Los temas críticos de la educación superior en America Latina Vol 2: Los años 90. Expansión privada, evaluación y posgrado ROLLIN KENT (compilador) FLACSO CHILE UNIVERSIDAD AUTONOMA DE AGUASCALIENTES FACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALES FONDO DE CULTURA ECONOMICA MÉXICO Primera edición, 1997 Se prohibe la reproducción total o parcial de esta obra -incluido el diseño tipográfico y de portada-, sea cual fuere el medio, electrónico o mecánico, sin el consentimiento por escrito del editor. D. R. 1997, FACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALES Santiago de Chile D. R. 1997, UNIVERSIDAD AUTóNOMA DE AGUASCALIENTES Av. Universidad, 940; 20100 Aguascalientes, Ags., México D. R. 1997, FONDO DE CULTURA ECONOMICA Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14200 México, D. F. ISBN 968-16-5184-7 (obra completa) ISBN 968-16-5128-6 (vol. 2) Impreso en México PROLOGO El interés en el estudio de las políticas comparadas de educación superior en nuestro continente nace apenas en los años noventa. Durante muchos años, la discusión pública en América Latina sobre la educación superior se limitó generalmente a los ámbitos nacionales y estuvo marcada por afanes prescriptivos, normativos o legitimadores, que redujeron el impacto de las ideas sobre las acciones gubernamentales e institucionales. Las limitaciones de este género de discurso aparecieron en la década pasada, al ponerse crecientemente de manifiesto las magnitudes financieras e institucionales y las complejidades políticas y culturales de lo que cada vez más era referido como el sistema de educación superior. Asimismo, el creciente interés de los gobiernos en la educación superior, tanto por el aumento de sus costos como por las esperanzas depositadas en ella para apoyar el desarrollo económico, fue haciendo necesario que el pensamiento normativo O ideológico sobre las universidades cediera su lugar al análisis científico-social de sistemas educativos complejos. Estos esfuerzos de análisis provinieron de la sociología, la ciencia política, la economía y la antropología. De la misma manera, la discusión científica sobre la educación superior latinoamericana se vio influida por la bibliografía contemporánea de Europa y los Estados Unidos. Esta obra libro representa un intento por afianzar esta línea de análisis educativo en América Latina. El esfuerzo colectivo que lo sostiene se inició en 1990 cuando, con la coordinación de José Joaquín Brunner, se formó el Proyecto de Políticas Comparadas en Educación Superior, con la participación de estudiosos de Argentina, Brasil, Chile, Colombia y México: Jorge Balán, Hernán Courard, Cristián Cox, Eunice Ribeiro Durham, Ana María García de Fanelli, Rollin Kent, Lúcia Klein, Ricardo Lucio, Helena Sampaio, Mariana Serrano y Simón Schwartzman. En la primera fase participaron además Olac 7 8 PROLOGO Fuentes y Manuel Gil. Ha sido una iniciativa innovadora y sostenida, cuyos primeros productos fueron un número especial sobre la educación superior latinoamericana de la revista Higher Education (vol. 25, núm. 1, 1993) y el libro Políticas comparadas de educación superior en América Latina, editado en 1993 por FLACSO en Chile. El primer volumen de esta obra presentó el ensayo introductorio de Eurice Ribeiro Durham, el trabajo de Lúcia Klein y Helena Sampaio sobre los actores y las arenas de las políticas y el ensayo de José Joaquín Brunner sobre problemas del financiamiento. El actual volumen contiene los estudios comparados de Jorge Balán y Ana María García de Fanelli sobre el sector privado, de Ricardo Lucio sobre políticas de posgrado y de Rollin Kent sobre la evaluación. Con estos trabajos se ha buscado realizar una exploración de tipo comparativo sobre las reformas latinoamericanas en educación superior en los años noventa. Los países seleccionados para la comparación son Argentina, Brasil, Colombia, Chile y México, naciones que representan suficientes diferencias históricas y culturales para dar cuenta de la gran diversidad de iniciativas actualmente en marcha en el campo educativo latinoamericano. Las instituciones que han colaborado en este trabajo son: la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales en Santiago de Chile, el Núcleo de Pesquisas sobre o Ensino Superior de la Universidad de Sáo Paulo, el Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia, el Centro de Estudios de Estado y Sociedad de Buenos Aires y el Departamento de Investigaciones Educativas del Cinvestav en México. El proyecto ha recibido el apoyo generoso de la Fundación Ford. Esta coedición fue en parte apoyada por el Proyecto Interinstitucional de Investigación en Educación Superior de México. Colaboró en las tareas de edición Elsa Nacarella, de Ideograma Editores. ROLLIN KENT EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR JORGE BALAN ANA MARIA GARCíA DE FANELLI INTRODUCCION El surgimiento y la consolidación del sector privado de educación superior en América Latina antecede con mucho al debate actual sobre la privatización, que tiene lugar en el contexto de los programas de ajuste económico y restructuración del Estado de los últimos 15 años. En realidad, la fundación de ese sector fue relativamente temprana para las normas internacionales. Los planteamientos originales en favor o en contra de su desarrollo estuvieron imbricados, por una parte, en las relaciones conflictivas de la Iglesia católica y el Estado relativas al papel de aquélla en la educación y, por la otra, en la insatisfacción de diversos grupos sociales dirigentes con la orientación ideológica predominante en las universidades públicas (Levy, 1986). Sin que ambos conflictos hayan sido totalmente superados, en los últimos años el tema fue replanteado como parte del debate sobre el papel del Estado en la economía y en particular en la producción de bienes y servicios. En la privatización como tema político domina en la actualidad la cuestión del traspaso de empresas públicas al sector privado en áreas tales como los servicios públicos (electricidad, gas, agua, transporte) y la producción industrial. En el área educacional en general, y en particular en la educación superior, el abanico de opciones políticas no incluye en ningún caso, aun cuando se habla de privatización, la transferencia de instituciones públicas a manos privadas'. De esta forma, el tono general de un tema candente para la política económica resulta inapropiado en la consideración de un ámbito tan peculiar de la restructuración del Estado como es su papel en la educación superior. 9 10 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR Si la perspectiva predominante en el debate sobre la privatización de la economía no resulta útil en nuestro caso, en cambio no cabe duda de que el clima ideológico mundial es mucho más favorable a que el sector privado, con o sin fines de lucro, tenga un papel más activo en la educación. En este contexto, aparecen dos formas complementarias de enfocar el tema. Por una parte, la expansión de las instituciones de gestión privada y el crecimiento relativo de su matrícula estudiantil constituyen un marco habitual en el análisis de la privatización de la educación superior. Se trata, en general, de un cambio relativo en la oferta dentro de un proceso de expansión del sistema como un todo. Desde otro punto de vista, se incorpora al debate sobre la privatización de la educación superior la aplicación de criterios del sector privado al sostenimiento de las actividades de las instituciones de gestión pública mediante el cobro de cuotas a los estudiantes, la venta de servicios diversos a la comunidad, los incentivos a donativos privados o el acceso al financiamiento internacional. Nuestro trabajo aborda la privatización reciente sólo en el primer sentido, es decir, examina el proceso de ampliación relativa y absoluta del sector privado en la gestión institucional y en la matrícula de educación superior, tanto universitaria como de otro tipo, y analiza las políticas que lo favorecieron o lo frenaron en los últimos años. Pero, como es claro en el caso chileno, las políticas propuestas en favor del cambio en el financiamiento de las instituciones públicas hacia una aportación mayor de fondos no gubernamentales ha contribuido a la ampliación del sector privado. El cobro de cuotas estudiantiles en las universidades, por ejemplo, coloca en mejores condiciones de competividad a las instituciones privadas que, en su mayoría, dependen principalmente de la aportación de los estudiantes y sus familias para financiarse. Por tal razón, aunque este trabajo estudia las cuestiones referidas a la privatización desde la perspectiva de las instituciones privadas, su peso relativo en la matrícula y el efecto que tuvieron las políticas seguidas por los gobiernos a partir de la crisis fiscal desatada en los años ochenta no puede dejar de considerar también, aunque sea marginalmente, las presiones políticas para que las instituciones públicas buscaran financiamiento privado y EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR 11 cambiaran el mecanismo, tradicional en los sistemas tanto latinoamericanos como en los europeos, de recibir ingresos exclusivamente del sector público. En los países de la OCDE, así como en América Latina, el aumento de las fuentes de financiamiento no públicas muchas veces ha sido impulsado por razones pragmáticas y no necesariamente por convicciones estrictamente ideológicas acerca de los beneficios intrínsecos del mercado (OCDE, 1989). Se trata al respecto de mostrar que los fondos privados no "sustituyen" a los públicos, sino que se le adicionan, que existe un fundamento de equidad en el financiamiento privado de la educación universitaria y que la vinculación entre la universidad y el mundo productivo es en provecho de la calidad y la relevancia académicas. En las formulaciones de estas políticas educativas, muchos observadores ponen hoy como ejemplo al sistema de los Estados Unidos. Según Clark (1990: 12), el control descentralizado, la diferenciación institucional, el financiamiento institucional diversificado y las iniciativas institucionales altamente competitivas están en el centro de la fuerza que muestra el sistema de educación superior en los Estados Unidos. Estos rasgos, en todo o por partes, son actualmente imitados en los sistemas nacionales más avanzados de educación superior, incluso aquellos que se caracterizan por su centralización. En realidad, las políticas propuestas actualmente en América Latina para "desestatizar" el financiamiento de la educación superior encuentran una fuente de inspiración en las que adoptaron muchos países europeos cuando incorporaron selectivamente elementos del modelo estadunidense, a pesar de que el desarrollo de un sector privado en el Viejo Continente fue posterior y menos profundo que en América Latina. Partimos en nuestro trabajo de la comprobación generalizada de una continua expansión de la matrícula y de la diversificación del sistema de educación superior en toda América Latina durante las últimas décadas, para señalar enseguida que ello ocurrió en algunos países mediante la participación creciente del sector privado, mientras que en otros fue resultado antes que nada de la oferta casi ilimitada del sector público. 12 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR En Argentina y México, por ejemplo, fueron las universidades públicas las que absorbieron el mayor crecimiento de la matrícula, mientras que en Brasil y Colombia en los años setenta y en Chile a partir de 1980 el Estado dejó esta tarea sobre todo en manos de la iniciativa privada. Los fenómenos sociales que explican la expansión de la demanda son comunes a todos los países de la región, aunque varían sin duda en su fecha de aparición y en la violencia con que irrumpen en el panorama social: el aumento demográfico, el crecimiento de los sectores medios y de la educación secundaria, la urbanización y la integración creciente de la mujer en la vida económica y política son los procesos que se pueden asociar de forma más generalizada con esa expansión (Balán, 1993). Las políticas estatales respondieron a esas demandas ampliando y diversificando la oferta del sector público, pero cuando introdujeron cupos o sistemas muy selectivos de admisión, la oferta provino de un nuevo sector privado, caracterizado por no tener más orientación ideológica que la del mercado. Sólo en Brasil durante los años setenta y en Chile a partir de 1980 puede encontrarse una política consciente de incentivos públicos a la expansión de la oferta privada. El crecimiento del sistema de educación superior en América Latina, al igual que en los países industrializados, ocurrió no sólo por el aumento del tamaño de las instituciones y por la creación de otras nuevas, sino también por el aumento de opciones después de la secundaria, como las instituciones con una mayor orientación al mercado de trabajo que ofrecen carreras de corta duración. Éste es el caso de los state y los community colleges en los Estados Unidos y Canadá, de los politécnicos en Gran Bretaña o de los Fachhochschulen en Alemania. Este proceso de diferenciación institucional, iniciado con algún retraso en América Latina con respecto a los países de la OCDE, es quizás uno de los cambios más radicales en la educación superior pero, a diferencia de la experiencia en Europa, donde se realizó por medio de la expansión del mismo sistema público prevaleciente, en muchos países de América Latina está teniendo lugar mediante la expansión del sector privado, más atento a las demandas fluctuantes del mercado. Aunque sin duda es un proceso reversible, como lo demuestra EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR 13 la tendencia de muchas instituciones a ampliar la gama de funciones para cubrir los distintos tipos de oferta educativa, en líneas generales las instituciones privadas tienden a ser más especializadas y, por lo tanto, allí donde éstas tienen mayor peso, la diferenciación institucional es una vía más habitual de crecimiento. En este trabajo presentamos los resultados de un análisis comparativo sobre la evolución reciente del proceso de expansión de las instituciones privadas y de su matrícula estudiantil en cinco países de la región. Partimos en todos los casos de subsistemas privados ya consolidados hacia 1980, pero muy divergentes tanto en su tamaño relativo como en el grado de diferenciación que tenían con respecto al subsector público. Analizamos luego las políticas explícitas frente al sector privado y las políticas referidas a la educación superior en general que han tenido consecuencias para este último, y comparamos las medidas que han favorecido más abiertamente el funcionamiento de un mercado educacional privado, como es el caso chileno a partir de las reformas lanzadas en 1980, con aquellas donde ese mercado se ha ampliado sin el amparo de medidas semejantes, como ocurre en México o en Argentina. EL SECTOR PRIVADO EN TRANSICION: 1980 El año de 1980 es un buen punto de partida para un análisis de los cambios en el sector privado, por dos razones. Primera, se trata del momento previo a la generalización de la crisis económica, antes que pudiera preverse que se iniciaba lo que luego llamaríamos 1a década perdida", pero cuando ya soplaban fuertes vientos de privatización en las agencias internacionales, en los países de la OCDE y en muchos países de la región. Segunda, en ese año o poco después, en varios países se introdujeron cambios sustanciales en la política de educación superior en general y hacia el sector privado en particular. El caso más relevante es el de Chile, cuya experiencia de cambio radical parecía primero quedar aislada en el contexto de una dictadura militar particularmente dura y larga, pero que luego tomó la forma de un modelo modernizador de la 14 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR educación superior compatible con regímenes democráticos. También Colombia iniciaba cambios importantes ese año y poco después la seguían México, cuando se desencadenó la crisis de la deuda, y Brasil. Sólo Argentina parece ser una excepción a esta ola de cambios iniciada en 1980 en el campo de la educación superior, pues en ese país sólo tomarían cuerpo una década después. Los sistemas de educación superior eran muy diferentes hacia 1980 en los cinco países analizados. En un extremo, dos de ellos presentaban un sector privado muy diferenciado del sector público en su financiamiento, gestión y funciones: Argentina y México, donde aquel sector era relativamente pequeño frente al otro, grande, complejo y en continua expansión territorial desde los años setenta. Estos países contaban con poco más de 20 universidades privadas cada uno, entre las cuales sólo algunas tenían un peso significativo en la vida nacional y reunían menos de 20% del total de alumnos matriculados en instituciones universitarias.(1) En los dos países el sector privado tenía un peso mayor entre las instituciones no universitarias, pero éstas no tenían mucha visibilidad pública ni gran peso académico o económico. Durante los años setenta se había ampliado considerablemente el sector público, sobre todo en la distribución regional de las universidades: en 1980 el sistema público estaba presente en casi todas las provincias (estados en el caso de México), mientras que 10 años antes sólo las principales ciudades de ambos países contaban con instituciones universitarias. Las universidades privadas eran financiadas totalmente por el sector privado y su administración económica y académica era supervisada sólo en lo formal por el Estado. En México, unas pocas universidades privadas gozaban de alto prestigio social y algunas también competían exitosamente en ciertos campos académicos, pero comenzaba a surgir un sector privado orientado a captar la demanda de cursos nocturnos de bajas exigencias, mientras que en Argentina (1) Los datos de este apartado tienen como fuente el cuadro 1 y los distintos cuadros con estadísticas generales de cada uno de los países analizados. En el caso de Chile, en los cuadros se clasificaron los datos de acuerdo con las fuentes estadísticas oficiales. Véase al respecto nota 22. EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR 15 la política represiva del gobierno militar había estimulado en términos relativos la calidad académica de algunas universidades privadas que no eran blanco de esa política. El crecimiento de la matrícula privada en Argentina a finales de los años setenta reflejaba más que nada el clima enrarecido en las universidades públicas con la intervención militar, en particular en las facultades de humanidades y ciencias sociales donde se habían clausurado varios programas masivos. Este crecimiento tenía lugar en las universidades privadas ya existentes, dado que se había cerrado la acreditación de nuevas instituciones desde 1974. Otra diferencia importante entre ellos radicaba en el peso de los sectores empresariales en las mejores universidades privadas mexicanas, casi ausente en Argentina. En contraste, la iglesia católica desempeñaba un papel más relevante en el sostén administrativo del sector privado en este último país. En el otro extremo, Chile era el único en el cual el sector privado y el público formaban un conjunto tradicionalmente homogéneo. El Estado chileno financiaba por igual a instituciones públicas y privadas; ambas cumplían funciones muy semejantes y sólo se diferenciaban en su forma de administración. Ocho universidades, dos de ellas públicas, y sus sucursales en distintas ciudades, constituían un sistema de educación superior relativamente homogéneo e integrado que había pasado por un periodo de reformas importantes durante los años setenta. A partir del golpe de 1973, las universidades soportaron depuraciones políticas e ideológicas de gran magnitud -además de un fuerte descenso en los recursos aportados por el Estado- sin que sus estructuras cambiarían significativamente hasta 1980. El sector privado tenía un componente religioso (la prestigiosa Universidad Católica de Chile) y otro laico, así como variantes universitarias y tecnológicas, pero era relativamente parejo en lo académico; todas participaban del mismo sistema de evaluación de los candidatos al ingreso. Brasil y Colombia ocupaban una posición intermedia en lo que toca a la distinción entre público y privado. La estructura y las funciones de las mejores universidades privadas no diferían mucho de las públicas, aunque por supuesto su gestión era diferente. Los dos países destacaban por el tamaño 16 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR de su sector privado en el contexto mundial: en 1980, absorbía aproximadamente 60% de la matrícula, lo cual reflejaba el crecimiento descontrolado de los años setenta con una política extremadamente flexible de acreditación y con restricciones severas en el número de vacantes ofrecidas por el sector público.(2) Brasil y Colombia, fueron, por otra parte, los primeros donde se desarrolló un subsector que atiende demandas masivas de cursos de grado, en particular en carreras cortas, y en los dos tendió a formalizarse una distinción vertical entre sectores universitarios en sentido estricto y otros sectores de la educación superior, aunque en Colombia esto se definió por la longitud e importancia de las carreras de grado y en Brasil por la diversidad de programas ofrecidos por cada institución. La diferenciación interna en el sector privado fue alterándose en esos años. Un criterio amplio que perdía importancia relativa en todos los países era la distinción entre instituciones laicas y religiosas. Sin embargo, hacia 1980 se observaba ya que las funciones o incluso las orientaciones curriculares entre ellas se distinguían muy poco, dada la igualdad de otros factores. En cambio, un criterio nuevo pero aún difícil de especificar era la calidad, y por lo tanto la diferencia entre instituciones de élite e instituciones mal llamadas masivas, ya que muchas de ellas eran de tamaño pequeño. Esta dimensión del problema sería objeto de políticas específicas en los años ochenta, por ejemplo en Chile, pero continuó siendo implícita en otros países, como Argentina, donde sin embargo se distingue entre un subsector universitario y otro terciario no universitario sobre la base de la duración media de los programas de grado, más larga en aquél que en éste, y, sobre todo, por la pretendida vocación -no siempre cumplida- de las universidades para la investigación científica. En algunos casos, esta distinción de calidad se vinculaba con la antigüedad de la institución, como en Colombia, donde (2) En el caso de Brasil, la política oficial de autorización y reconocimiento sufrió fuertes vaivenes desde la autorización fácil de comienzos de los años setenta, hasta que en 1976 se pusieron en práctica restricciones más severas y cambios en el sistema que culminaron, a principios de los ochentas, con un vaciamiento parcial de la función de acreditación del Consejo Federal de Educación. primeras universidades privadas argentinas era reciente, ya que la legislación que las autorizaba data sólo de 1958, las pocas que gozaban de algún prestigio eran las primeras instituciones católicas. En otros países la diferencia de calidad se formalizaba en la distinción entre universidades stricto sensu y otro tipo de instituciones; por ejemplo, en Brasil la ley ya distinguía entre universidades y establecimientos aislados (tanto en el sector público como en el privado), aunque casi todos los observadores coinciden en señalar la gran heterogeneidad dentro de esas categorías. Las instituciones de élite mexicanas no tenían una diferenciación formal, pero eran conocidas por nombre e incluían tanto algunas sostenidas por grupos empresariales laicos como otras con vinculación católica. Si bien la matrícula del sector privado experimentaba un crecimiento absoluto en cuatro casos y relativo en tres de ellos (las excepciones eran México, donde todo crecía, y Chile, donde toda la matrícula se había estancado), se podían observar dos situaciones contrastantes. Por una parte, Argentina, tras el golpe militar de 1976 y la primera crisis inflacionaria importante, revelaba ya algunas de las consecuencias del descenso absoluto en el financiamiento estatal, de la limitación en las vacantes del sector público y del estricto control policial impuesto por la dictadura militar en las universidades: la matrícula pública disminuía y la privada aumentaba en términos proporcionales. Por la otra, en Brasil, con un régimen militar de corte reformista, la limitación de vacantes fue consecuencia, más que nada, de la tentativa de reforma selectiva del sector público, que deseaba sostener altas normas de calidad. La dinámica expansión de la demanda, fruto del crecimiento económico y demográfico, fue entonces absorbida por el sector privado. Además, el clima político de la región, excepto en México, ya favorecía en todos los países al sector privado y a su expansión cuantitativa por la vía del mercado dentro de la nueva tendencia antiestatista de las políticas públicas en América Latina. El sector público de la educación superior debió enfrentar a partir de los años ochenta tres problemas básicos, que en alguna medida ya se vislumbraban en los anteriores: la escasez de recursos financieros, la fuerte expansión de la demanda de educación después de secundaria y la ineficiencia burocrática de las instituciones de enseñanza. Entre ellos, la estrechez de recursos frente a la ampliación de la demanda funcionó como un incentivo, variable entre los países, para el desarrollo del sector privado. El gasto público universitario argentino disminuyó entre 1980 y 1990, en términos reales, en 21.4%, en tanto que el gasto por alumno disminuyó en 1980 a 75% de su nivel en 1960 y en 1990 a 26% de ese mismo nivel (Piffano, 1993). En Brasil la tendencia mostró fluctuaciones cíclicas más que un descenso prolongado: las transferencias del tesoro público para gastos de las instituciones federales de educación superior representaron, en 1982, 330% del gasto en 1972, para luego disminuir a 233% en 1984 y aumentar a 299% en 1985 (Klein, 1992). El recrudecimiento inflacionario de finales de los años ochenta, que perduró hasta 1995, y la crisis fiscal del Estado han afectado negativamente dichos gastos en términos reales. En el ¿aso colombiano, durante el periodo 1980-1988 el gasto del presupuesto nacional creció a una tasa anual promedio de 4.7% y en educación a una tasa anual promedio de 4. 1 %; sin embargo, las aportaciones del presupuesto nacional para las universidades nacionales, departamentales y municipales y para el Instituto Colombiano de Fomento de la Educación Superior (ICFES) experimentaron un crecimiento de sólo 2.5% anual durante ese periodo. El gasto promedio por alumno en 28 universidades estatales cayó en 1989 a 75% del nivel que tenía en 1980 (Lucio y Serrano, 1992). Los subsidios institucionales de origen público en Chile se redujeron durante la década de los ochentas a un tercio, en tanto que las asignaciones totales de recursos públicos a dicho sistema disminuyeron 32% entre 1980 y 1990 (Brunner y Briones, 1992). En México, universidades públicas, se constata que el subsidio federal creció en términos reales, entre 1983 y 1991, en 33.8% (Gago, 1992). En suma, de los países considerados sólo en los dos más grandes -Brasil y México- el gasto efectivo por alumno se mantuvo o se incrementó en los años ochenta, mientras que en los demás disminuyó, tendencia que seguramente fue seguida por la mayoría de los otros países de la región. En general, el estancamiento o el descenso de los recursos públicos se dio en el momento en que continuaba expandiéndose la matrícula, en Argentina y Chile por encima de 6% anual y con niveles menores en Colombia, México y Brasil (cuadro l). La combinación de escasez de recursos financieros públicos, reducción de salarios a maestros, expansión de la demanda después de secundaria y, en algunos países, restricciones en el acceso al sector público, conformaron una situación propicia para la ampliación de la oferta privada. En este contexto analizaremos las políticas que en la última década dan cuenta del ritmo de la expansión del sector privado, teniendo presente el papel del Estado como impulsor y regulador de tal expansión. Si bien analizaremos cada uno de los cinco casos, nos detendremos con mayor detalle en el chileno, pues en éste se ha dado una política pública explícita de transformación con orientación privatizadora, cuyos alcances y velocidad son muy significativos en la región. Argentina La tradición argentina, en consonancia con el modelo napoleónico adoptado con variaciones importantes en toda América Latina, sólo incorporó a las instituciones de gestión privada de forma tardía y parcial. A partir de 1958 existe un sector de universidades privadas, instituciones que, en número creciente, operan dentro de un marco legislativo y reglamentario propio. Tras ser autorizados por el gobierno nacional hacia mediados de 1994, se encuentran funcionando en Argentina 40 establecimientos universitarios privados, un número mayor que CUADRO 1. América Latina en la década de los ochenta: Matricula e instituciones del sector privado y expansión de la educación superior País Matrícula del sector Instituciones del privado (% del total) 1980 último año disponible Argentina Universitario No universitario Total Brasil Universitario No universitario Total Colombia Universitario No universitario Total 18.4% 31.8% 20.9% 1983 35.5% 82.3% 59.9% 1982 58.4% 74.9% 60.9% 1991 10.4% 28.6% 14.8% 1988 41.4% 81.7% 61.1% 1991 60.9% 63.2% 61.4% sector privado 1980 último año disponible 23 228 251 1983 20 595 615 1982 69 78 147 1991 29 460 489 1988 31 607 638 1991 90 81 171 Expansión de la matrícula en la educación superior 1980 último año disponible 397828 93645 491473 1983 687860 751132 1438992 1982 285925 51039 336964 1991 816888 260324 1077212 1989 863236 707624 1570860 1991 390978 119671 510649 TCA* 11 6.76% 9.74% 7.39% 6 3.86% -0.99% 1.47% 9 3.54% 9.93% 4.73% Chile Universitario No universitario Total México Universitario No universitario Total n.c.* n.c. n.c. 12.1% 20.9% 13.5% 1989 11.5% 95.1% 51.7% 1990 14.2% 29.1% 17.4% 1991 n.c. 40 n.c. 239 n.c. 279 1990 26 50 107 162 133 212 118978 n.c. 118978 611249 120042 731291 1991 133056 113100 246156 1990 851674 226517 1078191 11 1.02% n.c. 6.83% 10 3.37% 6.56% 3.96% Fuentes: Dirección de Estadística del Ministerio de Cultura y Educación (varios años), The World Bank (199 l), Lucio y Serrano (1992), Lucio (1994), Muga (1990), Brunner y Cox (1991), Lavados et al. (1990), González (1988 y 1990), Brunner (1994), Kent Serna (1990 y 1994), Casillas (1990). *TCA: Tasa de crecimiento anual (promedio). Colombia: Universitario y No universitario se refieren a la modalidad educativa en el dato de matrícula. Chile: Público con aportación; privado sin aportación. No universitario = institutos profesionales + cFT. México: Universitario público universitario + privado consolidado. No universitario público tecnológico + privado aislado. *n.c.: no cuenta. 22 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR el de las universidades públicas, aunque éstas concentran la mayoría de los alumnos. La continuidad no fue la característica del proceso de autorización para el funcionamiento de tales universidades privadas en el periodo 1958-1994. Por el contrario, diversos gobiernos interrumpieron el ciclo de autorizaciones, hecho que, sin embargo, no alcanzó a impedir el surgimiento de nuevas propuestas universitarias privadas. El detalle de las autorizaciones y clausuras desde 1958 hasta la fecha sirve para ilustrar esta situación (véase cuadro 2). CUADRO 2. Año Número de universidades privadas argentinas Autorizadas Cerradas 1958 1 0 1959 3 0 1960 2 0 1961 1 0 1962 1 0 1963 3 0 1964 1 0 1966 1 0 1967 Cambio de la legislación universitaria 1968 11 1 1969 1 0 1971 1 1 1973 Suspensión de los trámites de autorización 1974 1 1 1975 1 1 1979 0 1 1989 Cambio de las políticas de gobierno 1990 5 0 1991 3 0 1992 6 0 1993 1 0 1994 2 0 Total 45 5 Total 1 4 6 7 8 11 12 13 23 24 24 24 24 23 28 31 37 38 40 40 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR 23 Ocho de las 13 universidades autorizadas entre 1958 y 1966 son de orientación católica. De este primer lote de universidades privadas autorizadas, dos han dejado de existir (la Universidad Bartolomé Mitre, cerrada en 1968, y la Universidad de la Patagonia San Juan Bosco, cerrada en 1979) y una tercera ha sido transformada (la Universidad Católica de Mar del Plata se fusionó con la homónima nacional y subsiste como Escuela Universitaria de Teología). Dentro del segundo ciclo de 13 autorizaciones, producido tras el establecimiento de una nueva legislación para el sector universitario, predominan las instituciones universitarias laicas o sin un carácter confesional explícito. Dos universidades de este grupo han dejado de existir como instituciones privadas: la Universidad del Centro se transformó en la Universidad Nacional de Río Cuarto (197 1) y la Universidad de Tandil en la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (1974). Si bien desde 1973 el proceso de autorización de nuevas universidades privadas queda suspendido por decreto, al año siguiente otra institución es incorporada al régimen de establecimientos universitarios privados (la Universidad de la Marina Mercante). A partir de 1989 se inicia el tercer ciclo de autorizaciones que continúa hasta el presente. Diecisiete nuevos establecimientos han sido habilitados desde entonces, la mayoría en un régimen de excepciones al decreto del año 1973 y dos tras ser modificada, a fines de 1993, la reglamentación de la ley de universidades privadas y ser derogado aquel decreto. La dinámica de la oferta del sector privado en Argentina se vincula estrechamente con las políticas encaradas por el Estado en relación con el sistema de educación superior -especialmente las referidas al sector privado- y las implantadas por las universidades públicas. El retorno a un régimen constitucional a fines de 1983 inspiró políticas que hemos calificado en otro lado como una tentativa de restauración reformista: la puesta en práctica de aquellos principios y objetivos que guiaron al sector universitario antes del golpe de Estado de 1966. Ello significaba, por una parte, inclinar el fiel de la balanza en favor de las universidades públicas mediante su normalización institucional y el retorno a normas académicas en contraposición con lo que 24 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR resultó de las intervenciones militares. Por la otra, la restauración implicaba la adopción de principios tales como el ingreso irrestricto y la gratuidad de la enseñanza, que incidieron inmediatamente en un crecimiento notorio de la matricula después de varios años de demandas reprimidas (cuadro 3). Estas políticas tuvieron efectos negativos sobre el sector privado, que había atraído en años anteriores a los estudiantes rechazados por el cierre de programas en el sistema público y por el clima policial. El fuerte crecimiento de uno conspiraba necesariamente contra la demanda del mercado de la cual el otro depende tanto. En el periodo comprendido entre 1983 y 1987, mientras que la matrícula de las universidades públicas creció a una tasa anual de 19.4%, la de las universidades privadas decreció a una tasa de 2.3% (cuadro 3). Entre 1984 y 1989 las políticas específicas dirigidas al sector privado no introdujeron innovaciones significativas sobre lo hecho en años anteriores. En particular, se mantuvo la política implícita de no autorizar nuevas instituciones, política quizá favorecida por las que ya habían sido autorizadas, pero sin introducir controles o supervisiones más detalladas sobre estas últimas. Las únicas aportaciones públicas recibidas por el sector privado(3) continuaron siendo aquellas provenientes del sistema científico -en particular por la vía del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas-, en un sistema competitivo que en esos años tendió a desarrollar programas especiales para las universidades públicas. A partir del cambio de gobierno en 1989 se anunció una política de autorización de instituciones nuevas que en poco tiempo se puso en práctica, aunque sin darse a conocer los mecanismos específicos para evaluar la capacidad de cada una dentro del marco global provisto por la ley de 1967. La principal restricción académica contenida en esa ley era aquella por la cual las universidades debían ofrecer al menos tres programas de grado equivalentes a una licenciatura y, por lo tanto, de un mínimo de cuatro años de duración; este requisito de por sí eliminaba a los institutos que ofrecían sólo cursos de (3) Además de la exención impositiva de la que también gozan las universidades públicas. se establecían criterios para determinar las calificaciones del personal docente para desarrollarlos ni se fijaban otros indicadores de la capacidad docente de las instituciones que solicitaban ser incorporadas al régimen universitario. Entre junio de 1990 y diciembre de 1992 fueron autorizadas provisionalmente para funcionar con la denominación de "universidad", según lo establece la legislación de las universidades privadas, 14 nuevas instituciones. Muchas de ellas ya habían iniciado los trámites para su reconocimiento antes de octubre de 1989; otras, en cambio, debieron esperar unos pocos meses para obtener tal legalización. Después, entre fines de 1993 y mediados de 1994, se autorizaron otras tres instituciones.(4) Estas nuevas instituciones cuentan con el aval o patrocinio de comunidades religiosas (adventista, católica, judía), de grupos empresariales (Asociación de Dirigentes de Empresas), de sectores ligados desde mucho antes a la docencia o la investigación que consiguieron exitosamente apoyos empresariales para transformarse en universidades (Fundación Favaloro, Fundación Barceló, Instituto Di Tella, San Andrés) o de proyectos fuertemente vinculados a instituciones o personas del país o del extranjero (Universidad de las Naciones Unidas, Manuel Antín). La orientación de algunas de estas instituciones privadas al mercado puede medirse con indicadores diversos (aunque no exista una estadística adecuada al respecto). Un ejemplo claro (4) La lista de las nuevas universidades privadas, con indicación de la ciudad donde se encuentra su sede central, es la que sigue: En Buenos Aires y Gran Buenos Aires: 1) Instituto Universitario de Ciencias Biomédicas; 2) Instituto Universitario de Ciencias de la Salud; 3) Universidad Maimónides; 4) Universidad Torcuato Di Tella; 5) Universidad Austral; 6) Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales; 7) Universidad de Palermo; 8) Universidad de San Andrés; 9) Universidad del Cine; 10) Universidad Hebrea Bar Ilan. En Córdoba: 11) Universidad Blas Pascal. En Entre Ríos: 12) Universidad Adventista del Plata. En Mar del Plata: 13) Universidad de las Fraternidades y Agrupaciones Santo Tomás de Aquino. En Mendoza: 14) Universidad Champagnant. En Municipio de la Costa: 15) Universidad de la Atlántida Argentina. Y sin especificarse su lugar: 16) Universidad de la Cuenca del Plata y 17) Universidad del Centro Educativo Latinoamericano. CUADRO 3. Argentina, 1980-1991: Cantidad de establecimientos, alumnos y docentes en la educación superior, por régimen legal y modalidad Modalidad -Y régimen No universitaria 1980 Establecimientos Nacional Provincial Municipal Privado 581 190 153 10 228 Alumnos matriculados Nacional Provincial Municipal Privado Docentes Nacional Provincial Municipal Privado 1981 601 192 161 8 240 93645 123618 37173 41641 25724 34806 1044 1105 1092 29704 46066 15665 17517 5291 5642 4377 5378 117 121 5880 6376 1982 636 190 179 7 260 1983 1984 758 216 182 6 354 825 226 211 6 382 139443 164055 46752 49175 46573 53987 1228 538 176630 53504 59870 782 44890 19844 5815 6682 113 7234 60355 22639 6154 7329 52 9104 62474 24934 6550 8357 50 9977 1985 912 252 248 6 406 1986 978 286 271 7 414 1987 1057 309 327 7 414 1991 s.d. s.d. s.d. s.d. s.d. 1029 317 425 7 460 188300 201933 209445 s.d. 260324 61375 66458 69076 s.d. 86063 64795 72310 77233 s.d. 98814 939 754 1086 s.d. 61191 26661 7205 9013 50 10393 62411 28181 7771 9499 54 10857 61420 33447 9845 11992 78 11892 s.d. s.d. s.d. s.d. s.d. s.d.1 74355 40409 11143 14890 83 4293 Universitaria Establecimientos Nacional Provincial Privado Facultades Nacional Provincial Privado Alumnos matriculados Nacional Provincial Privado Docentes Nacional Provincial Privado si 51 25 3 23 412 248 6 158 51 25 3 23 406 236 6 164 25 3 23 405 245 6 154 397 828 323818 805 73205 30602 20545 287 9770 402070 323635 823 77612 36522 24316 287 11919 411113 334804 1098 75211 33322 21077 299 11946 51 25 3 23 420 253 9 158 416571 333795 1700 81076 33450 20960 440 12050 52 26 3 23 426 261 9 156 507994 423115 2007 82872 39296 25802 433 13061 52 26 3 23 462 289 9 164 664200 585335 2322 76543 44038 29542 579 13917 Fuente: Dirección de Estadística del Ministerio de Cultura y Educación (varios años). 52 26 3 23 479 302 9 168 707016 632866 2326 71824 41804 27222 559 14023 52 26 3 23 483 305 10 168 52 26 3 23 s.d. s.d. s.d. s.d. 62 29 4 29 s.d. s.d. s.d. s.d. 755206 s.d. 816888 678929 s.d. 729668 2347 s.d. 2100 73930 s.d. 85120 41797 s.d. 49200 27685 s.d. 34400 632 s.d. 500 13480 s.d. 14300 28 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR es el crecimiento rápido de las ofertas de posgrados, en particular los cursos de especialización profesional de duración corta y media. La fuerte competencia institucional responde seguramente al crecimiento del mercado de graduados en los últimos años y a la política igualmente agresiva de la oferta en el campo internacional. Otro ejemplo es la proliferación de convenios institucionales de distinto tipo, pero en particular los que se asemejan a una forma de Franschising internacional de programas de grado y posgr-ado. Se trata de la venta sofisticada de paquetes educacionales, incluido por supuesto el prestigio de la marca original. El mayor dinamismo que presenta el sector de universidades privadas es acompañado por la desaceleración del crecimiento de la masa estudiantil en las universidades públicas. Aunque las estadísticas hoy disponibles no nos permiten analizar si existe o no una tendencia de crecimiento de la participación del sector privado en la matrícula del sistema, hay algunos indicios de que tal expansión está ocurriendo. Por un lado, mientras que la matricula del sector público crecía apenas a una tasa promedio de 1.8% entre 1987 y 1991, tras aumentar aceleradamente durante los primeros cinco años de la democracia, el sector de las universidades privadas pasó de tener un crecimiento negativo a expandirse entre 1987 y 1991 a una tasa de 3.6%, es decir, en términos relativos muy superior a la expansión del sector público (cuadro 3). Otros indicadores de esta tendencia expansiva los dan la ampliación de la oferta académica en el conjunto de las instituciones privadas y el aumento de las capacidades edilicias en función de lo que esperan que sean las demandas educativas de la próxima década. El principal estímulo al crecimiento de la matrícula, tanto entre las universidades privadas ya establecidas como en las nuevas, ha sido el deterioro del financiamiento del sector público, que provocó desde 1988 la sensación generalizada (aunque no siempre real) de quiebra del sistema de universidades nacionales, en particular en el área de Buenos Aires, donde se localizan buena parte de las privadas. Otro factor que puede estar incidiendo es la mayor rapidez y facilidad con que se puede obtener un título de grado en ciertas univer EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR 29 sidades privadas. En este aspecto se debe tener presente que la más importante universidad que compite con las privadas -debido a su localización- es la Universidad de Buenos Aires (UBA). Ahí las carreras normalmente llegan a tener una duración de seis años, si tenemos en cuenta el año en que los estudiantes cursan el Ciclo Básico Común. En contraste, en algunas universidades privadas se pueden obtener los mismos títulos que otorga la UBA apenas en cuatro años. Desde principios de los años setenta se produce también una expansión importante del sector privado no universitario que acompaña al crecimiento institucional y en matrícula de todo este subsistema terciario. Gran parte del crecimiento del sector privado no universitario, así como del correspondiente al sector público, obedece al cambio en la formación de los maestros de las escuelas primarias. De adquirir su capacitación docente en los cursos para obtener el título de nivel medio otorgado por las escuelas normales, los profesores de nivel preescolar y primario comenzaron a ser formados en institutos terciarios no universitarios. La duplicación en el número de instituciones y en la matrícula del sector privado no universitario entre 1980 y 1991 (cuadro 3) también responde al crecimiento de nuevas ofertas de carreras de corta duración en ámbitos como la salud (por ejemplo, enfermería), la administración y la informática, que acompañaron la terciarización creciente del mercado de trabajo a partir de la década de los sesentas. El conjunto de estas instituciones terciarias no universitarias -sean públicas o privadas- difiere de las universitarias en su gobierno (no son autónomas como las universidades, pues dependen de organismos centralizados y, en el caso de las instituciones de formación docente, deben adaptar sus programas a un currículo oficial), en la duración de sus carreras (en promedio, entre dos y tres años, frente a más de cuatro en las universidades) y en que suelen tener menos ofertas académicas que las universidades. Al igual que las universidades públicas, reciben financiamiento de la jurisdicción correspondiente, aunque en el caso de las privadas, las instituciones de formación de profesores que cobran cuotas bajas reciben subsidio público, lo que no ocurre con las universidades pri 30 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR vadas. El sistema de acreditación difiere totalmente y es una extensión de aquel que tramitan las escuelas primarias, secundarias o especializadas. En general, la política de educación superior en Argentina, ya sea en el área pública o privada, tiende a ignorar la oferta educacional de los institutos terciarios no universitarios, que tiene un prestigio menor que la oferta universitaria. A partir de 1992 se ha comenzado un proceso de descentralización del sector al transferir las instituciones a las jurisdicciones provinciales y a la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. Por tal motivo, aun cuando en un proyecto actual del Poder Ejecutivo de una Ley de Educación Superior se lo incluya como parte del sistema, las políticas de orden nacional sólo pueden marcar directrices muy generales, ya que compete a las provincias y municipalidades llevar adelante la política del sector. Desde la transferencia del sector terciario no universitario a las provincias, y concluido ya el traspaso de las escuelas secundarias al mismo ámbito, la gestión del Ministerio de Cultura y Educación (MCE) que se inicia a fines de 1992 ha concentrado la atención en la evaluación general del sistema educativo y en la formulación de políticas para el sector universitario, para lo cual se creó una nueva secretaría: la Secretaría de Políticas Universitarias. Uno de los resultados de la gestión de la secretaría ha sido precisamente una nueva reglamentación para las universidades privadas mediante la sustitución del antiguo decreto reglamentario de la ley de 1967 por otro que cambia los mecanismos de regulación del sector y que amplía la autonomía de las instituciones privadas más antiguas del sistema. Simultáneamente, también se formulan dos proyectos, uno de Ley de Educación Superior y otro de Régimen Económico-Financiero de las universidades nacionales, los cuales contienen nuevas disposiciones que afectan directa e indirectamente a las universidades privadas. De acuerdo con el nuevo decreto reglamentario (Decreto 2.330/93), existen tres categorías de universidades privadas: a) aquellas con autorización provisional (los primeros cinco años); b) aquellas con autorización definitiva sujetas a exá EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR 31 menes de capacitación profesional (con una antigüedad no inferior a 15 años), y c) las instituciones privadas con autorización definitiva plenamente autónomas académicamente y cuyos títulos son académicos y habilitan profesional mente. Por el contrario, las instituciones con autorización provisional y las definitivas con una antigüedad inferior a 15 años otorgan títulos que tienen sólo validez académica. La habilitación profesional se otorga tras la rendición de una prueba ante un tribunal (5) y los títulos profesionales así obtenidos tienen validez nacional. En síntesis, de acuerdo con la legislación hoy vigente, se amplía la autonomía de las universidades privadas más antiguas, aunque existe la obligación para todas las instituciones de brindar anualmente al MCE información básica sobre el funcionamiento de su institución. Otro de los objetivos declarados por la actual política educativa -como un modo de enfrentar la alta tasa bruta de escolarización terciaria, cercana a 40%- es continuar diversificando el sistema al promover, por un lado, la creación de ofertas de formación técnica profesional en el nivel terciario no universitario y, por el otro, dando incentivos al crecimiento de la oferta del sector privado. Con estas medidas se busca aminorar la demanda universitaria pública. La política de promoción de la enseñanza privada en el nivel universitario tiene su expresión, por una parte, en la aprobación de nuevas instituciones, medida paralizada durante el periodo 1973-1989, y, por la otra, en el impulso que se le viene dando a la aplicación de nuevas políticas en las universidades públicas, tales como un ingreso más estricto y el cobro de cuotas a los estudiantes, todo lo cual hace más competitivas a las instituciones privadas a la vez que atenúa los problemas financieros de las públicas. Además, el nuevo proyecto de Ley de Educación Superior introduce una serie de reformas que afectan al sector privado al definir un marco legal general, que lo incluye junto al sector público, y nuevos mecanismos de coordinación sobre el sistema. Los principales cambios al respecto son: (5) El tribunal está formado por un representante del Estado nacional, uno del colegio o la asociación profesional correspondiente y uno de la universidad cuyos egresados son evaluados. 32 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR a) Se estrecha la interrelación de los componentes del sistema de educación superior al incluir en una misma legislación al sector público y al privado. Se definen al respecto objetivos comunes a ambos y mecanismos de acreditación de carreras de grado y posgrado, también de igual aplicación en uno y otro casos. b) Se incorpora el Consejo de Rectores de Universidades Privadas (CRUP)(6) como organismo de consulta en una serie de nuevas instancias de coordinación. En primer lugar, el CRUP ya había comenzado a formar parte, con anterioridad al proyecto de ley, de los consejos de planificación universitaria regional, cuya misión central es coordinar la oferta de educación superior en cada región.(7) En segundo lugar, el proyecto define nuevas instancias de coordinación estatal. Entre las más importantes por su capacidad mandatoria encontramos a la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CNEAU),(8) cuyas principales tareas serán la promoción de la autoevaluación en las universidades, la coordinación de la evaluación externa y las acreditaciones de las carreras de grado (en los casos de aquellas que puedan comprometer el interés público) y las acreditaciones de todos los posgrados.(9) Simultáneamente, se reduce a seis años el periodo a partir del cual las universidades privadas tienen autorización definitiva y adquieren su plena autonomía. El CRUP también participará en otros nuevos órganos coordinadores y de consulta, de los que el más importante es el (6) Es el órgano de consulta del MCE en todo lo concerniente al régimen legal de la enseñanza universitaria privada, a la aplicación de éste y a la planeación educativa en dicho sector. Este órgano consultivo es integrado por los máximos representantes de las universidades privadas. (7) Esta medida ya ha comenzado a ser puesta en práctica por el MCE. El proyecto de ley sólo reconoce esta nueva instancia que se creó en 1993. De todos modos, la implantación es aún parcial, pues no se ha constituido uno de los más importantes consejos, el de la Región Metropolitana. (8) Este organismo descentralizado, jurisdicción del MCE, estará integrado por 12 miembros designados por el Poder Ejecutivo de acuerdo con el Senado. Los miembros deberán ser personas de reconocida jerarquía académica y científica, elegidas a partir de ternas propuestas por el CIN (5), el CRUP (3), la UCE (1), el Congreso de la Nación (2) y el MCE (1). (9) Después de negociaciones con algunas universidades privadas se preparó como alternativa la constitución de asociaciones privadas voluntarias de evaluación y acreditación que hayan sido reconocidas por la CNEAU para el ejercicio de las actividades a cargo de esta última. universitario, acordar con el Consejo Federal de Cultura y Educación pautas de articulación y ser órgano general de consulta. En conclusión, el nuevo proyecto de ley introduce cambios importantes en la relación entre el Estado y las universidades privadas.