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ZAPATOS ANDALUCES
De Laura Echenique
Un espacio vacío; blanco.
Un haz lumínico delimita el espacio escénico.
ANY.: Buenas noches ¿Tenía reserva?
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Dos, bien, ¿ésta ubicación está bien?
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Veinte pesos de vuelto, muy bien, que disfruten.
Buenas noches, ¿Tenía reserva?
...........................................................................
Dos, bien ¿Puede ser ésta ubicación?
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Sesenta, setenta, ochenta, noventa y cien. Muy bien que disfruten.
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Buenas noches, ¿Cuántos son? Bien me quedan dos acá, más acá y otra acá, bien muy bien, que
disfruten.
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Buenas noches. ¿Qué tal?
…………………………………………
No, está agotado, bueno bien, muy bien. Hasta mañana entonces, que pase bien.Y así es siempre.
Queda lugar, no queda más lugar.
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Me ubico, me ubiqué o no me ubiqué ni me ubicaré.
(Any sonríe, se saca la galera y la pone en el piso delante de ella y tira un clavel rojo al público)
ANY: ¡Qué suerte que están aquí!
En realidad los estaba esperando, a ustedes, sí.
(Se sonríe nuevamente, se recoge el pelo)
Necesitaba de ojos que me miren, de gestos de aprobación o de desaprobación, tanto da.
Necesitaba de ustedes, en estos tiempos se necesita de alguien delante de uno, aunque sea por un
momento.
Necesito, te necesito para saber si estoy.
Si te veo ahí, te siento ahí, entonces estoy acá. Estoy tranquila.
Uuuyee, uuuyee, tranquila.
Vos ahí, yo aquí. Estoy vivo, estoy viva. Respirás, respiro.
Sos, soy.
¿Quién me lo dice?- Vos.
¿Quién te lo dice?- Yo.
En este momento estás acá, quedate quietito y tranquilo que estás acá.
Sentado ahí.
Yo aquí.
Les voy a contar mi historia y la de Willy, mi compañero de andanzas. Willy era un chico
tímido, de ojos azules y despeinado.
Él decía que era un tipo feliz.
En realidad eran tiempos felices creo...
Todavía hoy conservo de aquellos tiempos este cuaderno. Me lo había regalado Willy.
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Y en este cuaderno se encuentran trozos de nuestras andanzas, y digo trozos literalmente, ya que
el cuaderno quedó bastante roto luego de la catástrofe.
(Lee)
“Hoy 10 de enero llegamos a un pueblito de pocos habitantes, de árboles enanos pero muy
verdes. Con un cielo de pocas nubes y las pocas son muy blancas.
Un pueblo donde la compañía son nuestros propios pasos.
Yo, Willy; soy el capitán de este barco, capitán de este circo; las grandes estrellas somos mi
mujer y yo y venimos de hacer magia, de contar historias ilusorias, porque este circo vive porque
vive la ilusión, sí señores vivimos porque nos ilusionamos tan solo eso..."
(Tose, guarda el libro, se arregla el pelo. Silencio.)
Cuando chica vivía en un pueblo y tenía un gato.
El circo llegó al pueblo, acomodó su gran carpa; las jaulas con los animales, que yo solía visitar
por las tardes y pronto empezaron las funciones.
Lo habían armado en la misma cuadra de mi casa.
Yo iba a todas las funciones. Nada me parecía más alucinante que el trapecio.
El día antes que se fuera el circo desapareció mi gato.
Se llamaba Pipo. Cumplí dieciocho y me fui del pueblo.
Cumplí dieciocho y salí a buscar a Pipo.
Cumplí dieciocho, conocí a Willy, pasó un circo, nos ofrecimos para limpiar las jaulas de los
animales y nos unimos a ellos.
Quería encontrarme en otros circos, quería encontrar a Pipo.
De limpiar jaulas pasamos a soltar palomas en escena y de ahí a los malabares y de ahí al
trapecio. En tres años éramos la pareja de trapecistas más famosa de cuanto circo anduviera por
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la vuelta, cambiábamos de circo, por la plata y siempre esperando encontrar a Pipo en algún otro
circo que no fuera el que estábamos.
