lugares de la pintura luis fega Luis Fega (Vegadeo, Asturias, 1952) es uno de los artistas españoles contemporáneos que con más rigor e intensidad ha reivindicado la práctica pictórica. Su singular acercamiento a la imagen plástica parte de la materialidad del cuadro para conseguir nuevas formas, atendiendo siempre a las condiciones del medio. Si, por un lado, la presencia de las tradiciones expresionista e informalista le conduce a una abstracción de grandes tensiones internas, por otro sus objetos, que conforman un ámbito clave para la comprensión de su trayectoria, y de los que se ofrece en este catálogo una muestra iluminadora, desafían las fronteras genéricas al proponer una reinvención teórica del plano, un ensayo de superación de la bidimensionalidad. En Luis Fega conviven con singular coherencia la intuición y el discurso crítico, la búsqueda creadora y la pasión reflexiva. Se trata de vectores que no entran en contradicción sino que se alían para proponer una meditación sobre las oposiciones que habitan estas obras –vacío y lleno, movimiento y reposo, activo y pasivo. Los elementos hasta ahora inertes (marco, bastidor) se hacen materia pictórica, delimitando las formas propias del cuadro y hasta constituyéndose en elementos esenciales de la obra. cat fega 19/3/07 11:26 Página 1 CONSORCIO DEL CÍRCULO DE BELLAS ARTES cat fega 19/3/07 11:26 Página 2 cat fega 19/3/07 11:26 Página 3 LUIS FEGA LUGARES DE LA PINTURA cat fega 19/3/07 11:26 Página 4 CÍRCULO DE BELLAS ARTES EXPOSICIÓN Presidente Juan Miguel Hernández León Comisario Fernando Castro Flórez Director Juan Barja Subdirector Javier López-Roberts Área de Artes Plásticas del CBA Laura Manzano Eduardo Navarro Camille Jutant José Aniorte Coordinadora Cultural Lidija Sircelj Seguros Stai Transporte Urbano Montaje Departamento Técnico del CBA Agradecimientos A todos los particulares, galerías e instituciones que han cedido generosamente su obra CATÁLOGO Área de Edición del CBA Jordi Doce Elena Iglesias Serna Paula Santamariña Diseño gráfico Estudio Joaquín Gallego Impresión Brizzolis © Círculo de Bellas Artes, 2006 Alcalá, 42. 28014 Madrid www.circulobellasartes.com © de los textos: sus autores ISBN-13: 978-84-86418-94-6 Dep. Legal: cat fega 19/3/07 11:26 Página 5 LUIS FEGA LUGARES DE LA PINTURA cat fega 19/3/07 11:26 Página 6 cat fega 19/3/07 11:26 Página 7 Luis Fega, nacido en Vegadeo (Asturias) en 1952, pero residente en Madrid desde finales de los años setenta, es uno de los artistas españoles contemporáneos que con más rigor e intensidad ha reivindicado la práctica pictórica. Su singular acercamiento a la imagen plástica parte de la materialidad del cuadro para conseguir nuevas formas, atendiendo siempre a las condiciones y limitaciones del medio. Este trabajo de abstracción y descomposición del espacio le permite formular una fragmentación de los elementos que redefinen la bidimensionalidad pictórica. Por tal motivo, sus objetos, que conforman un ámbito clave para la comprensión de su trayectoria, y de los que este catálogo ofrece una muestra iluminadora, desafían las fronteras genéricas al proponer una reinvención teórica del plano, un ensayo de superación de la bidimensionalidad. Este proceso intelectual convive con la presencia de una tradición informalista que le induce a una abstracción de grandes tensiones internas. Luis Fega es sin duda un artista en el que conviven con singular coherencia la intuición y el discurso crítico, la búsqueda creadora y la pasión reflexiva. Se trata de vectores que no entran en contradicción ni se supeditan mutuamente, sino que se alían para proponer una meditación sobre las constantes oposiciones que habitan estas obras —lo vacío y lo lleno, movimiento y reposo, activo y pasivo. Los elementos hasta ahora inertes (marco, bastidor) se hacen materia pictórica, delimitando las formas propias del cuadro para constituirse, finalmente, en elementos esenciales de la obra. Juan Miguel Hernández León Presidente del Círculo de Bellas Artes cat fega 19/3/07 11:26 Página 8 cat fega 19/3/07 11:26 Página 9 Consideraciones sobre la pintura de Luis Fega [«Du musst dein Leben ändern»] FERNANDO CASTRO FLÓREZ 1 Es bueno para el trabajo creativo andar un poco perdido, tener un pie en el abismo . En la contemporaneidad se ha llegado a convertir en patetismo retórico lo que Timothy Clark llamó prácticas de negación, esto es, aquel «travestimiento» del proceso creativo en el que se llegaba a una defensa de la torpeza deliberada y, por supuesto, a una celebración de lo 2 insignificante ; una «ironía debilitada» convierte a la experiencia artística en un como si que elude cualquier responsabilidad: finalmente, aunque la obra sea una chapuza vergonzante, existe la justificación de que eso se hizo así a propósito. Comienza a ser una obligación moral llamar a las cosas por su nombre y, de esa manera, tenemos que comprender que muchas de las especulaciones creativas que nos rodean reflejan, sin más, la impotencia, eso sí, camuflada de una habilidad extraordinaria. Si, en términos generales, el arte está embarcado en un raro funeral sin cadáver, esto es, en una labor de disuasión, algo así como 1 2 Luis Fega entrevistado por Tania Pardo en Meridiano de Greenwich, Centro Cultural Conde Duque, Madrid, 2002, reproducido en Luis Fega. Grafías de olvido, Madrid, Roberto Ferrer, 2006, p. 90. Clark defendía, abiertamente, una pintura que surgía de la incompetencia: «las exhibiciones deliberadas de torpeza pictórica o facilidad en los tipos de pintura que no se suponen lo suficientemente perfectos; el uso de materiales degenerados, triviales o ‘inartísticos’; el rechazo de la conciencia plena del objeto; los modos aleatorios o automáticos de hacer las cosas; un gusto por los vestigios y márgenes de la vida social; un deseo de celebrar lo ‘insignificante’ o vergonzoso en la modernidad; el rechazo de las convenciones narrativas de la pintura; la falsa reproducción de géneros pictóricos establecidos; la parodia de los estilos anteriormente poderosos» (Timothy Clark citado en Brandon Taylor, Arte Hoy, Madrid, Akal, 2000, p. 116). cat fega 19/3/07 10 11:26 Página 10 fernando castro flórez cat fega 19/3/07 11:26 Página 11 consideraciones sobre la pintura de luis fega 11 3 un exorcismo del imaginario , en el caso de la pintura se produce una acelerada desaparición junto a la conciencia de que el cuadro es el espacio de la lentitud y, lo peor, de una acti4 vidad psicopatizada . Pero si el arte se ha convertido, como le gusta decir a Baudrillard, en 5 un «delito de iniciados» , marcado por la retórica del citacionismo, también es capaz, todavía, de ser un sismograma de lo que pasa. Ciertamente, la banalidad es la retaguardia (cínica y cobarde) de un juego de escaramuzas estéticas que tienen plena conciencia de que ya no se puede ir a ninguna parte. Lo banal aumenta su escala, el nuevo banderín de engan6 che promete entretenimiento y, por supuesto, la pintura, con su pausa y sus pretensiones contemplativas, no parece encajar en el modelo espectacular-integrado. 7 Pero, precisamente, cuando la transgresión está completamente retorizada , es necesario encontrar nuevos intersticios, superar los tópicos que de una forma maniquea o pseudo-evolutiva piensan que ciertos lenguajes, como el de la pintura, están periclitados. Puede que sea la pintura misma ese último refugio del mito estético de la individualidad, 3 4 5 6 7 «Parece que una gran parte del arte actual centra sus esfuerzos en una labor de disuasión, en un duelo entre la imagen y el imaginario, en un duelo estético casi siempre fallido que produce una tristeza general en la esfera artística. Y en este duelo el arte parece sobrevivir reciclando su historia y sus vestigios (pero ni el arte ni la estética son los únicos abocados al triste destino de vivir no tanto por encima de sus posibilidades como por encima de sus propios fines» (J. Baudrillard, «Ilusión y desilusión estética», en Letra Internacional, 39, p. 16). «Uno –escribe Marlene Dumas– tiene que hacer un cuadro. El cuadro es lo que es gracias a ese proceso a través del cual ha sido hecho. El pensamiento artístico se psicopatizó cuando llegó a estar dominado por la obsesión de ‘lo nuevo’. En un mundo donde la velocidad es poder, el mundo del arte se ha llegado a avergonzar de la pintura. Los cuadros pueden parecer un lugar apropiado para que los niños más débiles jueguen al escondite; pero a medida que la fotografía va perdiendo su brillo y convirtiéndose en imágenes del periódico de ayer, las pinturas de ayer todavía nos sonríen» (M. Dumas, «La pintura no está en crisis», en Revista de Occidente, 165, febrero de 1995, p. 39). «El arte se ha vuelto cita, reapropiación, y da la impresión de reanimar indefinidamente sus propias formas. [...] Recuerdo haberme dicho, tras la penúltima Bienal de Venecia [1993], que el arte es un complot e incluso un ‘delito de iniciados’: encierra una iniciática de la nulidad y, sin ser despreciativos, tenemos que reconocer que aquí todo el mundo trabaja con residuos, desechos, bagatelas; todo el mundo reivindica además la banalidad, la insignificancia; todos pretenden no ser ya artistas» (J. Baudrillard, El complot del arte, Buenos Aires, Amorrortu, 2006, p. 119). No falta el «malabarismo» justificatorio de todo aquello que, ciertamente, es demencial: «Hay siempre una caterva de ingenuos preparados para escribir la historia de la última idiotez, para solemnizar las estupideces, encontrar significados recónditos en las menudencias, incluir en la enseñanza de todo orden y nivel también las tonterías, pensando que hacen una obra democrática y progresista, que van al encuentro de los jóvenes y de la gente, que hacen realidad el encuentro entre la escuela y la vida» (M. Perinola, Contra la comunicación, Buenos Aires, Amorrortu, 2006, p. 32). «That´s entertainment! La totalidad de la ruina –de la ruinae corporis et vitae agustinianas– es ahora el reino de la banalidad. Pero, ¿en qué consiste propiamente la banalidad? El término ‘banal’ es uno de los más ricos que tenemos en nuestra lengua, y no sólo en nuestra lengua, porque en su historia y dispersión encontramos un filón común a los distintos pueblos de Europa. Procede de la antigua raíz del fráncico ban, y es la palabra más dialéctica que pueda uno encontrar. De ella deriva, en alemán, Verbannung: ‘destierro’, expulsar a alguien de su propia tierra. La orden de destierro queda plasmada en un ‘bando’. Y como consecuencia del cambio de vida del desterrado, tenemos –también en español, claro– ‘bandido’ y ‘banda’, agrupada bajo una ‘bandera’. Todas esas voces giran en torno a una idea capital, a saber: que no hay mancomunidad sin expulsión de elementos del propio seno, considerados por esa acción como lo otro, lo indeseable y digno de destierro» (F. Duque, La fresca ruina de la tierra (Del arte y sus desechos), Palma de Mallorca, Calima, 2002, p. 165). «Después de recordar la fábula en la que un anciano escéptico se encarga de advertir a su antiguo discípulo, convertido en rabino ortodoxo, de que en su paseo sabático están a punto de transgredir los límites establecidos por la ley, apunta Magris: ‘Lejos de escarnecer la ortodoxia codificada, según la retórica de la transgresión cara a los espíritus banales que creen afirmar su originalidad tirando basura por la ventanilla sólo porque lo prohíbe un cartel, el gran hereje exhorta al discípulo a observar el sábado que, sin embargo, él no respeta’» (J. Rodríguez Marcos, «La esperanza del desencanto», en ABC Cultural, 30 de septiembre del 2000, p. 4). cat fega 19/3/07 12 11:26 Página 12 fernando castro flórez cat fega 19/3/07 11:26 Página 13 consideraciones sobre la pintura de luis fega 13 una herramienta válida para deconstruir o, mejor, desmantelar, las ilusiones del presente: «Puesto que la pintura está íntimamente vinculada a la ilusión, ¿qué mejor vehículo puede 8 haber para la subversión?» . Luis Fega es consciente de que la pintura es un terreno en el 9 que se pueden producir hallazgos inesperados . La situación en la que pinta Luis Fega es menos apocalíptica o conclusiva y deriva, principalmente, hacia un pluralismo, como justa manifestación de un periodo estético y 10 epistemológico postnarrativo . Si bien algunos intérpretes han hablado de «cuerpos quebradizos» o de «animales borrosos», incluso de «alusiones sexuales, coitos bestiales entre lo humano y lo animal, vagas siluetas antropomorfas que aluden a un ser anterior a la orgu11 llosa postura erguida» , la tonalidad predominante de su pintura, desde hace más de una década, es la abstracción, en la que sedimenta su voluntad expresionista y, en cierto sentido, elementos de la tradición informalista. Ciertamente, en sus cuadros atormentados, de una presencia que podemos calificar como inquietante, late aquella dimensión metafísica de angustia y rabia propia del informalismo, así como la radical investigación de las expresiones 12 de la materia junto a la concepción de la pintura como acontecimiento. Luis Fega, según indicó oportunamente Miguel Fernández Cid, pasó de perseguir imágenes «a habitar el espacio más difícil, el del conflicto, aquél en el que asoman y se investigan las dudas, en el que la pintura se mira hacia dentro. El espacio del riesgo, de la independencia. El espacio 13 reservado a quienes defienden un mirar propio» . Este creador rehuye en todo momento lo decorativo, dando más bien espacio a lo deshilachado o informe, incluso al gesto que tiene 14 algo de garabato. Lo que en realidad está buscando, en todo momento, es la espontaneidad . 8 9 10 11 12 13 14 T. Lawson, «Última salida: la pintura», Arte después de la modernidad. Nuevos planteamientos en torno a la representación, Madrid, Akal, 2001, p. 162. «Mecido el cuerpo del arte más actual por los vaivenes e impulsos de los nuevos procesos tecnológicos –en algunos casos con espléndidos resultados– y por el helador ronroneo de ciertas estrategias frías y aparentemente distanciadoras –en las que (literalmente) nos es bien difícil percibir la huella de la(s) mano(s) del artista–, resulta estimulante comprobar cómo todavía existen creadores que siguen zambulléndose en las milenarias aguas de la pintura –pura y dura–, echando sus redes en busca de nuevos hallazgos plásticos, esos dorados peces abisales que aún las pueblan» (F. Carpio, «Elogio de la pintura», en Luis Fega. La potencia lírica y el discurso plástico, Centro Regional de Bellas Artes, Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias, 2002, p. 9). «Permítaseme resaltar que si realmente no hay reglas, queda abierta la posibilidad de que los artistas puedan proseguir el arte de la pintura del modo que quieran y bajo el imperativo que deseen, sólo que esos imperativos no se basan más en la historia» (A. C. Danto, Después del fin del arte. El arte contemporáneo y el linde de la historia, Barcelona, Paidós, 1999, p. 181). I. Castro, «Manes de sombra», en Luis Fega. Naturaleza y Utopía, Madrid, Galería May Moré, 1999, p. 9. Cf. J. E. Cirlot, «Ideología del informalismo», en Correo de las artes (diciembre de 1960), reproducido en Mundo de Juan Eduardo Cirlot, Valencia, Instituto Valenciano de Arte Moderno, 1996, p. 152. M. Fernández Cid, «Quince, veinte años después: el lado oscuro de la pintura» en Luis Fega, Gijón, Palacio de Revillagigedo, 1997, p. 11. «Mi pintura es gestual. Me encuentro mejor expresándome mediante el gesto que haciéndolo con una pintura más contenida. Busco la espontaneidad pero no es nada fácil llegar a ella. En ocasiones el gesto te domina y el trabajo se vuelve agotador. Para lograr un ahorro de energía y una comunicación más directa, es conveniente depurar la pintura, lograr lo esencial» (Luis Fega entrevistado por Tania Pardo en Meridiano de Greenwich, ed. cit., 2002, reproducido en Luis Fega. Grafías del olvido, ed. cit., p. 89). «Cuando pinto hay dos momentos bien diferenciados, una primera parte meditada en la que sobre un fondo bastante elaborado distribuyo a modo de recortes manchas de color, y una segunda parte en la que busco la espontaneidad, y es cuando dibujo encima de la preparación previa» (Luis Fega en conversación con Javier Riera y Aníbal Merlo, «Ideas en torno a una exposición», en Luis Fega. Todo es parte, Alcorcón, Centro Municipal de las Artes, 2003, p. 16). cat fega 19/3/07 14 11:26 Página 14 fernando castro flórez cat fega 19/3/07 11:26 Página 15 consideraciones sobre la pintura de luis fega 15 Juan Manuel Bonet caracterizó la pintura de Fega por su «sutil fragilidad», una tensión 15 de lo ordenado y lo azaroso . Entre los antagonismos que caracterizan nuestra época, tal vez le corresponda un sitio clave al antagonismo entre la abstracción, que es cada vez más determinante en nuestras vidas, y la inundación de imágenes pseudoconcretas. Si podemos entender la abstracción como el progresivo autodescubrimiento de las bases materiales del 16 arte, en un proceso de singular despictorialización , también tendríamos que comprender que en ese proceso se encuentra el núcleo duro de lo moderno. Para Fega, más impor17 tante que reflejar lo real «es la posibilidad que tiene el arte de crear lo visible» . En última instancia, por medio de la pintura, se celebra la exaltación de estar corporalmente en el 18 mundo, esa implicación gestual vertebradora del trabajo de Luis Fega , un artista que nunca se ha mostrado proclive a los estados tranquilos: «Lo suyo es más el gesto, la emo19 ción, el golpe brusco de alguien que sabe lo que implica estar en la pintura» . El gesto (ese considerar el dibujo como un sensor de nuestro espíritu) y el color funcionan con lo que llamaré una cohesión estructural en su imaginario. Es importante recordar la consideración de Claude Lévi-Strauss de que el genio del pintor consiste en unir un conocimiento interno y externo (a mitad de camino siempre entre el esquema y la anécdota), un ser y un devenir; un producir, con un pincel, un objeto que no existe como objeto y que, sin embargo, sabe crearlo sobre su tela: síntesis exactamente equilibrada de una o de varias estructuras artificiales y naturales y de uno o de varios acontecimientos, naturales y sociales. La emoción estética proviene de esta unión instituida en el seno de una cosa creada por el hombre, y por tanto, también, virtualmente por el espectador, que descubre su posibilidad a 20 través de la obra de arte, entre el orden de la estructura y la orden del acontecimiento . 