5CFE01-256

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5CFE01-256
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Fertilización tardía y establecimiento de Quercus ilex subsp. ballota
CORTINA, J.1,MONERRIS, J.1, DISANTE, K.1, FUENTES, D.2 y VALDECANTOS, A.2,3
1
Departament d’Ecologia i IMEM, Universitat d’Alacant.
Fundación Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo.
3
Dept. Ecosistemas Agroforestales. EPS Gandía. Universidad Politécnica de Valencia.
2
Resumen
La restauración de ecosistemas mediterráneos con frecuencia requiere la reintroducción de
especies leñosas. Pero existe una gran incertidumbre sobre las características que debe reunir
un brinzal para aumentar sus probabilidades de éxito en el campo. Algunos estudios han
mostrado que la fertilización en vivero permite una mayor supervivencia y crecimiento en
campo. Sin embargo, en estos experimentos, las variaciones en el estado nutricional no se
pueden desligar de los cambios morfológicos que promueve la fertilización. Para evaluar la
importancia del estado nutricional, frente a las variaciones morfológicas inducidas por éste,
hemos evaluado el comportamiento en el campo de brinzales de una savia de Quercus ilex
subsp. ballota no fertilizados y brinzales a los que se aplicó fertilización tardía (posterior a la
parada otoñal de crecimiento de la parte aérea). Nuestras hipótesis son: (i) la fertilización
tardía permite mejorar el estado nutricional de los brinzales sin variar su tamaño y (ii) con
ello, se aumenta la supervivencia y el crecimiento de los brinzales en el campo. La
fertilización tardía no afectó al tamaño de los brinzales, pero mejoró su estado nutricional. En
campo, la supervivencia fue muy elevada antes del primer verano (>98%), disminuyendo
después del mismo hasta un rango de valores de 65-100%. En ningún caso la supervivencia
estuvo relacionada con la fertilización en vivero. Por el contrario, la tasa de crecimiento antes
del verano fue inferior en plantas no fertilizadas, invirtiéndose esta tendencia durante el
verano. La tasa anual de crecimiento fue superior en las plantas fertilizadas, confirmando
parcialmente nuestra hipótesis. La fertilización tardía representa una técnica sencilla para
reducir el uso de fertilizantes en vivero, produciendo brinzales de pequeño tamaño pero
elevada capacidad de respuesta en campo.
Palabras clave
Quercus rotundifolia, cultivo en vivero, estado nutricional, restauración forestal, encinares.
1. Introducción
La calidad de la planta forestal juega un papel muy importante en el éxito de las
plantaciones. Esto es particularmente evidente en medios sometidos a sequías estacionales en
los que, con frecuencia, los brinzales deben hacer frente a condiciones climáticas
desfavorables al poco de la plantación. Por ello, existe un elevado consenso sobre la
necesidad de producir plantas con una capacidad de arraigo elevada, que permita colonizar
rápidamente el suelo y, especialmente, alcanzar horizontes edáficos profundos que mantienen
la humedad cuando los superficiales se han secado (Davis & Jacobs, 2005; Padilla et al.
2007). La capacidad de arraigo depende de factores endógenos y exógenos. Entre los
primeros, se encuentran las reservas de carbohidratos y nutrientes, el estado hídrico, las
características morfológicas y el patrón de asignación de biomasa (Noland et al., 1997; Jacobs
et al., 2005; Schenk, 2008).
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Dada la relación entre los rasgos morfo-funcionales de los brinzales y su
comportamiento en campo, no resulta sorprendente que en las últimas décadas se haya
potenciado la producción de planta forestal bien fertilizada e irrigada (Peñuelas y Ocaña,
2000; Chirino et al., en prensa). Diversos estudios han mostrado que plantas de mayor porte
están más capacitadas para superar el estrés post-transplante y las primeras fases de vida en el
campo (Villar-Salvador et al., 2004; Oliet et al., 2005; Luis et al., 2009). En una reciente
revisión, Navarro et al. (2006) observaron que en un tercio de los estudios publicados sobre
este tema, se establecía una relación positiva entre tamaño en vivero y supervivencia en
campo de brinzales de especies mediterráneas. Este valor es sustancialmente superior al de
estudios que hallaron una relación negativa entre ambas variables (cerca del 10%). Sin
embargo, en la literatura son mayoritarios los casos en los que el tamaño de los brinzales no
está significativamente relacionado con su comportamiento en el campo (Navarro et al.,
2006). Nuestros propios trabajos en ambiente semiárido han mostrado que en brinzales de
especies como Pinus halepensis, Pistacia lentiscus, Rhamnus lycioides, R. alaternus, Quercus
coccifera y Tetraclinis articulata no existe una relación significativa entre tamaño y
supervivencia o crecimiento en campo, o que esta relación es negativa, incluso cuando el
estado nutricional de las plantas de menor porte es deficiente (Cortina et al., 1997; Seva et al.,
2000; Trubat, 2007).
