56 La etapa denominada de operaciones concretas –infancia siete a doce años– se caracteriza por el aparecimiento de un pensamiento más lógico, ello como resultado de la organización de sistemas de operaciones que obedecen a leyes de conjunto comunes. Lo anterior se traduce en que las acciones de los niños se convierten en operaciones a partir de la idea de reversibilidad, lo cual permite el desarrollo de las nociones de conservación de la sustancia, peso, volumen y de las operaciones matemáticas141. Ello permite a nivel cognitivo el desarrollo de la concentración individual y la colaboración efectiva, con la disminución del egocentrismo, y se adquieren QLYHOHV GH UHÀH[LyQ OR TXH VLJQL¿FD TXH VH SLHQVD \D DQWHV GH DFWXDU 6H SXHGH WHQHU XQD deliberación interior valorativa. En el aspecto afectivo se ha indicado que aparecen nuevos sentimientos morales, con lo cual se desarrolla la noción de la equivalencia del valor del otro, lo cual hace aparecer los sentimientos de respeto mutuo, cooperación y de justicia, lo que conduce a la percepción de la regla como derivado de la voluntad común142. Por último, la etapa de las operaciones formales (adolescencia), en la cual se precisa que constituye un estado donde se producen cambios sustanciales en el proceso evolutivo de la persona –Piaget enfatiza que no se trata simplemente de una etapa de transición hacia la vida adulta143–. Así indica que el pensamiento que se desarrolla es de tipo hipotético-deductivo, con OR FXDO TXLHUH VLJQL¿FDU TXH HO DGROHVFHQWH FRPLHQ]D D FRQVWUXLU VLVWHPDV \ WHRUtDV TXH QR necesitan ya de una referencia, y es capaz de representación de las acciones previsibles. Ello genera como forma de conducta una nueva actitud egocéntrica, bajo la cual los demás deben DPROGDUVHDVXVUHÀH[LRQHVDXQTXHHVWHSURFHVRSXHGHSDVDUWDPELpQDODUHDOLGDGGHLQWHUHVHV compartidos –proceso de reconciliación–. Se indica que en el aspecto afectivo se desarrollan dos grandes aspectos, la personalidad144 y la integración a la sociedad en un plano de cambio y de reciprocidad145. 141 6REUHHOORSDUWLFXODUPHQWHUH¿HUH³/DVDFFLRQHVVHFRQYLHUWHQHQRSHUDWRULDVDSDUWLUGHOPRPHQWRHQTXHGRVDFFLRQHVGHO PLVPRWLSRSXHGHQVHULQYHUWLGDVRYXHOWDVDOUHYpVDVtSXHVODDFFLyQGHUHXQLUDGLFLyQOyJLFDRDGLFLyQDULWPpWLFDHVXQD RSHUDFLyQGHELGDDTXHYDULDVUHXQLRQHVVXFHVLYDVHTXLYDOHQDXQDVRODUHXQLyQFRPSRVLFLyQGHODVDGLFLRQHV\DTXHODV UHXQLRQHVSXHGHQVHULQYHUWLGDVHQGLVRFLDFLRQHVVXVWUDFFLRQHV,EtGSS 142 6HLQGLFDDTXtTXHDSDUHFHWDPELpQODYROXQWDGFXDQGRH[LVWHFRQÀLFWRHQWUHXQDWHQGHQFLDSRVLWLYD\XQDQHJDWLYDFRQOD FDSDFLGDGGHTXHSUHYDOH]FDQORVDVSHFWRVVXSHULRUHVSRVLWLYRV,EtGSS 143 /DVUHÀH[LRQHVSUHFHGHQWHVSRGUtDQKDFHUFUHHUTXHHOGHVDUUROORPHQWDO¿QDOL]DDORVRQFHRGRFHDxRV\TXHODDGROHVFHQFLD HVVLPSOHPHQWHXQDFULVLVSDVDMHUDTXHVHSDUDODLQIDQFLDGHODHGDGDGXOWD\TXHVHGHEHDODSXEHUWDG«HQUHDOLGDGD SHVDUGHODVDSDULHQFLDVODVFRQTXLVWDVFDUDFWHUtVWLFDVGHODDGROHVFHQFLDDVHJXUDQDOSHQVDPLHQWR\DODDIHFWLYLGDGXQ HTXLOLEULRVXSHULRUDOTXHH[LVWtDGXUDQWHODVHJXQGDLQIDQFLD,EtGS 144 6HVHxDODTXHODSHUVRQDOLGDGVHLQWHJUDDSDUWLUGHODFRQVWUXFFLyQGHXQVLVWHPD±SODQ±GHYLGDDOFXDOVHVRMX]JDOD YROXQWDG(OORVyORHVSRVLEOHFXDQGRVHHMHUFHQIDFXOWDGHVGHOSHQVDPLHQWR\UHÀH[LyQOLEUHVORVFXDOHVIRUMDQVXSURSLD dimensión de persona hacia fuera y hacia dentro. 145 6HVHxDODTXHHVFDUDFWHUtVWLFDGHHVWDHWDSDHOHVStULWXUHIRUPDGRUHOFXDOGHEHFRQGXFLUVHDOGHODUHDOL]DFLyQHQFRP~Q Precisamente el sentimiento de reciprocidad permite un desarrollo de autonomía de la propia persona al aparecer con toda VXGLPHQVLyQODEDVHGHOUHVSHWRKDFLDORVRWURVHVGHFLUTXHODVUHODFLRQHVLQWHUSHUVRQDOHVH[LJHQXQWUDWRGHUHVSHWRHQVX VHQWLGRKHWHUyQRPRORFXDOSHUPLWHGHVDUUROODUHOMXLFLRGHODMXVWLFLDDODHTXLGDG\DOUHVSHWRGHORVGHUHFKRVGHORVGHPiV PIAGET Jean “El Criterio Moral en los Niños” Fontanella. Barcelona. España. 1974. pp. 164/165.