PREGÓN DE SEMANA SANTA ESTEPONA 2013

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PREGÓN
DE
SEMANA SANTA
ESTEPONA
2013
1
Creo en Dios que es un ser inabarcable, espiritual,
eterno, misterio, al que me enseñaron a llamar Padre, pero que
tiene detalles preciosos de Madre; un Dios que todo lo puede en
el amor, que sólo sabe querer y perdonar. De Él sólo proviene lo
bueno, lo bello, lo tierno. Creo en un Dios que no sabe, no
quiere, no consiente el castigo, el dolor, la muerte. Un Dios que
es Creador de Vida, de la Vida con mayúsculas y de la infinidad
de vidas con minúscula.
Creo en un Dios que antes de que me concibieran ya me
pensó, antes de ser engendrado en el seno materno ya me quiso
con amor eterno.
Creo que Dios me concedió el regalo de la vida a través de
las personas que yo más quiero, mis padres, José y Pura,
entretejido en las entrañas de una madre al fuego lento de amor
y de la vida. Y compartida con mis cuatro hermanos: Puri, Elo,
Antonio y Máximo, portadores, al igual que yo, del amor y
sacrificio de nuestros padres.
Y Creo en Jesucristo, su Único Hijo nuestro Señor, del Padre
nació y al Padre volvió; un Jesús portador de semilla divina, con
el mismo corazón de Dios. La Palabra hecha carne, la luz de Dios
hecha lámpara, ,la fuerza de Dios hecha debilidad, el amor de
Dios hecho gesto visible, el poder de Dios, su eternidad, hecho
Hijo en las entrañas de una mujer, María, que por obra del Santo
Espíritu, tejió en el Templo de Dios la figura, el rostro de un niño.
Con amor y con dolor de madre lo parió, lo besó, lo abrazó y lo
acostó en un pesebre. El cielo se abrió y cantó la gloria de Dios.
La paz inundó el corazón de los hombres amados por Dios.
2
Creo que este niño fue bandera discutida y el corazón de su
madre fue atravesado por una espada de doble filo: la de la
muerte y la de la vida.
Fue creciendo en estatura y en gracia a los ojos de Dios y de
los hombres, y sus padres guardaban todas las cosas en el
corazón.
Y se hizo hombre, verdadero hombre, asumió la condición
humana hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de
cruz, bajo el poder de Poncio Pilato, al igual que hoy, otros
cristos, mueren bajo el poder de otros pilatos. Entró en las
mismas entrañas de la muerte, pero Dios lo resucito y en su
resurrección todos hemos resucitado.
Creo en Jesús, realidad presente en mi vida, que me levanta
cuando me siento decaído, que me alegra cuando estoy triste, y
que me dice “ No temas, yo estoy contigo, todos los días, hasta el
fin del mundo”. De este Jesús me enamoré hace ya tiempo,
envolvió mi vida y mi ser, y no pude otra cosa que dejarme
querer. Un Jesús del que me siento hermano y amigo. Y que me
llamó porque Él quiso a ser testigo. Me regaló lo más grande y
bonito que yo pueda tener: la vocación sacerdotal, tesoro que va
en vasijas de barro, pero tesoro; que un día fue servicio en
Estepona y hoy se realiza como párroco en Marbella y Arcipreste
en toda la comarca. Un ser cura que se vive , se celebra, se
forma, se alimenta, en esta querida diócesis de Málaga.
Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, fuerza de
Dios, aliento de Dios, fuego de Dios, que arrasa y destruye, pero
que calma y construye. Espíritu que nos hace exclamar “Abba”,
Padre. Espíritu que es susurro y brisa, consuelo y esperanza,
fortaleza y ciencia.
3
Y creo en la Iglesia, que es Una, Santa, porque aquí esta
Dios, Católica porque no entiende de razas, lenguas o culturas y,
Apostólica, porque en ellos se sostiene y de ellos aprende.
Creo en la Iglesia como hogar y familia, lugar de encuentro,
donde Dios habla a puertas abiertas, donde todos tenemos pan y
vino, donde Dios se parte y se reparte, donde Dios se viste de
misericordia y perdón, donde Dios se unge con aceite de
salvación, donde Dios se significa con y por amor, donde el agua
es fuente de salvación y el Espíritu revolotea por cualquier
esquina.
A ella, a la Iglesia, la quiero como madre y maestra, a ella
intento servir de balde y con todo lo mío y en ella quiero morir
con la casulla puesta.
Creo que la muerte no es el final, que Dios me tiene
preparada una sorpresa, la Vida Eterna. Donde Él cambiará el
luto por danza y la pena por fiesta.
Y allí, con el Padre, el Hijo y el Espíritu, junto a la Madre y el
innumerable número de salvados, viviremos y gozaremos la Vida
Eterna. Que para esto, y sólo para esto nos pensó Dios.
Os confieso que no resulta fácil estar hoy aquí, delante de
todos vosotros, para pregonar la Semana Santa, por eso he
querido comenzar proclamando mi fe, que es la fe de la Iglesia,
en este año en el que Papa Emérito Benedicto XVI ha deseado
que ocupe un lugar mas importante si cabe en la vida del
creyente.
4
Y quiero comenzar agradeciendo a la Agrupación de
Cofradías de Semana Santa de Estepona y a su Consiliario Don
Pedro Villarejo, y a Don Antonio Domínguez el haber permitido
que el Pregón sea en este templo, en la Parroquia Santa María de
los Remedios.
Desde este púlpito me siento mas sereno. Fueron nueve
años “agarrao” a este ambón y desde él os hablaba del Dios de
mis adentros. Gracias Pedro y gracias Agrupación por sacarme de
la historia de este pueblo y convertirme hoy, por un instante, en
presente y en Pregonero.
Ilmo. y Excmo. Vicario General de la diócesis de Málaga
Monseñor José Manuel Ferrary Ojeda que nos honráis con
vuestra presencia y se que estas aquí más por amistad que por el
cargo que desempeñas, son muchos años caminando juntos, y tu
presencia hoy aquí ratifica el cariño fraterno que nos tenemos.
Rvdos. Párrocos de Estepona: Don Pedro, Don Fernando y
Don Antonio, verdaderos hermanos en el presbiterio, gracias por
permitirme estar en vuestros templos y gracias por dejar que siga
ocupando un lugar en vuestros almuerzos, por acordaros de mi
en vuestros presentes navideños y dejarme que os siga
acompañando cuando visitáis el templo del sufrimiento, aquel
Hospital que aún tanto quiero.
Señor Presidente y miembros de la Agrupación de Cofradías
de Semana Santa de Estepona
Hermanos Mayores y Juntas de Gobierno de las distintas
Cofradías de Semana Santa y Gloria de la Villa de Estepona
Sr. Presidente y miembros de la Agrupación de Cofradías de
la ciudad de Marbella que habéis querido acompañarme en este
acto.