* Por un lado, prevé que éstas puedan adquirir la autonomía mucho antes que lo señalado en la legislación hoy vigente pero, por otro lado, aumenta notablemente el grado de regulación estatal sobre ellas en la medida en que deben, someter a proceso de acreditación todas las carreras de posgrado y aquellas de grado cuyo ejercicio pueda afectar al interés público. Si bien reconoce al órgano de representación de las universidades privadas, el CRUP, una participación en diversas instancias de consulta sobre las políticas de¡ sistema, algunas universidades privadas no están muy conformes con este aumento de la regulación por un comité de pares académicos en la órbita del Estado. Brasil La reforma del sistema brasileño entre 1968 y 1972 aceleró el crecimiento relativo del sector privado, que ya tenía un peso considerable gracias al temprano desarrollo de las universidades católicas en lo que era aún un sistema muy pequeño en cuanto al número de estudiantes. La admisión en las universidades públicas, realizada desde 1968 mediante un examen de ingreso, dejó a gran cantidad de postulantes fuera del sistema universitario público y le creó al gobierno un problema político grave. La ampliación de vacantes del sector público sólo cubrió una parte de la explosión de la demanda de fines de los sesentas y principios de los setentas. Este exceso de demanda fue absorbido por el sector privado, especialmente por un número elevado de "establecimientos aislados". En esos años, las credenciales educativas adquirieron un (10) Presidido por el ministro de Cultura y Educación e integrado por el Comité Ejecutivo del CIN, la Comisión Directiva del CRUP y un rector representante del Consejo. * La ley fue aprobada por el Congreso en 1995, después de la redacción de este capítulo. [N. del c.] educación superior. En este marco, lo importante fue obtener esas credenciales al más bajo costo posible, y los establecimientos aislados trataron de satisfacer tal demanda. En 1980, como culminación de este proceso inicial de privatización, 61% de la matrícula era privada, proporción que ascendía a 82% si tenemos en cuenta sólo el sector no universitario, compuesto casi íntegramente por los establecimientos aislados. En 1983 había en total 615 instituciones privadas, la mayoría no universitarias(11) (cuadro 4). El periodo 1980-1989 muestra claramente una desaceleración en la expansión de la matrícula, con una tasa anual de crecimiento promedio de 1.5% (aproximadamente la mitad del crecimiento demográfico). A diferencia de las décadas previas, el mayor incremento correspondió al subsector privado universitario. Entre 1983 y 1988 se crearon 11 universidades privadas y la proporción del subsector privado en la matrícula total universitaria aumentó de 35.5 a 41.4% (cuadro l). La desaceleración del crecimiento del sector privado no universitario en los ochentas se explica principalmente por dos factores. Por un lado, desde 1976 se implantaron políticas de autorización y reconocimiento más restrictivas que trataron de controlar y frenar la expansión desmesurada de este subsector. Por otro lado, las restricciones financieras de mediados de los setentas y, en particular, la crisis económica de principios de los ochentas desencadenada por el segundo shock petrolero afectaron negativamente el nivel de ingresos de los posibles demandantes de educación superior privada. En lo que respecta al proceso de autorización y reconocimiento oficial, del que es responsable el Consejo Federal de Educación, ha sido principalmente formal y burocrático, además de que no existe un mecanismo de evaluación y con(11) Hay que tener presente que las estadísticas del Ministerio de Educación cuentan cada establecimiento "aislado" como una institución, aun cuando muchos de ellos están bajo el control de un único comité ejecutivo y de que en realidad constituyen una única institución. Se estima que si se les agrupara de esta forma, el número de instituciones aisladas disminuiría 50% (The World Bank, 1991). CUADRO 4. Brasil, 1983 y 1988: Educación superior por dependencia administrativa Régimen de dependencia Establecimientos Federal Estatal Municipal Privada Alumnos matriculados Federal Estatal Municipal Privada Docentes Federal Estatal Municipal Privada Universitaria Variación 1983 1988 porcentual 67 35 10 2 20 83 35 15 2 31 23.88% 0.00% 50.00% 0.00% 55.00% No universitaria Variación 1983 1988 porcentual 801 25 69 112 595 687 860 770240 11.98% 751 132 328044 304465 -7.19% 12074 98371 129785 31.93% 48826 17213 17178 -0.20% 72161 244232 318812 30. 54% 618071 69056 40276 12631 1063 15086 Fuente: The World Bank (1991). 79802 15.56% 42029 4.35% 17713 40.23% 819 -22.95% 19241 27.54% 44723 2698 3703 4433 33889 788 -1.62% 19 -24.00% 72 4.35% 90-19. 64% 607 2 .02% 733320 -2.37% 13366 10.70% 60951 24.83% 59606 ~ 17.40% 599397 -3.02% 45681 2.14% 2519 -6.63% 4090 10.45% 3290 ~25.78% 35782 5.59% Educación superior Variación 1983 1988porcentual 868 60 79 114 615 871 54 87 92 638 0.35% -10.00% 10.13% -19.30% 3.74% 1438992 1503560 4.49% 340118 317831 -6.55% 147197 190736 29.58% 89374 76784 -14.09% 862303 918209 6.48% 113779 42974 16334 5496 48975 125483 44548 21803 4109 55023 10.29% 3.66% 33.48% .-25.24% 12.35% 36 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR trol de las instituciones a su cargo. Este proceso se ha caracterizado por ser largo y complejo y por exigir trámites formales que no han asegurado la calidad de la enseñanza ni de la investigación. Además, por su propia complejidad se generaron presiones de clientelismo y tentativas de corrupción por parte de las instituciones que no cumplían con las exigencias establecidas (Durham, 1993). Desde mediados de los setentas se comenzó a criticar la laxitud manifestada en la gran cantidad de pequeños establecimientos aislados reconocidos oficialmente, lo cual se reflejaba en la incapacidad de éstos para atender los requisitos mínimos en términos de profesores, infraestructura y carga horaria, e incidía en la disminución progresiva de la calidad de la educación impartida. Esto condujo a una política que, buscando restringir la expansión del sistema, limitó las autorizaciones a las áreas prioritarias establecidas por el Ministerio (formación de profesores, cursos en áreas de salud --excluida la medicina-, tecnología y ciencias exactas y naturales). En los ochentas, las asociaciones profesionales comenzaron a intervenir para que se redujera la expansión de instituciones privadas. Así, por ejemplo, entre 1986 y 1988 se suspendió la creación de nuevos cursos de salud por presión de las asociaciones profesionales, y desde 1989 se erigieron nuevas restricciones al respecto (Klein, 1992). En la nueva Constitución de 1988 se reafirmó la legalidad de las instituciones universitarias, entendidas como ámbitos integrales en los cuales se imparte enseñanza, se lleva a cabo investigación y se realizan tareas de extensión. La Constitución también reafirmó el principio de total autonomía académica, financiera y administrativa de las universidades. Esta autonomía significa, entre otras cosas, la posibilidad de creación de nuevas carreras de nivel superior sin necesidad de autorización del gobierno. Por el contrario, los establecimientos aislados dependen de esta autorización para la apertura de cursos. Este hecho creó incentivos para su transformación en universidades privadas a partir de asociaciones entre ellos (Schwartzman, 1990).(12) (12) Un proyecto enviado al Congreso en 1991 plantea una forma nueva de acreditación, diferente para el caso de las universidades y las escuelas aisladas. EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR 37 En la Constitución de 1988 también se garantizó la provisión gratuita de la enseñanza pública (13) y se prohibieron los subsidios al sector privado, excepto para las instituciones de la comunidad, (14) las confesionales y las filantrópicas. Las instituciones confesionales, mayoritariamente católicas, ya habían recibido subsidios públicos durante los años sesenta. A mediados de los setentas, las instituciones privadas comenzaron a pedir algún apoyo gubernamental alegando la situación de inseguridad económica por la que atravesaban. En 1975 se creó el Programa de Crédito Educativo (PCE), que consistía en préstamos para el pago de las matrículas, las cuotas o los gastos de mantenimiento del estudiante, que se concedían según el nivel de ingreso familiar. En sus dos primeros años de funcionamiento, el PCE financió a cerca de 25% de los alumnos de la red privada de enseñanza superior, para después estabilizarse en 10%. En 1983, como consecuencia del proceso inflacionario y por el aumento del desempleo, el cobro de los créditos resultó difícil y perdió valor en términos reales, con lo cual el sistema se encontró en situación deficitaria. En 1989 el programa casi había desaparecido, y en 1991 comenzó a discutirse su reactivación, pero buscando asignar los recursos a los alumnos matriculados en instituciones de buen nivel Las universidades deben cumplir con ciertos requisitos mínimos: institucionalización de la investigación pura y aplicada, producción científica comprobada, un tercio de su cuerpo docente con título de maestría o doctorado y de tiempo completo, infraestructura adecuada en términos de laboratorios, equipamiento y biblioteca. Una vez sometidas al proceso de acreditación, las universidades pasan a tener amplia autonomía. Las instituciones no universitarias dependen de la aprobación de un proyecto de creación con un estudio sobre las necesidades sociales de su creación en función de aspectos de orden económico, social, demográfico y de servicios brindados y un estudio de viabilidad financiera, proyecto pedagógico y estructura académica y administrativa. Propone asimismo el retiro de la autorización de funcionamiento en caso de que su desempeño fuese insuficiente de acuerdo con el proceso de evaluación (Klein, 1992). (13) Las universidades de los estados y las federales cuentan con una proporción elevada de los recursos fiscales que se les destinan de acuerdo con la Constitución. (14) Las instituciones de la comunidad se han desarrollado en el estado de Santa Catarina, al sur de Brasil. Son gobernadas por una combinación de autoridades locales, grupos de negocios y la Iglesia. Cobran cuotas, pero muchas veces éstas son cubiertas con becas otorgadas por empresarios locales (Schwartzman, 1992). 38 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR según un examen de evaluación realizado por el Ministerio de Educación y en función de su ubicación en las regiones más desfavorecidas. De hecho, las que se han beneficiado con este crédito han sido las universidades católicas más prestigiosas que, según se estima, lograrían financiar de este modo a cerca de 50% de los alumnos matriculados, con lo cual estos créditos habrían sustituido el subsidio estatal que se otorgaba a estas instituciones en los años sesenta (Klein, 1992). En general, sea por medio de crédito educativo, becas o financiamiento de investigación, el subsidio público lo reciben las instituciones privadas de mayor prestigio que cuentan con un buen programa de posgrado y de investigación. Por el contrario, los establecimientos aislados privados se mantienen de las cuotas que cobran a los estudiantes. Éstas son a su vez controladas por el gobierno, medida que se explica por la clientela de estratos sociales de ingresos medios-bajos que asiste a dichas instituciones. Uno de los aspectos objetables de la forma que adoptó el financiamiento público de las instituciones privadas es no haber tenido en cuenta la heterogeneidad de los institutos, tomados aisladamente. En particular, existen institutos prestigiosos, con buena calidad y cuotas reducidas, a los que, de acuerdo con Durham (1993), sería apropiado que se les otorgase financiamiento público, no así en el caso de los institutos que son meras empresas de enseñanza. Es posible señalar tres aspectos en la evolución del sector privado en Brasil en la última década. En primer lugar, se observa un estancamiento de la expansión del sector privado no universitario como consecuencia de la recesión económica y la inflación, que se expresaron en el crecimiento negativo del producto bruto per capita. En menor medida también incidió la aplicación de una política estatal que era por momentos un poco más estricta en términos de regulación de su expansión, especialmente en aquellas áreas disciplinarias en las que eran fuertes las presiones de ciertas asociaciones profesionales, como las de medicina, derecho e ingeniería. La desaceleración de la matrícula del sector privado acompañó la caída general de la expansión del sistema tras un crecimiento explosivo ocurrido la década previa, momento en el cual se incorporaron al sistema de educación superior los sectores con movilidad social EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR 39 ascendente y sin tradición en los estudios superiores, como es el caso de las mujeres. La continuación de la expansión de este sistema al ritmo anterior tiene un límite en la desigual estructura de oportunidades educativas, la cual se refleja en que sólo 28% de los estudiantes que egresan de la secundaria llegan a la universidad. En segundo lugar, no han tenido éxito las diversas tentativas de reforma del sistema de regulación y control de la calidad del sector privado, a fin de extenderlo más allá del proceso de autorización de nuevas instituciones, y la práctica concreta se ha convertido en una política gubernamental permisiva que incluso ha facilitado la transformación de las asociaciones de establecimientos aislados en universidades. Finalmente, comienzan a surgir presiones para que el sector público incorpore a ciertas instituciones privadas. Éste es el caso de las universidades comunitarias del sur de Brasil, las cuales solicitan el amparo de las finanzas públicas ante la depresión económica y los costos crecientes de la educación superior, aun a costa de una considerable pérdida de autonomía política. El nuevo federalismo que alientan los procesos de democratización -en particular en los campos de la educación y la salud- da incentivos a estos esfuerzos por una "reestatización" local o regional. Colombia(15) Entre 1982 y 1991 la expansión de la matrícula universitaria en Colombia, a una tasa de 3.5% anual, se asemejó a las de Brasil y México. El crecimiento de la población estudiantil fue más acentuado en el sector terciario no universitario, que evolucionó en Colombia a una tasa superior a 10% anual promedio. Éste es un rasgo de diferenciación del sistema que tiene lugar en todos los países analizados durante los años ochenta, con la excepción del sistema de educación superior (15) En el caso de Colombia, hemos seguido el texto de Lucio y Serrano (1992). Por sugerencia de Ricardo Lucio, tomamos como base el año 1982 y no 1980, pues este último es muy atípico debido a que estuvieron cerradas buena parte de las universidades estatales, con lo que aumentó artificialmente la participación de las privadas en la matrícula. 40 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR brasileño, que experimentó igual suerte una década antes. Durante los años transcurridos entre 1982 y 1991, la matrícula de educación superior colombiana se incrementó poco menos de 500/1) en el sector oficial y en el privado, pero en los dos casos con tasas más elevadas para el sector no universitario (cuadros 5 y 6). En Colombia, el mayor crecimiento del sector privado tuvo lugar en los años setenta, cuando se expandió a una tasa anual promedio de 16%. La proliferación de establecimientos privados de dudosa calidad académica fue una de las causas de la reforma del sistema aprobada en 1980. Ésta no buscaba exclusivamente realizar cambios en el subsistema privado, sino que tenía por objetivo transformar el conjunto del sistema de educación superior, tanto público como privado. Entre otras cosas, los decretos respectivos determinaron una suerte de jerarquización entre las distintas instituciones de educación de después de secundaria, en función de la modalidad de enseñanza que estaban facultadas para ofrecer: los institutos de formación profesional serían facultados para establecer únicamente programas de corta duración conducentes a títulos menores, mientras que los institutos tecnológicos, además de ofrecer programas de formación tecnológica, estaban autorizados a brindar programas en la modalidad previa. En la posición más alta se ubicaban las instituciones universitarias que otorgaban formación universitaria de pregrado, brindaban cursos de especialización en formación avanzada y las modalidades anteriores, mientras que, de las instituciones universitarias, se consideraban universidades propiamente dichas a las que ofrecieran por lo menos tres programas académicos diferentes (carreras o disciplinas) y demostraran una sólida infraestructura de investigación. Sólo las universidades estaban autorizadas a ofrecer programas de formación avanzada de tipo académico (maestría y doctorado). Este marco legal surgió en un contexto de gran confusión y vaguedad en los términos de definición del sistema de educación superior. Por un lado, las universidades estatales tenían regímenes diferentes según fueran nacionales, departamentales o municipales, y se otorgaba el título de "doctor" en algunas carreras de pregrado. Por otro lado, no estaba CUADRO 5. Colombia, 1979-1991: Estadísticas generales de la educación superior, por sectores Sector Establecimientos Oficial 48 Privado 73 Alumnos matriculados Oficial 121448 Privado 146437 Docentes 27215 Oficial 13379 Privado 13836 1979 121 56 132 1980 188 59 141 1981 200 63 147 1982 210 65 152 1983 217 68 157 1984 225 69 156 1985 225 70 156 1986 226 71 162 1987 233 69 166 1988 235 74 164 1990 238 72 171 1991 243 267885 100803 170847 31136 14085 17051 271650 127352 190941 34844 15669 19175 318293 131843 205121 38464 16213 22251 336964 140455 214594 40416 16735 23681 355049 147970 230616 41636 17525 24111 378586 156317 235173 43227 17198 28029 391490 176796 240858 43469 17653 25816 417654 180979 253644 44269 18595 25674 434623 186329 271351 47990 19739 28251 457680 192762 301338 s.d. s.d. s.d. 494100 196891 313758 s.d. s.d. s.d. 510649 Fuentes: Lucio y Serrano (1992) y Lucio (1994). CUADRO 6. Colombia, 1979-1991: Distribución de la matrícula de la educación superior Distribución Por modalidad educativa Técnica-profe sional Tecnológica Técnica más tecnológica Universitaria Posgrado Por tipo de instituciones Universitarias Tecnológicas Técnicas-profe sionales Técnicas más tecnológicas 1979 19801981 1982 1983 1984 1985 1986 391490 417654 1987 1988 1989 1991 267885 271630 318293 336964 355049 78586 0 15736 19343 17582 24656 20712 28021 23018 29457 31 179 27480 31016 31802 40156 33465 54567 15736 248317 3832 36925 230159 4546 45368 268435 4490 51039 280540 5385 56937 62195 92032 08812 6080 7579 71958 311682 7850 88032 321654 7968 88820 94334 100665 119671 338185 353693 364181 378411 9 287 9807 9941 12567 267885 257390 10495 271630 243477 9173 318293 283242 10795 336964 55049 378586 297161 312090 331758 12710 15062 17557 391490 341579 19864 417654 364631 21121 436292 457834 474787 383031 399216 410456 21882 29727 33327 0 18980 24256 27093 27897 29271 30047 31902 31379 28891 10495 28153 35051 39803 42959 46828 49911 53023 53261 58618 Fuentes: Lucio y Serrano (1992) y Lucio (1994). 436292 457834 474787 510649 32963 35380 37168 55857 58954 63497 31004 64331 s.d. s.d. 516649 438887 s.d. s.d. 77762 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR 43 claro el régimen jurídico que debía gobernar a las universidades privadas, y según Lucio y Serrano (1992), se fundaron muchas instituciones de educación superior que "ocultaban mal su ánimo de lucro". También se venían ofreciendo carreras "intermedias", de menor duración y sin un régimen claro, ya que algunas eran controladas por el Ministerio de Educación y otras por el Instituto Colombiano para el Fomento de la Educación Superior (ICFES). La reforma de 1980 intentaba poner orden en esta situación un tanto anárquica. Esta legislación resultó mucho más estricta para las universidades oficiales que para las privadas, en tanto que el Estado tenía a su cargo las funciones de financiamiento, control y administración de aquéllas por conducto de los rectores. En el caso de las universidades privadas, el papel del Estado se reducía al de vigilancia y control y algunas veces al de orientación. El Estado, por medio del ICFES, tenía competencia, por la reforma de 1980, para ejercer el control formal del sector privado mediante el establecimiento de algunos requisitos mínimos para el desempeño administrativo y curricular. Se pretendía frenar el descontrol en la proliferación de instituciones de baja calidad académica, así como evitar el abuso en el cobro de las cuotas. Según Lucio y Serrano (1992), si bien esta normativa representaba un paso positivo en la recuperación de la iniciativa estatal en lo tocante al fomento y la organización de la educación superior, sus resultados concretos no fueron todo lo que se esperaba. Los decretos mencionados establecían que, para acreditar a una universidad privada, ésta debía cumplir los requisitos que tenían que ver con el carácter de la institución (inscrita en la forma de fundación o de corporación sin fines de lucro) y, también, se debía entregar la documentación pertinente al ICFES para que éste aprobara los programas académicos. En la práctica se dio cierta permisividad del ICFES en las acreditaciones durante toda la década, salvo por un breve periodo entre 1989 y 1990. Esto se observa en la creación de 24 nuevas instituciones universitarias privadas entre 1982 y 1991 (cuadro l). En relación con las cuotas, los derechos por concepto de matrícula semestral que debían pagar los alumnos del sector 44 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR privado por su educación estaban sujetos a la aprobación del ICFES. Éste autorizaba su incremento en función del aumento del costo de la vida y según los estados financieros y presupuestarios presentados por la universidad correspondiente. De acuerdo con Lucio y Serrano (1992), este control estatal era bastante limitado, dado que las instituciones privadas contaban con instrumentos para evadirlo. Por otra parte, el control de las cuotas condujo a mantener las diferencias históricas entre las instituciones de élite y el resto. La evolución del sistema dio lugar a la conformación de dos grupos o clases diferentes de entidades privadas. Por un lado se encuentran las instituciones privadas "profesionalizantes", que se ocupan sólo de la actividad de docencia en las carreras autorizadas por el ICFES y que se sostienen con las cuotas de los alumnos. Por el otro, hay algunas instituciones de mayor prestigio académico, que cobran tarifas elevadas y que han diversificado sus servicios y han añadido actividades de investigación, posgrado, consultoría técnica y extensión universitaria, y que gracias a este conjunto de actividades han logrado diversificar también sus fuentes de ingresos. Un ejemplo es la Universidad de los Andes, en la cual, entre 1986 y 1990, los ingresos provenientes de las matrículas de pregrado disminuyeron de 70 a 58%, mientras aumentaron significativamente los otros rubros: matrículas de posgrado, educación continua, contratos de investigación y consultoría (Lucio y Serrano, 1992). Hacia el final de la década, nuevas disposiciones legales debidas al presidente Virgilio Barco Vargas (1986-1990), mostrando preocupación por la calidad de la educación superior, pretendieron imponer un signo contrario a la expansión del sistema. Por una parte, el Decreto 1.227/89 otorgó al gobierno la facultad de intervenir todas las universidades privadas que violasen las normas académicas y de enviar un delegado ministerial para que actuase en el consejo superior de éstas con voz aunque sin voto. Por la otra, el Decreto 1.221/90 reguló la actividad académica de las facultades de derecho existentes, al poner límites ciertos a su expansión. En diciembre de 1992, durante el gobierno de César Gaviria (1990-1994) y ya bajo la nueva Constitución de 1991, se aprobó un nuevo marco legal para la educación superior -la EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR 45 Ley 30- tras dos años de negociaciones entre el Ejecutivo, el Legislativo y directivos y asociaciones de las instituciones tanto públicas como privadas. De acuerdo con esta nueva legislación, se vuelve a clasificar a las instituciones de educación posterior a la secundaria en tres tipos: instituciones técnicas profesionales, instituciones universitarias o escuelas tecnológicas y las universidades. Las instituciones técnicas profesionales son las facultadas para ofrecer programas de formación en ocupaciones de carácter operativo o instrumental y de especialización; las instituciones universitarias o escuelas tecnológicas son las habilidades para brindar programas de formación en ocupaciones y de formación académica en profesiones o disciplinas y de especialización, y, finalmente, las universidades son aquellas instituciones que acreditan actividades de investigación, la formación académica en profesiones y disciplinas, y la producción, desarrollo y transmisión de conocimientos. Al igual que en el marco legal anterior, sólo las universidades están facultadas para ofrecer programas de maestría, doctorado o posdoctorado (Lucio, 1994a). Uno de los aspectos más importantes de la nueva legislación es que amplía el campo de autorregulación de las instituciones al expander la autonomía de las universidades, tanto públicas como privadas. En ambos sectores esto se traduce en la posibilidad de definir y establecer sus programas académicos. En el caso de las universidades públicas, también supone que los rectores serán elegidos en adelante para periodos fijos por sus propios consejos superiores, en los que participan los diversos estamentos institucionales. En el caso de las universidades privadas, éstas expanden su autonomía financiera en tanto se liberan del control del Estado para establecer el incremento anual en los derechos que cobran a los alumnos. La ley considera también que las universidades privadas puedan continuar recibiendo aportaciones públicas indirectas. En primer lugar, la Ley 30 crea el Fondo de Desarrollo de la Educación Superior (Fodesep), en el cual participan todas las universidades privadas u oficiales que lo deseen. Su función es promover el financiamiento de proyectos institucionales y programas para el desarrollo académico. En segundo lugar, los alumnos de las instituciones privadas también pueden 46 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACIóN SUPERIOR continuar recibiendo créditos del Instituto Colombiano de Crédito Educativo y Estudios Técnicos en el Exterior (Icetex). El nuevo marco legislativo cambió además el papel de instituciones como el ICFES y creó nuevas instancias de coordinación y evaluación del sistema. Surgió así el Consejo Nacional de Educación Superior (Cesu), un organismo adscrito al Ministerio de Educación en el que participan representantes del Estado y de los diferentes gremios académicos y directivos de las instituciones, con funciones de coordinación, planificación y asesoría. El ICFES se transformó en un organismo técnico y ejecutivo del Cesu. En relación con la calidad de las instituciones del sistema, la ley define un mecanismo voluntario de evaluación y acreditación, que incluye la realización de autoevaluaciones institucionales para aquellas instituciones que así lo deseen. Esta política encaminada a disminuir la coordinación burocrático-estatal del sistema en favor de una mayor regulación del mercado y la autorregulación de las instituciones ha tenido lugar, hasta el momento, efectos negativos en el sistema. Así, la mayor autonomía que se le otorga en este nuevo contexto al sector privado condujo a que muchas instituciones incrementasen desmedidamente su oferta de carreras profesionales y semiprofesionales a partir de 1993, y especialmente de 1994, sin las condiciones mínimas para garantizar la calidad académica. Asimismo, se incrementaron de manera notable las cuotas, en algunos casos en más de 100%. Estas consecuencias no esperadas del otorgamiento de mayor autonomía a las instituciones privadas ha motivado que se esté replanteando el papel del Estado en la defensa del usuario (Lucio, 1994b). Chile El gobierno militar que surgió del golpe de Estado de 1973 no introdujo ninguna modificación en la estructura del sistema de educación superior durante varios años, aunque intervino las universidades y limitó severamente la libertad académica.(16) La principal medida que afectó la estructura fue el con(16) Durante este periodo se mantuvieron las mismas normas de financia EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR 47 gelamiento de las vacantes en vista de la paulatina reducción de las aportaciones fiscales a las universidades, la que obedeció a la política económica de restricción del gasto público y a la reasignación de éste para elevar el financiamiento de la educación primaria y secundaria en desmedro de la universitaria. Una nueva fase se inició con la Constitución de 1980, culminación de los primeros pasos del régimen militar en la implantación de un proyecto neoliberal de modernización de la sociedad. Una serie de decretos(17) del año 1981 desencadenó también un proceso claro de privatización del sistema de educación superior al estimular la creación de nuevas instituciones y fomentar el incremento en las fuentes privadas de financiamiento, tanto por el aumento de las cuotas cobradas a los estudiantes como mediante donaciones y ventas de servicios al sector productivo. Las políticas de 1981 se inspiraron en un diagnóstico de la educación superior en el cual se evaluaban negativamente algunas características de la estructura del sistema y de los mecanismos de financiamiento. En relación con la estructura, se criticaba el tamaño desproporcionado de las universidades estatales y su expansión en sedes regionales, y se reprobaba la concentración del poder educativo, en particular en la Universidad de Chile. También se censuraba la falta de opciones para los egresados de las instituciones de enseñanza media, la baja calidad de éstas y las trabas impuestas al surgimiento de otras nuevas, todo lo cual afectaba el funcionamiento competitivo del sistema. Se consideraba además que el financiamiento estatal directo era regresivo en términos de distribución del ingreso y que la baja eficiencia del sistema de educación superior se debía a la ausencia de mecanismos de mercado en la asignación de los recursos. A partir de este diagnóstico se propusieron tres cambios importantes de política. Primero, se instauró la diversificación miento existentes con anterioridad, es decir, la aportación fiscal global vía ley de presupuesto, y se eliminaron algunas leyes especiales vigentes hasta el momento, así como las cuotas diferenciales según el ingreso familiar del alumno (Lehmann, 1990). El aumento paulatino de las cuotas fue una de las medidas fomentadas en el periodo, y ya hacia 1981 éstas representaban 15.5% del total de los ingresos de las ocho universidades (Arriagada, 1989). (17) Para una lista de los decretos dictados, véase Muga, 1990, nota 5. 48 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR vertical de las instituciones; segundo, se propuso la restructuración de las universidades públicas mediante un proceso de conversión de sus sedes regionales en institutos profesionales y universidades autónomas, y, tercero, se introdujeron nuevos instrumentos de financiamiento universitario. Veamos estas tres propuestas en detalle: 1. Diversificación verticaL Por un conjunto de decretos dictados a lo largo de 198 1, se definieron tres niveles (18) de enseñanza superior: las universidades, los institutos profesionales y los centros de formación técnica. Las universidades eran, las entidades encargadas de otorgar títulos profesionales y toda clase de grados académicos, en especial los de licenciado, maestro y doctor. Quedaba reservado a las universidades el otorgar títulos profesionales, respecto de los cuales la ley requería haber obtenido previamente el grado de licenciado.(19) Los institutos profesionales podían otorgar títulos que no requerían el grado de licenciatura y títulos técnicos de nivel superior en las áreas en que se otorgaban los títulos profesionales bajo su competencia; correspondían a carreras de cuatro o cinco años, como nivel intermedio. Finalmente, en la base del sistema se encontraban los centros de formación técnica, para carreras cortas de dos a tres años. La nueva política buscaba promover la creación de nuevas instituciones privadas en cada uno de los niveles al diversificar las opciones después de secundaria y ampliar las vacantes, e intentaba por este medio garantizar la existencia de mecanismos de mercado en el control de la calidad y la eficiencia del sistema. Es decir, constituía una política privatizadora en (18) La Ley Orgánica dictada en marzo de 1990 dispone la creación de un cuarto nivel: el de las academias de guerra y politécnicas; escuelas de armas y especialidades de las Fuerzas Armadas, la Escuela Técnica Aeronáutica de la Dirección General de Aeronáutica Civil y el Instituto Superior de Ciencias Policiales de Carabineros de Chile. Este sector goza de autonomía y se relaciona con el Estado por intermedio del Ministerio de Defensa. (19) De acuerdo con el DFI, las 12 carreras eran: abogado, arquitecto, bioquímico, cirujano dentista, ingeniero agrónomo, ingeniero civil, ingeniero comercial, ingeniero forestal, médico cirujano, médico veterinario, psicólogo y químico-farmacéutico. La Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza agregó a estas can-eras los títulos de profesor de educación básica, profesor de educación media en las asignatunas científico-humanistas y profesor de educación diferencial. EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR 49 el sentido amplio del término: el aumento de la participación del sistema privado y la introducción de mecanismos de financiamiento y de regulación orientados al mercado, dado que no existían instancias globales de coordinación y regulación.(20) Como señala Muga (1990: 49), Ios límites a la expansión del mismo podrían provenir ya sea de restricciones en la capacidad instalada de examinación de carreras de las instituciones facultadas para ello o de señales de saturación de los niveles de demanda". El financiamiento de la expansión estaba en manos del sector privado, con lo cual quedaba definido el límite de crecimiento del sistema por la capacidad de los usuarios para demandar nuevos servicios a los precios estipulados por las instituciones académicas. Los mecanismos regulatorios operantes fueron criticados, ya que la función de acreditar se tradujo en los hechos en una "revisión y fiscalización parcial, formal, poco sustantiva..." (Muga, 1990: 96).(21) El resultado final fue la expansión de la matrícula del sector privado hasta llegar a representar más de la mitad de la matrícula del sistema.(22) Las ocho universidades (20) Antes de esta legislación había instituciones privadas que presentaban planes y programas de estudios a la Dirección de Educación Profesional del Ministerio de Educación, y éste las habilitaba para otorgar ciertos títulos. Los requisitos para ingresar a estas instituciones no estaban bien especificados, aunque en la mayoría de los casos se requería título de secundaria. Con la nueva ley se trató de regular este sector (Prieto, 1989). (21) Los decretos de 1981 estipulaban que el funcionamiento de las nuevas universidades y de los institutos profesionales debía ser autorizado por el Ministerio de Educación y por las instituciones examinadoras. Estas últimas eran las universidades existentes al momento de aplicar esta restructuración y las entidades que derivaron de su división, siempre que estuviesen otorgando el título de grado correspondiente. Las instituciones examinadoras intervenían en la aprobación de planes y programas de estudio y en la supervisión del funcionamiento de la carrera correspondiente durante "el periodo de examinación". La independencia en el caso de las universidades se adquiría cuando la institución estuviese dictando, ya libre de toda tutela, -al menos tres de las 12 carreras inherentes a la función universitaria (Muga, 1990). (22) En el análisis del proceso de privatización chileno debemos tener cuidado con el criterio empleado por los estudiosos del tema y por la presentación de los datos estadísticos de 1980 en adelante. Antes de este periodo, el sistema de educación superior estaba compuesto por ocho universidades, seis de las cuales eran jurídicamente privadas, aunque no en términos de su financiamiento y su función. A partir de la creación de un nuevo sector privado en 1981 que no recibe aportaciones del Estado, la información estadística ha empezado a discriminar entre el sector con aportaciones fiscalés (que asimila al público, aun cuando en su seno se hallan seis universidades legalmente 50 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR existentes en 1980 se transformaron en un total de 301 instituciones posteriores a la secundaria en 1990, 93% de las cuales eran privadas (cuadro 7)(23) Resulta en particular sorprendente la creación de 26 universidades privadas en el último año del gobierno militar (1989-1990), fenómeno que, según Brunner y Cox (199 l), se explica porque se trató de aprovechar el régimen fácil de aprobación, pues se preveía que el mismo no se mantendría con el gobierno democrático. El propio gobierno militar cambió las reglas de reconocimiento y acreditación de instituciones superiores antes de retirarse del poder en 1990. En marzo de ese año se dictó la Ley Orgánica de Educación, aún hoy vigente, que estableció procedimientos más estrictos de reconocimiento y acreditación, aunque hasta 1992 las entidades privadas podían optar entre el viejo sistema de "examinación" o el realizado bajo la tutela de un nuevo organismo: el Consejo Superior de Educación. En síntesis, como producto de esta política privatizadora surgió sobre todo un importante sector no universitario (antes en parte integrado al sistema universitario) que absorbe poco más de la mitad de la matrícula del sistema (cuadro 1) y está integrado por instituciones de diferente jerarquía y duración: los institutos profesionales y los centros de formación tecnológica. 2. Restructuración del sector con aportación fiscal. Se procedió a replantear la expansión de las universidades estatales en el nivel regional, y con ello su tamaño, al crearse, a partir de las sedes regionales o de su fusión, nuevas universidades e privadas) y el sector sin aportaciones fiscales (que se considera "el" sector privado). Si nos atenemos a la definición estricta de privatización que dimos al comienzo del trabajo, deberiamos considerar como sector privado no sólo al que no recibe aportaciones, sino también a las seis universidades privadas que integran el sector con aportaciones; sin embargo, debido a que la presentación estadística no nos permite realizar tal distinción, seguimos el uso de la bibliografía especializada que distingue entre el sector con aportaciones y el que no las tiene, y considera a este último como el privado para los fines del análisis. (23) La única información posterior a 1980 que incorpora la distinción entre público o privado según el carácter legal de la institución, se encuentra en González (1988). De acuerdo con esta fuente, se puede calcular que en 1988 la matrícula privada, ahora incluyendo no sólo al sector sin aportaciones sino también a las seis universidades privadas con aportaciones fiscales, era de 68%. CUADRO 7. Chile, 1980-1990. Educación superior por fuente de financiamiento Tipo de institución Establecimientos Con aportación fiscal Universidades Institutos profesionales Sin aportación fiscal Universidades Institutos profesionales Centros de formación técnica Alumnos matriculados Con aportación fiscal Universidades Institutos profesionales Sin aportación fiscal Universidades Institutos profesionales Centros de formación técnica 1980 1983 1984 8 8 8 n.c. 0 n.c. n.c. n.c. 118978 118978 118978 n.c. 0 n.c. n.c. n.c. 130 24 17 7 106 3 17 86 176989 127353 110708 16645 49636 2708 7226 39702 147 24 17 7 123 3 18 102 187766 128569 109569 19000 59197 2886 10925 45386 1986 168 24 20 4 144 3 19 122 211739 128875 118530 10345 82864 6295 18717 57852 1987 1988 1989 1990 162 24 20 4 138 3 19 116 224338 130056 119447 10609 94282 7652 19047 67583 179 24 20 4 155 6 26 123 233148 126234 116283 9951 106914 9246 23836 73832 220 22 20 2 198 14 51 133 229808 111050 105583 5467 118758 13773 28290 76695 301 22 20 2 279 40 78 161 246156 118665 112193 6472 127491 20863 33534 73094 Fuentes: Levy (1986), Prieto (1988), Lavados et al. (1990), González (1990), Muga (1990), Brunner y Cox (1991) y Brunner (1994). 52 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR institutos profesionales. El objetivo de esta medida era desconcentrar el poder de las grandes universidades estatales y hacer más dinámico el sistema mediante una mayor competencia entre ellas. En 1990 existían en el sector con aportaciones fiscales en total 20 universidades y dos institutos profesionales (cuadro 7). 3. Restructuración de los mecanismos de financiamiento. Entre los objetivos de la reforma del financiamiento universitario se encontraban: la creación de mecanismos de asignación por la vía del mercado que sustituyeran progresivamente parte del subsidio público directo a la educación superior; contrarrestar la regresividad del subsidio público mediante el cobro a los estudiantes de los costos de enseñanza (aumento de las cuotas) y conformar mecanismos competitivos en la captación de recursos para elevar la oferta de vacantes y el nivel de calidad de las instituciones. Con estos objetivos en mente se dispuso: a) Modificar el sistema de aportaciones a las ocho universidades tradicionales y sus derivadas, disminuyendo los subsidios directos (aportaciones fiscales directas, 0 AFD) y alentando el autofinanciamiento con el cobro privado de los servicios que se prestaban. La reducción paulatina de las AFD tenía por objeto aproximar el monto de las cuotas a los costos efectivos de la docencia. b) Implantar un mecanismo de aportaciones fiscales indirectas (AFI)(24) tendiente a elevar la calidad del sistema mediante el otorgamiento del subsidio a las instituciones cuyas carreras fueran elegidas por los mejores 20 000 postulantes de acuerdo con los resultados de la prueba de aptitud académica (PAA) (24) En este punto es importante hacer dos aclaraciones. Originalmente se pensó que lo adecuado era que todas las instituciones (con aportaciones fiscales o sin ellas) fueran las destinatarias de estas aportaciones fiscales indirectas, pues sólo así tenía sentido este instrumento como mecanismo de incentivo a la competencia y, por lo tanto, de elevación de la calidad académica. Sin embargo, esto no ocurrió hasta 1990, cuando se dispuso que las universidades sin aportaciones directas también podían recibir las aportaciones fiscales indirectas. Por otro lado, la implantación de las An entre 1981 y 1989 trajo una serie de consecuencias no esperadas, lo cual llevó a realizar cambios en su aplicación. Entre otras medidas, se elevó el número de estudiantes a cerca de 30 000. Para mayor información sobre los cambios realizados en el financiamiento, véase Arriagada (1989) y Sanfuentes (1990). postulantes). El monto anual de esta aportación iría aumentando hasta igualar el subsidio directo, el cual disminuiría en igual proporción, de modo que en 1986 la suma de ambos componentes mantuviese el valor real del financiamiento total otorgado por el Estado a la educación superior en 1980 (cuadro 8). c) Para garantizar la equidad en el acceso al sector universitario, se dispuso la creación de una línea de préstamo de largo plazo con fondos fiscales (créditos fiscales universitarios o CFU), para que los estudiantes de menores recursos pudieran financiar las respectivas cuotas de matrícula. También se conformó un programa de becas destinadas a los alumnos de menores ingresos económicos. Se esperaba que el aumento real de recursos al sector gracias a los CFU fuese de 7% anual hasta producir un incremento de 50% en 1986 (cuadro 8). En relación con las cuotas que las universidades con aportaciones fiscales cobraban por sus servicios, se vieron incrementadas desde 1981 y se suprimieron las diferencias por ingreso familiar. La legislación no introdujo modificaciones en relación con la conservación de la libertad de las universidades para determinar sus propias cuotas. El Informe de la Comisión de Estudios de la Educación Superior (1990) señala que estas cuotas alcanzaron montos excesivamente elevados en relación con el ingreso medio per capita de la población, hasta una proporción mucho más alta que las cobradas por las universidades públicas en los Estados Unidos. Así, la relación entre la cuota promedio y el ingreso por habitante en Chile y en los Estados Unidos era en 1986 de 39.9% y 7.3%, respectivamente (Arriagada, 1989). La estructura del financiamiento universitario en los años ochenta reveló grandes disparidades con lo planificado originalmente, y el hecho más significativo fue la abrupta disminución del gasto fiscal en educación superior (cuadro 8).(25) De (25) El ajuste frente a esta fuerte reducción del financiamiento se realizó mediante tres vías: un aumento de los ingresos propios, un aumento del endeudamiento y la reducción de los gastos. Los ingresos propios aumentaron entre 1981 y 1987 de 30.4 a 40.6%. Los ingresos por matrícula, cuotas y CFu aumentaron su participación de 15 a 25.5%. Sin embargo, si se excluyen 108 CFU, la participación cae en términos reales a 12% (Arriagada, 1989). CUADRO 8. Chile, 1980-1990: Evolución proyectada y efectiva de la aportación fiscal al sistema universitario Tipo de institución Proyectados Aportación fiscal directa Aportación fiscal indirecta Crédito fiscal universitario Efectivos Aportación fiscal directa Aportación fiscal indirecta Crédito fiscal universitario Fondecyt Des. Cient. Tecnol. Fondo de Desarrollo 1980 1981 1982 1983 100.0 100.0 0.0 0.0 100.0 100.0 0.0 0.0 107.0 100.0 0.0 7.0 130.0 96.0 0.0 7.0 115.0 90.0 10.0 15.0 112.2 86.2 11.0 14.7 123.0 75.0 25.0 23.0 89.2 59.6 11.0 18.3 0.0 0.0 0.0 0.0 0.3 0.0 0.2 0.0 Fuente: Desormeaux y Koljatic (1990). 1984 1985 1986 1987 1988 130.0 140.0 60.0 50.0 40.0 50.0 30.0 40.0 91.3 80.9 58.7 53.2 9.4 8.4 22.7 18.9 150.0 50.0 50.0 50.0 74.4 47.9 7.8 17.7 150.0 150.0 50.0 50.0 50.0 50.0 50.0 50.0 68.9 72.1 43.7 41.6 7.2 7.8 16.2 15.6 0.4 0.0 0.4 0.0 1.0 0.0 1.8 0.0 3.0 4.1 1989 1990 150.0 50.0 50.0 50.0 68.4 37.5 11.0 12.5 150.0 50.0 50.0 50.0 59.1 33.4 10.8 9.4 5.5 1.9 5.6 0.0 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR 55 representar 4.6% del gasto fiscal total en 1980, cayó a 2.8% en 1988 (Lehmann, 1990). La aportación fiscal (directa e indirecta) se redujo en algunas instituciones a casi la mitad. Lo mismo ocurrió con el gasto fiscal por alumno. La caída fue en parte atenuada por el Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (Fondecyt), creado en 1981 con el objetivo de financiar proyectos y programas de investigación científica y tecnológica. Empero, estas aportaciones se asignaban a los investigadores y no a las instituciones, las cuales sólo podían obtener una reducida fracción por concepto de gastos generales; por tanto, su aportación directa al financiamiento universitario no era importante. En cambio, otro de los fondos creados, el Fondo de Desarrollo, tuvo por objetivo contribuir al financiamiento de proyectos de infraestructura de las universidades tradicionales; sin embargo, desapareció en 1990. El nuevo mecanismo de financiamiento introducido en 1981 tuvo consecuencias indirectas de aliento al proceso de privatización. Por un lado, la admisión a las universidades tradicionales continuó siendo restrictiva, tanto por la aplicación del mecanismo de ingreso según notas elevadas de la PAA, Como por el estancamiento de las vacantes del sistema, dada la progresiva reducción del financiamiento público. Esta situación facilitó la absorción del excedente de matrícula por parte del sector privado. Los postulantes de mejores niveles de ingreso que no lograban tener acceso de acuerdo con sus puntajes al sector de universidades tradicionales, lo hacían a las universidades privadas, en las cuales el número de vacantes era suficientemente laxo como para adecuarse a la demanda. Para los aspirantes de los estratos de ingresos medios-bajos, la opción serían los centros de formación técnica del sector privado. El caso chileno es el ejemplo más claro en los cinco analizados de alta expansión del sector privado en la estructura institucional y en la matrícula, y, conjuntamente, de incremento del papel del mercado en el financiamiento universitario. Al confiar en el mercado como un mecanismo eficiente de asignación de recursos, se apoyó también la "competencia" tras la ruptura del monopolio estatal y del tamaño de las universidades tradicionales, y se facilitó la creación de nuevas 56 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR entidades en el sector privado mediante un procedimiento de reconocimiento oficial y de acreditación muy permisivo y formal. Sin embargo, la expansión fue tal que en los últimos años se observa un exceso de oferta frente a la matrícula existente. Por otra parte, la ley de enseñanza que heredó el régimen democrático sentó las reglas para el establecimiento del Consejo Superior de Educación y de las normas para el procedimiento de acreditación. La estrategia adoptada por el gobierno democrático fue aceptar los principios generales de la reforma de 1980 pero tratar de cambiar algunos aspectos. Así, tal como lo disponía la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LODE), se constituyó el Consejo Superior de Educación (CSE) y se puso en funcionamiento el proceso de acreditación (o supervisión) establecido por la ley para el caso de las nuevas universidades e institutos profesionales privados, lo cual trajo como consecuencia una disminución notoria en el ritmo de creación de nuevas universidades privadas. Así, mientras que en el periodo 1989-1990 se habían creado 16 universidades privadas, entre este año y 1993 se fundaron sólo cuatro y, en general, el subsistema de instituciones privadas (sin aportación fiscal) se redujo en 1993 a 262 instituciones. El sector que más disminuyó fue el de los centros de formación técnica (Brunner, 1994). De acuerdo con las disposiciones de la LODE, el CSE tenía a su cargo no sólo aprobar la creación de universidades e institutos privados, sino también verificar el desarrollo de su proyecto académico durante un periodo de seis años, transcurridos los cuales -y si el proyecto se había desarrollado satisfactoriamente- se le otorgaba plena autonomía a la institución. La gestión del CSE avanzó en la regulación de las instituciones privadas, negando autorizaciones de nuevas instituciones o retirando la autorización provisoria cuando los objetivos propuestos no eran cumplidos en calidad o en cantidad suficiente (Lemaitre, s. f.; Kells, 1993). Sin embargo, un problema que se detectó fue que el plazo de seis años de supervisión era demasiado breve. Un proyecto de reforma de la LODE, que desde 1992 se encuentra en discusión en el Parlamento, incrementa las posibilidades de regulación del sector EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR 57 privado, siempre con los mecanismos de autorregulación del sistema. En particular, se introducen dos medidas novedosas: 1) se obliga a las instituciones públicas y privadas a informar sobre aspectos esenciales de su funcionamiento, a fin de tornar más transparente el mercado de enseñanza superior, y 2) se crea un régimen permanente de acreditación y evaluación de calidad, a cargo del CSE, para las instituciones universitarias y profesionales, públicas y privadas, de carácter voluntario y realizado por medio del juicio de pares. Aquellas instituciones que opten por incorporarse a este mecanismo de evaluación podrán presentar proyectos a un fondo competitivo de desarrollo institucional, integrado con recursos fiscales. Por otra parte, el proyecto dispone medidas más estrictas para la autorización de nuevas instituciones privadas, obliga a todas las instituciones que no hubieran alcanzado la plena autonomía a sujetarse a un procedimiento de supervisión administrado por el CSE, prolonga el tiempo de supervisión y crea un régimen más riguroso de fiscalización de los centros de formación técnica (Brunner, 1994).