La Reconstrucción de la filosofía según John Dewey y su sentido de intevención en la solución de los problemas de la vida social Miguel de la Torre Gamboa [email protected] Eje temático: La voluntad de la Filosofía de la educación de “intervención” en la realidad social. Trabajo participante en la Mesa de discusión: La intervención de la filosofía en los problemas de la vida social. La Reconstrucción de la filosofía según John Dewey Palabras Clave: Dewey, filosofía, intervención, reconstrucción La filosofía americana y el pragmatismo: Entre los siglos XVIII y XIX hubo un pensamiento americano que básicamente interpretaba el lugar del hombre en el mundo y la vida social según las ideas del calvinismo. Los principales intelectuales de esta filosofía se encontraban en el noreste de los Estados Unidos, teniendo como centro importante nueva Inglaterra; Nueva Inglaterra ha sido la cuna de muchas de las características de la vida norteamericana, incluyendo el término yankee. Ese pensamiento americano temprano, era un pensamiento principalmente teológico, expuesto en sermones, pronunciamientos y documentos políticos en los que se explicaban el deber ser del hombre, de la vida social, de la naturaleza, con base en un pensamiento traído de las filosofías y cosmologías medievales inglesas y holandesas que fueron influyentes en el pensamiento calvinista. El pensamiento griego de la antigüedad, era un tanto desdeñado y sobre todo, lo que tuviera que ver con el desarrollo de la ciencia. En cambio, la Norteamérica del siglo XVIII ya no era la misma de los pioneros, aquel núcleo colonizador compuesto de aventureros, pobres, fugitivos, vagos, etc. si no que para ese tiempo, ya habían arribado al continente un grupo amplio de poderosos económicamente que venían a hacer negocios y traían consigo, la “alta cultura” europea y la intención de conservarla. Los siglos XVII y XVIII registran, entonces, una serie de pensadores americanos, cuyos temas fueron casi siempre religiosos y teológicos por ejemplo: la Demonología de Cotton Mather, la metafísica de inspiración calvinista de Jonathan Edwards, y muchos otros que destacaron en los púlpitos, en las asambleas, en la plaza pública, en las cortes, etc. Vino luego la influencia de la Ilustración francesa y con ella, pensadores como Jefferson, Franklin y Paine, que se apropiaron algunas de las interpretaciones ilustradas sobre la vida social y la democracia, y las adaptaron a la vida pública norteamericana; recuperaban de ella la idea de la fusión con la naturaleza, la idea del predominio necesario de la razón, la idea de la necesaria caída de las monarquías, pero no ligándolas a cuestiones trascendentes, tales como una humanidad feliz o una sociedad gobernada por la razón, si no a cuestiones prácticas, a la solución concreta de su situación frente a la corona inglesa, a la solución de los problemas del desarrollo económico, de la afirmación de sus derechos de libertad, etc. No podía tratarse de una recuperación completa de las ideas de igualdad, porque la visión americana aceptaba las diferencias de clase y aún más practicaba la esclavitud. En los años treintas del siglo XIX se desarrollo la filosofía romántica de los trascendentalistas, ésta comenzó como un movimiento de reforma de la Iglesia Unitaria, hacia la idea de un Dios interior en las personas. En esta propuesta se contenía un dicurso crítico de la conformidad americana con la situación social de ascenso de la cultura del industrialismo, el dinero y el consumo, y se promovía la vuelta a una américa original, en continuidad con la naturaleza; Ralph Waldo Emerson fue la figura más destacada de este movimiento, en el que también figura Walt Withman (al que Dewey valorará mucho) y el utopista Henry David Thoreau. Los trascendentalistas promovían un pensamiento religioso libre, un cristianismo anti-dogmático y sobre todo anti-calvinista. Los trascendentalistas se apoyaban en Kant, en el que veían al gran vencedor sobre la idea del mundo-máquina del empirismo, pero ponían en sus interpretaciones una carga de sentimentalismo que evidentemente no era Kantiana y asimismo, con la palabra trascendental significaban más bien lo divino y no lo racional; también