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Begoña Bernal Santa Olalla
PERMANENCIAS Y TRANSFORMACIÓN DEL PAISAJE DE LA
RIBERA DEL DUERO.
Begoña BERNAL SANTA OLALLA
Universidad de Burgos, España
[email protected]
Naturaleza y cultura, labor manual, tecnología, ingeniería y arquitectura –tradicional y
contemporánea- se combinan en un paisaje que, no ha cambiado aparentemente, en una
apreciación rápida, pero que debido a la transformación de una agricultura tradicional, de
subsistencia, a una economía de mercado, ha generado la consiguiente transformación del
paisaje. Desde aquellos intentos de integración en la economía moderna iniciados en los
años setenta, analizados de manera pormenorizada por Fernando Molinero (MOLINERO,
1979) hasta ahora podemos afirmar que el paisaje de la Ribera del Duero ha experimentado
una absoluta revolución.
Bañada por el Duero, que la cruza y vertebra, la Ribera, es tierra de vinos, nobles y
antiguos. Vastas lomas onduladas dibujan el paisaje ribereño. El valle del Duero, ancho y
plano, surcado por el río fecunda la vega y los extensos cultivos de viñedo. Frontera
natural entre los reinos cristianos del norte y los musulmanes del sur en los lejanos días de
la Reconquista, sus tierras atesoran una densa historia y sus iglesias y monasterios guardan
un rico patrimonio artístico. Caleruega, la Vid, Baños de Valdearados, Peñaranda, Gumiel
de Izán, Sotillo, Aranda de Duero, Haza, Roa, Peñafiel, Valbuena, Pesquera o Retuerta nos
ofrecen los secretos del pasado, la grandeza de sus monumentos y la belleza de su entorno,
invitándonos, además, a disfrutar de su famosa gastronomía y de sus excelentes vinos.
El viñedo se cultivaba desde época romana, pero la entrada definitiva en la historia del
viñedo de Castilla y León viene de la mano de los monjes cluniacenses y cistercienses a
partir de 1143. En 1953 Alain Huetz recorrió el noroeste peninsular para recabar datos para
su tesis y afirmaba que las cooperativas salvaron el viñedo en una época en la que se estaba
produciendo el arranque de viñas (HUETZ DE LEMPS, 1967). Era la otra cara de la
emigración a las regiones y países industrializados (el cereal se podía trabajar con
maquinaria pero el viñedo necesita labor manual).
En los años 1970 el vino de España se vendía a granel y era malo. Se utilizaba para dar
color y grado a los vinos del centro de Europa. El viñedo era un cultivo de las tierras más
pobres, y un complemento al cereal. El Consejo Regulador comenzó a funcionar de modo
provisional en 1980. Su ratificación definitiva por el Ministerio de Agricultura es de julio
de 1982, nacía la Denominación de Origen de la Ribera del Duero y se iniciaba la
modernidad. Al crearse la DO había 18 bodegas y hoy, 270, lo que supone una
transformación del paisaje, ya que a excepción de las cooperativas que se encuentran en
continuidad con el caserío del núcleo de población, a la salida del pueblo, la mayor parte
de las bodegas se encuentran diseminadas en el territorio, ocupando una superficie
importante del terrazgo de viñedo y en una posición relevante, en un altozano y muy
visibles.
EL PAISAJE DE LA RIBERA DEL DUERO.
La Ribera del Duero, es un claro ejemplo de paisaje cultural, domesticado, lo que no
impide ver los elementos naturales que hacen de la Ribera una comarca geográficamente
bien definida por un conjunto de valles e interfluvios labrados por el río Duero y sus
afluentes. En el territorio de la Ribera coexisten elementos que corresponden a una
evolución de la naturaleza y a la herencia de una historia humana muy prolongada en el
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Permanencias y transformación del paisaje de la Ribera del Duero
tiempo. El espacio actual es un producto histórico resultado de una organización del
territorio desde muy antiguo y con mayor intensidad desde la Edad Media. Es una zona
llana, de espacios abiertos y despejados que proporciona amplios horizontes, en los que
resultan visibles los relieves que marcan el perfil oriental de esta comarca -las sierras del
Sistema Ibérico- y el borde general de la cuenca sedimentaria de Castilla la Vieja, el
Sistema Central. Pero no es una llanura, sino llanuras diversas -páramos, valles, terrazas,
cerros, tesos- que comparten la planitud.
El protagonista principal de este relieve es el Duero. Precisamente cuando este río dice
adiós a Soria, por San Esteban de Gormaz, se dulcifica y se ensancha, y atraviesa las tierras
burgalesas y vallisoletanas formando una amplia vega, que discurre entre campos
sembrados y cuestas y colinas plantadas de viñedos. Cuando sale de la cordillera Ibérica,
sus aguas comienzan a discurrir por los sedimentos terciarios que rellenan la cuenca
sedimentaria de Castilla la Vieja, ensancha su lecho con facilidad labrando un amplio valle
de fondo plano en forma de artesa y unos páramos muy lacerados por la erosión de los ríos
que se le unen: Esgueva, Arandilla, Aranzuelo, Bañuelos, Gromejón, Riaza, Valcorba o
Duratón. A su vez, un sistema denso de arroyos que muerden en los interfluvios han
contribuido a formar esa gran vega y un paisaje ondulado y abierto, de valles de suaves
laderas, de lomas y vaguadas, de cuestas tendidas y pequeñas vargas, de terrazas y cerros
testigo entre los que, el páramo de Quintanamanvirgo, Haza, o Peñafiel, sobresalen como
destacadas referencias espaciales.
