Género y políticas públicas en el contexto de los

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Revista Electrónica Zacatecana sobre Población y Sociedad
Año 6 / Tercera Era / Número 29 / julio-diciembre 2006
Género y políticas públicas en el contexto de los estudios de población
y desarrollo.
Gloria Mercedes Valle Rodríguez
Unidad Académica de Ciencias Sociales
Proyecto: Población, desarrollo y políticas públicas UAZ-2005-35108
Cuerpo Académico CA-53-Población y Desarrollo
CONTENIDO:
0.
1.
2.
3.
4.
5.
6.
Una introducción necesaria
Los estudios de género
Género y pobreza
Género y políticas públicas
Género en el Programa Oportunidades
Epílogo
Bibliografía citada
0. Una introducción necesaria
El presente trabajo se inscribe dentro de una investigación más amplia que gira en
torno a la perspectiva de género en los estudios de población y desarrollo1. Dado
que, entre otras cuestiones, la investigación de referencia tiene por epicentro lo
que se reconoce actualmente como ejes articuladores de las relaciones entre
población y desarrollo, el trabajo se ciñe a uno de los más trascendentes, cual es
el tema de la pobreza.
Al movernos en el contexto de los estudios de población, desarrollo y políticas
públicas, estamos entendiendo que la población como objeto de estudio admite
diferentes enfoques y uno de ellos es indudablemente lo que denominaremos
perspectiva de género en los estudios de población y desarrollo. Este modo de
razonar va en línea con el hecho de que la población en sus relaciones con el
desarrollo debe ser tratada no solamente como objeto de estudio sino como objeto
de transformación, y esto último ha de ir directamente ligado con las políticas
públicas y sociales, para las que, de nueva cuenta, se reclama un enfoque de
género.
De esa manera el trabajo tiene como referente al problema de la pobreza como
uno de los aspectos de las relaciones entre población, desarrollo y políticas
públicas con un ingrediente de género, admitiendo que se trata de uno de los
problemas centrales en el examen actual de los ejes articuladores de tales
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Se trata del proyecto “Población, desarrollo y políticas públicas”
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relaciones, y que al decir de Bajraj et. al. (2000: 6-7) constituyen verdaderos
desafíos para las políticas públicas.
Si bien en el presente documento no se puede plasmar la totalidad de los
aspectos concernientes a la teoría del género, consideramos que es necesario
rescatar algunos elementos que pueden caracterizar el enfoque o perspectiva de
género. En forma semejante, el trabajo supone incursionar en consideraciones
imprescindibles acerca de las políticas públicas que posibiliten abordar su vínculo
con el enfoque de género.
En México, dos de las expresiones genuinas de los avances que se han tenido en
materia de género y políticas públicas son PROEQUIDAD, “PROGRAMA
NACIONAL PARA LA IGUALDAD DE OPORTUNIDADES Y NO
DISCRIMINACIÓN CONTRA LAS MUJERES 2001-2006” (INMUJERES, 2006), y
el PROGRAMA OPORTUNIDADES. El primero es una manifestación de lo que se
ha transitado en el proceso de concientización, para decirlo en palabras de
AsteLarra (2002), en igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres y, es
producto del acuerdo entre el gobierno, las organizaciones de la sociedad civil, las
instituciones académicas, así como de una amplia participación de la ciudadanía.
Entre tanto, la imposibilidad de que este documento pueda abarcar la amplia
experiencia acumulada en América Latina, nos impone referirnos a un caso
concreto como es justamente el PROGRAMA OPORTUNIDADES, que ha venido
funcionando en México y que ha sido valorado como expresión de la puesta en
práctica de políticas de enfrentamiento de la pobreza con perspectiva de género.
El trabajo cuenta con esta breve introducción, cuatro partes, un epílogo y un
necesario apéndice documental
1. Los estudios de género
Los estudios de género cubren un amplio espectro de problemáticas, donde la
determinación, tanto de la intensión como de la extensión del concepto ha
devenido en centro de atención, debate e interés de una infinidad de especialistas,
y competencia de variados campos del conocimiento.