los trascendentalistas recogieron el pensamiento de Hegel, al que combinaron con ideas sacadas de la ilustración, de ese coctel surgieron trabajos como los de Walt Withman. En ese mismo ambiente y época surge el hegelianismo americano, cuyo intelectual más destacado es Joshia Royce. Con Hegel, igual que con los ilustrados, lo que los americanos hicieron fue una adaptación que se expresó, por ejemplo, en la interpretación de Hegel como un crítico del empirismo y de la separación mente cuerpo; la idea más valorada de Hegel era la de la continuidad naturaleza y pensamiento; por algunos años, Hegel fue el más leído de los autores europeos, pero pronto, para la segunda mitad del XIX, su influjo empezó a decaer en el marco de una lucha por tomar distancia de cualquier clase de idealismo, todavía en las primeras versiones del pragmatismo, hay una gran influencia de Hegel, aunque codo a codo con el empirismo. Ni los primeros pensadores, ni estos segundos ilustrados, románticos y hegelianos eran, dice Ludwig Marcuse, pensadores de convento, ni pensadores de escritorio, sino pensadores al aire libre, lo que significa que eran, antes que intelectuales o filósofos, hombres de acción, políticos, empresarios, periodistas, que buscaban influir prácticamente en el destino de la nación, orientándola y llevándola en una dirección nueva, aunque una institución fundamental en todo este trabajo fue la universidad de Harvard; los europeos tuvieron siempre una mala opinión de esta filosofía de predicadores, políticos y escritores de revista, y la calificaban como una “filosofía bárbara” por cuanto que no se ajustaba a los cánones y formas de la práctica de la filosofía que privaba en Europa. Carl Gustav Jung dijo (citado por Marcuse): “ los americanos son europeos con estilo de negros y alma de indios; es decir no son europeos, sino seres exóticos e indefinibles”. Joshia Royce, expresó una vez, en el lenguaje de su maestro Hegel (también citado por Marcuse), lo que la palabra americanismo significa es: el espíritu enajenado de sí mismo. El pragmatismo Deweyano: Dewey nació en el seno de una familia modesta y no tenía la perspectiva de entrar en la universidad desde el principio, concluida su educación y al no interesarse en la carrera sacerdotal, se hizo Profesor en una escuela secundaria en Pensilvania, fue luego profesor rural en natal Vermont, y sólo hacia finales de 1882, se trasladó a Baltimore para ingresar en la universidad John Hopkins para hacer el posgrado, motivado por el editor de una revista en la Dewey publicaba. Tres son las influencias principales en dewey: Darwin, Hegel y Peirce. Lo que más identifica a Dewey es la idea de una continuidad entre naturaleza y seres humanos, la idea de una evolución constante de la humanidad, en función de las situaciones de equilibrio y desequilibrio que enfrenta en el medio en el que vive y a las que tiene que responder constantemente para encontrar siempre que las soluciones que asuma nos son definitivas; de donde se desprende una comprensión de la existencia humana como “proceso”; pues bien, esta convicción la obtuvo del pensamiento de Darwin. Basada en Darwin, la antropología Deweyana enfrenta al racionalismo (el sujeto racional que actúa sobre el mundo), al idealismo (el sujeto trascendente, que se realiza imperfectamente en un mundo imperfecto) y al empirismo (el sujeto sometido a las exigencias de un medio que se le impone). De aquí viene su concepto de experiencia, en el sentido de interacciones del hombre y el medio, como planes de acción que resultan de anticipar y organizar el medio de conformidad con lo que se quiere de él, o de los cambios en el medio que el sujeto humano padece. La segunda influencia decisiva y más o menos permanente en Dewey es Hegel, de él recupera la idea de una misma realidad entre mundo y seres humanos, recupera la idea totalidad de lo real, para afirmar que el pensamiento es una forma de la naturaleza (Marx explico esto en términos de naturaleza que se trasciende a sí misma, Dewey comparte la idea, pero coloca al pensamiento todavía más cerca de la realidad que Marx) apoyado en Hegel, dewey combate al pensamiento dicotómico que separa naturaleza y