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De Embigado
a Envigado
From Embigado
to Envigado
José Ignacio Henao Salazar1
Fecha de recepción: 05/03/2015
Fecha de envío a evaluación: 09/03/2015
Fecha respuesta de evaluación: 24/03/2015
1
Profesor de cátedra de la Universidad de Antioquia y de la Institución Universitaria de Envigado
e integrante del grupo de investigación Estudios Lingüísticos Regionales. Correo electrónico:
[email protected]
J. I. Henao Salazar - Revista Reune No. 1 pp. 100-122, 2016
Resumen
Este trabajo hace parte de una investigación sobre la toponimia de Envigado (aún sin terminar) y recoge
los primeros pasos históricos del municipio para convertirse en lo que es hoy. Se cuestionan algunas
teorías sobre el origen de sus primitivos pobladores y sobre los nombres iniciales del municipio, y se
mencionan sus primeros propietarios tanto de tierras como de minas. Los aportes de Pedro Cieza de
León, Juan Bautista Sardela y Guamán Poma de Ayala fueron fundamentales para el trabajo, lo mismo
que la documentación del Archivo Histórico de Antioquia (AHA).
Palabras clave: Envigado, aguasí, anaconas, propietarios de tierras y minas.
Abstract
This paper is part of a research about Envigado´s toponomy (without finishing) and pick up the first
historical steps of the city in order to become in what it is now. Some theories about the origin of the
first setters and the initial name of the city are questioned, and the land and mine owners are mentioned.
The Pedro Cieza de León, Juan Bautista Sardela and Guaman Poma de Ayala´s contributions were
fundamental to this work, as well as Antioquia Historical Archive´s documentation (AHA).
Key words: Envigado, aguasí, anaconas, land and mine owners
Preámbulo
Este trabajo es producto de un recorrido bibliográfico por una serie de documentos
del Archivo Histórico de Antioquia (AHA), una de cuyas fuentes fue la transcripción
realizada por Roberto Luis Jaramillo para Corantioquia, y por otros materiales
impresos que figuran en la bibliografía. El motivo inicial de este trabajo fue la tesis
doctoral (inconclusa) sobre la toponimia de Envigado. En la búsqueda de información
sobre los topónimos de Envigado era pertinente investigar sobre los primeros pasos
del municipio en su construcción histórica. Y el análisis de los documentos permite
ubicar algunos vacíos en la documentación que circula sobre los primeros años en la
historia de este municipio.
En la indagación se constata, primero, que tuvo una importancia relativa en el Valle de
Aburrá, por cuanto fueron más importantes Medellín e Itagüí; segundo, ningún indígena
anacona habitó este territorio; y, tercero, si el nombre es la marca de identidad que le
permite a las personas o territorios ser reconocidos, Envigado se demoró en adquirir
carta de ciudadanía, por cuanto apenas en 1764, según los documentos revisados,
figura el nombre de Embigado, su escritura original, y no Envigado, como se escribe
actualmente.
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En la redacción, para hacer más entendible los textos de los archivos que tienen una
escritura acorde con la época y con una codificación propia de estos documentos, se
transcribieron en un español más cercano a la actualidad y en unos pocos se conservó
la escritura original. Este acercamiento busca generar una mirada más objetiva y
documentada de la historia del municipio, por ello, esperamos las observaciones que
nos ayuden a enriquecer esta aproximación.
Aguasí y Anaconas
Esta aproximación a los posibles nombres de Envigado a través de su historia hay
que comenzarla cuestionando el nombre indígena de la región, aparecido en una
publicación del Instituto Geográfico Agustín Codazzi. Según Fonseca (1995), el nombre
indígena del actual Envigado era Aguasí2: “Envigado, pob. Aguasí, pob. Rodas (1576)”
(p. 20). Refuerza esta opinión con una cita tomada del cronista Fray Pedro Simón: “El
cacique del poblado Tahamí y un cacique principal del pueblo llamado Aguasí” (Simón,
1953, sin página).
Al revisar la crónica de Simón, de la misma edición, con los datos idénticos, hallamos
la siguiente afirmación: “Se desapareció el don Pedro Tahamí y un compañero suyo
también principal llamado Aguasici” (Simón, 1953, p. 189). Se fugaron cuando se
pronunció la sentencia contra los acusados de haber dado muerte al conquistador
Andrés de Valdivia, en la que estaban implicados.
La cita de Fonseca nos genera la primera duda: no es copia fiel del original. Pero esta
se acrecienta si seguimos leyendo las crónicas de Simón, pues, por ninguna parte,
cuando se refiere al Valle de Aburrá y a sus alrededores, aparece algún cacique o
región que tengan un nombre siquiera parecido. En cambio, cuando menciona las
regiones del Occidente o del Norte antioqueño aparecen nombres de escritura
semejante: “Los principales caciques deste valle, se llaman Guarcama, Pipimán,
Cuerpia, Oceta, Máquira y Aguacici” (Simón, 1953, p. 105). “Los indios Guazuzes
que llaman de las provincias de arriba, entre las de Antioquia y Urabá, no viven en
pueblos sino en casas muy apartadas unas de otras, puestas en lo alto delos árboles”
(Simón, 1953, p. 83).
2
En el artículo “ESO DICE ADELA” del periódico El Tiempo se informa que: “Aguasí meridiano indígena: Aguasí es un vocablo
indígena que nombraba una zona paisa cuyo meridiano atraviesa Envigado. Con este nombre bautizaron Vedher Sánchez
Bustamante y Julio Mejía, la tertulia que se reúne los primeros viernes de cada mes, para comentar y discutir temas culturales,
en los que la tierra de Fernando González y Débora Arango sigue siendo líder” (NULLVALUE, 2004). Realmente, este nombre
surgió cuando les comenté el topónimo que se inventó Fonseca, y a ellos les pareció tan interesante que le pusieron ese nombre
a su tertulia.
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Agrega Simón (1953) que:
Fueron los indios de la nación catia los más principales de todo el resto de las demás
naciones de la provincia de Antioquia que eran Bijico, Pequi, Penco, tierra de sabanas
rasas donde también están los noriscos; otros se llaman ituangos, pubios, seracunas,
peberes, nitanas, tuines, cuiscos, araques, carautas, guacusecos y tecos. Eran los
catios gente vestida, de más despabilado entendimiento, escribían sus historias en
hieroglíficos (sic) pintados en mantas, usaban de peso y medida; lo más común que
comían eran raíces por ser la tierra estéril para el maíz; gente membruda y bien
dispuesta, en especial las mujeres de bellos rostros y buen parecer, gallardas y bien
preciadas, aunque los hombres algo bazos y morenos; de gran verdad en los contratos
(p. 302).
Como se puede ver por las citas, lo más parecido a Aguasí es Aguasici, región que, por
la descripción hecha por Simón, queda entre Santafé de Antioquia y Urabá.
Otro aspecto discutible de la historia de Envigado y, en general, del Valle de Aburrá,
tiene que ver con los indígenas que poblaban estas tierras antes de la llegada de los
conquistadores. En términos generales, podemos afirmar que algunos historiadores
consideran que los indígenas que poblaban a Envigado a la llegada de los españoles
eran anaconas o yanakonas.
