Introducción - Boris Albornoz – Arquitectura

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Introducción
Boris Albornoz
na ciudad sin memoria histórica corre el peligro de
quedarse en el olvido y perder su patrimonio tangible e intangible. De allí los incesantes esfuerzos por
rescatar los documentos históricos y geográficos de
ciudades y territorios en sus más diversas manifestaciones. En este sentido, Cuenca ha tenido especial cuidado en recuperar la memoria de varias de
sus manifestaciones culturales, artísticas, literarias;
pero hacía falta recuperar su memoria física expresada en planos e imágenes que son representaciones gráficas a menor tamaño
que las reales y que sirven para plasmar y analizar el elemento registrado, lo cual
ha sido utilizado para organizar su territorio.
como magistralmente lo grafica Max Uhle en 1923. Posteriormente los españoles
la organizan aguas arriba del río Tomebamba como ciudad administrativa estructurada en damero, con una Plaza Mayor desde donde se distribuían los solares
para el Cabildo, la Iglesia, la Real Hacienda, los propios de la ciudad y los conquistadores; dejando los extramuros para los conquistados.
U
A partir de la fundación española de 1557 se inicia un proceso de poblamiento y de
crecimiento físico por los cuatro puntos cardinales de la Plaza Mayor, que fueron
cuidadosamente recogidos en mapas, planos, litografías, fotografías y hermosas
representaciones artísticas; trabajos que fueron oportunamente complementados con estudios históricos de la ciudad, donde se destaca la “Monografía Histórica de Cuenca” del cronista de la ciudad: Víctor Manuel Albornoz Cabanillas, y
“Cuenca: su geografía urbana” de Julio Carpio Vintimilla, entre otros.
Había que levantar la historia física de Cuenca a través de sus planos e imágenes, y de esta manera se acometió la paciente y persistente tarea de recorrer
archivos, museos, bibliotecas, mapotecas, casas particulares, en busca de algún
plano importante que requería estar en la colección. Y esa persistencia dio sus
frutos: se logró armar la memoria histórica y geográfica de los planos e imágenes
de Cuenca que, con el apoyo de la I. Municipalidad, tenemos la satisfacción de
presentarlos al público.
Los documentos que se exponen en este libro son fruto de una recopilación de
varios años en centros de documentación y colecciones particulares, entre ellas:
la Biblioteca Aurelio Espinosa Pólit de Quito, la Biblioteca del Banco Central del
Ecuador sede en Cuenca, la Biblioteca de la Ilustre Municipalidad de Cuenca, El
Archivo Nacional del Ecuador, El Archivo de la Cancillería del Ecuador, el Archivo
de la Casa de la Cultura, Núcleo del Azuay, los Archivos del Ilustre Municipio de
Cuenca y los estudios de personas dedicadas a reunir información sobre el tema,
como Miguel Díaz Cueva, Carlos Jaramillo Medina, entre otros.
Los planos de Cuenca revelan que la ciudad hace honor a su nombre: una superficie terrestre cóncava, rodeada de montañas, fue fundada en un sitio maravilloso.
Los incas primero, y luego los españoles, escogieron una “llanura grande como el
cielo” (la Guapdondélig cañari) para ubicar un centro poblado que posteriormente
se convertiría en ciudad Patrimonio de la Humanidad. Su territorio fue organizado
por los incas como un lugar ceremonial y sagrado emplazado en Pumapungo,
Este estudio ha servido para clasificar y sistematizar los planos de Cuenca que
estaban dispersos en diferentes lugares. Algunos ya fueron publicados en estudios específicos.
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El trabajo tiene el objetivo de recuperar la memoria histórica y geográfica de la
ciudad, permite realizar investigaciones de cada uno de los documentos, completar la colección de imágenes urbanas, así como hacer análisis comparativos entre
diferentes épocas, visualizando el crecimiento y el cambio de la ciudad.
La segunda parte es la más extensa y de mayor profundidad: es una visión histórico crítica de planos, documentos e imágenes de Cuenca, en donde se describen, desde el presente, las representaciones hechas en diferentes épocas, dando
énfasis a una observación directa de los elementos que la estructuran, puntualizando los autores, la procedencia, los elementos de interés y los materiales con
que fueron hechos; acompañados de un breve texto histórico de los que escriben
sobre la época de referencia del plano. La colección de los planos e imágenes
están ordenados de manera cronológica; sin embargo, pueden tener una lectura
aleatoria. La diagramación del libro permite diferentes entradas de lectura y de
observación.
