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NOTICIAS DE NUTKA: LAS FRONTERAS
DISCURSIVAS DE JOSÉ MARIANO MOZIÑO
LOSADA
JOSÉ GARCÍA-SÁNCHEZ
Eastern Washington University
José Mariano Moziño Losada, una de las figuras hispanoamericanas
indiscutiblemente más sobresalientes del siglo XVIII, alcanzó el
reconocimiento internacional en el ámbito científico de diferentes
especialidades tales como la botánica, la lingüística, la antropología y la
espeleología, codeándose con figuras como Alexander Von Humboldt.
Entre ambos surgió mutuo reconocimiento, hasta tal punto que fue Moziño,
director de la Real Academia de Medicina de Madrid, quien propusiera a Von
Humboldt como miembro correspondiente de la misma academia en 1811.
Su obra más notoria, Noticias de Nutka (Gazeta de Guatemala, 1803), ha
supuesto uno de los mayores compendios etnográficos y protolingüísticos de
las tribus del Pacífico Noroeste.
A ambos lados del Atlántico las generaciones surgidas a la par de las
inquietudes ilustradas, emancipadas del dogmatismo escolástico, encumbraron
la ciencia y sus aplicaciones en todos los órdenes del conocimiento:
fomentando el establecimiento de instituciones académicas, estimulando
publicaciones, secularizando la universidad, creando por tanto un ambiente
intelectual proclive a la investigación. En este ámbito cientificista Moziño ha
sido reconocido como unos de los mayores artífices de la Ilustración colonial.
Sin embargo, nuestro propósito de estudio pretende desentrañar otra vertiente
discursiva de la obra más significativa de Moziño, la cual indaga en el
carácter de la escritura fronteriza de su representación, por cuanto invoca
al carácter misceláneo de los discursos que la componen y que apelan tanto
a las disquisiciones y refutaciones del pensamiento científico de la época
como a las inquietudes intelectuales de los criollos latinoamericanos. Aunque
su perfil cientificista haya atemperado su alegato ideológico, éste aparece
replegado en las distintas voces que componen su escritura.
José Mariano Moziño Losada (1757-1820), nació en Temascaltepec,
municipio del Estado de México. Hijo de Juan Antonio Moziño y de
Manuela Losada realizó sus primeros estudios en la localidad natal para
después trasladarse al Seminario Tridentino de la ciudad de México donde
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sobresalió como estudiante y consiguió el grado de Teología escolástica y
ética. Renunciaría a la carrera sacerdotal y contraería matrimonio con María
Rita Rivera y Melo Montaño, con quien se trasladaría a Oaxaca. Leal a su
condición científica, retorna a México para estudiar medicina y obtener el
título en 1787. El ambiente intelectual de la época le lleva a concluir sus
estudios en botánica en el recién creado Jardín Botánico de la ciudad de
México en 1789. El espíritu renovador iniciado por la corte de Carlos III
en Madrid ya se había incoado en las colonias y la élite científica a la que
pertenecía Moziño fue voz y patrimonio del movimiento reformista. Si es
cierto que la rivalidad entre botánicos peninsulares y criollos fue notoria, no lo
es menos que el interés científico primó en aras de la investigación por ambas
partes. El resentimiento criollista que se iniciaba políticamente en el mundo
hispanoamericano de manera insurgente y que daría lugar a la Independencia,
se volcó en el campo científico, en concreto en la figura de Moziño, hacia
una tendencia colaboracionista, sin menoscabo de la propia identidad que
pudiera afirmar y que la política peninsular desdeñó o subestimó. De hecho,
la carrera científica de Moziño fluctuó desde el desprecio, hasta el pleno
reconocimiento por parte de las instituciones peninsulares al ser nombrado
Presidente de la Real Academia de Medicina y Director del Real Gabinete de
Ciencia Naturales, para caer posteriormente en la mayor infamia al haberse
aliado a las tropas napoleónicas, lo que le costó su exilio posterior durante
un lustro a Montpellier (1812-1817). Una vez repatriado y antes de volver a
Madrid murió en Barcelona (1819).