Recuerdo que un día me desperté agitada.
Había soñado con Pipo, y me desperté con la sensación que estaba cerca de mí.
Me vestí, sequé la transpiración de mi cara y empecé a correr por los alrededores del circo, corrí
como una hora sin parar, sin dirección alguna, corrí por diferentes lugares pero corrí, fatigada me
tiré en un baldío y de vez en cuando, cuando podía gritaba "Pipo".
Ese día no encontré a Pipo, pero en ese baldío conocí a Migo, Migo estaba reventando botellas
contra un muro y reía cuando sentía que los vidrios rompían contra la piedra.
Migo estaba con rabia me dijo, y me contó cosas de su vida, me contó que hacía magia en
cumpleaños infantiles, me confesó que la magia era lo único que lo hacía feliz.
Ese día aprendí mucho de magia, y desde ese día incorporé trucos a mis números, los trucos que
él me enseñó. (Hace varios)
Estuve un largo rato en el baldío, un largo rato junto a Migo; él me hablaba de trucos y yo del
circo, de Willy, y de mi cuaderno.
El tenía con una petaca de agua ardiente, que nos animó muy bien esa tarde.
Cuando miré la hora, me sobresalté, estaba por comenzar la función y yo debía estar allí, en mi
circo, y entonces volví a correr, corrí.
Esa tarde no encontré a Pipo pero tenía trucos en mi vida.
Esa tarde Migo me había contado algo de su infancia que averiguando descubro que a todos nos
había pasado lo mismo.
A Migo lo habían violado cuando chico.
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A mí también me habían violado de niña y a Willy y al dueño del circo, que por eso tenía circo y
Willy por eso era trapecista o ilusionista y por eso yo
andaba por los circos y por
eso Migo era mago.
Todos zafando de la realidad.
Construyendo otra realidad.
Que la realidad es dura dice la gente, que uno crece escuchando que la realidad, que cambiarla,
que manejarla, que la comparan con la vida, la naturaleza, el mundo, lo otro, tantas cosas, tantos
nombres.
Lo otro que uno. O uno en la realidad, pero a veces no se aguanta, entonces uno trata de
manipularla.
O de saltearla. O de sortearla, o de pensarla, o imaginarla, inventarla.
(Any queda en silencio, y luego rompe de una carcajada.
Saca de la galera una larga tira de colores.)
Y las nubes blancas de viento. En el horizonte. Todo estaba seco.
Mi pueblo quedaba en un bajo. Vi la tierra, la polvareda de la caravana de vehículos, a lo lejos.
Los vi venir desde muy lejos.
La marcha no era rápida, pero sí pareja.
En el horizonte.
Corrí a ponerme mi blusa roja escotada, una rayita negra en los párpados. Los biché por la
ventana del baño y se acercaban sin remedio.
Prendieron las luces de los autos. Todavía estaban lejos. Mucha polvareda.
¿Estrenaría las sandalias blancas con taco que mamá me había regalado?
No, me pareció demasiado.
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Tal vez, seguían de largo.
No siguieron y me demoré en guardar a Pipo.
La realidad. (Ríe).
¿Cuál es la realidad ahora?
Si yo les dijera que ésta es la vieja cinta de un carrusel, o que son gatos aplastados por
adolescentes drogadictos, o que son palomas a punto de volar, ¿qué me dicen al respecto?
(Any sigue tirando de la interminable cinta).
La realidad cuando se enfrenta a la ilusión, tiene tantas caras como la de un caleidoscopio.
Toc-toc. Ya estaba casi dormida, me había tomado un vaso de leche tibia, un plidex, y medio
vaso de whisky, sin hielo, de los baratos.
-¿Quién es? ¿A ésta hora? ¿Qué pasa?
-Me torcí el pie, necesito que me veas.
-Esperá un poco. Me puse una bata de seda negra con flores bordadas blancas que dejaban
traslucir todo.
Prendí dos velas y le abrí la puerta.
-Perdoná que te moleste a esta hora pero supuse que sos la única que sabe en éste circo de pies
torcidos al bajar del trapecio.