15 16 17 18 19 20 «La tensión entre orden y azar, la sencillez casi ‘minimal’ y el equilibrio de la composición –un rectángulo flotando dentro de otro–, el refinamiento de unos colores que oscilan entre el blanco y el hierro oxidado, la levedad fantasmagórica de las alusiones figurativas que contrastan con la dureza y el espesor de los soportes, son sus rasgos más característicos» (J. M. Bonet, «Luis Fega, una exposición luminosa», en ABC de las Artes, 19 de abril de 1990, reproducido en Luis Fega. Grafías del olvido, ed. cit., p. 23). «A veces me parece que la historia de la pintura moderna se puede leer como la historia de la pintura tradicional puesta del revés, como una película proyectada hacia atrás: un desmantelamiento regresivo y sistemático de los mecanismos inventados a lo largo de siglos para hacer convincentes las representaciones pictóricas del doloroso triunfo de la cristiandad y de las historias de la gloria nacional. Así, las superficies transparentes se llenaron de grumos de pintura, los espacios se aplanaron, la perspectiva se hizo arbitraria, el dibujo se despreocupó de que hubiese correspondencia con los esquemas reales de las figuras, el sombreado fue eliminado a favor de áreas de tonos saturados que no preocupaban de los bordes de las formas, y las formas mismas dejaron de ser representativas de lo que el ojo realmente capta de la realidad perceptual. El lienzo monocromo es el estadio final de este procedimiento colectivo de despictorialización hasta que a alguien se le ocurra atacar físicamente el propio lienzo acuchillándolo» (A. C. Danto, «Abstracción», La Madonna del futuro. Ensayos en un mundo del arte plural, Barcelona, Paidós, 2003, p. 235). Luis Fega entrevistado por Tania Pardo en Meridiano de Greenwich, ed. cit., reproducido en Luis Fega. Grafías del olvido, ed. cit., p. 86. Mariano Navarro subraya esa dinámica corporal-gestual y, por supuesto, «el nexo nunca negado por el pintor, sino justamente todo lo contrario, con el expresionismo de Motherwell o Pollock, o con el informalismo de Tápies o de Saura, que bien podrían ser definidos, en sus distintas medidas y niveles, como maneras diferentes de imprimir esa evidencia del cuerpo que se agita en la materia y sobre la tela» (M. Navarro, «Cuerpo raso de la pintura», en Luis Fega. Naturaleza y Utopía, ed. cit., p. 15). M. Fernández Cid, «Quince, veinte años después: el lado oscuro de la pintura», en Luis Fega, ed. cit., 1997, p. 14. C. Lévi-Strauss, El pensamiento salvaje, México, Fondo de Cultura Económica, 1984, p. 48. cat fega 19/3/07 16 11:26 Página 16 fernando castro flórez cat fega 19/3/07 11:26 Página 17 consideraciones sobre la pintura de luis fega 17 Pocos pintores de su generación han conseguido ajustar la intención plástica a los recursos técnicos sin dejarse tentar por la comodidad ni por un reduccionismo mal entendido (él habla de un «caminar depurativo») que es, en muchos casos, patética parquedad. Luis Fega integra perfectamente lo accidental, aproximándose, por supuesto, a un automa21 tismo de corte expresionista y, por supuesto, a la espesa materialidad del informalismo, para afirmar una pintura que en cierto sentido regresa al código greenbergiano, aunque sea con el bagaje mestizo de lo que suele llamarse abstracción redefinida. Recordemos que la aspiración de la modernidad, según Clement Greenberg, fue alcanzar cierta pureza del medio pictórico, repudiando lo tridimensional e ilusorio para radicalizar la planitud, una aspiración que ha sido desmantelada por las tendencias contemporáneas que han aceptado 22 toda clase de contaminaciones . Por su parte, Luis Fega formula una estrategia de resistencia frente a una «hibridación» que ha degenerado en parte en escenografía, para, con una libertad absoluta, defender la experiencia contemplativa, aquella que precisamente en el tiempo de la banalidad entronizada ha terminado por declararse proscrita y, algunos así lo piensan, «innecesaria». La suya es una experiencia abstracta que surge desde la destruc23 ción de lo figurativo , tras aquellos cuadros de los años ochenta en los que aparecían arquitecturas inspiradas en el románico, piezas en las que había incluso una dimensión 24 arqueológica y composiciones paisajísticas. El cauce intenso de la pintura madura de Fega revela un placer del exceso, así como una entrega a lo instantáneo, una rapidez en la que cabe, aunque parezca una paradoja, la pausa o, mejor, la discontinuidad. En una conversación con Tania Pardo, confiesa Luis Fega que sigue siendo expresionista, lo que busca es que el cuadro sea para el espectador una suerte de revulsivo pero, sobre todo, intenta que en esa superficie surja lo no esperado, lo impredecible, lo que el intelecto no puede ver y es, en la mayoría de las ocasiones, lo que da valor a una obra de arte. No trabaja con esquemas prefijados ni se dedica a cambiar de escala a partir de lo 25 dibujado previamente . Estilísticamente hay puntos de contacto entre la obra de Fega y la 21 22 23 24 25 «[...] Luis Fega ha creado una pintura de palpitante intensidad, hermosa, fluyente y siempre en proceso. Un sistema estructural plástico de gestos libres pero articulados, que parece entregado al gesto errante y apasionado pero que obedece a una inteligente organización pictórica, automatismo plástico en la que la potencia lírica no paraliza ni relega el discurso plástico» (R. Suárez, «Luis Fega. La potencia lírica y el discurso plástico», en Luis Fega. La potencia lírica y el discurso plástico, ed. cit., p. 8). «La pureza del medio había dejado de ser un imperativo crítico» (A. C. Danto, «Lo puro, lo impuro y lo no puro. La pintura tras la modernidad», Nuevas abstracciones, Madrid, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, 1996, p. 19). «Mis cuadros –afirma Luis Fega– resultan de un proceso de destrucción de lo anteriormente construido. Lo que hago en primer lugar sobre el lienzo suele ser demasiado figurativo, demasiado realista, poco expresivo. Entonces comienzo a desfigurar lo ya hecho, tapo partes, corrijo gestos o movimientos, añado algo y, al final, resulta un cuadro totalmente distinto del inicial, mucho más expresivo. En esta fase de destrucción-construcción trabajo de una forma agresiva hacia el cuadro.» Javier Barón ha hablado de aquellos cuadros en los que se valía de fragmentos de lápidas romanas «fotografiadas y trabajadas las superficies pictóricas en varias capas ocluyendo parcialmente o velando con las últimas lo que había quedado debajo de ellas» (J. Barón, «Pinturas de Luis Fega», en Luis Fega, ed. cit., p. 21). «[...] en mi caso no funciona que a priori tenga una idea perfectamente meditada y abocetada, a veces dibujo en formatos pequeños pero cuando intento traspasarlos a tamaños más grandes casi nunca suele funcionar porque los formatos diferentes requieren soluciones distintas, por lo tanto el proceso exige modificaciones sobre la marcha y en muchas ocasiones el resultado final no tiene nada que ver con la idea inicial. Lo que si me interesa es que la obra, por largo que haya sido el proceso, trasmita frescura» (Luis Fega entrevistado por Tania Pardo en Meridiano de Greenwich, ed. cit., reproducido en Luis Fega. Grafías del olvido, ed. cit., p. 85). cat fega 19/3/07 18 11:26 Página 18 fernando castro flórez cat fega 19/3/07 11:26 Página 19 consideraciones sobre la pintura de luis fega 19 gran tradición del expresionismo abstracto, advirtiéndose en su pintura una tonalidad traumática, heredera de los procedimientos, por ejemplo, del dripping o de toda la dinámica «escatológica» que se desarrolló a partir de Pollock, pero también una sublimidad semejante a la que reivindicara Barnett Newman (el deleite de que suceda algo y no más bien la 26 nada) . También es cierto que la consumación (postmoderna) del nihilismo ha hecho que no tengamos pánico ante un horizonte (privado de sentido) que consideramos, en gran medida, inevitable y, por otro lado, lo que sucede es, en una mass-mediatización acelerada, en vez de sublime (una lucidez más allá de lo conceptuable), catastrófico, esa experiencia que puede llevar a la estupefacción, a una transparencia absoluta (por supuesto, «informativa») que es, paradójicamente, la ceguera radical. En un paisaje de acontecimientos que corresponde a lo que Virilio llama estética de la desaparición, la pintura, con toda su fluidez sensual y hermosa presencia, termina por ser una poética de la lentitud (algo esencial en la propuesta de Fega) o, en otros términos, una reivindicación de una temporalidad densa, ajena a la percepción distraída característica del bienalismo hegemónico (esa pasión curatorial por amalgamar todas las obras para impedir que exista lo singular). Aquella generación americana que, en medio del naufragio moral, compuso una pintura épica tenía, demasiado cerca, la experiencia terrible de la bomba atómica, el abismo del entusiasmo de la crueldad humana, ese cuestionamiento de lo poético que Adorno asociara a Auschwitz, mientras nosotros nos columpiamos, con una mentalidad afectada por la regresión infantil, en medio de la guerra civil de las imágenes, cuando las estrategias fatales han impuesto el maniqueísmo. Frente a una mentalidad que ajusticia a la pintura por su inactualidad, podría considerarse que es propiamente esa condición «intempestiva» la que puede ofrecer, elípticamente, ejemplos de libertad: testimonios de sujetos que han sentido la necesidad de continuar a pesar de todo, sin caer en la amnesia y el cinismo, manteniendo abierta la vía del intercambio simbólico. La elección del modo de pintar de Fega, «así como sus materiales y los tratamientos a los que les somete, obedecen a una misma voluntad: la de 27 someterse en su trabajo al automatismo» . De la apertura máxima de posibilidades a la delimitación inevitable, este pintor, que valoraba de la obra de Motherwell precisamente su 28 interés por la muerte sin derivar por ello hacia lo atormentado , es capaz de salir indemne de la caída, esto es: su atracción del abismo no le impide tener una conciencia lúcida de que ahí hay que seguir, pese a todo. En los cuadros recientes de Luis Fega se revela, junto a la idea de la pintura como reacción química o sedimentación territorial, la pasión de, sobre esa superficie (generada por azar tanto como por una decisión obsesiva), inscribir gestos, dibujar tramas, introducir 26 27 28 Cf. J.-F. Lyotard, «Lo sublime y la vanguardia», Lo inhumano. Charlas sobre el tiempo, Argentina, Manantial, 1998, pp. 95-110. J. C. Abad, «Voluntad de sendero. Hacia la pintura de Luis Fega», en Luis Fega, Barcelona, Galería Bach Quatre, 2004. «Motherwell es otro pintor que no puede dejar de interesar a quien practique una pintura abstracta basada en el gesto. Recuerdo una frase suya en la que dice que ‘las pinturas son metáforas sobre la vida y la muerte y su interrelación’. Creo que tenía muy presente el concepto de muerte. En cambio su pintura no es atormentada, su obra posee gran belleza. Asociar la belleza y el paso del tiempo fue algo muy frecuente en el arte, en este sentido se puede tomar como símbolo de la fugacidad de las cosas» (Luis Fega en conversación con Javier Riera y Aníbal Merlo, «Ideas en torno a una exposición», en Luis Fega. Todo es parte, ed. cit., p. 13). cat fega 19/3/07 20 11:26 Página 20 fernando castro flórez cat fega 19/3/07 11:26 Página 21 consideraciones sobre la pintura de luis fega 21 unos violentos trazos negros que están equilibrados, como en contrapunto o, por emplear un término distante de lo musical, paradójicamente, por superficies monocromáticas. Si algo caracteriza a este pintor es la combinación permanente de la estrategia dibujística con las superficies de color, manteniendo siempre una dimensión personal del gesto, una diná29 mica en la que se produce el desbordamiento de lo geométrico . Tengamos presente que el gesto es el significante imaginario del arte moderno: «La pintura moderna, en particular el expresionismo abstracto, subraya precisamente esta producción del significante, pero sería ilegítimo, en consecuencia, suponer que esta práctica implica una deconstrucción, 30 una violación o trasgresión del espacio pictórico» . Los gestos pictóricos de Fega son una suerte de sedimentación de la mente en la que los acontecimientos del cuadro son, literal31 mente, germinales . «El trazo mismo –escribe Derrida– se atrae y se retira de allí, se atrae y pasa por allí, por sí mismo. Se sitúa. Se sitúa entre la orla visible y el fantasma central desde 32 el cual nosotros fascinamos.» Uno de los rasgos sorprendentes de esta obra es el de la melodía y la diferenciación (el ritmo que organiza el magma pictórico), una iteración originaria como salida del gesto y de la vida fuera de sí misma, hacia la ensoñación. «Crear arte –escribe Miguel Logroño en torno a la obra de Fega–, como crear vida, es por igual un acto sagrado y un acto orgánico. Y un gesto también es, que en la formalización o materialización pictórica –sustento necesario y asunción del ‘oficio’; como en el escribir, el ser ya creador en el oficio de pintar–, requiere una proyección significante en el barrido o recorrido –o puntualizado o detenimiento– del brazo/pincel sobre una superficie a manchar, a pin33 tar» . Hay en sus trazos una mezcla de férrea determinación y, por supuesto, una actitud que busca la ausencia. La mano está guiada por una visión devorante, pero también por un pulso (mejor que una pulsionalidad) que conforma un azar más inmediato. Fega hace que la materia de la pintura hable, fresca y rápidamente secada, temporalidad procesual que, lite34 ralmente, le compromete . Aquella sublimidad de la pintura de campos de color ha quedado transformada en una sedimentación rítmica, en una mezcla de levedad y contundencia compositiva que lleva a una intensa concreción. Aparece un barroquismo, valga la paradoja, sereno en los cuadros de Luis Fega que impone a la mirada ritmos que implican velocidad y, al mismo tiempo, imponen la pausa, obligan a afinar la mirada en un territorio en el que están combinados lo ges29 30 31 32 33 34 «A veces tengo la impresión de que mis cuadros son enormes dibujos. Me agrada que la mano se mueva con libertad por la superficie de la tela, que actúe como un sismógrafo que refleje el más mínimo movimiento corporal, la más pequeña inflexión. El dibujo es el esqueleto que sostiene al idea, es todo sinceridad» (Luis Fega entrevistado por Tania Pardo en Meridiano de Greenwich, ed. cit., reproducido en Luis Fega. Grafías del olvido, ed. cit., p. 90). M. Nelly, «Contribuciones a una re-visión de la crítica moderna», Arte después de la modernidad. Nuevos planteamientos en torno a la representación, Madrid, Akal, 2001, p. 90. Subrayé está dimensión de lo germinal en la pintura de Fega en F. Castro Flórez, «Nudos, prosa o fragmento sobre la pintura de Luis Fega», en Luis Fega, ed. cit., pp. 17-20. J. Derrida, «Passe-partout», La verdad en pintura, Buenos Aires, Paidós, 2001, p. 25. M. Logroño, «Germinaciones», en Luis Fega, Gijón, Galería Cornión, 1999. «Trabajo con pinturas acrílicas que fabrico yo mismo a base de mezclar los pigmentos con una resina sintética, hasta conseguir la consistencia pastosa del óleo. Este tipo de pintura tiene la ventaja de facilitar el trabajo por ser muy corto el tiempo de secado. El soporte suele ser loneta de algodón. Para conseguir una buena obra hay que hacerle hablar a la materia, y esto no es fácil porque la masa de color en principio tiende hacia el desorden, a la suciedad» (Luis Fega entrevistado por Tania Pardo en Meridiano de Greenwich, ed. cit., reproducido en Luis Fega. Grafías del olvido, ed. cit., p. 88). cat fega 19/3/07 22 11:26 Página 22 fernando castro flórez cat fega 19/3/07 11:26 Página 23 consideraciones sobre la pintura de luis fega 23 tual, el collage (o la sugerencia del mismo, en esos campos de color «recortados» por medio de distintas citas que funcionan como reservas o linderos) y la división geométrica 35 del espacio, un recurso que ya empleara a mediados de los noventa . Claude Lévi-Strauss señala que un carácter propio de la pintura no figurativa consiste en una exploración metodológica de la contingencia de ejecución, que se pretende convertir en el pretexto o en la ocasión externa del cuadro: La pintura no figurativa adopta «maneras» a guisa de «temas», pretende dar una representación concreta de las condiciones formales de toda pintura. De esto resulta, paradójicamente, que la pintura no figurativa no crea, como lo cree, obra reales –si no más– como los objetos del mundo físico, sino imitaciones realistas de modelos inexistentes. Es una escuela de pintura académica, en la que cada artista se afana en representar la manera como ejecutaría sus cuadros si, por casualidad, los pintase 36. Es manifiesto que algunos prejuicios «estéticos» le impiden al antropólogo entender que la abstracción no se afana, necesariamente, en pos de una normatividad ni, evidentemente, descansa en la ausencia de una figura que reaparecería de forma oblicua como «modelo». Las sensaciones y las visiones pueden sedimentarse en el lienzo de muchas formas, pero también la mano puede guiarse por impulsos que no tengan nada que ver con el concepto o con la estructura de la representación. El pintor, como dijo Valery, aporta su cuerpo, «sumergido en lo visible, por su cuerpo, siendo él mismo visible, el vidente no se 37 apropia de lo que ve: sólo se acerca por la mirada, se abre al mundo» . 