En las intervenciones del espacio público ayudan a reconocer cómo estaba conformado el territorio, su tamaño, límites, contornos, elementos incorporados, el
papel que cumplía en la urbe, así como encontrar información valiosa para ver
cómo se trasformaba la ciudad de acuerdo a las necesidades de los pobladores,
a los intereses de los políticos o de ambiciones particulares.
Los materiales gráficos y escritos que se presentan constituyen un significativo soporte físico para la historiografía de Cuenca; buscan desempolvar el pasado para
evidenciar cómo se estructuró espacialmente la urbe y los elementos que la conformaron. Ellos pretenden responder a las preguntas: por qué se cerró tal calle, por qué
se cambio la planificación de un sector, por qué se localizaron los equipamientos
públicos en ciertos lugares, por qué se permitieron los cambios de Ordenanzas o
reglamentos para ciertos lotes, vías, edificaciones; por qué han existido diferencias
en el tratamiento y ocupación de los espacios ciudadanos y los de la ciudad.
La tercera parte es un compendio de trece representaciones artísticas de diferentes
épocas, que ilustran algunos momentos de la ciudad, desde variadas visiones y técnicas artísticas como la pintura, la fotografía, la cerámica, entre otras. Esta sección
busca servir de complemento a los materiales recopilados en esta publicación.
Existen textos como la Acta de Fundación de Cuenca en la provincia de Tomebamba, que son incluidos textualmente, sin cambiar la traducción realizada por Jorge
A. Gárces, o citas que las hemos transcrito literalmente, respetando su contenido,
haciendo pequeños cambios de ortografía, en los casos que considerábamos estrictamente necesario.
No hay que olvidar que cada documento expresa y manifiesta una determinada
ideología, donde existe cantidad de intereses manifiestos y ocultos, que es necesario descubrirlos y analizarlos para comprender cómo se ha construido la ciudad
presente. Estamos en la obligación de reinterpretar el pasado, que se lo conoce
con una visión parcializada, con todas sus incertidumbres, para comprender y
construir una ciudad alternativa. Por eso es necesario recuperar y recopilar la
mayor cantidad de materiales escritos y gráficos que nos permitan observar la
ciudad e interpretarla desde un punto de vista crítico y propositivo.
A manera de conclusión, se destacan algunas representaciones de la ciudad de
diferentes épocas, se menciona cómo los planos sirven de instrumento para el
diseño urbano. Se culmina este texto con una visión actual y propuestas para la
ciudad que se aproxima.
Hemos creído conveniente incluir, a manera de anexo, y para completar el estudio, un texto compilatorio en el que se describen los nombres de las calles en los
diferentes años y las variaciones establecidas en el Centro Histórico de Cuenca.
El presente estudio está estructurado en tres partes: la primera hace una aproximación a la cartografía existente, que muestra la pertenencia de la ciudad a un
entorno amplio y diverso, con la revisión de algunos mapas coloniales de la Audiencia de Quito, que ubican la posición de Cuenca perteneciente a un territorio
mayor. La lectura de varios mapas del Ecuador de los siglos XVIII y XIX, que por su
importancia ameritan su presentación, permiten observar la ubicación de la urbe
y acercarnos a una descripción de algunas de las representaciones de la provincia
del Azuay, en la que se evidencia su referencia al entorno urbano.
Esperamos haber cumplido con el compromiso de entregar a la ciudad de Cuenca
una recopilación sistematizada de planos e imágenes que forman parte de su memoria histórica y geográfica. Nuestro agradecimiento sincero a quienes hicieron
posible esta investigación y publicación.
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I PARTE
APROXIMACIÓN A LA CARTOGRAFÍA DEL
ENTORNO DE CUENCA
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a presentación y análisis de los planos de Cuenca
requieren contextualizarse en espacios mayores, ya
sea a nivel nacional, provincial o cantonal. Para el
efecto, se ha pedido a varios autores que presenten
una visión de la cartografía en el Ecuador; además,
se ha logrado recopilar algunos valiosos planos de
los alrededores de Cuenca, que permiten ubicar históricamente el entorno de la ciudad objeto del presente estudio cartográfico.