5
Excmo. Sr. Alcalde de este municipio y miembros de la
Corporación de Estepona y Marbella que os habéis hecho
presente en este acto.
Hermanos y hermanas de las diferentes Hermandades y
Cofradías de Pasión y Gloria
Feligreses de las diferentes parroquias de Estepona y de la
parroquia Nuestra Señora de la Encarnación que por misericordia
de Dios y mandato de la Iglesia estoy presidiendo estos años
Mi querida familia, padres y hermanos, me faltarían horas
para deciros cuánto os quiero, me faltan palabras para pediros
perdón por el daño hecho y no quisiera que pasará mas el
tiempo, para nunca perderos.
Y por último saludo y abrazo a mi presentador, Francisco
Aguilar, verdadero regalo de Dios en mi vida, amigo de corazón,
que junto a su familia, me han adoptado en esta Villa, y, puedo
venir a su casa, como si fuera la mía, y me siento hijo y hermano
de esta sencilla familia.
Os decía hace unas semanas cuando me dirigí a vosotros a
través de esas magnificas revistas que cada hermandad publicáis,
no sin esfuerzo, pero que cada año llenáis de mas contenido,
noticias y vida, que desde que Don Jesús Aral, Presidente de la
Agrupación me visitó para comunicarme la decisión de
nombrarme pregonero de la Semana Santa esteponera, mi
cabeza no ha parado de buscar y llenarse de pensamientos,
sentimientos y recuerdos de mis años vividos con vosotros, y…
a veces me encontraba pasando frío en la tribuna, otras
saludando al chiquillerío de la borriquita, o , madrugando para la
misa de Alba, o, asomado detrás de mis cortinas, viendo como se
disponían a desorganizar mi recién pintada parroquia.
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Me sorprendía mirando al cielo, pidiendo clemencia a la
lluvia, o , acelerando el paso, pues el agua caía, y junto a
Hermanos Mayores del Amor o de la Veracruz, en mi tiempo
nunca le llovió al Cautivo, cerrar el paraguas para dejar mojar
nuestros nuevos y negros trajes y así parecernos más al hombre
de trono o de cuadrilla, a la mujer de mantilla o al penitente que
nunca se salía de su sitio o de su fila aunque el agua llenara de
lágrimas la vasija de su alma dolorida por no poder salir o
terminar su estación penitencial.
Y han resonado con fuerza e intensidad la palabra
“cofradía” en toda mi historia sacerdotal. Desde Vélez Málaga
aprendí que ser cofrade es mucho más que ser semanasantero, y
ser cofradía mucho mas que ser peña o club cultural de amigos.
En primer lugar, ser cofrade, es un orgullo y un honor. Presumir
de nuestros Sagrados Titulares una obligación y llevar a gala
nuestra historia es ser testigos excepcionales de la vida de un
pueblo que echo el ancla de su barca en las aguas incorruptibles
de la fe, la esperanza y el amor. Ser cofrade es ser cristiano. No
podemos poner más apellido que este.
Ser cofrade es creer, tener fe, estar confirmados, participar
en la misa dominical, confesar nuestros pecados, tener
bautizados a nuestros hijos y bendecido nuestro amor. Ser
cofrade, como ser cristiano, es recibir la Unción en nuestra
enfermedad y pedirla para nuestros mayores de edad. Ser
cofrade es intentar que de nuestros jóvenes, algunos, se
dediquen por entero al Señor, y que algún día los curas más
viejos podamos darle el testigo de nuestra vocación.
Una cofradía es una asociación pública de fieles
pertenecientes a la Iglesia Católica. No cabe otra definición, ni
cabe otra forma distinta de venerar a la Santísima Virgen y adorar
a su Señor.
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Las cofradías no pueden caminar por otra senda que no sea
la Palabra de Dios, y no pueden hacer estación de penitencia sin
oración. Una cofradía no pertenece a la Delegación de fiestas o
cultura de ninguna corporación, ni en ellas hay sitio para el
figurín o el figurón. Nadie puede poner su apellido como
posesión de honor, y nadie puede perpetuar su puesto como
privilegio a su labor.
En la cofradía es primero el que más claveles pincha, mas
alpaca limpia y el que detrás, al final, debajo del manto de la
Virgen, que es quien lo cobija, reza avemarías por su hijo
enfermo o por el que le dejó ese lugar que hoy él ocupa, y desde
el cielo le ayuda a soportar la dureza del varal o de la trabajadera.
Y una cofradía no es una isla, no es un monolito en medio
de la llanura, no es un juego de competición a ver quién lo hace
mejor, o quién tiene o estrena más enseres cada año, la cofradía
no es un combate a puño cerrado. Las cofradías sois hermanas
gemelas, hijas legítimas de Padre y Madre.
Habéis tenido la misma cuna: la Iglesia, y os ha
amamantado los mismos pechos: las parroquias y ahora, ya
adultas, vivís en una misma casa: la Agrupación, que intenta que
os llevéis como buenas hermanas, y si hay conflictos o
desencuentros lo arregléis en la mesa camilla del diálogo y
entendimiento, que hay por ahí mala gente, que se ponen muy
contentos, cuando ven nuestros desencuentros, cuando les dicen
que nos estamos peleando por tener más puestos o cuando
descubren que nuestras listas se quedan más vacías cuando no
salen aquellos por los que habíamos apostado en nuestros
relevos.
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Esta Agrupación de Estepona tiene ya su historia, y sin
entrar en fechas o nombres pues me perdería, creo de justicia
decir y agradecer en nombre de todo el mundo cofrade
esteponero, la valentía de aquel, que sin haber nada, y cuando
los vientos eran contrarios, creyó posible que en Estepona
resurgiera el mundo cofrade:
Gracias Don Fernando, párroco de Nuestra Señora del
Carmen, por convertirte en el promotor del resurgimiento de la
Semana Santa de Estepona, y gracias por hacerlo con la
originalidad de traer un arte desconocido para la tierra
malagueña y enseñar a andar a los Sagrados Titulares con pasitos
cortos y “to” por igual.
Y este primer riachuelo desembocaba en una Semana Santa
seca, casi sin caudal, y empieza a remojar las tierras áridas de
unas calles que hacia mucho tiempo que no olían a cera, y se
despiertan sonidos de trompetas, y se dan los primeros toques
con el llamador y las primeras órdenes de capataces:
¡hacía tanto tiempo, Dios mío!