A pesar de lo que pueda suponerse, esta fértil ribera ofrece una gran diversidad paisajística
y permite disfrutar sorprendentes perspectivas por inesperadas. El protagonismo en la
Ribera lo tienen los corredores verdes o sotos serpenteantes, importantes bosques de
galería, que acompañan el discurrir sinuoso de los ríos principales, y las pequeñas
arboledas, carrizos y junqueras que marcan la presencia de arroyos y acequias de riego. Su
presencia crea un ambiente de frescor que suaviza las altas temperaturas del verano. El
verde cubre también los suelos pedregosos de las cuestas o de las superficies de los
páramos y algunas plataformas de terrazas donde se desarrollan bosquetes de encina,
carrasca, quejigo, sabina albar o manchas de pinares y matorral: son magníficos lugares
para pasear en el invierno. Este color predomina también en el terrazgo -el verde del
viñedo y de los regadíos de las vegas-, aunque contrasta con el dorado mar de cereales que
se cultiva en las superficies de los páramos. En éstos, una vez recogida la cosecha, es la
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propia tierra la que cobra protagonismo cromático en barbechos y rastrojos, y son los
terrones, los eriales y baldíos los que dan un renovado color al paisaje en el que se atisba el
lento tránsito de los rebaños de ovejas. Con un clima meditarráneo continental, es, sin
duda, el otoño una de las estaciones que permite disfrutar de las suaves temperaturas y de
salir al campo a recoger setas y todo tipo de fruta. Es también el tiempo de la vendimia y el
momento en el que el paisaje de ribera se llena de color.
Los pueblos de la Ribera del Duero mantienen en buena medida su herencia medieval, hay
en ellos muchas señales de la repoblación. Los rasgos esenciales de la estructura del
poblamiento -asentamientos en pequeños núcleos muy cercanos entre sí, con su terrazgo
labrantío y su monte-, su morfología y tipología conservan evidentes concomitancias
históricas. Una historia de campesinos y señores, de monjes y soldados que muestra sus
raíces romanas y ofrece impresionantes monasterios, magníficas iglesias, palacios, casas
señoriales y castillos de gran espectacularidad, pero también modestas construcciones de
viviendas de adobe, tapial y madera, barrios de bodegas, apriscos y corrales, creando
admirables conjuntos de arquitectura popular como Caleruega, Peñaranda de Duero,
Gumiel de Hizán, Sotillo de la Ribera, Peñafiel o Pesquera. La abundancia de castillos
siguiendo la línea del Duero es consecuencia del carácter estratégico de esta comarca
durante la Reconquista, como el propio emplazamiento de los núcleos de población en lo
alto de cerros y terrazas, una ventana que domina un amplísimo territorio al sur del Duero
hasta la Cordillera Central. Aranda, Roa, Guzmán, Haza, Piñel o Peñafiel constituyen
magníficas atalayas que dominan las tierras del Duero. Murallas, torres castelleras y las
propias torres de las iglesias se miran en su cuenca como elementos defensivos y de vigía
consecuencia de una historia muy compleja.
El río de Duero, que en tiempos pasados fue frontera entre los reinos cristianos del norte y
los musulmanes del sur, hoy en un río que une y vertebra a todas las comunidades
asentadas en su valle -une Castilla, y a España con Portugal- y discurre lleno de historias y
de vida que han dado forma a un mismo paisaje cultural: el emplazamiento defensivo y de
vigilancia es propio de todos los asentamientos establecidos en este gran eje fluvial, desde
Soria a Oporto, y lo mismo sucede con el paisaje de la vid y el vino, protagonista
indiscutible desde que los romanos introdujeron su cultivo y los asentamientos monacales
en la Edad Media renovaron las técnicas de producción y elaboración del vino.
La Ribera del Duero se caracteriza por una dedicación productiva fundamentalmente
agrícola, cerealística y de regadío, de frutales y siempre de viñedo, con un
aprovechamiento ganadero admirable de montes y ribazos, de barbechos y rastrojeras en
los que pastan los rebaños de corderos -oveja churra- que tanta fama dan a esta tierra. Por
estos pagos también tiene importancia la caza y no se puede minimizar el interés que, para
la pesca, tiene esta zona fluvial de los ríos Esgueva, Riaza, Duratón y Duero. Siempre ha
sido así y estos usos tradicionales han configurado un paisaje con fuerte valor patrimonial.
Con todo, lo más sustancial e individualizador de esta comarca agrícola es el uso
vitivinícola del suelo que caracteriza tanto la superficie de cultivo del viñedo como las
construcciones asociadas a la elaboración del vino: bodegas, zarceras y lagares. El vino y
el viñedo confieren a esta comarca, además de las características económicas, unos rasgos
socioculturales acusados. El carácter amable y la cordialidad de sus gentes hace posible el
éxito de cualquier empresa. La cultura del vino, la gastronomía, la historia, el arte...
constituyen una fiesta patrimonial con suficiente interés como para confiar en este espacio
a la hora de celebrar diversos acontecimientos, desde los más clásicos y sencillos de índole
familiar y doméstica, hasta los más complicados como puede ser el de sellar el más
arriesgado negocio.