La Real Expedición a la Nueva España había sido formada por Real
Cédula emitida por Carlos III el 27 de octubre de 1786. Se autorizaba como
labor continuadora de la obra de cinco volúmenes que Francisco Hernández
había hecho en 1570 y que se había perdido parcialmente en el incendio de
1761 de El Escorial:
Por cuanto conviene a mi servicio, y al bien de mis Vasallos, que a
exemplo de lo que de mi Real Orden se esta executando en los Reynos
del Peru, y Santa Fe, se examinen, dibujen y describan metodicamente
las producciones naturales de mis fertiles Dominios de la Nueva España,
no solo con el objeto general, e importante de promover los progresos de
las Ciencias Phisicas, desterrando las dudas, y adulteraciones, que hay en
la Medicina, Tintura, y otras Artes utiles, y aumentar el comercio, sino
tambien con el especial de suplir, ilustrar y perfeccionar con arreglo al
estado actual de las mismas Ciencias Naturales, los escritos originales
que dexo el Proto-Medico de Felipe Segundo por fruto de la expedicion
de igual naturaleza, que costeo aquel Monarca, y hasta ahora no ha
producido. (Maldonado 12)
La expedición botánica a Nueva España (1787-1803) estuvo a cargo del
médico peninsular Martín de Sessé, quien había solicitado el emplazamiento
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del Jardín Botánico y una cátedra en la capital mexicana. Además del médico
español le acompañaría Vicente Cervantes, catedrático de botánica; José
Longinos Martínez, naturalista; Juan del Castillo y Jaime Senseve, botánicos.
A partir de 1790, Moziño entró a formar parte de la expedición. Aunque
privado de una plaza oficial y de un salario en detrimento de las plazas
impuestas a favor de los miembros peninsulares de la comisión, el infortunio
sería saldado a petición del propio Martín de Sesse. Tras la muerte de Juan
del Castillo, uno de los representantes peninsulares, José Mariano Moziño
pasaría a formar parte con plenos derechos de la Real Expedición y además
sería comisionado por el rey para acompañar al almirante José Francisco de
la Bodega y Quadra en la expedición al Pacífico Noroeste, de la cual surgiría
la obra que nos ocupa, Noticias de Nutka. Correspondería ésta a la última
fase de la Real Expedición botánica. En 1790, bajo el mando de Bodega
y Quadra partieron hacia Nutka donde permanecerían cuatro meses, desde
el 29 de abril hasta el 21 de septiembre. El principal objetivo de este viaje
fue negociar con George Vancouver el asunto sobre las desavenencias que
hubo en Nutka entre el piloto español Esteban Martínez y el capitán inglés
James Colnett y que llevaría a solventarse con el tratado de San Lorenzo de
El Escorial (1790). En el trasfondo histórico subyacen las tensiones vividas
en Europa entre españoles e ingleses y que Warren L. Cook, al desentrañar
el incidente de Nutka, lo contempla como el principio del fin del imperio
español.
Sabemos que el propio Moziño, según revelaría posteriormente José
Antonio Alzate, publicó en la Gazeta de Guatemala, bajo el pseudónimo de
Joseph Velazques o Jose Velázquez de Vice Cotis, algunas memorias que
discontinuaría debido a su dedicación a la expedición botánica que hemos
mencionado antes. Sin duda, su biografía, afectada por una situación de
desarraigo continuo, donde el conocimiento no se acota en la especialización,
campea desde el saber teológico hasta los confines del pensamiento
ilustrado. Su experiencia vital cohabita en toda la extensión de las tierras
centroamericanas, transciende los confines del Pacífico Noroeste hasta sellar
en Europa sus amistades intelectuales y el reconocimiento internacional.
De sobra es conocido el carácter fronterizo de los relatos de viajes. La
frontera se consigna en este estudio, no solamente desde la particularidad
literal que condicionó la exploración de los territorios del Pacífico Noroeste,
apremiada por los intereses rusos, británicos y españoles primordialmente
y que daría lugar al colofón imperialista español, sino también desde su
acepción figurativa vinculada con un discurso híbrido y que los estudios
coloniales han sellado con marbetes como nación criolla, nacionalismo
étnico, o protonacionalismo. Desde la perspectiva metropolitana, la frontera
se concibió como una línea de fortines o misiones que pretendía delimitar el
dominio colonial español respecto del indígena y en otros casos en relación a
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las otras potencias coloniales en lid. Por tanto, Nutka, a finales del siglo XVIII,
supuso el territorio de avanzadilla de la nueva y pretendida dominación en el
Pacífico Noroeste a merced de los intereses rusos e ingleses que amenazaban
los intereses coloniales españoles.
