RUIDOS EN LA NOCHE El día que Laura nació, su padre no sintió

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RUIDOS EN LA NOCHE
El día que Laura nació, su padre no sintió alegría, porque la decepción al ver que no era varón
fue más grande que el acontecimiento de ser padre.
Unos días después de nacer, fue a buscarlas al hospital. En pocos meses Laura comenzó a
cautivar a su padre Carlos, fue entonces cuando él se dio cuenta de que la amaba con locura:
su cara, su sonrisa y sus ojos negros y brillantes… no se apartaba ni un momento de su mente.
Todo se lo quería comprar, la mira en cada niño o niña que se le cruzara.
Esta historia era, a veces, contada por Carlos, el padre de Laura. Ella era la razón más
importante para vivir.
Una tarde la familia y unos amigos se sentaron a la orilla de una laguna cerca de su casa, ella
comenzó a entablar una conversación con su padre y entonces le preguntó:
-
Papá ¿cuándo cumpla 18 años que me vas a regalar? – su padre le contestó
Pero cariño si todavía tienes 10 años ¿ no te parece que queda mucho para la fecha?
Bueno papá, tú siempre dices que el tiempo pasa volando, aunque yo nunca lo he visto
pasar por aquí.
La conversación se extendió y todos participaron en ella. Al caer el sol, todos volvieron a sus
casas.
Una mañana Carlos fue a recoger al instituto a su hija, que ya tenía 17 años, estaba tan
contento que la sonrisa no se podía borrar de su rostro, con gran orgullo le enseñó las notas de
su hija a un amigo que pasaba por allí, eran excelentes, ninguna menor de ocho, y las
observaciones de sus profesores eran realmente conmovedoras. Su amigo le felicitó y le invitó
a un café.
Laura ocupaba todo el espacio de su familia, en lamente, en el hogar y en el corazón,
especialmente en el de su padre.
Fue un domingo por la mañana cuando todos se dirigían a la iglesia, Laura tropezó con algo, o
eso creyeron todos, dio un traspiés, su padre la agarró corriendo para que no se cayera.
Cuando estaban sentados en sus asientos Laura fue cayendo lentamente y casi perdió el
conocimiento, un amigo la agarró mientras su padre buscaba un taxi para llevarla al hospital.
Estuvo ingresada durante 10 días y fue entonces cuando la diagnosticaron una grave
enfermedad que afectaba al corazón, pero no era algo definitivo, había que practicarle unas
pruebas para llegar a un diagnóstico definitivo.
Los días fueron pasando, Carlos renunció a su trabajo para dedicarse al cuidado de Laura, su
madre era quien quería hacerlo, pero decidieron que fuera Carlos pues los ingresos de la
madre eran superiores.
Una mañana Carlos se encontraba con su hija cuando ella le preguntó:
-
Papá ¿voy a morir, verdad?, te lo han dicho los médicos.
A su padre se le encogió el corazón y con la voz entrecortada contestó:
-
-
No mi vida, no vas a morir. Dios no permitiría que perdiera a lo que más amo en el
mundo.- Ella le preguntó:
¿ Van a algún lugar, pueden ver desde lo alto a las personas queridas, sabes si pueden
volver?
Bueno hija – dijo- en verdad nadie ha regresado para contar algo de eso, pero si yo
muriera, no te dejaría sola. Estando en el cielo utilizaría el viento para comunicarme
contigo.
¿Al viento?,¿y cómo lo harías?
No tengo ni idea, solo sé que si algún día muero sentirás que estoy contigo cuando un
suave viento roce tus mejillas.
Ese mismo día por la tarde llamaron a Carlos, el asunto era muy grave, Laura se estaba
muriendo, necesitaba un corazón el suyo solo resistiría 15 o 20 días más.
El padre se preguntó, ¿un corazón? ¿dónde?.
Ese mes Laura cumpliría sus 18 años. Fue el viernes cuando recibieron un donante, las cosas
iban a cambiar, el domingo por la tarde Laura estaría operada.
Todo salió como los médicos planearon, fue un éxito. Sin embargo, Carlos no había vuelto al
hospital y Laura lo echaba en falta. Su madre le decía que por fin todo estaba bien, su padre
trabajaría para sostener a la familia.
Laura permaneció ingresada 15 días más, pues no estaba lo sufientemente fuerte para poderse
marchar. Al llegar a casa, todos se sentaron en un enorme sofá, su madre con los ojos
encharcados, le entregó una carta que su padre le había escrito.
“Laura, mi única razón. Seguramente tengas 18 años, y un corazón fuerte en tu pecho, esa fue
la promesa de los médicos que te operaron, no puedes imaginarte las ganas que tenía de estar
a tu lado en este momento, cuando supe que ibas a morir, decidí dar respuesta a una pregunta
que tú misma me hiciste cuando tenías 10 años y a la que nunca respondí. Decidí hacerte el
regalo más hermoso que nadie jamás ha hecho. Te regalo mi vida entera, para que hagas con
ella lo que quieras, vive mi vida. Te quiero”.
Laura lloró todo el día y toda la noche, al día siguiente fue al cementerio y se sentó sobre la
tumba de su padre, lloró como nadie lo había hecho y susurró:
-
Papá ahora puedo comprender cuanto me querías, aunque nunca te lo dije. Por eso
hay que comprender la importancia de decir “TE QUIERO”. Y te pediría perdón por
haber guardado silencio.
En ese instante, un viento le acarició el rostro. Se levantó y se fue a su casa.
Su padre había donado su corazón, para regalarle la vida a su hija. Laura se dio cuenta de que
el único camino es el amor incondicional.
SHARON GIRALDO
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