38 Fega persigue en su obra algo mágico o misterioso , quiere recuperar la potencia del comienzo, de aquel tiempo anterior. En la obra de este artista surge la metáfora de la semi39 lla : el filo de lo posible, la palabra en la punta de la boca, la imagen imponiendo obsesivamente sus retornos y sorpresivas apariciones. Este adentrarse en la simiente es, en realidad, fidelidad a la luz, perseverancia en un material que es auténticamente caprichoso, pero verdadera fuente de intensidad. Luis Fega ha hablado de pintar con luz, relacionando esta idea con el lenguaje místico, con el clásico tropo del vacío (luz blanca, aspiración liminar) y la figura del silencio. Hay un espacio para la serenidad absoluta que es un abandonarse a los accidentes de la existencia, una permeabilidad en relación con la «magia cotidiana». La luz cegadora es, ciertamente, germinal. Fega busca lo esencial y, para ello, como en su libro Aquí 35 36 37 38 39 Barón señala que Fega componía, en los años noventa, las obras «valiéndose del collage, que en franjas monocromas suscitaba la tensión con un reaparecido gesto. [...] Aparecían además rectángulos o franjas como contrapunto al desbordamiento del gesto pictórico» (J. Barón, «Pinturas de Luis Fega», en Luis Fega, ed. cit., p. 22). C. Lévi-Strauss, El pensamiento salvaje, México, Fondo de Cultura Económica, 1984, p. 54. M. Merleau-Ponty, El ojo y el espíritu, Barcelona, Paidós, 1986, p. 16. «Considero que en lo primitivo siempre hay algo mágico. Los objetos primitivos están rodeados de un halo de magia y misterio, surgen de la necesidad y quizás por ello poseen una sinceridad que no encuentro en gran parte del arte moderno. Las creaciones artísticas de civilizaciones pasadas y las de los pueblos primitivos actuales, quizá por estar menos intelectualizadas, resultan más directas y sugerentes. El arte actual se acompaña de más planteamientos teóricos, y en gran medida carece de esa fuerza que otorga lo imprescindible» (Luis Fega entrevistado por Tania Pardo en Meridiano de Greenwich, ed. cit., reproducido en Luis Fega. Grafías del olvido, ed. cit., p. 89). «La semilla es una metáfora original: cae en el suelo, en una hendidura de terreno, y se nutre de la sustancia de la tierra» (Octavio Paz, «La semilla», Corriente alterna, México, Siglo xxi, 1984, p. 26). cat fega 19/3/07 24 11:26 Página 24 fernando castro flórez cat fega 19/3/07 11:26 Página 25 consideraciones sobre la pintura de luis fega 25 y ahora, da vueltas una y otra vez en torno a lo sagrado y al deseo, «o por mejor decir, a la confrontación (que también se predica del pensamiento de lo sacro) entre la realidad y el 40 deseo, es decir, de la ansiedad» . La materia de la vida, el afuera, inunda al sujeto; la proyección del inconsciente en pintura supone una confianza en los impulsos, una tensa dialéctica de lo concreto a lo infinitamente abstracto, esa asunción de la verdad como expresión de un trauma más que como adecuación representativa. «Todavía –escribe Luis Fega– nos atormentan los sentimientos de dolor y de la muerte. Necesitamos asumirlos, necesitamos reconciliar ambos con la vida. Debemos recuperar el sentido de lo sagrado, necesitamos despertar nuestras capacidades de sorpresa, de asombro. Necesitamos energía nueva motiva41 dora.» Esta búsqueda de salidas del letargo en el que vivimos, presentada como confianza en la capacidad de producir asombro, incluso milagros por medio de las imágenes, es el nudo de la estética originaria de este creador. El sentimiento de lo sagrado, siguiendo la Teoría de la religión de Bataille, es una especie de horror impotente y ambiguo. Junto a la agitación y la pulsionalidad, en los cuadros puede encontrarse esa belleza 42 que, en palabras de María Zambrano, hace el vacío . Efectivamente, hay en Fega una singular fascinación por los espacios vacíos que hace que algún comentarista evoque una dimen43 44 45 sión «oriental» . Este universo naciente incluye raras proyecciones de sombras que nos remontan a los orígenes de la pintura, hasta la línea negra, de una materialidad casi acuática que incita al tacto. Aprecio en este prodigioso juego de veladuras y desplazamientos, en el que hay tanto lirismo como violencia gestual, una huella de serenidad como dejar 46 hacer , algo conectado con la reivindicación del cansancio que el propio Fega ha realizado: Llegó incluso a proponer que en compañía de cierto cansancio físico podía resolver problemas que en frío se le antojaban irresolubles. Quien le conozca mínimamente, sabrá dar su justo sentido a esa peculiar interpretación del cansancio. Porque no se trata tanto de fatiga 40 41 42 43 44 45 46 J. C. Abad, «Voluntad de sendero. Hacia la pintura de Fega», en Luis Fega, ed. cit. L. Fega, «Luz germinal», en Abreojos. Revista de expresión plástica y lenguaje, 7, Madrid, 1994. Cf. M. Zambrano, Claros del bosque, Barcelona, Seix Barral, 1986, p. 53. Podríamos aproximar la pintura de Fega a la idea del vacío-matriz que Valente propone a partir de Tàpies: «De su reflexión –meditación– sobre la materia, en la que convergen muchas formas o muchas estéticas determinantes de la modernidad, nace mi propio sentimiento de la materia única que subyace a todas las artes, el sentimiento de la reducción de la palabra o de entero lenguaje a la plástica neutralidad de la arcilla, a la germinal rugosidad de la tierra, a la imprevista manifestación de la luz. Vacío de la palabra: matrizmateria. En la obra de Tàpies hay una continua referencia a ese vacío, a ese silencio. La palabra poética, para ser, ha de hacerse igual a la materia, tener la misma libertad, el mismo descondicionamiento. ‘Tal vez todo lo que llamamos espíritu es el movimiento de la materia’, escribe Malevich en 1922. Tal espiritualidad de la materia es, a la vez, el secreto y la transparencia de la obra de Antoni Tàpies. Su más pura lección» (J. Á. Valente, «Sobre la unidad simple», Elogio del calígrafo. Ensayos sobre arte, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2002, p. 44). «Así aparece, despojado y magnífico, con cierto gusto oriental, en uno de los cuadros de Vinjoy, una de sus últimas pinturas, que viene a cerrar de momento su producción como si fuera un gigantesco caligrama, de misterioso significado» (J. Barón, «Pinturas de Luis Fega», en Luis Fega, ed. cit., p. 23). «El hecho de que todo este cosmos bascule entre lo amorfo y la figuración, entre la abstracción y el lirismo, remarca la ambigüedad acusadora de un universo naciente» (I. Castro, «Manes de sombra», en Luis Fega. Naturaleza y Utopía, ed. cit., p. 10). Recordemos como Plinio relata que la cuestión de los orígenes de la pintura no está clara, «pero todos reconocen que consistía en circunscribir con líneas el contorno de la sombra de un hombre» (Historia Natural, XXXV, 15). Sobre el estadio de la sombra, cf. V. I. Stoichita, Breve historia de la sombra, Madrid, Siruela, 1999, pp. 15-45. Cf. M. Heidegger, Serenidad, Barcelona, Serbal, 1989, p. 57. cat fega 19/3/07 26 11:26 Página 26 fernando castro flórez cat fega 19/3/07 11:26 Página 27 consideraciones sobre la pintura de luis fega 27 corporal como de despojamiento, de eliminación de lo superfluo, en alguien que defiende una actitud muy visceral a la hora de enfrentarse con la pintura. Alguien que no duda en defender posiciones cercanas al más puro primitivismo, aunque no pueda desprenderse de 47 la habilidad adquirida en el oficio . 48 Junto a la porosidad (artística) del cansancio , Fega defiende, permanente, la obra de 49 arte como algo que implica una dimensión mística , apelando en muchas ocasiones a la noción de lo sagrado. Si por un lado «sus cuadros se presentan más bien forzados por 50 la irracionalidad de un exterior que no hemos conseguido olvidar» , por la impronta de lo numinoso, la sombra proyectada por algo que (simbólica o espiritualmente) nos transciende, también es evidente que esas obras remiten con frecuencia a lugares (los títulos de algunos de sus cuadros son lugares concretos de Asturias) y, en sentido estricto, la superficie pictórica es tratada como un territorio en el que el sujeto está radicalmente implicado. Las creaciones de Luis Fega revelan, más que nada, un vitalismo irrefrenable, son el testimonio de alguien que pinta con enorme convicción (aunque transmitan también la melancolía o, por introducir un término nietzscheano, el pesimismo de la fuerza). Este artista que afronta una 51 52 y otra vez el riesgo en el cuadro con jovialidad advierte, lúcidamente, que la pintura es el 53 espacio «en donde se libra la batalla entre lo que somos y lo que queremos ser» . Este artista, que ha señalado que le interesa la muerte como presencia, quiere desentra54 ñar el misterio que le rodea . Luis Fega ha señalado que su obra trata, más que de asuntos teóricos, de cuestiones de sentir: «Podemos ser capaces de desentrañar múltiples aspectos del trabajo de un artista, podemos ser grandes eruditos, pero si a pesar de todo ello permanecemos insensibles, si lo que miramos no produce en nosotros la más mínima emoción, podemos también estar seguros de que entre nosotros y la obra no se da la comunicación 47 48 49 50 51 52 53 54 M. Fernández Cid, «Quince, veinte años después: el lado oscuro de la pintura», en Luis Fega, ed. cit., p. 12. Cf. F. Castro Flórez, «Notas para una estética del cansancio», Elogio de la pereza. Notas para una estética del cansancio, Madrid, Julio Ollero, 1992, pp. 13-31. «Las referencias a lo místico, a lo mágico, a lo religioso son frecuentes, pero no explícitas o directas, en la pintura de Luis Fega. No parecen azarosas elecciones iconográficas como las indicadas (frisos y plantas de iglesias; fragmentos de lápidas; el triángulo como representación de una montaña lejana, a la que se asciende): todo hace indicar que estamos ante una recurrencia pagana a elementos culturalmente intensos. La diferencia radica en el protagonismo dado a lo fragmentario, a la mezcolanza, a convertir estos elementos en parte del agitamiento en el que se resuelve y define la pintura. Y, pese a todo, no sería descabellado interpretar esta obra enlazando las continuas apariciones de motivos de alta simbología religiosa. Para el pintor, la tentación es el misterio, la temperatura, algo a lo que difícilmente se muestra ajeno» (M. Fernández Cid, «Quince, veinte años después: el lado oscuro de la pintura», en Luis Fega, ed. cit., p. 15). I. Castro, «Manes de sombra», en Luis Fega. Naturaleza y Utopía, ed. cit., p. 9. M. Fernández Cid ha incluido a Luis Fega entre los artistas para los cuales el arte es «espacio de debate y riesgo, escenario en el que repasar la realidad vivida y la imaginada, lo cotidiano» (Miguel Fernández Cid, «Quince, veinte años después: el lado oscuro de la pintura», en Luis Fega, ed. cit., p. 11). Cf. I. Castro, «Manes de sombra», en Luis Fega. Naturaleza y Utopía, ed. cit., p. 12. «La función de la obra de arte es producir luz, iluminar, ser un pequeño motor inmóvil en el universo de la materia mental. La tela es el espacio en donde se libra la batalla entre lo que somos y lo que queremos ser. Debería corresponder al arte la misión de devolvernos la experiencia de lo sagrado» (L. Fega, Aquí y ahora, Madrid, Galería May Moré, 1994). Cf. Luis Fega entrevistado por Tania Pardo en Meridiano de Greenwich, ed. cit., reproducido en Luis Fega. Grafías del olvido, ed. cit., p. 86. cat fega 19/3/07 28 11:26 Página 28 fernando castro flórez cat fega 19/3/07 11:26 Página 29 consideraciones sobre la pintura de luis fega 29 55 básica para la que ésta ha sido creada» . Sin duda tiene razón cuando subraya que más importante que lo que se quiere decir es el modo de decirlo. Lo que le interesa, lejos de lo 56 narrativo, es crear espacio de misterio o silencio . En cercanía con la crítica de George Steiner a la cultura de lo epilogal y su defensa de la presencia real del arte, Fega subraya que la pintura, al ser verbalizada, se desdibuja y decolora. Sabemos lo difícil que es construir una obra que suponga una resistencia crítica en un momento en que el «discurso» dominante no 57 lleva a ningún sitio . Pero cuando la escatología está banalizada (el vómito o el escupitajo han sido sometidos tanto a la civilización como a la estetización) y se llega a la completa estasis, 58 acaso sea importante, entonces, que la boca vuelva a rechinar e incuso reaparezca el uni59 verso estético como verdadero círculo apestoso . «Maten la máquina de interpretación, si no estarán jodidos, tomados por un régimen despótico del signo –el signo que remite eternamente al signo– en el que no podrán terminar con nada. Hay que llegar a no interpretar 60 más.» Y, sin embargo, el proceso crítico-teórico no puede «claudicar», la insatisfacción con lo que hay impulsa a continuar el proceso creativo, que no es tanto el que termina con las «obras» como aquel que llega a activar un diálogo en pos de una comunidad venidera en la 61 que la comunicación sea algo más que la identificación con uno de los antagonistas . En un texto, breve pero muy intenso, titulado Una reflexión sobre la pintura, Fega vuelve a manifestar que no tiene ningún interés en convertirse en un «narrador» de lo que pasa en 55 56 57 58 59 60 61 L. Fega, «Una reflexión sobre la pintura», en Luis Fega. Grafías del olvido, ed. cit., p. 11. «Cuando pinto pretendo transmitir mediante el lenguaje de la pintura una emoción» (Luis Fega entrevistado por Tania Pardo en Meridiano de Greenwich, ed. cit., reproducido en Luis Fega. Grafías del olvido, ed. cit., p. 84). «En una época en la que todo debe ser explicado, no estaría de más crear espacios de misterios, espacios de silencio. A fin de cuentas, también nosotros habitamos un universo del que desconocemos su finalidad y no por ello dejamos de estar vivos, más bien al contrario, quizá sea eso mismo lo que nos hace vivir» (Luis Fega, «Una reflexión sobre la pintura», en Luis Fega. Grafías del olvido, ed. cit., p. 11). «[...] lo más importante que hay que comprender y recordar es que los beneficiarios del caos actual, con sus comentaristas incrustados en los medios, desinforman y conducen a engaño sin cesar. Nunca hay que debatir sus declaraciones ni los términos plagiados que acostumbran a emplear. Hay que rechazarlos y abandonarlos sin reparos. No llevan a nadie a ningún sitio» (J. Berger, «Diez notas sobre ‘el lugar’» en Babelia (El País), Madrid, 16 de julio del 2005, p. 16). «En las grandes ocasiones la vida humana todavía se concentra bestialmente en la boca, el furor hace rechinar los dientes, el terror se concentra y el sufrimiento atroz hacen de la boca el órgano de gritos desgarradores» (G. Bataille, «Boca», Documentos, ed. cit., p. 141). «Hay un texto en la obra de Sartre que hace una clara referencia a la circularidad del universo estético. Allí se habla de un tarro de miel en el que estamos sumergidos y donde pasamos el tiempo lamiendo esta dulce sustancia. En esto nos ocupamos hasta el momento en empezamos a sentir náusea de la miel y de nosotros mismos y en que empezamos a vomitar. Esta náusea que nos arroja de la dulce costumbre al espanto, que expresa nuestro propio vacío en oposición a la excesiva abundancia de lo kitsch, es lo que llamamos ‘ser humano’. Somos huecos, y el mundo está lleno, y cuando nos percatamos de ello, empezamos a vomitar la abundancia desde nuestra oquedad. Este vómito no es sólo un síntoma de evolución al ser humano, sino que es, sobre todo, lo que queremos decir cuando decimos ‘arte’» (V. Flusser, Una filosofía de la fotografía, Madrid, Síntesis, 2001, p. 179). G. Deleuze, Derrames entre el capitalismo y la esquizofrenia, Buenos Aires, Cactus, 2005, p. 213. «De hecho, la comunicación, cuando adopta la forma de un debate público, no es una arena donde dos contendientes se enfrentan, y menos aún una disputa entre dos maestros de la universidad medieval. Se basa en un presupuesto tácito y universalmente aceptado: la exigencia dirigida al público de que se identifique con uno u otro de los antagonistas. Así, en forma de conflicto, resurge el aspecto esencial de la comunicación, que ya pusimos de relieve a propósito de la new age: su incapacidad de pensar una ‘verdadera’ oposición y de sostener un ‘verdadero’ conflicto» (M. Perinola, Contra la comunicación, ed. cit., p. 50). cat fega 19/3/07 30 11:26 Página 30 fernando castro flórez cat fega 19/3/07 11:26 Página 31 consideraciones sobre la pintura de luis fega 31 su pintura y que, por supuesto, no está dispuesto a aceptar que en ella se encuentre algo así como un sentido cerrado: En lo referente a mi obra, puedo decir a grandes rasgos que no intento contar historias, ni pretendo reflejar la realidad. Me limito, pues, a pintar, despreocupándome del significado. [...] Creo que es bueno para el arte que las obras conserven un cierto grado de oscuridad, para que lo creado no se deje desentrañar fácilmente y, de este modo, mantener vivo el interés del observador y ampliar la posibilidad de interpretaciones. Me gustaría poder ver el mundo con una nueva mirada, como si lo estuviese viendo por primera vez. Presentar nuevas relaciones de las cosas y recuperar la capacidad de asombro, pues a fin de cuentas, todo es misterioso. Pero eso no es fácil. Me gusta que mi propia obra me sorprenda. Llegar a lo inesperado. Para ello la mente no debe actuar como un impedimento, como un obstáculo. Pretendo trabajar con gran frescura, dar paso a la intuición, que en el momento preciso de pintar sea la mano la que piense. La razón debe intervenir más tarde, en los momentos de contemplación, aplicando determinados filtros para que lo hecho no sea un sin sentido. Creo que las grandes obras se dan cuando existe un equilibrio entre el abandono y la voluntad. Por otro lado, la dimensión poética de la obra se manifiesta cuando surge lo inexplicable, cuando a la razón se le escapa lo sucedido, cuando, como ya dijimos, lo creado no se deja atrapar fácilmente. Me atrae la sinuosidad de las líneas curvas enfrentadas a lo hiriente de las rectas, el gesto azaroso dialogando con el trazo preciso, la contención frente a lo espontáneo, en definitiva, razón y emoción 62 enfrentadas . Es importante subrayar esa defensa de «cierto grado de oscuridad» como distintivo de la experiencia artística junto al deseo de lo inesperado, eso que está más allá de la con63 ceptualización ; la mano piensa, el cuerpo y la mente del artista aceptan el «abandono» o, mejor, se revela que la serenidad supone ir más allá del horizonte definido por la voluntad. El deseo de Fega de poner su obra en el camino del reencuentro de la espontaneidad perdida es, también, una honda meditación en la que el arte supone una transformación 64 espiritual . Conviene recordar aquella declaración de Fega sobre su proceso pictórico destructivo que, sin duda, está unida a su afán de que la obra de arte tenga una tensión vital. Este artista no duda en desfigurar lo hecho ni tiene miedo de adoptar una actitud agresiva hacia 62 63 64 L. Fega, «Una reflexión sobre la pintura», en Luis Fega. Grafías del olvido, ed. cit., p. 12. Es algo que también se encuentra