feria 2012 - campillos

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Buenas noches, amigos, buenas noches campilleros, buenas
noches forasteros, con todo mi cariñ
ño, conejeros con tomate y
sin tomate, buenas noches a la junta de festejos, a los
miembros de la corporació
ón municipal, buenas noches señ
ñor
alcalde, buenas noches a todos. Es para míí un verdadero
honor y un enorme privilegio estar en este momento aquíí con
todos vosotros y poder celebrar y compartir con todos los
presentes y los no presentes, aunque siempre perennes en mi
memoria, el pistoletazo de salida de una nueva feria, la feria de
2012.
Seguramente muchos de vosotros estaré
éis sorprendidos de
verme aquíí dirigié
éndome a todos en el pregó
ón de la feria; yo os
puedo asegurar que el má
ás sorprendido, sin duda, soy yo.
Siempre habíía imaginado al pregonero de la feria en la
distancia, a alguien lejos, muy lejos de mi persona, a alguien
con renombre, con mú
últiples virtudes, hazañ
ñas y proezas, en
dos palabras: a otro , alguien vinculado a nuestro pueblo, rico
en personas, personajes y grandes personalidades con tales
atributos; pero jamá
ás me imaginé
é a míí, sentado delante de
unos cuantos folios en blanco, con la enorme responsabilidad
de dirigirle las primeras palabras de nuestra feria, mi feria, al
pueblo que me vio crecer. ¡Menudo compromiso y menuda
responsabilidad!... Pero qué
é precioso privilegio.
Yo, que confieso haber visto y escuchado medio pregó
ón en mi
vida, y digo medio en el má
ás estricto sentido de la palabra,
quizá
ás siempre estuve entretenido o distraíído por ahíí en ese
preciso instante pregonero, en otros menesteres de mucho
menos rigor y pomposidad, como muchos, muchos de los que
ahora deambulan por el edificio San Pedro o por el real de la
feria a estas horas. Por todo ello, y ante la tarea encomendada
y la confianza depositada en míí, no puedo sino tener palabras
de agradecimiento al "iluminado" o "iluminada" del instante, a
aquel momento de "iluminació
ón" entrecomillada en el que, en
un rincó
ón cualquiera, en una tertulia cualquiera de nuestras
calles, plazas o terrazas y en una chispa de lucidez, ese Pepe,
Pepillo, Juan, Juanillo, Isabel, Anita…o Antonio Segura, quiero
decir, seguramente, se acordó
ó de míí como el pregonero para la
feria que está
á por venir. ¡Maldita y bendita la chispa!, pero
bendito su corazó
ón. Mi má
ás sincero agradecimiento por la
confianza depositada en mi persona, mi agradecimiento por
tamañ
ño detalle.
A partir de ese instante, la noticia llega a míí. Meses atrá
ás
durante la sobremesa de una comida de compañ
ñeros de trabajo
suena mi mó
óvil, nú
úmero desconocido, “soy el alcalde de
Campillos””, dice la voz. ¿Perdó
ón…
…? ¿Alvar Torres?... ¡Anda ya,
con las bromitas!, le dije, ... o cualquier barbaridad que no ha
lugar reproducir fielmente en estos momentos; pero en
cuestió
ón de segundos y a medida que la conversació
ón fluíía,
pude percibir esa musiquilla, tonillo inconfundible campillero,
quizá
ás, “malamentemente”” imitable, pero que delata a cualquier
hijo de Campillos…
…; y el ofrecimiento ya estaba hecho. De
broma, ni mijita, como por aquíí solemos decir. No era el
ofrecimiento a Mister Campillos o a Mister Los Ruedos como
antañ
ño; ni siquiera a Mister Turismo…
…: mi gozo inicial, en un
pozo...! Se trataba, y se trata, de estar aquíí con todos vosotros
para dar paso a la nueva feria de nuestro pueblo.
Como podé
éis imaginar, tras colgar el telé
éfono, me quedé
é de
piedra, inmó
óvil, perplejo e incré
édulo ante una propuesta,
reconocimiento y responsabilidad sin precedentes en mi
normal transcurrir de los díías.