La Ribera tiene una tradición vinícola con más de dos mil años, pero ha alcanzado la fama
comercial desde que en 1982 se creara el Consejo Regulador de la Denominación de
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Permanencias y transformación del paisaje de la Ribera del Duero
Origen Ribera del Duero. Lo importante es que las ventas se han multiplicado por 3,
cuando las viñas solo han aumentado en una tercera parte más. Eso significa que antes las
bodegas tenían mucho vino que no se vendía y ahora la producción y las ventas están
equilibradas. Lo más destacable ha sido la transformación de la economía tradicional en
una economía moderna, de mercado basada en una revolución tecnológica y en una
producción de calidad, con el consiguiente cambio de su paisaje agrícola, en el que la única
novedad no es la edificación de bodegas en las que se incorporan los nuevos usos y estilos
arquitectónicos, e introducen una imagen de modernidad en medio de la tradición. Son
varios los bodegueros que mantienen el uso de las históricas bodegas tradicionales,
aportando al vino una imagen de marca y de calidad ligada al patrimonio cultural de la
región. También a aumentado la superficie dedicada al viñedo especialmente llamativo en
la vega del Duero desde Aranda hasta Peñafiel y su entorno, donde ocupa el fondo del
valle en artesa y se alza por las cuestas de los páramos ganando protagonismo a los
cultivos de regadío. Desde 2001 a 2006 la superficie de viñedo ha crecido en 5.000
hectáreas, ha pasado de 15.000 a 20.000. El número de viticultores y el de bodegas se ha
doblado en este periodo. En mayo de 2006 el censo de viticultores era de 8.500.
El desarrollo económico que ha experimentado la Ribera en las últimas décadas, ligado a la
producción del vino, ha generado riqueza y dinamismo en el medio rural capaz de fijar
población que opta por vivir en unos pueblos que ofrecen calidad de vida y posibilidades
de desarrollo social y cultural. Esta comarca tiene la ventaja de contar con unos núcleos
fuertes de población, Aranda de Duero, Roa y Peñafiel de carácter multifuncional, pues
siendo agrícolas y ganaderos, tienen un importante polígono industrial y son el centro
comercial y de servicios para toda la comarca, además de centros de una oferta enoturística
bien estructurada, que tiene como pilares el disfrute de los bienes patrimoniales. A tan sólo
una hora de viaje, o poco más, de ciudades importantes como Burgos, Valladolid o
Madrid, la comarca de la Ribera conserva un dinamismo demográfico y social importante
en los momentos actuales y es una de las más prósperas en el conjunto regional.
1.1. Pequeños y compactos núcleos de población
La Ribera del Duero se caracteriza por una economía agraria, que tiene relación con las
condiciones físicas, suelo y clima. Los núcleos, pequeños, están bien delimitados y
contrastan con los campos circundantes. Las parcelas de los núcleos de población son
grandes porque además de la vivienda, tienen patios y corrales con acceso desde el
exterior, a través de portones. Las viviendas se construyen unidas por medianeras,
formando calles. Junto al núcleo de viviendas y sin solución de continuidad se encuentran,
como un elemento edificado más, los lagares, y las bodegas excavadas bajo tierra, visibles
no solo por las puertas de entrada, sino también por las zarceras.
La arquitectura tradicional de las viviendas, está condicionada por el medio geográfico y se
caracteriza porque se ha ido construyendo lentamente. Su evolución a través de un dilatado
proceso histórico a sido lenta, sin rupturas. Está ligada al lugar y construida siguiendo
tipologías heredadas, lo que otorga una identidad visual construida a partir de una relación
con el entorno y los medios de producción. En la casa tradicional los muros son de adobe,
construidos sin entramado en la planta inferior, donde son más gruesos. Pero en las plantas
altas se ve el entramado de madera triangulada, relleno de piezas de adobe. Los dinteles,
con viga de madera. Las cubiertas de teja de barro cocido doble. El tejado vuela sobre la
fachada, apoyado en aleros de madera. El recubrimiento de muros, está hecho con mortero
de barro o con cal. También se usan como materiales, donde es posible, la piedra y el
ladrillo.
El alto grado de transformación actual de los núcleos y la sustitución de las tipologías
históricas, se debe a la construcción (a veces autoconstrucción) de viviendas secundarias, o
no, al estilo urbano, destinadas solo a residencia, sin los elementos funcionales de la
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vivienda rural. Pérdida de multifuncionalidad, cambio de tipología (vivienda aislada o
adosados, con jardín) y autoconstrucción con materiales industriales han provocado la
pérdida de la identidad del paisaje rural. Las nuevas edificaciones de vivienda producen un
contraste muy violento. Son demasiado frecuentes las obras que podemos denominar como
”escultecturas margivagantes” ( RAMÍREZ , 2006).
La visión de continuidad y cambio se produce sobre todo en edificios públicos
significativos como los ayuntamientos y los centros culturales que sustituyen a los antiguos
teleclubs, con arquitectura poco afortunada.
Ahora bien donde se aprecia un cambio tremendo es en el espacio público. El deseo de la
mejora y embellecimiento de los núcleos rurales, ha llevado a un empobrecimiento de su
cualidad identificador por la homogeneización de las actuaciones, basadas en la
remodelación de la plaza mayor y en la peatonalización de alguna calle, con la
consiguiente acumulación de elementos de mobiliario urbano. En ocasiones este ansia de
modernidad puede resultar patética, como en el caso de Roa.
En cuanto a las edificaciones auxiliares de carácter agropecuario cabe señalar que desde
finales del s XIX hasta los años 1970, hubo continuidad básica organizativa de los tipos
funcionales de almacenes de abonos o de otro tipo, de palomares cuadrados o rectangulares
y redondos, de adobe revestido con revoco, y a veces de piedra, pero hoy son relicuales,
del mismo modo que las majadas y las casetas de eras, que han perdido toda funcionalidad.
