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AMAR SÓLO POR VENCER
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COLECCIÓN
RELATO LICENCIADO VIDRIERA
Director de la colección
Álvaro Uribe
Consejo Editorial de la colección
Gonzalo Celorio (México)
Ambrosio Fornet (Cuba)
Noé Jitrik (Argentina)
Julio Ortega (Perú)
Antonio Saborit (México)
Juan Villoro (México)
Director fundador
Hernán Lara Zavala
COORDINACIÓN DE DIFUSIÓN CULTURAL
Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial
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Amar sólo por vencer
María de Zayas
Introducción
Elizabeth Treviño Salazar
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
MÉXICO 2014
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Zayas y Sotomayor, María de, autor
Amar sólo por vencer / María de Zayas ; introducción Elizabeth
Treviño Salazar. -- Primera edición.
82 páginas. -- (Colección Relato Licenciado Vidriera / director de la
colección Álvaro Uribe)
ISBN 978-970-32-0472-4 (colección)
ISBN 978-607-02-5888-6
I. Treviño Salazar, Elizabeth, prologuista. II. Título. III. Serie
PQ6498.Z5.A63 2014
Primera edición: 1 de octubre de 2014
D. R. © 2014 Universidad Nacional Autónoma de México
Ciudad Universitaria, 04510, México, D. F.
dirección general de publicaciones y fomento editorial
ISBN: 978-970-32-0472-4 (colección)
ISBN: 978-607-02-5888-6
Esta edición y sus características son propiedad de la Universidad
Nacional Autónoma de México.
Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio
sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.
Impreso y hecho en México
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INTRODUCCIÓN
¿ Q
uién fue aquella escritora que logró afincarse en
eel gusto español de los Siglos de Oro, justo al
lado de Cervantes, Lope de Vega o Quevedo? Poco sabemos de la vida de María de Zayas y Sotomayor. Sabemos
que nació en Madrid en 1590, que fue una autora reconocida en la España del xvii y que se desenvolvió con soltura
en la corte literaria madrileña. Recientemente, a finales
del siglo xx, el estudio de su obra se ha puesto de moda
de manera notable —sobre todo rescatada por la crítica
feminista—, pero aún así una biografía suya completa,
que aborde su camino y trayectoria, sigue siendo necesaria. Por ejemplo, desconocemos los detalles de su muerte
(circa 1660), aunque su historia, en especial aquella relacionada con su participación en el ambiente literario de
la época, poco a poco se ha ido reconstruyendo gracias
a lo que nos han transmitido escritores coetáneos a ella.
La última noticia que tenemos de María de Zayas data
de 1643, pues existe constancia de su participación en la
Academia de Santo Tomás de Aquino de Barcelona, y
poco después, en 1647, saldrían a la luz sus últimas nove-
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las. Después de esto, sin embargo, no hay más registro de
la autora.
Juan Pérez de Montalbán y Alonso de Castillo Solórzano hablan de ella en sus obras y además le dedicaron sendos poemas laudatorios. Incluso Lope de Vega se ha referido
a ella en su conocido Laurel de Apolo como la “inmortal
María de Zayas”, y alabó su ingenio “vivamente claro”,
“único y raro”, por lo que podemos deducir que nuestra
escritora se codeaba con igualdad literaria entre las plumas
más reconocidas del siglo xvii.
Cuenta González de Amezúa y Mayo, en su estudio
Cómo se hacía un libro en nuestro Siglo de Oro (1951),
que “con excepción de Cervantes, de Alemán y de Queve­do,
no hubo acaso ningún otro autor de libros de pasatiempo
cuyas obras lograsen tantas ediciones”1 como las de María
de Zayas y Sotomayor. Su mérito es de subrayarse pues a
fines del siglo xvi eran contadas las mujeres con habilidades de lecto-escritura, y menos aún eran las que daban un
paso más allá y se interesaban en el campo de las letras.
Ni qué decir de las honrosas excepciones de aquellas que
triunfaban en el mercado editorial aurisecular, cuando sólo
eran bien consideradas las mujeres que se dedicaban a la
escritura religiosa y/o la ejercían como una más de sus
prácticas conventuales.
