La asistencia privada: una aproximación desde... 1 La asistencia privada: una aproximación desde la perspectiva histórica Gloria Guadarrama Sánchez 95 2004 La colección Documentos de Investigación difunde los avances de trabajo realizados por investigadores de El Colegio Mexiquense, A.C., con la idea de que los autores reciban comentarios antes de la publicación definitiva de sus textos. Se agradecerá que los comentarios se hagan llegar directamente al (los) autor(es). Los editores han mantenido fielmente el texto original del presente documento, por lo que tanto el contenido como el estilo y la redacción son responsabilidad exclusiva del(de los) autor(es). D.R. © El Colegio Mexiquense, A.C., Ex hacienda Santa Cruz de los Patos, Zinacantepec, México. Teléfonos: (722) 279-99-08, 218-01-00 y 218-00-56; fax: ext. 200; E-mail: [email protected] Correspondencia: Apartado postal 48-D, Toluca 50120, México. *E-mail: [email protected] Gloria Guadarrama Sánchez Resumen. Este texto es un avance del proyecto de investigación sobre el modelo de asistencia privada en México que se desarrolla en El Colegio Mexiquense; en él se resume, parcialmente, la historia de las instituciones asistenciales en nuestro país, con la intención de explorar las vertientes que históricamente se han conformado para la participación de los agentes privados en este ámbito. La perspectiva histórica permite identificar las formas que ha asumido la organización institucional y los tipos de servicios que han ido articulando el sector. La exploración sobre las formas asistenciales integra dos aproximaciones: la primera refleja las motivaciones, las intencionalidades y el discurso asumido por la asistencia privada; la segunda intenta capturar los cambios en el perfil del conjunto institucional en las distintas etapas históricas; a través del trazo de algunos rasgos esenciales con la intención de distinguir algunos de los determinantes que se involucran en la concepción contemporánea de la asistencia. Palabras clave: caridad, beneficencia, filantropía y asistencia privada en México. 2 La asistencia privada: una aproximación desde... UN PUNTO DE PARTIDA PARA EL TRAZO DE LA PERSPECTIVA HISTÓRICA La historia del México colonial ha preservado del olvido un relato que dice que un día del año de 1760, el bondadoso Padre Fernando Ortiz Cortés, cantor de la catedral de la Ciudad de México, se hallaba caminando por uno de los barrios más pobres de la ciudad, cuando se sintió perturbado por el llanto incesante de un niño. Al entrar en la humilde choza de donde provenía el llanto, encontró a una joven muerta y a un niño hambriento que lloraba a su lado. No sabemos con certeza si estos acontecimientos son historia o leyenda; lo que sí sabemos, es que el buen Padre Ortiz resolvió construir una institución que cuidara de los niños huérfanos y abandonados; así como de los hombres y las mujeres que — en sus propias palabras— “encontraran imposible sostenerse a sí mismos mediante su trabajo, o que fuesen muy viejos o muy enfermos y se vieran obligados a pedir limosna en las iglesias y en las calles”.1 El Hospicio de Pobres abrió sus puertas en 1774 y mantuvo la tradición de cuidar de los pobres y los necesitados, viejos, 1 Margaret Mitchell refiere que casi todas las historias sobre el “Hospicio de Pobres”, incluyen alguna versión de este relato fundacional. En su estudio sobre el hospicio se cita el testimonio del padre Ortiz Cortés y se advierte la importancia social y cultural de esta institución que logró sobrevivir a los procesos de secularización que marcaron la etapa de la reforma y a la violencia que desencadenó la revolución. (Mitchell, 1997: 1,2) 3 indigentes y huérfanos, por más de cien años, hasta 1905, cuando cambió su nombre por el de Hospicio de Niños”, cumpliendo su misión de cuidar de los niños abandonados hasta la mitad del siglo XX. El relato sobre la fundación del Hospicio de Pobres constituye un ejemplo del tipo de sentimientos, motivaciones y esfuerzos, que han animado a lo largo de la historia la fundación de instituciones de ayuda a los pobres; los que se ubican tanto en el ámbito de la caridad, como en el de la filantropía y el de la asistencia social. Aquí nos referiremos especialmente a la historia de las instituciones en las que personas o grupos, a título particular, han destinado recursos y empeños en pro de brindar ayuda a quienes la necesitan, y que hoy son conocidas como instituciones de asistencia privada, así como a su trascendencia en la vida social y política de la nación mexicana. La mayoría de los estudios sobre la asistencia social coinciden en considerar cuatro etapas que marcan distinciones en la práctica y el desarrollo de las instituciones asistenciales: la etapa colonial que se identifica por sus vínculos con la Iglesia Católica y el ejercicio de la caridad cristiana; la etapa de la separación entre la beneficencia pública y privada, que considera la secularización de la beneficencia y la constitución legal de la participación privada; la etapa de la revolución que aglutina distintas corrientes de pensamiento sobre la justicia y los derechos sociales; y la etapa de integración de los sistemas de protección social que se inicia en la década de los cuaren- Gloria Guadarrama Sánchez ta y finaliza en los años ochenta. Una etapa distinta se abre al finalizar el siglo veinte, cuando tiene lugar un resurgimiento de la participación privada; resurgimiento que se acompaña de la difusión de las ideas sobre la corresponsabilidad entre el Estado y la sociedad frente a los problemas sociales, creando una corriente de pensamiento que se integra en la concepción contemporánea de la participación privada en la asistencia. Quien pretenda hacerse una idea de la asistencia privada y de sus instituciones ha de prestar atención a los distintos signos en los que está presente el espíritu que anima la obra asistencial; las ideas que impregnaron sus propósitos, los hombres y las mujeres que los concretaron, las normas que regían su funcionamiento y sus relaciones con otros ámbitos de la vida pública; obras y relaciones que se encuentran insertas en el ámbito más amplio de los cambios políticos, económicos y sociales que caracterizaron el desarrollo de México. LAS INSTITUCIONES DE LA CARIDAD Y LA EVAN- GELIZACIÓN Distintos testimonios señalan que el primer hogar para niños abandonados en la Nueva España fue fundado por Vasco de Quiroga en 1531. Oidor de la Segunda Audiencia en la Nueva España y primer Obispo de Michoacán, Vasco de Quiroga es considerado personaje fundamental en la acción caritativa y un paradigma de la acción voluntaria por las fundaciones que constituyó en favor de los indios mexicanos. Según lo refiere la historia, Vasco de Quiroga, probablemente inspirado en las ideas de Tomás Moro, emprendió la tarea de recoger a los jóvenes indios y a los que hoy serían llamados niños de la calle; así como la más amplia obra de agrupar en pueblos a los indios. Lo notable es que lo hizo con una gran visión y generosidad y con fondos provenientes de su propio peculio; teniendo también la capacidad de promover para sus obras donaciones reales de la Corona Española, asig- 4 nando tierras, prestaciones y ayudas de mantenimiento para sus beneficiarios. 2 Con ese espíritu se fundaron el Colegio de San Nicolás, Primer Seminario de México, y los hospitales de Santa Fe de la ciudad de México, y el de La Santa Fe de la Laguna en Michoacán. En los hospitales el trabajo se hacía en común y se capacitaba a los indios para realizar tareas agrícolas, artesanales, industriales y en algunos oficios, llegando a constituir una vocación de trabajo y una identidad comunitaria para los pueblos indios. El concepto de hospital era muy amplio, equivalente al de una comunidad o pueblo; en los hospitales se brindaba protección y amparo a las personas que allí vivían, se les enseñaba el español y la religión católica; también se atendía a los enfermos, que eran muy numerosos debido a la pobreza y a las frecuentes y devastadoras epidemias; tareas que eran realizadas tanto por personal voluntario, como remunerado, y por los propios beneficiados. Los fondos provenían del capital de Don Vasco, de las dádivas reales y de los donativos de particulares, también de bienes y dinero aportados por las órdenes religiosas. Tal vez la característica más importante de estos establecimientos era la concepción de una ayuda de profundo contenido social, que buscaba que quienes la recibían se capacitaran para resolver sus propios problemas. La obra precursora de Vasco de Quiroga acrisola las distintas vertientes por las que habría de desarrollarse la beneficencia durante la colonia: las instituciones del socorro para huérfanos, ancianos, viudas y enfermos, a quienes se procuraba en hospitales, asilos y hospicios fundados por las órdenes religiosas y por algunos españoles o criollos acaudalados; las hermandades que apoyaban cooperativamente las necesidades de sus miembros; las casas de apoyos y préstamos en dinero para los necesitados, mediante garantías 2 Diversos fuentes han documentado la labor de Vasco de Quiroga en favor de los indígenas mexicanos, así como la fundación de los hospitales; en ellos se hace mención sobre el hecho de que Don Vasco destinó a las obras sociales sus propios bienes, sus rentas y salarios y que lo hizo con un sentido profundo de caridad y compasión ante la gravedad de la miseria que afectaba a las poblaciones indias. Con relación a la vida y obra de Quiroga pueden consultarse la obra de Josefina Muriel, 1990; y en la de Laguarta, 1955. La asistencia privada: una aproximación desde... prendarias; y finalmente, las obras de auxilio identificadas por la pertenencia a comunidades particulares y pueblos. Destaca también su base asociativa, pues resolver los problemas no se veía como una responsabilidad del gobierno virreinal, ni de la Iglesia, sino de quienes se reunían para realizar una tarea común. La caridad de las órdenes religiosas La caridad y la benevolencia son formas ancestrales de ayuda entre los seres humanos, que en su forma más sencilla se encuentran referidas a las acciones ejecutadas en beneficio de otros; ofrecer socorro a quienes lo necesitan, alivio a los pobres, cuidado a los enfermos y desvalidos es considerado un imperativo moral. En esa tesitura, la benevolencia es contemplada como una virtud e incluso como parte inherente de la naturaleza humana, lo cual se traduce en una concepción de la ayuda que tiene como elemento motivador a la compasión, tal como lo destacan las grandes tradiciones religiosas del mundo: el Judaísmo, el Budismo, el Cristianismo y el Islamismo. En los países del mundo occidental la caridad como forma de atender los problemas de la pobreza se nutrió con la visión medieval y europea del cristianismo sobre los pobres, la que glorificaba la pobreza como un valor espiritual y a la caridad como una virtud suprema. En esa manera de ver el mundo, el dolor y las privaciones que padecían los miserables podían ser aceptados como parte de los designios divinos; mientras que la piedad y la caridad religiosas se concebían como la vía para alcanzar la salvación. Hacia el final de la edad media era todavía una convicción generalizada, que tanto la pena y el sufrimiento que acompañan a la pobreza, como