Los pajares, están hundidos Su lamentable estado ofrece una imagen casi nostálgica.
La arquitectura industrial ligada al almacenaje y transformación de productos agrícolas
como silos, molinos, fábricas de harinas o azucareras son edificaciones que están en un
proceso de transformación importante a un uso hotelero que afecta a molinos o fábricas de
harinas. O de abandono, como la Azucarera de Aranda y la de Peñafiel, a pesar de su
importancia como patrimonio industrial. El estado actual de estas edificaciones se debe a la
transformación de los aprovechamientos del terrazgo de vega, donde predominaba el
cultivo de remolacha y a la intensificación del cultivo del viñedo.
1.2. La arquitectura del vino, lagares y bodegas
Precisamente esta arquitectura asociada a la elaboración y almacenamiento y conservación
del vino es la que constituye una de las referencias tangibles y simbólicas de esta tierra.
Orientados al norte en las cuestas de páramos y terrazas, los barrios de lagares y bodegas
con sus puertas de madera calada y las zarceras de piedra ofrecen una sencillez,
funcionalidad e integración en el paisaje que dan una belleza singular a los pueblos de la
Ribera. En ocasiones, aparecen como un conjunto escultórico (La Horra), junto a las
formas fálicas tradicionales, construidas en piedra, aparecen las construidas de ladrillo
visto, en forma prismática, y rematadas con un techo piramidal realizado en hiladas de
ladrillo. (Figura 2).
Hasta el siglo XIX los lagares estaban encima de la bodega pero en el XIX aunque se
siguen usando las técnicas constructivas tradicionales, se incorporan nuevos materiales,
como el ladrillo que permiten la modernización y mayor tamaño de los lagares, que se
instalan en edificios ex profeso pero muy cerca de las bodegas.
Para comprender los cambios producidos en la elaboración y en la arquitectura del vino es
imprescindible tener en cuenta que tradicionalmente el sistema de trabajo ligado al vino es
en comunidad. Es un trabajo realizado a mano y de gran complejidad, ya que se inicia con
la vendimia, a la que siguen las mosterías y la saca y posteriormente, el trabajo de bodega,
con el trasiego, limpieza de cubas…
La vendimia, no puede alargarse en el tiempo, nunca más de 15 días. La uva tiene que estar
madura, pero no puede pasarse. Hoy igual que ayer. La diferencia es que la cantidad de
viñedo y el número de bodegas es considerablemente mayor. Desde 2001, la Ribera ha
vivido un boom de instalación de bodegas, de 10 a 20 cada año. Algún año se han hecho
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Permanencias y transformación del paisaje de la Ribera del Duero
40 bodegas como resultado lógico de que el vino Ribera del Duero se ha sabido situar en la
cúspide, dentro de los vinos españoles, como el vino más elegante y carismático de
España. También son distintos los vendimiadores. Antes eran todos los miembros de la
familia desde los niños a los abuelos, mientras que ahora los campos de viñedos de la
Ribera se llenan de trabajadores inmigrantes que son contratados para esta tarea.
Hay otras diferencias en la elaboración del vino que se reflejan en la arquitectura de las
bodegas y en el paisaje. El objetivo del proceso de trabajo es diferente. Antes, con carros,
era más fácil transportar la uva que el vino, ya que las cubas eran muy grandes y se
llenaban tirando el mosto con pellejos cargados por personas, por lo que el lugar de
elaboración del vino tenía que estar, necesariamente, lo más cerca de la bodega donde se
tenía que guardar. Por ello los lagares estaban al lado de las bodegas y en continuidad con
el caserío. Hasta 1970 la uva vendimiada se recogía en cestos de mimbre por lo que las
uvas no se rompían y desde la viña se llevaban al lagar. En cada viaje un carro llevaba 8 ó
10 cestos, unos 1.000 ó 1.200 Kg, por lo que el proceso se alargaba.
El periodo inmediato a la vendimia son las mosterías. Duraba un mes. Se realizaba en el
lagar y una vez conseguido el mosto se sacaba y se llevaba a las bodegas. Un lagar era
utilizado por varios cosecheros que realizaban juntos todas las tareas. El mosto se repartía
en función del número de cargas efectuadas El volumen total de un lagar normal era de
unas 500 cargas (500 carros) es decir una capacidad de 500.000 Kg de uva.
El lagar, tiene 2 pilas, en desnivel y unidas por una canaleta. Una pila grande, donde se
echaba la uva de los cestos, con cuidado de que no rompiera, para que no empezase a
fermentar, hasta que estuviese llena para iniciar las labores. Y una pila pequeña, más baja,
a la que caía el mosto. El primer mosto fruto de la simple presión de la uva, se le
denominaba “voluntario”. Era limpio, transparente y bajo en tanino. Una vez que la pila
grande tenía completa su capacidad se comenzaba a pisar y romper la uva y se realizaban 2
labores, “armar el castillo” y “cortar el queso”.
La pasta de uva pisada se amontonaba en el centro y encima se ponían una serie de
tablones y maderos en una dirección y sobre ellos, a modo de castillo, se añadían otros
transversales sobre los que presionaba la viga. La pasta que se desparramaba por la presión
se cortaba con garias “cortar el queso” para volver a prensarlo. Para dar vueltas al husillo
eran necesarias al menos 4 personas puesto que la piedra o pilón (de 1 metro de diámetro,
pesaba unos 300 kilos) se despegaba del suelo y subía medio metro. Naturalmente cuanto
más se presionaba la pasta de uva, con el raspón, el mosto que caía a la pila pequeña cada
vez era más desequilibrado, y áspero, tenía más tanino.
