PABLO RUIZ PICASSO (Málaga, octubre de 1881 / Mougins, Francia, abril de 1973) Quizá sea el artista plástico más famoso e importante del siglo XX y uno de los más prolíficos no sólo como pintor, sino como grabador, escultor, dibujante, ilustrador, ceramista y diseñador de escenografía y vestuario. Nacido en el seno de una familia burguesa de Málaga, el apellido Picasso, que usó como nombre artístico, le venía de un antepasado genovés. Su padre fue profesor de dibujo y bellas artes en Málaga, a partir de 1891 en La Coruña y de 1895 en Barcelona. Pablo, que le siguió con toda la familia, ingresó allí como alumno en la Escuela de Bellas Artes, donde estuvo dos años y mostró su extraordinaria precocidad. En Barcelona residiría unos nueve años, aunque en 1897 fue a Madrid a estudiar en la Academia de San Fernando, pero no le gustó nada el ambiente anti-modernista de la capital. En la taberna Els Quatre Gats de Barcelona, centro de la bohemia modernista, hizo su primera exposición individual. A partir de 1900 y de la mano de su amigo Carlos Casagemas comenzaron sus continuas idas y venidas a París y la influencia del posmodernismo (Gauguin, ToulouseLautrec). El suicidio de Casagemas en la ciudad de la luz le impulsó a adoptar su primer estilo personal, el llamado período azul (1901-1904), lleno de melancolía. Ya por entonces pintaba uno o dos cuadros por noche y su productividad («la inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando»), junto a su obsesión por el dinero, quizá producto de las privaciones económicas que sufrió precisamente en estas épocas, y su lujuria, difícil de satisfacer, serían poco menos que legendarias. En 1904 se trasladó definitivamente a París, al no menos legendario Bateau-Lavoir («barco-lavadero»), un inmueble en el barrio de Montmartre, que funcionó como auténtica colmena artística. Vecinos de Picasso fueron, entre otros, Juan Gris, Amedeo Modigliani, Constantin Brancusi, Max Jacob, etc. También fue un asiduo del cabaret Lapin Agile («el Conejo Ágil»), otro centro de la bohemia del barrio (al que acudían Apollinaire, Utrillo…). Allí inició su «período rosa», marcando su peculiar paso vertiginoso por todo tipo de estilos, que iba experimentando y abandonando sucesivamente. También tuvo su primera compañera sentimental, primera también de una serie larguísima, que generalmente le sirvieron de modelo e inspiración, y que también fue abandonando sucesivamente. La influencia del arte íbero, africano y de Oceanía, así como la de Cézanne, desembocaron en la revolución pictórica de Las señoritas de Aviñón (1907, en el MoMA de Nueva York; aunque no se expuso en público hasta 1916), que condujo al cubismo, al que le siguió Braque, pero no Matisse, entonces su amigo pero también gran rival como gurú artístico en París. Durante la Primera Guerra Mundial, cuando muchos amigos fueron al frente, se relacionó con Diágilev, director de los Ballets Rusos, para quién trabajó como decorador y diseñador en varios proyectos, Stravinsky, Cocteau o Satie. Su estilo de vida cambió, se casó con la bailarina rusa Olga Khokhlova y empezó a codearse con la alta sociedad internacional y abandonó la vida bohemia de antes de la guerra. Entró en su etapa neoclásica en los años veinte y se convirtió en el «hijo adoptivo» de los surrealistas franceses, que lo idolatraban. Su compromiso político republicano se expresó haciéndose cargo de la dirección honoraria del Museo del Prado durante la Guerra Civil, invitado por Azaña, y después accediendo al encargo de hacer un gran mural para el pabellón español en la Exposición Internacional de París en 1937, que sirviese de propaganda de la causa republicana. Previamente, a guisa de cómic, hizo los grabados Sueños y mentiras de Franco, donde le representaba a él y a sus partidarios como seres malvados y grotescos y en definitiva como criminales de guerra. La noticia del bombardeo de Guernica y su tema preferido del Minotauro hicieron el resto. Así nació Guernica (Museo Reina Sofía de Madrid, tras pasar por el MoMA), expuesto en dicho pabellón y uno de los grandes cuadros sobre la guerra del siglo XX y de todos los tiempos, pero también uno de los cuadros antifascistas más famosos. De hecho no regresó a España hasta que se restauró la democracia, por su expreso deseo. El proceso de la elaboración fue fotografiado por Dora Maar, otra de sus innumerables amantes y a la que retrató a su vez numerosas veces. Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial completó su progresiva evolución e ingresó en el Partido Comunista francés (1944), rodeándose de amistades relacionadas con el partido en los años de la posguerra y viviendo ya casi permanentemente en la Costa Azul, donde su fama se acrecentó retrospectiva a retrospectiva. De 1955 pinta Las mujeres de Argel, que se ha vendido en mayo de 2015 por más de 160 millones de euros, récord hasta ese momento en una subasta y medida de su inaudita fama, superior a la de cualquier artista conocido. Su faceta dionisíaca no pudo quedar mejor reflejada que en el momento de su muerte. Se suele decir que sus últimas palabras fueron: «Bebed por mí, bebed a mi salud… sabéis que ya no puedo beber más». Las dijera o no, se le ajustaban como anillo al dedo. BIBLIOGRAFÍA Berger, John (2013): Fama y soledad de Picasso. Madrid: Alfaguara. O’Brian, Patrick (1977): Pablo Ruiz Picasso. Una biografía. Barcelona: Noguer. Warncke, Carsten-Peter y Walther, Ingo F. (ed.) (1992): Pablo Picasso 1881-1973. Colonia: Taschen, 2 vols.