La protección de la capa de ozono

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MEDIO AMBIENTE EN ESPAÑA. 2006
Emisiones de compuestos orgánicos
volátiles
El uso de disolventes orgánicos en ciertas actividades e instalaciones, debido a su volatilidad, da lugar a emisiones de compuestos orgánicos a la atmósfera que pueden ser nocivas para la
salud pública y/o contribuyen a la formación local y transfronteriza de oxidantes fotoquímicos en la capa límite de la troposfera.
Estos últimos producen perjuicios a recursos naturales de
importancia vital para la economía y el medio ambiente y, en
ciertas condiciones de exposición, tienen también efectos nocivos sobre la salud humana.
Considerando que, por tanto, es necesaria una acción preventiva para garantizar un entorno limpio y sano, protegiendo la
salud pública y el medio ambiente de las consecuencias de las
emisiones particularmente nocivas de estos compuestos, en
1999 se publicó la Directiva 1999/13, que fue transpuesta al
Derecho español mediante el, de 31 de enero, sobre limitación
de emisiones de compuestos orgánicos volátiles debidas al uso
de disolventes en determinadas actividades y en 2004 se publicó la Directiva 2004/42/CE del Parlamento Europeo y el Consejo relativa a la limitación de las emisiones de compuestos
orgánicos volátiles (COV), debidas al uso de disolventes orgánicos en determinadas pinturas y barnices y en los productos de
renovación del acabado de vehículos, por la que se modifica la
Directiva 1999/13/CE.
Durante el año 2006, y con el objeto de facilitar la interpretación técnica y la aplicación homogénea del RD 117/2003, se
realizó, en cooperación con las Comunidades Autónomas y con
los sectores industriales afectados, una “Guía de apoyo para la
implantación del RD 117/2003 sobre limitación de emisiones
de COV debidas al uso de disolventes en determinadas actividades”. Igualmente, y para facilitar la demostración del cumplimiento de las obligaciones que impone dicho Real Decreto, se
elaboró una Herramienta informática para la realización del
Plan de Gestión de Disolventes del Anexo IV del RD
117/2003. Ambas pueden ser consultadas en el portal de internet del Ministerio de Medio Ambiente, en la siguiente dirección:
http://www.mma.es/portal/secciones/calidad_contaminacion/atmos
fera/emisiones/compuestos_organicos_volatiles.htm
Por otra parte, el proceso de adaptación de la legislación
nacional culminó con la transposición de la Directiva 2004 / 42
/ CE, mediante la publicación, en el BOE n.º 48, de 25 de febrero de 2006, del Real Decreto 227/2006, de 24 de febrero, por el
que se complementa el régimen jurídico sobre la limitación de
las emisiones de compuestos orgánicos volátiles en determinadas pinturas y barnices y en productos de renovación del acabado de vehículos.
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III.1.5. La protección de la capa de
ozono
Durante el año 2006 se llevó a cabo la evaluación científica del
agotamiento del ozono, que se realiza de manera periódica cada cuatro años. Mediante esta evaluación, se confirmó que los niveles
de sustancias que agotan el ozono presentes en la atmósfera
habían alcanzado su nivel récord a principios del decenio de
1990 y que estaban decreciendo según lo previsto y en consonancia con la disminución de la producción de sustancias que
agotan el ozono, lo que demostraba que el Protocolo de Montreal estaba surtiendo efecto. No obstante, en cuanto a los niveles futuros, había cierta incertidumbre respecto de las emisiones
de bancos de CFC, la producción de HCFC (que estaba aumentando) y el transporte en la atmósfera de esas sustancias.
En esos momentos, el agotamiento de la capa de ozono a
nivel mundial estaba en su máximo nivel. Se esperaba que para
2049 se lograra una recuperación a los niveles anteriores a 1980
en las latitudes medias, cuatro años más tarde de lo que se había
calculado en la evaluación de 2002, debido a mejores cálculos de
las emisiones de los bancos y a una producción de HCFC-22
superior a la prevista.
