El ciclo central está compuesto por las cinco responsabilidades que...

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El ciclo central está compuesto por las cinco responsabilidades que todos tenemos como hijos de Dios,
servir a los demás, evangelizar a los inconversos, acompañar a los convertidos y ensenarles lo que hemos
aprendido de Dios.
Los cinco círculos que rodean al círculo central son ministerios particulares que, sin dejar de lado las
responsabilidades de todo creyente, se dedican a un área en particular.
Los círculos mas pequeños de la parte exterior representan los diferentes dones que se acomodan mas al
desarrollo de determinados ministerios.
Tu tienes tanto dones como un ministerio y cinco responsabilidades que cumplir como parte de la iglesia
de Cristo. Que este estudio te ayude a entender mejor este compromiso y te anime a desarrollarlo para la
gloria de Dios.
RESPONSABILIDADES DE LA VIDA CERCA DE DIOS
“…… Para no vivir el tiempo que resta en la carne,
conforme a las concupiscencias de los hombres, sino
conforme a la voluntad de Dios. 1 Pedro 4:2.
¿Qué quiere Dios que yo haga? Como creyente deseoso de obedecer a Dios nos hacemos diariamente
esta pregunta. La palabra nos ensena que Dios nos tiene en este mundo para que hagamos su obra, para
que cumplamos su voluntad. A su vez, este llamado fue resumido por el mismo señor en dos áreas dadas a
sus discípulos: “los dos primeros mandamientos y la gran comisión”. Ahora bien, llama la atención que la
primera de ellas, fue dada a un público abierto, es decir, es una clave dada a toda la humanidad. La
segunda, en cambio, fue dada a sus discípulos luego de la resurrección. En otras palabras, es solamente
para su iglesia. A estos dos llamados el Señor les debemos las principales responsabilidades cristianas.
En este estudio, les hemos llamado: responsabilidades de amor y responsabilidades de misión. En ellas,
esta resumido lo que Dios espera de nosotros en este mundo. Esperamos que el presente estudio sea de
bendición e inspiración para cada uno.
1. Tenemos responsabilidades de amor: Mateo 22:34-40
Debemos amar a Dios por sobre todo. La primera responsabilidad que tenemos como creyentes es
llamada “el primer y gran mandamiento”. Es la más importante de todas. De ella dependen todas las
demás (Det. 10:12). Consiste en la determinación de considerar a Dios primero en todas las áreas de
nuestra vida; en señalar, al Señor como meta de todas nuestras actividades (1 Cor. 10:31) y en permitirle
a El el gobierno total de nuestro ser (Juan 14:23). El amor a Dios se traduce en obediencia (Juan 14:15),
por ello, la manera de demostrarle a Dios que le amamos es haciendo lo que él nos ordeno (Juan 15.10)
Debemos amar a los demás como a nosotros mismos. Mientras que el amor a Dios es un amor que no
se debe comparar a nada, el amor a otros se puede compararse. Se compara al amor que cada uno tiene
por sí mismo. No es una opción; es una orden (1Jn 3:11, 14). Implica hacer por los demás todo aquello
que hacemos por nuestro propio bienestar. ¿Cuánto debemos amar a los demás? ¿Cuánto debemos hacer
por ellos? Lo suficiente como para sentirnos complacidos en caso de que alguien hiciera lo mismo por
nosotros (Mt. 7:12). ¿Creemos que amamos a los demás? Preguntemos cuanto estamos haciendo por
su bienestar (Jn 15:13). El Señor nos dejo el modelo perfecto: la máxima prueba de amor (Jn
15:12).
Las responsabilidades de amor se resumen en dos palabras: adoración y servicio. Mientras
que la primera responsabilidad se cumple mediante la adoración (adorar a Dios es darle el lugar
que corresponde en nuestra vida: el trono de nuestro corazón- por eso el Señor busca adoradores
(Juan 4:23-24), la segunda se cumple mediante el servicio (servir es invertir lo nuestro en el
bienestar de otros (Luc. 10: 30-35). Estas tareas son el centro de nuestras responsabilidades
cristianas. Si ellas dos se cumplen, el resto también (Romanos 13:10).
2. Tenemos responsabilidades de misión. Mateo 28:19-20.
Cuando el señor delego la gran comisión a su pueblo, la resumió con la frase “haced discípulos”.