La manipulación de la disponibilidad de nutrientes constituye una poderosa herramienta
para modificar la morfología de los brinzales (Landis, 1990). Por ello, la mayoría de los
estudios que muestran un mejor comportamiento en el campo de los brinzales de mayor
tamaño, han empleado diferentes regímenes de fertilización para generar brinzales de tamaño
contrastado. Estos estudios también muestran una relación positiva entre el estado nutricional
(evaluado habitualmente como concentración de nutrientes en hoja), y la supervivencia y
crecimiento en campo (Oliet et al., 2006). Sin embargo, en estos trabajos el tamaño de los
brinzales y su estado nutricional suelen covariar, por lo que se hace difícil discernir si el
estado nutricional tiene un efecto directo sobre el comportamiento de la planta en el campo o
si, por el contrario, se trata de un efecto colateral provocado por el aumento del tamaño. La
valoración de la importancia del estado nutricional per se, puede abordarse a partir de dos
perspectivas diferentes. Por un lado, mediante modelos de ecuaciones estructurales (Iriondo et
al., 2003) que permitan establecer la aportación del estado nutricional y de la morfología por
separado y conjuntamente. Por otro, mediante experimentos manipulativos en los que se
modifica el estado nutricional de la planta en períodos de bajo crecimiento, evitando con ello
alterar la morfología de los brinzales.
Las especies mediterráneas difieren sustancialmente en cuanto a su respuesta a la
disponibilidad de nutrientes (Sanz-Pérez et al., 2007; Trubat et al., 2007). El consumo de lujo
(i.e., la acumulación de nutrientes sin aparente incremento del crecimiento) se observa con
frecuencia, incluso en plantas en plena fase de crecimiento (Sanz-Pérez et al., 2007). La
fertilización tardía (i.e., la fertilización en otoño-invierno, cuando el crecimiento de la planta
se ha atenuado como consecuencia de la reducción de las temperaturas y el fotoperíodo),
supone una oportunidad para incrementar el contenido de nutrientes, minimizando las
variaciones en su morfología y anatomía. Esta técnica ha sido utilizada con éxito en diferentes
especies (Sung et al., 1997; South & Donald, 2002; Dumroese, 2003; Boivin et al., 2004;
VanderSchaaf & McNabb, 2004), pero no en especies mediterráneas.
Con el fin de evaluar la posibilidad de modificar el estado nutricional de brinzales de
especies mediterráneas y valorar el papel de las reservas nutricionales sobre el
establecimiento en campo, hemos llevado a cabo un experimento de fertilización tardía en
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brinzales de Quercus ilex subsp. ballota (encina carrasca; en adelante, carrasca) en el que
hemos evaluado su respuesta morfo-funcional frente a este tratamiento y su posterior
comportamiento en el campo.
2. Objetivos
El presente trabajo tiene por objetivo evaluar el efecto del estado nutricional sobre el
crecimiento y supervivencia de los brinzales en campo. Nuestras hipótesis son: (i) la
fertilización tardía permite la mejora del estado nutricional sin modificación de la morfología
de la carrasca y (ii) estos cambios aumentan la capacidad de los brinzales de soportar el shock
de transplante y establecerse en el campo.
3. Metodología
La producción de planta tuvo lugar en los viveros de la Conselleria de Medio Ambiente
Agua, Urbanismo y Vivienda de la Generalitat Valenciana en Santa Faz (Alicante; 38º23' N,
00º26' E, 50 m snm). Las bellotas de carrasca fueron recolectadas en diciembre de 2006 en
Castell de Castells (Alicante), subregión de procedencia Dominio Alcoyano-DiánicoSaforense (Banc de LLavors-CIEF, Generalitat Valenciana). En marzo de 2007, tras dejarlas
en remojo durante 24 h, las sembramos sobre un lecho de turbia rubia. Tras la germinación y
cuando la radícula tenía 1-2 cm de longitud, las transferimos a bandejas de plástico de 45
alvéolos de 305 cm3 previamente rellenadas con turba rubia (Kekkilä 0 Forestal,
granulometría 0-20 mm, no fertilizada y pH 4,5). Las plantas fueron cultivadas al aire libre y
recibieron riego regular sin fertilizante hasta el mes de noviembre. En ese momento, y cuando
comprobamos que la parte aérea de la planta había detenido su crecimiento, la mitad de los
brinzales (700 brinzales; en adelante, FO) fueron fertilizados con una solución que contenía
fertilizante Peters Professional® (20:20:20 N, P, K, más micronutrientes), a una dosis
correspondiente a 100 mg L-1 de N. Dicha fertilización se aplicó a razón de 60 mL por
brinzal, con periodicidad quincenal hasta febrero de 2008, con lo que cada brinzal recibió
aproximadamente 48 mg de N al cabo de la fase de vivero. El resto de brinzales no recibió
fertilización alguna (en adelante, SF).
