Una llamada a una misión profética Nuestra misión profética hoy y mañana siguiendo a Cristo Profeta Circular del Superior general Hno. José Ignacio Carmona Ollo Introducción En enero de 2013 enviamos el cuaderno informativo de nuestro último capítulo general, que se clausuró hace casi un año y medio. El tiempo desde entonces ha pasado fugazmente. Absorbidos por nuestras múltiples ocupaciones, corremos el peligro de caminar por inercia, sin pararnos a examinar los buenos motivos de nuestro viaje, a analizar nuestro recorrido y a recuperar fuerzas. En esta circular quiero invitar a los hermanos, laicos y demás personas al servicio de la misión del Instituto a hacer un alto en el camino y preguntarse: ¿Qué es de la llamada del capítulo a una misión profética renovada, en comunión y perenne? ¿Cuál ha sido nuestra respuesta hasta el presente? ¿Cuál va a ser nuestra respuesta en el futuro? ¿De dónde y cómo nos vamos a proveer de energías para continuar la marcha? En el primer capítulo echo una ojeada a la vida, obra y misión de los profetas de Israel. Ellos fueron los campeones de la fe en el Dios único, voceros que llamaron a la conversión y constructores de esperanza para el pueblo, especialmente para los más pobres e indefensos. El segundo capítulo está dedicado a Jesús, el profeta por excelencia, “profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo” (Lc 24, 19). Él es el profeta íntimamente unido al Padre, que habla con autoridad, que muestra el verdadero rostro de Dios y que anuncia la Buena Nueva a los pobres. El tercer capítulo expone algunos fundamentos teológico-espirituales de la ordenanza del capítulo y, al mismo tiempo, presenta una síntesis de sus decisiones y orientaciones. Su finalidad es animarnos a llevar una vida profética y recordar la llamada fundamental de nuestra asamblea, presentándola de manera breve y directa para hacerla más accesible a todos. Finalmente, en el cuarto capítulo trato, a la luz de la ordenanza del capítulo general, de trazar un esbozo de mi ideal con respecto a la misión profética del Instituto en el futuro. Con ello pretendo suscitar la reflexión, el discernimiento, la toma de decisiones y el compromiso de todas las personas comprometidas en nuestra misión de servicio en favor de especialmente los niños y jóvenes1. Así ellas podrán responder generosamente a la llamada del Espíritu para una misión profética según nuestro carisma. Quiera el Señor que estas reflexiones nos sirvan para ser cada día más fieles a nuestra vocación de servicio para la construcción del Reino. 1 En la ordenanza del Capítulo general de 2012 y en las orientaciones y decisiones que la acompañan se repite con frecuencia la expresión “niños y jóvenes”. Así es también en esta circular, que recuerda el mensaje del capítulo. No podría ser de otra manera. La circular se destina obviamente a todos los que se empeñan directamente en el servicio a ellos. Pero también se dirige, y con igual fuerza, al grupo de hermanos que ejercen otros ministerios, ya sea al servicio de la comunidad o de otras personas y grupos. Me refiero en especial a los hermanos mayores, quienes con su oración, con la ofrenda de sus vidas, con su testimonio y con sus múltiples servicios apoyan de manera sobresaliente la misión del Instituto en favor de los niños y jóvenes. A estos hermanos pienso dedicarles la próxima circular. 2 CAPÍTULO I: Los profetas paganos y los profetas de Israel En este primer capítulo hago una breve presentación de los profetas paganos y de los profetas de Israel. Esta referencia nos ayudará a conocer la diferencia entre los verdaderos y los falsos profetas. Seguramente, cada uno de nosotros tiene características de unos y de otros. Los profetas paganos Quienes vivimos inmersos en una cultura cristiana, conocemos los profetas de Israel. Pero los profetas no eran exclusivos del pueblo hebreo. Existían también en otras culturas del mundo antiguo. Los profetas de los pueblos paganos transmitían mensajes que, según ellos, habían recibido de los dioses en audiciones, visiones e inspiraciones íntimas; por eso eran vistos por la gente como personas próximas a la divinidad. Con ésta, según la creencia popular, estaban emparentados de alguna manera los gobernantes. En tal contexto, la función principal de los profetas era legitimar el culto y la autoridad establecida. Los profetas eran, pues, en esos pueblos, defensores de quienes detentaban el poder. En ocasiones proferían maldiciones y anunciaban desgracias contra los enemigos del jefe de turno; en otras, se dedicaban a adular a los miembros de la corte, acariciando los oídos de quienes les escuchaban; en otros momentos, condenaban los sistemas políticos de los pueblos enemigos y canonizaban el propio. Estos profetas eran para el pueblo hebreo profetas falsos, que hablaban en su propio nombre para decir lo que les convenía a ellos o a sus poderosos señores. Los profetas de Israel Para el pueblo de Israel, los verdaderos profetas son los mensajeros que proclaman o anuncian el auténtico mensaje de Yahvé. Tienen, pues, una identidad propia, bien distinta de la de los profetas foráneos. Los profetas de Israel no son adivinos ni hablan en nombre propio, sino por cuenta de otro; son realmente portavoces del Dios único y transmiten su Palabra, y no la de ellos, con su vida, acciones, gestos simbólicos y oráculos. Todo en ellos es profecía. Además, son bien conscientes de que son profetas no por su mérito o iniciativa, sino por la llamada de Dios que no pueden rehusar. Su mensaje está inserto en un medio, una cultura y un tiempo dados e ilumina sobre todo el presente pero también el futuro. A través de su ser y de su obrar, los profetas son memoria de la alianza de Dios con su pueblo. En este sentido, transmiten un mensaje severo al pueblo infiel condenándolo por haberse separado de Dios. Pero su mensaje es, al mismo tiempo, consolador y lleno de esperanza. La misión fundamental del profeta en Israel es: - proclamar la fe en el Dios único que ha pactado una alianza con su pueblo; llamar al pueblo a la conversión, entendida como fidelidad a dicha alianza; infundir esperanza a la gente sumida en la adversidad, en el dolor y en la incertidumbre. 