^ REVISTA DE BELLAS ARTES. CRÍTICA TEATRAL.-PINTÜRA.-MÜSICA.-ESCULTURA.-ARQUITECTUR A. EXPOSICIÓN NACIONAL DE BELLAS ARTES. LA. PI NTURA RELIGIOSA. I. La edad presente, el momento histórico que atravesamos, no parece ser el mas apropósito para facilitar condiciones de vida, desarrollo y esplendor á la pintura religiosa. Estudiándola en el actual certamen, quizás recojamos alg-unos datos que contribuyan á convencernos de la exactitud de esta observación . No pasan de veintisiete los cuadros que pueden, en rigor, adjudicarse á la pintura religiosa. De ellos, siete representan sucesos descritos en el Antiguo Testamento: cuatro, temas inspirados por el Nuevo, y los dieziseis restantes se limitan á reproducir tipos consagrados por la tradición piadosa ó son lienzos dirigidos á ilustrar la vida legendaria de los santos del martirologio romano (1). El corto número de pinturas expuestas es por sí solo un dato que, comparado con la cifra total de lo^ cuadros que registi-a el certamen, acusa el interés secundario que se fatribuye á los asuntos religiosos, cuando se les pospone á otros de muy distinta Índole. Pero si de esta primera investigación pasamos á examinar el valor de los dichos veintisiete lienzos^ entonces concluiremos por convencernos de que si la decadencia de la pintura religiosa entre nosotros no es completa, presenta por lo menos los caracteres de una inminente é inevitable ruina. Ante semejante espectáculo hay quien, pretendiendo estar al cabo de sus causas, pide fervorosamente medios para combatirlas, estimando el suceso fenómeno extraño y transitor io. y no consecuencia definitiva yjógica de premisas fatales y necesariasSi la pintura religiosa, se dice, no es hoy ni un pálido reflejo de lo que fué entre nosotros en épocas mas afortunadas, débese á que los artistas, siguiendo gustos extraños, se han apartado de la linea t razada por las tradiciones artísticas nacionales; si no pintan los grandiosos asuntos de la hi-storia sagrada, eS porque el espíritu exótico ha puesto en moda los pro" fanos, sacando de su verdadero cauce la inspiración y vena artísticas. Si el abatimiento de la pintura religiosa no tuviera mas origen que el extravio de los artistas ó el influjo de la moda, no seria muy difícil el corregirlo, procurando dar á las facultades estéticas de nues(1) H<ay además unos diez cuadros de costumbres v prácticas cristianas que estudiaremos al ocuparnos de la fíintura de género. NÚM. 22.-3 PE MARZO DE 1867. tros pintores una dirección mas conveniente por medio de la enseñanza, el ejemplo y la critica, y previniéndolos, con discreción é inteligencia, contra las corrientes peligrosas que nos vinieran del estrangero. Pero aquello no es exacto. Hay que buscar en una esfera mas alta las causas determinantes de ese fenómeno, las razones que nos expliquen la existencia precaria, la atonía del arte en cuanto sirve álos fines relig-iosos. Desde luego conviene advertir que la decadencia que se deplora no es peculiar y exclusiva de nuestra patria, sino que es patente en todas partes, y lo m.ismo impera en Italia que en Francia ó en Alemania. No debemos callar que gracias á los inteligentes esfuerzos de Overbcck y de algunos otros artistas alemanes y franceses, la pintura religiosa ha vuelto en nuestros mismos dias á disfrutar algunos momentos de esplendor; pero aun prescindiendo de que no es dado á un hombre ni á un grupo el afrontar con éxito las tendencias enérgicas y legítimas de una época, cuando esas tendencias sirven al ideal contemporáneo, es lo cierto que la escuela neoclásica, principal refugio de los pintores de cuadros religiosos, ha puesto de manifiesto su impotencia aun antes de lo que debia esperarse, y que hoy, sin prestigio y sin porvenir, no escucha en torno suyo mas que voces que la acusan de haber intentado amalgamar elementos antitéticos, cuya fusión artificiosa ha acarreado perjuicios positivos al arte en general. Por mucho que nos entusiasmen los frescos con que Schraudolph ha enriquecido la catedral de Spira, por muy evidente que sea el mérito del friso que en Nuestra Señora de Loreto de París ha pintado Flandrin, ó la perfección de los lienzos místicos de los Memling, Cornelius y Delacroix, entre otros, forzoso es reconocer que la pintura religiosa se ahoga en la atmósfera del siglo XIX, pues en vez de gozar en ella de condiciones propicias ásu desarrollo, solo encuentra obstáculos é inconvenientes. ¿A dónde dirigiremos la vista para hallar la esplicacion de este acontecimiento? ¿Plabremos de creer que la pintura religiosa fué una evolución del arte, y que por consiguiente, pasada su eficacia, deja el campo libre á otras afirmaciones más adecuadas á la índole y á las necesidades de la época presente? ¿Veremos en el suceso una demostración indirecta de la tendencia hoy dominante á enaltecer la personalidad humana, que obtiene los respetos que no pudo merecer en las épocas gloriosas de la pintura religiosa, porque entonces el individuo exis, tia absorvido por la teocracia, el Estado ó el derecho feudal? Sin desconocer que todo esto concurre á a^j # ^ ITO i-v- REVISTA BE esplicar lo que para algunos es incomprensible, se nos figura que debe buscarse en otra parte la razón fundamental de la progresiva escasez de cuadros originales de pintura religiosa. Hemos dicho ya que el artista, para levantarse hasta la altura del genio, ha de pedir la inspiración al ideal de su época. El artista no saca sus creaciones del vacio, sino que recoje sus elementos en el medio moral en que habita, en la sociedad que le rodea, en los sentimientos, pasiones y creencias que en el instante de su actividad ve dibujarse co n rasgos más prominentes en la fisonomia de la generación que encomia y recompensa sus esfuerzos y sus talentos. Toda obra de arte es como una compenetración misteriosa de lo objetivo y de lo subjetivo, y también el producto de un cúmulo de multiplicadas influencias externas, sobre el cual imprime el artista el triple sello de su libertad, de su imaginación y de sus facultades técnicas. El artista siente con más ó menos vehemencia el ideal de su siglo, obra con mayor ó menor espontaneidad, pero no debe aislarse en el esclusivismo de su fantasía, si quiere que los demás sientan también la trascendencia de sus creaciones. De aquí resulta para nosotros que en los cuadros hay dos valores perfectamente determinados. Uno inmanente, externo, el valor de la ejecución; otro siempre trascendental, íntimo, el valor moral del asunto ó de la concepción. Y por más que se crea que de admitirse esta teoría pueden acarrearse g r a ves males