ensayo sociológico sobre el genio científico

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ENSAYO SOCIOLÓGICO
SOBRE EL GENIO CIENTÍFICO
Conferencia pronunciada
por el Académico Correspondiente Dr. Meny Bergel
en la sesión pública extraordinaria
de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires,
el 22 de mayo de 2007
Introducción
En el presente ensayo se desarrollará un estudio sociológico sobre la genialidad en ciencia, señalando fundamentalmente algunos
puntos que creemos son de vital importancia para la comprensión de
este apasionante tema. Asimismo, se desarrollarán otros aspectos, de
carácter no tan relevante pero que pueden contribuir a enriquecer
esta temática.
El aspecto que consideraremos de la mayor trascendencia es el
relativo a la genialidad y su directa vinculación con la heterodoxia.
La genialidad como estructura de pensamiento representa lo
opuesto a lo normativo, racional, lógico, aceptado, probado, confirmado, fuera de discusión, axiomático, y apodíptico.
Todo esto se trastoca en lo considerado genial, aquilatando lo
irreal, hereje, iconoclástico, absurdo, ridículo, inaceptable, irracional,
anormal, incongruente, contradictorio e inverosímil. Constituyendo
todo esto el núcleo de la concepción heterodoxa.
Al considerar la genialidad como un fruto de la heterodoxia, pretendemos hacer las siguientes afirmaciones paradigmáticas:
a) América Latina, en los últimos quinientos años –siglos XVI
a XX– no tuvo un solo genio en ciencia, así como tampoco en
otras manifestaciones de la cultura tales como literatura,
música, arte.
b) Si en América Latina hubieran nacido Shakespeare, Darwin,
Newton, Descartes, Leonardo, Cervantes, el Dante, Beethoven, Mozart, Rembrandt, Goya, Ehrlich, María Curie, Gauss,
Poincaré, Einstein, no expresarían sus genialidades y por ello
no hubiesen sido nada y nadie se acordaría de ellos.
Desde el descubrimiento de América al presente, han transcurrido más de cinco siglos, pero nos referiremos al período de los dos últimos siglos.
En este lapso, y mucho antes en algunos países, se cursaban estudios universitarios y las manifestaciones de la cultura universal ya
eran harto familiares. Descollaron escritores, historiadores, científi625
cos, artistas. La actividad científica se desarrollaba siguiendo los
pasos de Europa y Estados Unidos.
Bien, en este dilatado período de doscientos años no apareció un
solo genio en Argentina y otros países latinoamericanos, en ninguna
de las manifestaciones de la ciencia y la cultura.
El presente ensayo, de carácter fundamentalmente sociológico,
tiene por objeto explicar este fenómeno, de por sí indiscutible, verificable y objetivo.
Fruto de este somero análisis se acuñó una expresión, de por sí
emblemática y harto explicativa: “si Einstein hubiera nacido en Argentina no hubiera sido nada”. Algunos pensadores extendieron este
concepto a Mozart y Picasso.
En términos muy generales, la explicación y justificación de este
hecho es la que motivó el presente ensayo sociológico.
Primera Parte
ASPECTOS DE LA GENIALIDAD
Personalidades notables. Heterodoxia y genialidad
Dentro del acerbo científico, cultural y humanístico de la personalidad humana hay un espectro de factores que la califican de modo
diverso, por los cuales a estas personalidades se las agrupa de un
modo tal vez algo arbitrario, en sobresalientes, eminentes, brillantes,
eruditas, talentosas, sabias y cuya calificación más alta sería la de
geniales, representada por los genios. A estos últimos los hemos asimilado como sinónimos de heterodoxos y herejes.
En nuestra concepción, la designación de genio o personalidad
genial es aquélla que presenta dos atributos primordiales y privativos de ella:
a) crea, descubre, encuentra, interpreta, explica algo de una importancia en grado extremo, como nadie lo hizo. El grado de
genialidad se marca por la magnitud del descubrimiento, lo
abarcativo del hallazgo, la aplicabilidad de los hechos descubiertos, las derivaciones del descubrimiento y las soluciones
que provee;
b) califican además de lo expresado, la precocidad del descubridor, la necesidad de solucionar el problema vinculado a su
descubrimiento, el grado de dificultad para hallar la solución
y los frustrados intentos anteriores. Cuando el descubrimien626
to cae dentro de los extremos polares de las condiciones señaladas, que, en resumen, son las de extrema dificultad, así
como de enorme trascendencia y aplicación, el descubrimiento
ingresa en la categoría del hecho genial y su artífice pasa a ser
considerado un genio.
Definir al genio fuera de lo señalado es difícil, pues se lo debe separar de condiciones vecinas o limitantes tales como las que muestran los sabios, eruditos, talentos o eminencias.
De un modo metafórico se define al genio como una plantita, de
extraordinaria rareza, que necesita condiciones ecológicas extremas,
puntuales, para desarrollar; de clima, terreno, ambiente, nutrición
y gran cuidado, pues la menor alteración de estas condiciones la daña
y perece.
Por lo que solo se desarrollan estas plantitas, maduran y dan sus
frutos con una frecuencia extraordinariamente baja y por ello diríamos que son excepcionalmente raras y ocurren hasta casi en el límite
de la inexistencia.
Otro modo de definir al genio sería: genio es aquel que por su
descubrimiento de una ciencia u otra manifestación de la cultura, ella
se vuelve distinta en muy alto grado, hasta llegar a ser totalmente
diferente después de su obra. Ejemplificando: la materia, la energía,
el espacio, el tiempo, la simultaneidad tanto en física como en filosofía, fueron considerados distintos antes y después de Einstein. También la pintura de caballete fue valorada de modo distinto antes y
después de los impresionistas, la métrica musical fue distinta después de Schoenberg, el poder del acto volitivo se considera distinto
después de Freud. Todos ellos en sus esferas de actividades fueron
genios. En cambio la bioquímica fue la misma después del descubrimiento de la vitamina E por Evans. Tampoco el descubrimiento de la
prostaglandinas puede calificarse de genial, pues luego de ellas la
bioquímica, si bien se enriqueció, no lo hizo de modo extraordinario.
Dentro de la historia de la cultura universal hay personas que
se han destacado de un modo superlativo y han merecido un lugar
destacado, así como también otras sólo han tenido un “lugarcito” en
la mencionada historia.
A título de ejemplos mencionaremos nombres que son familiares tales como Darwin, Newton, Shakespeare, Beethoven, el Dante,
Cervantes, María Curie, Borges, Leloir, Milstein, Favaloro, García
Márquez.
Bien, entre ellos algunos fueron científicos, otros artistas, literatos, poetas, estadistas e historiadores.
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Si bien todos ellos fueron famosos, prueba esto que son de recuerdo permanente y se los califica y encasilla de modo distinto:
genios, sabios, talentosos, eruditos, eminencias, creadores, iluminados, brillantes, notables, encumbrados, superdotados, eximios.
Debe destacarse que cada uno de estos calificativos, gramatical,
lingüística, y semióticamente tienen un significado distinto y puntual
y no se los puede colocar a todos ellos en una misma “bolsa”. El más
excelso y encumbrado de todos ellos es el genio.
Esto nos lleva a un breve comentario acerca de la genialidad atribuida a los premios Nobel. Sólo muy pocos, poquísimos laureados
Nobel, pueden ser calificados de genios, pues sólo algunos lo fueron,
y en número bastante escaso. Ningún historiador de la ciencia calificaría a nuestro laureado Nobel Bernardo A. Houssay como un genio, pues este eminente y valioso fisiólogo –¡vaya si lo fue!– no tuvo
ninguna idea que pudiera calificarse de genial: algo más se acercan,
aunque tampoco llegan a la categoría de genios, Leloir y Milstein.
Anualmente se eligen alrededor de una decena de laureados
Nobel en ciencias fácticas o duras y casi siempre ninguno de ellos
podría ser calificado de genio.
Si la mayoría de los descubrimientos que realizaron laureados
Nobel no pueden ser calificados de geniales, ¡qué distancia separa a
éstos de la genialidad! Muchísimo menos podrían ser calificados de
geniales los descubrimientos de naturaleza técnica, que se alejan
mucho, por cierto, de la ciencia. Ejemplificando: Barnard no podría
ser calificado de genio por haber sido el primer cirujano que realizó
el transplante cardíaco, y tampoco serían genios los que idearon los
cohetes que permitieron al hombre alunizar. En el mismo orden de
cosas estarían Salk y Sabin, que descubrieron la vacuna antipoliomielítica.
A modo de conclusión mencionaremos algunos conceptos relevantes relacionados con la investigación científica y la genialidad:
– Los genios son espíritus audaces que mediante ideas brillantes
crean nuevas teorías.
– Los genios ven lo que los ojos no ven pero, que la intuición o razón
adivina.
– A los genios se ha tratado de clasificarlos en lógicos e intuitivos, en
este último caso se hablaría de intuición genial.
– El genio ve facilitada su tarea por su amor propio, su vanidad y el
amor a la ciencia; por el sentido de estética que tenga.
– Tanto los geniales como los oscuros investigadores todos han hecho aportes en sucesivas generaciones al edificio de la ciencia.
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Galileo
– Sin la genialidad el método más riguroso puede resultar estéril.
– Los genios prescinden de los detalles y solo consideran las cumbres.
Genio es el investigador que aborda los grandes interrogantes
con un espíritu infantil, pueril, formulando interrogantes simples de
ellos –tal como lo hacen habitualmente los niños– y buscan para resolverlos fórmulas sencillas de investigación.
En la actualidad los descubrimientos científicos ocurren por
parte de un esfuerzo colectivo, ya que los logros son sociales y no
individuales.
Los descubrimientos que no se acomodan a los paradigmas de la
época, no trascienden, así como también hay verdades que “esperan”
ser descubiertas.
Durkhein expresó: “si hay ciencia es por que la sociedad la necesita”.
Los descubrimientos científicos deben “acomodarse” al contexto
tecnológico, pero la tecnología ya está integrada a la sociedad.
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Génesis de un descubrimiento genial
Volvamos al ejemplo de la “plantita” y apliquémoslo a un caso
particular, haciendo resaltar los factores que en un sentido u otro
permitieron el desarrollo del genio en todo su esplendor, empleando
el razonamiento de “mutatis mutandis” en relación al desarrollo de
la plantita. Pensamos que el mejor ejemplo es Alberto Einstein.
Haremos el análisis crítico de los factores que por presencia u
omisión se presentaron en la vida de este genio. El período que estudiaremos va entre su adolescencia hasta su temprana juventud, es
decir hasta el año 1916, en el que ya había descubierto su teoría de
la relatividad, tanto la especial como la general.
Infancia de Einstein: se crió en un hogar culto pero de condición
económica regular y por momentos con problemas que llegaron hasta comprometer su subsistencia. Ello lo condujo a ofrecer en Berna,
Suiza, su servicio de docente en física para la enseñanza a domicilio
a alumnos del curso secundario, ¡con la retribución de tres francos la
hora!
Se rodeó de cuatro o cinco amigos de su misma generación que
formaron lo que ampulosamente denominaron “Academia Olympia”,
Tales Konrad Habicht y Maurice Solovine.
Conversando con estos alumnos-colegas, les hacía presente su
temor a “no realizarse”, a no llegar a lo que aspiraba. Por cierto, siempre aspiró a lo máximo, pero a pesar de que tenía noción del valor de
sus primeros trabajos, intuía que su éxito final le sería difícil lograr.
Juzgamos del más alto valor lo que acabamos de expresar, pues
vale la pena destacar que los intereses de un adolescente no siempre
han sido tan elevados como los que mencionamos de Einstein.
En las conversaciones con sus compañeros sólo se hablaba de ciencia, arte, música, filosofía, literatura y otras disciplinas relacionadas.
Desde su tierna adolescencia leía los clásicos de la filosofía y se
adentraba en física y matemática. Fue un “intelectual” en potencia.
Enfrentó su credo religioso –mosaico– con decisión y en la precoz
adolescencia rompió lazos con la religión hebrea por “no creer en los
relatos de la Biblia”.
Tuvo altibajos en sus estudios secundarios: aplazos, rechazos, repetición de curso, así como deambuló en varios países y distintas instituciones de enseñanza de Europa Central, sobre todo en Suiza.
