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 LA BASURA DOSCIENTOS AÑOS ATRÁS Y AHORA
DOCENTES
Olga Inés Aristizábal Giraldo
Rosa Elena Sepúlveda Espinosa
ASESORES
Andrea Idarraga
Dolly Vergara
Grado 5
INSTITUCIÓN EDUCATIVA SAN AGUSTÍN
MEDELLÍN
2010
Responde a la pregunta No. 39: “Antiguamente, ¿quién hacía la recolección de
basuras? ¿Las reciclaban? ¿Tenían rellenos sanitarios? ¿Qué hacían con las basuras?
¿Cómo lo hacían?” (Juan David Vásquez, Grado 9, Bucaramanga, Santander).
INTRODUCCIÓN
El presente trabajo nos aporta una serie de respuestas a muchas preguntas que diariamente
nos hacemos. Para ello hemos recurrido a diferentes aportes de la historia social y la
ciencia, que permiten conocer un poco de nuestro pasado, la preocupación por la sanidad
del ambiente, la pureza del agua y la recolección de basuras, causas de un sinnúmero de
enfermedades.
Nuestro grupo de investigación se interesó sobre todo en este tema de la sanidad, pues
muchos de nuestros jóvenes conocen o viven en el barrio Moravia, antiguo basurero de la
ciudad, así que decidieron elegir la pregunta: ¿Hace doscientos años, qué se hacía con las
basuras? Así, se convirtió en el problema de investigación: las condiciones sanitarias
deficientes y las prácticas de higiene inadecuadas, existentes en el período de la
Independencia en Medellín, han incidido en la problemática ambiental que actualmente
afecta al barrio Moravia (Medellín) donde antiguamente estuvo ubicado el basurero de la
ciudad. Luego de realizar una búsqueda exhaustiva de información para dar respuesta a este
problema, notamos que estábamos un poco equivocados en el planteamiento de éste, ya que
para ese momento de nuestra historia, siglo XIX de la Nueva Granada, el Barrio Moravia en
Medellín, solo eran praderas. En ese momento no era un basurero, pero se convirtió en uno
mucho después, hablando ya del siglo XX. Con base en esto decidimos cambiar el enfoque
de nuestra investigación, y luego de varias reuniones el problema final quedó de la
siguiente manera: las condiciones sanitarias deficientes y las prácticas de higiene
inadecuados en el siglo XIX, período de la Independencia nacional, hacen parte de las
problemáticas que actualmente afectan al país.
Para realizar este trabajo utilizamos fuentes orales y escritas. En cuanto a las orales se
realizaron conversatorios con personas mayores, y toda la información aportada por ellos
ilustra la forma como se empleaban las basuras, su recolección y la importancia de las
letrinas. Todo ello nos instruye acerca del tema. Con respecto a las escritas, se extrajo
información, entre otras fuentes, de Internet y de la Colección Bicentenario, publicada por
el Ministerio de Educación Nacional.
PERÍODO COLONIAL, SIGLO XIX
Con el fin de contextualizar un poco el escrito en este capítulo se hablara sobre la higiene
del siglo XVIII.
El ímpetu reformador de los gobernantes borbónicos abarcó todos los ámbitos, como
medios rurales e indígenas, con miras a intervenir en el orden público y la vida privada de
todos los gobernados. La obsesión de las autoridades coloniales por mantener el orden
público y mejorar la apariencia externa de los vasallos en la bebida, el juego, las fiestas, las
prácticas religiosas, la forma de vestir, la salubridad, la limpieza de las calles, el alumbrado
público, las tradiciones y las costumbres populares, eran calificadas de retrogradas. Y
fueron a la categoría de leyes, como valores considerados edificantes (Viqueira, 1987, pp.
15-22).
En el Nuevo Reino de Granada durante el siglo XVIII afloraron sociedades en crecimiento
con conflictiva integración de castas. Repercutían con resonancia las buenas nuevas de la
prosperidad económica regional, medidas restrictivas de libertades de comercio y
producción, las inquietantes noticias de confrontaciones bélicas en Europa y el Caribe, las
propuestas reformadoras de las autoridades, las repuestas de rebeldía o sumisión,
protagonizadas por las corporaciones locales afectadas en sus intereses o privilegios.