espíritu, tanto de los idealistas, Ilustrados y racionalistas americanos, como de la metafísica europea y americana que era su principal objetivo. También recupera de Hegel, la idea de historicidad de la existencia humana y de la conciencia y de su correspondencia a una realidad social y cultural determinada. De Peirce, es de quien más tardíamente retoma Dewey elementos para configurar su filosofía. Durante su formación en la John Hopkins University, llevo cursos de Lógica con Peirce, pero no tuvo de él una buena opinión y hasta llegó a señalarlo como oscuro y excesivamente centrado en el tema de la lógica. De Peirce retoma la opinión de que no hay nada en nuestras cabezas que no tenga un sentido práctico, es decir que no esté relacionado con un problema que haya que resolver en la vida práctica; retoma también la idea de que la verdad no es un asunto del pensamiento mismo, de su estructura o de su construcción, sino de su relación con las cosas y las acciones. De Peirce, igualmente retoma el concepto de hábito como experiencia acumulada y como planes de acción probados y eficientes. La herencia Yanky: El particular pragmatismo deweyano, recibió una influencia muy grande de las prácticas e instituciones sociales de la Nueva Inglaterra de su infancia y juventud; Vermont era, dice el propio Dewey: un lugar donde no se juzgaba a la gente por lo que tenía, sino por lo que era capaz de hacer. Las cosas que cada uno hacía, las hacía siempre de un modo diferente al que sus vecinos practicaban, sin que esas diferencias pusieran en peligro la homogeneidad cultural y sin llegar a excentricidades. Ese ambiente social desapareció con el tiempo, pero Dewey conservó su huella no como meros recuerdos sino como hábitos, como preferencias profundamente arraigadas y cómo una irrenunciable predisposición por la democracia; Una influencia muy distinta, pero igualmente importante, la recibió del ambiente industrializado y activo que encontró en Michigan y Minnesota; el que le mostraba problemas nuevos y urgentes con amplias posibilidades de cambio. En ese nuevo ambiente, las recompensas a una adaptación inteligente era más cuantiosas y los costes de la ignorancia y los errores, fatídicos; ahí, el mañana tomaba forma como consecuencia de lo que hoy se hiciera o se dejara de hacer. En ningún otro lugar la vida resultaba tan innegablemente problemática, ante lo que el pensamiento y la acción guíada por la información marcaban una diferencia tan observable por lo que a su impacto sobre los problemas se refiere”. (P.21) En Vermont, Dewey había aprendido que: “Las ideas lógicas y éticas básicas, una vez captadas, revelan su significado de un modo completamente inmediato, en virtud de una percepción intuitiva natural al ser humano, dando lugar a verdades incontestable sobre la existencia, tales como que el mundo externo existe independientemente de la percepción o que el “yo” es algo distinto del cuerpo orgánico. una vez en Baltimore, en la John Hopkins, Dewey sufrió la crisis emocional provocada por el conflicto entre verdad científica y dogma religioso, la que se resolvió con el abandono de la visión intiucionista del conocimiento. Bajo la influencia de George Sylvester Morris, un profesor hegeliano que lo influiría grandemente, Dewey llevó a cabo un intenso estudio de la obra de Hegel; esto le llevó al abandono definitivo del intuicionismo, aunque nunca llegó a ser un Hegeliano ortodoxo, pero sí, dice el propio Dewey (citado por Hook), dejó una marca permanente en su pensamiento. Dice Hook (P.25): “ para Dewey el atractivo de Hegel descansaba en la oposición de este ultimo a todo tipo de dualismos, en su aproximación histórica a toda vida cultural, cualquiera que ésta sea, en su maestría a propósito de lo concreto material, y en su percepción, extraordinariamente aguda, de las continuidades entre la materia y la vida, la vida y lo mental, el cuerpo y el alma y lo mental y la sociedad. Dewey valoraba el método de Hegel como una aproximación que lo ponía a uno en guardia contra la introducción de divisiones superficiales y rígidas o separaciones demasiado drásticas en la densa corriente de la experiencia. Dewey se fue alejando gradualmente del hegelianismo