al arte en sí, es lo cierto que, aceptando la doctrina de la espontaneidad de la inspiración artística dentro del círculo de la necesidad, os preciso también aceptar el principio axiomático de que no hay obra humana que no se encamine á un fin determinado, lo cual arguye claramente la doble existencia del propósito y de los medios elegidos para realizarlo. II. El arte por el arte; es decir, el arte por la armonía de las líneas y de los colores, por la habilidad en la composición, por la belleza abstracta, no ha existido nunca como institución social. En la misma Grecia, el arte no ha tenido por fin ostensible la b e lleza, sino la religión, que era el culto de lo bello. En Italia, durante la Edad media, el artista sacrifica la forma y la belleza, y solo atiende al pensamiento; en ese periodo de exageración espiritualista el arte incompleto y separado casi siempre de la natu raleza y de la realidad, se dirije únicamente á escitar en las inteligencias el recuerdo de las ideas y de los tipos místicos. Y á pesar de esto, una parte de la sociedad cristiana rechaza al arte hasta el punto de inmolarlo á la pureza de la doctrina evangélica. El arte, encerrado dentro del círculo de la teología, tiranizado por la hierática, hablando á los sentidos con voz débil y encogida, sin plástica y casi sin modelado, se atrae el furor de los rigoristas que ven en la belleza y en la perfección artísticas la vuelta inevitable de la preponderancia pagana. Se necesita toda la insistencia de Roma, muchos años de controversia y de luchas sangrientas, se r e quieren las decisiones repetidas de los concilios, para que el cristiano se aco.stumbre á ver sin escándalo los cuadros colgados en las paredes de los templos; BELLAS ARTES. pero si la Iglesia se opone á la severidad de los iconoclastas, si permite el culto de las imágenes, es por la enseñanza teológica que las pinturas traen consigo, es porque esos simulacros ponen en la memoria de los fieles las grandes escenas ó los tipos augustos de la religión revelada. Aun á trueque de repetir algunas ideas, séanos permitido recordar en este sitio lo que sobre tan importante materia hemos escrito en otra parte (1). «El pintor, el arquitecto ó el que manejaba el cincel, al producir sus obras no se proponían el halago de los sentidos, sino el mayor lustre de la religión y el esplendor del culto. Los pueblos por su parte no pedían al artista cuadros, esculturas ó edificios, donde la belleza de las formas se sobrepusiese á la sublimidad del pensamiento, ó á la alteza de la concepción. Nada de eso. Los pueblos, cediendo á las exigencias de la época, que enaltecía el espíritu hasta el punto de apetecer la muerte de la carne, se contentaban con que el artista sirviese la idea cristiana, cuya aspiración estética más superior se hallaba sintetizada en el templo. En él la pintura no es más que un complemento, la escultura un detalle. La primera vive casi circunscrita en los límites de la e n cáustica, sin acordarse de las leyes del diseño, sin atender á la pureza de la línea: es mas que la imagen directa y pintoresca de los objetos, la representación geroglífica de los tipos místicos. La escultura no tiene existencia propia, no se separa nunca del muro, sino que se embute en sus superficies, se extiende á lo largo de sus jambas ó festonea sus ojivas: adorna profusamente los retablos, las bóvedas, los altares, los pórticos, se adhiere á las gárgolas y sube hasta la cúspide de las espirales; pero no se aisla, no produce estatuas tales como el arte griego las creara ^ no cultiva la forma, envolviendo á las figuras en los pliegues del ropaje y en la indeterminación del g r u po; en vez de ser un arte plástica, es un arte de adorno y ornamentación (2). La estatuaria antigua, con su desnudez, con su perfección sensualista, su^ actitudes equívocas, hubiera sido un contrasentido en aquella civilización que deificaba el alma para condenar á los sentidos.» El renacimiento, sin embargo, no tan solo transigiría con la forma, sino que desconociendo el ideal que encerraba el realismo pagano, pretendió hacerlo (1) Murillo, su época, su vida, sus cuadros, por F. AI. Tubino. Sevilla, WU. (2) Las restantes artes, la escultura, música y pintura, estaban subordinadas a la arquitectura. Los adornos de escultura destinados á disimular la altura y desnudez del muro interior, se subordinan enteramente vi la construcción total como partes integrantes de ella y expresión parcml de la idea arquitectónica. Las figuras de medio resalte de Cristo y sus discípulos; las estatuas y grupos de los Santos; los multiplicados adornos, relieves y símbolos; las flores (|ue coronan los remates esteriores; las cabezas aladas de angeles eu los an.-ulos, cruces y arranques de los arcos, todo tiene un sentido reli-noso, el anhelo del cora/.on cristiano hacia el cielo. Nunca se lia de olvidar en estas construcciones, por lo particular y vario de los pormenores, la unidad del todo, asi como eu la naturaleza la variedad más rica encierra mas alta unidad. ]"-ual'nente los embutidos en madera y marlil, que adornan las mesas de los altares, las tablas y de lo-; confesonarios, las ricas"molduras que esconden la materia bajo la forma en los arranques interiores y en las ventanas, los nidios en las paredes, las flguras en los pilares y techos, todo sin interrumpir la unidad arquitectónica, expresan el anhelo del corazón piadoso á unirse con la Divinidad, que es e] tin de todo ciarte religioso en la edad media. Por esto las jíinturas antiguas expresan todas el carácter del reposo que es el de I9 eterno y lo divino; pero al mismo tiempo la riqueza y el vivo de los colores en el ropaje, las aureolas en corouasy los demás accidentes restablecen la variedad en la unidad. Webcr, Historia universal, t. 3, pág. 43. 