la felicidad y la buena fortuna, se encontraban inscritos en un orden superior de origen divino. Esos dogmas, transformados en preceptos de vida, eran seguidos fielmente por las órdenes religiosas que emprendieron después del descubrimiento de América, la misión cristianizar el nuevo mundo. Durante los siglos XVI y XVII, los frailes bajo los preceptos de catequizar, redimir, curar y proteger a los pueblos, diseminaron en 5 los territorios conquistados la religión predicando contra los vicios y pecados y exaltando las virtudes de la piedad y la compasión. En México, a partir de la colonización española y hasta los tiempos de la independencia, los novohispanos asumieron el deber de ayudar a los pobres, mediante la caridad y a través de su participación con las órdenes y las asociaciones religiosas, que impulsaban el ejercicio de los valores cristianos. Así las instituciones de beneficencia y las incipientes formas de protección social surgían y se organizaban en torno a los intereses de la religión y estaban, en mayor o menor medida, ligadas al control de la Iglesia Católica; sirviendo tanto a los propósitos de la evangelización, como a las intenciones de brindar ayuda a la población menesterosa. Las más importantes instituciones de la beneficencia privada en el México colonial fueron fundadas por los frailes y por personas piadosas, creando establecimientos inspirados por la fe, los que tenían entre sus objetivos evangelizar a los indios y preservar el orden social que se mantenía mediante una acentuada separación de las clases sociales. Los doce primeros misioneros franciscanos arribaron a San Juan de Ulúa el 13 de mayo de 1524, apenas tres años después de la conquista. La orden franciscana se distinguió por el vigor con el cual emprendió la tarea evangelizadora; a ellos se deben los primeros estudios etnográficos de la Nueva España y diversas obras de preservación de la cultura indígena, entre las que sobresalen las de Bartolomé de las Casas y Bernardino de Sahagún; esas obras eran instrumentos con los que se buscaba ir a la reapropiación de la historia prehispánica para desembocar en la cristiandad. Muestra de la obra evangelizadora son los ochenta monasterios que habían construido ya en 1559 y los inauditos esfuerzos realizados para llevar el bautismo y la fe católica a los indios, preparando innumerables alfabetos, gramáticas, diccionarios, manuales y tratados. Si se toma por verídico el testimonio de Fray Juan de Zumárraga, en solamente siete años los franciscanos habrían bautizado a un millón doscientas mil personas. Los esfuerzos evangelizadores se acompañaron de la fundación de establecimientos y obras caritativas Gloria Guadarrama Sánchez que aliviasen la extendida miseria y los estragos causados por la conquista. Fray Pedro de Gante y Fray Juan de Zumárraga, como muchos otros franciscanos, fueron personajes que edificaron hospitales que brindaban auxilio a los indígenas, mismos que funcionaron por más de dos siglos.3 En esos establecimientos se atendía a los trabajadores de las minas y de las haciendas e ingenios azucareros; también se recogía a los hijos de españoles e indias que hubieren sido abandonados; cumpliendo con los preceptos religiosos y con las cédulas y ordenanzas de los monarcas españoles, como la cédula real del 7 de octubre de 1541, emitida por Carlos I de España, que ordenaba “que se funden hospitales en todos los pueblos españoles e indios, donde sean curados los pobres y enfermos y se ejercite la caridad cristiana”. Los hospitales eran en lo general, casas donde se recibía y procuraba a todos los menesterosos; podían ser casas de pobres, albergues para caminantes, orfelinatos, asilos o enfermerías, y también atender varias de esas necesidades; por lo que se puede decir que su fin principal era el socorro. Después de la orden franciscana llegaron los agustinos, los dominicos y los jesuitas, quienes completaron la obra evangelizadora y continuaron la caridad. Las instituciones fundadas por los misioneros recibían el apoyo de la corona o de la Iglesia, también donativos de particulares, pero quedaban naturalmente adscritas al control eclesiástico y sus bienes eran integrados como patrimonio de la Iglesia. 3 Fray Juan de Zumárraga Primer Obispo de México, es el fundador del “Hospital del Amor de Dios que estuvo ubicado en el lugar que después ocupó la Academia Nacional de Bellas Artes, destinado a curar a los enfermos de afecciones sifilíticas, porque el mal se había propagado rápidamente después de la conquista. La información sobre la obra evangelizadora de los franciscanos proviene del estudio de Baudot sobre las corrientes de pensamiento en el interior de la orden. (Baudot; 1990). La obra caritativa referida a la fundación de hospitales se encuentra testimoniada en el estudio de Josefina Muriel (1990). En esos estudios se mencionan muchas de las innumerables obras realizadas por los franciscanos. 6 Las instituciones del socorro El papel del socorro como apoyo a los necesitados ha sido documentado en muchas fuentes históricas, aquí interesa destacar su constitución a partir de una fundación a la que se destinaban recursos privados y se ayudaba a su mantenimiento mediante legados y donaciones de particulares. Es el caso del Hospital de Jesús Nazareno, fundado por Hernán Cortés en 1524 y destinado a los indios, presa de las epidemias; Cortés no solamente construyó el edificio, también donó tierras propias para asegurar su funcionamiento.4 Se puede decir que este hospital, que hoy todavía está en funcionamiento, es la institución de asistencia privada más antigua de México. Otros hospitales destacados fueron el Hospital Real de Naturales, San Andrés, San Antonio Abad, Betlemitas, San Hipólito y el del Espíritu Santo. Con la influencia de las ideas de la ilustración, ya en el siglo XVIII, se establecieron nuevas fundaciones caritativas, las que estuvieron menos involucradas con la evangelización y más inmersas en lo que entonces fue llamado filantropía o el cuidado de nuestros semejantes necesitados; haciendo manifiesto el interés por el hombre inserto en lazos comunitarios. Entre estas instituciones se cuentan el “Hospicio de Pobres” al que ya hemos hecho referencia y la “Casa de Niños Expósitos”. Desde su fundación en 1774, el Hospicio estuvo localizado frente a la alameda en lo que hoy es la Avenida Juárez, en el corazón de la ciudad; cuando el General Díaz llegó al poder en 1877 el hospicio se encontraba en un lamentable estado de necesidad; Don Porfirio invirtió millones de pesos en dotarlo de un nuevo edificio, que abrió sus puertas en 1905.5 Ante el hermoso edi4 El hospital fue llamado inicialmente “Hospital de la Limpia Concepción de María”. En el testamento de Cortés se ordenaba que la obra se acabase a su costa, con las rentas de las tiendas y casas que tenía en las calles de Tacuba y San Francisco; y que se destinara el beneficio de diversas propiedades a su sostenimiento, (Laguarta; 1955). 5 El edificio construido por el Presidente Díaz, ubicado en la colonia Algarín de la ciudad de México, desapareció en los años sesenta, en su lugar se encuentran ahora los cuarteles de la Guardia Presidencial. 7 La asistencia privada: una aproximación desde... ficio de estilo francés el presidente Díaz pudo decir que “sus condiciones de confort e higiene eran las que correspondían a un asilo moderno”. A pesar del apoyo manifiesto del gobierno, la atención del hospicio no era solamente de su responsabilidad, pues en este tipo de establecimientos se promovía la integración de comités de caridad o de juntas de protección en los cuales participaban ciudadanos considerados ejemplares. Vemos así como la colaboración de los ciudadanos con las responsabilidades del gobierno ante la pobreza, fue integrándose paulatinamente en una vertiente distinta de participación, la que posteriormente, rendiría innumerables frutos, tanto en los voluntariados sociales, como en recursos que desde el sector privado pudieron ser canalizados a las acciones de política pública. “La Casa de Niños Expósitos” fue fundada en 1767 por iniciativa del Arzobispo de México. Don Francisco Antonio de Lorenzana y Buitrón. En el México del siglo XVIII, si los padres rehusaban identificarse o manifestar su reconocimiento expreso a los hijos, como hijos legítimos o naturales, a los niños se les daba, la menos deseable designación bautismal de expósito la que tenía una significación de abandonado, encontrado o de padres desconocidos. En la segmentada y opresiva atmósfera del mundo colonial dicha denominación tenía consecuencias sociales de discriminación, ya que los expósitos no podían ocupar cargos públicos, desempeñar oficios e incluso hacer testamento, contraer matrimonio, o ejercer otros derechos vinculados a la estricta división social de la época. Los niños adquirían oficialmente la condición de expósitos cuando eran depositados en los orfanatos o casas de expósitos. Existen testimonios de que entre 1767 y 1821 la Casa destinada a estos niños recibió a 4 851 infantes y que funcionaba todavía en 1884, alojando a 765 niños.6 La institución inició su misión de recoger a los huérfanos con fondos provenientes del fundador Arzobispo Lorenzana y de la caridad de los habitantes de la ciudad; después, para su sostenimiento, se formó una congregación, la que pudo recibir las aportaciones regulares de algunos de los ciudadanos notables y adinerados, formando un patrimonio al que se sumaban réditos, legados y herencias. Todas estas instituciones deberían ser capaces de formar a sus asilados para que pudiesen desarrollar un modo honesto de vivir, pues los ciudadanos concebían la vagancia como una amenaza y pensaban que la indigencia podía ser fruto de la pereza o del desorden; por lo que era importante que la ayuda se brindara solamente a los verdaderamente necesitados, asegurando que las donaciones llegaran a los pobres que la merecieran. 