-Lucy es la trapecista.
-Pero Lucy ya está durmiendo.
-Yo también estaba. Pasá.
Le pasé cualquier pomada que encontré por ahí y ya se sentía aliviado. ¿Querés un trago?
pregunté.
-Sí, claro, contestó.
Le di el trago, un beso y nos hicimos el amor.
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(Any toma el cuaderno nuevamente)
“Hoy 16 de enero se oculta el sol al mismo tiempo que la luna sale con sus colores plateados...
Hoy estamos en luna llena.
Dicen que hay que mostrar el culo a la primera luna llena del año...”
(Silencio)
Y juro por Dios que le mostré el culo ese año; estaba sola en la playa, apenas salió me quité la
malla de baño. Había estado revolcándome en las olas hasta hacía un momento.
Me arrastraban, me raspaban las cucharetas, me sangraban las rodillas, los codos, pero estaba
tibia, tibia y tan salada.
Cuando miré hacia los árboles estaban todos incendiados, prendidos fuego y yo en el agua,
revolcándome.
Aún no había salido la luna.
Y tenía que esperar a que despuntara para mostrar el culo, porque es ahí, justo en ese momento.
Despuntó, salí del agua, me bajé la malla.
Un rato de culo.
Cuando sentí que la luna me pegaba en las nalgas subí al incendio.
Ya no podía ir a buscar mis cosas, estaban quemadas.
Suerte que en el bolsito tenía mi cuaderno de apuntes. Porque me olvidé de todo.
Les voy a leer la página que escribimos con Willy.
(Lee)
Hoy tuvimos la mejor función.
Me encantó cuando la vieja sin dientes empezó a llorar en el número de "Mikke y Muff"
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"Mikke y Muff" eran dos payasos que sobrevivieron a un naufragio; se tenían una atracción fatal
entre sí; no podían vivir el uno sin el otro.
Eran una especie de personajes beckettianos.
Nos encantaba ese número, nos divertíamos mucho.
Recuerdo que Willy se equivocó, le erró al salto y se pegó en la frente; lloró y le salió un
chichón; fue una función hiperrealista.
La vieja sin dientes empezó a llorar más fuerte que Willy, la niña que estaba a su lado le decía "
abu, ¿no ves que están jugando?", "sí", -contestó ella- "pero parece tan real"
-agregó-.
(Any tira con vehemencia el último tramo de tira que quedaba en la galera)
Tan real como esto. (Da vuelta la galera). El vacío.
Hasta quedar en el vacío.
La nada.
Me atormentan los gritos que aún hoy están en mis oídos, parecen tan reales...
Al igual que la imagen de una mujer flaca de rulos que gritaba "saquen las garrafas, desconecten
las garrafas".
Willy y el dueño del circo corrían con mangueras y palos para salvar algo, una gordita de lentes
sacaba los niños y animales que aullaban desconsolados, era desesperante; todo ardía, todo era
color naranja...
Tac.tac.tac........tactactactac.
Todas las garrafas explotaron. Todo explotó. Yo todavía mojada volví al océano. Ahora el agua
estaba más fría.
Me senté en la orilla a ver la luna blanca.
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Se reflejaba en las olas el naranja del fuego.
Sobrevolaban mi cabeza la ceniza, los pedazos de lona de la carpa del circo aún con fuego.
Pensaba en las jaulas trancadas, los animales dentro.
En Willy ya en silencio.
En el dueño del circo sin circo, ahogado por el humo, intentando salvar algo, a alguien, a
algunos.
Y yo con el culo al aire, para tener suerte, para que fuera un buen año.
Ese no fue un buen año. Ahora no tenía a Pipo, ni a Willy ni al circo.
Esperé que se apagara todo, estuve en la orilla tres o cuatro días, no recuerdo bien.
Me desperté en brazos de un bombero. Hacía mucho frío y estaba amaneciendo.
Música circense.
(Any, muestra al espectador la galera vacía y se prepara para realizar trucos de magia.
Primero realiza varios trucos con cartas y otros con monedas.
Terminando el show haciendo volar una paloma blanca.)
