Pregonero de la Feria 2012 de Campillos 15 DE AGOSTO 2012 Por gentileza de Campillos en la Red www.campillos.net Radio Campillos 107.9 FM www.radiocampillos.com Foto: campillos.net