en la filosofía zen: «El zen –escribe D. T. Suzuki en The Awakening of Zen, 1980– es lo inesperado, lo imprevisible. Se sitúa más allá de la conceptualización». En ese mismo libro se explica cómo Baruma, Bodhidharma, primer patriarca del zen en China, practicaba una meditación conocida con el nombre de hekkan, que quiere decir literalmente «contemplación del muro». Es curioso que, en el mismo espíritu, escriba Antoni Tàpies pronto, muy pronto, muy por delante de las posiciones sostenidas en las letras peninsulares, su «Comunicación sobre el muro», que es «uno de sus más bellos textos teóricos, uno de los más bellos textos teóricos –afirmé en 1979– que en tierra nuestra las gentes de nuestra generación hayan escrito» (J. Á. Valente, «Mark Tobey o el enigma del límite», Elogio del calígrafo, ed. cit., pp. 52-53). Motherwell señaló que la emergencia del arte abstracto es una señal de que todavía hay hombres en el mundo capaces de afirmar sentimientos: «Hombres que saben cómo respetar y seguir sus sentimientos íntimos, con independencia de lo irracional o absurdo que puedan parecer» (R. Motherwell, «What Abstract Art Means to Me» (1951) en The Collected Writings of Robert Motherwell, Oxford, OUP, 1992, p. 85). Con respecto a esa idea del arte abstracto como transformación espiritual, cf. Donald Kuspit, «La pintura abstracta y el inconsciente espiritual», Emociones extremas. Pathos espiritual y sexual en el arte de vanguardia, Madrid, Abada, 2007, pp. 187-211. cat fega 19/3/07 32 11:26 Página 32 fernando castro flórez cat fega 19/3/07 11:26 Página 33 consideraciones sobre la pintura de luis fega 33 65 el cuadro. Lo que él quiere es que el cuadro no pierda la potencia de lo intuido . La fantástica serie de obras que realizó, in situ, para la exposición en el Centro de las Artes de Alcorcón (2003), tenía mucho de juego pero también de intensa meditación sobre los límites de la pintura. Fega juega con los elementos que tradicionalmente conforman un cuadro «rompiendo el rectángulo, rasgando, plegando o arrancando la tela, troceando y recomponiendo el bastidor, vitrificando las transparencias, fragmentando los planos de color, acortando y reduciendo la línea, aquilatando el dibujo». Consigue transparencia y veladuras por medios diferentes a los tradicionalmente pictóricos pero, sobre todo, dota a los residuos de una fuerza plástica increíble. Ángel González no cree que la vindicación de lo excluido de lo común haga plausible el regreso de aquello otro que ha sido expulsado del arte: Bien podría ser lo mismo, por otra parte. La operación es política, desde luego; pero a gran escala. «Gran política», como decía Nietzsche. Vindicación y reivindicación de lo excluido; de lo expulsado. De los residuos; del resto; de lo que falta... «Es en los residuos –ha dicho Ernst Jünger– donde hoy en día se encuentran las cosas más provechosas». Allí, seguramente, encontraremos lo que falta: el resto, que por serlo, es parte maldita, parte excluida. A los críticos les toca buscar entre las basuras; los residuos, los restos. Lo que nadie quiere, ni 66 siquiera para construirse una dudosa reputación de maldito... 67 Esas cosas de la sombra adquieren, por obra y gracia de la capacidad compositiva de Fega, una luminosidad difícil de describir. En cierta medida, puede encontrarse en estas piezas un eco de la poética vanguardista del collage o, también, de la expansión de lo pictórico que generó Rauschenberg, un artista que a Fega le interesa especialmente. «No quiero –dice Rauschenberg– que un cuadro parezca algo que no es, quiero que parezca algo que es. 68 Y creo que un cuadro se parece más al mundo real cuando está sacado del mundo real» . En el gozne de la vida y del arte encuentra la potencia del azar, la certeza de lo indeterminado, la posibilidad para desplegar un lenguaje artístico que tiende hacia lo barroco. En el verano de 1954 acuña el término combine para referirse a una serie de obras que combinan aspectos de la pintura y de la escultura con las que intenta evadirse del expresionismo abs69 tracto y, en particular, de la visceralidad de Willem De Kooning . La estética del collage de Schwitters y, especialmente, el veneno del ready-made duchampiano están sedimentados en el enérgico proceder plástico de Rauschenberg, que toma en cuenta los procedimientos mecánicos de reproducción, en una línea que sin duda obligaría a retomar las conocidas 70 reflexiones de Walter Benjamin, al tiempo que trata de despersonalizar la obra de arte . 65 66 67 68 69 70 «No en vano, el afán de búsqueda apreciable en Luis Fega parece estar en comunicación directa con el objeto de su deseo: el encuentro con una nueva obra que verifique la autenticidad de lo intuido» (E. Castro, «Objetualizar la pintura», en Luis Fega. Todo es parte, ed. cit., p. 6). Á. González García, «El resto», El resto. Una historia invisible del arte contemporáneo, Madrid, Museo de Bellas Artes de Bilbao y Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, 2000, p. 50. «La sombra es, probablemente, lo que ha sido excluido de la visión; la parte maldita; el resto intolerable» (ib., p. 53). R. Rauschenberg, cit. en Calvin Tomkins, The Bride and the Bachelors, Nueva York, 1976, pp. 193-194. Cf. T. Osterworld, Pop Art, Colonia, Taschen, 1992, p. 85. Sobre esa forma híbrida de impresión cf. también Douglas Crimp, «Sobre las ruinas del museo», en H. Foster (ed.), La posmodernidad, Barcelona, Kairós, 1985, p. 87. También puede entenderse la obra de Robert Rauschenberg como un modelo plástico de la post-crítica, cf. G. L. Ullmer, «El objeto de la poscrítica», H. Foster (ed.), La posmodernidad, ed. cit., pp. 125-163. cat fega 19/3/07 34 11:26 Página 34 fernando castro flórez cat fega 19/3/07 11:26 Página 35 consideraciones sobre la pintura de luis fega 35 Las obras construidas a partir de restos son, tal y como declara con rotundidad Fega, «esculturas realizadas con la mirada de un pintor». Tienen, no cabe duda, rasgos familiares con el povera que, para Fega, supone la introducción en la abstracción de la memoria que los materiales traen consigo. El tiempo pinta sobre las cosas: «Los materiales usados funcionan como un añadido de memorias o recuerdos a la obra abstracta. Cuando menos, 71 nos traen recuerdos de la materia» . En un mundo desquiciado es lógico que los artistas intenten imponer su deseo vandálico. Bataille señaló, en su ensayo sobre L´Art primitif de Luquet, que tanto el niño como el adulto necesitan imponerse a las cosas alterándolas, y el proceso de alteración es inicialmente una actividad destructiva: únicamente después del vandalismo de las marcas destructivas existía el reconocimiento por la semejanza y la crea72 ción de signos . La acción contundente de Fega de romper un cuadro y recomponerlo tridimensionalmente va más allá de lo pictórico, si bien, por otro lado, reinventa ese espacio porque, como declara el propio artista, «aunque se pueden considerar esculturas, trabajé 73 con ellas como si estuviera pintando» . Según Clement Greenberg, la modernidad habría mostrado que eran cada vez más numerosas las convenciones de la pintura reveladas como imprescindibles, esto es, no esenciales: Pero ahora parece que se ha establecido la idea de que la esencia irreducible del arte pictórico consiste en sólo dos convenciones o normas constituidas: lo plano y su delimitación; el mero cumplimiento de estas dos normas es suficiente para crear un objeto que puede ser experimentado como cuadro: así, un lienzo extendido o clavado con tachuelas existe ya 74 como cuadro —aunque no necesariamente como cuadro de éxito . Michael Fried estableció algunas reservas a esas consideraciones previas: Para empezar, no basta con decir que un lienzo desnudo colgado de la pared no es «necesariamente» un cuadro de éxito; creo que sería menos exagerado decir que no es concebible como tal. Se podría discutir el hecho de que en el futuro las circunstancias permitieran que fuera un cuadro de éxito; pero yo sostendría que para que esto ocurra el arte de pintar tendría que cambiar de una manera tan drástica que sólo quedaría el nombre (¡Sería preciso que se diera un cambio más importante que el acaecido desde Manet hasta Noland, Olitski y 75 Stella!) . Ambos teóricos manifiestan simultáneamente su escasa capacidad de anticipar lo que iba a suceder, pero sobre todo su ceguera para ver aquello que ya tenían ante sus propios ojos. No pueden negar que son «contemporáneos» de una ampliación de los límites de la pintura, de una deriva hacia la impureza que no era solamente la que ya estaba esbozada en la abstracción post-pictórica, sino que había sido radicalizada en la radicalización del mini71 72 73 74 75 Luis Fega en conversación con Javier Riera y Aníbal Merlo, «Ideas en torno a una exposición», en Luis Fega. Todo es parte, ed. cit., p. 15. Cf. G. Bataille, «El arte primitivo», Documentos, ed. cit., p. 110. Luis Fega en conversación con Javier Riera y Aníbal Merlo, «Ideas en torno a una exposición», ed. cit., p. 16. C. Greenberg, «After Abstract Expressionism», en Art International, VI, 8, octubre de 1962, p. 30. M. Fried, «Arte y objetualidad», en Minimal Art, San Sebastián, Koldo Mitxelena, 1996, p. 65. cat fega 19/3/07 36 11:26 Página 36 fernando castro flórez cat fega 19/3/07 11:26 Página 37 consideraciones sobre la pintura de luis fega 37 malismo. Clement Greenberg se pasó años anunciando el límite de la pintura porque creyó que nunca se traspasaría, convirtiendo la superficie (la planitud) en algo semejante a un mito, pero también comenzó a sospechar que la catástrofe (el naufragio en la impureza) 76 estaba cercana . El criterio greenbergiano para la pintura (autocrítica, autodefinición y autorreferencia) fue radicalizado o, mejor, asumido literalmente por el minimalismo y eso, por supuesto, no fue admitido por el crítico que pensó que se estaba ingresando, sencilla77 mente, en el ámbito de un absurdo no-arte : Los artistas minimalistas subvirtieron la teoría moderna, que en aquel momento los seguidores de Clement Greenberg exponían con gran habilidad, mediante el sencillo procedimiento de tomarla al pie de la letra. El arte moderno trataba de ocuparse de sus propias estructuras, así que los minimalistas hicieron objetos sin ninguna referencia más allá de su propia factura. Este extremismo absurdo funcionó porque dramatizó la situación, al tiempo que recuperaba un sentido de la distancia que posibilitaba, una vez más, 78 el discurso crítico . La aspiración moderna a la pureza del medio pictórica ha sido desmantelada, como sabe79 mos, por las tendencias contemporáneas que han aceptado toda clase de contaminaciones . El bricolage plástico de Luis Fega no supone, propiamente, un desbordamiento de la pintura; antes al contrario, ese furor en la variación y la diferencia la reinscribe o, mejor, la emplaza en un contexto tan amplio como vigoroso. Claude Lévi-Strauss recuerda cómo, en un sentido antiguo, bricoleur se aplica al juego de pelota y de billar, a la caza y a la equitación, pero siempre para evocar un movimiento incidente: «el de la pelota que rebota, el del perro que divaga, el del caballo que se aparta de la línea recta para evitar un obstáculo. Y, en nuestros días, el bricoleur es el que trabaja con sus manos, utilizando medios desviados por 80 comparación con el hombre de arte» . Cuando introduzco la noción de bricolage en el campo de la pintura estoy remitiendo a una actividad que implica un arreglárselas uno con lo que tenga, la necesidad de trabajar con un conjunto finito de instrumentos y de materiales 76 77 78 79 80 «Como el horizonte para un náufrago –y eso era–, siempre presente pero nunca alcanzado, la pintura podría mantenerse con el puro plano de la tela a una distancia tal vez infinitesimal, pero constante. En ello, en continuar ahí –en su balsa– como pintura radicaba su heroísmo después del heroísmo. O tal vez, simplemente, su instinto de conservación, desplegado en el esfuerzo por mantener ocupada esa lámina casi imperceptible a que se veía reducida ahora la dimensión del mito» (J. J. Lahuerta, «El espacio de la pintura», Frank Stella, Madrid, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, 1995, p. 52). «La pintura, incluso cuando es ilusionista, según Greenberg, sólo utiliza el arte para ocultar el arte. Por eso no es sencillamente pintura sino, de forma característica, abstracción: puramente pictórica, esencialmente óptica, singularmente plana y capaz de completa auto-referencia. En ‘Modernist Painting’, Greenberg afirmaba que ‘las artes plásticas deberían restringirse a lo dado en la experiencia visual y no hacer referencia a ningún otro orden de experiencia’. Pero cuando los cánones de la autocrítica, la autodefinición y la autorreferencia se aplicaron rigurosamente en lo que se llamó ‘arte minimalista’, Greenberg rechazó sus implicaciones. La estética de la ‘absoluta monotonía’ había ido demasiado lejos; rayaba en una especie de yacija existencial que señalaba hacia la condición de ‘no-arte’» (M. Nelly, «Contribuciones a una revisión de la crítica moderna», Arte después de la modernidad. Nuevos planteamientos en torno a la representación, Madrid, Akal, 2001, p. 92). T. Lawson, «Última salida: la pintura», Arte después de la modernidad, ed. cit., p. 155. «La pureza del medio había dejado de ser un imperativo crítico» (A. C. Danto, «Lo puro, lo impuro y lo no puro. La pintura tras la modernidad», Nuevas abstracciones, Madrid, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, 1996, p. 19). C. Lévi-Strauss, El pensamiento salvaje, México, Fondo de Cultura Económica, 1984, p. 35. cat fega 19/3/07 38 11:26 Página 38 fernando castro flórez cat fega 19/3/07 11:26 Página 39 consideraciones sobre la pintura de luis fega 39 heteróclitos, en el que no tiene necesariamente que asumirse una posición totalizadora o una seriedad sistémica sino que perfectamente se puede recurrir a lo lúdico. El juego irónico de similitud y diferencia, lo familiar y lo extraño, el aquí y el ahora (explícitos en el bricolage), son el proceso característico de la modernidad global. Ahora bien, lo propio del pensamiento mítico, como del bricolage en el plano práctico, consiste en elaborar conjuntos estructurados, «no directamente con otros conjuntos estructurados, sino utilizando residuos y restos de acontecimientos; odds and ends, diría un inglés o, en español, sobras y 81 trozos, testimonios fósiles de la historia de un individuo o de una sociedad» . Me parece que esta descripción del bricoleur como aquel que elabora estructuras disponiendo acontecimientos o, mejor, residuos de acontecimientos, es eficaz para dar cuenta de las obras de algunos artistas contemporáneos que dan importancia a la ocasión y que, por supuesto, tra82 bajan con despojos, spolia, con una lógica fluctuante semejante a la del inconsciente . Claude Lévi-Strauss señaló, en El pensamiento salvaje, que la moda intermitente de los collages, nacida en el momento en que el artesanado expiraba, podría no ser más que una 83 transposición del bricolage al terreno de los fines contemplativos . La obra de Fega da espacio a lo inesperado, encarna lo sublime, ese sentimiento de terror que permite que la razón se postule para evitar el naufragio del concepto, es finalidad sin fin, umbral de lo que no puede denominarse (incertidumbre como disolución de regiones). El encuentro con lo sublime tiene algo de chispa o destello, lo que esperamos en ese 84 momento sin cronología es el advenimiento de la poesía. Ese escalofrío metafísico propio del sentimiento sublime nos deja, en todos los sentidos, sin palabras: es la presencia, con su oscuridad, lujo y silencio, lo que nos invita a detenernos. Se trata, en última instancia, de 85 reconocerse en la belleza . La pintura de Luis Fega, como la de Barnett Newman, impone 81 82 83 84 85 Ib., pp. 42-43. «En Malestar y Civilización, Freud da una metáfora del inconsciente que podría aplicarse igualmente a esta práctica de desviación: hace alusión a los capiteles y a los tambores de columnas que se encuentran encastrados en algunas construcciones rurales alrededor de emplazamientos antiguos. Los campesinos se apoderaron de ellos para su propio uso, mostrando así una indiferencia insolente respecto a la arquitectura antigua. Los historiadores del arte y los arqueólogos los denominan reempleos o spolia («despojo», «pieza de botín»), designando así la manera en que se sabe, desde hace mucho tiempo, utilizar lo antiguo como material –en la acepción física del término– para hacer de ello algo nuevo. Podríamos evocar igualmente los restos diurnos, es decir, los recuerdos de la víspera, extraídos de su contexto prosaico, y libremente asociados por el soñador dentro de unas síntesis imaginarias inéditas. Aquí, pues, el Deseo ha vuelto a construir el cuerpo humano según unos ritmos nuevos que siguen los mismos rodeos que Freud atribuía a los fragmentos del sueño: ‘Torcidos, troceados, reunidos como hielos flotantes’» (E. Guigon, Historia del collage en España, Museo de Teruel, 1995, pp. 50-51). Cf. C. Lévi-Strauss, ed. cit., p. 55. «Cabe decir que hoy debemos entender lo sublime de otra manera; hay que despojar a esta noción de su pomposidad neoclásica, de su hinchazón alpina, de su exageración teatral; hoy, lo sublime es en primer lugar una experiencia del misterio del mundo, un escalofrío metafísico, una gran sorpresa, un deslumbramiento y una sensación de estar cerca de lo inefable (naturalmente, todos estos escalofríos tienen que encontrar una forma artística)» (A. Zagajewski, «Observaciones acerca del estilo sublime», En defensa del fervor, Barcelona, Acantilado, 2005, pp. 43-44). «Aquí se encuentran otra vez, o la misma como el autor afirma, «mis emociones de las cosas y las situaciones que he amado... y la inconsciente búsqueda –o mejor, el feliz encuentro–... Así como el apasionado impulso de captar el motivo en toda su belleza y, de este modo, reconocerme en él.» El creador lo ha dicho. Nadie podría decirlo mejor de otra manera. Esta pintura sólo la verá quien bien la mire de tal forma, con tal ansia y tal verdad y hondura, que acabe reconociéndose en ella. En ella y en su mundo» (A. Gala, texto en Eduardo Naranjo 1993-1999, Madrid, Galería Leandro Navarro, 1999). cat fega 19/3/07 40 11:26 Página 40 fernando castro flórez cat fega 19/3/07 11:26 Página 41 consideraciones sobre la pintura de luis fega 41 en el espectador una impresión de lugar, es como si gracias a sus cuadros uno supiera que está allí. Ese misterio metafísico, mezcla de asombro y fervor, junto al deseo de producir allí algún tipo de «sentido», hace que la obra se mantenga abierta como un territorio que tenemos que habitar desde la más extrema sutileza. En una ocasión le preguntaron al escritor Vladimir Nabokov si en la vida le sorprendía algo, a lo que respondió que la maravilla de la conciencia, «esa ventana que repentinamente se abre a un paisaje soleado en plena noche del no ser». Luis Fega abre, por medio de sus pinturas, esa ventana de lo maravilloso; 86 frente al regodeo en lo repugnante impone composiciones de gestos decididos, traza espacios donde el encuentro nos encuentra, marca, alegóricamente, caminos que hacen que nos adentremos en lo que salva: la poesía. «Al pintar –escribe Luis Fega en Aquí y ahora– borramos de nuestra mente pincelada a pincelada una idea para plasmarla en el cuadro. En este sentido podemos considerar la acción de pintar como un ejercicio de limpieza. Lo impredecible, lo que surge sin mediación intelectual, eso que conecta con el lado 87 oscuro y que llega sin ser incitado, es a menudo lo más interesante en una obra de arte» . 