Muy joven se emplea en la ya famosa y reiteradamente citada
“Oficina de patentes” en Berna, Suiza. Allí permaneció siete años y
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en ella elaboró –de modo consciente o a través de su inconsciente–
nada más y nada menos que una de las teorías de ciencia más resonantes y espectaculares de la humanidad: la teoría especial de la
relatividad (1905), precedida, por otros ensayos, publicados en los renombrados “Anales de Física” de Alemania. Estos trabajos que precedieron a la teoría de la relatividad del enunciado año 1905, fueron
también de un enorme valor doctrinario, y uno de éstos fue merecedor del premio Nobel, el relativo al fenómeno fotoeléctrico.
Resumamos lo expuesto:
a) Familia de Einstein: padres cultísimos, criados todos en un
país de gran desarrollo científico y cultural. Tan grande fue ese desarrollo que en su evolución ulterior, por exceso de culturización y
tecnocracia derivó en el más horrendo y macabro genocidio, liderado
por Hitler.
b) Entorno de su juventud: jóvenes con inquietudes culturales
muy bien marcadas, con ateneos, y discusiones de alto nivel en relación con la edad.
c) Tenacidad y perseverancia en su difícil camino de formación
secundaria y luego universitaria. Lo mucho que consiguió en este
período fue en base de un real sacrificio, pues nada le fue fácil.
d) Empleado, docente particular a domicilio, yendo de país en
país buscando un centro secundario-universitario para formarse. Lo
que logró fue a expensas de la fe en sí mismo
Volviendo a nuestra metáfora de “la plantita”, hemos relatado
cómo fue creciendo. El ambiente científico lo hizo todo. Estuvo rodeado de eminentes profesores, generosos, altruistas, que descubrieron
“este diamante en un pajal”, lo separaron del ambiente y lo protegieron. Todo esto fue obra fundamental de otro gigante, Planck, así
como también de otros físicos no menos famosos. Hasta la publicación
de la teoría de la relatividad especial (1905) no tuvo que defenderse
de “manos negras”, no integró “listas negras” de periódicos que lo difamaran. No sufrió la agresión de sus colegas, ni la envidia ni la calumnia de éstos a través de los medios.
Nadie aplastó a esta indefensa plantita. Todo esto ocurrió en Alemania y en Suiza, desde el comienzo del siglo pasado hasta la década del 10.
Adolescente ya había colaborado en la famosa revista Anales de
Física de Alemania, así como también el gigante de Planck lo buscó
para llevarlo a ese país para investigar.
Analizando lo expuesto y trasladando este panorama a la Argentina de comienzos del siglo XX, cabe que nos preguntemos si la infan631
cia, adolescencia y temprana juventud de Einstein hubiera transcurrido en Argentina, si hubiera realizado su obra tal como la realizó
en Alemania y Suiza. La respuesta es no, no y no. Einstein no se hubiera realizado en Argentina. Esto lo escuché públicamente de boca
del matemático y físico Cernuschi, quien dijo: “si Einstein hubiera
nacido en Argentina no hubiera sido nada…”.
Impresionado por la sentencia que pronunció este eminente científico, me llevó a analizar este fenómeno sociológico y su estudio es
lo que se relata aquí. Extendiendo este fenómeno a toda Latinoamérica se podría extraer tal vez, esta misma conclusión. De hecho la
teoría de la evolución de las especies, los conjuntos cantorianos, el
impresionismo, el dodecafonismo; jamás hubieran tenido su origen en
Latinoamérica.
Recurriendo a razonamientos contrafácticos, cabría preguntarse, si existieron “futuros genios” que por haber nacido en Latinoamérica, hubieran o no podido demostrar su genialidad.
Segunda Parte
EL DESCUBRIMIENTO GENIAL. LA IDEA
A esta altura del ensayo hemos dado por aceptado que el genio
realizó un descubrimiento, en este caso, genial. Hemos referido las
condiciones para que tal hecho ocurra, y entonces ya podemos inferir que “ha nacido un genio”. No volveremos más a lo que hemos dado
por cumplido y aceptado: el genio ha desarrollado su “obra genial” o
su “ópera magna”.
Esto nos recuerda lo que expresó Eddington al referirse al descubrimiento de Einstein, la teoría de la relatividad: “¡ha nacido un
nuevo Copérnico!”.
Las etapas del desarrollo de un descubrimiento científico son las
siguientes, expresadas en un orden metodológico:
a) Idea
b) Teoría e investigación
c) Descubrimiento
a) Idea
La “idea” es el núcleo, el centro, el eje, el origen, la causa, la “semilla” de un encadenamiento de hechos que luego se seguirán con la
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teoría y la experimentación y terminarán con el descubrimiento de
un hecho científico. Es enorme la cantidad de aspectos que debemos
analizar en relación a la idea y trataremos de exponerlos de modo
ordenado, como se expresa a continuación:
a) número: puede ser única, dos o excepcionalmente más. En
caso de ser más de una, ellas son sinérgicas y vinculadas entre sí.
También puede ser una idea central y otras complementarias, de
menor jerarquía.
El caso de Einstein fue singular en la historia de la ciencia, pues
tuvo varias ideas geniales, todas ellas de un inconmensurable valor.
Fuera de la teoría de la relatividad muchos otros descubrimientos
realizó de enorme valor doctrinario. Téngase presente que fue el
creador de toda una rama de la física: la física relativista y gran parte
de la física cuántica.
b) creación: casi en la totalidad de los casos se reconoce como
autor de la idea genial a un solo investigador, con un invento o con
un descubrimiento y esta diferenciación es fundamental: el invento es algo “creado” por el genio; en cambio el descubrimiento es un
hecho científico que ha sido “encontrado” o “descubierto” por el investigador.
Casos de descubrimientos realizados casi simultáneamente fueron los del cálculo infinitesimal hecho por Newton y Leibniz; las geometrías no euclidianas, por Gauss, Lobatschefsky y Bolyai.
Para comprender la diferencia entre descubrimiento e invento
recurriremos a la anécdota de Miguel Ángel cuando expresó que en
el block de mármol que esculpía ya estaba dentro el Moisés y él lo que
estaba haciendo era extraerlo. Por eso los descubrimientos pueden
tener un origen múltiple pero los inventos tienen su origen en una
sola persona. La quinta sinfonía de Beethoven sólo la pudo haber
realizado Beethoven, es decir su inventor; en cambio América pudo
haber sido descubierta por varias personas al mismo tiempo. En el
caso citado de la escultura del Moisés, la explicación dada por Miguel
Ángel fue equivocada por cuanto el único que podía haber hecho ese
Moisés era él mismo.
En este orden de cosas la teoría de la relatividad pudo haber sido
descubierta tanto por Einstein como por los que se acercaron a ella,
fundamentalmente Poincaré y tal vez Mach.
Los descubrimientos siempre se realizaran en una época, dependiendo ello de múltiples factores sociales, históricos. Pero en cambio
el invento es solamente atributo exclusivo de una persona y si no lo
realiza él no lo realizará nadie.
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c) cuantificación del valor de la idea: en este orden de cosas se entiende que nos referimos a ideas de alto valor y de gran vuelo. Pero
así mismo, este tipo de ideas debe ser ubicado dentro de este ordenamiento, en dos grupos:
a) las que realizan los eruditos, talentosos y hasta sabios pero
que no llegan a ser geniales, por cuanto todo lo hacen dentro de la ortodoxia, y b) las ideas excepcionales, heterodoxas, que originan los
genios. Esta separación se puede apreciar de modo más evidente en
quienes fueron recipiendarios del premio Nobel: la gran mayoría de
ellos fueron eruditos, talentosos, sabios y también ortodoxos, en cambio en una mínima proporción, fueron heterodoxos o geniales.
Ejemplifiquemos: el premio Nobel argentino profesor Bernardo
A. Houssay, brillante y talentoso fisiólogo, creador de la escuela de
Fisiología de Argentina, llamado el “Claude Bernard” latinoamericano, fue un brillante investigador ortodoxo, que no tuvo ninguna idea
excepcional y por tanto, no fue un genio. La adjudicación de su premio Nobel –muy merecido, por otra parte– fue por una relación
metabólica, que precisamente no encuadraba por su trascendencia,
dentro de los atributos de una idea genial.
Ehrlich, en cambio, tuvo ideas geniales y creó varias ramas de
la moderna biología, tales la quimioterapia, la histoquímica, la inmunohematología y amplió y perfeccionó la inmunología de su época. ¡Él
sí fue un genio, y vaya si lo fue!
En nuestra opinión consideramos la figura de Ehrlich como la
personalidad más destacada y descollante en todas las ciencias biológicas y médicas de la humanidad hasta el presente.
La nueva teoría ocasiona lo que Kant denominó “giro copernicano”, es decir, un cambio radical de la concepción reinante, que envuelve a la teoría anterior.
Giros copernicanos fueron, entre otros, el de de Mondeville a
Vesalius, de Ptolomeo a Copérnico, de Laplace a Herschel, de Kepler
a Newton, de Newton a Einstein.
Ejemplos de teorías revolucionarias que se impusieron tras enconadas luchas, son la teoría heliocéntrica de Copérnico, la mecánica de Galileo, las ecuaciones Maxwell, la teoría ondulatoria, la teoría
de la relatividad, la nueva química de Lavoisier, la teoría de la circulación de la sangre, las teorías de Pasteur, la teoría psicoanalítica
de Freud.
d) aparición de la idea: la historia de la ciencia muestra que estas ideas, de alto vuelo, aparecen en una sociedad ya preparada para
recibirlas, como si fuera una necesidad su eclosión. Por ello se seña634
lan, a veces, nombres –bastante numerosos en algunos casos– como
precursores de la misma, pretendiendo ser los autores o coautores de
la nueva idea. Dado que la “necesidad” de esta nueva idea se hacía
urgente, su aparición es fácil explicar porque más de un investigador
se atribuye su paternidad.
Con referencia al momento de aparición de “la idea” se ha hablado del “sueño matemático”. Esto sería que la solución de problemas
científicos podrían aparecer durante el sueño y en el momento de despertarse se harían manifiestos. También con referencia a cómo se hace
consciente la idea se ha mencionado que en esto pudiera intervenir la
intuición de los espíritus creadores. Este sería el punto de vista de
Poincaré quien sostiene que inventar en matemática consiste en elegir la mejor de las combinaciones matemáticas de todas las que surgen en la mente. El inconsciente haría esta elección suprimiendo la
mayoría de las combinaciones inútiles. Pareciera que el pensamiento
en vez de seguir una trayectoria lineal se irradiara como los rayos de
una bicicleta y luego seleccionaría las combinaciones más aceptables.
La aparición súbita o iluminación súbita –Geistesblitz–, rebelaría
un trabajo inconsciente anterior y de larga data, según el mencionado Poincaré, quien abordó estos temas con una envidiable profundidad y conocimiento.
Pareciera que existe una interacción entre las necesidades actuales en un momento determinado de la ciencia y la orientación del investigador hacia esos problemas.
Mentes creadoras en el terreno de la matemática fueron entre
otros Arquímedes, Fermat, Newton, Leibniz, Gauss, Galois, Abel,
Cantor, Poincaré e Hilbert.
El pensamiento de estética unido a la matemática, tan apreciado por Poincaré y Einstein entre otros, ha hecho que se hablara de
una estética matemática, así como también de una armonía matemática, todo ellos vinculado a la realidad física.
Concluiremos este tópico sobre la aparición de la idea con el pensamiento sintético de Einstein: “las ideas vienen de Dios”.
e) carácter de la idea: como ya se ha dicho, las ideas vinculadas
a la genialidad tienen un carácter especial, siempre alejadas de lo
normativo. Ellas han sido categorizadas de heterodoxas, herejes, revolucionarias, audaces, atrevidas, iconoclásticas, absurdas, ridículas,
descabelladas, demenciales, irracionales, anormales, irreales, incongruentes, y por último, inaceptables.
El físico teórico Niels Bohr se expresó de un modo muy claro y
concluyente respecto a esta última circunstancia, diciendo que una
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nueva teoría científica cuanto menos disparatada era, tenía menos
posibilidades de ser verdadera. También expresó que ninguna nueva teoría solo razonablemente entendible podría tener algún valor.
El grado de inverosimilitud de la teoría marcaría su valor.