Las incertidumbres debidas a las interacciones con el cambio
climático podían significar o bien que los niveles de ozono no
podrían revertir a los niveles anteriores al decenio de 1980 aun
cuando las concentraciones de sustancias que agotan el ozono
sí volvieran a estar a esos niveles, o bien que el nivel de ozono se
recuperaría con más rapidez.
Cabía esperar que para 2065 desapareciera el agujero de la
capa de ozono sobre el Antártico, es decir, quince años más tarde del pronóstico de la evaluación de 2002, pero ello obedecía a
un mayor conocimiento del transporte en la atmósfera y no a
defectos del Protocolo de Montreal.
A raíz de los cambios en los niveles del ozono estratosférico,
se produjeron cambios en los niveles de radiación ultravioleta
en la superficie, pero en este caso también cabía esperar que el
cambio climático ejerciera una importante influencia, en particular debido al cambio en la nubosidad: era posible que los niveles de radiación ultravioleta nunca revertieran a los niveles anteriores al decenio de 1980, pero también era posible que se revirtieran con mucha mayor rapidez a la prevista. Ese cambio de
nubosidad podría agravar las lesiones oculares, ya que tendía a
producir una radiación más dispersa y refleja; esto, combinado
con la relajación de los ojos en condiciones de nubosidad,
podría aumentar los casos de cataratas y de quemadura ocular
por exposición al sol.
El efecto neto del cambio climático en la recuperación de la
capa de ozono era difícil de predecir, debido a que las interacciones entre el agotamiento de la capa de ozono y el cambio climático eran complejas y tenían efectos múltiples. El aumento
de las concentraciones de gases de efecto invernadero enfriaba
la estratosfera y, por tanto, aceleraba el agotamiento de la capa
ESTADO Y EVOLUCIÓN DEL MEDIO AMBIENTE
de ozono, algunos gases de efecto invernadero influían también
de manera directa en el agotamiento de la capa de ozono y la
mayoría de las sustancias que agotaban el ozono eran de por sí
gases de efecto invernadero. En combinación con la incertidumbre respecto de la recomposición futura de la atmósfera, la
circulación y la temperatura, las posibilidades de elaborar
modelos de cambios en el futuro eran escasas.
En lo que respecta a los efectos del empobrecimiento de la
capa de ozono, es claro que los niveles más altos de radiación
ultravioleta aumentaban los casos de cataratas y queratitis degenerativa, cáncer cutáneo e inmunosupresión.
El aumento de los niveles de radiación ultravioleta influyó
también en los ecosistemas terrestres, en la forma de reducción
del crecimiento vegetal, cambios en el equilibrio competitivo
entre las especies, ya que alguna de ellas eran más sensibles que
otras a la radiación ultravioleta, y una reducción del consumo de
tejidos vegetales por los insectos. Estos efectos se agravaban
también debido a temperaturas, niveles de humedad y concentraciones de dióxido de carbono más altas como consecuencia
del cambio climático, así como por el aumento del uso de nitrógeno en la agricultura.
Los ecosistemas acuáticos se veían igualmente afectados,
con posibles consecuencias negativas en la productividad de la
biomasa en toda la red alimentaria. Los efectos en la estructura
comunitaria podrían ser también ecológicamente más importantes que los que se producían en la biomasa en general. El
aumento de materia orgánica disuelta en el agua, que a su vez
influía en la penetración de los rayos ultravioleta, también se
veía afectada, con consecuencias para los procesos biogeoquímicos acuáticos.
Reglamento Europeo 842/2006 sobre
determinados gases fluorados de efecto
invernadero y Directiva 2006/40 relativa a
las emisiones procedentes de sistemas de
aire acondicionado en vehículos de motor
El 14 de junio de 2006 se publicó en el Diario Oficial de la
Unión europea el Reglamento 842/2006 del Parlamento Europeo y del Consejo de 17 de mayo de 2006 sobre determinados
gases fluorados de efecto invernadero, así como la Directiva
2006/40 del Parlamento Europeo y del Consejo, relativa a las
emisiones procedentes de sistemas de aire acondicionado en
vehículos de motor.
