Intervención de Dominique Guibert, Presidente de la

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Intervención de Dominique Guibert, Presidente de la Asociacion para la defensa de los
derechos humanos a la ocasión del quinto encuentro de Caminar y AY Carmela! A
Bordeaux el 10 de octubre de 2015
España, desde 1935 hasta 2015, un pasado que no ha de pasar.
Nuestra reciente actualidad común ha hecho que nos vuelvan a surgir en la memoria unas
imágenes, unas palabras, unos hechos y unas fechorías. Lo que se da en llamar “la crisis de
los refugiados” reproduce ante nuestros ojos los mismos fenómenos que en todas partes y
épocas suelen suceder a los excesos y crímenes propios de las dictaduras y su toma de poder.
Armenia 1915, Italia 1923, Alemania 1933, España 1936. Desde que acabó la segunda guerra
mundial, en el marco de una guerra fría que petrificó los derechos moldados por las
relaciones de fuerza internacionales, los pueblos sufren represiones en Latinoamérica, en
Asia, en Africa, incluso en Europa, en Grecia tras el cuartelazo de los coroneles, por
supuesto en Chile en 1973. Aquí interrumpo la trágica enumeración de los dramas del pasado,
no cabe duda de que se me olvidarán asesinatos, torturas y libertades mermadas.
Vuelvo al presente. Toda esa gente que llega a Europa, desde las costas españolas hasta las
islas griegas, allende su trayectoria personal hecha de cansancio, de miedo, de violencia y de
miseria, incluso para muchos de muerte, padece los efectos de una contradicción. Se la suele
considerar como causa de una crisis de los refugiados o migrantes cuando resulta ser
consecuencia de una verdadera doble crisis, la de la inestabilidad del mundo y la de Europa.
La Asociación europea por la defensa de los derechos humanos considera que está en tela de
juicio el porvenir de la Unión Europea por las gravísimas consecuencias que suponen para los
derechos de los migrantes que huyen de la guerra, de la represión, de la miseria o de la
muerte, las responsabilidades de los Estados miembros. Mientras que miles de seres humanos,
mujeres y niños, creen en una Europa que les permita sobrevivir e intentar reconstruir cierta
seguridad, los gobiernos de los países de la Unión esgrimen, los que mejor dispuestos están,
los límites que imponen a su generosidad y, los que peor dispuestos, preferencia nacional,
violencia, xenofobia, racismo. Incapaces de entender que la inestabilidad del mundo no puede
resolverse con cada vez más fronteras, vallas y muros, las reuniones de Consejos de Ministros
atestiguan el fracaso de la construcción europea. Mientras Europa proclama que sus cimientos
estriban en el Estado de derecho, demuestra que la están carcomiendo el miedo, la
desconfianza, incluso el odio al extranjero. Alegando la realidad de una invasión salvaje y
concertada, algunos gobiernos justifican el recurso a la violencia e incurren en el riesgo de
cometer deslices potencialmente letales.
Las decisiones de los gobiernos alemán o austriaco en favor de una acogida limitada y
repartida difieren de las del gobierno húngaro (que se niega a cualquier asentamiento) o
eslovaco (que sólo quiere acoger a los cristianos) o incluso español (que pretende que, para
amparar a Europa, no le incumbe hacer más de lo que hace en Ceuta y Melilla); el gobierno
francés se desprestigia comprometiéndose a recibir a unos 24 000 refugiados escasos en dos
años; el gobierno del Reino Unido ha concedido parcamente que podría considerarlo para
unos centenares.. Y a nivel europeo, vemos que el principio de derecho a la acogida le cede el
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paso a la práctica del reparto desde la aceptación previa de unos miles de refugiados al
rechazo de cualquier acogida impuesta y cupos obligatorios : Hungría, Eslovaquia, República
Checa…En ese contexto de divergencias es el fijar restricciones lo que aparece razonable y
realista : restringir los efectos sobre los países, restringir quienes llegan a los refugiados,
restringir los refugiados a ciertas categorías sociales. Dentro de esta lógica, acaso lo peor esté
por llegar con la creación de unos centros de acogida selectiva en la periferia entre buenos
refugiados y malos migrantes que hay que devolver a sus países pertenecientes a la lista de
países “seguros”.