La frontera siempre ha fomentado el punto de vista de las alianzas, de
los discursos híbridos, de la imbricación de intereses, convirtiendo “el locus
fronterizo” en un espacio particular de significación. En particular, las fronteras
han cuestionado el lenguaje de la historia, del poder y de la diferencia. Lejos
de cualquier semejanza con las tesis fronterizas de Frederick Jackson Turner
con respecto a la expansión estadounidense hacia el oeste, nuestro ámbito
fronterizo indaga más allá de los confines que el sentido de hibridismo ha
recogido en la tradición latinoamericanista (Edmundo O’Gorman, Ángel
Rama, Antonio Cornejo Polar, Walter Mignolo, Néstor García Canclini, etc.)
que explora y engloba conceptos como “la baranda” de Bill Ashcroft o “el
tercer espacio” acopiado por Homi K. Bhabha:
To that end we should remember that it is the ‘inter’—the cutting edge
of translation and negotiation, the in between space—that carries the
burden of the meaning of culture. It makes possible to begin envisaging
national, anti-nationalist histories of the ‘people’. And by exploring the
Third space, we may elude the politics of polarity and emerge as the
others of our selves. (38)
Por otro lado, a diferencia de las múltiples corrientes protonacionalistas
en la que nuestro autor ha sido enmarcado y que redundan en la nostalgia
intrínseca del nacionalismo, hijas de los estados modernos, de sus mapas, y
de aquellos que en gran manera ha recluido, aleccionamos un nuevo discurso
que describa la relación entre la concepción del sujeto humano y la percepción
de nuestra idea sobre las comunidades humanas. Así pues, el concepto
teórico de la frontera desdeña cualquier acepción caótica o delimitadora y
descubre una escritura fomentada por la desarticulación de discursos y su
desplazamiento. Este tercer espacio, la frontera imaginaria, acoge en la obra
de Moziño, Noticias de Nutka, dos ámbitos que convalidan la tesis propuesta
que diseccionamos a continuación, la genérica y la temática, esta última
epítome de una discusión teórica que se reformuló a finales de siglo XVIII, el
indigenismo, en periodo preindependentista. La obra del mexicano, enarbola
dentro del cientificismo dieciochesco una voz reivindicativa del indígena
más allá de revanchismos o estigmatización folclórica, de ahí su marchamo
fronterizo.
La frontera genérica
El rol que los periódicos de la época jugaron como herramientas para
disertar sobre asuntos contemporáneos, a diferencia del cometido diario que
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dedican los periódicos contemporáneos, ha sido revelador para comprender
el clima que precedió a la Independencia hispanoamericana:
Desde el punto de vista político, y debido a la censura, el periodista
finisecular no muestra al exterior el afán de insurgencia, parece como si
toda la colonia estuviera en perfecto orden, nada trastorna su vida placida,
no existen hechos inusitados que rompan la monotonía del vivir; y, sin
embargo, la revolución de independencia, el salto doloroso de colonia a
país libre se incubaba entre el silencio exterior. (Oviedo de Tudela 175)
El tratado de Moziño, Noticias de Nutka, fue publicado a lo largo de
1803 y 1804 en la Gazeta de Guatemala, aunque se conocen previas copias
manuscritas. A parte de la trayectoria europea que siguieron las Gazzetas en
Italia y Francia, la tradición española que fomentó la difusión oficial de las
mismas (Barcelona, 1641; Gaceta Nueva de Madrid y Sevilla, 1661) estaba
asociada a la necesidad imperiosa e imperial de coordinar políticamente las
necesidades creadas. Parece que la publicación de la Gazeta de Guatemala,
se dilató a lo largo del siglo XVIII en tres periodos relevantes, el primero de
ellos que va de 1729 hasta abril de 1731, año en que se suspende la misma.
