El Fuego - Alicia Sornosa

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Viajes
Vuelta al Mundo en Moto
Chile
El desierto
de Atacama
Para recorrer esta parte de Chile he quedado
con uno de los que mejor conocen estas tierras, las
suyas y parte de las vecinas, como Argentina. Se
trata de un auténtico caballero sobre su montura
de acero, Andrés Pérez Ramírez (www.routeofthedesert.cl) y su KTM 950 S Edición Especial, que me
llevará a descubrir los cuatro elementos, que se
reúnen en estas inhóspitas pero paradisíacas tierras para cualquier endurista, de visita a la región
de Antofagasta. La base la montamos en el pueblo
de San Pedro de Atacama, totalmente turístico
aunque guardando el sabor del pueblo que antaño
fue. Nuestro camping, el Takha-Takha, un lugar
tranquilo, con unas buenas duchas de agua caliente
y unos clientes que van desde los motoristas, hasta
las familias que llegan para descansar.
El Fuego
Estamos en pleno enero y hay que aprovechar las
mañanas y las tardes, el mediodía es para descansar a la sombra, hidratarse y comer algo, el calor
llega a ser insoportable y en ruta no hay casi sombras donde esconderse del brillante astro. Para
Andrés es el día de medir mi pericia y poder saber
en qué nivel me muevo, esto lo hace con todos los
que van a disfrutar de sus rutas, así puede adaptar
el terreno a las habilidades de cada cual. Empezamos por algo fácil, aunque debería haber sido
más complicado, según me dice. El camino ha sido
compactado para mejor uso turístico y realmente
no guarda ninguna dificultad. Lo divertido es que
por arena compacta se puede rodar muy deprisa
y dado que estamos en una planicie, se ve perfectamente si algún vehículo se va a encontrar con
nosotros por lo que la velocidad no es un peligro.
Circulamos muy rápido (unos más que otras) disfrutando de la potencia de nuestros respectivos
motores. Esta vez haremos unos 150 kilómetros,
dependiendo de la ruta y la dificultad se ajustan los
kilómetros para no acabar reventados y evitar las
posibilidades de tener un accidente. Dejando una
estela de polvo detrás llegamos hasta la Laguna
Cejar, muy cerca de los Ojos de Tebenquiche. Es el
momento de refrescarnos saltando a uno de estos
y los Cuatro
Elementos
En estos momentos me encuentro en Chile, en uno de los lugares míticos de este país, paso
del Dakar y centro de energías y volcanes. Un lugar de peregrinación de hippies, amantes
del 4x4 y cómo no, de las dos ruedas. Todos los que realizan un periplo por el continente
suramericano acaban, empiezan o pasan por aquí. Se trata de San Pedro de Atacama, lejos
de todo, pero cerca de los paisajes más increíbles.
Alicia Sornosa
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dos enormes pozos.
Unos creen que las hicieron unos meteoritos, otros que
fueron realizadas para buscar un agua que luego no sirvió…
La verdad que el agua está helada y verde, pero el chapuzón te deja como nuevo. Continuamos nuestro recorrido
hacia el Salar de Atacama, una planicie increíble, blanca y
guardada por la atenta mirada de los volcanes que todo lo
vigilan. Aprovechar la puesta de sol para ver cómo cambia
el color de volcanes y salar es lo mejor para poner el broche final a una jornada offroad de lo más relajada. Y así se
cumple el primer día, el del fuego, representado por los
volcanes Licancabur, Lascar y Jeriques.
