Apuntes Teoría del Conocimiento

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7. EL DESAFÍO DE LA REPRESENTACIÓN:
EL CAMBIO RACIONALISTA
La representación de la cosa en el concepto objetivo como el contenido
mental sobre el que se vierta el conocimiento se volverá la clave en la concepción cartesiana del conocer. Partiendo de la distinción introducida por
Suárez entre concepto formal y concepto objetivo, Descartes (1596-1650)
lo utilizará en su planteamiento gnoseológico con el objeto de explicar las
ideas del pensamiento y su relación con el mundo exterior.
Comenzaremos con la duda metódica como punto de partida que nos llevará al descubrimiento del cogito dotado de sus ideas, las cuales son atribuidas a una realidad formal y a una realidad objetiva.
7.1 La duda metódica
La duda cartesiana tiene sobre todo un carácter metódico ya que no constituye un fin en sí misma, sino que está en función de un método1.
Para llegar a una certeza absoluta hay que dudar y tratar como falso todo
lo que sea susceptible de duda. Así, se ejercita la duda como camino en la
búsqueda de un fundamento sólido y válido para todo saber.
Con la introducción de la duda metódica Descartes se propone repensar
toda la filosofía desde el inicio, discutiendo las opiniones recibidas en la
tradición escolástica de sus maestros jesuitas. Por eso aquel principio que
manifestase la mínima sospecha de duda debe ser rechazado en un primer
momento hasta que se tenga la absoluta seguridad de su verdad. De este
modo se comienza por rechazar todo saber proveniente de los sentidos ya
que éstos alguna vez nos han engañado.
En un segundo nivel de duda dejaría en suspendo la percepción de mi
propio cuerpo ya que ésta podría provenir del sueño, es decir, la similitud
que a veces observo entre el sueño y la vigilia podría afectar a esta percepción del cuerpo.
Estos dos niveles de duda no afectarían a las proposiciones matemáticas
ya que dos y tres son cinco y un cuadrado tiene cuatro lados, esté dormido
o despierto. Estas proposiciones son indudables hasta ahora.
Pero Descartes no se detiene aquí sino que introduce un tercer nivel en la
duda. Sería posible dudar de las proposiciones matemáticas por medio de la
1
Habría que revisar la traducción de esta parte que hago rápida y resumida ya que
los alumnos están viendo a Descartes en Filosofía Moderna. No anoto todas las notas
que cita Piedade.
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hipótesis metafísica del genio maligno que me engaña. Se podría suponer
un ser tan poderoso y malvado que constantemente me estuviera induciendo al error y engañarme incluso en aquellas cosas que yo viera tan claras
como las matemáticas.
Esta hipótesis es introducida por Descartes con el objeto de alcanzar una
verdad indudable, alejando de modo radical cualquier duda sobre este conocimiento tan cierto.
7.2 El cogito
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Todo el proceso de la duda metódica consiste en poner en suspenso los
principios, las demostraciones matemáticas, las proposiciones empíricas
relativas al mundo exterior que aprehendo por medio de los sentidos, incluida la propia sensación de tener un cuerpo. De cualquier modo, por muy
lejos que quiera llevar la duda, resulta imposible extenderla hasta mi propia
existencia, ya que justo en el mismo acto de dudar se muestra que yo existo, ya que si no fuera así, no podría dudar, ni siquiera pensar.
De la duda surge una primera certeza fundamental: yo que pienso, yo
que dudo, debo existir: «cogito, ergo sum»2. Obviamente, la fórmula del
cogito, ergo sum, de Descartes, si bien utilizada en un contexto muy diverso, recuerda la argumentación de s. Agustín contra los escépticos, expresada de este modo: «si fallor, sum» (pero al contrario que Descartes, s.
Agustín no pretendía construir una filosofía sobre esta evidencia).
La fórmula inferencial o deductiva en que se expresaba la proposición
cogito, ergo sum, llevó a algunos contemporáneos de Descartes a pensar
que se trataba de un razonamiento del tipo de los silogismos cuya premisa
mayor sería algo así como «Aquel que piensa existe». El mismo Descartes,
tomando esta acusación de Gassendi en la carta dirigida al señor Clelselier3
muestra que la proposición no es el resultado de un silogismo cuya premisa
mayor sería un prejuicio, como pretendía Gassendi. La fórmula «yo pienso,
luego soy», no es la expresión de un silogismo, sino que se trata de una
2
«Pero advertí luego que, queriendo yo pensar, de esa suerte, que todo es falso, era
necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa; y observando que esta verdad: «yo
pienso, luego soy», era tan firme y segura que las más extravagantes suposiciones de los
escépticos no son capaces de conmoverla, juzgué que podía recibirla sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que andaba buscando». Discurso del método, IV
parte.