Influían en las decisiones que afectaban la vida ciudadana las familias de los notables del
reino, además de una multitud de individuos sin arraigo ni pretensiones de hidalguía, que
día a día ampliaban sus espacios e imponían sus costumbres. Se da un orden estático,
pretendido por las leyes; el dinamismo espontáneo de una población multifacética; el
equilibrio se mantenía precariamente, mientras los vecinos se adaptaban a unas normas
cuya laxitud en ocasiones les resultaba beneficiosa.
Así como crecía físicamente la ciudad, se trasformaba en cuanto al aumento demográfico
de la población. A la migración descontrolada, el eco favorable de una preindustrialización,
el crecimiento del mestizaje —casi al mismo ritmo que el desempleo y los conflictos
sociales y al trazado geométrico y ejemplar del siglo XVI—, se fueron añadiendo torpes
barrios marginales autoconstruidos por sus habitantes, en donde la miseria se acompañaba
de peligrosidad e inadecuada higiene, motivo de preocupación para las autoridades (De
Solano, 1990, pp. 24-43)
Las reformas alcanzaron de tal forma la política de la Nueva Granada, que prácticamente
sólo sirvieron para acentuar el autoritarismo. Ningún factor debía oponerse a las decisiones
del rey y sus allegados, a pesar de que la política reformista, hija de la Ilustración —
filosofía fundada en la razón— aspiraba lograr que fuera la razón y no la costumbre la que
gobernara el mundo. Esta filosofía aristocratizarte distinguía entre las minorías selectas y el
vulgo. Cabían no sólo la masa ignorante, sino también los grupos dirigentes, que aunque
tenían nacimiento ilustre, no tenían salida de las tinieblas de la ignorancia. A esas minorías
selectas, instruidas e iluminadas por la luz de la razón, les correspondía el gobierno.
Durante el período colonial y gran parte del siglo XIX las principales ciudades americanas
presentaron condiciones de insalubridad muy marcadas. No obstante, cronistas y viajeros
rara vez mencionaban estos problemas al hablar de los centros urbanos, concentrando sus
descripciones en las características y grandezas de los edificios públicos. Pero la revisión de
información más específica como las actas de cabildo, deja ver un sinnúmero de referencias
sobre las condiciones de vida de los centros urbanos.
A los ojos de los funcionarios borbónicos, como siglos atrás a los de los humanistas,
urbanidad y civilidad fueron dos conceptos afines y referentes al desarrollo de las virtudes
individuales, en función de la vida en comunidad, que tuvieron su espacio natural en las
ciudades y representaron la oposición entre cultura, educación y cortesía, propias de la
urbe, y el descuido, tosquedad y torpeza en el mundo rural (Elías, 1989, pp. 57-59).
LA PREOCUPACIÓN POR LA SANIDAD
Un problema que inquietaba a los gobernantes americanos era la sanidad del aire y la
pureza de las aguas para conservar la salud de los pobladores. Para los hipocráticos, las
causas que podrían provocar el anormal funcionamiento de la naturaleza humana eran las
formas de vida desordenada, alimentación inadecuada, la climatología adversa con
trastornos del propio organismo, la corrupción del aire y del agua, dos elementos que
cobraban especial significado en los procesos morbosos.
Para el catedrático Francisco Franco, el aire podrido el que inspiramos es causa eficaz para
ser calentura pestilencia” (Citado en Perez, 2008, p 50)
En la América española, la creencia de que muchos males podrían originarse por la
corrupción del aire y las aguas malsanas, estuvo bastante extendido y preocupaba a grandes
colonias como Quito, Panamá, Lima, Nueva España, Cartagena, Tunja, Santa Fe y
Popayán, donde el crecimiento demográfico provocó aglomeraciones humanas y
deficiencias notables en las condiciones de vida. Pero los funcionarios no hacían casi nada
para mejorar la situación de salubridad; la incapacidad técnica de la que durante mucho
tiempo adoleció la sociedad preindustrial, el empobrecimiento de sus habitantes y la
precariedad en la que vivían, era motivos para no tener una infraestructura higiénica que
lograra la salud de la población.