Asumimos no obstante que la lógica que debe guiar el entendimiento de los
estudios de género ha de partir del reconocimiento de al menos dos direcciones
fundamentales en el campo de estos estudios, muy relacionadas entre sí.
La primera concierne a la propuesta teórica de lo que es género o lo que debe
entenderse por tal, mientras que la segunda se refiere a la perspectiva de género
en el abordaje de múltiples problemáticas sociales, económicas, demográficas,
culturales, etc.
En el centro de los estudios de género está el reconocimiento de que en todas las
sociedades existe una marcada diferencia en cuanto al rol que desempeñan
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hombres y mujeres en los diferentes ámbitos de la vida social, política y
económica, así como en cuanto a las oportunidades de educación, trabajo,
desarrollo profesional y finalmente en cuanto al acceso a los recursos económicos
y a la toma de decisiones. Una situación similar se presenta en relación a la
apropiación de los beneficios derivados del desarrollo económico y social,
determinantes de calidades de vida igualmente desiguales.
La definición de género constituye una tarea importante. Una de las
interpretaciones en boga asume que el género es un concepto cultural que tiene
como referente la dicotomía social de “lo masculino” y “lo femenino”. Se asume
como una construcción de significados, que permiten agrupar todos los aspectos
psicológicos, sociales y culturales de la relación feminidad-masculinidad. De todo
ello se desprende que la acción de la sociedad es decisiva en su aprendizaje y
desarrollo.
En particular la incorporación de la equidad de género como tema de debate es el
resultado de un largo proceso social y político. Revisando el camino transitado por
la teoría de género Fraser ha planteado la necesidad de una concepción amplia
que permita acomodar la problemática centrada en el trabajo y aquella otra
centrada en la cultura. Fraser exige además teorizar sobre dos dimensiones
referidas a la distribución y otra al reconocimiento. En cuanto a la primera el
género se plantea como una diferenciación del “tipo de la clase enraizado en la
estructura económica de la sociedad” (Fraser, 2002:4). Con relación a la segunda
“el género aparece como una diferenciación de status, enraizado en el orden de
status de la sociedad” (Fraser, Ídem.). Este carácter bidimensional lleva de una
parte a la idea de una política de redistribución, mientras que de otra a una política
de reconocimiento, pero lo importante es que para “combatir la subordinación de
las mujeres hace falta una aproximación que combine ambos tipos de políticas”
(Fraser 2002:5). De manera que esta aproximación bidimensional de la justicia de
género es abarcadora tanto de la redistribución como del reconocimiento.
Entre tanto, el avance hacia una perspectiva de género en los estudios de
población y desarrollo habrá de reconocer que el “género” es una de esas
construcciones teóricas que sirven de entorno de referencia a multitud de
relaciones seleccionables o definibles, y en ese sentido referirse a una perspectiva
de género en los tales estudios, implica tomar en cuenta que el género afecta
transversalmente a todos los hechos sociales y en particular los concernientes a
las relaciones entre población y desarrollo. Esto quiere decir: que los ejes
articuladores de las relaciones entre población y desarrollo, tales como el empleo,
la pobreza, la equidad, el acceso a bienes y riquezas; así como la diversidad de
aspectos que involucra la reproducción de la población habrán de examinarse
tomando en cuenta las características que asumen cuando se les enfoca desde el
ángulo del género.
Una de las tantas definiciones de la perspectiva de género, es la aportada por
Cecilia Loria para el caso de la legislación y las políticas públicas, que la considera
como un “conjunto de mecanismos y herramientas que inciden en los planes y
programas, en las leyes, acciones públicas, en los bienes y servicios tendientes a
desmontar y eliminar las inequidades entre los géneros y todas las formas de
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subordinación y dominio. Para ello buscan modificar las relaciones, funciones y
obstáculos específicos que enfrentan hombre y mujeres para desarrollarse como
personas” (Loria, 2002:4).
Importa reiterar que se avanza hacia una perspectiva de género porque hay una
diferencia de participación en los distintos hechos sociales según género. Al igual
que como ocurre con la globalización neoliberal, no es lo mismo la implicancia de
los diferentes problemas en los hombres que en las mujeres. No es lo mismo
como se benefician o perjudican de una manera peculiar según se trate de
hombres y mujeres.