Según Garcés (1986), autor de la Monografía de Envigado: “Sus tierras estaban
habitadas por los indios anaconas, que parece tenían un alto nivel de vida pues a
diferencia de la mayoría de los indígenas que vivían semidesnudos, éstos estaban
completamente vestidos con largas túnicas de algodón” (p. 6). Agrega que habitaban
en la parte oriental de la ciudad, donde comienza a inclinarse el terreno, en la loma que
fue propiedad de Pacho Pareja (hoy finca de la familia Ochoa). Afirma que es el único
lugar en donde se han encontrado vestigios indígenas, como tumbas y algunos objetos
de piedra. También, en la página web oficial del municipio de Envigado, encontramos
la siguiente afirmación:
Estas tierras estuvieron en posesión de la tribu de los anaconas, pertenecientes a la
gran familia Nutabe. Su radio de acción era Envigado, incluyendo a Sabaneta, Itagüí
y La Estrella. En la zona de Palenque existió el mayor asentamiento de dicha tribu
(Alcaldía de Envigado, s.f.).
La palabra palenque, según el DRAE (2012) proviene del catalán palenc, empalizada.
En su acepción 6, afirma que en Cuba significa “lugar alejado y de difícil acceso en
el que se refugiaban los esclavos negros fugitivos” (DRAE, 2012). Esta acepción es
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utilizada en toda América Latina con el mismo sentido, por tanto, en un sitio con esta
denominación no se asentaban indígenas sino esclavos fugitivos, que huían de los
españoles. Como sus mayores enemigos eran los perros, construían empalizadas para
impedirles el paso, de ahí la denominación de palenque. Realmente, en Envigado, antes
de la separación de Sabaneta, existió un palenque, junto a la quebrada Cien Pesos.
Hoy está localizado en terrenos de Sabaneta y conserva ese nombre. Al recorrer sus
calles, se notan los rasgos de origen africano en las caras de algunos de sus habitantes.
En relación con las culturas indígenas, Castillo (1996), antropóloga, ha realizado
investigaciones arqueológicas e históricas en Antioquia, y especialmente en el Valle
de Aburrá. Subtituló su trabajo sobre las culturas indígenas del Valle de Aburrá así: “El
poblamiento inicial del Valle de Aburrá: un capítulo perdido de la historia prehispánica”.
De manera parecida se refiere Restrepo (1903) a esta situación:
Densas sombras envuelven la historia del territorio que se denominó Provincia
de Antioquia, antes de penetrar en él los conquistadores. Algunos rayos de luz
lanzados posteriormente por relaciones de éstos, y tradiciones conservadas más por
esfuerzo de la imaginación que por investigaciones razonadas, han dado á conocer
imperfectamente alguna parte de este territorio y sus aborígenes; pero todo ello
apenas presenta ideas confusas y hechos discutibles, que es preciso desechar en
estudios serios y de algún provecho (p. 22).
Lo anterior se constata al leer la crónicas de Juan Bautista Sardela y Pedro Cieza de
León sobre la conquista del Valle de Aburrá por las tropas de Robledo, en las cuales no
se menciona por ninguna parte a los indios Anaconas. Cuentan que la mayoría de los
nativos prefirieron el suicidio a la sumisión, otros murieron cuando se enfrentaron a los
españoles y unos pocos se sometieron al servicio de los invasores. La primera mención
de los Anaconas se encuentra en la parte dedicada al enfrentamiento de los españoles
con indígenas de la zona occidental de Antioquia. En esa lucha, según Sardela (1993):
“Los naturales mataro(n) y prendiero(n) muchos Anaconas que son indios cristianos
de servicio de los españoles” (p. 300). O sea, que venían con los españoles porque
en tan poco tiempo no podían haber cristianizado a los pocos indígenas del Valle de
Aburrá que sobrevivieron al suicidio y al enfrentamiento.
A partir de lo informado por Sardela (1993), aparece una inquietud en relación con la
palabra Anacona (Yanakuna, en quechua). Este término, según Poma de Ayala (1987),
en su obra Nueva crónica y buen gobierno, designaba una categoría social dentro del
imperio incaico y no a una comunidad indígena. En el glosario que acompaña a la
edición de la obra, realizada por Murra, Adorno et Urioste, aparece la explicación de
esta palabra:
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Yana ‘criado’ ligado a la casa de un señor étnico o de un Inka, en el Cuzco. De yanapay,
ayudar sin llevar cuenta de los servicios rendidos. Después de 1532, en su forma plural,
yanakuna servía para designar a los criados permanentes de los europeos, desligados
de su unidad étnica o de parentesco (Poma de Ayala, 1987, p. 1294).
Así mismo, en relación con los anaconas que vivieron en Colombia, Simón (1953) los
define así: “Es un indio ladino de servicio de los españoles, y principalmente se llama
así, los que se ocupan de este ministerio que han baxado del Pirú” (p. 80).
Si retomamos las citas de Sardela (1993) y Simón (1953), nos damos cuenta de que
los indios mencionados eran criados, por tanto, yanaconas. Si rastreamos el origen de
los conquistadores, ellos venían del sur del continente y conquistaban estas tierras
a nombre de Francisco Pizarro; por tanto, estaban familiarizados con el término.
Esto nos indica que aquí no existían ningunos indios anaconas3. Además, la mayoría
de los indígenas que poblaron el Valle de Aburrá después de la conquista, fueron
traídos por los españoles desde el Perú y, a lo mejor, de Urabá y Centroamérica,
aspecto importante al estudiar los pocos topónimos de origen indígena existentes
en Envigado4.
De acuerdo con la descripción que hace Poma de Ayala (1987), ser yanacona en el
Perú de la colonia no era ningún orgullo, más bien era todo lo contrario, ya que la
conversión de los indios en criados por parte de los españoles fue un duro golpe
a la cultura indígena, pues a partir de esta relación servil se dio un proceso de
descomposición social propiciada por los mismos conquistadores, lo que incluía a
los religiosos:
Que los dichos padres de las doctrinas tienen mugeres cazadas por cocinera y a sus
maridos por yanacona (criados). Por tenella a su muger por manceba, enviando a su
marido afuera con mensajes o por tenella como alcagüeta o depocitalla a las dichas
solteras a ella para que alcagüetee. Y ancí algunas se huy(e)n y algunas ya no se quieren
casar con indio (p. 610).
3
En el departamento del Cauca existe una comunidad indígena de origen quechua, denominada
Yanaconas. Estos son descendientes de los criados traídos por los españoles. Los Yanaconas se
distribuyen en las comunidades indígenas civiles de Frontino, El Moral y El Oso, en el municipio de
la Sierra, y en los resguardos de Río Blanco en el municipio de Sotará; Guachicono y Pancitará en el
municipio de La Vega; Caquiona en el municipio de Almaguer y San Sebastián en el municipio del
mismo nombre. El antropólogo Restrepo, citado por Sánchez y Mejía (2002) dice: “Que por ser hábiles
en el oficio de la carga a sus espaldas, habían sido sometidos y traídos consigo por los españoles desde
las cercanías de Popayán” (p. 83). Realmente, confundió el origen.
4
Ver Henao y Castañeda (2005).
