ACUERDO N° 325 T° V F° 68 Sala 1

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Sala Primera
ACUERDO N° 325 T° V F° 68 En la ciudad de Rosario, a los
- Cámara de Apelación Penal días 26 del mes de Septiembre de dos mil
siete, se reúnen en Acuerdo los Señores Jueces de la Sala Primera de la Cámara de Apelación en lo Penal,
a fin de dictar sentencia definitiva en la causa seguida a W. O. L., Prio. n° 1460832 IG de la UR II, hijo de
Juan Oscar y Carmen Beatriz Casafuz, nacido el 12/11/1980 en Villa Fiorito (Buenos Aires), DNI n°
28320291, por el delito de Homicidio calificado; -Proceso n° 149/05 del Juzgado de origen, registrado bajo
el n° 416/07 por ante la Mesa General de Entradas y Movimiento de la Cámara de Apelación en lo Penal y
en trámite por ante esta Sala Primera-; y estudiados los autos, se plantearon las siguientes cuestiones a
resolver:
I.- ES JUSTA LA SENTENCIA APELADA?
II.-
QUE
PRONUNCIAMIENTO
CORRESPONDE
DICTAR
EN
CONSECUENCIA?
Practicado el sorteo dispuesto por la ley, resultó el siguiente orden de
votación: Señores Jueces de Cámara, Doctores Ernesto A. Pangia, Eudardo D. Sorrentino y Alberto P.
Bernardini.
A LA PRIMERA CUESTION EL DOCTOR PANGIA DIJO.I.- La sentencia n° 25 del 23 de Febrero de 2007, dictada por el Señor
Juez en lo Penal de Sentencia n° 4 de Rosario, en su punto 1), condena a W. O. L. a la pena de quince
años de prisión, accesorias legales y costas, por considerarlo autor penalmente responsable del delito de
Homicidio calificado bajo circunstancias extraordinarias de atenuación (art. 80 inc. 1 y último párr., CP).
Dicho pronunciamiento es recurrido por el justiciable y su abogado
defensor y, concedida que fuera la apelación, se abre la instancia de alzada y se expresan agravios.
II.- Se atribuye a Leiva autoría material en el ilícito de homicidio
calificado, según hecho cometido el 07/01/2005, alrededor de las 00.15 horas, en el interior de su casa sita
en calle 1° n° 362 de Granadero Baigorria, resultando víctima el padre del procesado, Juan Oscar L., quien
recibiera heridas de arma blanca que le ocasionaron una hemorragia masiva causante de su fallecimiento.
III.- En la queja, la defensa de L. circunscribe sus agravios a cuestionar
el pronunciamiento recurrido en cuanto no se consideró en el mismo que su asistido, al dar muerte a su
padre Juan Oscar L., actuó en estado de emoción violenta, bregando por tanto por un cambio de
calificación legal del hecho en ese sentido.
Subsidiariamente, postula que se considere que el encausado actuó
con exceso en el ejercicio de la legítima defensa (art. 35, CP). Agrega, finalmente, que la pena que le fuera
impuesta al enjuiciado, es excesiva dado que la situación y las circunstancias condicionantes en el
momento del hecho, atempera indudablemente la sanción que debió imponérsele.
IV.- Seguidamente, el representante del Ministerio Público Fiscal
contesta los agravios vertidos por la recurrente, manifestando que de lo declarado por Leiva al recibírsele
simple interrogatorio sumario (fojas 22/23) y en su declaración indagatoria (foja 35), surge que el recuerdo
que guarda el acusado respecto de todo lo ocurrido demuestra la existencia de una conducta totalmente
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- Cámara de Apelación Penal consciente y direccionada del sujeto activo, absolutamente incompatible con el estado de emoción violenta.
Agrega la Acusación que el informe médico forense de foja 99, lejos de
avalar la pretensión defensista, recalca la personalidad con anulación o disminución del control de impulsos
ante situaciones críticas desbordantes, tal como sucedió en el hecho aquí investigado, siendo que incluso el
imputado, luego del hecho, disimulara lo ocurrido ante la llegada del personal policial.
