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Economía y ecoeficiencia energética
en el País Valenciano
Emèrit Bono* y María Diago**
* Catedrático de Economía Aplicada de la Universitat de València.
** Bióloga y consultora en temas de medio ambiente y desarrollo sostenible.
Este artículo trata de analizar algunos elementos clave del modelo económico
valenciano de los últimos diez años; en concreto, el papel expansivo de la
construcción y el declive de la industria. Sus consecuencias económicas y
medioambientales sobre el futuro del País Valenciano son incuestionables. Por otro
lado, queremos hacer una reflexión sobre el creciente consumo de energía del sector
industrial para poner de relieve la ineficiencia, la cada vez menor ecoeficiencia del
sistema valenciano de producción-consumo a pesar del declive del mismo. Todo ello
tiende a aumentar la insostenibilidad de la economía valenciana.
La economía valenciana y la expansión de la construcción
La economía valenciana se caracteriza por crecer, en general, según la tasa
media de crecimiento de la economía española. La tasa anual de crecimiento de la
producción real de la economía española en el periodo 1995-2004 creció un 3,3%,
mientras la producción real valenciana para ese mismo periodo fue del 3,6%. O sea,
que la economía valenciana creció unas décimas más que la española.
¿Por qué la economía valenciana crece más que la española? ¿Cuáles son las
fuerzas dinamizadoras de este proceso?.
Contestando a la primera cuestión, no parece haber dudas que el sector de la
construcción constituye el sector diferencial y dinamizador de la economía valenciana
respecto a la española. Analizando el comportamiento de las grandes magnitudes de
la economía valenciana y española mediante la técnica de la contabilidad regional y
nacional, técnica que documenta la radiografía de ambas economías, podemos
constatar lo siguiente: que, si bien la economía valenciana exhibe un comportamiento
en el crecimiento de sus macromagnitudes económicas coincidente con la media
española, no es el caso de la construcción, que el periodo 1995-2000 ha crecido de
dos a tres puntos por encima de dicha media. Este proceso se acelera en el periodo
2000-2004 como veremos a continuación.
En efecto, utilizando las fuentes del INE (Instituto Nacional de Estadística) y del
IVE (Instituto Valenciano de Estadística que desglosa fundamentalmente las
estadísticas regionales del INE) sabemos que la contribución al aumento global de la
producción (PIB) de la economía valenciana del sector de la construcción entre 20002004 ha sido de un 26,3%; porcentaje que contrasta con el mismo periodo y referido al
mismo sector de la construcción de la economía española que fue de un 16%. O sea,
que la construcción, que en los últimos diez años constituye un sector clave de la
economía española, con más de cuatro millones de trabajadores y una inversión
crediticia del sistema financiero de más del 50%, en el caso de la economía
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valenciana, todavía es más importante, deviniendo en el sector hegemónico y
dinamizador de la misma.
Si precisamos algo más la dinámica constructora para el caso valenciano, y la
contrastamos, por ejemplo, con el sector industrial adquiriremos una visión más
ajustada de lo que está sucediendo. Así, en el período 2000-2004, el incremento de
los ingresos globales de los sectores productivos valencianos (medido en términos de
valor añadido bruto) en 4.524 millones de € constantes -descontada la inflación-, que
suponía un incremento del 9,5% para todo el período. Pues bien, la contribución de la
construcción en términos absolutos fue de 1.215 millones de €, que supone el 26,3%
más arriba indicado, mientras que el sector industrial en proporción absoluta fue de
89,6 millones de €, lo cual representaba tan sólo un 1,9% en su contribución en el
incremento de la producción global de la economía valenciana para el período 20002004.
Analizando por separado el sector industrial y el de la construcción, en términos
de valor agregado en euros constantes, tenemos que el primero apenas se incrementó
en un 0,82% en cinco años, mientras que el segundo lo hizo en más de un 30%.