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Más adelante, Poma de Ayala (1987) agrega:
Como los negros y negras criollos son bachilleres y revoltosos, mentirosos, ladrones
y revoltosos y salteadores, jugadores, borrachos, tabauqueros, tramposos, de mal
beuir y de puro uellaco matan a sus amos y rresponden de boca. Tiene rosario en la
mano y lo que piensan es de hurtar y no le aprouecha sermón ni predicación ni asotes
ni pringalle con tocino. Mientras más castigo más uellaco, y no hay remedio, ciendo
negro o negra criolla. Y ancí les castiga Dios y ancí se matan entre ellos, estando
borracho o jugando. Destos uellacos les enseñan a los bosales las mañas los indios
yungas yanaconas (criados), chinaconas (criadas). Son negros peores que negros (p.
760).
Poma de Ayala (1987) critica la forma como los españoles convirtieron a los nativos
en yanaconas, con todas las secuelas de descomposición, como lo menciona en la
cita anterior. Agrega que los indígenas se volvieron perezosos y que tomaron vicios
enseñados por los conquistadores: “Y ancí se hacen yanaconas fugitibus, y biuen en
pueblo en pueblo ageno cin conocer al criador ni temen a la justicia ni a sus caciques
principales” (Poma de Ayala, 1987, p. 950). Se dedican a beber y emborracharse, a
consumir coca; andan como animales salvajes.
Este análisis sobre estos dos aspectos de la historia de Envigado solo busca generar
una inquietud sobre el origen de los primitivos pobladores de Envigado y sobre el
posible nombre indígena de la región.
Pasos iniciales de Envigado en su construcción histórica
Hasta donde hemos podido verificar, la historia documentada de Envigado no
comienza con la llegada de los españoles en 1541 al Valle de Aburrá, sino con la
adjudicación de una merced a Juan Daza, en 1580. Es decir, 39 años después de la
llegada de los conquistadores, por cuanto en ningún documento hemos encontrado
datos relacionados con la población indígena que, posiblemente, habitaba estos
territorios, ni con el asentamiento de algunos españoles. Esto se debe, quizá, al tipo
de terreno y a la vegetación que lo cubría, y ante la existencia de zonas que ofrecían
mejores posibilidades para habitarlas y cultivarlas, el territorio que hoy comprende
Envigado no tenía pobladores de origen indígena o, si los tenía, eran muy pocos.
Después de los comentarios anteriores, es necesario aclarar que la aparición de
Envigado es parte del proceso de conquista de lo que hoy es Antioquia, que se
concentró, en su etapa inicial, en los alrededores del río Cauca, especialmente
en Santafé de Antioquia, desde donde los españoles comenzaron un proceso de
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expansión y consolidación del dominio de otros territorios, con especial atención a los
que tuvieran minas.
Tal vez por lo difícil del terreno para establecer vías de comunicación, a la región de
Urabá se le prestó poca atención, lo mismo que a la del río Magdalena5. Con el aumento
de la población y con la necesidad de producir alimentos para las zonas mineras,
fueron expandiendo el poblamiento hacia territorios, que, a pesar de carecer de minas
de oro de gran valor, se fueron convirtiendo en despensas agrícolas y ganaderas y en
asentamientos, con una población que iba cada vez en aumento.
Uno de estos territorios que con el tiempo se convirtió en el más importante y en el más
poblado de todo el departamento, fue La Villa de Nuestra Señora de la Candelaria de
Medellín, fundada en 1675. Según Parsons (1950), antes de la fecha de su fundación,
esta villa contaba hacia 1630 con los siguientes poblados: “Además de Aburrá,
se incluían otros poblados en el valle, tales como Aná, La Tasajera (Copacabana),
La Culata (San Cristóbal), Itagüí, Santa Gertrudis (Envigado), Hatoviejo (Bello) y
Guayabal” (p. 63).
Sin embargo, en todos los documentos revisados para este trabajo no se ha encontrado
evidencia de que, para 1630, la zona de Envigado se denominara Santa Gertrudis,
porque, más bien, era parte de San Lorenzo, la reserva indígena creada en 1616.
Tierra que compartían los indígenas con doña María Quesada, esposa de Juan Daza.
La primera referencia a Santa Gertrudis es de 1690 y, de acuerdo con los límites que
establece el documento, correspondía al territorio comprendido entre las quebradas
del Poblado y Aguacatala, o sea que haría parte del municipio de Medellín.
Al parecer, Envigado fue uno de los últimos territorios en ser colonizado en el Valle de
Aburrá. Tal vez por ser un terreno selvático hacia las cordilleras y bastante húmedo
en la orilla del río Medellín (Porce o Aburrá en esa época), no era apropiado ni para la
agricultura ni la ganadería. Cuando, en 1580, Sancho García del Espinar, gobernador
5
Después de los viajes de Badillo y Robledo desde y hacia Urabá, se perdió el contacto entre Santafé
de Antioquia y Cartagena, hasta el punto de que, a mediados del siglo XIX, el geógrafo Codazzi
(1973) afirmaba que: “No puede menos de sorprender cualquiera que conozca el país, al recordar
que ellos emprendieron tan trabajosa jornada, hace más de trescientos años, y que aun en el día no
existe siquiera una senda que conduzca al Golfo de Urabá” (p. 160). Agrega que, al llegar al Valle del
Cauca, después de haber transitado por las montañas de Abibe: “Me pareció haber llegado al paraíso
terrenal, tanto era lo que había sufrido en el paso de aquellas cordilleras a causa de las continuas
lluvias, que no permitían ver jamás el sol, y de las continuas fatigas que ni siquiera eran aliviadas por
un hermoso paisaje, ya que a causa de los espesos bosques apenas se podía divisar a pocos pasos al
que iba delante de ti por aquellos senderos” (Codazzi, 1973, p. 376).
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de Popayán, dona a Juan Daza dos estancias en los terrenos que hoy hacen parte de
los municipios de Envigado y Rionegro, hace las siguientes consideraciones:
Por cuanto vos Juan Daza vecino de la villa de Santa Fe de Antioquia de esta gobernación
me ha informado que en términos de la dicha villa y de la de Arma hay muchas tierras
que por falta de naturales que las habiten están yermas y despobladas en las cuales
tenéis necesidad de que se os señalen dos estancias: la una para pan llevar y la otra
para ganados y que en la parte y lugar que con más comodidad los podías haber, era
la una en el valle de Aburrá, por encima de una estancia que allí tiene el gobernador
Gaspar de Rodas, y la otra en las sabanas de Rionegro, cada una de las cuales que
tuviese una legua de cuadro6 (Archivo Histórico de Antioquia, 1580, folio 138 r).
Al respecto, Tobón (1964) cuenta:
Don Juan Daza, en 1580, al tomar posesión de las tierras del Chachafruto y el Tablazo,
que le fueron adjudicadas por el gobernador de Popayán en la orilla izquierda del
Rionegro, dijo que lo hacía ante testigos, ya que todo “está despoblado en 20 leguas
a la redonda” y que por consiguiente no había escribano que legalizara la posesión
(p. 14)7.
En el Archivo Histórico de Medellín (1616), dice que: “Se halla una merced concedida
por Sancho Garcia del Espinal a Juan Daza, marido de Doña María de Quesada” (p.