3
Lettera del Signor Descartes al Signor C.L.R. che serve di risposta ad una raccolta
delle principali Istanze fatte dal Signor Gassendi contro le precedenti risposte. Cf.
CARTESIO, Opere filosofiche 2. Meditazioni metafisiche. Obbiezioni e risposte, 370-378.
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evidencia inmediata lograda por la intuición. La tal intuición consiste en
un conocimiento inmediato y evidente del hecho de que no es posible pensar sin existir. Es precisamente este hecho evidente el que es intuido. Aquí
Descartes con el término «pensar» entiende cualquier vivencia de la conciencia, cualquier suceso o hecho consciente: dudar, concebir, afirmar, negar, querer, sentir, imaginar.
Incluso ante la hipótesis del genio maligno, la proposición «cogito, ergo
sum» permanece tan firme y cierta que es imposible dudar de mi existencia
sin afirmarla al mismo tiempo. Afirmar la propia existencia justo en el ejercicio de la duda no presupone nada sobre la realidad de mi cuerpo o del
mundo externo. No afirmo todavía la existencia de mi cuerpo o de otras
cosas fuera de mí y la única verdad de la que estoy seguro es que yo existo
como una cosa que duda y que piensa. En la afirmación de mi existencia
como aparece en la proposición «cogito, ergo sum», lo que verdaderamente
afirmo es mi existir en cuanto cosa que piensa, res cogitans. En este sentido
la evidencia del cogito, además de la afirmación de la existencia, muestra al
yo como sustancia pensante4. El pensamiento es el atributo que confiere al
yo existente la esencia de una sustancia que piensa. Mi existir se afirma no
tanto como cuerpo sino como sustancia que piensa, que duda, ya que la
única certeza que he alcanzado es la del pensamiento en sus diversas modalidades como dudar, concebir, afirmar, negar, sentir, imaginar,… Las cosas
sobre las que se ocupa mi pensar pueden no existir efectivamente, pero no
es posible que yo, que pienso, no exista.
7.3 Las ideas del Cogito: la representación
Hemos visto que el principio del cogito es la única verdad de la que tengo certeza en la medida en que estoy seguro de mi existir en cuanto sustancia pensante. Una vez alcanzada esta primera verdad, Descartes indaga la
posibilidad de salir del ámbito estrecho y cerrado del cogito en la búsqueda
de un principio de apertura hacia el mundo fuera del sujeto. Si el principio
del cogito sostiene el yo como sustancia pensante, este yo cuya naturaleza
4
«Examiné después atentamente lo que yo era, y viendo que podía fingir que no tenía cuerpo alguno
y que no había mundo ni lugar alguno en el que yo me encontrase, pero que no podía fingir por ello que
yo no fuese, sino al contrario, por lo mismo que pensaba en dudar de la verdad de las otras cosas, se seguía muy cierta y evidentemente que yo era, mientras que, con sólo dejar de pensar, aunque todo lo demás
que había imaginado fuese verdad, no tenía ya razón alguna para creer que yo era, conocí por ello que
yo era una sustancia cuya esencia y naturaleza toda es pensar, y que no necesita, para
ser, de lugar alguno, ni depende de cosa alguna material; de suerte que este yo, es decir,
el alma, por la cual yo soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo y hasta más
fácil de conocer que éste y, aunque el cuerpo no fuese, el alma no dejaría de ser cuanto
es». Discurso del método, IV parte.
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es el pensamiento, debe tener necesariamente las ideas como contenidos del
pensamiento. Es precisamente en la investigación de los contenidos del
pensamiento o ideas en la que Descartes cree encontrar una salida hacia el
mundo fuera del pensamiento.
Descartes entiende por idea cualquier contenido u objeto de pensamiento
a través del cual el pensamiento en general asume el carácter de un acto
consciente o se manifiesta como vivencia de consciencia. Las ideas, consideradas en sí mismas como simples modos del pensamiento, no pueden ser
falsas y por tanto no corro el riesgo del error5. Éste pertenece al juicio, es
decir en el juicio acerca la similitud o conformidad de las ideas con las cosas fuera del pensamiento. Sólo en este caso existe la posibilidad del error.
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Las ideas son clasificadas en tres grupos distintos6:
1.
Ideas innatas que poseo siempre desde mi nacimiento y que me
permiten pensar y conocer las esencias verdaderas, inmutables y
eternas7.
2.