(26) Por su parte, dentro de la lógica competitiva de mercado, las universidades privadas, especialmente aquellas que han alcanzado su autonomía, reclaman un trato igualitario con respecto de las universidades con aportación fiscal de gestión privada(27). A fin de volver realmente más competitivo el sistema, las autoridades de estas universidades privadas argumentan que ellas también deberían recibir aportaciones fiscales indirectas y sus alumnos deberían tener acceso al sistema de crédito educativo. En conclusión, el debate actual sobre la privatización de la educación superior en Chile gira en torno a cómo crear instrumentos de regulación del subsistema privado dentro de los parámetros de coordinación autorregulada de las instituciones y del funcionamiento de los mecanismos de mercado. (26) Brunner (1994) señala que la mayor exigencia y rigor del proceso de supervisión y acreditación de las nuevas universidades privadas es hoy también una demanda del conjunto de universidades tradicionales (públicas y privadas). (27) De darse lugar a este pedido, las universidades privadas deberían adoptar el sistema de ingreso más estricto de las universidades tradicionales en función de los resultados de la PAA. 58 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR Mayores exigencias sobre el sector privado impulsan también nuevas demandas de éste al sector público, especialmente en relación con el financiamiento. Éstas son tensiones que surgen naturalmente cuando se confía en el mercado para elevar la competitividad del sistema a la vez que se teme por sus efectos de desequilibrio sobre la oferta de instituciones y programas y sobre la calidad de los productos que este mercado educativo está ofreciendo, en particular cuando los títulos que otorgan habilitan profesionalmente. México Después de una fase de gran expansión en los años setenta, la matrícula de educación superior en México se estabiliza y crece a una tasa de 4% anual promedio entre 1980 y 1990 (cuadro 1). En los tres años siguientes, el crecimiento desciende hasta alcanzar un nivel semejante al de la población: 1.9% anual promedio. La caída en el ritmo de expansión del sistema, que actualmente presenta una tasa de escolaridad cercana a 15%, se debe a la presencia de serios problemas de acceso y permanencia en los niveles primario y secundario entre los jóvenes de los sectores sociales más pobres. El aporte más significativo al crecimiento de la escolarización terciaria ha sido la incorporación de las mujeres a la educación superior: las personas que ingresaron al sistema entre 1990 y 1993 eran todas de sexo femenino (Kent, 1994). El sector privado absorbió la mayor parte de la demanda de educación superior en estos últimos años. Entre 1990 y 1993, la tasa de crecimiento de la matrícula privada llegó a superar ampliamente a la del conjunto del sistema. Mientras que en este sector la matrícula se expandía 8.2% al año, en el sector de universidades públicas el número de estudiantes comenzaba a declinar (Kent, 1994). Uno de los hechos más significativos del avance del sector privado durante las últimas décadas ha sido su expansión institucional. De 47 instituciones de nivel superior privado que existían en 1960, se llega a 258 en 1993 (Kent, 1994). Esta expansión del sector privado, tanto en cuanto al número de insti EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR CUADRO 9. Tipo de institución 59 MEXICO, 1980 y 1990. Educación superior por sectores institucionales Año 1980 Total Porcentaje Establecimientos 246 100% Públicos 113 45.93% Universitarios 49 19.92% Tecnológicos 64 26.02% Privados 133 54.07% Consolidado 26 10.57% Aislado 107 43.50% Alumnos matriculados 731291 100% Públicos 632307 86.46% Universitarios 537378 73.48% Tecnológicos 94929 12.98% Privados 98984 13.54% Consolidado 73871 10.10% Aislado 25113 3.43% Fuentes: Kent Sema (1990 y 1994) y Casillas (1990). Año 1990 Total Porcentaje 373 161 65 96 212 50 162 1078191 891067 730369 160698 187124 121305 65819 100% 43.16% 17.43% 25.74% 56.84% 13.40% 43.43% 100% 82.64% 67.74% 14.90% 17.36% 11.25% 6.10% tuciones como en lo que respecta a la matrícula, se explica por tres procesos simultáneos: la permisividad del proceso de reconocimiento y acreditación de nuevas instituciones; la declinación de la calidad del sector público y su politización, y una mayor demanda de estudios posteriores a la secundaria con orientación clara hacia el mercado de trabajo. La creación de instituciones privadas de educación superior (sin fines de lucro) está autorizada por ley con la condición de que su constitución como entidades y sus programas sean autorizados oficialmente por el Estado o por alguna universidad autónoma. Ésta parece ser la única instancia efectiva de control estatal sobre las universidades privadas.(28). Desde ese momento en adelante, el mayor control proviene de los grupos empresariales o religiosos que intervienen en su fundación. (28) Este aspecto fue reafirmado por la Ley Federal de Educación de 1973. El Estado también tiene el derecho a revocar la licencia otorgada sin revisión judicial. 60 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR Según una afirmación recogida por Levy (1986), fundar una universidad privada en México es más fácil que abrir una tortillería. Sólo hay dos problemas para obtener el reconocimiento oficial. Primero, pueden transcurrir años en el trámite burocrático. Segundo, las nuevas entidades deben elaborar un currículo que cumpla con ciertos lineamientos determinados por la Secretaría de Educación Pública (SEP), la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) o el Instituto Politécnico Nacional (IPN). Además, desde un punto de vista formal, se supone que el Estado debe supervisar el plantel docente y el currículo de las instituciones privadas incorporadas al sistema.(29) Aunque hasta el momento nos hayamos referido al sector privado en general, en el caso mexicano -como en la mayoría de los países analizados- es importante señalar su heterogeneidad, debida a la existencia de instituciones diferentes en prestigio, calidad y funciones. En el subsistema de instituciones privadas es posible distinguir dos grandes grupos: las universidades privadas consolidadas y los institutos aislados.(30). Tal como lo ha señalado Levy (1986), las universidades privadas consolidadas o de élite han surgido como reacción a un diagnóstico negativo del funcionamiento del sector público: la heterogénea composición socioeconómica de su estudiantado, fruto de una política de apertura del sector al conjunto de la población, la politización de las casas de estudios y el deterioro de la calidad de la formación académica impartida. Con el apoyo de fuertes grupos empresariales comienzan a surgir desde 1935 hasta los años sesenta las principales universidades que compondrán este sector privado o de élite. Analíticamente, este sector se define como aquellas instituciones privadas que ofrecen carreras al menos en tres áreas distintas, enrolan a más de 1500 estudiantes y cuentan con ciertas condiciones de integración aca(29) Por un decreto presidencial se ha creado un mecanismo que otorga 1egitimación" a ciertas universidades privadas al quitarles la tutela estatal. En 1982 pudieron acogerse a este proceso el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) Y el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), dos de las más prestigiosas instituciones privadas. , (30) Si bien éstos no son universidades, usan el marbete de "universidad" con cierta liberalidad. EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR 61 démica (parte del profesorado contratado de tiempo completo y cierta infraestructura y vocación académica) (Kent, 1994). Con el objetivo de mantener su tamaño y exclusividad, suelen tener políticas restrictivas de admisión. Entre 70 y 90% de sus ingresos provienen de las cuotas que cobran a sus estudiantes. La mayor parte del ingreso restante tiene su origen en donaciones del sector privado, dirigidas especialmente a la provisión de facilidades físicas, mantenimiento de los edificios, laboratorios y computadoras. Entre estos donantes se encuentran importantes fundaciones extranjeras y nacionales y grupos empresariales nacionales. Las empresas donan a las instituciones privadas directamente o a través de fundaciones sin fines de lucro. Este apoyo financiero del sector de las empresas se refleja en la forma de gobierno de estas universidades, con poca participación de los profesores y los estudiantes. Son muy pocas las universidades privadas que reciben subsidios públicos.(31) Aquellas que tienen cierto desarrollo del posgrado y la investigación pueden tener acceso a los fondos de fomento del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), siempre y cuando cumplan con los requisitos académicos fijados por éste. En la base del sistema, las instituciones privadas aisladas dependen totalmente de las cuotas estudiantiles. Si bien en términos de absorción de la matrícula del sistema estas instituciones no son aún muy relevantes, sí lo son por su ritmo de expansión que se refleja en el crecimiento de la matrícula a una tasa de 10.3% entre 1990 y 1993, por encima del resto de los subsectores del sistema de educación superior, y en la creación de 41 nuevas instituciones en el mismo periodo (Kent, 1994). Con una oferta importante de formación profesional en los diversos sectores de los servicios (contabilidad, administración, educación), estas instituciones tienden a captar a los estudiantes que buscan una rápida inserción en el mercado laboral. En general, se estima que el sector de las universidades privadas seguirá ampliándose en el futuro, pues su clientela no ha sido afectada por la crisis económica, en tanto que se observa una importante redistribución en favor del decil más alto (31) La institución privada que recibe mayor aportación estatal es el ITESM, Y sólo representaba en los ochentas 4% de su ingreso (Levy, 1986). 62 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR de la distribución de los ingresos. Por otra parte, es posible que el mejoramiento de la situación económica y una política más restrictiva de acceso por parte del sector público faciliten una mayor absorción de la matrícula en el sector privado aislado. Si bien el libre acceso a los estudios superiores y la gratuidad de este nivel han formado parte de la cultura mexicana, en los últimos años -con la excepción de lo acontecido en la UNAM- se han producido cambios significativos al respecto. Algunas universidades públicas ya han comenzado a cobrar cuotas reducidas y a realizar una selección de sus aspirantes mediante exámenes de ingreso. Por otra parte, actualmente se está discutiendo la posibilidad de aplicar un examen adicional de ingreso a las universidades que tendría sólo carácter indicativo: si bien su aplicación sería obligatoria, las instituciones universitarias autónomas decidirían sobre la conveniencia de tenerlo en cuenta en su política de admisión (Kent, 1994). Sin duda, estos cambios tornan más competitivo al sector privado y elevan su demanda potencial. Aun cuando la evolución del sector privado registre los cambios en la economía, uno de los factores que parecen tener más incidencia en la continuación de su crecimiento, especialmente el de las instituciones aisladas, es la existencia de un mercado desregulado que facilita -tras un trámite central burocrático- la acreditación de nuevas instituciones. Gracias al buen desempeño de algunas universidades consolidadas, el conjunto del sector privado fue adquiriendo un prestigio mayor en la opinión pública. Este fenómeno preocupa a las instituciones privadas más prestigiosas, las cuales, por medio de la Federación de Instituciones Mexicanas Particulares de Educación Superior (FIMPES), tratan de que público discierma mejor entre las distintas opciones privadas. A la vez que se muestran como instituciones de más alto nivel que las aisladas, las privadas consolidadas pretenden además obtener fondos públicos. Algunas de éstas se someten asimismo a mecanismos de acreditación de la Southern Association of Schools and Colleges de los Estados Unidos. Este punto es importante en tanto que hoy se han extendido los procesos de evaluación a las instituciones y programas universitarios, pero sólo en el ámbito del sector público. EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR 63 DIFERENCIACION DE LA OFERTA PUBLICA Y PRIVADA DE EDUCACION SUPERIOR El avance de la participación del sector privado en los sistemas de educación superior en cada uno de los países analizados ha contribuido a la diversificación de la oferta de la educación superior. A partir de la contraposición entre organizaciones cuya lógica de funcionamiento es centralmente burocrática y otras guiadas por la evolución del mercado, aparecen dos sectores que se diferencian en el tamaño medio de los establecimientos, su distribución geográfica, las áreas de conocimiento y las actividades de docencia, posgrado e investigación que ofrecen, los recursos humanos que trabajan en ellas y el público al que sirven. Con base en los estudios regionales de los cinco países, analizaremos estos rasgos de la oferta privada contraponiéndolos a los de la oferta pública, a fin de ir diseñando una suerte de tipo ideal "weberiano" de las instituciones privadas de educación superior en América Latina. Tamaño medio de los establecimientos En casi todos los sistemas existe una clara diferencia entre el sector público y el privado respecto al tamaño medio de los establecimientos, que son mucho más grandes en el primero. En Argentina, mientras que la Universidad de Buenos Aires tiene una población de 200 000 estudiantes y el promedio de las universidades públicas es de más de 20 000 alumnos, sólo tres privadas tienen entre 5 000 y 15 000 estudiantes. En promedio, las instituciones privadas universitarias tienen una población de casi 3 000 alumnos, mientras que las privadas no universitarias sólo 160 (cuadro 3). Brasil posee también instituciones de educación superior públicas de mayor tamaño que las privadas, y en general el tamaño medio aproximado de las universidades estatales (14 000 estudiantes) es algo mayor que el correspondiente de las privadas (11000). La universidad estatal de Sáo Paulo (USP) 64 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR atiende aproximadamente a 50 000 estudiantes, mientras que la matrícula en las dos universidades privadas más importantes (Puc-Rio y Puc-Sáo Paulo) es de 25 000. A su vez, este subsector privado universitario, en el cual se encuentran algunas de las universidades de élite brasileñas, difiere en tamaño de los más pequeños institutos aislados con menos de mil estudiantes (The World Bank, 1991). En Colombia -a diferencia de los otros casos analizados-, si bien en promedio las universidades públicas tienen mayor número de estudiantes (3 667), las privadas no se alejan demasiado de este valor (2 900). La igualdad de tamaño se da también en el caso de las instituciones no universitarias, ya que las públicas tienen un promedio de 644 estudiantes y las privadas de 694 (cuadro 10). En Chile, aun después del proceso de restructuración de 1981, sigue habiendo diferencias de tamaño entre el sector público y privado, y dentro de este último, entre las universidades y los institutos profesionales y los centros de formación técnica. En promedio, las instituciones con aportaciones fiscales tienen unos 5 000 estudiantes, con algunas excepciones, como la Universidad de Chile y la Universidad Católica de Chile, cuya matrícula supera los 15 000 (Lehmann, 1990). Los institutos profesionales privados tienen un tamaño mucho menor: excepto cuatro institutos que tienen entre 2 500 y 5 000 estudiantes, poseen menos de 1000 alumnos (Lavados, 1990). Finalmente, los centros de formación técnica tienen una matrícula promedio de 580 estudiantes, y hay muchos que no sobrepasan 200 (Brunner, 1990).(32) El sistema de educación superior mexicano presenta una estructura de distribución de la matrícula por sector similar a la de Argentina. La UNAM tiene más de 130 000 estudiantes en el nivel de licenciatura, y en general el tamaño medio de los establecimientos públicos (20 000 estudiantes) es casi 10 veces mayor que el del sector privado consolidado (2 500 estudiantes). Una desproporción similar hay entre el tamaño medio de las instituciones del sector privado consolidado y las del aislado (270 estudiantes) (Kent, 1990). (32) Este dato no incluye a los alumnos del nivel de bachillerato. EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR 65 CUADRO 10. Colombia, 1990: Diferencias entre los sectores oficial y privado de la educación superior Sector oficial Total Porcentaje Pardrnetro Promedio alumnos por institución Universitarias No universitarias Alumnos según tipo de jornada Jornada diurna Jornada nocturna Estudios a distancia Docentes según dedicación De tiempo completo De tiempo parcial Con horas de cátedra Cantidad de programas ofrecidos Agropecuarias Artes Educación Salud Sociales / Derecho Economía / Administración Humanidades / Filosofía Ingenierías 1 Arquitectura Matemáticas / Ciencias naturales 2605 3667 644 192762 128996 30538 33228 20878 9644 2206 9028 991 48 27 241 202 54 136 19 199 65 n.c. n.c. n.c. 100 66.92 15.84 17.24 100 46.19 10.57 43.24 100 4.84 2.72 24.32 20.38 5.45 13.72 1.92 20.08 6.56 Sector privado Total Porcentaje 1837 2900 694 301338 158654 120438 22246 31567 3570 3011 24986 1301 17 68 188 142 149 444 23 245 25 n.c. n.c. n.c. 100 52.65 39.97 7.38 100 11.31 9.54 79.15 100 1.31 5.23 14.45 10.91 11.45 34.13 1.77 18.83 1.92 Fuente: Estimaciones de R. Lucio sobre datos del ICFES. Distribución geográfica Es una característica del sector privado ubicarse en las regiones económicamente más desarrolladas del país. Por supuesto, esto se explica porque allí habitan los estudiantes con capacidad financiera para pagar las colegiaturas correspondientes, es decir, en esas regiones se sitúa la demanda potencial de las instituciones privadas. Por otra parte, es también en las principales ciudades de estos países donde se asientan las más prestigiosas universidades públicas -y el contar con una im- 66 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR portante oferta de recursos humanos empleados por estas universidades es otro aspecto de gran consideración para las instituciones privadas-, pero lo que diferencia al sector público del privado es que el primero también está presente en las regiones económicamente menos favorecidas del país. Así, mientras en Argentina sólo cuatro instituciones públicas están ubicadas enteramente en el área metropolitana de Buenos Aires, más de la mitad de las universidades privadas se encuentra ahí. Las universidades privadas del resto del país son sobre todo universidades católicas o delegaciones de éstas. De las 13 nuevas universidades creadas entre 1990 y 1993, sólo cuatro no se sitúan en Buenos Aires. En Brasil, el sector público es el que tiene mayor presencia en las regiones más pobres, las del norle y del noreste del país, mientras que se observa una alta concentración del sector privado en la región más rica del sureste, donde 74% la matrícula es privada (The World Bank, 1991). Corroborando por otro lado la desigual distribución que también se da dentro del sector público, la más rica región del país, la del sureste, cuenta con las más prestigiosas universidades públicas (de los estados): la Universidad de Sáo Paulo y la de Campinas. La importancia del sector público en Colombia ha contribuido también con la extensión del sistema de educación superior hacia centros urbanos de importancia relativamente menor. Así, mientras que dos terceras partes de las instituciones del sector privado (110) se ubican en las tres ciudades más importantes del país (Bogotá, Medellín y Cali), la presencia en dichas ciudades del sector público es mucho menor. Sólo una tercera parte de las instituciones oficiales (23) se encuentran en estas ciudades (Lucio y Serrano, 1992). De igual modo, en Chile las universidades y los institutos profesionales privados se concentran en las zonas de mayor densidad poblacional y con mayor poder económico. Así, dos terceras partes de las universidades privadas sin aportaciones se encuentran en Santiago, y en igual situación está la mitad de los institutos profesionales sin aportaciones. En el caso de los centros de formación tecnológica, si bien están más concentrados en Santiago que en otras regiones (38%), su distribución en el resto es más pareja (Brunner, 1990). EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR 67 México ha experimentado un proceso importante de desconcentración de su matrícula pública en los setentas. Tanto el sector público tecnológico como el sector privado aislado se hallan más distribuidos en las distintas regiones. Por el contrario, existe una mayor concentración del sector privado consolidado en el Distrito Federal y en los estados más desarrollados económicamente (Casillas, 1990). Áreas de conocimiento y actividades de docencia, posgrado e investigación Dada la gran dependencia financiera que el sector privado suele tener de las cuotas que cobra a sus estudiantes, propende a reducir costos concentrándose en áreas de conocimiento en las que no sólo la demanda sea significativa, sino que también los gastos en equipamiento y materiales de enseñanza sean bajos. Las áreas de conocimiento más "baratas" suelen ser las ciencias sociales (que incluyen también carreras de administración y negocios), psicología, derecho y pedagogía. En el campo tecnológico, se orientan más hacia las carreras ligadas con la informática (computación) que a las vinculadas con las ingenierías. Su menor presencia en áreas como medicina, odontología, ciencias naturales y exactas explica en parte el poco desarrollo de la investigación dentro de sus recintos. Sólo unas pocas universidades privadas de élite cuentan con cursos de posgrado académico e investigación. Son por lo general las mismas que cubren un espectro más variado de áreas de conocimiento y que reciben otros recursos financieros además de las cuotas (ya sea mediante subsidios públicos a la investigación, créditos educativos, becas para sus estudiantes o donaciones de grupos empresariales). Es decir, cuentan con mayor margen financiero para expandir sus actividades. En Argentina, la matrícula de las instituciones privadas se concentra en el área de las ciencias sociales (Balán, 1990). En 1989 se observaba un claro predominio de la oferta de carreras de ciencias sociales por parte del sector privado, y dentro de éstas destacaban los cursos de pregrado y posgrado en oferta de carreras de humanidades, ingeniería y ciencias exactas y naturales. En los últimos años han surgido nuevas universidades privadas que presentan como un rasgo distintivo el incorporar en su oferta los cursos de posgrado en forma simultánea con el lanzamiento de sus carreras de grado. Es probable que este vuelco hacia los estudios de formación avanzada se vincule con la posibilidad de cobrar cuotas superiores a las de grado. Muchos de estos posgrados tienen además una articulación directa con el mercado de trabajo, y son las propias empresas que demandan estos profesionales calificados las que financian estos cursos para sus empleados. Las nuevas instituciones universitarias creadas en los noventas han incrementado en un centenar la oferta académica, tanto de grado como de posgrado. En esta oferta predominan las ciencias sociales, con casi la mitad de las carreras ofrecidas en ambos niveles. Sin embargo, resulta llamativo que en esta etapa se haya dado una oferta cercana a 15% en carreras del área de medicina; es el caso de cuatro universidades (dos de las cuales están dedicadas en forma exclusiva a su dictado) que incluyen la carrera de medicina y algunos de sus posgrados en sus planes de estudio. Según la situación de la oferta del sector universitario privado hasta 1989 (cuadro 11), el área de las ciencias médicas era la menos desarrollada tanto en términos absolutos como relativos en el conjunto de las 23 instituciones incluidas hasta entonces. La consecuencia actual de esta novedad puede medirse en el hecho de que dos de las más tradicionales universidades privadas argentinas ofrecieron en 1993 nuevos cursos de grado y posgrado en el área de medicina. El incremento en los cursos de posgrado -siguiendo tendencias previas en el sector privado, pero ahora al mismo tiempo que las carreras de grado- ha elevado el nivel de competencia entre las instituciones del sistema de educación superior. Esta competencia se da no sólo con las universidades privadas más antiguas (algunas de las cuales han renovado esfuerzos, mediante la publicidad, para captar alumnos de posgrado), sino también con las universidades nacionales y CUADRO 11. Argentina, 1989 y 1993: Oferta académica de las universidades privadas (tipo de carreras, ramas de estudio y disciplinas) Rama y disciplina Multidisciplinarias Metodología de la investigación Ciencias básicas y tecnológicas Agronomía Exactas y naturales Farmacia, química y bioquímica Ingeniería Arquitectura Humanidades Bellas artes y música Ciencias de la educación Filosofía y letras Otras humanidades Once (11/13) nuevas universidades Veintitrés (23123) universidades en 1988-1989 en 1992-1993 Copias Largas Posgrados Total Porcentaje Cortas Largas Posgrados Total Porcentaje 0 0 12 1 6 1 3 1 4 1 1 0 2 0 0 102 6 32 13 42 9 100 12 24 14 so 1 1 27 1 9 7 7 3 49 2 6 10 31 1 1 141 8 47 21 52 13 153 15 31 24 83 0.19 0.19 26.11 1.48 8.70 3.89 9.63 2.41 28.33 2.78 5.74 4.44 15.37 0 0 1 1 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 6 0 5 0 1 0 21 7 5 1 8 0 0 0 0 0 0 0 0 10 0 3 0 7 0 0 7 1 5 0 1 0 31 7 8 1 15 0.00 0.00 7.07 1.01 5.05 0.00 1.01 0.00 31.31 7.07 8.08 1.01 15.15 CUADRO 11. Argentina, 1989 y 1993: Oferta académica de las universidades privadas (tipo de carreras, ramas de estudio y disciplinas) (Concluye) Rama y disciplina Ciencias médicas Auxiliares de medicina Medicina Paramédicas Odontología Ciencias sociales Administración y ciencias económicas Derecho y ciencia política Otras ciencias sociales Total 31 Porcentaje Once (11113) nuevas universidades Veintitrés (23123) universidades en 1988-1989 en 1992-1993 CorTas Largas Posgrados Total Porcentaje Cortas Largas Posgrados Total Porcentaje 3 0 0 3 0 12 9 1 2 6 0 129 7 0 5 340 5.74 61 27 41 169 62.96 10 0 9 1 0 82 31 40 11 540 31.30 22 1 11 10 0 223 4.07 0.19 2.04 1.85 0.00 41.30 0 0 0 0 0 4 99 67 57 100 100 18.33 12.41 10.56 5 2 0 2 65 5.05 Fuente: Ministerio de Educación y Justicia (1988), información de prensa e institucional. J., 8 1 4 2 1 30 19 4 7 29 65.66 5 0 5 0 0 14 13 1 9 2 1 48 13.13 1.01 9.09 2.02 1.01 48.48 10 31 4 8 0 9 99 100 29.29 100 31.31 8.08 9.09 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR 71 con una serie de institutos terciarios no universitarios que tienen cierto prestigio en el mercado académico y que brindan actualizaciones y maestrías en esta misma área. Otro aspecto destacable de las instituciones universitarias surgidas en los noventas es que un grupo de éstas intentan alcanzar la excelencia académica y brindar no sólo actividades de docencia, sino también de investigación. En Brasil existe una clara diferenciación entre las universidades públicas y privadas de élite, por un lado, y los establecimientos aislados (públicos y privados), por el otro. Los datos de Levy (1986) referidos al subconjunto de universidades privadas católicas muestran que éstas son muy importantes en ingeniería, ciencias biológicas, arquitectura y estudios urbanos, pero están subrepresentadas en odontología y medicina. Datos más recientes de la distribución de la matrícula por áreas de conocimiento según dependencia administrativa (cuadro 12) muestran que, tomando el sector privado como un todo, 72% de su matrícula se concentra en ciencias sociales, humanidades y letras. Por otra parte, es significativamente mayor (y es probable que lo fuera aún más si excluyésemos del sector privado a las universidades privadas católicas) la proporción de la matrícula pública en ciencias exactas, ingeniería y medicina. Por otro lado, la mayor parte de la actividad en el sector privado es de carácter docente, particularmente en lo que toca a los establecimientos aislados.(33) Si se considera como un indicador del desarrollo de actividades de investigación la distribución de programas de maestría y doctorado (Durham, 1993), se observa claramente que éstos están concentrados en el sector público. El sector privado da cuenta de sólo 10% de los egresados de las maestrías y 5% de los del doctorado (cuadro 13). En particular, dos son las universidades privadas que concentran estos posgrados: la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro y la Pontificia Universidad Católica de Sáo Paulo. Esta actividad goza además de subsidio estatal: 10% de sus fondos proviene de agencias gubernamentales (The World Bank, 199l). Por otra parte, una gran proporción de (33) Aun cuando se tenga presente que dentro del enorme universo de los institutos aislados existe gran heterogeneidad. Z 72 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR CUADRO 12. Brasil, 1988. Matrícula por áreas del conocimiento y dependencia administrativa (Porcentajes) Rama de estudio Federal Estatal Municipal Privada No informa Total Ciencias exactas Ciencias biológicas Ciencias agrarias Ingenierías Salud Ciencias sociales Humanidades Letras Total 8.0 2.0 8.0 15.0 18.0 27.0 14.0 8.0 100 13.0 2.0 4.0 12.0 13.0 23.0 22.0 12.0 100 13.0 0.0 4.0 4.0 8.0 39.0 21.0 9.0 100 8.0 1.0 1.0 8.0 9.0 47.0 18.0 7.0 100 9.0 0.0 0.0 2.0 12.0 30.0 37.0 10.0 100 9.0 1.0 3.0 10.0 11.0 38.0 19.0 8.0 100 Fuente: Schwartzman (1990: 15). las instituciones privadas no universitarias ofrecen todos los niveles de enseñanza, desde jardín de infantes hasta educación terciaria, con lo que aprovechan al máximo la infraestructura y el sistema de administración. Esta utilización de la infraestructura es compatible con la alta proporción de cursos nocturnos que ofrecen los establecimientos aislados. También en Colombia están muy presentes las ciencias sociales (economía y administración) en la oferta del sector privado, aunque también están las ingenierías, arquitectura y educación. Otra diferencia importante entre el sector público y el privado se ha dado ante la incorporación al sistema de estudiantes que trabajan. Esta nueva demanda fue atendida con una doble diversificación de la oferta. Por un lado, surge la universidad "a distancia", que en 1990 atendía 11% del total de la matrícula, poco menos de la mitad a cargo del sector privado. Por otro lado, crece la matrícula estudiantil que asiste a la modalidad nocturna. En ella, los estudiantes tienen una vinculación fragmentaria con el mundo universitario y las instituciones (o su modalidades nocturnas) reducen sus EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR 73 CUADRO 13. Brasil, 1989: Egresados de maestrías y doctorados por dependencia administrativa Tipo de institución Federal Estatal Privada Total Egresados de maestrías 61.9% 27.5% 10.6% 100% Egresados de doctorados 38.5% 56.5% 5.0% 100% Fuente: Durham (1993). funciones a las estrictamente "profesionalizantes". Estos programas de formación nocturna son atendidos en su mayor parte (80% de la oferta) por el sector privado (cuadro 10). Las carreras que se dictan en este tipo de jornada son principalmente las superiores no universitarias (las modalidades técnicas y tecnológicas antes señaladas), de duración corta (en promedio, dos años). Dentro del sector privado, las instituciones que atienden esta demanda son las que caracterizamos como "profesionalizantes", que se financian con las cuotas de los alumnos y que se diferencian de las instituciones privadas de élite. La distribución de la matrícula por áreas de conocimiento en Chile muestra que hay carreras como salud, ciencias naturales y matemáticas que sólo ofrece el sector con aportación oficial. Por el contrario, el sector privado nuevo se concentra en los estudios profesionales y disciplinas como ingeniería comercial, derecho, psicología y administración. Por su parte, tecnología (computación) y ciencias sociales son las dos áreas fundamentales de los centros de educación tecnológica (cuadro 15). En relación con la actividad académica, la investigación y la oferta de posgrados son privativas de las universidades tradicionales del sector con aportaciones, mientras que las entidades sin aportaciones tienden a ofrecer sólo enseñanza (Lemaitre, 1988; Cox, 1990). En México, la matrícula del sector privado tiende a concentrarse en administración y negocios (30% en el sector privado contra 16% en el público) (Levy, 1986). En general, el sector 74 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR público suele tener mayor presencia en ciencias agrícolas y en ingeniería. Al analizar en particular la distribución de las carreras según áreas de conocimiento en el Distrito Federal, se observa que 49% de las carreras de las universidades públicas corresponden a las áreas de administración' estudios sociales y humanidades, las que abarcan en el sector privado consolidado y aislado 79 y 92% de las carreras, respectivamente (Kent Serna, 1990). En algunos estados es también importante la oferta de carreras de ingeniería por parte del sector privado consolidado. En cuanto a la actividad académica, el sector privado aislado es claramente de enseñanza, mientras que en algunas de las prestigiosas instituciones del consolidado se vienen desarrollando cursos de posgrado e investigación (34) Recursos humanos Otra de las formas que tienen los institutos privados para reducir costos es contratar maestros por hora o a tiempo parcial y con bajo nivel de remuneración. La dedicación horaria se relaciona no sólo con el aspecto financiero, sino también con el bajo desempeño de actividades de investigación, más vinculadas a la figura del profesor de tiempo completo. En Argentina, en función de la legislación referida a las universidades privadas, los maestros deben cumplir con el requisito de poseer título universitario. Si bien no hay datos globales sobre dedicación de los maestros a la enseñanza, informaciones fragmentarias permiten suponer el predominio de aquellos con dedicación parcial. Este rasgo no las distingue de muchas universidades nacionales, en las cuales también la proporción de maestros con dedicación total es reducida. Estimaciones de 1991 permiten calcular que dicha proporción en el conjunto de las universidades nacionales asciende a 14.6% (República Argentina, 1991). La formación académica del personal docente del sector público y privado brasileño también muestra grandes disparidades. Mientras que más de la mitad de los maestros de las (34) A esto contribuye la expansión del ITESM, el cual contaba en 1989 con 21 sedes en 15 estados, con 201 carreras y 21000 estudiantes (Kent, 1990). a EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR 75 universidades estatales ha concluido el nivel de maestría o doctorado -proporción que asciende a 80% en el caso de las universidades de Sáo Paulo-, menos de un cuarto en el sector privado han alcanzado estos niveles (cuadro 14). Por otra parle, mientras que entre 15 y 20% trabaja a tiempo completo en el sector privado (63% son contratados por hora), 77% de los que se desempeñan en el sector público lo hacen de tiempo completo (The World Bank, 1991). El crecimiento y el lento proceso de profesionalización de la docencia universitaria en el sector público colombiano se refleja en la alta proporción de sus maestros dedicados de tiempo completo (46%), mientras que la mayoría de los del sector privado se contratan por horas-cátedra (79%) (cuadro 10). Las entidades más pequeñas y con menos recursos del sector privado cuentan en su plantel docente con "profesores taxímetro" o "profesores de tiempo repleto" que distribuyen su jornada laboral entre tres o más instituciones, dictando clases en los distintos horarios de enseñanza. También los profesores de tiempo completo del sector público suelen enseñar en las jornadas nocturnas de las entidades privadas para aumentar sus ingresos (Lucio y Serrano, 1992). En Chile no existe gran diferencia en cuanto al nivel académico del plantel docente en las universidades y los institutos profesionales, públicos y privados. Lo que sí se presenta CUADRO 14. Brasil, 1990. Formación académica del personal docente por dependencia administrativa (Porcentajes) Grado académico Federal Estatal Licenciatura 29.71 Especialización 22.53 Maestría 31.13 Doctorado 16.63 Total 100 Fuente: Durham (1993). 28.03 13.71 24.37 33.88 100 Municipal Privada Total Total Sao Paulo 18.39 0.00 26.47 55.13 100 40.76 36.17 16.58 6.49 100 37.03 34.44 15.23 4.30 91 34.45 31.60 21.08 12.87 100 egresados de maestrías y licenciados, pero también la proporción de profesores sin título (cuadro 16). En términos de dedicación horaria, predomina la jornada completa en las entidades con aportación y por hora en las sin aportaciones (cuadro 17). Si se compara la estructura de la planta docente en México según dedicación horaria en las universidades públicas y en las más prestigiosas del sector privado consolidado, las diferencias no son pronunciadas, pero se advierte una mayor concentración de plazas académicas por hora en el sector privado(35). La situación es diferente si la comparación se realiza entre el sector tecnológico público, con alta concentración de su personal de tiempo completo, y las instituciones privadas aisladas, en las cuales 83% de los maestros son contratados por hora (cuadro 18). Clientela La ubicación geográfica de los establecimientos, la política de admisión en el sector público, el nivel de las cuotas de las instituciones privadas, la oferta de cursos nocturnos y orientados al mercado de trabajo y la existencia de mecanismos de créditos o becas estudiantiles son algunos de los factores que determinan la estratificación de la clientela de los sistemas de educación superior. La universidad pública de Argentina, con ingreso sin restricciones y cursos diurnos y nocturnos gratuitos, ha facilitado la incorporación de estudiantes que simultáneamente se desempeñan en el mercado de trabajo. Su clientela proviene sobre todo de los sectores medios y en grado muy inferior de los de menores ingresos, aunque éstos pueden tener una representación elevada en ciertas unidades académicas, como la Facultad de Económicas en la UBA o la Universidad Tecnológica Nacional. En el caso del sector privado, en los últimos años se han creado universidades cuyas altas cuotas (entre (35) No vinculado necesariamente con la investigación, sino con labores docentes y paradocentes como asesorías y prácticas (Gil Antón, 1991). CUADRO 15. Chile, 1980 y 1989: Evolución de la matrícula de educación superior por áreas de conocimiento y tipo de instituciones (Porcentajes) Ramas de estudio Agropecuaria Arte y arquitectura Ciencias naturales y matemática Ciencias sociales Derecho Humanidades Educación Ingenierías y técnicas Salud Fuente: Brunner (1990). Universidades e IP con aportaciones 1980 1989 4.7 3.2 3.2 12.0 2.3 3.0 28.7 30.0 12.2 8.4 3.8 3.8 15.4 3.7 1.7 18.5 33.3 11.4 Instituciones sin aportaciones estatales Universidades Institutos (IP) Centros (CFT) 1980 1989 1980 1989 1980 1989 0.0 2.9 0.0 52.2 26.6 13.1 2.8 2.4 0.0 3.2 6.5 0.0 43.7 24.6 10.0 2.5 9.5 0.0 1.7 2.5 0.0 41.4 0.0 1.3 50.8 2.3 0.0 3.5 9.7 0.0 40.0 0.0 2.8 26.4 17.6 0.0 1.9 6.2 0.7 45.9 0.4 3.4 4.4 33.7 3.8 4.5 4.7 0.7 48.2 0.7 1.9 2.6 32.3 4.4 78 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACIóN SUPERIOR CUADRO 16. Chile, 1986: Nivel de calificación de los académicos, por tipo de institución (porcentajes) Tipo de institución Universidades Con aportación fiscal Sin aportación fiscal Institutos profesionales Con aportación fiscal Sin aportación fiscal Doctor Maestro Licenciado Profesor Sin título 7.6 12.5 5.8 73.1 1.0 8.5 15.1 12.6 59.8 4.0 0.5 9.0 3.0 81.4 6.1 2.2 9.3 15.6 64.6 8.3 Fuente: Lemaitre (1988). 500 y 1000 dólares) permiten suponer que absorberán la demanda de los sectores medios-altos y altos. En el resto de las universidades privadas encontramos el grupo de las confesionales, con bajas cuotas, y otras laicas, como la de Belgrano, con cuotas de nivel intermedio. De lo dicho se desprende que, al menos hasta poco antes de la creación de este nuevo perfil de universidades privadas con pretensiones elitistas, no se ha producido una segmentación social en la clientela de las universidades públicas y privadas como ocurre en los otros casos de América Latina. En Brasil existe una fuerte desigualdad social en la provisión de la educación en todos los niveles de enseñanza. En el caso del nivel superior, los estudiantes de estratos de ingresos más elevados están en mejores condiciones que los de ingresos más bajos de rendir la prueba de admisión para ingresar a las universidades públicas. Uno de los motivos es que mientras los primeros han concurrido a escuelas primarias y secundarias privadas y públicas de buena calidad, los segundos lo han hecho a los establecimientos públicos de calidad inferior. Los primeros cuentan además con los recursos financieros para realizar los cursos preparatorios privados que facilitan el ingreso a los establecimientos universitarios públicos. Esto explica que los alumnos de sectores de ingresos medios-bajos, al ver cerradas las puertas de la universidad pública, intenten ingresar al sector privado de nivel inferior, en particular a los establecimientos aislados cuyas cuotas son reducidas y que EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR 79 CUADRO 11. Chile, 1988 (muestra): Dedicación horaria de los docentes por tipo de institución Tipo de institución Completa Media H. cátedra Núm. de casos Universidades Con aportación fiscal 59.1% Sin aportación fiscal 5.5% Institutos profesionales Con aportación fiscal 50.3% Sin aportación fiscal 9.7% 7.3% 1.5% 33.6% 93.0% 9257 199 12.3% 7.0% 37.4% 83.3% 757 627 Fuente: Cox (1990). cuentan con una mayor oferta de cursos nocturnos. Estos sectores de bajos ingresos tampoco pueden tener acceso a los establecimientos aislados que tienen cierta tradición (por ejemplo, en las carreras de administración de empresas y administración pública de la Fundación Getulio Vargas o la de medicina en la Facultad de Ciencias Médicas de Santa Casa) o a escuelas privadas cuyas carreras recientemente creadas son muy disputadas por los jóvenes de los sectores medios y altos. Las cuotas de estas escuelas privadas (por ejemplo, la FAAP, la Escuela Superior de Propaganda y Marketing) restringen el acceso sólo a ciertos sectores de élite. En general, la clientela del sector privado tampoco tiende a diferenciarse de la del sector público en algunas nuevas carreras de tipo vocacional que atienden una demanda no satisfecha por el Estado y cuyas vacantes son muy limitadas (aproximadamente 30 por año). Se trata de carreras como nutrición, turismo y propaganda, que se han puesto de "moda" y para las cuales hay un exceso de demanda. La segmentación de la clientela en Colombia no tiene lugar tanto en términos de sector público versus sector privado, sino entre universidades de "cúspide" y de "base". Las universidades de cúspide corresponden a las más prestigiosas del sector público y privado, con cuotas modestas en el primer caso y elevadas en el segundo, que forman tecnólogos profesionales con un conocimiento científico de los fenómenos de su especialidad. Los egresados de estas universidades de cúspide man 80 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR tienen las posiciones directivas de los centros de empleo más prestigiosos. Por el contrario, las universidades de "base" están conformadas por las instituciones públicas y privadas de menor calidad académica que forman técnicos o personas calificadas en áreas reducidas del mercado laboral y que ocupan en él posiciones profesionales inferiores. Por otra parte, y al igual que ocurre en forma pronunciada en Brasil, el acceso al sistema de educación superior es restringido (por medio de procesos selectivos), y aquellos alumnos que han concurrido a secundarias de buen nivel académico tienen mayores probabilidades de tener acceso a dicho sistema (Lucio y Serrano, 1992). En Chile, los estudiantes pertenecientes a estratos sociales elevados (cuyos padres son empresarios y altos ejecutivos) tienen mayor acceso a las universidades y los institutos profesionales privados. En cambio, los estudiantes de estratos sociales medios y bajos tienen mayor presencia en la universidad y en los institutos profesionales públicos (con aportaciones). Por el contrario, en los centros de formación técnica (privados) la estructura de la clientela se asemeja a la del sector público (Cox, 1990). En México se da una segmentación importante entre las universidades públicas y las privadas consolidadas. Mientras que el acceso al sector público -hasta principios de los noventas- no era restrictivo y se conservó la gratuidad de la enseñanza, el sector privado consolidado mantuvo su exclusividad gracias al cobro de cuotas relativamente elevadas. La segmentación se sigue reproduciendo entre los graduados del sector público y del privado por medio del reclutamiento de los primeros como empleados y funcionarios por parte del Estado,(36) mientras que los segundos se incorporan al sector empresarial. Este proceso reproduce dos círculos diferenciados, uno para las clases medias-bajas y otro para las clases medias-altas. Como síntesis de lo expuesto, y aunque es imposible gene(36) Un hecho interesante destacado por Levy (1986) es que desde los ochentas se ha comenzado a quebrar el monopolio de los cargos públicos por parte de los egresados de las universidades estatales con la incorporación de economistas del sector privado a puestos altos del Estado. EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR 81 ralizar para todos los casos, podemos señalar dos "tipos ideales" de sector privado: de élite y de absorción de demanda. Las instituciones del sector privado "de élite" tienen un tamaño intermedio y están concentrada~ en las regiones más desarrolladas del país. Cuentan con una oferta relativamente variada de carreras de nivel universitario, con un mayor peso en las ciencias sociales, y rara vez tienen una oferta importante en áreas como salud, ciencias exactas y naturales. Su actividad ha sido principalmente docente, pero cada vez ofrecen en mayor medida posgrados y realizan actividades de investigación, para lo cual suelen contar con algún apoyo financiero del sector público. Para la realización de esta actividad disponen de un plantel académico de nivel semejante al del sector público, aunque con menor dedicación horaria. Entre otros factores, sus elevadas cuotas determinan que su clientela provenga de sectores de ingresos medios-altos y altos. Las instituciones del sector privado que absorbe demanda excedente son relativamente pequeñas, y, aunque suelen estar también concentradas en las regiones económicamente más desarrolladas, las que ofrecen cursos no universitarios tienen cierta presencia en otras regiones del país. Llevan a cabo su actividad docente en las áreas de menor costo (sobre todo las ciencias sociales) y en carreras con una salida laboral acorde con el credencialismo y la terciarización del mercado de trabajo. No desarrollan cursos de posgrado académico ni tampoco investigación, su plantel docente suele trabajar de tiempo parcial y sobre todo por horas y ofrecen cursos nocturnos, adecuados para la clientela de clase media-baja que se desempeña laboralmente. Por lo demás, sus cuotas suelen ser bajas, al igual que el promedio de los salarios de sus maestros (cuadro 18). CONCLUSIONES El proceso de privatización de los sistemas de educación superior latinoamericanos ha tenido en cada país puntos de inflexión particulares que se ubican en distintos momentos de la historia reciente. Esos puntos están generalmente anclados en cambios fundamentales en las políticas públicas, como 82 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR CUADRO 18. MEXICO, 1989: Plazas académicas según dedicación horaria y sector Dedicación horaria Público Público IPN Privado Privado unirvers. tecnol. consolidado aislado Tiempo completo Medio tiempo Por horas de catédra Total Número de docentes Proporción de] personal en condiciones de profesionalización Profesores por horas sobre profesores de tiempo completo 22.3% 6.6% 71.1% 100% 67397 55.9% 38.9% 17.0% 14.4% 19.4% 5.3% 29.7% 41.7% 77.7% 100% 100% 100% 7489 6690 11795 28.9% 70.3% 58.3% 22.4% 3.2 0.5 1.1 4.6 Total 8.0% 24.6% 9.5% 8.2% 82.5% 67.2% 100% 100% 8836 104207 17.5% 32.9% 10.4 2.7 Fuente: Gil Antón (1991). aquellos tiempos en que el sector comienza en los hechos a, operar como tal gracias a la autorización para emitir diplomas de habilitación (por ejemplo, en Argentina, con la legislación aprobada en 1958) o aquellos otros en los que el Estado cambia las reglas del juego respecto de la acreditación de instituciones de educación superior. Éstos son, literalmente, momentos fundacionales, ya que esos cambios en las políticas públicas dan lugar al surgimiento de una cohorte nueva de instituciones que, además de compartir la fecha de nacimiento, suelen tener otras características en común. En la década de los ochentas el ejemplo más claro fue Chile, donde, como consecuencia de las medidas tomadas a comienzos de la misma, se alteró rápida y fundamentalmente el funcionamiento del sistema como un todo sobre la base de la creación de nuevas instituciones privadas. Vale la pena hacer notar que los efectos pueden ser duraderos, aun cuando la política sufra alteraciones a lo largo del tiempo, ya que las consecuencias del acto fundacional suelen ser difícilmente reversibles. Esta observación coincide con la que, basada en la experiencia europea, señala la dificultad relativamente mayor de instaurar reformas en instituciones viejas en comparación con la posibilidad de introducir cambios mediante la fundación de otras nuevas. EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR 83 En el otro extremo del espectro, nos encontramos con cambios acumulativos que se aceleran en ciertos periodos gracias a un conjunto de factores, entre los cuales el observador suele destacar alguno frente a los otros. El motor de estos cambios puede encontrarse en modificaciones sustanciales en las instituciones del sector público (las "fallas" reales o percibidas de éste, a las que hace referencia Levy en su libro de 1986) o en cambios más globales en el contexto ideológico, político y económico del país en cuestión. Por supuesto, estos cambios acumulativos suelen combinar sus efectos con aquellos momentos fundacionales, pero no dependen directamente de cambios en las políticas públicas dirigidas específicamente al sector privado. Un balance somero de la última década, hecho desde esta perspectiva, nos permite subrayar la observación de sólo un caso de inflexión mayúscula, las reformas introducidas por el régimen chileno en 1980-1981 y puestas en práctica durante la década, que se impusieron como una realidad muy consistente al gobierno democrático de ese país. También, por supuesto, hubo otros momentos de cambio importantes en otros países, pero ninguno de magnitud comparable. Sin embargo, todos ellos experimentaron a lo largo de los años ochenta cambios acumulativos que, más que tener como resultado alteraciones significativas de la matricula privada, relativa o total, tuvieron como signo particular el crecimiento y la diversificación institucional -la tendencia a la proliferación de instituciones y a su diferenciación en cuanto a estructura y funciones, con algunas muy especializadas y otras que ofrecían una amplia gama de servicios educacionales y científicos- cuyos alcances se extienden en el propio sector privado. Argentina es, en este conjunto de países al menos, una excepción parcial, ya que ese proceso de cambio acumulativo ocurre recién finalizada la década de los ochentas. Los cambios acumulativos estuvieron fundados, en algunos casos, en la conciencia de la crisis del sector público por el cúmulo de problemas que enfrentan las