Respecto de la pretensión subsidiaria, la Fiscalía de Cámaras entiende
que si no se han acreditado mínimamente los extremos exigidos por la ley para que opere la legítima
defensa, en modo alguno puede hablarse de que haya existido en la especie exceso en el ejercicio de dicha
causa de justificación. Agrega esta parte procesal que el acusado en modo alguno puede ser amparado por
la causa de justificación del art. 34, inc. 6°, CP, pues no se han acreditado la provocación suficiente (salvo
que se entienda por provocación que la víctima le haya dicho al acusado que se tenía que ir de la causa con
su familia), así como tampoco ha existido necesidad racional del medio empleado, pues el enjuiciado, ante
el requerimiento de su padre, reaccionó en forma violenta atacándolo con un arma blanca y provocándole la
muerte.
Con relación al monto de pena de prisión impuesto a L., el Actor penal
considera que -atendiendo a la naturaleza, características y gravedad del ilícito atribuido al mismo, por el
que ahora se lo condena, como así los medios y modos utilizados para su perpetración, y las demás
razones que tuvo en cuenta el A-quo para dosificar la sanción en la forma en que lo hizo-, el mismo luce
ajustado a derecho.
Brega en consecuencia el Fiscal de Cámaras, por la íntegra
confirmación del fallo en crisis.
V.- Expuestos los agravios de la defensa contra el fallo y evaluado con
la posición sustentada por el señor Fiscal de Cámara, entiendo que la queja no logra reducir los
fundamentos del fallo, aunque adelanto que creo prudente morigerar la sanción impuesta.
En efecto, mas allá de los empeñosos argumentos del curial recurrente
–que su asistido al momento del hecho estuvo sumido en un estado de emoción violenta o que su proceder
lo fue con exceso en la legítima defensa- se advierte en el andar del justiciable un accionar congruente
conforme a sus intereses, antes, durante y posterior al hecho que lo involucran con voluntad homicida.
Cierto es que la relación entre W. O. L. y su padre víctima era normal.
Nada hace suponer la existencia de antipatía o animosidad, pero la incidencia originada, aún aceptando
que tuvo su origen en la actitud de la víctima y en un marco de conflictividad por la ocupación de la vivienda,
no excedió de golpes de puño y ataques verbales con ausencia de arma por parte del occiso.
El hecho de que el imputado se haya introducido en su casa, busque
un cuchillo para continuar la pelea con el resultado fatal, conforma el dolo directo de homicidio, no pudiendo
ignorar que el medio empleado y el uso del mismo, razonablemente iba a producir la muerte. El dolo de
homicidio no exige especificidad alguna en la muerte consumada, por lo que evaluado ello con el detalle del
recuerdo claro de lo acontecido que hace el justiciable, además de hacer desaparecer el arma e incluso
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- Cámara de Apelación Penal ante la llegada de la policía desfigurara realidad, explica, a la luz de la sana crítica, que tuvo conciencia de
lo que hacía, y de su mejor ubicación para esquivar el reproche de la ley, todo lo cual está en pugna con
todo atisbo emocional o con una turbación de magnitud que le haya hecho perder en parte el control de sus
actos determinando una reacción incontenible que permita subsumir su actuación en la figura jurídica de la
emoción violenta.
Tal atenuante, requiere un factor desencadenante, sorpresivo y
concomitante con el hecho y de envergadura para generar el violento estallido que caracteriza tal estado y
si bien la circunstancia del pedido de la casa, pudo haber incidido en el ánimo del imputado, no debió ser
tanto cuando el desalojo de la vivienda no se iba a concretar en forma inminente, sino en un futuro. Con
ello, el quebranto de los frenos inhibitorios no alcanza entidad para la atenuante, tampoco, para considerar
su proceder como excediendo la legitima defensa, ya que, no se advierte la necesidad racional del medio
empleado, debiendo subrayarse que la víctima en la incidencia apeló a meros golpes de puño, aún a
insultos y alguna agresión y en razón de su edad -la víctima era su padre y mucho mayor- con lo que la vida
del imputado en modo alguno corría peligro.