Llegamos a Chxacsa, un salar
que ofrece su propio y
particular ecosistema en el que
viven tres tipos de flamencos
El agua
Siendo un gran desierto no pensaba que encontraríamos tantas lagunas, pozas y riachuelos. La jornada de hoy
promete ser más interesante en cuanto al terreno y la
dificultad. Andrés, además de llevarme por rutas desconocidas para el común
de los turistas, es un buen maestro y me ayuda con la parte técnica ante
piedras y arena. Nos dirigimos al «Valle de Catarpe». Me divierto, el camino
es una vereda en la que nos cruzamos con algún ciclista y por la que también
han pasado algunos caballos. No es muy ancha, tiene muchas piedras sueltas,
roca en el suelo y grandes bancadas de arena, que paso dando gas y con el
peso en la rueda trasera. Continuamos unos kilómetros en los que veo cómo
Andrés desaparece de mi vista. Su moto necesita más velocidad para refrigerarse y yo soy cuidadosa al no montar aún mis Continental TKC 80 que me
dan más seguridad que los Trail Attack que llevo, aunque la verdad que con
estas gomas se puede pasar por cualquier sitio. A un lado una laguna salada
donde nos tiramos a flotar nos da un respiro, aunque aún queda lo mejor, el
agua dulce. Sigo tras la moto azul por veredas y caminos que nos sería capaz
de encontrar ni con un mapa militar. Sólo este experimentado guía chileno
conoce la dirección correcta. Por fin el agua. Hay que vadear dos ríos. El primero tiene el fondo fangoso. Pedimos a un niño que se meta para saber hasta
donde cubre. No es mucho, sólo nos mojaremos las botas. Fijo la mirada en la
La altura, y alguna que otra
excursión offroad, no
suponen ningún problema ni
para mí ni para Descubierta
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otra orilla y tras ver por dónde ha pasado mi maestro,
me armo de valor y le sigo. Primer paso, superado.
Continuamos entre piedras y arena hasta el segundo
vadeo. Esta vez el río tiene más agua y el fondo es
de piedra. La KTM vuela sobre el agua, mi BMW F650
GS, más baja de lo normal me dice que ella puede, de
hago caso y pasamos victoriosamente. El agua en el
traje refresca que es un gusto. Debemos continuar
hasta llegar a una parte donde el río es mucho más
ancho. Creo que ha sido suficiente por hoy, debemos
deshacer el camino y volver a vadear los dos ríos. En
el último vadeo me paso de velocidad, la ola me cubre
hasta el casco, no veo. Resultado: me caigo nada más
salir de agua. Ha sido divertido. Volamos por el camino
para llegar a la segunda puesta de sol, esta vez desde
el Mirador del Coyote. La luz del sol cuando se pone
convierte las pocas nubes alargadas en franjas de
colores, primero amarillas, luego rosas, luego rojas…
es uno de los atractivos de estas rutas, terminar en
aquel lugar poco accesible en coche donde sólo algunos privilegiados conseguimos llegar.
El viento
En la ruta de hoy voy a poner a prueba mi resistencia a la altura. Subiremos a más de 4.000 metros, pero antes, un poco de diversión. El camino a las
Lagunas Altiplánicas se puede hacer completamente por carretera, pero
para eso no necesitaría compañía y la KTM de Andrés pide a gritos arena
bajo sus ruedas. Tomamos un atajo, un camino de esos que sólo él conoce,
bajamos la presión de los neumáticos y ¡al ataque! Primero llegamos a la
Laguna de los Flamencos, llamada de Chxacsa, un salar con un auténtico
ecosistema donde se alimentan más de tres tipos diferentes de flamencos.