Cuando se habla de idea nos estamos refiriendo a ideas fundamentales directrices y no de segundo orden o secundarias. Toda nueva teoría debe ser fundada sobre ideas completamente nuevas.
f) valoración de la idea: la idea en cuestión se la juzga en cuanto a su valor de acuerdo al estado actual de la ciencia, de su relación
con el valor del futuro descubrimiento, de problemas de actualidad
de la ciencia y del grado de entendimiento que puede tener la comunidad científica en ese momento. Ideas que pudieran haber sido geniales pero por no estar relacionadas a problemas científicos que
requerían una solución, tampoco a ellas la sociedad les prestó atención. Todo esto explica por qué muchas teorías sólo fueron reconocidas muchas décadas después de su formulación, tal es el caso del
monje benedictino Mendel cuyas leyes de la herencia fueron redescubiertas varias décadas después de su formulación.
g) lugar del descubrimiento de una idea: las ideas geniales o
heterodoxas cuyas características esenciales acabamos de describir,
sólo pueden ser aceptadas en países altamente culturizados y con un
gran desarrollo científico, tales como Estados Unidos, Alemania,
Inglaterra, Japón, Francia, Suiza, Italia, Austria, España, Israel,
Canadá y Sudáfrica. En cambio, en países latinoamericanos, jóvenes
y que recién comienzan a desarrollar su cultura y su ciencia, en ellos
la heterodoxia y la genialidad no desarrolla. Cabe destacar que en
ninguno de estos países, en los últimos cinco siglos no apareció un
solo genio, no solamente en ciencia sino también en ninguna otra
manifestación cultural o artística. Pues en ellos es habitual y hasta
considerado “normal” el irrestricto apoyo a la ortodoxia y el rechazo
frontal a todo lo relacionado con la heterodoxia y la genialidad.
Por ello se ha dicho y repetido hasta el cansancio, que Einstein,
Mozart, Picasso, nacidos en estas tierras, no hubieran sido nada.
Para que se desarrolle un genio se necesita un ambiente de absoluta libertad tanto en el pensar como en el actuar. El genio debe
sentirse totalmente libre frente a todas las manifestaciones del espíritu y de la sociedad, puesto que si no se tiene libertad para expresarse y para vivir, menos los puede tener para asociar
ideas y expresar la genialidad.
Recuérdese el ejemplo metafórico de la “semilla” de la genialidad, que para producir una plantita necesitaba de condiciones am636
bientales ecológicas nutricionales y de protección, condiciones todas
ellas altamente selectivas. Condiciones de una falta de libertad
en esferas sociales y científicas y un periodismo científico
prácticamente inexistente y fuertemente ortodoxo, las posibilidades de desarrollo de un genio en nuestras latitudes serían más que imposibles.
Para que la aceptación de la heterodoxia ocurra en países jóvenes, éstos deben cambiar su actitud frente a los heterodoxos.
Se necesita que en estos países el periodismo científico sea libre
y ajeno a las influencias de “manos negras”, sin virtuales o reales
“listas negras”, que las “trenzas”, “entramados”, no estén presentes
en sus instituciones universitarias y científicas. Pero, sobre todo, que
la sociedad sea democrática y abierta, sin castas privilegiadas ni grupos de poder endogámicos.
Todo esto en países jóvenes, tales los latinoamericanos, es difícil de lograr y por ello no son eugénicos y aptos para el desarrollo de
la genialidad. Latinoamérica nunca tuvo genios.
En este tópico deben citarse, a título solamente informativo, algunas “ideas”, atribuidas o fruto del imaginario popular, a grandes
investigadores y genios. Entre otras citaremos: “la Eureka” de
Arquímedes, “la manzana” de Newton, “el sueño de la víbora girando alrededor de un anillo” de Kekulé, “el viaje en el espacio sobre una
onda luminosa” de Einstein y “la cápsula con cultivos bacterianos” de
Fleming.
En general la genialidad se manifiesta en los primeros años de
vida. Se señala que tanto Newton como Einstein, tuvieron su mayor
genialidad cuando tenían 26 años. ¡Hecho casual! Se dice que traspasando los treinta años, las ideas geniales ya no afloran. Hubo excepciones a esto, que las relata la historia de la ciencia, tal el caso de
Schrodinger, que ya en años maduros describió las ecuaciones de la
mecánica cuántica.
A modo de conclusión mencionaremos algunos conceptos que
creemos pueden completar lo expuesto:
– Las ideas geniales son fundamentales y directrices.
– Cuando se selecciona una idea se lo hace por las necesidades de la
ciencia en ese momento.
– En los matemáticos la aparición de una idea generalmente ocurre
no a través de una búsqueda activa sino en el momento de despertarse, lo que se llamó “sueño matemático”.
– El sentimiento de orden matemático es privativo de muy pocos espíritus creadores.
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– Hay que prestar mucha atención a las inspiraciones súbitas del
pensamiento: allí puede estar la génesis de una nueva idea.
– En general la brusca intuición sigue a un largo esfuerzo metódico.
– El azar solo es fecundo si el investigador está suficientemente preparado para explotarlo.
– Claudio Bernard insistió en la necesidad de una duda constante y
de una libertad de espíritu total, cuando se realizan investigaciones científicas.
b) Teoría e investigación
El desarrollo sistemático y ordenado de la “idea” genial lleva a
la confirmación de lo que se denomina teoría, en el sentido metodológico de este término. La teoría es el equivalente al desarrollo pleno de todos los conceptos y planteamientos relacionados con la idea
en cuestión.
Este desarrollo es una tarea titánica y generalmente excede los
límites de factibilidad en relación a las fuerzas de su autor. Téngase presente que a veces el desarrollo pleno de una teoría lleva años,
decenios, y hasta siglos después de formulada. Todo esto, como expresa Tatón, es una tarea inconmensurablemente grande para el genio
creador, y por eso resulta inhumano y hasta cruel exigírselo.
Ejemplificando recordemos que aún después de un siglo de formulada la teoría de la relatividad, todavía se están agregando investigaciones y confirmando, en parte, dicha teoría.
Es más que suficiente para el desarrollo y verificación de la teoría heterodoxa la simple y llana divulgación de la misma, quedando
a cargo de la colectividad científica la plena demostración y confirmación de ella.
La teoría de la evolución de Darwin y la psicoanalítica de Freud
están en permanente proceso de verificación a pesar del tiempo
transcurrido desde la formulación de las mismas.
La teoría metabólica de lepra, formulada por Bergel a mediados
del siglo pasado, recién a comienzos de éste comienza a ser estudiada y verificada por investigadores de la India. Las necesidades sociales, políticas y económicas de la época son las que señalan la puesta
en marcha la verificación de las teorías.
La teoría es el fruto más preciado de la genialidad. Se ha escrito mucho sobre este tópico, y una síntesis de todo ello es lo que describiremos:
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– Las teorías son elaboraciones de grandes síntesis a través de una
verdadera audacia intelectual.
– Una teoría nueva generalmente fundada en ideas completamente nuevas, descubre hechos escondidos.
– El experimento “crucial” que decide la validez de la teoría es de
fundamental importancia acerca del valor de una nueva teoría.
– El investigador en ciencia debe poseer espíritu de síntesis, sentido de alerta ante la realidad, profunda intuición y destellos de alta
originalidad para orientar sus investigaciones en el sentido más fecundo.
– Los científicos que poseen una excesiva fe en sus teorías se encuentran en mejores condiciones para realizar descubrimientos.
– Sin genialidad el método más riguroso puede ser estéril.
– Iluminación súbita o “geistesblitz” –aparece en un momento neutro que no lo esperaba el descubridor.
– Las teorías confirmadas y aceptadas lentamente se transforman
en dogmas.
– Cada nueva teoría cabalga sobre las imperfecciones o fallas de la
anterior, que la envuelve, y pasa a ser un caso especial de la nueva teoría.
– La belleza de una teoría se valora por su capacidad de síntesis, valor explicativo.
– Después de una brusca revelación de una idea genial, sigue un momento de entusiasmo y luego una reacción del genio que puede tomar aspectos de los más variados. Einstein después de formular la
teoría general de la relatividad sufrió un proceso depresivo durante un tiempo muy prolongado.
– El arraigo de las teorías aristotélicas fue tal que nadie se atrevía
a plantear que fueron inexactas.
c) Descubrimiento e invento
Dado por aceptado que la teoría ha sido verificada de modo completo y sin lugar a ninguna duda, ésta pasa a formar parte de las teorías que forman el edificio de la Ciencia.
Desde este momento la teoría, heterodoxa en su nacimiento, por
su aceptación posterior por la ciencia, pasa a ser ortodoxa.
Esto significa que las discusiones sobre su validez han terminado,
y de aquí en más se las considera ortodoxas. Este es el ciclo “biológico” de toda teoría científica, tal como lo señaló Khun: crecimiento,
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envejecimiento de la teoría ortodoxa, por aparición de anomalías, que
ya no pueden ser explicadas, lo que conlleva a la aparición de la heterodoxia; lucha de la heterodoxia por ser aceptada y una vez que ello
ocurre, pasa ahora a ser ortodoxia y reinicia el ciclo.
Por ello se ha dicho que en ciencia no hay verdades eternas ni
“teorías cerradas” sino que ellas forman parte de ciclos evolutivos de
tal modo que las “verdades de hoy” son los “errores de mañana”.
La ciencia progresa por el desarrollo de los ciclos que ya citamos
y ello conlleva a la verificación de algo muy importante, que no existen verdades eternas ni teorías eternas, pues la ciencia no descansa
sobre rocas, sino sobre cimientos endebles. No existe método de investigación científica aceptable en el momento actual y lo que más se
aproxima a la “verdad” son los métodos hipotéticos-deductivos que
sólo, en el mejor de los casos, demuestran la teoría en el grado de
hipótesis.
El filósofo Feyerabend ha sido categórico al respecto y llevó su
pensamiento a un grado extremo, en que demostraría que todas las
ciencias tienen su base en métodos de demostración sólo hipotéticodeductivos. Por ello resulta difícil demostrar la diferencia entre una
ciencia “dura”, fáctica, experimental y las ciencias “blandas” y paraciencias, tales como la física y la matemática por un lado y la sociología, la antropología y la psicología por otro.
Dado lo muy amplio y a veces sometido a discusión de este tópico, expondremos en líneas generales los principales conceptos a tener en cuenta:
– Inventar es escoger entre múltiples posibilidades.
– El genio descubre cuestiones que antes ni siquiera se habían planeado.
– La fecundidad de algunos descubrimientos provocan gran número de otros.
– Los descubrimientos accidentales solo pueden ser producto de un
esfuerzo original de un científico que libremente sigue las ideas
que le marca su intuición.
– Un descubrimiento se puede considerar como prematuro o adelantado si el nivel científico de la época no llega a comprenderlo.
– Es aconsejable alejarse a veces de la razón y por un razonamiento
contrafáctico vemos que se sugería el razonamiento heterodóxico.
– Los dogmas religiosos, filosóficos y políticos representan un papel
muy importante en la lucha contra los descubrimientos, pues estas instituciones generalmente están alineadas en una fuerte ortodoxia.
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– Los errores en la investigación científica así como también las
ideas equivocadas suelen ser fecundas en el hallazgo de la verdad.
– Dentro del vasto espectro de los descubrimientos existen dos categorías de los mismos que han sido muy lamentables para el
progreso de la ciencia: los descubrimientos “olvidados“ y los descubrimientos “no publicados”.
– Algunos descubrimientos fueron “reinventados” en ocasiones sucesivas, tal es el caso de la cromatografía sobre papel.
Tercera Parte
GENIALIDAD Y HETERODOXIA
Generalidades
Dentro del vasto, enorme grupo de investigadores en ciencias, es
relativamente ínfimo el número de genios, que a través de ideas, crearon teorías que llevaron a descubrimientos, notables si se quiere.
Quede en claro: la genialidad solo asoma en los heterodoxos, los
iconoclásticos, los herejes, los creadores, también llamados “galileos”.
La rutina no lleva a la creación, la ortodoxia nunca, nunca, nunca
asoma a la genialidad.
Qué es un genio: un investigador que a través de “una idea” desarrollada convenientemente, formula “una teoría” que lleva a un
“descubrimiento”, en este caso, genial –valga la tautología–.
Obvio es señalar que los genios, en ciencia, fueron escasos,
numerables con los dedos de las manos. Ellos hicieron teorías a través de las cuales, la ciencia en cuestión, “antes y después” de ellos,
quedaron completamente distintas.
Ejemplos de genios son tan escasos, que siempre hay que recurrir, a nombrar los mismos. Entre estos seres privilegiados, por orden
de jerarquía e importancia, en “ciencias duras”, serían: Copérnico,
Galileo, Newton, Einstein, Gauss, Maxwell, Poincaré, Hilbert.