Y Estepona despierta y reaparece como el Guadiana otro
manantial de agua, la Veracruz, que se reorganiza después de
años metida en el subsuelo de la historia; y nace otro río, El
Cautivo, y empiezan a construir sus caudales, y brota la devoción,
y renace la fe, y va creciendo el número de hermanos, y de
hombres de trono, y de cuadrillas de costaleros y aquello que
comenzó, en un pequeño nacimiento hoy es un caudaloso río,
donde tres grandes hermandades, gracias a sus diferentes Juntas
de Gobierno, a sus Directores Espirituales, a las parroquias y
sobre todo al cariño y devoción de un pueblo, hoy, tenéis,
tenemos, una gran Semana Santa en Estepona:
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un gran río, por donde van las mismas aguas que brotaron
del costado de Cristo, ese Cristo que entró en Jerusalén montado
en pollino, ese Cristo al que ataron las manos y lo hicieron
Cautivo; Cristo el de Nazareo que cosieron su hombro al madero;
Cristo clavado de verdad en una cruz y Cristo yacente seco por
fuera, roto por dentro.
Y ese gran río, de la Semana Santa esteponera, se nutre de
las lágrimas por la Paz que nunca llega, y por la deseada Salud de
quién enfermo se encuentra. Y el caudal crece cuando llega a la
orilla de la Esperanza, y sus aguas se vuelven bravas ante los
Dolores de los que por él navegan. Para terminar en el silencio de
la Soledad del agua cuando llega la Aurora del nuevo amanecer y
ese río desemboca en la inmensidad de la resurrección. Ya el río
desaparece en la Pascua, y todos vuelven al nacimiento de su
riachuelo para volver a llenarlo de fe y sentimiento.
Porque el trabajo de una Cofradía no se limita a un día o a
una semana, no es una travesía que sólo dure una jornada,
cuesta mucho poner en la calle un desfile procesional: muchas
reuniones, muchas actividades para recaudar fondos, muchas
horas de limpieza de enseres, a veces, muchos disgustos,
sinsabores, horas quitada a la familia y a los amigos, y se hace
con gusto cuando hay armonía, buen ambiente, cordialidad,
todos a una, por desgracia, a veces las cofradías son lugares de
división y tensión, de enemistad y discordia.
No permitáis nunca, hermanos cofrades, que vuestras
cofradías se conviertan en campos de batalla. Dejarían de ser
hermandades, para convertirse en grupos de poder, no dejéis
nunca que alguien quiera convertir la Hermandad en su cortijo, o
en su propiedad. Creo que hace tiempo ya se pagó un alto precio
por ello. Que no se repita la historia.
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Buscad entre los creyentes de las parroquias, a los más
buenos, solidarios, emprendedores, humildes, trabajadores,
sencillos, también pecadores, con defectos, con genios y
prontos…pero sin saber guardar para mañana lo que ha ocurrido
hoy, esos serán buenos cofrades, esos serán el futuro de la Iglesia
y por lo tanto el futuro de las Cofradías.
La Semana Santa en Estepona, comienza muy temprano al
alba del Domingo de Ramos y terminará con la Aurora del
Domingo de Resurrección, dos momentos de luz y creación, al
amanecer de cada Domingo comienza la Pasión y la Resurrección.
Al amanecer del primer día de la Semana, cuando a la luna
llena de primavera le cuesta trabajo oscurecer para dar paso al
resplandor de sol, la Hermandad del Cautivo prepara el traslado
de sus Sagrados Titulares con la tradicional misa de Alba. Como
cada año se produce el milagro, y cuando se teme vendrán
menos gente, porque hace más frío, o porque hace mucho viento
en la explanada de San Francisco, la parroquia de los Remedios
se va llenando de hombres y mujeres, jóvenes y niños, para
celebrar la Santa Misa, ya con ornamentos rojos, anuncio de la
muerte que se avecina, y posteriormente acompañar a Nuestro
Padre Jesús Cautivo y María Santísima de la Salud por el centro
silencioso de la aun dormida Estepona.
El coro de la Hermandad canta la misa, y a medida que va
transcurriendo, el corazón late más deprisa. Llega la hora de la
comunión, la acción de gracias… y ya, hacía mas de un año que
no se cantaba, hacía más de un año que no escuchaba esa
melodía... Es, nuestro Padre Cautivo…el de la mirada Santa….el
que dio vista a los ciegos… el que andaba sobre el agua….el
corazón se llena de sentimientos, los ojos de lágrimas, la mente
de pensamientos, la cabeza de recuerdos, rostros, nombres,…..:
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“ si Tu eres mi Cautivo, Tu eres quien me sostiene en mi lucha, el
que me acompañas en mis aprietos, si Jesús Cautivo, tu eres el
Señor del Miércoles Santo esteponero”.
Junto al Cautivo, en ese amanecer dominguero, te
acompaña tu Madre, Señora de la Salud y consuelo del enfermo,
vamos cantando el Rosario, vamos rezando casi en silencio, te
llevan las mujeres, que son expertas en cargar con sufrimientos,
vamos camino de la casa Hermandad, donde os esperan vuestros
tronos austeros, donde ya se empieza a preparar el cercano
momento, de salir por las calles de Estepona a decirnos a todos,
que no nos preocupemos, que el agua esta calmada y el enfermo
sereno.
Domingo de Ramos, Domingo de Pasión, las parroquias
preparan otra procesión, las Iglesias se llenan de niños, padres,
abuelos, todos vestidos de nuevo, en la celebración se escuchará
por primera vez la Pasión, el relato conmovedor de hasta dónde
puede llegar el amor de Dios.
La tarde se viste de Carmelo, y a eso de las 5, lo más
jóvenes de este mundo cofradiero, llenos de ilusión, quizá por
ser su primer sueño cumplido, el de ser costalero, con su faja
bien “apreta” y su costal bien puesto, abren las puertas de la
Semana Santa entrando triunfalmente en la Jerusalén de
Estepona al Hijo de Dios aclamado Mesías sobre un pollino, y a su
Madre, Nuestra Señora de la Paz, que lo acompaña en estos
duros momentos.
Que gran idea convertir el Domingo de Ramos en semillero
de costaleros, dejar y guiar a los más jóvenes en estos primeros
momentos.
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Uno mira, con preocupación y cierto dolor, a otros lugares
malagueños, cómo algunos jóvenes, que no niños que juegan a
ser mayor con inocencia y sin ninguna otra intención, me refiero
a los que quieren ir por libre en estos caminos cofradieros, y se
nombran a ellos mismos hermanos mayores, siendo aún
pequeños, y adquieren imágenes como si de ellos dependieran la
fe y devoción de un pueblo, y lo que es peor, a veces, cuentan
con el apoyo de cofrades viejos, que no entienden ni quieren
entender, que sólo desde dentro de la Iglesia, es posible una
seria devoción.