Si existe una crisis, es la de la inestabilidad del mundo y del reparto de las riquezas. Si las
personas amenazadas quieren encontrar en Europa un lugar donde puedan vivir en seguridad,
es porque la riqueza europea singue brindando unas oportunidades que ya no existen fuera.
Por muy firme que se ha manifestado la sociedad civil europea, no deja de ser frágil este
arrebato de solidaridad. L’AEDH llama a edificar sobre esta solidaridad elemental pero
humanitaria e individual una defensa colectiva y política de los derechos. L’AEDH exige que
se invierta el orden de las prioridades para que la acogida sea incondicional y estribe en unos
procedimientos reglamentarios que garanticen los mismos derechos para todos.
¿Cómo puede ser que no vean que esas cuestiones también son, en igualdad de circunstancias
y sin pretender equiparar históricamente cada término, aquellas que se plantearon en 1936 y
siguen planteándose cada vez que la represión practicada por los que acaban de hacerse con el
poder mediante la violencia o pretenden conservarlo por el terror, origina desplazamientos de
población camino al exilio? Y que las mismas situaciones plantean las mismas problemáticas:
¿cómo se puede intervenir, rechazar el terror, practicar la acogida, garantizar unos derechos?
Nuestra experiencia histórica nos enseña que nunca se consigue nada definitivamente. Desde
la ex Yugoeslavia hasta Ruanda, y hoy desde Eritrea hasta Somalia y en fin desde Irak hasta
Siria, las situaciones se van repitiendo y los sufrimientos parecen nunca acabar, como si los
seres humanos no pudiesen abarcar el transcurso de la vida sino como un encadenamiento de
violencias acaso entrecortadas por unos paréntesis de paz civil e instauración del estado de
derecho.
Entonces, uno podría abandonarse al pesimismo nihilista y conformarse con decir: “¡qué le
vamos a hacer!”. Así se justificaría un recelo por los derechos. Ese sería el argumento...
Puesto que no se cumple con ellos en todas partes, no son universales. Cabría tomar la medida
realista de la evolución del mundo. Suele ser un discurso frecuente el que convierte la
realpolitik en el fundamento de las relaciones internacionales. Permite despachar a los
valedores de los derechos al bando de los soñadores, de los utopistas, de los incondicionales
de los derechos humanos. Así suele ser moneda corriente el que a una organización como la
LDH le opongan la práctica al principio. En este contexto, adelantan que con los derechos, no
se hace política. Acaso no se podrá hacer política con los derechos, pero lo que queda
históricamente comprobado es que no se lleva una buena política sin derechos.
En algunos ámbitos políticos, acostumbran echarle en cara a la DUDH la realidad del estado
de los derechos. ¿Cómo se puede hablar de la universalidad de los derechos cuando no se
cumple con ellos en todas partes? Eso es olvidarse de que los derechos son una conquista y
cuentan con una historia. El que no cumplan con ellos en todas partes no significa que no
hayan de cumplirse en todas partes. Y si nos referimos a lo peor que exista en el planeta para
evaluar el estado de derechos, si comparamos lo que ocurre en España o en Francia con lo que
pasa digamos en Sudán o en Arabia Saudí, pues no queda más remedio que replegarnos en
nuestra pequeña comunidad confiando en que a ningún dictador le dé por intervenir. Igual que
1933, igual que 1936, igual que 1973. De hecho, más o menos igual que siempre. Está
justificado insistir en que no se definen los derechos midiendo lo que ocurre en cada país con
el mismo rasero que se usa en el peor, sino en relación con el cuerpo de los derechos
caracterizado por su universalidad y su indivisibilidad.
