El Amparo Federal Argentino y la `doble instancia`

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Voces: ACCION DE AMPARO ~ FUERO FEDERAL ~ COMPETENCIA PROVINCIAL ~ PODER
JUDICIAL PROVINCIAL ~ COMPETENCIA ~ CORTE SUPREMA DE JUSTICIA DE LA NACION ~
CONSTITUCION NACIONAL ~ DOBLE INSTANCIA ~ RECURSO EXTRAORDINARIO
Título: El Amparo Federal Argentino y la "Doble Instancia"
Autor: Egües, Alberto J.
Publicado en: LA LEY
La superioridad de las normas comunes a los Estados miembros de cualquier asociación interestadual, respecto a
las normas locales propias de cada uno de ellos, es un aspecto esencial de cualquier vínculo asociativo entre
Estados sin cuyo reconocimiento y efectiva aplicación no puede prosperar ninguna forma federativa (1).
Cualquiera sea el modo o la intensidad con la que se unan e integren los Estados de una asociación federativa; o
los órganos que diseñen como instrumentos tendientes a lograr los beneficios comunes que espera alcanzar la
asociación, la dinámica propia de esta última conlleva una tendencia centrípeta que si bien tiende a superar las
asimetrías preexistentes entre sus miembros, por otro lado suscita cierta resistencia a someterse a las reglas
comunes.
Ello así, el modo de hacer efectiva la obligatoriedad de las reglas delegadas en la asociación frente a sus Estados
miembros quizás resulte el aspecto más crítico de cualquier índole de asociación federativa, en tanto comporta,
la necesidad de establecer mecanismos y órganos con aptitud suficiente para hacer prevalecer la solución común
frente a la resistencia inversa de los miembros de la federación.
Esa fue, al decir de Tocqueville: "la obra maestra" de la Constitución norteamericana al establecer "la acción
directa del gobierno federal sobre los gobernados .... para obligarlos a obedecer las leyes... de tal suerte que los
tribunales federales no tuviesen nunca que entendérselas más que con individuos" (2), que son los destinatarios
finales y reales de cualquier sistema normativo.
Sin embargo, la insuficiencia de los medios previstos en la organización jurisdiccional argentina para hacer
efectiva en los ámbitos locales de las provincias la solución adoptada por los órganos de la asociación federativa,
o aquella solución que la federación se ha obligado hacer prevalecer en su territorio frente a otros Estados, es un
mal que se arrastra desde las mismas leyes de 1863 que la instrumentaran.
A fuerza de las adiciones y supresiones efectuadas por el legislador argentino al modelo norteamericano de la
"Judiciary Act" de 1789, las leyes que en 1863 organizaron el ejercicio de la jurisdicción federal argentina
culminaron canalizando todas las posibilidades de impugnación de los actos locales a través del "recurso
extraordinario" ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación del art. 14 de la ley 48.
Este error conceptual del legislador de 1863, que por vía de su ausente reglamentación legislativa cercenó a los
"tribunales federales inferiores de la Nación" (3) la posibilidad de resolver las mismas causas y los mismos
recursos cuya decisión atribuyó con exclusividad a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, sigue siendo uno
de los enigmas mejor guardados del derecho argentino.
Dicho en otras palabras: ¿Por qué los jueces federales no podrían decidir aquellas cuestiones que, bajo las
mismas circunstancias, puede decidir la Corte Suprema?
Habida cuenta de que ni el "recurso extraordinario" del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación es así
denominado por el art. 14 de la ley 48 (4); ni su especie más usual de "arbitrariedad manifiesta" se encuentra
reglamentada por el legislador (5), resulta razonable indagar si los jueces de los tribunales federales inferiores de
la Nación no podrían ejercer la jurisdicción que les atribuyen los arts. 108, 116 y 43 de la Constitución Nacional
para resolver esa misma índole de "recursos" que la Corte Suprema de Justicia se considera habilitada a decidir.
Esa indagación preliminar que proponemos resulta tanto o más significativa si se repara, no sólo en el notorio
exceso de los recursos que agobian la tarea del Alto Tribunal al punto de obstruir su funcionamiento, sino en la
correlativa necesidad de tutelar los derechos individuales conforme a pautas procesales de "igualdad", "debido
proceso" y "doble instancia" previstas en los tratados internacionales de derechos humanos que la Nación se ha
obligado a respetar.
De los "Bueyes de Bentefürh" a "Riopar" y "Marchi"
Una forma de responder al interrogante que proponemos resulta de considerar la evolución jurisprudencial de la
Corte Suprema de Justicia a partir de sus primeros pronunciamientos de 1864 que, con sustento normativo en la
ley 48, sostuvo que "habiéndose reservado las Provincias ...el derecho de darse instituciones propias para su
régimen interior, es con arreglo a ellas y por las autoridades que establezcan al efecto que deben juzgarse y
castigarse sus 'magistrados' por los abusos de autoridad o delitos que cometan, perjudicando a individuos o
intereses locales solamente; porque de lo contrario los tribunales nacionales intervendrían en el gobierno interior
de las provincias y sus "magistrados" no serían los agentes de un poder independiente y soberano" (6).
Ese criterio utilizado al resolverse la causa "Nazar" (7) fue reiterado por la Corte Suprema de Justicia al resolver,
en 1865, la causa "Tomás Quintana" (8), oportunidad en la cual sostuvo que "los jueces provinciales son
independientes de la justicia nacional en el ejercicio de sus funciones y por ende no pueden ser demandados ante
ésta para responder de las faltas que comentan procediendo en las causas que conocen" (9).
Tales expresiones del Alto Tribunal si bien dan la impresión de haberse dirigido sólo a desechar la posibilidad de
accionar ante la justicia federal, directamente contra la persona del juez o autoridad provinciales que dictase un
acto contrario a la Constitución Nacional, por otro lado brindaban una idea algo equivocada respecto de la
"independencia y soberanía" de las provincias, al punto de presentarlas casi como Estados que no se hubiesen
asociado en un pacto federativo que estuvieran obligadas a respetar.
Esa dificultad resultante de la literalidad de los precedentes "Tomás Quintana" y "Nazar" (10), se manifestaba al
sostenerse concomitantemente que la imposibilidad de accionar ante la justicia federal "no importa reconocer
que la justicia nacional sea impotente en algún caso para proteger los derecho garantidos por la Constitución
Nacional; pues si las autoridades provinciales que los violan no pueden ser demandadas ante los tribunales de la
Nación, pueden serlo sus agentes o los ejecutores de los mandamientos inconstitucionales y, por este medio,
obtener los agraviados la conveniente protección y las reparaciones que le sean debidas" (11).
Sin embargo, este último aspecto del precedente "Nazar" (por el cual no se podía accionar contra el "juez" pero
sí era posible hacerlo contra el "Oficial de Justicia" o "el carcelero") (12), fue olvidado tras la incorporación de
José Benjamín Gorostiaga y dejado de lado a partir de un colorido asunto vecinal cuya solución derivó en el
dictado de dos sentencias de la Corte Suprema que, en conjunto, marcaron el rumbo de la cuestión en la
Argentina.
En ambas sentencias se trató de los reclamos que formuló un vecino de origen norteamericano, apellidado
Bentefürh, respecto a "unos bueyes ...que entraron a la quinta de Bentefürh causando algún daño", por lo que el
dueño de los bueyes "se presentó en demanda ante el Juzgado de Paz ofreciendo pagar el daño... El Juez de Paz
ordenó la entrega de los bueyes pero Bentefürh desobedeció la orden. Entonces el Juez de Paz comisionó a un
alcalde para que sacara a esos animales y los entregara a su dueño. Constituídose el alcalde en la quinta de
Bentefürh, su mujer lo recibió con injurias y amenazas, y habiendo armado a sus peones, y armada ella misma de
un rifle cargado, los intimó que el primero que se acercara a los bueyes lo mataría de un balazo... desarmada ella
y sus peones y sacados los animales... el Juez de Paz pasó los antecedentes al Juez del Crimen y pendiente éste,
Bentefürh entabló demanda ante la Justicia Nacional contra el Juez de Paz de Moreno por violación de domicilio
y maltratiempo de su esposa. El fallo de la Corte Suprema de Justicia del 17 de Enero de 1871 ...declaró que la
causa no correspondía a la Justicia Nacional" (13).
Ese pintoresco asunto resultó decisivo para definir los iniciales alcances de la jurisdicción de los tribunales
federales inferiores de la Nación, a quienes el art. 116 de la Constitución Nacional otorga de un modo idéntico al
de la Corte Suprema de Justicia, con excepción del ámbito "originario y exclusivo" que a esta última reserva el
art. 117.