Un ruego, amigos cofrades, seguid sembrando en el corazón
de los más pequeños la devoción, pero no los confundáis con
vuestra buena o mala intención, sólo a los pastores de la Iglesia
les corresponde dar su aprobación a una nueva advocación; y
seguid transmitiendo la fe, la esperanza y el Amor a toda la
chiquillería de nuestro alrededor, no permitáis que nadie se
convierta en capataz de tronos sin devoción. Los que quieran ser
cofrades que lo sean de corazón, de cuota y de honor, que lo
sean en asociaciones eclesiales, no de barrio o de salón, y que
dejen de decir lo mal que lo hacemos, y metan su hombro o su
costal en el trono de la unión.
A la caída de la tarde, Jerusalén queda dormida, los niños
cansados, los nuevos costaleros y costaleras, doloridos pero
satisfechos, todo ha salido bien, todo esta hecho, el año que
viene, el Amor y la Esperanza serán mis nuevos dueños, Jesús,
nuestro Señor se retira, a las afueras de Jerusalén, y… llora.
Llora sobre la ciudad que lo verá morir en los próximos días,
llora de desconsuelo, por eso emprende el camino de regreso,
Nazaret, su casa, le pilla muy lejos.
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Se va a Betania, su otra casa; la casa de Lázaro, Marta y María,
sus amigos buenos.
Allí un beso de consuelo, un abrazo de encuentro, una
conversación de lo ocurrido, una sopa caliente y un intranquilo
sueño:
“La noche se ha echado encima, la oscuridad va ocupando
mis adentros, el miedo se apodera de mis pensamientos.
Descansa, Jesús, descansa, que ya la muerte viene a tu
encuentro”.
Lunes y Martes Santo son días de trasiego. Piezas que no
encajan, tornillos que no encuentro, cera que no se derrite,
guantes que compro de nuevo. Subo al altillo y saco la túnica de
mi hijo y de mi nieto, que ha crecido un poco y tengo que echarle
el bajo de nuevo. Me acercó a las distintas casas de hermandad y
aquí es un hervidero; el Hermano Mayor, nervioso; el capataz o
mayordomo dando voces porque no encuentra no se qué rollo de
papel viejo, hermanos que pagan su cuota, y otros dicen que:
“este año, lo siento, no me llega ni para el sustento”
“No, no te preocupes hermano, que tu nombre esta en tu
sitio puesto, y si no tienes para pagar la cuota, toma estos
alimentos para tus pequeños, que aquí lo de la Hermandad va en
serio, que lo poco que tenemos no es mío, sino nuestro, y si
necesitas más, ¡vente!, que te llevo a las Cáritas de nuestro
templo, que pongan comida en tu nevera y bálsamo en tu
sufrimiento”.
Y siguen pasando las horas y siguen llegando rostros
nuevos:
“este año, no puede salir mi padre, ya es viejo, pero yo, su
hijo pequeño, ocupo su puesto…; y es que a mi me han operado y
no puedo cargar peso, pero vengo a pinchar claveles o a llenar de
parafina los candeleros; mi nieto quiere salir, pero todavía es
muy pequeño…; tengo promesa de salir de mantilla, no por
lucimiento, me ha hecho un gran favor, y se lo debo…”
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Jesús estos días va de Betania al Templo; predica en la
explanada y descansa en la casa de las hermanas ; por el camino
instruye a los discípulos, en la noche ora y descansa, y como
anticipo de lo que esta por ocurrir, el Martes Santo la Hermandad
de la Veracruz pide a Estepona que prepare el camino que Jesús a
de recorrer , que rece su Vía Crucis, que suba al Calvario y
aprendamos lo que es sufrir. Cientos de personas se dan cita en
esta noche , de todas las edades, de todas las hermandades, en
silencio, en orden, en oración, en reflexión, se va llegando a la
Ermita del Calvario: testigo de promesas y novenas, testigo del
tiempo que la tiene casi derrumbada:
¡que no se preocupe Estepona, que la parroquia de los
Remedios y la Constructora Benéfica, huella del padre Manuel en
estas tierras, que me honro de presidir, ya ha previsto, pasadas
estas fechas su reconstrucción, para que el Calvario siga siendo
destino de peregrinaje y digno lugar de oración!
Miércoles Santo. Hoy el Señor no va a Jerusalén, le deja
paso a la traición, es Judas el que se aleja, es Judas el traidor, por
la mañana apaña el engaño, por la mañana amasa su rencor, un
beso será la señal, “con un beso marcaré al que debéis de coger y
llevarlo Cautivo a las entrañas de los infiernos, del odio y de la
sinrazón”.
Los Remedios se vuelven a convertir en pórtico de salida. La
misa del Miércoles Santo se llena de color azul y blanco. Hombres
de trono, penitentes, mujeres de Mantilla, mayordomos, Junta de
Gobierno, van a la sede canónica a celebrar el encuentro con la
eucaristía, a recordar momentos:
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unos años salidas y otros encierros; ahora decidimos estar
juntos celebrando la santa misa y los Sagrados Titulares en
nuestros adentros, pero todos los años necesitamos este
sacramento y decirles a los que no están que los llevamos dentro,
y sentir la presencia de los nuestros, que nos dicen:
“ ¡ánimo! Que nosotros desde aquí os vemos y, cerrar los
ojos, rezar un padrenuestro por los que murieron, cada uno por
los suyos y todos por los nuestros, por aquellos que desde el
principio apostaron por este sueño de ver al Cautivo y la Virgen
de la Salud por nuestro pueblo, por eso, cada año, tu, Juan
Ramos Orellana, llevarás el trono desde el Cielo”.
Después de la misa y los recuerdos, vamos deprisa para la
casa Hermandad que ya llega el momento.
Todo parece desorganizado, nadie encuentra su puesto,
pero a un golpe de campana y cuando la Cruz guía aparece desde
dentro, todo se vuelve silencio, orden y respeto. La agrupación
musical da los primeros toques, los niños los primeros pasos, los
penitentes encienden sus cirios… empieza el cortejo, se abren las
puertas, los varales entran en movimiento, parecen que no
caben, la gente se estremece, ya…ya aparece…el Cautivo está en
la calle, parece el de siempre, pero no, hoy me ha mirado desde
enfrente, y me ha dicho:
“¿por qué no te arrepientes?¿por qué sigues tozudo? ¿por qué
tu corazón no se resblandece?...y yo agacho mi mirada, no. No
puedo mirarte a la cara, tu mirada santa ha tocado mi alma, he
ido corriendo y le he dado un abrazo a quien tanto amaba y sin
saber porqué ahora no me hablaba , y he pedido perdón a mi
amigo del alma, y a mi chiquillo al que siempre regaño porque
nunca se está quieto, lo he cogido en brazos y le he dicho: “ Mira
hijo, este es de quién yo te hablaba”.