88 La obra de este artista es una suerte de poética de la convulsión en la que aspira a la magia. 89 No es fácil saber cuándo ha terminado una obra de arte o, tal vez, sea el agotamiento el que lo decida: el momento en el que la materia encuentra su sitio. «El pintor, en su soledad, sabe que lejos de ser capaz de controlar el cuadro desde fuera, tiene que habitarlo, dejar que 90 éste lo cobije. Trabaja a tientas.» Acaso lo que busca este pintor, que ha utilizado topóni91 mos como títulos, no es sólo lo impredecible sino la inquietud del origen . Al final del seminario dedicado al amor, Lacan se encuentra literalmente enrollado con nudos de cuerda, la figura del nudo borromeo le conduce hasta la idea de la escritura como huella que deja el lenguaje, un garabateo en el cual el saber acaba diciéndose en la forma del enigma: «lo real 86 87 88 89 90 91 «Un mundo absolutamente repugnante no sería un mundo en el que quisiéramos estar conscientes mucho tiempo, ni desde luego vivir una vida que perdiera su sentido sin la luz del sol. Si yo señalo un cuadro y lo declaro sublime, alguien podría corregirme y decirme que estoy confundiendo lo bello y lo sublime. Yo citaría entonces a Nabokov: contestaría que lo bello es sublime ‘en plena noche del no ser’. Kant pone en juego estas consideraciones en la formulación antes señalada: ‘Lo sublime es lo que no puede ser concebido sin revelar una facultad del espíritu que excede toda medida de los sentidos’. Por mi parte, y no sin malicia, yo podría añadir: es sublime porque está en la mente del espectador. La belleza es, para el arte, una opción y no una condición necesaria. Pero no es una opción para la vida. Es una condición necesaria para la vida que nos gustaría vivir. Y por eso la belleza, a diferencia de otras cualidades estéticas, lo sublime incluido, es un valor» (A. C. Danto, El abuso de la belleza. La estética y el concepto del arte, Barcelona, Paidós, 2005, p. 223). L. Fega, Aquí y ahora, ed. cit., 1994. «Ya teníamos constancia, después de los años transcurridos, de la construcción por parte de Luis Fega de una poética de la convulsión que encarna en un signo que aúna un doble movimiento –sincrónico– gestual y corporal» (E. Castro, «Caligrafías (signaturas), de la aparición», en Luis Fega, Madrid, Galería May Moré, 2002, p. 9). «La obra está finiquitada cuando te lo dicta la materia, cuando ella se agota por sí misma. Cuando los elementos comienzan a encontrar su sitio en el espacio y hablan los colores y las formas, pero no hay una regla para saberlo» (Luis Fega entrevistado por Tania Pardo en Meridiano de Greenwich, ed. cit., reproducido en Luis Fega. Grafías del olvido, ed. cit., p. 90). J. Berger, El tamaño de una bolsa, Madrid, Taurus, 2004, p. 37. «[...] los títulos que pone a sus trabajos, muchos de los cuales son topónimos cuya pronunciación podría pasar por onomatopéyica si no fuera porque no imitan ningún sonido sino que des-criben una fonética de lo innominable (Corba, Nío, Abrego, Trapa, Gralla, Trabes), de eso que siembra de origen el propio destino. Y la creación es esto, acción que tiene su residencia en el origen, pues se convierte cada día en lugar de nacimiento, sitio de estupefacción» (E. Castro, «Caligrafías (signaturas) de la aparición», en Luis Fega, Madrid, Galería May Moré, 2002, p. 9). cat fega 19/3/07 42 11:26 Página 42 fernando castro flórez cat fega 19/3/07 11:26 Página 43 consideraciones sobre la pintura de luis fega 43 92 es el misterio del cuerpo que habla, es el misterio del inconsciente» . Lo que escribe o pinta, el gesto que rompe el pavoroso espacio en blanco, es el deseo, ese empuje hacia lo otro que es difícil de asumir. Pero de esa localización del goce (aquí y ahora: la definición del aura benjaminiana) surge lo que fascina, en la tierra fronteriza de lo sublime, y aquello que produce el miedo, la desgarradura de lo sagrado y el impulso vital que desborda los límites. El movimiento corporal y anímico de la pintura de Luis Fega, su coreografía pictórica, 93 nos hacen recordar, por un lado, lo oriental , sin dejar, por otro, de acechar lo inaudito 94 para que nazca el poema . Pienso en la obra de Fega como una línea de fuga o, en los tér95 minos de Deleuze, un tartamudear en su propia lengua , un dejar que el azar (el golpe de dados, el kairós del trazo) encuentre un espacio que sea fecundo. Acaso la pura gestualidad coincida con la definición que diera Wittgenstein en el Tractatus de lo «místico» como un mostrar lo que no se puede decir (propiamente que el mundo sea); el ser en el lenguaje del hombre es como un enorme lapsus de memoria, como una falta incurable de palabras. Acaso tenga razón Fega cuando sugiere que hay que fabricar lo neutro más allá del exceso de 96 sentido, contribuir a crear nuevas sensibilidades , entregarse con apasionamiento a esa brecha de mundo y tierra. Hay que conseguir que la obra sea algo que esté entre lo diferente, 97 el intersticio de lo inesperado . La obra de Fega pertenece a lo que Pessoa llamara «clasifi92 93 94 95 96 97 J. Lacan, Aun. El Seminario 20, Buenos Aires, Paidós, 1989, p. 158. J. C. Abad ha subrayado esa dimensión corporal orientalizante en la pintura de Fega: «Mediante el vocablo chino Xuwan, que quiere decir ‘muñeca libre’ o ‘muñeca vacía’, la estética china alude a la necesidad de que en el pintor se obre una participación entre conocimiento exterior e interior, la fluidez espiritual comunicativa entre el todo y la personalidad» (J. C. Abad, «Voluntad de sendero. Hacia la pintura de Fega», en Luis Fega, ed. cit.). «Cuando dice que pinta con todo su ser, me recuerda, y ya lo cité en otra ocasión, a Shen Tsang Ch´en, que es un filósofo chino y por lo tanto de lo más creíble, quien escribió que ‘un dibujante debe sentir en su muñeca un poder parecido al del universo creando vida’» (R. Suárez, «Luis Fega. La potencia lírica y el discurso plástico», en Luis Fega. La potencia lírica y el discurso plástico ed. cit., p. 7). «Caligrafía, pintura, poesía. ¿Un solo cuerpo?¿Una sola materia?¿Cuál? Lin Rihua, pintor, calígrafo y crítico, que vivió a caballo de los siglos xvi y xvii, escribe: ‘Es necesario saber que impregnar el papel de una sola gota de tinta no es un trabajo sencillo: han de hacerse, en el corazón, la inmensidad y el vacío’. He ahí, pienso, la ligereza y desarrimo de la muñeca de la que reciben su belleza el ideograma o la letra, la libertad absoluta del pincel en el espacio sin límites del cuadro o, en fin, la natural precondición no renunciable que hace posible el nacimiento del poema» (J. Á. Valente, «Elogio del calígrafo», Elogio del calígrafo, ed. cit., p. 34). «No se trata de tartamudear al hablar, sino de tartamudear en el propio lenguaje. Ser como un extranjero en su propia lengua. [...] Igual ocurre en la vida. En la vida hay una especie de torpeza, de fragilidad física, de constitución débil, de tartamudeo vital, que constituye el encanto de cada uno» (G. Deleuze y C. Parnet, Diálogos, Valencia, Pre-Textos, 1980, pp. 8-9). «En cuanto al significado, no deberíamos preocuparnos demasiado, pues como para mí bien dice Baudrillard, ‘desde el principio hay un exceso de sentido’. Se trataría mas bien de fabricar lo neutro, de crear un espacio de silencio pues a fin de cuentas y citándole de nuevo: ‘todo significante está condenado a significar’. El cómo se dice es lo que se dice, y en el cómo decir es donde debe estar nuestra pelea. [...] Abrirse a otros terrenos debería suponer abrirse a terrenos de futuro, y para ello las obras deberían incorporar elementos de futuro, o lo que es lo mismo: contribuir a crear sensibilidades nuevas» (Luis Fega en conversación con Javier Riera y Aníbal Merlo, «Ideas en torno a una exposición» en Luis Fega. Todo es parte, ed. cit., p. 15). «Yo diría que se producen diálogos entre lo geométrico y lo gestual, entre lo duro y lo blando, entre opacidad y transparencia, entre lo plano y lo tridimensional, entre lo encontrado (hecho por otros) y lo personal, entre lo viejo (paso del tiempo) y lo nuevo (lo creado), entre el lenguaje de la pintura y el de la escultura, entre lo brillante y lo mate, entre lo imperecedero (plásticos ) y lo caduco (papeles), entre el ritmo impuesto por mí, y lo sugerido por la propia obra en proceso, entre la luz (pintura) y la forma (escultura)» (Luis Fega en conversación con Javier Riera y Aníbal Merlo, «Ideas en torno a una exposición», Luis Fega. Todo es parte, ed. cit., p. 17). cat fega 19/3/07 44 11:26 Página 44 fernando castro flórez cat fega 19/3/07 11:26 Página 45 consideraciones sobre la pintura de luis fega 45 98 cables desconocidos», su lugar de riesgo, insisto, esta compuesto por la materia poética . 99 Tenemos la mirada fija en lo bello mientras los sueños no cesan. El acto de pintar puede llevarnos hasta aquel borde del abismo en el que nos borramos sin perder por ello la inten100 101 sidad de la experiencia en un tiempo de verdadero éxtasis . El sueño de la materia (pictórica) contiene dentro de sí el deseo del encuentro: algo sale al paso del artista. Esa aparición cambia la vida. 98 José Ángel Valente recuerda cuanto dijo Pessoa de que los clasificadores de las cosas ignoran, en general, que lo clasificable es infinito y por lo tanto no se puede clasificar: «‘Pero en lo que consiste mi pasmo [apunta Pessoa] es en que ignoren la existencia de clasificables desconocidos, cosas del alma y de la conciencia que se encuentran en los intersticios del conocimiento’. Tal es el lugar. Ahí, precisamente, en ese espacio intersticial, en los intersticios del conocer, está el poema, está la obra de arte, un ‘clasificable desconocido’ o ignorado o esencialmente ignoto, que irrumpe en los lugares intermedios, en los lugares de la mediación, lugares de alto riesgo, donde se trata o entra en pugna abierta con los dioses y con los demonios. Es ése el territorio de la obra: no lo visible ni lo invisible, sino el espacio sutil contiguo a ambos, espacio intersticial donde sitúa a Dios el anónimo inglés de La nube de la insipiencia» (J. Á. Valente, «Sobre la unidad simple», Elogio del calígrafo, ed. cit., p. 41). 99 «Seguimos teniendo, como herederos de los griegos que somos, ‘la mirada fija en lo bello’, como decía Plotino; y de esta pregunta abierta nació el desnudo: si no hemos dejado de estar pendientes de él, poniéndolo sobre un pedestal, es porque no hemos dejado de buscar en él, a través de él, estudiando sin fin sus variaciones, explorando sin descanso sus posibilidades, la respuesta a la pregunta que, una vez planteada, no nos abandona. El desnudo concentró en él –y concretó– esta búsqueda abstracta de la Belleza» (F. Jullien, De la esencia o del desnudo, Barcelona, Alpha Decay, 2004, p. 168). 100 Mark Tobey asumía la indicación de Tanizaki de «que la naturaleza domine tu obra», que conducía hasta la idea de «Bórrate». «Sin ese autoborrarse, que crea en primer término el vacío o la nada, ninguna creación es posible. [...] Por la misma razón, la función del vacío es esencial en el arte chino. Como recuerda Rudolf Otto en su libro capital sobre Lo sagrado, en ciertos cuadros chinos no hay ‘casi nada’; el estilo consiste en producir el máximo efecto con los trazos más exiguos y los medios más reducidos» (J. Á. Valente, «Mark Tobey o el enigma del límite», Elogio del calígrafo, ed. cit., p. 51). 101 Francois Julien ha señalado, siguiendo a Kant, que el desnudo sublime produce una sorpresa, «incluso una turbación, en quien lo descubre, que nunca se dejan absorber completamente por el sentimiento de placer que se experimenta al disfrutar de su armonía: al soltar de repente el ‘todo está ahí’ de su presencia, al dejarla afluir, realiza algo –en el seno mismo de lo sensible, de lo más cercano y lo más sensible– a lo cual uno de pronto ya no se siente capaz de acceder» (F. Jullien, op. cit., p. 174). cat fega 19/3/07 46 11:26 Página 46 fernando castro flórez cat fega 19/3/07 11:26 Página 47 consideraciones sobre la pintura de luis fega 47 cat fega 19/3/07 11:26 Página 48 cat fega 19/3/07 11:26 Página 49 LUGARES DE LA PINTURA LIENZOS cat fega 19/3/07 11:26 Página 50 cat fega 19/3/07 11:26 Página 51 Flor amarilla, 1988 Acrílico sobre lienzo. 220 x 195 cm Fundación Colegio del Rey, Alcalá de Henares cat fega 19/3/07 11:26 Página 52 Germinación, 1993 Acrílico sobre lienzo. 195 x 130 cm Colección Ayuntamiento de Alcorcón cat fega 19/3/07 11:26 Página 53 Agudelo, 1997 Acrílico sobre lienzo. 235 x 235 cm Colección del artista cat fega 19/3/07 11:26 Página 54 Arcilo, 1997 Acrílico sobre lienzo. 160 x 200 cm Colección Galería May Moré, Madrid cat fega 19/3/07 11:26 Página 55 Arguiol, 1997 Acrílico sobre lienzo. 200 x 200 cm Colección del artista cat fega 19/3/07 11:26 Página 56 Rego, 1998 Acrílico sobre lienzo. 200 x 200 cm Colección particular, Madrid cat fega 19/3/07 11:26 Página 57 Candal, 1998 Acrílico sobre lienzo. 154 x 130 cm Colección del artista cat fega 19/3/07 11:26 Página 58 Sestelo, 1999 Acrílico sobre lienzo. 220 x 160 cm Colección Raúl Bocanegra, Asturias cat fega01 19/3/07 13:03 Página 59 Gumio, 2000 Acrílico sobre lienzo. 200 x 200 cm Colección particular, Madrid cat fega01 19/3/07 13:03 Página 60 Silvela, 2001 Acrílico sobre lienzo. 200 x 110 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 61 Troga, 2001 Acrílico sobre lienzo. 200 x 200 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 62 Abrego, 2002 Acrílico sobre lienzo. 220 x 160 cm Colección particular, Madrid cat fega01 19/3/07 13:03 Página 63 Trebe, 2002 Acrílico sobre lienzo. 220 x 160 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 64 Trapa, 2002 Acrílico sobre lienzo. 220 x 160 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 65 Gondo, 2002 Acrílico sobre lienzo. 150 x 150 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 66 Lombo 3, 2002 Acrílico sobre lienzo. 165 x 220 cm Colección Roberto Ferrer cat fega01 19/3/07 13:03 Página 67 Morjal, 2003 Acrílico sobre lienzo. 150 x 150 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 68 Peruye, 2003 Acrílico sobre lienzo. 200 x 200 cm Colección particular, Madrid cat fega01 19/3/07 13:03 Página 69 Rogan II, 2004 Acrílico sobre lienzo. 150 x 150 cm Colección particular, Madrid cat fega01 19/3/07 13:03 Página 70 Carabal, 2005 Acrílico sobre lienzo. 200 x 110 cm Colección particular, Orense cat fega01 19/3/07 13:03 Página 71 Brata III, 2007 Acrílico sobre lienzo. 165 x 220 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 72 cat fega01 19/3/07 13:03 Página 73 Nombrar el límite (Notas sobre los «objetos pictóricos» de Luis Fega) PEDRO ALBERTO CRUZ SÁNCHEZ La pintura –en tanto que medio pasado de moda– fue atacada a finales de los sesenta y principios de los setenta, de modo que la pintura experimental que a mí me interesaba fue sorprendida en medio. Fue condenada por los defensores conservadores de la tradición, quienes usaron definiciones pasadas de moda y criterios anticuados para esgrimir juicios contra ella. Y, al mismo tiempo, fue rechazada por aquellos que no supieron ver cómo la pintura podía estar conectada con 1 otras formas de arte experimental. Para esos críticos, no había ningún tipo de pintura posible . Lo interesante de esta declaración autobiográfica realizada por David Reed es que en ella se puede apreciar meridianamente la situación de imposibilidad a la que, con la crisis de la modernidad, quedó condenada la pintura, incapaz de encontrar un argumento de legitimidad que la reingresara en el relato histórico. La pintura, en la actualidad, es un imposible, un hecho a destiempo que sólo dispone de una salida válida para justificar su presencia en el marco de producción contemporáneo: convertir su imposibilidad en materia discursiva, de suerte que sea la evitación de su esencia, de su ontos, la estrategia sobre la que hacer pivotar una praxis eficaz y en sintonía con el presente periodo postpictórico. Pintura a pesar de la Pintura; o pintura en el tiempo de imposibilidad de la Pintura: ése es el contexto discursivo en el que ha de desarrollarse la praxis pictórica, y cuya asunción supone reconocer, ante todo, el estado de indefinición en el que ésta se halla y, debido a ello, la ausencia de supuestos que la acompaña en cada una de sus actualizaciones. La pintura ha dejado de ser un supuesto del mundo del arte; todo lo dicho sobre ella ya no sirve, ya no es un bagaje útil a la hora de decir en qué consiste el hecho mismo de pintar. De ahí que, siguiendo 1 D. Reed, «Streets and Studios», en K. Siegel, (ed.), High Times, Hard Times. New York Painting 1967- 1975, Nueva York, Independent Curators International, 2006, p. 17. cat fega01 19/3/07 74 13:03 Página 74 pedro alberto cruz sánchez cat fega01 19/3/07 13:03 Página 75 nombrar el límite 75 esta línea de interpretación, no se pueda sino declarar que la pintura ya no posee una forma, porque, entre otras razones a esgrimir, la forma entraña siempre un supuesto, un «ya dicho» que colisiona con la situación real de la pintura contemporánea, a saber: que, en su imposibilidad para concretarse como «una forma», se ofrece siempre en su proceso de «formar(se)». Este «(se)» reflexivo que, en apariencia, cierra el acto de pintar sobre sí mismo, funciona, sin embargo, mediante un efecto de dispersión, esto es, llevando la formación de lo pictórico a un punto de máxima precariedad en el que cualquier concreción no es definitiva ni absoluta, y en el que la especificidad que connota viene dada, paradójicamente, por una pluralidad irreducible que elimina la posibilidad de una «pintura dicha». 