En un principio, a imitación de la Gazeta de Madrid, se constituyó en un
órgano propagandístico de la labor del gobierno. El segundo periodo de
publicación de la Gazeta, corresponde al año de 1793 a 1796. Su impresor
fue Ignacio Beteta, amigo cercano de José Mariano Moziño Losada. El
modelo a imitar según el propio Beteta, era el del periódico contemporáneo,
Mercurio Peruano. Como corresponde a la época, el editor, ya aprobada su
publicación, debía enviar al gobierno algunos ejemplares para que se siguiera
la conveniencia o no de lo que se publicara. Comenzó su andadura con dos
números al mes para ampliarse hasta seis. El tercer periodo corresponde al
que va de 1797 hasta 1798, año en el que fue suspendida la publicación por la
falta de papel debido a la Guerra contra Inglaterra, según el Gobierno. Ignacio
Beteta siguió con su labor editorial a pesar de la prohibición gubernamental
argumentando la necesidad del noticiero para sus subscriptores. La anulación
fue retirada ante el ofrecimiento del propio Beteta de suministrarse de
papel desde Nueva España. Se siguió publicando hasta 1816 cuando los
movimientos de Independencia ondeaban por todo el continente. A esta
última época corresponde la única publicación completa en vida, entre 1803
y 1804, por parte del autor, de Noticias de Nutka.
A diferencia de la mayoría de relaciones y diarios que estas expediciones
surtieron por ordenanza real (Pérez, Bodega y Quadra, Francisco Mourelle,
Bruno de Hezeta, Alejandro Malaspina, etc.), la obra de Moziño tiene
particularidades que la configuran como un tratado divulgativo de tradición
renacentista, pero no por ello distante de los objetivos científicos y económicos
que por Real Cédula de Carlos III, ya citados anteriormente, se iniciaron. Es
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significativo, que a pesar de ser concebida como un tratado, se publicara en
diferentes números en la Gazeta de Guatemala entre 1803 y 1804.
Sin entrar pormenorizadamente en las diferencias entre los tratados y
diálogos, obras renacentistas de tratamiento científico, ambas de carácter
divulgativo, la obra de Moziño pertenece genéricamente a los primeros.
Según Consolación Baranda Leturio, entre las características de los tratados,
sobresale la estratificación del saber y la lengua (latín o vernácula), en función
del tipo de lector que accede a este tipo de discurso, ya fuera cualificado
o neófito. Utiliza diferentes recursos, entre ellos el de ilustraciones o
tablas para conformar los mismos. En cuanto a la enunciación, aparece la
utilización de la tercera persona, a menudo contrastada con el yo autorial
(explícito o implícito), como índice de la subjetividad del mismo, así como
la interpelación a los lectores para invitar a la reflexión. Además de estas
prácticas discursivas, sobresale la división estructural y sistemática que
refleja una planificación previa por parte del autor, mediante divisiones y
subdivisiones en libros, capítulos y artículos. De hecho, la obra de Moziño
está dividida en artículos, un total de 12. Los siete primeros se destacan por
su carácter etnológico, dedicados a la descripción psicológica y física de los
indígenas; moradas, formas de gobierno, organización social, ceremonias,
ritos, administración de justicia, similitud del idioma con el mexicano. Los
artículos ocho a diez tratan de los contactos específicos de los indígenas con
los españoles. Mientras que en los dos últimos artículos se insta al gobierno
español a relatar los conflictos surgidos entre los británicos, españoles e
indígenas. Además de estas clasificaciones incluye una serie de apéndices
que complementan los artículos anteriormente citados: Diccionario de
Nutka; Catálogo de animales y plantas según el sistema de Linneo, así como
el tratado de San Lorenzo del Escorial.
El uso generalizado de la tercera persona o de la pasiva impersonal ha
conferido tradicionalmente al texto esas características despersonalizadoras
que investían al escrito científico con un posicionamiento aséptico. Ese afán
de imparcialidad aboga porque el mexicano haga uso de denominaciones
generales que abarcan el estatus de género (los hombres, las mujeres);
de nacionalidad o etnia (los españoles, los ingleses, los americanos, los
mexicanos, los nativos, los meschimes, los taíses, tlaumases, nuchimanes,
etc.); de orden social (los gobiernos, indios, plebeyos, los nativos, los salvajes)
que conllevan ese afán divulgativo y con el que pretende sistematizar y ordenar
la realidad caótica. No es menos cierto que este afán de regimentar y ordenar
se ve diezmado por la situación particular que presenta el contexto fronterizo
del Noroeste a finales del siglo XVIII y que dio lugar a las discordias y retos
por consensuar el fin último del viaje a Nutka, para llegar un acuerdo entre
George Vancouver y Juan Franciso de la Bodega y Quadra.