Agustín González de Amezúa y Mayo, “Cómo se hacía un libro en nuestro Siglo de Oro”, en Opúsculos históricos-literarios, Madrid, Consejo
Superior de Investigaciones Científicas, 1951, tomo I, p. 20.
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Estas pioneras que incursionaron en la literatura profana se enfrentaron con las limitaciones de un público y un
ambiente literario cerrado. Se les conocía como “mujeres
latinas”, mujeres de letras, pero usualmente este mote se
empleaba con connotaciones peyorativas. Así lo demuestra el refranero de la época, por citar algunos ejemplos: “ni
moza adivina, ni mujer latina”, “mujeres y libros siempre
mal avenidos” o “ni joya prestada ni mujer letrada”. Cabe
señalar que este ideario popular igual era perpetuado no
sólo por parte del vulgo, sino incluso por intelectuales connotados del momento ya que era un lugar común para los
escritores burlarse de la mujer, tal y como se aprecia en la
conocida sátira La culta latiniparla de Francisco de Quevedo. De nuestra escritora, por ejemplo, el poeta barcelonés Francesc Fontanella llegó a decir en un vejamen —en
el marco de la academia de 1643 que mencionamos— que
era una “glosadora infeliz”, hombruna y de “cara varonil”,
poco atractiva, y que aunque no poseía todo el “equipo”
masculino bajo las faldas, debajo de sus “sayas” —sinónimo
de falda y guiño a su apellido— doña María “parecía más
algún caballero”.2
Esto nos da una idea de cómo la mujer que triunfara
entre el público general y también con el público letrado era
una excepción; sobresalir como mujer y escritora en el siglo
IX
Kenneth Brown, “María de Zayas y Sotomayor: Escribiendo poesía en
Barcelona en época de guerra (1643)”, en Dicenda. Cuadernos de filología
hispánica, Madrid, Complutense, 1993, núm. 11, pp. 355-360.
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no era tarea sencilla, pero Zayas lo logró. Sus obras
encontraron un buen lugar en el emergente mercado editorial español; los lectores buscaban y compraban sus textos,
pero a la par fue reconocida por sus colegas. Las obras de
Zayas fueron ampliamente difundidas y traducidas en toda
Europa con éxito, triunfo que no sólo resultó en un éxito
comercial, sino también en un éxito profesional, ya que se
supo mover hábilmente en los círculos literarios. Prueba de
ello son sus participaciones en las academias y certámenes
literarios3 del momento, que le permitieron obtener fama y
reconocimiento también entre otros escritores. Por ejemplo,
tenemos noticia de que participó en la Academia de Mendoza, la de mayor renombre en Madrid a inicios del xvii y,
según Willard F. King, parece haber estado involucrada en
la Academia de Medrano, de igual peso. En los Siglos de
Oro, las academias se tornaron un factor determinante para
que un escritor fuera tomado con seriedad y lograra el respeto de la comunidad literaria. Zayas, hija de las circunstancias, no se quedó al margen de estas actividades que podrían
determinar el acceso o no a la élite litera­ria. Recordándonos también cómo, independientemente de su condición de
mujer, se merece un lugar en las letras hispánicas esencialmente por la calidad de sus creaciones y su desarrollo como
escritora profesional.
xvii
X
3
Cfr. Willard F. King, Prosa novelística y academias literarias en el siglo
Madrid, Real Academia Española (rae), 1963, p. 81.