En ese marco, los testimonios son elocuentes, debiendo coincidirse
con el a-quo en la existencia de circunstancias extraordinaria de atenuación, ya que el pedimento de
vivienda a quien la ocupaba con su pareja, su hijo y su núcleo conviviente, con influencia de la nueva
relación de su padre y el riesgo de perder en el futuro su hogar, aunque no alcance para una causal emotiva
violenta excusable, luce con una situación motora hacia el delito. La seriedad del pedimento de vivienda y la
incertidumbre respecto de no saber donde residir con su familiar, unido a que las relaciones del padre
víctima con el hijo homicida no se desarrollaban en pautas revestidas de odio anterior al hecho, no amerita
la extrema pena que fija la calificante del inc. 1 del art. 80 del Cód. Penal. Además, la defensa no expone
contundentes argumentos que desmerezcan la calificación del sentenciante, por lo que voto para que se
confirme la sentencia en lo atinente a la autoría endilgada, responsabilidad penal y calificación legal del
suceso.
No obstante, entiendo que la pena impuesta aparece excesiva. La
naturaleza del hecho, modo comisivo, carencia de antecedentes por parte del imputado, su juventud, motivo
que lo llevaron a delinquir, circunstancia no premeditada para matar, la inexistencia de resentimiento entre
ellos, la influencia etílica de los actores, el atisbo de arrepentimiento según propias palabras del imputado …
con mi viejo nos llevábamos bien, nunca tuvimos discusiones fuertes…estoy muy mal por lo que hice y lo
que le pasó a mi viejo…, buena impresión en la audiencia de visu y demás pautas de los artículos 40 y 41
del Cód. Penal, me permiten concluir que la pena impuesta luce desproporcionada entre el grado de
culpabilidad de este singular y trágico episodio y la respuesta sancionadora, por lo que propongo reducir la
pena impuesta e imponerle la de ocho años de prisión, accesorias legales y costas.
A LA MISMA CUESTIÓN EL DOCTOR SORRENTINO DIJO.Comparto la conclusión a la que arriba el Colega preopinante, Dr.
Pangia y, por iguales fundamentos y a fin de evitar inútiles repeticiones, voto en el mismo sentido.
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- Cámara de Apelación Penal A LA MISMA CUESTIÓN EL DOCTOR BERNARDINI DIJO.Analizada la queja, confrontada con la sentencia y las constancias del
proceso, debe concluirse que la condena es justa, por lo que corresponde contestar afirmativamente al
interrogante planteado.
El planteo básico de los agravios, discurre entre valoraciones que
refieren a la excusabilidad del hecho, a la ausencia de dolo, a la existencia de emoción violenta y a un obrar
excedido en la defensa. Ninguno de esos extremos puede acogerse.
Todo lo actuado ha sido valorado correctamente por el juez a-quo, en
punto a la acreditación de un obrar del imputado, con conocimiento de lo que hacía (aplicar reiteradas
puñaladas, dos de ellas en el torax, que determinaron la muerte de su padre) y el querer correspondiente,
que surge indubitable más allá del arrepentimiento posterior que se alega. En la propia acción y en el
contexto anterior y posterior de la misma, se verifica la autonomía del imputado en punto a sus
desplazamientos y la vinculación de sus discursos y acciones con los sucesos, lo que demuestra un estado
de conciencia que le ha permitido conocer perfectamente lo que estaba haciendo y del que se desprende
por lo tanto la representación del curso causal que sus actos desencadenaban y, en la voluntad de
reiteración de la agresión con un cuchillo, el querer hacerlo. Ninguno de los extremos del hecho que el juez
a-quo tiene por acreditados, señala la accidentalidad de la muerte. El desenlace fatal ocurrió por la propia
obra consciente y querida del imputado.
Tampoco puede afirmarse que la tipicidad dolosa del homicidio se
encuentra morigerada en virtud de exceso en la legítima defensa. Ningún extremo de la queja y del proceso,
refiere a la existencia de una legítima defensa inicial excedida, que el sentenciante excluye con argumento
preciso que no se reduce. En el conflicto con el padre, el hijo va en busca de un cuchillo, vuelve y lo mata.