3 El profeta, pregonero de la fe en el Dios único El profeta es un hombre de fe, que recuerda al pueblo de Israel la alianza sellada con el Dios único. Dios es presentado por Oseas como un Dios lleno de ternura que se preocupa por el hombre. El profeta, en general, sabe que Dios está muy cerca de él y del pueblo; aprecia el interés que Dios tiene por su persona y por su pueblo. Para el profeta, Dios es el Dios amigo y él mismo llega a ser el amigo de Dios. Eso es lo que quiero expresar cuando digo que el profeta vive una profunda experiencia de Dios. Elías vive una tal experiencia que, con el tiempo se va intensificando. Toda su existencia es una afirmación enérgica de la fe en el Dios único. Él es el profeta de fuego que, en el ardor de sus primeros años, se enfrenta a los falsos profetas, los ridiculiza y los extermina. Después, a medida que su vida avanza, encuentra a Dios en la brisa suave y silenciosa. Al final de sus días, tras haber dejado un sucesor, asciende al encuentro con Dios cuando todo su ser es solamente fuego de amor. Los profetas proclaman con ardor la fe en el Dios único. Son hombres apasionados por Dios en el doble sentido de la palabra pasión, como amor y sufrimiento. “Se presentaban tus palabras, y yo las devoraba; era tu palabra para mí un gozo y alegría de corazón” (Jer 15, 16). Pero la palabra era también fuente de tormentos. Por causa de ella el profeta es rechazado y perseguido: “Por obra tuya, solitario me senté, porque de rabia me llenaste. ¿Por qué ha resultado mi penar perpetuo, y mi herida irremediable, rebelde a la medicina?” (Jer 15, 17.18). La pasión por el Dios único, fuente de amor y de vida, amigo, protector y compañero de camino de su pueblo, le lleva al profeta a denunciar el culto a los ídolos, obras de manos humanas. Ellos son inexpresivos, inertes, carentes de vida. Son nada. Puesto que no es factible establecer una relación con la nada, es impensable adorarlos. El culto a los ídolos es un engaño, incluso un absurdo, un pretexto que el hombre busca para adorarse a sí mismo, para vivir exclusivamente para sí mismo, alejado de Dios y del prójimo. La fe de los profetas y su pasión por el Dios único prefiguran la fe de quienes anunciamos al Dios de Jesús en los nuevos tiempos. Podemos afirmar con Juan que hemos creído en el amor (cf. 1 Jn 4, 16). Por la fe, don del Espíritu Santo, sabemos que Dios, por y en Cristo, nos es muy cercano y nos ama con un amor infinito. Esta convicción suscita en nosotros una gran confianza en Él. Durante el largo camino de la vida, la confianza viene a ser nuestra respuesta de fe al don divino de la fe. El profeta, heraldo que llama a la conversión La llamada a la conversión que hacen los profetas adquiere diversos matices. Oseas resalta la fidelidad de Dios e invita al pueblo creyente a la fidelidad a Él; Isaías le pide vivir rectamente para hacer visible la santidad de Dios; Jeremías lo exhorta a fundamentar su confianza en Dios, descartando la falsa seguridad que daban el Templo y los poderes temporales; Ageo y Zacarías sacuden su somnolencia y su tibieza, denunciando su alejamiento de Dios; Amós y Miqueas le exigen la coherencia entre su fe y su obrar. El profeta, voz de los pobres El anuncio y la reconstrucción de la esperanza del pueblo alejado de Dios se presentan en Ezequiel como una resurrección; en el Deuteroisaías como la liberación del pueblo invitado a realizar un nuevo éxodo; y en Amós y Miqueas como un servicio preferencial a los pobres. 4 El profeta es también un apasionado por el pueblo, especialmente por el pueblo pobre y oprimido. Los pobres, representados frecuentemente en la Biblia por los extranjeros, los huérfanos y las viudas, son los preferidos de Dios. Por su relación íntima con ese Dios, el profeta llega a amar a los más débiles a la manera de Dios. Inflamado por este amor, anuncia la imperiosa necesidad de practicar la caridad y la justicia como expresión de fidelidad al Dios de los pobres. Juan el Bautista, más que un profeta Hacía ya muchos años que se había extinguido la profecía en Israel. Desde que otros pueblos habían pasado a dominar la tierra de la promesa, ya no era posible imponer la observancia de la Ley de Dios para serle fiel. Muchos habían perdido toda esperanza. Es entonces cuando aparece Juan el Bautista. De él dice Jesús que es el mayor de “entre los nacidos de mujer” (Mt 11, 11) y “más que un profeta” (Mt 11, 9). ¿Por qué estas afirmaciones? La respuesta es sencilla. Los profetas que precedieron al Bautista transmitían la Palabra de Dios, recibida a través de visiones e inspiraciones. El Bautista, sin embargo, anuncia al mismo Jesús, el Mesías esperado, que es la Palabra en persona. Por esta razón el llamado Precursor es “más que un profeta”. En el desierto hay solamente dos opciones: o mirar a la tierra o mirar al cielo. Por eso, el desierto es representado como el lugar por excelencia del encuentro con Dios. El Precursor vive en el desierto austeramente, sin ni siquiera tener lo indispensable. Su vida fuera de lo común y su palabra de fuego atraen a la gente. Él la llama a la conversión, a volver su mirada a Dios, a la justicia y a la misericordia con los necesitados. En sus últimos días, probablemente presintiendo su martirio, el Bautista envía a sus discípulos al encuentro con Jesús para que sean testigos de las maravillas realizadas por Aquel que es mucho más grande que él y del que no se considera “digno de llevarle las sandalias” (Mt 3, 11; cf. Jn 1, 29 -30; cf. Lc 7, 21 - 23), servicio que en la época prestaban los esclavos a sus señores. 5 CAPÍTULO II: Jesús, el Profeta por excelencia Yo, Yahveh, te he llamado en justicia, te así de la mano, te formé, y te he destinado a ser alianza del pueblo y luz de las gentes, para abrir los ojos ciegos, para sacar del calabozo al preso, de la cárcel a los que viven en tinieblas. (Is 42. 6.7) La profecía alcanza su punto culminante y definitivo en Jesús, “profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo” (Lc 24, 19; cf. Lc 7, 16 – 17; cf. Mt 21, 11; Jn 6, 14; cf. Jn 7, 40). Jesús es el Hijo del Padre. Con Él vive en intimidad profunda, en un continuo e intenso intercambio de Amor. Más todavía, este intercambio es tan perfecto que suscita una tercera persona bien real y distinta, el Espíritu Santo. La estrecha relación de Jesús con su Padre le hace decir: “El Padre y yo somos uno” (Jn 10, 30). En virtud de esta relación, Jesús conoce al Padre perfectamente y es el mejor facultado para transmitir su mensaje. Al mismo tiempo, la voluntad del Padre es para Jesús el pan de cada día, su alimento (cf. Jn 4, 34). Jesús nace con la misión de cumplir dicha voluntad (cf. Heb 10, 7.9). El mensaje de Jesús acerca de Dios está en continuidad con el de los profetas de Israel, pero es un mensaje fresco y nuevo que va mucho más allá. Es, además, un mensaje completo y definitivo, al que nada más se puede añadir. Los profetas antiguos de Israel recibían la Palabra de un Tú y la transmitían en su nombre. Jesús, por su lado, propone su mensaje hablando en primera persona y de un modo nuevo, con propiedad y autoridad: “Habéis oído que se dijo… pues yo os digo…” (Mt 5, 21 – 48; cf Mc 1, 22; cf. Mt 7, 29). La autoridad de Jesús le viene, precisamente, de