la extradición del empresario Martín Belaúnde Lossio

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COMENTARIO ACADÉMICO
El caso Belaúnde Lossio:
¿Es viable su extradición?
Por Yvana Novoa Curich
Área Penal del Idehpucp
La condición de refugiado se encuentra
precisada en la Convención sobre el
Estatuto de los Refugiados de 1951,
que establece que debe entenderse por
refugiado a aquella persona que:
“debido a fundados temores
de ser perseguida por motivos
de raza, religión, nacionalidad,
pertenencia a determinado
grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del
país de su nacionalidad y no
pueda o, a causa de dichos te-
mores, no quiera acogerse a la
protección de tal país; o que,
careciendo de nacionalidad y
hallándose, a consecuencia de
tales acontecimientos, fuera
del país donde antes tuviera su
residencia habitual, no pueda
o, a causa de dichos temores,
no quiera regresar a él (…)”.
El otorgamiento de la condición de
refugiado, genera en el Estado que otorga
el refugio el cumplimiento del principio
de no devolución o non refoulment por
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el cual se “prohíbe a los estados devolver
a un refugiado solicitante a territorios
donde existe el riesgo de que su vida o
libertad se vean amenazadas a causa de
su raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un determinado grupo social
u opinión política”.[1] Es decir, el fundamento de la no devolución radica en
evitar afectaciones a la vida o integridad
de los refugiados. Afectaciones que
puedan darse como respuesta al ejercicio
de derechos por parte de dichas personas.
Así, se puede afirmar que “el principio
de no devolución es un derecho fundamental y piedra angular de la protección
internacional de los refugiados”[2] y se
encuentra contemplado en el artículo 33
inciso 1 de la Convención de 1951 sobre
el Estatuto de los Refugiados, que indica
lo siguiente: “Ningún Estado Contratante podrá, por expulsión o devolución,
poner en modo alguno a un refugiado en
las fronteras de los territorios donde su
vida o su libertad peligre por causa de su
raza, religión, nacionalidad, pertenencia
a determinado grupo social, o de sus
opiniones políticas”.
En esta lógica, la Corte Interamericana
de Derechos Humanos ha señalado, en la
sentencia del caso Familia Pacheco Tineo
1 FELLER, Erika. TÜRK, Volker y NICHOLSON,
Frances (editores). Protección de los refugiados en el derecho internacional. Consultas
Globales de ACNUR sobre Protección Internacional. Barcelona: Icaria, 2010, pp. 99-100.
2 Testimonio de experto del ACNUR ante la
Corte Interamericana de Derechos Humanos Audiencia oral en el Caso Pacheco Tineo vs. Bolivia, Caso 12.474, 18-21 Marzo,
2013. Disponible en: http://www.refworld.
org/cgi-bin/texis/vtx/rwmain/opendocpdf.
pdf?reldoc=y&docid=52c53e874
vs. Bolivia, que “en el sistema interamericano se ha llegado a reconocer el derecho
de cualquier persona extranjera, y no
solamente a los asilados o refugiados, a la
no devolución indebida cuando su vida,
integridad y/o libertad (e incluso formas
del derecho al debido proceso) estén
en riesgo de violación, sin importar su
estatuto legal o condición migratoria en el
país en que se encuentra”. Esto puede ser
interpretado como que el principio de no
devolución se debe aplicar también a las
personas que se encuentran requeridas
dentro de un procedimiento de extradición. Si esto es entendido así, entonces
es necesario recalcar que el riesgo al que
se hace referencia debe ser un riesgo
inminente. Es decir, los fundados temores
de persecución o vulneración de derechos
implica una “constatación subjetiva y
objetiva de la situación (…). El término
“fundada” implicaría la necesidad de una
verificación de los hecho de tales declaraciones” referidas al riesgo de violación
de garantías y derechos humanos.
Por el contrario, la extradición consiste
en la obligación que tiene un Estado
(requerido), en virtud de un tratado
que regula dicha materia, de entregar
al individuo reclamado a otro Estado
(requirente) a efectos de que este sancione
al sujeto por la comisión de un delito. El
fundamento del procedimiento de extradición es evitar la impunidad de casos
penales. De igual manera, se fundamenta
en el auxilio internacional y la cooperación entre Estados.[3]
3 KNIGHT SOTO, Idarmis. La extradición
como forma de cooperación jurídica interna-
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Perú y Bolivia celebraron un tratado de
extradición y cooperación internacional.
En el artículo IV de dicho instrumento,
se establece que la extradición no será
concedida por la comisión de un delito
político. Asimismo, establece que no se
considerará delito político a aquellos
“delitos con relación a los cuales ambos
Estados Contratantes tienen la obligación,
en virtud de algún acuerdo multilateral
internacional, de extraditar a la persona
reclamada o de remitir el caso a sus
autoridades competentes que decidan
sobre su procesamiento (…)”.
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Al respecto, es de suma importancia
recordar que Perú y Bolivia son ambos
parte de la Convención Interamericana Contra la Corrupción[4] y de la
Convención de las Naciones Unidas
Contra la Corrupción[5]. Estos dos tratados
contemplan la obligación de cooperación internacional entre los Estados
parte para prevenir y luchar contra la
corrupción.[6] Además, la Convención de
Naciones Unidas contra la Corrupción es
cional. Aspectos conceptuales en el marco del
Derecho Internacional. En: Contribuciones a
las Ciencias Sociales. Marzo 2011.