al relacionar la razón con la acción y entender que la razón es un resultado y no un presupuesto de la acción. El liberalismo radical: Marcuse (P.211) nos cuenta que para cuando Dewey cumplió 70 años, la lista de sus libros, folletos, ensayos y artículos ocupaba ya 155 páginas, en esos textos, sin dejar de plantear ideas y argumentos filosóficos, el tema central no son los problemas de la filosofía académica profesional, sino problemas como los de la escuela americana, la comunidad americana rural, el desarrollo de las naciones, la crítica de la injusticia, la defensa de militantes reprimidos o perseguidos, el contestarse a sí mismo porque no era comunista, etc. Por supuesto, Dewey no tenía nada que ver con una práctica de escritorio de la filosofía, era absolutamente ajeno, dice Marcuse, a la imperturbabilidad monacal. Dewey se auto-definió claramente en la frase “yo soy más yanqui y menos filósofo de lo que parece” (citado por Marcuse) (P.215). Él mismo calificó su liberalismo de radical, y lo presentó como una crítica del liberalismo americano y europeo que se habían convertido en un puro discurso y que no se interesaban realmente por la libertad del individuo. En general Marcuse coincide con Rorty en considerar a Dewey más un americano modélico que un filósofo. Dewey, dice Rorty (P.15), nunca se habría molestado en formular sus doctrinas filosóficas si no hubiera pensado que su efecto podía ser el de romper con las viejas formas de pensar de sus conciudadanos y alentarlos a emprender experimentos sociales cada vez más radicales, como una herramienta para ampliar la libertad humana. En su visita a Rusia en 1928, Dewey escribió un informe que era más contra los Estados Unidos, que en favor de Rusia. En esa visita, se convenció de que lo decisivo en Rusia no estaba en la transformación económica sino en la voluntad de poner la economía al servicio de una verdadera cultura del pueblo, en una forma que el mundo jamás había conocido. Estaba impresionado fuertemente por algo que no se había esperado; le impresionó la participación ciudadana, el interés de la gente por la cultura, la educación y las acciones de solidaridad; todo ello le presentaba un panorama que él hubiera querido para América. A partir de su experiencia en las casas de la cultura, afirmó: “esto es una democracia que va más allá de todo lo que las más ambiciosas democracias del pasado habían querido conseguir”. No obstante, no dejaba de ver los ardides de la propaganda rusa y el sesgo que las cosas iban tomando bajo el gobierno estalinista, en 1949, en Reconstrucción de la filosofía expresó, a propósito del socialismo estatista y la colectivización forzosa: “ los errores no son solamente desgracias inevitables que hay que lamentar, como pecados morales que hay que purgar y perdonar, son también una lección, al demostrarnos que se ha empleado mal la inteligencia, y son a la vez instrucciones para hacer las cosas mejor”. Su desilusión no lo convirtió, sin embargo, en un anticomunista El pragmatismo de Dewey respecto de las ideas de libertad individual, de democracia y de sociedad justa y equitativa, se expresa en una comprensión de los problemas de la vida práctica en términos de experiencia individual y colectiva organizada en torno fines-enperspectiva que resultan tanto de las limitaciones de lo existente como de la posibilidad de proyectar cambios que permitan superarlas. Cada individuo contribuye a la experiencia y la inteligencia colectivas para hacer posible ese proyecto de cambio desde su lugar en la sociedad y en la historia, esto es desde la necesidad, la inteligencia y la libertad, desde el condicionamiento social, la comprensión racional y el interés individual. Por estas razones, Dewey se opone a los totalitarismos, ya que estos imponen un ideal de vida social que no nace de la práctica del debate, de la confrontación de ideas y de los intereses de los individuos, sino de la teoría, de la filosofía o de otra parte. Igualmente critica la idea de lucha de clases y de “dictadura de la clase que asciende al poder”, porque esto significa falta de democracia y ejercicio de la violencia contra algún sector de la sociedad, Dice al respecto: “Es necesario