Tema 2: Budismo en busca de la luz

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FUNDACION EDUCACIONAL
COLEGIO DE LOS SAGRADOS CORAZONES
MANQUEHUE
DEPARTAMENTO DE RELIGIÓN Y FILOSOFÍA
III°s Medios 2015
SEMINARIO: HINDUISMO, BUDISMO Y CRISTIANISMO
HINDUISMO, BUDISMO Y CRISTIANISMO
INTRODUCCIÓN AL BUDISMO
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EN BUSCA DE LA LUZ
Por una singular coincidencia histórica, el siglo VI A. de C. fue un periodo de notables descubrimientos intelectuales en casi todas las civilizaciones. En Israel, el
profeta Jeremías apremiaba a su pueblo a que tuviera un sentido más profundo de la responsabilidad individual en su destino. En Grecia, el filósofo Anaximandro
sostenía que todas las formas de vida provienen de una sola fuente, en tanto que Heráclito decía que la característica fundamental de la vida era su falta de permanencia.
En China, el gran Confucio predicaba un código de conducta ética semejante a la Regla de Oro de la Biblia. En Persia, Zaratustra afirmaba que la humanidad se
enfrenta al dilema de escoger entre la verdad y el error, elección que “todos los hombres deben tomar ante su propia conciencia”.
La India no escapó a esta agitación intelectual. Sus filósofos se plantearon los mismos problemas que inquietaban a los pensadores de Israel, Grecia, China y
Persia. Sus respuestas hicieron de la India en ese siglo VI A. de C. un centro de creación religiosa. Contaban con un cuerpo de enseñanzas sagradas y partiendo de él
fundaron una importante secta heterodoxa, el jainismo, -muy exigente en sus postulados- y una religión de importancia mundial, el budismo, y estos dos elementos, obrando
sobre la vieja religión de los sacerdotes brahmanes, propiciaron el desarrollo de la religión hindú. Gracias a ello, la India dejó de ser un país en que se adoraban las fuerzas
naturales y en que los ritos tenían una gran importancia, y se convirtió en una nación justamente famosa por su interés en las cuestiones religiosas profundas.
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Es posible que el hecho de que estas ideas estimulantes se presentaran simultáneamente en tierras tan distantes se debiera a que los hombres se comunicaban entre sí
mediante el comercio; quizá fue una simple coincidencia, quizá nunca se conozcan cabalmente los hechos históricos y menos aún sus causas.
En la página anterior, expresión benévola tiene esta escultura de Buda del siglo II A. de C., que se halla en Gandhara. El punto entre
las cejas, y la protuberancia sobre la cabeza, son marcas tradicionales que simbolizan los grandes poderes espirituales de Buda.
BUDA Y EL BUDISMO
Todos los grandes héroes están rodeados por leyendas que oscurecen los hechos de sus vidas; Buda no es excepción. Tras las leyendas
están unos cuantos hechos históricos que se sabe que son ciertos. Siddharta Gotama, al igual que Mahavira, era hijo del señor de una tribu que
vivía en las estribaciones del Himalaya. Nació en el siglo VI A. de C., probablemente en el año 567. A partir de su nacimiento empiezan a rodearlo
las leyendas. Según una de ellas, fue concebido cuando su madre recibió en sueños la visita de un elefante blanco, sagrado, el cual le tocó el
costado izquierdo con un blanco loto que llevaba en la trompa. El nacimiento de Gotama es descrito en términos igualmente milagrosos: salió del
costado derecho de su madre cuando ésta se encontraba en un jardín. Una luz inundó al mundo, los ciegos vieron, los sordos oyeron y los cojos y
los baldados corrieron hacia el pequeño. El niño dio siete pasos en cada una de las cuatro direcciones y después anunció: “Éste es mi último
nacimiento; en lo futuro ya no habrá más nacimientos para mí” y en las diminutas huellas de sus pies brotaron flores de loto.1
Como correspondía al hijo de un noble rico, vivió regiamente. Era el señor de tres palacios, tenía el entretenimiento de 40.000 danzarinas
y un ejército de elefantes con guarniciones de plata. Se dice que fue apuesto, buen estudiante y atleta consumado. A los 16 años se casó con una
muchacha de noble alcurnia cuya mano ganó gracias a sus valerosas hazañas en un torneo. Entre los 20 y los 30 años se sintió motivado por una
especie de descontento divino.