4 Convención Interamericana contra la Corrupción. Fecha de ratificación: 24 de marzo de 1997. Disponible en: http://idehpucp.pucp.edu.pe/images/documentos/
anticorrupcion/normativa/convencion_interamericana_contra_la_corrupcion_1997.pdf
5Convención de las Naciones Unidas contra
la Corrupción. Fecha de ratificación: 20 de
octubre de 2004. Disponible en: http://www.
idehpucp.pucp.edu.pe/images/documentos/
anticorrupcion/normativa/convencion_onu_
contra_la_corrupcion_2003.pdf
6 Artículo 43 de la Convención de las Naciones Unidas Contra la Corrupción.
un instrumento base para los procesos de
extradición ya que contempla de manera
expresa en su artículo 44 la posibilidad de
que los Estados parte concedan la extradición por los delitos contenidos en esta
convención internacional.
Ahora bien, la Convención Interamericana Contra la Corrupción indica en su
artículo VI inciso 1, literal c) que:
La presente Convención es aplicable a los
siguientes actos de corrupción:
(…) c) La realización por parte de un funcionario público o
una persona que ejerza funciones públicas de cualquier
acto u omisión en el ejercicio
de sus funciones, con el fin de
obtener ilícitamente beneficios
para sí mismo o para un tercero. (…)”.
De igual manera, la Convención de las
Naciones Unidas contra la Corrupción
contempla al delito de peculado como
una de las conductas prohibidas y que
los Estados parte deberían tipificar como
delito de corrupción:
“Artículo 17. Malversación o
peculado, apropiación indebida
u otras formas de desviación
de bienes por un funcionario
público
Cada Estado Parte adoptará las medidas
legislativas y de otra índole que sean
necesarias para tipificar como delito,
cuando se cometan intencionalmente,
la malversación o el peculado, la
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apropiación indebida u otras formas de
desviación por un funcionario público,
en beneficio propio o de terceros u otras
entidades, de bienes, fondos o títulos
públicos o privados o cualquier otra cosa
de valor que se hayan confiado al funcionario en virtud de su cargo”.
La conducta descrita en estos párrafos está
referida a lo que en nuestro ordenamiento
peruano y en el ordenamiento de Bolivia
se conoce como delito de peculado. A
su vez, la Convención Interamericana
dispone en el literal e) del mismo artículo
que este tratado es aplicable a “la participación como autor, co-autor, instigador,
cómplice, encubiertos o en cualquier
otra forma en la comisión, tentativa de
comisión, asociación o confabulación
para la comisión de los actos a los que se
refiere el presente artículo”. Por su parte,
la Convención de la ONU se manifiesta
en el mismo sentido cuando en su artículo
27 que “cada Estado Parte adoptará las
medidas legislativas y de otra índole que
sean necesarias para tipificar como delito,
de conformidad con su derecho interno,
cualquier forma de participación, ya sea
como cómplice, colaborador o instigador,
en un delito tipificado con arreglo a la
presente Convención”.
Siendo esto así, Bolivia se encuentra
obligada internacionalmente, pues las
convenciones son parte de su ordenamiento interno, a cumplir con las disposiciones del tratado y a aplicar de manera
inmediata y directa lo establecido en
el artículo 27 arriba citado pues este
constituye una norma autoaplicativa. Se
cumple entonces con el requisito exigido
para la extradición referido a que el delito
por el que persigue a Belaúnde Lossio en
el Estado Peruano se encuentre tipificado
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de manera equiparable en el Estado
requerido de Bolivia. Además, recordemos que el tratado de extradición entre
Perú y Bolivia dispone que los delitos
contenidos en convenios o acuerdos
internacionales entre ambos Estados
no constituyen delitos políticos por los
cuales se pueda impedir la extradición.
Adicionalmente, la Convención de las
Naciones Unidas Contra la Corrupción
indica en el inciso 2 de su artículo 43 que:
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2. En cuestiones de cooperación internacional, cuando
la doble incriminación sea un
requisito, éste se considerará
cumplido si la conducta constitutiva del delito respecto del
cual se solicita asistencia es
delito con arreglo a la legislación de ambos Estados Parte,
independientemente de si las
leyes del Estado Parte requerido incluyen el delito en la misma categoría o lo denominan
con la misma terminología que
el Estado Parte requirente.
El refugio se otorga, entonces, a quien lo
solicita cuando en su país de origen corre
riesgo de ser perseguido, entre otros, por
sus opiniones políticas, en desmedro de
su derecho a la libertad de opinión y de
convicción política. Este no es el caso
del prófugo Belaúnde Lossio pues la
comisión de actos ilícitos o delictivos no
forma parte del ejercicio del derecho a la
libertad de pensamiento, conciencia ni de
la libertad de opinión.
De esta manera, incluso en el supuesto
en que Belaúnde Lossio quiera alegar el
riesgo de vulneración de sus derechos en
Perú para evitar la extradición, Bolivia no
podría basarse en sus solas declaraciones,
sino que debe realizar una constatación
objetiva de dicha situación. Sobre todo,
Bolivia debe tener en cuenta que Belaúnde
Lossio es un prófugo de la justicia peruana
por la posible comisión de delitos de
corrupción y no de delitos políticos ni
mucho menos es un perseguido por sus
opiniones. Los delitos de corrupción por
los cuales Belaúnde Lossio se encuentra
siendo requerido e investigado son delitos
que se encuentran tipificados en ambos
ordenamientos jurídicos y, además, tanto
Perú como Bolivia forman parte de las
Convenciones internacionales en materia
contra la corrupción en las cuales se
encuentra contemplada la conducta del
delito de peculado así como la obligación
de cooperar internacionalmente para la
prevención y también sanción de estos
delitos de corrupción.
Además, en virtud del principio de
soberanía de los estados, es Perú el estado
que debería investigar, juzgar y sancionar
a Belaúnde Lossio por la comisión de
dichos delitos.
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