(Le tira nuevamente un clavel al público).
Trucos, magia, ilusión...
Casi me gusta más hacer magia que contar historias.
Será que cuando se cuentan historias siempre se hacen en pasado y uno se convierte en
espectador de sus propias historias.
Me viene a la cabeza el color sepia o el azul.
Por eso a mí no me gusta contar historias verdaderas por mucho rato seguido.
Prefiero la ilusión, la realidad paralela, la realidad creada.
Prefiero otros colores, el rojo, el amarillo.
(Any recoge del piso la cinta multicolor).
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Venga palomita, venga.
Esta cinta amarilla es Cucú, la única paloma mensajera que tengo. La conseguí al poco tiempo de
empezar con este espectáculo.
No tenía claro si de la galera irían a salir ratones o ratas, hasta que me puse a tirar migas de pan
sentada en un banco de plaza de cualquier pueblo.
Se juntaban muchos pájaros. Y también palomas. Ahí decidí que fueran palomas. Coincidí con la
convención.
De las galeras salen palomas.
Iba con dos panes cada día. Al principio agarré tres gorriones, luego a Flora, Truca, Pipa, Pipona,
Piposa hasta que apareció ésta, la cinta amarilla, con un pequeño anillito en el dedo.
Se me apoyó rápidamente en el hombro.
Le iba a poner de nombre Lora, pero enseguida me di cuenta que nunca iría a cantar ni a hablar.
Venga Cucú, venga.
Tengo otros números con palomas que después se los muestro.
Ahora tengo ganas de ofrecerles el número de los zapatos andaluces.
No, no.
Antes de eso, es momento de las presentaciones.
(Música circense)
Voy a presentarles a mis acompañantes en esta aventura, a las estrellas que me acompañan, a los
otros protagonistas de esta ilusión.
Con ustedes Lucy la malabarista, un aplauso por favor.
(Any aplaude y hace un ademán al vacío)
Como ven es muy guapa, un aplauso para Lucy, dentro de un momento comenzará su número y
juro que les encantará
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Y ahora con ustedes el enano Efraín, un fuerte aplauso señores; ¿Cuándo estuvieron en un circo
sin un enano llamado Efraín? Como no podía faltar, aquí está (sigue con su vista al supuesto
enano Enfrían.)
………………………………………………………………………..
Y ahora con ustedes los leones, por favor (a los supuestos leones) de a uno por vez.
(Saca un aro).
Señoras y señoras, el número de mayor riesgo, estos cuatro leones que ven acá van a pasar por
este aro con fuego.
A ver; uno, dos, tres y cuatro. Un aplauso.
. …………………………………………….
Como ven no estamos solos, hay un gentío en este barco.
Y ahora con ustedes mi orquesta de músicos, tres acordeones, un aplauso.
Un bombo, un aplauso por favor, una flauta dulce.
Y yo dirijo esta orquesta mi amado público.
Vean este concierto.
(La música circense se apaga; cuando se instala el silencio, Any se da vuelta y dirige la supuesta
orquesta imaginaria, es una escena mímica donde va aumentando la tensión corporal. Silencio.
Se da vuelta mirando al público. Silencio)
(Se da vuelta violentamente hacia el público. Da dos tres vueltas).
¡Ahhh! ¡Qué placer!
¡Tanto instrumento, tanta música! (Deja el palito directora de orquesta, se acomoda el vestuario
mirándose al espejo)
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¡Qué hermosa! ¿Ven éstos pechos? (se los toca) ¡Miren esto! “¡Nunca miraré ni tocaré jamás en
mi vida unos pechos como los tuyos!” -me decía Juancito-, yo tendría 18, 20; no se, ¡cuando
están están bien paradas!
¡Y ese culo! Pero ese fue Roberto, como a los 25.
Estaba enloquecido con mi culo. ¡Y sí, qué más va a hacer pobre hombre!
Creo que se divorció, tiene dos hijos.
Tengo cinco pesos en el bolsillo y tengo hambre.
Casi desde que salí de mi pueblo ha sido así. Y he intentado tener más de cinco pesos.