'Ol REVISTA DE BELLAS ARTES. servir para el desempeño de los temas cristianus. Basta esta sola obserTacion para explicar los inconveiiieutes y los errores del renacimiento. Contraria como es la empresa á la severidad espiritualista del catolicismo, Roma no la combate, sino que la acepta con entusiasmo, sin prever sus consecuencias. «El arte del renacimiento, mezcla de paganismo Y de idolatría—dice un escritor francés—condujo como el de los griegos al culto idólatra de la forma.» «No se abandonó durante ese periodo—escribe por su parte el Sr. Pacbeco en su Ensayo sobre Italia— la fé del Crucificado, pero desconociéndose la ilación, se abandonaron sus consecuencias, se abandonó el espíritu con que ella animaba al arte propio: no se restableció el culto de los dioses, pero se r e s tableció con pasión cuanto se engalanaba con el culto mismo.» Por nuestra parte hemos afirmado lo siguiente: I «De la exageración mística, de la sequedad de la j pintura hierática, pásase á la exageración sensua- ¡ lista y al escándalo pagano. Tedian los grandes s e ñores asuntos mitológicos y escenas de la vida real, y los papas toleraban que las paredes del Vaticano se cubriesen de figuras desnudas en actitudes impúdicas y lascivas. La castidad huyó del caballete, y en vez de ella vióse á fray Felipe Lippi sustituyendo á las fisonomías devotas retratos de mujeres bellas; á Andrea del Sarto reproduciendo en sus m a donas el rostro de su querida Lucrecia Fede; á Rafael haciendo lo propio con la Fornarina, mientras Miguel Ángel insultaba á la moral y al pudor con sus frescos en la Capilla Sixtina (1). ¿.A qué extremo no llegaría el escándalo por lo que á este punto respecta, cuando el mismo Salvador Rosa, olvidándose de su vida libre y airada, condenaba tamañas profanaciones? Hasta el disoluto Aretíno las censu»ró enérgicamente. «Me avergüenzo, escribía á Mi»guel Ángel, de la licencia tan contraria al espí. »rítu del asunto (_el Juicio Final) que os habéis »tomado al expresar las ideas por las cuales se r e »suelve el fin á q u e aspira en todas sus partes vues»tra verídica creencias;» y en otro lugar: «¿Habéis »querido demostrar al pueblo tanta impiedad reli»giosa como perfección en la pintura?» Mientras que esto ocurría en Italia, en España, por circunstancias especiales que no son de este lugar, la tradición artística cristiana continuaba inspirando á pintores, escultores y arquitectos. La sociedad española no había caído como la italiana en las redes déla restauración pagana, y la preponderancia del ascetismo retardó entre nosotros la explosión del clasicismo. Nuestros artistas, antes que todo, son cristianos viejos que se proponen con sus lienzos contribuir á la mayor gloria de Dios. Y aunque los más acreditados maestros estudiaron los modelos italianos, su inspiración siempre fué mística, lo que esplíca la carencia que se advierte en España de cuadros mitológicos ó de costumbres profanas, cuando la copia de los religiosos es interminable. Aquí el arte satisfacía las necesidades más preferentes de la sociedad; que eran las religiosas, aquí el arte no se cuidaba de las miserias déla tierra, sino de las m a ravillas del cielo, aspiración constante y vehemente de todas las almas. Llenos están "los ana(1) Pablo IV mandó cubrir las de.^nudeees al i)intor ^"ol- teiTii. 4 ni les de la pintura hispana de ejemplos que justifican su estrecha alianza con el catolicismo: unas veces es la misma Virgen la que ordena al maestro que la retrate, otras este se inspira en la visión celeste que se le ha aparecido. Hay pintores como Vicente J o a nes que se preparan al trabajo por medio de la oración, el aj'uno y la comunión, y otros como Luis de Vargas que se maceran el cuerpo para castigar los malos instintos de la carne. Muchos monges se d e dican á la imaginería, y entre los pintores célebres podemos citar á Céspedes, Roelas y Alonso Cano, que fueron respectivamente canónigos en Córdoba, Olivares y Granada. Censurábase la representación de las carnes desnudas, y al propio tiempo fray Juan de Ayala escribía un libro donde se contenían todag las reglas á que debía sujetarse el pintor cristiano en el tratamiento de los asuntos religiosos. T a m bién Vicencio Carducho citaba ejemplos de pintores castigados en la segunda vida por haberse recreado en la reproducción de figuras lascivas, añadiendo que la pintura era un medio eficaz para la propagación de la fé, de donde deducía la gran ojeriza con que el diablo la contemplaba. Los c u a dros eran el complemento de la predicación: la pintara un accidente de la teología (1). Quizás esta ligerísiraa escursion por los dominios del arte, contribuirá á esplicar el porqué los artistas no pintan asuntos religiosos ni en el número ni con la perfección que los pintaban nuestros antepasa, dos. Quizás reconociéndose que la eficacia doctrinal de la pintura religiosa es en nuestros dias bastante exigua y limitada, quedará justificada la decadencia en que se abisma un género que no puede prosperar al lado del hilo eléctrico y de la locomotora, de esas dos palancas poderosas que empujan el mundo moi'al hacia lo positivo. Pero á estas consideraciones hay que añadir otras de no escasa importancia. Si como dice Edmundo About, «los cuadros de iglesia van siendo más rarosde año en año(2)» es porque falta la inspiración á cuyo calor había de brotar el entusiasmo místico del artista; es porque en una época de creciente escepticismo, de indiferencia y de dudas, los pintores no sienten, no pueden sentir el ardor fervoroso que animaba á los Murillos, Zurbaranes y Riveras, cuando trazaban sus maravillosos lienzos; es que los grandes asuntos de la liturgia católica han sido ya tratados por genios superiores, y fuera osadía, escusablo solo en casos nlujsingulares, el atreverse á poner los ojos donde ellos los pusieron, con la mira de sobrepujarlos; es en fin, que el carácter de la pintura moderna, crítico y no (1) Que nos llevo ¡il coiiocimiouto de la divina s a b i d u r i a e l ai-te liberal de la p i n t u r a , p r u e b a el uso que la Iglesia tiene (le las imágenes, los euellos que ofreció do s u s hijos al defenderlas. Persigue León, em])erador, las imágenes s a g r a d a s por p a r e c e r l e s e r los m i n i s t r o s de la idolatvia; p e r o e s t a i g n o vaneia, mejor dicho, esta malieia paga m u r i e n d o descomulgado, con lepra en el cuerpo v en el alma: y no se adora la t a b l a ó lienzo, la madera ó m a r m o l ; débesele cierta reverencia por el papel q u e hacen... diferente razón tiene a d o r a r lo pintado, (jue por la historia qiu; nos representa, a d o r a r lo que nos enseña. P a r a los doctos y letrados la escritura hasta, juas p a r a los ignorantes, ¿quém"aestro h a y como la pintura:' (Discursos apologéticos en que se defiende la intrenuidad del arte de la i)intura, de 1). .Iiiau de B u t r ó n . Madrid, 1()33.) San Gregorio, papa, m a n d ó p i n t a r las historias de los .santos: Evangelios en las iglesias, pura que sirviesen de m a e s t r o s q u e enseñaran y declararan aquellos misterios. A este íin San J u a n Damasc'eno dice que el Esi)iritu Santo socorrió la flaqueza h u m a n a con el milagroso medio de la p i t u r a . (Dialogo de la p i n t u r a , por Vicencio Carducho. Madrid, KÍÍÍK (2) Salón de ISiC). Paris. 