xvii,
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Ha llegado a nuestros días una sola comedia de la autoría de María de Zayas, La traición en la amistad, y su fecha
de publicación no se conoce con certeza (las hipótesis la
datan entre 1618 y 1635), pero ha sido su prosa la que ha te­
nido mejor recepción y le ha otorgado el reconocimiento
que posee. El campo en el que destacó nuestra escritora fue
el de la novela corta, género literario apenas emergente en
España a inicios del xvii y que bien inauguró Cervantes
con sus Novelas ejemplares, mismas que en 2013 cumplieron cuatrocientos años de haber sido publicadas. “Yo he
abierto en mis Novelas un camino / por do la lengua castellana puede / mostrar con propiedad un desatino”, escribió Cervantes en su Viaje del Parnaso. Y, efectivamente,
con él fue que comenzó la prolífica tradición de la novela
corta española que rápidamente se puso de moda y abrazó
a muy diversos escritores, entre ellos a Zayas, que trataron
de sacar ventaja de un terreno inexplorado, fértil y listo para
la innova­ción —en este ardid, la mezcla de prosa y verso,
como se verá en la novela que incluimos, resultó un rasgo
distintivo de esta generación barroca.
Veinte novelas cortas constituyen el eje central de la
producción zayesca: las Novelas amorosas y ejemplares,
publicadas en 1637, y la Segunda parte del sarao o entretenimiento honesto (volumen también conocido como los
Desengaños amorosos), de 1647. La autora no las llama
“novelas”, hemos de aclarar, sino que nombra maravillas y
desengaños a sus relatos (maravillas a los de 1637 y desen-
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XII
gaños a los siguientes), y con esto, en sus palabras, “quiso
desempalagar al vulgo del de novelas, título tan enfadoso
que ya en todas partes le aborrecen”, pues éstas no tenían
tan buena fama, ya que al ser un género nuevo no contaba
con el respaldo de una tradición literaria consolidada y, además, se asociaban con las novelas de caballerías tan en boga
el siglo previo.
La mejor presentación de su obra y de sí misma la hace
Zayas en su prólogo “Al que leyere”, incluido al inicio de
sus Novelas amorosas y ejemplares. Presentamos aquí fragmentos de este breve texto introductorio, que posee tintes
humorísticos e irónicos, pues consideramos que no hay
mejor guiño para comenzar a adentrarnos en la obra de
esta escritora. La llamada “Sibila de Madrid” por Castillo
Solórzano en La Garduña de Sevilla y anzuelo de las bolsas primero se disculpa por el atrevimiento de publicar sus
novelas:
Quién duda, lector mío, que te causará admiración que una
mujer tenga despejo no sólo para escribir un libro, sino
para darle a la estampa, que es el crisol donde se averigua la pureza de los ingenios […] Quién duda, digo otra
vez, que atribuirán a locura esta virtuosa osadía de sacar a
luz mis borrones siendo mujer, que, en opinión de algunos
necios, es lo mismo que una cosa incapaz; pero cualquiera,
como sea no más de buen cortesano, ni lo tendrá por novedad ni lo murmurará por desatino.
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Aquí la autora defiende entonces su creación y comienza
a plantar la semilla de lo que, con ojos contemporáneos,
podríamos llamar su lado feminista, y continúa:
si es una misma la sangre, los sentidos, las potencias, y
los órganos por donde se obran sus efetos son unos mismos —la misma alma que ellos, porque las almas ni son
hombres ni mujeres— ¿qué razón hay para que ellos sean
sabios y presuman que nosotras no podemos serlo? Esto
no tiene a mi parecer más respuesta que su impiedad o
tiranía en encerrarnos y no darnos maestros; y así, la verdadera causa de no ser las mujeres doctas no es defecto del
caudal, sino falta de la aplicación, porque si en nuestra
crianza, como nos ponen el cambray en las almohadillas y
los dibujos en el bastidor, nos dieran libros y preceptores,
fuéramos tan aptas para los puestos y para las cátedras
como los hombres.
XIII
Desde el inicio de su primer compendio de novelas, la
autora se nos devela segura de su obra y de su creación,
así como apela a que consideren sus escritos con la misma
óptica con la que juzgarían aquellos producidos por sus
colegas masculinos, porque, al final es “la estampa [es decir,
la imprenta], el crisol donde se averigua la pureza de los
ingenios”. En este prólogo, Zayas se vale también de un
recurso común en la época, el de la captatio benevolentiae
o falsa modestia, para disculparse por su atrevimiento —no
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XIV
sin un dejo de ironía— y, tras elaborar un sucinto recorrido
de mujeres ilustres en la historia, remata con: “Te ofrezco
este libro muy segura de tu bizarría, y en confianza de que
si te desagradare podías disculparme con que nací mujer, no
con obligaciones de hacer buenas novelas, sino con muchos
deseos de acertar a servirte. Vale”.