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Detrás del Cautivo va su Madre. El azul del cielo la
acompaña. En su palio, el Espíritu que la fecundó, y en sus varales
hombres anónimos que, con sus caras tapadas, sienten el peso
del dolor de una Madre que acompaña a su Hijo, después de la
traición, al patíbulo del dolor. ¡Qué duro tiene que ser para una
madre ver sufrir a un Hijo! ¡que duro acompañarlo en la cama del
dolor, la enfermedad, la injusticia, el paro…! ¿se cruzarían en su
camino Judas y María? Seguro que no, porque si se hubieran
cruzado, la Virgen de la Salud, hubiera curado el corazón
endurecido del traidor.
Y en el desfile procesional, los ojos grandes de esta bella
imagen, mirarán detrás de las ventanas, buscarán en los sillones
gastados a los ancianos, en las camas a los enfermos, en las
habitaciones semioscuras aquellos que llevan años casi
muertos…
Buscará en cada casa al que se va quedando sin esperanza
porque no da resultado el tratamiento, ira desde aquí a cualquier
recoveco donde haya sufrimiento ya sea en hogar u hospital, en
casa o residencia y cubrirá tu herida con bálsamo de consuelo,
llenará tus alforjas de fe y fuerza para seguir en esta lucha sin
desfallecimiento, y si nada tiene arreglo, desatará las manos del
Cautivo para que lo lleve con El al cielo.
Y después de la procesión, el encierro, decirte adiós, o
mejor, hasta luego. Darle un abrazo al que me ha llevado de la
mano porque mis ojos iban ciegos, y darle un beso en los labios
al hombre que tanto quiero; ir corriendo para que mi hija cambie
los tacones y descanse sus pies en el frío suelo, y felicitar al
mayordomo por los golpes de martillo tan certeros, y decirle al
Hermano Mayor:
“¡ que orgulloso debes de estar de tu Junta, de los hermanos y de
tu pueblo!”
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Y después de comerse un bocadillo seco, esperar que se
vaya la gente, darle un beso desde lejos a la Madre y al Hijo,
cerrar la puerta de la Hermandad despacio, llegar a la casa
molido y cansado y cerrar los ojos despacio, para no despertar a
los niños, o a mis padres viejos, y volver a revivir en mi mente y
en mis sueños la dicha de pertenecer a la cofradía de María
Santísima de la Salud y del Cautivo esteponero.
Hay tres jueves, que aunque no sean fiestas, siguen
brillando más que el sol y uno de ellos, sin lugar a dudas es el
Jueves Santo. Jesús se tiene que despedir de sus amigos que le
han dado cobijo en estos días:
“Gracias Lázaro y María por la acogida, gracias Marta por
la compañía, me voy a la Pascua, mi última Pascua; Juan , Pedro
decidle a Fulano que el Maestro necesita el Cenáculo, pedidlo en
mi nombre y no habrá problema. Ardientemente he deseado
comer la Pascua con vosotros”.
Cada templo, el de San José, el Carmen y los Remedios,
sacan sus mejores galas, ponen sus mejores manteles, flores
blancas para el monumento y velas para la noche en el Huerto,
las mujeres de nuestras parroquias, benditas mujeres, se afanan
porque todo parezca nuevo, y desde la sencillez nuestros templos
sean preciosamente bellos, se conviertan en Cenáculos porque el
Maestro quiere sentarnos a su mesa, y quiere enseñarnos algo
nuevo:
“os doy un mandato, no sólo que os améis, sino que lo
hagáis como yo lo hago. Esa será nuestra señal, esa será nuestra
contraseña: el cariño, el respeto, la ternura, el beso del amigo y
el abrazo del compañero, el perdón dispuesto para la ofensa, y la
alegría para la tristeza, paz en nuestras guerras, y unidad en las
diferencias”.
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“Pero, Maestro, es muy difícil, parece imposible…”
-“¡ no te preocupes, amigo, Dios todo lo puede, vente conmigo,
toma este pan y come: es mi cuerpo; toma este vino y bebe: es mi
sangre: hazlo siempre, cada semana, cada Domingo, eso te dará
fuerzas para conseguir estos mandatos, no son tan difíciles y
además son muy necesarios. No podrías vivir sin tus amores y sin
que ellos te quisieran. No podrías vivir si Dios dejará de sentir
por ti el cariño y misericordia que te tiene!”
Este Jueves brilla como el sol, porque de él nace la eucaristía, el
mandamiento de amor y el sacramento del Orden sacerdotal.
Permitidme, amigos cofrades, que en este pregón, dé
gracias al Padre Bueno por el regalo de mi ordenación. Hace 25
años que el Señor me concedió este don, y tengo la necesidad de
expresar mi gratitud en esta ocasión.
Soy un pobre cura, y me sobrepasa la misión, pero soy un
cura feliz, muy feliz, que intento servir allí donde la Iglesia me
pone, de todo corazón, con toda mi vida, con todo mi tiempo,
con todo mi ser; y dejadme que os diga Estepona, que hicisteis
de mi un hombre más de Dios, que por las circunstancias de mi
historia vine muy roto hace ya 15 años a esta parroquia de santa
María de los Remedios y vosotros con paciencia, con ilusión,
valorándome como un pequeño regalo, sin hacerme daño, ni
provocar tensión, descubriendo lo bueno que puedo llevar
dentro y perdonando el mal sin intención, hicisteis que volviera a
nacer con fuerza el cura que llevo en mi interior. Me faltarán días,
querida Estepona, para estaros agradecidos. Gracias de corazón.
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Jueves santo, día de la Esperanza y del Amor. El bueno de
Don Fernando lo tiene todo preparado. Y doce costaleros serán
los discípulos del amigo Maestro, que se dejarán lavar por él, el
alma y su cuerpo. Primero pedir perdón en el sacramento de la
Reconciliación y luego dar ejemplo.
“Yo no soy digno Señor de tenerte en los suelos, ni soy digno
de llevarte tan adentro, pero antes de convertirme en tu
costalero, debo de ser un discípulo bueno”.
Después de la celebración de la Última Cena y como ritual
que se repite en cada salida todo se convierte en nervios, prisas y
encuentros. En el Carmen, algo nuevo en toda la provincia de
Málaga y que sólo se puede ver en este templo malacitano:
“oye, ayúdame a ponerme la faja, sin ti no puedo; tengo
bien puesto el costal? No, deja que yo se como ponerlo”.
Uno se necesitan a otros. Eso es una verdadera Hermandad:
“sin ti, sin él, no podemos cargar nuestras espaldas, es
mucho peso. Ya lo comprobamos en la “igualá”, ya nos
conocimos en nuestro primer ensayo. Vamos, mis valientes, “to
pa” dentro, es la hora, y Estepona ya espera a este Señor del
Jueves, a esta Señora esplendida, va guapa por fuera y es
radiante por dentro”.