Ideas adventicias que me vienen de fuera, por ejemplo la idea del
sol aprehendida de manera natural cuando veo el sol, la sensación
del ruido, del calor, del frío,…
3.
Ideas facticias, que son ideas hechas e inventadas por mi como las
ideas de cosas quiméricas.
5
«En lo que se refiere a las ideas, si se consideran en sí mismas y no las refiero a alguna otra cosa, no pueden ser propiamente falsas; puesto que si me imagino una cabra o
una quimera, es cierto que imagino tanto la una como la otra». Meditaciones metafísicas, Tercera meditación. [Edición PDF, 23]
6
«De estas ideas, unas son innatas, otras adventicias y otras hechas por mí; puesto
que la facultad de aprehender qué son las cosas, qué es la verdad y qué es el pensamiento, no parece provenir de otro lugar que no sea mi propia naturaleza; en cuanto al hecho
de oír un estrépito, ver el sol, sentir el fuego, ya he indicado que procede de ciertas cosas colocadas fuera de mí; y finalmente las sirenas, los hipogrifos y cosas parecidas son
creados por mí. O aun quizá las puedo juzgar todas adventicias, o todas innatas, o todas
creadas, puesto que todavía no he percibido claramente su origen». Meditaciones metafísicas, Tercera meditación. [Edición PDF, 23-24].
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Estas ideas están en la mente antes de cualquier experiencia. Por ideas innatas Descartes entiende los principios innatos o las “verdades eternas”, como la idea de infinito,
la idea de Dios, las proposiciones del tipo “de la nada, nada sale”, “cosas que son iguales a una misma cosa, son iguales entre sí”, etc. Descartes no consideró que esas ideas
están en nuestra mente de forma actual o como un saber siempre a nuestra disposición.
También entiende por tales las facultades de aprehender qué son las cosas, qué es la
verdad, qué es el pensamiento (ver texto anterior).
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Hay que decir que el interés de Descartes se dirige principalmente hacia
las ideas que parecen venir desde fuera de mí con el objeto de encontrar las
razones que justifiquen mi convicción natural de que las ideas corresponden o son similares a los objetos de los que tengo ideas 8. Después de haber
descartado como insuficientes, en primer lugar la razón fundada en la inclinación natural a creer en la correspondencia de las ideas con las cosas realmente existentes y después en la que se apoya en la no dependencia de las
ideas respecto a mi voluntad —lo que me haría creer que hay cosas fuera
de mi— Descartes recorre otra vía para buscar la conformidad de las ideas
a las cosas, es decir, si existen verdaderamente las cosas fuera de mí, de la
que yo tengo las ideas. Es justo en este contexto donde se introduce la distinción entre realidad formal y realidad objetiva de las ideas del pensamiento. Se verá enseguida que Descartes en un primer momento recurre a la noción de realidad objetiva para probar la existencia de las cosas fuera del
pensamiento.
Las ideas pueden ser consideradas desde dos puntos de vista. Desde una
perspectiva, las ideas en lo que son por sí mismas sin relación a otras cosas,
existen como modos del pensamiento o como operaciones realizadas por el
sujeto pensante. En este sentido las ideas tienen una realidad formal, es decir, subsisten efectivamente como actos conscientes del pensamiento o del
sujeto que piensa. Vistas sólo desde esta perspectiva de la realidad formal,
las ideas no se distinguen unas de otras, no hay ninguna diferencia entre las
ideas ya que todas son modos u operaciones del sujeto. Sin embargo, desde
el otro punto de vista las ideas se entienden como imágenes que representan las cosas9, por ejemplo una idea representando una cosa y otra idea otra
cosa, en este sentido las ideas son muy diversas unas de otras10. La diferencia reside precisamente en su realidad objetiva, es decir, en el hecho de que
algunas ideas tienen mayor realidad objetiva respecto a otras según que
representen entidades de un mayor o menor grado de perfección. La reali-
8
«He de examinar ahora, en relación a las ideas que considero tomadas de las cosas
que existen fuera de mí, qué causa me mueve a juzgarlas parecidas a esas cosas». Meditaciones metafísicas, Tercera meditación. [Edición PDF, 24].
9
Aquí está introduciendo el centro de la representación: LAS IDEAS REPRESENTAN LAS COSAS. Este paso es muy importante ya que ha nacido la representación.
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10
«Otro camino se me ocurre para investigar si hay fuera de mí ciertas cosas, cuyas
ideas existen dentro de mí. En cuanto estas ideas son sólo modos de pensar, no encuentro en ellas ninguna diferencia y todas parecen provenir de mí de igual manera. Pero en
tanto en cuanto una representa una cosa y otra otra, está claro que son entre sí totalmente diversas. …». Meditaciones metafísicas, Tercera meditación. [Edición PDF, 25].