instituciones ante la masificación de las últimas décadas, mientras que en otros parece dominar la novedad de una ideología privatista que adquiere mayor legitimidad que en el pasado. Brasil y México 84 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR pueden ser buenos ejemplos del primero y el segundo caso, respectivamente. La Argentina de los años noventa también se asimila al segundo tipo. Las restricciones del presupuesto público, y por lo tanto en el financiamiento de las instituciones que dependen de aportaciones estatales, son, en este contexto, el común denominador de todos los casos analizados, aunque se presentan a veces con mucha mayor gravedad (por ejemplo, en las crisis hiperinflacionarias argentinas) y en otros son bien atenuadas (digamos, en Colombia durante todo el periodo considerado). La maduración de los sectores privados en todos los países considerados, ya sea en aquellos donde ahora absorben la mitad o más de la matrícula total (Brasil, Chile, Colombia) o en los otros en que mantienen un papel de socios menores (Argentina, México), ha tenido como resultado un cambio significativo en la conceptuación de las políticas públicas. El caso chileno, entre otros, ha revelado que en el marco de la actual diversificación interinstitucional de los sistemas de educación superior es impensable realizar una política de educación superior coherente si no se dirige también al sector privado. El gobierno colombiano siempre tendió a legislar para el conjunto de instituciones públicas y privadas. Si uno de los objetivos centrales de la política de educación superior es que egresen del sistema profesionales, académicos, investigadores y técnicos con una formación adecuada para desempeñar las funciones que les incumben en la sociedad, de nada sirve controlar la calidad del producto en uno de los subsectores si se deja a los otros en libertad de producir egresados de bajo nivel amparados por la misma autorización estatal para producir títulos de habilitación. Esto subraya la importancia de la creación de mecanismos adecuados de regulación de la calidad en distintas instancias institucionales (el sistema de acreditación para la autorización inicial, para la supervisión posterior y para el otorgamiento de la autonomía definitiva, si es que tal figura se mantiene), mecanismos que muchas veces no significan otra cosa que poner en práctica la normativa hoy existente en la mayoría de los países. La novedad importante al respecto es la tendencia a establecer organismos públicos con cierta autonomía de la burocracia estatal y con EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR 85 legitimidad académica para supervisar la implantación de esos mecanismos en el sector privado, tal como hoy está ocurriendo en países como Chile o se proyecta en Argentina y Colombia. Las posibilidades de éxito de las políticas de regulación del sector privado suelen vincularse, aunque no necesariamente, con mecanismos directos e indirectos de subvención de la enseñanza privada. Podríamos distinguir dos grados diferentes de subvención pública a la educación universitaria: aportaciones directas que cubren casi la totalidad de sus gastos, como es el caso de las seis universidades chilenas ya antes de la restructuración de 1981, y diversos subsidios indirectos mediante becas o créditos estudiantiles, apoyo a la investigación, etc. De hecho, en todos los países el sector privado cuenta con el subsidio indirecto que supone la exención impositiva, y en muchos hoy se comienza a brindar subsidios indirectos por medio del financiamiento de proyectos de investigación. Mientras que el primer sistema de fuerte apoyo directo a la universidad privada tiene un efecto homogeneizador importante, tanto en el nivel de la oferta académica como de la calidad y del espectro de actividades desarrolladas, el segundo parece ser útil como incentivo para la orientación de la política universitaria, pero no modifica sustancialmente los rasgos que caracterizan al sector privado. Este punto es importante, pues nos conduce a otro problema que aparece con el crecimiento del sector privado: su sesgo hacia ciertas carreras, actividades, funciones, clientela y ubicación geográfica. En América Latina ciertas carreras, especialmente aquellas vinculadas con las ciencias "duras" y la tecnología y actividades como la investigación, y en menor medida el posgrado académico, son privativas por lo general del sector público (a excepción de Brasil). Además, la oferta pública soluciona ciertos problemas de equidad del sistema (por ejemplo, con la cobertura nacional de sus instituciones y el menor costo para el alumno). En tal sentido, es importante incorporar al debate académico latinoamericano la relevancia que tendría la diversificación, después de secundaria, del propio sistema público, tal como ha ocurrido en los países industrializados, y no dejar en manos exclusivas de la iniciativa 86 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR privada esta transformación. La diversidad de instituciones de uno y otro sector, en especial aquella que resulta del corte entre universidades en sentido estricto y otras instituciones, es una realidad ineludible en el debate sobre políticas sectoriales. Una y otra dimensiones (pública-privada, universitaria-no universitaria) están correlacionadas en los hechos y en las conceptuaciones habituales de los actores de la política en este campo. En lugar de optar por la creación de estudios públicos no universitarios, después de secundaria, en la mayoría de los casos estudiados se ha estimulado (o más propiamente facilitado) la proliferación de instituciones privadas, una gran proporción de las cuales no poseen un nivel académico mínimamente adecuado. En el marco de la orientación del mercado de los años noventa, los argumentos para apoyar el crecimiento de instituciones privadas de educación superior han sido principalmente tres: a) el incremento del número de instituciones de educación superior aumentará la competencia del sistema; la competencia se generará tanto en el mercado de consumidores (los estudiantes) como en el mercado institucional y en el de los profesores, y tendrá como resultado elevar la calidad general del sistema; b) el sector privado tiene mayor capacidad que el público para adaptarse en forma flexible a las demandas de las empresas y, en general, del mercado de trabajo, y c) en la medida en que la absorción de la demanda de educación superior esté en manos del sector privado, el Estado no deberá asumir los costos crecientes del mayor gasto en educación superior a medida que aumenta la escolarización de este nivel. De los tres argumentos, el único que parece hallar confirmación en la realidad de la estructura institucional de los países latinoamericanos es el último. En relación con el primer argumento, el análisis de los casos latinoamericanos muestra que especialmente aquel segmento del mercado de instituciones privadas que sólo se sostienen por las cuotas de los alumnos es claramente diferente en términos de carreras ofrecidas, actividades de investigación y ubicación geográfica del segmento de instituciones públicas. Si existen dos segmentos tan diferenciados, no es posible que aumente la com EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR 87 petencia general del sistema por la presencia de más instituciones del segmento privado. En este caso, la competencia por alumnos y maestros se circunscribiría a las carreras del ámbito de las ciencias sociales y humanas, donde se concentra la actividad de estas instituciones privadas. Tampoco parecería elevarse la competencia por los maestros del sistema en tanto estas instituciones tratan de minimizar costos remunerándolos por hora y a niveles no superiores al sector público, y tampoco tienden a demandar calidad académica. En general, las instituciones privadas que Levy (1986) denominó de "absorción de demanda" tienden a preocuparse más por la eficiencia económica de la organización y buscan minimizar costos y elevar la demanda mediante el marketing de sus programas más que por la calidad de los productos que ofrecen. En tal sentido, la competencia generada por estas instituciones privadas no parece ser la más adecuada para elevar la calidad de los productos académicos del sistema. En cuanto al segundo argumento, no está claro en qué medida la oferta académica de estas instituciones tiende a deformar aún más la oferta de la educación superior al seguir las demandas de moda" en el mercado, que no necesariamente son compatibles con las demandas reales de una economía que intenta insertarse competitivamente en el mercado internacional, cada vez más dominado por el avance tecnológico. En particular, una interrogante que surge al respecto es qué sucederá en el futuro con el creciente número de títulos de administración, publicidad, periodismo o diseño que comienzan a poblar el mercado de trabajo de los países latinoamericanos. Por último, cabe señalar que la maduración del sector privado está originando problemas relativamente nuevos especialmente en aquellos campos disciplinarios en los cuales el ejercicio de la profesión puede afectar el interés público, como por ejemplo, medicina, ingeniería y derecho. En el campo educativo ha surgido un problema presente ya en los casos de privatización de empresas que producen bienes o servicios con un componente de bien público: cómo regular el nivel, el precio y la calidad del bien o servicio que el sector privado produce. Desde el lado de los gobiernos, como vimos, aparece el interés por un mayor control del proceso de acredi 11 88 EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR tación de instituciones y aprobación de sus programas y, más genéricamente, por someterlas a procesos de evaluación (en particular, por supuesto, cuando el Estado cuenta con algún instrumento para subvencionar o promover sus actividades). Estas presiones, por otro lado, forman parte del clima general de preocupación por instaurar también en las universidades públicas sistemas de autorregulación institucional con el apoyo y la supervisión estatales. Desde el lado de las instituciones privadas, se escuchan más a menudo quejas por una injerencia juzgada excesiva (en la fijación de sus cuotas, en la elaboración de programas), en relación con el escaso apoyo financiero otorgado por el gobierno o para obtener un cambio en el estatuto legal o social dentro del que se enmarcan sus actividades para ampliar la posibilidad de recibir fondos del Estado. De hecho, han surgido asociaciones y lobbies del sector privado, en los que sus propietarios, profesores y sobre todo sus graduados están ahora muchos mejor colocados y tienen mejores canales de comunicación con los gobiernos que en el pasado. La lealtad institucional con el alma mater universitaria, que se identificaba hace algunas décadas con las principales universidades estatales en cada país y que a veces operaba como cemento de alianzas políticas multinacionales, ahora también funciona sobre la base de algunas instituciones privadas de gran prestigio. El sector privado encuentra, entonces, nuevos defensores dentro de un clima ideológico mucho menos polarizado a lo largo de la dimensión pública-privada de lo que era común hasta los años setenta, aunque teñido fuertemente por el debate sobre el papel del Estado en la economía que propone versiones de la privatización muy alejadas del contexto específico de las instituciones universitarias. BIBLIOGRAFíA Apablaza, Viterbo, y Hugo Lavados (comps.) (1988), La educación superior privada en Chile, CPU, Santiago. Arriagada, Patricio (1989), Financiamiento de la educación superior en Chile, FLACSO, Santiago. EL SECTOR PRIVADO DE LA EDUCACION SUPERIOR 89 Balán, Jorge (1990), "Private Universities within the Argentine Higher Educational System: Trends and Prospects", en Higher Education Policy, 3.2: 13-7. (1992a), "Argentina", en Clark, B. y G. Neave (comps.), The Encyclopedia of Higher Education, Pergamon Press . 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En algunos casos, este límite fue concebido en términos de la baja calidad y pertinencia del servicio educativo; en otros, se pensaba que la inoperancia de la educación superior se explicaba por su estructura misma y por sus desbordamientos. políticos, y en algunos más se aludía llanamente a las limitaciones financieras generadas por la crisis fiscal de los Estados, que obligaban al abandono de modelos de financiamiento pensados para épocas de crecimiento. Incluso los tres diagnósticos aparecen a menudo combinados en las apreciaciones críticas de diversos grupos sociales hacia la educación superior. En este marco aparece el tema de la evaluación como instrumento de las políticas gubernamentales de algunos países. En cuanto orientación de políticas educativas, ciertamente se trata de un asunto nuevo, pues salvo en el caso de las políticas de desarrollo del posgrado en Brasil en los años setenta, ningún gobierno latinoamericano se había inclinado por la evaluación de los sistemas de educación superior antes de los ochentas. Esto representó un giro importante, pues las universidades latinoamericanas siempre fueron evaluadas por sus estudiantes, profesores y gobiernos en términos de su demo94 j', LAS POLITICAS DE EVALUACION 95 cratización hacia adentro y hacia afuera, su politización o enajenación, el prestigio social de sus egresados y el tipo de empleos obtenidos. Pero nunca fueron evaluados en términos de la calidad de la enseñanza o investigación. Rara vez se comparaban con otros países. No había sistemas de información, y cuando se hacían comparaciones no había grupos insatisfechos suficientemente organizados para promover el cambio [Schwartzman, 1992]. Uno de los aspectos interesantes de este asunto es que en el mismo periodo (o con cierta antelación), la cuestión de la evaluación pasó al centro de las discusiones de políticas de educación superior en otras naciones como Holanda, Francia, Suecia, Gran Bretaña y Australia (Neave, 1990; Meek y Goedegebuure, 1991). Dejando atrás la idea de la evaluación rutinaria o de mantenimiento, en estos países se pasó a una evaluación para el cambio, una evaluación estratégica. De ahí que Guy Neave hable de la aparición del Estado evaluador que, alejándose de las formas burocráticas o exclusivamente políticas de control, pretende afinar instrumentos para pilotear la educación superior a distancia, en busca de una racionalización y redistribución de funciones entre el centro gubernamental y la periferia institucional, de manera tal que el centro conserve el control estratégico global por medio de palancas políticas menores en número pero más precisas, constituidas por la asignación de misiones, la definición de metas para el sistema y la operación de criterios relativos a la calidad del producto [Neave, 1990: 8]. Este cambio no ha tomado la misma forma ni ha tenido las mismas consecuencias en todos los países donde se ha adoptado. Las experiencias europeas recientes indican que así como puede implicar un mayor control gubernamental de las instituciones de educación superior, también puede producir lo opuesto. Asimismo, nos dice Neave, no se puede afirmar que este fenómeno sea resultado de una estrategia gubernamental racionalmente prevista: Como cualquier otro cambio significativo en políticas públicas, el surgimiento del Estado evaluador no es producto del momento, 96 LAS POLITICAS DE EVALUACION pero menos aún lo es de la planeación lúcida y la omnisciencia de la administración. Al contrario, el ascenso del Estado evaluador ha sido sustentado por lo que se parece más a respuestas incrementales y de corto plazo a las circunstancias, algunas económicas, otras ideológicas. Más aún, dado que está entrelazado con prácticas, actitudes y valores existentes, tiende a ser percibido sólo parcialmente o al menos es percibido en el contexto de conceptos y modelos descriptivos anteriores. Finalmente, no es irrelevante hacer notar que el concepto de Estado evaluador, siendo clave para la comprensión de los desarrollos en curso de la educación superior, no se limita a este terreno, sino que se extiende a otras áreas tales como la política social, la seguridad social y la salud, para nombrar sólo a las más importantes [ 1990: 6]. Así, conviene tener en cuenta que la discusión latinoamericana sobre la evaluación de la educación superior es muestra de su creciente internacionalización (Brunner, 1992b). ¿Hasta qué punto este tema ha sido importado más que generado en forma endógena por los sistemas de educación superior? Se puede postular razonablemente que la bibliografía internacional sobre el tema ha influido en algunos círculos gubernamentales de hacedores de políticas, los que han buscado importarlo. Pero también es cierto que los estratos más consolidados de las comunidades académicas latinoamericanas, particularmente los investigadores científicos, de tiempo atrás acostumbrados a la evaluación como norma de operación propia, han mostrado ser promotores endógenos de estas políticas. También vale recordar que sectores externos a las universidades y a los gobiernos han tomado la iniciativa de evaluar las instituciones, como es el caso de un estudio de ranking publicado anualmente en Brasil desde hace varios años por una revista de amplia circulación. Se han ido produciendo engarzamientos múltiples de tendencias internacionales con fuerzas locales en el contexto de sistemas cada vez más diferenciados de educación superior. La introducción de la evaluación viene a mostrar en qué grado el debate latinoamericano sobre políticas de educación superior va dejando de limitarse al horizonte ideológico y cultural propio de un solo tipo de institución -la universidad pública tradicional- que ha perdido su monopolio histórico LAS POLITICAS DE EVALUACION 97 sobre el campo y que hoy está rodeada de una nueva diversidad, como son las instituciones privadas (en muy diversas presentaciones), los institutos técnicos y los centros de investigación científica. Esta creciente diferenciación, en muchos casos anárquica, es en sí misma un motivo de preocupación que conduce a la búsqueda de instrumentos de evaluación de la calidad. Aparecen, así, nuevos alineamientos en la legitimación y puesta en marcha de las políticas. En un panorama cada vez más diferenciado, surgen coaliciones de agentes cuyos movimientos en el campo de políticas eran difícilmente previsibles hace incluso una década. Esta nueva situación pone de relieve que los valores y las estructuras típicas del modelo que históricamente se ha conocido como universidad pública en América Latina han llegado a su límite. Ya sea por la acción de gobiernos autoritarios que intervinieron las universidades, por las limitaciones en el financiamiento estatal a estas instituciones, por la aparición de instituciones privadas o incluso por el desorden interno y la desconfianza externa que las mismas universidades han experimentado, se puso de manifiesto durante los años ochenta en varios países de América Latina que los modelos universitarios vigentes hasta entonces estaban sometidos a presiones incontenibles. La introducción de los temas de la evaluación y del mejoramiento de la calidad no implicó, por tanto, una mera importación de modas europeas y norteamericanos, sino la puesta en debate de cuestiones de relevancia consustancial a los procesos de cambio experimentados en las propias naciones latinoamericanas. Así, debe entenderse la discusión sobre la evaluación como parte de procesos que vienen a modificar en algunos casos la misma organización del sistema de educación superior y sus relaciones con el Estado y que, en otros casos, implican cambios estructurales de menor alcance pero igualmente importantes en cuanto a su incidencia en la valoración pública y privada de la educación superior. En este estudio intentaremos esbozar de qué manera ha ido apareciendo el tema de la evaluación a fines de los años ochenta en el contexto de dichos realineamientos en los campos de políticas de educación superior en Brasil, Chile, Argentina, Colom 98 LAS POLITICAS DE EVALUACION bia y México. Cabe subrayar que el análisis abarca hasta el año de 1993, fecha desde la cual se han producido cambios adicionales, tanto en los programas gubernamentales para la educación superior latinoamericana como en la conformación misma de los campos políticos nacionales, cambios que no son objeto de este capítulo. Algunas líneas de análisis comparativo de políticas de educación superior En su estudio comparado de políticas de educación superior, Rune Premfors (1980) destaca dos tipos globales de análisis. En primer lugar, sobresale la investigación de tipo normativo, orientada a influir sobre la toma de decisiones y basada por tanto en el análisis de operaciones o de sistemas, el análisis de costo-beneficio o la utilización de indicadores sociales. Otro acercamiento es el llamado policy determinants research. Este último hace hincapié en los contenidos, los factores determinantes y los impactos de las políticas públicas. Esta perspectiva analítica define las políticas como un concepto de rango intermedio, más amplio que las decisiones individuales pero de menor rango que los movimientos sociales propiamente. Así, por un lado es un concepto que implica intencionalidad, es decir, busca lograr una finalidad. Y por otro lado incorpora al análisis tanto las consecuencias no buscadas de las políticas como la no decisión (o no acción) intencional. Este análisis busca identificar el movimiento de los diversos actores relevantes para la formulación de políticas de educación superior y sus movimientos frente a las cuestiones críticas (o issues). Lo anterior también lleva a considerar los ámbitos organizacionales y políticos en los que se mueven dichos actores. De acuerdo con Cox (1990: 3), se puede hablar del campo de producción de políticas, planteado de la siguiente manera: La pregunta por un campo específico de producción de políticas de educación superior supone la existencia de políticas [en el sentido de cursos de acción gubernamental] como algo diferente de la política en educación superior. Mientras la segunda, en el sentí LAS POLITICAS DE EVALUACION 99 do elemental de la competencia por el control y la dirección del sector, es de existencia secular, se puede argüir que la primera es encontrable sólo a partir de determinado nivel de desarrollo tanto de la educación superior como del aparato gubernamental que la enmarca y regula. Decisiones gubernamentales referidas a temas críticos (issues) presuponen cierta diferenciación de instituciones referidas a tales temas, con la consiguiente especialización de agentes, la generación de saberes específicos y la definición de lenguajes especializados para tratar tales problemas. Todo lo cual lleva a preguntar por la existencia y las características definitorias de un campo especializado de producción de políticas en educación superior y por la autonomía e influencia de los hacedores de políticas y del proceso de formulación mismo sobre éstas. La premisa es que el cambio en las políticas de educación superior tiene su base, cuando menos en parte, en las relaciones de poder y en la defensa de intereses de grupos cuyas acciones están a su vez constreñidas o impulsadas por la estructura del sistema educativo superior y por su colocación en ella. De ahí que, desde el punto de vista de las interrelaciones de los actores involucrados, puede ser tan revelador el análisis de la no decisión como el estudio del cambio (Meek, Goedegebuure, Kivinen y Rinne, 199 l). También cabe aclarar que si la literatura sobre políticas públicas habla de un ciclo de generación, implantación e impacto de las políticas, aquí nos centraremos sólo en la generación de los programas de evaluación, ya que en efecto se trata de un tema novedoso en los sistemas latinoamericanos de educación superior. La dimensión de la implantación se tocará superficialmente y la de los impactos no será objeto de análisis. Asimismo, el hincapié estará puesto en el nivel de lo que Becher y Kogan (1990) denominan la superestructura del sistema, es decir, el nivel de las relaciones entre los gobiernos y las instituciones de educación superior. La evidente disparidad en la profundidad y la extensión del tratamiento que se dará a las políticas de evaluación de cada país considerado responde precisamente al diverso grado de avance y puesta en marcha de estas políticas en cada ámbito. Intentaremos servirnos de estas distinciones para identi 100 LAS POLITICAS DE EVALUACION ficar cómo se introduce el tema de la evaluación de la educación superior en cinco países latinoamericanos a lo largo de los años ochenta y cómo se mueven los diversos agentes (ministerios, sindicatos, expertos, rectores, científicos y grupos estudiantiles) frente a dicho tema. Los ejes temáticos del estudio serán los siguientes: 1. Las principales características de los cinco sistemas y las dinámicas más visibles de los respectivos campos de políticas. 2. El contenido de las políticas propuestas, sus lineamientos y propósitos principales. 3. Los alineamientos y respuestas de los agentes del campo: académicos, estudiantes, funcionarios públicos, sindicatos, etcétera. En la sección final volveremos a la perspectiva propiamente comparativa para poner en contraste la situación en cada país en lo que respecta a la suerte de la evaluación en los respectivos sistemas de educación superior. COLOMBIA: LA BUSQUEDA DE UN NUEVO ORDENAMIENTO INSTITUCIONAL Colombia tiene un sistema multisectorial que se ha diversificado en las dos últimas décadas en consonancia con una mezcla de dinámicas políticas y de mercado. En el sector oficial hay universidades nacionales, departamentales y municipales; hay universidades propiamente dichas (o que se denominan así) e instituciones de enseñanza postsecundaria con orientación tecnológica, con dos niveles de formación, la llamada enseñanza "técnica profesional" y la "tecnológica". En el ámbito privado, que creció fuertemente en los años setenta, también hay distintas modalidades, particularmente la universitaria y la de formación profesional en algún oficio administrativo "blando". Dos formas importantes de expansión han sido los cursos nocturnos y la educación a distancia. A lo largo de los años setenta y ochenta, el sistema de educación superior colombiano se expandió a ritmos acelerados. La tasa promedio de crecimiento anual en los setentas fue de 13.5% y durante los ochentas de 5.3% (Lucio y Serrano, 1992a: LAS POLITICAS DE EVALUACION 101 173). Es interesante notar que no sólo hubo una expansión importante en la década de los setentas, como fue la regla en muchos países latinoamericanos, sino que esta tendencia continúa con apenas un leve abatimiento en la actualidad. Asimismo, este crecimiento fue acompañado de un esfuerzo financiero sostenido (también a diferencia de otros países latinoamericanos, donde el gasto educativo se redujo en los años ochenta): en pesos constantes de 1980, el financiamiento estatal a las instituciones oficiales de educación superior mantuvo una tasa de crecimiento anual promedio de 2.54% (Lucio y Serrano, 1992a: 181), lo cual por cierto no bastó para mantener la misma aportación financiera por alumno que en años anteriores. Por otro lado, las familias que enviaron a sus hijos a las instituciones privadas hicieron un esfuerzo económico considerable, pues la población de éstas creció 68% entre 1980 y 1988, con lo que llegó a 59% de la población estudiantil nacional de educación superior. Iniciativas de políticas en los años ochenta En un contexto de expansión anárquica del sistema de educación superior y de conflicto político en el ámbito nacional, se promulgó en 1980 una Ley de Educación Superior mediante la cual el Estado parecía pretender recuperar cierta medida de control sobre el sistema. Los profesores pasaron a ser servidores públicos y los sindicatos vieron reducidas sus facultades en la contratación colectiva y la realización de huelgas. Se pretendió organizar formalmente los diversos sectores institucionales del sistema y se buscó poner orden en la expansión de las instituciones privadas y en el cobro de cuotas a los estudiantes. Asimismo, a lo largo de los años ochenta se promovió una política de inversión en ciencia y tecnología (Lucio y Serrano, 1992a: cap. ni). En el transcurso de esta década creció la preocupación por las finanzas de la educación superior, por sus formas de gestión y por su calidad. Pero al parecer las reformas de 1980 dejaron insatisfechos tanto a los gobiernos como a los propios actores del sistema de educación superior. 102 LAS POLITICAS DE EVALUACION Así, en un clima político modificado, la nueva Constitución de 1991 reiteró la responsabilidad del Estado como satisfactor principal del derecho ciudadano a la educación, afirmó la autonomía universitaria y planteó la posibilidad de definir un status unificado para las universidades públicas nacionales, departamentales y municipales (Lucio y Serrano, 1992b: 30). En el terreno del mejoramiento de la calidad, destaca el interés en desarrollar la ciencia y la tecnología asociándolas a la modernización del aparato productivo implicada por la apertura económica. Por ello, una prioridad de este periodo son los posgrados y la investigación científica. Como ya se mencionó, otro tema central de debate ha sido la redefinición de los sectores institucionales: ¿cuáles serán universitarios, y por tanto autónomos? ¿Cuáles serán directamente administrados por el gobierno? ¿Qué papel tendrá el gobierno nacional? La evaluación sumergida en una agenda compleja En Colombia, el tema de la evaluación apareció desde los años setenta, con la fundación del Instituto Colombiano de Fomento a la Educación Superior (ICFES) en 1968, como organismo de apoyo al Ministerio de Educación Nacional para inspeccionar y vigilar la calidad de la educación superior, así como para dar asistencia técnica a las instituciones. Formalmente, sus principales responsabilidades fueron asesorar, fomentar y evaluar. Durante los años setenta el acento se puso en la asesoría curricular y de planeación. Ahora bien, con la reforma de 1980 de la educación postsecundaria y frente al desordenado crecimiento de las instituciones privadas, se reorganizó el ICFES: "la función de inspección y vigilancia se transforma en intervención" (González, 1991: 2). A partir de entonces, el ICFES intervino en las decisiones sobre las licencias de funcionamiento, la aprobación de los programas de educación superior, la determinación de criterios de funcionamiento administrativo y los montos de la población estudiantil, entre otros aspectos. Sus nuevas funciones también le permitían aprobar cambios estatutarios internos LAS POLITICAS DE EVALUACION 103 de las instituciones (González, 1991: 2). En palabras de un funcionario directamente encargado de estos asuntos, la concepción primigenia de la evaluación como un proceso diagnóstico y reflexivo sobre el desarrollo académico e institucional que contribuyera a la elevación de la calidad y a un mayor desarrollo innovador, fue opacada por el peso normativo, que terminó convirtiendo la evaluación en un proceso de control y constatación y al ICFES en un organismo interventor [ ... ]. El proceso de la evaluación en la década de los años ochenta se redujo entonces a una revisión documental de aspectos formales de los programas académicos [ ...]. La autoevaluación institucional en la práctica no ha sido asumida como proceso permanente de reflexión que permita trazar nuevas acciones de desarrollo por parte de las instituciones, ni para introducir los mecanismos correctivos necesarios Su objetivo primordial, la acreditación de los niveles de calidad, no se ha logrado [Gonzalez, 1991: 2]. En suma, la experiencia del ICFES ha estado centrada en la acreditación (o certificación) de instituciones y en el control normativo directo sobre ellas. El control administrativo ha mostrado pocos resultados en cuanto a la elevación de la calidad. En la actualidad, la presencia del tema de la calidad en el discurso educativo se expresa de tres maneras: por un lado, la restricción (ejercida por el ICFES) a la fundación de instituciones consideradas de calidad inferior a las normas mínimas aceptables; segundo, en la intervención de este organismo en instituciones que incumplen normas mínimas de calidad, y por último, en políticas de fomento (desarrollo de la infraestructura académica, por ejemplo) y de desarrollo de posgrado. Esto se deriva del hecho de que los issues centrales son la reorganización del sistema, la nueva estratificación de las instituciones y la relación del Estado con éstas. Ciertamente, se puede apreciar un alejamiento de la evaluación concebida como control hacia un concepto más acorde con la idea de regulación a distancia. El debate actual sobre el nuevo papel del ICFES parecería otorgarle menos una función de control que de fomento. Se pretenderia que el ICFES tuviera una intervención menos reglamentaria y más fomentadora de la autonomía y la responsabilidad institu 104 LAS POLITICAS DE EVALUACION cionales. Se buscaría que contribuyera a hacer transparentes las condiciones de operación y la calidad de los logros de la educación superior, así como a garantizar el cumplimiento de normas mínimas (González, 1991: 15). Sin embargo, no parece perfilarse con claridad cuál sería el concepto de la evaluación que se desea para el sistema en su conjunto. Los principales actores se mueven en torno a otros temas de interés más candente. El sindicalismo docente y no docente está principalmente preocupado por el tema salarial y la escala promocional; los grupos estudiantiles se movilizan esporádicamente en protesta contra el aumento de precios en los servicios que utilizan. Ahora bien, sería en relación con el asunto de la autonomía universitaria, planteado por el debate legislativo actual, como probablemente se empiece a formular con mayor nitidez el tema de la evaluación. Frente a la posición de la Asociación Colombiana de Universidades (ACU)(1) de reclamar una autonomía total y la posición de otras instituciones que también exigen la autonomía (aunque en un sentido más restringido), puede preverse que una respuesta gubernamental posible apuntará hacia un esquema de regulación basado en la evaluación. Es decir, que mientras la relación entre el Estado y las universidades era una relación de control directo, la evaluación era un no-tema (o, en todo caso, se confundía con la acreditación administrativa directa). Sin embargo, al pasar el tema de la autonomía a primer plano en el contexto de la discusión constitucional, es el propio ICFES -es decir, un organismo gubernamental- el que empieza a plantear la introducción de un nuevo concepto de evaluación para sustituir la antigua forma burocrática de regulación estatal. Estaría por verse, sin embargo, si la evaluación tiende a constituirse en un valor asumido no solamente por el gobierno, sino también por las instituciones de educación superior y sus comunidades académicas. (1) La ACU reúne a las instituciones privadas de menor calidad que han proliferado en años recientes. LAS POLITICAS DE EVALUACION 105 CHILE: LA REORGANIZACION DE LA EDUCACION SUPERIOR Y LA CONSOLIDACION DE UN SISTEMA DE EVALUACION El escenario bajo el régimen militar y la "gran transformación" de los ochentas Durante los tempestuosos años setenta, el sistema de educación superior chilena pasó de la universidad politizada bajo la Unidad Popular a la universidad vigilada en el primer periodo del gobierno militar: ambas experiencias fueron vividas como traumáticas por los cuerpos académicos (Brunner y Cox, 1991: 2). Sin embargo, más allá de la pérdida de la autonomía, la depuración de las comunidades académicas y la intervención directa del régimen militar, se puede decir que éste no tuvo, propiamente hablando, un conjunto de políticas para la educación superior: De hecho, durante los años iniciales del gobierno militar, hasta 1980, se mantiene en plena vigencia el patrón tradicional de relaciones entre la educación superior y el Estado, sólo que ahora dentro de un nuevo marco de control autoritario [ ... ]. El Estado garantizó, con ciertas fluctuaciones, las necesarias transferencias de recursos públicos para desempeñar sus actividades Se abstuvo durante esta fase de modificar los parámetros estructurales de funcionamiento del sistema [Brunner y Cox, 1991: 37-38]. Los grandes cambios se producirían en los años ochenta y afectarían a la educación superior en su estructura, su financiamiento y sus formas de regulación interinstitucional. El régimen militar pudo efectuar profundas modificaciones, en primer lugar, porque contaba con el poder financiero para hacerlo y, en segundo término, porque podía pensar en tiempos particularmente largos de definición e implantación en un contexto de control político, que le permitieron sucesivamente corregir y afinar sus medidas. Estamos en presencia de la mayor operación transformadora que se haya aplicado a cualquier sistema de educación superior latinoamericano en la época actual. Las principales políticas de la reforma de 1980 consistieron 106 LAS POLITICAS DE EVALUACION en la desregulación, la diversificación vertical, la reducción del poder institucional de las dos grandes universidades tradicionales, la transferencia de parte de los costos a los estudiantes, la obligación de las instituciones de diversificar sus fuentes de ingreso y la diferenciación salarial de los académicos (quienes pasaron a ser contratados individualmente por cada institución). Algunos de los efectos más visibles de estas políticas fueron los siguientes (Brunner, 1992a). En primer lugar, se indujo una alta diferenciación sistémica: de un sistema con 119 000 estudiantes en ocho universidades públicas tradicionales, el sistema pasó en 1990 a una población estudiantil de 250 000 personas distribuidas en 350 instituciones distintas. El sector público abarca 20 universidades y dos institutos profesionales; y el sector privado está compuesto por 40 universidades, 80 institutos profesionales y 168 centros de formación técnica. En segundo término, el financiamiento dejó de basarse en el esquema incrementalista y pasó a fundamentarse en subsidios competitivos, cuotas estudiantiles, donaciones y venta de servicios. Como resultado de esta política, los subsidios públicos directos representan hoy 34% de los ingresos totales de la educación superior, mientras que los pagos estudiantiles cubren 22% y el resto (44%) proviene de fondos competidos, contratos, venta de servicios y donaciones privadas. La mayor parte del crecimiento de los años ochenta se produjo en las nuevas instituciones privadas y fue financiado por las familias de los estudiantes. Un efecto importante de esta política fue que obligó a los establecimientos a cambiar sus estrategias de financiamiento poniendo énfasis creciente en los ingresos propios y recurriendo al endeudamiento bancario [ ... ]. Podría afirmarse que este solo hecho ha significado el mayor cambio en las estrategias de desarrollo de las universidades de la última década, forzándolas a introducir racionalizaciones al menos parciales, a abrirse a las demandas del medio social y a valorizar sus actividades en el mercado [Brunner y Cox, 1991: 68] Como resultado de lo anterior, las formas de coordinación del sistema sufrieron una transformación fundamental. Se LAS POLITICAS DE EVALUACION 107 pasó de la antigua modalidad de regulación estatal corporativa a una basada en mecanismos de mercado. Es de señalarse que estos cambios se realizaron en 19801981 mediante decretos del poder ejecutivo elaborados por una comisión interministerial (Interior, Justicia, Trabajo, Hacienda, Educación y Planeación). Es decir, que los cambios más determinantes que se hicieron en la educación superior se realizaron al margen del propio campo educativo. Este esquema autoritario prevaleció a lo largo de los años ochenta, y sólo al final de este periodo se realizaron algunas consultas en el medio universitario (Brunner y Cox, 1991: 41). La propuesta del régimen militar para la educación superior descansaba en la premisa de que, al introducir mecanismos de mercado entre estudiantes, profesores e instituciones, se elevaría la calidad educativa. Dicha premisa se vio cuestionada cuando, en 1983, se hicieron consultas para contrarrestar efectos no previstos, tales como la proliferación artificial de carreras y la reducción en los requisitos de ingreso. De estas consultas surgió un anteproyecto de Ley de Educación Superior que preveía la formación de un Consejo Nacional de Educación Superior y establecía el mecanismo de la acreditación aplicable a todas las instituciones por parte de dicho Consejo. Este organismo, que seria autónomo y estaría constituido por representantes del gobierno, de los académicos, de las Fuenzas Armadas y del Fondecyt, se encargaría de proponer políticas para el sector, acreditar a las instituciones, crear un sistema común de admisión y aprobar la creación de nuevos programas. El proyecto no llegó a buen término, al ser derrotado por una coalición de rectores y diseñadores de la reforma de 198 1. Sin embargo, la lógica de esta propuesta permaneció en forma latente entre diversos actores del campo de políticas, ya que prefiguró los cambios que serían implantados a finales de la década. Entre 1986 y 1987 se promovieron ciertos ajustes a las políticas puestas en marcha desde la reforma de 1980, a fin de contrarrestar algunos de sus efectos no previstos (Brunner y Cox, 1991: 55-58): -La racionalización académico-administrativa: establecimiento de una jerarquía académica y separación de los académicos que no cumpliesen con criterios de calificación mínimos. 108 LAS POLITICAS DE EVALUACION -La restructuración de las carreras para eliminar duplicaciones de la oferta en una misma región o institución. -La creación de universidades regionales especialmente orientadas a atender necesidades locales. -La promoción de un mayor acercamiento entre las universidades y las empresas. -La diversificación del sistema eliminando las restricciones a la creación de universidades privadas. -Una mayor racionalización financiera: extensión de la aportación fiscal indirecta a las instituciones privadas, un mayor control de la aportación directa a las públicas y el traspaso de la gestión del Crédito Fiscal Universitario a las propias instituciones que recibían la aportación fiscal directa. Estas reformas quedaron consagradas en la última iniciativa educativa del régimen militar: la Ley Orgánica Constitucional de la Enseñanza, promulgada en 1990, al final del gobierno del general Augusto Pinochet. Este nuevo ordenamiento constitucional, emitido en vísperas del acceso al poder del presidente Patricio Aylwin, tuvo las siguientes consecuencias: -Se consagraron los cambios de 1980. -Se agregó un cuarto sector a la educación superior consistente en los establecimientos de enseñanza superior de las Fuerzas Armadas y los carabineros, sometidos a un régimen especial bajo la dirección del Ministerio de Defensa. -Se formuló un régimen más exigente de acreditación para las instituciones privadas que se crearan en el futuro, consistente en la aprobación del proyecto institucional y la verificación de su aplicación durante un plazo hasta otorgarse la plena autonomía. Este nuevo régimen se planteó como optativo hasta 1992, y en ese lapso las nuevas instituciones privadas pudieron acreditarse siguiendo el mecanismo de 1980 (es decir, la examinación realizada por una universidad pública). -Se creó el Consejo Superior de Educación, de carácter público y autónomo, encargado de la acreditación (Brunner y Cox, 1991: 59-60). Así, el gobierno democráticamente electo se encontró con un sistema de educación superior reorganizado y formalizado según la Ley Orgánica Constitucional de la Educación de 1990. LAS POLITICAS DE EVALUACION 109 Los casi 20 años de régimen autoritario significaron para la educación superior una refundación: la primera década fue de "reacción de las Fuerzas Armadas frente al desorden institucional' y los peligros percibidos en el periodo de la Reforma Universitaria" (Brunner y Cox, 1991: 60), mientras que la década de los ochentas significó un nuevo diseño a fondo de casi todas las dimensiones de la educación superior. Brunner y Cox (1991: 62) subrayan el hecho relevante de que se trató de "un proceso de transformación institucional impuesto desde un núcleo de poder estrecho y consistente e implementado en plazos lo suficientemente prolongados como para aprender de los propios errores y del navegar a través de contextos políticos de diferente naturaleza". El nuevo gobierno democrático asumió la situación como un punto de partida necesario para la formulación de sus propias políticas, las cuales ya no buscarían modificar las estructuras básicas heredadas del régimen anterior. Consolidación de las políticas de acreditación y evaluación Como se desprende de la exposición anterior, a lo largo de los años ochenta en el activismo gubernamental hacia el sistema de educación superior chileno, las ideas de evaluación y acreditación adquirieron una presencia progresivamente mayor. Si bien la década se inició con políticas enfocadas primordialmente a la racionalización financiera y administrativa del sistema, se produjo una evolución que fue legitimando el tema de la evaluación como instrumento central de regulación de la educación superior. Hasta 1980, el sistema de educación superior funcionaba al margen de mecanismos evaluatorios formales; así fue durante el periodo de la Reforma Universitaria (1967 a 1973) y durante el primer periodo del régimen militar (1973 a 1980). Por su parte, la reforma de 1980 efectivamente empezó a introducir nuevos criterios en este terreno. En el marco de la desregulación, se indujo la fundación de nuevas instituciones privadas (tanto universidades como institutos profesionales) mediante un sistema de acreditación 110 LAS POLITICAS DE EVALUACION Permisiva (Brunner, 1991: 7). Éste consistió en que, una vez obtenida la autorización oficial del Ministerio de Educación para operar, la nueva institución privada se obligaba a firmar un convenio con una de las ocho universidades tradicionales o con una de 14 nuevas instituciones estatales. Dicho convenio tomaba la forma de un contrato privado sin la intervención de organismo estatal alguno y establecía, para la institución privada, la obligación de obtener la aprobación de los nuevos programas de enseñanza por parte de la universidad examinadora. Asimismo, durante un plazo de cinco a 10 años los estudiantes debían presentar sus exámenes finales ante comités compuestos de académicos de la nueva institución y del establecimiento examinador. Al completarse satisfactoriamente el periodo de examinación, la nueva institución obtendría el status de establecimiento plenamente autónomo. La Ley de 1980 no estableció ningún otro mecanismo de acreditación o evaluación: la premisa era que la calidad y la eficiencia devendrían de la competencia por los estudiantes, los maestros e investigadores y los fondos públicos y privados. Este procedimiento fue objeto de diversas críticas: -La precariedad académica de algunos establecimientos examinadores. -El fundamento lucrativo de los contratos de acreditación. -La carencia de control público sobre el procedimiento. -El sesgo conservador (se alentó a los nuevos establecimientos a imitar a los antiguos para lograr la acreditación). -La evaluación se basó únicamente en el desempeño estudiantil (Brunner, 1991: 8). Como ya se señaló, en 1983 se tomaron varias medidas tendientes a modificar este esquema, en virtud de sus efectos no deseados: se estableció un tope a la creación de nuevas carreras, se determinó que las calificaciones de educación media de los estudiantes debían considerarse hasta en 15% para su ingreso a las universidades y se fijó un puntaje mínimo en la prueba de aptitud académica (PAA) como requisito de ingreso a las carreras de ingeniería (Brunner y Cox, 1991: 50). Asimismo, el Ministerio de Educación propició la formulación de un anteproyecto de Ley de Educación Superior cuya propuesta central era la creación de un Consejo Nacional de Educa LAS POLITICAS DE EVALUACION ción Superior que estaría encargado de armonizar el funcionamiento de las instituciones, de acreditarlas, de establecer un sistema común mínimo de admisión y de aprobar los nuevos programas académicos. Este intento de abandonar el esquema de mercado para instalar uno de regulación centralizada fue derrotado políticamente a fines de 1983. Pero ciertos elementos importantes de esta propuesta volverían a aparecer en la Ley Orgánica Constitucional de la Enseñanza (LODE) de 1990. La LODE significó un afianzamiento y una afinación del sistema de acreditación para la educación superior mediante la creación del Consejo de Educación Superior (CES)(2). En relación con la educación superior, sus funciones son las siguientes: -Crea un sistema de otorgamiento de licencias para autorizar que inicien actividades las nuevas instituciones privadas con base en la aprobación del proyecto institucional y los programas ofrecidos. -Proporciona un sistema temporal de evaluación institucional: cada establecimiento con licencia es evaluado anualmente durante seis años, al término de los cuales puede operar con plena autonomía. -Este procedimiento es optativo durante dos años para los establecimientos creados bajo la Ley de 1980. A partir de 1992, el nuevo procedimiento de acreditación será obligatorio. -Para la aprobación de proyectos institucionales y programas de enseñanza, el CES utiliza dos tipos de informes: un reporte detallado preparado por su secretariado ejecutivo y una o más evaluaciones proporcionadas por pares académicos contratados como consultores externos (Brunner, 1991: 10). Estas reformas han tenido efectos importantes sobre el proceso de acreditación de las instituciones privadas. Hasta 1992 se reportaron los siguientes resultados: de 40 universidades privadas, 21 (que abarcan 71% de la población estudiantil privada) han optado por acreditarse con el Consejo; de 80 institutos profesionales, 18 se han acreditado (33% de la (2) Dicho Consejo tiene las funciones de acreditar a los nuevos institutos profesionales y universidades privadas y de aprobar el currículo básico para los niveles primario y secundario. Está constituido por el ministro del ramo, tres delegados de las universidades estatales, uno de las universidades privadas, uno de los institutos profesionales autónomos, tres de la comunidad científica, uno de la Suprema Corte y uno de las Fuerzas Armadas. 