No lo encuentra al alcance de sus manos en el momento en que está soportando una agresión ilegítima con
arma, que pone en peligro su vida que puede, en su caso, determinar la proporcionalidad de la reacción con
lo único que tiene al alcance de su mano. Ni los motivos de la reacción –el conflicto que desencadena la
indicación del padre de que deberá retirarse de la vivienda en una semana- ni las circunstancias de la pelea
aparecen nítidamente como una agresión ilegítima del padre y, de ningún modo, con peligro sobre la vida y
necesitada de la reacción que nos ocupa. La búsqueda del cuchillo es demostrativa de una decisión no
surge de la necesidad, que simplemente traduce la determinación de concluir la reyerta apuñalando al
padre, como lo hizo sin que pueda alegarse, con tal obra, una inicial legítima defensa ni,
consecuentemente, un exceso en la misma con tal decisión y obrar.
En cuanto a la emoción violenta, también el juez argumenta en forma
correcta que las circunstancias y el estado del imputado, ameritan su conclusión de que el obrar es típico
del homicidio del art. 80 inc. 1 del Código Penal, en función de la morigeración del último párrafo de dicha
norma. Los fundamentos del juez sobre tal extremo, distinguen claramente tal atenuante con la emoción
violenta, a la que excluye en base a razones que la queja no reduce con sus alegaciones. El imputado no
actuó con el grado de obnubilación que requiere la emoción violenta conforme a su caracterización doctrinal
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- Cámara de Apelación Penal y jurisprudencial, que se ha afirmado con la inclusión de las circunstancias del último párrafo mencionada
pues, en la distinción, permite concluir por un marco definido, estrecho y extremo de la emoción violenta
respecto de esas circunstancias. El hecho de los lindes contiguos de la emoción violenta con las
circunstancias, no significa que por vía de las zonas grises posibles todo culmine en la emoción violenta y,
en el caso, se ha patentizado un equilibrio y autonomía que excluye la emoción violenta, más allá de las
circunstancias desencadenantes que fueron tenidas en cuenta por el juez para la morigeración.
Por último y en cuanto a la pena, estimo que si bien el hecho permite
verificar una conducta particularmente violenta, se ha concluido que, en orden a la relación entre víctima y
victimario (paterno-filial) han existido circunstancias extraordinarias de atenuación y el hecho aparece
ocasional en la vida de quien no cuenta con antecedentes delictivos. Las pautas de los arts. 40 y 41 del CP,
en definitiva, me llevan a postular como justa la pena de once años y seis meses de prisión, accesorias
legales y costas.
A
LA
SEGUNDA
CUESTIÓN
LOS
DOCTORES
PANGIA,
SORRENTINO Y BERNARDINI DIJERON.Atento el resultado arribado al tratar la cuestión anterior, corresponde
confirmar la sentencia apelada en cuanto condena a W. O. L., por el delito de Homicidio calificado por el
vínculo con circunstancias extraordinarias de atenuación (art. 80 inc. 1°, última parte, CP), aunque
reduciendo la pena impuesta, que se fija en ocho años de prisión, accesorias legales y costas (arts. 12, 29
inc. 3°, 40 y 41, CP, y 167 y 168, CPP).
Por lo expuesto, la Sala Primera de la Cámara Penal, dicta, por
mayoría, dicta el siguiente
F A L L O: CONFIRMANDO la sentencia apelada en cuanto condena a
W. O. L., por el delito de HOMICIDIO CALIFICADO POR EL VÍNCULO CON CIRCUNSTANCIAS
EXTRAORDINARIAS DE ATENUACIÓN (art. 80 inc. 1º última parte del Cód. Penal), aunque reduciendo la
pena impuesta, que se fija en OCHO AÑOS de prisión, accesorias legales y costas (arts. 12, 29 inc. 3, 40 y
41 del Cód. Penal y 167, 168 del Cód. proc. Penal).
Regulando los honorarios profesionales de los doctores Carlos Heuer y
Abichaín Zuain, en el 50 % de lo establecido en primera instancia.
Insértese, sáquese copia, hágase saber y bajen.-
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