que tanto los modos más elevados y complejos de conocimiento, como las formas de comunicación más ricas, sutiles, vivas y perceptivas tomen posesión de la maquinaria física de transmisión y circulación y les insuflen vida. La era técnica sólo será un medio de vida y no su despótico amo cuando perfeccione su propio instrumental. La democracia campeará por sus fueros, pues democracia es como llamamos a una vida de comunicación libre y enriquecedora. Su profeta fue Whitman. Y se culminará cuando la investigación social libre quede indisolublemente unida al arte de una plena y afectiva comunicación”. El público y sus problemas pp.147 (citado por del Castillo) No cabe duda que Dewey fue un intelectual de su tiempo, un crítico acendrado de los problemas e inequidades de la nueva sociedad norteamericana obsesionada con el dinero y el consumo, un intelectual que planteó la necesidad que la democracia y la libertad individual no fueran sólo discurso, sino práctica enriquecedora de la vida social, un intelectual convencido de que es un error interpretar la existencia y la acción humanas como entidades trascendentes, absolutas, abstractas. Frente a esas situaciones reivindicaba la necesidad de lo que llamó un liberalismo coherente, un liberalismo renovado, que atendiera a la exigencia real de que la vida social no está hecha, sino en permanente construcción, lo mismo que el conocimiento. En Libertad y Cultura dice Dewey: “la grave amenaza a nuestra democracia no está en la existencia de estados totalitarios extranjeros, sino en la existencia, dentro de nuestras propias actitudes personales y dentro de nuestras propias instituciones, de condiciones semejantes a las que en otros países extranjeros han dado la victoria a la autoridad externa, a la disciplina, a la uniformidad y a la sujeción al líder. En consecuencia el campo de batalla está también dentro de nosotros mismos y de nuestras instituciones”. pp. 48-49 La reconstrucción de la filosofía: Al hablar de la historia de la filosofía, dice Hook (P.35), Dewey quería evitar la imagen de la práctica de la filosofía como interminable discusión sobre su objeto y su función y que por ello se esforzo en tratar de resolver una cuestión empírica: ¿en qué ha consistido históricamente la filosofía?, ¿Qué muestra un análisis de la filosofía como conducta intelectual? Dewey responde –dice Hook- que en lo único que hay unanimidad es respecto a qué escritos del pasado son filosóficos y, en consecuencia, que pensadores son filósofos. Según Dewey la filosofía se han interesado en primer lugar por la defensa o la crítica, según los casos, de ciertas formas de vida, creencias y acciones de la cultura de la que formaban parte. Esto significa que se ha llamado filosofías a aquellas reflexiones que han puesto ante los ojos de los demás las características de la época en que fueron concebidas sea apologética o críticamente. Algunos filósofos comienzan por la crítica de otros, hablan en un lenguaje técnico, tienden a traducido y reinterpretar los problemas de su cultura en términos y categorías muy abstractas y parece que se olvidaran de las actitudes y acciones fundamentales de la vida de las personas y las sociedades, son reflexiones ubicadas en los ámbitos de la ética, de la lógica, la epistemología o la metafísica, pero aún cuando los filósofos reflexionan sobre estas cosas, dice Dewey de una u otra forma están reflexionando sobre los asuntos de su tiempo y tratan de ofrecerle soluciones y alternativas aunque sean erradas o inútiles, como en el caso de la metafísica y la epistemología (p36). Igual en el caso de los epistemólogos y metafísicos dice Dewey, su trabajo se nos presenta como una actividad altamente especializada y desconectada de la vida y la práctica social, pero si rompemos el armazón de cualquier doctrina metafísica, lo que aparece no es un conocimiento verificable sino un prejuicio. No obstante estos filósofos se encuentran reflexionando sobre las creencias básicas de su tiempo y de su propia vida e intentando hallar motivos que las justifiquen; aunque su discurso no necesariamente se ocupe de ellas; aunque hable de temas aparentemente desconectados como el de la naturaleza del