Tal vez el hambre sea cada vez mayor. Y por las noches pienso y pienso y de día ensayo, ensayo,
todo para tener un peso más que cinco pesos en el bolsillo.
Me han ofrecido ciertas cosas. Todavía me mantengo al margen.
Pero sé que existen.
Podría haber sido amante del dueño del circo, ofrecía doblarme el sueldo; podría estar de cajera
en un supermercado, tendría casa por los menos y las cuentas pagas, podría haber estudiado y
trabajado y ahora ser una abogada superexitosa con casa en la playa y auto, podría haberme
casado con Juancito, me compraría ropa a cambio de lavar, planchar y cocinar. Podría haber
hecho cuanto contacto para cuanto carguito, pero no. A mí me gustaba hacer el número de los
zapatos andaluces y nada más. Cueste lo que costara.
Esto me cuesta, hambre y cinco pesos en el bolsillo.
El número de los zapatos andaluces es el mejor de todos, cuando lo vean me van a dar la razón
estoy segura.
Estoy segura que me van a aplaudir, me van a admirar, se los prometo.
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Sin ir más lejos a Willy era el número que mas le gustaba, por él se enamoró de mí más
profundamente. La primera vez que lo hice ante él, estaba con lágrimas en la cara y cuando
terminó me asintió con la mirada, también se lo hice a Migo.
Aquella tarde que pensaba encontrar a Pipo, aquella tarde que aprendí de la magia; recuerdo que
me aplaudió sin parar y me duplicó la medida de agua ardiente.
Y aquel día que me desperté luego de la catástrofe, yo en el agua tumbada, en brazos de aquel
hombre, del bombero desconocido oí que le decía a su colega, "es la chica de los zapatos
andaluces".
Fueron las primeras palabras que sentí dentro de mi aturdida debilidad y también sentí un dolor
fuerte acá (Se toca el pecho).
Yo creo que es bueno porque me lo han dicho.
¿Es bueno? ¿Quién me lo ha dicho? ¿Por qué me lo han dicho?
Y lo peor es que yo lo vendo como bueno. Y ustedes creen y yo se los vendo. Ustedes compran.
Nada más porque yo creo que es bueno. O ni siquiera eso, nada más porque yo creo que vale la
pena.
Y mi vida dedicada al número de los zapatos andaluces.
¿Es ético? ¿Qué es la ética? ¿Qué es la estética?
¿Quién es la reina? ¿La ética o la estética?
¿Quién es la reina en el número de los zapatos andaluces?
Yo soy la reina.
Cuando recién empezaba me regaló Willy esta galera. Es la única que he tenido.
Ella hace de medias en "Los zapatos andaluces".
Me ha acompañado tanto, toda mi vida.
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Y es una historia de amor, como todo. Sí, el número de los zapatos andaluces es lo más parecido
a una historia de amor.
"El amor es lo mas parecido a la ilusión", esa frase me la dijo Willy cuando recién lo conocí y "a
la magia" le dije yo.
"El amor esta lleno de ilusión y magia" me replicó él y agregó; "un día te voy a escribir la carta
de amor más bella que hayas leído en tu vida y ese día serás dueña de la belleza de este mundo".
Y me leía que “el amor fue concebido el mismo día que nació Venus y que por su naturaleza ama
la belleza y Venus es bella.
Y dado que es hijo de Poros (abundancia) y Penia (pobreza) el amor es flaco y sucio, va descalzo
y no tiene domicilio, y sin mas lecho ni abrigo que la tierra, duerme al aire libre, en los pórticos y
en las calles, en fin, como su madre está siempre en precaria situación. Pero por otra parte, ha
sacado de su padre el estar sobre la pista de todo lo bueno, lo bello; es varonil, osado,
perseverante, gran cazador, siempre inventando algún artificio, ansioso de saber y aprendiendo
con facilidad, filosofando incesantemente, encantador, mago, sofista”.1
Y siempre hay un justo medio.
Tarán, taántan, tan, con ustedes “Los Zapatos andaluces o del equilibrio”.
BAJA UNA CUERDA GRANDE CON FORMA DE HORCA.
Ese gran misterio, el amor y la muerte.