86V). Más adelante ella solicita:
Que en recompensa y remuneración por las tierras que le ocuparon a orillas del
río de cauca, para la fundación de los indios de Nuestra Señora de Sopetrán se le
concediesen las que poseían los de el yamesi, que se mudaron al pueblo que dicho
señor oidor fundó con el nombre de San Lorenzo, y por título librado en los aposentos
6
Con el fin de hacer más fácil la lectura de la cita, las escribí en el español actual. Esta es la versión original: “Por quanto vos Jua
dasa vecino de la villa de santa fee de Antioquia de esta gobernasion me a fho Relacion q en terminos de la dha villa y de la de
arma Ai muchas tierras q por falta de naturales q las Aviten estan yermas y despobladas en las quales teneis nesesidad de que
se os señalen dos estansias la una para pan llebar y la otra para ganados y que en la parte y lugar que con mas conmodidad los
podiades haber, era la una en el balle de aburra por ensima de una estancia q alli tiene el gor gaspar de rodas, y la otra en las
sabanas de rionegro cada una de las cuales que tubiese una legua de cuadro” “q en recompensa y remuneracion de las tierras
q le ocuparon a orillas del rio de cauca, para la fundacion de los indios de nra sra de sopetran se le concediessen las q poseian
los de el yamesi que se mudaron al pueblo q dho sr oydor fundó con el nombre de San lorenzo, y por titulo librado en los
aposentos del govor Bartholome de Alarcon en tres de marzo de mil seiscientos y dies y seis as se le concedieron dhas tierras
pr ante Rodrigo Zapata escribo de visitas y sin perjuicio de los resguardos assignados a dhos yndios, y assi quedaron unidas las
dos posessiones de Da Maria de Quesada cuyos linderos comienzan segun los deslindes con los de las mercedes de q se han
hablado, desde el encuentro de la quebrada del padre maestro con el rio que divide este valle en la punta del morro, para arriba
hasta dho ancon pr una y otra vanda del rio” (AHA, , folio 138r).
7
En la página web del municipio de Rionegro dice: “el Gobernador de Popayán, don Sancho García del Espinar, hizo merced de
tierras a don Juan Daza, quien se convertiría en el primer poblador foráneo del Valle de Rionegro. Don Juan Daza, español
de ilustre linaje, tomó posesión de las tierras que le habían sido adjudicadas, el 8 de noviembre de 1581 y de acuerdo con los
rituales de las leyes de indias, sentó sus reales en el Valle, clavando su espada en el suelo, haciendo una cruz, construyendo un
rancho en donde debían vivir gente y retando a quien quisiera oponerse a tal acto” (Alcaldía de Rionegro, s.f).
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del gobernador Bartolomé de Alarcón el tres de marzo de mil seiscientos y diez y seis,
se le concedieron dichas tierras, (…) sin perjuicio de los resguardos asignados a dichos
indios, y así quedaron unidas las dos posesiones de Doña María de Quesada, cuyos
linderos comienzan (…) desde el encuentro de la quebrada del Padre Maestro con el
río, que divide este valle en la punta del morro, para arriba hasta dicho ancón por una
y otra banda del río8. (Archivo Histórico de Medellín, 1616, p. 86V).
O sea, que todas las tierras al sur del Valle de Aburrá eran propiedad de doña María.
Un día antes del 2 de marzo de 1616, el Oidor de La Real Audiencia de Santafé de
Bogotá creó el resguardo de San Lorenzo de Aburrá, para ubicar a los: “Ochenta indios
útiles, sin los reservados y sus mujeres, hijos y familias” que estaban bajo el dominio de
Alonso de Rodas. Se les entregó gran parte del Valle de Aburrá, desde lo que hoy es el
centro de Medellín hasta La Estrella, incluyendo parte de Envigado e Itagüí, terrenos
que pertenecían a los herederos de Gaspar de Rodas y de Juan Daza.
Aunque la descripción no es muy clara, incluía todo el territorio desde Guayabal
hacia el nacimiento del río Medellín, entonces Aburrá, entre las dos cordilleras que
enmarcan el valle de este mismo nombre (AHA, 1616). Es decir, que el actual territorio
de Envigado hacía parte de esta reservación.
Ante la acelerada disminución de la población indígena, 23 años después, en 1639,
se otorga una merced a favor de Fernando de Toro Zapata, en los mismos territorios
entregados anteriormente a los aborígenes, por cuanto su número se había reducido
a diez o doce y no podían trabajar tanta tierra. El solicitante alegaba que las tierras de
ganado mayor y las montañas estaban vacías, y él tenía mujer, hijos y esclavos de mina
que mantener.
Le adjudicaron dos estancias. Aunque el documento solo menciona las tierras de Itagüí,
lo más lógico era que incluyera parte de las tierras de Envigado, que eran parte del
resguardo y correspondían, posiblemente, en ese momento, a Itagüí (AHA, 1639). Sin
embargo, para Garcés (1986) sería al contrario: “En el paraje de Itagüí perteneciente
en ese tiempo a Envigado, había en el año de 1674 diez familias en su mayoría indios,
negros y mestizos” (p. 14).
En 1685, el gobernador Francisco Carrillo y Albornoz otorga una merced en favor de
los indios yanaconas de La Estrella, entre cuyos límites incluye la quebrada, que llaman
8
Es importante resaltar que un día después de otorgarle a los indígenas el resguardo de San Lorenzo, le fue otorgada a doña
María de Quesada la misma tierra, aunque se diga que sin perjuicio de la entregada a los indios. Esto podría explicar la dramática
disminución de la población indígena.
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del Doctor (para mí La Doctora)9, quebrada arriba, hasta sus cumbres de una banda y
otra para adentro, que es hasta la ceja del Pueblo Blanco, y el dicho sitio del pueblo,
ha de ser en la ceja, que llaman el Bermejal, que es en el mismo camino Real que va
a Pueblo Blanco, que están desembarazadas y sin ninguna población, ni ranchería.
Desde La Ospina, hasta las cumbres, por una banda del río, y por la otra, desde dicho
río por el filo de la cuchilla, que llaman del Pan de Azúcar, hasta las cumbres de los
montes” (AHA, 1685). Como se constata en los límites, abarcaba parte de La Estrella
y de lo que hoy es Sabaneta, que en ese tiempo hacía parte de Envigado. Además, de
acuerdo con la crónica de la conquista del Valle de Aburrá, Pueblo Blanco quedaba por
los lados del río Cauca, cerca de La Pintada. Hoy existe en el municipio de Fredonia el
río Poblanco. Al revisar las narraciones de los cronistas que describieron la conquista
española del actual territorio de Antioquia, este río recorre la zona del antiguo Pueblo
Blanco.
En 1690, el capitán Pedro de la Serna Palacios da en patrimonio a favor de su hijo, el
doctor don Fernando Antonio de la Serna Palacio, las tierras que tenía en este Valle
de Aburrá, jurisdicción de esta villa y sitio llamado Santa Jertrudis, cuyos linderos
son: por la parte de arriba con la quebrada que llaman del Aguacatal, desde sus
nacimientos hasta entrar en el río que llaman de Aburrá, y corriendo río abajo hasta
topar con la quebrada del poblado de San Lorenzo, y corriendo quebrada arriba hasta
sus nacimientos y de allí corriendo por la cumbre y cordillera hasta topar con el primer
lindero (AHA, 1690).
Aunque los límites que se establecen en la anterior cita no corresponderían al actual
municipio de Envigado, es importante retomarla porque aparece el nombre de Santa
Jertrudis, topónimo con el que, según algunos autores, se conocía a Envigado hasta
que el nombre actual se instauró, tanto en documentos oficiales como en la cultura
general. Dado el despoblamiento casi total de la región entre San Lorenzo y Pueblo
Blanco, en el Cauca, lo más lógico era que una propiedad entre el actual Poblado y la
quebrada Aguacatala, y desde el río Medellín hasta la cordillera, tuviera un impacto
entre los pobladores y le diera el nombre no solo a sus límites sino a todo el entorno.