2. Género y pobreza
El tema de las relaciones entre la población, el desarrollo y la pobreza es, sin lugar
a dudas, uno de los de mayor relevancia en la agenda global de nuestros días,
sobre todo, por los desafíos que está problemática impone a las políticas públicas.
Para el caso de América Latina se trata de un fenómeno de larga data que en las
últimas décadas se ha extendido y profundizado, conjuntándose con el concepto
de exclusión social, calificado por algunos como una especie de apartheid fundado
en la incapacidad de participar en la dinámica de la sociedad, en su proceso de
modernización.
La pobreza es un fenómeno complejo y multifacético de manera que con esta
referencia a dicho fenómeno no pretendemos ni podemos agotar todos los temas
en discusión, sino que hemos querido centrarnos en algunas cuestiones
concernientes a su análisis desde la perspectiva de género, que es un aspecto
vital en el estudio de las relaciones entre población y desarrollo. Valdrá la pena
rescatar algunos de los planteamientos realizados por Kabeer, que ha tomado
muy en consideración las aportaciones de Sen.
En sus “Realidades Trastocadas”, Naila Kabeer nos hace razonar sobre el hecho
de que la composición de la pobreza trasciende ampliamente la cuestión de la
adquisición de los bienes y servicios que se asocian a la reproducción humana, y
nos convence de que existen formas intangibles de pobreza, como el aislamiento
social, la vulnerabilidad, la inseguridad y las relaciones de dependencia y
subordinación en la satisfacción de las necesidades básicas, las cuales pueden
ser vistas como mecanismos a través de los cuales la pobreza se reproduce.
Apoyándose en trabajos de Sen y Chambers nos plantea que “La necesidad
humana es algo más que la sobrevivencia fisiológica; es también vivir una vida
activa y sana, participar en la vida de la comunidad. Éstos son los "seres y actos"
que la gente valora y que Sen llama "logros de agencia". Una definición de las
necesidades básicas más incluyente abarcaría por lo tanto niveles culturalmente
definidos de bienestar físico (salud, vivienda, vestido, higiene), en tanto que si el
concepto se amplia hasta cubrir los aspectos más intangibles de la privación carencia de poder, dependencia, aislamiento (Chambers)-, el resultado es una
definición aún más amplia” (Kabeer, 1998:4).
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En otro orden de cosas, Según Kabeer (1998:6), la forma en que la mujer
experimenta la pobreza es diferente como resultado de los “contratos implícitos”
de las relaciones intradomésticas, inmersos en un contexto social de obligaciones
asociadas al matrimonio y la familia. Un ejemplo que refleja este hecho es que en
muchos países se considera que los intereses y educación de los niños tienen
mayor prioridad que el de las niñas.
Un aspecto adicional que debe rescatarse del estudio de Kabeer es que para
compensar las limitaciones en la medición de la pobreza se debe desglosar la
información para tomar en cuenta las diferencias entre “los seres y las acciones”
en el hogar. La autora sostiene que se necesitan indicadores que reconozcan que
la vida de la mujer se rige por restricciones, títulos y responsabilidades sociales
distintas y en ocasiones más complejas que las de los hombres, y que las mujeres
viven su vida en gran medida fuera de la economía monetarizada. “necesitamos
información tanto de los "fines" domésticos como de la satisfacción de las
necesidades básicas y los "medios" domésticos, su dominio sobre los recursos,
por los cuales se satisfacen estas necesidades. En segundo lugar, medios y fines
pueden significar cosas diferentes para diferentes personas; en particular, las
mujeres y los hombres pueden tener diferentes prioridades y posibilidades. Esta
premisa tiene importantes implicaciones metodológicas. En primer lugar implica
que habrá que descomponer en factores los datos para tomar en cuenta los
diferenciales intradomésticos en "los seres y las acciones"; en segundo, implica la
necesidad de indicadores que reconozcan que las vidas de las mujeres están
regidas por diferentes limitaciones sociales, derechos y responsabilidades muchas
veces más complejos que los de los hombres, y que ellas se ven orilladas, en
mucha mayor medida a salir del terreno monetarizado” (Kabeer, 1998:7)
3. Género y políticas públicas
Uno de los temas de mayor interés en el contexto de las relaciones entre
población y desarrollo, y en particular cuando dichas relaciones se examinan
desde una perspectiva de género, es el concerniente al vínculo entre género y
políticas públicas.