su unión íntima con el Padre: “Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” (Mt 11, 27). Jesús es, pues, el Hijo de Dios que se comunica familiarmente con el Padre y no deja de darlo a conocer. Jesús ratifica su misión profética con gestos y signos fuera de lo común: curaciones admirables, resurrecciones, dominio de los fenómenos naturales y conversiones sorprendentes. Las gentes asombradas decían: “Hoy hemos visto cosas increíbles” (Lc 5, 26). La unidad y armonía perfectas entre los pensamientos, las palabras y las obras de Jesús derivan de su unión íntima con el Padre. Su vida es totalmente coherente. Él no se limita a pronunciar ‘buenas palabras’ sobre el obrar divino y sobre el obrar humano, Él habla también por sus acciones, las cuales son profecía que revela el rostro y el corazón de Dios, y que dibujan los rasgos de una humanidad nueva. Jesús acompaña su mensaje con gestos extraordinarios que concluyen con su trágica muerte y su gloriosa resurrección. Jesús nos revela en su mensaje el verdadero rostro de Dios. Se trata de un Dios que es comunidad de personas: un Dios Padre que ama profundamente a su Hijo Jesucristo y a todos sus hijos e hijas adoptivos; de un Dios Hijo que corresponde al 6 amor del Padre con un amor sin límites hacia Él y hacia todos sus hermanos y hermanas de este mundo; y de un Dios Espíritu, fruto del amor entre el Padre y el Hijo, que nos da el conocimiento del inmenso amor de Dios y nos mueve a amarlo con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas, así como a amarnos unos a otros. Jesús nos presenta a Dios como un Padre amoroso, tierno, bueno, compasivo, misericordioso, solícito, generoso, indulgente, cercano y amigo; como un Dios que ha querido compartir la vida de los hombres en la persona de su Hijo Jesús y se ha entregado por nosotros hasta el punto de dar la vida; como un Dios que nos guía, nos acompaña y nos sostiene siempre por el Espíritu de amor; como un Dios que nos ofrece una salvación que es pura gracia y que nosotros nunca pudiéramos merecer por el mero hecho de ser buenos o por cumplir la ley; como un Dios que nos reconoce no como esclavos sino como hijos; como un Dios que nos invita a una relación filial, de amor y confianza. Los pobres, los mansos, los que sufren, los perseguidos, los compasivos y los constructores de paz son los preferidos del Padre. Es por eso que los pobres son también los preferidos de Jesús. Él vive con ellos, vive como ellos y vive para ellos. La mayor acción profética de Jesús es sin duda alguna su Misterio pascual, la de su muerte y su resurrección. Como muchos de los profetas, Jesús es perseguido por sus enemigos, quienes al final logran darle muerte. Pero a diferencia de los profetas, su muerte no es solamente un testimonio de fidelidad sino causa de salvación para todos los que creen en Él. Jesús muere en la cruz como alimento de salvación después de haber afirmado en su última cena: “Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío” (Lc 22, 19). Él no se limita, pues, a anunciar fielmente la salvación; Él es la salvación en persona. 7 CAPÍTULO III: La llamada del Capítulo general de 2012 El capítulo general de 2012 se desarrolló desde finales de abril hasta últimos de mayo. En enero de 2013 enviamos el cuaderno informativo a todas las entidades. Estoy seguro de que ustedes han hecho buen uso de él. Llegado a este punto de la circular, quiero presentar una síntesis del mensaje del capítulo. Mi intención al hacer esta presentación es doble: por una parte, facilitar la comprensión de dicho mensaje; por otra, animarnos a vivirlo día tras día. Pero antes de pasar a la síntesis quiero hacer ver algunos motivos en los que se basa la ordenanza. Normalmente, detrás de todo mandato hay algún porqué. En este caso, el motivo, evidentemente, es de orden teológico-espiritual. Fundamento La ordenanza del capítulo y las decisiones que la acompañan nos llaman a la acción para responder a las “necesidades urgentes de los niños y jóvenes de los que nadie se ocupa”2. Pero no se trata de una acción por motivos meramente filantrópicos, porque, como dice muy bien el Papa Francisco, ‘la Iglesia no es una ONG’. Se trata de una acción fundamentada en una fe firme y en una espiritualidad centrada en el Corazón compasivo de Dios. La compasión de Dios se hace patente en su Hijo Jesús. En Él Dios viene a nuestro encuentro. Es sobre todo por la muerte y resurrección de Jesús como Dios nos muestra su amor y su perdón sin límites. Al experimentar dicho amor nos preguntamos: ¿Cómo hacer para que el amor de Dios, que se ha revelado en Cristo, sea conocido por todos los hombres y mujeres, y cambie nuestro corazón y el corazón de todos y de todas? En palabras de nuestra Regla de vida, ¿cómo realizar “el Ametur Cor Jesu, nuestra divisa y nuestra común esperanza”? (R 12). La respuesta es bien sencilla: siendo hombres de fe. La fe es, en primer lugar, un don que recibimos de Dios y, después, una respuesta que le damos. Dios, que nos regala la fe, espera nuestra respuesta de fe. Hemos visto que el profeta es, ante todo un hombre de fe. La fe es la convicción de que Dios nos es muy próximo, de que nos ama con un amor inmenso, de que confía en nosotros y nos perdona siempre. Esta convicción nos lleva a vivir con una gran confianza en Él. El profeta vive su fe en la cotidianidad. Escribe T. Radcliffe: “El profeta no anuncia el futuro, anuncia la Palabra de Dios, la palabra que alegra a la gente, que la hace crecer. Ser profeta es decir palabras fecundas que alimentan y fortifican (cf. Ef 4, 29). Ejercemos este ministerio centenares de veces al día por nuestra manera de hablar a los otros y de hablar de ellos; de charlar, de bromear, de hacer comentarios; de bendecir o maldecir, de alabar o de acusar. Profético implica decir palabras verdaderas, que respetan la dignidad de los otros, que valoran lo bueno que hay en ellos. Incluso cuando es necesario denunciar, hacerlo permaneciendo en el nivel del amor que Dios tiene para con sus hijos, jamás con desprecio” 3. 2 Siempre que en esta circular encuentren un texto entre comillas sin referencia a su origen, se trata de una expresión o frase textual de la ordenanza del capítulo general de 2012 o de las orientaciones y decisiones que la acompañan. 3 Traducido de RADCLIFFE, Timothy. Faites le plongeon. Paris, Cerf, 2012, pp 221-222. 8 De la citación que acabo de hacer se desprende que el profeta muestra su fe, en primer lugar, por su estilo de vida. Hoy sabemos que no todos los profetas dejaron textos, pero todos marcaron su vida con abundantes gestos proféticos. El Papa Francisco ha comenzado su pontificado con algunos gestos que van muy en consonancia con nuestra misión profética. Les recuerdo algunos de ellos. 