En el medio urbano se sufría la inmundicia y la putrefacción, la fetidez, la impureza
ambiental y contaminación. Eran muchos los elementos que causaban insalubridad:
alcantarillado inadecuado, pavimentación escasa que producía polvo cuando el tiempo era
seco y barrizal cuando llovía; aguas estancadas, montones de estiércol y excrementos
humanos, basureros enormes que se constituían por doquier y restos de animales y todo tipo
de inmundicias; aguas sucias y malolientes que, mezcladas con orines de los animales y de
las personas, se esparcían por las calles y se quedaban hasta que se evaporaran; numerosos
enterramientos de cadáveres realizados en malas condiciones y muy superficiales en las
iglesias, que hacían que los abarrotados cementerios diseminados por el caserío se
convirtieran en permanentes focos nauseabundos y de putrefacción y, aunque suene
paradójico, los hospitales que se localizaban dentro de las ciudades aparecían con
frecuencia como centros de infección y de contagio.
CIUDAD Y SALUBRIDAD
En América las epidemias y las enfermedades no se hicieron esperar. Las plagas de viruela,
gripe o sarampión, que diezmaron la población indígena desde el mismo contacto entre
españoles, indígenas y esclavos, llevaron a que en el nuevo continente se organizaran
medidas con el fin de preservar a la población. Sin embargo, estas medidas sólo se
implementaban en los casos de epidemia.
En el siglo XVIII, continuaban siendo constantes los brotes de epidemia y la proliferación de
enfermedades. De acuerdo con la mentalidad de la época, las enfermedades se producían,
entre otros factores, por el contacto personal, por el agua contaminada o por el aire viciado.
Esa creencia y la necesidad de mantener sana a la población fueron el impulso de las
autoridades para organizar políticas de salubridad como: aislamiento de enfermo, quema de
enseres y ropa de muertos y creación de cordones sanitarios, entre otros (Rodríguez, 2000,
p. 23).
Gozar de buena salud era una de las condiciones necesarias para que los hombres pudieran
trabajar, ocuparse y ser útiles al Estado. En consecuencia, había que vigilar todo lo que
pudiera propiciar las enfermedades. Se trató de cuidar, en las ciudades, la aireación de casas
y lugares, la ventilación, la limpieza del agua y todas aquellas cosas susceptibles de
producir problemas de salud. Las instituciones que velaron por la salubridad en las ciudades
americanas fueron el Cabildo, por medio de las Juntas de Policías, el Real Tribunal del
Protomedicato y los virreyes.
En el mundo urbano colonial, caracterizado por un paisaje en el que se amontonaban
fangos, muladares y desperdicios, se explica la razón de la permanente lucha emprendida
por las autoridades locales para conseguir limpieza colectiva, y subraya el esfuerzo
permanente y en gran medida infructuoso contra la acumulación de desechos y todos
putrefactos.
A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, los aires de la Ilustración comenzaron a
ingresar poco a poco en las colonias americanas, y con ellos nuevos conceptos sanitarios.
DISCURSO SOBRE SALUBRIDAD EN EL NUEVO REINO DE GRANADA
La preocupación por la limpieza y la conciencia diferenciadora entre lo limpio y lo sucio se
hizo evidente en el Nuevo Reino de Granada. En el siglo XVIII, sólo un pequeño grupo
neogranadino asumió un papel activo en este proyecto de salubridad, entre ellos los virreyes
Manuel de Guirior, Manuel Antonio Flores, Antonio Caballero y Góngora, Pedro Mendieta,
el oidor Juan Antonio, Mony Velarde, los gobernadores Francisco Silvestre y Antonio de la
Torre y los médicos José Celestino Mutis, Sebastián López Ruiz, entre otros. Los ilustrados
Pedro Fermín de Vargas, Jorge Tadeo Lozano, Manuel del Socorro Rodríguez y Francisco
José de Caldas. Estos hombres demostraron su interés por el programa de salubridad, pero
sus ideas tuvieron poca acogida en los cabildos correspondientes, especialmente porque
nunca existieron fondos para materializar sus proyectos.