La obra de Moziño, sin embargo, aparece a contracorriente del cometido
gubernamental de los países en lid, se trata de una obra apologética del
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indígena en todas sus dimensiones, que cruza toda la síntesis de discursos
jurídicos sobre el reparto de tierras por parte de las grandes potencias. La
objetividad y la neutralidad transmutan el discurso oferente que pareciese
haberse atribuido tradicionalmente a Moziño con un golpe satírico al mundo
español y anglosajón en el siguiente extracto:
No se ve allí la ambición de la hacienda ajena, porque los artículos de
primera necesidad son muy reducidos y comunes todos. A nadie obliga
el hambre a saltear caminos, ni hacer en las costas la piratería. […]
El tráfico con los europeos les ha hecho conocer varias cosas que les
hubiera sido mejor haber carecido siempre y conservado la primitiva
simplicidad de sus costumbres. (136)
O en la misma línea irónica, al alabar los cánticos espirituales de los
indígenas respecto a los de los españoles e ingleses de tono mundano:
Las primeras contienen puramente amores (le dije yo) y las que acabas
de oír es un elogio del vino y de las buenas mozas: a lo que me replicó él
¿Qué no tienen Dios ni los españoles, ni los ingleses, que sólo celebran la
fornicación y la embriaguez? Los taises de Nutka no cantamos más que
para alabar a Coa-tz y pedirle socorro. (148)
Sin embargo, más allá de caer en una descripción idílica del indígena de
cariz rousseauniano, se implica en la valoración que testimonia y registra
también sus propias opiniones al respecto:
La inmundicia es incomparablemente mayor en casa de los Mezchines,
bien que todos en general están tan bien hallados con la sordidez, que
aun con las mujeres no descubren el menor vestigio de lo que llamamos
asco; las vi mil veces espulgarse unas con otras, y comerse cuantos piojos
encontraban. (112)
En la misma línea de reflexión, el autor ironiza ostensiblemente: “Nuestras
embarcaciones han conducido a aquellos países incultos una colonia de ratas
y hacen mayor daño en las casas de nuestro establecimiento, habiéndose
propagado prodigiosamente” (99). En pro del asunto que nos atañe, Moziño
rebasa la linde genérica al desplazar los confines de los tratados renacentistas.
A menudo, la retórica supuestamente impersonal de cariz científica,
pretende mantener al narrador como un mero observador que visualiza de
manera clásica, atendiendo a la denominación foucaltiana, con el fin de
congelar, o de otro modo, de transmitir pictóricamente el proceso descriptivo.
No obstante, la mirada fotográfica de Moziño no postula una posición de
dominio frente al Otro, si nos atenemos a la relación típica potestativa del
sujeto frente al objeto. De hecho su escritura es consciente de esa mutabilidad
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y atestigua el cambio acusado en los nativos “ya no está en uso entre ellos
el zarcillo que acostumbraban cuando los vio el capitán Cook” (103). En
ese mismo orden de involucramiento en la escena, a menudo el narrador se
ruboriza, y se le confiere la carga de humanidad que lo define: “La decencia
me compele a omitir la descripción detallada de los viles obscenos de los
Mes-chi-nes por ser escandalosísimos los movimientos con que efectúan,
especialmente el del impotente por causa de la edad, y el pobre, que no ha
podido casarse” (150).
El discurso oficial, encumbrado en el rigor científico, afín a los intereses
de la repartición de tierras entre los gobiernos en pugna y que llevó a la
promulgación del Tratado del Escorial entre Inglaterra y España, es subvertido
ya sea de forma irónica, o bien cultivando el don de la candidez. En última
instancia esa consumación acomete la defensa del indígena contra las tesis
degenerativas postuladas por la Ilustración europea queda patente. El papel
que la prensa tuvo en la configuración de la identidad nacionalista en los
países americanos, objeto de investigación destacada en las últimas décadas,
pergeñó el imaginario social, a partir de la historia, la cultura, la ciencia,
los paisajes y las costumbres locales. No obstante, los parajes del Pacífico
Noroeste supusieron un “intermezzo” en la configuración del imaginario
social nacionalista en el que entraría en juego el nuevo mapa geopolítico de
potencias como Estados Unidos y Canadá. Debido a la renuncia de España
sobre estas colonias entre otras, tras el tratado Adams-Onís (1819-1821)
que supuso la imposición de nuevas fronteras con EEUU, los presupuestos
del mexicano no descollaron; algunos topónimos dan fe de los logros
exploratorios en esta región, en la cual, la visión indigenista se supeditó a la
maltrecha relación entre las grandes potencias.