Los gases fluorados enumerados en el Anexo I del citado
reglamento, entre ellos el HFC 134a empleado en el aire acondicionado de vehículos, tienen elevados potenciales de calentamiento atmosférico –PCA–, motivo por el cual fueron incluidos Anexo A del Protocolo de Kyoto. Es por ello que estos dos
instrumentos se deben encuadrar en las políticas europeas que
tratan de asegurar el cumplimiento de los compromisos del
Protocolo de Kioto, esto es, la reducción de las emisiones
antropogénicas de los gases de efecto invernadero enumerados
en el anexo A de dicho Protocolo en un 8% respecto de los
niveles de 1990, en el período comprendido entre 2008 y 2012.
Ambas normas tratan de compatibilizar los objetivos citados, con la libre circulación de mercancías, personas, servicios y
capitales con debe quedar garantizada.
Las principales medidas recogidas en la Directiva van encaminadas a regular las homologaciones de vehículos y modelos
nuevos. Así a partir de mediados de 2009 no se homologará ningún vehículo que emita más de 40 g/año de refrigerante 134a. A
partir de 2011, todos los modelos nuevos dejarán de utilizar este
gas y deberán emplear refrigerantes de PCA menor de 150. No
obstante, los modelos ya existentes en esa fecha tendrán un
margen de 6 años debido a las dificultades de rediseño, por lo
que a partir del 2017 se habrá eliminado definitivamente el uso
de refrigerantes de alto PCA.
Esta Directiva es muy novedosa a nivel mundial, pues no
existen medidas similares prácticamente en ningún país, y trata
de eliminar definitivamente las emisiones de gases fluorados
procedentes de aires acondicionados de vehículos, que suponen
un elevado porcentaje de las emisiones de estos refrigerantes
(20-50%). Es además un reto para las empresas automovilísticas
y de componentes, pues no existen en la actualidad sistemas
plenamente probados que cumplan los requisitos de la misma,
ni existe un acuerdo general sobre la tecnología a emplear, por
lo que los esfuerzos se deberán intensificar para cumplir los plazos previstos.
El Reglamento aborda también el empleo de refrigerantes,
principalmente en aplicaciones fijas, así como otra serie de sectores que emplean estos gases: extinción de incendios, aislamiento eléctrico y disolventes. En estos casos, las medidas planteadas tratan de asegurar la contención de los mismos así como
su recuperación al final de la vida útil.
En efecto, estas aplicaciones en teoría no son emisivas, pues
el gas está contenido en circuitos o depósitos, cumpliendo su
función, por lo se trata de evitar que fugue, mediante la formación del personal que lo manipula y mediante programas de
control de fugas. Igualmente importante es la recuperación del
gas en las operaciones de mantenimiento, así como en la retirada de los equipos, para lo que nuevamente es necesario que
estas operaciones sean efectuadas por personal debidamente
formado.
Estos requerimientos de formación redundarán en una
mayor concienciación y capacitación de los profesionales del
sector de refrigeración y climatización, así como de extinción de
incendios, que además obtendrán certificaciones reconocibles a
nivel europeo.
El resto de medidas contempladas en el Reglamento se centran en prohibir el empleo de estos gases en una serie de aplicaciones para las que existían otras opciones válidas, desde el punto de vista económico y ambiental (como aislantes acústicos en
ventanas, inflado de neumáticos, suelas de calzado, etc.).
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MEDIO AMBIENTE EN ESPAÑA. 2006
Reglamento Europeo 2037/2000 sobre
sustancias que agotan la capa de ozono
En el año 2006 ha continuado el proceso de eliminación del
uso de estas sustancias, ya restringidas a aplicaciones muy concretas. Lo más destacable es:
Declaración de no esencialidad para toda la categoría de
inhaladores médicos de rápido efecto beta antagonistas, así
como los basados en esteroides (a partir del segundo semestre
de 2007).