Estas son las premisas del posterior nombramiento oficial
como pregonero de la Feria 2012, que está
á a punto de
comenzar, si es que no lo ha hecho ya. Quisiera, por tanto y
antes de comenzar mi paseo por las calles y vivencias de mi
pueblo, Campillos, dar gracias de nuevo a todos y a cada uno
de los que han confiado y apostado por mi persona para
pregonar las fiestas de mi pueblo, y como no podíía ser menos,
a todos los amigos aquíí presentes que hacen que este acto se
convierta en todo un lujo a mi alcance y un enorme orgullo
para desmentir el viejo tó
ópico de que nadie es profeta en su
tierra…
…. Yo no me considero profeta, y no lo soy, pero síí de mi
pueblo y por ello, estaré
é eternamente agradecido. ¿Quié
én os lo
iba a decir?, “quién jo lo iba a desí, cohone”!
La feria de Campillos tradicionalmente termina con los fuegos
artificiales, y es precisamente en ese instante, siempre para míí
má
ágico momento, en el que quisiera empezar a relatar mi
pregó
ón, imaginá
ándome sentado en una silla de tijeras de las
que, gracias a Dios, recortan poco, de las que se encuentran
apiladas o perdidas entre las mesas de la caseta oficial. Desde
esa silla tomada prestada hasta que los fuegos terminen, que
me permitirá
á con los ojos bien abiertos presenciar en trono de
lujo y en medio de la calle, entre la Casa de la Cultura y el
Ayuntamiento, el maravilloso castillo de fuegos que cada añ
ño
anuncia el final de otra feria. Hoy en lugar de abrir los ojos
como platos, para no perderme detalle, los cerraré
é y cada
destello imaginario en el cielo me transportará
á a mis raííces
campilleras, que quisiera compartir con todos vosotros.
Cuando yo nacíí, mi madre, a diferencia de la de Miguel Gila, sí
estaba allí, pero lejos, muy lejos de Campillos: me habíía
llevado a nacer a Colonia, y no precisamente a la Colonia de
Santa Ana; esa Colonia estaba en Alemania, lejos, lejos, ¡pero
lejos! La cosa no daba demasiado indicio o trazos de que la
població
ón de Campillos fuese a aumentar en tres su nú
úmero de
paisanos, pero en cuestió
ón de meses, mediado ya el añ
ño 1966 o
quizá
ás principios del 67, ni yo mismo podíía intuir ni imaginar el
regalo que mis padres me teníían preparado; entre otros
detalles, porque era demasiado pequeñ
ño para comprender y
agradecer mi destino y todo lo bueno que él me teníía
preparado, ¡todo un regalazo!: ¡un pueblo, Campillos!, regalo,
hoy en díía anhelado por todo aquel que nunca tuvo la suerte de
tener su propio pueblo como incluso publicitan hoy por los
medios.
Campillos, pueblo de mi padre, Paco, mi tíía Patro, tita Maríía, mi
abuelo Currito, la buena de Catalina, Iné
és, Juan, mi hermana
Blanca y, má
ás tarde mi hermana Myriam, me estaba esperando
en la Cruz Blanca y alrededores para ver crecer e intentar meter
en “verea”” aquel pimpollo que ahora os habla. Mil gracias a
todos por el empeñ
ño en tan difíícil tarea.
A bordo de un precioso Ford Taunus-“Bañera”-P-3 blanco, con
las marchas en el volante, cargado hasta las trancas, Harriet
Bitter pone pies en polvorosa con su marido Paco y sus dos
primeros hijos con destino a Campillos. Varios díías de viaje
por esas carreteras de Dios para llegar al ansiado destino: mi
pueblo, Campillos.
Hartos de viaje y “deseandito de llegar,”” nos alertó
ó de que
está
ábamos llegando al pueblo una extrañ
ña, digamos diferente
fragancia, que durante añ
ños fue claro indicio y manifiesta señ
ñal
de que nos acercá
ábamos a Campillos. Deben “segg los
ceggditos”” aclaró
ó mi madre, con su acento alemá
án, para restar
importancia a los perfumados olores de los “arreores””
campilleros. La fusió
ón de mi Colonia natal y la nueva fragancia
de mi pueblo, Campillos, se acababa de producir.
A lo lejos se vislumbraban numerosas casas que se extendíían
por la amplia llanura, en la distancia, blancas y muy
“encaladitas”” y la torre de la iglesia en lontananza, vigilante y
expectante. En la misma entrada, la gasolinera, dos calles má
ás
allá
á, torcer a la izquierda y llegar hasta el final de la calle "La
Sangre"... Mi primer gran viaje no habíía hecho má
ás que
empezar.