Por lo pronto no sería aventurado plantear que las acciones cognitivas y políticas
en este sentido se han orientado en dos direcciones.
La primera tiene que ver con el hecho de que tanto en el contexto de las Naciones
Unidas, como en los gobiernos y las delegaciones de la sociedad civil se promulga
la adopción de importantes compromisos y propuestas de políticas orientadas a
modificar la situación de las mujeres y alcanzar una necesaria igualdad y/o
equidad de derechos entre hombres y mujeres. Las mujeres han solicitado en más
de una oportunidad una mayor injerencia del Estado en la corrección de las
desigualdades, mientras en otros casos han tratado no sólo que el Estado proteja
sus derechos sino también que las proteja del mismo aparato estatal. De hecho,
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con demasiada frecuencia se hace referencia a equidad de género como la
búsqueda de igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres mediante el
diseño, coordinación e implementación de políticas públicas y programas.
La segunda, en estrecha relación con la anterior, tiene que ver con un esfuerzo
sostenido y creciente por incorporar la perspectiva de género en todo lo
concerniente a las políticas públicas y sociales lo cual implica que los
responsables de su definición, implementación y seguimiento asuman el
compromiso de superar las desigualdades de género y tomar en cuenta de
manera sistemática los efectos diferenciados que ejercen las acciones de cada
sector en mujeres y hombres. En este sentido la instalación de la perspectiva de
género en el Estado reclama no solamente acciones de planificación
consecuentes en el marco de la modernización de aquel, sino que requiere de un
profundo cambio de mentalidad de los decidores de políticas.
Se constata la existencia de una gran diversidad de enfoques y definiciones sobre
el concepto de políticas públicas. Con frecuencia –ha comentado Torgerson- el
análisis de políticas públicas aparece como una selva de diversas y conflictivas
formas de investigación, con terminología inconsistente y estilos intelectuales
divergentes e, incluso, con ciertos paradigmas imposibles de comprobar. En
diversas ocasiones se ha intentado revisar el campo y determinar que cosas
podría darle alguna coherencia a este aparente caos. Sin embargo, estos intentos
se vuelven tan detallados y absurdos que terminan por entregarnos un mapa igual
de enredado y confuso que la selva misma (Torgerson, 2003:197).
Así y todo, la política pública suele entenderse como un curso de acción, una
definición de principios y/o flujos de información en relación con un objetivo público
definido en forma democrática. La política se expresa en orientaciones,
instrumentos, programas, normas institucionales, entrega de productos, servicios,
etc.
Por otra parte, toda política pública es expresión de un proceso que involucra
sujetos y tiempos diferenciales. En el momento en que una problemática es
interpretada y abordada por una política pública, refleja un nivel de entendimiento,
vinculación y acuerdo, logrado entre la sociedad y el gobierno sobre qué
problemas merecen atención a través de las diferentes fases evolutivas de la
política pública.
Lo que es importante es que toda política pública se origina en el diagnóstico de
algún problema de población que requiere ser encarado con cierta urgencia.
En otras palabras, la política pública tiene como antecedente la percepción de un
problema, es decir, aquellos que se suscitan cuando las sociedades no logran
encontrar un equilibrio satisfactorio entre, por ejemplo, los procesos de desarrollo
y crecimiento económico con la distribución equitativa del beneficio de los mismos.
La construcción de problemas públicos, comenta a propósito Araujo, es
sustentada y movilizada por distintos actores que se vinculan entre sí en torno a
un asunto que se transforma en su centro de atención, iniciativas y debates,
conformando así un dominio político (Araujo et al. 2000:134).