La noción de mundialización califica la interdependencia del mundo en los ámbitos
tecnológicos, económicos y financieros. Acaso el término “globalización” que suelen usar los
angloparlantes plasme mejor lo que no es una aparición de la antigua economía –mundo sino
una nueva etapa en una mundialización de la vivencia humana cuyas raíces son lejanas. Los
tres interrogantes son los que siguen... ¿Cómo puede garantizarse la universalidad de los
derechos en un mundo que va fragmentándose? ¿Qué cabrá hacer para que las políticas de
mantenimiento de la seguridad no acaben con los derechos cívicos y políticos? ¿Cómo se han
de afianzar los derechos económicos, sociales y culturales cuestionados por los efectos de las
crisis?
En ese tema que hoy nos interesa, podemos adelantar la hipótesis de que abogar por la
universalidad de los derechos es enfocar los incumplimientos y crímenes que han pautado la
historia de los países. No se han de propugnar los derechos y la democracia sin primero
escarmentar e iniciar las reparaciones morales e individuales, sin arrojar luz y decir todas las
verdades. Porque en eso se juega la credibilidad de la extensión de los derechos que queremos
para todos y por todas partes. Porque de la universalidad de la condición humana se trata
puesto que “cada hombre lleva dentro de sí la forma entera de la condición humana” tal cómo
lo decía Montaigne.
Para vivir en este mundo ampliado al planeta entero, entonces nuestra tarea consiste en
refundar el universalismo confiriéndole toda la legitimidad de un derecho común de la
humanidad con tanta legitimidad para las civilizaciones extra europeas como para aquellas en
las que primero se desarrolló históricamente. Pero para eso, tenemos que escribir la historia de
los derechos y de sus involuciones. De no hacerlo, los discursos relativistas seguirán gozando
de horas gratas. Recordemos que siguen trabajando no en favor de los pueblos o de los
individuos sino de los déspotas, en aras de la defensa de la religión o de la familia, de la
patria, qué sé yo, de todos modos para evitar adelantar que sí existen realidades comunes para
los individuos quienes solos conforman las sociedades. Ese es un reto importante para el
porvenir de la humanidad y el universalismo que reivindicamos. Pues si el mundo conforma
un sistema definido como un conjunto de elementos que no dejan de interactuar, de ello
resulta un destino cada vez más común y a la vez una escala pertinente que es la de la
integración mundial que está jugándose.
Voy a permitirme lo que a primera vista puede aparecer como un rodeo. El discurso
comúnmente asentado es el de la primacía, incluso de la victoria, de una economía liberada de
lo político y que pretende obedecer sólo a sus propias leyes: este discurso lleva cuarenta años
cundiendo a escala mundial. Mucho tiempo fue prerrogativa del Sur: eso es, la regresión
social masiva impuesta por el FMI en aras de ajustes estructurales (Argentina, Méjico y
muchos más países africanos), en adelante también rige en unos estados europeos : Portugal
Irlanda Grecia y España, aquellos que vergonzosamente se da en tildar ¡los PIGS! … quizás a
la espera de Italia, Bélgica y Francia… Tras el mantenimiento de una fachada institucional, se
impone una tutela de los supuestos mercados que elude apuntar claramente a esos actores que
exigen hasta el 15 por ciento al año de rentabilidad financiera. Las cuestiones de la eficiencia
política y del modelo democrático se plantean regularmente como en Reykjavik Atenas y
Madrid. Acaban socavando la confianza en las instituciones representativas y en la
participación electoral en toda Europa. Luego barajo una segunda hipótesis… En ese
trasfondo de debilitamiento de lo político surge la tentación de considerar que los derechos
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son segundarios. ¿No podrá uno insinuar que muchos de los proyectos de ley propuestos por
el gobierno Rajoy, adoptados algunos por las Cortes, llevan el mismo sello?
Sigamos ampliando la reflexión … Desde del desplome del comunismo y la incapacidad
consiguiente de las fuerzas progresistas para aceptar el reto de la ideología neoliberal, vivimos
en este nuevo escenario ideológicamente bipolar cuando el verdadero mundo geopolítico es
más bien multipolar. Por una parte, la hegemonía cultural de los valedores de la globalización
financiera reduce el mundo a un mercado común, por otra parte, unos contra-valores
tradicionalistas, regresivos, religiosos, nacionalistas repudian dicho modelo.