6 Los datos sobre los niños recibidos entre 1767 y 1821 son de Felipe Arturo Avila Espinosa, quien también refiere las fuentes de sostenimiento de la institución; Resulta del mayor interés la mención sobre el origen de los infantes recibidos, advirtiendo su origen predominantemente español; lo que pudo deberse, entre otros factores, a que eran hijos ilegítimos. Sus estudios señalan que el dinero recaudado de la caridad y las donaciones fue utilizado como capi- tal a rédito, cuyos intereses anuales, además de las rentas y limosnas, se convirtieron en la fuente principal que permitió el sostenimiento de la casa. (Avila Espinosa: 1994: 269, 273). En otras fuentes se menciona que a los asilados se les otorgaba el apellido Lorenzana, en recuerdo del fundador y a fin de darles legitimidad y posibilidades de tener empleo, esta institución se trasladó posteriormente, en 1933, a Coyoacán, con el nombre de “Casa Cuna”. Las instituciones educativas Otras instituciones de beneficencia fueron algunos de los colegios que funcionaron como albergues para los indios, constituyéndose en centros de educación y evangelización. Existen testimonios en el sentido de que los colegios franciscanos y los jesuitas se sostenían mediante donaciones privadas. Los franciscanos fundaron las dos primeras escuelas primarias para niños indígenas, la de Texcoco, abierta en 1523, por Pedro de Gante y la de la ciudad de México, creada en 1525; fundaron también el Colegio de la Santa Cruz de Santiago de Tlaltelolco, que entre 1536 y 1568 realizó una labor extraordinaria para la enseñanza de los indígenas. Los jesuitas establecieron el Colegio de San Gregorio y el de San Martín de Tepotzotlán. Estos establecimientos fueron el modelo de otras instituciones que bajo los auspicios de las órdenes religiosas surgieron en las provincias de la Nueva España. Gloria Guadarrama Sánchez En el panorama de la beneficencia, estas instituciones podían ser ejemplo de la compasión cristiana ante los estragos y las crueldades de la colonización y centros de formación y difusión de la doctrina cristiana. La enseñanza contemplaba además de las primeras letras el aprendizaje de algún oficio; en el caso de las niñas se les enseñaba a coser y bordar, así como otras labores consideradas propias de su sexo; y si tenían buenos antecedentes, era posible que se les concediese una dote; algunos educandos eran tan bien instruidos que incluso llegaban a desempeñarse en oficinas y negocios. Una institución muy diferente fue El colegio de las Vizcaínas, inaugurado en 1767, y fundado por un grupo de vascos; esta obra destinada inicialmente al recogimiento de doncellas y viudas en “urgentísima y casi extrema necesidad”, fue distinguida como la primera escuela laica del continente. Como se verá más adelante, se trataba en efecto de una institución secular, hecha por seglares que no tenían fuero eclesiástico” y con notables rasgos de autonomía frente al control de la Iglesia. Los montepíos Otra forma distinta de socorrer la pobreza eran los préstamos que proporcionaban los montepíos, porque no apoyaban directamente las necesidades de los pobres mediante alimentos, albergue o medicinas, sino su ingreso y su economía a través del dinero otorgado mediante garantías prendarias. El sistema consistía en dar anticipos a las clases necesitadas, gravando con un módico interés las sumas prestadas; también era posible empeñar prendas: Se admitían en empeño toda clase de alhajas de oro, plata, piedras preciosas, Aljófar, ropa blanca que no se haya mojado, piezas de seda, algodón o hilo de buen uso, paños finos en pieza y otras telas que se consideraban de fácil salida.7 7 El Tratado sobre Establecimientos de Beneficencia del cual proviene esta información, precisa que los montepíos se conocían en Italia desde el siglo XII con el nombre de casas lombardas, ha- 8 Presentada la prenda era reconocida y apreciada por los tasadores, los cuales bajo su responsabilidad, fijaban la cantidad que podía prestarse sobre ella. El más destacado de ellos fue el “Sacro y Real Monte de Piedad de Animas”, fundado en 1775. Resalta en estos establecimientos su carácter autónomo y su orientación secular, ya que además de establecerse con recursos totalmente privados, podían ofrecer una alternativa a los préstamos e hipotecas en poder del clero. Las cofradías Las cofradías también fueron instituciones benéficas en las que los habitantes de la Nueva España participaron a título particular; surgieron en el siglo XVI, durante los primeros años de la actividad misionera, inspiradas por los ideales cristianos, y prevalecieron como parte importante de la organización social colonial hasta el siglo XVIII. Las cofradías eran asociaciones de seglares cristianos, que promovían la fe católica, la acción colectiva y prestaban ayuda solidaria; por eso eran elementos esenciales de la cohesión social comunitaria. En las cofradías descansaba la organización de las fiestas religiosas: misas, bautismos, bodas, aniversarios y procesiones; su papel también era crucial como otorgantes de créditos que apoyaban la economía de los habitantes de la comunidad. Sus ingresos provenían de cuotas, donaciones, y de las actividades que realizaban; inclusive podían ser vistas como empresas económicas que mantenían obligaciones sociales, tales como ayudar a los hospitales y hacerse responsables del sostenimiento de las parroquias. 8 En la diversidad de las instituciones que organizaron la caridad y el socorro durante la colonia, puede notarse la forma en que se formabiendo sido en su origen constituidas por los franciscanos, para prestar gratuitamente anticipos a las clases necesitadas y que posteriormente, habiéndose percibido la necesidad de este tipo de establecimientos, se extendió el sistema de gravar con un módico interés las sumas prestadas, (Biblioteca Mexicana, Popular y Económica: 1848). 8 Dagmar Bechtloff en su investigación sobre las cofradías hace notar que las primeras cofradías en la Nueva España se iniciaron sustentadas en un ideal cristiano-utópico, pero que estas asociaciones paulatinamente se transformaron en grupos con una orientación económica, (Bechtloff ; 1996: 224, 226). La asistencia privada: una aproximación desde... ron distintas vertientes de ayuda social, algunas relativamente independientes, otras estrechamente ligadas a los centros de poder de la Iglesia y del Estado. Las finalidades con las que se emprendió la ayuda fueron diversas: la evangelización y el fortalecimiento de la fe católica, el control de los indígenas y criollos, la preservación del orden social novohispano. Tampoco estuvieron ausentes los fines nobles y esencialmente caritativos centrados en la compasión y la doctrina religiosa. El prestigio personal de quienes ejercían la caridad estuvo manifiestamente presente dando notoriedad y reconocimiento a la participación privada. LAS INSTITUCIONES DE LA BENEFICENCIA PÚBLICA Y PRIVADA Desde principios del siglo dieciocho iniciaron a tomar fuerza las ideas de que era necesaria una mayor participación del Estado en la provisión de la caridad; registrándose un intenso debate en la nación, sobre si el Estado debía hacerse cargo de los establecimientos controlados por la Iglesia, y de sus capacidades para asumir las responsabilidades de la beneficencia; lo que finalmente aconteció en 1861, durante el gobierno del Presidente Juárez. La génesis de este largo y difícil proceso tiene raíces en la Ilustración como un movimiento de ideas que durante los siglos XVIII y XIX, abrió en Europa, formas distintas de pensar a la sociedad. El pensamiento ilustrado trazó distinciones entre poder espiritual y poder temporal, condensando el poder temporal en el Estado, dándole un papel integrador de los derechos políticos con los derechos sociales. Esa transformación que marca el nacimiento del Estado moderno se significa por el tránsito de una sociedad que giraba en torno al eje único de la religión, hacia una sociedad diferenciada en ámbitos políticos, económicos y religiosos; secularizando la vida social y advirtiendo las responsabilidades del Estado ante el bienestar. Las nuevas formas de encarar las necesidades sociales se reflejaron tanto en la necesidad de una política social, como en la toma de conciencia pública que dejó de percibir la 9 miseria como un hecho natural, iniciando a considerarla como resultado del sistema económico y de la organización social. En México, la integración de la beneficencia como una responsabilidad pública se asocia con la consolidación del proyecto de Estado y de nación, resultado del triunfo del liberalismo mexicano; el cual, después de los años de guerra y conflicto que siguieron a la independencia, se erige como un poder frente a la corriente conservadora identificada con el dominio de la Iglesia.9 Para afianzar su poder, el naciente Estado mexicano enarboló la igualdad de todos ante la ley y las libertades individuales como principios del ciudadano, frente a la piedad como una obligación moral. Entre los liberales mexicanos la separación entre la Iglesia y el Estado también fue asumida como una medida de impulso al progreso la ciencia y la razón.10 Con el impulso de las nuevas ideas, a lo largo del siglo XIX, la posición de los actores sociales que luchaban por hacer a un lado el poder de la iglesia, se enfrentó a la oposición de los conservadores; divergencias que ocasionaron una serie de conflictos motivados por las rupturas con el poder y los privilegios del clero. En el ámbito de la beneficencia, una buena parte de las discusiones se centraba en si al dar mayores responsabilidades al Estado, se invadían y limitaban las libertades civiles, restringiendo los lazos caritativos y solidarios que habían sido el sustento de la protección y la ayuda a los necesitados; argumentándose, por la otra parte, que la caridad 9 El liberalismo mexicano, según lo hace notar Hale, es un conjunto de ideas políticas que se formulan como una ideología entre 1820 y 1830, los cuales toman forma jurídica con la Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma; ese proyecto ideológico se estableció como una tradición liberal oficial durante el porfirismo, consolidándose con la revolución de 1910. El pensamiento liberal ha ejercido una profunda influencia en el sistema político mexicano. (Hale, 1989) 10 Respecto al pensamiento del liberalismo mexicano con relación a la separación entre la Iglesia y el Estado, el cual estuvo también asociado a las ideas positivistas, Gabino Barreda expresa que en la lucha entre el orden estático representado por el clero y la milicia, y las fuerzas del progreso, triunfaron los hombres que encarnaban el espíritu positivo y que una de sus primeras acciones fue la separación entre la Iglesia y el Estado y la desamortización de los bienes eclesiásticos, invalidando un poder que se oponía al progreso. (Zea, 1943: 61) Gloria Guadarrama Sánchez privada por si sola, no era suficiente para aliviar las necesidades de la extendida pobreza. En los debates sobre la intervención del gobierno en la beneficencia, estaban presentes las ideas prevalecientes de que las causas de la pobreza eran las debilidades y los vicios de los pobres, por lo que la ayuda que se les diese solamente fomentaría la holgazanería; adicionalmente, muchos de los ciudadanos estaban convencidos de que el gobierno no debía intervenir en aliviar la pobreza; advirtiendo claramente que la miseria y la indigencia que podían ser aliviadas eran solamente aquellas que correspondían a quienes estaban imposibilitados para el trabajo. Desde ese ángulo, las instituciones de ayuda fueron percibidas también como medios de corrección de la conducta, considerándose como vías para retirar a limosneros y vagabundos de las calles en pro del mantenimiento del estratificado ordenamiento social. Entre las instituciones benéficas podían distinguirse tres tipos principales de establecimientos: los hospitales, los asilos y hospicios, y las casas de educación y corrección. Los primeros pasos para la separación entre la beneficencia pública y la privada se dieron por el Presidente Juárez, mediante la Ley de Nacionalización de los Bienes Eclesiásticos, de 1859, ordenamiento que determinó que los bienes propiedad de la Iglesia, entre los que se encontraban algunas instituciones de beneficencia, debían pasar a ser propiedad del Estado. Sin embargo, la diferenciación entre la beneficencia pública y la que organizaban los individuos y asociaciones privadas se concretó con el Decreto de Secularización de Establecimientos de Beneficencia, mediante el cual, en 1861, fueron retirados del control de las organizaciones religiosas: hospitales, asilos, casas de dementes, casas