(cursivas mías).
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dad objetiva es, pues, el contenido representativo cuyo espesor varía de una
idea a otra en función del mayor o menor grado de perfección de los entes
que son representados. De este modo las ideas que representan a las sustancias tienen mayor realidad objetiva que las que representan los accidentes.
La idea de un Dios eterno, infinito, omnipotente, etc., posee seguramente
más realidad objetiva que aquellas que representan las sustancias finitas11.
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Se deduce de lo que hemos dicho que es en la realidad objetiva donde
Descartes señala las diferencias entre las ideas, teniendo algunas mayor
realidad objetiva que otras. En definitiva, las ideas tienen diversos grados
de realidad objetiva en el sentido que la idea de sustancia posee mayor realidad objetiva que la del accidente; hay más realidad objetiva en la idea de
la sustancia infinita que en la de la sustancia finita. Como vemos, el argumento de la realidad objetiva de las ideas es usado por Descartes para probar que existen cosas fuera de la mente y que están representadas en las
ideas. Sin embargo, este argumento se sostiene y clarifica por otro que se
apoya en el principio de causalidad.
Desarrollando el argumento de la causa-efecto, Descartes afirma que, para que una idea pueda contener una determinada realidad objetiva o bien
otra, debe haberla recibido necesariamente de una causa que exista con tanta realidad formal cuanta realidad objetiva contenga la idea12. El principio
de causalidad así formulado significa que la causa debe contener tanta realidad formal cuanta realidad objetiva contiene el efecto. Debe haber tanta
realidad en la causa eficiente cuanta en su efecto. La idea de piedra, por
ejemplo, puede ser producida o causada sólo por algo que tenga en sí formalmente todo cuanto entra en la composición de la piedra. Por imperfecto
que sea este modo de ser de la idea, en la cual la cosa existe no formalmente sino objetivamente o por representación en la idea, no se puede decir que
esta realidad objetiva provenga de la nada o sin causa alguna13. Por imper11
«…Sin duda las que me presentan las substancias son algo más, y por decirlo así
tienen más realidad objetiva, que aquellas que tan sólo representan los modos o los accidentes. De este modo, tiene más realidad objetiva la idea por la que concibo a Dios
como un ser eterno, infinito, omnisciente, omnipotente, creador de todas las cosas que
existen, excepto de sí mismo, que aquellas por las que se presentan las substancias finitas». Meditaciones metafísicas, Tercera meditación. [Edición PDF, 25].
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12
«Por otra parte, el hecho de que una idea tenga esta o aquella realidad en vez de
otra cualquiera debe provenir de alguna causa en la que exista al menos tanta realidad
formal cuanta realidad objetiva tiene la idea.» Meditaciones metafísicas, Tercera meditación. [Edición PDF, 25].
13
«… Porque si suponemos que existe algo en la idea que no se encuentra en la causa, entonces esto lo posee de la nada; ahora bien, por muy imperfecto que sea ese modo
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fectas que sean las ideas como imágenes susceptibles de representar de
modo imperfecto las cosas de las que son ideas, éstas no pueden dejar de
tener una causa que las origine. Si las ideas son representaciones o por naturaleza propia subsisten sólo como realidad objetiva, sus causas deben
existir efectivamente, es decir, en su realidad formal. Hay que señalar que
las ideas se caracterizan esencialmente por su realidad objetiva en cuanto
representaciones de las cosas. Su realidad formal es simplemente la del
pensamiento, como modos u operaciones del pensamiento14.
Si bien en la cadena de las ideas, una idea pueda producir otra idea, esta
cadena no puede prolongarse hasta el infinito y debe necesariamente detenerse en una primera idea cuya causa sería el modelo que contiene formal y
efectivamente todas las perfecciones que en las ideas están simplemente
representadas15. Todavía aparece una vez más que las ideas son imágenes o
“cuadros” de las cosas, en las que ellas no subsisten formalmente o efectivamente en su perfección sino sólo objetivamente, es decir, como representadas. En este sentido las ideas como imágenes o representaciones no pueden contener nada más perfecto. Se nos plantea ahora la pregunta: ¿porqué,
en este momento de la reflexión sobre el cogito, Descartes ha tenido que
introducir la realidad objetiva de las ideas y el principio de causalidad? Es
obvio que lo que le interesa fundamentalmente a Descartes es demostrar
que existe algo fuera del cogito. La realidad objetiva de esa idea me asegura de modo evidente que ésta no existe en mí formalmente y por tanto, yo
no puedo ser la causa. La conclusión es que fuera de mi pensamiento existe
algo que produce o causa la idea en mí16.
de ser por el que una cosa se encuentra de un modo objetivo en nuestro entendimiento
mediante la idea, no por eso, sin embargo, no es absolutamente nada, y no puede, por lo
tanto, existir de la nada.» Meditaciones metafísicas, Tercera meditación. [Edición PDF,
25-26].