La historia no nos dice cómo fue que Gotama obedeció el llamado religioso, pero nos los explica la leyenda de los Cuatro signos:
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Sobre el nacimiento de otros “héroes” es provechosa la lectura de “EL MITO DEL NACIMIENTO DEL HEROE” de Otto Rank. Editorial Paidós.
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Cinco días después de su nacimiento milagroso, según dice la leyenda, los augures predijeron que el muchacho sería emperador Universal,
a menos que los Cuatro Signos lo llamaran a convertirse en Maestro Universal revelándole la miseria del mundo. Tal alternativa dejó al
padre de Gotama, hombre mundano y aristócrata, un solo camino: resolvió que el príncipe no conociera el dolor humano y ordenó que
de los jardines reales se desterrara a los enfermos y a los pobres. Pero los dioses se las arreglaron para que un día, mientras paseaba por los
jardines, Gotama tropezara con un anciano decrépito y encorvado. Preguntó a su cochero quién era ese individuo y por su respuesta
comprendió que todos los hombres envejecen. Se había cumplido el Primer Signo de la profecía.
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Poco después, durante otro paseo por el jardín, Gotama vio a otro hombre desfigurado por las llagas y temblando de calentura
intermitente; de este encuentro, el Segundo Signo, aprendió que el hombre padece enfermedades.
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Un hombre muerto fue el Tercer Signo, que le enseñó la realidad de la muerte.
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El Cuarto Signo fue un mendigo que a todas luces era feliz a pesar de no ir vestido más que con un simple ropaje amarillo y de llevar una
escudilla con la que mendigaba su alimento. Este último signo enseñó a Gotama que el hombre puede hallar paz retirándose del mundo;
y comprendió que ese habría de ser su propio destino.
Poco tiempo después de esto escapó de su casa protegido por la noche despidiéndose en silencio de su familia que dormía, pues temió no
tener valor para dejar a su esposa y a su hijo recién nacido si despertaban y le sonreían. Con la ayuda de su cochero y un enjambre de semidioses
que amortiguaron el ruido de las pisadas de su caballo a fin de que pudiera escapar sin que lo descubrieran, se alejó galopando de su palacio. Ya
cerca de un bosque se despojó de su principesca vestimenta y se puso unos harapos de mendigo que le trajo uno de los semidioses. Después
ordenó al cochero que regresara al palacio y le hizo entrega de unos mechones de su pelo para que se lo diera a los suyos como recuerdo. Su
caballo cayó muerto de pena.
Abajo, Buda en postura de meditación. Dibujo tradicional de Nepal.
Gotama tenía 29 años cuando empezó a tratar de descubrir “el reino de la vida en que no se envejece ni se muere”. Emprendió su
tarea en la forma tradicional, yendo a sentarse a los pies de un guru, es decir, de un maestro erudito para que le enseñara la sabiduría de los
Upanishads. Como sus enseñanzas no le satisficieron, dejó al guru y tomó otro camino tradicional de lograr la salvación: la vida austera. Se unió
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a un grupo de cinco ascetas, se retiró a un bosque y superó a sus compañeros en los rigores que se impuso. En todo el día comía sólo un haba,
por lo que con el tiempo adelgazó tanto que según decía, poniendo la mano en el estómago se tocaba la espina. Después de seis años de este
régimen, un día se desmayó; fue revivido por una doncella de un pueblo cercano que pasaba por el lugar y le dio de comer alguna hierba.
Repuesto lo bastante para poder reflexionar, comprendió que sin contar con el uso de su cuerpo difícilmente podría emplear la cabeza para
alcanzar la iluminación; la austera renunciación no era el camino para llegar al conocimiento que buscaba. Aunque sus compañeros de ascetismo
lo consideraron réprobo, Gotama se dedicó a la meditación solitaria.
Esta vez, resuelto a lograr sus fines, se instaló bajo una higuera en las afueras de la población de Gaya, no lejos de Benarés, decidido a no
levantarse hasta que hubiera comprendido el misterio de la vida. Al igual que Jesús, fue asaltado por un demonio que le presentó toda clase de
tentaciones, pero, como él las rechazó, el demonio huyó derrotado. Después de estar sentado bajo el árbol 49 días, despertó de un trance en que
vio la condición de la humanidad con claridad sobrehumana. Así se convirtió en el buda, “el iluminado”. Durante otros 49 días se quedó bajo el
árbol meditando los misterios que había resuelto y en seguida emprendió el camino a la ciudad santa de Benarés a enseñar lo que había aprendido.