de maternidad y todos aquellos establecimientos que recibían caridades. La aplicación de estas leyes que fortalecían al Estado, sacudió los cimientos del orden social prevaleciente; al aplicarse la Ley de Nacionalización de los Bienes Eclesiásticos, muchas propiedades cambiaron de manos, hubo necesidad de modificar los nombres de las calles, de los hospitales y establecimientos; se construyeron cementerios civiles y se ordenó la destrucción de dece- 10 nas de edificios; como la propiedad de la ciudad de México pertenecía en buena medida a las corporaciones religiosas, muchas casas y fincas debieron venderse a muy bajo precio. Los fondos de la beneficencia no fueron comprendidos en la desamortización, por lo que su financiamiento se mantuvo; en tanto que su administración pasó a ser responsabilidad del Ayuntamiento de la Ciudad y posteriormente, de la Dirección de Beneficencia Pública del gobierno federal. El impacto de las medidas secularizadoras sobre la beneficencia, la polarización de la sociedad respecto de los beneficios o perjuicios que pudiese atraer, y la desintegración de los sistemas hasta entonces establecidos para proporcionar ayuda a los necesitados; pueden apreciarse cuando se refiere que la expulsión de algunas órdenes religiosas, entre las que se encontraban las “Hermanas de la Caridad”, tuvo efectos desastrosos, porque ellas atendían 43 establecimientos de beneficencia, 15 del gobierno y 28 de la beneficencia privada, en los que se cuidaban 21 545 personas.11 La labor de las religiosas era tan reconocida que incluso el propio presidente Juárez habría declarado que eran insustituibles. La congregación nacida en Francia en 1633, llegó a México alrededor de 1844 bajo los auspicios de Doña Ana María Gómez de la Cortina, extendiendo rápidamente su red de cuidado y atención a los pobres. Su salida del país inserta en los conflictos que generó la separación entre la Iglesia y el Estado produjo una gran consternación acentuando las críticas a las acciones de secularización emprendidas por el gobierno. 11 La referencia a los impactos negativos de la secularización sobre la beneficencia es comentada por diversos autores; los datos que aquí se mencionan provienen de Adame Goddard. (Adame; 1981: 81). La posición radical del gobierno se expresa en el Decreto del Congreso de la Unión, del 10 de diciembre de 1874, durante el gobierno del Presidente Sebastián Lerdo de Tejada, que en su artículo 19. prescribió: El Estado no reconoce órdenes monásticas ni puede permitir su establecimiento, cualquiera que sea la denominación ú objeto con que pretendan erigirse. Las órdenes clandestinas que se establezcan se considerarán como reuniones ilícitas que la autoridad puede disolver, si se tratare de que sus miembros vivan reunidos, y en todo caso los jefes, superiores y directores de ellas, serán juzgados como reos de ataque a las garantías individuales, conforme al Art. 963 del Código Penal del Distrito que se declara vigente en toda la República”. Sebastián Lerdo de Tejada, Decreto sobre las Hermanas de la Caridad, 1874. 11 La asistencia privada: una aproximación desde... Las responsabilidades del Estado ante la pobreza iniciaron a tomar la forma de una incipiente política social, cuando en 1861, se creó la Dirección General del Fondo de Beneficencia, a la cual se concedieron facultades para manejar los establecimientos que habían pasado a las manos del gobierno; estableciéndose en ese mismo año la Lotería Nacional, con la finalidad de destinar recursos a la beneficencia. Poco tiempo después se introdujo la innovación de que algunos de estos establecimientos quedasen a cargo de los Ayuntamientos. No obstante, faltarían muchos años para que se pudiese hablar de una verdadera participación del gobierno en el rubro asistencial. Al asumir el gobierno el control de la beneficencia, la participación necesaria de los particulares en los establecimientos públicos de caridad pudo ser vista como una encomienda y como una colaboración generosa para el bien del país. En ese espíritu, los ciudadanos virtuosos y filántropos recaudaban donativos y se integraban a las juntas rectoras de los establecimientos y a la administración de los mismos, apoyando y legitimando la intervención gubernamental en la beneficencia. El espíritu cívico, el patriotismo y la probidad moral se destacan como motivaciones que impulsaron a los habitantes del país, durante la segunda mitad del siglo XIX, a sumarse a los esfuerzos del gobierno. La separación de los ámbitos político, religioso y civil, alentó la formación de innumerables asociaciones que funcionaron como sociedades mutualistas, juntas patrióticas, logias masónicas, sociedades artísticas y culturales; las que formaban parte importante de la vida social de los mexicanos animadas por un cierto espíritu de humanismo cristiano, que más que oponerse a la religión, empezaba a sembrar ideales de progreso sustentados en un compromiso cívico más igualitario. La función de las sociedades de socorros mutuos era auxiliar a la familia cuando no había trabajo; cuando los asociados caían enfermos o morían, viudas, hijos y padres ancianos tenían la posibilidad de recibir algún socorro. En el espíritu de fraternidad que animaba estas asociaciones, renacía la caridad con una renovada esperanza en el porvenir. Esto significa que la separación de las agrupaciones del poder eclesiástico habría contribuido a establecer formas distintas de relación entre el Estado y la sociedad e incentivado las formas asociativas seculares y libres. Hacia 1884, Manuel Romero Rubio afirmaba que “la beneficencia privada era reconocida en todos los países civilizados como el modo más seguro para rescatar de sus penas y miserias a la humanidad”. Notaba, no obstante, que en nuestro país las instituciones eran débiles y se refería a que los donadores no confiaban ni en el Estado ni en las instituciones privadas porque éstas no tenían ninguna regulación. Propuso entonces la existencia de un abogado defensor para los intereses de la beneficencia privada que se ocupara de inspeccionar y registrar a las fundaciones, para estar seguros que los deseos de quienes hacían donativos a la beneficencia fuesen cumplidos.12 En la propuesta de Romero Rubio pueden identificarse algunos de los planteamientos que sirvieron como base al establecimiento de la Junta de Beneficencia privada que efectuó el Presidente Porfirio Díaz en 1899. LA JUNTA DE BENEFICENCIA PRIVADA Y LA CONSTITUCIÓN LEGÍTIMA DE LA BENEFICENCIA PRIVADA La caridad privada sin embargo, siempre estaría ahí : “dondequiera que hubiera un huérfano que albergar, una persona anciana que proteger, un enfermo que curar, ..aliviando al estado del peso enorme que soporta , apoyando a las instituciones de la beneficencia pública.” Manuel González Cosio 1900 El antecedente jurídico más importante para la participación de los particulares en la asistencia y para la constitución de su sistema de reglas, fue el establecimiento de la Junta de Beneficencia 12 Manuel Romero Rubio y Manuel González Cosío se desempeñaron en distintos periodos como Secretarios de Estado y del Despacho de Gobernación del régimen de Porfirio Díaz. Su posición refleja el pensamiento prevaleciente sobre que el gobierno no debía hacerse cargo de la beneficencia y que esta era una función que podía ser realizada con mayor celo por las instituciones privadas. (Mitchell, 1997:85) Gloria Guadarrama Sánchez Privada, previsto en la Ley de Beneficencia Privada para el Distrito y Territorios Federales, decretada por el Presidente Porfirio Díaz el 7 de noviembre de 1899, entre cuyas atribuciones se encontró la promoción y vigilancia de los establecimientos fundados por particulares. “Se establece una Junta de beneficencia privada, compuesta de tres personas de las más acreditadas por su honorabilidad y sentimientos filantrópicos; los miembros de esta Junta serán nombrados por el Ejecutivo y no disfrutarán remuneración alguna”. Art. 54º. Ley de la Beneficencia Privada para el Distrito Federal y Territorios. Diario Oficial del Supremo Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos, 7 de noviembre de 1899 La definición contenida en el decreto del presidente Díaz sobre la beneficencia privada considera como actos de beneficencia privada todos aquellos que sean ejecutados con fondos particulares y con fines de caridad o de instrucción. Con esa prescripción se considera legítima la constitución de un ámbito distinto al de la intervención estatal, al cual el Estado sólo podría vigilar, suceso que marca el reconocimiento de la sociedad y del gobierno a la participación privada en la beneficencia. La delicada función de poner en marcha la junta se depositó en distinguidos ciudadanos a quienes se encomendaba la vigilancia, la defensa y en algunos casos, la administración de esos intereses considerados sagrados, en virtud de ser los que la caridad particular cedía para el alivio de la clase más desafortunada. Ellos fueron: el senador Sebastián Camacho como presidente de la Junta; el señor Emilio Pardo, primer vocal; y el señor Luis G. Lavíe, segundo vocal. Con el nuevo marco jurídico, a las instituciones de beneficencia creadas y administradas por particulares con fines caritativos (hospicios, orfanatorios, casas de expósitos, hospitales, manicomios, montepíos y cajas de ahorro) hasta entonces sin reglamentación, les fue reconocida personalidad jurídica. 12 Tanto las asociaciones como las fundaciones son susceptibles de derechos y obligaciones y, por lo mismo, constituyen una persona moral Los ordenamientos sobre la beneficencia privada se formalizaron con la Ley de Beneficencia Privada para el Distrito Federal y Territorios, del 24 de agosto de 1904. El artículo 42º. de la ley establecía las franquicias de las que podían disfrutar las instituciones. Con esta prescripción las casas de caridad y fundaciones tuvieron facilidades para recibir donativos y estar exentas del pago de impuestos. 