Antes de llevar los brinzales al campo, cuantificamos la altura del tallo, diámetro del
cuello de la raíz, y contenido de clorofilas (medidas de forma indirecta mediante SPAD;
Minolta 502, Minolta Camera Co. Ltd. Osaka, Japón).
Entre finales de febrero y principios de marzo de 2008 plantamos 30-40 brinzales por
tratamiento en 16 parcelas situadas en los valles de Gallinera, Ebo y Alcalá (comarca de la
Marina Alta, Alicante). Las parcelas fueron seleccionadas con el fin de disponer de una gama
amplia de condiciones características de un sistema cárstico e incluyeron plantaciones bajo
cubierta de Pinus halepensis recientemente aclarado y zonas descubiertas (Tabla 1). Los
hoyos de plantación fueron realizados tanto con tractor de cadenas y cazo de 80 cm, como con
rejón de 60 cm montado sobre retroaraña. Todos los brinzales fueron posteriormente
protegidos mediante tubo plástico de 40 cm de altura.
En marzo, junio y septiembre de 2008 registramos la supervivencia de todos los
brinzales, y cuantificamos la altura y contenido de pigmentos (SPAD) en 10 brinzales por
tratamiento y parcela.
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Tabla 1. Caracteristicas generales de las zonas en las que se llevó a cabo las plantaciones experimentales
Variable
Longitud
Latitud
Altitud (m snm)
Pendiente
Orientación
Densidad pinos (ha-1) pre-clara
Densidad pinos (ha-1) post-clara
DBH pinos post-entresaca (cm, media±SD)
Riqueza especies (plantas vasculares)
pH suelo
CaCO3 equivalente suelo (%)
MO oxidable suelo (%)
P disponible suelo método Olsen (mg g-1)
Valor/Rango
00º10’-00º14’
38º45’-38º49’
560-810
0º-31º
0º-325º
0-700
0-350
20,7±4,3
21-50
7,7-8,0
1,1-23,2
4,9-11,0
3,4-16,2
Para evaluar el efecto del tratamiento sobre las características morfológicas y
fisiológicas iniciales de los brinzales, utilizamos análisis de la varianza (ANOVA) con un
factor fijo y dos niveles. Este mismo análisis, pero de dos vías (factor aleatorio Parcela, con
16 niveles y factor fijo Tratamiento, con 2 niveles) se utilizó para analizar el efecto de ambos
factores y su interacción sobre la tasa de crecimiento de los brinzales en el campo. Todas las
variables analizadas tenían una distribución normal y sus varianzas eran homogéneas (tests de
Shapiro-Wilk y Levene, respectivamente). Finalmente, utilizamos un análisis log-lineal con
los factores parcela y fertilización otoñal para evaluar el efecto de éstos sobre la supervivencia
de los brinzales. Todos los análisis fueron realizados mediante el paquete estadístico SPSS v
14.0 (SPSS, Chicago, USA)
4. Resultados
La fertilización otoñal no afectó a la morfología de los brinzales (Tabla 2), pero provocó
un aumento del contenido de pigmentos fotosintéticos (F1,18=5,88; p=0,026).
Tabla 2. Características morfológicas de los brinzales de Quercus ilex subsp. ballota sin fertilizar (NF) y fertilizados en
otoño-invierno (FT) medidas al final del período de cultivo en vivero (marzo de 2008). Se muestra la media y el error
estándar de n=10 brinzales por tratamiento.
Variable
Altura del tallo (cm)
Diámetro cuello raíz (mm)
SPAD (unid. rel.)