112 LAS POLITICAS DE EVALUACION matrícula del sector); sólo se entregaron tres proyectos institucionales nuevos (uno fue aceptado; uno, rechazado, y otro, devuelto para su reformulación); el Consejo ha evaluado 196 programas de carrera previamente aprobados por el sistema de examinaciones; ha autorizado 44 nuevos programas de licenciatura, y en 1991 inició la evaluación anual de 15 instituciones (3). Ésta es la base jurídica y operativa a partir de la que se han formulado las políticas del gobierno del presidente Aylwin, el cual asumió el compromiso de elaborar una nueva ley general para la educación superior. Con el fin de formular una propuesta a este efecto, se formó una comisión especial designada por el presidente. Dicha propuesta, discutida con representantes de las comunidades académicas y autoridades de los diversos sectores institucionales, fue presentada al gobierno en 1991 y aún está considerándose. Contiene los siguientes lineamientos: -Fortalecer la autonomía de los establecimientos y la autorregulación del sistema mediante un conjunto de procedimientos de acreditación y evaluación no directivos y no burocráticos. -Regular el sistema por medio de un Consejo Nacional de Educación Superior (CNES) para las universidades y los institutos profesionales, y del Ministerio de Educación para los centros de formación técnica. -El CNES sería público y autónomo, vincularía la educación superior con el gobierno y sus miembros serían elegidos por las instituciones y la comunidad científica, así como designados por el presidente (con aprobación del Parlamento). -El CNES se financiaría con aportaciones anuales del presupuesto nacional, así como mediante cobros por sus servicios (Brunner, 1991: 12). En cuanto a los procedimientos de evaluación y acreditación contenidos en la propuesta de 1991, se pueden mencionar los que siguen: (3) Es de destacarse que los recursos utilizados por el Consejo durante 1991 fueron de 85 000 dólares. El personal del CES consta de ocho profesionistas y tres administradores. Durante 1991 contrató a 70 consultores externos (Brunner, 199 1: 1 l). LAS POLITICAS DE EVALUACION 113 -La acreditación de las nuevas instituciones privadas se realizarla mediante mecanismos semejantes al esquema de la LODE: a) evaluación por pares académicos de los proyectos institucionales y los programas de enseñanza (con base en variables organizacionales, académicas y financieras), dejando la decisión final al Consejo; b) vigilancia continua de las instituciones nuevas a lo largo de un periodo que iría de seis a 12 años; y c) terminado el periodo de vigilancia continua, se tomaría la decisión de otorgar autonomía plena. -La naturaleza obligatoria del procedimiento de acreditación: las instituciones que estuvieran operando con el antiguo sistema de examinaciones tendrían que sujetarse al nuevo procedimiento de vigilancia continua. -La vigilancia de todas las universidades e institutos profesionales, públicos y privados, mediante: a) la recolección sistemática de datos institucionales (académicos y financieros), presentados obligatoriamente cada año por las instituciones, y b) la publicación de datos sobre cada institución y análisis del funcionamiento del sistema de educación superior en su conjunto. El propósito sería buscar la transparencia del mercado, responsabilidad (accountability) y producción de información pública para fortalecer, junto con la función de vigilancia contínua, la autorregulación del sistema. -La evaluación institucional (montada y conducida por el CNES): a) el propósito sería mejorar la calidad y eficiencia de las instituciones y el sistema; se orientaría al mejoramiento institucional, con base en el cumplimiento de las metas institucionales y su funcionamiento eficaz; b) tendría carácter voluntario, pero ingresar al sistema de evaluación daría acceso a incentivos especiales: i) el Fondo de Desarrollo Institucional orientado a mejorar programas de enseñanza, y ii) las becas y los préstamos estudiantiles; c) habría dos procedimientos comunes de evaluación: i) la autoevaluación anual; y ii) la evaluación externa quinquenal mediante visitas de pares, y d) los informes de evaluación serían de dos tipos: i) un reporte detallado confidencial para uso del establecimiento; y ii) un resumen para difusión pública. Esta propuesta ha sido presentada al Parlamento chileno y está en discusión. Como puede apreciarse, la evaluación y la 114 LAS POLITICAS DE EVALUACION acreditación es el tema central de la agenda de la educación superior en Chile. Se colocó en ella durante los años ochenta a raíz de las políticas del régimen militar tendientes a regular la proliferación de instituciones privadas inducida por la desrregulación, y ha sido objeto de un continuo perfeccionamiento (fine-tuning) por parte de los equipos gubernamentales, en los que hubo un aprendizaje sobre la marcha acerca de los efectos perversos de sus políticas y la consiguiente necesidad de ajustes progresivos. Esto fue posible en el régimen anterior por la instalación de una política consistente de larga duración (y, debe suponerse, por la situación autoritaria que reducía los vaivenes políticos y las negociaciones características de los sistemas de educación superior). Con esta experiencia se fortaleció la legitimidad de la evaluación como línea medular de las políticas de educación superior, al grado de que en el gobierno del presidente Aylwin se ha tomado la decisión de consolidar y ampliar los mecanismos de evaluación. Con esto, se ha determinado no tocar la arquitectura del sistema y extender la evaluación más allá de la acreditación de instituciones privadas nuevas para convertirse en una modalidad de timoneo a distancia con vistas a mejorar la calidad de todo el sistema. Se podría afirmar que aun en el caso de que no fuese aprobada por el Parlamento la propuesta de la Comisión Especial para una nueva Ley de Educación Superior con las características mencionadas, quedaría en pie la orientación hacia la evaluación, junto con la creación (por la LODE de 1990) del Consejo Superior de Educación con funciones análogas -aunque más limitadas- a las propuestas para el organismo intermedio por la Comisión Especial. MÉXICO: EVALUACION Y MODERNIZACION DE LA EDUCACION SUPERIOR El escenario de los años setenta y ochenta A lo largo de las décadas de 1970 y 1980 se formó desenfrenadamente lo que hoy se conoce como el sistema de educación superior en México. Su población se expandió rápidamente pasando de 2 10 000 a 1080 000 estudiantes. En el LAS POLITICAS DE EVALUACION 115 mismo lapso, el universo institucional creció y se diversificó sustancialmente: de 100 instituciones en 1970 a 373 dos décadas después. La mayoría de las nuevas instituciones son privadas, si bien la mayor parte de la población estudiantil ha fluido hacia instituciones públicas (ya sea universidades o institutos tecnológicos). Esta expansión acarreó la incorporación de numerosos profesores: de una planta nacional de 17 000 en 1970 se pasó a una de más de 100 000 en 1990, proceso atropellado, marcado por la politización resultante del emergente sindicalismo y por la improvisación en las políticas de formación. Por otro lado, se ha dado una clara tendencia a la desconcentración geográfica del servicio educativo, el cual históricamente estuvo aglomerado en la ciudad de México y dos grandes ciudades de provincia, pero que actualmente se encuentra distribuido en todas las regiones del país (Kent, 1992a; Martínez Rizo, 1993). Este proceso respondió fundamentalmente a dos fuerzas motrices: la expansión de la demanda y la disposición estatal de financiar la expansión según un esquema benevolente (hasta 1983). La mayor parte de este crecimiento se albergó en las universidades públicas autónomas de los estados, las cuales recibieron recursos gubernamentales siguiendo un esquema que ha sido caracterizado como de intercambio político: los fondos del gobierno federal fluían para atender una explosiva demanda de los sectores medios emergentes cuya creciente politización reflejaba descontento con un gobierno fuertemente criticado por el dramático desenlace del conflicto estudiantil de 1968 (Fuentes, 1990). Los años setenta fueron un periodo de gran activismo político (sobre todo por el surgimiento del sindicalismo universitario) y de mucha retórica reformista en la educación. Sin embargo, no seria exagerado calificarlo como un periodo de expansión sin reforma: las políticas gubernamentales se inclinaron más por el acomodamiento político y por el encauzamiento de la demanda estudiantil que por programas de modernización educativa. Esta relación entre un Estado benevolente e instituciones celosas de su autonomía explica por qué las reformas propiamente educativas fueron más bien aisladas y azarosas: se produjeron en instituciones o incluso en programas académicos que contaban con 116 LAS POLITICAS DE EVALUACION liderazgos intelectuales sólidos, pero no resultaron -salvo en casos aislados, como la creación de la Universidad Autónoma Metropolitana- de un conjunto congruente de políticas reformadoras del Estado. Esta afirmación se sostiene incluso en contra de la evidencia clara de un discurso modernizador que insistía en temas como la planeación racional, la introducción de la tecnología educativa y la innovación curricular (Martínez Romo, 1992). Este discurso de modernización educativa, sin embargo, tuvo un débil correlato en las prácticas institucionales, pues el contexto de burocratización anárquica y politización dificultaba la legitimación de políticas orientadas a mejorar la calidad. Pero este asunto tiene su trasfondo en el tipo de regulación buscado por el gobierno: el financiamiento de tipo incrementalista y el acento en la negociación política de los conflictos universitarios no conducían a crear incentivos efectivos para la innovación educativa. Aquí se pueden encontrar las razones de la ausencia de una política de desarrollo para el posgrado y por tanto una falta de política de formación de recursos humanos, tema fundamental para un sistema educativo en expansión. Sometida a presiones demográficas y políticas intensas de nuevo tipo, la universidad tradicional se convirtió en pocos años en la universidad de masas, adaptándose defensivamente, hinchando sus estructuras administrativas y académicas, pero sólo aisladamente embarcándose en la innovación. Surgió, así, un sistema grande y diversificado y de calidad muy desigual. La porción más importante de la demanda en los años setenta se dirigió a instituciones públicas, tanto universidades como institutos tecnológicos. Sin embargo, durante la década siguiente las instituciones privadas fueron las que crecieron a un ritmo más intenso, multiplicaron su base institucional y llegaron a albergar hasta 18% de la población estudiantil nacional. Entre 1980 y 1990 ésta creció 92%, contra 400% en las instituciones públicas (universidades y tecnológicos). Alrededor de 60% de la población estudiantil privada se encuentra actualmente en instituciones académicamente consolidadas de tipo universitario, ya sea confesionales o laicas, y orientadas a un público de ingresos altos. El 40% restante LAS POLITICAS DE EVALUACION 117 de los demandantes de enseñanza privada ha optado por las cada vez más numerosas escuelas privadas pequeñas que ofrecen carreras profesionales en las áreas blandas del sector de servicios a precios relativamente bajos. Este crecimiento reciente de las instituciones privadas obedece seguramente a dos factores. Por un lado, los hijos de las familias de los sectores medios y altos tienden a optar cada vez más por instituciones privadas de tipo universitario en vez de las universidades públicas (donde estudiaron sus padres), a las que consideran como instituciones en crisis. En segundo lugar, la proliferación de escuelas privadas de baja calidad ha sido posible por la laxitud de las políticas gubernamentales de acreditación de instituciones nuevas, las cuales se han preocupado fundamentalmente por atender una demanda de certificados superiores (Levy, 1986). A partir de 1983, con el desencadenamiento de la crisis de la deuda externa, se puso en marcha una política estatal de ajuste financiero que buscó primordialmente controlar la inflación, reducir el déficit público y reorientar la estructura productiva hacia la exportación. Para el sector educativo (como para otros sectores incluidos en el llamado gasto social), esto significó una reducción importante de recursos: por un lado, se limitó el gasto estatal en educación y, por otro, la inflación contribuyó a socavar el valor real de los salarios magisteriales. Si durante los expansivos años setenta el gasto estatal en educación aumentó más de seis veces en términos reales, entre los años de 1981 y 1988 los recursos públicos para el sector perdieron alrededor de 25% de su valor (Salinas, 1991: 361). Este viraje gubernamental coincidió con dos fenómenos que afectaron a la educación superior. Primeramente, se evidenció durante los años ochenta una reducción importante de la tasa de aumento anual de la demanda de primer ingreso a la educación superior, al grado de que hacia 1989 se registraba un estancamiento casi absoluto. Por otro lado, se hizo visible el desquiciamiento de las relaciones institucionales internas de las universidades públicas más grandes, donde hicieron crisis las formas politizadas de administración clientelar que habían florecido al calor de la prosperidad económica del periodo anterior. En particular, fue clara la crisis del sindicalismo, que 118 LAS POLITICAS DE EVALUACION no tuvo la capacidad de adaptarse a la nueva situación. Hubo casos de grave involución política en algunas de las universidades públicas más grandes de los estados (Fuentes, 1988). Otras universidades públicas de menor tamaño y sin historia democrática mostraron los límites de una gestión institucional apegada a los intereses de grupos políticos externos. Pocos en el campo de la educación superior entendieron que con la restricción financiera, el abatimiento de la demanda y la crisis institucional se estaban derrumbando los puntales de un modelo promocional de expansión universitaria (Brunner, 1992c) y se cerraba una época en la educación superior mexicana. Pero fuera del campo universitario, particularmente en diversos sectores de la opinión pública, estos problemas se convirtieron en motivo creciente de insatisfacción. Estos cambios del segundo lustro de los años ochenta sucedieron en un contexto de abandono benigno por parte del Estado, consistente en una postura de no incrementar el gasto educativo y concentrar la atención en los apremiantes problemas económicos del momento, sin adoptar, por cierto, actitudes beligerantes o represivas hacia los conflictos sociales que esta política propició (Fuentes, 1991; Kent, 1993). Hacia finales del gobierno de Miguel de la Madrid (1982 a 1988), la imagen proyectada por las universidades públicas era de desprestigio académico y crisis administrativa y financiera, lo cual, por efecto de contraste, contribuía a prestigiar a las universidades privadas. En breve, a lo largo de los años de mayor expansión, la agenda de políticas de la educación superior estuvo dominada por el monto del financiamiento, el papel del sindicalismo, la democracia institucional y la militancia política de los universitarios. Esta agenda "en cierto modo se refería a procesos y rasgos periféricos a la estructura esencial de las instituciones o que correspondía más bien a sus relaciones políticas y sociales externas" (Fuentes, 1991). Pero a partir de mediados de la década de los ochenta se colocó en el tapete de la discusión un nuevo conjunto de problemas, esencialmente derivados de la creciente preocupación por la calidad y la pertinencia de la enseñanza superior. LAS POLITICAS DE EVALUACION 119 El contexto de las políticas en los años noventa A fines de 1988, en medio de una compleja situación de alta inflación, extendido desempleo y disminuida legitimidad política, asumió el poder Carlos Salinas de Gortari, quien se pronunció por dar continuidad a las políticas económicas del gobierno anterior, profundizar la apertura de la economía mexicana, controlar la inflación, reducir el déficit público y privatizar una buena porción del sector gubernamental. Otros aspectos importantes de este programa de gobierno fueron la renegociación de la deuda externa, la desarticulación de los grupos de poder sindicales, la atención a las demandas salariales de los maestros de educación básica, el inicio de las conversaciones sobre un tratado de libre comercio con los Estados Unidos y Canadá y la recuperación de la inversión privada. Estas acciones se cobijaron en el discurso de la modernización: la necesidad de un Estado modesto y atlético, la apertura a la economía mundial, la búsqueda de la eficiencia y la calidad en los procesos económicos (y, por extensión, en las demás actividades de la sociedad) y el valor de la competencia como sustituto del patrocinio estatal. El gobierno volvió a recalcar la importancia de la educación como factor de modernización económica y tecnológica y dedicó recursos crecientes a la educación superior: entre 1989 y 1993 aumentó aproximadamente 50%, en términos reales, el financiamiento federal a las universidades y los institutos tecnológicos públicos, y el gasto en desarrollo científico y tecnológico experimentó un crecimiento análogo (Salinas, 1993; Conacyt, 1991). Con estas medidas se recuperó el nivel de financiamiento global del sistema correspondiente al periodo inmediatamente anterior a la crisis de 1982. Sin embargo, no se trató de un mero refinanciamiento de la educación superior, sino de una modificación en la manera de ejercer el gasto educativo: ya en su campaña de 1988, Salinas afirmó que se volvería a financiar al sector, pero en lo sucesivo se haría sobre la base de resultados en la calidad y transparencia pública en el manejo de fondos (Salinas, 1989). El subsecretario de Educación Superior e Investigación Científica expresó así este cambio de actitud gubernamental: 120 LAS POLITICAS DE EVALUACION Muy pocos mexicanos están satisfechos con el quehacer actual de las instituciones de educación superior. La mayoría exige mejoramiento en la calidad y ampliación en la cobertura. Los reclamos vienen desde dentro y desde fuera del sector educativo y lo único que varía son las formas de expresarlos [ ... ]. Es necesario que las universidades y demás instituciones de educación superior atiendan y entiendan lo que los otros sectores de la sociedad esperan de ellas. En síntesis, la eficacia de las instituciones está en duda [Gago, 1989]. A partir de ese momento, empezaron a adquirir carta de naturalización los siguientes lineamientos: la necesidad de evaluar las instituciones; la obligación de mostrar a la sociedad los resultados de su labor; el impulso a la competencia entre las instituciones e incluso entre las públicas y las privadas, novedad que se argumentaba en términos de que Ia educación superior es un servicio público y lo relevante no es quién lo ofrece sino si lo hace bien o no" (Gago, 1989); la evaluación periódica de profesores e investigadores; la revisión del concepto de definitividad en el puesto; la vinculación del salario de los profesores a su productividad; la separación de los bachilleratos de las universidades, y el ofrecimiento de estímulos fiscales a empresas que contratasen servicios de las universidades. Cabe resaltar al respecto que esta postura fue denunciada por algunos sectores como una violación de la autonomía, pero parecería que la eficacia de la denuncia en el campo propiamente político (es decir, el de los movimientos sociales conectados con las universidades) ha sido menor que en las negociaciones directas entre los rectores y las autoridades gubernamentales. La doctrina de la autonomía ha sido explícitamente defendida por los altos funcionarios gubernamentales como pieza integral de los programas de evaluación, pues se ha declarado que son las instituciones mismas las que decidirán sobre sus propios proyectos de desarrollo y de mejoramiento de la calidad. Para todo fin práctico, según una crítica reciente, la autonomía había dejado de ser una forma de defensa de la libertad intelectual para convertirse en un discurso encubridor de un estrecho corporativismo sostenido primordialmente por los funcionarios universitarios, quienes ha LAS POLITICAS DE EVALUACION 121 brían expropiado la doctrina autonómica como instrumento de negociación de espacios propios ante las autoridades gubernamentales (Fuentes, Gago y Ortega, 1991). Así, aunque la introducción de la evaluación implicaría, en principio, replantear el concepto de la autonomía y vincularlo con el de la responsabilidad universitaria por los resultados del quehacer educativo, de hecho las comunidades académicas de las universidades públicas (y sobre todo de los institutos tecnológicos, que no son autónomos) han tenido de tiempo atrás poca influencia en las decisiones institucionales. Parecería, entonces, que el discurso autonómico adquiere su eficacia específica en las relaciones no públicas que entablan los funcionarios de la esfera gubernamental con los de la institucional. Este asunto no ha sido tan ampliamente debatido como se hubiera podido esperar en un sistema universitario en el que la autonomía parecía ser un valor históricamente consagrado. La relativamente baja intensidad de la discusión sobre la autonomía es un indicio revelador de los cambios subjetivos que se observan en el campo de la educación superior mexicana, lo cual no debería hacer pensar que las nuevas políticas están avaladas por un amplio consenso en este campo, sino que en todo caso las iniciativas gubernamentales han logrado introducirse en una situación de desarticulación de los actores académicos, sindicales y estudiantiles que en otras condiciones políticas quizá habrian mostrado mayor oposición. La puesta en marcha de los programas de evaluación: de 1989 a 1993 A poco más de un año de iniciado el gobierno de Salinas de Gortari se anunciaron sus principales objetivos en materia educativa, contenidos en el Programa de Modernización Educativa 1989-1994. Entre los últimos meses de 1989 y septiembre del año siguiente se diseñaron y negociaron los programas de evaluación de la educación superior. A lo largo de 1991 apareció un conjunto de programas específicos orientados a la modernización o el reordenamiento de las instituciones del sector. 122 LAS POLITICAS DE EVALUACION Para fines de análisis es importante distinguir estos dos aspectos de las políticas actuales -la evaluación y la modernización institucional-, pues en los procesos de implantación se han presentado casos en los que ambos se entrelazan. Aunque una buena parte del discurso gubernamental destaca el tema de la evaluación de la calidad, en la operación de otros programas propuestos por la Subsecretaría de Educación Superior e Investigación Científica (SESIC) parecería en ocasiones que el asunto de la evaluación se ve entremezclado con otras prioridades en una escala no siempre clara. En lo que respecta a la evaluación como tal, se han desarrollado programas separados para evaluar, por un lado, los establecimientos dedicados a la enseñanza (universidades e institutos tecnológicos públicos), y por otra parte los centros e institutos de investigación y posgrado (muchos de los cuales forman parte de las universidades). Consideremos en primer término las líneas de evaluación para las universidades y los institutos tecnológicos. Durante 1990, la SESIC formuló y negoció con la Asociación Nacional de Universidades e Institutos de Enseñanza Superior (ANUIES) una propuesta que contiene tres programas: la autoevaluación de los establecimientos, la evaluación individual de los profesores y la evaluación externa de los programas académicos. Se formó una Comisión Nacional de Evaluación (Conaeva), destinada a diseñar los programas e instrumentos de evaluación y efectuar la metaevaluación (o evaluación del sistema de evaluación en su conjunto)(4). La autoevaluación de los establecimientos. Consiste en un procedimiento mediante el cual las instituciones llenan anualmente un formato que contiene diversos indicadores de desempeño institucional. Los indicadores abarcan cuestiones como el tiempo que tardan los estudiantes en obtener el grado, el nivel de formación de los profesores, el equipamiento bibliotecario e informático, la adecuación de las normas jurídicas y administrativas y otros asuntos referentes al funcionaMiento global del establecimiento. Simultáneamente, a cada (4) Esta Comisión está compuesta por cuatro representantes del gobierno federal, el secretario general ejecutivo de la ANUIES y los rectores de la UNAM y de otras dos universidades públicas. Cuenta también con un grupo de apoyo técnico. LAS POLITICAS DE EVALUACION 123 institución se le exige que formule una declaración de misión o vocación institucional, de acuerdo con la cual debe asimismo diseñar un programa de desarrollo a mediano plazo. Se busca que el cumplimiento de las metas de dicho plan de desarrollo sea evaluado anualmente por medio de los indicadores de desempeño contenidos en la llamada autoevaluación institucional. Cumplir con estos procedimientos es también requisito para solicitar financiamiento especial para proyectos de desarrollo institucional. La evaluación individual de los profesores. Este programa en realidad consiste en el procedimiento para distribuir emolumentos especiales de productividad a los profesores, llamados becas de desempeño académico. Busca estimular la permanencia, la dedicación y la calidad del personal académico de tiempo completo en las categorías de titular y asociado. Los criterios de su asignación fueron diseñados por cada institución y aprobados por la Conaeva (SEP, 1991: 154-156). Inicialmente se otorgaron dichas becas a 30% de los profesores de tiempo completo (los cuales representan en promedio 25% de la planta académica nacional) en una escala de uno a dos y medio salarios mínimos mensuales. Posteriormente se amplió la cobertura de dicho programa, y algunas instituciones aplicaron fondos adicionales para aumentar el monto de las becas. La evaluación externa de programas académicos. Esta línea fue defendida fundamentalmente por la ANUIES en sus negociaciones frente a la propuesta inicial de evaluación hecha por la SESIC. Consiste en la creación de los llamados comités interinstitucionales de evaluación de la educación superior (CIEES), compuestos por ocho comités cuyos integrantes son nombrados por la SESIC y la ANUIES para representar las diversas áreas acadérnicas.(5) Cada comité cuenta con nueve representantes académicos, un vocal ejecutivo (coordinador) y un asistente. Los comités hacen visitas a los departamentos y facultades de su área respectiva, con las siguientes finalidades (CONPES, 1990): (5) Se formaron comités para las siguientes áreas: Difusión y Extensión de la Cultura, Ciencias Exactas y Naturales, Ingeniería y Tecnología, Ciencias Agropecuarias, Ciencias Sociales y Administrativas, Ciencias de la Salud, Educación y Humanidades y Administración de los Establecimientos. 124 LAS POLITICAS DE EVALUACION -Hacer una descripción cuantitativa y cualitativa de la situación que guardan los programas. -Realizar una valoración de los programas académicos en términos de su congruencia y su impacto social y/o productivo. -Identificar los problemas y necesidades más inmediatos de los programas. -Hacer recomendaciones para mejorar los programas. -Formular criterios y patrones de calidad y condiciones para su desarrollo. Hasta mediados de 1993 se sabía que los comités habían realizado alrededor de 135 visitas en diversas áreas.(6) Por lo que respecta a las políticas de evaluación dirigidas a la investigación científica y el posgrado, la historia ha sido distinta, pues desde hace algunos años este asunto ha formado parte de la relación normal entre las dependencias gubernamentales de financiamiento y los grupos de investigación. No es banal recordar que este tipo de actividad académica percibe la evaluación como una modalidad normal e incluso necesaria para el profesionalismo científico. Así, no se trata, en este caso, de que los cambios recientes en las políticas gubernamentales de educación superior hayan impactado desde afuera los valores y las mentalidades del campo académico, como ha venido sucediendo con la introducción de la evaluación en las universidades públicas. Antes bien, en el campo de la investigación científica lo que ha ocurrido es una reorganización del aparato gubernamental correspondiente -el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt)-, la cual fue iniciada y dirigida por integrantes del propio campo científico. Desde mediados de los años ochenta se hizo visible un creciente esfuerzo desplegado por científicos y administradores de la ciencia para legitimar públicamente su actividad y para abrir canales especiales de acceso a las altas esferas del gobierno. En 1984 se creó por decreto presidencial el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) para otorgar becas de productividad a los investigadores, a raíz de la pérdida del poder adquisitivo del salario provocada por la inflación. Posteriormente, desde el inicio de su gobierno, Salinas de Gortari formó (6) Comunicación personal de Sergio Martínez Romo, integrante de los CIEES. LAS POLITICAS DE EVALUACION 125 un Consejo Consultivo de Ciencia, que puso al presidente en contacto personal con representantes destacados de la comunidad científica. Entre 1990 y 1991 fue reorganizado el Conacyt, a fin que fuera dirigido por científicos. Se fortaleció la orientación de mandar a dictamen especializado toda solicitud de recursos para la investigación, se creó un Fondo de Desarrollo Tecnológico para fomentar la vinculación con empresas privadas, se incrementó el número de becarios en el extranjero y se creó un programa de repatriación de científicos mexicanos radicados en otros países. Asimismo, a partir de entonces se realiza una evaluación utilizando indicadores de desempeño de los programas de posgrado y se diseña un Padrón de Excelencia del Posgrado que identifica cuáles programas se beneficiarán con apoyo financiero. En todos estos programas, los criterios evaluatorios de Conacyt pasan a ser las normas definitorias de la asignación de recursos financieros a científicos, programas de posgrado y centros de investigación. Las asignaturas pendientes Discursivamente, se observa en la educación superior mexicana una gradual aceptación de la idea de la evaluación como componente importante de lo que genéricamente se ha llamado modernización de la educación superior. Sin embargo, su consolidación en las prácticas y normas institucionales y académicas es muy desigual, e incluso apenas incipiente. Se observa una situación híbrida: por un lado, el campo de la investigación científica y los organismos de financiamiento y apoyo muestran una clara tendencia a instaurar la evaluación como criterio de funcionamiento normal (aunque no sin conflictos en tomo a los criterios de evaluación y los procedimientos de asignación de recursos). Por otro lado, en el terreno de la docencia en las universidades y los institutos tecnológicos públicos, el desarrollo de la evaluación es mucho más vacilante y genera más efectos nocivos. En el primer caso -la evaluación de la investigación científica-, los representantes destacados de las oligarquías científicas en las ciencias duras fueron incorporados a las deci 126 LAS POLITICAS DE EVALUACION siones sobre evaluación y asignación de fondos, los criterios se hicieron públicos y el financiamiento estuvo claramente vinculado a los resultados de las evaluaciones. Pero en el resto del sistema, es decir, la enseñanza en licenciatura, prevaleció una situación distinta. Algunas de las variables claves de los sistemas de evaluación son el uso de la información generada, el diseño de los procedimientos y la relación entre la evaluación y el financiamiento, y sobre ellas conviene mencionar varias "asignaturas pendientes" o, si se quiere, zonas de ambigüedad. En primer lugar, el programa de estímulos al desempeño académico revistió rasgos equívocos. Una parte de los académicos mexicanos se vio incorporada a los procesos de evaluación y de estímulos correspondientes, pero los salarios de la mayoría siguieron deprimidos. Así, el incremento selectivo de los emolumentos académicos -pieza de una nueva política financiera cuya intención declarada fue premiar el alto rendimiento académicocorrió el riesgo de convertirse primordialmente en un nuevo mecanismo de segmentación del mercado académico y sólo secundariamente en un instrumento de elevación de la productividad. En efecto, cabe preguntar si este mecanismo induce la elevación del desempeño individual o bien si es meramente un instrumento de aumentos salariales diferenciados (Kohn, 1994). Los mecanismos mediante los cuales fueron asignados dichos estímulos en general obedecieron a las reglas del juego vigentes en cada dependencia. En instituciones donde prevalecía el decoro académico conseguido por comunidades disciplinarias activas, éstas participaban en la evaluación del desempeño individual y en la asignación de emolumentos; pero éste no es el caso de la mayoría de las instituciones mexicanas de educación superior. No quedó claro si en efecto fue evaluado adecuadamente el desempeño de los académicos, si el buen desempeño fue premiado en consecuencia ni si estos procedimientos significaron en efecto una mejoría en el proceso educativo. En segundo lugar, circuló muy poca información confiable sobre los procedimientos y los resultados de las autoevaluaciones institucionales. La decisión de divulgar los resultados de estos ejercicios se dejó en manos de los rectores, la ma LAS POLÍTICAS DE EVALUACION 127 yoría de los cuales prefirieron no hacerlo(7). Es claro que este procedimiento se limitó a un intercambio de información entre los funcionarios gubernamentales y los directivos institucionales, sin que se tengan precisiones acerca de los efectos de estas evaluaciones sobre la toma de decisiones en las universidades. Muchas de las experiencias de autoevaluación instítucional parecieron ejercicios cupulares de índole administrativa que no afectaron las formas de gestión institucional y las prácticas académicas (Kent, 1992b). En tercer término, en relación con la metaevaluación (o evaluación del sistema de evaluación), la Conaeva no se distinguió por hacer públicos los resultados de sus valoraciones, salvo informaciones de carácter general.(8) Se puede afirmar que este organismo no es apreciado (muchas veces ni siquiera es conocido) por las comunidades académicas como una instancia legítima de evaluación. Por tanto, el organismo rector de los procesos de evaluación muestra signos de opacidad y poco arraigo, si bien no se puede dudar de que realiza una labor continua de vigilancia de los procesos de evaluación en marcha. La función central de la metaevaluación que sin duda se realizó en el seno de la Conaeva no aportó a la discusión pública elementos de análisis e información que ayudaran a arraigar el interés en la evaluación. Cuarto, el asunto crucial y delicado de la vinculación entre la evaluación y las decisiones financieras del gobierno fue motivo de dos definiciones distintas en diferentes niveles de la educación superior. La creación de un sistema de evaluación se enfrenta siempre a un dilema de fondo. Se puede optar por ligar J financiamiento a los resultados de las evaluaciones con el fin de asegurar que la evaluación sea efectivamente introducida. El riesgo es que los procedimientos de evaluación se conviertan en un juego por el poder. Si, por el contrario, se decide que el objetivo fundamental es promover el interés en la evaluación libremente asumida por los actores, se pensará que las evaluaciones no deberán tener (7) Comunicación personal de Ricardo Mercado del Collado, funcionario de la SESIC (1994). (8) Por ejemplo, Indicadores y parámetros de evaluación, publicado en 1992 por la CONPES. 128 LAS POLITICAS DE EVALUACION consecuencias financieras. El costo probable de esta estrategia es que la evaluación de la calidad no sea efectivamente incorporada en las prácticas institucionales e individuales (Maassen, 1992). Parecería que la primera opción fue tomada como norma de operación por el Conacyt y la segunda estrategia fue adoptada por la SESIC. Por tanto, se produjo una situación híbrida: las políticas de investigación y posgrado siguieron una vía y las políticas para las instituciones de enseñanza en licenciatura siguieron otra. Esto fue así no por una incongruencia en el diseño de las políticas (en el supuesto de que éstas respondiesen a voluntades únicas y racionales), sino porque en unas y otras intervinieron actores distintos. Esta diversificación del campo de producción de políticas es un importante dato en los procesos de cambio aquí reseñados. La creciente autonomía y legitimidad de los investigadores científicos frente a otros actores como la ANUIES o la SESIC se expresó claramente en el contraste de los programas promovidos por el Conacyt frente a los generados en la propia SESIC para las universidades públicas. Quinto, el crecimiento de las instituciones privadas generó una nueva preocupación por su acreditación. La llamada incorporación de estudios, que tradicionalmente había consistido en un trámite que registraba las condiciones operativas básicas de cada escuela, empezó a ser discutida a principios de los años noventa cada vez más en términos de una política de elevación de la calidad que fuera más allá de una forma administrativa elemental. Los principales participantes en esta discusión fueron la SESIC y la Federación de Instituciones Mexicanas Particulares de Educación Superior (FIMPES), que en 1993 agrupaba a 66 instituciones privadas. A partir de 1992, la FIMPES inició un proceso de evaluación externa con fines de acreditación para aquellas instituciones interesadas en pertenecer o permanecer en la Federación. Dicha pertenencia carece de consecuencias formales, pues la acreditación ofrecida por la FIMPES no equivale a una acción legal, pero en vista de la proliferación de instituciones privadas de muy diversos niveles de calidad bajo el régimen tradicional de regulación laxa del gobierno, la FIMPES aspiraba a ejercer una influencia sobre el prestigio y la imagen pública de las J LAS POLITICAS DE EVALUACION 129 instituciones privadas que tuviera impacto en el mercado de consumidores.(9) Por otro lado, algunas de las universidades privadas consolidadas (como la Universidad de las Américas en Puebla y el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey) habían tomado años atrás la iniciativa de incorporarse a los mecanismos de acreditación de la Southern Association of Schools and Colleges de los Estados Unidos. Finalmente, parecería existir una confusión de prioridades y procedimientos en los procesos de evaluación de las universidades. Por un lado, el gobierno insistió en la necesidad de efectuar una modernización general del funcionamiento académico y administrativo de los establecimientos. Esto es, se buscaba poner fin a la burocratización anárquica: racionalizar la administración escolar, mejorar la gestión financiera y de recursos humanos, volver eficaz la planeación y adecuar los ordenamientos jurídicos de las instituciones. Por otro lado, los programas de evaluación pretendían, cuando menos en el papel, introducir la norma de la garantía externa (accountability) y arraigar el hábito del mejoramiento continuo. Sin embargo, en muchos casos los dos propósitos parecieron entremezclarse, con lo cual el principio de la evaluación acabó diluido. Cuando se anunciaron en 1989 y 1990 los programas del gobierno de Salinas de Gortari para la educación superior, el tema central era la evaluación; hacia el final del sexenio, sin embargo, la agenda se había llenado con otras prioridades. Quizá se pueda decir que la directriz más general de los diferentes programas gubernamentales fue la modernización de la educación superior, y que el asunto de la evaluación figuró como un tema importante en esta agenda pero no necesariamente como el que imprimió su lógica al conjunto. En suma, el periodo que se inició en 1989 puso en marcha nuevos desplazamientos importantes en la educación superior mexicana. Es evidente que hubo un primer movimiento políticamente dúctil hacia la instalación de los mecanismos y las estructuras de la evaluación en un sistema históricamente ajeno a ella. Sin embargo, su legitimación y su plena asimilación a las prácticas institucionales y académicas fueron (9) Entrevista con el licenciado Rubén Rodríguez, secretario general de la FIMPES, 25 de julio de 1994. 130 LAS POLITICAS DE EVALUACION desiguales. Hubo mensajes encontrados, gran diversidad de intenciones gubernamentales y una asimilación desigual de la cultura de la evaluación. LA EVALUACION EN LA EDUCACION SUPERIOR BRASILEÑA La evaluación es un tema a la vez viejo y novedoso en la educación superior brasileña. Fue éste el primer sistema latinoamericano que instaló una estructura formal y exitosa de evaluación, pues desde mediados de los años setenta funciona para los programas de posgrado e investigación científica. Por otro lado, lo novedoso de la cuestión consiste en que en los últimos años se ha intentado extender esta pauta al resto del sistema de educación superior. A diferencia de la primera experiencia, esta última ha sido compleja y lenta, marcada por dos signos diversos: por un lado, el difícil avance de las formulaciones globales de política -en el marco del debate social sobre la democratización y la nueva constitución-, y al mismo tiempo el desarrollo de experiencias exitosas de evaluación en el nivel de las universidades federales que la emprenden por cuenta propia. Desde este último punto de vista, compartido por los que critican los bajos niveles de calidad de la enseñanza superior, la evaluación es un ingrediente necesario para mejorar el funcionamiento del sistema: "La cuestión de la calidad surge como problema socialmente significativo cuando los resultados o productos que se obtienen de las instituciones de educación superior dejan de corresponder a las expectativas de los diferentes grupos y sectores que participan en ellas" (Schwartzman, 1992: 13). Pero en otros segmentos, particularmente entre los profesores de licenciatura y los sindicalistas, se piensa que la cuestión de la evaluación irrumpe [cursivas mías] en la vida universitaria brasileña a partir de las consideraciones de la Co misión Nacional para la Reformulación de la Educación Superior, que produjo el documento Una nueva política para la educación superior, y a partir especialmente del Informe del Grupo Ejecutivo para la Reformulación de la Educación Superior entre 1985 y 1986 [Ribeiro Cardoso, 19891]. 1 a LAS POLITICAS DE EVALUACION 131 Desde esta perspectiva, la irrupción de la evaluación es entendida como una nueva forma de control estatal de las universidades y un ataque a la autonomía. Como se observa, el tema de la evaluación es motivo de enconados debates en el contexto brasileño. Revisemos algunos de sus rasgos básicos. La expansión no regulada del sector privado y las nuevas desigualdades del sistema de educación superior El brasileño es un sistema de educación superior grande y cada vez más complejo. De una población total de 98 892 estudiantes en 1961, pasó a tener 1 518 904 en 1989. El sector privado abarca 6 1 % de esta población en la actualidad, mientras que 21% está inscrito en universidades federales, 13% en universidades estatales y 5% en instituciones municipales. Existen hoy en día 902 instituciones de nivel superior, de las cuales sólo 93 son universidades y 809 son escuelas aisladas y federaciones (Ministério da Educacáo, 1990; Sampaio, 199 1). El sector dinámico de esta expansión ha sido la educación superior privada. Este sector, que siempre tuvo una presencia importante (en 1961 abarcaba 44% de la población estudiantil), acrecentó su peso en el conjunto desde finales de los años sesenta y durante la década siguiente, el periodo de mayor crecimiento del sistema. Entre 1968 y 1975, la población estudiantil total de nivel superior aumentó anualmente en un promedio de 21%, y en este mismo periodo la población estudiantil privada elevó su proporción de 45 a 62% del total. Este modelo de crecimiento fue determinado en buena medida por la reforma universitaria de 1968, implantada por el régimen militar: La reforma universitaria, que era una demanda sostenida desde el inicio de la década de los sesentas, fue implantada en el cuadro de un régimen autoritario, de profundización de la represión política en el país. Paradójicamente, sin embargo, la reforma de 1968 incluía medidas de efectiva democratización interna y de sustancial aumento de la participación de estudiantes y profesores en la gestión institucional, incluyendo también medidas que promovían el fortalecimiento de valores académicos (en la estructuración de la carrera académica y la valorización de la investigación). Defi 132 LAS POLITICAS DE EVALUACION nía, así, un nuevo modelo para las universidades públicas -inspirado en el modelo alemán y en las adaptaciones de éste hechas por el sistema norteamericano-, que reservaba a la investigación un lugar destacado y procuraba integrar las antiguas facultades y escuelas profesionales en departamentos. La acción reformadora sobre el sector público fue esencialmente cualitativa: además de crear un espacio para la investigación y de estimular la profesionalización de los docentes mediante su incorporación al régimen de tiempo integral, vinculó el ascenso en la carrera académica al aumento de la calificación y el entrenamiento en investigación. Se creó, con esto, una clientela creciente para los programas de posgrado, que tendrían una notable expansión en la década de los setenta. Creció poco el sector público les decir, las universidades federales] que atendió una parte pequeña de la demanda. La otra parte fue absorbida por el sector privado [. .. ]. La expansión de establecimientos privados y no universitarios está gobernada por los elementos más inmediatos de la demanda social, que se orienta hacia la obtención del diploma. Se produjo, así, un sistema empresarial en el cual la calidad de la formación ofrecida es secundaria y la investigación es totalmente irrelevante [Klein y Sampaio, 1992]. A diferencia del caso mexicano, las instituciones privadas no reguladas fueron las que absorbieron la mayor parte del crecimiento, mientras que las universidades públicas fueron diseñadas para ser el sector de élite (con exámenes de ingreso; profesores calificados y con contratos de tiempo completo, y programas de posgrado e investigación). Una característica importante de los establecimientos privados es que ofrecen la mayoría de sus cursos en las áreas sociales y administrativas: en 1988 las carreras de psicología, contabilidad y administración absorbieron casi 600 000 estudiantes en cursos nocturnos y con una fuerte participación femenina (Sampaio, 199 l). Por otro lado, el sistema de educación superior brasileño revela profundas diferencias regionales, sobre todo entre el muy desarrollado estado de Sáo, Paulo y el resto del país. En Sáo Paulo se encuentra una quinta parte de la población nacional y un tercio de la población estudiantil total. Las universidades públicas paulistas son consideradas las mejores, mientras que su sector privado está mucho más diferenciado que en el resto de Brasil (Sampaio, 1991). LAS POLITICAS DE EVALUACION 133 Actualmente, la educación superior brasileña se enfrenta a una situación de escasez de recursos y a un panorama políticamente muy complejo. En tanto sistema, se observan problemas de muy diversa índole, desde la gestión y el financiamiento hasta su estructura y los valores en conflicto de muy diferentes intereses que lo atraviesan (Schwartzman, 1988). La complejidad democrática política de la transición A la situación antes descrita se agrega la complejidad de un contexto político extremadamente fluido. El año de 1985 representa un hito importante en el sistema político brasileño: después de 21 años de régimen autoritario, se cierra la era de los presidentes-generales y asume el poder un gobierno civil, escogido por el Congreso mediante elecciones indirectas. La inauguración de la Nova República corresponde a la conclusión de un proceso de apertura política lenta y gradual, que se prolongó por cerca de 10 años y que, en su etapa final, estuvo marcada por una intensa movilización en torno a las elecciones presidenciales [ ...] Entreverada con la actuación de los partidos y movimientos populares en favor de las elecciones directas se encuentra una demanda generalizada por la ampliación de la participación de la sociedad en las diferentes esferas de decisión, mediante la expansión y diversificación de los mecanismos de representación de intereses y de los canales de acceso a instancias decisorias, en la tentativa de romper la estructura tecnoburocrática con base en la cual las decisiones eran tomadas en el ámbito del Ejecutivo El sector educativo es uno de los que concentra las mayores expectativas de participación en la formulación de políticas [Klein, 19911] En un régimen democrático con dificultades para consolidarse, se ha discutido desde mediados de los ochentas sobre las medidas necesarias para ampliar una política de elevación de la calidad en el conjunto del sistema de educación superior. Con la llegada al poder del gobierno civil en 1985, se formó una comisión presidencial para discutir y proponer un programa de reformas. Según Schwartzman (1988), esta medida obedeció más a los problemas políticos del momento que a los de la educación superior. El gobierno de José Samey se enfrentaba 134 LAS POLITICAS DE EVALUACION a los efectos de la depresión económica de principios de los ochenta en combinación con las expectativas desatadas por el proceso de democratización. Las principales presiones, contradictorias, provenían de actores diversos: los sindicatos de profesores y los grupos estudiantiles exigían democracia universitaria y total autonomía, pero se oponían a la evaluación externa y al reconocimiento de la diferenciación institucional, así como al subsidio público para el sector privado; las instituciones privadas buscaban el subsidio público; los funcionarios universitarios pedían cambios realistas en los esquemas de legislación y financiamiento y los científicos y los profesores de los programas de posgrado apoyaban la evaluación y la diferenciación institucional, aunque carecían del empuje político para hacer valer sus propuestas. Dada la heterogeneidad y las tensiones del campo político, quedaba claro que cualquier propuesta emanada de la comisión presidencial nombrada en 1985 para formular una propuesta global para la educación superior suscitaría fuertes polémicas y oposiciones (Klein, 1991). En efecto, el documento final de la comisión, Para uma Nova Política para a Educación Superior, contiene varias propuestas que, a la postre, no fueron puestas en práctica. La recomendación global de política educativa pide la diferenciación institucional con autonomía y evaluación. Asimismo, contiene una serie de recomendaciones puntuales que derivan de las diversas demandas específicas de los intereses representados en la comisión. No hubo acuerdo posible porque cada una de las recomendaciones (que idealmente formarían parte de un conjunto coherente de políticas) suscitó oposiciones distintas de los diversos actores (Schwartzman, 1988). Estas contradicciones y otras más representaron un freno a la implantación de las recomendaciones de la comisión. Así, en torno a la discusión sobre el texto constitucional en 1987 (la Ley de Directrices y Bases) se armaron diversas coaliciones en favor y en contra de los principales temas críticos que se analizaban: la creación de nuevos órganos de formulación de políticas, la acreditación, la autonomía, el financiamiento y los procedimientos de evaluación (Klein, 1992). En este complejo debate, la evaluación ocupa un lugar cen LAS POLITICAS DE EVALUACION 135 tral porque es un tema que se vincula crucialmente con los otros que se analizan, sobre todo la autonomía y la democracia (Durham, 1992). Ahora bien, los diversos participantes colocan estos tres temas -democracia, autonomía y evaluación- en una escala distinta de prioridades y buscan actuar en consecuencia. Si para los grupos sindicales y estudiantiles la autonomía universitaria tendría que ir acompañada de la elección universal de las autoridades institucionales, para los científicos el concepto de autonomía debe ser matizado por la evaluación de los resultados y productos de la universidad. Para unos, el tema de la autonomía va ligado a la democracia, mientras que para otros sería parte de una política tendiente a mejorar la calidad mediante la evaluación. Tras esta compleja situación política se encuentra el hecho de que conviven hoy en la educación superior brasileña distintos estratos y segmentos sociales y profesionales que se fueron agregando al sistema en el curso de la expansión no planeada de las décadas anteriores. Así, la educación superior se asemeja a un pastel de novia, compuesto por distintos segmentos que coexisten con dificultad. Según Schwartzman (1992), los diversos estratos, intereses y valores de la profesión académica que componen este pastel serían los siguientes: a) las viejas profesiones liberales, interesadas en formar pocos profesionistas muy calificados pero no inclinados a la investigación sino preocupados más bien por la crisis de dichas profesiones en un sistema de masas; b) la pequeña comunidad de investigadores científicos y profesores de los posgrados que ganó su espacio con las reformas de 1968 y ha contribuido a fortalecer los criterios de excelencia y los procedimientos de evaluación, y c) los profesores de licenciatura que llegaron a sus puestos durante el crecimiento no regulado y que se inclinan por la afiliación sindical, mostrando mayor preocupación por el salario y los derechos laborales que por la elevación de la calidad científica. Esta gran diversidad de intereses hace difícil llegar a consensos sobre qué hacer para mejorar la calidad educativa. Asimismo, entre los estudiantes se pueden distinguir diferencias semejantes: a) los de familias acomodadas que anhelan la universidad de otros tiempos; b) los provenientes de nuevos 136 LAS POLITICAS DE EVALUACION grupos sociales que perciben la evaluación como una amenaza, y c) un nuevo público diferenciado de adultos que buscan usar la educación superior fuera de los formatos curriculares tradicionales. En este contexto, el tema de la evaluación no ha surgido clara y unívocamente en la discusión y formulación de políticas en Brasil. Sin embargo, según Schwartzman (1988) "siguen sucediendo cambios e innovaciones incrementales. Se han empezado a realizar evaluaciones de instituciones de pregrado [... ] Es la complejidad del sistema de educación superior, antes que una reforma global bien concebida, la fuente de los continuos cambios en la educación superior brasileña". Si bien en un sistema tan diverso y políticamente complejo es poco previsible que se configure a corto plazo un escenario político de suficiente consenso que permita formular e implantar un programa global para la educación superior, la misma diversidad es un terreno propicio para la aparición de iniciativas e innovaciones en algunas áreas. Las experiencias evaluación recientes de Las primeras experiencias de evaluación en la educación superior brasileña fueron las impulsadas a partir de 1975 por la CAPES y el CNPQ (10) en los programas de posgrado. Este sistema se ha desarrollado e institucionalizado en alto grado. Durante sus primeros años, la experiencia de la CAPES involucró fundamentalmente a su personal técnico, a los consultores contratados para realizar evaluaciones y a los administradores de los programas de posgrado. Pero desde principios de los ochentas fue reevaluada esta experiencia; en 1982 la CAPES fue reorganizada con estas funciones (Martins, 1988; Rancich, 1985): -El otorgamiento de becas en Brasil y el exterior. -La cooperación internacional. -El acopio y divulgación de información. -El seguimiento y la evaluación del posgrado. -La acreditación de dichos programas (10) CAPEs son las siglas de la Coordenagáo de Aperfeicoarnento de Pess6al de Nivel Superior, y CNPQ es el Conselho Nacional de Desenvolvimento Científico e Tecnológico. LAS POLITICAS DE EVALUACION 137 Asimismo, la CAPES se empezó a ocupar de la evaluación de las universidades a partir de 1983 con su Programa de Avaliacáo da Reforma Universitaria, que recogió datos relevantes para formular diferentes alternativas para mejorar la educación superior brasileña (Paul, Ribeiro y Pillati, 1992). Sin embargo, el impulso de la evaluación de las universidades sólo empezó a tomar cuerpo en el segundo lustro de los ochentas al calor de las discusiones sobre una nueva política educativa del régimen democrático. A pesar de los devaneos y las difíciles negociaciones sobre el marco general de las nuevas políticas de educación superior a partir de 1985, se han acumulado diversas experiencias de evaluación de los programas de pregrado en las universidades públicas. Entre 1986 y 1988 aparecieron varias iniciativas en este sentido, luego de que el Consejo de Rectores de las Universidades Brasileñas (CRUB) asumió en 1986 que la evaluación del desempeño era parte del compromiso social de las universidades (Paul, Ribeiro y Pillati, 1992). En ese momento se creó en el Ministerio de Educación el Grupo Ejecutivo para la Reformulación de la Educación Superior (GERES), cuyo informe dedicó un capítulo al tema de la evaluación. De ese momento en adelante se realizó una serie de seminarios y talleres para sensibilizar a distintos grupos universitarios sobre el tema y comenzar la elaboración de metodologías y experiencias. La atención de la Secretaría de Educación Superior del Ministerio se centró en la evaluación de las universidades públicas, aunque también se buscó impulsarla en algunas privadas. Se crearon programas para fomentar la evaluación de profesores por alumnos y de evaluación institucional (Paul, Ribeiro y Pillati, 1992). Hasta 1990 se habían realizado experiencias de evaluación en 59% de las universidades en general (particularmente las públicas y con una alta participación de las federales) y sólo en un tercio de las privadas. Se hicieron evaluaciones de diverso tipo: de diagnóstico, de proceso y de resultados. Las polémicas al respecto se han centrado, por ejemplo, en las modalidades cuantitativas y cualitativas y en torno al uso adecuado de los resultados de las evaluaciones (Paul, Ribeiro y Pillati, 1992). Asimismo, se pueden observar iniciativas de diversa índole 138 LAS POLITICAS DE EVALUACION relacionadas con la evaluación: los gremios profesionales están realizando evaluaciones de los programas de estudio de sus respectivas especialidades; existe un instituto privado que pretende hacer evaluaciones en las instituciones particulares; la gestión del ministro de Educación Goldemberg (quien renunció en 1992) diseñó una nueva fórmula de financiamiento basada en indicadores de desempeño de las universidades; y, por último, en el estado de Sáo Paulo se pretende extender el sistema de evaluación de la Universidad de Sáo Paulo al resto de las instituciones de la región. En suma, el tema de la evaluación está imbricado con muchas otras cuestiones criticas del sistema de educación superior en su conjunto, como son la autonomía, el estatuto docente, las formas de regulación de la expansión y la acreditación de instituciones privadas. Esto hace que la discusión de políticas globales para la evaluación sea muy compleja. Sin embargo, la misma diversidad del sistema y la progresiva legitimación desde abajo de la evaluación como instrumento de mejoramiento de la calidad han permitido extenderse. En este juego se expresa una tensión entre los factores de rigidez y los factores facilitadores del cambio. Según Schwartzman (1992), los factores de rigidez serían los siguientes: 1. La gran diversidad de culturas e intereses dentro y fuera de la universidad hace difícil llegar a consensos sobre qué hacer para elevar la calidad (e incluso para definirla). 