Será
án la Cruz Blanca y su cá
álida gente el escenario que marque
mi destino campillero. La Cruz Blanca y sus arterias, todo un
mundo de posibilidades a tu alcance. En la calle Alta, la
ferreteríía de Currito, de Patrocinio, el estanco de Miguel, el bar
Luna, donde cada díía esperaba la entrada de mi abuelo a una
distancia prudencial, nada má
ás cerrar la ferreteríía, para
aparecer a su lado como de la nada y esperar a que de sus
labios surgiera la frase esperada: "¿
¿Quieres una chivita...?" Lo
estaba deseando, vino dulce con Casera, bien fresquito, en
aquellas botellas de cristal de gaseosa “La Casera”” con su
tapó
ón de porcelana, goma y alambre. Delicioso refresco, hoy
quizá
ás prohibido al paladar de cualquier niñ
ño, y acompañ
ñado
de las mejores patatas fritas caseras del universo, o esa porra
campillera (permíítaseme decir, sin parangó
ón alguno con la de
Antequera), siempre servido con el cariñ
ño, que le hace a uno
sentirse como uno más de la familia. Dos pasos má
ás allá
á, la
tienda de Anita “La Barbera””, onza de chocolate a peseta y
polos de coco y de casera de naranja, y de limó
ón, y cola, de
aquellos de palillo de dientes, curiosamente paladeados por la
mayoríía de nosotros a la hora de cierre -¡¡hay que tener poca
vergü
üenza!- al medio díía, cuando tocaba descansar..., Un par
de golpes a la puerta...: "¡¡Espachaaaa!", y la buena de Anita
cogíía las bandejas heladas, fiel a nuestra petició
ón. Un poco
má
ás allá
á, en la esquina, la, para míí, má
ás que entrañ
ñable y
querida pareja de incansables bailarines en el baile de todas
las ferias campilleras, Benito y Dolores, infatigables ante las
orquestas de nuestras ferias. Torciendo, a la “revolviura”” de la
calle Guzmá
ánez, “jumane”” para todos nosotros, la tienda de
Lucíía...: Las mejores morcillas y chorizos de la tierra; y un
poco má
ás arriba, “La Currita”” y sus exquisitas y masosas
ruedas de churros, engarzadas en largos juncos del arroyo El
Rincó
ón.
De la Cruz Blanca parten otras tres calles, la calle Molinos,
donde está
á la casa de la Tita Patro, mi morada durante añ
ños,
hasta que por fin mi casa en la calle “La Sangre”” se pudo
reconstruir y adecuar para poder vivir en ella. Al final de la
calle, dos tiendas má
ás, la de Rosario Molina y Dolores “La
Gonzalita””. Será
án esta calle y la calle de El Carmen, junto con
La Cruz Blanca los escenarios de mis primeras amistades, de
los juegos y los encuentros de mi niñ
ñez.
Windows, wifi, USB, pen drive, play station, sms, móvil, video
consola..., eran palabras que estaban por llegar, aú
ún lejanas en
el tiempo, palabras del futuro, imposibles e impensables en
aquel momento. Nuestro lenguaje y nuestros juegos callejeros,
mucho má
ás primitivos y sencillos…
…. "sépule", "gorrióngorriona”, "churro media manga mangotero””, o “singue”” o el
“jincote””; y para ellas..., el elá
ástico, “la chafla”” o el “pasimisi
pasimisa”…
”… Y, para terminar en pelea segura…
…, el peor de los
tacos…
…, ”camahi””, y ¡a los palos vamos!