18>7. /.V . V<>;,- -y "Qt '^J 172 REVISTA DE BELLAS ARTES. sintético, seglar y no religioso, es el que menos puede acomodarse á las exigencias del misticismo, y por eso la pintura, cuando obedece á su misión social, lo que enseña es el camino de la existencia práctica, el conocimiento de nosotros mismos, creyéndose que carece de competencia y de autoridad para guiarnos por el que conduce á la otra vida. iir. Dados estos antecedentes no ha de sorprendernos la condición precaria de la pintura religiosa en nuestros dias. El artista ha de ser ciudadano de su siglo, y por eso el desarrollar con fortuna sobre un pedazo de tela un tema piadoso, equivale á vencer una serie inmensa de dificultades, á realizar un verdadero portento artístico. No estrauemos, pues, que cuando la pintura de cuadros religiosos se halla r o deada de circunstancias tan desfavorables, cuando tampoco es género que halla fácil salida, atendido que nuestras catedrales, iglesias y museos poseen riquezas inapreciables en esta sección de las artes bellas; no estrañemos, repetimos, que sean pocos los que se decidan á cultivarlo, y que raras veces, estos pocos, obren con acierto en sus empresas. Siete son los cuadros de la Exposición referentes á sucesos o jiersonajes del Antiguo Testamento: cuatro los que al Nuevo pertenecen. Como desde luego se comprende, nuestros artistas huyen de los asuntos de historia sagrada, y hacen bien; porque es difícil, muy difícil añadir.nuevas páginas á las inmortales que en este orden nos han legado los maestros del renacimiento. De esos once lienzos, dos están consagrados á un mismo tema. /Susana en el iaTco. El primero ha sido pintado por el Sr. Hernández, y figura en el catálogo con el número 213; el segundo es original del señor Valldeperas, y su número es el 414. No se nos alcanza cómo estos dos apreciables artistas no han adivinado las dificultades peligrosas del asunto. En primer lugar la escena no es muy edificante, puesto que por más que la virtuosa hebrea se resista á satisfacer los brutales deseos de los viejos, el espectáculo irracional que estos ofrecen concertando, se para cometer en común un acto de estremada lascivia, ejerce en el ánimo impresión bastante des. agradable. En segundo término, este tema ha sido tratado hasta la saciedad, y casi siempre con escasa fortuna. No parece sino que los artistas, al fijarse en este acontecimiento, de muy escasa importancia por cierto, dentro de la narración bíblica, solo aspiran á recrearnos con la pintura del desnudo y la actitud provocativa de las figuras que entran en la composición. Por eso prescinden de la conveniencia, y nos pintan á Susana, completamente desnuda, ni rnás ni menos que si fuera una Venus (i una Ariadna, sin tener en cuenta que una mujer honrada, casta y virtuosa como era la heroína i s raelita, no había de exponerse de esa manera, sola, aislada en medio de un jardín. Para que el asunto envolviera alguna moralidad y no fuera impropio ó repugnante, seria necesario que los artistas siguieran el ejemplo del escultor Huguenin, que ha presentado á Susana lanzándose indignada fuera del baño, en el ínomento en que se apercibe de la presencia de los viejos; más ofrecerla como lo hace el Sr. Valldeperas tranquilamente apoyada en las paredes del baño, mientras los infames israelitas se solazan contemplando la incitante perfección de sus formas, ó como el Sr. Hernández, en lucha teatral con los viejos, es no solo destruir la eficacia ejemplar de la pintura, sino suscitar i n voluntariamente en el espectador las sensaciones voluptuosas que esperimeutaria ante cualquiera r e presentación obscena de la realidad. Tanto el Sr. Hernández, como el Sr. Valldeperas, han estado poco felices, no solo en la elección del tema sino en la manera de concebirlo. Pero si el último no peca contra la verdad, el primero prescinde por completo de ella, pintándonos á los viejos cual si fueran adolescentes y dando á las figuras la actitud propia de actores de melodrama. Todo es, en el cuadro del Sr. Hernández, arbitrario y de capricho. Sí el Sr. Valldeperas se olvida en algunas partes del dibujo y de las proporciones, el Sr. Hernández, aun mas infortunado, pretendiendo dar movimiento á la escena, no ha ofrecido, según el juicio de muchos, mas que una caricatura. Y no queremos decir nada de la escuela pictórica que sigue el s e ñor Heniandez, porque su desprestigio, como ya hemos aseverado, es incontestable. Ni aun como estudio del natural y del desnudo tiene defensa su Susana.Siquiera el Sr. Valldeperas ha demostrado que n j se arredra ante sus dificultades, y que tiene dotes para vencerlas. También el Sr. Ankerman ha representado el desnudo en sus dos cuadros ./4í?ff/¿ (núm. 19) .¿'t-a (número 20). El inteligente artista balear ha procurado, ateniéndose a l a tradición bíblica, dar á ambos idealidad y nobleza moral. Inspirándose en los versos del Paraíso perdido, deMilton, ha pintado al padre común elevando su mirada hacia lo infinito, como para determinar el carácter que lo distingue, que es la inclinación á lo grande y á lo sublime, mientras Eva, viendo su imagen sobre el terso cristal de las aguas, se recrea contemplando su propia belleza. Ambos pensamientos son delicados. Las figuras, c o locadas ante el espectador con dignidad y decoro, revelan un estudio concienzudo del natural y del desnudo. Notamos varias incorrecciones de dibujo, especialmente en el tronco de la Eva, y se nos antoja poco expresivo el rostro de Adán. No .somos de los que deploran la escasez de cuadros donde campeen las formas humanas sin la atenuación de los ropages. Creemos conveniente, necesario, indispensable el estudio y la posesión del desnudo ; dentro de la Academia, dentro de la escuela, como piedra de toque donde se aquilatan las facultades artísticas del educando, en cuanto se relaciona con el dibujo, el modelado y el colorido; pero una vez en el teatro del mundo, el pintor especialmente debe de ser muy sobrio, muy cauto en la representación de las desnudeces, porque la desnudez casi siempre, ó no es real, ó se exagera y lleva á extremos de donde debe huir en todas ocasiones el artista que pretende con sus lienzos otra cosa mas alta que el simple h a lago de los sentidos. El Sr. Agrassot, que en otros asuntos se ha dado á conocer como pintor de gusto y de facultades , se equivoca lastimosamente en su cuadro bíblico t i tulado Josué {ximn. 1). El momento elegido parece ser aquel en que el caudillo ordena al sol que se de- REVISTA DE BELLAS ARTES. tenga. El artista no ha alcanzado la entidad del h e cho, ni aun lo ha comprendido. Josué, corriendo desiiforadamente sobre su fantasmagórico corcel, nos