Algo menores, pero genios al fin, serían Descartes, Leibnitz,
Darwin, Pasteur, Euler, Cantor, Reimann.
Ningún investigador hace ciencia totalmente normal o totalmente
revolucionaria o creativa: siempre hay componentes de ambas entremezclados en distintas proporciones o zonas. La zona infinitamente más
pequeña, está compuesta por los muy escasos investigadores, que aparecen cada tanto, creadores, talentosos, verdaderas eminencias, prominentes científicos, genios, a los que, a falta de un término más adecuado,
641
hemos denominado heterodoxos y también, por razones históricas,
“galileos”. El destino de estos investigadores es en extremo despiadado,
razón por la que Reynaldalt los califica “pobres desgraciados”.
La ciencia sufre periódicamente estancamientos en crecimiento,
lo que Tatón llamó “anquilosamiento de las teorías”. Y es aquí donde nacen las teorías heterodoxas, originadas generalmente por un genio, es decir un heterodoxo.
Siguiendo a Khun, vemos que la percepción de anomalías en una
teoría es el preludio de los descubrimientos, de nuevas teorías, de
aparición de los heterodoxos. Sería como la caída de vendas que cubren los ojos, como una iluminación repentina. Todo esto lleva al
cambio, pero la ciencia se resiste a ello, cerrándose rígidamente en
sus paradigmas. Esta actitud a veces resulta muy nefasta para el
progreso de la ciencia, como ocurrió con el dogmatismo de la ciencia
griega, que retrasó casi veinte siglos el descubrimiento de la astronomía heliocéntrica, ocurrido con Copérnico, quien a pesar de ser un
cultor de Aristóteles, cuestionó el sistema tolomeico y aristotélico.
Esta situación lleva a que la ciencia entre en “estado de crisis”,
etapa previa a la aparición de la nueva teoría.
La secuencia de una revolucionó científica, siguiendo el modelo
khuniano de paradigmas y anomalías, es la siguiente: etapa preparadigmática; paradigma; aparición de anomalías; estado de crisis;
derrumbe del paradigma; aparición de un nuevo paradigma. Como
contribución de su teoría, Kuhn hace notar que los paradigmas no
pueden ser corregidos por la ciencia normal.
La búsqueda de vínculos entre concepciones teóricas inconexas
en apariencia, ha sido generalmente el elemento determinante del
cambio científico.
Este cambio sería, como se ha dicho, “tomar el otro extremo del
bastón”, es decir, manejar todos los datos anteriores situándolos en
un nuevo sistema, en una estructura diferente.
Las revoluciones científicas, en última instancia, no las hacen los
científicos, sino los filósofos y los historiadores de la ciencia, que las
formalizan después de realizadas por sus autores. La ley suprema
para la aprobación de una teoría es su aceptación por la sociedad dentro de su marco cultural e histórico. Por eso, el cambio científico se convierte en un asunto de “psicología de masas” y el
cambio de una teoría a otra es asimilable a una conversión religiosa.
Pero, queda vigente con toda su fuerza, que su valor –no su aceptación– es independiente del hecho que nadie crea en ella o que nadie
la entienda, tal como lo expresó Maimónides.
642
Rechazo de la heterodoxia
El advenimiento de un genio, con su correspondiente hipótesis
revolucionaria o teoría, es rechazado por la ciencia ortodoxa. Ejemplos de teorías revolucionarias, que se impusieran tras enconadas
luchas, son la teoría heliocéntrica de Copérnico, la mecánica de
Galileo, las ecuaciones de Maxwell, la teoría ondulatoria, la relatividad, la nueva química de Lavoisier, la teoría de la circulación de la
sangre, las teorías de Pasteur y la psicoanalítica de Freud. Pareciera que los defensores de paradigmas rivales vivieran en mundos distintos. Las razones por las que los científicos rechazan de un modo
frontal, autoritario y hasta agresivo a las teorías heterodoxas, son
entre otras:
a) resistencia al cambio: éste es un mecanismo psicológico que se
presenta en varias manifestaciones de la actividad humana. Sería
cambiar de paradigma, según Khun.
Laborit explica este fenómeno diciendo que la sociedad basa su
supervivencia precisamente en la ortodoxia y que el contexto social,
cultural, político y económico lleva a la prolongación indefinida de
ésta, pues toda nueva formulación representa un cuestionamiento a
la sociedad. Parecería que un “orden supremo” dominara a la ciencia
y le fijase su estructura.
b) angustia por la ausencia: éste es un mecanismo psicológico por
el cual en la etapa que sigue a la destrucción de una teoría, se genera un vacío. Si bien luego va a ser cubierto por la nueva teoría, durante ese período se produce el mencionado sentimiento de angustia.
c) inercia del espíritu: según Desiderio Papp, la mente tiende a
aferrarse a lo ya conocido y por ello se resiste al cambio. En otros términos, todo cambio cognitivo lleva en sí el germen de la resistencia.
d) el obstáculo epistemológico, como lo denomina Bachelard: toda
experiencia científica contradice a la experiencia común, y por tanto
el problema del conocimiento científico se plantea en términos de
obstáculos. Estos serían la experiencia básica, el conocimiento general,
el conocimiento unitario y pragmático, el obstáculo sustancialista.
e) la comunidad científica, por las presiones sociales, hace que
sus miembros vean todos del mismo modo, y tengan estructuras
conceptuales semejantes, de las que resulta difícil librarse, pues las
mencionadas presiones sociales los induce a una conformidad y uniformidad. En cambio, el científico creador ve un poco más, o como dijo
Newton, “estamos de pie sobre los hombros de gigantes”.
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f) a estas causas mayores se agregan otras, tales como la raza,
la religión y la nacionalidad del nuevo genio, cuando no la envidia,
la ignorancia, la rivalidad científica y otras no menos deleznables miserias humanas, pues ni siquiera el genio puede librarse del contexto
social e intelectual en que desarrolla su actividad.
A veces las causas son múltiples y concurrentes. Tal lo ocurrido con Einstein, quien fue perseguido tanto por su revolucionaria
teoría, como por ser hebreo.
Todo esto ocasiona una resistencia a aceptar hechos que están en
abierta oposición a los ya consagrados y cuya veracidad se considera que está fuera de discusión, constituyendo lo que se llama una
“teoría cerrada” o también “verdades eternas”, olvidando que el conocimiento científico es esencialmente subdeterminado.
Ataque al heterodoxo
El proceso a Galileo fue el primero de una serie de casos que
acontecen hasta nuestros días y que sucederán mientras exista actividad científica. Por ello, es un error considerar que estos hechos son
excepcionales dentro de lo que se supone un tranquilo y ético desarrollo de la ciencia, y que el “caso Galileo” es un triste recuerdo definitivamente superado.
Nada más equivocado, ya que desde los albores de la investigación científica hasta hoy, existieron, existen y seguirán existiendo
“galileos” e “inquisidores”. El fatalismo que encierra esta aseveración
nace, tanto de la naturaleza de la mente humana, como de la naturaleza de la investigación científica.
Siempre se trató de destruir al heterodoxo y para ello se han utilizado distintos procedimientos, que variaron a través de las épocas,
permaneciendo constante el objetivo: su aniquilamiento.
Durante los siglos XVI y XVII –y antes también– cuando imperaban dogmas aristotélicos y religiosos, a estos desgraciados investigadores y pensadores se los juzgaba en “tribunales de inquisición”, se los
incineraba vivos, se les destruía los ojos con puntas candentes, se les
quemaba sus obras en plazas públicas, se los conminaba a abjurar de sus
teorías, se los privaba de su libertad. Sus pares, colegas y científicos,
tenían a cargo estas lúgubres tareas y por cierto las desempeñaban con
un celo y una dedicación dignos de mejor causa. Así se lograba ahogar
la nueva teoría, que un infortunado genio se había atrevido a formular,
enfrentando los dogmas, los prejuicios y lo firmemente aceptado.
644
Los métodos que actualmente generan estos “galileoso difieren
en su forma, pero no en sus efectos, de los del medioevo.
Estos sistemas persecutorios son tan metódicos y organizados, a la vez que sutiles y refinados, que difícilmente alguien pueda escapar a ellos. A pesar de todo algunos heterodoxos
han eludido estas barreras debido, por cierto, a “lamentables” fallas
de los aludidos mecanismos.
La sociedad sabe que pudo haber “decapitado” a Darwin,
Einstein o Freud en sus comienzos, pero no después que realizaron
su obra, pues aprendió que elementos aparentemente inofensivos
pueden causarle profundas fisuras, haciéndole peligrar la integridad
de su estructura.
Ahora, a los investigadores que están en la heterodoxia científica, no se los quema vivos, ni se incineran sus obras en la plaza pública. Se recurre a otros métodos más “sutiles”, “civilizados” o “éticos”,
cuando no kafkianos, tales: se les obstaculiza sus investigaciones; se
les niega subsidios, no se les publica sus trabajos, se los amenaza y
repudia. No son ajenos a estos procederes la burla, el desprecio, el
agravio y el odio.
Se actúa contra estos investigadores considerando que la heterodoxia en ciencia es algo delictivo.
Esto explica por qué investigadores y pensadores tales como Descartes, Leibnitz, Helvetius prefirieron silenciar sus descubrimientos
y teorías para no tener que hacer frente a una agotadora y neurotizante lucha, y a polémicas que les hubieran sido ocasionadas por tratar de difundir sus ideas. Es conocido el caso de Gauss, quien, por
estos motivos mantuvo inéditos muchos de sus hallazgos, como las
geometrías no euclidianas. Sin embargo, el investigador nunca debe
rehuir, dejarse intimidar o temer dar a publicidad sus hallazgos, pues
ello mostraría falta de fe en la ciencia.
En otros casos, la falta de audacia para enfrentar la rutina hizo
que eminentes investigadores no se atrevieran a exponer concepciones científicas maduras en sus mentes, tal como ocurrió con Poincaré,
célebre matemático que estuvo a un paso del descubrimiento de la
teoría de la relatividad; y tal vez lo mismo podría expresarse de
Lorenz y Mach.
Interesante fue el caso de Planck, a quien su revolucionario descubrimiento –el quantum de energía–, base de la física cuántica, lo
confundió y asustó tanto, que realizó grandes esfuerzos por alejarse
y disimular el hallazgo, sólo comparable, en física moderna, a la teoría de la relatividad.
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La no aceptación de una teoría es algo necio, pues, nunca se
puede afirmar que ella sea verdadera: la base empírica de la ciencia
objetiva no es absoluta pues la ciencia “no se apoya en una roca firme”. Además, debe tenerse presente que el desarrollo científico necesita de la existencia de rivales y del debate conceptual, pues las
confrontaciones y el pluralismo son esenciales para que haya crecimiento en la ciencia. Por ello las nuevas ideas deben considerarse de
valor inapreciable y deben ser cuidadosamente protegidas, sobre todo
si se alejan mucho de la ortodoxia, pues éstas resultan ser las más valiosas. El contexto histórico es el que establece el grado de audacia
o heterodoxia de una teoría. Ello explica por qué el despotismo intolerante es uno de los principales obstáculos para la ciencia, pues una
teoría cualquiera merece ser investigada y siempre es digna de una
mayor elaboración.
Esto justifica la preocupación que ocurre en los medios científicos cuando no aparecen nuevas teorías y tampoco genios. Pues es peligroso para una concepción científica que sea explicada por una sola
y exclusiva teoría, de tipo monopólico.
La coexistencia de teorías rivales debe ser la regla, no la excepción, por lo que siempre la evaluación de una teoría es un problema
de comparación. Pero, la comunidad científica tiene un bajo nivel de
tolerancia para teorías rivales u opuestas, olvidando que un adecuado empirismo requiere el desarrollo de teorías diferentes. Esta es la
justificación metodológica de la pluralidad de teorías.
Procedimientos empleados para anular
a los científicos heterodoxos
Es útil señalar los procedimientos empleados para anular y destruir a los científicos heterodoxos o geniales, es decir, a aquellos que
con sus teorías pretenden modificar el curso de la ciencia:
1) se les previene el ingreso a los centros de investigación, o se
los elimina de éstos cuando comienzan a mostrar tendencias “peligrosas”. La historia registra casos de prestigiosas instituciones académicas que recurrieron a los métodos más deshonestos y persecutorios
para evitar el ingreso de estos investigadores a centros científicos.
Sus colegas ortodoxos, ven en éstos un peligro.