1. La pintura como illeidad La imposibilidad de concebir la pintura como una forma predeterminada, que promoviera la subordinación del acto de pintar a su esquema unívoco y rígido, aporta un punto de partida sólido para plantear una reflexión rigurosa sobre la obra de Luis Fega. Ahora bien –y por sorprendente que pueda resultar–, sucede que para comprender mejor la dispersión de la pintura en el pintar que se produce en el artista asturiano, resulta necesario centrarse, más que en sus cuadros, en los objetos escultóricos que realiza a partir de los materiales que los integran. Así, y en palabras del propio Fega, «la idea básica de la que partí [...] fue trabajar con los elementos que componen un cuadro. Para ello quise contar con la tela, el color, el dibujo, la madera del bastidor y el cristal satinado que equivale a las veladuras o 2 transparencias de mi pintura» . Pero, para delimitar lo más posible la intencionalidad que subyace en estas piezas, conviene recurrir de nuevo al propio autor, quien no duda en añadir que «otras ideas de partida fueron no sentirme condicionado por el rectángulo del 3 cuadro y trabajar con total libertad» . A tenor de este último aserto de Fega, se desprende que, pese a tratarse de objetos escultóricos, estas obras exigen ser examinadas en tanto que respuestas a algunos de los principales problemas a los que se enfrenta la pintura durante la postmodernidad, como, por ejemplo, la ruptura con la noción de límite físico y ontológico implícita en la necesidad de desbordar el espacio definido por el rectángulo. En este sentido, se hace inevitable recordar la noción de «pintura pura» defendida por Greenberg y convertida, de inmediato, en la piedra angular del ideario modernista; una noción que, como es de sobra conocido, abogaba por «un tipo de pintura más liso que cualquier cosa que hubiera presenciado el arte occidental desde antes de Cimabue: tan liso, en realidad, que difícilmente 4 podría encerrar imágenes reconocibles» . De ahí que «la pureza pictórica se tradujera en una rigurosa planitud sobre el espacio bidimensional de la tela, que prohíbe todo efecto de 5 profundidad y de volumen propio de la escultura» . 2 3 4 5 L. Fega, A. Merlo y J. Riera, «Ideas en torno a una exposición», en AA. VV., Luis Fega. Todo es parte [catálogo de la exposición celebrada en Alcorcón, Sala El Paso, Centro Municipal de las Artes, abril-mayo 2003], p. 11. Ib. C. Greenberg, «La pintura modernista», en Arte y cultura, Barcelona, Paidós, 2002, p. 103. M. Jiménez, La querelle de l’art contemporain, París, Gallimard, 2005, p. 116. cat fega01 19/3/07 76 13:03 Página 76 pedro alberto cruz sánchez cat fega01 19/3/07 13:03 Página 77 nombrar el límite 77 La cuestión que surge, pues, toda vez que quedan demostradas las implicaciones existentes en el respeto de ese rectángulo que Luis Fega pretende superar, es conocer de qué modo se realiza su puesta en crisis y cuáles son las características del particular proceso de deconstrucción al que es sometido. Para responder a esto, conviene deslizar una idea como la de illeidad –un neologismo formado a partir de él (il) o ille–, que, si se atiende a Levinas, «indica 6 un modo de concernirme sin entrar en conjunción conmigo» . Desde esta perspectiva, toda mi intimidad queda investida para-con-el-otro-a-mi-pesar. A pesar de mí, paraotro: he aquí el significado por excelencia y el sentido de sí mismo, del se, un acusativo que 7 no deriva de ningún nominativo, el hecho mismo de reencontrarse perdiéndose . Si, a este respecto, se puede hablar de la pintura como illeidad –es decir, de una «pintura 8 para con lo otro»–, es precisamente a través de su objetualización o, lo que es igual, por medio de aquello que Greenberg consideraba la negación de la esencia de lo pictórico: la suspensión de su planitud mediante su contaminación con lo escultórico. Las obras tridimensionales de Luis Fega indican, en consecuencia, el modo en que la pintura «(se)» dice, «(se)» reencuentra, pero en su «otro-como-objeto». Por lo que parece evidente que ya no es posible hablar de la «pintura como pintura», de la pintura como adecuación consigo misma; en su decirse a través del «otro-como-objeto», genera un accidente fatal en el circuito ontológico que torna el repliegue en dispersión y el retorno sobre sí en un movimiento siempre frustrado. La pintura, de hecho, ya no vuelve a sí como pintura, sino como aquello «otro» irreducible, irreconocible, que nunca quiso ser y que ocupó un lugar indeterminado fuera de sus límites. Una de las consecuencias más evidentes de esta «pintura para con lo otro» de Luis Fega es que, con ella, se opera una acusada transformación en el paradigma de enunciación que conduce a concebir el pintar en términos paratácticos en vez de sintácticos. Frente a la regularidad y concentración del rectángulo, estas «pinturas-objeto» se valen de composiciones dramáticamente abiertas para valorar el accidente y la dispersión, la preponderancia de un «significante vacío» que, liberado de la tiranía del significado, fuerza una atomización de la forma y, con ello, el reencuentro de la pintura en la multiplicidad de su «formar(se)». 2. La excepcionalidad del límite En un esclarecedor diagnóstico sobre el pensamiento del pope de la crítica modernista, escribe John C. Welchman que existen evidencias suficientes como para sugerir que Greenberg se mostró temeroso acerca del marco. Lo que él temía era precisamente su condición de límite, y el hecho de que una discusión sobre sus propiedades, su excesivo protagonismo, su transformación 6 7 8 E. Levinas, De otro modo que ser o más allá de la esencia, Salamanca, Ediciones Sígueme, 2003, p. 57. Ib., p. 56. Véase, a este respecto, E. Castro, «Objetualizar la pintura», en AA. VV., Luis Fega. Grafías del olvido, Madrid, Roberto Ferrer, 2006, pp. 145-148. cat fega01 19/3/07 78 13:03 Página 78 pedro alberto cruz sánchez cat fega01 19/3/07 13:03 Página 79 nombrar el límite 79 en tema de trabajo de varios artistas durante la década de los sesenta, ofrecía una forma de 9 flirteo con la exterioridad, para cuya asunción no se encontraba preparado . El elemento esclarecedor aportado por Welchman en esta breve referencia al ideario de Greenberg es que, en contra de lo que se suele convenir, aquello que durante la modernidad permaneció fuera de cualquier debate o proceso de reflexión fue la idea y la praxis del límite. Lejos de constituir un motivo de preocupación para teóricos y artistas, el límite quedó sumido en una zona de invisibilidad, lo que impidió su inserción en cualquier programa discursivo, fuera éste de la naturaleza que fuese. El interrogante que, inevitablemente, se abre a resultas de la presente constatación es ¿a qué se debe este «pacto de silencio» con el que, durante la fase más ortodoxa y disciplinaria de la modernidad, se envolvió el límite? Quizá la respuesta más apropiada que al respecto se podría ofrecer pasaría por reconocer en el límite una zona que, por tratarse de un umbral, de una realidad en sí misma inexistente que sólo se explica y se reconoce por aquellos dos mundos que se encarga de separar y que, por contraste, la dibujan, muestra especial resistencia a ser nombrada. Ahora bien, un análisis más detenido de la idea de límite permite concluir que, en contra de esta primera impresión, la suya fue una cuestión que permaneció silenciada, no porque no pudiera ser nombrada, sino porque ya había sido nombrada. En una de sus reflexiones más certeras y lúcidas, Levinas llamó la atención sobre el hecho de que la ontología se funda en la subordinación del «decir» a «lo 10 dicho» ; lo que, llevado al dominio de estudio que ahora nos incumbe, supone interpretar «lo dicho» como una especie de límite normativo sobre el cual no se puede hablar porque sencillamente ya está hablado de antemano, ya está pactado hasta en sus más mínimos detalles. El «límite normativo» que Greenberg silenció en sus escritos resultó invisible porque no dejó «margen hermenéutico» de ningún tipo para su transformación y redefinición; o, por expresarlo en términos diferentes, al constituir una realidad completamente ajena al «decir», el límite siempre fue considerado como un elemento exterior al hecho mismo de pintar. En rigor, el límite de la pintura no tenía nada que ver con el acto de pintar: por venir ya dado, por darse ya cerrado como problema, quedó desvinculado del ámbito del nombrar, de la posibilidad del «decir(se)» como discurso. De ahí que no se pueda sino convenir que el nombre convertido en norma –es decir, el nombre «ya» nombrado– constituye la clave misma y manifiesta del silencio; de un silencio que, paradójicamente, ha sido el encargado de garantizar, durante casi un siglo, la conjunción de la pintura con la pintura. Si el ontos de la pintura implica la ausencia de un nombre para el pintar, escaso esfuerzo costará inferir que la estrategia urdida por Luis Fega a partir de sus «objetos pictóricos» ha sido la de reintroducir el límite en el dominio del nombre; lo cual supone suspender la normatividad del límite para hacer de él una excepción, esto es, una realidad que abandona su forma –«ya dicha»– para «formar(se)» en cada momento, y que, por tanto, permanece interior al acto de pintar. La novedad que aportan los «objetos pictóricos» de 9 10 J. C. Welchman, «In and Around the ‘Second Frame’», en P. Duro (ed.), The Rhetoric of the Frame. Essays on the Boundaries of the Artwork, Cambridge, Cambridge University Press, 1996, p. 212. E. Levinas, op. cit., pp. 48-51. cat fega01 19/3/07 80 13:03 Página 80 pedro alberto cruz sánchez cat fega01 19/3/07 13:03 Página 81 nombrar el límite 81 Luis Fega es que la posibilidad que encuentra la pintura para legitimarse en el marco de producción actual no pasa por la trasgresión de su límite –o, lo que es lo mismo, por la definición de un supuesto y ya manido «discurso extraterritorial» que localizara un punto exterior al dominio de lo pictórico–, sino por la activación discursiva de este límite, de modo que él mismo se transformase en margen de interpretación. La idea de límite como excepción supone, en consecuencia, que el pintar determina un límite específico –que no general– en cada una de sus manifestaciones y que, precisamente por su especificidad, éste funciona como una excepción a la norma. El «decir» –entendido como acción insubordinable y en continuo estado de formación– implica siempre un desbordamiento de lo «dicho», su anulación, la pérdida de todo referente que pudiera fijarlo en una afirmación normativa. De ahí que la interinidad del límite que distingue a los «objetos pictóricos» de Luis Fega no deba interpretarse más que como un modo eficaz de hacer de la inevitabilidad del marco un factor de movilidad y libertad extrema. cat fega01 19/3/07 13:03 Página 82 cat fega01 19/3/07 13:03 Página 83 LUGARES DE LA PINTURA OBJETOS cat fega01 19/3/07 13:03 Página 84 cat fega01 19/3/07 13:03 Página 85 Blan, 2002 Técnica mixta. 18 x 29,5 x 6,5 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 86 Runla, 2003 Técnica mixta. 15 x 18 x 5 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 87 Tusco, 2004 Técnica mixta. 37 x 16 x 8,5 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 88 Calán, 2004 Técnica mixta. 14 x 24 x 8 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 89 Cotapo, 2004 Técnica mixta. 18 x 45 x 4 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 90 Luma, 2004 Técnica mixta. 45 x 27 x 7 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 91 Narto, 2004 Técnica mixta. 22,5 x 43 x 4,5 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 92 Nua, 2004 Técnica mixta. 50 x 35 x 3,5 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 93 Ronga, 2004 Técnica mixta. 35 x 25 x 5 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 94 Nial, 2004 Técnica mixta. 73 x 43 x 7,5 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 95 Trebo VII, 2004 Técnica mixta. 14 x 35 x 7 cm Colección particular, Madrid cat fega01 19/3/07 13:03 Página 96 Birte, 2006 Técnica mixta. 40 x 23 x 5 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 97 Blan III, 2006 Técnica mixta. 47 x 27 x 10 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 98 Nial II, 2006 Técnica mixta. 15,5 x 24 x 10 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 99 Nial III, 2006 Técnica mixta. 22,5 x 42 x 9,5 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 100 Gunda II, 2006 Técnica mixta. 22 x 22,5 x 4 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 101 Gunda III, 2006 Técnica mixta. 40 x 28 x 5 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 102 Prama, 2006 Técnica mixta. 26 x 28 x 3,5 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 103 Prama, 2006 Técnica mixta. 30 x 30 x 7,5 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 104 Gorna, 2007 Técnica Mixta. 35 x 24 x 5 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 105 Maitán II, 2007 Técnica mixta. 13 x 41 x 10,5 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 106 Maitán III, 2007 Técnica mixta. 20,5 x 24 x 7 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 107 Maitán V, 2007 Técnica mixta. 24 x 53,5 x 8,5 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 108 Meire II, 2007 Técnica mixta. 12,5 x 51,5 x 7,5 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 109 Nial, 2007 Técnica mixta. 25,5 x 32 x 9,5 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 110 Niota, 2007 Técnica mixta. 54,5 x 47 x 7 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 111 Barasco, 2003 Técnica mixta. 114 x 100 x 18x cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 112 Obairo I, 2007 Técnica mixta. 30 x 96 x 7 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 113 Sango, 2007 Técnica mixta. 24,5 x 25 x 3,5 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 114 Aroe, 2002 Técnica mixta. 29 x 29 x 5 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 115 Taga, 2004 Técnica mixta. 25 x 223 x 5 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 116 Trasca I, 2006 Técnica mixta. 24,5 x 17 x 6,5 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 117 Trasca II, 2007 Técnica mixta. 42 x 21 x 16 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 118 Trasca III, 2007 Técnica mixta. 39,5 x 13,5 x 13 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 119 Xío I, 2007 Técnica mixta. 16,5 x 14 x 5 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 120 Xío II, 2007 Técnica mixta. 15 x 11,5 x 5 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 121 Xío III, 2007 Técnica mixta. 12 x 12,5 x 5 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 122 Xío IV, 2007 Técnica mixta. 10 x 24 x 4,5 cm cat fega01 19/3/07 13:03 Página 123 Xío IX, 2007 Técnica mixta. 15 x 13 x 6 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 124 Xío V, 2007 Técnica mixta. 12 x 18 x 5 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 125 Xío VI, 2007 Técnica mixta. 19 x 8,5 x 5 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 126 Xío VII, 2007 Técnica mixta. 12 x 12 x 4,5 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 127 Xío VIII, 2007 Técnica mixta. 8 x 10 x 3,5 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 128 Xío X, 2007 Técnica mixta. 8,5 x 10 x 3,5 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 129 Xío XII, 2007 Técnica mixta. 