NF
7.79 (0.64)
3.17 (0.14)
34.9 (2.2)
FT
7.3 (0.43)
3.31 (0.17)
41.3 (1.4)
F1,18
0.4041
0.3984
5.8784
p
0.533
0.536
0.026
La supervivencia pre-estival osciló entre el 83% y el 100% para los brinzales no
fertilizados y entre el 91% y el 100% para los brinzales fertilizados. Tras el verano, la
supervivencia osciló entre el 71% y el 100% para los brinzales sin fertilización y el 65% y el
100% para los brinzales fertilizados (Fig. 1). La supervivencia anterior y posterior al primer
verano se vio afectada por las características de las parcelas de plantación (χ2=39,88; g.l.=15;
p=0,0005 y χ2=90,06; g.l.=15; p<0,0001, respectivamente). Por el contrario, la supervivencia
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no estuvo influida por la fertilización ni antes del verano (χ2=0,003; g.l.=1; p=0,96), ni
después de éste (χ2=0,194; g.l.=1; p=0,66).
.
La fertilización otoñal tuvo un efecto significativo sobre la tasa de crecimiento de la
parte aérea, tanto en primavera como en verano (Fig. 2). Entre marzo y junio, las plantas
fertilizadas tuvieron un crecimiento mayor que las plantas sin fertilizar. Por el contrario, las
plantas sin fertilizar crecieron más durante el verano. En conjunto, las plantas fertilizadas
mostraron una tasa de crecimiento mayor que las no fertilizadas al final del primer año en el
campo (Tabla 3). Las interacciones entre la parcela y la fertilización en vivero fueron
significativas, indicando que el efecto de la fertilización tardía es dependiente de las
condiciones del sitio.
Tabla 3. Resultados del análisis de la varianza realizado para evaluar el efecto de la parcela, la fertilización tardía y su
interacción sobre la tasa relativa de crecimiento de brinzales de Quercus ilex subsp. ballota en el campo.
F
g.l.
p
Parcela (P)
2,3
15,15
0,055
Fertilización (F)
26,7
1,15’5
<0,001
PxF
1,8
15,247
0,035
NF
FT
Supervivencia (%)
100
80
60
40
20
0
1
2
3
4
5
6
7
8
9 10 11 12 13 14 15 16
Parcela
Figura 1.Supervivencia de brinzales de Quercus ilex subsp. ballota no fertilizados en vivero (NF) y fertilizados en otoñoinvierno (FT) 7 meses después de ser plantados en 16 parcelas experimentales situadas en un paisaje cárstico del N de la
provincia de Alicante.
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Sin fertilización
Fertilización tardía
Altura del tallo (cm)
16
14
12
10
8
6
40
60
80
100
120
140
160
180
200
220
240
260
Fecha juliana (dias)
Figura 2. Evolución de la altura del tallo de los brinzales de Quercus ilex subsp. ballota sin fertilizar y sometidos a
fertilización tardía en vivero, tras la plantación. Se muestra la media ± error estándar de n=137-141 brinzales.
5. Discusión
La fertilización tardía no afectó al tamaño de los brinzales de carrasca, pero mejoró su
estado nutricional, a tenor del incremento en la concentración de pigmentos fotosintéticos
observada. Estos resultados apoyan nuestra primera hipótesis, y muestran la relativa facilidad
con la que se puede revertir el déficit nutricional en brinzales de esta especie.
Una vez en el campo, la supervivencia de los brinzales fertilizados y no fertilizados no
difirió, pese a que, tras el verano, la supervivencia disminuyó hasta valores cercanos a 65%.
Considerando la escasa calidad de algunas estaciones y las características de esta especie,
estos valores de supervivencia se pueden considerar elevados (Pausas et al., 2004).
Probablemente esta elevada tasa de supervivencia es debida a que las condiciones climáticas
posteriores a la plantación fueron lo suficientemente suaves para atenuar posibles diferencias
entre las dos partidas de plantas.
Por el contrario, el crecimiento fue superior en los brinzales fertilizados, apoyando
nuestra segunda hipótesis, es decir, que un mejor estado nutricional facilita el establecimiento
en el campo. Es posible que los brinzales fertilizados hayan mantenido tasas fotosíntéticas
más elevadas durante las primeras fases en el campo, contribuyendo al establecimiento de los
brinzales, tal como ha sido observado por otros autores (van den Driessche, 1987; Noland et
al., 1997). Por otra parte, la fertilización también podría haber permitido un aumento de la
concentración de carbohidratos de reserva, aumento que se ha relacionado con una mayor
capacidad de arraigo (Noland et al., 1997). No obstante, estudios en carrasca han mostrado
disminuciones del contenido de almidón y carbohidratos no solubles tras la fertilización en
plantas que no había aumentado su tamaño (Sanz-Pérez et al., 2007).