De ahí que, lo que más tarde se conocería como Santa Gertrudis, o sea, lo que hoy es
Envigado, posiblemente tenga su origen en este nombre.
9
De acuerdo con la página web del municipio de Sabaneta: “El significado toponímico de la voz sabaneta posiblemente proviene
del carácter de ‘Sabana’ pequeña. Por su parte, las palabras ‘La Doctora’ fueron tomadas según algunos, de Santa Teresa de
Ávila ‘La Doctora’ y para otros de la familia ‘Doctora’ de los Restrepos, en cuyo seno, como caso excepcional en el siglo XVIII, se
lograron formar cuatro doctores” ( ). Para mí, ambas explicaciones son ficciones, porque ya en 1732 la quebrada se denominaba
La Doctora y aún no había nacido José Félix de Restrepo, que lo hace en 1760. Es más lógico el cambio de género Del Doctor
a La Doctora. Este cambio se explicaría porque antes las quebradas recorrían terrenos de un solo propietario, como también
ocurrió con la quebrada de Don Sebastián, que hoy corresponde a La Sebastiana. Al dejar de pertenecer a un solo propietario
y volverse un bien común, el topónimo va a concordar con el femenino de quebrada.
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En el mismo año de 1690, don Juan Zapata y Múnera da en patrimonio a favor de su
hijo el doctor don Francisco Zapata y Múnera, las tierras que poseía en el sitio llamado
Nuestra Señora de la Concepción, cuyos linderos son por la parte de abajo de la
quebrada que se llama Yurá, corriendo la tierra para arriba hasta dar con los linderos
de las tierras que vendió a Juan Vélez de Ribero (AHA, 1690). Juan Vélez de Ribero
fue propietario de la mayor parte de lo que hoy es Sabaneta. Tres años más tarde, el
mismo propietario le vende a don Lucas de Ochoa, su yerno, un pedazo de tierras en
la cuchilla de Don Sebastián, cuyos linderos son un mojón de piedras que está en el
camino Real que iba a sus aposentos en el paso Real de la quebrada de Yurá (AHA,
1693).
Esta sería la historia de los propietarios de Envigado, hasta 1693, que he podido
confirmar en documentos oficiales. De todas maneras, el territorio seguía haciendo
parte de Medellín que, según Uribe Ángel (1974), en el año de 1702:
Era apenas un pobre caserío desprovisto de importancia y significación (…). El caserío
de que venimos hablando, metido en lo interior de la por entonces muy atrasada
América, se pavoneaba orgulloso con el pomposo título de Villa de Nuestra Señora de
la Candelaria (p. 132).
Nos dice, además, que su plaza era una pradera empastada de grama y con honores
de potrero; que sus edificios eran en su mayor parte pajizos, con puertas forradas en
cuero de res, con todo el pelo de la dehesa, y que a muchos de ellos se entraba por un
corral antecedido de puertas de trancas. Si esta era la situación de la villa principal del
Valle de Aburrá, la de los otros caseríos no debía ser mejor.
Dada la extensión de las tierras que se intercambiaban y lo poco pobladas que
estaban, sus límites eran definidos con referencias válidas para la época, pero que
se perdieron con el tiempo: un mojón, una chamba, una piedra, el camino Real, un
aguacate cimarrón, una quebradita. Como ejemplo, transcribimos en su totalidad las
siguientes escrituras:
En 1723 Diego de Abreu le vende, con poder de doña Leonor García Gómez, tierras
en el sitio de Ayurá a don Manuel de Mauriz. Digo yo Diego de Abreu, vecino de esta
villa de Nuestra Señora de la Candelaria de Medellín, que por cuanto Doña Leonor
García Gómez, vecina de la Ciudad de Antioquia, viuda del capitán don Joaquín
Zapata y Múnera me remitió su poder para vender un pedazo de tierras de pan y
caballería en esta jurisdicción que son las que hubo el dicho Don Joaquín de parte
paterna y materna (…) Vendo realmente y con efecto a Don Manuel de Mauriz, vecino
de esta villa el pedazo de tierras de pan y caballería contenidas en el poder inserto
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(…) cuyos linderos son la quebrada que está antes de llegar a la casa que había de
teja, que era del Alguacil Don Juan Zapata y Múnera en el sitio que llaman de Yura
(nombre original de la actual Ayurá) para arriba, hasta donde remata el monte que
hace por orillas de dicha quebrada, donde hay unos árboles de aguacates cimarrones
y atraviesa un paso y de dicho paso cortando a otro que hace en la quebrada de Yura
donde desemboca la que llaman Don Juan y volviendo por la dicha quebrada abajo
mencionada hasta donde desemboca al llano y cañaverales que hace la vega del río
cogiendo una punta de Barranca que hace de la banda de abajo de dicha quebradita
en sabana, de donde se corta por derecho dichos cañaverales a dar al río, y por él
abajo hasta dar al paso Real que llaman del Callejón, y por el otro lado la quebrada
que deslinda las tierras de Don Clemente de Molina y Toledo, que sale de la referida
de Yura y paso, siguiendo por ella abajo a dar a un paso que hace en derecera de
unas barrancas de tierra bermeja que llaman el Callejón en el camino Real y por el
bordo de dichas barrancas cortando a dichos cañaverales hasta donde se topa una
quebradita, y por ella abajo hasta donde entra dicho paso Real en el río, siempre
lindando con tierras de dicho Don Clemente de Molina por la parte de abajo; todo
lo que se incluye debajo de dichos linderos con todas sus entradas y salidas le vendo
en nombre de mi parte y por precio y cantidad de ochenta pesos de oro[...][Medellín,
17 de julio de 1723] (AHA, 1723, folio 49V).
Así mismo, en el AHA (1726), Notarial, Escribanos de Medellín, figura el siguiente acto
notarial:
Digo yo Juan Velez de Rivero, el mozo, vezino desta villa de Medellin que otorgo
que vendo realmte y con efecto a Dn Jun Perez de la calle, mi cuñado, (…) un pedaso
de tierras de Pan y Cavalleria que tengo y poseo en el sitio y llano de la talanquera
y cuchilla larga jurisdizn de esta villa, (…) y sus linderos de donde desemboca la
quebrada de la savaneta en la quebrada de la dotora dha quebrada de la sabaneta
arriba a dar en el paso de arriba que atrabiesa al llano de la talanquera y de alli pr
el camino a dar en la quebrada de la Dotora, y dha quebrada arriba asta la cumbre
y pr dha cumbre a la de la cuchilla larga, cuchilla abajo a dar en la quebrada donde
bebe la bieja Manota, quebrada abajo a dar en la zanja de la estanzia de mi padre
(folio 62r).
Aunque hoy queda en predios de Sabaneta, en esa época hacía parte de Envigado.
En 1732, Manuel Salvador Vélez le vende al mismo don Juan Pérez de la Calle un
pedazo de tierras en el sitio de Itagüí, que, de acuerdo a los linderos, abarcaba parte
de lo que era Envigado, antes de la separación de Sabaneta:
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Del alto de la romera bajando a la cuchilla larga, filo abajo, hasta dar en un montecito
sobre el llano de la talanquera, partiendo dicho llano a dar al paso de la quebrada de la
doctora que es el paso de abajo, quebrada del paso abajo a dar a los encuentros de la
quebradita de la Sabaneta (AHA, 1732, 233r)10 .