Dentro de la corriente del pensamiento ilustrado, es notable destacar unas pautas de
conducta social determinadas por la modernización de las costumbres, que tiene su
traducción directa en el saneamiento tanto físico como moral de las ciudades. Se trata, por
tanto, de crear espacios públicos reglamentados como fórmulas de control del
comportamiento social. Los reglamentos y ordenanzas que se desarrollan atienden a
aquellas medidas tan características de policía del siglo XVIII.
Para el análisis de la modernización de las ciudades del Nuevo Reino, se han seguido dos
líneas básicas. Por un lado, las medidas de la policía urbana centradas en el tema de
salubridad y reglamentación urbanística, concretamente en las obras de empedrado,
introducción de H2O, organización de mercados y disposiciones contra incendios, y otras
medidas políticas, básicamente higiénico sanitarias, donde el núcleo temático es el de la
ubicación de los cementerios y hospitales en los extremos de la ciudad, por otro.
EL PROBLEMA DEL AIRE
Era necesario evitar ante todo retener y concentrar los desechos en descomposición. Para
las autoridades interesadas en salubridad, era importante que el aire circulara y lograra la
pureza deseada. De igual manera, el agua tenía que circular. La fluidez garantizaba la
renovación. El movimiento era el que purificaba, ya fuera el aire, el H2O, o los rincones
malolientes; drenar la inmundicia, desamontonar la basura o ventilar era ya desinfectar de
alguna manera.
Importaba tener un aire limpio, no sólo en las calles sino también en lugares cerrados, en
habitaciones particulares, hospitales, mercados e iglesias. Los encargados de velar por la
salud de la población trataron de eliminar todo lo que estorbara a la circulación del aire, de
ahí que insistieron en no utilizar las iglesias para sepultar muertos, sino el cementerio
abierto al aire libre y alejado de los poblados.
La desinfección del aire también se corregía prendiendo hogueras en las calles, ya que su
olor disipaba, aunque fuera por un momento, lo intolerable del olor de la putrefacción o de
la fermentación, aunque esto fuera fuente de nuevos miasmas. “Mutis proponía
contrarrestar la corrupción de la atmósfera” (Citado en Perez, 2008, p 50)
La idea de que el aire viciado favoreciera la propagación de enfermedades fue muy
generalizada, y provocó inquietud y pánico entre los habitantes, además de muchos estragos
sociales y económicos.
LA LIMPIEZA DE LAS CIUDADES
El objetivo principal de algunos neogranadinos era tener una ciudad saludable. Para acabar
con los focos de contaminación en las ciudades, el programa sanitario que emprendió el
gobierno colonial se enfocó en eliminar basuras, materias endescomposición y aguas
estancadas. Se pretendía que las calles y plazas estuvieran limpias, que se barriera y
arreglara lo más frecuentemente posible, pero también se puso atención a la impureza del
aire, que se viciaba por todos los desechos que la población generaba.
Las autoridades gubernamentales no sólo se interesaron por barrer y regar las calles —que
era lo que estaba a la vista de todos—, sino también por respirar un aire limpio y fresco.
EMPEDRADO DE LAS CALLES
La lucha emprendida contra las epidemias pasaba en primer lugar por lograr el aislamiento
para que afectara el menor número de personas. La respuesta inmediata a las
preocupaciones sanitarias del momento fue la instalación de lugares específicos alejados de
la población y de sus espacios habitacionales, para depósito y aislamiento de todo aquello
definido como insalubre. Medidas de gran impacto en la sociedad colonial no se hicieron
esperar, como el empedrado de las calles por razones de salud, aunque la pavimentación del
suelo era realmente urgente, dado el aspecto tan lamentable que presentaba la ciudad. Así
que empedrar era aislar la suciedad y la putrefacción del suelo, era impedir miasmas, pues
el mal olor, además de de ser molesto, era perjudicial.
