DAVID HUME. Hume rompió definitivamente con la tradición metafísica occidental, que iba desde Heráclito hasta Leibnitz, e inició el movimiento que llevó a las modernas filosofías antimetafísicas.” (Hirschberger, 1982) Su empirismo fue la fuente de la que se alimentaron las futuras corrientes del psicologismo y el escepticismo. David Hume nació en Edimburgo (Escocia), en 1711. Durante sus estudios se interesó especialmente por la Literatura y la Historia. Para estudiar Literatura y Filosofía, viajó a Francia. Allí escribió su Tratado sobre la naturaleza humana, publicado en 1739, que no tuvo repercusión alguna. En 1751, reformando la primera parte del Tratado, publicó Investigación sobre el entendimiento humano; y al año siguiente, sobre la base a la tercera parte del Tratado, Investigación sobre los principios morales. Hume esperaba lograr fama como escritor, pero sus primeros escritos no causaron la menor impresión. No ocurrió lo mismo con sus Discursos políticos (1752). Sin embargo, a pesar de la repercusión de su obra, no logró ganar la Cátedra de Filosofía en Glasgow ni en Edimburgo, por ser considerado escéptico en asuntos religiosos. Siendo bibliotecario del Colegio de Abogados de Edimburgo (1753-1765), publicó por entregas una Historia de Inglaterra, que también tuvo una amplia repercusión pública, generando críticas, rechazos y abundantes ganancias. Entre 1763 y 1766 se instaló nuevamente en Francia, ahora en París, como secretario del embajador inglés en ese país. Allí trabó amistad con Rousseau, quien lo acompañó a su regreso a Inglaterra. Nuevamente en la isla, se desempeñó como subsecretario de Estado (1767-1768), regresando luego a Edimburgo, donde falleció de cáncer en el año 1776. Fueron publicadas como obras póstumas su Autobiografía (1777) y sus Diálogos sobre la Religión Natural (1779), escrito en 1752. Hume se propuso investigar el ámbito moral humano mediante la observación y la experimentación, tal como lo hiciera Newton con el mundo físico. Ello lo llevó a oponerse a la Metafísica Tradicional, a la que no le reconocía carácter científico y le reprochaba ser el fruto de la vanidad humana —la cual pretendió llegar a conocer objetos que le son imposibles de alcanzar— o, peor aún, de la superstición que domina al hombre mediante miedos y prejuicios religiosos. Sostenía que el conocimiento no se apoya en verdades innatas sino en afirmaciones basadas en creencias, suposiciones o costumbres sobre el mundo. “No es la razón la gruía de la vida, sino la costumbre.” Los elementos básicos con los que opera la mente son las percepciones. Éstas pueden ser impresiones (sensaciones y sentimientos —por ejemplo, ver o desear—), más intensas; o ideas (recuerdos, imaginación), más débiles. Las ideas son copias de las impresiones. Por eso para averiguar el valor y el significado de una idea, debemos remontarnos a la impresión que le da origen. La mente tiende naturalmente a asociar ideas y genera, de este modo, ideas complejas. Las ideas se asocian según las Leyes de Semejanza, de Contigüidad y de Causalidad. Por su relevancia para la Filosofía, Hume se detiene a analizar una idea en particular, la idea de sustancia. Se trata sin dudas de una idea compleja que no corresponde a ninguna impresión particular sino al acto por el que la imaginación une un conjunto de ideas simples atribuyéndolas a algo desconocido, no percibido en modo alguno, como a su soporte. La mente expresa la verdad a través de proposiciones que pueden referirse a relaciones de ideas o a cuestiones de hecho. Las primeras son necesarias (analíticas, dirá Kant) y su verdad, que depende de las ideas mismas, se conoce por intuición o demostración. Es el caso de la Matemática y la Lógica. Las segundas, en cambio, son contingentes y su verdad depende de la observación de los hechos o de la inferencia inductiva a partir de ellos. Justamente la inferencia, para conducirnos más allá de lo observado, recurre al Principio de Causalidad. Pero como todo lo que se afirma en base a este principio puede no suceder (es contingente), el conocimiento al que accedemos por la inferencia inductiva no llega nunca a ser demostrativo. “Lo contrario de cualquier materia de hecho es todavía posible, porque nunca implica contradicción. Que el sol no salga mañana es una proposición ni menos inteligible ni con más contradicción que la afirmación de que saldrá.” Hume, habiendo sometido a crítica el concepto de substancia, ahora fijaba su atención en el de causalidad. Y descubrió que, detrás de la idea de causa no hay ninguna impresión más que la repetida contigüidad entre dos fenómenos a los que, por ese motivo, entendemos como relacionados causalmente. A esto hay que agregar que entendemos la relación causal entre estos fenómenos como una relación constante, como si fuese necesaria. Pero la verdad es que, cuando afirmamos una relación de este tipo, no lo hacemos basados en ninguna impresión sensible correspondiente sino en la mera costumbre, generada por la repetición de observaciones similares. La supuesta relación necesaria que une al efecto con su causa no es sino un contenido de conciencia. No podemos afirmar que las cosas en sí mismas se relacionan causalmente. Al predecir que tal causa generará determinado efecto lo hacemos sobre la suposición de que en la Naturaleza todo ocurre uniformemente y que lo que hemos observado en ocasiones anteriores ocurrirá de un modo semejante en el futuro, pero esto no deja de ser una suposición. “El efecto es totalmente diferente de la causa y, consiguientemente, jamás podrá ser descubierto en aquella; el movimiento de la segunda