La frontera indigenista
Desde los primeros estudios discursivos, (Barthes, Genette, Lejeunne, etc.)
sabemos que no existe el relato sin narrador o el texto sin contexto; es decir
que todo relato es discurso y que el enunciado sin enunciación es quimérico.
El discurso científico es un discurso mitificado por cuanto se ha invocado
al mismo como un discurso neutral, exacto, monosémico, transparente y de
contenido verdadero o referencial, exento de connotaciones, aséptico y sin
distorsiones. Otras dimensiones que han avalado esta idealización científica
es el carácter despersonalizado de la ciencia, así como el concebirse como
fiel registro de la realidad. Además de estas cualidades, el lenguaje científico
aduce que la escritura, por su carácter trascendental, es el código fundamental
para su elaboración, en menoscabo de otros códigos, contradictoriamente, el
icónico o el simbólico y del que la mayoría de obras científicas dieciochescas
son partícipes relevantes con ilustraciones, esbozos, mapas, dibujos, pinturas,
etc.
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El rasgo predominante que distinguió a la ciencia empírica dieciochesca
fue la presunta objetividad, modelo que por otra parte se arraigó en la
impronta del modelo racional que emprendiera el viaje antropocentrista de la
modernidad, postulado que estaba supeditado al concepto vigente del sujeto,
o precisamente a la construcción del mismo. Los retos que se han impuesto a
la “objetividad de la ciencia” han dado como resultado una múltiple consigna
respecto a la agencia desde la que se formula la noción del sujeto en las
teorías posestructuralistas, no tanto para ahondar en la anulación del sujeto
como fuente de conocimiento, sino para la investigación de los supuestos
paradigmas en los que se construyó el propio sujeto. El debate histórico sobre
los paradigmas subjetivos u objetivos ha adoptado en la teoría postcolonial
una tribuna notable a la hora de analizar los discursos formulados en la
narrativa dieciochesca en los que se anclaba la falsa dicotomía de lo subjetivo
frente a lo objetivo, “locus fronterizo” que analizamos a continuación.
Ciertos marcadores discursivos que concitan a reflexionar sobre el
papel científico que el criollo mexicano estimuló y que permean todo el
ámbito ideológico aparecen subyacentes en la escritura del mexicano. La
retórica moziñana se desdobla, contradictoriamente, en diversos ámbitos
contrapuestos pero que son conciliados en un discurso que rinde cuentas;
por una parte a una labor científica orquestada desde el gobierno, y por otra
a una visión humanista pertrechada por el posicionamiento extraordinario
del criollo mexicano, la defensa del indígena. No en vano, Noticias de Nutka
responden puntualmente a las instrucciones dictadas por el Virrey Bucarelli
a Juan Pérez (1773) en su primera exploración al Pacífico Noroeste y que
se repetirán en las posteriores exploraciones, las cuales constaron de hasta
32 artículos e incurren en tres órdenes preferentemente: las primeras están
dedicadas a la navegación y a la exploración propiamente dichas, tales como
la elaboración de diarios, derrotas, mapas, así como el objetivo de llegar a los
60 grados de latitud norte incrementándose en sucesivas exploraciones, los
procedimientos en las tomas de posesión, y la perduración del secretismo en
caso de encuentros con otras naves extranjeras. Un segundo grupo de órdenes
se enfocan en los contactos con los nativos, la información respecto a los
mismos y posibles intercambios. Por último, la categoría que corresponde a
aquellas órdenes preventivas, de disciplina, en caso de accidente, y de fin de
viaje con el arribo al presidio de Monterrey.
La evolución de las diferentes teorías sobre el origen de los indígenas
americanos ha estado a merced de las diversas corrientes teóricas de toda
índole. Desde la de poblamiento tardío o temprano; teorías clásicas del origen
monogenético y que nos remontaría al paso por estrecho de Bering, por el
continente africano, Asia, Europa, o bien por la Polinesia; teoría poligenética
referida a varias corrientes migratorias en el tiempo y en el espacio. Sin
duda, el tema del origen de los indios americanos fue, y aún es, desde la
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colonización (Alexo Venegas, Benito Arias Montano, Juan de Pineda, Tomas
de Maluenda, Fray Gregorio García, etc.) un asunto de sumo interés desde el
punto de vista antropológico y que transciende en la obra de Moziño.