14
«Pues, aunque esta causa no transmita su realidad actual o formal a mi idea, no se
debe pensar en consecuencia que es por ello menos real; sino que la naturaleza de la
misma idea es tal, que no exige en sí ninguna otra realidad formal excepto aquella que
toma de mi pensamiento, del cual es un modo.» Meditaciones metafísicas, Tercera meditación. [Edición PDF, 25-26].
15
«Y aunque una idea pueda proceder de otra, no se da, sin embargo, una sucesión
hasta el infinito, sino que se debe llegar a alguna primera idea, cuya causa sea equivalente a un original, en el cual esté contenida formalmente toda la realidad que sólo existe en la idea de un modo objetivo.» Meditaciones metafísicas, Tercera meditación. [Edición PDF, 26].
16
«Pero, ¿qué conclusión se ha de obtener de todo esto? Sin duda la de que, si la realidad objetiva de alguna de mis ideas es tal que esté yo seguro de que ella no existe en
mí ni formal ni eminentemente, y de que por lo tanto no puedo ser yo mismo la causa de
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En la investigación sobre el origen de las ideas, Descartes sostiene que
las ideas referidas a otros hombres, animales o ángeles pueden provenir de
mí mismo. Igual que las ideas de colores, cualidades táctiles, de sustancia,
de duración, de movimiento y de extensión podrían tener su origen en mí.
Estas ideas no contienen nada tan perfecto que no pueda ser producido por
mí. Pero la idea de Dios, concebida como sustancia infinita, eterna, inmutable, omnipotente, omnisciente y creador de todas las cosas, no puede estar causada por mí17. Es cierto que puedo tener la idea de sustancia, siendo
yo mismo una sustancia finita. Sin embargo, yo como ser finito, no podría
nunca tener la idea de una sustancia infinita, si ésta no hubiese sido producida o puesta en mí por una sustancia efectivamente infinita. Así pues, Dios
como sustancia infinita debe necesariamente existir.
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Finalmente, nos preguntamos, si teniendo yo la idea de Dios en cuanto
ser perfecto, ¿podría yo existir sin Dios y atribuir mi existencia a mi mismo, a mis padres o a otra causa independiente de Dios? No es posible que
yo sea el autor de mi mismo, porqué si lo fuera, me habría dado las perfecciones de las que tengo idea y, por tanto, sería Dios18. Así, soy consciente
de modo claro y evidente que dependo de un ser distinto de mí. Este ser es
Dios. Dios, cuya existencia se prueba de esta manera, no puede nunca engañarme, ya que el engaño es un defecto y en Dios no hay ninguno sino
sólo perfecciones19. Se deduce de todo lo dicho anteriormente que Dios
debe existir como garante de toda verdad.
tal idea, se sigue necesariamente que no soy yo el único ser existente, sino que existe
también alguna otra cosa que es la causa de esa idea.» Meditaciones metafísicas, Tercera meditación. [Edición PDF, 26].
17
« Por lo tanto, sólo queda la idea de Dios, en la que se ha de considerar si es algo
que no haya podido proceder de mí mismo. Bajo la denominación de Dios comprendo
una substancia infinita, independiente, que sabe y puede en el más alto grado, y por la
cual he sido creado yo mismo con todo lo demás que existe, si es que existe algo más.
Todo lo cual es de tal género que cuanto más diligentemente lo considero, tanto menos
parece haber podido salir sólo de mí. De lo que hay que concluir que Dios necesariamente existe.
Porque aun cuando exista en mí la idea de substancia por el mismo hecho de que soy
substancia, no existiría la idea de substancia infinita, siendo yo finito, si no procediese
de alguna substancia infinita en realidad.» Meditaciones metafísicas, Tercera meditación. [Edición PDF, 27-28].
18
«Si mi existencia procediese de mí mismo, no dudaría, no desearía, ni me faltaría
nada en absoluto; puesto que todas las perfecciones cuyas ideas existen en mi mente me
las habría dado a mí mismo, y de tal manera yo sería Dios». Meditaciones metafísicas,
Tercera meditación. [Edición PDF, 29].
19
Meditaciones metafísicas, Tercera meditación.
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