Era tal la dispersión de los propietarios y la fragilidad de los títulos que, en 1761, el
tesorero don Mateo Álvarez del Pino, procurador General de la Villa de Medellín,
promulgó un auto en el que manda que todos los interesados en los derechos de
tierras compareciesen con los títulos de propiedad, en un término de dos meses. Tuvo
que pedir se prorrogase el plazo ante la dificultad manifiesta para el descubrimiento
de dichos títulos, ya que eran muchos los comprendidos en los términos señalados
en cada una de las mercedes, por la suma estrechez del valle y el dilatado número de
vecinos y habitantes.
Alega que más de ciento, y aun doscientos años a esta parte, se han poseído las tierras
de este valle con títulos justísimos, librados con los suficientes poderes de su Majestad,
que abarcan las tierras desde el ancón que está en la parte de arriba del pueblo de
Nuestra Señora de Chiquinquirá de La Estrella hasta los asientos de Azevedo, en el
camino de Cancán. Don Francisco José de Solórzano, escribano público de la Villa,
certifica que tenía a la vista un cuaderno de autos que contenía mercedes, escrituras
y deslindes de las tierras que fueron primero de Doña María de Quesada, después de
Juan Mejía de Tobar, de don Antonio Zapata, del Doctor Pedro Zapata y sus hermanos,
y hoy son de varios interesados, que no solo constan en las mercedes de dichas tierras
sino también en las de las contiguas por deslinde, amojonamientos y asignaciones que
se hicieron por la Real Justicia.
Entre ellas se hallaba una merced concedida por Sancho García del Espinal a Juan
Daza, marido de doña María de Quesada de una estancia de tierras, que tenga una
legua en cuadro. Este documento indica la complejidad de la búsqueda de los primeros
propietarios en el Valle de Aburrá, dada la manera anárquica como las autoridades
adjudicaban las tierras y la poca rigurosidad que tenían los linderos, tal vez debido
a las dificultades del terreno y a la misma ambición de los conquistadores y sus
descendientes.
La dificultad para establecer los caminos, quizá sea otra manera de comprobar el poco
desarrollo del Valle de Aburrá, y especialmente de Envigado, ya que en 1764 el cura y
vicario de la Villa solicitó al Cabildo se le franquease el camino entre Itagüí y Envigado
para administrar los sacramentos. Según el alcalde pedáneo, don Francisco Miguel de
10
Esta escritura confirma la poca importancia que tenía Envigado. Para ese tiempo tenía más reconocimiento Itagüí.
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Escobar, el camino propuesto cruzaría el río en terrenos aledaños a la desembocadura
de la quebrada la Doctora, propiedad de Juan de Rivero y de Cristóbal Montoya, en el
lado de Envigado, y el Llano de Juana Vásquez por el lado de Itagüí. Por los barrancos
a la orilla del río y por lo cenagoso del terreno por donde se construiría el camino, el
alcalde rechazó la construcción (Archivo Histórico de Medellín, 1764, legajo 6).
No obstante el rechazo, dos años después el Cabildo de Medellín determinó la
construcción de dicho camino y la construcción de un puente de bestias sobre el río.
El documento dice que se tuvo por conveniente señalar los dos caminos en la forma
siguiente:
Pasada la quebrada, que llaman de Cortés11 arriba de la casa de Don Cristóbal Vélez,
arriba hacia el Embigado, siguiendo dicho lado contra la dicha quebrada a coger la
punta de la cerca de la manga de Don Cristóbal, y haciendo calle con dicha cerca a dar
a donde topa con la quebrada que llaman del Higuerón y pasada esta por derecera,
cortando por tierras de Don Manuel Correa a dar al río, a un paso que está en frente
del lindero de las tierras que posee don Pablo de Arango y Lucas Quiros, y pasado
este seguirá dicho camino por la mediación de dichos don Pablo de Arango y Lucas
Quiros, largando cada uno por su parte quince varas, que es lo que pertenece a
un camino real, hasta salir al bordo que hace en el lindero del Doctor Don Bruno
Saldarriaga con los dichos, y de allí por tierras del dicho don Bruno, por delante de
la casa de Ignacio Pegueros hasta salir al camino Real que sube de esta Villa por el
Guayabal para el pueblo de la Estrella y Sinifaná. Y el otro camino es en la forma
siguiente, del camino Real, que sube por este lado del río para el pueblo de Sinifaná,
entrando en tierras que eran de Don José Vélez, y hoy son de don Félix Palacios, a
buscar el paso que está sirviendo hoy en el río para dicho camino, y pasándolo, y
volviendo a mano derecha, orilla abajo por tierras de los Montoya a buscar la parte
más cómoda que hubiere para formar un puente que se ha de hacer de bestias, y de
dicho puente, buscando el terreno más firme por las tierras de dichos Montoya, o
de cualesquiera otro individuo a dar al Tablazo, que queda abajo de las rancherías
de dichos Montoya, y siguiendo dicho Tablazo arriba hasta salir al que sube Real, al
pueblo de la estrella y Sinifaná, permitiéndoseles como se les permite a los ya dichos
Montoya, que mantengan puertas de golpe tanto en este camino como en el que han
de dejar corriente, para los vecinos transitar a unas y otras partes (Archivo Histórico
de Medellín, 1776, legajo 2)12.
11
Según los documentos, la quebrada de Cortés es la actual Minita.
12
Sánchez y Mejía (2002) dicen que, para 1776, se denominaba el Rastrojo de Envigado. Me parece discutible esta denominación
por dos razones: primera, la palabra rastrojo se utilizaba indistintamente para todos los terrenos cubiertos de bosque bajo;
segunda, ya en los documentos donde aparecía el nombre de Envigado o Embigado, antes de esta fecha, siempre figuró una
sola palabra.
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Hasta aquí presento una serie de propietarios que están documentados en los archivos
consultados. Sin embargo, los datos tienen vacíos. Si bien en 1775 se crea el Partido
de Envigado, ya que solo fue erigido como municipio en 1814, el Concejo determinó
como fecha oficial de fundación la de 1775: “Según el Acuerdo No. 027 del 28 de julio
de 2003 emitido por el Honorable Concejo Municipal de Envigado, el 14 de julio de
1775 se declaró como día oficial de la fundación del Municipio de Envigado” ( Página
Web de la Alcaldía).
A continuación presento la relación de propietarios que trae Garcés (1986) en
su Monografía de Envigado: “El territorio de Envigado comprendía todo lo que hoy
abarca este municipio y el de Itaguí, y las tierras fueron adquiridas por Doña María de
Quesada, viuda del capitán Juan Daza, el 16 de marzo de 1616” (p. 10). Como vimos
antes, parte de los terrenos eran de propiedad de su esposo, por tanto, lo más lógico
era que los recibiera en herencia; además, recibió otra parte en compensación por
unas tierras cedidas para el resguardo de Sopetrán, como se mencionó antes.