13 La Ley de 1904 constituye propiamente el marco que modela la institucionalidad de asistencia privada en México, legitimando y reconociendo la existencia de un ámbito distinto al de la Iglesia y al del Estado para el ejercicio de la beneficencia. En ese conjunto de reglas para los actores públicos y privados que se ocuparon de asistir a los menesterosos, vale la pena notar que se consideró la participación de los particulares como generosa y buena para las nobles causas de ayudar a los pobres y que en esa virtud se contemplaron exenciones y franquicias en los impuestos. Esas medidas también eran vistas como un privilegio importante que solamente podía ser autorizado por el presidente de la República. La trascendencia de las medidas adoptadas por el presidente Díaz radica en que, a partir de ese momento, la asistencia privada ya no volvería al control de la Iglesia, pero tampoco se vería perseguida e inmersa en el sesgo excluyente que caracterizo al liberalismo radical de la Reforma, es decir tendría un lugar propio y un espacio distintivo para su participación social. Las fundaciones y los filántropos El compromiso y la convicción filantrópica de los particulares se vieron ampliados y fortalecidos con 13 Decreto del Ejecutivo: Ley de Beneficencia Privada, para el Distrito y Territorios Federales, Diario Oficial Estados Unidos Mexicanos, 24 de agosto de 1904. Entre las exenciones se señalan: el pago del impuesto del timbre, la contribución predial sobre sus fincas y de patente sobre sus talleres y expendios, el pago del impuesto de herencias, legados y donaciones. La asistencia privada: una aproximación desde... las nuevas reglas; el estatuto legal para las asociaciones benéficas legitimó su constitución y sus acciones, facilitando el que pudiesen contar con la cooperación y donativos que requería la beneficencia, asegurando a los donantes que no se haría mal uso de sus aportaciones. Las fundaciones y asociaciones que operaron en esta etapa, ligadas a promotores y grandes empresarios que favorecen la filantropía, son testimonio de este conjunto de relaciones que servía a los propósitos de asistir a los pobres. Entre las instituciones que surgieron o se consolidaron durante el Porfiriato se encuentran: la fundación “Matías Romero” que sostenía un asilo para ancianos; la fundación “Rafael Dondé”, para la que el fundador había legado toda su fortuna en aras de educar a los niños pobres; el Monte de Piedad Luz Saviñón, fundado por Doña Luz Saviñón, con un capital de trescientos mil pesos, con el objeto de hacer préstamos sobre prendas; la “Fundación Concepción Beístegui”, constituida con la herencia de esa distinguida dama; el “Fondo Privado de Socorros Gabriel Mancera” que funcionaba desde 1870; la “Fundación Asilo de Nuestra Señora de la Luz”, instituida por voluntad de Luz Becerra, que subsistía porque todo el personal trabajaba gratuitamente; la Casa Betti, creada para recibir mujeres menesterosas que padecieran de enfermedades crónicas consideradas como incurables y no contagiosas. Otras fundaciones que destacaron en el panorama de principios del siglo XX fueron: Luz González Cosío, Félix Cuevas, Ana María Mier y Escandón; el asilo “Patricio Sanz” y el Fondo Privado de Socorros José María Olloqui.14 Los recursos y capitales destinados a la beneficencia eran importantes, además de las propiedades y fincas, se sabía que los capitales eran cuantiosos. Datos de 1904 estimaban que los ca- 14 Estas instituciones obtuvieron su registro en distintas fechas que van desde 1899 hasta 1930, dado que la legislación sobre la asistencia privada se modificó radicalmente hasta 1933, la personalidad jurídica les fue otorgada de acuerdo a la legislación de 1904. Las fechas en las cuales las instituciones obtienen su registro, no se corresponden, en todos los casos, con las de su fundación; algunas instituciones acreditadas legalmente como de beneficencia privada durante el Porfiriato fueron fundadas con anterioridad. 13 pitales de instituciones permanentes de la beneficencia privada ascendían a 5,107 760 pesos.15 Las fundaciones se establecían por legados, por ejemplo, Ignacio Torres Adalid, fundador de una de las más importantes instituciones, decidió en el año de 1913 que el grueso de su fortuna se destinaría a la atención de los pobres de la ciudad de México y de la zona en la cual habían florecido sus haciendas. De conformidad con su testamento, aparte de algunos legados personales, sus bienes y dinero deberían ser utilizados para financiar la fundación. Esta institución hoy desaparecida, apoyó hasta los años sesenta a varias instituciones: la casa de socorros Concepción Josefa, en la Ciudad de México; los hospitales Juana Rivas de Torres, en Otumba, Estado de México y en Calpulalpan, Tlaxcala; así como al Hospital Mariano Sánchez en Tlaxcala, sostuvo también un asilo en el Distrito federal y tres escuelas de educación elemental.16 Adicionalmente, durante la segunda mitad del siglo XIX, algunas comunidades extranjeras asentadas en México crearon instituciones destinadas a atender a sus compatriotas, tal es el caso de las comunidades americana (The American Benevolent Society in México), española, (Sociedad Española de Beneficencia de México) y Franco-Belga (Asociación Francesa, Suiza y Belga de Beneficencia y Previsión); las cuales operaban casas de salud, hospitales, asilos, cajas de ahorro, cementerios y fondos de socorro. Durante el Porfiriato también se crearon otro tipo de instituciones benéficas: en 1904, Doña Carmen Romero Rubio, esposa del Presidente Díaz, estableció “La casa de la Amiga Obrera”, la 15 El monto de los capitales se encuentra acreditado en la recopilación de datos históricos sobre las propiedades urbanas de la beneficencia privada, efectuada por José Lorenzo de Cossío; el estudio menciona. Además de los recursos financieros señalados, 183 casas pertenecientes a establecimientos privados de instrucción y de 214 casas que sustentaban el funcionamiento de los hospitales. En esa suma también se debe considerar que muchas fundaciones importantes se constituyeron con posterioridad a 1904. 16 El registro de la Fundación se solicitó a la Junta de Asistencia Privada el 29 de noviembre de 1913, Torres Adalid murió el 23 de septiembre de 1914. Mario Ramírez Rancaño, en su estudio sobre este personaje, informa los datos sobre el testamento, acreditando igualmente la intencionalidad filantrópica del fundador, (Ramírez Rancaño, 2000: 265, 266, 277). Gloria Guadarrama Sánchez cual tenía entre sus finalidades la enseñanza, cuidado y atención de los hijos de las obreras. En 1898, la Sociedad Filantrópica inauguró una casa para la rehabilitación de las prostitutas a través de la educación y el trabajo. El modelo de instituciones filantrópicas de la capital del país se reprodujo en muchas de las ciudades de la República Mexicana donde se crearon diversos establecimientos. Ese es el caso de la Asociación Mexicana de La Cruz Roja, fundada en el país en 1907 y reconocida como institución de beneficencia por el Decreto Presidencial del 21 de febrero de 1910, la que ha podido extender sus servicios a todo el territorio nacional; Así mismo la Asociación Mexicana de la Cruz Blanca Neutral, que surgió en 1911 para dar servicio médico de emergencia a los heridos durante la guerra revolucionaria; ésta es una institución que tuvo algunas filiales entre las entidades federativas, cambiando después sus objetivos hacia la protección de la desnutrición infantil. En las élites sociales del porfiriato, las ideas que animaron la ayuda a los pobres podían ser identificadas con la generosidad, la filantropía y las buenas costumbres; pero eran motivaciones y acciones consideradas triviales; porque sus alcances no iban más allá de brindar a unos cuantos, los alivios momentáneos. Entonces la beneficencia seguía el ritmo de las reuniones de moda: funciones benéficas de teatro, circo títeres; verbenas y kermeses; constituían la oportunidad de recaudar fondos para atender a los pobres. Todas estas instituciones tenían metas muy claras, además de servir para aliviar las penas de los pobres, debían abiertamente distinguir los que merecían la ayuda de aquellos que no la merecían; y contribuir a que sus asilados aprendiesen a ocupar su lugar en un mundo en el que las clases sociales funcionaban como barreras para la movilidad social, preparándolos no tanto para disfrutar de un mejor futuro, como para no ser una carga para la sociedad. Las instituciones también tenían muy bien identificados los tipos de pobres a quienes dirigían su atención: niños pobres y huérfanos, ancianos, mujeres abandonadas, algunos limosneros; no debía auxiliarse a aquellos de quienes se sos- 14 pechaba eran perezosos y deseaban aprovecharse de la caridad, porque se consideraba que solamente a través del trabajo esforzado, los pobres podrían salir de sus males. Un aspecto interesante a destacar es la forma en la que las instituciones de beneficencia privadas representaban importantes esferas de interacción entre el Estado y sus ciudadanos, tanto con quienes auspiciaban y colaboraban en su funcionamiento, como con los pobres y desvalidos que eran sus beneficiarios.17 Durante el porfiriato no se avanzó en atender los problemas de la pobreza; sus males se extendieron en la medida que se ahondaba la desigualdad entre unos pocos privilegiados por el progreso y la modernidad y los grandes sectores de desposeídos. A pesar de ello, este periodo integró en el rubro asistencial nuevos equilibrios, incorporando a la asistencia privada como el cimiento en el que podría apoyarse más tarde una participación más amplia de la sociedad civil. LAS INSTITUCIONES SOLIDARIAS Y FILANTRÓPICAS Al inicio del siglo XX, con el impulso del movimiento revolucionario, las instituciones caritativas privadas perdieron relevancia en la ayuda social; adquiriendo mayor peso las asociaciones nacionales o gremiales y la organización de las acciones voluntarias civiles, que se tejían en torno a los proyectos del gobierno para atender a la educación, la salud y a la infancia desprotegida; a pesar de ello, los asilos y albergues privados destinados a huérfanos y pobres se mantuvieron, apareciendo guarderías y casas de rehabilitación para jóvenes delincuentes, también empezaron a articularse grupos que trabajaron en favor del desarrollo comunitario. La revolución incorporó al pensamiento político y social una perspectiva de ampliación de los derechos individuales y colectivos; los gobiernos revolucionarios se plantearían la aspi17 Testimonio de esa interacción es la numerosa correspondencia que se cruza entre las autoridades y quienes solicitan acceso o apoyos de las instituciones, así como las copiosas referencias de los periódicos de la época en torno a la labor de los establecimientos y a los debates sobre su organización y funcionamiento. La asistencia privada: una aproximación desde... ración de garantizar derechos a la educación, la salud y el trabajo para todos los mexicanos, transformando la beneficencia pública en asistencia y fortaleciéndola. En esa corriente de transformación social asociada a la acción del Estado, los grupos y asociaciones libres tuvieron menor presencia, la participación de las organizaciones civiles se integró ineludiblemente a los grupos corporativos promovidos por el gobierno. Ese giro fue paulatino, porque la revolución no urgía a cerrar o apropiarse de las pocas instituciones asistenciales que funcionaban debido a que la guerra había ocasionado la desaparición de muchas de ellas. Así, durante las primeras décadas que siguieron a la lucha armada, siguieron vigentes los ordenamientos que regulaban la asistencia privada antes del estallido de la revolución. Un ejemplo de la vigencia de tales prescripciones en los días que siguieron a la guerra, fueron los decretos del presidente Carranza para otorgar personalidad jurídica a las fundaciones Torres Adalid y al Asilo de Nuestra Señora de la Luz. Venustiano Carranza Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, a sus habitantes sabed: Que de conformidad con lo prevenido en el artículo 20 de la Ley de Beneficencia Privada para el Distrito Federal y Territorios, de 23 de agosto de 1904, y en virtud de haberse llenado los requisitos exigidos por la misma, he tenido a bien decretar: Artículo UNICO.— Goza de personalidad jurídica para el objeto de su institución y de las franquicias que concede la Ley de 23 de agosto de 1904, la fundación de beneficencia privada que lleva el nombre de “ASILO DE NUESTRA SEÑORA DE LA LUZ” constituido por disposición testamentaria de la Señorita, María de la Luz Becerra. México, 1919. AGN Conjuntos Documentales Autógrafos de Leyes y Decretos, Grupo Documental Gobernación. 