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A su vez, como reclama Virginia Guzmán, los problemas deben ser formulados en
términos compatibles con los referentes cognitivos y valóricos generales creencias y normas - para ingresar a las agendas. Los sujetos que los movilizan
deben desarrollar por tanto, estrategias discursivas y políticas orientadas a
posicionar y aumentar la visibilidad e importancia de los problemas frente a otros
sujetos sociales o autoridades. (Guzmán 2001:12).
En otro orden de cosas, la constante referencia a los programas sociales, como es
el caso del PROGRAMA OPORTUNIDADES, para ilustrar la problemática de las
relaciones entre género y políticas públicas, puede conducir a una cierta
equiparación de los términos “programa social” y “política pública”, por la que
normalmente se está haciendo referencia a lo que muchos califican como “política
social”. Aquí consideraremos que todo programa social es consustancial a una
política social estatal.
Quiere decir que estamos entendiendo que la política pública social, se define
como aquellas acciones públicas cuya finalidad explícita será la de contribuir a
elevar el bienestar social de la población y a eliminar todas las trabas sociales, y
se expresa en leyes, planes, metas, normas y disposiciones estratégicas que
reconocen los conceptos de deuda social y derecho social de una población. Los
programas sociales, a su vez, son acciones concretas cuya finalidad es la
contribución directa sobre la calidad de vida y el modo de vida de una población o
sociedad. Los programas sociales abordan a la calidad y el modo de vida de una
población por ser ellos indicadores del bienestar social, en cuanto a la
disponibilidad de servicios y bienes como de la satisfacción de las necesidades
individuales y sociales.
Por otra parte, avanzar en la formulación de las políticas públicas con una
perspectiva de género implica en primer término la necesidad de producir un
estudio-diagnóstico de género que al identificar y describir la situación y
características del objeto de estudio y transformación en cuestión, tome en
consideración las diferencias entre mujeres y hombres, y en un plano causal,
analizando los factores que generan desigualdades y evaluando la factibilidad de
modificarlas. Consecuentemente, a partir de estudios de esta naturaleza puede
avanzarse en la elaboración de propuestas de acción que procuren modificar las
desigualdades de género que hayan sido detectadas.
Haciendo referencia a los tipos de estrategias que se han puesto en práctica para
impulsar políticas públicas contra la inequidad de género, Astelarra (2002)
concluye que lo que más se ha generalizado a nivel internacional en los últimos
quince años es la de igualdad de oportunidades, la cual implica que todos los
individuos han de tener la misma oportunidad y que las desigualdades se deben a
los distintos méritos que tienen las personas. Tales desigualdades pueden ser
injustas cuando no se ha tenido en el punto de partida las mismas oportunidades,
contra otras desigualdades que expresan las diferencias meritocracias y que son
legítimas. La autora revisa el planteamiento relativo a que la igualdad de
oportunidades no produce igualdad de resultados, que para el caso de las mujeres
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significa que las reformas legales y las actuaciones políticas no producen los
cambios necesarios en la realidad de las mujeres de modo que se pueda afirmar
que la discriminación ha desaparecido; se trata, como concluye la autora, de que
el punto de partida entre hombres y mujeres para la participación en el mundo
público no es igual y, por consiguiente, si las mujeres no son iguales en el punto
de partida hay que corregir el punto de partida. En ese tenor, el primer tipo de
modificación de la estrategia de igualdad de oportunidades es la acción práctica
que la autora enfoca como un mecanismo para corregir la desventaja inicial de las
mujeres y que se sintetiza como: en igualdad de condiciones priorizar a una mujer
sobre un hombre. Ahora bien, la discriminación no desaparece porque la
incorporación de las mujeres al mundo público no transforma su rol de ama de
casa, esto es, se mantiene la doble jornada de las mujeres.
En otro orden de cosas, en relación a este aspecto del enfoque de las políticas
públicas desde una perspectiva de género se ha estado planteando el concepto de
transversalización de la perspectiva de género que se define como el proceso de
valorar las implicaciones que tiene para los hombres y para las mujeres cualquier
acción que se planifique, ya se trate de legislación, políticas o programas, en todas
las áreas y en todos los niveles.