Juan Mejía de Tobar las adquirió en el año de 1639, y se las vendió a Ana Ramírez de
Coy y a su yerno Álvaro Pérez Beltrán, y estos se las vendieron a Diego Muñoz de
Bonilla y a su esposa Ana María de Alarcón, el 5 de febrero de 1655, por la suma de
1.156 pesos de oro de veinte quilates. En 1690, don Antonio de Isaza compró por 450
pesos a Envigado, porque Itagüí se lo repartieron los herederos de don Diego Muñoz.
Las tierras de Sabaneta eran de don Nicolás del Mazo, quien se las vendió a don Antonio
de Agudelo por 900 pesos, el primero de agosto de 1796, y este se las vendió a don José
Vélez. Las tierras de la parte oriental de Envigado, hasta Las Palmas, pertenecían a don
Francisco de Isaza, quien se las vendió, en 1798, a don Lucas de Ochoa. Las tierras del
Ayurá pertenecieron al bachiller Jerónimo Facundo de Acevedo, quien se las vendió
a don Clemente de Molina y este al presbítero José Quintero Príncipe, el 2 de abril de
1726, quien se las vendió a don Miguel de Vélez y este a don Juan Nepomuceno Mesa.
Como se ve, las tierras de Envigado pertenecían a cuatro o cinco propietarios en esa
lejana época.
En cuanto al topónimo Envigado, Garcés (1986) afirma que se origina en los nombres
de dos puentes rústicos, pero fuertes, que se construyeron con las vigas cortadas en los
bosques del municipio: uno más grande sobre la quebrada La Mina y uno un poco más
corto sobre La Sucia, por el camino que conduce a Sabaneta. A estos puentes se les dio
respectivamente los nombres de El Envigado y El Envigadito. Vale la pena mencionar
que la escritura inicial era Embigado, y no como se escribe actualmente. Además, de
los bosques de Envigado salían las vigas que se utilizaron en la construcción de las
casas de Medellín.
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Apenas se erige en Partido en 1775, y solo es convertido en municipio en 1814. Su
crecimiento poblacional y urbano fue inicialmente tan lento, su importancia era tan
relativa, que, según el Plan de Ordenamiento Territorial (Municipio de Envigado,
2000), su actividad se limitaba a la de ser un simple cruce de caminos como parte del
camino Real que unía a Medellín con Rionegro.
Antes de su conversión en municipio, de acuerdo con don Pedro Díaz del Mazo, que
laboraba una mina en el paraje de la Sabaneta, el Valle de Aburrá se dividía así: Itagüí
desde Doña María para arriba, Guayabal desde Doña María para abajo, Envigado
desde Yurá para arriba, Hatoviejo desde la quebrada de la Madera hasta la del Salado
(AHA,).
Aunque Garcés (1986) habla de unos cuatro propietarios, de todas maneras Envigado
tenía una población significativa para la época de su conversión en municipio. En 1808,
su población ascendía alrededor de nueve mil personas, según AHA (1808 ):
Al S de Medellín y en su misma jurisdicción, está situada la parroquia de Embigado, se
halla en terreno más elevado, que el resto del Valle, seco, plano y muy fértil. A este,
como a 2000 varas de distancia, pasa la quebrada Yurá, que vaja de la cordillera, y
sigue al NO, para entrar en Porce, pero más havajo que su igual Doña María, cuyo
curso es al E. Por el O. pasa el río Porce, a la misma distancia. Esta población tiene
cuarenta casas de texa, y tapia; una iglesia de lo mismo; y diez, y seis casas de paja; hay
mil, trescientas y sinquenta familias avecindadas: doscientos y cuarenta matrimonios
de esclavos, y por todos esclavos son, quinientos sinquenta y dos; el total de personas,
de todos los colores, hassiende a nueve mil, quinientos, sinquenta, y una. La latitud de
Envigado, es 6 grados, un minuto y 35 segundos y su longitud es un grado, 28 minutos
y 15 segundos (folio 6).
Ahora bien, en esa época a Envigado pertenecían Sabaneta y otros territorios, que
incluso llegarían hasta el Cauca, desde La Pintada hasta Anzá. En el mismo documento
describen los oficios de sus habitantes, similares a los del resto del Valle de Aburrá:
Todos los havitantes de su jurisdicción, son agricultores; en efecto, a exepción de
algunos mercaderes de ropas, y de algunos conductores de víveres; los demás vesinos,
cultivan, y crían ganados; pero no con igualdad en todas partes... pero donde residen
el mayor número de cultivadores, y algunos ganados es, en los curatos de Medellín, y
del Embigado: Aquí, en el corto espacio de sinco leguas cuadradas de tierra, la mayor
parte plana, y de vega, se mantienen 18.000 havitantes, despedasando de continuo el
ceno ferox de la tierra (AHA, 1808, folio 6-8V).
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No obstante el predominio de una vocación agrícola y ganadera, era una de las pocas
zonas del Valle de Aburrá que tenía algo de minería, como lo confirma el documento
del AHA ( 1808): “Los minerales son muy pocos en esta jurisdicción, no obstante, en el
curato de Embigado, y de Barbosa, hay buenas minas de oro corrido” (folio 9).
A pesar del número tan alto de esclavos que vivía en Envigado en 1808, es difícil
encontrar huellas de las lenguas de los africanos. Además, es una de las ciudades de
Colombia con menor mestizaje. Sin embargo, Envigado figura en la historia colombiana
como uno de los lugares en que los esclavos fugitivos construyeron un palenque. El
lugar donde se asentaron queda en el municipio de Sabaneta, en todos los límites con
Envigado, por la quebrada Cien Pesos13.
Si en 1828 figura con 8.975 habitantes, muchos más que Medellín, que tenía 6.194,
en 1864 apenas contaba con 4.807. Esto se explica porque se redujo su territorio.
De todas maneras seguía ganando importancia. Al respecto, Jaramillo (1988) anota:
“Rápidamente, la otrora muy importante actividad rural de Medellín se vio desplazada
por los sitios vecinos: para 1835 era más importante la vocación agrícola de Belén y
de Envigado; valían más las tierras cultivables de las nuevas poblaciones de reciente
colonización medellinense, como Fredonia, Amagá y Titiribi” (p. LI).
Parece que el número de habitantes se mantuvo durante mucho tiempo, pues en 1870
tenía 5.735 habitantes, residenciados, según Sánchez y Mejía (2002) en los pocos barrios:
Jardín, Zúñiga, Chinguí, El Barro, La Doctora, Ancón, Tierra Blanca y El Llano, de todos
ellos, así como de Doña Ana, Sabanetica, San Isidro y Cascajero diseminados en una
enorme extensión de territorio, el doble de la actual, confluían los parroquianos los
días de mercado hasta la plaza principal, denominada Plaza de Santa Gertrudis por
el Concejo Distrital de alguno de los años de la década de 1870 y cuando a diferencia
de los diecisiete de hoy, se componía de sólo cinco miembros y recibían el nombre de
corporación municipal (p. 156-157).
Tradición Minera
Aunque de la poca tradición minera que tuvo Envigado solo quedan los topónimos,
vale la pena rastrear este tipo de actividad en su territorio. De acuerdo con el
documento 6538 del AHA ( ): “Los minerales son muy pocos en esta jurisdicción, no
obstante, en el curato de Embigado, y de Barbosa, hay buenas minas de oro corrido”
13
Cuando estaba buscando información sobre la toponimia de Envigado, un habitante de Palenque, de apellido Mazo, me explicó
que el nombre se debía al precio que la familia Correa le había pagado a un tío suyo por el derecho a usar el agua de dicho
arroyo. Además, es importante precisar que en Palenque viven personas descendientes de los fundadores del palenque.