15 Las modificaciones de fondo a la legislación sobre la asistencia privada tuvieron lugar hasta principios de los años treinta e incluyeron elementos que facultaran la intervención y el control estatal sobre las instituciones privadas, las leyes expedidas en el ámbito federal y en el de las entidades federativas muestran esa tendencia.18 El criterio que guiaba tan radicales medidas era, que la casi plena autonomía otorgada a las instituciones por la ley de 1904, había generado abusos; para evitarlos era indispensable considerar, que si bien la creación de una institución privada era un acto espontáneo y libre, las instituciones una vez creadas debían quedar sujetas al régimen estricto de la autoridad del Estado. 19 Entre los cambios significativos se encuentra el concepto mismo de beneficencia, que se transformó hacia considerarse un deber de solidaridad social que debía ser asumido como un servicio público y una función estatal. Con esa orientación, la regulación de la beneficencia pública y la privada se fusionaron y las instituciones privadas y sus servicios fueron rigurosamente auditados, lo que también sirvió para que el Estado se hiciese cargo de algunas instituciones privadas que ya no contaban con los recursos necesarios para funcionar satisfactoriamente.20 El pensamiento sobre la justicia social, parte sustantiva del movimiento revolucionario, había incidido para que la pobreza y el pauperismo ya 18 La Ley de Beneficencia Privada para el Distrito y Territorios Federales, se publicó el 31 de mayo de 1933, prescribiendo que las instituciones privadas estarían sujetas a la vigilancia y el control del Estado, para lo que contemplaba procedimientos de inspección legal, y técnica, mediante rigurosos procedimientos de auditoria. 19 Se argumentaba que se requería de una ley que tuviese como fin la solidaridad social, el derecho a la asistencia como principio, y como medio, el control efectivo de los bienes de la Beneficencia Privada, mediante la intervención de la Junta. Exposición de Motivos de la iniciativa de decreto en la que el Presidente de la República, Abelardo L. Rodríguez, solicita al Congreso de la Unión, autorización para expedir una nueva Ley de Beneficencia Privada para el Distrito y Territorios Federales. Diario Oficial del Gobierno Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. 20 de diciembre de 1932. 20 Entre los establecimientos que pasaron a la beneficencia pública se encuentran: La “Casa Cuna” de Coyoacán que funcionó como institución de asistencia privada hasta 1932. El “Centro Industrial Rafael Dondé”, al que se dio orientación para que funcionara como escuela y como fábrica, otras áreas de la fundación se mantuvieron como privadas. La “Casa de la Amiga Obrera” que quedó a cargo de la beneficencia pública desde 1916. Gloria Guadarrama Sánchez no se consideraran resultado de las debilidades de los pobres, se podía ahora hablar de los bajos salarios, de la falta de fuentes de trabajo y de la explotación de que habían sido objeto peones y obreros; sin embargo, todavía se recogía a mendigos y menesterosos entendiendo la mendicidad como una lacra social. La percepción de la mendicidad como una plaga encuentra eco en la Memoria que publicó en 1934, la Junta Directiva de la Beneficencia Pública en el Distrito Federal, en la que se informa, que entre 1930 y 1933, se realizaron tres campañas para extirpar definitivamente ese mal. Durante dichas campañas fueron recogidos más de 2,156 menesterosos, los cuales recibieron alimentación, ropa y hospedaje en diversos establecimientos de beneficencia. Se dice que los asistidos fueron recogidos, con o sin su consentimiento, encontrándoseles en “condiciones de absoluto desaseo y repugnante incuria”; por lo que se les obligó a tomar un baño, se les cortó el pelo y se les cambió la ropa interior y exterior. Vino enseguida la tarea de hacer una rigurosa clasificación de todos los detenidos encontrándose entre ellos, además de ancianos, inválidos, enfermos y niños, muchos sospechosos y simuladores, es decir individuos que estando en aptitud de trabajar solamente aparentaban necesidades a fin de conmover al público. Como el Estado no debía fomentar la holgazanería, ni el despilfarro, fueron enviados a centros de trabajo, previa amonestación en el sentido de que debían consagrarse a ocupaciones honestas.21 La integración del pensamiento social que caracterizó a la revolución, con las ideas filantrópicas y caritativas que habían sido el sustento de las instituciones de beneficencia en México, se traduciría en la permanencia y continuidad de la asistencia privada, la cual transformó al ritmo de los nuevos requerimientos que le 21 La Memoria a la que se ha hecho mención se publicó siendo Presidente de la Beneficencia Pública el Señor General, José María Tapia, en ella se hace evidente la estricta vigilancia y control que el Estado había impuesto a los establecimientos de la beneficencia pública; el que incluía no solamente los gastos de operación, sino los reglamentos, cuadros básicos de alimentación, las raciones, la supervisión del personal y la administración de los establecimientos. (Junta Directiva de la Beneficencia Pública; 1934) 16 impusieron las formas asumidas por el desarrollo económico y político de la nación. LAS INSTITUCIONES FILANTRÓPICAS Y DE PROTECCIÓN SOCIAL La historia de la asistencia privada se enlaza indisolublemente con el devenir de la ciudad de México, gigante y centro de atracción que mueve la vida de millones de personas. A partir de 1940, la mancha urbana inició su crecimiento alentada por el impulso industrial que unía población y trabajo en el centro medular de la nación; y al ritmo de los miles de personas que venían a morar en su territorio, la metrópoli y el país entero precisaban de nuevos esquemas para la atención de las necesidades de protección social. Durante el gobierno del Presidente Manuel Avila Camacho la acentuada intervención estatal en el control de las instituciones privadas fue reconsiderada. La nueva Ley de Instituciones de Asistencia Privada para el Distrito y Territorios Federales que entró en vigor el 2 de enero de 1943, consideraba la voluntad del fundador o de los asociados la norma suprema de las instituciones, por lo que, en ejercicio de su libertad, ellos tenían derecho a imponer a su obra las condiciones que desearan, siempre y cuando no fueran contra el interés público; así mismo la legislación contemplaba incluir la representación de los patronatos en la Junta.22 El lenguaje de la asistencia también fue cambiando en consonancia con los nuevos tiempos, y a partir de esos años, ya no se hablaría más de beneficencia, sino de servicio social. De ese modo, bajo el influjo de las nuevas ideas los dispensarios, albergues y hospicios eran atendidos en una mística de retribución social, en la cual quienes habían tenido privilegios de cuna, de educación y de clase cumplían con los necesitados como un deber social. El nuevo marco de las relaciones entre el gobierno y los particulares se plasma en los 22 En 1947 La ley volvió a ser reformada para ampliar las exenciones fiscales, haciéndolas nuevamente extensivas a los legados y donaciones, y para incluir los servicios personales. La asistencia privada: una aproximación desde... postulados del Primer Congreso Nacional de Asistencia Pública, celebrado en 1943, en los que el gobierno considera indispensable abrir e impulsar la participación de la beneficencia privada, bajo la consideración de que la asistencia no podía ser solamente un deber del Estado sino de todos. En una sociedad desigual se reflejaban los afanes de modernidad que se vivían en el país, los que hacían coexistir junto a las nuevas colonias y glamorosas residencias, las ciudades perdidas en las que habitaban numerosos desheredados, trazando un mapa en el que era imposible que el Estado pudiese dar respuesta a las demandas sociales. Simultáneamente el crecimiento de las actividades económicas permitía que el pujante sector privado emprendiera nuevas obras sociales. En los últimos días del mes de diciembre de 1942 se aprobó la ley que ordenó la creación de los seguros sociales para amparar a empleados y obreros ante los riesgos de vejez, invalidez, muerte, enfermedad, maternidad y accidentes profesionales; el propósito de forjar un sistema de protección social contenido en la ley, se concretó con la creación en 1943 del Instituto Mexicano del Seguro Social y se complementó más tarde con el establecimiento de los institutos de seguridad social para los trabajadores del gobierno federal y los de las entidades federativas. Con la instauración de la seguridad social la protección de los mexicanos estableció nuevas distinciones: la seguridad social, la asistencia pública y la asistencia privada. Entonces surgieron otras instituciones y filántropos; entre los más notables se cuenta a Arturo Mundet. En 1941, había donado un millón de pesos para la construcción de una maternidad, ratificando su vocación humanitaria con la construcción y el financiamiento del asilo de ancianos que actualmente lleva su nombre. El señor Mundet no estaba solo en esta tarea, al inicio de la década de los cuarenta las instituciones privadas se ocupaban de otorgar ayudas médicas, alimentos, becas, pensiones y entierros a más de doce mil personas y de proporcionar consultas médicas a seiscientos mil de los habi- 17 tantes pobres de lo que empezaba a ser la gran zona metropolitana de la ciudad de México.23 En el despuntar de los años sesenta, fue notable el crecimiento de la participación privada, tanto en las instituciones asistenciales como en las organizaciones civiles, cuyo fin principal era ayudar a resolver algunos de los problemas sociales y atender la marginación de amplios sectores de la población. Las formas de brindar asistencia tenían ahora una dimensión más amplia, que incluía la procuración de hogares sustitutos en lugar de hospicios, la capacitación de las madres para mejorar el ingreso familiar, la rehabilitación de los inválidos, la creación de centros y talleres productivos. La confianza de los filántropos de que podían contribuir al desarrollo del país se manifestó en el establecimiento de instituciones como la fundación “George Raymond Bell” dirigida a proporcionar ayuda médica especializada a niños menesterosos; la “Escuela Hogar del Perpetuo Socorro, la “Casa Hogar Amparo”, la “Granja del Niño” y las fundaciones: Luis Morales Hurtado, y Merle Oberon de Pagliai. En ese periodo se crearon otras instituciones privadas en el interior del país que cubrían un amplio espectro: eran establecimientos y servicios educativos, médicos y psiquiátricos, becas, centros de investigación y desarrollo social. Las instituciones buscaban combinar el altruismo con la responsabilidad social brindando servicios sociales más que acciones humanitarias, se puede decir que se había sustituido la idea compasiva como sustento de las acciones solidarias, por una dimensión que involucraba un compromiso civil ante los problemas sociales. En esos años empiezan también a tener mayor presencia otras formas de agrupación que tienen lazos con redes internacionales filantrópicas y solidarias, es el caso de los