pone en la memoria, no el recuerdo del prodigio narrado por el historiador hebreo, sino el de los centauros de la Grecia, o mejor todavía, el de las hiperbólicas carreras de algunos encantados y hadas de la edad media. Los demás cuadros de esta sección y de la inmediata, ó son insignificantes, ó no resisten á la critica más benévola. Citaremo?, sin embargo, en la última, una Magdalena (núm. 214), del Sr. Hernández, y los Remordimientos de Judas (núm. 328), del señor Rubio, que, aunque con defectos de varias clases, no deben confundirse con el resto de las telas á que nos referimos. La tercera sección comprende unos diez y seis asuntos; pero si se esceptúa la Sacra familia, del señor Torras (núm. 400), que es un cuadro muy agradable, la Santa Casilda, del Sr. Melida (número 261), los cuatro lienzos pintados respectivamente por los Sres. Mercadé, Navarro Cañizares, García Hispaleto y Vera, y algún que otro modesto estudio ejecutado sin pretensiones de ningún g é nero, lo demás no merece los honores de la censura por su falta de interés ó de bondad. Traslación de San Francisco de Asís (núm. /i68). Este es el cuadro del Sr. Mercadé; para muchos el primero ;del certamen. Huyendo nosotros de establecer uu parangón insostenible entre obras que, respondiendo á ideas y exigencias distintas y aun encontradas, no pueden prestarse á comparaciones que falsean por súbase, diremos, no obstante, que la obra del artista catalán, dentro siempre de una escala relativa, nos parece bastante perfecta. No podemos, porque no es lícito, prescindir sistemáticamantc. al juzgíir u¡i cuadro de historia religiosa como uno de historia profana, del pensamiento. Quizás en el primero deba apetecerse mayor alteza, una mas noble aspiración, un propósito más laudable que en el segundo. Lo que en el cuadro profano pueda ser escusable y nada más que escusable, no debe tenor perdón en el religioso. Ahora bien: ¿ha estado muy inspirado el Sr. Mercadé en la elección del asunto? ¿La leyenda cristiana relativa ai ilustre fundador de la Orden Tercera, no ofrecía episodios mucho mas interesantes que el r e producido en esta ocasión por el pincel? Más afortunado que nuestro compatriota estuvo Bcnouvílle, sí la memoria no nos falta, pintando á San F r a n cisco en sus últimos momentos, cuando llevado de su ardiente caridad bendice al pueblo que le contaba entre sus hijos. El deseo de aquel anciano moribundo revela uu gran corazón, donde han echado hondas raices los preceptos más sublimes del E v a n gelio. El hecho á que con su talento ha dado nueva vida el Sr. Mercadé, es de una importancia muy secundaria. La traslación del cuerpo del Santo, por sí sola, no merecía ni tanto espacio, ni tanto trabajo; lo único que en ese acontecimiento puede escitar nuestra atención piadosa es el accidente de haberse detenido el cortejo en la iglesia de San Damián para dar tiem1)0 á que la virgen Clara, con otras monjas, se llegara al cadáver y besara sus manos con admiración y ternura. El asunto es pobre, y está por debajo de 7^ 173 los elegidos por los Sres. Navarro, García Hispaleto y Vera. En lo tocíinte á la ejecución, el Sr. Mercadé merece nuestros plácemes. Las figuras están colocadas con inteligencia y acierto, si bien resulta alguna monotonía y falta de naturalidad en la simétrica y un tanto académica distribución de aquellas y de los estandartes en dos grupos. También la actitud en que aparece el acólito del incensario indica como que la procesión se ha replegado á derecha é izquierda con el exclusivo propósito de que el espectador vea el cadáver. Comprendemos que este ha de exhibirse, pero el pintor debe buscar el modo de satisfacer tan legitima necesidad sin violentar la composición, ocultando cuidadosamente el artificio que liaya empleado para conseguir su intento. Aquí e! artificio está patente. Hallamos propia la expresión de los rostros, exactitud en los afectos que r e t r a tan y verdadero sentimiento de la época y del caso, en el conjunto. No comprendemos la oportunidad del responso que parece entonar el obispo, porque el artista no ha querido pintar los funerales del Santo, sino un episodio concreto de estos funerales. Tampoco alcanzamos la conveniencia de algunas figuras que cual las dos del último término de la derecha del cuadi'o, no se sabe qué papel desempeñan en el suceso. Agrádanos la suavidad del colorido, aunque la entonación es un tanto débil y carece de la apetecible energía; la luz está bien distribuida, peronotan\os algunas libertades en los efectos secundarios producidos por el rayo ó resplandor que baña i n tensamente las espaldas del obispo. El tronco y cabeza del Santo están hechos magistralmente: en los pliegues que determina el sayal sobre la rotula, se revela por segunda vez el artificio de que se ha valido el artista para acusar las líneas de la articulación: el ropaje sobre una pierna estendida y sin vida, no produce aquellos pliegues. No hemos querido buscar defectos en este lienzo; es que nuestra severidad está en razón directa dei mérito de los artistas, y por esto, sin faltar á la justicia y teniendo en cuenta todo lo que no debe olvidarse, pedimos m u cho al Sr. Mercadé, y hacemos esto por la creencia en que estamos de que puede con holgura satisfacer nuestra demanda. Santa Catalina trasportada por los ángeles (número 300), de D. Miguel Navarro y Cañizares. Este pintor es á todas luces un artista que vale. Bastaría para creerlo así el saber que en unas oposiciones g e nerales conquistó la distinción de ocupar el puesto que como pensionado obtuviera Gisbert en Roma. El cuadro que presentó en la anterior Exposición también nos autoriza á calificarlo de aquella manera. El asunto que ha elegido para el que ahora exhibe, es de entidad dentro de la mística, aunque entraña grandes y serias dificultades. Pintar un milagro en nuestros días, es una obra algo más que arriesgada. Por eso el lienzo del Sr. Navarro, que tiene cosas buenas, presenta también defectos que no es posible desconocer. Si este artista vuelve al camino muy modesto de los acontecimientos naturales, recojerá, no lo dude, laureles y recompensas que serian más dudosos por el sendero que ha comenzado á recorrer, sino con desgracia, por lo menos sin aquel estímulo por parte del público á que sus felices disposiciones le daban derecho. ' De D. Manuel García Hispaleto, también pensionado en Roma, es la Aparición de Santa Inés á sus padres, que ocupa el núm. 172. Otro tema levantado, pero fuera de las condiciones y de las e x i gencias de los tiempos modernos. Si los artistas r e cordaran la perfección