Por nociones como éstas su obra ha despertado críticas
muy variadas, la han llamado la “primera escritora feminista” 4 de España y hasta ha despertado un acalorado debate
sobre si podríamos considerar sus ideas esencialmente
transgresoras o si encontramos en sus creaciones a una conservadora disfrazada, oculta tras una máscara liberal.5 No
pretendemos entrar en esta discusión; ya quedará en el lector tomar una postura. Mas sí creemos que sea cual fuere
su veredicto, al final podríamos coincidir en que Zayas fue
rara avis en su época por ser mujer y escritora, y por ser una
feminista avant la lettre.
4
Otros han estudiado su obra desde este ángulo: Sandra M. Foa, Feminismo y forma narrativa: estudio del tema y las técnicas de María de
Zayas y Sotomayor, Valencia, Albatrós, 1979; Patricia Grieve E., “Embroidering with Saintly Threads: María de Zayas Challenges Cervantes and
the Church”, Renaissance Quarterly, vol. 44, núm. 1, primavera, 1991,
pp. 86-106; María Martínez del Portal, “Estudio preliminar” a Novelas
completas de María de Zayas, Barcelona, Bruguera, 1973, pp. 9-31; Alicia
Redondo Goicoechea, “Introducción” a Tres novelas amorosas y ejemplares y tres desengaños amorosos, de María de Zayas y Sotomayor, Madrid,
Castalia, 1989, por mencionar algunos.
5
Cfr. Irene Albers y Uta Felten (eds.), Escenas de transgresión. María
de Zayas en su contexto literario-cultural, Madrid, Vervuert-Iberoamericana, 2009.
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Además del “Al que leyere”, Zayas bien aprovecha sus
relatos para reforzar la presentación que nos da de sí misma:
de una escritora con una consciencia artística notable y
conocedora de la tradición literaria. Hasta se permite burlarse de la obra de otros (especialmente de aquellos partidarios del lenguaje rebuscado —popular en la época gracias
al culteranismo— pues en todo momento dice preferir un
estilo llano y simple, uno más “natural”, según sus palabras).
De paso, no deja pasar la oportunidad de defender su propia
obra:
XV
Así, he procurado hablar en el idioma que mi natural
me enseña y deprendí de mis padres; que lo demás es
una sofistería en que han dado los escritores por diferenciarse de los demás; y dicen a veces cosas que ellos mismos no las entienden; cómo las entenderán los demás, si
no es diciendo, como algunas veces me ha sucedido a mí,
que, cansando el sentido por saber qué quiere decir y no
sacando fruto de mi fatiga, digo: “Muy bueno ha de ser,
pues yo no lo entiendo” [Desengaños amorosos].
Nótese aquí, de nueva cuenta, el sentido del humor de la
escritora. De su obra se ha dicho hasta la saciedad que
es lasciva, inmoral, obscena, violenta, hasta cruel. Ludwig Pfandl, por ejemplo, en su conocida Historia de la
literatura nacional española en la Edad de Oro (1933),
dijo que las novelas de María de Zayas eran unas “histo-
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XVI
rias libertinas que degeneran unas veces en lo terrible y
perverso, otras en obscena liviandad”, y hasta se preguntó:
“¿se puede dar algo más ordinario y grosero, más inestético
y repulsivo que una mujer que cuenta historias lascivas,
sucias, de inspiración sádica y moralmente corrompidas?”6
A lo largo del siglo xx, estas aseveraciones resonaron con
fuerza y, al parecer, han sido una constante en la apreciación de la obra zayesca. Algunos lectores simpatizarán más
o menos con los adjetivos que le otorgó Pfandl a la obra de
Zayas tras leer esta novela corta que incluimos a continuación. Aquí, sin embargo, más que insistir en lo obsceno o
inmoral de su obra, queremos subrayar su carácter inminentemente humorístico. Basta con regresarnos a las citas
arriba incluidas para darnos una idea de por dónde va la
peculiar y atrevida agudeza de la autora y es por ésta que
hemos seleccionado para la colección uno de los desengaños que, además de apreciar todas esas características que
se encuentran comunes a su obra, permita al lector distinguir en qué consiste el humor zayesco. Así presentamos el
desengaño sexto, titulado Amar sólo por vencer.