En esta sección no se trata de profundizar en los documentos presentados, sino
de darle un contexto al territorio donde se ubica la ciudad de Cuenca. Además,
sirve para mostrar las diferentes maneras de representar el territorio y sus poblaciones, siendo un muestrario que ayuda a comprender cómo el mismo queda
impregnado y los nudos en las representaciones cartográficas.
Los documentos que incluye esta sección comprende: “Los mapas coloniales de
la Audiencia de Quito”, trabajo elaborado por Alfonso Ortiz Crespo; “Los mapas
del Ecuador en el siglo XIX”, estudio realizado por Maritza Aráuz; y “La visión histórica de algunas representaciones del cantón Cuenca”, investigación preparada
por María Cecilia Achig y Gabriela Barzallo.
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Los mapas coloniales
de la Audiencia de Quito
Alfonso Ortiz Crespo
a ciencia cartográfica se desarrolló lentamente en
el mundo y no será sino con los nuevos descubrimientos geográficos, a partir de la segunda mitad
del siglo XV, que obviamente, se vio la necesidad de
perfeccionarla, consiguiendo cada vez mayor precisión, pues el mundo hasta entonces conocido por los
europeos se ensanchó extraordinariamente.
peos y conforme llegaban nuevos datos, referencias y crónicas, el perfil de la costa del
Pacífico aparecía paulatinamente, de manera casi mágica, dibujado de norte a sur.
Para esto, no solamente se perfeccionaron diferentes instrumentos de medición, muchos de ellos creados para medir ángulos relativos de la posición de los astros, que se convirtieron en referentes para marcar
rumbos junto con la insustituible brújula, sino que también se analizó cuidadosamente la forma de representar sobre un papel, no únicamente el relieve del suelo,
sino también, tomando en cuenta la distorsión que implicaba trasladar a un plano
la superficie curvada de la esfera terrestre.
El mapa más antiguo y completo del territorio del antiguo Ecuador es el levantado por el misionero jesuita alemán, padre Samuel Fritz a finales del siglo XVII y
grabado en Quito en 1707 por el P. Juan de Narváez de la misma Orden, con el
título de El gran río Marañón o Amazonas con la misión de la Compañía
de Jesús. Reconociendo su valor científico, La Condamine consiguió que se lo
entregaran y luego de su viaje de regreso a Europa a través del Amazonas, en los
años 1743 y 1744, lo depositó en la Biblioteca Nacional de París.
Esta brevísima explicación, permite entender por qué recién en el siglo XVIII aparecen
los primeros mapas generales de la antigua Audiencia de Quito. De hecho, ya en el
siglo XVI se venían elaborando planos generales de los nuevos descubrimientos euro-
Con la información que recabó en su travesía, La Condamine publicó un nuevo
mapa del curso del Amazonas, corrigiendo al del P. Fritz.
L
Los primeros mapas parciales de nuestro territorio tuvieron que ver con las rutas
de navegación y especialmente importante fue el levantamiento de cartas confiables que permitieran el acceso seguro al puerto de Guayaquil, señalándose los
bajíos, bancos de arena y profundidad del mar.
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EL GRAN RÍO MARAÑÓN O AMAZONAS CON LA MISIÓN DE LA
COMPAÑÍA DE JESÚS.
P. SAMUEL FRITZ, QUITO, 1707
El mismo académico francés, sirviéndose del plano antes señalado y de otras
fuentes cartográficas e informaciones, así como de sus propias observaciones y
las de Maldonado, publicó en París en el año 1751 la Carte de la Province de
Quito, la cual sirvió para precisar geográficamente muchos lugares y corregir diversos errores, convirtiéndose en la gran fuente de información para la posterior
cartografía de esta porción de la América Meridional.
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CARTE DE LA PROVINCE DE QUITO, CHARLES MARIE DE LA
CONDAMINE, PARÍS, 1751
Con La Condamine viajó a Europa el científico y geógrafo Pedro Vicente Maldonado, quien había nacido en Riobamba el año 1704. Autodidacta, por su cuenta
había realizado diversas exploraciones hacia la Amazonía y Esmeraldas, recopilando infinidad de datos geográficos y coleccionando mapas. Falleció en Londres
en 1748 y en homenaje a su memoria, La Condamine editó en París en 1750, un
año antes que su propio mapa, la Carta de la Provincia de Quito, casi idéntica al
del geodesta francés, pues utilizaron la misma información.