con que se han pintado estos asuntos en pasadas edades, si se apercibieran del carácter de la época, no seguirían los consejos de la escuela neo clásica que los recomienda; huyendo de ellos como huye de los escollos que le seilala la carta el precavido navegante. El cuadro del señor Garcia presenta deplorables descuidos como composición, dibujo y colorido. El brazo derecho de la Santa está colocado en una posición forzada, y el modo de tener agarrada la palma nos da derecho á preguntar si con efecto aquella es una palma o una pluma. La mano izquierda es desproporcionada y parece que no está concluida. Mucho deja que desear el grupo de los padres. ¿Qué hace el anciano con sus manos? ¿Está resolviendo con los dedos algún problema de aritmética? La madre, bastante inclinada hacia atrás, revela el espanto; no el éxtasis tranquilo que debia producirle la aparición de su hija. El Sr. Garcia, que ha pintado cuadros más a g r a dables para las Exposiciones de 1862 y 1864, no está en esta á la altura de su buena reputación. D. Alejo Vera ha expuesto, con elnúmero421, un lienzo que lleva por titulo Santa Cecilia y San Valeriano. Cecilia, unida á Valeriano en matrimonio, le declaró la noche de sus bodas que era cristiana y que habia hecho voto de virginidad.—Para reducirlo al gremio de la Iglesia, le suplicó que fuera de su parte á buscar unos mendigos que encontrarla hacia la segundajmilla de la vía Apia. Valeriano obedeció, y aquellos le condujeron á las catacumbas donde San Urbano le inició en los misterios de la religión cristiana y le bautizó.—De vuelta á su casa y habiéndose reunido con Cecilia en su cuarto, un ángel los coronó con rosas blancas y encarnadas, símbolo de la pureza y del martirio que después sufrieron. En esta situación, el artista ha reproducido sobre la tela sus imágenes á la vez que la del espíritu que los corona. El cuadro como pensamiento es el p r i mero de la serie religiosa. Ninguno llega á donde ¿\ raya. El espectáculo de aquellos dos jóvenes hermo sos y llenos de vida, que en el instante de estrecharse entre sus brazos renuncian á las legítimas delicias de un casto amor, es un ejemplo de alta virtud, que no por ir contra las leyes de la naturaleza merece menos encomio, atendido el momento histórico en que se producía. El contraste de la castidad de la doncella cristiana con el obsceno libertinaje de las matronas del Tíber, cuyo recuerdo surje involuntariamente en la imaginación, es una enseñanza que no pasa desapercibida ni aun para el más indiferente. Mucho nos disgusta el ángel. Está mal situado y es una criatura mundana que nada tiene de celeste. Falta movimiento en las figuras de los esposos y se nota demasiada semejanza entre el rostro de Santa Cecilia y el del enviado del Altísimo. La actitud del futuro mártir es asaz violenta para que no se haga incomprensible, y no se alcanza á donde dirige la vista, cuando el ángel se cierne, materialmente sobre el hombro izquierdo de su esposa, con la cual so confunde. Las ropas están plegadas con gusto é inteligencia; el fondo, que es una imitación pompeyana, indica aficiones estudiosas recomendables, pero el colorido de las paredes no es el que más satisface. Pintando el rostro de la Santa el señor Vera, movía su pincel una ráfaga de verdadera inspiración. Séanos permitido, no obstante, aconsejar al autor del Entierro de San Lorenzo que elija, si insiste en cultivar esta especialidad, asuntos menos arduos que los milagrosos. Estosserán, cada dia conmayor razón el Salto de Léucadespara los artistas. Sin ir más lejos, las principales faltas del cuadro que analizamos proceden de la elección del asunto; porque unir ante el criterio del siglo xix, lo real con lo sobrenatural, debe quedar reservado para la leyenda piadosa ó el tratado de teología, siendo una región interdicha á la paleta ó al cincel. Si las cosas santas deben tratarse santamente, ¡cómo deberán tratarse las cosas milagrosas! F. M. Tubino. ARTES Y ARQUEOLOaiA. La sección de arquitectura de la Academia de San Fernando lia evacuado ya el informe referente á los proyectos presentados por los arquitectos D. Balbino Marrón y D.Demetrio de los Rios,para la conclusión de las dos portadas del crucero de la iglesia catedral de Sevilla, de que ya dimos cuenta á los lectores de la EEVISTA. Analizados por la sección estos trabajos con el detenimiento que su importancia reclama, ha dado la preferencia al proyecto del Sr. RÍOS, por considerarle de mejor estilo, más característico, de gusto más correcto, y sobre todo, más armonizado con el monumento que se trata de concluir, lín su vista, la sección ha acordado proponer l:i aprobación del proyecto de D. Demetrio de los Rios, aconsejándole la modificación en ambas portadas de las líneas generales de los frontones, con el fin de despojarlos de cierta severidad ó rigidez, que no se armoniza del todo con lo demás del pensamiento; y opinando al mismo tiempo que so debe recompensar en forma de accésit al Sr. Marrón, con una decorosa cantidad que le indemnice hasta cierto punto en sus trabajos. Las obras de arte enviadas á la Exposición universal de París pertenecientes á artistas españoles contemporáneos son los siguientes: Pintura.—RntiGno de D. Alvaro de Luna, de Cano; Dos caudillos y un retrato de la Reina, de Casado; dos interiores monumentales, de Gonzalvo; la Casta Susana, de Hernández ( D. Germán): Santa Cecilia y San Valeriano, de Vera; dos cuadros de género, de García Martínez; la muerte de Churruca sobre el puente del navio «San Juan,» de Sans; el Cardenal penitenciario, deAIvarez; la capilla Sixtiua, de Palmaroli: un país de los Pirineos, de Rico ; la primera Comunión, de Valdivieso; el tocador, de Díaz Valera; dos bocetos del Quijote, de Pérez Rubio; dos bocetos, deMonterron; un país, de Muñoz Degrain; un pifarero, de Domingo ; la vendimia, de Martí; dos cuadros de costumbres flamencas, de León y Escosura: el Tasso, de Maiireta: los des amigos, de Agrassot: Guatimozin y HernánCortés, de Valldeperas: un redil, de Roca; la toma de una galeota turca, de Ferrant; la huérfana, de Hispaleto; un retrato.de Cortolliní; un cuadro de género, de Híraldez; los Puritanos, de Gisbort; Colon y una Bacante, de Puebla; Beatriz de Ccncí, de Valles; Isabel la Católica, de Rosales; dos bocetos, de Montañés ; una Virgen, de Galvan: un cuadro do charros, de Fierros ; un cuadro do género, do Ferran; dos bocetos, de Manzano; j de Mercad(' un cua- M dro que suponemos será alguno de las exposiciones anteriores. Grabado en /¿«^co.