1. Ante todo, como permanente música de fondo, él invita insistentemente a una vida centrada en Jesús. Animados por el Espíritu y por la palabra del Papa, busquemos nuestra felicidad únicamente en el Dios de Jesús, abrámonos a su amor misericordioso. Seamos hombres de fe, mansos y humildes de corazón, a ejemplo de Jesús. Amemos al buen Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas y amémonos unos a otros como Dios nos ha amado. Pidamos al Señor que cambie nuestro corazón para llegar a una real conversión. 2. El saludo de ‘buenas tardes’ que dirigió a la multitud, recién elegido, como a él le gusta decir, Obispo de Roma, muestra de sencillez en el trato y de cercanía. 3. El llevar sus zapatos viejos, el hecho de vivir en una residencia más modesta, la renuncia al papamóvil en algunas ocasiones, etc., son expresiones de su pobreza evangélica. Estos gestos nos invitan a ser pobres que viven para, como y con los pobres. Vivamos la pobreza consagrada por la sencillez de vida, el desprendimiento, la entrega en el trabajo, el servicio a los pobres, el compartir los dones y bienes, la dependencia, evitando guardar dinero para uso personal sin conocimiento ni permiso del superior y sin rendirle cuentas (cf. R 89). Utilicemos los vehículos, los equipos y la tecnología que sean necesarios para el servicio de la misión, y seamos sobrios en la utilización para nosotros mismos de medios materiales puestos a nuestra disposición. Aunque no sea fácil, es posible vivir la pobreza evangélica al servicio de la misión incluso al interior de grandes obras. Si somos hombres de Dios, todo es posible. En no pocas comunidades locales, ¿no tenemos un número exagerado de vehículos principalmente para nuestro servicio personal? ¿No son demasiado costosos? 4. El hecho de ir al encuentro de los jóvenes encarcelados o de los emigrantes exhaustos y desprovistos de todo, he ahí otro signo elocuente de su opción por los pobres. 5. Él nos llama a ‘ser pastores con olor a oveja’, es decir, a ser cercanos a la gente y a vivir la fecundidad de nuestra consagración en el servicio (la diaconía). Todo lo hemos recibido. En consecuencia, vivamos nuestra vida religiosa para darnos del todo a Dios y al prójimo. No estamos en ella para servirnos a nosotros mismos. 6. Él nos insiste que no seamos funcionarios, a imagen de aquéllos que trabajan a desgana, que hacen lo mínimo posible, que no se centran en el servicio que están llamados a ofrecer, que se encierran en sus despachos, que se ocupan sobre todo de las cosas y olvidan las personas y sus situaciones. 9 7. Decide, en un gesto de colegialidad, nombrar comisiones de estudio encargadas de examinar algunos asuntos relevantes para la vida y misión de Iglesia hoy. Este gesto nos anima a realizar siempre comunitariamente nuestra misión de caridad y servicio, evitando proceder como francotiradores independientes. Como he dicho en algunos lugares, frecuentemente hemos practicado en el pasado una solidaridad paternalista e individual, como si fuéramos propietarios. No debemos repetir esta historia. La caridad debe ser pensada en comunidad, decidida en comunidad, bien organizada en comunidad y realizada en comunidad. Síntesis Ustedes encuentran a continuación una primera página que sintetiza la ordenanza. Las páginas siguientes resumen las orientaciones y decisiones relativas a la misión profética renovada, la misión profética en comunión y la misión profética perenne. Cada una de estas secciones contiene una llamada, un discernimiento y una respuesta En la síntesis de la ordenanza se afirma que la misión del instituto se desarrolla de acuerdo con el carisma del Padre Andrés Coindre. Inspirados por dicho carisma, los colaboradores en la común misión -hermanos, laicos y otros- miramos siempre con compasión a los niños y jóvenes afectados por necesidades urgentes y de los que nadie se ocupa. Dirigimos esta mirada tanto a los que están en nuestras propias obras apostólicas –en todas ellas encontramos niños y jóvenes necesitados- como a quienes se hallan en otros lugares. Acompañada por un discernimiento personal y comunitario apoyado en la oración, nuestra mirada supera ampliamente el nivel de las emociones y se concreta en acciones en su favor. La llamada no se dirige sólo a los hermanos, quienes estrictamente son los únicos miembros del Instituto. “Todo el Instituto” significa, en esta circular, todas las personas y grupos que colaboran en la misión, es decir, los hermanos, laicos y personas con otras vocaciones, las comunidades locales y educativas, las entidades y los responsables de la animación y de la administración. Si bien es cierto que el mandato se dirige a todos, el Capítulo pone el acento en el rol especial de los “responsables de la animación y de la administración” a todo nivel. A ellos les corresponde de modo particular “dinamizar la misión profética de las obras y comunidades” suscitando y animando iniciativas en sus respectivos lugares. Hago aquí una aclaración. Al hablar de la misión compartida, o lo que es lo mismo, de la misión en comunión, hemos venido utilizando en el Instituto la expresión ‘hermanos y colaboradores en la misión’. Propongo sustituirla sencillamente por ‘colaboradores en la misión’. Entonces, cada vez que en esta circular encontremos esta última enunciación, hemos de entender que se trata de los hermanos, laicos y demás personas comprometidas en la misión del Instituto. Permítanme exponerles los motivos de mi opción. En primer lugar, la palabra ‘colaboradores’ (‘partenaires’ en francés, ‘partners’ en inglés) se aplica a personas, instituciones o empresas que se unen para realizar un trabajo o una misión común. En nuestro caso, los hermanos se unen a los laicos y demás personas para realizar la misión con todos ellos; ellos son, pues, colaboradores. A su vez, los laicos se unen a los hermanos y demás personas para realizar la misión con todos ellos; ellos son, pues, también colaboradores. Lo mismo 10 pasa con las otras personas que se unen con los hermanos y laicos; ellas son asimismo colaboradoras. En segundo lugar, la expresión ‘colaboradores en la misión’ es más adecuada para referirnos a personas de igual dignidad y con vocaciones distintas que, en corresponsabilidad, viven en la Iglesia comunión el mismo carisma al servicio de una misión común. Les presento a continuación la síntesis del mensaje del capítulo general de 2012. 