Los mas mayores, aquellos que hace años soñabais con
estos pasos y con estos Sagrados Titulares, os miráis unos a otros,
os emocionáis por dentro, y sin deciros nada, porque ya esta
todo hecho, miráis al cielo y decís:
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“ No te preocupes Pedro Gutiérrez Ñudi, esto está bien
hecho, en buenas manos, ¡son buenos los que van dentro!, el
capataz sabe lo que hace y el llamador lo hace a su tiempo, va
mucho arte y va “to” muy bien puesto. Cada uno en su sitio, cada
uno sabe cual es su puesto.
¡Vamos mis valientes!, la primera chicotá es para tu madre,
Miguel, desde el cielo hoy esta orgullosa de ti; y también para ti,
Manue, que tu hijo pronto estará bueno. Todo esta a punto, el
costal ya esta en la trabajadera, os conoce de otros años, y os
abraza en un mismo sentir”.
La mano del capataz, firme y a la vez temblorosa agarra con
fuerza el llamador, y ocurre el milagro de cada año, un golpe
seco, hace que recobren vida el Cristo y el madero: ¡venga, de
frente! El maniguetero en su sitio, que aunque el rostro esta
tapado, todos sabemos quién ocupa ese sitio desde hace tiempo:
“¡ vamos mis valientes! Sobre los pies, pasitos muy cortos, no
quiere el Amor separarse mucho de la Esperanza, ¡que chicotá
más bonita! ¡abrir el compás! No quiere el Hijo que la Madre vea
su sufrimiento!”
Pero cuando el Cristo del Amor sale de su templo, María
Santísima de la Esperanza le sigue sin perder un momento:
“ Hijo, no vayas tan deprisa, párate un momento, deja que
te besé, deja que te quite un poco de tu sufrimiento!.
Y la procesión se va dirigiendo hacia el centro , pasito a
pasito, chicotá a chicotá. La medalla del costalero en su faja, que
en el cuello hace daño el cordón con la que la sujeto.
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Dentro del paso, muchas veces, silencio, otras rezos, y
cuando el cansancio se hace casi eterno, llega la otra cuadrilla,
que me dice:
“deja que sea yo también Cireneo, deja que lleve sobre mi el
manto más bello, quiero sentir el peso del dolor materno, y
quiero sudar la ropa que me he ido haciendo, quiero gastar mis
alpargatas en el baldoquín del suelo, déjame costalero que la
lleve de costero a costero, vete p alante, que nos vemos en el
encuentro”.
El paseíllo se va llenando de gente, la banda ya ocupa su
puesto, el Hijo descansa del peso del Madero, y su Madre se
apresura para verlo. Y si, empieza un bello encuentro:
- “María, mira lo que me han hecho…”
-“Hijo mío,¿ cómo puedes con tanto peso?”
-“ Madre, gracias por tanto sacrificio que supuso mi nacimiento”
– “Hijo, mil veces que naciera estaría dispuesta a recorrerlo.
Jesús, Amor mío, no pierdas la Esperanza, que tu Padre Bueno
saldrá a tu encuentro.
Nunca nos ha dejado solos ante el sufrimiento, ni cuando
huimos a Egipto, ni cuando nos dejó huérfanos. Te encontró
cuando te perdimos y ahora, siento su consuelo. Deja que me
acerque, tu ya no sólo eres mi hijo, deja que me incline ante mi
Señor, yo soy tu sierva!”.
- ¡Madre, no te agaches tanto, que no te veo, dame un fuerte
abrazo, que retomo aliento y sigo para el calvario. Adiós Madre,
ya sabes cuánto te quiero, sigo mi camino, estoy preparado para
volver al cielo!.
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Mientras tanto en las parroquias de Estepona, habrá ya
silencio. Las catequistas, asociaciones y movimientos, las
abuelillas de siempre estarán ante el Monumento:
bellos espacios adornados para poder adorar al santísimo
Sacramento, y mientras algunos cantan y rezan, otros van para el
encierro, toda Estepona acompaña al Amor de los Amores y a la
Madre de la Esperanza, poco a poco el silencio se apodera del
bullicio.
Los templos se cierran, las imágenes se guardan, los pasos
descansan, a los costaleros le duelen las espaldas pero tienen
serena su alma… la noche avanza, Cristo no duerme, le espera la
noche más larga: Getsemani… traición… soledad…Sanedrín…
Caifás y Anás… todo se va preparando, todo debe de estar a
punto para el gran teatro, la gran burla de la historia…la noche
del Jueves avanza y empieza a amanecer el Santo Viernes.
Dicen los viejos del lugar que el Viernes Santo como
amanece, anochece y al mediodía hace lo que le parece. Todos
los cofrades miramos al cielo cada día insistentemente. Han sido
muchas las horas de trabajo, de esfuerzo, muchos preparativos,
ya todo está a punto, sólo hace falta que el tiempo acompañe, y
no siempre es así, por desgracia.
Gran responsabilidad la del Hermano Mayor y Junta de
Gobierno, de no dejarse llevar de los nervios, no hacerle caso a
las emociones del momento, ni al exaltado de turno, y pensar
que el agua que puede caer daña lo más bello y hermoso que
tenemos, por eso muchas gracias Cofradías, cuando pensáis mas
en ellos que en el lucimiento ,y cuando con dolor decidís que os
quedáis dentro, que también es estación de penitencia no hacer
lo que quisieras, y ver como el cielo no da tregua al recogimiento.
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Pero es mucho el dolor que se provoca cuando nos
quedamos dentro, por eso siempre el mismo ruego:
¡que no llueva Dios mío, que no llueva mientras te
procesionamos por nuestro pueblo!.
A mediodía empezamos a desnudar nuestro templos, el
blanco del Jueves se convierte en rojo de muerto, las flores
desaparecen y los manteles se guardan en los cajones de un
mueble viejo.
Si, todo ocurre a la hora de nona. Los templos de Estepona
se preparan para celebrar los Santos oficios, templos llenos y
altares vacíos. Cuchicheo de las gentes y silencio en los cielos, si
silencio… silencio en la sacristía, silencio en los ornamentos, todo
es austero en este día. No hay campanas, ni canto de entrada ni
eucaristía. La fotografía del Siervo de Yahvé del profeta Isaías
preside la primera parte de estos rezos, la entrañable Pasión de
San Juan nos recuerda todos los acontecimientos. La Iglesia ora y
adora al madero, una sencilla comunión pone fin a esta
celebración. El Señor, ha muerto, silencio.