Mirarlos es un auténtico lujo. Retomamos camino antes de derretirnos al
sol. Nos espera una jornada muy divertida. La ruta por la que me lleva es
completamente diferente a la del día anterior, hoy el viento hace que la
arena se pegue al traje, a los ojos, a los labios. Cuando pasamos enormes
bancadas de fino elemento, el polvo se queda en suspensión por unos instantes y parece que andamos entre una niebla roja. Andrés y su KTM como
siempre, vuelan delante de mis ojos. Yo hago lo que puedo, hasta que me
quedo empanzada de tal manera que puedo bajar de la moto sin preocuparme de que caiga hacia los lados. Entre ambos conseguimos sacarla del
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El pueblo de San Pedro de
Atacama fue mi cuartel
general durante la visita a
Chile y al altiplano andino
embrollo, uno maneja el gas, otro el embrague y poco a poco (buen trabajo
en equipo) salimos a la destrozada carretera. Nos quedan unos kilómetros
de subida con los volcanes al frente. La carretera se corta y nos obliga a
coger unos desvíos por uno de los lados, el ripio es la constante a los laterales
de este roto asfalto. El polvo con el viento me obliga a bajar la velocidad si
quiero ver lo que pisan mis ruedas. Por fin salimos de nuevo a la tierra, un
poco de ripio, mucha piedra y plena ascensión. Me encuentro bien, el paisaje
es increíble. Al fondo veo las lagunas «Miscanti y Meñique» que antes eran
sólo una y con las erupciones de sus vigilantes volcanes y los movimientos
de la tierra quedaron divididas en dos. El agua tiene un cerco blanco, es de la
sal acumulada, abajo se ven unas llamas y diversos tipos de aves que vienen
a comer a esta altitud. Mi organismo ha superado la prueba de la arena y la
altura, hasta me echo una carrera para comprobar el cansancio instantáneo
que se siente cuando el oxigeno es pobre en nuestra sangre. La vuelta se
hace corta, siempre mucho más rápida que la ida al ya conocer el terreno
que pisamos. Paramos ante una piedra que parece un mamut. Foto y volando
hacia Atacama, el hambre se apodera de mis tripas.
de las partes que aún tienen explosivos, no hay que salirse del camino
bajo ningún concepto, muchas pueden haberse movido por las lluvias y no sería agradable oír un «clik» bajo las ruedas. La tierra está
suelta, es muy divertida. En estos días estoy aprendiendo mucho. El
paisaje blanco por la sal me da la impresión de estar rodando entre
la nieve, esa que tanto echo de menos. Paramos en un alto para
disfrutar de las vistas de este valle y descubro una enorme piedra
con forma de dromedario acostado.
Bajamos atravesando el valle, aquí termina mi aventura. El cansancio hace mella en mis brazos y me caigo en varias ocasiones, mi guía
me pide que abandone, pero mi cabezota no me lo permite, craso
error. Tras dos caídas más en las bancadas de arena descubro lo
que es una «Trocha». Arena arcillosa, fina y muy profunda. La rueda
delantera se hunde mientras yo salgo disparada hacia delante con
mala suerte, mi pie izquierdo queda atrapado bajo mi BMW. El grito
que pego me asusta hasta a mi, nunca me oí gritar de esa manera.
Saco la pierna y la pongo en alto. Andrés da la vuelta, me acomoda
bajo un algarrobo del camino y se va en busca de ayuda. Así terminan
una de las semanas más interesantes en cuanto a conducción del
todo el viaje. Ahora, a disfrutar del paso del Dakar por estas tierras
desde una silla, a reposar mi aplastado pie y a soñar en cómo pasarán
por estos caminos dakarianos el resto de pilotos del famoso rally.
Andrés Pérez Ramírez hizo de
guía y anfitrión en mi paso por
Chile, y me enseñó vías y
caminos desconocidos para el
turista habitual
Tierra
Los siguientes dos días los dedicamos a recorrer la zona por pistas que
en su mayoría son de tierra y una de ellas me guardará una desagradable
sorpresa. Andrés se saca de la manga otra de las bellas rutas endureras que
conoce, por aquí no pasa nadie. Divertido, mueve su moto como si fuese una
bicicleta ante mi asombro y envidia, ¿por qué no reconocerlo? Nos movemos
por la Ruta de la Muerte. El paisaje es estremecedor, uno se siente pequeño
al mirar lejos, pero grande cuando se fija por dónde es capaz de pasar la
pequeña de la familia GS. La piedra suelta forma caminos de tierra paralelos
al mío, son divertidos (y mucho) para los que gozan de un nivel de enduro que
yo alguna vez quisiera llegar a alcanzar. Otra de las rutas que hoy vamos a
«zamparnos» es la del Valle de la Paciencia. Antes de comenzar esta nueva
etapa entre blancas cordilleras, subidas de arena y bajadas insospechadas,
me instruye en la parte peligrosa del camino: las minas. Pasaremos por una
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