2) en el caso que pudieran ingresar, sutilmente se los priva de recursos económicos para sus trabajos; se les niega becas, premios y
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subsidios. Estos investigadores están proscriptos en la inmensa mayoría de las publicaciones científicas, y el dramático camino que recorren para publicar sus trabajos termina en un cruel rechazo.
3) cuando el desarrollo de la teoría heterodoxa comienza a tomar
un cariz amenazante, recurren a métodos más directos: los aíslan,
atemorizan, denigran, calumnian y repudian públicamente. También
los amenazan, mediante los cuerpos colegiados constituidos precisamente por sus propios colegas, acusándolos de transgredir los “códigos de ética” profesional o científica. Por trágica paradoja, quienes
deberían ser el apoyo máximo de los heterodoxos, se transforman en sus más enconados enemigos.
Esta situación crea problemas de conciencia a los científicos
“inquisidores”, pues por una parte tratan de aparecer ante la sociedad como modelos o arquetipos de personas ecuánimes y correctas,
y por otra actúan como perseguidores obsesivos y tenaces, lo que los
aleja de la moral y la justicia. Esto constituye lo que podría denominarse “la doble faz del hombre de ciencia” (Bergel).
4) una vez sorteados todos los inconvenientes que se le presentan al investigador heterodoxo, ya señalados, enfrenta al último de
ellos: dar a publicidad su obra. Los caminos son dos: o a través de la
publicación de libros o de artículos en revistas de la especialidad.
Es muy difícil que una editorial acceda a publicar un libro de un
heterodoxo, por razones obvias. El artículo científico es de fácil publicación para el ortodoxo, pero no para este otro tipo de investigador.
Para publicarse debe ser aceptado por el “comité editorial” de la
revista, y en casos especiales, por los llamados “referies” que generalmente es un solo investigador, muy especializado en el tema del
artículo. Generalmente, el destino final ya está decidido, aún antes
de ser sometido a publicación: será rechazado. Los motivos, justificativos, pretextos, razones, o causas, son variados, múltiples, recurrentes y que no hacen sino agravar las neurosis de estos “pobres
desgraciados” como los llamó Reynaldalt. Tales son, entre otros, los
siguientes: el trabajo es muy experimental y tiene poco fundamento
teórico –o lo contrario–; ya se ha escrito mucho sobre el mismo enfoque; la bibliografía no está actualizada; es muy extenso; no tiene
estudios estadísticos; ya se le han publicado otros trabajos y muchos
otros argumentos por el estilo.
Pero, los más enervantes y desgarrantes, capaces de llevar al
autor al borde de la demencia, son: la dirección no comparte sus
puntos de vista, y más bien cree en una tesis opuesta; o si no este
otro veredicto: “si usted cambia sus puntos de vista –su hetero647
doxia– y se aviene a redactarlo de nuevo observando la ortodoxia en la materia, con gusto lo publicaremos”. Es decir, cambie de religión, de credo, y será admitido en nuestra cofradía. Se le
pide una conversión religiosa o un cambio de “gestalt”.
A Einstein le rechazaron para su publicación, un trabajo, después –año 1919– de haber publicado sus teorías especial y general de
la relatividad.
Todo esto es muy triste, ya que la ciencia se piensa, sería axiológicamente neutra, y estaría exenta de responsabilidad ética.
El poder de la ortodoxia
Como resultado de estas batallas de tensa dialéctica, salen triunfantes los ortodoxos, por razones diversas:
1) los ortodoxos tienen vinculaciones con quienes manejan la economía, el periodismo, las instituciones científicas, culturales y de
bien público, y por ello les es fácil, en una sociedad sin conciencia científica y con marcada hipocresía, destruir a los inermes
“galileos”. Gozan de prestigio científico y del apoyo de la sociedad,
porque se tiene el concepto que son “normales”; en cambio, alrededor
del heterodoxo se crea, de un modo hábil y sutil, una atmósfera que
hace que se lo considere “loco” –hecho fácil de aceptar– por las ideas
revolucionarias que preconiza. En algunos casos, los hechos ulteriores precipitan esa locura, ya que estos pobres desgraciados, sometidos a una torturante y aniquiladora presión emocional, terminan
neurópatas, psicópatas, con fobias, obsesiones, manías o delirios. Tal
fue el caso de Semmelweis, genio de la medicina, a quien sus colegas
calumniaron, agredieron, obligaron a renunciar a su cátedra y terminó trágicamente en un manicomio. También esto aconteció con Julius
Robert Meyer, descubridor de la ley de conservación de la energía,
cuya vida tuvo un triste fin en un hospicio. Algo semejante ocurrió
a Cantor.
2) manejan los resortes relacionados con la actividad científica,
tales la dirección de universidades, academias, consejos de investigaciones y otros cuerpos colegiados; además, integran jurados y administran fondos para las investigaciones. Con nada de esto cuenta
el heterodoxo, quien, una vez estigmatizado, no tiene posibilidades
de progreso en ningún país, ya que la ciencia es universal y las instituciones científicas del mundo están conectadas por una especie de
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sistema de “tubos comunicantes”, que les garantiza, “urbi et orbi” una
uniformidad de procederes.
3) exigen al “galileo” la total demostración y confirmación de su
teoría, cosa difícil de realizar en su comienzo, ya que las teorías se
van desarrollando y demostrando gradualmente. Por ello, el argumento cruel y deshonesto que emplean para destruir al heterodoxo es “la teoría no ha sido confirmada”, a la vez que obstaculizan
toda investigación tendiente a tal confirmación. A este respecto,
Taton dice: “el esfuerzo necesario para derrumbar todo un edificio,
pacientemente estructurado y consolidado por los trabajos de numerosas generaciones de científicos y por una larga tradición, es tan
desmesurado, que resulta difícil que un solo hombre pueda
realizar esta transformación decisiva”. De ahí que esta exigencia sea tan inhumana como cínica. ¡Todo esto es capaz de ejecutar un
“honesto” científico ortodoxo!
Llama la atención que cuando la ortodoxia científica se opone a
una teoría, ningún investigador, en absoluto, trabaja en temas que
directa o indirectamente pudieran aportar elementos a favor de la
mencionada teoría, de tal modo que la concepción heterodoxa queda
totalmente aislada. Y esto lleva a la situación paradójica de quien ha
realizado un descubrimiento, en vez de contribuir al avance de la
ciencia en ese campo, se transforma, por esta circunstancia, en un
obstáculo para el progreso de la ciencia.
4) dejan al heterodoxo indefenso frente a la sociedad, la que se
vuelve agresiva. Este debe luchar solo frente a una inmensa masa representada por otros investigadores de la misma disciplina; y de
otras academias, universidades, cuerpos colegiados y sociedades científicas.
El hecho más desgarrante y cruel para el heterodoxo es
verse juzgado por sus pares ortodoxos, generalmente, además de ser poco honestos, de muy inferior nivel científico, lo
que llevó a Reynaldalt a decir: “el destino de los sabios es ser
juzgados por los imbéciles”.
5) por sobre todas estas razones está la fundamental: las teorías
deben tener el respaldo político, cultural y económico para ser aceptadas, y si la sociedad se lo niega, quedan automáticamente
rechazadas.
Sin embargo, muchas veces el tiempo redime a los heterodoxos.
Fueron ignorados en vida, pero posteriormente sus trabajos son
exhumados o “redescubiertos” por otros investigadores. Tal fue el
caso de Mendel, mucho después de su muerte, sus leyes de la heren649
cia fueron exhumadas por Tschermak, Correns y De Vries. También
esto ocurrió con Frege, ilustre matemático alemán, quien murió sin
el alto reconocimiento que mereció tener en vida, pero la posteridad
científica lo reconoció, y lo mismo aconteció con el físico cuántico
David Bohm.
Heterodoxos frustrados
Los heterodoxos o futuros genios sólo aparecen con una frecuencia excepcionalmente baja, pues son escasísimos los casos que registra la historia de la ciencia. Analizando esto en profundidad, se
constata que muchísimos investigadores hubiesen llegado a feliz
destino, pero no lo lograron, por alguna de estas causas:
1) fueron aplastados o “decapitados” muy precozmente por sus
colegas, y por ello, su obra fue mínima y, obviamente, no llegó a ser
conocida. La sociedad emplea hábilmente a los científicos ortodoxos
para enfrentar y anular a los heterodoxos.
2) a otros, los obligaron a torcer su destino y terminaron desarrollando actividades ajenas a su genuina vocación, pues la estructura
social preexistente en que se desarrolló, le fue adversa.
3) muchos publicaron sus geniales hallazgos, pero no fueron
escuchados, y por ello es tarea de los historiadores de la ciencia exhumar trabajos de excepcional valor científico contenidos en polvorientos libros que tal vez jamás serán releídos.
Estas razones explican que formen legiones los casos de “vocaciones frustradas”, “talentos abortados”, “investigadores fracasados”.
Estos “fracasados”, tal vez algunos de ellos futuros genios, son originados por la tenaz, metódica y siniestra persecución que ejecutan calificados hombres de ciencia, ortodoxos, aunque, en
estos casos, en la muy poca digna función de “inquisidores”. Este fenómeno ocurre preferentemente en sociedades jóvenes, en que el
margen de libertad del investigador es muy estrecho.
Esto explica por qué Europa Central conoció la genialidad y la
heterodoxia, pero no, en cambio, América Latina, que jamás acunó a
un genio: cinco siglos en que jamás apareció un genio: ni en ciencia,
arte, literatura, música ni en otras manifestaciones del espíritu.
Seguramente en estas regiones nacieron algunos futuros genios
–por qué habría de ser tan diferente la biología humana europea de
la de América Latina–, pero ellos, habrán sido, como se expresó más
arriba, aplastados y “decapitados” precozmente por socieda650
des con estructuras científicas, académicas y culturales –nótese que no se dice políticas– primitivas, reaccionarias, clasistas, verticalistas, sectarias y egoístas, que no permitieron su
desarrollo.
Las sociedades que no aceptan la heterodoxia jamás tendrán genios, y también son más proclive a los “tribunales de inquisición” como los de Italia del siglo XVI de Galileo.
La sociedad actual tiene un perfil típicamente ortodoxo, pues así
lo demuestran los principales sistemas que la forman: los gobiernos,
universidades, academias, cuerpos colegiados, organizaciones religiosas, periodismo, entre otros.
El desarrollo científico de una sociedad se mide, no por el número de investigadores, microscopios electrónicos, universidades,
bibliotecas, sino por el grado de tolerancia y aceptación a la
heterodoxia, hecho que revela gran madurez científica y cultural.
Por ello, en sentido figurado, puede afirmarse que los tribunales
de inquisición, como los que juzgaron a Galileo, están en sesión permanente. Sólo países altamente culturizados, tales como los Estados
Unidos, Francia, Inglaterra, Suecia, Alemania, Canadá, Japón comienzan a superar este problema y a aceptar la heterodoxia en la ciencia.
Latinoamérica, incluida nuestra Argentina, está aún en la etapa de una obstinada y tenaz ortodoxia. Por ello puede decirse, desde este punto de vista, que Latinoamérica comienza a transitar el
siglo XVI.
Sociedad y ciencia heterodoxa
La sociedad tiende a mantener su estructura, y para ello, como
dice Kuhn, se cierra en sus paradigmas, pero cuando es atacada pone
en juego mecanismos de defensa. Aprendió que elementos aparentemente inofensivos pueden causarle profundas fisuras, haciéndole peligrar la integridad de su estructura.
Para esto emplea elementos defensivos que utiliza de modo gradual y sistemático, de acuerdo con las características del enemigo, en
este caso, el científico heterodoxo.
La primera línea de elementos con que ataca está formada por
las universidades, academias, Consejos de investigaciones científicas
y otras instituciones relacionadas.
En estos enfrentamientos en el plano de la sociedad-ciencia ya
quedaron atrás y para siempre expedientes tiránicos y crueles, usa651
dos en los casos Galileo, Giordano Bruno, Mayer; así como los tribunales de inquisición. Ahora las batallas se desarrollan en otros campos, y bajo otras modalidades, más sutiles y “éticas”.
La firme defensa de estructuras sociales elaboradas en cinco
milenios de cultura occidental judeo-cristiana es más que justificada. Pero la cibernética enseña que un sistema perece si no interactúa
con su entorno y con sus subsistemas. Esto explica por qué ciencia y
sociedad se atacan y defienden, logran éxitos y fracasos, de los que
resulta un estado de equilibrio dinámico.