En tal sentido, no puede perderse de vista que, tanto entonces como ahora, los jueces de los tribunales inferiores
se sienten movidos a seguir el criterio interpretativo del órgano superior jerárquico, a cuyo conocimiento
acceden a través de la "suma" o "síntesis" de la decisión que, en aquellos años, concretaban los Secretarios (14)
de la Corte Suprema de Justicia a los fines de su publicación.
Como consecuencia de esta práctica resultó que si bien en ninguno de los dos fallos "Bentefürh" la Corte
Suprema de Justicia llegó a expresar aquello que se publicó como "síntesis" de sus sentencias, tales "sumas"
adquirieron un valor dogmático por sí mismas y fueron en tal condición citadas por las subsiguientes sentencias.
Así, la primera sentencia del caso "Bentefürh" de Enero de 1871 fue sintetizada en términos no expresados por el
Tribunal (aunque verosímilmente compartidos por éste), según los cuales "la violación de las garantías
constitucionales relativas a la propiedad, libertad y vida de los habitantes de la República no sujeta, por sí sola,
las causas que de ella surjan al fuero federal" (15).
Por su parte, la segunda sentencia del mismo caso "Bentefürh" de Noviembre de 1871 fue sintetizada en
términos tampoco expresados por el Tribunal según los cuales "las demandas sobre reparación de daños y
perjuicios causados por los procedimientos de un juez provincial no corresponden al conocimiento de la justicia
nacional" (16).
Ambas "síntesis" del caso de "los bueyes de "Bentefürh" han sido reproducidas desde 1871 por los sucesivos
precedentes de la Corte Suprema que les otorgó un valor dogmático semejante a la letra misma de la ley, pese a
que no expresan un criterio del todo acertado acerca de los alcances de la jurisdicción que la Constitución
Nacional otorga a los órganos jurisdiccionales federales.
Así ocurrió en 1866 al comenzar a profundizarse el camino y resolverse el caso "Hermanos Rodríguez", que
fuera la primera ocasión en que la Corte Suprema de Justicia rechazó explícitamente la facultad de los jueces
federales de revisar las decisiones de los jueces provinciales afirmando que "...la justicia nacional carece de
jurisdicción para rever los procedimientos de los jueces de provincia en asuntos de su competencia, ya sea
admitiendo recursos que de ellos se interpongan, ya conociendo de demandas que tiendan al mismo fin..." (17).
Sin embargo, el error resultante de la amplitud de la doctrina de "Hermanos Rodríguez" conllevaría a sostener
que ni siquiera la Corte Suprema de Justicia podría revisar los "procedimientos" judiciales sustanciados en el
ámbito de las provincias, en tanto que el Alto Tribunal también forma parte del poder judicial federal al cual
encabeza.
Más aun y de ser exacto el criterio de "Hermanos Rodríguez", ello implicaría que las provincias serían ajenas al
cumplimiento de las garantías procesales reconocidas en la Constitución Nacional (como la defensa en juicio, la
imparcialidad de los jueces, la prohibición de declarar contra sí mismo, etc.), en tanto que los actos de tal especie
serían insusceptibles de revisión por los jueces federales.
No obstante el desacierto de esa perniciosa doctrina (18), ella fue reiterada por la Corte Suprema de Justicia en
1868 al resolver el caso "Herrera de Contreras" (19), en que limitó el error más saliente de su anterior doctrina
afirmando "que ... los tribunales nacionales ... no tienen autoridad para revisar los procedimientos de los jueces
de provincia, sino en los casos enumerados en el art. 14 de la ley (48), sobre competencia de jurisdicciones".
Este restringido criterio interpretativo de los arts. 108 y 116 de la Constitución Nacional que de un modo
indirecto, y al modo de la jurisprudencia norteamericana, exigía la existencia del doble requisito de norma
constitucional y ley reglamentaria, para habilitar el ejercicio de la jurisdicción por los tribunales federales, volvió
a ser sostenida por la Corte Suprema de Justicia en el año 1876.
En esa ocasión y al resolver el caso "Pinto de Aráoz" (20), la Corte Suprema otorgó sustento normativo a su
doctrina limitativa de la jurisdicción de los tribunales federales en lo dispuesto en la ley 44 (21), sosteniendo que
esta última había sido sancionada "como complementaria del artículo" 7° de la Constitución Nacional y disponía
que "los actos y procedimientos judiciales una vez autenticados deben surtir ante todos los tribunales y
autoridades en todo el territorio de la Nación los mismos efectos legales que en la Provincia en que se hayan
originado".
Con ese razonamiento y con fundamento en la ley 44 actualmente derogada (22), la Corte Suprema de Justicia
sostuvo que "los tribunales de una provincia no pueden declarar la nulidad de los procedimientos llevados a cabo
en otra provincia".
Sin embargo, esta doctrina en apariencia acertada, en tanto se refiere a las facultades de los tribunales
provinciales respecto de los procedimientos judiciales llevados a cabo ante otros tribunales provinciales de
idéntica jerarquía constitucional, deja de serlo en relación a las atribuciones propias del poder judicial federal
para revisar los "procedimientos" sustanciados ante los tribunales provinciales, pues, en tales circunstancias, la
cuestión no se dirime entre autoridades judiciales de idéntica jerarquía y jurisdicción, sino su opuesto más
notorio.
Esa diferencia esencial respecto de la índole de la jurisdicción que ejercen los tribunales federales y provinciales,
sin embargo, no se encontraba en el pensamiento de la Corte Suprema de Justicia de aquellos años que, al
resolver en ese mismo año 1876 el caso "Cattarini" (23), insistió en su dogmática doctrina de "Bentefürh" según
la cual "las demandas sobre reparación de de daños y perjuicios causados por los procedimientos de un juez
provincial no corresponden al conocimiento de la justicia nacional" (24).
Como un buque que ha errado el rumbo, y cuanto más navega más se aleja de su destino, la errada comprensión
de la jurisdicción federal que resultó de los primeros fallos "Bentefürh" se acentuó en los subsiguientes, como
consecuencia de la interpretación que de esos mismos fallos hicieron los jueces federales "de sección" (25), en
un ida y vuelta entre la Corte y los jueces, que no hizo sino retroalimentar el equívoco inicial de percepción
respecto a la índole de la asociación federativa.
Así lo evidenció la solución que el juez federal de Corrientes, Carlos Luna, dispensara en 1878 al caso "Tomás
Rea" (26), donde, a través de una elaboración propia de los fallos "Nazar" y "Tomás Quintana", sostuvo sin más
que "las garantías que la Constitución Nacional acuerda a la vida, propiedad y libertad de los habitantes de la
República, deben respetarse y hacerse efectivas por ambos Gobiernos Nacional y Provincial con entera
independencia, pues, de lo contrario, el Gobierno Nacional sería superior al provincial y la Justicia Nacional
tendría que vencer los actos de las autoridades de provincias, siempre que se alegase que estos habían violado en
sus procedimientos algunas de esas garantías; pero evidentemente esto contrariaría y destruiría el sistema de
Gobierno establecido por la misma Constitución, y por esta razón la interpretación constante que se ha dado a los
artículos de la Constitución, que acuerdan esas garantías, es que ellos no constituyen a los Jueces Nacionales en
autoridades superiores para reparar cualquier violación de ellas, sino que éstas sólo tendrán jurisdicción, cuando
sean violadas por o contra una autoridad nacional..." (27).
Esa gravemente desacertada argumentación del Juez Luna, sin embargo, se encuentra tan bien redactada que
durante más de un siglo iluminó en el error a la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia, convirtiéndose en
el más serio escollo al desarrollo de las instituciones argentinas y afianzamiento de su poder judicial.
En efecto, parece evidente que (a la inversa de la convicción que sintetizara el Juez Luna) las autoridades del
Estado federal son siempre "superiores" a las autoridades de los Estados locales en relación a las materias o
cuestiones delegadas en los órganos centrales, pues, de otro modo, no existiría especie alguna de "asociación
federativa" entre Estados, sino una suerte de "relación afectiva" entre ellos, de la cual no se derivaría
consecuencia alguna.
Así resulta, por otra parte, no sólo de la práctica de la totalidad de las asociaciones políticas federativas
conocidas, sino también del texto expreso de la Constitución Nacional cuyos artículos 5, 31 y 121, entre tantos
otros, diseñaron y organizaron una forma de Estado "federal", en que la superioridad de las normas federativas
respecto de aquellas correspondientes a los Estados asociados en las materias por éstos delegadas, es la clave de
bóveda del "pacto federativo".