bola de billar es cabalmente distinto del movimiento de la primera; ni hay aquí nada en uno de ellos que envuelva la más mínima referencia al otro.” Esta crítica de la causalidad no recae sólo sobre la filosofía clásica, incluída la cartesiana, sino que se proyecta también sobre la propia física newtoniana. La Física, que se basa en la observación, al operar con el Principio de Causalidad no hace pie sino en la mera costumbre. De todos modos, Hume reconocía que las afirmaciones referidas a cuestiones de hecho pueden adquirir un grado de seguridad mayor en la medida en que se basen en observaciones numerosas, regulares y uniformes. Así, sin llegar a ser demostraciones (como en el campo de las ideas), pueden constituirse en "probabilidades" (relaciones variables) o en "pruebas" (relaciones constantes), de las que no es razonable dudar. Respecto de la Moral, Hume se oponía a quienes sostenían que su fundamento es la religión. Él afirma que su origen se encuentra en el deseo de hacer más agradable la vida. Quien obra moralmente lo hace porque espera que ello le genere satisfacción. Pero el hombre no se queda en el mero egoísmo sino que, movido por su capacidad de compadecerse del otro, disfruta con él o sufre con él. Allí tenemos las bases de las que la moral se nutre: bueno es lo útil, lo que satisface y produce placer, y malo es lo que desagrada y genera dolor. El supremo bien moral es la benevolencia, entendida como interés generoso por el bienestar general. Hume fue uno de los máximos representantes del empirismo británico. Sus críticas claras y profundas al racionalismo despertaron a Kant de su "sueño dogmático". Hume aplicó el método científico al estudio del espíritu humano, analizando los procesos psíquicos con un modelo similar o equiparable al utilizado por Newton para el análisis de los fenómenos físicos. Los elementos básicos o "átomos" son aquí las percepciones (impresiones e ideas simples) que se relacionan espontáneamente entre sí según las leyes de asociación de ideas (semejanza, contigüidad espacial y temporal, y causalidad). Como todas las ideas derivan de las impresiones, no cabe hablar, como hacían los racionalistas, de "ideas innatas". A continuación se presenta un esquema del proceso de conocimiento tal como lo entiendía Hume, acompañado de una breve descripción de los elementos que lo componen. ?: Según Hume, las impresiones provienen de causas desconocidas. Percepciones: son los elementos básicos o primigenios de la actividad del espíritu, la cual consiste precisamente en relacionarlos. Impresiones: son percepciones vivaces e intensas y pueden provenir de la sensación externa, también llamada simplemente "sensación" (oír, ver, etc.); o de la sensación interna, también denominada "sentimiento" (desear, odiar, etc.). Ideas simples: son percepciones débiles y oscuras. Se trata de copias de las impresiones y provienen de ellas (recuerdos, fantasías de la imaginación, etc.). Razonamientos: a partir de las ideas simples, el espíritu razona y construye proposiciones e ideas complejas. Ideas complejas: el espíritu tiende naturalmente a asociar las ideas simples conformando ideas complejas. Las ideas más generales y abstractas provienen de las ideas más simples y éstas de las impresiones. Si las ideas simples que componen una idea compleja no se dan en ella en el mismo orden en que se nos dan las impresiones de las cuales provienen, la idea compleja no responde a las impresiones sino a la imaginación. Proposiciones de razón: son proposiciones cuya verdad depende de las mismas ideas pensadas. Permiten lograr un conocimiento verdadero porque su contenido es necesario y no contingente (Matemática y Lógica). Sólo en en este plano es posible la "demostración". Proposiciones de hecho: sobre las cuestiones de hecho no hay posibilidad de alcanzar un conocimiento cierto, demostrativo, ya que allí no hay necesidad sino contingencia y, en consecuencia, siempre lo contrario puede ser pensado sin contradicción. Sin embargo, Hume sostiene que, en base a la observación regular y a la experimenación, pueden formularse "pruebas" (que no permiten una duda razonable) o "probabilidades" (que recogen experiencias con resultados variables). De todos modos, no tenemos de las cuestiones de hecho verdadera ciencia, ya que la idea de causalidad que nos permite unir los fenómenos, explicarlos y predecirlos, no se respalda en ninguna impresión y, por tanto, halla su fundamento sólo en la imaginación y la costumbre. Palabras: representan a las ideas, por lo que su significado deriva en última instancia de las impresiones de las que proceden éstas. La Gnoseología o Teoría del Conocimiento es una de las ramas clásicas de la Filosofía. Ya los antiguos filósofos griegos la trataron extensamente, llegando a explorar muchas de las sendas posibles: idealismo, realismo, empirismo, escepticismo. En la Modernidad, la problemática del conocimiento se transformó en una cuestión crucial para los filósofos. La búsqueda de la certeza y la indagación por los límites del conocimiento atravesó toda esta etapa, desde Descartes hasta Kant, pasando por Hume y los demás empiristas ingleses. En el cuadro que se encuentra a continuación aparecen los nombres de algunos de los filósofos que más se destacaron por sus aportes en este campo. Siguiendo los enlaces se accede a una presentación esquemática de la forma en que concibe el conocimiento cada uno de ellos acompañada en cada caso de una breve explicación EMPIRISMO REALISMO IDEALISMO CRITICISMO Platón Aristóteles Descartes Hume Kant http://www.luventicus.org/castellano.html octubre 15 2011, 19:11 hrs