Esta gran tarea, consiste de varias responsabilidades. Estas son:
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Para hacer discípulos debemos evangelizar. Para que alguien sea un discípulo del
Señor tiene que recibir al Señor en su corazón (Juan 1:12). Para que esto se dé, es
necesario que alguien le diga a la persona lo que Jesucristo hizo por él y la actitud que
Dios espera como respuesta a ese gran gesto de amor. El plan de Dios es que cada
creyente sea un portador del mensaje de salvación (Rom. 10:13-14). Si cada creyente
evangeliza, muchas personas llegaran a ser discípulos.
Para hacer discípulos debemos acompañar. Recibir al señor en el corazón es solo el
comienzo del camino. Quienes llegan a ser discípulos necesitan ser conducidos. Al
bautizarsen se harán miembros de la iglesia pero eso no garantiza su crecimiento. Así
como un bebe es cuidado por sus padres y guiado a enfrentar su vida en este mundo hasta
ser responsable por sí mismo, la iglesia debe dirigir a sus recién nacidos hacia la
madurez como discípulos de Cristo. Esto se logra estando cerca de los recién convertidos
para guiarlos y atender a sus necesidades. Cuando el Señor Jesús llamo a sus discípulos,
lo hizo primeramente “para que estuvieran con El” Mr. 3:14. Esta es la labor de
acompañamiento: ayudar a otros a integrarse a la comunión de la iglesia y orientarlos
personalmente hacia el crecimiento (Jn 21:15-17). Esta labor es similar a la que
realizaron Ananías y Bernabé con Pablo (Hch 9:17-18; 26-27). Dios quiere que todos
hagamos discípulos, esto es no solo evangelizar, sino también asumir responsabilidad por
los convertidos y ayudarles a conducir su crecimiento y compromiso con el Señor. (Gal
4:19; 1Tes. 5:14).
Para hacer discípulos debemos enseñar. Cada creyente ha tenido la oportunidad de aprender
de Dios, de su palabra y de vivir muchas experiencias en su fe. Esto es mas que información. Es
una fuente valiosísima de ayuda para aquellos que empiezan en el camino del Señor. La idea del
Señor es que cada creyente ayude a otros con lo que sabe y ha vivido. Para que cada nuevo
discípulo sepa que cosas Dios nos ha mandado y se entere
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de la manera específica en que estas se pueden cumplir en la vida diaria, no solo es
necesario que lea la Biblia. También debe ser instruido por otros creyentes en las diversas
areas de la fe. (Ez. 44:23; 2tim 2:2).
3. Amor y Misión juntas:
El centro de las responsabilidades: la adoración. La palabra de Dios es muy clara: no hay
responsabilidad más importante que amar a Dios. La adoración, entonces, no es la primera tarea
a realizar, sino el objeto de toda tarea que hagamos en este mundo. Se trata de que Dios sea el
primero en nuestra vida, el dueño de nuestra vida; que buscar su gloria sea el fruto de cada labor
que emprendamos. (1 Co.10:31; Col 3:17)
El eje secundario: el servicio. Si nuestro gran objetivo es agradar a Dios y buscar que El sea
glorificado con todo lo que hacemos, esto arrojara como resultado una vida de servicio a los
demás. Es imposible que exista adoración verdadera sin servicio. No se puede dejar de amar al
prójimo si se ama verdaderamente a Dios. Por ello, el servicio es el eje secundario. No es mas
importante que amar a Dios, pero es la consecuencia de ello. 1Jn 2:10; 4:21.
El campo de prueba: la misión. No hay un mejor campo para demostrar el amor a Dios y al
prójimo a la vez que en el cumplimiento de la misión (Jn 14:15). Para cumplir bien con la misión
hay que apuntarle a la adoración y al servicio. Si tenemos cualquier otra motivación diferente
de estas dos, iremos por mal camino.
¿Cuál debe ser mi actitud?
Si amamos a Dios, cumpliremos con la misión que El nos dejo en este mundo. Si amamos a los
demás, haremos todo lo que sea posible por su salvación. En otras palabras, la gran comisión, se
cumple si el gran mandamiento se está cumpliendo. A la vez, para cumplir bien con las
responsabilidades de misión es necesario enfocar bien las responsabilidades de amor. Dios nos
dio el gran privilegio de sacar adelante su obra en este mundo. Y esto lo lograremos cumpliendo
nuestras responsabilidades. Ya sabemos cuáles son. ¿Qué estamos esperando para cumplirlas?
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