La labor denominada la saca la realizaban los tiradores, con pellejos cargados a la espalda
y sujetos a la cabeza por una especie de cinta sobre la frente. Era obligatorio que llevaran
un cencerro en el cinto que sonaba al moverse. Era un aviso para saber que no quedaban en
la bodega envenenados por el tufo de la fermentación. Los recipientes tradicionales
utilizados para las labores de transporte y almacenamiento del vino son muy variados y de
diferente capacidad: la cántara equivalente a 16 litros; media cántara (8 litros) era el
recipiente oficial de cobre utilizado para medir por lo que tenía una contraseña certificada,
o una sisa si el recipiente era de barro. Con esta medida se llenaban los pellejos, labor que
se realizaba en un bocoy (una cuba cortada por la mitad).
Para almacenar o encerrar vino en la bodega se han usado recipientes de madera, cubetes
(4 cántaras); cubillos, entre 4 y 12 cántaras; pipetas (de 12 a 70 cántaras); y cubas de gran
capacidad. Hasta que se han puesto de moda las cubas de roble, las cubas más apreciadas
en las bodegas en la Ribera eran las de castaño. Otras medidas para la comercialización del
vino son: la cuartilla (4 litros); el azumbre (2 litros); el cuartillo (1 litro) y el medio
cuartillo (medio litro). Los labradores desde antiguo - hoy siguen haciendo los mayoreshan utilizado un jarro de barro para llevar el vino desde la bodega a casa, para el consumo
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diario. Pero para llevar vino al campo o a la era se ha usado un garrafón de cristal, forrado
con paja y mimbre, -y después de plástico- que amortiguaba los posibles golpes.
El trabajo de bodega, el trasiego y mezcla para limpiar las heces era un trabajo más
individual. Había que quitar los residuos orgánicos que se decantan en las cubas, igual que
las partículas minerales y los cristales de nitratos que se desprenden en la fermentación y
se depositan en las paredes. No obstante las bodegas se construían entre varios labradores,
2 ó 3 como mínimo, que comparten un sitio de bodega en el que disponen sus cubas,
cubetes o cubillos. Destaca el gran respeto que siempre ha existido por la propiedad del
vino y de las cubas, en estos subterráneos compartidos.
Los tipos de vino que se hacían tradicionalmente dependían de los prensados de la uva
negra, variedad “tinta del país”. Del mosto “voluntario” y del simple prensado sale un vino
de primera calidad, con glucosa y alcohol y poco tanino, de color rubí, se le llamaba “ojo
de gallo” o clarete. Pero los últimos prensados daban un vino con poco alcohol, mucha
acidez y mucho tanino. Era un vino tinto, denso y opaco.
La singularidad de las bodegas tradicionales es su desarrollo en el subsuelo. Su
espectacularidad está bajo tierra, donde un complejo entramado de galerías permite la
elaboración y crianza de los apreciadísimos vinos de la Ribera. En las bodegas
subterráneas la temperatura se conserva estable a unos 9 grados, gracias a las zarceras y a
los huecos de las puertas de madera, que permiten conservar la temperatura en invierno y
en verano y eliminar la humedad, lo que evita el desarrollo de hongos y moho que
estropearían el vino.
En los núcleos de mayor población las bodegas subterráneas se encuentran debajo del
caserío, como sucede en Peñaranda, Gumiel, Roa o como en Aranda, donde forman un
conjunto interesantísimo con una red de varios kilómetros de longitud de galerías
intercomunicadas entre sí por debajo de la mayor parte de su casco histórico. Las 120
bodegas subterráneas de Aranda (IGLESIA y VILLAHOZ, 1982) configuran un plano tan
complejo y bien trazado como el de 1503 (SÁINZ, 2003). Hoy se mantienen y a su antigua
función de almacenamiento de vino se ha añadido la recreativa y turística gracias a la
ocupación de estos espacios por distintas peñas, que tienen en ellas sus sedes y celebran
fiestas y reuniones además de mostrarlas al público. Tierra Aranda es una bodega
gestionada por una peña se puede visitar y la bodega de Las Ánimas se ha convertido en un
museo del vino.
Aunque haya desaparecido el uso de las bodegas como espacio productivo ligado a la
economía doméstica, ha aumentado en toda la comarca el interés por estas construcciones
como lugares de expansión y de relación entre familiares y amigos mediante la
transformación de los lagares y la parte alta de la bodega individual en merenderos o
contadores. Muchas bodegas tienen un uso especialmente lúdico y éste es un fenómeno
singular y característico que se acentúa aún más en verano, época en que los barrios de
bodegas se convierten en el espacio de esparcimiento para los habitantes y visitantes que
aprecian las agradables veladas en que se comparten almuerzos y meriendas.
2. SIGNOS DE TRANSFORMACIÓN Y MODERNIDAD EN LA RIBERA DEL
DUERO
Son varios los desafíos en los que se ha visto involucrado el territorio de la Ribera del
Duero: deslocalización de las bodegas, elitización, avance tecnológico, presencia de la
mujer, calidad, gran importancia de la individualización y el diseño, elevada inversión
financiera, internacionalización de los mercados, refuncionalización de las bodegas,
utilización de la arquitectura como imagen de marca bien mediante procesos de
rehabilitación del patrimonio, bien edificando la nueva bodega “junto a” o “al lado de” un
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Permanencias y transformación del paisaje de la Ribera del Duero
edificio de caráter patrimonial, o bien mediante la construcción de iconos de arquitectura
contemporánea de autor.