Así también ya lo había señalado, en 1819, la Corte Suprema Norteamericana a través del precedente
"McCulloch vs Maryland" (28), considerado por la doctrina de ese país (29) como la mayor elaboración jurídica
del Juez Marshall que, en sustancia, sostuvo la nulidad de los actos de los estados provinciales contrarios al
derecho delegado en tanto que "los Estados no pueden usar los poderes de que están investidos para destruir u
obstruir las medidas federales, pues en caso contrario se daría el absurdo de que dominasen a un poder que,
según la Constitución es superior a ellos".
No existe pacto federativo en que esa regla no se establezca ni asociación política de esa especie en que no se
cumpla, pues si las autoridades del Estado federal no son "superiores" a las locales y tienen la capacidad de hacer
efectivas las decisiones que aquéllos les delegaran adoptar, entonces no hay federación ni aquello que se
denomine tal tiene el menor sentido, ante la superioridad de las autoridades locales para imponer judicialmente
su criterio, cualesquiera que sean las materias cuya decisión dijesen delegar en los órganos centrales.
Y si bien es cierto que tanto a la federación como a las provincias que la integran les puede corresponder la
facultad de aplicar las normas comunes delegadas, conforme así lo acuerden en el pacto federativo que las une,
ello no significa ni jamás podría significar una hipotética "independencia" de los estados miembros para que, a
su antojo, cumplan o no cumplan con las reglas comunes.
En realidad, y a la inversa de la doctrina que se expresó en el caso "Tomás Rea", el objeto mismo de la creación
y funcionamiento de los jueces y tribunales federales consiste en "vencer los actos de las autoridades de la
provincias, siempre que se alegase que éstos han violado en sus procedimientos algunas de las garantías" de la
Constitución Nacional que, precisamente, conforman el objeto mismo de la asociación política federativa.
No hacerlo, esto es, "no vencer" respecto de los casos particulares (judiciales o no) los actos de las autoridades
de las provincias cuando se apartan de lo previsto en el pacto federativo es aquello que "evidentemente
contrariaría y destruye el sistema de Gobierno establecido por la misma Constitución", como, de hecho, ha
venido ocurriendo en Argentina desde la dogmática adopción de la convicción del Juez Luna de 1878.
Ello es así, porque al haber reducido a cenizas los alcances de la jurisdicción federal que los arts. 108 y 116 de la
Constitución Nacional le atribuyen por igual a la Corte Suprema de Justicia "y" a los tribunales inferiores de la
Nación, restringiéndola al ámbito del recurso extraordinario, condujo al Alto Tribunal a venir en ser el capitán
sin tripulación de un buque librado a las tempestades de las ideologías políticas.
Se consolidó así, a partir del precedente "Tomás Rea", un concepto equivocado de los alcances de la jurisdicción
federal en la Argentina que, lejos de ser apreciada en su verdadera significación de gendarme de la Constitución
Nacional y custodio de las garantías individuales frente a cualquier otro órgano provincial o federal, pasó a ser
apreciada como un fuero más, de índole especializada, destinada a las cuestiones "marítimas" o de "distinta
vecindad" de las personas.
El criterio de "Tomás Rea" (30) se erigió en dogma axiomático de la Corte Suprema de Justicia que, al resolver
en 1922 el caso "Berta e Hilda Barraquero" (31), insistió en considerar "manifiesto" que "la jurisdicción federal
no procede.., porque la reparación de los agravios que se dicen originados por resoluciones de los tribunales
locales debe buscarse ante los mismos tribunales, sin más recurso para ante esta Corte que el autorizado por el
art. 14 de la ley 48".
No obstante que ello contradecía el más acertado criterio de Matienzo (entonces Procurador General de la
Nación), la Corte Suprema asumió la defensa de su doctrina a partir de "los términos claros y precisos del art. 7°
de la Constitución Nacional", en razón del cual "las provincias... son soberanas en la aplicación de las leyes
civiles, comerciales y penales".
Sin embargo, y contrariamente a lo entonces sostenido, ni el art. 7° de la Constitución Nacional consagra especie
alguna de "soberanía provincial", ni de "soberanía en la aplicación de las leyes"; ni de las provincias; ni de sus
jueces; ni de los órganos federales; ni de sus jueces, en tanto que dicho atributo sólo reside en el pueblo de la
Nación y no en sus órganos o funcionarios.
Por el contrario, el art. 7° de la Constitución Nacional es directamente tributario del art. IV, Sección 1 de la
Constitución norteamericana de 1787 (32) que, al "convertir en una norma de derecho político a un principio de
derecho internacional público" (33), sólo previó el reconocimiento instrumental directo entre las provincias del
cumplimiento de las formalidades "ad solemnitatem", que se exigen para la validez formal de los actos jurídicos
en las restantes.
Ese reconocimiento directo de la "validez formal" de los instrumentos emanados de un Estado miembro de la
federación en los restantes de ningún modo excluye a tales actos locales de la necesidad en que se encuentran de
cumplir con los requisitos de validez sustancial de los actos jurídicos que tienden a acreditar y que resultan de la
misma Constitución Nacional o del derecho federal común (34).
Se trata de cuestiones claramente diferentes, pues, si bien las "formas o solemnidades" de los actos jurídicos son
regidas en el derecho internacional por el principio "locus regit actum" (35) conforme así lo receptó el art. 7º de
la Constitución Nacional; los requisitos de validez sustancial de los actos jurídicos siempre se rigen por las leyes
del lugar respecto de la cual se pretende su ejecución ("lex loci executionis") conforme así lo establecen los arts.
8 y 949 del Código Civil.
En realidad y como sostuvo la misma Corte Suprema de Justicia en 1939, "... el territorio de la República debe
considerarse sujeto a una soberanía única. Si así no fuera, si los actos, contratos, sentencias, procedimientos
judiciales, etc, etc, fueran a ser sometidos a tantas legislaciones distintas como jurisdicciones provinciales
existan en el país, se habría desvirtuado en el hecho no sólo la regla del art. 7 de la Constitución Nacional sino
también la del art. 75, inc. 12 que establece la unidad de la legislación civil en todo el territorio" (36).
Este sendero jurisprudencial nunca adquirió la profundidad que merecía, ni siquiera tras la derogación de la ley
44 por el decreto ley 14.983/57 (37) que, si bien eliminó los excesos de la norma original, reglamentó de un
modo opinable al art. 7º de la Constitución Nacional, imponiendo la exigencia de cierta "legalización de los actos
locales" como condición para dispensarles el reconocimiento que les otorga la norma constitucional.
Ello es así, pues, en rigor de verdad, y conforme lo establece ese art. 7º de la Constitución Nacional, no se trata
de "legalizar" actos o procedimientos judiciales que por sí mismos se reputan tales y "gozan de entera fe" en todo
el país, sino del modo o forma de probar la materialidad del acto que se invoca extraterritorialmente frente a las
autoridades de otra provincia.
En tal sentido, acierta Quiroga Lavié al señalar que el art. 7º de la Constitución Nacional consagra una forma de
"extraterritorialidad del derecho provincial al ámbito territorial de las restantes provincias" (38) de la federación,
lo cual sujeta el reconocimiento federativo de dichos "actos" o "procedimientos judiciales" locales a su
cumplimiento de los requisitos de validez sustancial resultantes de la ley federal común, los tratados y la
Constitución Nacional.
Dicho de otro modo y si bien los "actos" y los "procedimientos judiciales" que instrumenten las provincias en
ejercicio de las facultades que les reconoce el art. 5º de la Constitución Nacional "gozan de entera fe en las
demás", ello no los exime: a) ni de la prueba de su materialidad; b) ni de cumplir con las reglas sustanciales de
validez, a las cuales se sujeta el reconocimiento federativo.
En éste denotó haber evolucionado cierto aspecto de la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia que, en
1996 en el caso "Riopar" (39) condicionó el reconocimiento federativo de los efectos extraterritoriales de una
sentencia judicial pronunciada en el extranjero al cumplimiento que se hubiese otorgado en el procedimiento
judicial al principio del debido proceso adjetivo resultante de la Constitución Nacional.
En esa ocasión, la Corte Suprema de Justicia señaló "que el principio del debido proceso adjetivo está
consagrado en el art. 18 de la Constitución Nacional, integra el orden público internacional argentino y a él debe
conformarse no sólo todo procedimiento jurisdiccional que se lleve a cabo en jurisdicción argentina, sino
también todo procedimiento que concluya en la sentencia o resolución dictada por autoridad judicial extranjera
con efectos extraterritoriales en la República Argentina".