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Resulta interesante constatar que la diferencia en crecimiento entre ambas partidas de
plantas se produjo en primavera. Por el contrario, durante el verano, las diferencias de tamaño
no sólo no se mantuvieron, sino que se atenuaron, siendo la tasa de crecimiento de las plantas
no fertilizadas, más elevada. Este resultado sugiere una recuperación de las plantas no
fertilizadas a los pocos meses de la plantación, recuperación observada también en un
experimento en invernadero desarrollado con estas mismas partidas (J. Monerris, datos no
publicados). Es posible, por otra parte, que la tasa de crecimiento estival haya sido superior en
las plantas no fertilizadas durante el verano por haber acumulado menor superficie
transpirante durante la primavera.
Las interacciones observadas entre el régimen de fertilización en vivero y la localidad
de estudio muestran que la magnitud de la respuesta a la fertilización tardía es dependiente de
las condiciones del sitio. Contrariamente a nuestras expectativas, el efecto de la fertilización
no parece mostrar una relación clara con la calidad de la estación (datos no mostrados), por lo
que será necesario llevar a cabo una caracterización más detallada de las parcelas para
identificar los factores que condicionan esta respuesta diferencial de las carrascas.
Los resultados de esta y otras experiencias muestran que el crecimiento de la parte aérea
se atenúa en verano y no vuelve a recuperarse hasta el final del invierno (ver Puértolas et al.,
en este mismo volumen). Esto supone que la fertilización tardía no podría iniciarse antes de
octubre-noviembre, en las condiciones de nuestro experimento. La necesidad de prolongar la
fertilización durante varias semanas para ser efectiva, hace que la plantación en el campo de
brinzales sometidos a fertilización tardía se deba retrasar hasta enero-febrero, lo que puede
representar un inconveniente en zonas con escasa lluvia primaveral. La aplicación de dosis
más frecuentes de fertilizante o la aplicación de fertilizante foliar (Dumroese, 2003) tal vez
permitiría acelerar la recuperación del estado nutricional de les carrascas, disminuyendo los
inconvenientes de retrasar la plantación.
La manipulación de la disponibilidad de nutrientes constituye una poderosa herramienta
para regular el crecimiento de los brinzales. Sin embargo, una nutrición deficiente supone una
limitación para el establecimiento de los mismos, como ha demostrado nuestro estudio.¿En
qué condiciones puede ser ventajosa esta técnica? Por un lado, pese a que diversos estudios
han mostrado un mejor comportamiento en el campo de plantas abundantemente fertilizadas
en vivero respecto a plantas desarrolladas bajo condiciones limitantes, existen excepciones
que sugieren que plantas de menor porte tendrían ciertas ventajas en medios sometidos a alto
nivel de estrés (Trubat et al., 2007; Jacobs et al., en prensa). Mediante la fertilización tardía se
podría mejorar el estado nutricional de los brinzales, manteniendo una reducida superficie
transpirante y atenuando el estrés post-transplante. Por otra parte, la fertilización otoñal
proporcionaría algunas ventajas desde el punto de vista operativo. Por un lado, contribuiría a
reducir la carga de fertilizantes, y con ello los costes económicos y ambientales asociados a su
uso. Por otro lado, facilitaría la incorporación de técnicas de fertilización controlada en
viveros con escasa infraestructura, al restringir el número de aplicaciones de fertilizante. Por
último, la posibilidad de controlar el desarrollo de los brinzales permitiría contemplar la
posibilidad de mantenerlos con una calidad aceptable durante más de una savia, ganando
flexibilidad frente a una demanda incierta.
6. Conclusiones
La fertilización tardía en vivero permite recuperar el estado nutricional de los
brinzales de carrasca en pocas semanas, sin modificar su morfología. La mejora del estado
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nutricional que esto supone permite aumentar su tasa de crecimiento durante el año posterior a
la plantación. La fertilización tardía se muestra como una técnica con potencial para controlar
el crecimiento y estado nutricional de los brinzales de carrasca.
7. Agradecimientos
Esta investigación ha sido financiada por el Ministerio de Ciencia e Innovación, a través del
proyecto ENCINUT (AGL2006-12609-C02-02) y el proyecto GRACCIE (Programa
Consolider-Ingenio 2010). Agradecemos el apoyo recibido de la Conselleria de Medio
Ambiente, Agua, Urbanismo y Vivienda, y especialmente de Gerardo Álvaro, Ángel
Mediavilla y Felipe Gil, así como el soporte técnico recibido de Federico Ordoñez y Elena
Arnau (VAERSA) y Juan Fazio (Grupo la Generala). También agradecemos a Beatriz Amat y
Flor Salvador su colaboración en diversas fases de esta investigación. La Fundación CEAM
recibe financiación de la Generalitat Valenciana y Bancaixa.
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