En un jardín en las afueras de la ciudad pronunció su primer sermón. Los únicos que escucharon fueron los cinco ascetas que anteriormente lo
habían abandonado y que ahora se convirtieron en sus fervientes discípulos. El sermón llegaría a ser uno de los más famosos en la historia de la
religión.
LAS CUATRO NOBLES VERDADES
El sermón que haría famoso a Buda es aquel en que proclamó las Cuatro Nobles Verdades y el Sendero Óctuple, conceptos que hasta
nuestros días siguen siendo fundamentales en el budismo a pesar de que muchos de ellos han cambiado grandemente.
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La primera noble Verdad es que la vida es Duka, palabra que con frecuencia se traduce por sufrimiento a pesar de que en lenguaje pali,
en el que se conservaron al principio las escrituras budistas, se aplica a un eje que se separa de su rueda o a un hueso que se sale de su
articulación. Según Buda la vida es algo desarreglado y ello explica que el hombre esté condenado a sufrir.
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La Segunda Noble Verdad estipula que la razón del sufrimiento es tanha, palabra que por lo común suele traducirse como sed o deseo a
pesar de que en la terminología budista significa específicamente anhelo de un logro individual. Mientras el hombre sólo se preocupe por
sí mismo, seguirá estando dislocado o en desarmonía con el Universo que lo rodea y, por lo tanto, sufrirá. Aquí Buda se basó en un
concepto de los Upanishads, el de que todos los hombres deben buscar identificarse con todas las cosas. Sin embargo, Buda no consideró
que este proceso de identificación fuera algo que implicara el espíritu universal como el Brahma de los Upanishads.
La Tercera Noble Verdad es que el anhelo de individualidad debe ser ahogado, y
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La Cuarta Noble Verdad, que el modo de lograrlo consiste en seguir el Sendero Óctuple.
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EL SENDERO OCTUPLE:
El Sendero Óctuple, al igual que los Diez Mandamientos, es un código que norma el comportamiento en la vida. Pero a diferencia de los
Mandamientos, que vienen a ser igualmente obligatorios y ciertos para todos los hombres y en todas las ocasiones, el Sendero constituye un
conjunto de normas que deben seguirse en orden ascendente. Sólo hasta haber dominado el paso anterior se puede tener la esperanza de triunfar
en los siguientes.
 El primer paso es la Recta Comprensión; el hombre debe conocer su fin si quiere ganar la salvación: debe conocer las Cuatro Nobles
Verdades.
 El segundo es el Recto Propósito: debe aspirar a salvarse.
 El tercero es el Recto Hablar: no debe mentir ni difamar, pues ambas cosas son hijas del deseo de perpetuar la individualidad e impiden
que el aspirante se salve.
 El cuarto es el Obrar Recto, en relación con lo cual Buda ofrece cinco preceptos: no matar, no robar, no mentir, ser casto, no tomar
bebidas embriagantes.
 El quinto paso se refiere al Recto Medio de Vivir: debe uno tener una ocupación que lleve a la salvación, preferiblemente la vida
monástica.
 El sexto es el Esforzarse Rectamente: para alcanzar nuestros logros debemos ejercitar nuestra fuerza de voluntad.
 El séptimo paso es la Recta Percepción: debemos examinar constantemente nuestra conducta y, a semejanza de los pacientes en el
psicoanálisis, buscar sus causas y procurar entender y eliminar la causa de nuestras malas acciones.
 El octavo y último paso del sendero Óctuple es la recta Meditación: debemos reflexionar con frecuencia y profundidad sobre la
verdad última si queremos alcanzar la salvación.
De las leyendas que se cuentan sobre el Buda surge la imagen de un héroe que se hace querer de todo el mundo y que es una persona muy
humana. En cierta ocasión encontró a un paria que subsistía buscando desperdicios entre los montones de basura de la calle. El paria,
acostumbrado a obedecer la norma de que debía hacerse a un lado en presencia de alguien que perteneciera a una casta superior, se arrimó a la
pared de la casa más próxima, pero el Buda rompió las normas y le dirigió la palabra al pobre hombre, que estaba asustado. “Sunita”, le dijo, “¿te
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gusta tu modo miserable de vivir? ¿No preferirías dejar el mundo?” El pobre paria quedó anonadado. “Si uno como yo puede ser uno de tus
monjes, que el Exaltado me reciba.” El Buda lo llevó a su orden religiosa, donde se destacó como monje.