Si antaño era necesario elaborar el vino lo más cerca de la bodega, hoy, en cambio, el
objetivo es que el vino se elabore lo más cerca de la viña, de la uva. Los racimos se cortan
de la cepa y se recogen en envases de plástico. Las labores no requieren tanto cuidado de
que rompa la uva porque la bodega está al lado y no se tarda en transportar la uva. El
proceso de elaboración del vino ha cambiado y el método de trabajo es mecánico. Hoy es
posible hacer vino donde se quiera. La energía eléctrica y los medios de transporte
permiten la deslocalización de las bodegas respecto de los núcleos de población. Por ello
se elige construir las nuevas bodegas en el campo, entre los viñedos. Este es un factor de
cambio muy visible en el paisaje ribereño.
En segundo lugar, se ha producido una elitización, o inclusión de profesionales desde otros
sectores de actividad, ya no son agricultores. Son personas influyentes, artistas, deportistas,
ricos y famosos que marcan tendencia y conceden mucha importancia al diseño de la
botella y de la etiqueta. Es una cuestión de estilo y clave de futuro. Entre los bodegueros
veteranos se da un nombre a los recién llegados al negocio del vino “los constructores”,
nuevos ricos dedicados al vino por distinción.
Como fruto de la popularización del lujo se ha producido un avance tecnológico y de la
alta capacitación de los enólogos. Además de la inclusión de técnicos en la gestión y el
trabajo del vino.
Un fenómeno interesante en la Ribera del Duero es la presencia de la mujer enóloga y
propietaria de bodegas. Especialmente si hay hotel, la presencia y el gusto de la bodeguera
se deja notar en la decoración abigarrada.
Desde hace una década se observa obsesión por la calidad, la individualización y el diseño,
para hacer frente a la competitividad. Primero se produjo la 1ª revolución, tecnológica, que
permitió elaborar un vino de gran calidad y luego, lo que puede llamarse 2ª revolución al
llegar el marketing y el diseño arquitectónico.
Un problema serio es la enorme inversión financiera en elementos tangibles como son las
reformas de bodegas y las nuevas edificaciones. Además para la comercialización y
exportación a mercados internacionales se hace imprescindible destinar fondos a medios
intangibles y comerciales: la marca, el etiquetado y la publicidad, gracias a lo cual se ha
producido una internacionalización de los mercados, los canales de comercialización se
extienden ya por todo el mundo.
Las nuevas bodegas de la Ribera hoy son multifuncionales, se ha llevado a cabo una
refuncionalización. Además de producción de vino, a la bodega se le añade la utilización
para ocio, que engloba restaurante, hotel, sala de cata, salón de reuniones, museo, spa de
vinoterapia, y, por supuesto, tienda. Los nuevos edificios son resorts de 5 estrellas y los
tratamientos de belleza más exquisitos se basan en el poder del vino.
La última moda es el enoturismo que promete placer, sofisticación y glamour. Y nuevas
experiencias… El hotel Tudanca de Aranda, (Bodegas Imperiales) por ejemplo, oferta
programas de fin de semana, donde los turistas pueden vendimiar. El hecho de que las
bodegas sean visitables y muchas tengan una función residencial que responde a una
lógica productiva nueva ligada al consumo turístico ha llevado a una presencia humana,
continua en el campo, capaz de hacer de locomotora para la dotación de casas rurales y
otros servicios de restauración destinados a los visitantes y no solo a los residentes.
Toda esta modernización se realiza con la utilización de la arquitectura como imagen de
marca. No solo para la bodega donde se elabora el vino, sino como escaparate de uno de
los productos más característicos de la Ribera. Roberto Valle ha encajado el museo
provincial del vino en el castillo de Peñafiel
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La utilización de la arquitectura se realiza desde 2 perspectivas: aprovechamiento del
patrimonio, o bien mediante nuevas construcciones de arquitectura contemporánea.
A veces se ha utilizado el patrimonio, con procesos de rehabilitación. Es el caso del
Castillo de Peñafiel convertido en museo del vino; del Hospital de S. Juan y los arcos del s
XVI para sede del Consejo Regulador de la D de O Ribera del Duero, en Roa. Del
convento de San Francisco en Peñafiel usado como bodega o del palacio de La Ventosilla
y la casona el Lagar de Isilla en la Vid que se han valorado y funcionan como, bodegas,
museos, oficinas, centros de interpretación o tiendas.
En otras ocasiones se utiliza la potencia del patrimonio buscando una metástasis
enriquecedora al edificar la nueva bodega “junto a” o “al lado de” un edificio de
reconocido valor patrimonial. Es el caso del Monasterio de San Bernardo, en Valbuena y el
complejo vitivinícola Emina que incluye un centro de interpretación, un área de ocio, un
centro gastronómico, de formación, y un centro empresarial.
También se ve esta valoración patrimonial y el famoso "diálogo” de la arquitectura
contemporánea, con el castillo de Peñafiel, en las bodegas Protos y Carraovejas
El mayor impacto por la transformación tipológica y el empleo de todo tipo de materiales
es el de nuevas bodegas. El territorio de La Ribera del Duero vive un delirio de
arquitectura contemporánea, un maridaje de vino y diseño.