Solo hasta el siglo XVII se inició un lento proceso de empedrado de las calles, pues
anteriormente éstas permanecían cubiertas de yerbas, y su estado dependía del tiempo. Si
era invierno, se convertían en un lodazal, pero si era verano, los vientos que llegaban
llenaban de polvo todo el ambiente, haciéndolo insoportable.
Refiriéndonos a la Bogotá del siglo XVII, tenemos que la calle en ésta no sólo se convirtió
en la alcantarilla de la ciudad, sino también en basurero. Además, resalta la falta de
mantenimiento en las mismas y la presencia de todo tipo de animales, tales como cerdos,
burros y perros. No siendo suficiente con estos problemas presentes en las calles
santafereñas, se le agregó uno más: éstas se convirtieron en letrina, y a pesar de que se
recurrió a las autoridades para poner un orden y convertir el espacio en un lugar limpio,
castigando a quien osara hacer sus necesidades en las calles, no fue pasible detener el
problema, que junto con los factores anteriores hacían de la calle un espacio insostenible,
que se convertiría en un problema higiénico para los pobladores de la época. Pero el
problema continuó, y para el siglo XIX las cosas habían empeorado. Las calles seguían
siendo las letrinas de la ciudad alimentadas por los habitantes.
Además de las leyes del siglo XVIII para asear la ciudad, en el siglo XIX se creó otro tipo de
estrategias, tales como hacer que los presidiarios se encargaran del cuidado de las calles,
recogiendo las basuras presentes en ellas bajo vigilancia de soldados. Claro que, por quejas
de los vecinos, esta estrategia de limpieza no duró mucho.
Otro mecanismo que mantenía limpio el espacio público eran los animales y el invierno.
Los animales como cerdos y gallinazos se comían las basuras; las lluvias, a su vez, las
barrían. Sin embargo, estos agentes también afectaban de alguna manera la ciudad, ya que
obstaculizaban el tránsito fluido de las calles. Además, su materia fecal empeoraba la
situación de higiene. Estos factores no permitieron que tales animales fueran los
recicladores de hace doscientos años.
Finalmente, en este siglo se inició la construcción del alcantarillado, el cual lentamente
cambió las prácticas sanitarias de una ciudad.
El ex gobernador de la provincia de Antioquia, Francisco Silvestre, escribió que había
ordenado la limpieza y el empedrado de las calles de la ciudad de Antioquia y
posteriormente de la Villa de Medellín, aunque con tristeza hacía referencia al poco caso
que hicieron sus mandatos. Comentó que se había visto obligado a repetir varias veces tales
disposiciones al cabildo y a los alcaldes, aunque casi siempre fuera en vano. Por tal razón, a
finales del siglo XVIII hubo una suerte de firmeza, traducida en el aumento de penas y
multas para quienes no cumpliesen con las ordenanzas y los bandos de buen gobierno que
favorecían la salubridad.
EL PROBLEMA DEL AGUA
La vigilancia del agua en relación con la salud comenzaba a ganar importancia en la época.
En 1761 el procurador de la Villa de Medellín anotaba que, para el logro de la “salud y el
bienestar” de los vecinos, las corrientes de aguas naturales debían ser claro objeto de
atención. Por tal motivo, se hacía necesario empedrar ciertas calles cercanas a la quebrada
de Ana, pues desde hacía mucho tiempo estaba intransitable. Por otro lado, señalaba los
inconvenientes ocasionados por esta agua, agravados por la acción de ciertos animales y
por los daños que la quebrada producía cuando crecía (Alzate, s.f.).