Aquí es necesario hacer referencia a la llamada estrategia de transversalización
de género, concebida como la afectación simultánea de diferentes ámbitos de
intervención estatal, lo cual se fundamenta en el hecho de que la naturaleza
sistémica de las desigualdades de género hacen necesaria la operación
simultánea y coordinada de distintos campos de acción del estado, lo cual se
ejemplifica en el caso de cambiar la situación de la mujer en el mercado de
trabajo, que requiere a la vez de acciones en el ámbito de la familia, la educación
y los medios de comunicación.
Se trata de una estrategia que busca integrar las preocupaciones y experiencias
de las mujeres y en el proceso de elaboración, implementación, control y
evaluación de las políticas y de los programas en todas a todos los niveles y
esferas políticas, económicas y sociales, de manera que ambos puedan
beneficiarse de ellos por igual y no se perpetúe la desigualdad. Como lo plantea la
OIT (2002), el objetivo final de la integración es alcanzar la igualdad de los
géneros.
En el abordaje de la OIT, la estrategia de transversalización incluye actividades
específicas en el ámbito de la igualdad y acción positiva, trátese de hombres o
mujeres, en posición de desventaja. Las intervenciones específicas dirigidas a
alcanzar la igualdad pueden orientarse a las mujeres exclusivamente, a las
mujeres y a los hombres al mismo tiempo o únicamente a los hombres, con el fin
de que puedan participar en la labor de desarrollo y se beneficien de ella por igual.
Se trata de medidas provisionales necesarias, concebidas para luchar contra las
consecuencias directas e indirectas de la discriminación en el pasado (OIT, 2002).
La transversalización de la perspectiva de género implica la incorporación de la
experiencia, el conocimiento y los intereses de las mujeres y de los hombres en la
dirección de sacar adelante los programas de desarrollo.
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El organismo internacional plantea una serie de criterios que se consideran
necesarios para la transversalización de la perspectiva de género, entre los que se
encuentran (OIT, 2002) el que la responsabilidad de poner en marcha la estrategia
de la transversalización abarca a todo el sistema y radica en los niveles más altos
dentro de los organismos; la necesidad de establecer mecanismos adecuados y
fiables para controlar los progresos realizados; la identificación inicial de
cuestiones y problemas en todas las áreas de actividad debe ser tal que permita
diagnosticar las diferencias y disparidades en razón del género; no se debe
suponer que existan problemas y cuestiones indiferentes desde la perspectiva de
la igualdad entre los géneros; deben realizarse sistemáticamente análisis por
géneros; para llevar la idea de la transversalización a la realidad se requiere de
una clara voluntad política y la asignación de los recursos adecuados, incluidos
recursos adicionales financieros y humanos de ser necesario; y finalmente, no se
debe prescindir de la necesidad de elaborar políticas y programas específicamente
destinados a las mujeres, así como de una legislación positiva en su favor;
tampoco eliminar la necesidad de unidades o coordinadores para las cuestiones
de género.
Concluyendo, la definición del alcance de lo que se quiere entender por formular e
implementar políticas con perspectiva de género requiere al menos de las
cuestiones siguiente: a) la política debe ser abordada tomando en cuenta las
diferencias de género, la naturaleza de las relaciones entre mujeres y hombres, al
igual que sus diferentes realidades sociales y roles socialmente construidos; b) se
necesita poner en práctica un proceso permanente de evaluación de los efectos
diferenciados sobre mujeres y hombres que ejercen las políticas, programas y
medidas legislativas (propuestas o existentes) y el control de recursos en mujeres
y hombres; c) se requiere dimensionar adecuadamente y visualizar las diferentes
condiciones y necesidades de mujeres y hombres, así como la forma en que los
problemas les afectan de manera diferencial.