Mecanismos de defensa del heterodoxo
Los heterodoxos, por su parte, conocedores de las penurias que
sufrieron sus predecesores, han aprendido a defenderse de la sociedad, a través de variados recursos, tales:
a) cambian de “habitat”; este es un hecho muy valioso. Cuando
la estructura social de un país les es hostil, emigran buscando mejores condiciones. Los países jóvenes, tales los latinoamericanos, no son
apropiados para los investigadores creativos, no por la situación económica de los mismos, sino por presentar estructuras científicas
inmaduras y mezquinas.
b) absorben y neutralizan la aniquiladora y neurotizante presión
emocional ocasionada por un ataque permanente en una sociedad
hostil y sin escrúpulos. Toman conciencia de estas realidades y las
enfrentan con una tenacidad y paciencia al mejor estilo de Job.
c) con sagacidad e inteligencia anulan y se sobreponen a los ataques que les infiere la sociedad, fundamentalmente a través de los
propios colegas ortodoxos.
Resignados, toman conciencia que la lucha será intensa frente a
enemigos desleales e inescrupulosos y que sólo pueden llegar a una
“victoria a lo Pirro”, ¡derrota al fin!
A veces optan por presentar sus hallazgos más discretamente,
para que no aparezcan tan heréticos, es decir, actuando de un modo
“diplomático”, con toda la pena que ello comporta.
La sociedad tiene presente los enormes cambios en sus paradigmas científicos, culturales, religiosos, y hasta artísticos que ocasionaron a sus estructuras los tejedores de nuevas urdimbres
conceptuales, como lo fueron Aristóteles, Galileo, Descartes, Darwin,
Planck, Freud, Einstein, Heisemberg y otros. Pero también sabe que
un exceso de presión y contralor sobre los investigadores no hubie652
ra permitido la aparición de un Pasteur, Ehrlich, Curie, Born,
Schrodinger, Dirac, y tantos otros, y de quienes también, como de
todos los heterodoxos citados más arriba, obtuvo grandes beneficios.
Esto ha llevado a un equilibrio entre los mecanismos represivos y de
contralor sobre los heterodoxos y la libertad y distensión necesarias
para que puedan desarrollarse.
Debe tenerse muy presente que si la intolerancia hubiera triunfado, las teorías más valiosas con que contamos actualmente, tales la
teoría electromagnética, la relatividad, los cuantos, la teoría de los
conjuntos, jamás se hubieran desarrollado, pues hubieran abortado
desde su origen. También debe recordarse que muchas teorías se confirman luego de un tiempo, a veces prolongado, tal el caso de la predicción copernicana sobre el paralaje de las estrellas fijas, confirmada
varios siglos después.
En última instancia la sociedad es vencedora, manteniendo sus
estructuras a través de un no siempre fácil equilibrio dinámico, que
le permite asegurar su continuidad y estabilidad, a pesar de las revoluciones científicas, que según Popper son indispensables para el
progreso de la ciencia. Consigue así la sociedad tener bajo contralor
a su subsistema de científicos heterodoxos, a quienes parecería decirles: “serán lo que nuestra sociedad les permita o no serán
nada”.
La genialidad como heterodoxia
La mayoría de los científicos –los ortodoxos– consideran la heterodoxia como algo absurdo y perjudicial, que debe ser combatido,
olvidando que los estancamientos que sufren las ciencias sólo son superados por las teorías de estos genios heterodoxos. La historia de la
ciencia no registra casos de genios ortodoxos, ya que la genialidad y
la ortodoxia se excluyen. Además debe tenerse presente que el progreso científico requiere un cambio cognitivo que es incompatible con
las normas estabilizadoras de la sociedad.
El autoritarismo en ciencia no debiera existir. La historia de las
ciencias enseña que teorías aceptadas universalmente en su momento, por ejemplo, la generación espontánea, fueron luego desechadas.
Por ello, no puede afirmarse que la totalidad de lo actualmente aceptado sea verdadero. La ciencia siempre presupone el error y es permanentemente susceptible de ser corregida. El ensayo, las conjeturas, las
refutaciones y el error son elementos fundamentales para el progre653
so de la ciencia, y más de una vez ellos se convierten en fuentes de logros sobresalientes.
En ciencia no hay fuentes privilegiadas de conocimientos, ni
puntos de referencia absolutos, así como tampoco aristócratas o castas elegidas de investigadores, como nos lo señalan las normas
mertonianas: todo y todos son iguales frente a la ciencia, tal la ley de
la universalidad.
Heterodoxia no es una “fea” palabra y no está asociada a conceptos peligrosos, tales como subversión, desobediencia, destrucción,
caos, desorden, anarquía, aniquilamiento.
Muy por el contrario, heterodoxia se vincula con progreso, cambio, avance, creación, renovación, superación, talento, sabiduría y
genialidad. Si no fuera por la heterodoxia no tendríamos vacunas,
medicamentos, alta tecnología, conquista del espacio, pintura impresionista y tantos otros elementos que hacen a la cultura, ciencia, y
técnicas universales.
El caso paradigmático de heterodoxia es el “caso galileo”, pero
también, antes y después de éste han ocurrido casos similares.
En el siglo XVI transcurrió el caso Galileo, originado en la defensa que hiciera del sistema copernicano, al que reforzó con el peso de
su obra. El Sumo Pontífice Juan Pablo II dio por cerrado este episodio, reivindicando a Galileo, y explicando el proceder eclesiástico en
esa época.
Este acontecimiento fue el más notorio en una extensa serie de
hechos similares, de los que fueron víctimas notables científicos,
pensadores y altos exponentes de la cultura. Baste mencionar a
Copérnico y a Giordano Bruno, algo anteriores a Galileo; Helvietius, Lavoisier, Dumas, Darwin, Mayer, Semmelweis, Mendel,
Pasteur, Berthelot, y más recientemente Maxwell, Cantor, Freud y
Einstein.
Esto es muy conocido, y por ello tendrá que aceptarse y comprender que la heterodoxia, madre de la genialidad, debe ser atendida,
escuchada y facilitada en sus planteos y desarrollo. A las teorías no
hay que temerlas, pues ellas no generan crisis, sino, más bien, las
crisis, como sostiene Khun, son las que engendran teorías. A pesar
de lo expresado, el rechazo a la heterodoxia, generalmente enérgico, frontal y hasta cruel, es de observación común, y no llama la atención por considerarse un proceder correcto.
A la heterodoxia se la necesita, pero se la teme y se la combate.
Baste pensar cómo sería el mundo sin la contribución de Galileo,
Lavoisier, Pasteur, Einstein y tantos otros genios heterodoxos.
654
En resumen, la historia de la ciencia nos demuestra la vigencia
permanente del rechazo a la heterodoxia. Es decir, desde el Galileo
del siglo XVI hasta el presente siglo XXI seguimos “bañándonos en
el mismo río”, seguimos no aceptando la heterodoxia. ¿Cuatro siglos
han transcurrido en vano?
Los enemigos de los “galileos” son los investigadores ortodoxos
de la misma disciplina, y éstos son científicos de renombre y que
hasta fueron laureados Nobel. Esto justifica la conocida sentencia
lobbessiana: “El hombre es un lobo para el hombre”, así como la frase de Dutellier: “El que utilizando su prestigio científico y su poder,
vulnera o hiere de muerte a un investigador, cuyos designios lo hubieran llevado a curar males incurables, cometerá el más repugnante
y oprobioso de los crímenes”.
Royo Villanova, en relación a lo precedente, dice: “Los sabios, los
especialistas, los técnicos y expertos, por sobresalientes que sean, por
encumbrados que estén en su competencia, por excelente que sea su
reputación, por mucha que sea su gloria, la fama, la popularidad de
que gocen, están obligados como todos, a pasar por la aduana pública de la ética y de la ley, donde han de rendir cuentas como los
demás mortales, sin excepciones ni privilegios, por elevada
que sea su talla, su categoría, su dignidad intelectual. La tendencia al abuso, a la malicia, más o menos subconsciente o inconsciente, está latente en todos, por honestas que sean las apariencias
de las actividades que se ejerzan. Entre los sabios, hombres al fin,
puede haber, como entre los demás, personalidades deshonestas, sin escrúpulos”. Esto hace referencia a los ortodoxos en su
faz de ataque a la heterodoxia.
El rechazo de una nueva concepción es un fenómeno universal,
que ocurre en todas las latitudes y se da tanto en la ciencia como en
la técnica, en las letras o en el arte.
Justo es reconocer que países evolucionados dañan menos al
heterodoxo, pues han padecido estas experiencias de persecución y luego han vivido el juicio histórico reivindicador. Tal es el
caso de Alemania, que engendró un gran número de genios, Francia, Inglaterra, Italia, Suiza, Hungría, Japón y otros. En cambio,
las naciones jóvenes son más proclives a caer en estas calamidades.
Los países que han comprendido estos hechos, privilegian la
originalidad y la libertad de ideas sobre el acatamiento a la autoridad.
655
Enfrentamiento ortodoxia-heterodoxia
Fuera de las distintas teorías expuestas, que dan razones, cada
una de ellas, al enfrentamiento entre estas concepciones, tal vez un
análisis más amplio y general, con raíces históricas, explique las causas de este enfrentamiento.,
Nuestra sociedad, referida como occidental y judeocristiana, con
cinco milenios de existencia, se formó con el aporte de cientos de pueblos y culturas. Estuvo dominada por los dogmas monoteístas del
judaísmo, cristianismo e islamismo y también por la filosofía aristotélica, la escolástica, el cartesianismo y otros sistemas filosóficos.
Este edificio pacientemente construido durante siglos se enriqueció con el aporte de las ciencias, tales la astronomía, geometría,
física, química, biología y otras.
Los puntales de este proceso cultural fueron, entre otros, Aristóteles, Euclides, Arquímedes, Avicena, Maimónides, Copérnico,
Galileo, Descartes, Newton y Leibniz.
Esta sociedad era de perfil aristotélico y cartesiano y estaba
basada en el determinismo, el fijismo de las especies, el tiempo absoluto, así como en una rígida teología bíblica, de naturaleza monoteísta, fundamentada en el dogma y la fe. Estas concepciones se
extendieron a otros campos de la cultura, tales como las artes y las
letras, consolidando un incuestionado antropologismo.
Esta estructura social, en las dos últimas centurias, sufrió una
figurante revolución que pareció tender a su destrucción, y artífices
de ésta fueron, entre otros, Darwin, Lobatschefsky, Reimann, Planck,
Einstein, Heisenberg, Freud, Watson.
Todos ellos cuestionaron las estructuras científicas y culturales
y reemplazaron sus principios por otros, tales los sistemas referenciales relativistas, el principio de incertidumbre, el evolucionismo
biológico, el subconsciente y la ubicuidad biológica de los ácidos
nucleicos genéticos.
El tremendo impacto que estos conceptos ocasionaron en las religiones, epistemología, física, biología, psicología, antropología, sociología y otras ciencias, reemplazó conceptos que se creían incólumes,
por otros, generalmente opuestos y de naturaleza revolucionaria, y
que parecían oponerse a lo racional.
De este modo, las rectas euclidianas se transformaron en curvas
geodésicas, la cinemática newtoniana se completaba con la relatividad einsteniana; el determinismo aristotélico y cartesiano cedía su
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lugar a la aleatoriedad e incertidumbre cuántica, la causalidad lineal,
única y vectorial, se reemplazaba por una multicausalidad circular;
el fijismo de las especies se sustituía por el evolucionismo darwiniano; el reino hominal se diluía e integraba a una biología común a
todos los seres vivientes, bajo el común denominador de los ácidos
nucleicos genéticos, y el antropologismo judeocristiano comenzaba a
retornar a un panteísmo cosmológico; la cronología bíblica de escasos milenios pasaba a integrarse con dimensiones temporales tremendamente gigantescas en relación con ella; la conciencia volitiva,
el libre albedrío, la moralidad, la responsabilidad, sufrían un trastocamiento tal que hizo que todos esos conceptos perdieran el unívoco
sentido ya establecido.
Se diría que aparecieron “becerros de oro” por doquier, alterando la cultura, la religión, la ciencia, y demás estructuras del cuerpo
social. El relativismo einsteniano y la concepción freudiana de la
mente fueron los que golpearon a la sociedad con más fuerza. El primero, por un vicio de deducción así como por una equivocada interpretación de la relatividad como relativismo, permitió que los
sistemas referenciales relativistas de la física se extendieran a la
cultura, la moral, el derecho, las artes, para concluir admitiendo el
relativismo de conceptos de unívoco significado, tales como la justicia, el bien, la moral, la libertad, la honestidad, la vida, el orden. En
cuanto a Freud, su concepción del subconsciente complementada con
el inconsciente colectivo de Jung, parecería liberar al hombre de la
responsabilidad de sus actos, engendrando una nueva interpretación
del sentimiento de culpa.