Esta dinámica constructora comporta un consumo inseparable de espacio y
recursos naturales que va a generar problemas de gran calado tanto
medioambientales como económicos. Como indica la AEMA (Medio Ambiente en
Europa. Tercera Evaluación 2004, pg. 201) la construcción provoca el sellado de la
superficie del suelo que se impermeabiliza, dinamizándose también las necesidades
de comunicación, lo que supone infraestructuras de transporte. En definitiva “el suelo
construido se pierde para otros usos, como la agricultura o la silvicultura, limitando o
anulando las funciones ecológicas del suelo, como el almacenamiento de carbono o su
disponibilidad como hábitat para la biota característica. El sellado del suelo también
puede causar la fragmentación de hábitats y la alteración de los pasillos de migración
para las especies silvestres… El sellado puede afectar gravemente los caudales
fluviales –generando que la escorrentía de superficie pueda aumentar notablemente
su cantidad y velocidad, causando problemas locales de control de inundaciones”.
Por otro lado, la construcción tiene un futuro limitado por diversas razones. La
primera razón es consustancial a la materia prima de este sector que es el espacio. El
suelo que es finito y hay un momento en que se acaba. La segunda tiene que ver con
su naturaleza económica por el componente especulativo de la construcción. En
concreto, el “boom” construccionista está vinculado a bajos tipos de interés y al hecho
de que gran parte de lo construido –no menos del 40%- es comprado como inversión
“especulativa” porque es un activo más rentable que otros (como los valores en bolsa).
En el momento que las circunstancias cambien por la elevación de los tipos de interés
(este proceso ya ha empezado), o por la aparición de nuevos activos de gran
rentabilidad, se disuadirán muchos inversores. Ambos procesos pueden afectar al
mercado de la vivienda.
Desde otra perspectiva, la construcción, especialmente los edificios, son
productos terminados que tienen escasa incidencia de valor agregado en otros
sectores (a excepción claro está, de la demanda de diversos recursos que genera). En
otras palabras, la capacidad generadora de valor añadido es baja comparada con los
sectores industriales, las nuevas formas de organización de los servicios (intangibles)
e incluso, de las nuevas formas de organizar las instituciones (aspecto este último
poco desarrollado). Precisamente la característica más notable de las economías
modernas desarrolladas la constituye el alto valor añadido de su calidad productiva.
¡Qué lejos está la economía valenciana de este modelo por su opción por la economía
del ladrillo!
En otras palabras, la construcción como motor de la economía valenciana tiene
un tiempo-espacio limitado, constituyendo un grave handicap para el futuro económico
y sostenible medioambientalmente de la sociedad valenciana.
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La economía valenciana y el declive de la industria
Después de todo lo dicho creemos que es conveniente explicitar algunos rasgos
de la economía valenciana donde puedan ponerse de relieve, de forma sintética, los
elementos antes mencionados (véase el cuadro nº 1).
Cuadro nº 1. Contribución relativa de los sectores productivos al PIB valenciano.
Sectores
Año
1995
1999
2004
Agricultura
3.68
3.79
2.79
Energía
2.78
2.82
3.05
Industria
23.3
23.25
21.22
Construcción
7.75
8.33
10.03
Servicios
62.49
61.91
61.91
Fuente: INE, 2005.
Este cuadro es una radiografía de la economía valenciana de los diez años
considerados. La primera observación que cabe hacer es la pérdida relativa, en la
participación de la producción global, de la agricultura y de la industria. Por el
contrario, la energía y sobre todo la construcción, aumentan su contribución. El sector
servicios permanece sin variaciones, manteniendo su participación prominente en la
conformación total de la producción.
Cabe destacar la caída del sector industrial en más de dos puntos entre 1995 y
2004. Da la sensación de que la economía industrial valenciana está sometida a un
proceso de caída libre cuasi imparable. La disminución de la producción,
especialmente al inicio del siglo XXI, de los subsectores industriales tradicionales
como el calzado, el mueble, el textil, la confección e incluso de la cerámica -a partir de
2003- son manifestaciones evidentes de este retroceso.