12 x 12 x4,4 cm Colección del artista cat fega01 19/3/07 13:03 Página 130 cat fega01 19/3/07 13:03 Página 131 Pintando en las periferias de Culturburgo. Una conversación con Luis Fega MAR MENÉNDEZ REYES En el movimiento pendular de la historia, y en especial en lo que se refiere al arte, generaciones creativas y rompedoras con las formas anteriores necesitan de generaciones que consoliden y potencien los logros de las precedentes. Tan necesarios son los saltos en el vacío como la construcción de puentes entre un lugar y otro. Es así como la humanidad avanza; sin embargo, hoy nos encontramos ante actitudes rompedoras con el discurso más próximo meramente por cuestiones de innovación. Aceptar que en el arte «todo está inventado», y no por eso abandonar la creación artística, se convierte en un auténtico logro y, a su vez, en el primer paso para hacer buen arte. En estos tiempos de divismos injustificados y de supuestas rebeldías artísticas que no van más allá de aquella «danza de los bohemios», que tan incisamente denunciara Tom Wolfe en La palabra pintada 1, resulta tranquilizador el discurso razonable y honesto que Luis Fega hace de su propio planteamiento artístico. Si bien es cierto que la crítica de Wolfe se centraba con especial saña en los expresionistas abstractos o, mejor dicho, en aquellos críticos que rodearon su pintura, no deja de ser una crítica al arte contemporáneo que se ha convertido en una parodia de sí mismo al acompañarse de complejas teorías que marcan las tendencias del arte actual. Las mismas teorías que han enterrado y resucitado la pintura en estos últimos años. Lejos de funerales absurdos y de modas demoledoras, Luis Fega se ha aferrado a sus pinceles y, como él mismo explica a lo largo de la entrevista, no ha cesado en la búsqueda de expresar eso que lleva dentro. Su propuesta, heredera de la tradición pictórica del informalismo, ha sufrido diversas modificaciones y evoluciones manteniéndose en su defensa de aquello que ama y le obse1 Culturburgo es la ciudad divina que describe irónicamente Tom Wolfe en La palabra pintada, ciudad en la que se asientan todos aquellos gurús del arte suplantando a los propios artistas. cat fega01 19/3/07 132 13:03 Página 132 mar menéndez reyes siona, sin autoengaños ni amparos en teorías, a pesar de haber desarrollado junto a su trabajo artístico textos y reflexiones sobre el arte, porque, como él mismo explica en uno de ellos, a quienes necesitan de una teoría que explique el cuadro que está viendo delante de si, prefiere contestar: «pues mire usted, quiero decir lo que digo, ni mas ni menos» 2. Irrumpiste en el panorama artístico español hacia los años setenta, en un momento de crecimiento económico en nuestro país con el que se inicia un cierto mercado artístico, y cuando artistas extranjeros empiezan a ser conocidos aquí de manera generalizada a través de exposiciones o de actividades pioneras como los Encuentros de Pamplona de 1972. ¿Cuál fue el ambiente que encontraste al llegar a Madrid con una pintura heredera del informalismo, cuando aquí predominaba más lo conceptual? Llegué a Madrid a finales de los setenta, procedente de Galicia, de Santiago de Compostela concretamente, donde había vivido algún tiempo. Allí había un movimiento interesante, que después se llamó Atlántica, y que reunía a un grupo de artistas inquietos y muy interesados en cambiar los rumbos del arte. Con algunos de estos artistas expuse varias veces en Santiago, en otros lugares de Galicia y en Asturias, que es el lugar donde yo nací y me crié. En aquellos años, no sólo en el norte sino en el resto de España, no existía infraestructura alguna para el arte, salvo en Madrid, Barcelona y Valencia como mucho. En 1975 había una galería en Gijón, otra en Oviedo… prácticamente nada. El recurso entonces era venirse a Madrid, que es lo que hicimos muchos artistas del norte, y me imagino que también los del sur y los del este y el oeste, porque era el único sitio donde había al menos unas veinte o treinta galerías prestigiosas: Edurne, Juana Mordó… Bueno, prestigiosas no tantas, pero si tu obra le gustaba a alguna de ellas, y te admitían como artista, podías dedicarte a pintar con cierta tranquilidad. De cualquier modo tratar de vivir del arte entonces era pura utopía, sólo con intentarlo ya fuimos muy audaces, y además teníamos en contra a toda la familia que no entendía que pretendieras dedicarte a la pintura desdeñando cosas más lucrativas y seguras. Me preguntabas por el panorama artístico madrileño de esos años. En realidad había un cierto vacío o se gestaba una sustitución. Concluía el grupo El Paso y sus epígonos, una pintura negra, dramática, de abstracción gestual, y estaban en alza y funcionaban ya pintores como Gordillo, Manolo Quejido o Carlos Alcolea, artistas todos ellos que practicaban una nueva figuración, coincidiendo también más o menos en el tiempo con lo que se llamó la movida madrileña. Fue una especie de efervescencia que se vivió durante los años de la muerte de Franco, porque la gente empezó a trabajar en libertad y eso era muy exultante en principio. Yo empecé a exponer en una época en la que todavía existía la censura. Exponías y enseguida aparecía un señor diciendo esto sí y esto no. Recuerdo que en un cuadro mío había un collage en el que aparecía un fragmento de un diario que hablaba del Jefe del Estado, e inmediatamente fue censurado. Pues lo que se vivió a partir de aquel momento fue la sensación de que todo eso había concluido para siempre, y se despertaron unas ganas tremendas de hacer cosas, ya fuese pintar, componer música o fotografiar. Es verdad que yo soy un pintor gestual o temperamental o informal, como quieras llamarlo. 2 L. Fega, «Una reflexión sobre la pintura», en el catálogo Luis Fega. Grafías de olvido, Madrid, Roberto Ferrer, 2006. cat fega01 19/3/07 13:03 Página 133 pintando en las periferias de culturburgo 133 Me gustaban, y me siguen gustando los pintores españoles: Saura, Millares, Tàpies… No los he nombrado por orden de preferencia porque en ese caso empezaría por Tàpies. Este nuevo grupo de artistas acabó radicalmente con el negro, eran pintores muy coloristas, el dibujo en sus cuadros se podía asociar en cierto sentido al mundo del cómic, y respondía mejor a esa euforia que se vivió por aquellos años; se podía decir que Madrid era una fiesta. Ibas a las galerías y salías con una sensación, que muy pocas veces he vuelto a sentir después, de haber visto algo bueno, o algo no visto antes, eso es lo que sentí con los primeros cuadros de Gordillo: eran enormes, muy fríos, pero muy especiales. Esa sensación efervescente la disfruté mucho, quizás porque venía de provincias, donde no existía nada de eso, y el ambiente era triste. Para hablar de pintura allí tenías que reunirte con los cuatro amigos a los que les interesaba lo mismo, porque el resto de la gente ni estaba por ir a galerías, ni comprar, ni tan siquiera hablar de ello. Mientras que Madrid era un espacio muy abierto, muy receptivo, como lo sigue siendo hoy día, y te dabas cuenta de que siempre había un público que apreciaba y al que le interesaba cualquier cosa que hicieras en tu pintura. Nada de esto era entonces posible fuera de Madrid. En estos últimos años te has mantenido bastante fiel a tu estilo inicial informalista aunque introduciendo importantes cambios; así, por ejemplo, en los años noventa tu pintura era más matérica que ahora, más gestual, el brochazo rápido y emotivo. Sin embargo, no ha sido siempre así y has experimentado bastante, incluso con pintura figurativa. Cuando yo empecé con la pintura, a finales de los setenta, era un pintor gestual, mis orígenes están ligados al informalismo español. Pero es inevitable que los primeros años de un artista –voy a decir que unos diez años– sean de búsqueda, de tanteo, de ensayar cosas, es así como uno va descubriendo lo que quiere y, en algunos casos, descubrirlo puede llevar una vida entera. En mi caso, esos primeros diez años me los pasé buscando formas en las que me sintiese cómodo. En los catálogos que has visto no recogí muchas de las cosas que hice entonces con objeto de no despistar demasiado. En realidad siempre he sido inquieto y pocas veces me he quedado completamente satisfecho con lo que hacía, es algo que me sigue ocurriendo: cuando ya me encuentro seguro en algo, empiezo a complicarlo o salto a otra cosa, aunque ese salto no siempre se produce de un modo brusco. Por eso fui abandonando lo gestual y traté de probar hasta qué punto era yo capaz de reflejar la realidad. Durante unos años pinté retratos, paisajes, cabezas, eran paisajes románticos, tenebrosos, en los que me gustaba introducir algo de misterio, una pintura de pincelada amplia, fuerte. Pero, a continuación, y precisamente para curarme de eso, pasé a hacer algo muy diferente: pura geometría, rectángulos que se cierran con nuevos rectángulos, como en el plano de una vivienda. Con esta temática expuse en la galería Emilio Navarro. Y después de haber estado dos o tres años encerrado en ese espacio tan geométrico, me salí de él y volví al gesto de nuevo, pero de diferente forma, más depurado y, al mismo tiempo, más elemental. Fui eliminando todo vestigio de realidad y de figuración a favor de unos rasgos cuasi-caligráficos, primitivos, una especie de alfabeto del que me interesa más la impronta que deja el trazo en la tela y el gesto por sí mismo, para poco después mezclarlo con la geometría. Durante una temporada hago gestos exclusivamente, al modo de algunos artistas norteame- cat fega01 19/3/07 134 13:03 Página 134 mar menéndez reyes ricanos de los años cincuenta, pero me doy cuenta de que ya no se pueden aportar novedades solamente desde lo gestual, por eso probé a aunar las dos abstracciones históricas, la gestual y la geométrica, para ver si podían convivir ambos mundos. Mundos que, por otro lado, reproducen a nivel humano el binomio razón y emoción o, dicho en términos más filosóficos, lo apolíneo y lo dionisiaco… Wilhelm Worringer en Abstracción y Naturaleza afirmaba que la categoría artística de la «Einfühlung» –que, a falta de un término más oportuno, se ha traducido como «naturaleza»– era propia de civilizaciones clásicas mediterráneas, mientras que la «abstracción» lo era del mundo nórdico y germánico, donde el artista se enfrenta a un mundo más hostil. ¿Crees que puede darse una relación o dependencia entre estilo y entorno? Mira, lo que a mí más me interesa de Worringer, y a lo cual me he referido en más de una ocasión en textos propios, es esa idea de que el arte surge como respuesta a una especie de angustia cósmica, del miedo del hombre a un entorno desconocido, adverso, que no puede dominar. Se está refiriendo a épocas prehistóricas, claro está, y no pasa de ser una teoría, pero sí es muy creíble que nuestros antepasados, refugiados en sus cuevas, pintasen animales para protegerse de ellos, para poder cazarlos o aprovisionarse de su fuerza. O como una forma de comunicación, porque también hay teorías, ya sabes, acerca de que primero fue la expresión plástica y luego el lenguaje. De cualquier forma, ese planteamiento puede seguir siendo válido hoy en día. Para autores posteriores a Worringer, como Herbert Read, la ansiedad cósmica es el denominador común tanto del arte primitivo como del contemporáneo; así pues, para muchos, el arte funciona como un sistema de protección, es una respuesta a lo misterioso, a lo desconocido. Pero creo que me he desviado de tu pregunta, hablabas de una posible identificación entre… Sí, buscaba en la naturaleza una identificación con tu propio estilo: si, de alguna forma, ese paisaje asturiano tan arbóreo ha contribuido a que pintes como lo haces. No hay forma de que lo habitado no acabe habitándote a su vez. El norte de España carece de esa luz diáfana que inunda Castilla y el Mediterráneo. En la cornisa cantábrica tienes siempre una nube encima, lo que da un tono oscuro; es cierto que hay mucho verde pero se oscurece con esa luz agrisada. Yo siempre he tenido una tendencia al negro, cuando pintaba paisajes eran muy oscuros, y luego las caligrafías, los grafismos siempre eran negros. Es cierto que los artistas del norte pueden diferenciarse de los mediterráneos. Otro ejemplo está en los escultores vascos, en cuyas obras de nuevo se repite el negro, con materiales metálicos como el hierro. Hasta ahí, y en un plano inconsciente, puede haber alguna relación, pero que yo trate de reflejar las formas de la naturaleza, decididamente no. En mi caso el arte funciona como metalenguaje, un lenguaje que a su vez habla del lenguaje artístico. Cuando pinto, no lo hago pensando en narrar historias, ya lo hice en su momento y en bastantes otros momentos de los treinta años que llevo pintando, pero no ahora: es más, me molesta el arte narrativo. No digo que sea malo ni bueno, no pretendo hacer un juicio de valor, tan sólo que a mí me molesta. No pretendo contar en un cuadro cat fega01 19/3/07 13:03 Página 135 pintando en las periferias de culturburgo 135 algo que puede ser verbalizado, porque creo que la pintura tiene su propio lenguaje autónomo, independiente e irreducible a cualquier otro. Un lenguaje con sus propios códigos informativos –dibujo, textura, composición– que funciona con total autonomía. La sensación que produce un cuadro, una escultura, una pieza musical, no es traducible en palabras, el azul contado no es el azul visto, la obra de Mozart hablada no es la obra de Mozart oída. No niego la labor del crítico, del analista, que deberá valorar las aportaciones que un artista realiza en su momento histórico, pero los discursos que realice el artista sobre su obra no son necesarios, su verdadero discurso está en la obra. Cuando usas un lenguaje artístico con la autonomía con que yo lo empleo, no puedes mezclarlo con otros discursos ajenos a lo plástico. En resumen, si yo quisiera abiertamente hablar sobre Asturias, creo que me iría a la literatura, que me permitiría narrar sucesos y describir ambientes en un lenguaje dirigido a la razón, mientras que la pintura está más dirigida a la emoción. Veo que estás de acuerdo con los que opinan que el arte le debe más al arte mismo, a la tradición artística, que a la realidad que rodea al artista. Desde luego. Y cuando te decía antes que mezclaba en el mismo cuadro la geometría y el gesto, pues, en definitiva, estaba conjugando los dos núcleos de la abstracción de la historia reciente de la pintura, lo cual, en efecto, tiene más que ver con el hecho de estar trabajando ahora en el siglo xxi que con la circunstancia biográfica de mi nacimiento y mi estancia en Asturias. Es más, no quisiera dejarme influir por esas circunstancias, aunque por otra parte son las que me han hecho tal como soy. El cuadro no se hace con palabras, se hace con determinados materiales y dialoga con lo que ha sucedido antes en el mundo del arte. Sin embargo, he visto que titulas muchos de tus cuadros con topónimos de la zona a la que nos estamos refiriendo, como los Oscos, o el Eo, el río limítrofe entre Asturias y Galicia. Todo de mi entorno, ciertamente. Parece que me estoy contradiciendo con lo que he dicho antes, pero no es así. Casi todos mis cuadros, desde los últimos diez años hasta hoy, llevan nombres de lugares, de ríos o de valles asturianos, pero eso no quiere decir que yo haya pintado esos lugares, de hecho, las gentes de la zona, cuando miran el cuadro, quedan a veces como defraudadas de que no «se vea» el sitio. Me gusta más un nombre seco y sonoro que una frase, una palabra que obligue al espectador a preguntarse: ¿esto qué es? Los empleo porque son palabras muy sonoras, muy extrañas para quien no está familiarizado con ellas, y que tienen algo mágico, como sortilegios. Me interesa esa sensación de rareza en los títulos precisamente para evitar la narración, para impedir que la gente se deje llevar por la idea narrativa que le sugiere el título. Si usara un título «más convencional», entendible para el público, le condicionaría a buscar en el cuadro lo dicho en el título, y yo no pretendo expresar nada que no esté en el cuadro; si en alguna ocasión me dejé llevar por ideas narrativas, no siempre las intenciones coincidieron con el resultado final, porque durante el proceso busco lo inesperado, quiero sorprenderme a mí mismo. Y eso de sorprenderse a uno mismo es muy difícil. En ese giro inesperado es donde, creo yo, reside el acto creativo, y muy pocas veces sucede. Alcanzar altas cotas de creatividad es cat fega01 19/3/07 136 13:04 Página 136 mar menéndez reyes hoy casi imposible, hay siempre una larga memoria de obras del pasado. Lo que decíamos anteriormente, que toda obra arrastra una larga herencia, y el creador es aquel que consigue aportar algo nuevo a esa larga historia o diferenciarse de ella lo suficiente. Uno puede estar trabajando un cuadro mucho tiempo sin que le convenzan las diferentes soluciones que van surgiendo, pero un buen día todo funciona de repente, la materia se pone en orden y sabes que el cuadro está acabado. Pero lo que está diciendo el cuadro es sólo aquello que le permite decir la materia con la que está realizado, y la forma en que está trabajada. Lo que hay, está ahí; todo está en la superficie pintada... y nada añade el hecho de contar las intenciones que uno tuvo al realizarlo. Hablábamos de esos títulos y de sus connotaciones mágicas. De hecho, algunos críticos, al enfrentarse con tus pinturas, han visto en ellas cierta similitud con el grafismo mágico. ¿Qué tienes que decir al respecto? Ya te decía que lo que más me interesaba de las teorías de Worringer era esa idea de conjurar el mundo con el arte. En realidad, aunque la ciencia ha avanzado mucho y parece que sabemos tanto, seguimos sin haber resuelto las grandes incógnitas de la vida, como lo de adónde vamos y qué hacemos aquí. El desconocimiento o, mejor dicho: el afán de conocer y poder dar explicaciones, es el gran motor de la humanidad, el estímulo que le empuja a no cesar en la búsqueda. El arte, a su manera, nos plantea nuevas visiones de la realidad, busca abrir brechas que nos posibiliten una mirada más profunda. El lado mágico del arte que a mí me interesa es aquel que nos permite acercarnos al origen, aquel que nos lleva al punto donde el pensamiento y el ser coinciden. Me gustaría llegar a ver la realidad con la mirada de un recién nacido. Cuando las formas dejan de tener una función práctica se vuelven misteriosas. Ofrecernos mundos diferentes es la posibilidad mágica que tiene la pintura. Por otra parte, eso que tiene el arte de inexplicable, de no reducible del todo a palabras, el hecho de que diferentes personas puedan hacer «lecturas» diferentes de una obra, no deja también de ser misterioso y atractivo. Prefiero pintar lo que no entiendo o, dicho de otro modo, para mí es importante que la obra no se deje apresar fácilmente, que mantenga siempre un cierto grado de oscuridad, de este modo mantiene vivo nuestro interés. También está la idea de las capacidades curativas del arte… Sí, ésa es una idea admitida por muchos artistas. Pero ignoro a quiénes alcanza esa terapia, supongo que a ambos. En cierta ocasión me interesé por el tema con objeto de una charla que di en Gijón titulada Las manos del dolor: sufrimiento y creación, y sorprende la cantidad de artistas de todos los tiempos que de un modo u otro se pueden considerar enfermos, y cuántos suicidias ha habido entre estos creadores. Por poner un ejemplo cercano, dentro del grupo de los expresionistas abstractos norteamericanos, de los quince más conocidos solamente dos de ellos se libraron de problemas psicosomáticos que podemos considerar graves. Se ha hablado mucho de la creación artística y la locura, y hay mucha bibliografía al respecto, en este sentido es interesante el libro Genio y locura del filósofo Karl Jaspers. Sin embargo, nada nos obliga a admitir que la creación precise de desajustes mentales para cat fega01 19/3/07 13:04 Página 137 pintando en las periferias de culturburgo 137 manifestarse. Más bien ocurre que existen artistas capaces de crear obras importantes a pesar de su enfermedad y no precisamente a causa de ella. Pero sí estoy de acuerdo en que el arte, en su conjunto, puede funcionar como terapia social: el museo, la sala de conciertos, el teatro, son lugares de reposo y de meditación que pueden aliviar a la gente del estrés que produce la agitada vida actual. He visto que has realizado homenajes a Goya, Munch, Van Gogh, artistas que son considerados un poco malditos. Además eran cuadros figurativos… Sí, en una ocasión expuse en el Ateneo de Madrid piezas dedicadas a estos pintores. Fue en ese momento del que te hablaba, en que quería probar mi capacidad para pintar de un modo realista, quería probarme a mí mismo. Se trataba de un