Desde este punto de vista, no queda limitado el inventario de los derechos. Este inventario
también es el del pasado. No se podrían pensar los derechos en presente sino se tiene pensado
el pasado. Quisiera presentarles los diez ámbitos que a mi parecer constituyen el cuerpo de
análisis y de acción por la defensa y promoción de los derechos. Este inventario viene sin
jerarquía alguna. Es la grandeza y, cierto es, la servidumbre de las organizaciones de
promoción y defensa de los derechos el ser sus actores. Y querría decirles que no sólo
representan lo que se juega hoy en día la política internacional sino también un programa de
desarrollo en cada uno de nuestros países:
 Cambios que cabe aportar al funcionamiento de las organizaciones internacionales
para que ésas sean universales;
 Solución a los conflictos y derecho a intervenciones militares internacionales;
 Justicia internacional y relaciones entre la justicia transicional y la CPI;
 Continuidad entre la universalidad de los derechos y el pluralismo cultural;
 Derecho de las mujeres como eje estratégico e igualdad hombres-mujeres como
imperativo;
 Solidaridad con las dinámicas democráticas en contra de las soluciones autoritarias,
despóticas o teocráticas y la realpolitik;
 Defensa de todas las libertades amenazadas por los abusos estatales y privados de
técnicas en particular de información, en favor del respeto de la vida privada y de los
datos personales;
 Adopción de la convención internacional por los derechos de los migrantes y de sus
familias como normativa hacia un reconocimiento de la ciudadanía más allá de los
premisos de residencia;
 Defensa de los derechos de los pueblos a decidir por sí mismos y de los derechos de
las minorías a existir;
 Reconocimiento de que las cuestiones climáticas y medioambientales son mundiales y
vitales en sentido propio de la palabra porque con +4°C, está en juego el destino del
planeta y de todas las especies;
Los derechos y la justicia, las libertades y la democracia: tantos más términos y conceptos que
no pueden conjugarse en futuro si la historia de su pasado queda sepultada bajo supuestas
necesidades políticas sobre todo si de reconciliación nacional se trata. Ahí emitiría yo mi
tercera hipótesis: esta ocultación del pasado es asimétrica. Trata en pie de igualdad a las
víctimas y a los verdugos. Esa asimetría no está ni jurídicamente fundamentada, ni
políticamente justificada.
He querido adelantar la idea, válida en cualquier país, de que el futuro de los derechos
humanos está, por lo menos en parte, vinculado a la reconquista del pasado. Pero todos
comprendemos que tamaña tarea no es nada fácil. No sólo los actores concernidos, los autores
de los crímenes como sus herederos políticos no dejan de pugnar para saldar a vil precio esos
periodos. Pero además, las tensiones políticas internacionales acosan a los países en una red
de intercambios y de compromisos poco conformes con los derechos y poco proclive a la
justicia. Basta con comprobar cuánto trabajo le cuesta a lo que se da en llamar la comunidad
internacional para mirar por que se cumplan los derechos, sin embargo proclamados por una
declaración universal en 1948 y judicializados luego justiciables, por dos pactos
internacionales sobre derechos cívicos y políticos y derechos económicos, sociales y
culturales en 1966. Véase Hungría que no da muestras de acatar las órdenes, tímidas cierto es,
de la Unión Europea de que renuncie a su política de discriminación. Véase China, insensible
a la regular condena por su rechazo categórico a las libertades democráticas. Véase Arabia
Saudí condenada por el comité para la eliminación de la tortura por los centenares de latigazos
que inflige a sus condenados. No obstante, acaba de conseguir un cargo de responsabilidad en
el Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas. Véanse Sudán, Eritrea,….pero también
Francia por el trato al que somete a los Romaníes. Y Estados Unidos por sus ejecuciones
capitales y Rusia por los encarcelamientos abusivos y los crímenes cometidos en Chechenia.
Y tantos más….
Hemos de establecer un balance de lo que resulta ser esa comunidad internacional y sus
flagrantes carencias cuando se trata de referirnos a los derechos. Pero también aceptar que no
sacamos ningún provecho en convertir malas instancias de debate en buenas guerras. Luego
abogo por que consideremos a la comunidad internacional en sentido amplio. Y no la
reduzcamos a sus diversos comités oficiales. Hace falta a la vez ampliar el alegato y asediar a
las instituciones.