En un sentido similar, al resolver recientemente el caso "Marchal" (40), la Corte Suprema de Justicia insinúa
comenzar a extender idéntico criterio respecto de la "doble instancia" prevista por el art. 8.2., apartado h de la
Convención InterAmericana de Derechos Humanos, descalificando por exceso ritual a la sentencia que se negó a
"examinar y resolver la cuestión constitucional" en torno a la aplicabilidad de dicha norma en el caso.
No obstante, y hasta el presente (41), la Corte Suprema de Justicia no ha extendido la doctrina insinuada en los
precedentes "Riopar" (42) y "Marchal", en relación al ejercicio de la jurisdicción constitucional por los
"tribunales inferiores de la Nación" respecto de los actos provenientes de los jueces o autoridades de provincia,
que mantiene concentrados ante sus estrados pese a la notoria ventaja que le irrogaría su descentralización.
Así y tras una auspiciosa admisión en el ámbito de su jurisdicción originaria, de las demandas de daños
resultantes del obrar ilegítimo de los órganos jurisdiccionales provinciales con fundamento en el art. 1112
Código Civil (abandonando la perniciosa doctrina de "Bentefürh") (43); en marzo de 2006 decidió volver sobre
sus pasos y al resolver el precedente "Barreto" (44), decidió "declinar su competencia" para entender en tales
asuntos que remitió al Superior Tribunal de provincia, a fin de decidir el juez local que debería conocer de las
mismas.
No resulta clara la pertinencia de dicha remisión al Superior Tribunal de Provincia que se reiterara pese a la
distinta vecindad del actor (45), en tanto comporta una inteligencia del art. 117 in fine de la Constitución
Nacional, más propia del modelo jurisdiccional centralizado francés que del sentido original de la norma del
modelo federativo norteamericano, sin que se hubiese producido en Argentina la reforma constitucional
efectuada en Estados Unidos en 1795 como consecuencia de lo resuelto en "Chilsom vs Georgia" (46).
En tal sentido, resulta llamativo que tanto el precedente "Barreto" (47) como la disidencia del precedente "De
Gandía" (48) considerada a los fines del cambio de doctrina se fundaran por igual en el viejo precedente
"Resaogli" de 1869, en tanto este último evidencia una interpretación claramente desacertada de las autonomías
provinciales que fuera largamente abandonada por el Tribunal (49) y la doctrina.
Por otra parte, la acertada evolución que denotaran los precedentes "Riopar" (50) y "Marchal", hasta el presente,
no ha logrado expandirse en relación a la jurisdicción que los arts. 108 y 116 de la Constitución Nacional
atribuyen a los jueces federales para revisar los actos de los jueces locales, que se sigue rechazando (51) con
fundamento en la vieja doctrina del Juez Luna de 1878, según la cual "los jueces federales no pueden reparar la
violación de las garantías constitucionales que se concrete a través de los procedimientos de las autoridades de
las provincias" (52).
Esta doctrina de la Corte Suprema de Justicia, en orden a desechar la jurisdicción de los jueces federales en la
revisión de los procedimientos judiciales provinciales que se denuncian violatorios de las garantías
constitucionales (salvo que actúen "coram non judice") (53), entendemos merecería ser reexaminada a la luz de
la reforma constitucional de 1994 en tanto: a) no sólo es opuesta a los tratados de derechos humanos que
imponen asegurarlos en todo el territorio a través de la jurisdicción federal (54), sino; b) que se ha comprobado
históricamente ineficaz en la defensa de las instituciones y los derechos individuales.
"Removal Jurisdiction", el Juez Argentino y el Amparo Español
Ninguna forma de organización jurisdiccional y de tramitar los juicios es ajena a la estructura de distribución del
poder de la asociación política en la cual aquellos se suscitan, ni a los valores que la misma defiende o
promueve.
En todas las épocas de la humanidad, la forma de solucionar los conflictos y el modo de tramitar los pleitos han
ido de la mano con las cambiantes formas que adquirieron las asociaciones políticas y los principios en ellas
predominantes, desde los griegos hasta las modernas formas de organización supranacional de tipo europeo.
En tal sentido, la jerarquía constitucional que la reforma de 1994 otorgó a una serie de declaraciones y tratados
de derechos humanos debe ser comprendida tanto como la adhesión al reconocimiento internacional de aquellos
"anteriores al Estado que éste no puede desconocer" (55); como la decisión del constituyente de adecuar el modo
de tramitar los pleitos a las actuales formas de organización estatal existentes en el orbe.
El "viejo" molde de la organización jurisdiccional centralizada europea existente en la época de la Revolución
Francesa (en que los norteamericanos también sancionaron su "Judiciary Act" de 1789); fue a su turno el
antecedente directo de las leyes argentinas 27 y 48 que, un siglo después, a partir de 1863, iluminaron la sanción
de los "códigos de procedimientos" nacionales y provinciales.
Esas "viejas" leyes 27 y 48 del año 1863 fueron el fruto de una instancia histórica fundacional del país (que dejó
de existir hace muchos años) y le dieron sustrato experimental a la vieja ley 16.986 (Adla, XXVI-C, 1491) y a
los "códigos de procedimiento". Actualmente, todas ellas deben ser reinterpretadas y adecuadas a las formas de
tramitar los juicios que, resultan de los tratados de derechos humanos que la Constitución Nacional ha
reconocido y se obligó a honrar.
Entre tales aspectos aquí destacamos el principio de la "doble instancia" o "derecho de recurrir del fallo ante juez
o tribunal superior", previsto en el art. 8, inc. 2, apartado h, del Tratado Interamericano de Derechos Humanos,
que el tribunal internacional encargado de su aplicación también considera exigible respecto de los procesos de
orden "civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter", destinados a la determinación de los derechos y
obligaciones de los individuos.
Este criterio interpretativo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, al que corresponde atenerse en
tanto órgano jurisdiccional encargado de su aplicación según la doctrina del caso "Bramajo" (56), no se
encuentra contemplado en los "códigos de procedimientos" provinciales y nacionales argentinos que, en
términos genéricos, se estructuran sobre la vieja idea de limitar las apelaciones con el propósito de evitar la
prolongación de los juicios.
Sin embargo, esa índole de limitación procesal, propia del modelo centralizado de la casación napoleónica, en
realidad presupone no sólo un irrestricto sometimiento del juez a la solución prevista por la ley; sino también que
los eventuales vicios que se produzcan durante el curso del juicio serían susceptibles de enmienda al final del
pleito.
Sobre la base de tales presupuestos teóricos (que la realidad descalifica a diario) (57), los "códigos de
procedimientos" argentinos restringen la posibilidad de "recurrir" las decisiones de los jueces a un mínimo
raquítico de hipótesis, cuya valoración siempre culmina al cabo de muchos años, en la actuación discrecional de
la desbordada Corte Suprema de Justicia cualquiera sea el grado de legitimidad que asista al litigante en su
reclamo.
Esta forma de organización jurisdiccional piramidal y centralizada, que tanto agobia a la Corte Suprema respecto
de su función más propia, como a los justiciables respecto a su vocación de obtener soluciones previsibles
(cualquiera sea la magnitud económica de sus conflictos), es el resultado de las viejas leyes 27, 48 y 16.986 que
recogieran los "códigos de procedimientos" y de los que sugiere haberse apartado el constituyente reformador de
1994.
En tal sentido, la decisión de otorgar jerarquía constitucional a los tratados internacionales de derechos humanos
en los que se consagra el derecho de "recurrir del fallo ante juez o tribunal superior", entendemos no puede ser
interpretada de un modo aislado de la concomitante incorporación del art. 43 Constitución Nacional, pues (más
allá de las circunstancias políticas que rodearan la reforma) su significado debe ser entendido a partir de las
palabras del constituyente.
Desde este enfoque entendemos que la incorporación del art. 43 Constitución Nacional consagró una forma de
"amparo federal" contra "todo acto ... de autoridades públicas" como las sentencias de los jueces locales respecto
de las que no exista un medio judicial más idóneo de impugnación.
En tal sentido y a diferencia de la vieja ley 16.986, que se negaba a admitir la "acción de amparo" respecto de
actos emanados de órganos judiciales, la nueva acción de amparo federal del art. 43 de la Constitución Nacional
no formula distinción alguna respecto de la "autoridad" de la cual emana el acto susceptible de impugnación por
la nueva acción.