Porque después que estoy acá; el asunto es el amor.
Y hasta cuándo estoy acá; ese asunto es de la muerte.
El amor es de espacio, la muerte de tiempo.
1
Platón.
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Y no tengo tiempo en mi cerebro. Se me ocupa fácilmente de cosas cotidianas; qué voy a comer,
va a llover, voy a salir,
¿Ven esa cuerdita?
En este momento ese es mi objeto de amor. Ya se murieron todos. Me quedé sola.
¿Ven esa cuerdita?
Si tuviera hijos por lo menos, la desviaría de mi mirada; porque el futuro, la responsabilidad.
La mentira.
El delirio de permanecer. Un chorro de mis genes hasta el infinito.
¿Ven cómo se me acerca?
Tengo varias cuerdas, ustedes han visto cómo las he usado, algunas son palomas, otras galeras,
otras acordeones...
Esta es cuerda.
Cuerda que cuelga con un aro al final en donde puedo poner mi cabecita.
Esta cuerdita bailaba en otras épocas por eso la llamé zapatos.
Algunas mañanas la notaba deslucida por eso la lustraba.
Noté que le encantaba que le pasara pomada para zapatos.
La lustraba y bailaba, la lustraba y reía, la lustraba y me mostraba los dientes.
¿Ven cómo brilla? Se me acerca, cada día que pasa noto que está más cerca, más dispuesta, más
contenta.
BAJA DEL OTRO LADO UNAS ALAS.
Y esa otra cuerda es “andaluces”. No de Andalucía sino de andar con luces.
Los domingos de tardecita se me aparece “zapatos”, los viernes de tarde “andaluces”.
Y a cualquiera de ustedes también se les termina el tiempo.
Hasta ahora he salido sin problemas con “andaluces”.
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Es una cuerda bastante simplista. Se esfuerza por estar bien. Se inventa cosas gratas.
Cosas gratas. Gente grata.
Cosas lindas. Gente linda.
Abanico de posibilidades.
Doscientoscatorce metros me separan de la realidad, o de la barbaridad.
Ya había caminado casi toda la vida, me faltaba sólo ese pedacito.
Pasa el carrito con la yegua a punto de parir y no la miro. No la veo. No la veo.
Esos doscientos catorce metros de fantasía.
Abanico de posibilidades.
Las madres se mueren.
Abanico de posibilidades.
Se me había roto un taco de la bota de cuero marrón de caña dura. De esas botas que calzan bien,
de esas botas que no se rompen nunca.
El sombrero ya no me tapaba el labio inferior siempre lastimado. De tanto sol ahí, directo, desde
los tres años.
Al sauce llorón lo había tirado el último viento, aquel sauce del que sacaba la varita para andar a
caballo, de cuando tenía tres años.
Abanico de posibilidades.
Estoy globalizada.
Posibilidades abanicadas.
No tiene ningún diente.
Se le abanicó la posibilidad.
Salgo con frecuencia con esta cuerda, voy al shopping a comprar ropa con tarjeta.
Algún libro, algún disco, tarjeta, tarjeta.
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Mentira. Ilusión.
El 29 ñoquis, gato negro doy vuelta, llueve el pasto crece.
Llueve, el pasto crece, el ternero lo come y el árbol seca la cañada.
El árbol, los finlandeses, franceses, brasileros.
Estoy globalizada y salgo contenta con andaluces, vamos del brazo, o me las calzo bien para
estar sintonizada.
Casi todos mis tíos ya habían muerto.
Papá aún vivía y no me animaba a tocarle el hombro cada vez que le cortaba el pelo, cada vez
más piel, cada vez más hueso.
Mamá solo té negro y ninguna conversación decente.
Y yo a solo doscientoscatorcemetros.
Feliz, sintonizada, globalizada, feliz, me comunico rápidamente, sé tantas cosas de lugares tan
remotos, de gente tan distinta y soy ellos. Soy como ellos.
Y no soy yo.
Me pongo a “andaluces” y me voy.
Me pongo los zapatos y quedo aquí para siempre o me pongo a andaluces y me voy al infinito de
posibilidades.
Fin.
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