También en Santa Marta, a finales del siglo XVIII, se hizo “sanear la población”, no sólo por
haber ordenado el desmonte de bosques y el cegado de postes, sino por haber hecho abrir
un canal al río Manzanares para evitar frecuentes inundaciones. En 1787, las autoridades de
Cali mandaron a que se adecuaran las calles sin un “declive en el medio”, con el fin de
favorecer el curso de las aguas e impedir la formación de charcos (Tirado, 1975, p. 474).
Por otra parte, el oidor y visitador de Antioquia, Juan Antonio Mony Velarde, dictó una
serie de disposiciones al respecto, entre ellas la siguiente: “[…] nada es más indispensable
para la comodidad y hermosura de una población que la abundancia de aguas limpias y
saludables y careciendo de este beneficio la ciudad de Antioquia, será objeto digno de la
mayor atención a que deberá dedicar su esfuerzos todo el Cabildo y el Procurador General
promoverlo con eficacia” (Citado en Pérez, 2008, p 100)
La insalubridad de la ciudad también se dejó sentir en las acequias. Las aguas estancadas,
negras, viscosas, exhalaban vapores que infectaban el aire y causaban enfermedades. El
agua en este estado permitía tanta fermentación como putrefacción. Por el contrario, cuando
el agua corría, estaba en contacto con el aire que la renovaba y el movimiento atenuaba el
peligro. Por lo tanto, el funcionario de la ciudad de Antioquia propuso que se hiciera el
desagüe.
Es de anotar que una de las medidas principales dentro de las reformas urbanas fue la de
adelantar obras de conducción de aguas y de desagüe de ciénagas, con el objetivo de evitar
enfermedades miasmáticas.
LA MOLESTA PRESENCIA DE LOS ANIMALES SUELTOS
Con la intensión de ordenar, asear y mejorar el espacio urbano, la exclusión de los animales
que vagaban por las calles se hizo necesaria. Se tomaron medidas que impedían que los
animales circularan por las calles y plazas, acusados éstos de expandir miasmas.
Las razones que sostenían la exclusión de los animales hacia afuera del recinto urbano eran
principalmente el estiércol que producían, los daños que causaban a las casas, en las
acequias, en las sementeras y el hecho de que removían las basuras, generando un ambiente
pútrido y desagradable a la vista, y además incómodo para los vecinos. De igual manera, se
prohibió el tener cerdos dentro de la ciudad debido a los graves perjuicios que éstos
causaban en todo sentido. Por lo tanto, en 1783 el corregidor de un partido cercano a la
ciudad de Mariquita se refería a la cría de cerdos en Anapoima, explicando que dichas crías
perjudicaban a los indígenas y a los vecinos labradores en sus sementeras, las cuales
asolaban y consumían. De este modo, el corregidor mandó a que los dueños de cerdos los
mantuviesen encerrados y que se responsabilizaran de los perjuicios que tales animales
causaban a los vecinos (Citado por Alzate (s.f. p. 41).)
Así mismo, se trataría en forma similar el problema de los perros para evitar problemas y
estragos con la rabia. Sin duda alguna, el programa que se organizó en las diferentes
ciudades y Villas del Nuevo Reino de Granada en los últimos decenios del siglo XVIII fue
bien pensado e interesante. Para su elaboración contribuyeron facultativos miembros de los
cabildos de la Iglesia, hombres de ciencia y virreyes. Los diferentes puntos de vista lo
enriquecieron, pues mientras unas personas centraron su interés en el aspecto físico de la
ciudad, fundamentalmente que no tuviera basura, otras lo hacían en cuanto al olor y las
impurezas del aire. Lo cierto es que ambos puntos de vista se complementaron para crear
un programa eficiente que combatía la insalubridad en todos los niveles, el particular y el
colectivo, en abstracto y el concreto.
LOS PEQUEÑOS INVESTIGADORES HABLAN
Por: María Fernanda Duque Londoño
Grado: 5.o 3
Edad: diez años
Luego de entrevistar a diferentes personas en sus barrios y de lecturas que hablan de lo que
se hacía con las basuras hace doscientos años, éstas fueron algunas de las conclusiones
sacadas por los jóvenes “Aprendices del Error”.
