nuestra condición humana ante la existencia. Roald Dalh nos habló

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Diez años de palabras y susurros
Pasa el tiempo, y la vida, como desde un balcón, nos brinda la oportunidad de
mirar desde lo alto a nuestra existencia. Y, a veces, sólo vemos un cúmulo de años
apilados como botellas vacías; en cambio, otras descubrimos un jardín multicolor
atesorado tras prolongado cultivo de una pasión. Yo he descubierto en la pasión
compartida con vosotros por los libros, durante estos diez años, la magia de la
lectura lenta y silenciosa, y de aquel insistir, merodear, perseguir y buscar
compartido en y tras las palabras. La lectura de un libro, al mismo tiempo que nos
abre a un mundo más rico y pleno, nos reorienta la mirada hacia el descubrimiento
de nosotros mismos. Sigue, por eso, pareciéndome verdad el lema de nuestro grupo:
“Leer es invertir en ti mismo”, porque quien lee se convierte en alguien, según
aforismo de Goethe.
La lectura es, en el balcón de la vida, esa barandilla que nos permite
asomarnos al mundo con el vértigo justo que da mirar hacia todos los lados -esos
flancos que nos ofrecen los libros-, mas con la seguridad de no caer en el pozo del
abismo porque las vidas contempladas no son las nuestras, sino las de los personajes,
aunque ellas nos emocionen e interroguen. Cuando leemos, dejamos entrar retazos
de las andanzas de los otros, nuestro horizonte se agranda y nos vemos inmersos en
un amplio mundo de sentimientos y pensamientos que alimentan la pasión con la que
recorremos la vida.
Me considero muy afortunado por haber podido compartir con todos vosotros
cada uno de los setenta libros que hemos disfrutado estos años. Como me decíais no
ha mucho uno de vosotros, ¡cuántos días de sorprendente y agradable naturalidad y
libertad con que hemos ejercitado la palabra y la escucha en la recreación mensual
de cada novela! Ese ejercicio colectivo de reinterpretación, en un amable marco de
sincera búsqueda de la verdad, ha alimentado mi pasión por los libros, y espero que
también la vuestra.
Juntos descubrimos entre las obras leídas -perdonad si no cito alguna de
vuestras favoritas- en “Las Ratas” a un Delibes que nos hablaba -a través de
“El Nini”- de lo pequeño y a la vez inmensamente grande que hay en nuestras
tierras castellanas, y de las tiranías de los grandes para con los más pequeños.
Lloramos con “La Voz Dormida” de Dulce Chacón y esas mujeres de
nuestra guerra. El gran José Luis Sampedro nos llevó, con su “Sonrisa
Etrusca”, a la última fase de la vida, en donde todavía se muestra la plenitud del
alma a través de la relación del protagonista con su nieto. En “El Clan del
Oso Cavernario”, Jean Auel nos presentó a Ayla, una niña cro-magnon, y su
devenir en la lucha por la supervivencia física y mental de nuestros ancestros.
“Seda”, de Baricco, nos transportó más allá del amor en esa permanente
navegación hacia oriente. Con “El Sur”, de Adelaida García Morales,
viajamos también hacia el lugar en donde depositamos nuestros sentimientos y al que
volvemos siempre que necesitamos reencontrarnos con ellos. Unamuno, con su
“San Manuel Bueno y Mártir”, nos hizo pensar, al pie del Lago de
Valverde de Lucerna, sobre las veleidades del alma y sobre la fe en el más allá y
en nosotros mismos. Pearl S. Buck, en “Viento del Este, Viento del
Oeste”, nos enseñó que las culturas pueden darse la mano y llegar lejos aunando lo
más universal que tenemos: los propios sentimientos. “Babet, con su festín”, y
conducidos por Isak Dinesen, nos demostró que un mundo de convivencia es
posible si estamos dispuestos a abrir nuestro pensamiento y nuestra alma.
“Madame Bovary”, de G. Flaubert, nos invitó a tomar parte en el mundo
interior de las mujeres y en su lucha por encontrar un hueco en la sociedad de los
tiempos pasados y presentes. Albert Camus nos reflejó en “El Extranjero”
nuestra condición humana ante la existencia. Roald Dalh nos habló a través de
“Matilda” del poder transformador de las personas que tiene la lectura y del poder
de la bondad en la vida.
Para finalizar este recorrido de obras y autores, quiero destacar unas palabras
de Christopher Morley, el autor de “La librería ambulante”, puestas en boca
del protagonista, el señor Mifflin, ese personaje entre librero y bibliotecario, que se
pasó la vida conduciendo un carromato lleno de libros:
«Amigos míos», dijo el señor Mifflin, «¿recordáis el chiste de Abe Lincoln
sobre un perro? Si llamáis pata a la cola, dijo Abe, ¿cuántas patas tiene un
perro? Cinco, me diréis. No, diría Abe, porque llamar pata a una cola no hace
que la cola se convierta en pata. Pues bien, muchos de nosotros estamos en la
situación de la cola de aquel perro. Que nos llamen hombres no nos convierte en
hombres. Ninguna criatura sobre la faz de la tierra tiene derecho a creerse un ser
humano a menos que esté en posesión de un buen libro. [...] El hombre que tiene
unos cuantos buenos libros en su biblioteca hace feliz a su esposa, les proporciona a
sus hijos un negocio redondo y se da la oportunidad de ser un mejor ciudadano."
Quiero terminar estas palabras mostrando mi agradecimiento: a Tomás
Guillén, amigo y pionero en estas lides en el IES Arca Real, que nos
sirvió de modelo en la creación de este grupo de lectura; a otro buen amigo, Juan
Ángel Canal, con quien de la mano nos aventuramos en la creación del mismo; a
todos los equipos directivos de nuestro instituto por su apoyo para que esta actividad
siguiera adelante; al A.M.P.A. de nuestro centro por su decidida voluntad de
participar personal y económicamente desde el principio; a las personas que trabajan
en la Biblioteca Municipal “Francisco Pino” que tantas facilidades nos
dieron para disponer de ejemplares. Gracias a todos ellos, la lectura compartida
tomó forma en nuestro centro y hoy es una realidad instituida.
Por último, me gustaría compartir con vosotros una confidencia: he descubierto
que la lectura nos brinda la posibilidad de que la vida se vuelva infinita…
Compartir con vosotros esta experiencia ha sido un verdadero placer.
(Jesús López Esteban)
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