conocimiento, del bien o del mal, de Dios o de la salvación. Dice hook (P.39): “Las vagas y nebulosas abstracciones de los sistemas filosóficos sólo en apariencia están alejadas de los problemas inmediatos y concretos de la experiencia social… La lucha entre los sistemas aparece como una manifestación de la lucha entre las culturas, la disputa entre diferentes grupos dentro de la misma cultura y entre visiones nacidas de diferencias personales dentro de cada grupo. De este modo, Dewey, entonces ubica como tema propio de la filosofía, el de la relación entre las cosas y los valores. ¿Qué son las cosas y como están organizadas entre sí? es el tema genérico de la ciencia. ¿Qué son los valores, como se obtienen y se justifican y su lugar en la organización de nuestra experiencia dentro de un esquema coherente? es el interés genérico del filósofo. Directa o indirectamente, cada filósofo ha proyectado o criticado una perspectiva global del mundo desde el punto de vista de algún valor o interés particular. Es éste y solamente éste aspecto de su pensamiento el que proporciona al filósofo lo que de distintivo y legítimo hay en su objeto de estudio.” Respecto del papel de la filosofía en el mundo de hoy, Dewey propone que los filósofos hagan conscientemente lo que hasta ahora han venido haciendo casi siempre de forma inconsciente, y por tanto, inadecuada, es decir: a) Que enfrenten directamente los principales problemas y creencias de nuestra sociedad, b) Que hagan explícito los valores que admitimos y proyecten alternativas de elección social c) Que estudien los métodos de investigación; que formulen una teoría de la investigación que pueda ayudar a solventar las conclusiones intelectuales y suministren, si es posible, fundamentos inteligentes para una acción que vaya al encuentro de los nuevos tiempos y sus problemas. Allí donde deban tomarse en consideración problemas fundamentales de valoración, el filósofo tiene un sitio reservado, y no porque tenga las respuestas, sino porque tiene una teoría crítica de lo que puede constituir una posible respuesta y porqué. Al explicar la idea deweyana del método de la crítica filosófica, Hook (P.42) encuentra que es posible comparar la concepción Deweyana con la del empirismo lógico de su tiempo (Russell, Carnap, Ayer).ya que ambos hablan de tomar como punto de partida la clarificación y distinción de los significados. Para el empirismo lógico, exceptuando la lógica y la matemática, todas las afirmaciones humanas pueden dividirse en dos clases: aquellas que expresan algo sobre las personas que actúan; y aquellas que expresan que cierto estado de cosas es o no es. Los enunciados del primer tipo no son ni verdaderos ni falsos, propiamente no afirman nada. Los segundos pueden ser verdaderos o falsos, son verificables, son las proposiciones de las ciencias empíricas; pero ¿qué tipo de enunciados son los filosóficos?: son gramaticalmente correctos pero no representan hechos, ni son enunciados expresivos; son metafísicos, psicológicos y lógicos. Los enunciados lógicos de la filosofía son lo único que de ella vale, en tanto que son los únicos susceptibles de ser sometidos a examen, por ello el análisis lógico debe ser el tema específico de la filosofía; Dewey también cree que la filosofía puede ser definida como análisis lógico, aunque no reduce la idea de análisis lógico, a la sintaxis lógica, es decir, a las reglas formales que determinan lo que constituye una oración y como ciertas oraciones pueden transformarse en otras, sino que incluye además un análisis de los métodos de investigación general válidos en todos los ámbitos; particualmermente, Dewey no excluye del campo de la filosofía el que constituyen los enunciados que afirman que algún valor, creencia, política, presupuesto o método resulta “mejor” o “peor” que otros, que para los empiristas lógicos son meramente expresivos , por tanto no serían objeto de análisis lógico. Los filósofos, según Dewey, siempre han estado interesados por los problemas básicos en torno a las creencias que resultan razonables o dignas de confianza –a veces críticamente, otras veces no-. Su propuesta a los filósofos es que continúen con esos intereses en cualquier ámbito