11 Instituto de los Hermanos del Sagrado Corazón Capítulo general de 2012 UNA LLAMADA A UNA MISIÓN PROFÉTICA Síntesis de la ordenanza Responsable(s) Compromiso Todo el Instituto (colaboradores en la misión, comunidades locales y educativas). En fidelidad al carisma del Padre Andrés Coindre, el Instituto se compromete, “con renovada determinación y en espíritu de conversión constante, a destacar la dimensión profética de su misión… a la luz de las necesidades urgentes de los niños y jóvenes de los que nadie se ocupa”. UNA MISIÓN PROFÉTICA RENOVADA EN COMUNIÓN PERENNE Compromisos Responsables de la animación y de la administración en todo nivel Realizar un discernimiento que conduzca a la toma de decisiones para llevar a cabo una misión profética renovada “de las obras y comunidades” y favorecer la puesta en práctica de estas decisiones. Organizar y apoyar la formación conjunta, según nuestro carisma, de todos los que colaboran hoy en la misión profética. 12 Favorecer el despertar vocacional de los jóvenes y su compromiso en una misión profética invitándolos “a encontrarse con Jesús y a ser, junto con los hermanos, solidarios con los niños y jóvenes marginados”. Decisiones 1. PARA UNA MISIÓN PROFÉTICA RENOVADA Pasos Responsables - - Una llamada Todo el Instituto - - - Un discernimiento Cada entidad Compromisos Dar prioridad, en nuestra acción profética, a los “niños y jóvenes” afectados por necesidades urgentes y “de quienes nadie se ocupa”. Centrar nuestra espiritualidad en el Corazón compasivo de Dios para discernir” sus “necesidades urgentes” y “responder a ellas”. “Mirar a los niños y jóvenes como lo hizo el Padre Andrés Coindre” y “acercarnos más a ellos”. “Transformar en ‘santuarios protectores’ para ellos las comunidades y obras apostólicas donde estamos comprometidos”. Denunciar en caso necesario “la injusticia contra los niños y jóvenes”. Estar “dispuestos a asumir los riesgos que conlleva una misión profética realizada en comunión”. “Cada entidad realizará un proceso de discernimiento en cada una de sus comunidades locales y, si es necesario, con los representantes de nuestras obras para determinar las necesidades urgentes de los niños y jóvenes y evaluar cómo responde cada obra a esas necesidades”. En este proceso de discernimiento se tratará de “poner en claro” cuáles son las necesidades urgentes a las cuáles se quiere dar respuesta, dónde y con qué medios. Se precisará igualmente “el tipo de compromisos que asumirán los hermanos en esta misión”: “responsabilidades administrativas” o “acompañamiento más personal de los niños y jóvenes”. Asimismo, tratará de ver la mejor manera de actualizar nuestra preocupación por “evangelizar a los niños y jóvenes que se nos confían”. 13 Decisiones 1. PARA UNA MISIÓN PROFÉTICA RENOVADA (Continúa) Pasos Responsables Consejos de entidades Una respuesta Compromisos A partir de las conclusiones del proceso de discernimiento, los consejos provinciales y los de las delegaciones crearán “un plan de acción orientado a responder proféticamente al menos a una de esas necesidades urgentes”, ya sea en las obras existentes o en una nueva. Este “plan de acción será presentado al consejo general para su aprobación”. El proceso de discernimiento, el plan de acción y su puesta en marcha deben realizarse de aquí al 2015. “Cada entidad presentará un informe con ocasión de la conferencia general de 2015”. Consejo general - Animar a los colaboradores en la misión a realizar una misión profética. Esto “incluirá la promoción de un estilo de vida coherente con estas respuestas”. - Evaluar y aprobar los planes de acción de cada entidad. - Informar al Instituto sobre las iniciativas adoptadas por las entidades y favorecer la obtención de la ayuda necesaria para su puesta en marcha. 14 Decisiones 2. PARA UNA MISIÓN PROFÉTICA EN COMUNIÓN Pasos Responsables Una llamada Todo el instituto, colaboradores en la misión Compromisos Comprometerse en la “formación común según el carisma del Padre Andrés Coindre, en vistas a una misión profética”. El proceso de discernimiento se orientara a la elaboración de un plan de formación común que ha de favorecer: Un discernimiento Colaboradores en la misión - La misión profética del Instituto. - “La construcción de la comunidad” de los colaboradores en la misión, “basada en relaciones fraternas y sinceras” que se expresan en “pequeños gestos cotidianos”. - El compartir la fe. - “Una mayor participación” en la misión profética, una conciencia acentuada de la misión y una más grande corresponsabilidad en las decisiones. Cada entidad - Elaborar “un plan de formación común” de los colaboradores en la misión que comprenda “los elementos esenciales de nuestro carisma”: la espiritualidad de la compasión, la pedagogía de la confianza, la opción preferencial por los pobres, el trabajo en colaboración, la complementariedad de vocaciones, etc. - Promover experiencias en las que los colaboradores refuercen la comunión en el carisma. Consejos de entidades Acompañar y evaluar las experiencias de comunión en el carisma que se realicen en las comunidades y obras, e informar sobre ellas al consejo general. Una respuesta Consejo general - Apoyar los planes de formación común. - Promover la ayuda mutua entre las entidades para una mejor formación común. 15 Decisiones 3. PARA UNA MISIÓN PROFÉTICA PERENNE Pasos Responsables Compromisos Una llamada Colaboradores en la misión Comprometernos todos en la pastoral vocacional con el fin de asegurar la continuidad de la misión profética. Entrar en un proceso de discernimiento personal y comunitario sobre el testimonio de vida que damos “a los hombres y mujeres de nuestro mundo y a los jóvenes en particular”. Hermanos Un discernimiento Entidades, comunidades locales y educativas Cada hermano Entrar en un proceso de discernimiento sobre el modo más adecuado de realizar una pastoral vocacional con vistas a la misión profética. - Rezar por las vocaciones. - Promover las vocaciones “por el testimonio de su vida consagrada y por la calidad de su presencia cercana a los jóvenes”. - Implicarse, en la medida de sus posibilidades, “en la pastoral juvenil y en la pastoral vocacional”. - Cada comunidad - - Una respuesta Cada entidad - Rezar por las vocaciones. Favorecer experiencias de compromiso de los jóvenes en favor de los más necesitados. Evaluar “periódicamente la calidad de su acogida a los jóvenes y de su presencia cercana a ellos”. Formular y poner en marcha “un proyecto de pastoral juvenil y de pastoral vocacional capaz de comprometer” a colaboradores en la misión, “de interpelar a los jóvenes y de ayudarles a progresar en su maduración personal”. Ver la posibilidad de establecer una comunidad para acoger a algunos jóvenes que desean realizar una experiencia de vida con los hermanos apta para conducirlos a un discernimiento vocacional. 