Muestra de todo ello es el menor dinamismo exportador de la economía
valenciana. Así, si en el año 1995 el valor de la exportación valenciana suponía el
14,3% de la española, ese porcentaje es del 11,8% en el año 2004, produciéndose
una paulatina pero constante caída a lo largo de ese periodo. Algo parecido sucede
con el saldo del comercio exterior -o tasa de cobertura, diferencia entre lo exportado e
importado-. El comercio exterior valenciano pasa de tener una tasa de cobertura de
121% en el año 2000 a otra de 103% en el año 2004. Ciertamente el grado de
variabilidad de dicha tasa es considerable pero, parece evidente que la tendencia a la
baja es incuestionable.
Las causas del declive o decadencia de la economía agraria e industrial
valenciana de los últimos quince años son diversas y complejas. Por supuesto, las
nuevas condiciones de competencia y mercado que la dinámica globalizadora de
nuestro entorno está generando, pueden explicar muchos aspectos de esta
decadencia. Pero no explican, por ejemplo, la falta cuasi total de una política industrial
y agrícola de las autoridades políticas conservadoras que gobiernan la Comunidad
Valenciana.
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Hay, a nuestro juicio, otro hecho que puede ayudar a entender este declive. En
efecto, al mismo tiempo que la inversión en el País Valenciano no ha dejado de crecer,
parece que el drenaje hacia el sector de la construcción de la misma por los pingües
beneficios que allí se obtienen, ha cambiado las presencias inversoras y productivas
de los agentes industriales y agrícolas. Creemos que este fenómeno también ha
jugado su papel en el retroceso industrial y agrícola. Da la sensación de que la
construcción los fagocita. Seguramente la preferencia de las autoridades del PP por la
economía de la construcción y el interés de convertirla (cuasi-únicamente) en una
economía de servicios turístico-residenciales está detrás de prácticamente la
inexistente política industrial y agrícola.
Ecoeficiencia y desacoplamiento
Una vez caracterizado el modelo económico valenciano crecientemente centrado
en la construcción, vamos a estudiar su ecoeficiencia energética.
Parece ser que el término “ecoeficiencia” se utilizó por primera vez en el año
1990 o, al menos, se popularizó a partir de ese momento, inventándola un ingeniero,
Frank Bosshardt, (Hernández, 2000), que participaba en la preparación de la
Conferencia de Río del año 1992, dentro del Consejo de Empresas para el Desarrollo
Sostenible (CEDS). Su significado sintético es “producir más con menos”. O sea,
aumentar la eficiencia en la utilización de los recursos de tal modo que para producir
una unidad de un producto cualquiera cada vez se utilicen menos inputs de todo tipo –
o que outputs como los residuos se puedan reducir, reciclar o reutilizar-.
Dos conceptos relacionados con la ecoeficiencia son el “desacoplamiento” y la
“desmaterialización”. El desacoplamiento consiste en la desconexión relativa entre el
producto económico y el empleo de recursos (y la generación de residuos) de una
economía dada. La “desmaterialización” supone, por su parte, la reducción absoluta
del consumo de recursos (y la producción de desechos) por parte del sistema
económico de una determinada sociedad (Almenar, et al, 2002).
En las últimas décadas, tanto en la gran mayoría de países industrializados
como en el conjunto de la economía mundial, se ha producido un cierto
desacoplamiento (el producto económico ha crecido más que el consumo de energía y
de muchos materiales). No es perceptible, en cambio, una clara tendencia a la
desmaterialización, ni siquiera en los países más industrializados (los avances en
ecoeficiencia se han visto más que compensados por la expansión del consumo).
La ecoeficiencia energética valenciana
Lo primero que hay que poner de relieve es que para producir una unidad de PIB
empleamos cada vez más energía tanto en la economía valenciana como española. O
sea, que desde luego no se está produciendo el desacoplamiento entre producción y
necesidades energéticas. La ecoeficiencia, por contra, disminuye.
4
Esta situación española y valenciana contrasta con lo que sucede con la UE-15.