El ensalzamiento de la defensa del indígena en el siglo XVIII se enmarca
en la percepción que las potencias coloniales tuvieron respecto a la naturaleza
del Nuevo Mundo. Por cuanto nos atañe a este estudio, el jesuita Francisco
Javier Clavijero (1731-1787), tras su exilio en Italia en su Storia Antica del
Messico (1780-81), popularizó en gran medida el interés por la arqueología
azteca, hasta convertirse en un texto clásico de historia y que fue el contrapunto
a la polémica europea (Georges-Louis Leclerc, Comte de Buffon; Cornelius
de Pauw) que rebajaba la naturaleza y civilizaciones del Nuevo Mundo
(Gerbi 247). La respuesta no se hizo esperar por parte de la clase ilustrada
colonial. Una práctica habitual del nacionalismo cultural, que acopiaría el
Romanticismo posteriormente, se prestó a inquirir en el pasado étnico como
parte de la formación colectiva mediante símbolos, mitos o leyendas. En este
prolegómeno en el que se materializan las corrientes criollas que buscaron la
glorificación del pasado prehispánico, apareció la obra de Moziño, Noticias
de Nutka. A tenor de estas premisas, la institución eclesiástica que se había
consignado desde la colonización en la abanderada del discurso indigenista
dejó paso al discurso dieciochesco europeísta en el que el imaginario ilustrado
europeo reescribió su prosa científica prescindiendo en muchos casos del
carácter humanista que la ilustración colonial hispana había abanderado.
La figura de Moziño destaca por su juicio crítico, pero significativamente
reflexivo, a tenor de la postura adoptada. José Francisco Ruiz Cañete había
publicado en La Gaceta de la Literatura un estudio sobre el “Origen de los
indios mejicanos (1788-90)”, haciéndose eco de las ilustraciones que James
Cook había incluído en su diario de su llegada a Nutka en 1778, señalando
además que su lengua era muy semejante al Náhuatl. A estas tesis de Cañete
se sumó la voz de José Antonio Alzate y Ramírez, quien apoyó las hipótesis
del primero en la Gaceta de Guatemala. Sin embargo y como epítome de su
personalidad comedida y prudente, la admiración de Moziño por Alzate no
cayó en un apoyo incondicional. A pesar de indagar en tales presupuestos,
el criollo se declaró prudentemente incompetente: “Tengo tan olvidado el
mexicano, que no me hallo capaz de buscar sus analogía con éste, de un
modo, que pueda ser instructivo” (143).
En ese orden de discusión empirista, Moziño, al tanto de las discusiones
europeas mantenidas por filósofos y naturalistas durante el siglo XVIII
y en relación a los aspectos raciales de los indígenas, se refiere al color
de la piel de los habitantes de Nutka, de forma remitente, ya sea para
atestiguarlo físicamente: “Menos oscuros que el de los mexicanos” (101), y
posteriormente al comentar al respecto “más negros que un etíope” (109). El
de Temascaltepec apostó por la reflexión de sus asertos como enunciado de un
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orden de convicción y de ecuanimidad, aunque permeado por las diferentes
subjetividades que lo conformaron y que confirmaron su familiarización con
las tesis de la época. Ávido por contrastar tesis y conocimientos científicos
contemporáneos, la frontera del discurso científico, la que demanda su
precisión y objetividad, no queda posicionada, se difumina entre la duda
y la reflexión, pareciese que le interesara describir, figurar o sugerir, más
que afincarse en el flanco positivista meramente. A propósito de esas
tribulaciones, a modo de subterfugio de la controvertida relación entre las
grandes potencias, España e Inglaterra, en disputa por el territorio de Nutka,
se llegó a poner en tela de juicio las estrechas relaciones entre los indígenas y
los españoles debido a un asesinato de un marino español que había expuesto
a Macuina como supuesto cómplice del mismo:
Corrió la voz por todos los buques extranjeros y que se hallaban en el
mismo fondeadero, y sus respectivos capitanes prometieron unirse con
nosotros para vengar esta atrocidad. El bostonés Ingraham arrestó con
efecto al día siguiente a los dos criados de Macuina, llamados Frijoles
y Agustín, dio parte en el bergantín Activa, y pidió soldados para
transbordarlos al cepo de esta embarcación. (145)
El mexicano se imposta en la voz del líder indígena y proclama:
Nuestra confianza recíproca ha llegado al punto de dormir ambos solos
en una misma recámara, sitio en que hallándote sin armas, ni gente que te
defendiera, pudiera yo haberte quitado la vida, si mi amigo fuese capaz
de una traición. Se piensa bajamente de mí y de mi dignidad, siempre
que se imagine que queriendo yo romper la amistad, mandase asesinar
un muchacho menos apto para defenderse que si fuera una mujer. (147)
El autor, conocedor del posible receptor de su obra y del tono que debe
regir su escrito, recrea el carácter propagandístico de la obra contra el gobierno
inglés, el cual pretendía utilizar al propio indígena como moneda de cambio y
chivo expiatorio de los intereses territoriales en el Pacífico Noroeste.