16 Decisiones 3. PARA UNA MISIÓN PROFÉTICA PERENNE (Continúa) Pasos Una respuesta (Continúa) Responsables Compromiso El superior provincial “En sus visitas”, animar “a los hermanos a perseverar en su compromiso a favor de la pastoral vocacional”. Consejo general En sus visitas a las entidades, prestar “una atención especial… al dinamismo de la pastoral vocacional”. 17 CAPÍTULO IV: Misión profética del Instituto: Visión de futuro4 En este apartado, inspirado en el mensaje lanzado por el Capítulo general de 2012, deseo presentar mi sueño acerca de la misión profética del Instituto en los próximos años. En otras palabras, hablando en términos de organización de instituciones, trataré de presentar mi ‘visión’ acerca de la misión profética. ¿Cuál es, para el día de mañana, mi visión sobre la misión profética del Instituto? Permaneciendo fieles al carisma del padre Andrés Coindre, ¿qué tipo de misión profética al servicio de los niños y jóvenes está llamado a realizar el Instituto? ¿Hacia qué ideal de misión profética el Instituto está llamado a tender en los próximos años? La respuesta a estas preguntas es bien importante, pues no es bueno caminar sin rumbo. Como se dice en Colombia, ‘a aquel que no sabe adónde va, cualquier bus le sirve’. Antes de empezar a responder, debo advertir, una vez más, que la palabra Instituto tiene aquí un sentido amplio. El Instituto, en este sentido, no es sólo el grupo de hermanos sino que comprende todos los colaboradores y colaboradoras en la misión: hermanos, seglares y demás personas. Mi respuesta, inspirada en el Capítulo, es una respuesta personal. Al proponerla busco estimular la reflexión de aquéllos y aquéllas que están implicados en la misión. Estoy firmemente persuadido de que la verdad es una luz que descubrimos juntos. Por decirlo de otra manera, la verdad no es mi verdad ni tu verdad. La verdad es nuestra verdad. Intentaré esbozar una respuesta, animado por la convicción de que a todo el Instituto –a todos los colaboradores en la misióncorresponde discernir la naturaleza y características de su misión profética en el futuro. Mi respuesta será, por lo tanto, la señal de inicio de un viaje que les invito a realizar juntos. Percibimos esta visión de futuro a la luz de la Palabra de Dios, de la Regla de vida, de la historia del Instituto, de su realidad actual, de las orientaciones de los capítulos generales, en especial los de los años 2000, 2006 y 2012, los cuales han trazado orientaciones claras, profundas y prácticas sobre el tema de la misión. El Capítulo de 2000 nos invitaba, en fidelidad al carisma del padre Coindre, a escuchar el grito de los niños y jóvenes pobres y sin esperanza, y a responder a dicho grito. El Capítulo de 2006 nos exhortaba a encender juntos el fuego en el santuario de nuestra misión al servicio de los niños y jóvenes. El Capítulo de 2012 nos llama a comprometernos, “con renovada determinación y en espíritu de conversión constante, a destacar la dimensión profética de (nuestra) misión… a la luz de las necesidades urgentes de los niños y jóvenes de los que nadie se ocupa”. Si bien estos tres últimos capítulos generales han tocado el tema de la misión, el de 2012 le ha dado un lugar central y exclusivo y ha trazado caminos muy apropiados y concretos para avanzar paso a paso hacia una misión profética renovada, 4 El contenido de este capítulo es prácticamente el mismo que presenté el día 18 de julio de este año a los equipos directivos de los colegios de las tres provincias de los Estados Unidos reunidos en asamblea. Ésta tuvo lugar en el establecimiento educativo Saint Stanislaus College, Bay Saint Louis, Mississippi. Participaron en ella alrededor de 110 personas. El Hermano Ivy Leblanc nos invitó al Hermano Raymond Hetu y a mí a participar en ella. Agradecemos al hermano Ivy la oportunidad que nos dio de compartir unos días con gente maravillosa. 18 compartida y perenne. En consecuencia, mi visión acerca de la misión profética del Instituto se apoyará sobre todo en la ordenanza, decisiones y orientaciones de este último capítulo. En el transcurso de últimos siete años he tenido la fortuna de visitar todas las comunidades y obras del Instituto. Al recorrerlo, he podido constatar su notable diversidad. Habida cuenta de la gran diferencia entre las diferentes regiones y culturas, un capítulo general no puede hacer sino propuestas generales, que después se aplicarán en cada lugar de acuerdo con las situaciones particulares. Por lo tanto, quiero subrayar que mi visión de la misión profética del Instituto, a la luz de la ordenanza del capítulo, es una visión general cuya única utilidad consiste en suscitar el discernimiento para que en cada lugar específico se promueva una misión profética renovada, compartida y perenne de las comunidades y obras. Mi visión acerca de la misión profética renovada Dirijamos una mirada al icono de Jesús-Profeta Leemos en el Evangelio de Lucas: Llegando donde él aquellos hombres, dijeron: ‘Juan el Bautista nos ha enviado a decirte: ¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?’ En aquel momento curó a muchos de sus enfermedades y dolencias, y de malos espíritus, y dio vida a muchos ciegos. Y les respondió: ‘Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva’ (Lc 7, 20 – 22). Jesús es el profeta amigo de Dios y de todos sus hijos e hijas. Como podemos observar en el texto que acabamos de leer, tiene una preferencia por los pobres, los enfermos, quienes tienen limitaciones físicas o síquicas, los abandonados, los ignorados y quienes viven como muertos porque han perdido la ilusión de existir. En sintonía con la preferencia de Jesús por los más necesitados y en fidelidad al carisma del padre Andrés Coindre, la ordenanza del Capítulo general de 2012 llama al Instituto a comprometerse, “con renovada determinación y en espíritu de conversión constante, a destacar la dimensión profética de su misión… a la luz de las necesidades urgentes de los niños y jóvenes de los que nadie se ocupa”. Esta ordenanza del Capítulo me inspira múltiples sueños y esperanzas con respecto a todos los que hemos heredado el carisma del padre Andrés Coindre. En primer lugar, veo que en el futuro los colaboradores en la misión profética son hombres y mujeres que, personal y comunitariamente, viven en profunda intimidad con el Dios compasivo, cuyo corazón late de forma especial por los más pequeños y abandonados. Es en este amor íntimo donde se fundamenta la entrega generosa de todos ellos, comprometidos en la misión educativa al servicio de los niños y jóvenes, especialmente de los más necesitados. En segundo lugar, veo que la profunda amistad de los colaboradores con el Dios de Jesús se manifiesta a través de un servicio educativo a los niños y jóvenes caracterizado por la confianza en sus inmensas posibilidades y por la relación cercana entre todos los agentes de la misión educativa: alumnos, educadores