Continuación de los procesos de revisión previstos en el
Reglamento para valorar la fecha de cese de uso de HCFCs en
III.1.6. La vigilancia radiológica
ambiental
Los avances en el conocimiento y la mejora de las técnicas de
medida de la radiactividad han permitido una mejor valoración
de la radiactividad presente en el medio ambiente. La radiación
de origen natural debida a los elementos radiactivos existentes
en la corteza terrestre y las radiaciones procedentes del espacio
exterior constituyen la principal fuente de exposición de la
población a las radiaciones ionizantes. Por otro lado, las explosiones de armas atómicas en la atmósfera y algunos accidentes
en instalaciones que manejan materiales radiactivos han introducido en el medio ambiente isótopos radiactivos que no existen de forma natural; las primeras, de un modo global por toda
la biosfera, los segundos principalmente de modo local; al conjunto de dichas radiaciones se le conoce como fondo radiactivo.
Otras actividades humanas, como la producción de energía
eléctrica de origen nuclear, las aplicaciones de isótopos radiactivos en medicina, agricultura, industria e investigación, los residuos que se originan en los grandes movimientos de tierras para
la explotación de yacimientos de minerales de uranio y torio,
etc., contribuyen también a incrementar la presencia de elementos radiactivos en el medio ambiente, en especial en la zona bajo
su influencia.
De esta situación surge la necesidad de la vigilancia radiológica ambiental, cuyos objetivos son detectar y vigilar la presencia de elementos radiactivos en el medio ambiente, seguir su
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refrigeración, en principio prevista para 2010 (refrigerantes vírgenes) y 2015 (reciclados). También están en revisión los usos
críticos de halones, en especial las aplicaciones militares.
Continuidad de la eliminación del empleo del bromuro de
metilo, tratándose de minimizar su empleo para el cumplimiento de la norma ISPM-15 para tratamiento de embalajes de
madera en comercio internacional. Se espera una reducción de
su empleo en 2007. Asimismo se han reducido el significativamente los usos críticos, siendo 2006 el último año en que se usó
en arroz y en producción de fresa y pimiento, pues las mínimas
cantidades solicitadas para estos cultivos son únicamente para
investigación.
evolución en el tiempo, estimar el posible riesgo radiológico de
la población y determinar la necesidad de tomar, si procediera,
alguna precaución o establecer alguna medida correctora.
Entre las funciones asignadas al Consejo de Seguridad
Nuclear (CSN) en el artículo 2.º apartado g) de la disposición
adicional primera de la ley 14/1999 de 4 de mayo, se encuentran
controlar las medidas de protección radiológica del público y
del medio ambiente, controlar y vigilar las descargas de materiales radiactivos al exterior de las instalaciones nucleares y
radiactivas y su incidencia, particular o acumulativa, en las zonas
de influencia de estas instalaciones y estimar su impacto radiológico; controlar y vigilar la calidad radiológica del medio
ambiente en todo el territorio nacional, en cumplimiento de las
obligaciones internacionales del Estado español en esta materia
y colaborar con las autoridades competentes en materia de vigilancia radiológica ambiental fuera de la zona de influencia de las
instalaciones.
El Tratado de Euratom establece en sus Artículos 35 y 36
que cada Estado miembro debe disponer de las instalaciones
necesarias para controlar la radiactividad ambiental y comunicar
regularmente la información relativa a estos controles a la
Comisión de la Unión Europea.
El CSN evalúa y controla el impacto radiológico de las instalaciones y mantiene operativa una red de vigilancia radiológica
ambiental en el territorio nacional. En las instalaciones sometidas a autorizaciones administrativas, los titulares de esas instalaciones realizan un programa de medidas adecuado a las características de la instalación y de su entorno. En el resto del territo-
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