Todo lo arriba referido muestra la colisión que se produjo entre
el sistema social y el subsistema de la ciencia, especialmente la
heterodoxa, y tal vez pudiera, si no justificar, por lo menos explicar
los enfrentamientos ortodoxia-heterodoxia a los que asistimos desde
Galileo al presente.
Futuros genios
La aparición de un futuro genio es un fenómeno social. El designio de la sociedad hará que afloren o no genios. Si las necesidades de
un contexto económico, cultural, científico hacen necesario que
emerja un genio, es decir, si la sociedad “está madura” para este advenimiento, desde ya específico para una situación temática, ello
podría permitirlo.
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En el momento social actual, intereses económicos, tecnología
por medio, parece no necesitar de este ingrediente. Esto entristece al
espíritu, pues pareciera, que ya no veremos, como en décadas anteriores, aflorar genios. No aparecerán nuevos Pasteur, Ehrlich, Marie
Curie, Einstein, Newton, Leibniz, Darwin, y tal vez tampoco un
Poincaré, Gauss, Hilbert, Fermat.
El científico que conocimos, ya no volverá: ¡ha muerto! Los
“treinta años que conmovieron la física” –1900 a 1930– quedarán
atrás, y para siempre. La ciencia no es –ni lo será– libre, sino socialdependiente. También quedan atrás las concepciones internalistas y
externalistas de la ciencia, lideradas por Kuhn y Popper fundamentalmente, así como por Fleck, Hessen, Latour, Feyerabend. Pues han
perdido su valor. Parafraseando a Reynaldalt diremos “serás lo que
nuestra sociedad te permita o no serás nada”. (Completaremos esta
sentencia agregando: “periodismo por medio”.)
Cuarta Parte
GENIOS NOTABLES
Completando este ensayo, delinearemos, en términos muy generales, algunos aspectos de dos genios, que consideramos los más prominentes en sus temáticas: Ehrlich en las ciencias biológicas y
Einstein en las ciencias físico-matemáticas. Como se comprende las
referencias serán solo muy acotadas, tratando de referir aspectos
generales de la genialidad de estas personalidades.
Alberto Einstein
Einstein fue un genio “sui generis”, difícil de encasillar en cualquier tipo de clasificación. Sencillamente, fue Einstein.
Einstein fue un gran filósofo –¡vaya si lo fue!– y su formación filosófica –Spinoza, Hegel, Kant, Mach– lo condujo a desentrañar los
misterios de la física contemporánea. Einstein creía que la filosofía
no es una ciencia pero que ayuda a los científicos a resolver sus interrogantes y problemas.
Cabe destacar que las ideas geniales que lo llevaron al descubrimiento de la teoría de la relatividad, las tuvo en su adolescencia, ello
ya señala que serían ideas simples y sencillas, pues eran propias de
una criatura. Esto explica que los genios, generalmente, de modo
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muy precoz manifiestan sus ideas, que por tal razón, deben ser pueriles.
En su adolescencia y temprana juventud trabajó en una oficina
de patentes en Suiza y según refieren algunos de sus biógrafos, el
ejercicio diario de la lectura de patentes de las más diversas naturalezas, agudizó el sentimiento de crítica y razonamiento en el joven
Einstein.
Einstein fue un “chico gigante”, y episodios de puerilidad figuran
por doquier en sus múltiples biografías. Tales su “risa explosiva” tan
característica de él, así como la niña a la que corregía sus deberes de
matemática.
Admiraba la simplicidad y belleza de sus ecuaciones diferenciales. Siempre se planteó grandes interrogantes. Recuérdese las varias
décadas en que persiguió la “unificación de las fuerzas de la naturaleza” o teoría del campo unificado.
A los grandes problemas le oponía respuestas simples, lógicas y bellas, como frecuentemente las calificaba. Cuando las respuestas a un
problema eran complicadas y complejas, solía decir: “no me interesan”.
Resumiendo, el genio de Einstein –y por qué no tal vez el de todos los que fueron genios– enfrentaba los grandes interrogantes, los
Einstein
659
llamados “cuestionamientos filosóficos” tales como la materia, la
energía, las fuerzas, el movimiento, las causas. Todo ello lo consideraba como un problema filosófico y pensaba que debía resolverse con
razonamientos científicos y pueriles, aplicando los conocimientos
científicos, ortodoxos con los que contaba, pero –y esto es importante– los manejaba de un modo heterodoxo, ingenioso y con belleza, alejándose de las “normas ortodoxas” sentadas, simples
y aceptadas. Esto todo y reafirmando el aforismo “los extremos se
tocan” llegaba a la genialidad a través de la sencillez y de la belleza
de los planteos. Conseguía así unir lo genial con lo simple y lo bello.
Como curiosidad científica en los estudios que realizó sobre la mecánica estadística y publicó en 1904, ignoró totalmente que dichos trabajos habían sido anteriormente hechos por el investigador Gibbs en
Estados Unidos.
Einstein publicó en marzo de 1905 el primero de sus cuatro trabajos geniales del año y en él planteó el efecto fotoeléctrico por el cual
décadas posteriores lo harían recipiendario del premio Nobel. El 30
de abril del mismo año realiza su tesis doctoral sobre el movimiento
browniano. Posteriormente apareció su tercer trabajo en que presenta el germen de su teoría especial de la relatividad el célebre y recordado “Sobre la electrodinámica de los cuerpos en movimiento”.
Completa la serie de estos trabajos en septiembre en que aborda un
aspecto especial de la teoría de la relatividad, la relación de la masa
de un cuerpo vinculada con la velocidad en que se encuentra. Este
año, 1905, se lo conoce en la historia de la Física como el año ANNUS
MIRÁBILIS, en que el joven físico revoluciona toda la Física de su
época y crea otra nueva física, dando a conocer cinco de los más importantes trabajos sobre física jamás publicados.
La teoría de la relatividad no fue, ni reconocida ni premiada, por
el comité Nobel, pero otorgó dicha distinción a Einstein “a pesar de
ser el autor de la teoría de la relatividad”.
Einstein es considerado en la actualidad como uno de los iniciadores de la fisicoquímica y pionero, junto a Gibbs, en la formulación
probabilística de la mecánica estadística.
Einstein prefirió que a su teoría la llamaran de la invariancia,
ya que las ecuaciones fundamentales se conservaban en todos los sistemas de referencia.
El contenido paradójico de la experiencia imaginaria de perseguir un rayo de luz yendo a una velocidad igual a la de ella se considera como una de las “ideas” en la que ya estaba el germen de la
teoría de la relatividad. Pensaba como el movimiento del medio modi660
ficaba la velocidad de la luz. La otra idea fue originada por la ausencia de la necesaria simetría entre los conductores y los imanes al accionarlos. Estas dos disimetrías o paradojas chocaban al espíritu de
Einstein por no ser estéticas ni elegantes. Como se sabe, era muy afecto a la idea de “experimentos imaginarios” como los que referimos.
Por tanto el racionalismo de Einstein según Thuillier nace de
raíces extremadamente profundas, de ideas, imágenes y emociones.
Einstein aceptó el término “teoría de la relatividad”, tal vez para
destacar que el tiempo y el espacio absoluto de Newton habían muerto.
Einstein se preocupó en analizar la génesis de sus ideas
y las de otros. Tenía un enorme poder de concentración. Predijo
cosas tan insólitas como los agujeros negros y la radiación láser.
La labor de los genios no es subjetiva y cuando su obra se confirma, se identifica como una comprobación objetiva.
El objeto final de la ciencia según Einstein, es explicar el mayor
número de hecho empíricos a través de deducciones lógicas por un pequeño número de axiomas.
Los conceptos no se derivan directamente de la experiencia, por ello la base axiomática de las ciencias fácticas debe
inventarse libremente y ser de carácter “intuitivo”. Pero “no
existe un puente lógico entre los fenómenos y los principios que deben aplicarlos” (Thuillier). Si los principios no se sacan de los fenómenos, ¿de dónde proceden? De una actividad intelectual psicológica,
sociológica y antropológica; tal vez de un inconsciente colectivo o
sincrético. Las ideas vienen de Dios, dice Einstein: La “idea” hay
que sostenerla, ser “monomaníaco” y obsesivo pues no son “muchas”
las ideas que afloran en la mente.
Su religión podríamos llamarla “religión einsteniana”, que no admite un Dios personal, pero hay que tener un amor “intelectual” por
Dios, tal como lo preconizó Spinoza para juzgar un mundo “inteligible y racional”, basado en la causalidad. Pues “la probabilidad no
puede ser la última palabra del saber”, expresando su realismo epistemológico, a través de su muy conocida frase: “Dios no juega a los
dados con el universo”.
La religión de Einstein se basaba en un “sentimiento religioso
cósmico”. Los salmos de David y los profetas expresaron esta religión
cósmica. Sus sentimientos religiosos cambiaron bruscamente a los
doce años cuando la ciencia entró en su vida. En esa época la geometría euclidea le produjo una gran impresión.
Einstein manifestó una resistencia a sistemas y estructuras del
intelecto impuestos por la sociedad, oponiéndose a ese conformismo
661
que consideraba arbitrario, con un sentido crítico que ya revelaba
una libertad de pensamiento y escepticismo, frente a certezas recientes. Por ellos fue encasillado de “delirante” y hasta “loco”. Se oponía
al conformismo intelectual, tal como lo hace un hereje. La relatividad
nació como un esfuerzo epistemológico que atentaba contra la mecánica clásica, cosa que no quiso hacer Poincaré y por ello no descubrió
la mencionada teoría.
Aparte de la física, tuvo otros intereses y pasiones: la música, la
política elevada. Estudió violín desde los cinco años y fue un gran admirador de Mozart. La música representó para él un factor muy positivo y tranquilizador.
Prefirió vivir humildemente y hasta usar ropa común.
Fue un pacifista, declarado y muy activo, porque lo sentía así. Su
antimilitarismo es bien conocido. Fue víctima de totalitarismos y
persecuciones político-religiosas. Se lo persiguió y se atentó contra su
vida.
Era un ser sociable, pero en el fondo, un ser solitario. A las personas a las que recurría para expresarle sus ideas las llamaba “cajas
de resonancias”, y ellas podían ser desde encumbrados científicos a
personas que prestaban servicios en su casa. Siempre preguntaba a
cualquiera qué le parecían sus teorías, necesitando siempre un interlocutor válido. También daba la impresión que no escuchaba a nadie.
Por eso uno de sus profesores una vez le dijo: “usted es brillante pero
como no escucha a nadie, nadie le puede decir nada”. Era muy modesto y siempre manifestaba que no tenía ningún talento especial,
solo que era apasionadamente curioso.
Otra pasión fue la filosofía: la “Crítica de la razón pura” de Kant
lo apasionó desde muy joven
Su puerilidad lo llevó a fabricarse una pipa de un metro de longitud, para fumar y solía construir castillos “muy altos” con naipes.
Nunca leyó libros o artículos vulgares, populares: eso no le interesaba. Así pensaba Einstein y por eso fue Einstein.
Paul Ehrlich
Paul Ehrlich, nacido de un hogar judío, en Alemania en 1854, y
fallecido tempranamente en 1915, fue el genio más prominente de la
medicina moderna y de todos los tiempos.
En su época Alemania tenía una sociedad altamente culturizada,
con gran número de instituciones donde se desarrollaba actividad
662
científica del más alto nivel mundial con gran desarrollo industrial,
químico.
Integró con Pasteur, Koch, Behring, Metchnikoff y Claudio
Bernard la ilustre pléyade de eminentes científicos que fundamentaron la biología y medicina de los últimos siglos y de ellos, Ehrlich
fue el “primus inter pares”. Por la diversidad de materias que abordó, por el gran número de disciplinas médicas y terapéuticas de las
que fue pionero, debe ser considerado, sin duda alguna, la personalidad en biología más descollante y genial de todos los tiempos. En
efecto, creó ramas fundamentales de la medicina actual, tales la
inmunología, la quimioterapia, la histoquímica e hizo aportes fundamentales en hematología, patología infecciosa, cáncer, bacteriología
y parasitología. En síntesis, fue un gigante, un superdotado. Fue
asombrosa su capacidad creadora, su originalidad, así como, reiterando el término, la asombrosa variedad de problemas que abordó. Fue
único en la historia de la biología, inagotable manantial de ideas, conceptos, esquemas, fórmulas, que desarrolló de modo infatigable y
tenaz.