Para que al barrio no le faltara ni un perejil, otra tienda en la
misma plaza, la tienda de Carmen “La Avilesa””, allíí aú
ún con una
perra gorda ya casi en desuso, introducida en la bola de cristal
de los caramelos, se sacaba, tirando de la palanquita, una bola
de caramelo bien gorda. En la misma plaza tambié
én habíía dos
quioscos. Aunque es posible que muchos de vosotros só
ólo
recordé
éis uno, el quiosco verde de Miguel, que casi sin querer
fomentó
ó la lectura por todo el pueblo con su iniciativa de
intercambio y alquiler de novelillas del Oeste de “Estefaníía””, y
con su carrillo ambulante, paraííso para cualquier niñ
ño que se
acercara... En un metro cuadrado, todo un arsenal de
chucheríías: chicles dunking, cheiw, bazoka, chicles rosas
“Niña””, chicles negros “Cosmos””, pictolines, caramelos de nata,
duros, blandos, chupa chups, piruletas y regaliz, que para
nosotros siempre fue, y sigue siendo, la “insa colorá" y la “insa
negra”” dura y blanda, té
érmino este ignorado o desconocido
má
ás allá
á de los alrededores de Campillos. Yo aú
ún me sorprendo
al pedir por inercia una “insa”” fuera del pueblo y notar la mirada
levantada del quiosquero de turno, como si le estuviera
hablando en japoné
és... Y no, no lo es, es campillero puro y
duro.
En verano, preludio siempre de la feria, abríía su portaló
ón en
frente del quiosco verde de Miguel el quiosco blanco de los
polos y helados, única “sucursal”” del hoy má
ás que añ
ñorado
Quiosco Bernabeu de nuestro pueblo. Allíí estaba “La Paca””
pasando
las
peores
calores
para
ofrecernos
aquellos
deliciosos polos de naranja, limó
ón y fresa, a duro la pieza...,
tres centimillos de euro de los de ahora. Por la calle paseaba
tambié
én
su
pregonando…
….
carro
de
los
helados,
Luna,
clamando
"¡¡helaooooooo...! ¡helaoooooo...!";
y
y otros
carros, pero estos, tirados por mulas: el carro del yeso, el de
los escombros, el de las bebidas y el de las bombonas…
…,
pocos coches circulaban.
Al caer la tarde las calles se llenaban de niñ
ños, un baló
ón y
partidos de fú
útbol callejeros, interminables, aporreando las
cocheras
convertidas
en
improvisadas
porteríías,
para
desgracia de sus propietarios con una paciencia sin líímites. Un
gol y otro gol en el cocheró
ón del mosto de Rííos, en la cochera
de Diego Gallardo o de Antonio "El Ditero"; esa, de chapa gris,
era donde los goles má
ás sonaban; y las fachadas, una y otra
vez desconchadas por la falta de acierto de cara al
gol…
…Partidos de seis, diez, veinte y hasta treinta zagales que
só
ólo deteníían el partido por causas mayores, cuando se
acercaba un coche cada media hora, quedá
ándose todos
inmó
óviles para reanudar el juego nada má
ás pasar el coche,
como si de una foto fija se tratara, o cuando pasaba el autobú
ús
de la estació
ón de Rííos, en el que todos nos “recolgábamos””de
su escalerilla de equipaje desde el final de la calle Molinos
hasta la Cruz Blanca, quizá
ás añ
ñorando y anhelando los
cacharritos de feria que estaban por llegar. Partidos, como
digo, interminables, hasta que, ya casi sin luz, y con la
campanilla de las ánimas con su tilíín tilíín recorriendo las
oscuras calles campilleras, el último niñ
ño fuese reclamado
desde su casa, siempre requerido con un gran grito de
prolongado tono e intensidad; o bien cuando se oíía en la
distancia el ruidillo inconfundible de los “mobylettes”” de los
municipales, y habíía que salir corriendo y embarcar el baló
ón en
algú
ún patio para evitar que el baló
ón acabase pinchado y
desapareciera para siempre. Y es que tambié
én habíía que estar
prevenido por si el “peligroso Lute”” habíía vuelto a fugarse y
merodeaba por el pueblo. Hora de irse a casa; "¡tira ya pa la
casa!””, nos decíían. Eso era Campillos para los niñ
ños que allíí
vivííamos.
Asíí pasaba el verano, con algú
ún que otro díía de refrescante
visita a la piscina “Los Ruedos””, echando alguna pesetilla,
alguna
vez
que
otra,
a
la
alcancíía
para
estar
bien
pertrechaditos para la feria que se acercaba poco a poco en el
lento y caluroso agosto.
Por último, la calle Santa Ana, la calle que conduce a la iglesia
y al parque, o sea, a allí abajo, como todos decimos -aquí
abajo, donde ahora nos encontramos...-, la calle que nos
llevará
á a la feria. En la calle Santa Ana, la última tienda de
ultramarinos de mi recuerdo, la tienda de la má
ás que
entrañ
ñable, Dolores “La Tebana”” donde cada mañ
ñana compraba
la leche a granel y los molletes para el desayuno y el colegio, y
cuarto y mitad de chopped a rodajas soplado por detrá
ás de la
lata.