Por esta vía sostenemos que la nueva acción de amparo federal debe ser entendida como el medio diseñado por
el constituyente para adecuar la organización jurisdiccional argentina a los tratados de derechos humanos en
cuanto imponen a los procesos judiciales el cumplimiento de ciertos requisitos procesales mínimos entre los que
se encuentra la posibilidad de "recurrir del fallo ante juez o tribunal superior".
Ello es así, porque dicha condición de "superioridad" del "juez o tribunal" federal respecto a las materias
delegadas a través del pacto federativo es, precisamente, aquello que caracteriza la actuación de "la Corte
Suprema y los tribunales inferiores de la Nación", a quienes la Constitución Nacional les ha otorgado el
conocimiento y decisión de "todas las causas" que versen sobre puntos regidos por ella.
De hecho, así lo evidencia la actuación de la Corte Suprema de Justicia al admitir el recurso extraordinario por
arbitrariedad manifiesta (como máximo órgano jurisdiccional de la federación), sin que exista formalmente
alguna norma legislativa que habilite su conocimiento y decisión en tales hipótesis.
En realidad, esas atribuciones de "apelación" o "revisión jurisdiccional federal" que ejerce la Corte Suprema al
conocer del recurso extraordinario por arbitrariedad sin norma legislativa que la habilite se les reconoce por la
Constitución Nacional a los "tribunales inferiores de la Nación" a quienes, además, la ley de la Confederación
del 28 de Agosto de 1858 también se las reconociera.
Dicha ley (que nunca llegó a ser operativa en razón de los sucesos políticos posteriores) había sido redactada por
Julián del Campillo durante la presidencia de Urquiza, y fue utilizada como antecedente de la ley 27 que
adoptara idéntico remedio en sus arts. 20, 21, 22 y 23, basándose en ambos casos, en lo previsto en la "Judiciary
Act" norteamericana de 1789.
Conforme se dijo en el debate parlamentario de la ley 27, por entonces se entendía que "nada había que inventar,
ni aplicar" respecto de las "prácticas judiciales ya conocidas, porque todas ellas, relacionadas entre sí, forman un
sistema judicial enteramente nuevo... que sólo tiene el modelo de las instituciones de Norteamérica del cual lo
tomó la nuestra constitución" (58).
Ello así y precisamente en relación a ese diseño norteamericano de la jurisdicción federal, Hamilton consideraba
que la índole de "sistemas afines y partes de un mismo todo" que mantienen las provincias para con la
federación, por la cual aquéllas "tienen una jurisdicción concurrente en todos los casos originados por las leyes
de la federación" conllevaba que el ejercicio de aquellas de sus facultades se realizara "con apelación a la Corte
Suprema y a los tribunales federales" (59).
De allí deriva la existencia en el modelo jurisdiccional norteamericano del mecanismo denominado "removal
jurisdicction", que puede hacerse efectivo a petición del actor o del demandado "en cualquier acción civil en que
los tribunales provinciales ejerzan jurisdicción originaria y que versen sobre puntos regidos por la Constitución,
por las leyes o los tratados" (60).
Dicho mecanismo del "removal jurisdiction" que adoptara la ley argentina 27 y su antecesora ley de
Confederación de 1858, con el nombre de "apelación federal", se encuentra actualmente descripto en el Título 28
de la "Judiciary Act" actualmente vigente en Estados Unidos (61), cuyo capítulo 89 & 1441 establece que "salvo
una prohibición expresa, cualquier acción civil respecto de la cual los tribunales del Estado provincial tuviesen
jurisdicción original... fundada en un reclamo o en un derecho que verse sobre puntos regidos por la
Constitución, los tratados o las leyes..., puede ser removida ...a los tribunales federales de los Estados Unidos
correspondientes al districto que comprenda el lugar donde la acción se encuentra tramitando" (62).
Idéntica posibilidad se establece en los supuestos de "procesos civiles o criminales seguidos contra miembros de
las fuerzas armadas ante los tribunales de los Estados provinciales en los que se invoque haber actuado en
cumplimiento de su deber o de una ley de los Estados Unidos o de la ley de la guerra ...pueden ser removidos
antes de su juzgamiento por el jurado para su juzgamiento ante una tribunal federal que tendrá todo el poder para
oír y resolver el caso como si la causa se hubiese iniciado ante el mismo" (63).
En realidad, esta índole de desplazamiento del caso, sea en forma parcial o total, desde la jurisdicción provincial
hacia el ámbito la jurisdicción federal ("comunitaria" o "supranacional"), también se hace efectivo en el derecho
supranacional europeo a través del art. 234 del Tratado de la Unión Europea.
Conforme los términos de dicha norma, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea se pronuncia "con carácter
prejudicial" en los litigios en trámite ante los jueces "locales", respecto de "las materias" comprendidas en el
tratado o pacto federativo, sea que se refieran a la interpretación o validez del tratado mismo, o bien de los "actos
adoptados" por los órganos creados por el mismo (64).
Esta modalidad europea de ejercicio de la "revisión federal jurisdiccional", de índole "prejudicial", por la cual los
jueces nacionales son "llamados a ser los jueces ordinarios del derecho comunitario" (65), a su vez se encuentra
complementada en ese derecho supranacional con otros mecanismos tendientes al mismo objeto, por los cuales
se otorga "jurisdicción" al Tribunal de Justicia de la Unión Europea.
La totalidad de esos "recursos" o "mecanismos" de revisión federal jurisdiccional se sintetizan en realidad, en el
decir de Watts, en la necesidad de "habilitar procedimientos para enjuiciar las disputas y resolver los conflictos
inevitables de los solapamientos y la interdependencia entre gobiernos de las federaciones" (66), de forma de
evitar el "peligro de interpretaciones diferenciadas en función de las peculiaridades de los derechos nacionales"
(67).
Esta función casatoria implícita que, en el derecho supranacional europeo encabeza el Tribunal de Justicia la
Unión Europea y en el modelo norteamericano la Suprema Corte, transita en ambos casos con el auxilio de los
tribunales "nacionales" o "federales", y en Argentina se encuentra absurdamente confinada al ámbito del recurso
extraordinario ante la Corte Suprema de Justicia.
Así ocurrió en razón de la derogación tácita que en el año 1863 concretó la ley 48 respecto de los recursos de
"apelación" (68) y "consulta" (69) de la ley 27, que aquélla había adoptado de la "Judiciary Act" de 1789 y que,
en su momento, provocara la admiración del mismo Tocqueville (70).
Sin embargo y conforme lo interpretó entonces la Corte Suprema de Justicia argentina "por ley del 14 de
Setiembre de 1863 (num. 48), correctoria de la de 16 de Octubre de 1862 (num. 27) se suprimió el recurso de
apelación creado por ésta de las resoluciones de los juzgados inferiores de provincia en que se hubiese violado la
Constitución, las leyes, o los tratados de la Nación, para ante los juzgados federales de sección, sustituyéndose
para estos casos el procedimiento descripto en el artículo 14 de la nueva ley" (71).
Dicha supresión de los recursos de "apelación" y "consulta", que (de un modo indirecto) concretara el art. 23 de
la ley 48, significó restringir la efectiva supremacía del derecho federal a la eventualidad de la admisión del
"recurso extraordinario" ante la Corte Suprema de Justicia, que el ministro del Campillo razonablemente temía
beneficiase sólo "a los muy escasos que se resignen a los largos trámites y dilaciones consiguientes" (72).
Este impropio resultado, tanto para la seguridad jurídica como para la subsistencia misma de la federación, es la
resultante de concentrar en un único tribunal (la Corte Suprema de Justicia) y a través de un único mecanismo (el
recurso extraordinario) todas las posibilidades de revisar la legalidad de las leyes y procedimientos de las
provincias.
Este criterio histórico comporta exagerar el grado de extensión de la autonomía que corresponde a las provincias
que, según se dijera en el precedente "Resoagli" de 1869, ejercerían una "soberanía absoluta en todo lo relativo a
los poderes no delegados... correspondiéndoles exclusivamente darse leyes y ordenanzas de impuestos locales,
de policía, higiene y en general, todas las que juzguen conducentes... sin más limitación que las enumeradas en el
(actual) art. 128 Constitución Nacional" (73).
Desde luego, no es así. Conforme enseña Badeni "el poder político soberano reside en el Estado federal, que fue
constituido y organizado voluntariamente por las provincias con motivo de la sanción de la ley fundamental ...
las provincias, como entidades preexistentes al Estado federal, transfirieron sus poderes soberanos conservando
su autonomía originaria" (74). El primer antecedente normativo de esta forma de organización estatal fue la
Constitución Norteamericana de 1787/1791 que, en este aspecto, tuvo por antecedente teórico a la obra de Hugo
Grocio (75).