Pues definiré varios niveles para que nuestra acción en favor de los derechos sea coherente.
Así cabe:
 Aprovechar cualquier elemento en debate en el Comité de Derechos Humanos de la
ONU para generalizar la crítica de las leyes de amnistía asimétricas y redactar unas
comunicaciones que recuerden la situación española.
 Redactar y publicar, durante los exámenes periódicos universales unos expedientes
alternativos que permitan pesar en las debates de los estados miembros;
 Organizar la cooperación con las organizaciones de los países aludidos por las
cuestiones de misma índole;
 Exigir del Comité en contra de las desapariciones forzadas una acción solemne para el
segundo aniversario de su comunicación y de sus recomendaciones al gobierno
español, en julio de 2016;
 Desarrollar la acción para que lo que se da en llamar la justicia transicional mantenga
el equilibrio entre justicia y transición haciendo de la CPI una verdadera herramienta
de derecho para aumentar el número de estados que sean parte interesada;
 Interpelar al Comisario de los Derechos Humanos en el Consejo Europeo para que
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inicie una investigación sobre los efectos cumulados de las leyes de 1977 y 2007 y de
las políticas dilatorias de las instancias jurídicas españolas y del gobierno;
 Organizar un procedimiento ante la Corte europea de los derechos humanos con
motivo de las desigualdades en el ejercicio de la justicia para las víctimas de crímenes
imprescriptibles;
 Solicitar de los diputados europeos que la comisión LIBE del parlamento europeo
asuma estos asuntos e investigue estas cuestiones;
 Valerse de la cláusula de competencia general que el gobierno español trata de limitar
para que unas jurisdicciones nacionales, por ejemplo en los países que acogieron
refugiados en 1936, inicien investigaciones;
 Hacer que las asociaciones de la sociedades civiles de los distintos países concernidos
organicen un encuentro internacional durante la asamblea general de las Naciones
Unidas para debatir el futuro de los derechos universales amenazados por un pasado
que no acaba de pasar;
 Solicitar de los grupos profesionales internacionales de historiadores que organicen
una campaña sistemática para exigir que las instituciones españolas revelen la historia.
Acaso no lo llevemos todo a cabo al mismo tiempo. Pero les pido que comprueben que estas
herramientas algo tienen que ver con los diez ámbitos de acción por la universalidad de los
derechos que les acabo de presentar en este informe. En febrero de 2014, el relator especial de
las Naciones Unidas sobre la promoción de la verdad, de la justicia, de la reparación y de las
garantías de no repetición, Pablo de Greiff, declaraba en Madrid que España había de revisar
su ley de amnistía investigando los crímenes cometidos durante la dictadura franquista y
proclamaba que hay que cancelar la ley de amnistía de 1977 que “se ha utilizado para archivar
la casi totalidad de los casos que llegan ante el juez”. Además, observaba: “existe un abismo
entre las posturas esgrimidas por la mayor parte de las instituciones estatales por una parte y
por otra, las víctimas y distintas asociaciones”. También recalcaba que “esta distancia es
mayor que en todos los otros casos encontrados durante mi experiencia profesional”. En fin,
ha instado “a que las instituciones estatales se comprometan de manera firme, determinada y
prioritaria”, a investigar los crímenes perpetrados durante la guerra civil y la dictadura
franquista. A lo largo de aquel mismo mes de febrero, los diputados españoles de la mayoría
intentaron restringir el procedimiento de competencia general al que, a su parecer, las
asociaciones que Pablo de Grieff había acogido, recurrían con demasiada frecuencia. Así era
como, a todas luces, se desquitaban los herederos de Fraga Iribarne. Fue en julio del mismo
año cuando el Comité de Naciones Unidas sobre las desapariciones forzadas publicó un
informe severísimo en contra de España exigiéndole al gobierno Español que contestara en el
plazo de noventa días.
Bien vemos que sólo hoy echa a caminar la respuesta internacional… Luego ¡ a seguir
combatiendo ¡
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