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(folio 9). En cuanto a los propietarios, creo necesario incluir a los adjudicatarios de
minas, porque era posible que también fueran dueños de los terrenos colindantes.
Quizás el documento más antiguo consultado sea de 1684, nueve años después de
la fundación de Medellín. Si bien no hay una referencia directa a Envigado o a Santa
Gertrudis, su nombre más antiguo, por los linderos que se mencionan era necesario
que este territorio fuera abarcado por la petición que doña Ana María del Toro Zapata
hizo. Ella menciona terrenos en casi todo el departamento, pero solo nos interesan los
que son objeto de este trabajo, río Aburrá arriba y Amagá, que en un comienzo hizo
parte de la jurisdicción de Envigado. Ella solicita que le amparen:
La labor q.e tengo en el rio de Aburrá arriva, q.e coge dos angostur.s, mas abajo de la
zienega q esta en estas cabeser.s de dho rio de aburra, y asimismo registro la quebrada
de amaga gran.e desde el salto por bajo del camino r. (AHN, Archivo Histórico Nacional,
1684, rollo 12).
El documento que con precisión nos ubica minas en Envigado tiene fecha de 1764
y dice: “Registro de mina de don Manuel de Santa Maria”. “Un amparo de labores de
mina de oro [...] las q.e se contienen en el Rio della, desde su encuentro con la quebrada
de yurá, hasta donde llaman el Ancon” (AHA, 1764, Doc: 105).
En 1818 se otorga un: “Amparo a favor del Doctor don Joaquin Gómez”: “q. Comprenden
las dos quebradas Yurá, y la Suñiga desde su desemboque al Rio de esta villa h.ta sus
Cabeceras, comprendiendo la que llaman quebrada Honda q. Desagua en la Zúñiga”
(AHA, 1818, Doc: 818).
En 1824, anota Rafael Restrepo:
Digo que en Envigado y en la loma que llaman del Barro se haya una mina de oro corrido
en tierra de los finados Pros Jerónimo y Alberto María de la Calle, la cual pensaron
trabajar en otros tiempos y dejaron de hacerlo sin duda por no poderla asistir y porque
no quisieron hacer los costos que demandaba su laboreo; y en lo que por no haber
puesto mano en ella persona alguna en más de un año se halla valdía y corresponde al
erario seguir la ordenanza de minas, la denuncia formalmente, pidiendo se me ampare
en ella (…). Sus linderos son del paso de la quebrada Cortés, por el camino que baja
del Envigado, la otra quebrada arriba por el camino que va al Guarzo por la quebrada
Ayurá, esta casi va hasta donde desemboca en ella la quebrada del Salado, esta arriba
hasta sus nacimientos, cruzando hasta la mina del señor José María Restrepo, de esta
tomando la calle o camino de la casa del Sn Antonio Vásquez de Sabaneta hasta volver
al primer lindero que es en la entrada al Envigado, con todas sus aguas bajas y altas,
amagamientos, vertientes, abrevaderos, sabanas, sobresabanas y aventaderos (AHA,
1824, folio 846).
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En 1825, el señor José Manuel Calle solicita una mina en el sitio de Embigado:
en una quebrada que llaman de Zoza he allado una mina de oro corrido [...] la dha mina
que se comprende en la boca de la quebrada de la Yurá, Rio arriba a la quebrada de
cortés esta arriba hasta donde vive el Sor. Miguel M.a Velez, y de aquí cortando dro a
la dha quebrada de Yurá, esta abajo a donde desemboca en el rio de esta villa (AHA,
1825, Doc : 1050)14.
También, en el mismo año:
Registro del señor Joaquín López de Mesa y socios: q.e en el paraje nombrado el
guamal, y palmar hay siertos ylos de oro en Betas y tamvien minas de oro corrido; y no
perteneciendo a nadie su propiedad, y siendo de poca inmencidad las denuncio como
valdias [...] de la voca de la quevrada del guamal a donde envoca en el rio desta villa, este
arriba a la quevrada de la yurá, de esta por derecera vuscando el camino de las palmas
mas por donde se transita a la ciudad de Rionegro hasta la cordiyera de chachafruto
p.r esta a dar a Morro Berde, y deste por derecera a vuscar el jilo nonbrado cuchillon a
caer a la quevrada del guamal primer lindero (AHA, 1825 , Doc: 1913).
De acuerdo con la descripción, este registro abarcaría la mayor parte del actual
municipio de Envigado, pues ubica terrenos tanto en el Valle de Aburrá como en la parte
oriental, en límites con Rionegro, donde se encuentran Chachafruto y Cerroverde.
Así mismo, para el mismo año se otorga un amparo a favor del señor José Antonio
Gaviria:
Que en la jurisdicc.n de Embigado, y vaxo los linderos siguientes, p.r la Quebrada
nombrada La Mina, hasta sus nacim.tos vertientes de uno y otro lado, hasta el alto de la
romera, de aquí Rio avaxo a la voca Yurá, p.r esta hasta la cumbre, que es a donde está
la beta de suñiga, de esta hasta la cumbre lo q.e encierra el globo de terreno de estas
dos quebradas. se hallan varias labores de Mina de oro corrido y beta (AHA, 1825,
Doc: 994).
En 1833 “Amparo a favor de Bautista de Restrepo”, “que tengo noticia hay algunas
sepolturas de indios en el paraje de las mangas entre las quebradas yura y suñiga, en
las cuales puede haber algunos depocitos o intereses” (AHA, 1833, Doc: 1929).
Igualmente, hasta el siglo pasado se explotó una mina de oro en el sitio de La Mina o
Charco Azul, en la vereda Pantanillo. Es necesario aclarar que también se explotaron
salados, por eso figuran la quebrada El Salado y, en Pantanillo, la quebrada Saladito. En
14
Parece que fue en esta época cuando se transformó el nombre de Embigado en Envigado.
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la vereda Perico existe un área de 200 metros a la redonda, un afloramiento que sirve de
bebedero a un sinnúmero de aves silvestres (Municipio de Envigado, 2000).
Para finalizar, vale la pena tratar de justificar el cambio de Embigado a Envigado. La
palabra viga, según el Diccionario de la Real Academia Española (2001), proviene: “(Del
lat. biga, carro de dos caballos). 1. f. Madero largo y grueso que sirve, por lo regular,
para formar los techos en los edificios y sostener y asegurar las fábricas”. O sea, que es
completamente lógico el cambio fonético. Sin embargo, también pudo haber influido
la ortografía de la época, como se puede verificar en las transcripciones, porque
de acuerdo con Corominas (1998), la palabra viga ya era usada desde 1140. Ahora
bien, el cambio pareció gestarse entre 1820 y 1830, como pudo observarse en los
documentos consultados para este trabajo.
Para terminar, este ejercicio es una invitación a revisar parte de la historia de Envigado
y una invitación a recuperar, en documentos confiables, los datos relativos a los
primeros pasos en la construcción de Envigado.
Referencias bibliográficas
Fuentes primarias
AHA, Tierras, Tomo 148, Documento: 4011, folio 138 r.
AHA, Visitas, Tomo 75, Documento: 2091.
AHA, 1808, Testimonio de Expediente por orden del Excmo. Señor Virrey del Reino
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