En Colombia, las basuras y todos los desechos sanitarios eran lanzados, y de ahí viene la
idea de que los cachacos eran sucios, pues había malos olores por las calles. Además, este
desaseo produjo muchas enfermedades pulmonares.
Los desechos sanitarios eran recogidos en un balde y, cuando se llenaba, era echado al río.
Al iniciarse el período independiente del país, “se establece un sistema de limpia con
carretones de tracción animal con horario de mañana para la recolección llevando una
campanilla que tocaran los carretones para que sirva de aviso al vecindario” (Melo, 2001)
Antes de la Conquista el problema de la basura era una preocupación de los nobles y los
monarcas.
Por: Marisela Moreno
Grado: 5.o 3
Edad: diez años
Antiguamente hacían abonos naturales en lugares donde había agua, como las lagunas y
canales que ellos mismos construían. Allí echaban huesos, cáscaras, estiércol, basuras que
provenían de los seres vivos, las plantas y los animales. Estas basuras se deshacen, se
mezclan con la tierra para servir de alimento y mejorar los cultivos. Esto se convierte en
abono natural.
Por: Felipe Blandón
Grado: 5.o 1
Edad: diez años
Los antepasados lo que hacían con las basuras era quemarlas, porque en esa época no había
dónde depositarlas. La materia fecal de algunos animales, sirve como abono para las
plantas. La materia fecal del hombre es un residuo que no sirve para nada, por lo tanto se va
al río.
La letrina es un hueco o pozo destinado para defecar, con una profundidad de dos metros o
más.
Por: Tatiana Gutiérrez Torres
Grado: 5.o 3
Edad: diez años
Hace doscientos años las basuras las botaban a la calle y los marranos y los gallinazos se
las comían, y para que no se volaran (escaparan) los llevaban a las montañas para enterrar
las basuras y hacer abono. Ya han pasado muchos años, estamos en el segundo y las cosas
han cambiado mucho. Echamos las basuras a las bolsas o canecas y las recoge el camión,
que las lleva a un lugar donde separan el vidrio, plástico, comidas, cartón, papeles, etc., y
las entierran y se vuelven biodegradables.
Por: Juliana Franco Montoya
Grado: 2.o 1
Edad: diez años
Los antepasados metían las basuras en huecos y la tiraban a los ríos.
Por: Juan Pablo Quintero Vélez
Grado: 3.o 1
Edad: ocho años
Las basuras hace doscientos años:
—
—
—
—
—
La enterraban.
La tiraban a un caño.
La utilizaban para abonar la tierra.
La tiraban al río.
La tiraban en cualquier hueco.
Ahora bien, partiendo del problema que para nuestros niños significa las basuras en las
calles, plantearon a partir de la investigación realizada una seria de objetivos o metas que se
deben alcanzar para que no se siga presentando este problema.
— Más vigilancia para los niños.
— Hacer una campaña para separar bien las basuras y cuidar el medio ambiente.
— Hacer una campaña de aseo con las señoras del aseo para ayudar a limpiar el
colegio.
Por: Manuela Villada Torres
Grado: 3.o 2
Edad: nueve años
— No tirar basuras a la calle.
— Tampoco a los ríos.
— Tampoco tirársela a los carros ni casas.
Edwin David Casas Palacios
Grado: 3.o 1
Edad: ocho años
Juan Camilo Molina Valencia
Grado: 3.o 1
Edad: ocho años
Mariana Ocampo Ríos
Grado: 3.o 1
Edad: ocho años
Ana María Giraldo Vanegas
Grado: 3.o 1
Edad: ocho años
Juan Pablo Zapata Rodríguez
Grado: 3.o 1
Edad: ocho años
Juan Fernando Ceballos
Grado: 3.o 1
Edad: ocho años
Sebastián Velásquez García
Grado: 3.o 1
Edad: ocho años
—
—
—
—
Nosotros nos comprometemos a sembrar más árboles y flores y a no tirar basuras.