y padres. Se muestra también en un clima educativo hecho de bondad, sencillez, cercanía, diálogo interpersonal, escucha y apoyo recíproco. En tercer lugar, veo que nuestras obras, tanto las que acogerán una mayor parte de niños y jóvenes provenientes de familias en precaria situación económica como las 19 que recibirán a niños y jóvenes en mejor posición, son para todos ellos santuarios protectores, en especial para quienes padecen la pobreza material o alguna especial limitación física, intelectual, sicológica, afectiva, relacional, espiritual carencia de Dios y de sentido de la vida-, etc. Percibo también que en todas esas obras, en sintonía con el carisma del padre Andrés Coindre, se dirige una mirada especial hacia los otros niños y jóvenes necesitados del medio o de lugares lejanos y que se desarrollan en su favor iniciativas diversas: apadrinamientos, otorgamiento de becas de estudio, experiencias misioneras o de voluntariado, etc. En cuarto lugar, veo que los colaboradores en la misión entran en un proceso de discernimiento continuo sobre las necesidades más urgentes no satisfechas de los niños y jóvenes en los distintos medios y que este discernimiento no se queda únicamente en buenos deseos sino que se concreta en la creación y sostenimiento de nuevas obras para responder a dichas necesidades. Mi visión acerca de la misión profética compartida Miremos ahora el icono de Jesús-Siervo. Leemos en el Evangelio de Juan: Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros (Jn 13, 15). Esta es la frase que Jesús dice a los suyos después de haberles lavado los pies. La misión de Jesús no es solamente suya sino que es igualmente nuestra, la de todos los que le seguimos. Participamos en la misión profética de Jesús anunciando como Él el mensaje del Padre, abriendo nuestros corazones a una vida nueva, germen de la vida futura, y construyendo una comunidad de personas que se ayudan mutuamente y que apoyan a los demás, sobre todo, a los más necesitados. Quienes realizamos un ministerio en favor del prójimo o en favor de los niños y jóvenes, somos memoria viva del Jesús siervo que se arrodilla para lavar los pies a sus discípulos. El Capítulo general de 2012 nos anima a todos a compartir una misión profética. Para ello pone el acento en la formación común según el carisma del padre Andrés Coindre. En sintonía con el Evangelio, que nos invita a ser memoria viva de Jesús en el servicio a nuestras hermanas y hermanos más pequeños, y en fidelidad al carisma del Padre Andrés Coindre, les expongo algunos de mis sueños y esperanzas. En primer lugar, veo que nuestra familia religiosa va convirtiéndose en una comunidad global, o en otros términos, en una comunión de comunidades. Se trata de comunidades5 en las que, según su vocación particular, cada uno de sus miembros trata de vivir con autenticidad el carisma del padre Andrés Coindre al servicio de una misión profética. 5 Las comunidades a que me refiero en esta sección y en la siguiente pueden ser comunidades sólo de hermanos; comunidades de hermanos y comunidades de laicos, cercanas entre sí, cada una con un ritmo de vida acorde con la vocación de sus miembros, que comparten la misión, y algunos momentos de oración, de celebración y de descanso; comunidades de hermanos que acogen algún joven o adulto deseoso de vivir una experiencia de vida en comunidad al servicio de la misión; grupos de laicos que viven con sus familias y que comparten entre ellos la misión, y algunos momentos de oración, de celebración y de recreación; comunidades de personas de otras vocaciones que se unen a hermanos y laicos para realizar la misión y que comparten algunos de los momentos mencionados. 20 En segundo lugar, veo que, en esta comunidad global, se tejen “relaciones fraternas y sinceras” y se comparte, con entusiasmo y alegría, la fe, la vida espiritual y la misión, dirigiendo una mirada especial a los niños y jóvenes más necesitados. En tercer lugar, veo que la misión profética compartida según nuestro carisma se apoya en una cuidada formación de cada una de las personas según su vocación particular y en experiencias de formación común, en las que las diferentes personas y grupos se enriquecen mutuamente, en la dinámica permanente de dar y recibir. Finalmente, veo que la misión profética se caracterizará por una total corresponsabilidad entre los colaboradores, de modo que los diversos ministerios y funciones, incluso el de más alto nivel, se repartirán según las competencias de cada persona y buscando el mayor fruto de la misión. Mi visión acerca de la misión profética perenne Contemplamos ahora el icono de Jesús-Maestro Escuchemos nuevamente el Evangelio de Lucas: Después de esto, designó el Señor a otros setenta y dos (discípulos), y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios adonde él había de ir. Y les dijo: “La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Lc 10, 1-2). Este texto del Evangelio nos presenta a Jesús como a un maestro que llama a los discípulos. Nos sentimos llamados por el Señor para realizar hoy una misión profética. Al mismo tiempo, deseamos ardientemente que dicha misión se continúe en el futuro. Pero es indispensable contar con agentes idóneos para asegurar esa continuidad. Por eso el Capítulo general de 2012 nos llama a todos a comprometernos en la pastoral vocacional con el fin de asegurar la continuidad de la misión profética según nuestro carisma. La promoción de las diversas vocaciones se apoya en comunidades que viven y comparten su fe, que dan un buen testimonio, que oran por las vocaciones, que son cercanas a los jóvenes, que se comprometen en la pastoral juvenil y vocacional, y que invitan “a los jóvenes a encontrarse con Jesús y a ser… solidarios con los niños y jóvenes marginados”. El carisma es un don del Espíritu a cada persona. Normalmente las personas reciben el carisma cuando hay cerca de ellas personas y comunidades que lo viven con intensidad, de forma profética, radical. El testimonio de estas personas y comunidades suscita en algunos hombres y mujeres el deseo de vivir el carisma de manera semejante. Este deseo les lleva a pedir el carisma en la oración; y el Espíritu les responde otorgándoselo. Y aquí, me permito abrir un paréntesis. Necesitamos de todos los colaboradores en la misión para desarrollar la misión profética. Todos nos necesitamos mutuamente: los laicos de los hermanos y los hermanos de los laicos. Para asegurar el futuro de la misión, necesitamos de laicos y de hermanos comprometidos en ella. Además, pienso que será muy difícil que perdure el carisma sin algunas comunidades dinámicas de hermanos que lo irradien, por estar profundamente impregnados de él. 21 Con respecto a la