en el que tengan algún dominio del tema, pero de un modo “científico” y autoconsciente (p 43-44). Otro punto de contacto entre Dewey y el empirismo lógico es la idea de que los problemas tradicionales de la filosofía son seudo-problemas, que ni siquiera pueden resolverse en los términos en que fueron planteados, pero, a diferencia de los empiristas lógicos, Dewey si encuentra una lógica, un sentido, a la práctica de plantear problemas metafísicos o epistemológicos, el de tomar postura ante aspectos de la vida social. La filosofía: Una nueva fe Rorty (P.12), considera que esa concepción de la filosofía como crítica social acerca a Dewey a Hegel y a Marx; ambos dice Dewey, han tenido una idea adecuada de lo que los filósofos deberían hacer. Así Dewey, en La reconstrucción de la filosofía, afirma que “la tarea de la filosofía futura debe ser clarificar las ideas de los hombres entendiéndolas como las luchas sociales y morales de su propio presente”.Lo que Dewey busca es una ruptura con la mirada antigua y medieval sobre el mundo, una ruptura con las abstracciones, con las distinciones entre apariencia y realidad, entre esencia y mundo real, en fin, superar los dualismos; dice Rorty (P.13). Hacer esto, sigue diciendo Rorty, significa tomarse en serio a Darwin; negarse a atribuir ninguna capacidad a los seres humanos que no pueda ser entendida como producto de la evolución, al mismo tiempo significa evitar la idea reduccionista de que la biología puede en algún sentido anular la cultura. Para Dewey la evolución cultural es la evolución biológica, continuada por otros medios; al modo en que Marx habla también del hombre, como naturaleza que se supera a sí misma; finalmente Dewey y Marx son discípulos de Hegel en este aspecto. Frente a la vieja filosofía, dice Marcuse (P.220), basada en verdades absolutas y en abstracciones, que suponen una fe sometida y crédula, Dewey piensa que no se sabe bien lo que una persona cree hasta que no se la ve obrar; la nueva filosofía, la nueva fe, que no fue revelada en ningún tiempo, ni se halla codificada en ningún libro y, sobre todo, que no está muerta, es la fe en las imprevisibles revelaciones de la experiencia, siempre nuevas y nunca terminadas. Dewey llama a la nueva fe “ una filosofía de la experiencia”. la vieja fe había sido grabada en las tablas de Hierro de los fundadores de religiones y de filosofías. La fe nueva es la proclamación de que la edad de las tablas de Hierro ha terminado. La fe nueva han coincidido con la edad de la industrialización. La fe vieja, es el espíritu de una cultura preindustrial. Al pasar las sociedades se fueron con ellas sus filosofías y sus filósofos. La nueva sociedad ha producido un nuevo tipo de pensador: el filósofo de la nueva fe. Estos filósofos no son ya portavoces de lo eterno, si no de lo temporal. Dewey reconocía que la nueva fe, -Marcuse (P:224)- tanto como la vieja habían de anclarse en algo; si la vieja fe se anclaba en sus verdades secretas y eternas, la nueva fe ha de hacerlo en la experiencia, pero no en cualquier experiencia. No en una teoría de la verdad si no en el pensar. Dewey comparó el pensar a un órgano del cuerpo, como lo pueden ser las extremidades o los dientes. Dewey dice “ las Teorías no son respuestas tranquilizantes a los misterios, sino creaciones que hay que utilizar como instrumentos. Un instrumento no es un artículo de consumo ni existe una expresión que puede rebajar más al rango del pensamiento que la que lo define como producción de un tesoro, con valor de eternidad. Dice Marcuse (P.225), que Dewey atribuye a los filósofos dos tareas: a) Ser un oficial de enlace entre dos distintas áreas de la cultura: la ciencia y la propia filosofía, y b) cambiar al mundo mediante la educación con vistas a crear al individuo libre; y que su tarea no puede ser la creación de una concepción del mundo; lo definitivo en el concepto de realidad para el pragmatismo es el hecho de que una teoría general de la realidad no es ni posible necesaria dice en La reconstrucción de la Filosofía. El verdadero quehacer de filósofos no tiene nada que ver con eso. Dewey no cree necesaria la metafísica porque la sola experiencia basta para la acción. “La