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CARTA DE LA MERIDIANA MEDIDA EN EL REYNO DE QUITO,
JORGE JUAN Y ANTONIO DE ULLOA, MADRID, 1748
Como sabemos, junto a los miembros de la Academia de Ciencias de París, estuvieron los guardiamarinas españoles Jorge Juan y Antonio de Ulloa, quienes, en contacto con
los científicos franceses perfeccionaron sus conocimientos, en especial en las ciencias cartográficas. La Carta de la meridiana medida en el Reyno de Quito, concluida
en 1744 y editada en Madrid en 1748, es una joya cartográfica de gran precisión, que da cuenta de la geografía del callejón interandino, desde Mira, al norte, hasta Portete,
en el sur, dibujándose la intrincada red de triángulos principales y secundarios que permitieron la medida geodésica de varios grados de la meridiana en el Ecuador.
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MAPA DE UNA PARTE DE LA AMERICA MERIDIONAL,
FRANCISCO DE REQUENA, RÍO MARAÑÓN, 1783
La definición de la frontera entre las posesiones de España y Portugal, en la América Meridional, no importó a las autoridades coloniales sino hasta finales del
siglo XVIII, pues según palabras de un virrey del Perú “… aquellos bosques nada
producían al rey de España: que en lo dilatado de las Indias había bastantes tierras para entrambas coronas…”
La suscripción del Tratado de San Ildefonso en 1777, buscaba la fijación de límites entre las dos coronas. La dirección de la misión española fue encomendada al
ingeniero militar Francisco de Requena, quien produjo en el año 1783 un plano de
toda la porción norte de la América del Sur y que fuera perfeccionado más tarde
y luego reproducido litográficamente en Nueva York en 1788.
No podemos terminar este brevísimo recuento de los mapas del siglo XVIII, sin
mencionar el que trazó en 1789 el P. Juan de Velasco para su Historia del Reino de
Quito y que no conocerían sus compatriotas, más de medio siglo después...
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Los mapas del Ecuador
en el siglo XIX*
Maritza Aráuz**
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urante el siglo XIX se publicaron algunos mapas que
muestran el territorio del Ecuador, ya sea como parte
de Colombia, luego de la emancipación de España
o como república independiente después de 1830 1.
No obstante, son dos cartas, la de Villavicencio y la
de Wolf, las que marcaron la cartografía del siglo
XIX. A continuación intentaré explicar por qué.
educación. Mientras realizaba estos cursos, la Junta de Gobierno de la Universidad
le confió las cátedras de Química y Botánica. Sin embargo, su deseo era realizar investigaciones en el campo y recoger material en el que expondría la fauna y flora, la
mineralogía y la etnografía ecuatorianas. Emprendió viajes por varias regiones del
Ecuador. En 1852 fue nombrado por el presidente Urvina, Gobernador de la Provincia
de Oriente. Aquí recolectó plantas medicinales, insectos, aves, reptiles, tomó datos
sobre los pueblos indígenas de la zona y registró cuidadosamente los accidentes
geográficos que encontraba y las observaciones que realizaba. 2
La Carta Corográfica de la República del Ecuador de Manuel
Villavicencio (1822-1871)
A su regreso a Quito creó en su finca “Yavirac” un museo de entomología, en el cual
se podían observar también aves y reptiles disecados. Además organizó la información recogida en sus viajes, buscó textos que le fueran útiles para completar sus
apuntes geográficos y así emprendió la tarea de escribir una geografía del Ecuador.
Tuvo como mecenas para la publicación de su obra al ciudadano argentino, cónsul
de su país y de Chile en Guayaquil, Juan Antonio Gutiérrez3, quien costeó el viaje de
Villavicencio a Nueva York para que dirigiera personalmente la impresión de la geografía y el mapa en el establecimiento de Robert Craighead, en 1858. Este mismo año
fue de realizaciones para Villavicencio, puesto que también se graduó de doctor.4
El autor de la primera geografía del Ecuador, Manuel Villavicencio, nació en Quito
hacia 1822. En 1840 ingresó a la Universidad Central en donde siguió cursos de
Farmacia y de Química hasta graduarse de licenciado en 1844. Sus estudios lo inclinaron a las Ciencias Naturales, recorrió gran parte del país y recolectó especímenes
valiosos para su pequeño museo y datos para la primera geografía del Ecuador.
Continuó sus estudios en la Facultad de Medicina y Cirugía en el mismo centro de
* Este estudio se ha basado en los mapas custodiados en la Mapoteca del Ministerio de Relaciones Exteriores del Ecuador, entidad que conserva un invaluable fondo cartográfico sobre el Ecuador y otras regiones del planeta.