—Troqueles de las medallas que sirven para premiar los cuadros de la Exposición actual de Bellas Artes, del Sr. Fernandez Pescador. Escultxwa.—El Himeneo, de Suyol; un jugador do pelota, de Aguirre; Matathias, de Bellver; un faimo, de Moratilla; la indiana, de Figueras; y dos bustos, de Rodríguez. Arqnitcctura. — Proyecto de iglesia , de Sancliez Ossorio; proyecto de un hospicio, de Saracibar; proyecto de teatro, de Iturralde; proyecto de iglesia, de Villajos, y dibujos de la catedral y San Juan de los Royes de Toledo, de Viaplana. Además parece que se enviará el proyecto de monumento á Colon, del Sr. Martin Baldo. Han sido admitidas las dimisiones que han presentado los Sres. Marijués de Perales y D.Ponciano Ponzano de los cargos de jurados de clase en la Exposición universal de París, y nombrados para reemplazarles los Sres. Conde de Moriana y Marqués de Almaguer. Parece próximo á realizarse en la líxposicion universal (lo París el proyecto de que los compositores de música pueden exponer públicamente sus obras como los pintores y escultores. Al efecto habrá una orquesta, un cuerpo de coros y solistas á disposición de los compositores, y una vez por semana se ejecutarán en el teatro de la Exposición las obras ensayadas, distribuyéndose premios á las de mayor merüo. No se admitirán mas que sinfonías, sonatas, coros y melodías. Hablase en París de la dimisión que presentará en breve M. Taine de su cátedra en la Escuela de Bellas Artes. U Avenir nalional felicita al eminente escritor por haber roto el lazo que le unia al segundo imperio: pues la independencia política es de todo punto necesaria á espíritus superiores como el suyo. I^a Academia de San Fernando ha dado su aprobación al proyecto de un teatro en Hellin, de que ya nos ocúpameos, y cuyos planos han sido ejecutados por el arquitecto Sr. Prado. La Diputación provincial de Gerona ha admitido varios proyectos para el monumento que se destina á encerrar las cenizas del general Alvarez, defensor de aquella inmortal ciudad, y que debe colocarse en la ex-colegiata de San Félix. Han sido nombrados corresponsales do la Academia de San Fernando el Sr. Arzobispo de Valladolid y D. Manuel Moreno, magistrado de aquella Audiencia. La Academia de Arqueología de Be'lgica ha decidido que Congreso arqueológico internacional que no pudo verificarse el año último por la guerra y las epidemias, tenga lugar durante el año actual. No se ha fijado aun el día de la apertura. De Real orden, que se publicó el viernes en la Gaceta, quedó ayer cerrada la Exposición nacional de Bellas Artes. FESTIVAL UNIVERSAL DE 1867. La idea de un gran festival en París, á donde concurrirán orfeones y sociedades corales de todos los países del mundo, y de. que hemos dado cuenta al insertar la circular dirigida con este objeto á aque- í? Has asociaciones artísticas por el barón de Taylor, ha encontrado eco en la Comisión imperial de la próxima Exposición, quien, deseosa de que todas las artes estén dignamente representadas en el universal concurso, empezó á elaborar hace tiempo y tiene ya terminado un proyecto sobre la forma en que el gran festival deberá verificarse y las reglas y condiciones á que se han de .sujetar los que á él concurran. Para el festival de 1867 se formarán dos seccio nes : la de los orfeones, ó coros de voces solas, y la de las músicas d(> armonía; habiéndose nombrado al efecto dos Comi.siones distintas. El festival se dividirá en dos partes : concursos y conciertos; y para cada una de ellas se señalarán tres dias de la semana. Los concursos tendrán lugar en el teatro internacional del Campo de Marte , y los conciertos en la nave del palacio de la Industria. Empezarán las solemnidades del Orfeón en los primeros dias del mes de julio. La Comisión ha señalado la cantidad de diez mil francos para recompesas del concurso orfeónico, y un premio de cinco mil para el concurso universal. El programa de los festivales se compondrá de diez ó doce coros debidos á compositores antiguos y m o dernos . Hablase de un coro inédito que se ha encargado al compositor francés Ambrosio Thcmás. Desde el 24 de diciembre del año último, en que la Comisión de los Orfeones dirigió su circular-convocatoria , se han adherido al pensamiento 240 sociedades francesas, que representan próximamente 7200 cantores. Las sociedades cstranjeras habrán recibido la circular á mediados del mes de febrero último. Abrigamos la lisonjera esperanza de que nuestras sociedades corales , con especialidad las de Cataluña que tan brillantes pruebas han dado de sus adelantos en el difícil arte de la música vocal y del admirable espíritu de ilustración y de cultura que anima á todos sus individuos, en su mayor parte' trabajadores , no desoirán el fraternal llamamiento que desde aquel emporio de la civilización y de las artes les dirigen los orfeones franceses, compuestos de artistas como ellos y como ellos nobles hijos del trabajo. TEATRO^\ En el Real se puso en escena el lunes Macbelk, ópera do Verdi, que fué desempeñada por las señoras Lctti y Marco y los Sres. De Bassini, Medini, Palermi y Santes. La señora Lotti, repuesta según dicen de la indisposición que ^e ha impedido hasta ahora mostrar sus facultades vocales, nos pareció algo mas llena y segura de voz que en las operas anteriores, aunque le observamos como siempre marcada tendencia á bajarse. De todos modos, ni su escuela de canto, ni sus disposiciones artísticas le permiten salir airosa de papeles tan difíciles é importantes como el ds lady Macbeth, y que tan bien cantado lo hemos oido en el mismo teatro no hace muchos años. En la escena del banquete canta el brindis con gracia y soltura; pero le falta movimiento, pasión, energía para dominar el espanto de su esposo ante la pavorosa sombra de Banco. Su defecto de acción se nota mas todavía en la escena de los sueños, al principio del cuarto acto, pieza notabilísima y que pasa no obstante casi desapercibida tal como la dice la señora Lotti. C» nfl j76 REVIriTA DE BELLAS ARTES. El barítono Sr. De Bassini, encargado de la parte del protagonista, hizo cuanto es posible hacer en el estado de cansancio en que se encuentran >us facultades, para llevar á buen término su arriesgada empresa: tuvo momentos de verdadera inspiración, probando una vez mas que es un escelente artista. El Sr. Medini desempeño el papel de Banco, papel de poca importancia, y en que sin embargo Ineió su hermosa voz y contribuyó no poco al buen éxito de los concertantes del primor acto. El Sr. Palermi cantó con gusto y afinación su aria del cuarto acto: son patentes los progresos que lia hecho este joven tenor desde que le oimos por primera