Tanto las Novelas amorosas y ejemplares como los
Desengaños amorosos tienen el mismo fin y poseen continuidad, pues el marco narrativo que engarza la veintena de
novelas sigue un mismo hilo que comienza en las maravillas
Ludwig Pfandl, Historia de la literatura nacional española en la Edad
de Oro, Barcelona, Sucesores de Juan Gili, 1933.
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de 1637 y continúa en los desengaños que vieron la luz diez
años después. Nuestra autora busca defender a las mujeres,
“para que las damas se avisen de los engaños y cautelas de
los hombres”, con el fin de desenmascarar las jugarretas
de ellos y la crueldad y los males de los que pueden ser víctimas ellas si no toman las precauciones requeridas.
Según se nos plantea en el marco de las Novelas, el pretexto de la primera parte del sarao es entretener a Lisis que
se encuentra convaleciente de unas fiebres cuartanas en
época navideña (a la manera del Decamerón de Giovanni
Boccaccio, lo que le ha valido a las Novelas ser conocidas
también como el Decamerón español). Se reúnen entonces
cinco damas y cinco caballeros en casa de Lisis, protagonista de este enredo, y a cada uno de ellos, alternadamente,
le corresponderá narrar un relato o maravilla, cuya finalidad será la de maravillar o asombrar. Las reglas del juego
quedan establecidas desde el inicio y se estipula también la
condición de que las narraciones han de tratar casos verdaderos, que hayan sido referidos por testigos de primera
mano o involucrados. Todo con la intención, como ya describimos, de prevenir a las mujeres y alertarlas de los
engaños y peligros de los hombres. Empieza así el entramado a nivel del marco narrativo, pues entre los mismos
participantes del sarao comienzan a darse una serie de peripecias amorosas, de modo que tenemos la acción que se da
en este plano, más las distintas tramas que estos mismos
personajes van contando en las novelas. El desenlace de lo
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que se va desarrollando en el marco culminará en la siguiente
reunión, el siguiente sarao, anunciado al finalizar las Novelas de 1637, y de cuyos detalles nos enteramos en el compendio publicado en 1647, en una reunión que tiene lugar en
las Carnestolendas del año siguiente. En la Segunda parte
del sarao y entretenimiento honesto la dinámica es la
misma (mismo pretexto: otro sarao, con damas y caballeros
invitados), sólo que en este caso los relatos tienen el nombre
de desengaños y sólo son las mujeres las que narran las historias —constantemente en la obra éstas son llamadas de­sengañadoras.
La crítica zayista ha subrayado cómo las últimas diez
novelas poseen rasgos más oscuros, violentos y crueles que
las primeras, y cómo coincide en que no hay un sólo varón
narrador. Como si se tratara de una progresión: los Desengaños acentúan y exageran los planteamientos de las Novelas. Los sucesos que se abordan en los veinte relatos son
muy variados, pero a muy grandes rasgos podemos notar
una ambientación urbana común y el retrato de una sociedad en decadencia, rasgos que se evidencian gracias a las
minuciosas descripciones; suelen ser nobles los protagonistas y tienen especial preeminencia los personajes femeninos
fuertes y complejos, que en muchos de los casos devienen
en heroínas. Tenemos el caso, por ejemplo, de mujeres de
armas tomar, como en La burlada Aminta y venganza del
honor, la segunda de las Novelas, en la cual la protagonista
se disfraza de hombre para vengar el agravio del que fue
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víctima; o, en la primera de ellas, titulada Aventurarse perdiendo, encontramos a Jacinta, quien muda sus vestidos, se
corta el pelo, se viste de pastor y pasa por hombre cuando
decide ir a perseguir a su amor.