Nunca existió esa índole de "soberanía absoluta de las provincias" que, por otra parte, y con la evolución
experimentada por la universalización de los derechos humanos, actualmente, ni siquiera es posible predicar en
relación al propio Estado federal, obligado internacionalmente a reconocer esos "derechos anteriores al Estado
que el Estado no puede desconocer" (76).
Sin embargo y como consecuencia de esa incomprensión histórica de las autonomías provinciales que expresara
el precedente "Resoagli" (77) se derivó la equívoca convicción según la cual los jueces federales serían
"incompetentes para juzgar de la validez de las leyes provinciales y de los actos y procedimientos de los
funcionarios encargados de su cumplimiento", pese a que, en realidad, tales leyes, actos y procedimientos
provinciales se encuentran sujetos por igual al cumplimiento de las garantías constitucionales federales y de los
tratados de derechos humanos.
Dicho de otro modo, las provincias son autónomas (no soberanas) y en su ámbito de reserva pueden darse las
instituciones, leyes, actos y procedimientos judiciales que deseen (78), los cuales se encuentran condicionados en
su validez al cumplimiento que dispensen a las normas sustanciales delegadas y a las garantías de la Constitución
Nacional entendidas según la interpretación que de ellas efectúa la Corte Suprema de Justicia.
En tal sentido y a nuestro entender, el art. 43 de la Constitución Argentina ha consagrado una acción de
protección federal e igualitaria de los derechos subjetivos, destinada a operar como una "supergarantía" o
"garantía de garantías" respecto de todo "acto u omisión de autoridades públicas o de particulares", inclusive si
éstos emanan de órganos jurisdiccionales locales de cualquier grado.
Dado que no es posible suponer la inconsecuencia del legislador, ni mucho menos la del constituyente, la
expresión "garantías" del nuevo art. 43 Constitución Nacional debe ser interpretada según su significado más
propio, comprensivo de los "procedimientos judiciales", cuya reglamentación corresponde a las provincias
determinar según lo normado por el art. 7, pero "de acuerdo a los principios, declaraciones y garantías"
resultantes del pacto federativo.
Esta novedad de la acción de amparo federal del art. 43 Constitución Nacional, por la cual es posible promoverlo
contra los "procedimientos judiciales" locales, en realidad no sólo viene a dar un mejor alcance a la tutela de los
derechos individuales, sino que, por decisión directa del constituyente, conduce a descomprimir el
abarrotamiento de causas de la Corte Suprema de Justicia de un modo compatible con las obligaciones
internacionales del Estado.
Ello es así, pues al haber establecido el nuevo art. 43 de la Constitución Nacional la jurisdicción originaria del
"juez" federal para la descalificación de los actos que, con "arbitrariedad o ilegalidad manifiesta", conculquen los
derechos o garantías individuales, la incorporación del constituyente significó habilitar una forma impugnación
de tales actos, distinta de la actuación pretoriana en el ámbito exclusivo de la Corte Suprema de Justicia.
En forma opuesta a la primera impresión que tuvo la jurisprudencia argentina en la materia (79), sostenemos que
el "amparo federal argentino" resultante del nuevo art. 43 Constitución Nacional se asimila al "amparo
constitucional español", previsto en los arts. 53, inc. 2° y 161, inc. b de la Constitución de España de 1978
respecto de los allí denominados "derechos fundamentales".
Dicho "amparo constitucional español" reglamentado en la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional (80) en su
art. 44 admite explícitamente la procedencia de ese remedio frente a "las violaciones de los derechos y libertades
... que tuvieran su origen inmediato y directo en un acto u omisión de un órgano judicial" y que pueden dar lugar
al recurso bajo las siguientes condiciones:
a) que se haya producido el agotamiento de los recursos utilizables dentro de la vía judicial;
b) que la violación del derecho o libertad sea imputable de modo inmediato y directo a una acción u omisión del
órgano judicial;
c) que se haya invocado formalmente el derecho constitucional vulnerado y;
d) que se promueva dentro de los 20 días de notificada la resolución judicial.
Naturalmente excede la razonable extensión del presente considerar los distintos supuestos en que el "Tribunal
Constitucional" ha admitido la procedencia del susodicho "recurso de amparo español", frente a los actos de los
órganos jurisdiccionales encabezados por el "Tribunal Supremo".
Ambos órganos mantienen una larga disputa fruto de la organización bicéfala que instrumentara la Constitución
Española de 1978, que atribuye al "Tribunal Constitucional" la decisión del recurso de amparo y al "Tribunal
Supremo" la condición de ser el "órgano jurisdiccional superior en todos los órdenes", salvo, precisamente, la
decisión del amparo en materia de garantías constitucionales (81).
Conclusiones
La Argentina del siglo XXI enfrenta un dilema histórico y crucial: O sigue sosteniendo que la tutela de las
libertades y garantías de Constitución Nacional se encuentra confinada a una abarrotada Corte Suprema de
Justicia que no alcanza a satisfacer las demandas sociales de previsibilidad del derecho y calidad institucional; o
bien asume el error de la época de "los bueyes de Benterfürh" y extiende la protección de la jurisdicción
constitucional a la actuación concurrente de los Jueces federales, organizados como un auténtico poder judicial,
sólido e independiente en la aplicación de las soluciones federativas que se deciden hacer prevalecer.
A diferencia de España, en Argentina no puede sospecharse la existencia de "dos" órganos disputando la
supremacía del poder judicial federal. Tampoco que este poder judicial federal sea de distinta índole si lo ejercita
un juez o la Corte Suprema de Justicia, pues todos ellos por igual integran el único "poder judicial de la Nación",
según así lo define el art. 117 de nuestra Constitución histórica de 1853.
En tanto los jueces federales tienen por objeto y obligación "sostener la observancia de la Constitución Nacional
prescindiendo de toda disposición de cualquiera de los poderes nacionales que esté en oposición con ella", según
lo dispone la ley 27 (82); los jueces locales tienen por obligación primera la observancia de las constituciones
provinciales y, sólo por añadidura, el concomitante respeto a las normas federales resultantes de la Constitución
Nacional o las leyes de tal índole.
De un modo similar a como opera la Corte Suprema de Justicia de la Nación al hacer aplicación de los tratados
internacionales de derechos humanos y de los tribunales que los interpretan (83), el voluntario acatamiento de los
jueces provinciales respecto de las normas federales siempre opera bajo el principio subjetivo del "favor localis",
según el cual es preferible equivocarse interpretando la ley local que hacerlo aplicando la ley federativa exógena
al poder local.
Dichas circunstancias no han alcanzado a solucionarse a través de doctrina del caso "Strada" (84) ni de aquellos
que siguieron su huella (85). Si bien dichos precedentes buscaron, entre otros fines, reducir el cúmulo de
cuestiones que inundan a la Corte Suprema exigiendo a los Superiores Tribunales de provincia que sean ellos
quienes realicen la tarea de revisión federal, la realidad indica que ello es una exigencia imposible de satisfacer
para los órganos locales ante la forma federativa de nuestra organización constitucional.
En tal sentido las características de la nueva acción de amparo federal, creada por el constituyente reformador en
el nuevo art. 43 Constitución Nacional, permiten entenderla como una forma específica de "recurso
extraordinario federal" o "garantía de garantías" ante la jurisdicción originaria del "juez" federal que,
correctamente interpretada, permitiría superar el viejo molde de las leyes de 1863 para adaptar la organización
jurisdiccional argentina a las nuevas exigencias que resultan de los tratados de derechos humanos tales como: la
garantía de la "doble instancia", el debido proceso o la imparcialidad entre otras.
Especial para La Ley. Derechos reservados (ley 11.723)
(1) WATTS, Ronald L., "Sistemas Federales Comparados", p. 221, Marcial Pons, Madrid, 2006
(2) TOCQUEVILLE, Alexis, "La democracia en América", (1835) primera parte, capítulo VIII: "Manera de
Proceder de los Tribunales Federales", pág 145, Fondo de Cultura Económica, México, 1996.
(3) Arts. 108 y 116, Constitución Nacional.
(4) En realidad, el art. 14 de la ley 48 (Adla, 1852-1880, 364) establece que "... podrá apelarse..." sin utilizar la
denominación más usual de "recurso extraordinario" que recogiera el art. 256 del Cód. Procesal Civil y
Comercial.
(5) La mayor reglamentación actual del "recurso extraordinario" en todas sus variantes reside en el art. 280 del
Código Procesal Civil y Comercial al cual nos referimos en "El Certiorari Argentino", LA LEY, 1993-C, 661.