4. Género en el Programa Oportunidades
Aceptando que las políticas públicas se instrumentan a través de programas,
proyectos y normativas, hacemos referencia aquí al Programa Oportunidades
(SEDESOL 2003) como un ejemplo de tales programas, orientado en particular a
la reducción de la pobreza. Entre tanto, Oportunidades contiene elementos de
diseño y resultados que favorecen la equidad de género. En ese tenor el
Programa incluye transferencias monetarias directas a las madres de familia que
se enfocan a mejorar su posición en el hogar, procurando un mayor nivel de vida
para sus familias. El Programa proporciona mayores transferencias a mujeres en
educación secundaria y media superior, promueve su inscripción escolar a edades
tempranas en zonas rurales, y aumenta significativamente su nivel de escolaridad
en las zonas urbanas. Hay otros beneficios específicos que provienen de acciones
de la atención a la salud reproductiva y las sesiones educativas en salud. (De la
Torre, 2005:14)
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El Programa incluye acciones sobre salud reproductiva y de educación para la
salud que al estar orientadas únicamente hacia las mujeres les permiten contar
con un tratamiento único. Se debe hacer mención a la inclusión de sesiones
educativas de salud para mujeres y varones de media superior, en especial de
contenidos referentes a la equidad de género y salud reproductiva. Cabe
mencionar, como comenta De la Torre (2005:61) que el cambio en las
expectativas de jóvenes mujeres y varones respecto a su vida futura muestra
resultados particularmente favorables en las mujeres, con perspectivas de superar
la forma de vida de sus padres.
Se reconoce que entre los hogares con Oportunidades hay una mayor
probabilidad de emprender actividades microempresariales y son mayores las
oportunidades para actividades típicamente realizadas por mujeres.
De esa manera el Programa Oportunidades se nos presenta como un ejemplo de
buena combinación de transferencias fiscales a los pobres con incentivos para
construir capital humano a través de apoyos para la salud y la educación, y lo
fundamental, con una clara transversalización de género.
Con todo, hay una serie de reclamos que se le hacen al Programa, y que deben
ser tomados en consideración. Por parte de Loria (2005:6) se argumenta que los
esfuerzos “serán insuficientes si no se trabaja la dimensión cultural, tanto en
relación con las representaciones, como de las prácticas y en especial la inclusión
de nuevas acciones que transformen las políticas”. En otro momento de su
argumentación la especialista, refiriéndose a la forma de llevar la perspectiva de
género a la política social, reclama lo que llama el tutelaje del Estado en la
provisión a las familias de los servicios para aligerar la carga de las mujeres, y en
ese tenor, para el caso del Programa que hemos tomado como ejemplo, se
requiere de acciones encaminadas a “connotar positivamente y confirmar la
responsabilidad compartida en el hogar y la educación de los hijos” (Loria 2005: 6)
Ya para cerrar esta parte, un elemento que nos llama la atención en cuanto al
Programa de referencia, es el aportado por los resultados de un análisis realizado
por Grediaga que indicó que la evidencia empírica pone de relieve el hecho de
que, en promedio, los beneficiarios del programa trabajan menos horas que los
que no obtienen beneficios del mismo (Grediaga, 2005: 38). Esta conclusión lejos
de llevarnos a cuestionar la pertinencia del Programa, nos hace incorporar un
tercer reclamo. Las políticas y programas dirigidos a atacar el problema de la
pobreza deben estar acompañados de acciones dirigidas a garantizar la utilización
productiva y remunerada de la fuerza de trabajo. Hay una empecinada relación
entre empleo y pobreza.
5. Epílogo
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El breve examen que hemos podido hacer de cuestiones relevantes a la
perspectiva de género en los estudios de población, desarrollo y políticas públicas
nos ha permitido constatar que esta manera de plantear la problemática constituye
un avance significativo tanto en relación a su análisis teórico, como en la práctica
de los programas y proyectos de desarrollo, visto el caso de OPORTUNIDADES.
Se trata de disponer de fundamentos teórico-metodológicos sobre los cuales
sustentar la elaboración e implementación de políticas públicas de todo tipo,
económicas, sociales, ambientales, etc., que dirigidas a la solución de los
candentes problemas de población y desarrollo, como es el caso de la pobreza,
incorporen la equidad de género y garanticen una calidad de vida superior para
todos los ciudadanos y ciudadanas. Será la única manera de promover un
desarrollo humano sostenible basado entre otros principios, en un nuevo
compromiso social: la equidad, que pasa por un valor esencial que necesita ser
rescatado, la solidaridad humana.
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