También encontramos casos de mujeres livianas o ventajosas, porque Zayas también pareciera alertar a las mujeres de lo que son capaces sus congéneres, o bien señalar que
son ellas mismas las causantes de sus males y de caer en el
engaño. Tal es el caso de Claudia, en El juez de su causa,
quien se disfraza de hombre para impedir que su galán se
vaya con otra; o el de Beatriz, en El prevenido engañado,
quien tiene un negro por esclavo para cumplir sus caprichos
sexuales mientras osa engañar a aquél que la corteja con
fines matrimoniales. Utilicemos este último caso para poner
de relieve una constante de las novelas, pues las mujeres de
Zayas poseen un reconocimiento de sus impulsos y deseos
sexuales que difícilmente encontramos en la literatura que
le precede, ya que las dota de una “autonomía sexual, las
libera de su pasividad tradicional”, en palabras de Juan
Goytisolo.7
Si nos propusiéramos incluir aquí un detalle de cada
uno de los relatos de Zayas no acabaríamos. Si acaso añadiremos a lo que hemos esbozado que a esta presentación
peculiar que hace la autora del género femenino, se suma un
XIX
7
Juan Goytisolo, “El mundo erótico de María de Zayas”, en Disidencias,
Barcelona, Seix Barral, 1977, pp. 63-115.
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ambiente enmarcado en lo sobrenatural y cruel (por ejemplo: el demonio ocupa un papel excepcional en El jardín
engañoso e Inés, de La inocencia castigada, es torturada
y emparedada), en un escrutinio de las costumbres de
la época y una visión del entramado social con gran detalle,
as­pectos todos que seguramente contribuyeron al éxito de la
autora en su época.
El relato que aquí incluimos, Amar sólo por vencer,
corresponde al sexto de los Desengaños amorosos y esperamos plante una semilla de curiosidad para que el lector se
acerque al resto de la obra zayesca.
Pero hasta aquí nuestro preámbulo. Adelante, querido
lector, que, en palabras de la misma Zayas, “como se ve en
las respuestas de repente y en los engaños de pensado, que
todo lo que se hace con maña, aunque no sea virtud, es ingenio”. Vale.
Elizabeth Treviño Salazar
Bibliografía
Albers, Irene y Felten, Uta (eds.), Escenas de transgresión. María
de Zayas en su contexto literario-cultural, Madrid, Vervuert-Iberoamericana, 2009.
Brown, Kenneth, “María de Zayas y Sotomayor: Escribiendo poesía en Barcelona en época de guerra (1643)”, Dicenda. Cua-
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dernos de filología hispánica, Madrid, Complutense, 1993,
núm. 11. pp.
Foa, Sandra M., Feminismo y forma narrativa: Estudio del tema y
las técnicas de María de Zayas y Sotomayor, Valencia, Albatrós, 1979.
González de Amezúa y Mayo, Agustín, “Cómo se hacía un libro
en nuestro Siglo de Oro”, en Opúsculos históricos-literarios,
Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas,
1951, tomos I y II.
Goytisolo, Juan, “El mundo erótico de María de Zayas”, en Disidencias, Barcelona, Seix Barral, 1977.
Grieve, Patricia E., “Embroidering with Saintly Threads: María
de Zayas Challenges Cervantes and the Church”, en Renaissance Quarterly, vol. 44, núm. 1, primavera, 1991.
King, Willard F., Prosa novelística y academias literarias en el
Siglo xvii, Madrid, Real Academia Española (rae), 1963.
Martínez del Portal, María, “Estudio preliminar” a Novelas completas de María de Zayas, Barcelona, Bruguera, 1973.
Pfandl, Ludwig, Historia de la literatura nacional española en la
Edad de Oro, Barcelona, Sucesores de Juan Gili, 1933.
Redondo Goicoechea, Alicia, “Introducción” a Tres novelas amorosas y ejemplares y tres desengaños amorosos, de María de
Zayas y Sotomayor, Madrid, Castalia, 1989.
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