¿Qué pensaría el economista británico, de cuya muerte se cumplen 65 años, del aumento de la participación estatal en el directorio de las empresas? Por Andrés Fidanza John Maynard Keynes aprovechó dos aniversarios -el 65° de su muerte y el 75° de su obra más famosa- y se afilió al kirchnerismo. Exageremos todavía más: Keynes, posiblemente el economista más influyente del siglo XX, revivió en la decisión oficialista de ubicar representantes en los directorios de las empresas en las que la ANSES tiene acciones, una herencia de las AFJP. El ejercicio contrafáctico se sostiene en el aire keynesiano que, a priori y desde una perspectiva amplia, encierra toda política económica expansiva y todo avance de la intervención del Estado en los asuntos económicos. Axel Kicillof, el elegido por el Gobierno para entrar al directorio de Siderar, la empresa siderúrgica de Techint, y un académico que estudió y realizó su tesis doctoral sobre el Lord inglés, también keynesianiza la medida oficial. Además, un grupo de economistas invitado por NEWSWEEK actualiza su obra a la luz de la jugada fuerte y resistida del kirchnerismo: el investigador del CONICET Miguel Teubal incluso arriesga que "Keynes no se hubiera opuesto a este tipo de intervención estatal". Claro que Keynes imaginó la mixtura entre lo público y lo privado como una salida capitalista para la crisis mundial de 1930: una forma de perpetuar el sistema y volverlo más amable en términos sociales. En la Argentina sojera y superavitaria de 2011, la intervención empresaria del Estado es, más bien, una consecuencia indirecta de la reestatización de las AFJP, las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones encargadas de administrar los aportes jubilatorios de la masa de los trabajadores hasta fines de 2008. Esas AFJP, existentes a partir de la privatización menemista, y compañías con evidentes fines de lucro, acumulaban acciones en Banco Macro (30,8%), Gas Natural Ban (26,6%), Edenor (26,4%), Distribuidora de Gas Cuyana (26,1%), Siderar (25,9%), Telecom (24,9%), Transportadora de Gas del Sur (23,1%), Grupo Concesionario del Oeste (21,5%), Grupo Financiero Galicia (20,4%), Molinos Río de la Plata (19,9%), Pampa Energía (19,3%), Transener (18,7%), Socotherm Americas (18,5%), Banco Patagonia (14,6%), Quickfood (8,97%), Metrovías (8,55%) y Endesa Costanera (13,4%), entre otras. Un collage de papeles de empresas líderes y de todos los rubros -¡incluido un 9% del Grupo Clarín!- que la ANSES (Administración Nacional de la Seguridad Social), o sea, el Gobierno, incorporó por default. La representación estatal, sin embargo, podía ejercer su derecho en los distintos directorios como si tuviera no más de un 5% de las acciones; una prohibición heredada de la ley menemista de 1993. Y así fue hasta la semana pasada, cuando Cristina Fernández sancionó un decreto eliminando el artículo que limitaba el derecho a voto en los directorios por no más del 5%. Llegó el decreto cristinista y, sin la consabida calma anticipatoria, se vino una tormenta política-empresaria-bursátil-mediática-judicial en contra de la iniciativa del oficialismo. Una junta de directores de Techint habló de una "chavización de la economía"; Siderar presentó una objeción judicial contra el decreto; Ricardo Alfonsín denunció un "capitalismo de amigos"; Elisa Carrió aseguró que se trató de un decreto "inconstitucional y nulo, porque no había ni necesidad ni urgencia", y no fue la única que rechazó el decreto como vía para ampliar la participación pública en las asambleas privadas. En respuesta, Diego Bossio, titular de la ANSES, anunció una medida judicial contra Siderar y denunció que "Siderar no precisó qué pasará con los 6.400 millones de pesos en dividendos que no distribuyó". A Keynes, que casualmente murió el 21 de abril de 1946, hace 65 años "clavados", no lo invocó nadie, ni a favor ni en contra. Aunque el Gobierno designó, todavía sin éxito por la objeción de Techint, a un keynesiano puro como delegado en Siderar: Kicillof (la tercera "K" del evento), académico del Instituto de Investigaciones Económicas de la UBA, subgerente general de Aerolíneas Argentinas y autor del libro "Fundamentos de la Teoría General. Las consecuencias teóricas de Lord Keynes", una reivindicación de la Teoría general del empleo, el interés y el dinero, la principal obra de Keynes, que también cumple años: 75. El investigador superior del CONICET, del instituto Gino Germani y padrino académico de Kicillof, Miguel Teubal, sostiene que "hoy Keynes sería moderadamente intervencionista y no se escandalizaría por estas medidas". ¿Eso significa que el kirchnerismo es una especie de keynesianismo (después de todo fue el propio Kirchner el que aseguró en la campaña previa a la elección de 2003 que instrumentaría "un modelo económico neokeynesiano")? Teubal piensa que sí y que no: que la decisión de no enfriar la economía se inscribe en la tradición keynesiana, pero que la falta de control sobre las industrias extractivas –de soja, de minería, de petróleo y de árboles- es un gesto antipático hacia la memoria de John Maynard. Para Ricardo Delgado, de la consultora Analytica y ex asesor económico de Francisco de Narváez, "Keynes sí estaría a favor de esta medida en tanto y en cuanto sea para darle un punch a un capitalismo con problemas de regulación". Pero advierte que "si el objetivo fuera intervenir para entorpecer, no lo avalaría". Delgado, de todas formas, apuesta a que las empresas terminarán por aceptar a los representantes estatales y que lo más cuestionable de la iniciativa fue su "carácter intempestivo". Una vez más, los tan comentados malos modales del kirchnerismo. El economista del Plan Fénix Abraham Gak advierte a NEWSWEEK que "el Gobierno debería tener la prudencia de mandar delegados capacitados, y no en función de amiguismos". Y aclara, en tono provocativo hacia la reacción de las empresas, que las designaciones no podrán empeorar a las de la última dictadura militar, cuando "los propios militares eran los interventores". La pata estatal, igualmente, no tendrá el suficiente peso para definir las decisiones estratégicas de las compañías. Por eso, para Nicolás Arceo, investigador del Centro Investigación y Formación de la República Argentina (CIFRA), "no se puede hablar de keynesianismo, sino sólo de control por parte del Estado". Arceo, entonces, percibe una pulseada más política que económica, cuando faltan siete meses para las elecciones nacionales. El economista recuerda que en los países desarrollados el "Estado tiene presencia en numerosas empresas". En Francia, por ejemplo, un 15% de las acciones de Renault es público; y en España, el Estado participa en la mayoría de las empresas de servicios públicos. En contraste, el derecho a la propiedad privada absoluto sólo subsiste en algunos países petroleros autoritarios. Una tendencia que, según Jorge Gaggero, investigador del Centro de Economía y Finanzas para el Desarrollo de la Argentina (CEFIDAR), irá en aumento. El economista del Plan Fénix pronostica que además será el único antídoto global contra el daño ambiental y los crecientes desequilibrios sociales. Llegará, entonces, la expansión definitiva de John Maynard Keynes. De la Argentina hacia el mundo.