Terminado los oficios, la parroquia de los Remedios se
desarma. Durante los primeros días de la semana los tronos han
estado discretamente colocados. Ahora se agrandan, se
ensanchan y nos dicen: ¡dejad libre la casa!, que si el Jueves
hacía falta un Cenáculo, hoy tenemos que preparar el Calvario. Y
empiezan a aparecer muchachos y hombres con largos valares, y
la plaza se va vistiendo de negro y morado, penitentes esperando
que les digan que ya está todo preparado. Y hay prisas, y
hombres entrajados, mujeres vestidas de azul dispuestas a
golpear el viejo acerado. La puerta principal cerrada a cal y canto,
todos van entrando por el campanario:
“ ¿cómo cogerán tantos? Los Remedios no es demasiado
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grande, como pueden caber tronos, penitentes, mantillas, en ese
espacio?”
Cada hombre, cada mujer va buscando su sitio, su espacio,
su varal, su orquilla, su cirio, su campana, el estandarte, todo
parece un gran puzzle en el que van encajando sus piezas. Y
empiezan a ocurrir milagros:
¡cómo habiendo tanta gente, me siento tan cómodo; cómo
con este calor tan grande, me arde más mi corazón que mi
frente!.
“Cómo siendo tantos me faltan algunas gentes. No
encuentro al que estaba de todo pendiente; no encuentro al que
me abrazaba antes de ponerme el capirote, ¿dónde esta el que
ofrecía un poco de agua porque mi garganta rasqueaba?,¿ y el
que traía rápido un alfiler para sujetar la temblorosa mantilla?.
¿Dónde esta el que siempre se emocionaba cuando nos veía a
todos reunidos en la sala de arriba para rezar y decidir la salida?:
- amigo Gregorio, aún no me he acostumbrado a no regañarte, y
a dejar de pelearte por cualquier tontería, amigo Gregorio, aún
no me he acostumbrado a que estés resucitado, yo te sigo
buscando en la sacristía”.
Son las 9.30 de la tarde; el Hermano Mayor de la Veracruz,
con traje negro, aparece en la Plaza de San Francisco. Se hace
silencio, tres golpes secos se dan en la puerta, y se abren hacía
dentro. Sale la Cruz Guía y detrás cientos de nazarenos, se oye un
tintineo de campana, la Veracruz se clava en los hombres de
trono, en ellos, emoción, esfuerzo, sacrificio, tensión…siempre
parece que no va a poder salir, la puerta cada vez parece más
estrecha, unos hombres salen rápidos por sus dinteles, los brazos
se convierten en agarraderas:
-¡Vamos! Ya está el Cristo de la Veracruz por las calles
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esteponeras!
Poco a poco se aleja y el cortejo de penitentes va
hablandando la dura piedra con su cera, Cristo camina en la
quieta montaña, el Gólgota se desplaza: y hoy lo encuentras en
cualquier sala de espera de UCIS y residencias; y en el Gólgota
están los enfermos de gravedad, los sometidos a duros
tratamientos y que no son ajenos a su realidad. El Gólgota está
en los comedores sociales, y en cada entrevista de Cáritas
parroquial. Gólgota es tu padre anciano lleno de achaques y de
edad, y Gólgota es tu hijo enfermo desde temprana edad.
Gólgota es la injuria del que te quiere mal, y aquel o aquella que
un día se llevó al que fue tu amor de verdad. Gólgota a veces, es
tu soledad, y otras tu viudedad; Gólgota es el nombre que le da
la Biblia al que sufre de verdad.
Otro tintineo de campana llama la atención, siempre detrás
del Hijo, va María Santísima del Gran Dolor, La Señora del Viernes
Santo, sale majestuosa del interior del templo, y la Plaza San
Francisco parece que no le va a poder dar cobijo, hay tanta gente
en su interior… y debajo de largos valares los hombres de trono
se esfuerzan por girar antes de que los cabezales puedan chocar
con el viejo muro.
Ella no se detiene, sigue el rastro del redentor, El Cristo está
ya en calle Sevilla, su madre la final de calle Santa Ana. Y a Ntra.
Sra. de los Dolores se le llena la cabeza de recuerdos:
-“ Ana se llamaba mi Madre,- y recuerda María su infancia con
Joaquín y Ana-, aquellos años en los que sus padres la criaban,
con sencillez y pobreza, pero con amor y paciencia.
- ¡Madre, acompáñame en esta agonía, que tu nieto va hacia el
Calvario y le hace falta compañía!.
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Un sencillo homenaje a los abuelos que hoy son, a veces,
los verdaderos catequistas de los nietos, en otras ocasiones, los
sustentos de nuestras familias con sus pobres paguillas, un
reconocimiento a su esfuerzo y, gracias por convertir vuestros
hogares en guarderías, y tener la grandeza de haber criado a
vuestros hijos y ahora cuidar de sus crías.
Gracias abuelos por acompañar a vuestros hijos en sus
sufrimientos, gracias Santa Ana por estar siempre en la esquina
de la farmacia, y cuando ves a unos padres que sufren, o que van
a los Remedios a rezar por el hijo muerto, abuela Ana, tu, coges
la toquilla, y vas con ellos, para darle consuelo y esperanza.
Y la Virgen sigue su camino, con un poco de consuelo, pero
la pena de ver a su Hijo a lo lejos, y medio muerto le hace que se
retuerzan sus entrañas por dentro:
-“Que razón tenía aquella anciana del templo, cuando me dijo
que un puñal llevaría en mis adentros, atravesándome el alma y
todo mi cuerpo”.
No hay dolor más grande para una madre, que ver a su hijo
sufriendo, ver sus heridas abiertas y no tener el bálsamo del
consuelo. Ntra. Sra. de los Dolores se muere por dentro, es una
muerte de pena y desasosiego, los dolores de su Hijo se clavan en
sus adentros, la cruz no se ha clavado en el calvario, no, la cruz
está metida en el corazón callado de la Madre que, espera en
silencio que le entreguen su cuerpo para limpiarlo y secarlo, para
llenarlo de besos, para decirle al mundo entero ¡cuánto puede
querer la madre al hijo, aunque éste, esté muerto!.
Y llega la hora de nona, y llega la hora del encuentro
-“¡Madre, te los dejo, no los trate como enemigos, que por ellos
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también muero. No los mires con Dolor, que yo ya no quiero más
sufrimiento. Madre, te quiero; que bien lo has hecho. Gracias
madre por llevarme en tus adentros, por darme tu vida, tu alma y
tus sentimientos. Gracias, madre, no te preocupes, que no
muero, sólo duermo. Necesito el descanso de mi cuerpo, y que mi
Padre recoja el resto, voy a darle un beso a José y luego vuelvo!”.
Un golpe seco se oye en el interior del templo, orquillas
golpean de rabia el suelo. Ya han descendido su cuerpo, sólo nos
queda el sudario, y el madero. Mujeres lo portan, mujeres llevan
la cruz en sus hombros y en sus pensamientos. Sus rostros serios,
sus almas tristes, y sus golpes al suelo, quieren manifestar el
quejido por la muerte del Maestro.