** Master en Historia Latinoamericana por la Universidad Internacional de Andalucía, España; candidata al Doctorado en Historia en la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador
1 Véase el Mapa general de Colombia, de Alejandro de Humboldt, de 1825; la Carta de la República de Colombia, de José Manuel Restrepo, de 1827.
2 Carlos Manuel Larrea, “Manuel Villavicencio y la Geografía del Ecuador”, Boletín de Informaciones Científicas Nacionales, No. 84, enero-marzo 1958, Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1958, pp. 335-338.
El mismo texto fue publicado en el Boletín de la Academia Nacional de Historia, No. 90, julio-diciembre de 1957, pp. 259-265.
3 Emilio Murillo Ordóñez, “El Geógrafo Manuel Villavicencio y Montúfar”, en Homenaje al Señor Doctor Don Manuel Villavicencio en el Centenario de la publicación de su “Geografía del Ecuador”,
Cuenca, Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo del Azuay, 1958, p. 15.
4 Carlos Manuel Larrea, “Manuel Villavicencio y la Geografía del Ecuador”, op. cit., pp. 337 y 343-344. Cabe resaltar que en estos años era rector de la Universidad Gabriel García Moreno.
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Acerca de su obra apunta: “A este tratado acompaño una carta geográfica en
grande escala: ella es mi especialidad, ya por el trabajo que me ha costado, ya
por el tiempo que he gastado en componerla, y ya sobre todo, por que careciendo de cartas modernas y verídicas, me ha sido indispensable hacer personalmente la medida de algunos lugares”.5 Para la elaboración de esta carta, escala
aproximada 1:1’400.000, se fundamentó en los mapas levantados por Maldonado, Humboldt, Wisse, los académicos franceses así como las cartas de náuticas
elaboradas por Fitzroy y Kellet. Villavicencio intentó en este mapa “Fijar lo más
exactamente posible los límites de nuestro territorio, aunque este punto no deja
de ser oscuro y contener algunas dudas por cuanto ellos no están determinados
de un modo preciso por tratados con las naciones limítrofes; siendo esta la causa
de que las veamos avanzar diariamente sobre nuestro suelo”6.Y para la demarcación de los límites con las naciones vecinas se apartó no sólo de los linderos que
comúnmente adoptaban las cartas extranjeras sino también de los que señalaban los antiguos derechos territoriales del Ecuador:
tado mi opinión, que en nada afecta los derechos perfectos del Ecuador
a las desmembraciones de que daré razón a su tiempo. El parecer mío es
el de un ciudadano sin pretensiones, que solo indica a los gobiernos, sin
atentar a sus derechos, lo que es natural y provechoso para el más pronto
arreglo de una cuestión odiosa.” 7
En efecto, para la época en la que escribe Villavicencio, las aspiraciones territoriales del Ecuador, como las traza en su mapa, comprendían por el norte la “Cordillera de Caquetá”8 y por el sur la “Cordillera de Namballe” seguida de una línea
que incluía para el Ecuador las inmensas provincias de Jaén y Maynas, todo este
territorio al sur del Marañón. La frontera con el Brasil estaba determinada, según
las mismas máximas aspiraciones, por una línea recta que unía al Putumayo con
el Amazonas, cerca de la confluencia de ambos. A Villavicencio, en cambio, le
parecía “Más racional señalar aquella [frontera] que, armonizando con las necesidades impuestas por la naturaleza, dejase a cada país limítrofe el uso de las
tierras y aguas que les son indispensables. Así, queda en mi carta perteneciendo
al Perú, la embocadura de todos los ríos afluentes del Amazonas, que pasan por
el suelo de esta república; y a Nueva Granada la cordillera comprendida entre el
Napo y el Putumayo de cuya navegación reporta algunas ventajas la sola provincia de Pasto” 9.
“En mi carta del Ecuador me he separado, como dije, de todas las opiniones, desmembrando de él cuanto he creído necesario para satisfacer las
necesidades de sus vecinos y conservando lo que juzgo indispensable a
su existencia. Por amor a la paz y buena armonía de los pueblos, he sen-
Manuel Villavicencio, Geografía de la República del Ecuador, New York, Imprenta de Robert Craighead, 1858, p. III.
Ibid., p. VI.