misión perenne, mi sueño es que el Instituto cuente con comunidades que viven de manera profética el carisma del padre Andrés Coindre. Se trata de comunidades que dan “a los hombres y mujeres de nuestro mundo y a los jóvenes en particular” un testimonio sobresaliente de su relación íntima con el Señor, de su oración incesante, de su vida fraterna, de su alegría de vivir, y de su servicio generoso a la misión, dirigiendo siempre una mirada atenta a los niños y jóvenes más necesitados. Veo también que las comunidades se hacen cercanas a los jóvenes, que los acogen con gusto y mantienen con ellos relaciones marcadas por el respeto, la bondad, la sencillez y la disponibilidad para el servicio gratuito. Veo que las comunidades se implican fuertemente en la pastoral juvenil y vocacional. Se trata de una pastoral que promueve la formación en valores humanos, la apropiación de una cultura religiosa como apoyo para la fe, el crecimiento en la fe y la formación de comunidades cristianas vivas. En este sentido, sueño que todas nuestras obras apostólicas se convierten en núcleo de comunidades cristianas fervientes, dinámicas e interpelantes. La pastoral juvenil de la que hablamos se centra en el acompañamiento del joven para - - apoyar su maduración como persona en relación con los demás; animarlo a desarrollar un espíritu a la vez sano y crítico, es decir, capaz de discernir en su vida el bien para sí y para los demás, y de optar fuertemente por él; favorecer su encuentro con Jesús y estimularlo a comprometerse junto con los hermanos, laicos y demás colaboradores para desarrollar con ellos iniciativas en favor de las personas más necesitadas, especialmente de los niños y jóvenes afectados por necesidades urgentes a las que nadie responde. Una pastoral juvenil de este tipo ya es pastoral vocacional, porque lleva al joven a descubrir, llegado el momento, la llamada concreta del Señor –las vocaciones son muy diversas- y a responder a ella. Finalmente, veo que las comunidades oran por las vocaciones, por todas las vocaciones, y piden al Señor de la mies que envíe obreros a su mies. Esta es, hermanos y hermanas, mi sencilla visión de la vivencia de la misión profética del Instituto. Esta reflexión me ha ayudado a reafirmarme más en mi vocación al servicio de la misión. Espero les motive a ustedes, de alguna manera, a comprometerse en la misión profética renovada, compartida y perenne a la que nos invita nuestro reciente capítulo general. 22 Conclusión El capítulo general de 2012 hace una llamada a todo el Instituto a realizar una misión profética, según el carisma del Fundador. Eso supone, en primer lugar, ser hombres y mujeres apasionados por Dios en el servicio a los niños y jóvenes, especialmente a los más necesitados. Significa, en otras palabras, creer firmemente en el amor de Dios, amarlo, amarnos a nosotros mismos, amarnos unos a otros y amar a los niños y jóvenes con el Corazón de Dios. Lo anterior se traduce concretamente en mirarnos a nosotros mismos, mirarnos unos a otros y mirar a los niños y jóvenes con los ojos de Dios. Se trata, por supuesto de una mirada de compasión que no se queda en meros sentimientos y se concreta en un compromiso real de toda la vida. Ser profetas es anunciar con nuestra vida y obras al Dios verdadero y único, hablar con Dios y hablar de Dios, denunciar los falsos dioses del poseer, del placer y del poder, vivir en permanente conversión, construir y afirmar la esperanza de los niños y jóvenes y de la gente, en particular de los más necesitados. Ser profetas hoy, siguiendo las huellas del padre Coindre, significa descubrir las necesidades urgentes no satisfechas de los niños y jóvenes, en particular de los más pobres, especialmente su necesidad de Dios y de vivir dignamente, como corresponde a su condición de hijos e hijas de Dios. Equivale también a dejarnos interpelar por su fragilidad y responder a dichas necesidades de manera creativa y audaz, con una vida, con iniciativas y con acciones que se salen de lo ordinario. Así les ayudaremos a construirse un futuro prometedor. No he evocado en esta circular a nuestra madre, la Virgen María, pero ella está en todas sus páginas, porque, por su unión con Dios y su disponibilidad para cumplir los designios del Padre dejando obrar al Espíritu en ella, es la Reina de los profetas; además, por vivir centrada en Jesús, por su sencillez y por su vida pobre al servicio de los pobres. Que ella nos acompañe, nos proteja y nos anime siempre en la misión profética renovada, en comunión y perenne al servicio de los niños y jóvenes. Roma, 12 de enero de 2014 Fiesta del Bautismo del Señor Hermano José Ignacio Carmona Ollo, s.c. 23 PREGUNTAS SUGERIDAS PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL Y PARA EL COMPARTIR COMUNITARIO ¿En qué me parezco a los verdaderos profetas? ¿Tengo alguna característica o actitud de los falsos profetas? ¿Anuncio a Dios, le busco, le sirvo? O bien, de manera egoísta, ¿me anuncio, me busco y me sirvo a mí mismo? ¿Soy una persona de fe? ¿Creo en el amor de Dios? ¿Confío suficientemente en Él? Apoyado en Dios, ¿tengo una razonable confianza en mí mismo? ¿Soy profeta con mi vida, mis acciones, mis gestos y mis palabras? ¿Trato de vivir en conversión permanente como respuesta de fidelidad al Dios siempre fiel? El Bautista anuncia al mismo Jesús de una forma original. ¿Cómo lo anuncio yo? Jesús habla con Dios y habla de Dios. ¿Es ése mi caso? Jesús-Profeta destaca por su unión con el Padre, su autoridad, la coherencia entre su vida, sus acciones y palabras; por su mensaje acerca de Dios y su preferencia por los pobres. ¿Qué significado concreto tiene para mí todo esto? En el ministerio concreto que desempeño, ¿de qué manera vivo para los pobres, con ellos y como ellos? ¿Soy suficientemente abierto a la misión del Instituto compartida o en comunión, en plan de igualdad y en corresponsabilidad, con personas de vocaciones diversas llamadas a vivir el mismo carisma? ¿Soy suficientemente abierto a la formación común a la que me llama el Capítulo general? ¿Tengo interés por la pastoral vocacional? ¿De qué manera colaboro en ella? 24 ÍNDICE Introducción I. Los profetas paganos y los profetas de Israel Los profetas paganos Los profetas de Israel Juan Bautista, más que un profeta II. Jesús, el Profeta por excelencia III. La llamada del capítulo general de 2012 Fundamento Síntesis IV. Misión profética del Instituto: Visión de futuro Mi visión de la misión profética renovada: Icono de Jesús-Profeta Mi visión de la misión profética compartida: Icono de Jesús-Siervo Mi visión de la misión profética perenne. Icono de Jesús-Maestro Conclusión Preguntas sugeridas para la reflexión personal y para el compartir comunitario 25