Con el fin de acercar la cultura del vino al público, las bodegas pueden ser visitadas.
Hacer vino está de moda, artistas (Juan Manuel Serrat, Lluís Llach, Antonio Banderas,
Imanol Arias, Gerard Depardieu), directores de cine (José Luís Cuerda), deportistas
(Ronaldo, Maradona), profesionales de medios de comunicación (Carlos Herrera, Sergio
Sauca,) empresarios de la industria del sector automóvil o de la construcción o entidades
financieras, se convierten en bodegueros. Ser bodeguero es un hobby de los famosos. Pero
diseñar bodegas es el gran capricho de cualquier arquitecto que valore el apasionante
mundo del vino, porque supone aunar naturaleza y diseño.
Las bodegas se han convertido en la última década en las niñas bonitas de la nueva
arquitectura civil, industrial, de los llamados arquitectos estrella. Son “obras de autor”,
dicen, con pretensiones de convertirse en iconos con “las nuevas catedrales del vino”.
Santiago Calatrava (Bodegas y Bebidas “Isios”), Rafael Moneo (Bodegas Chivite), Fank
Gehry (Marqués de Riscal), Roger (Protos), Álvaro Siza (Cillar de Silos), o Foster (Portia)
han querido dejar su firma en ellas. A estos arquitectos les gusta la construcción de
bodegas porque en el espacio rural se les permite hacer realidad una estética muy
particular, sin restricciones. Cuentan con grandes superficies en el campo y disponen de
dotación presupuestaria para dar cuerpo a la pasión de hacer vino lo que explica su
característica innovación plástica, pues se conjugan materiales como el hormigón, la
madera, el cristal, el acero… y la tierra.
2.1. Intervenciones significativas en la Ribera del Duero
La fiebre del edificio del arquitecto de culto que han vivido algunas firmas vinícolas ha
llegado a Castilla y León. Una de las intervenciones de mayor relevancia ha sido
promovida por grandes bodegueros de Rioja: grupo Faustino, que confió a Norman Foster
la adecuada colaboración entre bodegueros y arquitectos en las regiones vinícolas con
recursos. Faustino, el grupo bodeguero, el mayor propietario de viñedos de la Rioja, ha
apostado por la diversificación geográfica y ha invertido en la Ribera del Duero. Desde los
años 80 compraron tierra en Villanueva de Gumiel, Gumiel de Izán y Roa. En los 90
plantan viñedo y ahora Norman Foster está a punto de concluir una nueva bodega, de más
de 25 millones de de inversión, con la que intenta reforzar sus señas de identidad para
elaborar Vino Portia. Dado que el autor, Sir Foster, tiene gran repercusión en los mercados
internacionales, el edificio “por sí solo atraerá a la gente”. Las bodegas espectaculares
acompañan mediáticamente el proyecto y aseguran así su difusión y conocimiento,
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Permanencias y transformación del paisaje de la Ribera del Duero
también fuera de España. La nueva bodega, a medio camino entre Madrid y Bilbao está
pensada como una nueva fuente de ingresos a través del enoturismo o la organización de
reuniones de empresa en las bodegas del grupo. Esta bodega tendrá restaurante, auditorio,
museo y tienda. El edificio con una superficie de 11.300 m2 se construye en Gumiel, un
pueblo declarado BIC, con categoría de Conjunto Histórico, aprovecha la topografía del
terreno con un desnivel de 12 m. Y está semienterrado y deja a la vista los depósitos de
acero inoxidable. Su forma de aspa de 3 brazos simétricos de hormigón, chapa metálica de
acero y cristal el edificio evoca una nave espacial, que acaba de tomar tierra y que solo
puede fotografiarse desde arriba.
En Peñafiel, al pie del famoso castillo, la arquitectura contemporánea realizada por el
arquitecto Richard Rogers (2008), tiene nombre de bodega tradicional, Protos, que
significa primero, en griego. Fue la primera bodega de la denominación Ribera; la primera
por su tamaño y por su antigüedad, 1927. Hoy ya no es una cooperativa. Ha cambiado la
estructura accionarial, no solo con socios que tienen viñas. Sus formas de actuar ya no son
tradicionales sino modernas. Richard Rogers ha construido la nueva bodega de Protos (36
millones de ). Su base de forma triangular es básicamente de hormigón, la piedra natural
reviste los muros exteriores y madera laminada forma los arcos, Su cerramiento superior lo
forman 5 bóvedas entrelazadas que se cierra con vidrio y material ligero. Esta “catedral del
vino” similar a la terminal 4 del aeropuerto de Barajas, es un icono arquitectónico. La
palabra mágica en esta bodega es la calidad. El edificio tiene un importante papel en 3
sentidos: es un vehículo del enoturismo; es un instrumento de la propia actividad
publicitaria y de comunicación y es el corazón en la producción de los mejores vinos.
Protos está en la vanguardia, líder del fenómeno cultural que ha supuesto el turismo
enológico. La dimensión internacional está garantizada pues Richard Rogers es un icono
mundial de la arquitectura planetaria y Protos es su gran obra en el vino.
También Álvaro Siza está realizando la ampliación de Cillar de Silos, en Quintana del
Pidio. Las visitas a las bodegas de los grandes modistos de la arquitectura contemporánea,
se consideran un buen vehículo para lograr mayor notoriedad. Y son muchos los que les
imitan. Anta construcciones, construida por Ortega -el autor de la vivienda del Príncipe de
Asturias- ha realizado la bodega donde se elabora el vino Anta Banderas. María Viñe y
Viky Daroca arquitectas formadas en Alemania son las autoras de la Bodega Martín
Berdugo.