Manuel Villavicencio, Terrenos Baldíos del Ecuador, Guayaquil, Imprenta del Progreso, 1858, p. 5.
La visión de Villavicencio terminó imponiéndose, pues esta cordillera constituye el divortium aquarum entre los ríos Putumayo y Napo, accidente geográfico que fue fijado como límite entre el Ecuador y Colombia en
el Tratado Muñoz Vernaza-Suárez, de 1916.
9 Manuel Villavicencio, Geografía de la República del Ecuador, op. cit., p. VII.
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De hecho, las aspiraciones de Ecuador estaban fundamentadas en la cédula de
erección de la Audiencia de Quito, del 29 de agosto de 1563 10, y en el Tratado
de San Ildefonso de 1777 por medio del cual se delimitaban los territorios de
España y Portugal. También, cabe resaltar que estas aspiraciones no tomaban en
cuenta el Tratado de Guayaquil de 1829, puesto que nunca llegó a delimitarse en
el terreno, y de este modo el Ecuador podría apelar a la mencionada cédula que
le otorgaba ingentes comarcas. En cambio, la delimitación propuesta por Villavicencio en su carta es precisamente la idea original, inédita y realista que pone a
consideración de sus compatriotas.
nera tangible. Además, cuando propugna las “desmembraciones” de territorios
que según documentos coloniales pertenecían al Ecuador, no evidencia, al contrario de lo que se podría pensar en primera instancia, debilidad de espíritu o una
inclinación servil hacia los países colindantes, sino un conocimiento concreto,
cabal, luego de años de recorrer el país de las posibilidades reales de que esas
zonas le sean útiles al Ecuador y de que éste pueda tener presencia real en tan
alejados e ignotos parajes:
“Para el que no conoce esos horrorosos desiertos, las impenetrables
montañas que componen los territorios ecuatorianos del lado de la Nueva Granada, y que por su misma naturaleza no pueden sernos útiles; parecerá un mal la cesión que de ellos propongo; pero el que, reconociendo
ningún fruto que de esas regiones podemos sacar, el que medite en el
gran beneficio que, cediéndolas, hacemos a nuestros hermanos de Pasto,
únicos que pueden utilizarlas [...]”12
El mapa de Villavicencio, más que su Geografía, ha recibido a través del tiempo
numerosos reproches e inclusive invectivas de personas que, por no haber mirado
el mapa y leído el texto a la vez, no han entendido el propósito principal de su
carta. Así, Teodoro Wolf esgrime elementos técnicos que desacreditan el mapa
de Villavicencio, pues desfigura notablemente la costa y hasta las partes mejor
conocidas del interior para la época en la que fue dibujado. “La provincia del
Oriente es un mamarracho fantástico, y en donde quiera que quiso corregir el
mapa de Maldonado, lo sembró de errores enormes [...] Villavicencio no era el
hombre llamado a reformar el mapa del Ecuador, porque no poseía ni los principios más elementales de geografía [...]”11
La Carta Geográfica del Ecuador de Teodoro Wolf
Teodoro Wolf (1841-1924) nació en Bartholoma, Rauhen Alb. En 1857 ingresó al
Instituto de los jesuitas de Gorhein en Siegmaringen, como novicio. En 1862 el
Provincial de la Orden Jesuita en Alemania, preocupado por el avance de la teoría
del transformismo desarrollada por Darwin13, eligió a Wolf, entre otros talentosos
escolares pertenecientes a su Orden para que estudiara ciencias naturales en la
Universidad de Bonn, para que obtuvieran elementos para combatir esa teoría.
Sin embargo, el valor de su carta radicó en proponer una delimitación según
linderos naturales o arcifinios que fueran fácilmente reconocibles y, por tanto,
incontrastables y así detener el avance de sus vecinos a regiones que sí podían
serle útiles al Ecuador y a las cuales el Estado ecuatoriano pudiera llegar de ma-
Por estos años Wolf salió vencedor en un concurso de historia natural con su
trabajo “Contribuciones para la historia del desarrollo de las orquídeas” que fue
publicado posteriormente y que constituye su primer estudio científico. En 1864
interrumpió sus estudios al ser enviado como profesor al colegio de Maria-Laach,
en donde enseñó botánica, zoología y geología y tuvo tiempo para trabajar en sus
propios estudios. En 1868 inició sus clases de teología.14
a fin de comprobar la teoría de Charles Darwin acerca de la evolución de las
especies. Cuando empezó a exponer estas ideas se granjeó la desconfianza de
los miembros de su propia comunidad, constituida mayoritariamente por jesuitas españoles, que veían en ellas una antítesis del creacionismo. En noviembre
del mismo año abandonó la orden de Ignacio de Loyola17. A pesar de su salida
de la Compañía de Jesús, Wolf siguió manteniendo un buen ascendiente con
los gobernantes del Ecuador. Así, en 1876 el jefe supremo del Ecuador, general
Ignacio de Veintemilla, auspició sus estudios geográficos y geológicos sobre las
provincias de Loja, Azuay y Esmeraldas, que se publicaron en 1879 con el título
de Viajes Científicos por la República del Ecuador18.