Por otra parte, su reglamentación a través de la Acordada 4/2007 de la Corte Suprema de Justicia sólo parece
haberse referido a sus aspectos formales de presentación vinculados a la extensión o tipo de letra a utilizar, pero
sin explicitar los criterios propios del Tribunal de interpretación de las pautas reglamentarias del art. 280 Código
Procesal.
(6) CS, Fallos 1:170, "Causa 28 Promovida por D. Julio E. Blanco contra el ex Gobernador de la Provincia de
Mendoza, D. Laureano Nazar, por sustracción de mercaderías a fuerza armada".
(7) El uso de la palabra "magistrados" que efectúa la sentencia pareciera realizarse como sinónimo de
"autoridades" y no por referencia a los jueces.
(8) CS, Fallos 2:84, "Causa 85 Entre Tomás Quintana y Mariano Ramírez, Juez de Paz, sobre daños y
perjuicios".
(9) El fallo fue firmado por sus primeros magistrados Francisco de las Carreras, Salvador María del Carril,
Francisco Delgado y José Barros Pazos con excepción de Francisco Pico que no intervino en la decisión
(10) CS, Fallos 1:170, "Causa 28 Promovida por D. Julio E. Blanco contra el ex Gobernador de la Provincia de
Mendoza, D. Laureano Nazar, por sustracción de mercaderías a fuerza armada".
(11) CS, Fallos 1:170, "Causa 28 Promovida por D. Julio E. Blanco contra el ex Gobernador de la Provincia de
Mendoza, D. Laureano Nazar, por sustracción de mercaderías a fuerza armada".
(12) Esa era la práctica habitual en el "case law" norteamericano como desarrollo del "writ of habeas corpus"
previsto en la Constitución misma de 1787.
(13) CS, Fallos t. 2 segunda serie, p 87, causa 114, "Ernesto Beutefürh contra la Provincia de Buenos Aires por
daños y perjuicios". También se cita como Fallos 11:87
(14) Rafael Pereyra se desempeñó como Secretario interino del Alto Tribunal y quien, en tal carácter, suscribió
los "Reglamentos" de la Corte Suprema de Justicia (t. 1:11). Sin embargo, el mérito de dar inicio a la publicación
de los Fallos de la Corte Suprema de Justicia correspondió a José M. Guastavino, quien fuera su primer
Secretario.
(15) CS, Fallos 10:20, "Ernesto Beutefürh contra Juez de Paz de Moreno sobre violación de artículos
constitucionales" del 17 de Enero de 1871.
(16) CS, Fallos 8:302; "Fortunato Cattarini contra el Juez de Paz de Ranchos por indemnización de daños y
perjuicios".
(17) CS, Fallos 4:7; "Don Carlos Juan y don José Elías Rodríguez con la sucesión de don Julián Aberastain".
(18) Opus cit., Fallos 4:7.
(19) CS, Fallos 5:59; "Doña Rita Herrera de Contreras con don Patricio Salas".
(20) Corte Suprema de Justicia, Fallos 8, segunda serie, ps. 286/302; "Florencia Pinto de Aráoz c. Tribunales de
Buenos Aires".
(21) Ley 44 denominada de "autenticación de actos públicos" sancionada el 26 de agosto de 1863 conjuntamente
con el conjunto de leyes de organización judicial de entonces.
(22) Actualmente derogada por decreto ley 14.983/57 (Adla, XVII-A, 921).
(23) CS, Fallos 8, segunda serie, ps. 302/304; "D. Fortunato Cattarini contra Juez de Paz de Ranchos por
Indemnización de Daños y Perjuicios".
(24) CS, Fallos 8:302; "D. Fortunato Cattarini contra el Juez de Paz de Ranchos por indemnización de daños y
perjuicios".
(25) Hasta la sanción de la ley 4055 (Adla, 1889-1919, 533) no existieron los tribunales intermedios
denominados "Cámaras Federales de Apelación" y los jueces federales de grado o primera instancia, eran
denominados "jueces de sección", a razón de uno en cada capital de provincia, conforme los organizara la ley 27
del 16 de octubre de 1862 (Adla, 1852-1880, 354) y el "Reglamento" que al efecto dictara la Corte Suprema de
Justicia el 12 de octubre de 1863.
(26) CS, Fallos 21:73; "Tomás Rea sobre recurso de habeas corpus". En ocasiones, se lo cita como Fallos 12:73
en razón de la renumeración que sufrieran los primeros tomos de la colección.
(27) El fundamento transcripto del Juez Luna se encuentra reproducido en Fallos 21:73 y culmina citando las
causas "28, 85 y 230 de la primera serie" de la colección, de las cuales aquí se consideran: a) la "causa 28"
también conocida como causa "Nazar" del 30 de Mayo de 1864 y; b) la "causa 85" caratulada "Tomás Quintana"
del 7 de Julio 1865. La "causa 230", mencionada por el Juez Luna en su controversial fundamento, no pudo ser
hallada en la colección de Fallos.
(28) 17 US [4 Wheat] 316, 4 L.Ed 579.
(29) NOWAK, John y ROTUNDA, Ronald, "Constitucional Law", p. 9, 5ª ed., West Publishing, St. Paul, USA,
1995.
(30) CS, Fallos 21:73; "Tomás Rea sobre recurso de habeas corpus".
(31) CS, Fallos 136:339; "Berta e Hilda Barraquero contra Ottorino Maccopi".
(32) "Se dará entera fe y crédito en cada estado a los actos públicos, registros y procedimientos judiciales de
todos los demás. Y el Congreso podrá prescribir, mediante leyes generales, la forma en que dichos actos,
registros y procedimientos se probaran y el efecto que producirán", Art. IV, Sección 1, Constitución de Estados
Unidos de Norteamérica.
(33) CS, Falllos 183:83.
(34) Concordar art. 949, Cód. Civil.
(35) Concordar arts. 12 y 973, Cód. Civil.
(36) CS, Fallos 183:83. La cita fue adaptada por el autor, pues el fallo se refiere a la numeración anterior a la
reforma constitucional de 1994.
(37) Dec.-ley 14.983/57, Boletín Oficial del 21 noviembre 1957. También derogó la ley 5133 (Adla, 1889-1919,
729) que en 1907 había modificado el art. 2° de la ley 44 (Adla, 1852-1880, 363), ampliando el número de
funcionarios a cargo de la atestación que mandaba practicar, al "escribano secretario del tribunal superior o de
cualquiera de las cámaras de apelación de la provincia...".
(38) QUIROGA LAVIE, Humberto, "Constitución de la Nación Argentina Comentada", p. 41, Zavalía Editor,
Buenos Aires, 2000.
(39) CS, Fallos 319:2411; "Riopar S.R.L. c. Transporte Fluviales S.A. s/exhorto", 15 de octubre de 1996.
(40) CS, "Marchal, Juan s/apelación", 10 abril 2007, M. 1771. XL.
(41) Junio 2007.
(42) CS, Fallos 319:2411; "Riopar S.R.L. c. Transporte Fluviales Argenrío S.A. s/exhorto", 15 de octubre de
1996.
(43) CS, Fallos t. 2 segunda serie, p 87, causa 114; "Ernesto Beutefürh contra la Provincia de Buenos Aires por
daños y perjuicios".
(44) CS, "Barreto, Alberto Damián y otra c. Provincia de Buenos Aires y otros s/daños y perjuicios", 21 de
marzo de 2006, B.2303.XL.
(45) CS, "K., D. R. c. Provincia de Río Negro", 16 de mayo de 2006, K-363.XL.
(46) "Chilsom c. Georgia" 2; Dall. 419 (1793). Enmienda XI de 1795.
(47) CS, "Barreto, Alberto Damián y otra c. Provincia de Buenos Aires y otros s/daños y perjuicios", 21 de
marzo de 2006, B.2303.XL.
(48) CS, "De Gandía, Beatriz Isabel c. Provincia de Buenos Aires", 6 Octubre 1992, Fallos 315:2309
(49) CS, Fallos 183:83, opus cit.
(50) CS, Fallos 319:2411; "Riopar S.R.L. c. Transporte Fluviales Argenrío S.A. s/exhorto", 15 de octubre de
1996
(51) CS, Fallos 322:2027, Considerando 13; "Ana Cristina Santucho c. Nación Argentina y otros", 31 agosto de
1999
(52) CS, Fallos 21:73; "Tomás Rea sobre recurso de hábeas corpus". Síntesis del autor.