Santo Sudario, madero seco,
trono real, sin coronas ni cetros.
cruz vacía, que guardas en tu interior
recuerdos convertidos en cenizas.
Santo sudario, árbol de la Cruz,
donde estuvo clavado el Salvador del mundo,
que nunca olvide el Amor de un Dios,
que se dejo coser con dolor por redimir
a la creación.
Que sepa estar, junto a los que les pesa
la cruz, y cuando la mía no pueda llevar,
sienta tu fuerza en mi debilidad, tu
consuelo en mi problema, y tu salud
en mi enfermedad.
Santo Sudario, madero de Amor
Gracias por compartir mi peso,
Gracias por saber de mi dolor.
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Un tambor seco, marca el comienzo del duelo. La Veracruz
ya va por la avenida de San Lorenzo, Los Dolores camina tras sus
nazarenos, el Sudario muestra al madero seco y tras él, el
yacente hace duelo, el yacente descansa muerto. Sobriedad,
silencio, lirios morados y rosas rojas son su testamento. El
yacente me hace rezar por mis seres mas queridos, por aquellos
que aún recuerdo, por aquellos que cuando cierro mis ojos, los
veo en mis adentros, siempre están ahí, en mis sentimientos, en
mis pensamientos y en mis recuerdos: mi familia, mis amigos,
mis compañeros, ¡cómo os echo de menos!, que dolor produjo
vuestro entierro, que dolor más grande el saber que estabais
muertos, el ya no sentir vuestros besos, el no poderos dar un
abrazo, el deciros un “hasta luego”.
En este momento un rezo, por todos los cofrades muertos,
los niños y los viejos, y dejadme decir un nombre, en ella
represento a todas las mujeres buenas, serviciales, y entregadas
a la vida de familia, de trabajo y de cofradías, dejadme darle un
beso, se fue muy rápida, la muerte la cogió por sorpresa, no le
hizo daño, a nosotros nos dejó huérfanos de amiga buena:
- ¡Marí Márquez, , sigue riéndote en el cielo, y sigue protegiendo
a aquellos que tanto te quisieron!”
El Yacente impresiona por su rigidez y su rostro de dolor,
impresiona lo grande que es, y el olor a sufrimiento que
desprende todo su cuerpo. Realmente la muerte fue descanso
para aquel torturado cuerpo, ya sólo detrás de la muerte podía
estar a salvo, a veces, sólo detrás de la muerte estamos a salvo
del dolor, del sufrimiento y de la vejez. El yacente espera en
silencio la salvación de Dios.
Nunca uno muere solo. Siempre Dios esta contigo. Uno
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siente a Dios cuando muere, seguro. Pero, además, tenemos
familia y amigos, casi todos tenemos esos valiosos regalos, que
nos han ido acompañando por la vida en todos nuestro años.
Detrás del Yacente, la Soledad de María y Juan, el amigo Juan.
Han estado ahí siempre. Detrás del que vive y detrás del que
muere. Acompañan no sólo al Yacente, acompañan a la mujer
portadora cuando sin nadie se siente, y Juan es su amigo y María
su abrazo perenne. Y acompañan a los hombres de trono, y se
convierten en amigos y hermanas que alivian las cargas. Y Juan
también va con la Veracruz, que de sus pies no se mueve, y la
Soledad va con los Dolores, como si de dos hermanas gemelas se
tratarán y Soledad da consuelo a Dolores, y Dolores acompaña a
Soledad. Gracias a los amigos de verdad, a esos que siempre se
quedan cuando otros se van. Gracias a esos amigos, dispuestos a
reír y a llorar, dispuestos a darte un abrazo y acompañarte en tu
historias de dolor y felicidad.
Y gracias Soledad, por no ahogarte en tu pena, y saber
luchar, gracias a todas esas mujeres que se quedan sin marido y
sin hogar, y siguen viviendo con esperanza, sacrificio y caridad.
Gracias Soledad, por ser la última en este desfile de Hermandad y
recordarnos que cuando Cristo yacente está, todavía podemos
elevar nuestra oración a María Santísima de la Soledad.
La noche avanza y la estación de Penitencia vuelve a la
plaza. Van llegando tronos con las caras cansadas, van llegando
penitentes, ya con la cara destapada.
Terminada la estación de penitencia, aún no ha acabado la
jornada, las imágenes a sus altares, los tronos a la casa
hermandad, lo enseres a los armarios, escobas y fregonas
recobran vida en la madrugá, hay que dejar el templo limpio,
como si no hubiera pasado “na”. Es ya sábado santo y comienza
la fiesta que no tendrá final.
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El día del sábado es una jornada muy especial. Durante el día los
templos están cerrados, no hay vida en las casas de Hermandad,
todo es silencio, descanso y una rara sensación de soledad:
- “¡No puede todo acabar así! ¡No tiene sentido toda esta
situación de muerte y soledad!”
Tiene que caer la noche, tiene que venir ya el nuevo amanecer:
¡que comience la gran Vigilia Cristiana! ¡Que se cante el Pregón
Pascual!¡ que se enciendan las luces y muera la oscuridad!¡ que
se grite el aleluya y la losa del sepulcro huela a inmortalidad!.
Que la Vigilia dure hasta Pentecostés y en la mañana de
Domingo todas las Hermandades, de Gloria y de Pasión, todas las
parroquias de Estepona, vuelvan al Carmelo, a la sede del
Resucitado, para que Don Pedro, Director espiritual, con bellas
palabras, y en nombre de la Iglesia Universal, os anuncie la gran
alegría de la Resurrección final.
-
“¡Pedro, busca tus mejores versos! ¡hilvana las más
preciosas palabras para anunciar, cantar y gritar la
alegría que hay en los hombres y mujeres de buena
voluntad, porque la muerte ha sido vencida para
siempre jamás!”
“¡Escribe a una Aurora sin final, y que cada Hermandad, el
año que le toque procesionar el misterio central de nuestra fe, lo
haga con elegancia, sabiendo que sobre sus hombros o costal
descansa el mayor de los sagrados Titulares, el que dura hasta la
eternidad!”
¡que nuestras calles huelan a esperanza!,¡ que nuestras
vidas estén llenas de Salud y Paz!,¡que sepamos llenar nuestros
Dolores y Soledades de fe y amistad!
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¡que el Cristo del Amor bendiga hogares!,¡ y la Cruz de
Cristo florezca en el jardín de la Hermandad!, ¡que el Cautivo nos
siga dejando prendados cuando anda por el mar! y que toda
Estepona pueda gritar:
¡La Semana de pasión ha terminado ya, comienza el gozo de
vivir en libertad, sabiendo que vencida la muerte, sólo nos queda
saber esperar, los nuestros están dormidos, pero despertarán y
nos volveremos a encontrar en la mesa camilla del cielo, y de allí
nunca nadie nos podrá separar!.
Muchas gracias
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