En 1869 el presidente Gabriel García Moreno, valiéndose de su cordial relación
con Pío IX y con el General de la Compañía de Jesús, invitó a los jesuitas para
que establecieran la Facultad de Ciencias.15 Los sacerdotes de la Compañía de
Jesús aceptaron el llamamiento para hacerse cargo de la Escuela Politécnica que
García Moreno pensaba fundar en Quito. En agosto de 1870 llegaron los primeros
profesores: Teodoro Wolf, que había sido recientemente ordenado, Juan Bautista
Menten y Luis Sodiro. Wolf tomó a cargo las cátedras de mineralogía, geología,
minería e idiomas.16
El mapa del Ecuador elaborado por Teodoro Wolf, escala 1:445.000, fue contratado durante los gobiernos de los presidentes José María Plácido Caamaño y
Antonio Flores Jijón. Se culminó en 1892 junto con el libro destinado a acompañarlo19. Es sin lugar a dudas el mejor referente de la geografía del Ecuador que se
había realizado hasta ese momento. Los mapas anteriores, inclusive el de Pedro
Vicente Maldonado, Carta de la Provincia de Quito y de sus Adjacentes, impresa
en 1750 y el de Villavicencio que habían sido las cartas obligadas de consulta
sobre la geografía del Ecuador, el último a pesar los yerros mencionados anteriormente, ya no satisfacían las exigencias de su tiempo. Wolf aquilata su mapa
y evidencia que:
En 1871 publicó veinticinco artículos en el periódico quiteño “El Nacional”, sobre
la tierra y el hombre, geología, volcanismo, terremotos y otros temas dictados
en las clases de la Politécnica. Entre 1872 y 1874 editó varios estudios sobre la
geografía y la geología de diversas regiones del Ecuador. Este último año programó un viaje a las Islas Galápagos, al cual iría con el presidente García Moreno,
10 Delineada en los mapas del ingeniero español Francisco de Requena, de 1779 y del padre Juan de Velasco S. J., de 1789. El mapa y la historia del padre Juan de Velasco fueron realizados después de la expulsión de
los jesuitas de las colonias españolas ocurrida en 1767 y publicado en el año 1789.
11 Teodoro Wolf, Geografía y Geología del Ecuador, Leipzig, Tipografía de F. A. Brockhaus, 1892, p. 568.
12 Manuel Villavicencio, Terrenos Baldíos del Ecuador, op. cit. p. 40.
13 El transformismo es la noción de que las estirpes van cambiando sus características a lo largo del tiempo de una manera fundamentalmente gradual. Lo que ahora designa el término evolucionismo fue señalado
durante mucho tiempo, hasta bien entrado el siglo XX, como transformismo.
14 Agustín N. Martínez, 60 Años de Recuerdos. El Doctor Teodoro Wolf, en Anales de la Universidad Central, T. LII, No. 87, Quito, Imprenta de la Universidad Central, 1934, pp. 9-12.
15 Julio Tobar Donoso, García Moreno y la Instrucción Pública, Quito, Imprenta de la Universidad Central, 1923, p. 218.
16 Ibid., pp. 219-222.
17 Agustín N. Martínez, op., cit., pp. 5 y 14-17.
18 Teodoro Wolf, Viajes Científicos por la República del Ecuador. Relación de un viaje geognóstico por la Provincia de Loja, Guayaquil, Imprenta del Comercio, 1879, p. III. Ver también de la misma colección
las relaciones geognósticas por las provincias de Azuay y Esmeraldas, publicadas en la misma editorial y en el mismo año.
19 Teodoro Wolf, Geografía y Geología del Ecuador, op.cit., pp. III, IV.
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