clubes de servicio como los leones y los rotarios que habían veni23 La información sobre las dimensiones de la asistencia privada en esta etapa, es proporcionada por Moisés González Navarro. En su obra sobre la pobreza en México, se reporta otro dato relativo a la importancia de la participación privada en la atención a los ancianos, observando mayor número de asilos particulares que públicos entre 1930 y 1951, participación que alcanzó el 73% en 1963. En otras palabras de cada diez asilos, siete se debían en este periodo a la intervención de particulares. (González Navarro; 1985) Gloria Guadarrama Sánchez 18 do extendiendo sus asociaciones por toda la república, desde su constitución en México, en 1921 y 1933, respectivamente. Estos clubes de servicio, además de la Cruz Roja Mexicana, se cuentan entre las primeras asociaciones insertas en las corrientes del humanitarismo que empezaban a extenderse en muchos de los países del mundo. EL PENSAMIENTO SOCIAL DE LA IGLESIA CATÓ- LICA Históricamente, México ha sido un país predominantemente católico, razón por la cual la asistencia y las diversas formas de ayuda a la pobreza se vieron tradicionalmente asociadas a la religión. No obstante, con el predominio del orden social y político liberal durante la segunda mitad del siglo diecinueve, que impulsó la separación entre la Iglesia y el Estado, dando paso a la secularización de las instituciones de beneficencia; la participación de los particulares se dividió: un sector se asoció a los esfuerzos por ampliar la intervención del Estado que carecía de recursos para operar la beneficencia y otro luchó por mantener y ampliar las relaciones con la Iglesia. Con motivo de esas divergencias, las instituciones perdieron su centro de articulación en la fe, desintegrándose parcialmente el sistema de beneficencia. Después de las radicales medidas emprendidas durante la Reforma, la participación asociada a las organizaciones religiosas se había preocupado por crear instituciones que superaran lo que se consideraban los males producidos por la destrucción de la red de servicios, lo que en opinión de algunos había sido uno de los obstáculos para el desarrollo del país, trastornos que habían repercutido en el pauperismo y la desmoralización del pueblo. Sin embargo, hacia el final del siglo decimonónico, la difusión de las ideas sobre la igualdad y la justicia social habían dado un giro al pensamiento sobre la caridad cristiana, generalizándose nuevas explicaciones sobre las causas de la pobreza. Esas diferencias en la forma de pensar de los mexicanos se encontraban insertas en transformaciones de la doctrina social de la Iglesia desarrolladas en el continente europeo y expresadas particularmente en la encíclica Rerum Novarum, cuyo contenido fue publicado y difundido en México en el año de 1891. La encíclica reconocía los conflictos generados por la explotación de los obreros y la concentración de la riqueza en pocas manos y planteaba como vía para resolver los problemas sociales combinar justicia con caridad. En el primer aspecto se decía que había que buscar equilibrio en las relaciones entre las clases sociales, reconociendo que las diferencias entre ellas eran necesarias. En el segundo, se recordaba a los ricos el mandato de dar y repartir francamente, haciendo notar que para la salvación habría que dar cuenta del uso que se hubiese hecho de la riqueza.24 En distintas fuentes históricas se advierte que la difusión de esta doctrina social condujo en México a la organización de un movimiento social y de una participación política que buscaba reformar a la sociedad; entre los medios para hacerlo estaban las asociaciones de socorros mutuos y las asociaciones de profesionales. Esas agrupaciones se integraron en una corriente que puede ser identificada como la de los orígenes del catolicismo social mexicano. El pensamiento social de raíz católica, se extendió en México a partir de 1922 con la creación del Secretariado Social Mexicano, y se consolidó entre 1946 y 1968 cuando la acción del Secretariado fue coordinada por el sacerdote Pedro Velásquez.25 Ese organismo puso en marcha diversos proyectos para difundir el pensamiento y la acción social católica y apoyó procesos asociativos que constituían una alternativa a las estructuras corporativas entonces dominantes del 24 Los rasgos del pensamiento social católico en estas etapas, y su énfasis en establecer condiciones de trabajo en armonía con los principios cristianos, están documentados y son analizados extensamente en la obra de Jorge Adame Goddard, se considera que eran la respuesta de la Iglesia Católica a la expansión del socialismo. De acuerdo con su análisis, es posible identificar estos rasgos del pensamiento social de los católicos mexicanos en la obra del Jesuita, Alfredo Méndez Medina “ La cuestión Social en México” (Adame, 1981). 25 Hacia 1964 ya se habrían creado en el país 33 secretariados y numerosos centros sociales, integrando casi todos los movimientos laicos católicos. Desde el inicio de la década de los setenta principió la desintegración del Secretariado que dejó de ser reconocido por la jerarquía clerical en 1973. (Velásquez, H. M, 1999) 19 La asistencia privada: una aproximación desde... Estado mexicano. De ese modo, en la sociedad mexicana fueron extendiéndose algunas estrategias de trabajo autogestivo, el fomento a la cooperación horizontal y de base, y la orientación al cambio social; estrategias que pudieron ser el germen para la constitución de nuevas asociaciones civiles, que más tarde, hacia los años sesenta y setenta, se transformarían en una corriente que impulsaría la mayor participación de la sociedad civil, con un sentido de mayor autonomía y libertad con respecto a los centros del poder político. Para ubicar las vertientes de participación de los particulares en la asistencia privada, interesa destacar aquí la concepción de la acción social católica, como un conjunto de obras que correspondían al apostolado seglar; es decir que si bien estaban inspiradas por los principios cristianos y eran coordinadas en el ámbito eclesiástico, tenían un carácter seglar y laico. En ese nuevo arreglo institucional se hacía patente una óptica distinta a la que había prevalecido anteriormente en el ámbito religioso; así la caridad pudo ser percibida como la concertación de voluntades en bien de los hombres; lo que significaba, que ya no debía limitarse a ser una limosna sino combinarse con la justicia, basándose en la dignidad y el respeto a los derechos de la persona humana; adicionalmente, este tipo de caridad exigía un esfuerzo social para cumplir los deberes de la justicia.26 La presencia del Secretariado Social Mexicano en la beneficencia fue importante desde sus primeros años, su relevancia puede estimarse en los datos que confirman que en 1925, el Secretariado contaba con la “Unión de Damas Católicas Mexicanas” que participaban en tareas de beneficencia. La Unión tenía 216 centros regionales y locales y 22 885 socias. En ese nuevo modo de vivir la religiosidad, la asistencia social en la que participaban los seglares debía tender: [...] a procurar la marcha normal de la sociedad, elevar el nivel de la existencia 26 A estos conceptos de la doctrina social debe sumarse el énfasis en que había que organizarse para atender y prevenir los males sociales, agruparse y ponerse al servicio de la comunidad para trabajar por el bien común. (Velásquez, H Pedro, 1984) y a volver a colocar al individuo y a la familia en condiciones propicias para su pleno desarrollo [...] siendo un deber que incumbía a todos y no solamente al Estado. Así mismo, había que prepararse moral e intelectualmente para realizarla, transformándose en verdaderos trabajadores sociales, (Velásquez, 1984). El impulso brindado a las organizaciones sociales por el pensamiento social de la Iglesia Católica, impulsó la fundación de obras sociales y de asistencia ligadas a las diócesis en las que participaron y participan todavía individuos y grupos privados, dando un impulso sustancial a la intervención privada en las tareas sociales. Al explorar la red de relaciones que sustentan la asistencia privada y la participación social a través de asociaciones civiles, en nuestros días, se descubre un entramado que confirma sus vínculos con las organizaciones religiosas; organismos como el Centro Operacional de Vivienda y Poblamiento (COPEVI), la Unión Social de Empresarios Católicos Mexicanos, (UDEC), La Fundación Mexicana para el Desarrollo Rural, los Bancos de Alimentos (CARITAS), el Centro Nacional de Pastoral Indígena, la Fundación de Apoyo Social (FAS), numerosas cajas populares, albergues para desamparados, hospicios y asilos, tienen vínculos o son operados por organizaciones religiosas, dando actualidad y vigencia a esa vertiente de participación. No obstante la importancia que continúan teniendo las motivaciones religiosas en la acción filantrópica, las instituciones asistenciales privadas se han vuelto más complejas; integrando muchas iniciativas que tienen que ver con la eliminación de las desventajas sociales, así como con las posibilidades de desarrollar medios más eficientes y profesionales para atender los problemas. Desde esa perspectiva, las instituciones, al margen de sus motivaciones éticas ideológicas, sociales y humanitarias o de su filiación política, pueden contribuir a enfrentar los desafíos que plantea la extensión y la ampliación de los derechos sociales para todos los mexicanos. Gloria Guadarrama Sánchez EL PENSAMIENTO CONTEMPORÁNEO SOBRE LA ASISTENCIA Desde el inicio de los años ochenta se advertía ya la necesidad de una mayor apertura para que las organizaciones e instituciones privadas pudiesen desempeñar un papel más relevante en la asistencia. Eran tiempos difíciles para el país y para la enorme población que desde los años cuarenta había venido asentándose en la ciudad de México y en su entorno; la zona aledaña a la metrópoli se había convertido en la morada de muchos miles de pobres que arribaron al centro del país, con la esperanza de encontrar mejores oportunidades de educación, salario y vivienda. Esa situación desesperada fue asimismo un tiempo propicio para ir creando una mayor conciencia de los derechos y de las bondades de la participación no sólo del Estado, sino de la sociedad civil, la que inició a promover de nueva cuenta, la atención a las necesidades asistenciales de esa población multicultural y diversa. El diecinueve de septiembre de 1985, sismos descomunales conmovieron los cimientos de la ciudad de México dejando a su paso una estela de destrucción y muerte; en medio del dolor y del desastre surgieron grupos ciudadanos que se organizaron para responder a la emergencia; su acción coordinada para el rescate, para proporcionar atención médica, albergues y alimentos, se continuó en proyectos de reconstrucción que buscaban dar respuesta a urgentes necesidades sociales. Esa convocatoria solidaria fue el punto de partida para el surgimiento de nuevas organizaciones civiles. Del lado del gobierno, se consideró indispensable reorganizar la asistencia; un paso determinante en ese proceso, fue la expedición en 1986, de la Ley Sobre el Sistema Nacional de Asistencia Social. La nueva legislación para la asistencia en México partía del