2. Los públicos y clientes, en efecto, perciben de diversas formas la pérdida de calidad, pero no expresan su demanda de manera que mueva a las instituciones, puesto que no son públicos organizados ni cuentan con sistemas de información que permitan realizar comparaciones. 3. Los gobiernos tienen una visión de corto plazo y pragmática: las instituciones de educación superior no son concebidas como recursos que desarrollar y conservar, sino como fuentes de dificultades políticas que cuestan más de lo que valen. La educación superior, en suma, tiene una baja prioridad política. Contrapuestos a los anteriores, se encuentran los factores que impulsan el cambio: LAS POLITICAS DE EVALUACION 139 1. El contraste entre el crecimiento continuo de los costos de la educación superior y el agotamiento fiscal de los gobiernos (que no es de corto plazo). Esta crisis deberá llevar a una profunda revisión de criterios de asignación financiera, alterando el criterio de la gratuidad e introduciendo criterios de prioridad. 2. El agotamiento del modelo profesional corporativista que condiciona a todo el sistema de educación superior. Al perder valor como moneda genérica, la posesión de diplomas de instituciones prestigiadas se valora cada vez más. Asimismo, los sectores más dinámicos de la economía aprecian cada vez más ciertas habilidades (uso de lengua nacional y extranjera, el manejo de conceptos matemáticos y formales, la capacidad de relación con el público y la iniciativa y la creatividad) cuya relación con diplomas específicos se vuelve cada vez más dudosa. De ahí que los diplomas sirvan cada vez menos como instrumentos útiles para que los empleadores seleccionen trabajadores.(11) 3. La ampliación de la gama de servicios exigidos por la sociedad a la universidad (extensión, transferencia tecnológica, servicios médicos, etc.) la somete a una presión creciente para que haga más flexible su oferta. Estos tres factores parecieron perturbar los pactos implícitos de acomodamiento interno y de no injerencia recíproca en las instituciones de educación superior. La evaluación estuvo crucialmente ligada a estos desplazamientos, pero en particular a la posibilidad de que surgiera una política gubernamental de largo plazo para mejorar la calidad del sistema de educación superior. ARGENTINA: PRECARIEDAD DE LA EVALUACION EN UN RÉGIMEN DEMOCRÁTICO RECIENTE Entre los sistemas de educación superior latinoamericanos más convulsionados por los cambios políticos, financieros e ideológicos de los últimos años se encuentra el argentino. En (11) Según Schwartzman (1992), "el supuesto de que todas las carreras terminan con un diploma que garantiza una posición fija y protegida en el mercado de trabajo resiste cada vez menos a la expansión y diversidad de los egresados, la proliferación de profesiones y la propia dinámica de los mercados ocupacionales en función del cambio tecnológico contínuo". 140 LAS POLITICAS DE EVALUACION los años setenta se vivieron los efectos de la restricción financiera y la intervención política del régimen militar. Y los ochentas trajeron la recuperación de gobiernos democráticos en un contexto de precariedad económica, gran crecimiento de la demanda de estudios superiores y florecimiento de las expectativas de participación. La imagen que quizá sirva para caracterizar esta situación es la de un sistema de educación superior puesto a la defensiva por sucesivos cambios en la sociedad, frente a los cuales surge con gran dificultad un conjunto coherente de políticas. A la par de este proceso -o mejor dicho, como un elemento explicativo importante del mismo- se perfila claramente un nuevo universo de actores con intereses cristalizados y a la vez fragmentados: sindicatos de maestros, federaciones estudiantiles, partidos políticos, directivos universitarios y autoridades gubernamentales. A partir de un núcleo histórico de universidades nacionales, la enseñanza superior argentina se ha diversificado a lo largo de los últimos 20 años en el marco de la política del régimen militar que restringió el crecimiento de las universidades nacionales (además de intervenirlas políticamente) y promovió, con una regulación laxa, la expansión de las instituciones privadas. Actualmente, el sistema se compone de 26 universidades nacionales (financiadas por el presupuesto federal), varios institutos de investigación científica (también públicos, apoyados por el Conicet), diversas universidades privadas (que llegaron a cubrir en los años ochenta hasta 20% de la población estudiantil nacional) y las instituciones públicas no universitarias. El escenario actual de políticas se configuró a partir de la instalación del régimen democrático en 1983: La asunción de las autoridades nacionales electas en 1983 se pro dujo dentro de un clima de grandes expectativas de cambios insti tucionales. No se trataba sólo del retorno a la Constitución des pués de largos años de dictadura militar. El encumbramiento de autoridades políticas civiles gozaba del mayor grado de legitimi dad frente a la sociedad en su conjunto, pero frente a ellas se erigía un cúmulo de demandas surgidas del deterioro percibido en las instituciones públicas y de las penurias económicas resultantes de la crisis desencadenada en 1981-1982. La agenda política rebosa ba de urgencias, mientras que los recursos políticos eran frágiles LAS POLITICAS DE EVALUACION 141 -a pesar del clima de legitimidad- y los recursos económicos muy escasos [Balán, 1992]. En este contexto, las principales medidas adoptadas por el gobierno de Raúl Alfonsín en la educación superior fueron las siguientes: -La normalización jurídica reconstituyendo el marco legal vigente de 1958 a 1966, que reconocía la libertad académica, la autonomía de gestión interna y la representación tripartita de profesores, graduados y alumnos, volviendo así al esquema de la Reforma Universitaria de 1918. -La regularización del cuerpo docente, es decir, el reconocimiento de los profesores concursados en el régimen anterior y la apertura de nuevos concursos. -La restauración del ingreso irrestricto y la gratuidad de la enseñanza en licenciatura [Balán, 1990]. En cuanto al asunto de las finanzas, la administración radical que gobernó al país entre 1983 y 1989 no pretendió modificar el régimen de financiamiento de las universidades nacionales. Presionada por los programas de ajuste económico dirigidos a equilibrar las finanzas del Estado, colocó a dichas instituciones dentro de la política global de contención del gasto público, que a menudo entró en conflicto con las presiones sindicales y universitarias en su conjunto. Sin embargo, los proyectos de restructuración del gasto público y de reforma del Estado no incluyeron -en el caso de la educación superior- objetivos tendientes a la descentralización universitaria o al incremento de los recursos que las instituciones obtienen de forma autónoma [ ... ]. Las autoridades educativas nacionales y los gobiernos universitarios coincidieron en reafirmar el principio de gratuidad de la enseñanza superior junto con aquel que coloca al Estado como principal responsable por la financiación de la universidad pública [Balán, 1991]. Efectos en el campo de las políticas Conviene resaltar dos elementos definitorios de este panorama. Primero, la política de apertura dio rienda suelta a la de manda contenida por las políticas restrictivas del régimen 142 LAS POLITICAS DE EVALUACION militar y produjo, después de 1984, un súbito crecimiento de la población estudiantil en las universidades nacionales. Esto generó, en pocos años, una situación de masificación sin reforma en un contexto de liberación de energías democráticas expresadas en una creciente polítización (y partidización) de las universidades nacionales. El segundo elemento consistió en que dicha expansión se produjo en el marco de una continuada restricción financiera que acompañó la restauración del antiguo régimen universitario, expresada en las políticas del gobierno alfonsinista. Fue la universidad tradicional restaurada la que recibió el impacto de la nueva oleada de expansión en los años ochenta. Lejos de abrir un marco de innovación educativa, las nuevas condiciones políticas tendieron a cristalizar y legitimar (cuando menos en el campo académico, estudiantil y partidario) la vuelta al statu quo ante. Se pueden apreciar los siguientes cambios de los principales actores: -Se produjo una disminución del peso del Poder Ejecutivo y en particular de las Fuerzas Armadas en el sistema de educación superior. -A partir de 1983, las acciones gubernamentales se canalizaron a través del Ministerio de Educación (que formulaba objetivos pero carecía de mecanismos de implantación en universidades nacionales autónomas) y el Ministerio de Economía (en el que se negociaba el presupuesto). -Hubo una escasa participación directa de los partidos políticos y el Congreso, si bien los primeros incrementaron su influencia mediante las organizaciones sociales en las universidades. -Creció el peso de los sindicatos académicos y las federaciones estudiantiles en la gestión universitaria. -Los actores corporativos (la Unión de Empresarios y las asociaciones de profesionistas) tomaron posiciones claras en contra del ingreso libre y el gobierno tripartito. -Los diversos órganos de prensa aumentaron su cobertura de los asuntos universitarios y tomaron partido especialmente por las posiciones de los grupos empresariales y profesionales. LAS POLITICAS DE EVALUACION 143 -El debate de políticas se centró en las universidades nacionales e ignoró a las privadas y las no universitarias. Así, se operó un cambio fundamental en la presencia del sistema de educación superior en el sistema político, pasando de la universidad de élite de los años cincuenta y sesenta con capacidad de generar y amplificar temas de la agenda política nacional a un sistema institucional, político-partidario y gremial con mucho menor posibilidad de generar temas propios aunque con mecanismos explícitos y casi formales mediante los cuales temas exteriores a la educación superior son introducidos. La adhesión de personas y organizaciones estudiantiles, docentes y no docentes, a partidos políticos o fracciones dentro de ellos, tiende a reflejar las corrientes mayoritarias en vez de constituirse en la base de organizaciones políticas con perfil propio [Balán, 1991]. Un efecto no desdeñable de estos cambios recientes fue el poco grado de coordinación de las políticas entre los diversos actores. Por un lado, el Consejo Interuniversitario Nacional y el Consejo de Rectores de Universidades Privadas carecían de autoridad para implantar reformas. Por otro lado, al mismo tiempo que había gran descentralización (y politización) del gobierno institucional, las decisiones presupuestarias se centralizaban en la mesa de negociaciones del Ministerio de Economía, en la que participaban los gremios sindicales, las instituciones y el Ministerio de Educación. Quedó de lado el Poder Legislativo, y las políticas de educación superior se convirtieron en un componente de la política económica global (orientada a la reducción del gasto público y la privatización de servicios). Según Balán (1991), se demoró así la posibilidad de renovar el juego político en el campo universitario, pues el debate siguió girando en torno a la asignación financiera. Por ende, los principales temas del debate de políticas a principios de los años noventa fueron: el financiamiento (que fue reducido en términos reales en los años ochenta); la recuperación y defensa de la autonomía, concebida como cuestión central de un régimen democrático en reacción a la intervención político-policial de las universidades durante el 144 LAS POLITICAS DE EVALUACION régimen militar, y las formas de gobierno en universidades nacionales. El gobierno parecía querer terminar con la representación tripartita, pero esto chocó con la restaurada tradición de 1918. Ahora bien, con el gobierno de Carlos Menem el Ministerio de Educación estableció un programa de reformas consistente fundamentalmente en las siguientes propuestas: -Apertura al mercado e incremento de las aportaciones externas y de la agilidad presupuestaria interna. -Incremento de la diferenciación interna del sistema de educación superior. -Desconcentración de la Universidad de Buenos Aires. -Abandono de la estructura salarial homogénea y fija de las universidades nacionales. -Eliminación de las restricciones legales y administrativas para la obtención de recursos propios en las universidades (por medio de cuotas, contratos, etcétera). Acompañando al gobierno en estas propuestas estuvieron la Iglesia católica y las universidades privadas. Enfrentadas a ellas se encontraban la Unión Estudiantil y los sindicatos de maestros. Sin embargo, fue un debate que trascendió poco al ámbito político nacional, donde las universidades públicas han perdido importancia. La calidad como tema de la agenda: admisión, evaluación, posgrado e investigación Mezclada con los temas y las tensiones primordiales ya mencionados se encontraba la creciente preocupación por la calidad de la enseñanza superior. En este terreno, las líneas fundamentales de debate fueron la selección, la evaluación, y el desarrollo del posgrado. En cuanto a la selección para el ingreso no hubo consenso, pues el gobierno mostró poco entusiasmo en implantar para ella un mecanismo nacional por el mal recuerdo de su aplicación durante el régimen militar. Es posible que aparezcan soluciones particulares en cada institución, tendencia facilitada por la pérdida de relevancia pública del tema. LAS POLITICAS DE EVALUACION 145 El segundo eje de la discusión sobre el mejoramiento de la calidad remitió al posgrado y la investigación. Habían crecido los posgrados vinculados a la especialización profesional y el reentrenamiento de adultos. Sin embargo, el posgrado de tipo académico parecía tener otro sentido: estaba poco diferenciado institucionalmente, se encontraba incorporado a la estructura de la facultad y no era un grado requerido en los concursos docentes. Por estas razones, no parecía representar un tema prioritario en la agenda. La evaluación, por su parte, constituyó una cuestión realmente nueva en la discusión. Fue puesta de relieve por la vía de la critica a la universidad pública, y por tanto suscitó la resistencia interna a una estrategia que se veía como intento privatizador. Los promotores de la evaluación fueron agentes externos: empresarios, asociaciones de bancos, gremios profesionales y fundaciones internacionales. En el campo propiamente académico, no gozaba de legitimidad. Otro factor de importancia que limitó la creación de un terreno común de discusión al respecto fue la "falta de tradición de continuidad institucional que atenta contra el desarrollo de mecanismos consensuales de evaluación, sobre todo teniendo en cuenta las profundas divisiones que caracterizan al campo académico argentino" (Balán, 1991). Por mucho tiempo no se aplicaron concursos para la docencia o bien estuvieron asociados a la persecución ideológica. La experiencia del Conicet durante el régimen castrense fue de convivencia con la intervención de la inteligencia militar, y en consecuencia la neutralidad política de las evaluaciones resultaba difícilmente creíble para muchos académicos. No obstante, por otro lado, el tema de la evaluación recibió el impulso constante de los agentes externos. La Unión Industrial y las asociaciones profesionales de ingenieros, médicos y agrónomos insistieron en proyectos de evaluación de los egresados universitarios. Ahora bien, en medio de este clima de resistencia interna e insistencia externa, el tema de la evaluación logró convertirse en una cuestión de creciente prioridad. Durante 1992, a iniciativa conjunta del Ministerio de Cultura y Educación y el Consejo Interuniversitario Nacional, se empezó a discutir sobre la necesidad de crear un Sistema Nacional de Evaluación 146 LAS POLITICAS DE EVALUACION de la Calidad Universitaria, previsto para ponerse en marcha a partir de 1994 (Marquis, 1992; MCE, 1993). El sistema proponía para las universidades públicas un mecanismo de autoevaluación institucional complementado con la evaluación externa por grupos de pares. En cuanto a las universidades privadas, se proponía la evaluación externa de los programas académicos. Los agentes propuestos para realizar estas evaluaciones serían: 1. Una Comisión Nacional de Evaluación: organismo autónomo del Estado, con presupuesto propio, compuesto por 10 académicos de prestigio nombrados por el gobierno y las universidades. Esta Comisión realizaría la llamada evaluación integral, dando su opinión sobre las autoevaluaciones y las evaluaciones externas y proponiendo medidas de mejoramiento. 2. Comisiones de Evaluadores Externos o Pares, que serían designados por la Comisión Nacional y evaluarían la calidad y pertinencia de los programas académicos. 3. Las Comisiones de Evaluación Interna serían designadas por los consejos superiores de cada universidad, a propuesta de consejos académicos de cada facultad; evaluarían la calidad y la pertinencia de programas y la gestión institucional. 4. El Comité Técnico sería un equipo de profesionales subordinados a la Comisión Nacional que apoyaría a los diversos agentes evaluadores (mediante cursos de formación, sistematización de la información, etcétera). Las sensibilidades ideológicas A diferencia de otros casos examinados en este estudio, destaca que en la educación superior argentina el asunto de la evaluación toca fibras ideológicas particularmente sensibles y provoca una discusión intensa sobre los valores arraigados en el campo académico. Sin duda, la compleja e inestable experiencia política argentina en los años ochenta y la dificultad con que el sistema político ha navegado por este periodo de transición posdictadura configuran un escenario en el LAS POLITICAS DE EVALUACION 147 que la discusión sobre la introducción de nuevos valores educativos se imbrica de continuo con el debate propiamente político. Por otro lado, puede decirse que el campo académico se presenta a la defensiva ante el gobierno y cierto sector de la opinión pública, que desconfían de las instituciones educativas estatales. Hasta cierto punto, esta desconfianza parecería estar en el trasfondo de la discusión sobre la evaluación. En este clima polarizado, una cultura de la evaluación carece de bases sólidas de legitimación interna y externa. Asimismo, la prolongada penuria financiera en la que se han debatido las universidades públicas argentinas ha venido a afectar el tejido institucional, de tal manera que las iniciativas gubernamentales de evaluación son consideradas en algunos sectores académicos menos como mecanismos de mejoramiento que como la continuación de la restricción financiera por otros medios. El bajo nivel de profesionalización de los cuerpos académicos (como resultado de los bajos salarios) y las dificultades operativas cotidianas constituyen factores que limitan seriamente la introducción de la evaluación. En la medida en que, cuando menos hasta 1993, el gobierno argentino se encontraba indispuesto o incapacitado para aumentar significativamente el subsidio a las universidades, la evaluación era tomada en el campo académico como un instrumento de asignación financiera y no como una estrategia de elevación de la calidad. Ahora bien, este análisis merece ser matizado. Las anteriores apreciaciones seguramente están muy teñidas por lo que sucede en la Universidad de Buenos Aires, una megainstitución que no puede ser representativa de lo que acontece en las universidades de las provincias. En particular, debe mencionarse que la Universidad Nacional de Córdoba y otras han adoptado algunas de las orientaciones gubernamentales, si bien el asunto de la evaluación no se había constituido en un tema fuerte de la agenda hasta 1993. Como ha sucedido en otros países, la evaluación es objeto de una recepción diferenciada de acuerdo con la diversidad institucional. 148 LAS POUTICAS DE EVALUACION CONCLUSIONES Una comparación de las modalidades de evaluación Hecho el anterior análisis de los procesos que en cada uno de los países estudiados han conducido a la adopción o el rechazo de sistemas de evaluación, conviene examinar el contenido y los mecanismos de las diversas propuestas. Los intentos de evaluación pueden ser agrupados de acuerdo con sus variables más importantes (Kells, 1993): los propósitos de la evaluación, su marco de referencia, el foco de la evaluación y los procedimientos seguidos. Siguiendo a Kells, éstos serian los principales elementos que conforman un sistema de evaluación, los que se han sintetizado en el cuadro 1. Estos conceptos son utilizados en el cuadro 2 para describir comparativamente los procedimientos establecidos o propuestos en cada país. Una comparación de los contextos políticos nacionales En este examen del desarrollo de la evaluación en cinco sistemas latinoamericanos de educación superior, el foco del análisis han sido los campos de producción de políticas. De ahí que el estudio se haya centrado en los contexos políticos nacionales que influyen en la formulación de programas para la educación, con acento en las propuestas y los movimientos de los diversos actores relevantes. La descripción de los procedimientos y las modalidades de evaluación ha ocupado un sitio secundario en el análisis. Esta prioridad en el acercamiento obedece fundamentalmente a que, si bien los sistemas de evaluación en principio ofrecen múltiples cuestiones técnicas que deben ser analizadas (quién evalúa, cómo y para qué lo hace, etc.), en América Latina la educación superior está pasando, en grados diversos, por cambios importantes en sus definiciones más básicas: la reorganización de los sistemas, el examen de la relación entre los gobiernos y las instituciones y la modificación de la forma como la educación superior es Propósitos de la evaluación Marco de la evaluación propias Mejoría Garantía pública Logro de metas profesionales Ajuste a normas Asegurar normas, costos o juicios diferenciales Indicadores de desempeño Foco de la evaluación La institución como un todo El departamento o programa académico Normas de diplomas, costos, resultados Evaluación externa por pares Acreditación externa; juicios diferenciales; bibliometría Procedimientos Autoevaluación de la evaluación valorada por las sociedades y los gobiernos. Es decir, se trata de cambios de definición básica en la política, en los valores y en las formas de coordinación. Es indudable que la introducción de la evaluación es en sí misma un asunto que viene a remover los cimientos ideológicos y los modos de relación entre las instituciones, sus clientelas, sus actores y los gobiernos. La carga valorativa de estos procesos es innegable, y la evaluación puede conducir a reacciones de retraimiento y rebeldía. Al respecto señala Ulrich Teichler (1993: 31): La mejora de la calidad en la educación superior, así como la distribución de los recursos a aquellas instituciones que posiblemente los usarán de una manera más eficiente, parecen ser metas que todo el mundo persigue. Mientras los partidarios de la evaluación se ubican como defensores de esos fines benéficos y tienden a caracterizar a sus oponentes como partidarios de la pereza, la estrechez y la defensa de la mediocridad, uno se siente casi moralmente forzado a elogiar la evaluación como la medida ideal para apartar los males de la educación superior. Sin embargo, cierto recelo es apropiado, porque la evaluación parece crear escenarios religiosos específicos: los fracasos tienen que ser expiados en pú CUADRO 2. Comparación de los sistemas de evaluación en cinco países latinoamericanos Argentina Propósitos Mejoría Garantía pública Juicios diferenciales de financiamiento Procedimientos Autoevaluación Pares externos Acreditación Publicación de resultados Propuesto Brasil + Posgrado + Posgrado Propuesto + Posgrado (propuestos para pregrudo) Propuesto Propuesto + Posgrado + Posgrado + Posgrado (propuesta para pregrado) Foco Institución completa Programa de enseñanza Programa de investigación Administración, servicios Académicos individuales Fuente: Kells, 1993. Propuesto Propuesto + Posgrado + Posgrado (propuestos: pregrado) Chile Colombia + + Propuesto Propuesto + Investigación científica + + + + universidades privadas + universidades privadas + + + México + + Posgrado, investigación Posgrado, investigación individuos Propuesto Propuesto + + + Posgrado + Posgrado + + + + + + LAS POLITICAS DE EVALUACION 151 blico. Los pecados pueden perdonarse si se confiesan y si se expresa la disposición a seguir el sendero de la virtud en el futuro [ ... ]. Si no se puede evitar el tono moral en la evaluación, al menos sería bueno que el concepto de evaluación no estuviera estrechamente vinculado con determinadas culturas morales. En algunos contextos culturales, por ejemplo, la expiación pública puede ser una herramienta apropiada para mejorar la conducta, pero en otros podría fomentar la desesperación y el suicidio o bien podría intensificar conductas desviadas o generar intentos de rebelión contra el régimen imperante. Además, observa Teichler, la evaluación está vinculada con un específico Zeitgeist, o espíritu de época. Revisando la experiencia europea, afirma que no puede entenderse el interés creciente por la evaluación sin tener en cuenta varios cambios en el contexto. En primer lugar, puesto que hay escepticismo hacia el supuesto impacto positivo de las políticas educativas expansionistas de los años sesenta y setenta y cierto desánimo por las reducciones recientes en el financiamiento público, la evaluación se considera un instrumento de relegitimación de la educación superior mediante el acento en un valor socialmente apreciado: la elevación de la calidad. En segundo lugar, la importancia que se ha dado a la evaluación refleja una crisis de confianza en la planificación educativa y en la capacidad de los gobiernos para supervisar de cerca la educación superior. Se pasa, así, a reducir el control estatal directo sobre las instituciones educativas y a esperar que la evaluación de los resultados mejore la capacidad gubernamental para pilotear a distancia la educación superior. Tercero, la evaluación refleja una gran desconfianza de la sociedad en la profesión académica. Estos factores, identificados en el contexto europeo, no dejan de ser pertinentes para el latinoamericano. En efecto, la evaluación trae asociado un fuerte sustrato valorativo e ideológico, pues su mera introducción parecería implicar cierta desconfianza pública (tanto gubernamental como social) en algunos de los valores más preciados del ideario universitario latinoamericano, por ejemplo, la capacidad de las universidades para autogobernarse. Por tales razones, que son tanto políticas como ideológicas, este estudio se ha centrado menos en los términos técnicos de los valores que se mueven alrededor de la formulación y legitimación de las políticas de educación superior. Uno de los hechos que se observan en todas las experiencias nacionales aquí examinadas (salvo la chilena) es que la evaluación aparece imbricada de manera compleja, poco específica, con otras líneas de política educativa. Numerosos asuntos atiborran la agenda universitaria latinoamericana y dificultan distinguir analíticamente el peso específico de la evaluación. Incluso podría decirse que este hecho vuelve más difícil su implantación efectiva. Los cuadros 3 y 4 presentan un resumen de la relación entre la evaluación y otros temas de agendas complejas en cada país hasta 1993. CUADRO 3. Grado de interés en la evaluación por los actores Actor Argentina Brasil Chile medio bajo bajo bajo medio alto medio alto medio bajo bajo bajo alto alto alto alto alto medio n.c.* medio alto medio alto alto Ministerios Legisladores Sindicatos Estudiantes Rectores Expertosalto Científicos Opinión pública Colombia México bajo bajo n.c. n.c. bajo alto n.c. no se sabe alto n.c. bajo bajo medio alto alto * n.c. = no cuenta. Parecería que un tema fundamental es el de la importancia que tiene la evaluación para los diversos actores de los sistemas de educación superior. ¿Quién introduce la evaluación y quién la valora en alto o bajo grado? En todos los casos en que se ha introducido un sistema de evaluación, el interés de los ministerios de educación ha tenido una importancia fundamental: ningún sistema de educación superior da ese paso por el mero interés de los académicos o los rectores universitarios. Han sido los gobiernos, impulsados por presiones de la opinión pública, los principales iniciadores. Sin embargo, también hay promotores endógenos de la evaluación, primordialmente entre las comunidades científi CUADRO 4. Comparación de los contextos políticos y las agendas en educación superior Contexto político Agenda de políticas Régimen democrático, busca consolidarse. Campo de educación G superior atomizado, politizado: A R Prioridad de la evaluación Bajo consenso sobre políticas de educación superior. Posiciones: Tema muy reciente, promovido por críticos de universidades na cionales. Restauración del statu quo ante y democracia vs. apertura al mercado, diferenciación institucional, deshomologación salarial. Escasa legitimidad entre acadé micos. Debate ideologizado en un clima de desconfianza. Varias posiciones: o Autonomía, aumento salarial y no financiamiento público a instituciones privadas. Amplia experiencia en posgrado e investigación. Experiencias recientes en univer * Extender la evaluación al pregrado en las universidades públicas. a Regulación laxa y fondos pú blicos para instituciones pri vadas. pectivas de una política nacional. Suscita reacciones ideológicas. E sindicato, estudiantes, partidos. Ministerio constreñido por limi1 taciones financieras y complejas N negociaciones políticas. A Poca coordinación entre actores del sistema de educación su perior. B Régimen democrático en consoR lidación, pero crecimiento ecoA nómico inconsistente. S Políticas educativas debatidas en N T sidades federales pero pocas pers- I L el ámbito constitucional: poco consenso. Activación de reclamos democráticos y económicos. CUADRO 4. Comparación de los contextos políticos y las agendas en educación superior (Continúa.) Contexto político CGobierno democrático con amplio Hconsenso y propuestas amplias I en políticas públicas. L E CNueva Constitución; amplio de0 bate sobre reorganización del EsL tado. 0 m Crecimiento económico pero B crisis de legitimidad de insti I tuciones estatales. A Agenda de políticas Revolución sistémica en los años ochenta: mercado, evaluación y acreditación. Prioridad de la evaluación Se recoge la experiencia de los ochentas. Consenso amplio sobre la nece Concertación nacional sobre la Ley de Educación Superior. Poca oposición a propuestas gubernamentales. Capacidad de ajuste fino en polí ticas. Restructuración de universidades públicas, autonomía, salarios, regulación de instituciones sidad de la evaluación. Discusión detallada sobre proce dimientos. Tema antiguo, pero referido al control administrativo. Apenas surge la idea del piloteo a distan privadas. cia. M E Continuidad en el sistema político, pero cambios de fondo en Clima de crítica a universidades públicas, creciente competencia I C política económica. Desarticulación de los movimientos sociales en la educación superior y fuerte capacidad de O coordinación de los actores institucionales (gobierno, rectores). de privadas.aceptado. Nuevo liderazgo de los científiPoca legitimidad en el profesora cos.do común: cultura de simulación. Crece la inversión pública selecPierde especificidad la evaluación tivamente. frente a otras líneas de moder Política global de modernización nización. de la educación superior. Concertación cupular. X Tema nuevo y mal recibido ini cialmente, pero progresivamente 156 LAS POLITICAS DE EVALUACIóN cas. En Brasil y México, la defensa de la evaluación hecha por los grupos científicos ha contado para su legitimación. No obstante, este factor también puede tener un efecto limitante, ya que el común de los profesores universitarios -alejados de actividades de investigación y caracterizados por un pobre status profesional- en ocasiones reacciona defensivamente ante la promoción de los valores de la excelencia académica en boca de científicos. Así, la diversidad de valores asociada a la segmentación de los cuerpos académicos latinoamericanos plantea retos especiales a las políticas de evaluación. De ahí que un elemento adicional que con toda seguridad influye en favor de la introducción de un sistema de evaluación sea la naturaleza de los procesos de concertación y decisión. Un sistema de decisiones que involucra únicamente a las cúpulas administrativas y políticas tiene menos posibilidades de éxito que un sistema de concertación amplia si lo que se desea es crear las condiciones culturales adecuadas para el establecimiento de la evaluación. La experiencia mexicana es muestra de lo primero y la más reciente experiencia chilena evidencia lo segundo. En México, los principales involucrados en las decisiones son los funcionarios de la Subsecretaría de Educación Superior e Investigación y de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior, y la implantación de la autoevaluación institucional y la evaluación individual de profesores ha estado en manos de los directivos de cada institución. En Chile, la propuesta para crear un Consejo Nacional de Educación Superior destinado a encargarse de la evaluación fue ampliamente discutida en diversos ámbitos, tanto políticos y ministeriales como académicos. Estas diferencias, por supuesto, son expresión de los respectivos sistemas políticos y de los hábitos arraigados por las formas de regulación prevalecientes en cada sistema de educación superior. En consecuencia, el análisis de la introducción de programas de evaluación pone también de relieve los mecanismos de coordinación (Clark, 1990). ¿Qué combinación de mecanismos políticos, burocráticos y de mercado regula las relaciones entre el Estado, las instituciones y sus clientelas estudiantiles? Aunque aquí este asunto apenas puede ser tocado superficialmente, dilucidarlo resultaría importante LAS POLITICAS DE EVALUACION 157 para entender mejor el desarrollo de los sistemas de evaluación como elemento de cambio en la educación superior (Kells y Van Vught, 1988). Al rastrear cambios en los mecanismos de regulación asociados a la introducción de la evaluación en los sistemas latinoamericanos de educación superior, es indudable que la experiencia chilena desde los años ochenta representa la modificación más profunda que se haya efectuado en este sentido. La introducción de mecanismos de mercado en el financiamiento, de evaluación de la calidad y de acreditación de instituciones privadas ha cambiado profundamente el escenario institucional y las reglas del juego en la educación superior chilena, en el sentido de inducir la autorregulación institucional en el marco de un piloteo a distancia ejercido por el gobierno. En los demás países aquí examinados ha habido indudablemente cambios en las formas de regulación sistémicas. Sin embargo, estos cambios no vienen asociados, como en la experiencia chilena, a la introducción de la evaluación, sino que la anteceden o bien pasan por otras vías. Las modificaciones constitucionales en Colombia apuntan, por ejemplo, en otra dirección, pues buscan reordenar el sistema de universidades públicas otorgándoles un status autonómico. El debate político y constitucional en Brasil también muestra otra preocupación: la creación de nuevas formas de regulación para el sistema. En un sentido también distinto, la experiencia argentina está marcada por la negociación política, en ocasiones polarizada, en torno a la definición global de nuevas políticas. En el caso de México no puede decirse que se hayan propuesto formalmente cambios globales a las formas prevalecientes de regulación. Sin embargo, cobijados por las estructuras existentes del policy system (la burocracia gubernamental, la asociación de rectores y la legislación vigente), los programas recientes de evaluación y de financiamiento selectivo (en algunas áreas del sistema) tienden a modificar las formas de relación entre el Estado y las instituciones. Lo que resulta relevante para el estudio comparativo de las políticas de evaluación es que, en grados diversos, el tema de la evaluación recorre de manera explícita o latente estas expe LAS POLITICAS DE EVALUACION 158 riencias nacionales. En la búsqueda de nuevas formas de regulación para los sistemas de educación superior, se van colocando en la agenda los asuntos del mejoramiento de la calidad, la garantía pública (accountability), el financiamiento selectivo y diversificado y la renuncia de los gobiernos a administrar directamente las instituciones. La evaluación podría desempeñar un papel importante en el afianzamiento de estas políticas, pero sobre todo puede tener el efecto de volver a legitimar la educación superior ante sociedades cada vez más exigentes cuyas economías se han abierto a los mercados internacionales. Pero el que una política parezca racionalmente necesaria o positiva no es por supuesto garantía de que se llevará a cabo. Cuando la evaluación se introduce en la agenda de políticas de educación superior, tiende a remover las fibras íntimas de sus formas de regulación, las cuales a su vez se encuentran imbricadas con el funcionamiento de los sistemas propiamente políticos. Por tanto, el asunto de la evaluación puede tocar los consensos existentes y las formas de operación prevalecientes. Es decir, la introducción de la evaluación afecta a los grupos de interés que se mueven en los sistemas de educación superior. En condiciones de inestabilidad política o de transición entre formas de gobierno, este proceso puede llegar a ser muy complejo. Éste ha sido el caso de Brasil, Colombia y Argentina desde mediados de la década de 1980. Por su parte, la estrategia adoptada por el sistema político chileno en la transición al régimen democrático a partir de 1990 permitió formular consensos básicos sobre política económica y social y constituyó una plataforma relativamente estable para la elaboración de las políticas educativas(12). El caso del sistema político en México es de gran fluidez después de 1993, los cuales podrían conducir a cambios en las reglas vigentes (12) El que no se haya aprobado en el Parlamento el proyecto de Ley de Educación Superior en el periodo 1992-1993 no contradice esta afirmación, pues aun así fue instalado el Consejo de Educación Superior, que ha tenido una actuación importante en las políticas recientes (Lemaitre, 1993). También es expresión, quizá, de lo que no debe hacerse en materia de políticas de educación superior: la vía jurídica (tan cara a las tradiciones reformistas latinoamericanas) no es necesariamente la idónea en materia de cambios educativos, pues su frecuente tendencia a la generalidad a menudo moviliza muchos intereses que vienen a paralizar las propuestas de reforma. LAS POLITICAS DE EVALUACION 159 en el sistema de educación superior con un mayor ingrediente de inestabilidad y complejidad en las negociaciones. Además, las presiones por internacionalizar las normas educativas en el marco del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica ejercerán una influencia importante en favor del desarrollo de sistemas de evaluación. De ahí que temas de amplio alcance como la evaluación se verán envueltos en debates cada vez más complejos. A tanteos, negociando entre intereses diversos, experimentando con métodos múltiples y, sobre todo, engarzándose complejamente con los numerosos problemas básicos de operación que aquejan a las universidades latinoamericanas (que aún deben resolver cuestiones elementales de tipo administrativo, laboral y escolar), la evaluación se ha insinuado según lo permite o exige el campo político nacional: el incrementalismo en la introducción de estas políticas quizá sea la tendencia más visible. BIBLIOGRAFIA Balán, Jorge (1990), "La universidad y la reforma de la educación superior en Argentina: financiamiento y calidad como temas de la agenda en los años 90", Proyecto Comparativo de Políticas de Educación Superior en América Latina, Buenos Aires. (1991), "Políticas de financiamiento de las universidades nacionales en el contexto de la reforma del Estado: el caso argentino", Proyecto Comparativo de Políticas de Educación Superior en América Latina, Santiago. 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Una nueva Constitución política fue promulgada también en Colombia en 1991, después de fallidos intentos, durante más de una década, por reformar la que estaba en vigencia. Algo más sutil, pero no menos real, ha sido en México la transición paulatina de un monopartidismo institucional, heredado de la Revolución de principios de siglo, a un pragmatismo político más plural y de clara orientación tecnocrática. En el campo económico, la apertura a los mercados internacionales y el rediseño de bloques y subbloques de países con intereses comunes no son sino algunos de los indicios del final de un ciclo en el que la equidad sin crecimiento o el crecimiento sin equidad fueron los resultados de modelos irreconciliables y cerrados de desarrollo. Con mayor o menor anticipación, los cinco países se están abriendo a nuevos modelos de desarrollo, cuyo reto es combinar crecimiento con equidad y lograr una mayor incorporación del conocimiento y de la innovación tecnológica a los aparatos productivos. El fin de un ciclo económico y la transición política que lo acompaña implican, para la universidad, el que comience a agotarse un modelo de tipo "profesionalizante", construido 165 166 POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA sobre las bases de procesos más bien mecánicos de expansión y diversificación y que respondía fundamentalmente a las demandas de una economía cerrada. El agotamiento del modelo implica también que han llegado a su fin los procesos de reforma universitaria de los años sesenta y setenta que lo legitimaban. De ahí que pueda observarse en los cinco países, entre los actores involucrados y las dependencias gubernamentales, nuevas propuestas de reforma a la educación superior que, o bien revisten el carácter de una reforma global del conjunto del sistema (Colombia), se ubican dentro de procesos más amplios de modernización de todo el sector educativo (México), o bien, finalmente, se manifiestan como planteamientos nuevos en torno áreas específicas del quehacer universitario (Argentina, Brasil y Chile). Como temas recurrentes de esos planteamientos reformistas pueden mencionarse los siguientes: el papel del Estado, la autonomía académica y el poder de los gremios intrauniversitarios; la iniciativa privada en la educación superior; los subsectores universitario y no universitario del sistema; la crisis financiera de la educación superior; la apertura de la universidad al desarrollo científico y tecnológico; las reglas de juego mínimas (marco normativo) que deben regir para el sistema y la tensión entre la concentración y la desconcentración geográfica e institucional de la educación superior. Uno de los temas centrales en la agenda política es el de los programas de posgrado. Éstos, en efecto, son el área de intersección entre dos sistemas claves para la actual coyuntura latinoamericana: el sistema de educación superior, por un lado, y el sistema de producción científica y tecnológica, por el otro. Por eso los posgrados, a la vez que son un escenario privilegiado de las transformaciones que enfrentan o deben enfrentar los sistemas de educación superior, son también reflejo de los logros y las deficiencias regionales en materia de investigación y desarrollo científico y tecnológico. En este último aspecto, la CEPAL, aunque reconoce los esfuerzos regionales realizados en las últimas décadas, señala sin embargo que POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA 167 la situación actual de la producción de conocimientos científicos y tecnológicos en América Latina y el Caribe se puede describir a partir de cuatro características básicas: esfuerzo insuficiente, persistente heterogeneidad regional, concentración del gasto en sectores de limitado potencial competitivo y predominio de una ciencia académica [CEPAL-UNESCO, 1992: 64]. La pregunta sobre las políticas de posgrado debe hacerse, entonces, en estos términos: ¿qué efectos han tenido en el pasado cercano y en qué medida están ahora respondiendo, o se prevé que responderán, a los retos que la coyuntura presente plantea para América Latina? En el ejercicio comparativo que sigue, algo más que cinco recuentos sucesivos y paralelos, se presentan líneas de convergencia y de discrepancia en aspectos claves tocantes a la configuración, el desarrollo y las perspectivas de política concernientes a los sistemas de posgrado de los cinco países. En particular, quiero señalar que: 1) a pesar de sus características comunes, los cinco sistemas de posgrado se han configurado de manera diferente, lo cual implica 2) que las políticas (o la inercia de los sistemas) han resaltado de manera diferente en el tiempo, y de país a país, las funciones que cumplen los posgrados, pero que, a pesar de todo, 3) pueden entreverse ciertas perspectivas o acentos comunes de política para el futuro cercano. Para ello partiré (apartado I) de un análisis comparativo (volúmenes relativos y expansión reciente) de los respectivos sistemas globales de educación superior y del comportamiento, dentro de éstos, de los posgrados como subsistemas. Este comportamiento diferente de los posgrados, según el país, se debe en parte a que, si bien comparten rasgos comunes en los procesos de expansión y diversificación de la educación superior ocurridos en el continente, las funciones que han cumplido tanto hacia dentro como hacia fuera de los sistemas respectivos de educación superior han sido acentuadas de manera diferente; en el apartado II analizaré dichas funciones y el papel que han cumplido las políticas de posgrado, no sólo las explícitas, sino también las implícitas, en la manera como esas funciones se han llevado acabo. En el apartado III reseñaré los rasgos comunes que revisten las políticas actuales sobre posgrado y la relevancia que cada una de ellas puede tener en la 168 POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA agenda de los diferentes países. En el anexo recogeré algunos análisis de caso de los diferentes "tipos" de posgrado que es posible encontrar en los países analizados, para indicar cómo el peso específico o la preponderancia de uno u otro tipo obedece tanto a las particularidades históricas de cada sistema nacional como a la incidencia de las políticas específicas sobre éstos. I. Los POSGRADOS UBICACION Y DINÁMICA COMO SUBSISTEMAS: En prácticamente todos los países estudiados, los posgrados surgieron y se desarrollaron como un subproducto, bastante espontáneo, de la expansión y diferenciación de la educación superior, mientras que las políticas más explícitas en torno a su fortalecimiento o readecuación son más o menos recientes. Este desarrollo espontáneo, sin embargo, ha sido desigual en los cinco países, lo que indica, por un lado, políticas implícitas, acentos o ritmos históricos diferentes en la aparición de los diversos subsistemas de posgrado y, por el otro, configuraciones distintas y ritmos de desarrollo también diferentes en los sistemas globales de educación superior de los cuales provienen. Analizaré, entonces, en este primer apartado, cómo los sistemas globales de origen son diferentes, tanto por su volumen (absoluto y relativo con respecto a la población de cada país) como por sus ritmos peculiares de desarrollo, a pesar de que todos ellos recorrieron procesos de expansión y diversificación a primera vista similares. Examinaré, en segundo lugar, cómo los posgrados, en tanto que subsistemas, muestran también ritmos de desarrollo, configuraciones y pesos relativos diferentes dentro de los sistemas globales de educación superior que les dieron origen. Ello permitirá concluir con una primera caracterización global diferenciada de los posgrados, sobre los cuales habrán de incidir, de una manera diferenciada también, las políticas nacionales de fomento a los posgrados que se hicieron más explícitas en los cinco países en la década de los ochentas. J , POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA 169 Los sistemas de educación superior. volumen y dinámica La primera observación es que los sistemas globales de educación superior presentan dos tipos básicos de magnitudes absolutas. Así (cuadro l), mientras Brasil, México y Argentina son sistemas relativamente grandes, con poblaciones que fluctúan entre el millón y el millón y medio de estudiantes, los sistemas de Colombia y Chile son mucho más reducidos. La proliferación de instituciones, por otro lado, nos presenta un panorama complementario, pues mientras los sistemas grandes de Argentina y Brasil están dispersos en cerca de un millar (1271 y 868, respectivamente) de instituciones cada uno, su número apenas asciende a un poco más de dos centenares para Chile (288), México (225) y Colombia (217). CUADRO 1. Sistemas de educación superior en los ochentas Crecimiento Volumen promedio anual Institu- AlumAño Matrícula ciones noslIns. Años % Brasil 1988 1503560 868 1732 (83-88) 0.9 México 1989 1078191 225 4792 (80-89) 4.4 Argentina 1991 1077212 1271 847 (80-91) 7.4 Colombia 1990 494100 217 2276 (83-90) 4.6 Chile 1990 234973 288 816 (83-88) 4.6 Asumiendo un incremento anual constante durante el periodo. último año* 13141 45520 74170 21793 10136 La primera medida del grado de heterogeneidad o dispersión de los sistemas podría darla el número de alumnos por institución; en este caso, las configuraciones más extremas estarían dadas por México y Argentina; con una alta concentración de alumnos por institución en el primer país (que podría estar indicando un sistema relativamente homogéneo) y muy baja en el segundo (sistema muy atomizado y heterogéneo), con un ' tamaño promedio de instituciones similar al de Chile, que es mucho más pequeño (con una matricula inferior a la cuarta parte de la de Argentina). El número de alumnos por institución, sin embargo, se refiere al comportamiento global promedio de las instituciones del sistema, y refleja de manera diferente el fenómeno de la 170 POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA concentración estudiantil en las llamadas "megauniversidades"; ello ocurre, especialmente, en México y Argentina con la UNAM y la Universidad de Buenos Aires: en el caso mexicano, la UNAM es la concreción máxima de un sistema predominantemente estatal y compuesto por instituciones generalmente grandes, tal como se refleja en el indicador promedio de alumnos por institución; en el caso argentino, por el contrario, la existencia de un subsistema universitario de instituciones grandes y poco numerosas (más denso que el de los otros cuatro países) está indicando que el "resto" de las instituciones del sistema de educación superior está todavía más atomizado y disperso que lo que indica el índice promedio de alumnos por institución; ello hace pensar en una irrupción bastante reciente de una serie de instituciones no universitarias, en general privadas, que han contribuido a atomizar un sistema hasta hace poco relativamente homogéneo. En los otros países (Brasil, Colombia y Chile), donde los sectores estatal y privado guardan cierto equilibrio, si bien se presentan instituciones relativamente grandes (la Universidad de Sáo Paulo, la Nacional de Colombia y la de Chile), no existe el fenómeno de las "megauniversidades", que afecta de manera notable los indicadores del conjunto del sistema; las instituciones, en promedio, son medianas en Colombia y Brasil y pequeñas en Chile. Pasando ahora del volumen de los sistemas globales a su crecimiento, observamos durante la década de los ochentas algunas situaciones peculiares, tanto si consideramos su evolución en sí (cuadro 1) como si la colocamos en el contexto demográfico del país respectivo (cuadro 2). Los sistemas de México, Colombia y Chile tienen tasas de crecimiento promedio anual bastante parecidas, de alrededor de 4.5%, moderadamente superiores a las tasas de crecimiento poblacional. Los casos extremos los constituyen Brasil y Argentina. En este último, una tasa promedio de 7.4% anual (que en ocasiones pudo haber subido hasta 10%) está reflejando los cambios sufridos en el sistema con la transición democrática, al pasar de una universidad bastante golpeada por el régimen militar a una política de ingreso irrestricto a la universidad estatal y a la proliferación institucional del sector privado no universitario POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA 171 CUADRO 2. Población y educación superior Brasil Colombia Argentina México Población urbana (millones) crecimiento Ed. superior Tasa esc. educación superior/ población Analfabetismo (1990) 150.4 (1988) 75% (85-90) 2.1% (1986) 10.0% (1990) 1.0% (1985) 22.3% (1990) 33.0 (1988) 69% (85-90) 2.1% (1986) 13.1% (1986) 1.4% (1985) 17.7% (1990) 32.9 (1988) 86% (85-90) 1.3% (1986) 38.7% (1986) 2.3% (1985) 4.5% Chile (1990)(1990) 88.6 13.2 (1990)(1988) 72.6%85% (85-90)(85-90) 2.2%1.6% (1985)(1986) 16.0%16.6% (1987)(1987) 1.5%1.3% (1985)(1985) 9.7%5.6% mencionada anterionnente. Para una población con una de las tasas de incremento más bajas en América Latina, el crecimiento de la educación superior en Argentina indica que en este país se está consolidando el modelo de "universidad de masas" (tasas de escolarización superior cercanas a 40%), y es probable que una población económicamente activa supercalificada (al menos formalmente) esté permitiendo consolidar el fenómeno del credencialismo (el crecimiento neto promedio anual de la matrícula es comparable a la de los otros cuatro países juntos). En el otro extremo, Brasil muestra un sistema de educación superior que, habiendo superado en décadas anteriores su expansión más acentuada, se encuentra en una fase de consolidación cuantitativa, con una mínima de incremento anual en la matrícula cercana a 1%. Esta tasa, por otra parte, está bastante por debajo del crecimiento poblacional (calculado en 2. 