En otra ocasión se le acercó una mujer que llevaba en los brazos el cadáver de su hijo único e imploró al Buda que le devolviera la vida.
Entonces, el Buda le pidió que le trajera unas semillas de mostaza que habría de darle una familia en la que no hubiera muerto nadie. La mujer
buscó por todas partes y, como es natural, no pudo encontrar ninguna familia que hubiera escapado a la muerte; entendiendo por fin la
significación de lo que había pedido el Buda, abandonó la búsqueda y entró de monja en la orden budista.
Ciertos aspectos de las enseñanzas budistas tuvieron sorprendentes poderes de penetración para su época.
o En primer lugar, enseñó en la lengua vernácula en vez del extraño sánscrito en que se habían conservado las enseñanzas de los Upanishads;
con ello puso las ideas religiosas al alcance de más gente que nunca.
o En segundo lugar, abrió un camino de salvación que era independiente de los complejos ritos: cualquiera podía seguir el sendero siempre
y cuando se esforzara.
o Por último, y en esto Buda constituye una figura única entre todos los guías religiosos del mundo, se negó a entrar en especulaciones
metafísicas sobre el Universo. El resultado fue el fenómeno muy singular de una religión sin dios, sin culto, incluso sin alma humana.
Parece que el Buda nunca concilió el significado del karma y de la trasmigración con la falta del alma, pero ello no impidió que muchísima
gente lo siguiera. Con el tiempo, en centenares de monasterios dispersos en todo el país vivían miles de monjes y monjas que buscaban la
salvación siguiendo el Sendero Óctuple.
En la página siguiente, SIMBOLOS DE BUDA: Empleados en lugar de imágenes de él: el árbol Boda, bajo el cual Buda fue
iluminado; una rueda que representa sus enseñanzas, y un templo budista.
El influjo que tuvo el Buda en la India de sus días fue sorprendente. Los Upanishads habían tomado en cuenta la ascendente conciencia
moral del hombre, pero sus enseñanzas eran esotéricas y resultaban casi inaccesibles al común de las gentes por el hecho de que se hallaban
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escritas en sánscrito, aparte de que, como la salvación requería el conocimiento de las verdades contenidas en los Upanishads, estaba fuera del
alcance de las castas inferiores. Buda la puso al alcance de todos
El budismo fue único como religión sin dios y sin culto; pero poco fue lo que duró así. Algunos de los seguidores de Buda trataron de
deificarlo en vida, mas él se opuso; sin embargo, sus herederos lo hicieron después de su muerte. Con el transcurso del tiempo, el budismo se dividió en
sectas, como suele ocurrir con las religiones; a las principales divisiones se les conoce con los nombres de Gran Vehículo y pequeño Vehículo (se les llama vehículos, porque
ambas pretenden llevar al hombre a su salvación). El Gran Vehículo, que tiene el mayor número de seguidores (Alrededor de 250 millones en el Asia
contemporánea), no solamente deificó a Buda, sino que creó la pauta metafísica que él había omitido obstinadamente: una cosmología adornada
con cielos e infiernos y poblada de santos, así como un culto hermoseado con profusión de incienso, velas y agua bendita.
Es singular que aunque el budismo se extendió por todo el mundo, acabó por desaparecer de la India, si bien su mensaje no se perdió.
Muchos de sus principios más nobles se abrieron paso hasta lo hondo del pensamiento de la India. En la época de Buda, la religión de los
sacerdotes brahmanes estaba ya cambiando por sí misma y reflejaba la creciente conciencia moral de los tiempos. Sin embargo, aún faltaba por
venir el desarrollo final del hinduismo, una religión lo suficientemente tolerante y flexible para recibir en su seno a los antiguos dioses, las
especulaciones filosóficas de los Upanishads, la censura de la violencia, inspirada en el jainismo (movimiento religioso que se dio antes del budismo
y de gran rigurosidad en el vivir), y la ética del budismo.
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