En el espacio fronterizo que hemos tratado de trazar, el rol de Moziño
aglutina el orden de subjetividades dieciochesco colonial en el que abunda
el cientifismo y la moral, sin perjuicio de ambas. El alegato que cataliza la
actitud más fronteriza de Moziño es la defensa a ultranza de aquellas gentes
con las que ha compartido su viaje y que son objeto de análisis. Al darles
voz, frente al pensamiento eurocéntrico ilustrado de su tiempo, cuestiona los
valores que sustentaron muchas de las premisas científicas:
Me causa imponderable maravilla oír varias expresiones bastantes agrias
contra la fama de estos naturales, de cuya perversidad no citan un hecho
siquiera que pueda servir de prueba […] ¡Qué dolor! que no puedan
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ellos decir en lo general otro tanto de nosotros, pues los marineros, o
en fuerza de su educación casi brutal, o envidiosos de trato humano
que el comandante y demás oficiales daban siempre a los naturales, los
insultaron varias veces, estropearon a unos e hirieron a otros, y no dejaron
de matar a algunos. La humanidad es el mejor carácter de la civilización:
Todas las ciencias y artes valen nada si sólo sirven para hacernos crueles
y orgullosos. (169)
Como ha señalado Solange Alberro, la conciencia criolla novohispana
surgió primordialmente debido a dos factores, primeramente por el proceso
aculturativo de conquistadores y colonizadores al convivir con lo autóctono,
y posteriormente por las estrategias eclesiásticas que bajo formulas religiosas
acopiaron los diferentes discursos simbólicos indígenas y se hibridaron con el
discurso católico (Mazzotti 68). En este contexto que se acondiciona durante
tres siglos, el discurso criollo se fue adecuando desde lo que se ha llamado
tradicionalmente la nación criolla hasta el nacionalismo étnico preilustrado
en el que resurge la defensa del indígena como alegato propio. La escritura
de Moziño desestimó el mutismo e inmovilismo folklórico indiano que
sintetizaría el romanticismo mexicano en su vertiente nacionalista, y por otro
lado, denunció sin ambages su denigración colonial. En esa frontera entre
el pasado y el futuro, el indígena del Pacífico Noroeste que perfiló Moziño
no se adscribía a la nación criolla ni al estatus colonial, aunque la historia,
paradójicamente, acabara aniquilándolo.
Su obra no se redujo como la mayoría de diarios de navegación de la
época a un destinatario oficial o gubernamental que precintase el objetivo
investigador sin más, sino que investido en el ribete científico dieciochesco,
subvirtió el mismo. Noticias de Nutka, desde su instancia fronteriza presente
en la indefinición genérica y la subversión temática, confronta muchas de
las paradojas de la modernidad, e invita a revisar muchas de las asunciones
impuestas por el doctrinarismo de la época del que se hicieron eco los
Ilustrados europeos y que mostraban la naturaleza degenerativa del indígena.
La frontera imaginaria que plantea la obra de Moziño incita a desmantelar el
sentido de autoridad de las grandes potencias desde la ironía y la reflexión,
otras veces desde la humildad y el retraimiento, otorgando a la ciencia una
mirada alternativa, más allá de la objetividad en la que se ha encubierto este
discurso circunspecto.
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