1 % para 1985-1990); el sistema de educación superior mejor estructurado de la región (donde el porcentaje de doctores es el más alto) tiende entonces hacia la elitización progresiva (a pesar de su heterogeneidad relativa), reflejo de un país muy estratificado, donde las tasas de analfabetismo (22.3% en 1985) superan ampliamente las de los otros cuatro considerados. 172 POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA Los subsistemas de posgrado: volumen y dinámica Como era de esperarse, en los cinco países el orden de magnitudes en las matrículas de posgrado es el mismo que en la educación superior en general (cuadro 3). Aquí, sin embargo, se presentan algunas discrepancias en los criterios de selección de las cifras disponibles: en Colombia y México se encuentran estadísticas sobre especialización, maestría y doctorado. En Chile figuran en las estadísticas de posgrado únicamente las maestrías y los doctorados, aunque existen también datos para el "postítulo" que podría asimilarse, para efectos comparativos, con la especialización. En Brasil se habla de un posgrado lato sensu, que incluirla la especialización, y de uno stricto sensu, que incluye sólo maestrías y doctorados; pero las estadísticas disponibles se refieren únicamente a este último. Por último, de Argentina, hay sólo datos fragmentarios sobre la matrícula de maestría y doctorado, posiblemente subvalorados debido a las deficiencias del aparato estadístico. Desde el punto de vista del peso de los estudiantes de maestría y doctorado en el total de la educación superior, mientras que Brasil y México logran tasas importantes de 3.1 y 2.5%, respectivamente, las de los otros países están alrededor de 1% (quizá ligeramente superior en Argentina). El caso argentino es bastante peculiar: a pesar de tener un sistema de educación superior catalogado entre los "grandes", entraría a formar parte del grupo de países que tienen subsistemas de posgrado más bien pequeños. La evolución de los posgrados en los periodos observados muestra tasas de crecimiento relativamente altas para Colombia y México, menores para Chile y apenas de 1% para Brasil, Sin embargo, si se compara el crecimiento de los posgrados con el del conjunto del sistema de educación superior, tenemos que es superior en Colombia y México (donde la participación de los posgrados en la educación superior tiende a incrementarse), mientras que es inferior para Chile (lo cual quiere decir que los estudiantes de posgrado, aunque aumentan en número absoluto, son una porción cada vez menor de los estudiantes de educación superior). En este último grupo puede incluirse a Argentina: aunque no se poseen datos estadísticos POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA 173 CUADRO 3. Posgrados Matrícula esp. Años mae.-doc. mae.-doc. peso Crecimiento promedio anual esp. maemae.-doc.doc. Brasil 1988 46062 11(83-88) México 1989 41495 26913 23(80-89) 6.3 Argentina 1987 *9 006 0.9 Colombia 1990 14057 5525 1.1(83-90) 13.4 Chile 1989 5293 2392 1.0(83-89) 0.1 * Información muy aproximada, basada en cifras provisionales. 1.0 6.1 3.1 precisos, se puede sospechar que frente a la explosión de la matrícula universitaria la población de los posgrados no sólo ha disminuido su peso relativo, sino que es también posible que, en la década, haya tenido momentos de disminución en términos absolutos.(1) La estabilidad del sistema brasileño se manifiesta de nuevo en el hecho de que, a pesar de la baja tasa de crecimiento de los estudiantes de posgrado (1.0%), ésta es prácticamente igual a la del sistema global (0.9%), con lo cual su participación relativa se mantiene. Es importante comparar también aspectos más cualitativos de la estructura misma de los posgrados, que son producto sin duda de las políticas nacionales de educación superior (implícitas inicialmente, más explícitas después), pero que a la vez son factor que condicionan las políticas presentes y del futuro inmediato. Hay rasgos comunes: quizá con la excepción de Argentina, que tiene una tradición académica que antecede en varias décadas a los demás países, los posgrados surgen como subproducto de la expansión universitaria de los sesentas y setentas y de las necesidades de consolidación y reproducción de las incipientes comunidades de académicos y de profesionales especializados (en su inmensa mayoría formados en el exterior). Las coyunturas del mercado de profesionales y de especialistas hicieron que, inicialmente, predominaran los posgrados en las áreas de la salud y de las ciencias jurídicas. (1) Ésta parece ser la conclusión que se desprende, al menos, de la observación de las estadísticas disponibles de los egresados del doctorado, que muestran una tendencia decreciente continua a partir de 1950. 174 POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA El conflicto de intereses entre las necesidades del mercado de profesionales y las de la reproducción científica marcaron cierta diferenciación entre las especializaciones, por un lado, y los posgrados académicos, por el otro. La relación cuantitativa entre unas y otros es difícil de establecer por las causas mencionadas. Las estadísticas disponibles, sin embargo, nos permiten comparar las tendencias en dos casos característicos, Colombia y Chile (cuadro 3): en el primer país, la tasa de crecimiento aumenta si se incluyen las especializaciones; en Chile, por el contrario, disminuye notoriamente cuando se tienen en cuenta los "postítulos". Lo cual quiere decir que en la composición de la matrícula de posgrado en Colombia tiende a aumentar la participación de las especializaciones, lo cual resalta su tendencia profesionalizante, mientras que en Chile aumenta el peso de las maestrías y los doctorados, cosa que resalta su tendencia más académica. Si limitamos entonces el análisis a la relación entre las maestrías y los doctorados, observamos tres patrones de desarrollo diferentes (cuadro 4). En Argentina han sido más importantes, cuantitativamente y por su tradición histórica, los doctorados que las maestrías: tal vez ello se deba al modelo europeo continental de posgrado que se adoptó primero y en el que el único posgrado posible era el doctorado. En Brasil, México y Chile predominan las maestrías y el doctorado es la prolongación lógica de algunas de éstas; en el modelo resultante, si bien la maestría es más voluminosa, el doctorado es significativo (mucho más en Brasil, con 22%, que en los otros dos, con 5 y 6%). En Colombia, por último, los doctorados han sido prácticamente inexistentes, y hasta ahora comienzan a tomarse medidas serias conducentes a su estructuración. Sin embargo, la clasificación en especializaciones, maestrías y doctorados resulta a veces un poco formal, puesto que dentro de una misma denominación se pueden encontrar programas que cumplen con funciones o son expresión de políticas muy diferentes. Una clasificación más apropiada, tomada de los estudios de caso disponibles de los diferentes países(2) podría ser la siguiente: (2) Algunos de estos estudios se resumen en el anexo. POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA 175 CUADRO 4. Distribución de los posgrados (en porcentajes de alumnos) Maestrías Brasil México Argentina Colombia Chile 78 95 33 100 94 Doctorados 22 5 67* menos de 1 6** * Distribución de los programas: 217 títulos de doctorado vs. 108 de maestría. Guía Mundial de Becas, p. 17. ** Matrícula global para 1981-1988 (Allende, tablas iv-3 y iv-6). a) Posgrados de buena calidad de investigación, que producen conocimientos científicos y tecnológicos relevantes, están apoyados por comunidades académicas sólidas y cuentan con procesos eficientes de formación de investigadores. Pertenecen a este grupo algunas maestrías y buena parte de los doctorados. b) Programas de especialización que forman en aspectos novedosos y muy tecnificados del ejercicio profesional. Aunque no se plantean como objetivo inmediato la formación de investigadores, su concepción del ejercicio profesional muy competitivo implica la capacidad de asimilar e incorporar en él la producción científica y tecnológica. Pertenecen a este grupo las mejores especializaciones (especialmente en las áreas de salud e ingenierías), cierto tipo de maestrías e, inclusive, algunos doctorados (como en el caso de Argentina). c) Posgrados "de consumo" que, aunque se plantean en el papel la formación de investigadores o especialistas, son en realidad programas montados sobre la base de comunidades académicas endebles e inestables; su labor se centra en la 11 transmisión" de unos conocimientos apenas algo más especializados que los del pregrado, y atraen a una clientela que busca fundamentalmente un título. Pertenecen a este grupo muchas de las especializaciones y maestrías surgidas a raíz de los procesos expansionistas de la educación superior. 176 POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA Primera caracterización global Con los datos anteriores puede establecerse, a manera de síntesis, una primera tipificación diferencial de los sistemas de educación superior de los cinco países y, dentro de ellos, de los correspondientes subsistemas de posgrado (cuadro 5): Brasil: sistema de educación superior grande, heterogéneo y diversificado. Sistema consolidado y estable, con poco crecimiento relativo, que podría traducirse en una tendencia a la elitización. Peso alto de los posgrados, especialmente de los doctorados, estabilizado dentro del sistema. México: sistema de educación superior grande, dinámico, con una gran homogeneidad (concentración institucional) debida, en parte, al peso importante de las instituciones de carácter estatal. Peso alto del posgrado, con tendencia a incrementar su participación en el conjunto del sistema de educación superior. Argentina: sistema de educación superior grande, en el que se da una gran concentración en el sector universitario, frente a una explosión de instituciones privadas que tiende a atomizar el sistema. La matrícula global crece muy por encima del crecimiento poblacional, lo que sugiere una tendencia a la masificación. Posgrado con poco peso relativo y, posiblemente, con tendencia decreciente. Colombia: sistema de educación superior pequeño, dinámico. Posgrado con poco peso relativo, pero cuantitativamente muy dinámico dentro del conjunto del sistema, en particular en lo que toca a las especializaciones. Chile: sistema de educación superior pequeño y muy fragmentado, dinámico. Aunque el sistema global no puede calificarse de elitista (como en el caso brasileño), sí podría serlo el subsistema de posgrado, que tiende a centrarse en maestrías y doctorados y cuyo peso relativo crece a menor ritmo que el conjunto del sistema. Esta tipificación basada en la magnitud y evolución reciente de los sistemas globales de educación superior, de sus subsistemas de posgrado y de estos dos en relación con la población global, sirve para relativizar y situar la comparación entre los efectos reales y los esfuerzos locales que suponen unas políticas nacionales que, en su simple formulación o POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA 177 CUADRO 5. Sistemas y subsistemas, características principales Brasil México Argentina Colombia Chile Educación superior Sistema Dispersión Dinámica grande X pequeño homogéneo mediano x heterogéneo alta media baja x x X x X x X x x x X x x x x Posgrados peso dentro de la educación superior alto x bajo Dinámica con respecto a la educación superior más alta igual más baja x x X X X X x recuento, pudieran parecer semejantes. En primer lugar, la mera comparación de tasas escuetas de crecimiento (como resultado de una política implícita o explícita de expansión del sistema) adquiere nueva dimensión cuando se la refiere a los volúmenes respectivos. Es el caso de Argentina, donde el crecimiento neto de la matricula global de educación superior en tres años es aproximadamente igual al total de la matrícula chilena, lo cual implicó, muy probablemente, la aplicación de recursos considerables (así fuera por el sistema de incremento inercial) que tal vez impidió destinar fondos adecuados a los posgrados. En segundo lugar, la comparación entre el volumen de la educación superior y la población global es un indicador rudimentario del esfuerzo nacional que supone mantener el sistema y de su impacto global. Así, aunque Argentina y Colombia tienen poblaciones similares, la matrícula total de ésta es sólo la mitad de la de aquélla; y México, teniendo una matrícula igual a la de Argentina, cuenta con una población casi tres veces mayor. En tercer lugar, el O L 178 POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA peso relativo de los subsistemas de posgrado dentro del sistema de educación superior y las tendencias de su evolución sirven también para analizar la viabilidad comparativa de cierto tipo de políticas posibles, como las de capacitación de los maestros universitarios; hacia el final de la década, por ejemplo, sólo uno de cada 1600 estudiantes chilenos de educación superior se encontraba en programas de doctorado; en Brasil, por el contrario, era aproximadamente uno de cada 150. Es posible también, finalmente, que los ritmos de crecimiento actual de los sistemas haya que mirarlos como resultado de una evolución anterior a la mostrada en la década de los ochentas (el "timing de la expansión" sugerido por Sampaio y Klein, 1993: 5). En ese caso tenemos una expansión más pronunciada, un poco anterior en Brasil que en México y Colombia, con una consolidación cuantitativa en el primero ya en la década de los ochentas, mientras que en los otros dos no llega aún. La expansión del sistema argentino ocurrió unas dos décadas antes; sin embargo, el notable incremento observado en los ochentas (que tiende a desacelerarse ligeramente en los noventas) no es más que un reflujo del estancamiento del sistema productivo durante el régimen militar. Un estancamiento más reducido ocurrió en Chile; por eso su expansión reciente no es tan notable, y de todos modos se parece más a la colombiana y la mexicana que a la argentina. Esos procesos de expansión y consolidación para unos y de retroceso y reflujo para otros (que son producto tanto de la coyuntura histórica como de una política real, así sea latente) condicionan la aparición y expansión de los posgrados, que, como subsistema, requieren cierto nivel de desarrollo del sistema global del cual surgen. II. FUNCIONES Y POLITICAS Las funciones que cumplen los posgrados pueden ser de tres clases: a) Una función orientada al sistema mismo de educación superior. Se trata, en primer lugar, de una función general que se expresa en mecanismos de formación de maestros y de desarrollo de las comunidades académicas, en la medida en POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA 179 que la investigación básica y la formación de especialistas fortalece la función docente. Se trata, igualmente, de una función más específica de fortalecimiento y reproducción de los apartados de investigación propios; los posgrados, en efecto, permiten generar espacios de investigación, formar nuevos investigadores y atraer recursos para financiar los programas de investigación e, indirectamente, las comunidades de investigadores que se forman en torno a ellos. b) Una función que se orienta a satisfacer ciertas demandas y necesidades provenientes del sector productivo ajeno al sistema de educación superior. Estas demandas se refieren generalmente a especialistas muy calificados, investigadores o innovadores tecnológicos, así como a productos concretos de investigación y desarrollo en los campos de la tecnología o de la ciencia aplicada. c) Una función, finalmente, de satisfacer la demanda específica de formación por parte de sus usuarios potenciales. Ésta puede ser, en primer lugar, una demanda meramente formal por un título, ante la desvalorización creciente que la expansión universitaria ha implicado para los certificados de pregrado; o, en el mejor de los casos, una demanda de calificación real que permita a los usuarios competir mejor en el campo laboral, sea éste de índole académica o en el aparato productivo. Aunque estas funciones se cumplen prácticamente en todos los subsistemas de posgrado, el peso que ejerce cada una de ellas en el comportamiento global del subsistema, el acento de una u otra en una coyuntura histórica determinada, es lo que va a decidir las características específicas de cada subsistema nacional, más allá de los rasgos comunes en la evolución de los diferentes sistemas y subsistemas nacionales. Las políticas estatales que afectan la configuración y el desarTollo de cada subsistema de posgrado estarán, por tanto, orientadas a hacer explícitas e intencionales una o varias de las tres funciones posibles que cumplen los posgrados. Se trata entonces, en particular, de: a) Políticas orientadas al desarrollo y fomento de los posgrados como instrumento para fortalecer el sistema de educación superior, en especial para la consolidación de las comunidades académico-científicas en éste. 180 POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA b) Políticas orientadas a articular el sistema de educación superior (y los posgrados en particular) con la modernización del aparato productivo, en especial las pertinentes al financiamiento y/o el fomento de la investigación y el desarrollo, en general, de ciencia y tecnología. c) Políticas orientadas al fortalecimiento de los posgrados por sí mismos, dirigidas a su población usuaria; más concretamente, políticas o medidas tendientes a facilitar, fomentar y/o financiar el acceso de los usuarios potenciales al subsistema. Un estudio comparativo más detallado de la manera como se realizan las diversas funciones en los cinco subsistemas permitirá inferir, por tanto, cuáles han sido las políticas de posgrado predominantes y cómo se han configurado en cada país. El análisis siguiente es más de tipo transversal que longitudinal, en cuanto que pretende, para cada función enunciada, mostrar cómo se han orientado en los diversos países las políticas respectivas, más que hacer un recuento sucesivo, país por país, del conjunto de políticas referentes a los posgrados. Los posgrados en función del sistema global de educación superior (función endógena) La primera de las funciones de los subsistemas de posgrado es endógena en el sistema mismo de educación superior: los posgrados sirven a la consolidación de las comunidades académicas intrauniversitarias, son instrumentos de capacitación de los maestros y fuente de prestigio institucional. Esta función está ligada al origen histórico mismo de los programas; con excepción de Argentina, cuyos posgrados siguieron un patrón diferente y bastante anterior, en los otros cuatro países, con algunas diferencias, los posgrados se inician en forma sistemática en la década de los setentas. A falta de tradición académica propia (la expansión universitaria estuvo más ligada al fenómeno de la diversificación externa, que obedecía a las demandas del mercado, que a la diferenciación interna, producida por la maduración de las comunidades ? POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA 181 científicas nacionales), los primeros posgrados se iniciaron con académicos formados en el exterior y que regresaban a su país de origen en búsqueda de un espacio para continuar desarrollando su trabajo académico. Estos posgrados, generalmente, contaron con recursos externos de la cooperación internacional, en forma de financiación directa, becas o apoyo académico. En la medida en que los académicos nacionales lograron establecer institutos de investigación y reclutar jóvenes asistentes (que serían los primeros alumnos), se pudieron crear programas de posgrado nacionales más autónomos que simultáneamente garantizan la consolidación de un espacio académico y la formación de nuevos investigadores. El surgimiento de los programas de posgrado coincide, además, con un segundo fenómeno, la consolidación progresiva de la profesión de "docente universitario", como dedicación de tiempo completo al mundo académico. El paso del profesional que, en sus ratos libres y por cuestión de prestigio personal, dedicaba unas horas al ejercicio de la docencia, al maestro de profesión, llevó consigo la consolidación de sistemas de escalafón y de estatutos docentes, sobre todo en las universidades estatales. Es claro que muchas veces la consolidación de un cuerpo académico relativamente estable llevó a situaciones de cierto gremialismo, en las que las posiciones de poder (inclusive de confrontación abierta con el Estado) tuvieron poco que, ver con la calidad académica y en las que se premiaron más factores como la antigüedad o el respaldo político; pero tampoco es menos claro que, en la norma al menos, la diferencia entre un peldaño y otro, un escalafón y otro de la carrera docente se medía, entre otras cosas, en términos de mayor o menor calificación, expresada fundamentalmente en los títulos de posgrado. Estos dos factores históricos (el de las necesidades de consolidación y reproducción de los aparatos de investigación y el de la profesionalización del cuerpo docente) estuvieron presentes, con mayor o menor intensidad, en los cinco subsistemas de posgrado analizados. Una política más explícita -la de utilizar el posgrado como factor de desarrollo de todo el sistema de educación superior- ocurrió en Brasil, como caso más característico, y a ella se debe, entre otras cosas, el carácter 182 POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA específico del posgrado brasileño y su alto grado de desarrollo. En ese país, en efecto, encontramos los siguientes elementos específicos: el fenómeno de los posgrados se debió, en primer lugar, a una política deliberada del Estado, a partir de los años sesenta, para fortalecer el sistema de educación superior; los posgrados tenían como misión implícita formar a los maestros del sistema; el trabajo de las comunidades académicas fue estimulado por el concurso de tres dependencias estatales especializadas en el financiamiento institucional (Capes), el montaje de infraestructura investigativa (Finep) y el otorgamiento de becas (CNPQ); ello hizo que gran parte de los recursos estatales para investigación y desarrollo en el programa de modernización del país se hayan canalizado hacia las instituciones universitarias y, en éstas, hacia sus programas de posgrado. Todo ello produjo comportamientos singulares, como el de que con frecuencia los académicos crearan primero los programas de posgrado, a fin de poder conseguir fondos por medio de ellos, y sólo después establecieran (con esos fondos) las líneas de investigación. El proceso de acreditación de los posgrados, establecido posteriormente, implica que las becas y el financiamiento de proyectos de investigación se otorgan prioritariamente a los programas de más alto nivel académico. También se presenta en el caso brasileño, con más claridad que en los otros, que en los procesos de reclutamiento y ascenso de los maestros universitarios (aun de aquellos dedicados a la labor exclusivamente docente) desempeñen un papel decisivo los títulos de maestría y doctorado. En los otros cuatro países, esta función endógena (con respecto al conjunto del sistema de educación superior) de los posgrados no ha tomado cuerpo de una manera tan explícita en las políticas (tanto en el discurso como en las medidas efectivas) corro en el caso brasileño. De todos modos, sí encontramos, en los cuatro casos, que las políticas generales de educación superior generalmente incluyen, como un subproducto y como un instrumento a la vez, enunciados referentes al fortalecimiento de los posgrados. En Argentina, los golpes militares de 1966 y 1976 tuvieron como consecuencia un deterioro de las condiciones del traba POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA 183 jo universitario, expresado principalmente en emigración de académicos, desmantelamiento de la infraestructura y restricciones económicas. Es obvio que estos factores dañaron más la infraestructura de investigación que la de docencia: no obstante, subsistieron en ese tiempo posgrados como los de ciencias naturales y de la salud, de larga tradición histórica en el país. De todos modos, la normalización de las universidades a partir de 1983 y la necesidad de recuperar el tiempo perdido en la evolución académica, vuelven a poner en primer plano, como uno de los factores decisivos, la necesidad de una política de posgrados. En México, un elemento clave del fomento al sistema de educación superior ha sido el fortalecimiento de sus mecanismos de planificación. En 1969 se creó un centro nacional de planeación de la educación superior. Este sistema, que funcionó durante toda la década de los setentas, adquirió una estructura compleja en los ochentas (1983), al formalizarse un sistema de planeación permanente de la educación superior, que comprende un nivel de coordinación nacional (Conpes), niveles de coordinación regional (Corpes) y estatal (Coepes), hasta descender a las unidades institucionales de planeación (UIP). El sistema está actualmente dentro del programa de modernización educativa (1984-1994) y ligado a una política explícita de descentralización del sistema. Hay cierta relación (aunque no total simultaneidad cronológica) entre estas políticas de planificación, desconcentración y modernización del sistema de educación superior y el programa de fortalecimiento de los posgrados nacionales (1984-1988). Se presenta, sin embargo, cierta ambigüedad, pues mientras las dependencias del sector perseveran en una política concertada de fortalecimiento y modernización de los posgrados, no existe, por otro lado, ni una reglamentación nacional de ellos ni un sistema explícito para su acreditación. Ambas carencias son producto de la total autonomía que existe, por parte de las universidades, en la creación y el manejo de sus programas de posgrado. La funcionalidad que existe entonces entre el subsistema de posgrado y el conjunto de la educación superior, aunque es real, no es tan explícita como en el caso brasileño. Si bien los programas de formación de profesores de 184 POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA la educación superior del gremio universitario (ANUIES) involucraron expresamente a los posgrados como su instrumento primordial, el desarrollo de las comunidades docentes choca con la separación que existe, de facto, entre docencia e investigación; esta separación se constata en la creación de centros de investigación separados institucionalmente, en el modelo de reproducción tecnológica adoptado -que no demanda investigación básica- y en la falta del "tiempo necesario para generar un área del conocimiento", lo cual hace que académicos con formación incompleta tengan que asumir papeles importantes en la investigación universitaria (Lomnitz y García, 1991: 88). Al igual que en el caso argentino, en Chile hay que hablar del desmantelamiento producido en las universidades por el régimen militar, especialmente en algunas áreas del conocimiento (las sociales) y en ciertas comunidades académicas. Pero, a diferencia de Argentina, el desmantelamiento universitario parece haber sido menos generalizado (fueron menos afectadas las ciencias exactas y naturales); asimismo, la recuperación del sistema universitario, paralela a un proceso de liberación económica, se produjo con bastante antelación al periodo de transición democrática. La reforma universitaria de la década de los ochentas estuvo acompañada por un fomento de la competencia entre las instituciones, dirigida no sólo al reclutamiento de alumnos, sino también a la obtención de financiamiento estatal; este nuevo modelo hizo que fuera más importante la distinción entre un sector de instituciones con apoyo fiscal (especialmente las universidades, tanto oficiales como privadas, que tienen que competir por los recursos estatales) y un sector sin apoyo fiscal (especialmente las entidades creadas después de la reforma, cuya competencia es regulada del todo por el mercado) que la simple distinción entre un sector oficial y uno privado. El modelo tan competitivo se fundamentó en la autonomía universitaria, y tuvo como efecto inmediato el fortalecimiento de las instituciones más prestigiosas (las mejor dotadas, en el momento, para la competencia interinstitucional). Este fortalecimiento de un núcleo de universidades repercutió, obviamente, en los posgrados: éstos se consolidaron en unas cuantas comunidades académi POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA 185 cas bien cimentadas (las antiguas universidades), muy productivas y estrechamente vinculadas con las respectivas comunidades internacionales. Aunque en este caso tampoco se formuló explícitamente una funcionalidad de los posgrados con respecto al conjunto del sistema de educación superior, sí hay algunos indicios que permiten afirmar que éste se ha beneficiado con el fortalecimiento de aquéllos: gran parte de sus egresados, en primer lugar, se quedan en el país y se vinculan al quehacer académico. Se afirma, por otra parte, que los posgrados fortalecen financieramente a las instituciones, puesto que constituyen ingresos netos de fondos para éstas (Gysling y Zanelli, s. f.: 5). Los límites del beneficio que los posgrados puedan aportar al conjunto del sistema provienen del poco peso relativo dentro del conjunto (con Argentina, son los más bajos de los cinco países); se afirma que, de un mínimo de 100 a 130 doctores anuales que se necesitaría sólo para reponer la cuota de jubilados de las comunidades científicas, se están produciendo apenas 30 (Allende, 1992: 90). En Colombia, la legislación universitaria de 1980 asigna a los posgrados la tarea de preparar a las personas para la actividad académica y la investigación; adicionalmente, la política de formación de investigadores, desarrollada por la dependencia estatal ICFES a partir de 1982, incluía entre sus objetivos el de capacitar a los maestros de educación superior como investigadores; o sea que, formalmente al menos, la función de los posgrados en beneficio de todo el sistema estaba clara. Sin embargo; el sistema de posgrados cuenta con serias deficiencias: a pesar de mostrar uno de los crecimientos más altos y de tener un peso elevado dentro del conjunto del sistema, en él han predominado las especializaciones y prácticamente se carece de programas de doctorado. Una renovación endógena del sistema de educación superior tendría que basarse entonces, antes que nada, en las maestrias. Pero la gran mayoría de éstas consisten en programas de clases magistrales o seminarios que se limitan a remediar las deficiencias de la formación de pregrado, sin formar verdaderamente al personal académico en las disciplinas de investigación ni producir investigaciones relevantes. Si en las dos últimas décadas se puede constatar la elevación en el nivel académico de los maestros, no es posible 186 POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA establecer qué efectos tenga ello en el sistema, ni qué tanto de esa formación sea puro credencialismo, fomentado por los ascensos en el escalafón docente que produce el título de posgrado. El esfuerzo principal llevado a cabo en la última década para fortalecer los posgrados fue un proyecto financiado por el BID y orientado a 38 programas (maestrías principalmente) de nueve universidades estatales. Aunque el proyecto repercutió de manera inmediata en la consolidación de los aparatos de investigación de las universidades participantes (dotación de infraestructura, recursos bibliográficos y de información, pasantías, profesores visitantes), su productividad en términos de graduados fue muy baja: se estima que en nueve años (1984-1992) hubo 610 egresados, lo que en promedio significa 67 por año (menos de dos egresados anuales por programa). Si a estos 38 programas, ya consolidados, se añaden no más de 10 de las universidades privadas de mayor prestigio, tendríamos toda la infraestructura de posgrado con que realmente cuenta el sistema de educación superior para su renovación y fortalecimiento. La expansión de los posgrados ha tenido además otros efectos institucionales, y por tanto también endógenos, que conviene destacar: son fuente de prestigio para las universidades y les da acceso a fuentes adicionales de financiamiento, lo cual reviste especial importancia para las políticas institucionales en momentos en los que prácticamente todos los países reconocen la crisis financiera de los sistemas de educación superior. Un aspecto que incide en las medidas estatales orientadas al fortalecimiento de los posgrados (y que no se limita sólo a su función endógena) es el mayor o menor grado de normatividad con que éstos se hallan en los sistemas globales de educación superior; la situación varía desde una anomia casi total, fundamentada en la autonomía universitaria, hasta un exceso de control y formalismo, derivado de la función de inspección y vigilancia que le compete al Estado. Así, mientras que en México se echa de menos una reglamentación nacional de los posgrados y en Argentina se le propone con cierto recelo, en Colombia sucede todo lo contrario: a falta de un sistema apropiado de acreditación, la presencia controladora POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA 187 del Estado es excesiva en los aspectos académicos más formales (solicitud de funcionamiento, número máximo de alumnos por promoción, etc.); además, en las universidades estatales el sistema de administración pública al que están sujetas hace que los investigadores tengan que hacer infinidad de malabarismos (muchos de ellos "paralegales") para administrar las rutinas corrientes de cualquier investigación: contratación de asistentes, compras de insumos, invitación de profesores visitantes, pago de transportes y viáticos, etcétera.(3) De las consideraciones anteriores resulta evidente, entonces, que el desarrollo todavía muy reciente de los programas de posgrado en los cinco países ha cumplido una función de fortalecimiento de los sistemas nacionales de educación superior. Esta función se manifiesta con matices diferentes en cada país e incluye tanto la consolidación de las comunidades académicas, el aseguramiento de fondos para investigar y la formación de los futuros investigadores, como la capacitación del personal docente que se desempeña en el resto del sistema. Incluye también otros beneficios, tales como el incremento en el prestigio (nacional e internacional) de las instituciones y aun beneficios de tipo financiero. Aunque esa función endógena del sistema no en todos los casos se halla tan intencionalmente expresada en las políticas estatales como en el caso brasileño, sí está presente, de manera más o menos explícita, en todas las medidas políticas referentes, en general, a los sistemas de educación superior y, en especial, a los subsistemas de posgrado. La puesta en práctica de estas políticas, sin embargo, tiene limitantes importantes, aun en el caso de que hayan sido formuladas y desarrolladas de manera explícita y consecuente, como en el caso brasileño. Un análisis de los posgrados en ese país señala que se produjeron dos efectos no buscados: el primero de ellos fue que unas políticas dedicadas casi exclusivamente al desarrollo endógeno del sistema, al fortalecimiento de las comunidades académicas por sí mismas y a la canali (3) La nueva Ley de Educación Superior, de diciembre de 1992, representa un cambio de orientación en este sentido: se libera a las entidades (estatales y privadas) de un control estatal excesivo, se concede autonomía a las universidades estatales en el nombramiento de sus directivos y se establece un sistema más ágil para la administración de los recursos. 188 POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA zación casi exclusiva de recursos de investigación y desarrollo a los programas de posgrado produjeron cierto aislacionismo universitario (Durkham y Gusso, 1991: 13-18), aislacionismo que se hace crítico en momentos en que el país realiza procesos de apertura económica y modifica los patrones de modernización del aparato productivo. El segundo efecto consistió en que los programas de posgrado no produjeron la modernización esperada en el conjunto del sistema de educación superior, sino tan sólo en un segmento de éste; las universidades más sólidas incrementaron aún más su calidad, tuvieron más posibilidades de atraer recursos y de retener a los mejores egresados de posgrado, que provenían (para el efecto de difusión que se esperaba) de las otras universidades e instituciones de menor prestigio. El resultado fue la concentración, en términos cuantitativos y cualitativos, de los recursos de investigación en unas pocas instituciones (las paulistas, especialmente). El dualismo que implica esta concentración explica, al menos en parte, por qué en Brasil, paralelo a un sistema de educación superior muy extenso, atomizado y de calidad deficiente, existe un subsector muy desarrollado de posgrados, calificado como "el sector más exitoso del sistema educativo" (Durkham y Gusso, 1991: 2). Esta concentración de los programas de posgrado y el dualismo resultante entre instituciones o programas de prestigio y el resto del sistema más o menos atomizado en pequeñas instituciones de menor calidad, en su mayoría profesionalizantes, se da también en los otros cuatro países y parece un fenómeno inevitable. En Argentina, donde ya de por sí existe un sistema universitario muy concentrado en unas pocas instituciones, no cabe duda de que la Universidad de Buenos Aires concentra el mayor número de posgrados de prestigio. igualmente, a pesar de todas las políticas de desconcentración planteadas en México, los datos estadísticos muestran que el Distrito Federal concentra más de la mitad de los programas de posgrado de cierta importancia; más aún, en el Distrito Federal éstos se hallan concentrados en unas pocas instituciones y, especialmente, en la UNAM. Los datos para Chile, igualmente, se refieren en su gran mayoría a dos instituciones de la capital: la Universidad de Chile y la Católica. En POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA 189 Colombia, asimismo, aunque los posgrados estén más dispersos, la capacidad de investigación real está muy concentrada: de 214 proyectos de investigación financiados entre 1983 y 1988 a las universidades, 176 (82%) fueron ejecutados por sólo seis de ellas (Lucio y Serrano, 1992: 226). Este comportamiento de los posgrados es una reproducción, con algunas décadas de desfase, de la manera como se expandió el sistema global de educación superior. En efecto, la educación superior, como fenómeno característicamente urbano, apareció en América Latina en las ciudades de mayor importancia; su proceso de expansión y diversificación, paralelo al proceso de urbanización de los países, lo llevó a extenderse del centro hacia la periferia; pero esa expansión no se realizó de una manera homogénea, y dio como resultado la nucleación (en el "centro") de universidades de prestigio y relativamente bien dotadas, con una "periferia" de instituciones relativamente más nuevas y de menor calidad(4). La expansión de los posgrados comienza a mostrar, a varias décadas de distancia, características similares: éstos surgen en las universidades que podriamos llamar del "centro", y por tanto su función endógena, de fortalecimiento del sistema, tiende a limitarse necesariamente a estas instituciones privilegiadas; después comienzan a aparecer programas de posgrado también en las instituciones de tipo más periférico, aunque con menor calidad, inclusive comienzan a ocurTir fenómenos similares de "titularismo" (ante el aumento en los promedios de educación de la población económicamente activa) y de cierta "masificación» o producción en serie: en México, por ejemplo, se cita que la política de desconcentración de los posgrados produjo el surgimiento de un buen número de maestrías de menor calidad en instituciones pequeñas; en Colombia también abundan las maestrías "de consumo", dedicadas a producir títulos. (4) La distinción de "centro" y «periferia", referente a los ritmos de expansión de los sistemas asociándolos con mayor o menor calidad y prestigio académico, y por tanto con mayor o menor densidad de programas de posgrado, se manifiesta de diferentes maneras: el "centro" lo constituyen el sistema de universidades estatales en Brasil (especialmente las paulistas), México y Argentina, mientras que en Chile lo son las universidades de apoyo fiscal (oficiales y privadas); en Colombia, por el contrario, hay instituciones oficiales y privadas tanto en el centro como en la periferia. 190 POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA La conclusión que se desprende de las anteriores reflexiones es que, si bien una política de fortalecimiento de los posgrados es un instrumento importante para el mejoramiento de la calidad de los sistemas de educación superior, no puede ser el único, ya que tiende a limitarse a un segmento de éstos, aun en el caso en que se haya implantado de una manera explícita, como en el caso brasileño. La concentración en unas pocas instituciones no es de todos modos lo peculiar de la región; los costos de cierto tipo de investigaciones son tan altos que, por ejemplo, prestigiosas universidades de los Estados Unidos aúnan esfuerzos para erigir aparatos de investigación compartidos. En tal dirección parece apuntar la propuesta de la comisión de posgrado argentina, en la segunda mitad de la década de los ochentas: "un sistema universitario de cuarto nivel", en el que los posgrados combinen infraestructura y recursos humanos de varias fuentes. Los posgrados como producción de ciencia y tecnología (función exógena) La función de los posgrados, sin embargo, no puede reducirse a la mera reproducción de las comunidades académicas por sí mismas, ni a la simple perpetuación de los aparatos universi tarios de investigación. Está, en primer lugar, el beneficio so cial general, fuera de las comunidades académicas, que reporta el avance de las ciencias; del mismo modo, los nuevos paradigmas productivos, que inevitablemente deben seguir, si no lo están haciendo ya, los países latinoamericanos, demandan aportaciones en ciencia y tecnología; el ejercicio de las profesiones, asimismo, involucra cada vez más al conocimiento y la investigación. Por eso los posgrados, además de su función endógena, tienen una función exógena con respecto a los sistemas de ciencia y tecnología nacionales y, en última instancia, con respecto a las demandas generadas por el aparato productivo y la sociedad en general. La aportación "externa" de los posgrados se orienta, entonces, en dos direcciones: a la formación de recursos humanos muy calificados y a la producción de resultados concretos de los procesos de investi POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA 191 gación (innovaciones tecnológicas e investigación aplicada, principalmente). En estas dos direcciones se orientan las políticas que tienden a fortalecer la función exógena de los posgrados. Desde el punto de vista de la formación de recursos humanos, en primer lugar los posgrados continúan siendo los "únicos instrumentos de entrenamiento sistemático para investigadores y especialistas en todas las ramas del conocimiento" (Gysling y Zanelli, s. f.: 3). La formación de especialistas, en áreas más puntuales o "especializadas" que las de la simple formación básica del pregrado, son una prolongación lógica del modelo de universidad profesionalizante adoptado por los sistemas de educación superior en sus procesos de expansión ante el refinamiento de la demanda de profesionales. Su primer desarrollo sistemático ocurrió en el sector de la salud; en Argentina, por ejemplo, se menciona que el papel desempeñado por los doctorados en ciencias médicas fue más un mecanismo de acceso a los "circuitos meritorios" de la profesión que una inducción a la vida académica (Riquelme, s. f.: 2). Aunque con el tiempo la formación en el sector de la salud sigue siendo predominante (el caso de Colombia), otras áreas del ejercicio profesional, especialmente las jurídicas, económicas y administrativas, han llegado a tener una participación importante, como es el caso de México: "el posgrado mexicano está certificado en mayor medida a médicos especialistas y a cuadros de la administración pública y privada" (Lomnitz y García, 1991: 85). La formación profesional de especialistas del posgrado ha sido cuidadosamente diferenciada de la formación académica de las maestrías y los doctorados, al menos nominalmente, lo que indica su tendencia a colocarla como una especie de posgrado de segunda categoría: en Colombia y México existe la modalidad de "especialización", diferenciada de las maestrias y los doctorados; en Brasil el posgrado lato sensu (que incluye las especializaciones) se contrapone al stricto sensu (que son las maestrías y los doctorados); en Chile, igualmente, se habla del postítulo, por oposición al posgrado propiamente tal. Sin embargo, buena parte de las maestrías están cumpliendo también este papel de especialización profesional: al menos en 192 POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA Chile y México se reconoce un tipo de maestrías más profesionalizantes, frente a otro tipo más académico (Lomnitz y García, 1991: 2; Allende, 1992: 46). En Colombia, igualmente, ante la proliferación de maestrías sin comunidad académica de soporte, la única labor que están cumpliendo la mayoría de ellas es la de certificar conocimientos más especializados que los del pregrado. Este carácter ambivalente de las maestrías se observa también en Argentina: allí ha aparecido en los últimos años, por ejemplo, un buen número de maestrías en business administration (MBA), gran parte de ellas del sector privado, muchos de cuyos alumnos ya están contratados de antemano, o al menos becados, por las empresas (Guía Mundial de Becas, 1990). El peso que tiene el posgrado profesionalizante (que, como se mencionó arriba, se da no sólo en la especialización, sino también en muchas maestrías y algunos doctorados) en el conjunto de los posgrados permite tipificar estos subsistemas alrededor de dos polos opuestos, representados por Brasil y Colombia. En el primer país, toda la política se ha dirigido a fortalecer las maestrías y los doctorados académicos, y ha sido relegada la especialización universitaria al posgrado lato sensu, con la consecuencia de que, o bien las necesidades de especialización profesional fueron insuficientemente atendidas, o bien lo fueron de manera inadecuada por las maestrías.