Hacer una campaña para separar las basuras y cuidar el medio ambiente
Más vigilancia entre niños.
Hacer campañas con las señoras del aseo para ayudar a limpiar.
Aprendices del Error
¿HACE DOSCIENTOS AÑOS QUÉ SE HACÍA CON LAS BASURAS?
Luego de un examen exhaustivo de diferentes fuentes para hallar la respuesta a esta
pregunta y de mencionar la respuesta en los capítulos anteriores, seremos más precisos y
breves en este último punto.
Hemos descubierto entonces que las basuras eran consideradas para la mayoría de los
pobladores de la Nueva Granada como generadoras de enfermedades, lo que se daba porque
en el momento no había una cultura ciudadana como la de ahora. Además, no se maneaban
este tipo de conceptos. Tampoco se tenía una educación dirigida al aseo de la ciudad, el
pueblo no veía la importancia de conservar la limpieza de las ciudades, tenían otra seria de
preocupaciones, entre las cuales no estaba el hecho de tirar basuras en canecas y no a las
calles.
Entonces, la pregunta se responde diciendo que, para la mayoría de los neogranadinos, lo
más natural era arrojar las basuras a las calles o a las laderas de los ríos, para que éstas
fueran arrastradas por la corriente.
CONCLUSIONES
• La mayoría de los historiadores coinciden en que el crecimiento demográfico a lo
largo del siglo XVIII fue importante en el desarrollo urbano. La causa fundamental
está muy ligada al auge comercial y económico, pero sobre todo a las políticas
salubristas aplicadas por las reformas borbónicas.
• Ostentación y pobreza. Quizá sea esta la característica más llamativa de las ciudades
del Nuevo Reino de Granada en el siglo de las luces de las reformas, pero también
del racismo y del colonialismo: los contrastes entre la pobreza, la riqueza frente al
hacinamiento, el hambre y la suciedad, las opiniones sobre nuevas ideas, la opresión
económica en que vivían los negros, indios, mulatos y mestizos más humildes.
• Las reformas urbanísticas del siglo XVIII acabaron siendo devoradas por la realidad:
la gente continuó vertiendo las basuras en las calles, amontonándolas sobre el
empedrado recién inaugurado. A pesar de los arreglos y las iluminarias, no se
modificaron las costumbres tradicionalmente adquiridas. Así, la Villa de Medellín
siguió con sus calles torcidas, Cartagena con sus negros y mulatos en las Plazas y
Santa Fe con sus “chicheros” vendiendo el apreciado licor a los indios.
• La ciudad de los contrastes tomaba forma. Las ciudades debían aparecer limpias.
Además, los virreyes tomaron medidas contra la insalubridad, la vagancia, el ocio y
la mendicidad, controlando no sólo a los individuos, sino también los factores
ambientales mediante construcción de cementerios en extramuros. El sistema de
eliminación de basuras, la ventilación y limpieza de las calles y las habitaciones,
control de bebidas, difusión de vacunas contra la viruela, eliminación de aguas
estancadas y retiro de animales callejeros.
• La negligencia ante la higiene personal, el desaseo, la falta de normas, el
desequilibrio emocional y social, el hacinamiento, la pobreza mal entendida, la falta
de trabajo, la mendicidad y la discriminación racial fueron elementos claves para
Carreño, al dar a conocer su libro sobre civismo y urbanidad, pionero para capacitar
paulatinamente a los niños escolares y por ende a la población civil.
BIBLIOGRAFÍA
Archivos
Archivo General de la Nación [AGN] (Fondo Policía, tomo III, folio 773u)
Fuentes Orales
Entrevistas de los niños a sus abuelos en el barrio Aranjuez.
Prensa
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Imprenta, (n.o 7), pp. 141-149.
Publicación
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Editorial: Colcultura.
Viqueira Albán, Juan Pedro. (1987).¿Relajados o reprimidos? Diversiones públicas y vida
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Fondo de Cultura Económica.
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