misión de la filosofía futura consiste en aclarar las ideas de los hombres relativas a los fines morales y sociales y a los conflictos de su época” -dice Dewey- (citado por Marcuse, P.229) En resumen, la idea de Dewey es que la filosofía de nuestro tiempo no puede desentenderse de los desarrollos del conocimiento científico y de los métodos de conocimiento de la ciencia. Que debe ser un saber que se nutra de ellos y se piense jugando un papel al lado de ellos. La filosofía no puede seguir desconectada de los procedimientos de la ciencia y debe apropiárselos para que su trabajo tenga sentido. El papel de la filosofía va a ser la valoración de las decisiones humanas y debe juzgarlas a la luz de su eficiencia o su inutilidad. Esta equiparación de la filosofía con la ciencia y el establecimiento de las funciones de la filosofía equiparándolas a las tareas de la ciencia ha sido objeto de muchas críticas, de pensadores que ven ahí una reducción de la idea de la filosofía y de las tareas de la filosofía. O sea Dewey habla de la necesidad de abandonar la forma especulativa de la práctica de la filosofía y quiere ligarla estrechamente con la reflexión científica, pensando que esto será una ventaja para la filosofía. Pensar científicamente para él es abandonar las causas trascendentes, sobrenaturales, externas a la realidad perceptible. Él acepta que la filosofía antigua tuvo una importancia y fue significativa para las sociedades cuando fue capaz de hablar de lo mismo de lo que la sociedad hablaba, cuando influyó el pensamiento popular y se dejó influir por él; pero piensa que hablar del mundo con abstracciones y con causas externas y trascendentes no tiene una función práctica y por ello ninguna utilidad; que hoy la filosofía debe asumir el enfoque de la ciencia y partir de los resultados de la ciencia, para que pueda ofrecer orientaciones a los hombres en su vida. También habla del fracaso de la estrategia de los filósofos “modernos”, que ante el desarrollo de la ciencia, reclamaron como espacio suyo, la moral e intentaron hablar de ella como de algo estrictamente espiritual o psicológico, desconectado de la vida práctica, hecho de valores y normas abstractas, fijas e inmutables, pero que la ciencia, en su avance ha ido proveyendo también orientaciones en el campo de la moral y la filosofía no ha podido evitar que eso ocurra. En virtud de este atraso, de esta incapacidad de la filosofía tradicional, anticuada, es que Dewey habla de la necesidad de una reforma, que le de a la filosofía una nuevo papel, un nuevo lugar en la vida pública, en la práctica humana, que la ligue a las acciones humanas que hoy tienen sentido y que, obviamente están relacionadas con el enfoque de la ciencia, es decir con una interpretación del mundo en la que no caben fuerzas extrañas, extranaturales, trascendentes, o divinas, para hablar del funcionamiento del mundo y del ser humano. Dewey entiende que, aun que las ciencias naturales ya han construido un bagaje amplio que nos sirve y nos orienta para las cosas prácticas, las ciencias sociales no han calado hondo en la comprensión del ser humano; la ciencia ha alcanzado, dice a esclarecer algo los asuntos de lo físico y lo fisiológico, pero no otros asuntos más importantes, como es el caso de la moral; el papel que la filosofía puede asumir hoy, cambiando su enfoque, sus maneras de pensar, es precisamente explicar y orientar en ese campo. Referencias: Ludwig Marcuse. Filosofía americana. Pragmatistas, politeístas, trágicos. Guadarrama 1969 Madrid. Original en Alemán (Hamburgo 1959) Charles sanders Peirce. El pragmatismo. colección opuscula philosophica. Editorial Encuentros. 2008 Sidney Hook. John Dewey. Semblanza intelectual. Paidós educador.Barcelona. 2000. Dewey, John. Viejo y nuevo individualismo. <pensamiento contemporáneo 73. Paidós Barcelona. 2003 Dewey, John. Reconstrucción de la filosofía. Planeta. Barcelona. 1986 John Dewey. La reconstrucción de la Filosofía Aguilar 1969 1ª. edición 1955. 2ª. edición 1959). Nicola Abbagnano. Historia de la filosofía. Vol 3. Montaner y simón. Barcelona. 1978 Del Castillo, R. Derivas pragmatistas. Descargado en 15/09/2012. http://www.herdereditorial.com/media/2771/