(53) CS, Fallos 33:118, "Reyes Quiroga s/nulidad de venta", 5 abril 1888.
(54) Convención InterAmericana de Derechos Humanos, art. 28, inc. 1º, in fine.
(55) CS, "Quinteros c. Cía. Anglo Argentina", 22 octubre 1937, Fallos 179:116.
(56) CS, "Bramajo, Hernan", 12 de septiembre 1996, Fallos: 319:1840.
(57) CS, "Rosza, Carlos Alberto y otro s/recurso de casación", 23 de mayo 2007, R.1309. XLII (LA LEY,
29/5/2007, p. 7).
(58) ESPIL, Felipe, "Justicia Federal: el recurso extraordinario", p. 31, Imprenta de Coni Hnos., Buenos Aires,
1915.
(59) HAMILTON, "The Federalist Papers", N° 82, citado y traducido por GARCIA MEROU (h.), Enrique, "El
Recurso Extraordinario ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación", p. 39, Imprenta de Coni Hnos., Buenos
Aires, 1915.
(60) "Franchise Tax Board v. Construction Laborers Vacation Trust", 463 U.S 1 (1983) descripción del juez
Brennan seguido por la unanimidad de la Suprema Corte. Citado por Wright, Charles Alan y Oakley, John B.
"Federal Courts", p. 247, University Press, New York, 1999.
(61) La última reforma de la misma aquí considerada es del año 2002.
(62) Adaptación del autor. El texto original expresa "§ 1441. Actions removable generally: (a) Except as
otherwise expressly provided by Act of Congress, any civil action brought in a State court of which the district
courts of the United States have original jurisdiction, may be removed by the defendant or the defendants, to the
district court of the United States for the district and division embracing the place where such action is pending.
For purposes of removal under this chapter, the citizenship of defendants sued under fictitious names shall be
disregarded. (b) Any civil action of which the district courts have original jurisdiction founded on a claim or
right arising under the Constitution, treaties or laws of the United States shall be removable without regard to the
citizenship or residence of the parties. Any other such action shall be removable only if parties in interest
properly joined and defendants is a citizen of the State in which such action is brought".
(63) Adaptación del autor. El texto original expresa "1442a. Members of armed forces sued or prosecuted a civil
or criminal prosecution in a court of a State of the United States against a member of the armed forces of the
United States on account of an act done under color of his office or status, or in respect to which he claims any
right, title, or authority under a law of the United States respecting the armed forces thereof, or under the law of
war, may at any time before the trial or final hearing thereof be removed for trial into the district court of the
United States for the district where it is pending in the manner prescribed by law, and it shall thereupon be
entered on the docket of the district court, which shall proceed as if the cause had been originally commenced
therein and shall have full power to hear and determine the cause".
(64) Art. 234 Tratado de la Unión Europea: "El Tribunal de Justicia será competente para pronunciarse con
carácter prejudicial: a) sobre la interpretación del presente tratado; b) sobre la validez e interpretación de los
actos adoptados por las instituciones de la comunidad y por el Banco Central europeo; c) sobre la interpretación
de los estatutos de los organismos creados por un acto del Consejo, cuando dichos estatutos así lo prevean.
Cuando se plantee una cuestión de esta naturaleza ante un órgano jurisdiccional de uno de los Estados miembros,
dicho órgano podrá pedir al Tribunal de Justicia que se pronuncie sobre la misma, si estima necesaria una
decisión al respecto para poder emitir su fallo".
(65) LIÑAN NOGUERA, Diego, "Instituciones y Derecho de la Unión Europea", p. 476, Tecnos, Madrid, 2005.
(66) WATTS, Ronald L., "Sistemás Federales Comparados", p 222, Marcial Pons, Madrid, 2006.
(67) LIÑAN NOGUERA, Diego, "Instituciones y Derecho de la Unión Europea", p. 476, Tecnos, Madrid, 2005.
(68) Art. 21, ley 27: La justicia nacional "puede conocer en grado de apelación de los fallos y resoluciones de los
juzgados inferiores de provincia, en los casos regidos por la Constitución y las leyes nacionales, siempre que el
agraviado no prefiera concurrir al juzgado o tribunal superior de provincia".
(69) Art.23: "cuando en un juzgado de provincia hubiera duda o cuestión sobre si el asunto de que se trata debe
ser regido solamente por las leyes provinciales, y se decidiera en última instancia en ese sentido, el agraviado
podrá apelar ante la Corte Suprema".
(70) TOCQUEVILLE, Alexis de, "La Democracia en América", p. 141, Fondo de Cultura Económica de
México, San Lorenzo, 2002.
(71) Fallos 3:397, citado por IMAZ, Esteban, Rey Ricardo, "El Recurso Extraordinario", JA, Buenos Aires,
1943, p. 18.
(72) ESPIL, Felipe, "Justicia Federal: el recurso extraordinario", ps. 27 a 29, Imprenta de Coni Hnos., Buenos
Aires, 1915. El ministro del Campillo sostenía que la eventual supresión de la apelación federal conllevaría "que
... todos los casos regidos por la Constitución, todos los que se refieren a la propiedad y a la inviolabilidad del
domicilio, a la libertad de la industria (toda, en fin, la declaración de derechos individuales) jamás obtendrán
amparo en las cortes de distrito y sólo la obtendrán de la Corte Suprema los muy escasos que se resignan a los
largos trámites y dilaciones consiguientes"
(73) CS, Fallos 7:373, "Luis Resoagli c. Provincia de Corrientes", 31 de julio de 1869.
(74) BADENI, Gregorio; "Tratado de Derecho Constitucional", t. 1, p. 256, La Ley, Buenos Aires, 2004.
(75) GROCIO, Hugo, "The Rights of War and Peace", 1625, Liberty Fund, Indiannapolis, 2005.
(76) CS, "Quinteros c. Cía. Anglo Argentina", 22 octubre 1937, Fallos 179:116.
(77) Actualmente citado por la Corte Suprema de Justicia como fundamento histórico de su doctrina de causa
civil en el precedente "Barreto"
(78) GELLY, María Angélica, "Constitución de la Nación Argentina Comentada", p. 42, Ed. La Ley, Buenos
Aires, 2003.
(79) No compartimos el criterio interpretativo según el cual "subsiste la vigencia de los recaudos de
admisibilidad de la acción de amparo establecidos por la ley 16.986" de CNFed. Civ. y Com., sala I ("Soñez" del
22/12/94; "Ositiansky", del 26/10/95, "Toscano" y "Ruiz de Arechavaleta", ambas del 22/12/95, "Aydin", del
22/05/96 y "Asociación Bancaria", del 11/10/96) y sala III ("Ortiz Almonacid", del 22/04/97; "Gómez Pellón",
08/08/2000). Art. 3°, apartado "N" de la ley de convocatoria 24.309, Boletín Oficial 31 diciembre 1993. Así se
dijo en el plenario de la Cámara Federal Civil y Comercial de la Ciudad de Buenos Aires "Capizzano de Galdi"
(LA LEY, 1999-E, 401) donde, con fuertes vacilaciones, se sostuvo el criterio según el cual "subsiste la vigencia
de los recaudos de admisibilidad de la acción de amparo establecidos por la ley 16.986 tras la reforma
constitucional de 1994" y después de sucesivos pronunciamientos que no compartimos de su Sala I ("Soñez" del
22/12/94; "Ositiansky", del 26/10/95, "Toscano" y "Ruiz de Arechavaleta", ambas del 22/12195, "Aydin", del
22/5/96 y "Asociación Bancaria", del 11/10/96) y sala III ("Ortiz Almonacid", del 22/04/97; "Gómez Pellón",
08/08/2000)
(80) Ley Orgánica 2/1979, Boletín Oficial Español numero 239 del 5 octubre 1979, Título III.
(81) La disputa entre ambos órganos llegó a extremos tales por los cuales el "Tribunal Supremo", con fecha 23
de Enero de 2004, impuso al "Tribunal Constitucional" una condena de responsabilidad civil que, a su vez, tuvo
a cargo la consideración del recurso de amparo contra esa misma sentencia condenatoria.
(82) Art. 3, ley 27, del 16 de octubre de 1862.
(83) CS, Fallos 319:1840; "Bramajo, Hernan" (LA LEY 1996-E, 409).
(84) CS, Fallos 308:493; "Strada, Juan", 8 abril 1986 (LA LEY 1986-B, 476).
(85) CS, "Giroldi", 7 Abril 1995 (LA LEY, 1995-D, 462); "Casal", 20 Setiembre 2005, C.1757, XL (LA LEY,
2005-E, 657).
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