vez en El Barbero, y si continua estudiando y abandona esa deplorable costumbre de multiplicar los gestos y los ademanes al mismo tiempo que canta, lo que da á su fisonomía una espresion estraña, augurárnoslo lisongeros triunfos en su carrera artística. En las piezas concertantes en que le tocó tomar parto, el Sr. Santes estuvo, como do ordinario, afinado: á pocos artistas de su categoría hemos oído cantar con tanta afinación ni presentarse tan dignamente en escena. Los coros de brujas nos parecieron algo desacordes, quizás por falta de ensayos. CRÓNICA GENERAL. MADRID. La escuela de declamación que con tanto celo como desinterés venía dirigiendo D. Antonio Capo y Celada en su lindo'teatrito de la calle del Nuncio, ha tenido que cerrarse temporalmente á causa de salir contratado para Barcelona dicho aprecíable actor, á fin de actuaren la compañía de D. Julián Romea. Lamentamos que esfuerzos nobles que tan brillantes resultados han producido, se estrellen en la impotencia por falta de apoyo oficial y particular, abandono que obliga al hombre que así se desvela por la gloria del arte escénico, á abandonar sus levantados propósitos para atender con el trabajo al sustento de su familia. —La primera temporada del teatro de los Bufos Madrileños termina el martes de Carnaval, según anuncia la empresa en un jocoso manifiesto que ha publicado, abriendo nuevo abono por treinta representaciones. El Sr. Arderius, quien como suele decirse no se duerme en las pajas, ha tomado en arrendamiento desde el 15 de diciembre último el teatro del Circo de esta corte, á donde piensa trasladar el domicilio de los Bufos para el año cómico venidero; con el fin de dar á est3 espectáculo todo el desarrollo de que es susceptible, y no para resucitarla zarzuela sería, como equivocadamente ha dicho un periódico. Aplaudimos Ea los Bufos se ha puesto en escena un juguete ori- la idea del Sr. Arderius, y aconsejámosle que persista en ginal, letra del Sr. Gutiérrez de Alba, música de D. Lázaro la senda que con tan buena suerte ha emprendido, sin meRobres Nunez, titulado D. Carnaval y Doña Cuaresma. terse á intentar resurrecciones casi siempre arriesgadas. El argumeato carece de interés, pero encierra alusio—En el teatro de los Bufos se preparan para la tempones satíricas y no poca enseñanza moral de gran va- rada de Cuaresma, las siguientes obras: lor. El Sr. Gutiérrez ha puesto á la vergüenza pública La suegra del Diablo, tres actos; Bazar de novias, un á la sociedad coutáinporánea, ofreciendo muchas de acto; El café de Venccia, un acto; ¿Quién es el loco? un sus flaquezas al descubierto. Aplaudimos el propósito acto; Un muerto divertido, un acto; Los órganos de Móstoj no estnmamos que el público asistiera complacido á la les, tres actos: La piedra filosofal, dos actos, y La fiesta de ejecución, en que tomaron parte los principales actores de la aldea, un acto. 10. compañía que con tanto acierto dirige el Sr. Ardorius. Kl Bazar de novias se pondrá en escena á últimos de la semana entrante. —Desde el día 15 de este mes, actuará en el teatro de la Los ejercicios líricos verificados el domingo 24 en el Zarzuela una nueva compañía compuesta en su mayor Conservatorio de música y declamación, estuvieron tan parte de las señoras Lamadrid, Hijosa, Valverde, Fernanlucidos como de ordinario; distinguiéndose muchos alum- dez y Tubau, y los Sres. Tamayo, Morales, Oltra, Oasañer nos cuyos adelantos son cada día más notables. - ¡ p r o - y Mario. El compositor Gaztambide figura único empresario en esta nueva combinación. grama de los ejercicios se compuso de las piezas si—El domingo próximo 10 de marzo, á las dos en punto guientes: Dúo de trompas, por los Sres. Lucientes y B'ont.—Fan- de la tarde tendrá lugar el primero de los grandes contasía para arpa, sobre motivos de las Vísperas Sicilianas, ciertos que la Sociedad de profesores dirigida por el señor por la Srta. Gutiérrez.—llomanza de Don Pasquale, can- Barbieri dará en el Circo del Príncipe Alfonso todos los tada por el Sr. Calatayud.—Variaciones de cornetín, so- dias festivos durante los meses de marzo y abril. Se ejecutarán en estos conciertos piezas escojídas, muchas de bre motivos de Roberto Devreuw, por el Sr, Rodríguez.— Marcha militar de Schuiert, á cuatro manos, por los seño- ellas no ejecutadas hasta ahora en Madrid, de Haydn, Mores Sagaseta y Mochales.—L' Adió: duettino de Donizetti. zart, Beethoven, Weber, Mendelssohn, Cherubini, Haenpor la Srta. Arroniz y el Sr. Sala.—Fantasía para piano, del, Rossini y otros célebres maestros. Según la lista del sobre motivos de Lueía, de Aschex, por la Srta. Benito.— personal publicada, tomarán parte en los conciertos, como Romanza del maestro Gugielmo, por la Srta. Lázaro.— individuos del cuerpo de coros, 16 tiples, 14 contraltos, 1<) Fantasía para piano, de Leybac, sobre motivos de So- primeros tenores, 10 segundos, 9 barítonos y 16 bajos, y como instrumentistas, 16 violines primeros, 16 segundos, námbula, por la Srta. Orbe.—Fantasía para violin, por el 10 violas, 9 violoncellos, 10 contrabajos, 2 arpas, 3 flautas, Sr. Bretón.—Duettino de Campanoe: dimi che m' ami, por las señoritas Arroniz y Gimeno.—Fantasía para piano, de ;} oboes, 3 clarinetes, 3 fagotes, 4 trompas, 2 cornetines, 2 clarines, 3 trombones, figle, timbales, bombo, triángulo y Kruger, sobre motivos de Rigoletlo, por la Srta. Jiménez. —Romanza de la ópera María Rudenz , por el Sr. Sala.— tambor, líl maestro al piano es el señor Vázquez. La empresa ha abierto un abono por seis conciertos á los Fantasía para piano, á cuatro manos, de Thalberg, sobre motivos del Moisés, por las Srtas. Salvador y Mochales.— precios siguientes: un palco sin entradas 600 rs., butaca Z' Inmortalitá: melodía del maestro Sr. Puig, por el señor con entrada 100, delantera de galería con entrada 60, y asiento de galería con entrada ,30. En el despacho: un palGayarre.—Fantasía para piano, á cuatro manos, sobre Filco sin entrada 120 rs., una butaca con entrada 20, delantro, por los Sres. .Jiménez y Rubio.—Cavatina de Roberto il Diavolo, por la Srta. Bernal.—Marcha para dos violi- tera de galería con entrada 12, asiento de galería con entrada 6, entrada general de palco y de paseo 4. Las suscrines, del Sr. Monasterio, por los Sres. Marqués y del Rio ciones se admiten en la relojería Europea, plaza del Prín—Fantasía para piano, de AscAer, sobre motivos de Lucia, por la Srta. Prieto.—Dúo de la ópera Belisario, por los cipe Alfonso, núm. 10. Sres. Gayárre y Calatayud. Editor responsable, don Manuel Pérez y Garcia. MADRID.—IMPRENTA EUBOPBA, HUERTAS,58.