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Begoña Bernal Santa Olalla
Algunos estudios de ingeniería agrónoma plasman las necesidades y los gustos de los
nuevos propietarios. Son bodegas cuya tipología ha confiado por igual en la ingeniería, la
química y la arquitectura al servicio de la uva. Frente a la “arquitectura de autor” llama la
atención el hecho de que en muchas bodegas, el autor es absolutamente irrelevante, han
apostado por la calidad de sus vinos. En sus magníficos folletos, lo importante es el vino,
los premios, las añadas, pero no existen datos de la construcción de la bodega, ni del autor
del proyecto arquitectónico..
El mejor ejemplo es Vega Sicilia, (1864) en Valbuena, germen de la Denominación de
Origen Ribera del Duero. Es una de las bodegas más prestigiosas de Europa. El aspecto
inmaculado del complejo, el secretismo y la seguridad, hacen un mito del vino más
deseado y famoso de España. Es una clásica hacienda agrícola, con una casona familiar
rodeada por un terreno equilibrado y armonioso en el que destaca un inmenso jardín
botánico, lleno de lavanda, que le separa de la carretera. Vende a sus clientes toda su
producción.
Lo que aúna a todos los bodegueros es el intento de unir vino y arte. Y éste es un signo de
continuidad en este mundo del vino, cambiante, de tradición y modernidad.
El arte nunca ha sido ajeno a las posibilidades plásticas del vino, la pintura, la literatura, la
religión y la música, todas las obras de arte, imágenes y textos a lo largo de la historia, han
conservado el valor del vino y su significado simbólico, religioso o laico; sagrado o
profano. Desde las representaciones de la tradición grecorromana, del cristianismo, hasta
las instalaciones de arquitectura contemporánea, avalan su atractivo y su fuerza. El vino,
convertido en objeto de culto, se considera una nueva obra de arte, y como tal, tiene que ir
acompañada de la firma de importantes nombres de la arquitectura contemporánea, que
constituye una aportación más en la cultura del vino. La fuerza de nombres como Rogers o
Foster predisponen a la reseña. Los propios arquitectos manifiestan que si el vino es
excelente, requiere una arquitectura excelente que aporta valor añadido al vino. Es el arte
como negocio.
Además de alimento, además de su faceta comercial, que está en la raíz de la civilización
mediterránea, siempre con un origen divino -Dionisos y luego Baco, más tarde, la sangre
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Permanencias y transformación del paisaje de la Ribera del Duero
de Cristo- el vino, fuente de sensaciones y placer, se ha convertido en un fenómeno de
moda. En la actual cultura elitista, el vino emerge como el alimento sensorial por
excelencia integrado en un modelo social complejo y diverso. Hoy es un ritual, el tipo de
uva, el cultivo a mano, la selección y la calidad, el descorche, la cata… En España este
fenómeno, que es global, ha sido radical porque se ha producido en apenas 2 décadas. Se
ha pasado del abandono de los viñedos y de considerar el vino como algo de pueblo,
propio de los campesinos, a ser considerado un signo de cultura y prestigio. El público
elitista ha dado paso a un amplio segmento de población que se ha incorporado a la cultura
del vino. Se trata de nuevas capas sociales, profesionales urbanos que conocen las tiendas
especializadas y que leen revistas especializadas en difundir la cultura del vino, en torno a
la cual hay un enorme negocio. El vino ha experimentado una revolución sin precedentes y
no por casualidad. Tras siglos de vulgaridad, se ha mejorado la calidad y tanto la medicina,
como la cosmética han descubierto sus virtudes.
Recientemente se ha presentado la ruta del vino Ribera del Duero como producto turístico
que engloba, gastronomía, naturaleza, paisaje, patrimonio (historia y cultura) de la zona
situada en el valle del Duero. Este itinerario pretende impulsar los parques naturales
Arribes del Duero y el Douro internacional, mediante la cooperación con Portugal, para
crear una ruta del vino europea.
En este tipo de turismo se oferta un valor añadido, el de la evocación y la nostalgia que
despiertan los testimonios del pasado. La proximidad de monasterios, iglesias, o molinos
se ha revelado como un valor alternativo al turismo habitual a monumentos de interés
histórico artístico ya que acercan al visitante a esa realidad lejana y “exótica” en la que se
ha convertido el medio rural. Lo sorprendente de esta oferta turística es que “hay de todo”.
Las personas que se deciden por este tipo de ofertas tienen a su disposición un conjunto de
actividades muy variado: por una parte, visitas a la bodega donde se explican los aspectos
históricos patrimoniales, y los aspectos económico productivos lo que supone un turismo
con ciertos intereses antropológicos. También se ofrece un turismo “activo”, vendimia, y
otro tipo de actividades para quitar el estrés de los ejecutivos. Y ahora, también
espectáculos. La sed de espectáculos y la necesidad de ampliar la experiencia subjetiva en
el tiempo de ocio llenándolo de actividades, culturales o deportivas que procuren la
máxima plenitud vital explica el terrible proyecto de la Junta de Castilla y León de “las
cúpulas del Duero” que intenta asociar los elementos arquitectónicos y patrimoniales hacia
el sector turístico a través de la literatura, la música y el cine, como actividades paralelas al
sector del vino.
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