¡Campilleros y forasteros! ¡La Feria va a comenzar! Es la hora
para míí de bajar la calle Santa Ana y decir "buenas noches" a
todos los sentados a la fresca de sus casas, toparme con la
primera turroneríía de la esquina de la calle San Benito, llegar
hasta el quiosco Bernabeu, encontrarme con mis amigos,
repostar allíí y continuar, camino con ellos, hacia el alumbrado
que se vislumbra a la entrada del parque, pararme un segundo,
sacar un par de pesetas y probar suerte lanzando la peseta al
aire para que caiga encima de la tableta de turró
ón y llevarme la
tabletita; continuar y comprar un par de chumbos a duro; má
ás
adelante, probar suerte con las escopetillas de plomo y, si no la
hay, hacer un poquito de fulleríía para derribar el palillo con el
cañó
ñón
ás adelante, tirar las latas con
ñó y obtener el premio...; má
las pelotas de trapo, aunque siempre quedará
á una viva…
…, mala
suerte...;
y
en
la
prolongació
ón
del
parque,
los
cacharritos…¿
…¿Qué
á venido este añ
ño?... Está
á ”El Balance””,
…¿ é habrá
siempre viene; "La Ola" tambié
én ha venido este añ
ño... ¡Mira,
mira! Ha venido "El Látigo" y "El Saltamontes"……
…….y
los
……
"coches tope", "coches de choque" para los que nos visitan,
está
án al fondo. Lejos quedan ya los caballitos movidos barra a
barra y a mano, y tambié
én las barquillas... Hay diversió
ón para
rato, habrá
á que dosificar el pecunio de la alcancíía…
…, no
sabemos si llegará
á para ver a la mujer oveja o el hombre má
ás
pequeñ
ño del mundo.
Esas primeras ferias casi siempre iré
é acompañ
ñado de mis
padres mis hermanas y mi tíía; ferias siempre de calor e ilusió
ón,
cuando los cacharritos abríían durante el díía; ferias en los que
comenzaban a aparecer los carruseles elé
éctricos, y cualquier
agasajo era la ilusió
ón má
ás enorme: Una manzana bañ
ñada en
caramelo, un algodó
ón de azú
úcar, un trozo de coco o una bolsita
de chufas, una vueltecita -y si nos portá
ábamos bien, dos- en
los cacharritos no demasiado variados, pero suficientes para
volver a casa derrotados con una enorme sonrisa y deseando
que el díía siguiente llegara pronto para terminar comprando el
último díía el capricho ansiado durante toda la feria, una
escopeta de émbolo con cachas de plá
ástico marró
ón y cañó
ñón
ñó
negro que disparaba un corcho para poder atontar las avispas
de mi patio, y revivirlas posteriormente enterradas en tierra y
expuestas al sol, como si fué
ésemos magos o resucitadores de
insectos.
Pero el tiempo corre que se las pela y llegará
án las grandes
ferias de Campillos, con numerosas casetas: la de Jesú
ús
Nazareno, la del Cristo, la del Entierro, la Pollinica, incluso la
ño nos atrevimos a instalar para
caseta de la “Tajá”, que un añ
vivir la feria por dentro y por fuera, y hacernos ricos, ricos en
experiencia ferial para el resto de nuestros díías. Todas
engalanadas y listas para refrescar los gaznates de los
sedientos feriantes y deleitar con su variadíísima gastronomíía,
los paladares má
ás exigentes. Pero dos de ellas eran casetas
monumentales, dos casetas con dos bailes que se vestíían de
gala añ
ño a añ
ño con las actuaciones estelares de los mejores
artistas del momento: la Caseta Oficial y la piscina Los Ruedos.
Campillos, en su feria, siempre atrae a cientos de personas de
toda la comarca y mucho má
ás allá
á. El recuerdo de aquellas
inolvidables actuaciones me alcanza desde Tequila, los Pecos,
José
é Luis Perales, el Dú
úo Diná
ámico, los Hermanos Calatrava,
Triana, Azul Y Negro, La Rubi, La Mode, el Lebrijano, hasta
Mecano…
…..y muchos, muchíísimos má
ás, imposible citarlos a
todos.