realismo visceral con una pincelada muy amplia y potente, de paisajes bastante románticos y tenebrosos donde en ocasiones aparecían figuras humanas. Después de esa temporada, en la que quizás había demasiada violencia, fue cuando pasé a los cuadros geométricos que te comentaba antes. Los homenajes a estos pintores eran cuadros de dos metros con unas cabezas enormes. También hice exposiciones de este tipo de pintura en las galerías Juana Mordó y Edurne. Son artistas realmente increíbles, con ese halo maldito que se ha llamado «expresionista». Quizás esté de más la pregunta, pero me gustaría que hablases de lo que te interesa de ellos. ¿Lo que me interesa de ellos? Quizás la pasión con que vivieron el arte. Mira, yo no soy feliz pintando, no es que me tenga por masoquista, pero no soy de esos pintores que disfrutan haciendo lo que hacen. Hay pintores que pueden dejar un cuadro hoy y continuarlo mañana u otro día, suelen ser pintores que trabajan con movimiento de mano y muñeca, o, a lo sumo, mano, muñeca y codo, pero según vas ampliando ese movimiento, y el trazo implica al hombro, el torso y casi el cuerpo entero, dejas de tener un control claro sobre lo que va a salir, lo cual a mí me genera tensión, ansiedad, frustración. Hay una parte del cuadro que sí es perfectamente controlable: todo lo que es la preparación de la tela, las capas de pintura, los matices, la geometría que introduzco, que sirve como estructura básica, hasta ahí sé lo que pretendo hacer. Lo difícil es cuando entro en ese gesto convulso, que sí es completamente espontáneo, y además puede estropear en un momento todo lo que me ha llevado diez días preparar. En la parte que llamo geométrica tengo menos problema porque es más racional. A esto hay que añadir la insatisfacción general del quehacer artístico. Todo artista, por humilde que sea, pretende dejar algo realmente bueno para la posteridad, eso lo pretendemos todos, pero son pocos los que lo consiguen. Si echamos un vistazo a la historia del arte, nos daremos cuenta de que por país y por siglo apenas son una docena los artistas que quedan. Todo eso genera infelicidad, claro está. Algunos artistas abstractos se sentían insatisfechos por el término «abstracto», que significa «sacar, extraer de la realidad», ya que lo que ellos proponían era nada menos que una nueva realidad. cat fega01 19/3/07 138 13:04 Página 138 mar menéndez reyes Efectivamente, yo veo el término abstracción más aplicable a los conceptos filosóficos o lingüísticos que al campo del arte. Es imposible crear algo de la nada, todo surge de un contexto determinado. Se trata, en todo caso, de lograr con lo ya existente nuevos planteamientos, enfoques diferentes, o lo que es lo mismo: alcanzar mayores cotas de originalidad. Crear algo nuevo y distinto a todo lo existente es un placer que muy pocos se han podido permitir, y yo diría que hoy es casi imposible. Lo que debieron sentir los primeros impresionistas, los primeros cubistas, los expresionistas abstractos norteamericanos tuvo que ser algo indescriptible. Pero difícilmente se podrá repetir hoy algo tan novedoso, casi todos los caminos están ya recorridos, hace tiempo que no hay nada absolutamente nuevo en este mundo del arte. Lo que hay más bien es un retomar, un neo, neo, neo; la transvanguardia permitió mirar hacia atrás y retomar el pasado aplicándole variaciones, hacer lo que ya se hizo pero con un sello personal. En el mundo actual la ciencia es la única que está creando algo nuevo, la única que se adentra constantemente en terrenos desconocidos. Soy consciente de que lo que yo estoy haciendo no es algo nuevo, si lo creyera me estaría engañando a mí mismo. Pero tampoco conozco actualmente movimientos artísticos novedosos. A falta de esas novedades son muchos los artistas y pensadores que recurren a la mezcla de culturas y tradiciones distintas en sus obras. El mestizaje está a la orden del día. Te quería preguntar ahora por la escultura, que también has practicado, aunque tu trabajo en esa área resulta muy bidimensional. ¿Estas esculturas pequeñas que veo aquí son las que hiciste para la exposición en la Sala Municipal de Alcorcón? En principio yo no las llamaría esculturas sino más bien pintoesculturas o esculturashechas-por-un-pintor. Creo que desvelan claramente su origen porque, aunque sean tridimensionales, no se pueden circular, no se puede dar la vuelta a su alrededor, son «de pared», de visión frontal; así que sólo son esculturas entre comillas. Estas que ves aquí no son las realizadas para la exposición de Alcorcón, son más geométricas, no están hechas con material de reciclaje. En aquella ocasión partí de una propuesta muy concreta, que consistía en que sin ningún material previo llevado de mi estudio, sólo con lo que encontrase en el punto limpio de la ciudad, un lugar donde la gente deja objetos de desecho, debía tratar de hacer una exposición en unos quince días. Era una novedad para mí trabajar con materiales reciclados. Pero acepté e hice lo que hice, tal como quedó fotografiado en el catálogo que se editó. La idea con la que trabajé fue la de reunir los materiales que componen un cuadro: el bastidor, la tela, la propia pintura, el cristal o las veladuras, y mezclar y combinar todo ello de maneras diferentes. Para mí fue una experiencia positiva. Entiendo, entonces estas de aquí son obras posteriores… ¿Distan mucho de las que hiciste aquella vez con los materiales reciclados? Las que estoy haciendo ahora son más pequeñas y no responden a esos condicionamientos, están más estructuradas, con un mayor sentido geométrico, como puedes ver. Están más pensadas, aunque eso no quiere decir que sean mejores, porque opino que una obra no es mejor por haber sido más pensada. Eva Hesse, una escultora norteamericana que me cat fega01 19/3/07 13:04 Página 139 pintando en las periferias de culturburgo 139 interesa mucho, decía que siempre había creído que cuanto más se pensase, mejor sería el arte, pero después de muchos años llegó a la conclusión de que lo mejor que se puede hacer es dejar que las cosas sucedan. Creo que en arte hay que pensar, pero es mejor hacerlo antes y después; en el momento de trabajar, hay que dar paso a lo inesperado, que sea sólo la mano la que piense. Los pájaros para cantar no leen tratados de ornitología, y el pintor tiene que dejar hacer a su instinto de artista. Se dice que los happenings, performances y demás acciones vienen a ser la última fase del gesto pictórico. ¿Crees que es lógica esta afirmación? Puede serlo. El expresionismo abstracto requiere realizar un cierto tipo de ballet delante del cuadro. No sé si has visto una filmación que hay de Pollock pintando, en la que parece estar bailando una danza delante de una de sus obras. Se trata de un dripping. Y es que el cuadro lo tienes que hacer moviendo la mano febrilmente y a su vez el cuerpo, el tiempo que haga falta, porque tiene que salir de un tirón. La mano va más deprisa que la mente, así que es mejor dejarla en libertad, pensar limitaría el movimiento, lo agarrotaría. Pero tampoco es fácil anular la mente, que siempre va a estar queriendo interferir y frenar el ritmo del trabajo. Si en la pintura de acción nos quedamos con el movimiento corporal, la liberación expresiva y la espontaneidad, el resultado es un happening. Siguiendo las claves de Worringer y de otros autores que relacionan la abstracción con una concepción romántica de aislamiento de la realidad como respuesta a un mundo hostil, ¿crees que podíamos llegar a la conclusión de que la Europa destrozada tras la segunda guerra mundial y la pérdida de las esperanzas democratizadoras en España dieron pie, de alguna forma, al interés que suscitó el informalismo por las mismas fechas? La verdad es que se ha escrito bastante sobre ese tema. Yo no viví esos años inmediatos, pero creo que el arte de posguerra surgió como una vía de escape a la terrible experiencia que se había vivido recientemente. La guerra se llevó también consigo toda la vanguardia histórica, una vanguardia que era, en general, bastante optimista en su confianza en el futuro y el progreso de la humanidad. Después de Hiroshima y Nagasaki es imposible seguir siendo optimista. Hoy sabemos que el progreso trae aparejados grandes males. Sí, probablemente muchos artistas europeos recurrieron a la pintura abstracta para evadirse de una realidad más dura aun que la que acechaba al hombre primitivo que, al fin y al cabo, podía construir armas para defenderse de las fieras; pero el poder de destrucción del hombre moderno es inmenso, de las bombas atómicas no te puedes defender. Habría que hacer una salvedad con respecto al mundo musulmán, que ha llegado a la abstracción y a la geometría por otros caminos, ya que le estaba vedado reproducir la figura humana. En la consecución de la abstracción gestual también ha tenido mucho que ver la vanguardia surrealista y su escritura automática, que intentó la anulación de la conciencia, de lo racional, en beneficio de lo instintivo y de lo subconsciente, pero detrás de esa actitud estaba la desconfianza en lo racional. Quizás sea ésta la primera vez que los humanos des- cat fega01 19/3/07 140 13:04 Página 140 mar menéndez reyes confiaron de aquello que les ha constituido como tales. Por lo demás, claro está que las circunstancias históricas pueden ser responsables de un cambio de estilo. Te mueves en el terreno de la pintura en un momento en que algunos están vaticinando su muerte. Ya sabes, que si vivimos en la era de la información y de la imagen, y que a nuevos tiempos nuevas formas de expresión… ¿Cómo ves este debate? Hay mucha gente que dice que la pintura está muerta y me sorprende oír eso de gente que yo tengo por inteligente. La pintura, al igual que cualquier otra forma de expresión, no puede morir mientras haya seres humanos. Esos agoreros llevan ya tiempo profetizando la muerte de la pintura sin que hayamos asistido aún a su entierro. ¿Por qué tendría que morir la pintura? ¿Por qué tendría que morir cualquier forma de expresión? En el fondo son estrategias de poder que buscan algunos para tratar de darse a conocer e influir en los demás con teorías aparentemente novedosas. Es muy difícil crear un arte innovador, que diga cosas nuevas, pero no se pueden confundir los medios técnicos empleados para crear la obra con la novedad de dicha obra. Existen pocos artistas con un mundo propio, no es fácil encontrar obras originales. Lo que predomina es la mediocridad. Una estupidez hecha en vídeo no deja de ser una estupidez, y si con un tizón de una hoguera haces una gran obra, seguirá siendo una gran obra con independencia de la sencillez del material empleado para su ejecución. Ese debate es absurdo y la glorificación de la tecnología por el simple hecho de ser actual es una equivocación, en videoarte se lleva ya trabajando algunas décadas y no por eso hay que condenarlo. Trabajar con ordenadores no aporta nada, no es ningún valor añadido, todo depende de lo que se haga con ellos, y lo mismo sucede con la fotografía o el desarrollo de una instalación. Apostando por el cuadro tienes ciertos condicionamientos, pero también tienes un gran espacio de libertad e inmediatez. Todas las técnicas tienen sus ventajas y también sus servidumbres, pero es bueno que estén ahí y que el artista escoja aquella con la que se sienta más a gusto. No sobra ninguna. ¿Crees que el público en general se deja influir por esas modas? El público se mueve más lentamente, es difícil romper una inercia. Pienso que el gran público sigue interesado por la pintura. Además de la gran historia que tiene detrás, la pintura se concibe como objeto de valor, una inversión estable, y esto a pesar de la insistencia de una gran parte del estamento artístico en arrinconarla. Hoy en día muchos gestores culturales apuestan por el espectáculo, hasta el extremo de que las programaciones de muchos museos de arte contemporáneo tienen algo de circense. Se antepone el espectáculo y el «más difícil todavía» a la calidad de la obra. Buscan así acrecentar el número de visitas y justificar la existencia del museo. Una sociedad acelerada como la actual no tiene tiempo para la contemplación y la meditación que requiere el hecho de enfrentarse a una obra estática como es la pintura. Pero también es cierto que en países como EE UU o Alemania, después de un largo parón, lo que más se está exponiendo en las galerías es pintura. Sólo hay que entrar en Internet y comprobar que galerías americanas como Mary Boone o Leo Castelli, o la suiza Bruno Bischofberger y muchas otras de gran prestigio, tie- cat fega01 19/3/07 13:04 Página 141 pintando en las periferias de culturburgo 141 nen la nómina de pintores al completo. Pero en España se ha seguido durante mucho tiempo con esa tontería de la muerte de la pintura, y se ha apostado por otro tipo de arte aparentemente más conceptual. ¿Cómo que la pintura no tiene concepto? Tiene tanto o más que el arte conceptual. Meter un mundo en dos dimensiones resulta increíblemente difícil. Creo que todas las formas de expresión pueden convivir perfectamente entre sí sin excluirse, y que, si la obra es buena, si transmite algo, el público sabrá apreciar ese trabajo al margen de la técnica empleada. cat fega01 19/3/07 13:04 Página 142 cat fega01 19/3/07 13:04 Página 143 LUIS FEGA Piantón, Asturias, 1952 EXPOSICIONES INDIVIDUALES 2006 Galería Cornión, Gijón 2005 Galería Marisa Marimón, Ourense Galería May Moré, Madrid 2004 Galería Bach Quatre, Barcelona 2003 Galería Cornión, Gijón Galería Italia, Alicante Centro Municipal de Cultura de Alcorcón, Madrid Museo de Bellas Artes de Asturias, Oviedo 2002 Galería May Moré, Madrid 2001 Galería Fernando Silió, Santander Galería Vértice, Oviedo 2000 Galería La Nave, Valencia Galería Anexo, Pontevedra 1999 Galería Cornión, Gijón Galería May Moré, Madrid 1997 Palacio Revillagigedo Centro Internacional de Arte, Gijón 1996 Galería Trazos Tres, Santander 1995 Galería May Moré, Madrid Galería Trinta, Santiago de Compostela 1993 Galería Cornión, Gijón Galería Bretón, Valencia Galería Abel Lepina, Vigo Galería Emilio Navarro, Madrid Galería Trece, Castellón 1992 Galería Trazos Tres, Santander 1991 Galería Cornión, Gijón Galería Nuba, Madrid Galería Espacio 40, Vitoria Galería Mácula, Alicante 1990 Galería Emilio Navarro, Madrid Galería Bretón, Valencia 1989 Galería Cornión, Gijón Galería Mácula, Alicante Galería Trazos Tres, Santander 1988 Capilla del Oidor. Fundación Colegio del Rey, Alcalá de Henares Galería Cornión, Gijón Galería Pierre Parat, París cat fega01 19/3/07 13:04 144 Página 144 currículum 1987 Galería Rubén Forni, Bruselas 1986 Galería Arte en Europa, Madrid 1985 Casa Municipal de Cultura, Avilés Casa Municipal de Cultura, Sama de Langreo Galería Nicanor Piñole, Gijón 1977 Galería Torrado, Pontevedra Sala Matisse, Santiago de Compostela Modus Vivendi, Santiago de Compostela 1976 Sala Belroy, Benidorm Círculo Mercantil, Santiago de Compostela FERIAS DE ARTE 2006 Estampa 2006. Galería Arte e Inversión, Madrid 2005 Colonia Art Fair (5 Internationale messe für aktuelle Kunst). Galería May Moré, Madrid 2004 Miart. 9ª Feria Internacional de Arte Moderno y Contemporáneo de Milán. Galería May Moré, Madrid Estampa 2004. «Artista invitado» (autor de la imagen oficial de la feria). Stand personal, Madrid Estampa 2004. Galería Multiplicidad, Madrid Arte Lisboa. 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VELA, CARMEN, «Tres españoles rompen muros», Expansión (9-3-2002). cat fega01 19/3/07 13:04 Página 155 ÍNDICE DE ILUSTRACIONES Cabeza, 1980 Acrílico sobre lienzo. 105 x 75 cm Colección del artista (p. 5) Gondal, 2005 Acrílico sobre lienzo. 150 x 150 cm Colección del artista (p. 38) Los Oscos, 1986 Acrílico sobre lienzo. 105 x 75 cm Colección particular (p. 10) Frás, 2005 Acrílico sobre lienzo. 165 x 220 cm Colección particular, Madrid (p. 40) Los Oscos, 1987 Acrílico sobre lienzo. 105 x 75 cm Colección del artista (p. 12) Sin título, 2005 Acrílico sobre lienzo. 65 x 54 cm Colección particular, Madrid (p. 42) Paisaje, 1987 Acrílico sobre lienzo. 55 x 46 cm Colección del artista (p. 14) Broga, 2006 Acrílico sobre lienzo. 150 x 150 cm Colección del artista (p. 44) Abalón II, 1998 Acrílico sobre lienzo. 160 x 106 cm Colección particular, Madrid (p. 16) Pruida, 2006 Acrílico sobre lienzo. 160 x 220 cm Colección particular, Asturias (p. 46) Loura, 2000 Acrílico sobre lienzo. 140 x 180 cm Colección particular, Asturias (p. 18) Tunco, 2006 Acrílico sobre lienzo. 150 x 150 cm Colección particular, Asturias (p. 47) Prosne, 2001 Acrílico sobre lienzo. 150 x 150 cm Colección particular, Madrid (p. 20) Ensobo, 2003 Técnica mixta. 74 x 70 x 14 cm Colección del artista (p. 72) Aroe, 2002 Acrílico sobre lienzo. 160 x 220 cm Colección Galería Cornión, Gijón (p. 22) Ovario, 2003 Técnica mixta. 40 x 94 x 9 cm Colección del artista (p. 74) Tabes, 2002 Acrílico sobre lienzo. 200 x 200 cm Colección particular, Londres (p. 24) Miula, 2003 Técnica mixta. 38 x 66 x 10 cm Colección del artista (p. 76) Juga, 2002 Acrílico sobre lienzo. 200 x 200 cm Colección particular, Madrid (p. 26) Acrolo, 2003 Técnica mixta. 49 x 127 x 18 cm Colección del artista (p. 78) Frunjo, 2004 Acrílico sobre lienzo. 150 x 150 cm Colección Banco Popular, Madrid (p. 28) Cirbo, 2003 Técnica mixta. 44 x 61 x 6 cm Colección del artista (p. 80) Brata VII, 2005 Acrílico sobre lienzo. 81 x 100 cm Colección particular, Madrid (p. 30) Borca, 2005 Acrílico sobre lienzo. 200 x 200 cm Colección Egon Zehnder International, Munich (p. 32) Caraba, 2005 Acrílico sobre lienzo. 65 x 54 cm Colección particular, Madrid (p. 34) Oculto II, 2007 Acrílico sobre lienzo. 150 x 150 cm Colección del artista (p. 36) cat fega01 19/3/07 13:04 Página 156 cat fega01 19/3/07 13:04 Página 157 ÍNDICE CONSIDERACIONES SOBRE LA PINTURA DE LUIS FEGA [«DU MUSST DEIN LEBEN ÄNDERN»] FERNANDO CASTRO FLÓREZ LUGARES DE LA PINTURA LIENZOS NOMBRAR EL LÍMITE (NOTAS SOBRE LOS «OBJETOS PICTÓRICOS» DE LUIS FEGA) PEDRO ALBERTO CRUZ SÁNCHEZ LUGARES DE LA PINTURA OBJETOS PINTANDO EN LAS PERIFERIAS DE CULTURBURGO. UNA CONVERSACIÓN CON LUIS FEGA MAR MENÉNDEZ 9 49 73 83 131 CURRÍCULUM LUIS FEGA 143 BIBLIOGRAFÍA 149 ÍNDICE DE ILUSTRACIONES 155 cat fega01 19/3/07 13:04 Página 158 cat fega01 19/3/07 13:04 Página 159 cat fega01 19/3/07 13:04 Página 160