reconocimiento a los problemas derivados de la crisis financiera que vivía el país y que tuvo una fuerte y desalentadora repercusión en las condiciones de bienestar de la población. La ley se propuso establecer las bases de un sistema nacional de asistencia social que garantizara la 20 participación del gobierno federal, de las entidades federativas y del sector social privado, por prescripción de esta ley los servicios privados son actualmente parte del sistema nacional de salud y del sistema nacional de asistencia social. Es de notar el giro que se había dado en la visión sobre la participación de los particulares, hacia su consideración como un sector que requería la conformación de un nuevo espacio legítimo de participación, que ya no era estrictamente público, ni exclusivamente privado, sino social. Al arribar al fin de siglo la asistencia privada se sumaba a las expectativas de esperanza de encontrar nuevas vías para resolver los problemas sociales. Esos procesos, sumados a una corriente internacional que propone que el bienestar, el desarrollo y la paz para los países del mundo solamente pueden alcanzarse mediante la construcción de un sentido de responsabilidad compartida y con el concurso de todos, se integraron en un movimiento de incremento a la participación privada en la asistencia que se refleja en el surgimiento de nuevas instituciones. Del número de asociaciones y fundaciones que actualmente ofrecen servicios asistenciales, más de la mitad se constituye a partir de 1984 y, de cada diez de estas agrupaciones, seis son instituciones de asistencia privada. El desarrollo de la asistencia privada en las últimas década del siglo veinte, es más claramente visible, si se toma en cuenta que entre 1899 y 1943, se habrían creado solamente 48 instituciones de asistencia privada registradas ante la Junta respectiva de la ciudad de México. A mediados de los ochenta se contaban 164 instituciones que operaban 199 establecimientos: asistencia a ancianos, albergues para niños y jóvenes, instituciones educativas, centros sociales y de promoción del desarrollo. En 1996 había ya 378 instituciones que recibían aportaciones por más de dos mil millones de pesos, lo que significaba que en solamente diez años se habrían creado una mayor cantidad de instituciones que en todo un siglo: Los nuevos servicios contemplaban entre sus metas pasar del proteccionismo a la prevención, la rehabilitación y el empleo productivo; así como la promoción del desarrollo y el mejoramiento del nivel de vida. La asistencia privada: una aproximación desde... En 1996 tuvo lugar la primera reunión de patronos y directivos de instituciones de asistencia privada; la presencia de la Junta también se había fortalecido, extendiendo un modelo de organización de los servicios asistenciales hacia el interior del país, que se hizo manifiesto en 1997, cuando tuvo lugar el Primer Congreso de Instituciones de Asistencia Privada, evento en el que participaron los representantes de las doce entidades federativas, que en ese año contaban con Junta de Asistencia Privada. En ese congreso se destacó la importancia de establecer una red institucional que promoviese el desarrollo de este sistema de protección social. En 1998 la Asamblea Legislativa aprobó una nueva Ley de Instituciones de Asistencia Privada para el Distrito Federal. De conformidad con los preceptos de esta ley, en su artículo tercero, las instituciones privadas deberán prestar sus servicios sin discriminación de género, etnia, religión o ideología y brindarlos mediante personal calificado y responsable, cuidando siempre de respetar los derechos humanos, así como la dignidad e integridad personal de los beneficiarios. Esos acontecimientos advierten sobre una presencia continua de los establecimientos asistenciales manejados por particulares. La corriente de movilización puede ser asociada con una revaloración del humanitarismo, con la crítica a la ausencia de relaciones solidarias de las sociedades posmodernas, con la reacción ante la deshumanización del trabajo y del desarrollo tecnológico, y también con el papel relevante de la comunicación en un mundo globalizado. A lo largo de poco más de un siglo de existencia de la asistencia privada, la percepción social sobre lo que debe ser asistido había cambiado; ahora se consideran fines asistenciales, no solamente el auxilio a las necesidades urgentes de la privación y la pobreza, sino la promoción del desarrollo individual y comunitario, la defensa de los derechos humanos y la preservación del sistema ecológico. Con la ampliación de perspectivas, las actividades que desarrollan las instituciones también se diversifican: a las acciones tradicionales de protección social de niños, adolescentes y ancianos, a la asistencia médica, 21 preventiva y de rehabilitación; se agregan hoy la asistencia educativa a población con necesidades especiales, la capacitación para el trabajo de las mujeres, el cuidado del medio ambiente y la defensa de los derechos sociales. Instituciones inéditas y métodos innovadores se crean para enfrentar nuevas desigualdades y nuevos desafíos como las adicciones, el SIDA, la enfermedad de Alzheimer; la atención a minorías y las discriminaciones de género, etnia y religión; la violencia y la inseguridad. Entre los objetivos de la asistencia privada también encuentran lugar el fomento a la cultura, la protección de los animales, y la preservación de los recursos naturales, A diferencia de las instituciones caritativas del pasado, en las modernas instituciones asistenciales el elemento motivador de la solidaridad es la igualdad y una mayor conciencia del derecho de todos para ejercer las libertades y participar del bienestar. La visión de lo que debe ser una fundación refleja esas transformaciones; hace cien años una fundación era vista como un acto jurídico de voluntad individual, inspirada por un pensamiento desinteresado y generoso, que destinaba bienes y recursos a una obra benéfica. Actualmente las fundaciones son concebidas como organizaciones o redes independientes, que movilizan recursos provenientes de varias fuentes, con propósitos de atender problemas y necesidades sociales. El panorama de las instituciones en los últimos años se ha transformado con la aparición de nuevos protagonistas; en el presente se canalizan un mayor número de apoyos empresariales a las acciones filantrópicas y las propias empresas se han convertido en agentes de la asistencia; igualmente, se han incorporado universidades y fundaciones comunitarias locales y nacionales; en algunos casos han hecho su aparición los donativos y el financiamiento internacional. Hace apenas un par de décadas empezaron a difundirse en nuestro país los conceptos sobre la responsabilidad social empresarial; en esta nueva forma de percibir la acción de las empresas, éstas no tienen solamente objetivos lucrativos, ni se ven a sí mismas como entes económicos; aceptan en cambio que cumplen también una Gloria Guadarrama Sánchez función social, que en su dimensión más amplia, incluye su contribución al bienestar de la población. La nueva imagen se ha incorporado a los códigos de ética de las empresas y alentado su participación en actividades de beneficio social, particularmente la asistencia. Se ha argumentado en páginas anteriores que en las sociedades se integra una visión de lo que es, o debería ser, la ayuda social y de la función que cumplen las instituciones al brindarla. En nuestros días se difunde ampliamente la percepción de que es necesario y recomendable que exista una mayor participación privada en los servicios asistenciales. Esta percepción se afianza en un conjunto de ideas sobre la misión de las instituciones que son transmitidas por ellas mismas y por los medios masivos de comunicación, los que presentan la intervención de los agentes privados como una contribución significativa para el bienestar y el desarrollo social. Entre los códigos compartidos que dan cuerpo y significado social a la misión de las instituciones asistenciales prevalece la idea de que entregar tiempo, dinero y talento en el servicio a los demás, no solamente crea satisfacciones personales, sino que es una conducta digna de reconocimiento y respeto. Asimismo se afirma la idea de que el tejido social se conforma con personas y grupos que se juntan para fines reconocidos socialmente, y que esa participación fortalece a la sociedad y le permite resolver problemas complejos. Finalmente, se puede decir que en la sociedad mexicana que inicia el nuevo milenio, prevalece la idea de que la participación altruista y desinteresada en actividades de tipo asistencial se afianza en valores solidarios y tiene la recompensa de la satisfacción personal y en el reconocimiento de quienes son ayudados; y que tales actividades generan beneficios no cuantificables entre los que se encuentra la formación de capital social. A través de las imágenes trazadas en estas páginas, hemos intentado dar luz a la participación de las instituciones asistenciales privadas en la vida social política y económica de México; muchas acciones, personas y esfuerzos han quedado en la sombra, esperando a ser rescatadas del olvido por otras historias y otros testimonios. 22 Quedan aquí las líneas significativas de un rostro, entre muchos que pueden construirse sobre lo que ha sido el acontecer de la asistencia privada en el ir y venir de la historia. En el conjunto de luces y sombras se destaca que la acción filantrópica ha sido un componente permanente de las acciones emprendidas para atender los problemas de la desigualdad y la marginación en nuestro país; y que en ese sentido, las instituciones de asistencia privada han cumplido un conjunto de funciones sociales, en las que han servido tanto a los propósitos de ayuda a los pobres como a otras intencionalidades vinculadas con el entorno político y social, proporcionando legitimidad a formas y mecanismos de control social; respondiendo asimismo a la presión de intereses económicos y políticos de poderosos actores. En el mismo sentido se estima que las instituciones asistenciales se han desarrollado ligadas a los centros de poder de la Iglesia y el Estado y han tenido menos oportunidad de desarrollar instituciones solidarias autónomas. Al principio del nuevo milenio, la pobreza continúa siendo en nuestro país una realidad lacerante que afecta el destino de muchos millones de personas. Para estar a la altura de los desafíos que plantea el futuro inmediato, la asistencia privada deberá encarar el reto de ampliar y consolidar sus servicios, conformándose como una red nacional solidaria que asegure una contribución significativa para el desarrollo, entendido éste, como la posibilidad generalizada de ejercer plenamente libertades y derechos. En esa intención, resulta imprescindible que las instituciones de asistencia privada sumen un conjunto de activos que les permitan incrementar la valoración positiva de la sociedad hacia las acciones que desarrollan, ampliando los niveles de confianza en que las instituciones cumplen con sus objetivos sociales. BIBLIOGRAFÍA Adame Goddard, Jorge (1981), El pensamiento político y social de los católicos mexicanos 1867—1914, México, Universidad Nacional Autónoma de México. 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