Dos actuaciones diarias simultá
áneas a la misma hora, ¡ y a
menos de un kiló
ómetro de distancia! Terrible dilema que con
frecuencia habíía que solventar cada noche era elegir uno u
otro espectá
áculo, intercambiar abonos con algú
ún conocido, o
bien optar por entrar por la puerta de atrá
ás -ahora que el tiempo
ha pasado se puede confesar-, saltar la valla de la parte de
atrá
ás del antiguo colegio Manzano Jimé
énez, ayuntamiento en el
que nos encontramos ahora, localizar la ventana del cristal
roto, y entrar a ver la actuació
ón de Miguel Rííos, con la sorpresa
de
toparnos
con
él
en
pleno
calentamiento,
en
los
improvisados camerinos corriendo por los pasillos con los
suelos de tablones y gritando “banzayyy”” como un descosido
de un lado a otro a punto de salir al escenario.
Actuaciones de tanto nivel como la de Mecano, que habíía que
ver a toda costa, síí o síí, y si te pillaba en Antequera con solo
quinientas pesetas, te lo gastabas casi todo en un taxi que te
llevara a Bobadilla; y si al llegar allíí ya no habíía tren para
Campillos, habíía que coger campo a travé
és, por las lindes, sin
remedio, corriendo en la oscuridad entre ladridos de perros
para llegar a la feria de Campillos a tiempo del ansiado
concierto, aunque no te quedara ni un duro en el bolsillo.
Acabadas las actuaciones, muchos (quizá
ás los má
ás mayores)
permanecíían en el baile relajaditos con unas avellanitas, pero
el real de la feria se volvíía a llenar, y llegar a las casetas era
cuestió
ón de tiempo, el tiempo que cada cual dedicase a pararse
a saludar a unos y otros... Campillos en feria es una gran
familia, es el encuentro con todos los seres queridos que quizá
á
no ves en todo el añ
ño, es el gran momento de encuentro,
cordialidad y generosidad campillera.
Pero las noches de las ferias campilleras no acababan nunca.
El campillero tiene que estar en todos los sitios, jamá
ás se
pierde nada, y la feria se prolongaba má
ás allá
á del amanecer
todas las noches, en el Azabache, Albatros, Primero 28, y en el
inolvidable Canela en Rama, horas y horas que nunca
querííamos que terminasen pasá
ábamos allíí bailando la mejor
mú
úsica de nuestras vidas hasta que el cuerpo y el bolsillo
aguantaran.
Campilleros, familiares y amigos que en estos díías nos visitá
áis,
esa era otra feria, pero la nueva feria de Campillos ha llegado
por fin, os toca a vosotros vivirla y disfrutarla a tope. Tras un
largo añ
ño, 3318 palabras, para los amigos de la estadíística, y
má
ás de 20 minutos en vuestra compañí
ñía,
y -por las
ñí
casualidades del destino- a espaldas de lo que ayer fueron las
viejas aulas del colegio Manzano Jimé
énez -donde mi madre
Harriet, curso tras curso, se empeñ
ñaba en enseñ
ñar inglé
és a
muchos, muchos campilleros- y hoy es el majestuoso
ayuntamiento de Campillos, he podido compartir con todos
vosotros algunas de mis maravillosas experiencias en este
pueblo sin igual. Solo me queda desearos la mejor feria de
vuestras vidas. La feria sois vosotros, disfrutad de los vuestros
y de todo lo bueno que nuestro pueblo nos ofrece, apartemos
los malos momentos que atravesamos y dejé
émonos llevar, y ¡a
disfrutar, que son cuatro díías!
Como decíía el viejo profesor Tierno Galvá
án, ¡“el
é
¡“ que no esté
colocado que se coloque, y al loro””! Quizá
ás ahora, má
ás que
nunca, y emulando aquellos discursos semanasanteros de
Cantano, me atrevo a decir ¡Campilleros, ahíí tené
éis vuestra
Feria!, ¡Feria de Campillos, ahíí tienes a tu pueblo!
Muchíísimas gracias a todos. ¡VIVA LA FERIA DE CAMPILLOS!
Alvar Torres Bitter, Pregonero de la Feria 2012 de Campillos
15 DE AGOSTO 2012
Por gentileza de Campillos en la Red www.campillos.net
Radio Campillos 107.9 FM www.radiocampillos.com
Foto: campillos.net
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