Ehrlich
663
Aún en la actualidad tienen vigencia conceptos y fórmulas que
acuñó en su época. Recuérdese algunos de ellos, tales:
– “Corpora non agnit nisi fixate”
– “Terapia magna sterilisans”
– “Horror autotoxicus”
– “La bala mágica”
Todos estos fueron conceptos metafóricos que resultaron de enorme
poder explicativo.
Como todo genio –tales Einstein, Mozart– fue precoz. En su temprana adolescencia ya había “fundado” un “laboratorio” en una pequeña habitación en casa de sus padres. En ese “laboratorio” pasó
experimentando todas las ideas de su mente.
Si bien se registra que fue discípulo de Robert Koch, lo cierto es
que era un auténtico autodidacta: se formó y desarrolló por sí solo.
Los genios no tienen maestros. La física, la matemática y la química las aprendió solo. Únicamente tuvo una asociación con Behring,
que duró poco, dadas las diferencias en concepciones científicas y carácter entre ambos.
En inmunología, a través de su admirable y revolucionaria teoría de las “cadenas laterales” estudió los aspectos químicos de la formación de anticuerpos, hizo esquemas de los “receptores”, describió
el concepto de “horror autotóxico”.
En quimioterapia –de la que fue pionero– se destacó en el estudio de series químicas para abatir enfermedades bacterianas y parasitarias, tales la sífilis –recuérdese los arsenicales 606 (salvarán) y
914 (neosalvarsán)–, otras tripanosomiasis, malaria y patologías
bacterianas. Estudió los quimiorreceptores y la afinidad específica.
En histoquímica realizó estudios, fundamentos con los que denominó “colorantes vitales”. Era experto en química de los colorantes.
Aplicó sus conocimientos en tinciones vitales y colorantes, al reciente
descubrimiento de Koch del bacilo de la tuberculosis, contribuyendo
de modo fundamental al diagnóstico de esta patología.
La coloración vital –introducción de un colorante en un ser viviente sin causarle efectos tóxicos– la desarrolló de modo notable.
Empleó el azul metileno, el carmín índigo, derivados de la bencidina,
el rojo neutro, el azul nilo y muchos otros. Con el empleo de ellos hizo
contribuciones fundamentales en histoquímica y hematología.
Extrapoló la selectividad de los colorantes en los tejidos y la
aplicó a la quimioterapia: genial pensamiento que le redituó inmensos éxitos. Luego, el mismo razonamiento lo empleó en investigaciones sobre el cáncer. Lamentablemente su precoz muerte dejó
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inconclusos esos trabajos. Solo citaremos que Ehrlich consideraba un
“injerto de tejido tumoral” como un cuerpo extraño, de la misma naturaleza que un germen, en cuanto a su modo de combatirlo.
Cabe mencionar, de modo más que sintético, la formación de
anticuerpos, la inmunoquímica de las globulinas plasmáticas, los
anticuerpos, las antitoxinas y elementos relaciones, para completar
la reseña de las líneas de investigaciones de este genio.
El secreto de la genialidad de Ehrlich, según sus biógrafos, parece residir en su permanente “búsqueda de problemas” para “encontrarle solución” y bajo una concepción central y única: todo lo
hizo recaer en las “ciencias químicas”. Concibió el organismo y sus
estructuras, órganos, tejidos, células y humores como elementos químicos a los que aplicó métodos y procedimientos de esta disciplina.
Se dijo que Ehrlich era un investigador que todo lo veía en términos químicos. Esto lo aplicó a la inmunología, la hematología, la terapéutica, la quimioterapia.
Comentar de modo analítico su monumental obra, enumerar sus
hallazgos, referir sus descubrimientos, ocuparía volúmenes, lo que
está fuera de los alcances de este modesto homenaje que se rinde al
más grande entre los más grandes: Paul Ehrlich.
Ehrlich fue “el Eistein de la biología y medicina”.
Sentencias sobre heterodoxia y genialidad
Grandes pensadores se han referido a estos temas y de ellos,
transcribiremos algunas sentencias, en parte ya citadas en este ensayo.
Einstein, paradigma de la heterodoxia, dijo: “ningún camino lógico conduce al descubrimiento de las leyes de la naturaleza”, así
como también “a veces hay que pecar contra la razón para descubrir
algo”. Bohr al ser consultado por un discípulo sobre el valor de una
teoría, contestó: “parece interesante, pero no la veo lo suficientemente ilógica y absurda como para considerarla valiosa”, significando que
sólo teorías muy ingeniosas, osadas y audaces –en su momento– pueden contribuir a develar los secretos de la naturaleza.
Popper sostiene “todo descubrimiento contiene un elemento irracional” y también, expresando algo parecido a lo dicho por Einstein:
“no existe un método lógico para crear nuevas ideas”.
Kuhn, al referirse al apego a la ortodoxia, expresó “el hombre es
un animal muy bien dotado para sostener teorías refutadas por la
experiencia”.
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Bachelard, consciente de estos hechos, ha dicho “la historia de la
ciencia no puede insistir sobre los errores del pasado más que a título
de revulsivo”.
Renaldalt, fervoroso defensor de los científicos revolucionarios,
a los que frecuentemente llama “pobres desgraciados” –por sus vidas azarosas–, dijo: “el destino de los sabios es ser juzgados por los
imbéciles”, haciendo alusión a la comunidad científica, a la que juzga de sectaria, conservadora, retrógrada, clasista y reaccionaria.
“El destino de una nueva teoría científica está condicionando a la aprobación de la sociedad –periodismo científico
por medio, agregamos nosotros–, puesto que ninguna teoría
científica triunfa sin el apoyo de ella” (T. S. Khun).
“Nuestra civilización es fruto del triunfo de un reducido número de grandes ideas” (Paul Couderc).
“Todas las revoluciones del pensamiento científico se realizaron
contra los dogmas aristotélicos, platónicos y cristianos” (Arturo
Kostler).
“El odio y rechazo al heterodoxo –casi siempre por un científico
ortodoxo– es tan fuerte y violento, que sus enemigos anteponen estos
sentimientos destructivos a sus propios principios éticos, cívicos y
hasta religiosos, prefiriendo así lograr la destrucción del heterodoxo a
los beneficios que podrían conseguir de sus descubrimientos” (Dutellier). Nota: a esto Bergel llamó “la doble faz del hombre de ciencia”.
“Los enemigos del heterodoxo primero atacan su teoría,
y si no logran destruirla, luego atacan a su autor” (Dutellier).
“El que utilizando su prestigio científico y su poder, vulnera o
hiere de muerte a un investigador, cuyos designios lo hubieran llevado a curar males incurables, cometerá el más repugnante y oprobioso de los crímenes” (Dutellier).
“Las sociedades que no aceptan la heterodoxia jamás tendrán genios” (Meny Bergel).
“Los creadores –llámese genios, herejes, innovadores, ‘galileos’–
son víctimas de la torturante y aniquiladora presión emocional de
una sociedad hipócrita y sin escrúpulos, que los transforma en neurópatas, psicópatas, con fobias, manías y delirios” (Bergel).
“El hecho más desgarrante y cruel para el heterodoxo es
verse juzgado por sus pares ortodoxos, generalmente de muy
inferior nivel científico, y poco honesto, y por cuya tenaz,
metódica y siniestra persecución, se convierten en inquisidores” (Bergel).
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“La democracia en ciencia se valora fundamentalmente por la
plena aceptación de la heterodoxia y hasta de la herejía” (Bergel).
Algo relacionado con esto, aunque con una referencia tangencial
al problema de la heterodoxia, es lo que manifestaron Salomón,
Maimónides y Guide.
En el Eclesiastés, el sabio rey Salomón expresó: “no seas sabio en
exceso, porque habrás de destruirte” y también: “quien añade ciencia añade dolor”.
Maimónides expresó: “la verdad no se torna menos verdadera,
aunque el mundo entero esté contra ella; así como tampoco se torna
más verdadera aunque el mundo entero concuerde con ella”. Ello significa que una comunidad entera puede estar equivocada tanto como
un solo individuo.
Comentarios
Como lo demuestran los trabajos de eminentes epistemólogos,
tales Popper, Kuhn, Lakatos, Carnap, Nagel, Bachelard, Bunge y
otros, la investigación científica actual es completamente distinta a
lo que se realizó en décadas pasadas.
En la actualidad la ciencia ha sido absorbida y dominada por la
sociedad, y quienes ejercen este sometimiento no son precisamente
científicos, sino hombres totalmente ajenos a esta actividad. Este
dominio se cumple a través de organizaciones políticas, comerciales,
culturales, periodísticas, y aun religiosas. El poder de los factores
sociodinámicos señalados anula cualquier actividad creadora por
poderosa e importante que fuere.
Kuhn es categórico en este aspecto: “La investigación científica y las teorías que triunfan son únicamente aquellas que
son aceptadas y apoyadas por la sociedad”. Agregamos nosotros: y por el periodismo científico.
El científico heterodoxo se encuentra, lamentablemente, entre “la
espada y la pared”: por un lado están estas fuerzas extracientíficas que
dirigen las investigaciones en el sentido que les conviene, y por el otro
están las universidades –que se señalan como centros ideales para la
investigación– que también van a imponerle sus “ideologías”.
Es decir, puede afirmarse que cualquier desarrollo científico
creativo, heterodoxo y antesala de la genialidad, se halla en el mundo
actual marcadamente dirigido y dominado por el contexto ideológico, cultural, intelectual, político, económico y religioso del que ha
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surgido, y del cual no se librará. Por ello en este complejo contexto
de factores sociodinámicos, la genialidad no florece.
Ya no veremos aparecer genios.
¡El genio ha muerto!
Addendum
ABJURACIÓN DE GALILEO (1663)
A través del capítulo Heterodoxia se ha mencionado múltiples
veces a Galileo. Dicho nombre ha sido tomado como paradigma de heterodoxo, revolucionario, creador.
Por ello, creemos de interés, a la vez de realizar un homenaje a
su memoria, transcribir algo abreviada, su abjuración ante la Iglesia
Católica de Roma (1663).
“Yo Galileo Galilei, de Florencia, de setenta años, citado a juicio
y arrodillado ante vosotros, los eminentes y reverendos cardenales,
inquisidores de la República cristiana contra la depravación herética,
teniendo antes mí los Sagrados Evangelios, juro que he creído y, con
la ayuda de Dios, creeré en lo futuro, todos los artículos que la Sagrada Iglesia Católica de Roma sostiene, y predica. Por haber recibido
orden de este Santo Oficio de abandonar la opinión falsa que sostiene que el Sol es el centro e inmóvil, siendo prohibido enseñar dicha
falsa doctrina; y puesto que después de habérseme indicado que dicha doctrina es repugnante a la Sagrada Escritura, he escrito un libro en el que trato de la misma doctrina y aduzco razones en apoyo
de la misma, sin dar ninguna solución; por eso he sido juzgado como
sospechoso de herejía, sostengo y creo que el Sol es el centro del
mundo e inmóvil, y que la Tierra no es el centro y es móvil, deseo
apartar de las mentes de vuestras eminencias y de todo cristiano esta
sospecha, justamente abrigada contra mí; por eso, con fe verdadera,
abjuro y detesto los errores y herejías mencionadas, y todo sectarismo contrario a la Segunda Iglesia; y juro que nunca más afirmaré
nada, que pueda dar lugar a una sospecha similar. Juro y prometo
que cumpliré y observaré fielmente todas las penitencias que me han
sido impuestas por este Santo Oficio. Pero si sucediese que violase
alguna de mis promesas, juramentos y protestas (¡que Dios no quiera!), me someto a las penas y castigos que han sido decretos por los
sagrados cánones. Así, con la ayuda de Dios y de sus Sagrados Evangelios, yo, Galileo Galilei, he abjurado, prometido a lo antes dicho; y
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en testimonio de ellos, con mi mano he suscrito este escrito de mi
abjuración”.
Desde Galileo y los Tribunales de la Inquisición del Medioevo
hasta hoy, hubo y habrán Galileos y también nuevos Tribunales de
Inquisición.
¿Cuatro siglos han transcurrido en vano? Parece que sí.
BIBLIOGRAFÍA
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