Según Eurostat (2004), que es el servicio estadístico europeo, la evolución de la
intensidad energética primaria en España y la UE-15 entre 1991 y el año 2002 no es
paralela; España evoluciona de 220 tep/millón de € ctes. de 1995 de PIB en 1991 a
230 tep/millón de € en el año 2002, mientras que la UE-15 para el mismo periodo pasa
de 217 tep/ millón de € a 191 tep/ millón de €. Es decir, en la UE-15 se está
produciendo desacoplamiento, mejora la ecoeficiencia, mientras que en España, y de
manera aún más pronunciada en el País Valenciano estamos sumidos en una
dinámica energética que va en la dirección de mayor insostenibilidad. En otras
palabras, el consumo de energía de España y el País Valenciano está creciendo a un
ritmo mayor que el del PIB, mientras en la UE-15 se produce una evolución contraria.
La reducción de la intensidad energética, o dicho de otro modo, el aumento de la
ecoeficiencia, ha de ser un objetivo prioritario para cualquier economía ya que reduce
tanta las emisiones contaminantes como la factura energética, mejorando la
competitividad de los procesos productivos (OSE, 2005. págs. 73-76).
Por otro lado y en relación a las emisiones de dióxido de carbono, (Datos
Energéticos de la Comunidad Valenciana 2004, págs. 70-71) el País Valenciano tiene
un tasa de emisión inferior a la española, tanto por habitante (5,22 t CO2/hab.año
frente a 8,02 t CO2/hab.año), como por PIB (418,2 t CO2/millón de euros constantes de
1995 frente a 590,7 t CO2/millón de euros constantes de 1995).
Esta diferencia entre España y el País Valenciano se debe a distintas razones: el
menor empleo de energía primaria, el mayor peso de la energía nuclear en la
producción de electricidad, la paulatina sustitución de los derivados del petróleo por
gas natural (las emisiones de CO2 son mucho más bajas en el gas que en el petróleo)
y la práctica inexistencia del carbón como fuente de energía (que es el combustible
fósil que comparativamente produce más dióxido de carbono).
Ecoeficiencia energética e industria
Cuadro nº 2. Intensidad energética de la industria valenciana.
Años
2000
2001
2002
2003
2004
Valor Añadido Bruto
(VAB) (miles de € ctes.
1995)
10.849.525
10.892.473
10.848.144
10.850.369
10.939.130
Energía final del sector
industrial (miles de tep)
3.336
3.393
3.462
3.567
3.601
Tep/millón €
307,5
313,7
319,1
328,7
329,1
Fuente: INE, 2005. AVEN, 2005, pág. 44.
Como puede deducirse del cuadro nº 2, casi podríamos hablar no ya de
desacoplamiento, sino de reacoplamiento puro y duro. Cada vez el consumo
energético es mayor para producir una unidad de producto económico. Y este no es un
problema reciente, pues en la década de los noventa sucedía exactamente lo mismo
(Bono, E. 2004, op. cf.).
Como conclusión, resulta curioso observar que, a pesar de la evidente caída
relativa en los últimos años de la economía industrial valenciana, este hecho no se
traduzca en una disminución del consumo energético. Así, por ejemplo, si el consumo
de la energía final de la industria española entre 1995 y 2004 creció en un 39% -a
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pesar que también tuvo una caída en su contribución al PIB de un 4% en ese periodo-,
el consumo energético de economía industrial valenciana en ese periodo aumentó en
un 60%. Ello muestra la evidente ineficiencia energética que caracteriza a este sector,
el cual contribuye a una mayor insostenibilidad de la economía-sociedad valenciana.
Concluyendo, parece evidente que el modelo económico de crecimiento de los
últimos diez años de la economía valenciana -gran consumidor de espacio y recursos-,
con un consumo energético de baja ecoeficiencia y con un aumento continuado de las
emisiones de CO2, pone de manifiesto el cada vez más insostenible e incierto futuro
económico, condicionando seriamente a las generaciones futuras.
Referencias bibliográficas
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