(5) En Colombia, en el otro extremo, se carece de doctorados, mientras que todas las especializaciones y una buena parte de las maestrías están de facto orientadas hacia la especialización; se configura así un sistema de posgrado cuyo acento principal (aunque no exclusivo) es marcadamente profesionalizante. Un segundo tipo de recursos humanos que pueden aportar los programas de posgrado hacia fuera del sistema es el de investigadores, tanto para las instituciones de investigación extrauniversitarias como para el sector productivo mismo. (5)El posgrado stricto sensu está situado, en su gran mayoría, en las universidades estatales, y su presencia es uno de los criterios utilizados por el Capes para establecer el grado de prestigio académico de la entidad; el posgrado lato sensu, por el contrario, predomina más en las entidades privadas, que generalmente gozan de menor prestigio académico (Helena Sampaio, comunicación personal). POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA 193 En el primer caso, la demanda dependerá de la medida en que hayan ido apareciendo institutos estatales o privados de investigación fuera de las unidades, como parece ser la tendencia. En cuanto a los sectores productivos, su demanda dependerá de su capacidad de generar procesos de investigación y desarrollo, en la medida en que los paradigmas de producción permitan superar los modelos de simple transferencia y copia de tecnologías. En Chile y México, cuyos procesos de apertura económica comenzaron a darse un poco antes que en los otros tres países estudiados, se espera una mayor demanda de investigadores por parte del sector productivo. En Brasil, igualmente, en algunos programas de posgrado (sobre todo de ingenierías) se observa una demanda creciente de sus egresados por parte del sector productivo, en tanto que éste empieza a desarrollar aparatos de investigación paralelos a los académicos. Incluso en Colombia es sensible, por ejemplo, la demanda de sectores tales como el de la salud o el energético de egresados de la maestría de física en la Universidad Nacional, uno de los programas de posgrado habitualmente orientados hacia la investigación aplicada (véase el anexo pp. 204 y ss). Sin embargo, las políticas orientadas a fortalecer la formación local de especialistas muy calificados chocan en ocasiones con ciertas dificultades, por lo cual muchas de ellas andan todavía en procesos de ensayo y error. En México, por ejemplo, después de un programa de repatriación de "cerebros fugados", se reconocía que el sector productivo demanda especialistas en asuntos muy específicos, lo cual no es atractivo para el académico (Lomnitz y García, 1991: 90-91). Casi todos los egresados de los doctorados en ciencias naturales en Chile van al sector académico y muy pocos al sector productivo; aunque se afirma allí que "no existe prácticamente investigación y desarrollo tecnológico en las empresas" (Gysling y Zanelli, s. f.: 3 l), se reconoce, sin embargo, un aumento perceptible en la demanda de investigadores por parte de la industria. El segundo aspecto de la función exógena de los posgrados es el de producir ciencia y tecnología para el sector productivo, es decir, el de producir resultados útiles y pertinentes de su tarea de investigación. La eficiencia de este aspecto de la función exógena dependerá de la medida en que los subsis 194 POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA temas de posgrado se logren acoplar a políticas nacionales más o menos claras de ciencia y tecnología. La necesidad de coordinación de una política nacional de ciencia y tecnología ha sido reconocida por los cinco Estados, de manera que cada uno cuenta con dependencias especializadas para el efecto, que cumplen funciones similares: el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), de Argentina; el Conselho Nacional de Desenvolvimiento Científico e Tecnológico (CNPQ) y la Financiadora de Estudios e Projetos (Finep), de Brasil; el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), de México; la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (Conicyt), de Chile, y el Instituto Colombiano para el Desarrollo de la Ciencia y la Tecnología (Colciencias), de Colombia. Más aún, en la política mexicana se aboga por la creación progresiva de un sistema de ciencia y tecnología (Snacyt), que sea algo más que una oficina estatal fomentadora de investigaciones; en igual dirección se mueven las políticas colombianas más recientes. Pero la sola presencia de dependencias con funciones similares no garantiza automáticamente niveles de desarrollo similares de producción científica y tecnológica en las universidades; para ello basta comparar los casos extremos (de mayor y menor desarrollo de los posgrados de investigación) de Brasil y Colombia. Se ha dicho cómo Brasil contó, desde muy temprano, con dependencias estatales especializadas en el financiamiento institucional, en el montaje de infraestructura y en el otorgamiento de becas. Colombia también contó, desde los años cincuenta, con oficinas de fomento (el FUN, transformado más tarde en el ICFES) y de becas (Icetex) y, desde los sesenta, con una entidad promotora de la investigación científica y tecnológica (Colciencias). Sin embargo, el desarrollo de los posgrados brasileños se explica en parte por la combinación de recursos de las tres entidades; mientras que en Colombia el Icetex otorgó sobre todo becas para estudios de posgrado en el extei ior y de pregrado en el país, el ICFES vio debilitada su función de fomento frente al hincapié en el control académico institucional, y buena parte de los recursos del Colciencias (al menos la mitad de sus proyectos) fueron canalizados hacia la investigación extrauniversitaria. POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA 195 De todos modos, una política de ciencia y tecnología no es una política exclusivamente universitaria, pues en ella están comprometidos tanto las dependencias estatales como el sector productivo. Su éxito dependerá, por tanto, de la capacidad de demanda del sector productivo, en la medida en que los nuevos modelos de producción y su inserción en los mercados internacionales se traduzcan en la adopción de nuevas tecnologías que incorporen más decididamente el conocimiento producido localmente; dependerá, también, de la apropiación nacional de recursos significativos para la investigación y el desarrollo, y, asimismo, de la capacidad oportuna de respuesta de los centros de investigación, tanto académicos como no académicos. En este último punto, los acentos serán diferentes de acuerdo con los modelos nacionales de posgrado: en Brasil, donde gran parte de la capacidad de investigación se ha concentrado en un segmento muy desarrollado del sistema de educación superior, la política se orienta a romper el enclaustramiento tradicional del mismo. Otra cosa sucede en países donde, como en Colombia y Argentina, los centros de investigación están tanto fuera como dentro del sector universitario: en ellos los centros de investigación académica tendrán que demostrar que están en capacidad de competir con otros institutos de investigación (tanto estatales como privados) en la asignación de recursos para investigación y desarrollo y en la producción de resultados; en estos países, la política ¡da dirigida a lograr la combinación adecuada entre la investigación básica de largo aliento (casi siempre desarrollada en las universidades estatales) y la investigación más puntual, más dispersa en términos institucionales, pero de aplicaciones más inmediatas para el sector productivo (casi siempre desarrollada en los institutos privados de investigación). Dos escollos tiene que salvar la investigación de los posgrados en su compromiso con las políticas nacionales de ciencia y tecnología. El primero de ellos se origina en la falta de recursos estatales (expresada en los recortes presupuestarios para fortalecer la educación superior) combinada con una política empresarial de corto plazo que sólo busca resultados inmediatos, con el consiguiente peligro de que las universi 196 POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA dades (especialmente aquellas cuyo financiamiento depende, cada vez en mayor medida, de las "investigaciones" contratadas con el sector privado) vayan reduciendo paulatinamente sus espacios de investigación a simples acciones exclusivamente de consultoría, que se atomizan en problemas específicos y no permiten la consolidación de comunidades académicas que giren en torno a problemas más amplios del conocimiento científico y tecnológico. Aun corriendo este peligro, es clara la conciencia en todos los países de que se necesita un acercamiento más decidido de la investigación universitaria a los retos que plantean los nuevos paradigmas productivos; en Chile se reconoce que uno de los beneficios aportados por la formación local de doctores en programas de alta calidad, frente a la formación de los mismos en el exterior, es que los académicos, ya desde su formación, necesariamente deben tener en cuenta en sus opciones de investigación los problemas nacionales concretos; y es más que probable que estos "doctores", en su trabajo académico futuro, continúen desarrollando esas líneas de investigación (Allende, 1992: 46-48). El segundo escollo, por paradójico que parezca, es que tal <4 apertura" a problemas locales muy puntuales y concretos pueda producir una especie de "endogamia" académica que margine a las comunidades nacionales de los problemas más relevantes, en el orden internacional, de su respectiva área del conocimiento. Por eso, otro instrumento para que los programas de posgrado salgan de su enclaustramiento habitual son los procesos de acreditación, ojalá con criterios internacionales, que permitan calibrar la calidad de la formación impartida y de la producción académica generada en ellos. Brasil tiene un sistema muy completo de acreditación /evaluación de los programas de posgrado, iniciado por el Capes desde finales de la década de los setentas. El sistema, actualizado periódicamente, cubre todas las áreas del conocimiento y ha sido adoptado paulatinamente por otras oficinas de fomento como uno de los criterios claves para apoyar programas y conceder becas. En Chile, la Fundación Andes contrató en 1988 una evaluación internacional para los doctorados en biología, física, matemáticas y química, evaluación que permitió señalar POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA 197 algunos de los problemas más serios de estos programas y detectar, igualmente, en qué dirección estaban avanzando. Una evaluación se realizó en México dentro del programa de fortalecimiento de los posgrados, y en Argentina se plantea también, al menos desde 1987. En Colombia no existe una evaluación sistemática nacional ni internacional; tan sólo la Universidad de los Andes (privada) ensaya una acreditación periódica internacional, en particular en sus posgrados de ingeniería. Podemos afirmar, para concluir, que las medidas concretas encaminadas a fortalecer la función exógena de los posgrados han aparecido en la agenda de políticas posteriormente a aquellas que, explícita o implícitamente, buscaban destacar su función endógena; su aparición está relacionada con el fin de los modelos proteccionistas de desarrollo económico, en los cuales una industria sobreprotegida y con pocas necesidades de renovación tecnológica ejercía pocas demandas de investigación y desarrollo a un sistema de educación superior que, al menos en sus subsistemas más exitosos de posgrado, podía perfectamente manejar tecnologías más avanzadas que las corrientes en el aparato productivo. El acento político en la función exógena de los posgrados ocurre entonces paralelamente con los procesos de apertura económica, y por ello no es de extrañar que sea en Chile y México donde se plantea por primera vez con mayor claridad, aunque su cabal articulación con los sistemas nacionales de ciencia y tecnología deba superar todavía cierta miopía empresarial, que se traduce en una baja demanda de recursos muy calificados y en necesidades de investigación y desarrollo muy puntuales, que frenan la consolidación de las comunidades. En el caso brasileño, el hincapié en las políticas exógenas está orientado, por su parte, a romper el enclaustramiento de unos posgrados óptimos y acreditados internacionalmente pero muy vertidos hacia las mismas comunidades académicas (por la prevalencia explícita, durante largo tiempo, de las políticas de tipo endógeno). Por último, Colombia y Argentina cuentan con subsistemas de posgrado comparativamente más débiles, bien sea como consecuencia del deterioro general sufrido por el sistema (el caso argentino), bien por 198 POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA cierta dosis de "masificación" en ellos, en la cual no desempeñó un papel importante el componente de investigación (el caso colombiano); en estos dos países, el fortalecimiento de la función exógena en la agenda de políticas tiene que ir paralelo a un fortalecimiento cualitativo de los posgrados mismos, o al menos de un segmento importante de éstos. Los posgrados como satisfacción de la demanda La tercera función de los programas de posgrados es la satisfacción de la demanda social por este tipo de formación; a primera vista, esta función podría superponerse a las dos primeras, ya que la formación de académicos o especialistas, junto con la producción de conocimiento, es uno de los instrumentos fundamentales con que los posgrados cumplen su doble función, tanto dentro como fuera del sector universitario. Sin embargo, mientras que las dos primeras funciones se refieren más al producto de los posgrados, esta última atañe más directamente a las expectativas que el enrolamiento en los programas genera en los usuarios potenciales; se supone, por tanto, que existe un mercado educativo con una demanda específica de estudios de posgrado, ante la cual el subsistema cumple una función de oferta; es más, que oferta y demanda se condicionan mutuamente. La demanda de un tipo específico de educación no siempre coincide con las necesidades sociales más objetivas (reproducción académica, formación de personal muy calificado y producción de ciencia y tecnología en este caso); en ella también desempeñan un papel decisivo factores de tipo más subjetivo, tales como las expectativas futuras de ubicación laboral y la posibilidad real de tener acceso a los programas (no sólo la capacidad académica para calificar, sino también las posibilidades financieras de costear el mantenimiento, de prescindir de un empleo y, finalmente, de poder cubrir los derechos académicos). Sin embargo, aunque no coinciden totalmente, no se puede hablar del cumplimiento de funciones sociales objetivas (endógenas y exógenas) si ello no se traduce en demandas específicas de estos programas. POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA 199 Una política de posgrado encaminada a estimular el cumplimiento de esta función debe buscar la armonía de los intereses sociales en los posgrados con los intereses individuales de las personas que los cursan; en caso contrario, el interés por ellos se reducirá al mero "credencialismo cosmético", en el que lo que se busca no es otra cosa que un título más que abra nuevas puertas en los mercados laborales. Para que se dé esta armonización de intereses se necesitarían, al menos, tres condiciones: 1. Tanto la vida dedicada a la producción de conocimientos (en la academia o fuera de ella) como el ejercicio profesional muy especializado deben ser opciones "reales" de vida y, por tanto, deben estar dotadas de cierto "atractivo" (económico, vocacional, etc.) para determinadas personas. 2) Si esa opción es real, el posgrado concreto que se pretende cursar debe ser un instrumento adecuado para incorporarse a ella. Es decir, la opción vital no sólo debe existir, sino que debe ser asequible por medio del programa de posgrado. 3) Finalmente, para el usuario potencial el acceso al posgrado debe ser viable (académica, coyuntural y financieramente); es decir, debe tener la posibilidad real (rentabilidad privada) de dedicar de tres a cinco años de su vida adulta al programa de posgrado. Estas tres condiciones se cumplirán, entonces, en la medida en que las políticas de posgrado consideren aspectos tales como: -Mecanismos de fomento y financiamiento a la investigación académica y no académica. -Mecanismos de reclutamiento, por parte de las comunidades de investigación, de egresados de los mejores programas de posgrado; igualmente, estímulos empresariales para la vinculación de profesionales muy especializados e innovadores tecnológicos. -Mecanismos adecuados de becas de posgrado para los egresados más capaces del pregrado y con clara vocación académica; becas que habrán de tener en cuenta situaciones personales específicas, tales como edad, status laboral, responsabilidades familiares, etc., que no coinciden necesariamente con las de los estudiantes de pregrado. 200 POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA La carencia de elementos en las políticas concretas explicarla por qué, a pesar de que la demanda potencial sea relativamente alta (medida en la cantidad de egresados de la educación superior y en el poco peso relativo que todavía tienen los posgrados dentro del conjunto de algunos sistemas), en algunos países se menciona expresamente una demanda efectiva insuficiente: en Chile se presentan en promedio sólo 2.5 candidatos para cada beca del Conicyt (Allende, 1992: 92), y en México se cita como uno de los problemas fundamentales la "escasez de buenos estudiantes" (Lomnitz y García, 1991: 94). Igualmente, cuando no existen estímulos claros para la investigación, esa demanda potencial puede tender a convertirse en demanda efectiva por una función más profesionalizante, como parece ser la tendencia predominante en algunos sistemas de posgrado (Colombia y México). En Argentina, la situación es especial: con tasas significativamente altas de escolaridad posterior a la secundada y con cierta manifestación universitaria a partir de la mitad de los ochentas se esperaría una devaluación creciente (en términos de competitividad en el mercado labor-al) de los títulos del pregrado, lo cual generaría una demanda potencial considerable por títulos de posgrado. Sin embargo, en ese país se afirma que no es muy significativa la demanda de un título mayor como factor explicativo de los posgrados (Riquelme, s. f.: 14). Y, en efecto, parece que los "doctorados académicos" (que tienen su origen histórico en una maduración interna de las comunidades académicas, anterior tal vez a procesos expansivos de respuesta a las demandas del mercado) han reducido su peso en el conjunto. No obstante, la situación se está modificando en los últimos años, como lo demuestran la proliferación de especializaciones muy competitivas, COMO los MBA y las de ingeniería, derecho, medicina, arquitectura y odontología de la Universidad de Buenos Aires. Adicionalmente, la demanda de posgrado está sujeta a las coyunturas del mercado, en especial cuando se trata del posgrado profesionalizante, lo cual hace que se deban leer con cierta cautela indicadores tales como los altos índices de deserción en algunos programas. En Chile, por ejemplo, se menciona el caso de las maestrías profesionalizantes (en contraposi POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA 201 ción a las "académicas", cuyo título se interpreta claramente como una antesala del doctorado): en ellas muchos alumnos se retiran aun antes de escribir la tesis, si se presenta una buena oferta laboral (Gysling y Zanelli, s. f.: 30-3 l). La "deserción" significaría, en este caso, que se ha cumplido (al menos en parte) con las expectativas del programa. En Brasil, un sistema de educación superior relativamente estable, con un subsistema también estable de posgrado (que en el stricto sensu excluye las especializaciones), parece estar respondiendo a una demanda muy específica de tipo académico, suficientemente estimulada por un programa de becas en el cual participan varias dependencias; se informa que había 25 000 alumnos becados en 1989 (Durkham y Gusso, 1991: 8), lo cual representa cerca de 56% del total de los alumnos de posgrado. Aunque menos extenso en términos relativos que el programa brasileño, en Chile existe también un programa de becas de posgrado que combina recursos del fondo de proyectos Fondecyt, de la Fundación Andes y de la Conicyt. En los otros países no existen programas específicos significativos dé becas para posgraduados. En Colombia y México, sin embargo, hay programas de financiamiento de proyectos de investigación que incluyen los universitarios; en México, además del financiamiento de investigaciones, se beca también a investigadores individuales; estos proyectos, sin duda alguna, tienen un efecto indirecto de estímulo a la demanda de posgrados de investigación, al darle cierto "atractivo", como opción de vida, a la profesión de investigador. En Colombia, la demanda académica de egresados de posgrado parece encontrarse en un círculo vicioso: unas comunidades académicas muy reducidas y pocas posibilidades de reposición de personal (alta estabilidad de los académicos de planta, especialmente en el sector estatal) se traducen en insuficiente atractivo de los posgrados de investigación en ciencias básicas; los egresados, entonces, son muy pocos, lo cual a su vez incide en que no se amplíen las comunidades académicas respectivas. La única alternativa viable es la de un financiamiento más amplio de paquetes de investigación relevantes, que obliguen a las comunidades académicas a reclutar para su realización a más investigadores de entre los egresados 202 POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA de los mejores posgrados y generen con ello un estímulo para el acceso a estos programas. III. PERSPECTIVAS DE POLITICA Las perspectivas de los subsistemas de posgrado son diferentes en cada país, tanto por su diversa ubicación en sistemas de educación superior de evolución y composición disímiles, como por los diferentes grados de maduración de sus respectivas comunidades académicas (función endógena), y, no menos importante, por los ritmos diferentes con que las comunidades académicas se involucran en los procesos de apertura de mercados y modernización de los aparatos productivos (función exógena). Se detectan, sin embargo, algunas líneas directrices comunes que, con mayor o menor intensidad, tendrán que formar parte de las agendas de políticas sobre los posgrados en el futuro inmediato. Entre esas líneas se perfilan las siguientes: -La necesidad de buscar un camino intermedio entre una reglamentación mínima y la autonomía de las instituciones en la definición y gestión de sus programas de posgrado. Si bien se rechaza la normativa excesiva (que más bien inhibe que estimula el desarrollo académico), la carencia total de parámetros comunes genera dispersión de esfuerzos, proliferación de títulos sólo "formalmente" diferentes, aun dentro de una misma institución, etcétera. -El fortalecimiento de sistemas claros e imparciales de acreditación, tanto nacional como (para los doctorados de calidad superior) internacional, que implican un control de los programas y una orientación en la asignación de los recursos basada más en los resultados de la productividad académica que en el cumplimiento de formalidades de procedimiento. -La necesidad de buscar un balance entre lo académico y lo productivo, entre el desarrollo de la ciencia de largo aliento y la investigación aplicada; entre la formación de investigadores y la formación de especialistas. -El diseño de mecanismos suficientes de financiamiento de los estudiantes de posgrado por medio de modalidades POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA 203 como becas estatales o privadas, su vinculación como asistentes de investigación, etc. La investigación tiene que convertirse en una alternativa viable para estudiantes exitosos de pregrado, y este acceso de las nuevas generaciones a la vida académica y de investigación no puede lograrse, como sucede en muchos posgrados, con alumnos que trabajan para su mantenimiento personal y en sus "tiempos libres" se forman como investigadores. -El perfeccionamiento de mecanismos de cooperación intersectorial (Estado y empresas, sector universitario y no universitario) y, especialmente, interinstitucional (entre entidades de educación superior), que permitan consolidar las iniciativas, todavía tímidas, de algunos países para crear infraestructura, de académicos y de financiamiento de diferente procedencia. -Finalmente, las políticas globales de posgrado deben centrarse en la consolidación de un núcleo de programas óptimos de doctorado, sobre la base de comunidades académicas sólidas que produzcan conocimientos científicos y tecnológicos relevantes; este núcleo deberá impulsar tanto el desarrollo del resto de los posgrados como el de todo el sistema de educación superior y, al mismo tiempo, servir de puente entre éste y el desarrollo científico y tecnológico nacional. Dado el desigual nivel de desarrollo, la política de doctorados deberá revestir matices diferentes en cada país. Con un nivel de desarrollo relativamente alto (Brasil y, en menor escala, México), ésta iría orientada a consolidar los logros obtenidos y (el caso de Brasil) a hacerlos más sensibles a las necesidades del sector productivo. En Chile, unos doctorados de buena calidad, pero de cobertura muy reducida, deberán ampliarse a fin de que los efectos de sus comunidades académicas sobre el resto del sistema y sobre el sector productivo sean más perceptibles. En Argentina, una reorganización de los doctorados debe permitir la recuperación de su prestigio, a fin de que la producción científica y tecnológica vuelva a ser atractiva para los egresados de una universidad "masificada", quienes posiblemente han visto devaluarse sus títulos de pregrado. Colombia, por último, debe pensar en recorrer en serio el camino de los doctorados, partiendo quizá de las seis o siete universi 204 POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA dades más prestigiadas, como única alternativa para la consolidación en la producción de ciencia y tecnología. En resumen, la política de los posgrados debe ser instrumento fundamental para que se produzca la transición, abogada por la CEPAL, de la consideración de la ciencia y la tecnología como áreas de actividad académica protegidas a un enfoque de la investigación y desarrollo como parte del esfuerzo conjunto de universidades, empresas, instituciones gubernamentales, talleres y laboratorios independientes por aumentar las capacidades de incorporación y utilización del conocimiento y, con ello, la competitividad de la economía [CEPAL-UNESCO, 1992: 122]. ANEXO: PROGRAMAS TIPICOS DEL POSGRADO Vimos arriba cómo, superpuesta a su clasificación oficial en especializaciones, maestrías y doctorados, se da una división más real de los posgrados en programas de calidad orientados a la investigación, programas de calidad orientados a la profesionalización y programas de "consumo" que cumplen una función más bien credencialista. Si bien los tres tipos se encuentran en los cinco sistemas analizados, el peso específico de uno y otro dentro del conjunto es lo que caracteriza los diferentes sistemas y el acento de política (explícita o implícita) en una y otra de las funciones. A continuación se recogen, de los estudios de casos disponibles, ejemplos de cada grupo de posgrados (6) 1. Posgrados de buena calidad de investigación Con el fin de analizar las características de los posgrados con un alto contenido de investigación, se tomaron cuatro estudios de casos: ingeniería mecánica, de la Universidad Federal de Santa Catarina; parasitología, de la Universidad Federal de Minas Gerais; física, de la Universidad Nacional de Colombia, (7) (6) Agradezco la colaboración de Mariana Serrano, quien recopiló la gran mayoría de la información correspondiente a este anexo. (7) La información sobre la maestría se obtuvo de la entrevista con el profesor Paulo Orozco. POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA 205 y, para el área de las ciencias sociales, los programas de ciencia política y sociología del Instituto Universitario de Pesquisas de Río de Janeiro (Iuperj)(8) Origen de los programas Los programas de ingeniería mecánica (1962) y de parasitología (1969) fueron creados a partir de la iniciativa de 1íderes científicos emprendedores" que buscaban expandir el espacio institucional de sus áreas. Desde su inicio, el objetivo fundamental que los guió fue formar equipos de profesores-investigadores, pretendiendo con ello conferirles una identidad intelectual. El caso de ciencia política y sociología del Iuperj es distinto. Surgió de la unión de un grupo de intelectuales -un grupo de paresprovenientes de instituciones golpeadas por el régimen militar (1964). Al principio, financió sus investigaciones con recursos otorgados por el Ministerio de Educación. Posteriormente, con los fondos de la Fundación Ford, logró constituirse en un programa de posgrado de investigación autónomo. En cuanto a la maestría en física de la Universidad Nacional, el programa fue creado en 1968-1969 y asesorado por la agencia alemana GTZ. Es un caso típico de maestría con buena calidad de investigación, pues ha logrado consolidar una comunidad académica que trabaja en la producción de nuevos conocimientos. Los docentes programas de los Los tres casos brasileños se caracterizan por ser programas que cuentan con una alta calificación docente. El de ingeniería mecánica (dos veces mayor que los otros dos) es el programa que presenta la menor proporción de doctores (67.8%), en contraste con parasitología, que tiene el mayor porcentaje (79.3%). En el luperj, 70.5% de los profesores son doctores. En el caso de la maestría en física, la calificación de la planta de profesores es alta para las normas colombianas: 58% cuenta con estudios de doctorado y los demás con maestrías. (8) Los casos brasileños fueron reseñados a partir del trabajo de Magalhes (1991). 206 POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA "En cuanto a la política de contratación, se verifican situaciones variables de endogenia en los tres casos [brasileños]. Parasitología e ingeniería mecánica contratan ex alumnos de pregrado y posgrado, y el Iuperj también ha contratado ex alumnos de maestría y doctorado" (Magalhes, 1991: 34). La maestría en física de la Universidad Nacional vincula a sus estudiantes a los proyectos de investigación que cuenten con fondos para ello; sin embargo, la inmovilidad de la planta docente de la universidad no permite una vinculación de carácter más estable para los ex alumnos. Por otra parte, todos los programas cuentan con un alto porcentaje de maestros de tiempo completo. Esta vinculación ha permitido que se establezcan líneas claras de investigación y una producción académica continua. En suma, los cuatro casos muestran la existencia de comunidades académicas bien consolidadas. Financiamiento Tradicionalmente, los programas brasileños han recibido apoyo institucional de la Finep, la Capes y el CNPQ; además, han contado con otras fuentes nacionales e internacionales que han variado dependiendo de cada caso. Además, los programas de parasitología e ingeniería mecánica tienen asignaturas presupuestarias de las universidades a las que pertenecen, destinadas a suplir los costos de la infraestructura básica de los departamentos y el salario de los maestros. Al recibir una evaluación positiva por parte de la Capes, estos tres programas siempre han contado con financiamiento para el otorgamiento de becas. Estos auxilios se utilizaron inicialmente para enviar a los maestros al extranjero a recibir capacitación; actualmente se destinan a los estudiantes. Por su parte, la maestría en física de la Universidad Nacional contó, al principio, con el apoyo financiero de la agencia alemana GTZ, lo cual incluía equipos, becas y pasantías de los maestros. Más adelante, al terminarse este apoyo, fue el mismo equipo docente el que confeccionó o adecuó algunos de los equipos requeridos por el programa. Apenas recientemente se han podido comprar algunos equipos con el apoyo del BID. El POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA 207 financiamiento del estudiante es incierto, ya que depende de los fondos que posea el proyecto de investigación al cual se haya adscrito. La precariedad de recursos para dar apoyo a los estudiantes del programa ha redundado en una deserción muy alta. Reclutamiento y destino profesional de los alumnos En Brasil, tanto las maestrías de ciencia política y sociología como la de parasitología realizan un concurso de selección, consistente en exámenes escritos y entrevista. Ingeniería mecánica estudia el historial y las cartas de recomendación que presenten los estudiantes para seleccionar a los candidatos de maestría y doctorado. Son estudiantes que en su mayoría han optado por realizar una carrera académica. El ingreso de los estudiantes a la maestría en física opera de la siguiente forma: el candidato debe ser aceptado por parte de un profesor en su área de investigación y en un proyecto específico. La mayoría de los que ingresan son físicos de formación de pregrado, y en su mayoría de la Universidad Nacional. Cuando provienen de otras universidades en las que el nivel académico del pregrado es menor (por ejemplo, de la licenciatura en física de la Universidad Pedagógica Nacional), se someten a programas de nivelación, que oscilan entre dos y cuatro años. Los estudiantes que se graduaron de la maestría en 1991 pasaron a trabajar en el departamento forense del DAS(9), el Instituto de Estudios Nucleares, la Universidad de los Andes (en ingeniería eléctrica) y en el posgrado de la Universidad Nacional. En los últimos años se ha observado una vinculación a la industria y al sector de la salud. Otros se han ubicado en el área de sistemas, en la Federación Nacional de Cafeteros, en la Superintendencia de Industria y Comercio, en el Instituto Colombiano de Petróleos y en compañías petroleras. Si se estableciera un parangón con el caso brasileño, tenemos que allí el origen y el destino profesional de la mayoría de los alumnos ha sido la carrera académica en otras univer(9) Departamento Administrativo de Seguridad, entidad estatal colombiana. 208 POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA sidades. Son personas con una clara vocación de investigadores. En Colombia, por el contrario, las precarias condiciones de financiamiento para reclutar de manera permanente a nuevos investigadores obligan a los egresados de una maestría académica a buscar otro tipo de empleos. Formación, docencia e investigación En los últimos años, los tres programas brasileños han emprendido procesos de reforma en su estructura curricular, en parte con el fin de ajustarse a los nuevos plazos establecidos para las becas de estudio. El Iuperj introdujo la ciencia política en Brasil como disciplina con un marco teórico propio distinto al de la sociología. El instituto buscó reproducir la matriz anglosajona, ofreciendo una pluralidad de paradigmas. Introdujo métodos cuantitativos, filósofos políticos poco estudiados y métodos de estudio comparados. En los últimos años el programa ha sufrido una reorientación encaminada a privilegiar la teoría sobre la investigación de carácter empírico. La formación en investigación ha enfrentado dos problemas: por una parte, la dispersión en la producción de los profesores, y por la otra, el sistema de financiamiento de tesis. El programa de parasitología disminuyó la carga de materias obligatorias; también se ha intentado reducir las dimensiones de las tesis de grado, colocándolas en una investigación más amplia y con la delimitación de un año para realizarlas. En el primer año de maestría, el alumno cursa las materias obligatorias, y durante el tercer semestre debe incorporar el tema de la tesis seleccionado a las materias electivas. En suma, se ha intentado orientar el programa hacia la profundización del estudiante en una línea de investigación. Por su parte, el programa de ingeniería mecánica adoptó este mismo patrón. La maestría en física exige una vinculación de los estudiantes a líneas de investigación específicas. En el paso de los años setenta a los ochentas se dio un cambio en estas últimas. La línea de investigación en física atómica y molecular desapareció, debido a la imposibilidad nacional de trabajar con los equipos necesarios para realizar la experimentación en investigación básica. Surgió un trabajo en energía solar y la POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA 209 línea de magnética nuclear, dentro del departamento de semiconductores, que comenzó a funcionar con el apoyo del Colciencias; en esta área se efectuaron la mayoría de las tesis durante los años ochenta, y se puede afirmar que los productos son enteramente colombianos pues se trabajó con tecnología local. También se adelantaron investigaciones en el área de super-productividad. Ultimamente, se ha visto la necesidad de crear líneas de especialización en física radiológica, debido a la gran demanda por parte de clínicas y hospitales. El programa funciona con dos cursos obligatorios (cuántica y una materia básica para el área de investigación seleccionada); dos seminarios (en el área de investigación de cada estudiante) orientados, uno, a la elaboración del proyecto de tesis, y otro, a la defensa de la investigación; finalmente, se dictan dos materias complementarias obligatorias. Debido a la alta deserción estudiantil que se presenta por problemas económicos, se está considerando facilitar el reingreso de desertores de tiempo atrás que no dispusieron de fondos para realizar sus trabajos de investigación. En síntesis, todos son programas sujetos a permanente revisión y restructuración académica. Además, el hecho de que se encuentren cimentados en las líneas de investigación en las que los maestros están trabajando, asegura una dedicación sólida en ese campo. 2. Programas de especialización que forman en aspectos novedosos y muy tecnificados del ejercicio profesional Colombia Las especializaciones ocupan 56% de la formación de posgrado en Colombia, y dentro de éstas el área de la salud en primer lugar. Por esta razón se seleccionó la especialización en anestesiología de la Universidad Javeriana como estudio de caso para observar el comportamiento característico de uno de estos programas; es una especialización que ofrece una formación muy calificada en el ejercicio de la anestesiología. Se trata de un programa eminentemente práctico orientado al ejercicio profesional en esta área de la medicina, creado hace 210 POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA aproximadamente 20 años(10) por anestesiólogos. El acento, durante sus tres años de duración, está puesto en la práctica en salas de cirugía. Son 13 anestesiólogos los maestros vinculados a la especialización, de los cuales 12 están dedicados de tiempo completo a la especialización y uno cuenta con dedicación exclusiva (el director). La dedicación de los maestros y la práctica de los residentes avanzados, que a veces supervisan las prácticas de los residentes principiantes, permiten inferir que el interés práctico de la especialización se cumple a cabalidad. En los últimos años, algunos de los anestesiólogos egresados han ingresado a trabajar al departamento. Los alumnos que ingresan a la especialización en anestesiología lo hacen después de presentar un examen y una entrevista.(11). Los cupos son fijos, de cinco por año, de manera que siempre haya 15 residentes, a los que se exige una dedicación de tiempo completo. En cuanto al destino profesional, los recién egresados se ubican en trabajos de remplazo en algún hospital, mientras logran un trabajo permanente. Algunos anestesiólogos egresados se orientan hacia la realización de una superespecialización, generalmente en los Estados Unidos o Inglaterra. El Departamento de Anestesiología depende la Facultad de Medicina y trabaja en coordinación con otros departamentos especializados (Fisiología y Epidemiología, fundamentalmente). La autoridad superior de evaluación académica es el Departamento de Educación Médica. Cuenta con el apoyo institucional de la Universidad Javeriana (privada) y del Hospital San Ignacio, de la misma entidad. El hospital ofrece una beca a todos los residentes que ingresan, que cubre un poco más que el valor de la matrícula. En cuanto a la dotación, la universidad provee lo necesario para que los residentes efectúen sus prácticas. El currículo ofrecido por la especialización en anestesiología funciona por anualidades: residencia 1, residencia 2 y residencia 3. Todos los años tienen la misma intensidad teó(10) El doctor Mario Mejía, director del Departamento de Anestesiología, no tenía el dato exacto sobre la fecha de creación. Entrevista, julio de 1992. (11) Según la entrevista citada en la nota anterior, no existe discriminación alguna en favor de los egresados del pregrado de medicina de la misma universidad. POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA 211 rica, pero el programa acentúa más la práctica en salas de cirugía que la teoría (los residentes reciben una hora diaria de teoría y ocho o nueve de práctica). De los tres años, los residentes tienen que cumplir dos en salas de cirugía. Se realiza investigación clínica con los pacientes, con lo que se cumple una doble función práctica y de investigación. Periódicamente se publican artículos conjuntos de maestros y residentes en la Revista Colombiana de Anestesiología. Es una especialización que cuenta con un sólido apoyo institucional del hospital de la universidad, en la medida en que los residentes efectúan allí la mayoría de sus prácticas. Argentina En los últimos años, Argentina ha presenciado un proceso de expansión creciente de la oferta y la demanda de programas de posgrado, que han venido a sumarse a los ya tradicionales en las áreas de las ciencias médicas. Los posgrados en ciencias sociales ofrecidos por universidades y centros privados ocupan el primer lugar en este crecimiento. Las áreas predominantes son: administración de empresas, derecho y ciencia política y otras ciencias sociales. El caso de las "escuelas de negocios" y IOS MBA (Master in Busines Administration) es un ejemplo claro de una formación dirigida a satisfacer las demandas del sector empresarial: Ia cantidad de alumnos que ingresó este año a las B-Schools privadas es seis veces superior al promedio anual de la última década" (Guía Mundial de Becas, 1990). Se trata de programas enfocados hacia la gerencia, con formación técnica para el conocimiento de la problemática económica argentina. Operan con base en modelos estadunidenses y realizan convenios e intercambios de profesores y alumnos con varias universidades extranjeras. Constituyen, en suma, otro caso claro de una formación muy tecnificada para el desempeño profesional. 3. Posgrados "de consumo" Un caso común de este grupo lo ofrece la maestría en educación (dificultades para el aprendizaje de la lectoescritura 212 POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA y el cálculo) de la Universidad Externado de Colombia, en Bogotá, aprobada oficialmente en 1985. Aunque ha intentado cimentar líneas de investigación en los últimos años, el programa no cuenta con una comunidad académica sólida. Por una parte, no tiene suficientes proyectos de investigación(12) y, por otra, la contradicción parcial de la mayoría de los maestros no permite que dispongan de mucho tiempo para formar a los estudiantes en tareas de investigación. En efecto, el programa cuenta con siete profesores, a los cuales no se les exigió título de posgrado para ingresar. Cuatro de ellos le dedican medio tiempo, uno tiene un vinculación de un cuarto de tiempo, uno trabaja por horas (de cátedra) y sólo la coordinadora del programa se dedica de tiempo completo.(13). La mayoría de los estudiantes son maestros del sector público y, en un porcentaje muy alto, mujeres. La dedicación al posgrado es parcial, ya que se ofrece en formación nocturna. Por otra parte, debido a la deficiente formación de los alumnos, el programa se ha visto en la necesidad de ofrecer cursos de nivelación en comprensión de lectura y manejo del lenguaje escrito. Por estas deficiencias, se han presentado deserciones al enfrentar la realización de los trabajos de tesis. Además, no existe la experiencia en investigación. Se puede inferir, por tanto, que la intención de la mayoría de los maestros que ingresan es ascender en el escalafón docente. Este hecho se revierte en la ubicación laboral de los egresados: la gran mayoría (17 de 19) en las aulas de primaria en escuelas públicas, uno en la universidad y uno como director académico. En términos del apoyo institucional, la Universidad Externado (privada) provee las condiciones necesarias que requiere la maestría en educación para su mantenimiento y ofrece préstamos a los estudiantes para la cobertura del costo de la matrícula. La formación impartida por la maestría en educación es como sigue: en el primer semestre se dictan cuatro asignaturas (un curso de investigación y tres seminarios) e inglés. Durante el segundo semestre se reduce la asistencia de los es(12) La orientación de esta maestría hacia la investigación es muy reciente (1987-1988). (13 Comunicación personal de Gloria García, coordinadora de la maestría. POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA 213 tudiantes; se les presentan las líneas de investigación de los profesores y, a partir de la ubicación de los alumnos en ellas, se crean "colectivos de investigación". En el tercero y el cuarto semestres se elimina la asistencia: los estudiantes se dedican a elaborar su tesis y trabajan con los profesores en las líneas de investigación de la maestría, en calidad de asistentes ad honorem de investigación. Como ya se mencionó arriba, la realización de las tesis esun factor de deserción de la maestría que obedece en parte a las fallas de formación de los alumnos (maestros en ejercicio) y que responde también al hecho de que el programa sea nocturno. Estos son motivos que, aunados, entorpecen el desarrollo de una investigación sólida en el programa. BIBLIOGRAFIA(14) Allende, Jorge E. (1992), "Los posgrados en Chile: limitaciones y perspectivas", en Pedro Gazmuri (comp.), Educación superior en Chile: los programas de posgrado y el desarrollo científico, Centro de Estudios Públicos, Santiago, 37-101. Balán, Jorge (1992), "Políticas de financiamiento y gobierno de las universidades nacionales bajo el régimen democrático: Argentina 1983-1992", Buenos Aires. Brunner, José Joaquín, y Cristián Cox (199l), "Políticas públicas de educación superior en Chile durante el régimen militar: generación, ejecución y resultados", Santiago. CEPAL-UNESCO (1992), Educación, y conocimiento: eje de la transformación productiva con equidad, ONU, Santiago. Charum, Jorge, "Estructura científica y entorno social", en Misión de Ciencia y Tecnología, Estructura científica, (14) La información estadística fue tomada de los trabajos citados, además de los datos actualizados para Brasil, México, Chile, Colombia y Argentina proporcionados por Simon Schwartzman, Rollin Kent, José J. Brunner, el ICFES y Ana Fanelli, respectivamente. Los casos típicos de Colombia se trabajaron a partir de entrevistas con el profesor Paulo Orozco (maestría en física de la Universidad Nacional), el doctor Mario Mejía (especialización en anestesiología de la Universidad Javeriana) y la profesora Gloria García (maestría en dificultades para el aprendizaje de la lectoescritura y el cálculo de la Universidad Externado). 214 POLITICAS DE POSGRADO EN AMÉRICA LATINA desarrollo tecnológico y entorno social, Empresa Editorial Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 155-267. Durkham, Eunice, y Devoznir Arthur Gusso (1991), "Pós Gradui;áo no Brasil", Capes, Brasilia. 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Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . El sector privado en transición, 1980 . . . . . . . Políticas de educación superior y sus efectos sobre el sector privado desde 1980 . . . . . . . . . . . . 7 9 9 13 18 Argentina, 19; Brasil, 33; Colombia, 39; Chile, 46; México, 58 Diferenciación de la oferta pública y privada de edu cación superior . . . . . . . . . . . . . . . . 63 Tamaño medio de los establecimientos, 63; Distribución geográfica, 65; Áreas de conocimiento y actividades de docencia, posgrado e investigación, 67; Recursos humanos, 74; Clientela,76 Conclusiones . . ................................................. . . . . . . . . . . . . . . . 81 Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . ..................................................... 88 Las políticas de evaluación, Rollin Kent . . . . . ............................ . 94 Introducción . . . . . . . . . . . . . ................................................ . . . 94 Algunas líneas de análisis comparativo de políticas de educación superior, 98 Colombia: la búsqueda de un nuevo ordenamiento constitucional . .............................................. . . . . . . . . . . . . . . 100 Iniciativas políticas en los años ochenta, 101; La evaluación sumergida en una agenda compleja, 102 Chile: la reorganización de la educación superior y la consolidación de un sistema de evaluación ........................ . . . . 105 El escenario bajo el régimen militar y la "gran transformación" de los ochentas, 105; Consolidación de las políticas de acreditación y evaluación, 109 México: evaluación y modernización de la educación superior . . . . . . . . . . . . . . . . ................................................... . . 114 El escenario de los años setenta y ochenta, 114; El contexto de las políticas en los años noventa, 119; La puesta en marcha de los programas de evaluación: de 1989 a 1993, 121; Las asignaturas pendientes, 125 215 216 INDICE La evaluación en la educación superior brasileña 130 La expansión no regulada del sector privado y las nuevas desigualdades del sistema de educación superior, 131; La complejidad política de la transición democrática, 133; Las experiencias recientes de evaluación, 136 Argentina: precariedad de la evaluación en un régimen democrático reciente . ............................. . . . . . . . . . 139 Efectos en el campo de las políticas, 141; La calidad como tema de agenda: admisión, evaluación, posgrado e investigación, 144; Las sensibilidades ideológicas, 146 Conclusiones . .............................. . . . . . . . . . . . . . . . 148 Una comparación de las modalidades de evaluación, 148; Una comparación de los contextos políticos nacionales, 148 Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . ................................ . . 159 Políticas de posgrado en América Latina, Ricardo Lucio 165 Introducción . . ................................ . . . . . . . . . . . . . . 168 I. Los posgrados como subsistemas: ubicación y dinámica . . . . . . . . . . . . . . . . ........................................ . . .168 Los sistemas de educación superior: volumen y dinámica, 169; Los subsistemas de posgrado: volumen y dinámica, 172; Primera ca racterización global, 176 II. Funciones y políticas . . . . . . . ........................ . . . . 178 Los posgrados en función del sistema global de educación superior (Función endógena), 180; Los posgrados como producción de ciencia y tecnología (función exógena), 190; Los posgrados como satisfacción de la demandas, 198 III. Perspectivas de política . . ...................... . . . . . . . . 202 Anexo: programas típicos de posgrado . . . .............. . . 204 1. Posgrado de buena calidad de investigación, 204; 2. Programas de especialización que forman en aspectos novedosos y muy tecníficados del ejercicio profesional, 209; 3. Posgrados "de consumo", 211 Bibliografía . . . . . . . . ............................... . . . . . . . 213 Este libro se terminó de imprimir y encuadernar en el mes de septiembre de 1997 en Impresora y Encuadernadora Progreso, S. A. de C. V. (IEPSA), Calz. de San Lorenzo, 244; 09830 México, D. F. En su composición, parada en el Taller de Composición del FCE, se utilizaron tipos New Aster de 10: 12, 9: 10 y 8:9 puntos. La edición, de 3 000 ejemplares, estuvo al cuidado de Maribel Madero Kondrat.